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Migración y desarrollo

versión impresa ISSN 1870-7599

Migr. desarro vol.10 no.19 Zacatecas ene. 2012

 

Artículos

 

Una aportación ignorada de la teoría neoclásica al estudio de la migración laboral

 

Genoveva Roldán Dávila

 

Investigadora titular en el Instituto de Investigaciones Económicas de la Universidad Nacional Autónoma de México.

 

Resumen

Las rearticulaciones de los procesos migratorios y los mercados laborales, como resultado de la crisis sistémica mundial, obligan a cuestionar la fusión de teorías heterogéneas, así como a revisarlas y asumir el debate de las diversas explicaciones sobre las causas de las migraciones internacionales. Urge renovar la polémica entre aquellas concepciones que son contradictorias y profundizar la clasificación, conocimiento y crítica de las diversas teorías, particularmente de aquélla que han sido caracterizadas como las más antiguas, aparentemente mejor conocidas y que son referente de las políticas migratorias contemporáneas. La recuperación que se ha realizado de las aportaciones fundamentales de los neoclásicos estructuralistas es parcial, omite un conjunto de aportaciones para el conocimiento de las migraciones laborales internacionales y no distinguen su veta estructural.

Palabras clave: migración laboral internacional, mercado de trabajo, teorías migratorias, neoclásicos estructuralistas, desarrollo.

 

Abstract

The rearticulation of migratory processes and labor markets as a result of the global systemic crisis —a crisis of unclear duration and depth— demand we review heterogeneous theories and renew the debate on the various potential causes and triggers of international migration. At the same time, we must address the various classifications, knowledge and criticisms regarding each theory, particularly the one held to be the oldest and best known, as well as the doctrinal referent for contemporary immigration policies. I think the recovery of fundamental contributions by neoclassical structuralists (those commonly identified as representatives of macro and micro neoclassical theory) has been partial, ignoring a set of important contributions to the study of international labor migration without struc-tural specificity.

Keywords: international labor migration, labor market, migration theories, neoclassical structuralists, development, underdevelopment.

 

INTRODUCCIÓN

Las expresiones más recientes de los procesos migratorios laborales, a través de las fronteras nacionales, transitan por una reconfiguración que ha suscitado controversias en cuanto a su explicación, lo cual ha puesto en evidencia las debilidades de los fundamentos teóricos que, sustentados en el sincretismo, pretenden haber logrado un certero acercamiento a una interpretación teórica de la migración laboral internacional contemporánea.

Desde 2006, no sólo se han reducido los flujos migratorios de gran trayectoria histórica —como el de mexicanos hacia Estados Unidos—, sino también flujos más recientes, con apenas una década de articulación —como el de latinoamericanos hacia España—. A este hecho hay que agregar los retornos de migrantes hacia sus países de origen: Bangladesh, Sudán, Níger, Chad, Mali, Filipinas, Eritrea y México —entre otros—, así como la disminución del flujo de remesas y el recrudecimiento del número y contenido de leyes restrictivas y xenófobas antiinmigrantes. Estos procesos están dando lugar a transformaciones en los mercados laborales internos, así como a un impacto económico y social en los hogares que han visto disminuidas las remesas, o que han dejado de recibirlas; además, hay nuevos escenarios y patrones migratorios en diversas regiones. Al parecer, está en curso la reconfiguración de los procesos migratorios y los mercados laborales como resultado de la crisis sistémica mundial, cuya temporalidad y profundidad no es del todo clara.

Ante este escenario resurge, una vez más, la urgente necesidad de encontrar una explicación teórica sobre las causas que contienen y detonan las migraciones internacionales; también es necesario renovar el debate, pues hay quienes suponen que las variadas explicaciones teóricas que existen no son necesariamente contradictorias. Lo cierto es que no podemos considerar superado el debate, pues todas las interpretaciones resultan indispensables ya que, de acuerdo con esta construcción analítica, cada una de éstas desempeña cierto papel en la comprensión de las migraciones contemporáneas. De estos supuestos se ha derivado que la tarea más importante de los científicos sociales es <<ordenar la evidencia empírica que apoya a cada esquema teórico e integrarla a la luz de esa evaluación>> (Massey, Arango, Graeme, Kouaouci, Pellegrino, Taylor, 2000: 45).

Sin ignorar la importancia de la investigación empírica, considero que no debe empobrecerse la controversia entre aquellas concepciones que sí son contradictorias; asimismo, me parece necesario profundizar en la clasificación, conocimiento y crítica de las diversas teorías, particularmente la que ha sido caracterizada como la más antigua, aparentemente mejor conocida y referente doctrinario de las políticas migratorias contemporáneas, identificada como <<economía neoclásica>> (macro y micro). Avanzar en esa dirección es el objetivo de este ensayo. En el primer apartado, expongo las principales clasificaciones de las teorías migratorias; posteriormente, expongo las aportaciones fundamentales de los neoclásicos estructuralistas que representan a la teoría neoclásica; y, finalmente, presento las conclusiones de este artículo.

 

CLASIFICACIÓN DE LAS TEORÍAS

Los ochenta fueron años clave para el estudio de las migraciones. Las condiciones del movimiento laboral internacional, los vínculos con la problemática del desarrollo y la integración regional y las reacciones sociales y políticas alertaron sobre la limitación analítica de circunscribirse a la recolección de hechos y estadísticas, como diría Mills: <<a la ceguera de los datos>> (1953: 83).

Como argumentan Massey, Graeme, Arango, Kouaouci, Pellegrino, Taylor, Blanco, Ribas y Castles, entre otros especialistas en la materia, y como se colige de muchas investigaciones, resulta paradójico que el enorme volumen de material escrito sobre el tema no se apoye en construcciones teóricas articuladas por una mejor explicación de las características sustanciales que identifiquen las diversas experiencias migratorias laborales internacionales. Predomina la investigación empírica que oscila entre trabajos de nivel microscópico y propuestas empíricas generales que, además de estar confeccionadas con múltiples deficiencias conceptuales, poco aportan a la construcción teórica. Estas condiciones han sido el mayor impulso para reconstruir la historia y el estado actual del conocimiento en los estudios migratorios, desde la perspectiva teórica.

