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Tzintzun. Revista de estudios históricos

versión On-line ISSN 2007-963Xversión impresa ISSN 1870-719X

Tzintzun. Rev. estud. históricos  no.82 Michoacán jul./dic. 2025  Epub 30-Sep-2025

https://doi.org/10.35830/6j076k80 

Artículos

Courtney Letts: de esposa y escritora diplomática a historiadora de la diplomacia en las américas (1930-1970)

Courtney Letts: From Writer and Diplomatic Wife to Historian of Diplomacy in the Americas (1930-1970)

Courtney Letts: d’épouse et écrivaine diplomatique à historienne de la diplomatie des Amériques (1930-1970)

Paula Bruno1 

1Universidad Complutense de Madrid


Resumen

Se analiza el itinerario de Courtney Letts (Chicago, 1899-New York, 1995) a la luz de las tendencias de la “nueva historia diplomática”, atendiendo a las propuestas actuales para tratar la agencia de las mujeres en el mundo diplomático. Se centra la atención en las facetas públicas de la trayectoria de Letts: su perfil como escritora y esposa diplomática y como investigadora de historia de la diplomacia en las Américas. Se trata de la primera contribución académica que estudia la trayectoria de una intelectual que ofició como articuladora y mediadora cultural entre dos espacios geográficos —Estados Unidos y Argentina— entre 1930 y mediados de la década de 1970.

Palabras clave Courtney Letts; Nueva Historia Diplomática; Relaciones entre Estados Unidos y Argentina; Vida intelectual

Abstract

The career of Courtney Letts (Chicago, 1899-New York, 1995) is analyzed along the lines of the “new diplomatic history” considering the current proposals for dealing with women’s agency within the diplomatic milieu. Attention is focused on the public facets of Letts’s career: her profile as a writer, diplomatic wife, and researcher of the history of diplomacy in the Americas. This is the first academic contribution that studies the trajectory of an intellectual who served as an articulator and cultural mediator between two geographical spaces —the United States and Argentina— between 1930 and the mid-1970s.

Keywords Courtney Letts; New Diplomatic History; United States-Argentina Relations; Intellectual Life

Résumé

L’itinéraire de Courtney Letts (Chicago, 1899-New York, 1995) est analysé à la lumière des tendances de la “ nouvelle histoire diplomatique ” en tenant compte des propositions actuelles pour aborder l’action des femmes dans le monde diplomatique. L’attention se concentre sur les facettes publiques de la carrière de Letts: son profil d’écrivaine et d’épouse diplomatique et de chercheuse en histoire de la diplomatie dans les Amériques. Il s’agit de la première contribution académique qui étudie la carrière d’un intellectuel qui a servi d’articulateur culturel et de médiateur entre deux espaces géographiques —les États-Unis et l’Argentine— entre 1930 et le milieu des années 1970.

Mots clés Courtney Letts; Nouvelle Histoire Diplomatique; Relations entre les États-Unis et l’Argentine; Vie Intellectuelle

introducción*

Courtney Letts, nacida en 1899 en Chicago (Estados Unidos), mereció un lugar en la edición de 1986 del Diccionario de mujeres argentinas, a cargo de Lily Sosa de Newton.1 Es allí descripta como una escritora norteamericana que investigó sobre temas de historia y que, desde su matrimonio con el embajador argentino Felipe Espil en 1933, se interesó por el estilo de vida diplomático. La descripción es somera, no da cuenta de que su actividad como escritora comenzó antes de su matrimonio con Espil y que su paso por la legación de Argentina en Washington, entre 1933 y 1943, la convirtió en una investigadora especializada en temas de historia diplomática. Sobre este campo publicó artículos académicos, ensayos, libros y notas breves en periódicos argentinos entre 1944 y 1972, los cuales son revisados a lo largo de este texto.

A diferencia de otras mujeres que formaron parte de los cuerpos diplomáticos en tanto esposas, su figura presenta algunos rasgos singulares.

Los dos más sobresalientes son haber publicado unas memorias sobre su experiencia en la diplomacia, tituladas La esposa del embajador. Diez años en la embajada argentina en Washington, 1933-1943 (1967) y haber generado a lo largo de su vida un archivo que está disponible para investigadores en la sección de manuscritos de la Library of Congress de Washington. El mismo ha sido consultado por numerosos especialistas, sobre todo porque se conserva entre sus papeles un diario detallado (1927-1973) y correspondencia con figuras de la vida política y diplomática internacional, entre las que se destacan Franklin D. Roosevelt y Eleanor Roosevelt, secretarios de estado, diplomáticos, ministros y esposas de estos funcionarios.2 Su archivo ha sido utilizado como repositorio de fuentes en libros sobre política norteamericana interior y exterior, sobre relaciones bilaterales de Estados Unidos, en biografías de políticos e incluso en algunos estudios sobre Wallis Simpson, duquesa de Windsor —a quien se le atribuye una relación afectiva con Felipe Espil—.3