Algunos de los esfuerzos más significativos para rescatar las teorías migratorias corresponden a: 1) Portes y Bach (1985), quienes elaboraron una clasificación de las interpretaciones sobre los efectos económicos de las migraciones que se desprenden de paradigmas económicos más globales; 2) Massey (1993), quien se propuso —en colaboración con Arango, Graeme, Kouaouci, Pellegrino y Taylor— explicar, integrar y conciliar las teorías contemporáneas más importantes de la migración internacional, pero sin incorporar algunas aportaciones marxistas; 3) Castles y Miller (2004), que consideraron necesario precisar las diferencias entre las perspectivas teóricas fundamentales utilizadas en los debates contemporáneos sobre migración y proponen un debate al respecto; 4) Blanco (2000), que realizó un estudio comparativo entre las propuestas de Portes et al. y Massey et al., y además incorporó la teoría de la economía clásica representada por las leyes de Ravenstein y el enfoque de atracción-expulsión (push-pull), a partir de lo cual elaboró un esquema integral en el que presenta las principales teorías migratorias (véase la figura 1), y 5) Ribas (2004), quien propone una clasificación para la búsqueda del origen de los conceptos y de la elaboración teórica que intenta dar cuenta del fenómeno migratorio.

En fechas recientes, se han realizado indagaciones sobre las contribuciones de la sociología económica a los estudios de la migración internacional siguiendo la línea de investigación sugerida por Portes, destacando la de Ma. de los Ángeles Pozas (2007), así como las reflexiones realizadas por Fernando Herrera y Ludger Pries (2006), quienes se han orientado a estudiar los flujos migratorios y a las personas migrantes desde la sociología del trabajo en América Latina, particularmente la de México y Argentina.

Es importante destacar el encuentro que realizó el Committee on International Migration del Social Science Research Council (SSRC) en la isla de Sanibel (Florida) en el año 1996, proyecto que logró convocar a investigadores estadounidenses que ya se habían propuesto explicar e integrar las teorías contemporáneas más importantes. El encuentro tuvo como objetivo <<contribuir a la coherencia intelectual de los estudios de las migraciones internacionales como un campo interdisciplinario dentro de las ciencias sociales>>. Como resultado del encuentro tenemos The Handbook of International Migration: The American Experience (1996), coordinado por Hirschman, Kasinitz y DeWind; en este manual, se pone especial atención en la valoración de las principales aportaciones teóricas de las ciencias sociales sobre el tema de la migración.

En 2003, Portes y DeWind, de la Universidad de Princeton —con el patrocinio del Centro de Migraciones y Desarrollo de su universidad, del Programa sobre Migraciones Internacionales del Consejo de Ciencias Sociales de Estados Unidos (SSRC) y de la revista International Migration Review— convocaron al evento Conceptual and Methodological Developments in the Study of International Migration, con la intención de reexaminar y actualizar los conceptos principales, líneas de investigación y problemas metodológicos en el estudio de la migración internacional, de tal manera que estuvieran en posibilidad de evaluar el progreso alcanzado y las direcciones que ha seguido este campo de conocimiento, teniendo como punto de referencia la conferencia de 1996. Esta última reunión, a decir de sus organizadores, fue temáticamente más selectiva y <<se centró en unos cuantos temas fundamentales; constituyó también el primer evento importante de su tipo, en el que se trató de obtener, de manera deliberada, una representación equitativa de académicos de la inmigración de ambos lados del Atlántico>> (Portes y DeWind, 2006: 7).

Todos estos esfuerzos han sido un valioso punto de arranque para esta investigación y han permitido clarificar que la teoría económica no es una ni es homogénea. Pese a la escasa reflexión teórica, es complicado avanzar en la organización y clasificación de los diversos enfoques analíticos sobre las migraciones y sus vínculos con los temas del desarrollo, especialmente en lo que se refiere a las contribuciones de la economía neoclásica. La complejidad resulta de la multiplicidad de enfoques y matices que pueden identificarse al interior de este pensamiento, del escaso debate sobre las raíces de sus contrastes, sus intersecciones y divergencias, las tendencias a un sincretismo que no discrimina la profundidad y la magnitud de los desacuerdos, ni la época y el contexto histórico en que surgen. Es debido a este tipo de situaciones que todavía son limitadas sus diferenciaciones; por ello, en el caso de la teoría económica, sugiero reconocer las siguientes perspectivas: clásica, neoclásica ortodoxa, keynesiana, neoinstitucionalista y neoclásica estructuralista.

De acuerdo con el intento de clasificación de la teoría económica aquí propuesto, uno de los conceptos de mayor dificultad de aplicación es el de neoclásico ya que, como en tantos otros temas económicos, no existe una definición inequívoca; además, está fuertemente cargado de contenido ideológico y político. Ciertamente, esta observación no es original, ya que Jones Hywell (1988: 83-85) distingue tres enfoques que contribuyen <<a la delimitación moderna de este término>>:

1) Los primeros economistas neoclásicos (último tercio del siglo XIX), basándose en los conceptos de la <<revolución marginalista>>, concentraron su atención en el análisis de la formación de precios. Actualmente, incluye el conjunto de teorías que incorporan algunas de esas ideas centrales, ya sea a través de un enfoque de los fenómenos económicos de tipo general, <<racional>>, microeconómico, o a través de la utilización de conceptos y teorías como la explicación de los salarios por la productividad marginal o de las nociones de competencia perfecta y flexibilidad de todos los precios.

2) Las teorías que, si bien no niegan necesariamente las críticas de Keynes, ignoran lo que se reconoce como las <<dificultades>> keynesianas, al suponer la existencia de un gobierno que utiliza los instrumentos de política económica a su disposición de forma persistente, continua y con éxito, para mantener un nivel de demanda agregada que corresponda al pleno empleo.

3) Las interpretaciones que, partiendo de los supuestos anteriores, subordinan los problemas de corto plazo a las consideraciones de largo plazo.

Esta distinción de Hywell es apenas un ligero acercamiento a la complejidad que se puede identificar en el concepto de neoclásico. Hay también una opinión crítica —con la cual coincido— que identifica que, pese a los importantes matices que hay en su interior, lo que une los diversos enfoques neoclásicos es el objetivo general de justificar y garantizar los hechos fundamentales de la economía capitalista.

Para presentar las aportaciones de lo que se ha conocido como la teoría neoclásica en las migraciones —y que sugiero identificar como neoclásicos estructuralistas—, es necesario acudir a otra clasificación que ha sido denominada por muchos como la de los economistas del desarrollo, los cuales, desde finales de los años cuarenta, mostraron una importante evolución a lo largo de varias dimensiones de análisis, como el tema de las migraciones laborales; sus aportaciones tuvieron importantes implicaciones dentro de la política económica.