En el marco de la historiografía latinoamericana, en cambio, su obra publicada y su archivo no han llamado la atención. Aunque su nombre no aparece siquiera mencionado en volúmenes dedicados a la historia de la historiografía, contados especialistas en el pasaje del siglo XIX al XX hemos consultado y citado sus libros en nuestras investigaciones. Este es, entonces, un primer ensayo académico sobre su itinerario que pone en diálogo su labor con algunos contextos específicos, a la luz de las tendencias de la “nueva historia diplomática”.4 En este marco, como se verá, se hace hincapié en la posibilidad de estudiar una trayectoria como la aquí tratada en el ámbito diplomático atendiendo a la “agencia de las mujeres” o a la “agencia femenina”.5 El trabajo se inscribe también en una línea que propone analizar los itinerarios de mujeres que tuvieron un accionar destacado en los ámbitos americanos y que, en tanto sujetos activos dentro de la arena de la diplomacia, fueron mediadoras en asuntos estatales, forjadoras de relaciones políticas y afectivas, y negociadoras activas en asuntos internacionales.6

Centro aquí la atención en las facetas públicas de la trayectoria de Courtney Letts: su perfil como escritora y esposa diplomática —sobre todo al calor de la experiencia en Washington, que es la que marcó su trayectoria de manera duradera— y su papel como historiadora a través de los lineamientos generales de su producción historiográfica sobre el área de historia de la diplomacia en las Américas. Para cada uno de esos aspectos presento en la siguiente sección referencias historiográficas y propuestas para encuadrar su itinerario en el mediano plazo. Entre las fuentes que he utilizado para este artículo se cuenta prensa periódica y revistas de Estados Unidos, Argentina, Chile, Uruguay, España e Inglaterra, las obras publicadas por la intelectual, los comentarios que las mismas han recibido y otras fuentes editadas. En esta ocasión, dado el enfoque del trabajo, no he utilizado su archivo personal conservado en Washington.

claves historiográficas y propuestas de indagación

Propongo aquí pensar la trayectoria de Letts atendiendo a diferentes claves historiográficas provenientes de la “nueva historia diplomática” y presento, a la vez, algunas hipótesis de trabajo. Esta tendencia muestra sus frutos desde inicios de la década del 2000 y tiene como meta primordial revisar y trascender las historias estrictamente institucionales de los ámbitos propiciados por los servicios exteriores de las naciones. Con este objetivo, se han considerado nuevos temas y perfiles para pensar de manera dinámica, por ejemplo, las relaciones entre globalización y avance de la profesionalización de los cuerpos diplomáticos, los vínculos y las transferencias culturales donde los agentes de la diplomacia tuvieron peso, el rol de los viajeros y viajeras en la construcción de imágenes de territorios visitados que impactaron en decisiones sobre envío de misiones y comisiones oficiales o también la construcción de imaginarios imperiales generada desde ámbitos de circulación diplomática, entre otras cuestiones.7

En algunos aportes centrados en los siglos que van del XVI al XVIII e inscriptos en estas renovaciones se ha puesto de relieve la noción de “experiencias diplomáticas”, que hace foco en las vivencias y en las formas de actuar de diferentes agentes de las tramas diplomáticas. Este tipo de aproximación puso en el centro de la escena a figuras que, durante décadas, estuvieron ausentes de los libros sobre diplomacia estatal, como las mujeres, los secretarios y los allegados de las legaciones, y propició nuevas preguntas sobre actores y aspectos performativos, como la construcción de una forma particular de comunicación, una gestualidad apropiada y una apariencia adaptada a los entornos diplomáticos.8 Interesa aquí señalar, para pensar el itinerario de Letts, que estas contribuciones han llamado a prestar atención a las oportunidades, posibilidades y límites que las tareas asociadas a la diplomacia abrían para distintas figuras, los márgenes de autonomía de los enviados diplomáticos, y los distintos niveles de self-fashioning (individual, colectivo, estatal) que se proyectaban desde los ámbitos internacionales.9

Como fruto de estas nuevas tendencias historiográficas, el estudio de las mujeres que circulaban por entornos diplomáticos ganó un lugar. Para la cronología que va desde finales del siglo XIX hasta la mitad del siglo XX, los aportes disponibles comparten un diagnóstico: la consideración de la Primera Guerra Mundial como parteaguas para el estudio de la diplomacia y la organización de los servicios exteriores de las naciones. Luego de la Gran Guerra, los diplomáticos de carrera comenzaron a desplegar nuevos saberes como expertos. Dentro de este contexto, se abrieron nuevos espacios para las mujeres en la esfera pública y también en los circuitos de los servicios exteriores.10 De este modo, los oficios diplomáticos se multiplicaron y el rol de las mujeres en las reparticiones de los servicios exteriores nacionales y en los organismos internacionales propiciaron oportunidades para que estas tuvieran un lugar —aunque no siempre un protagonismo asociado a nombres propios—. También se abrieron puestos profesionales que fueron ocupados por aquellas que contaban con ciertos saberes ligados a las burocracias: traductoras, contadoras, estenógrafas y otros puestos de oficina ganaron presencia a lo largo del siglo. En este marco han llamado la atención, entre otras, las figuras clave del circuito panamericano o interamericano,11de las agencias de cooperación internacional,12 y de los departamentos de Estado de los servicios exteriores de varios países.

Para este trabajo, vale la pena detenerse en las consideraciones que la historiografía ha realizado sobre las esposas diplomáticas (diplomat’s wife) y sobre las escritoras que han atado su práctica a la vida diplomática. Aportes de distintas latitudes han estudiado el rol de las partners de diplomáticos décadas antes de la consolidación de la “nueva historia diplomática”. Algunos estudios pioneros del área ya se habían referido a las figuras de la “esposa del embajador” o la “esposa del diplomático” como agentes de interés para estudiar la diplomacia y sus dinámicas.13 Arlie Hochschild, en particular, ha propuesto estudiar el papel de “esposa del embajador” como un rol que, aunque subordinado por estar condicionado por la función del partner, tiene un peso central en la proyección internacional de representación de una pareja diplomática; señaló al respecto:

La esposa del embajador, representante no oficial de la política exterior […] ocupa un cargo a tiempo completo con responsabilidades, restricciones y privilegios que se derivan del cargo oficial de su marido. En este “papel auxiliar” (un papel en virtud de la asociación con otro) no sólo debe conocer, reunirse y entretener a una gran variedad de personas políticamente relevantes, sino que debe comunicarles mensajes políticos y sociales.14

De este modo, aunque el papel de la esposa no era un trabajo o cargo oficialmente reconocido, su peso en la articulación de relaciones es destacable. Este rol ha dado lugar al estudio de perfiles de “damas” —o señoras— diplomáticas, propuesto para abordar a algunas mujeres norteamericanas de las décadas iniciales del siglo XX definidas prácticamente como profesionales en tanto esposas de agentes del servicio exterior, dado que respondían a ciertas actitudes, conocían los protocolos y no improvisaban sus actuaciones como anfitrionas y organizadoras de cenas y fiestas. A su vez, entablaban relaciones con otras mujeres de diplomáticos y eran mediadoras de relaciones entre funcionarios de distintas geografías.15 En los análisis estos perfiles, se ha estudiado la apariencia de las mujeres, la belleza y el encanto como herramientas de articulación social, y los modales como parte de la comunicación y el éxito político de las gestiones de sus maridos. Estas consideraciones tienen ecos en nociones como “compañera—o consorte— diplomática” y “partner oficial”, propuestas con el objetivo de dar cuenta de acompañantes diplomáticas concebidas como actores transversales a la hora de tejer relaciones, e incluso como agentes de soft power que colaboraban en la consolidación de redes y negociaciones por medio de relaciones de amistad y afecto.16 En estudios sobre el siglo XX, se encuentra también la expresión “embajadoras no oficiales” para hacer referencia al rol que las mujeres que oficiaron como agentes de la “diplomacia cultural no estatal” y trasmisoras de valores culturales de sus países en tierras lejanas.17 Hace unos años se sumó a estas nociones la de “embajadoras culturales”, propuesta para dar cuenta de las posibilidades encarnadas por mujeres que representaron a sus países en otros territorios, oficiaron como articuladoras de relaciones y lazos de afinidad en el mundo diplomático, y fueron percibidas como figuras con potencial para mediar en ámbitos políticos y culturales.18

A la luz de estas nociones historiográficas, ofrezco aquí una consideración sobre Letts que permite encuadrarla, a la vez, como un estereotipo normado de “esposa de embajador”, pero también como alguien que constantemente cuestionó el lugar “auxiliar” que supuestamente debía ocupar. Esto se debe, sobre todo, a dos cuestiones: por un lado, a que no era una “hija del país” al que representaba su marido, sino más bien todo lo contrario. Como se verá, ella misma notaba la hostilidad que desde Argentina se expresaba respecto de Estados Unidos y su rol continental, hecho que la incentivó a intentar ser una articuladora de relaciones entre ambas naciones. Por otro, ella contaba con una trayectoria como escritora anterior a su ingreso en la legación argentina en Washington, lo que la dotaba, como analizo en la siguiente sección, de un perfil que le otorgaba autonomía y prestigio en ciertos contextos políticos y diplomáticos.

Para explorar su perfil como escritora diplomática pueden ser valiosas algunas consideraciones que se han hecho para los escritores o intelectuales diplomáticos con distintos énfasis interpretativos.19 Mientras que se cuenta con alguna historiografía pertinente para analizar hombres, las mujeres de la diplomacia, en cambio, no han recibido atención ampliada, aunque hay ya algunas sugerencias metodológicas y propuestas de aproximación a su estudio aplicadas a distintas geografías.20 Estudiar en qué medida y de qué manera las legaciones diplomáticas de países latinoamericanos oficiaron como espacio de creación intelectual es una agenda de investigación que considero pendiente. Creo que investigar a Letts abre un terreno interesante de indagación para pensar en su trayectoria intelectual: antes de su matrimonio con un diplomático argentino ya había publicado libros y artículos —como se verá en la próxima sección—, pero fue a partir de su enlace cuando su interés por el mundo y las experiencias diplomáticas en clave histórica comenzaron a ser su área de preferencia. Su perfil, entonces, es particular en relación al de otras mujeres que escribían desde los ámbitos provistos por la diplomacia porque, en su caso, al ser norteamericana, residir en Estados Unidos no la convirtió necesariamente en una escritora que al “descubrir” otras geografías se lanzase a escribir sobre sus experiencias, pero sí la habilitó a circular por escenarios políticos y diplomáticos internacionales y la convirtió en una figura cosmopolita, articuladora de ideas, usos y hábitos de geografías muy diferentes entre sí: su país natal y territorios de América Latina.