Estos economistas dieron forma a los modelos neoclásicos del cambio estructural, o del estructuralismo neoclásico, los cuales surgen con una perspectiva muy receptiva frente a los cuestionamientos de que era objeto el pensamiento neoclásico marginalista por su incapacidad explicativa de la realidad económica de un conjunto de países denominados, en esos años, como sub-desarrollados o tercermundistas, entre otros temas. Hirschman, como actor de este proceso, nos recuerda que un impulso importante para la conformación de este entramado teórico fue la experiencia académica y la aplicación en políticas públicas que había dejado el rompimiento con la ortodoxia de parte de las propuestas de Keynes, camino que retomó un grupo influyente de economistas, aunque su particular evolución teórica significó la construcción de un camino propio, marcando distancia del keynesianismo.

El rompimiento con lo que Hirschman llama la <<monoeconomía>>, es decir, el pensamiento neoclásico ortodoxo o marginalista, y la necesidad de re-formular su análisis económico tradicional, procedió de un <<movimiento intelectual>> originado en las entrañas mismas del ambiente anglosajón (Hirschman, 1981). Economistas del recién creado Banco Mundial, así como de instituciones académicas y de investigación fueron requeridos para formular estrategias de desarrollo que contemplaran cambios estructurales —así denominados por ellos mismos— con un replanteamiento sobre el correspondiente papel de los gobiernos en la planeación o programación del desarrollo (Meier, 2002: XIII).

El pensamiento de los neoclásicos estructuralistas se desarrolla en medio de importantes controversias. De esta tendencia del pensamiento neoclásico destacaron las siguientes concepciones: a) <<las etapas de crecimiento>> de Rostow; b) el <<gran empuje>> de Rosenstein-Rodan; c) <<las dos brechas>> de Chenery; d) <<la idea del cambio como obstáculo al cambio>> de Hirschman; e) <<la baja tasa de ahorro por la alta propensión al consumo>> de Nurkse; f) <<la distribución del ingreso>> y <<la curva o U-invertida>> de Kuznets, y g) <<la economía dual>> de Lewis (Meier y Seers, 2002). Estas propuestas no se presentan de forma uniforme, ya que, como afirma Todaro, no tenían preparado un aparato conceptual para analizar el proceso de crecimiento económico de sociedades básicamente agrícolas, además de ser realidades desconocidas a no ser por las estadísticas de Naciones Unidas <<o de uno que otro capítulo de los libros de antropología>> (Todaro, 1988: 95).

Pablo Bustelo (1999) señala que en su interior también se distinguen dos matices en las aportaciones de estos economistas: a) los que se vieron influidos por el debate de la industrialización soviética, así como por el análisis marxista, <<al menos en la importancia otorgada a las relaciones intersectoriales>> —destacan Rosenstein-Rodan, Mandelbaum, Kaldor, Kalecki, Balogh y Hirschman, entre otros—; y b) los que se orientaron hacia el retorno a la tradición clásica de Smith, Mill o Ricardo, entre otros, Lewis y Mahalanobis.

Con esta presentación intento precisar algunos de los matices y rupturas del pensamiento neoclásico y el momento histórico en el que surgen las propuestas del estructuralismo neoclásico. Sus cuestionamientos al pensamiento neoclásico marginalista no son asunto menor, tanto por el contenido y las características de sus análisis así como por el conjunto de propuestas de política económica que tomaron forma en diversos países de Asia y América Latina.

La investigación realizada para la elaboración de este ensayo sugiere que la recuperación que se ha realizado del pensamiento neoclásico es parcial y que omite un conjunto de aportaciones que explicarán por qué no es suficiente clasificarlas como economía neoclásica, ya que existe una perspectiva estructuralista en sus reflexiones, particularmente en el tema de las migraciones internacionales.

 

EL ESTRUCTURALISMO NEOCLÁSICO EN EL ESTUDIO DE LAS MIGRACIONES LABORALES

Algunas de las clasificaciones que se han realizado en torno a las teorías generadas sobre las migraciones laborales internacionales son imprecisas, ya que insisten en destacar que la teoría neoclásica a nivel macro —representada por Lewis, Ranis y Frei, Harris, Todaro— se enfoca en las diferencias geográficas de la oferta y la demanda de trabajo, en los diferenciales en salarios y condiciones de empleo, en la inducción de los flujos internacionales por los mercados laborales y las políticas públicas, regulando los flujos a través de acciones en los mercados de trabajo. Estas clasificaciones señalan que a la visión macro le corresponde una micro —Todaro, Sjaastad, Maruzko, Borjas— que generalmente concibe el movimiento como una decisión personal y racional para maximizar el ingreso, y que la migración es una inversión en capital humano.

Los autores más citados son Lewis y Todaro, y en ellos centraremos nuestra atención. Regularmente, para presentar las ideas de Lewis se recurre a su famoso artículo <<Economic development with unlimited supplies of labor>> de 1954, que le permitió compartir en 1979 el premio Nobel con Theodore W. Shultz, quien se había esforzado por cuestionar y demostrar las ineficiencias de la teoría de Lewis. En el caso de Todaro, se acude a su artículo, <<A model of labor migration and urban unemployment in less-developed countries>> de 1969. Se aclara que de estos estudios se deriva una interpretación para la migración internacional, si bien sus investigaciones son referidas fundamentalmente a la migración interna.

Resulta cuestionable que de Lewis no se revise su análisis sobre las migraciones internacionales presentado en su libro Teoría del desarrollo económico (1955), que contiene una reflexión directa y estructurada sobre éstas y que, por lo mismo, permite una mejor perspectiva de sus aportaciones. En igual sentido podemos mencionar las sugerencias de Todaro en su libro El desarrollo económico del Tercer Mundo (1988). A diferencia de los referidos artículos de 1954 y 1969, la lectura de estos libros permite establecer claras distinciones entre las aportaciones de Lewis y Todaro y las de autores como Stark y Borjas que, sin lugar a dudas, tienen una clara identificación con los neoclásicos marginalistas, surgidos de otra escuela de pensamiento y en otro momento histórico.

Las aportaciones de Lewis y Todaro deben contextualizarse en dos procesos: el primero obedeció a la necesidad de construir una explicación teórica de un conjunto de transformaciones que proponían, a mediados de los años treinta, la industrialización todavía no dirigida; la tarea consistía en localizar y aterrizar propuestas con el objetivo de erradicar los obstáculos que se percibían para que ciertos países alcanzaran el desarrollo. El segundo proceso está relacionado con la descolonización y creación de Estados independientes —Birmania, Ceilán, Filipinas, entre otros— cuya problemática no estaba vinculada a un proceso de industrialización, sino a la necesidad de estabilización de los precios de sus materias primas en el comercio internacional (Iglesias, 1992: 18), a lo cual poco aportaba el pensamiento neoclásico ortodoxo.

En Teoría del desarrollo económico,1 Lewis quiso abarcar el tema del desarrollo económico, sobre el que <<durante más de un siglo no se había publicado un tratado comprensivo>> (1955: 7); ahí indagó <<hasta qué punto los cambios que han ocurrido en los países más ricos puede esperarse que se repitan en los países más pobres>> (1955: 18). Sólo referiré una de las condiciones inmediatas que, en su opinión, se requiere para el crecimiento, pues en ella identifica la movilidad ocupacional o geográfica como una manifestación de la búsqueda por economizar ya sea reduciendo el costo de cualquier producto dado o aumentando el rendimiento de cualquier insumo de esfuerzo o de otros recursos. A continuación se presentan sus principales reflexiones:

1) Una de las condicionantes del crecimiento económico es la creación de una clase desposeída de tierra. El alto ingreso per capita está asociado a que se requiera sólo una pequeña parte de población para el cultivo de la tierra; esto se logra, en cierta medida, despojando a los campesinos de la tierra, como sucedió en la época de los cercamientos de tierras en Gran Bretaña. Se requiere que los hombres que tengan nuevas ideas estén en libertad de ponerlas en práctica, aunque al hacerlo puedan dañar a sus competidores. La fuerza de trabajo es móvil sólo en cuanto depende del trabajo asalariado, e inmóvil tan pronto como adquiere una destreza especial, es decir, puede permanecer móvil respecto de varias industrias y perder movilidad respecto de ocupaciones.

2) El acceso a la fuerza de trabajo se limita no sólo porque la propiedad de la tierra esté restringida, sino también porque las instituciones ligan a las personas a ocupaciones o patronos determinados —esclavitud, servidumbre, castas, prejuicios raciales o discriminación religiosa— y porque privan al individuo del incentivo para buscar empleos remuneradores y que reducen la movilidad de la fuerza de trabajo.

3) La emigración está vinculada con la teoría del desarrollo económico a través de la tesis de la <<inevitable>> sobrepoblación. Cualquier país que ha tenido la suerte de encontrar algún medio de elevar su nivel de vida y reducir su coeficiente de mortalidad, entrará más tarde en decadencia a causa del crecimiento de su población. Cuando se experimenta el desarrollo económico, es necesario buscar nuevas tierras para sus habitantes. El fin inevitable del éxito económico es la sobrepoblación y la migración, aunque no existen pruebas de que el coeficiente de natalidad aumente con el crecimiento económico; las pruebas indican, más bien, lo contrario.

4) El problema demográfico de algunos de los países más pobres es muy serio, aunque no es verdad que el crecimiento de la población, real o potencial, sea la principal razón de que sus niveles de vida no se estén elevando. Estados Unidos tuvo una tasa de crecimiento de su población más alta que la de los países subdesarrollados sin que esto representara un obstáculo para el crecimiento del producto por habitante.

5) Las migraciones asociadas al desarrollo económico se han efectuado sencillamente para huir del hambre. Además del hambre, se emigra para encontrar en otro país más seguridad o mejores oportunidades. Los grandes movimientos migratorios que se iniciaron a mediados del siglo XIX, y que llegaron al máximo precisamente antes de la Primera Guerra Mundial, tuvieron como fundamento la esperanza de encontrar mejores oportunidades en alguna otra parte.

6) Algunos industriales creen que pueden obtener mano de obra más barata con los emigrantes. Suponen que el joven que abandona su pueblo por un año lo hace, en parte, motivado por un espíritu de aventura; por lo tanto, estará dispuesto a trabajar mediante un salario reducida y se contentará con una incómoda barraca de soltero, ya que el periodo de ocupación será breve. Por otra parte, la alta tasa de movilidad hace imposible la creación de fuertes sindicatos; y si se hace necesario reducir la fuerza de trabajo, los emigrantes son devueltos a sus pueblos sin la molestia de tener que otorgarles una paga por desempleo.

7) La emigración no es el único remedio para la sobrepoblación, entendida ésta como el mantenimiento de una población mayor que la que el suelo del país puede alimentar, la alternativa es participar en el comercio mundial.

8) La emigración plantea problemas y costos al país que está perdiendo habitantes, pues exigen protección frente a los fraudes de los agentes contratistas, los transportes insalubres o carentes de seguridad, los malos tratos de los empleadores de los países a los que emigran, o la persecución racial o religiosa. En cuanto a los costos, se señala que el país cría y educa a los ciudadanos para perderlos cuando llegan a edad laborable, que se desequilibra la composición por sexos y que la emigración de mano de obra calificada puede servir a las industrias competidoras. Esto se compensa con los fondos que envían para el mantenimiento de las personas que dejan atrás y porque además representan una proporción considerable y grata de la balanza de pagos de los países que están perdiendo habitantes.

9) Los periodos de crecimiento industrial en los países desarrollados se han caracterizado por impulsar la inmigración de trabajo calificado y por una cuidadosa protección. Inglaterra no adoptó el libre comercio hasta que estuvo más adelantada que los demás países industriales; la misma política de protección fue seguida por Alemania, Francia y Estados Unidos durante las primeras etapas de su industrialización, y por todas las demás naciones industrializadas. Una vez que el país ha llegado a la etapa en que disfruta de las economías de gran escala, el argumento a favor de la protección deja de ser válido.

10) La inmigración masiva de personas sin ninguna capacidad sobresaliente es bien recibida sólo en circunstancias muy especiales; los nacionales, tarde o temprano, opondrán resistencia a la inmigración en masa y, si tienen voto, tarde o temprano lograrán suprimirla. La inmigración masiva será bienvenida si existen muchas tierras baldías y si se supone que una mayor población permitirá disfrutar de las economías de gran escala. No será bien recibida si se percibe el peligro de que la inmigración en masa mantenga bajos los salarios, cercanos a los de sus países de origen, o si se elevan las rentas y las utilidades. Por ello, los terratenientes y los capitalistas estarán dispuestos a velar por sus intereses hasta el punto de importar esclavos o de importar mano de obra asiática. A los capitalistas no los arredran los problemas sociales de sociedades mixtas, mientras que la sociedad sí se siente amenazada ante esta realidad. Así, el de la asimilación es el problema más difícil que este autor observa para tener los menores problemas posibles de minorías.