Sobre la faceta de Letts como historiadora de la diplomacia, intento avanzar en este ensayo algunas consideraciones preliminares.21 La historiografía con la que se cuenta referida a mujeres especializadas en el área insiste en un diagnóstico: queda todavía mucho por explorar y no se cuenta con referencias nutridas para pensar sus perfiles.22 Algunas consideraciones se hallan en textos generales que han mostrado de qué manera estas historiadoras han encontrado menos espacios en el ámbito de la historia política y las relaciones internacionales que sus pares dedicadas a la historia social o cultural. En esta dirección, un trabajo publicado en 2020 por el Center for Strategic and International Studies (CSIS) arroja algunas claves para pensar en la carencia de estudios al respecto que encuentra su explicación en los siguientes factores: la disparidad persistente en los ámbitos académicos y universitarios, la limitada práctica de incorporar mujeres en las áreas de estudios sobre statecraft en perspectiva histórica —que ha llevado a algunas generaciones a ser consideradas outsiders—, y otras cuestiones de hostigamiento y discriminación en un ámbito que ha sido tradicionalmente masculino —tanto por los objetos de estudio y los perfiles dilectos a la hora de encarar análisis sobre la diplomacia, como por quiénes se han encargado de realizarlos—.23 En el caso particular del espacio de despliegue de Letts, como se verá, debe considerarse que es una historiadora de origen norteamericano que escribió sobre las conexiones entre Argentina y Estados Unidos sin estar afiliada a un ámbito institucional, como podrían ser centros, academias o universidades. Esto la colocaba claramente en una posición que podría asimilarse a la de una outsider. Así y todo, como mostraré, sus textos fueron reseñados en el ámbito académico norteamericano y los temas que exploró entraban en sintonía con parte de la producción historiográfica de su época que prestaba atención a las relaciones de Estados Unidos con el resto del continente americano y a la historia de los procesos de modernización latinoamericana en el contexto de la Guerra Fría.

esposa y escritora diplomática

Letts provenía de una familia social y económicamente acomodada.24 Su perfil responde al de una mujer de alta sociedad norteamericana afincada en Chicago que durante los años de su juventud había sido reconocida como una típica “belleza americana”; de hecho, su nombre figura en la prensa, en ocasiones, como una de las doce mujeres más bellas de Estados Unidos,25 y en 1919 había sido considerada una de las “debutantes” más famosas del mundo.26

La trayectoria como escritora de Courtney Letts es anterior a su ingreso en la vida diplomática. Luego de haber estado casada con Wellesley H. Stillwell (1920-1924), contrajo matrimonio con John Borden, reputado sportman y explorador. Durante los años de ese enlace (1925-1933) fue la partner de su marido en un viaje de exploración a Alaska y Siberia Ártica que duró cinco meses. Esta travesía estuvo financiada por el Museo Field de Historia Natural de Chicago y el grupo de personas que la realizó recorrió distintos territorios, practicó caza mayor, pesca y diferentes deportes. A lo largo del recorrido, recolectaron especímenes de osos, morsas, focas y aves que engrosaron la colección de la institución. Courtney Letts devino la cronista de esta excursión y escribió un libro sobre la misma bajo el título The Cruise of the Northern Light: Explorations and Hunting in the Alaskan and Siberian Arctic (1928, 2004). Aunque la obra lleva como autoría la referencia Mrs. John Borden —es decir, Letts firmó como “esposa de”— en la portadilla de la publicación original puede verse su fotografía y debajo de la misma se lee: “The Author”.

Cinco años después publicó Adventures in a Man’s World. The Initiation of a Sportsman’s Wife (1933, 2005), firmando ahora como Courtney Borden. Este libro le hizo ganar reputación como mujer de alta sociedad preparada para adentrarse en el mundo de los deportes considerados entonces masculinos.27 Pero también fue reseñado como un relato de experiencias y aventuras entretenido y bien escrito, atributos resaltados en varias reseñas en periódicos.28

De este modo, al divorciarse de John Borden, Letts contaba en su haber con dos libros asociados a exploraciones y formas de vida de su marido. Esto le otorgaba visibilidad como autora, que se sumaba a la que ya tenía al proceder de una familia con privilegiada posición social y económica. Los episodios que rodearon al divorcio de Borden fueron cubiertos en la prensa con algo de sorpresa y reseñados en publicaciones como Time con ribetes casi novelescos.29 Por su familia de proveniencia, sus casamientos y divorcios, y su dedicación a la escritura, para inicios de la década de 1930, Courtney Letts era una figura que generaba interés sostenido en la prensa, tanto en las columnas sociales como en las ligadas a temas literarios.

Meses después de su segundo divorcio, Letts contrajo matrimonio con Felipe Espil y devino la esposa del embajador argentino en Washington, quien había sido designado en 1931 luego de ser ministro plenipotenciario en Suecia y Noruega.30 Este enlace suscitó interés en el norte y el sur del continente.31 En Buenos Aires se cubrió la boda con detalle, dado que Espil era considerado un diplomático con reputación; se señalaba, además, el casamiento con una norteamericana como un acto de aculturación y de mímesis con la forma de vida norteamericana: “El embajador argentino, Doctor Felipe Espil, contrajo enlace hoy al mediodía con Mrs. Courtney Letts Borden […] La novia pertenece a la mejor sociedad norteamericana y es autora de varios libros […] El casamiento constituye el acto culminante de una larga amistad entre los novios, iniciada en 1919”. A estas referencias generales se sumaba una aclaración de la redacción:

[…] el representante del gobierno que preside el general Justo ante el gobierno que preside Roosevelt, se nos ha yanquilizado absolutamente […] ha contraído enlace allí, y con una hija del Norte de este continente […] no será el acontecimiento uno de los que, por lo pronto, deban señalarse como trascendentales para las relaciones de ambos países, pero puede serlo, sin duda. La historia está llena de hechos importantes en que la influencia de una mujer bella ha inclinado una decisión hacia determinado lugar.32