Este breve resumen —quizá incompleto— de las reflexiones de Lewis sobre las migraciones internacionales propone una perspectiva más amplia sobre su propuesta analítica. Aún limitándonos al artículo ya citado de 1954, se hace caso omiso a su planteamiento sobre la necesidad de transformaciones estructurales de las economías subdesarrolladas, las cuales, en su opinión, se producirán con el desplazamiento del centro de gravedad de la actividad económica del sector agrario tradicional a la industria moderna; para lograrlo es necesario impulsar la emigración de la mano de obra excedente del sector agrícola tradicional hacia el industrial moderno. La <<dotación ilimitada de mano de obra>> en el sector de subsistencia deprime los salarios reales en toda la economía, los precios dan señales equívocas para la asignación de recursos en general y la división internacional del trabajo en particular.

Si bien en su modelo la emigración actúa para disminuir y contener el aumento del excedente de trabajo, su efecto sería mantener los salarios cerca del nivel de subsistencia en los países más pobres, de manera que considera válida la ley de los costes comparativos para los países subdesarrollados, que en este caso se utilizó como fundamento válido de los argumentos proteccionistas. La propuesta de Arthur Lewis se orienta hacia el desarrollo favoreciendo la emigración para impulsar la industrialización sobre la base del proteccionismo y la necesaria intervención del Estado. En cuanto a este modelo de desarrollo enfocado a las economías subdesarrolladas, se sustenta en el supuesto de una oferta ilimitada de trabajo en el sector rural (véase la gráfica 1).

El modelo es relativamente sencillo de explicar. La economía subdesarrollada consta de dos sectores: un sector agrícola, superpoblado, tradicional y de subsistencia que se caracteriza por tener una productividad marginal del trabajo nula. Esto permite hablar de mano de obra <<excedente>>, una reducción de la mano de obra en este sector no reduce la producción. Por otro lado está el sector moderno, con una elevada productividad, urbano e industrial.

El modelo se centra en la transferencia de la mano de obra del sector rural al industrial. La expansión en la producción del sector industrial ocasiona el crecimiento del empleo y la transferencia de la mano de obra. La transferencia gradual se da en el marco de un aumento en la productividad de la mano de obra en el sector urbano. Este aumento en la productividad se determina por la tasa de inversión y posterior acumulación de capital en el sector industrial, lo cual se da gracias a que los capitalistas obtienen ingresos superiores al volumen de salarios que pagan y a que reinvierten todos estos beneficios. El supuesto detrás de esta movilidad consistente de trabajadores es una oferta de trabajo perfectamente elástica del sector rural al salario del sector moderno. El salario del sector moderno es constante, bajo el supuesto de competencia perfecta, y superior al del sector rural. La gráfica 1 ejemplifica la transferencia de mano de obra que ocurre entre los dos sectores.

El proceso anterior de crecimiento de la producción y el empleo en el sector moderno continuará hasta que toda la mano de obra excedente del sector rural quede absorbida por el sector industrial. Cuando esto ocurra, sólo se podrán sacar trabajadores del sector rural soportando una pérdida de producción de alimentos; en el sector tradicional, el producto marginal del trabajo ya no es cero.

La oferta de trabajo es perfectamente elástica en w, ya que este salario es superior a a, que representa el salario real promedio en el sector rural. La cantidad de trabajo en el sector tradicional es ilimitada. El gráfico representa la dinámica planteada por Lewis: bajo el salario real w en el sector urbano y un stock de capital K1, la cantidad de demanda de trabajo y, por tanto, la movilidad del sector tradicional al moderno será de L1. Bajo esta situación, las empresas obtendrán los beneficios representados por el triángulo formando por encima de w y por debajo de la demanda de mano de obra con un stock de capital k1. Suponiendo la situación descrita por Lewis, estos beneficios se convertirán en capital incrementando la productividad marginal del trabajo y formando una nueva demanda de trabajo con un stock de capital k2, e incrementando la transferencia de mano de obra hasta L2.

Ahora bien, la propuesta de Lewis, en lo que se refiere a su consideración de que la movilidad interna del trabajo es un fenómeno positivo para el desarrollo por proporcionar la mano de obra necesaria para el proceso de industrialización, es objetada por Harris y Todaro (1970) y señalada como una de las fallas principales para el logro del desarrollo. Apoyan su crítica en las consideraciones de Jolly (1988: 302), antiguo director del Instituto de Estudios del Desarrollo de la Universidad de Sussex (IDS, por sus siglas en inglés), quien afirmaba que:

En lugar de preocuparse por encontrar medidas para detener el flujo migratorio, el principal interés de estos economistas (aquéllos que resaltaban la importancia de la transferencia de trabajo) eran las políticas que liberasen mano de obra para engrosar el flujo migratorio. En realidad, una de las razones aducidas para tratar de incrementar la productividad en el sector agrícola era liberar la mano de obra suficiente para la industrialización urbana. ¡Qué equivocada se ve hoy aquella preocupación!

Este planteamiento corrobora que la afirmación de que al modelo macroeconómico de Lewis se corresponde al microeconómico propuesto por Todaro es igualmente confusa, pues las diferencias entre ambos no son superficiales: para este último, la migración aumenta el desequilibrio de mano de obra, que se expresa en un exceso crónico y creciente de trabajadores en las ciudades. En su opinión, la importancia de la migración no se encuentra en el proceso en sí mismo, ni <<incluso en su impacto sobre la asignación sectorial de recursos humanos [...] su importancia radica, más bien, en sus implicaciones para el crecimiento económico en general y para el carácter de este crecimiento, particularmente para sus manifestaciones distributivas>> (1988: 302). Considera que tres de los supuestos clave del modelo de Lewis no se adaptan a la realidad económica e institucional de la mayor parte de los países del Tercer Mundo (véase gráfica 2).

El modelo supone, implícitamente, que el ritmo al que se transfiere el trabajo y se crea el empleo en el sector moderno es proporcional a la tasa de acumulación de capital en este sector. Cuanto más rápida es la acumulación de capital, más elevada es la tasa de creación de nuevo empleo. Sin embargo, se puede dar el caso de que los beneficios que se reinvierten en capital ahorren trabajo, en lugar de necesitar más mano de obra; incluso, podemos tener <<fuga de capitales>> debido a la rentabilidad externa y los riesgos internos.