Así se describía el matrimonio en el país del novio, como una alianza que garantizaría el éxito de los vínculos bilaterales. En Estados Unidos, por su parte, los periódicos posaban la atención en Letts y sus terceras nupcias en términos de evento social:

La Señora de Espil, como Courtney Letts, debutó en Washington durante el invierno de 1918-19, cuando conoció al señor Espil, entonces Secretario de la Embajada Argentina. Más tarde la Srta. Letts se casó con el Sr. Stillwell, de Chicago, y posteriormente con el Sr. John Borden, un deportista de Chicago […] La señora de Espil es conocida en el mundo literario como autora de “El crucero de la aurora boreal” y “Aventuras en un mundo de hombres”. Así como de frecuentes artículos en diarios y revistas.33

El divorcio de Letts y este nuevo enlace fueron seguidos con lujo de detalles por la prensa norteamericana; en distintas crónicas se sugería que esta etapa en la vida de Letts vendría acompañada de nuevas aventuras y desafíos. Se asociaba, así, su suerte y preferencias a las de sus partners.34 Ella misma recordaba su matrimonio como un momento de transición hacia un mundo desconocido: el de la diplomacia en una legación de un país que le resultaba totalmente ajeno, del que no conocía el idioma ni las costumbres. Escribía en sus memorias:

Mis páginas se inician en una tarde de mediados de agosto de 1933, cuando después de diez días de ausencia […] transpusimos los umbrales de la imponente mansión, sita en 1600 New Hampshire Avenue, Washington, (D. C.), sede de la embajada argentina en los Estados Unidos […] Me sentí, de pronto, como si fuera una extraña, casi una intrusa. No hablaba una palabra de castellano, jamás había estado en Buenos Aires, poco o nada sabía a su respecto, y he aquí que yo era ahora la embajadora en la embajada argentina. Desperté, de súbito, con aguda sensibilidad, a todo lo que significaban mis nuevas lealtades y responsabilidades. Había abandonado para siempre mi trivial existencia como una joven mujer americana.35

Pese a este extrañamiento inicial, rápidamente, Letts comenzó a ofrecer reuniones glamorosas, a ser considerada una de las anfitrionas más destacadas de Washington y a frecuentar a figuras como Eleanor Roosevelt, una de las mujeres del grupo que ella denominaba las “4 mujeres importantes”, constituido, además de por la primera dama, por las esposas del vicepresidente, del secretario de estado y del presidente de la corte suprema, referidas en sus memorias como Mrs. Garner (Mariette Rheiner Garner), Mrs. Cordell Hull (Rose Frances Witz), Mrs. Charles Evan Hughes (Antoinette Carter Hughes), a las que se sumaban otras mujeres reputadas de Washington, como las hermanas Patten. En sus recuerdos se encuentran referencias constantes a la cercanía de su marido y ella con el círculo de los New Dealers.

En la prensa de la época se constata que mantuvieron una relación bastante cercana con la Casa Blanca. En el diario de Eleanor Roosevelt, por ejemplo, aparece el nombre de Letts en reuniones, tés y ceremonias. A su vez, Letts ganó en varias ocasiones el asiento ubicado a la derecha de la anfitriona, considerado el más destacado para los invitados.36 También consiguió la misma ubicación respecto del presidente Roosevelt en cenas en la Casa Blanca a dos años de ocupar su rol como esposa del embajador argentino.37 De este modo, al poco tiempo de iniciarse como “embajadora”, Letts llamaba la atención por su cercanía con el matrimonio presidencial, mientras continuaba señalándose que su elegancia no tenía parangón alguno. Ambos temas —cercanía al matrimonio presidencial y apariencia— se entrelazaban en las crónicas. Se lee, por ejemplo: “la Sra. de Espil, esposa del embajador argentino, se sentó a la derecha de la Sra. Roosevelt y llevaba uno de los conjuntos más impresionantes que he visto: una chaqueta color tostado a juego con su pequeño sombrero, ribeteado en negro a juego con su falda y otros accesorios”.38

La apariencia de Letts había captado la atención de la prensa masiva de una manera particular desde que era muy joven. Este hecho se acentuó cuando devino una esposa diplomática. Pero si bien sus cenas de recibo y los banquetes que organizaba eran muy reputados, y se cubrían los recibimientos y las fiestas que realizaba para embajadores de distintas latitudes, eran sobre todo las vestimentas que portaba, consideradas elegantes y únicas, las que acaparaban la mirada de los cronistas.39 Para 1935 era ya considerada un ícono de la moda. Ese año la revista Vogue le dedicó una página con fotografía a tamaño completo con el título “Madame de Espil” en la que señalaba que se trataba de una mujer conocida en Estados Unidos y Argentina y que era, además, autora de dos libros.40

Letts, por su parte, parecía estar especialmente empeñada en destacar su perfil como literata cuando tenía la oportunidad. En una entrevista que le realizó la periodista Elizabeth Young es clara la intención de mostrar que no era solamente una mujer que había conseguido fama por su belleza cuando era joven, ni simplemente la “Señora de Espil”, era, sobre todo, una escritora. Así la retrataba la cronista: “en ninguna parte se muestra mejor la versatilidad de la mujer moderna como en la vida del cuerpo diplomático de Washington. Allí, las mujeres llevan sobre sus hombros la tremenda responsabilidad de las obligaciones sociales oficiales y personales en una de las capitales más importantes del mundo”, pero además, en el caso de Letts, se subrayaba su “oportunidad de expresar su talento individual”: “aunque las exigencias de su cargo como esposa del Embajador de Argentina le dejan poco tiempo para escribir, la Señora de Espil, autora de dos libros de éxito, espera hacer al menos uno más, quiere escribir la biografía de una mujer ejemplar”.41 En la misma nota, se resaltaban las experiencias de Letts en Alaska y Siberia, su “sentimiento de responsabilidad” por representar a un país que no era el propio, su empeño en manejar el español para poder comunicarse en ese idioma, su voluntad de seguir ejerciendo su “profesión periodística”, su predilección por leer a Virginia Woolf, y su proyecto de escribir un libro sobre una “mujer ejemplar” que pudiera tener un impacto en la vida de las “mujeres sencillas”.

Esta estrategia de mostrar a Letts como una escritora, además de como una bella esposa de embajador, se repetía en la prensa, sobre todo en las crónicas y reportajes realizados por mujeres. A la vez, parecía ser un eco de su propia autorrepresentación. En 1937, la periodista Nancy Archibald insistía en reconocerla como una “mujer seria de letras”.42 Evidentemente, contaba con una reputación como escritora, que tenía sus repercusiones en círculos como el Women’s Press Club, que realizó varias reuniones en su honor y a cuyos banquetes concurría en ocasiones con Eleanor Roosevelt.43

Aunque muy cercana a la vida política norteamericana, sus experiencias como esposa del embajador argentino llevaron a Letts a tener reflexiones críticas sobre la política exterior de su país de origen. Llegó a la conclusión de que la mirada de los latinoamericanos sobre Estados Unidos, que tendía a ser peyorativa, ya que se consideraba una potencia imperialista con ánimos de controlar el continente, era justificada. También reflexionó sobre la “Good Neighbor Policy” —diseñada en el mandato de Roosevelt por el Secretario de Estado Cordell Hull y presentada en la VII Conferencia Panamericana de 1933 realizada en Montevideo, para relacionarse con naciones de Centroamérica y Sudamérica— concluyendo que esta iniciativa no contaba con el beneplácito de políticos y diplomáticos de estos países.44 Letts consideró que, bajo la noción de una búsqueda de solidaridad y cooperación hemisférica, en realidad, se encubría un proyecto de control:

Por primera vez pude comprender cuán serio era este asunto de la intervención norteamericana en los asuntos internos o externos de una república latinoamericana […] ¡El imperialismo yanki! ¡El garrote de Teodoro Roosevelt!, etc. Sin embargo, Franklin D. Roosevelt había proclamado al comienzo de su administración la política del Buen Vecino […] Fue para mi algo fascinante empezar a juzgar los problemas y decisiones públicas del gobierno de los Estados Unidos con ojos semiextranjeros.45

Estas conclusiones surgieron como corolario de las oportunidades que Letts tuvo de ver la política internacional en acción. Se destacan en este sentido las participaciones en dos eventos internacionales: la Conferencia Interamericana de Paz de 1936, realizada en Buenos Aires, y la Segunda Reunión de Consulta de Ministros de Relaciones Exteriores de 1940, que tuvo lugar en La Habana con la Segunda Guerra Mundial en marcha. En el contexto de la Conferencia Interamericana de Paz de 1936, Letts conoció la Argentina. Esta fue una experiencia que recordaba como un mito de origen para dar cuenta de su relación afectiva con Buenos Aires. Escribía en carta a su madre:

Querida mamá: Esta maravillosa ciudad es encantadora. Hemos tenido una gloriosa acogida tal como nunca lo hubiera yo imaginado […] si te recuerdas cuán preocupada pasé tres años, pensando cómo recibirían a “la mujer extranjera”, ¡comprenderás cuán feliz me siento! […] la ciudad y la gente: es completamente cosmopolita, con el tipo de vida y actividad de cualquier gran metrópoli norteamericana, salvo que uno oye en las calles hablar francés, alemán, italiano, igual que español. La influencia cultural en las clases ricas y acomodadas es predominantemente francesa, y un poco inglesa en la vida de club. Hasta ahora nada he encontrado que se asemeje, realmente, en carácter, al español, y absolutamente ni sombra de las pequeñas republicas centroamericanas, en arquitectura y manera de vivir recuerda tanto a París como a Washington. Algunas personas, sin embargo, la comparan a Chicago, por su comercio y bullicio.46

Su interés por narrar la visita de Roosevelt a Buenos Aires en el contexto de la Conferencia Interamericana de Paz de 1936 está marcado por la intención de mostrar que su marido y ella oficiaron como articuladores de relaciones. A la llegada del mandatario norteamericano a la ciudad el 30 de noviembre, Letts formó parte de la comitiva de recepción: “la que esto escribe, en su condición de cónyuge del entonces embajador argentino en los Estados Unidos, aguardaba la llegada de la comitiva en la Embajada norteamericana, en compañía de Mrs. Cordell Hull, Mrs. Alexander Weddell (esposa del embajador de los Estados Unidos), Mrs. Sumner Welles, Mrs. Adolf Berle y otras señoras de personal de la misión diplomática”.47 Durante la conferencia, estuvo siempre atenta a los movimientos del presidente y a sus necesidades. En su libro de memorias le dedica un capítulo completo a este tema bajo el título “La visita de Roosevelt a Buenos Aires y sus repercusiones”. Allí se encarga de narrar de qué manera la conferencia desató discordancias entre los cancilleres Carlos Saavedra Lamas y Cordell Hull, que tres años antes, en Montevideo, habían llegado a algunos acuerdos que se diluyeron en las discusiones que tuvieron lugar en el evento de 1936. El diálogo entre Estados Unidos y Argentina en materia de tratados bilaterales estaba, en general, cargado de tensiones. Esta realidad se había acentuado luego del crac del 1929. En este contexto, Felipe Espil era el responsable de lograr un acuerdo comercial entre ambos países, pero la administración Roosevelt no apoyaba convenios bilaterales y apuntaba a consolidar un sistema de multilateralidad y circulación sin fronteras aduaneras.48