El segundo supuesto que se pone en duda es la idea de que existe un excedente de mano de obra en las zonas rurales (producto marginal del trabajo agrícola igual a cero) y pleno empleo en las zonas urbanas. La experiencia última muestra, empíricamente, todo lo contrario: hay un subempleo importante en las ciudades y poco exceso de mano de obra en el campo.

El tercer supuesto poco realista es la existencia de que hay un mercado de trabajo competitivo en el sector urbano que se traduce en un salario real industrial constante hasta el punto en el que se agota el exceso de mano de obra rural. Los datos muestran una tendencia de los salarios reales a crecer en términos absolutos y con respecto a los salarios medios rurales. Esto ha ocurrido incluso en presencia de un elevado nivel de desempleo en el sector urbano y de una productividad marginal del trabajo reducida o nula en la agricultura. Hay factores institucionales que tienden a anular todas las fuerzas competitivas que pudieran existir en los mercados laborales urbanos de las economías subdesarrolladas.

Está fuera de mi objetivo realizar un análisis integral de las diversas formulaciones teóricas de Todaro, sólo destacaré que su obra se corresponde con la caracterización que Bustelo realiza en cuanto a que, a finales de las décadas de los sesentas y setentas, en el pensamiento económico sobre desarrollo se observa un giro hacia las necesidades básicas y sociales. En 1969 dio formalmente inicio una etapa de preocupación por los aspectos sociales del desarrollo: se realizó la 11a Conferencia Mundial de la Sociedad Internacional para el Desarrollo en Nueva Delhi y el entonces director del Institute of Development Studies (IDS), Dudley Seers, presentó allí las líneas maestras de un enfoque con un alto contenido social (empleo, distribución y pobreza), que luego daría lugar a la estrategia de las necesidades básicas. En ese año, la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en colaboración con el IDS, inició su Programa sobre el Empleo Mundial de la mano de destacados especialistas, como Singer, Jolly y el propio Seers.

En esta dinámica se inscribe el quiebre que, desde mediados de los años sesenta, se observa en el pensamiento de los estructuralistas neoclásicos, cuando adquiere prioridad el análisis de las condiciones en las que se está distribuyendo la riqueza lograda con el crecimiento económico. Todaro recupera en su obra la propuesta de Chenery (1974), quien, desde el Centro de Investigación sobre Desarrollo del Banco Mundial (BM), y en colaboración con el IDS, se ocupa de la problemática de la redistribución del ingreso con crecimiento; igualmente comparte las reflexiones de Kuznets sobre las características de la desigualdad y el papel de los factores no <<económicos>> en el proceso del desarrollo.

En el capítulo primero de su libro El desarrollo económico del Tercer Mundo2 Todaro señala que la economía del desarrollo constituye una disciplina autónoma dentro de la economía y establece una comparación entre ella y la teoría económica occidental tradicional; mientras que esta última trata de la asignación eficiente de los recursos productivos escasos, de forma que se minimicen los costes, y del crecimiento óptimo de estos recursos a lo largo del tiempo para conseguir una producción creciente de bienes y servicios, la primera se ocupa de los procesos políticos y económicos necesarios para desencadenar rápidamente ciertas transformaciones estructurales e institucionales de sociedades enteras, de forma que la mayoría de la población pueda disfrutar del progreso económico. <<El papel del Estado, la planificación económica coordinada y las políticas económicas nacionales e internacionales>> son elementos sustanciales para la economía del desarrollo.

Todaro observa la economía como una ciencia social que no puede proclamar verdades universales y cuestiona aquellos <<modelos económicos generales>> que poco o nada pueden estar de acuerdo con la realidad de los países en vías de desarrollo, en los que los principios valorativos, éticos o normativos pueden ser tan polémicos como aquéllos que pregonan: <<el carácter sagrado de la propiedad privada y el derecho de los individuos a acumular riquezas ilimitadas, la conservación de instituciones sociales tradicionales y estructuras de clases rígidas y desigualitarias y el supuesto "derecho natural" de algunos a mandar mientras el resto tiene obligación de obedecer>>. Todaro se inclina por la <<igualdad económica y social, erradicación de la pobreza, educación para todos, mejora del nivel de vida, independencia nacional, modernización de las instituciones, participación política y económica, democracia, no dependencia y satisfacción personal>> (1988: 38-39). De este conjunto de razonamientos deriva la propuesta de <<democratizar>> el capitalismo en lo económico, político y social.

Por otra parte, considera imprescindible explicar la realidad económica de los diversos países y regiones y para ello recupera la afirmación de Streeten, de la Universidad de Boston, en cuanto a que <<toda la parafernalia de la economía neoclásica contemporánea parece haberse quedado obsoleta de repente>> (1988: 41). Expone una crítica a la teoría neoclásica tradicional por las limitaciones de la teoría macroeconómica (sea <<keynesiana>> o <<monetarista>>), pues contemplan la economía y sus instituciones a través de las gafas que proporciona el equilibrio competitivo de la oferta y la demanda. En cuanto a la teoría del comercio internacional, considera que es una <<guía bastante limitada para comprender los mecanismos actuales de las relaciones económicas entre países ricos y pobres en la década de los ochenta. Sobre quién se beneficia más del comercio, cómo se distribuyen las ganancias y cómo se fijan los precios internacionales de las mercancías, la realidad guarda generalmente poca semejanza con las precisiones de los modelos tradicionales de comercio y crecimiento>> (1988: 43-44).

A partir de estas deficiencias sugiere que el hecho de excluir del análisis los factores no económicos, con el pretexto de <<no ser cuantificables>>, ha llevado a fallos en las políticas de desarrollo porque, de forma intencionada o no, se excluyen <<las actitudes ante la vida, el trabajo y la autoridad, las estructuras administrativas y burocráticas tanto públicas como privadas, las relaciones de parentesco y pautas religiosas, las tradiciones culturales, el régimen de propiedad y uso de la tierra, la autoridad e integridad de las instituciones públicas, el grado de participación popular en las decisiones y actividades relacionadas con el desarrollo y la rigidez o flexibilidad de las clases sociales y económicas>> (1988: 44).

Ahora bien, ¿cuál es, en su opinión, la importancia histórica de las migraciones internacionales? Este fenómeno lo identifica como una de las ocho diferencias que, en lo referente al crecimiento económico, coloca a los países del Tercer Mundo en condiciones económicas, sociales y políticas que son muy diferentes a las de los países industrializados y no tan favorables para los primeros. Considera necesario modificar el análisis de las migraciones internacionales, por lo que propone un enfoque histórico. Afirma que <<en el siglo diecinueve y a principios del veinte las migraciones internacionales fueron la principal salida del exceso de población rural>> (1988: 158). Las causas fueron periodos de grandes hambres, presión demográfica en las zonas rurales, acompañadas de pocas oportunidades económicas en la industria urbana.