El acuerdo por el que Espil bregaba, en relación estrecha con el subsecretario de Estado, Sumner Welles, era especialmente resistido por los productores ganaderos y agropecuarios norteamericanos que propiciaban medidas proteccionistas. El no firmar este acuerdo comercial mantuvo tensiones entre ambos países a lo largo de toda la gestión de Espil en Washington. Letts se refería a este pacto no conseguido como una pesadilla: “Antes de haberme casado con un diplomático, nunca pude ni soñar lo que esta cosa tan fría y árida como un tratado podía significar en la vida de nadie. El nuestro, se convirtió en una tediosa y persistente pesadilla durante años consecutivos”.49 Con la visita de Roosevelt a Buenos Aires y algunas de sus declaraciones, se mantenía la esperanza de que este acuerdo finalmente se alcanzara; sin embargo, no fue posible. Pese a ello, en el contexto del evento en la ciudad porteña, Letts, junto con Espil, tuvieron un importante rol en la articulación social de relaciones entre argentinos. Espil fue un asesor de confianza para los latinoamericanos que querían conocer la política norteamericana y era reconocido como un hombre fiable y cercano al canciller Carlos Saavedra Lamas.50 La prensa latinoamericana daba crédito de este rol a Espil, pero cuando se trataba de Letts, en cambio, optaba siempre por destacar sus cualidades de elegancia y refinamiento.51

El otro evento en el que Courtney Letts pudo ver los intersticios de la política internacional fue la llamada Conferencia de La Habana de 1940.52

A esta reunión le dedica en sus memorias un capítulo y comienza con un juicio fuerte respecto de las relaciones continentales: “a ninguno de nosotros nos entusiasmaba la idea de concurrir a la Conferencia. Para un embajador latinoamericano nada más precario que este tipo de reuniones donde el Tío Sam siempre predomina, cualesquiera sean los esfuerzos de muchos de los otros delegados para que se comprendan los puntos de vista de su propio país”.53

También en este encuentro Espil había tenido un rol central en la transmisión de información a representantes argentinos y norteamericanos.54 Con la Segunda Guerra en marcha, las prioridades norteamericanas diferían de las de varios representantes latinoamericanos y apuntaban a generar una política de defensa atlántica. La discusión sobre qué hacer con las colonias y posesiones europeas sitas en el continente americano era fundamental para Estados Unidos. Ante las presiones que sus representantes ejercieron varias naciones terminaron apoyando su posición. Argentina, en cambio, se mostró reafirmada en sus intereses de neutralidad. Letts recuerda estos episodios de tensión como una situación en la que la supuesta política del buen vecino mostraba sus límites: “una vez más, yo me daba cuenta de por qué los Estados Unidos perdían el apoyo de jóvenes líderes de Argentina y otros países del continente”.55

Espil y Letts fueron también articuladores de las relaciones entre el gobierno argentino y representantes del gobierno norteamericano en esta ocasión. Mientras que Espil ofició como informante de delegados de ambas naciones, Letts se ocupó de conversar en varias ocasiones con esposas de los principales políticos norteamericanos, como Rose Frances Witz, esposa de Cordell Hull. A su vez, la relación de Espil-Letts con el presidente Roosevelt y la primera dama no hacía más que afianzarse a comienzos de la década de 1940. En particular, la cercanía entre Letts y Eleanor Roosevelt fue puesta en escena con intenciones específicas en varias ocasiones.

El rol de las mujeres de la diplomacia y las primeras damas había adquirido en las décadas de entreguerras grados de espectacularidad sin precedentes.56 Letts protagonizó una serie de episodios que ilustran este fenómeno de manera ejemplar. Se destaca entre ellos el siguiente: en una ceremonia a la que concurrió Eleanor Roosevelt y numerosas damas de la diplomacia y la política, un cronista le pidió a Letts que posara junto con la primera dama y le entregara una cartera de piel de cocodrilo fabricada en Argentina. Señala Letts al respecto: “Este gesto puramente simbólico sugería la posibilidad de nuevos canales de exportación independientemente de las carnes, que seguía herméticamente clausurado”.57 Un periódico en español publicó la fotografía de ambas sonriendo en el acto de la entrega de la cartera bajo el titular “La política de la buena vecindad” y con el epígrafe: “Poniendo en acción la política de la buena vecindad, la señora Espil, esposa del embajador de Argentina en Estados Unidos, obsequia a Mrs. Roosevelt, esposa del Presidente de la Unión, una cartera hecha de cuero de caimán sudamericano”.58 Estos sucesos se dieron en el marco de la visita de Enrique Ruiz Guiñazú, el Ministro de Relaciones Exteriores de Argentina, y su familia a Washington en 1941, en el contexto de una serie de invitaciones extendidas por Roosevelt a cancilleres americanos con el objetivo de afianzar relaciones.59