Hasta la Primera Guerra Mundial, la migración internacional fue de larga distancia y de naturaleza permanente; sin embargo, a partir de la Segunda Guerra Mundial, resurge la migración internacional dentro de Europa, esencialmente de corta distancia y, en gran medida, de naturaleza temporal. Las fuerzas económicas que dan lugar a estas migraciones son básicamente las mismas: escasez de mano de obra en países como Alemania Occidental y Suiza, y excedente de trabajadores rurales en el sur de Italia, Grecia y Turquía. Después de la Segunda Guerra Mundial se desarrollan políticas de inmigración permisivas, además de las mejoras en el transporte y las comunicaciones internacionales. Esto permitió a los trabajadores en vías de desarrollo que emigraran a países del mundo industrializado, buscando mejores puestos de trabajo y una nueva vida.

En la actualidad ya no existe la posibilidad de una emigración internacional legal de trabajadores no cualificados que proporcione una <<válvula de escape>> al actual exceso de población del Tercer Mundo. Todaro encuentra la explicación de esta situación en el efecto combinado de la distancia geográfica <<y, sobre todo, de unas leyes de inmigración muy restrictivas en los países desarrollados>>. Las migraciones internacionales implican que el país exportador de trabajo tiene una dependencia del país importador. Considera que los beneficios para los países en vías de desarrollo con la exportación de trabajadores son ilusorios porque pueden dar lugar a la salida de trabajadores cualificados, así como a una demanda de consumo excesiva y a una reducción de la producción agrícola. Las migraciones pueden proporcionar más perjuicio que beneficio a los países exportadores de trabajo; por ello generan gran controversia los modelos neoclásicos de movilidad internacional de los factores, en los que el proceso de migración del trabajo beneficiaría al país emisor y al país receptor, o haría que al menos uno mejorase y el otro no empeorase. En los países que exportan trabajo, la emigración se ha convertido en una característica importante de la economía. Sin embargo, cada vez se contempla con mayor escepticismo el proceso por el cual las remesas de los emigrantes promoverían un crecimiento económico a largo plazo a través de la formación de capital.

Es probable que, por los costos que implican, los flujos migratorios más significativos no estén compuestos por los segmentos más pobres de la población, sino por familias de renta media. Existe también el riesgo de que los emigrantes en vez de adquirir nuevas calificaciones, puedan descalificarse.

Considera que para los años ochenta hay seis regiones hacia las que se dirigen prioritariamente las migraciones internacionales compuestas por flujos temporales y permanentes desde los países subdesarrollados: Europa Occidental, América del Norte, Oceanía, Oriente Medio, África del Sur y algunos países de Sudamérica. Lo más significativo de estos procesos es el crecimiento de una inmigración <<ilegal>> importante hacia Estados Unidos.

En el capítulo nueve de su libro Urbanización y migraciones, nacionales e internacionales, Todaro afirma que <<comprender las causas, determinantes y consecuencias de las migraciones nacionales e internacionales es crucial para comprender la naturaleza y el carácter del proceso de desarrollo y para formular políticas que tengan influencia sobre este proceso de forma social-mente deseable>> (1988: 304). En su opinión, la emigración es un síntoma del subdesarrollo del Tercer Mundo y un factor que contribuye a este sub-desarrollo, de tal manera que todas las políticas económicas y sociales que tienen efectos directos o indirectos en la renta real, urbana y rural, tendrán un impacto en el proceso migratorio. De ahí que, para él, <<sea importante reconocer que las migraciones internas, y en algunos casos las externas, tienen una gran importancia y que su análisis se deba integrar dentro de una estructura más amplia que esté dirigida a mejorar la formulación de las políticas de desarrollo>> (1988: 304).

Por otro lado, en su perspectiva micro, plantea que también es necesario saber por qué emigra la gente y qué factores son los que influyen en el proceso de toma de decisiones. Sin desconocer la presencia de los factores sociales, demográficos, culturales, comunicacionales y catástrofes naturales, en su opinión, lo que explica principalmente la toma de decisión es la influencia de factores económicos, que para el emigrante puede ser el resultado de una decisión perfectamente racional. La premisa fundamental de su modelo es que los emigrantes consideran las diversas oportunidades disponibles en el mercado de trabajo, tanto del sector rural como del urbano, y eligen aquella que maximiza las ganancias <<esperadas>> de la emigración. La síntesis del análisis de Todaro, sobre la movilidad laboral internacional presentada en la figura 2, permite cuestionar, con sustento, las presentaciones que se han elaborado sobre el contenido de su propuesta analítica.

 

CONCLUSIONES

Las propuestas de Lewis y Todaro contienen interesantes planteamientos para el conocimiento de las características y las condiciones de la movilidad laboral. Estos planteamientos se han diluido al sólo considerar sus modelos propuestos para la migración interna, lo que ha llevado a identificarlos con el pensamiento neoclásico, sin distinguir su veta estructural.

De lo expuesto hasta aquí, se concluye que Lewis se aleja de la visión estática del marginalismo y retorna a la preocupación de los clásicos por el crecimiento económico desde el punto de vista del crecimiento del producto y no del crecimiento del consumo. Hay dos momentos en el análisis de Lewis: el primero —su marco teórico— se construye con una perspectiva macroeconómica y se orienta por una perspectiva histórica de la movilidad del trabajo en el sistema capitalista. En su propuesta no sólo se ignora la perfectibilidad de los mercados —los cuales no conducen al equilibrio en todo momento y por lo tanto tampoco al pleno empleo—, sino que se pretende, a diferencia de los neoclásicos marginalistas, tomar en cuenta la realidad ma-croeconómica e institucional de los países subdesarrollados. Su análisis de la migración está asociado al cambio estructural que persigue el desarrollo. En conclusión, no debe desconocerse su reflexión teórica sobre la relación entre desarrollo económico capitalista y movilidad laboral internacional.

El segundo momento de su análisis —cuando se propone la elaboración del modelo— revela cómo las diferencias con el pensamiento marginalista se diluyen: su modelo sigue la tradición clásica, acepta sus supuestos y plantea sus interrogantes, parte de la existencia de una oferta ilimitada de trabajo en el sector agrícola, pero de pleno empleo en las zonas urbanas, supuesto que continúa la más pura tradición de la economía ortodoxa y que no se sustenta en la realidad de los países subdesarrollados de aquellos años. Lo cierto es que toma como un dato las dotaciones ilimitadas de mano de obra y no como uno de los resultados del proceso de acumulación de capital en condiciones de subdesarrollo.

Quizá la crítica más profunda que se puede esgrimir a Lewis es que considera que este modelo fue aplicable a las condiciones en las que se desenvolvió el capitalismo en los países industrializados en su relación con el fenómeno migratorio, ya que olvida tanto la incapacidad de la dinámica de acumulación de capital de aquellos años de absorber la mano de obra como la movilidad laboral internacional que acompañó el crecimiento económico en Occidente y que ya había sido reconocido por algunos autores clásicos. Asimismo, resulta cuestionable su matiz malthusiano en cuanto a la sobre-población por centrar su atención en la relación entre desarrollo y migración desde la perspectiva del exceso de fuerza de trabajo, sin detenerse en las necesidades del propio desarrollo económico que en otras regiones y países exige la movilidad de ciertos sectores de esa fuerza de trabajo, de ahí que proponga una solución en extremo simplista en lo que se refiere al supuesto de que el control de la natalidad resolvería los problemas de la sobrepoblación y, por lo mismo, de la migración internacional.

De acuerdo con su propuesta, la historia volvería a repetirse: el exceso de fuerza de trabajo que había resultado del proceso de industrialización en los países desarrollados y que se había transformado en una movilización laboral internacional, ahora se evitaría con el control de la natalidad. La migración laboral internacional de la segunda mitad del siglo XX sólo era resultado del proceso de crecimiento y desarrollo de los países del Tercer Mundo.

Todaro resulta, sin lugar a dudas, un autor muy interesante por su encuadre teórico, ya que revela una búsqueda por distinguirse del pensamiento neoclásico más tradicional, de tal manera que su acercamiento a lo que él considera la teoría del desarrollo lo obliga a distinguir las opciones analíticas que surgieron al interior de los neoclásicos. Insiste en marcar distancia tanto de las teorías del crecimiento económico por etapas como de las que él denomina modelos de dependencia internacional para mostrar mayor identificación con el <<modelo estructuralista>> de Hollis Chenery. Asimismo, destaca la influencia que en su análisis mantienen otras propuestas críticas a la ortodoxia más tradicional, como las de los institucionalistas —Kuznets y Myrdal, por ejemplo— que son referencias en su investigación.

Su visión institucional, en amalgama con una perspectiva estructura-lista de la migración, le permite retomar el aspecto histórico del fenómeno, así como situar algunas de las contradicciones que le dan vida y que llaman la atención sobre condiciones que rebasan la economía neoclásica micro, expresada en las decisiones individuales. Su persistente deslinde con las propuestas que se derivan directa o indirectamente del marxismo es congruente con su perspectiva neoclásica (aun cuando sea estructural), la cual le lleva a señalar que la migración está motivada por consideraciones de racionalidad económica, de un homo economicus que analiza beneficios y costes relativos financieros y psíquicos, permitiéndole la formulación matemática de un modelo que echa por la borda un conjunto de factores estructurales que había detectado en otro momento del análisis y que, sin lugar a dudas, retomó por ser fundamentales para un análisis más certero de este fenómeno. En el momento en el que intenta observar las implicaciones que tiene su propuesta de modelo para la política económica, esta contradicción que no le pasa totalmente desapercibida:

Aunque en principio pudiera parecer que la teoría anterior rebaja la importancia crucial de las migraciones al definirlas como un mecanismo de ajuste por medio del cual los trabajadores se asignan a sí mismos en los mercados rurales o urbanos, es evidente que tiene unas implicaciones políticas importantes para la estrategia del desarrollo en lo que respecta a salarios, rentas, desarrollo rural e industrialización (1988: 311).

Esta revisión permite concluir que las propuestas analíticas del estructuralismo neoclásico se convierten en una fuente —aunque no es la única— a la cual es apropiado acudir para la construcción teórica que se proponga explicar las migraciones laborales internacionales. Son diversas las fuentes que deben integrar una teoría sólida; hay que ponerlas a prueba a la luz de una perspectiva histórica y de los acontecimientos de las tres últimas décadas. Esta tarea tiene que alejarse de un intento de conciliar reflexiones sin articulación; es necesario construir nexos que no existen hasta ahora y sofocar las discrepancias. En el caso del estructuralismo neoclásico, debemos recuperar sus certeras explicaciones, distanciándolas de aquellas inexactitudes que ponen en evidencia el dogmatismo con que se envuelve el pensamiento neoclásico, en el entendido de que, hasta ahora, ninguna teoría tiene resuelto el análisis para todos los espacios en los que se desenvuelve el fenómeno migratorio internacional.

Es central el planteamiento con que Todaro propone que las fuerzas económicas que dan lugar a las migraciones son, por un lado, las necesidades de mano de obra barata en los países industrializados y, por el otro, la incapacidad del mercado laboral de los países expulsores para absorber su fuerza de trabajo. La tarea de construir las explicaciones sobre cómo se entrelazan estas fuerzas económicas con aspectos sociales, jurídicos, históricos, culturales y las decisiones individuales sigue siendo una tarea inaplazable.

Concluyo que la fusión de teorías heterogéneas, su revisión somera y la elusión del debate no han dado oportunidad a la construcción de explicaciones certeras, que los desaciertos analíticos son reiterados y que diversas interrogantes siguen abiertas. Existen considerables avances en el pensamiento de los clásicos (Smith, Ricardo, Marx), en los estructuralistas neoclásicos, en los neoclásicos institucionalistas y en las reflexiones de la heterodoxia, en su esfuerzo por reconstruir y reconocer, con una perspectiva histórica, las características centrales de las migraciones laborales internacionales contemporáneas. En estas aportaciones podemos localizar respuestas a las interrogantes que se han abierto con la crisis sistémica mundial que se visibilizó entre 2007-2008 y sus impactos en las migraciones.

 

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NOTAS

/1/ Si no se indica lo contrario, todas las citas que a continuación se presentan pertenecen al libro de Arthur Lewis (1955), Teoría del desarrollo económico.

/2/ Si no se indica lo contrario, todas las citas que a continuación se presentan corresponden al libro de Todaro (1988), El desarrollo económico del Tercer Mundo.

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