El rol de distinguida anfitriona y articuladora de relaciones de Letts se consolidó a lo largo de la década transcurrida en Washington. Ganó así una fama añadida: además de ser una esposa de embajador, también era una inspiración para las mujeres, tanto por sus dotes sociales como por sus cualidades intelectuales. Señalaba una crónica: “no es frecuente encontrar un alto grado de talento en alguien que también es aclamada por su belleza. Pero la Señora de Espil […] posee esta combinación de dones […] es conocida como una periodista dotada de exquisitos gustos literarios”.60 En el mismo texto se narra el interés de Letts como investigadora del pasado y se comentan sus visitas asiduas a la Library of Congress en busca de materiales de archivo. En particular, se menciona que había solicitado la autobiografía de Abigail Adams, esposa de John Adams, y que se había emocionado al leerla. Aunque sin más detalles, puede que esta fuera la mujer ejemplar sobre la que se había propuesto escribir un libro. En simultáneo, su perfil como ícono de la moda elegante y el buen gusto se sostenía. En junio de 1941, la revista Atlántida presentaba una foto de cuerpo completo de Letts con un epígrafe que rezaba: “La señora Courtney Letts de Espil, esposa del Excmo. Señor Embajador de la República Argentina ante el gobierno de la Casa Blanca, ha consentido gentilmente posar para ATLÁNTIDA en el hall de la Embajada Argentina en Washington, luciendo este elegante vestido de crepe en tonos verde y chartreuse, creado por Hattie Carnegie”.61

Mientras tanto, aunque las dinámicas de cuerpo diplomático de Washington parecían estar escasamente alteradas por la Segunda Guerra Mundial, los representantes de los distintos países se veían constantemente condicionados por las políticas de sus gobiernos. De hecho, luego de la reconfiguración bélica que desató Pearl Harbor, Felipe Espil fue llamado a Argentina para informar al gobierno y Courtney Letts viajó con él.62 Comenzaba con este hecho el cierre de la experiencia de Washington de este matrimonio diplomático.63 Las declaraciones de Letts en el final de esta experiencia apuntaban a autoproclamarse como un puente clave en la articulación de relaciones entre Argentina y Estados Unidos, declaraciones que sintetizaba en la frase: “El país de mi marido es el mío”.64 Los periódicos de Buenos Aires se hacían eco de esta intención:

La esposa del embajador argentino, doctor Felipe Espil, que, como se sabe, es de origen norteamericano, expresó: “Recuerden que ahora soy argentina. Aunque lamento tener que alejarme de mis amistades en Washington, me complace esta oportunidad que se me brinda de una nueva aventura. Estoy ansiosa de conocer el pueblo de mi país adoptivo”. La señora de Espil habló ante un grupo de personas que le ofrecieron una despedida en el Club de Mujeres Periodistas. La presidenta de la entidad expresó, al hacer uso de la palabra en este acto, que la señora de Espil ha tenido a su cargo una parte destacada al promover una mejor comprensión entre su país adoptivo y otras repúblicas americanas.65

El cierre de la experiencia norteamericana abrió un período de incertidumbre en este matrimonio diplomático entre el golpe de estado de 1943 y la elección de Juan Domingo Perón como presidente de Argentina. Felipe Espil, cercano a los círculos de Washington y en el contexto álgido de la Segunda Guerra Mundial, no parecía generar confianza en los gobiernos de turno, dada su lealtad explícita a la causa aliada. En 1945 obtuvo su plácet para ir a Río de Janeiro,66 pero no llegó a tomar posesión del cargo. Fue finalmente trasladado a Madrid cuando Argentina rompió sus relaciones con el Eje.67 La vida diplomática de los Espil-Letts transcurrió en España con dinámicas bastante usuales para el cuerpo diplomático, entre banquetes, tardes de reunión y fiestas.68 Durante el período madrileño Letts realizó viajes a Londres y, junto con Espil, a París.69 En marzo de 1946 se anunciaba en periódicos españoles que él sería designado a Londres como embajador.70 Instalado en la capital inglesa, la vida londinense de los Letts-Espil seguía las usuales dinámicas diplomáticas.71 Se cubrían en la prensa sus visitas a Buckingham Palace,72 las veladas teatrales a las que asistían,73 y la participación en eventos protocolares, como el realizado en el Monumento a los Caídos de la Primera Guerra Mundial en Whitehall.74 A finales de ese año, fue llamado, de nuevo, por el gobierno argentino, que se encontraba realizando una reestructuración del cuerpo diplomático.75

historiadora de la diplomacia

En 1944 se publicó en el Bulletin of Pan American Union un texto de autoría de Letts que puede considerarse el primero que la muestra con dotes de investigadora sobre el pasado. La pieza se titula “Belgrano and Washington. Their Collaboration in Immortality” y se ocupa, a través del análisis de las traducciones realizadas por Manuel Belgrano de escritos de George Washington durante campañas militares, de proponer una serie las similitudes entre las ideas de las revoluciones de las nuevas repúblicas americanas. Fue reproducido en el periódico La Nación de Buenos Aires.76 Letts se presenta a sí misma como autora con libros publicados, en la llamada que aparece junto con su nombre se lee: “Author (as Courtney Borden) of The Cruise of the Northern Light (Macmillan, 1928) and Adventures in a Man’s World (Macmillan, 1933)”.77 El momento para hablar de las similitudes históricas entre Argentina y Estados Unidos no era el mejor. Se trataba de un contexto signado por la ruptura de relaciones diplomáticas con Estados Unidos, la posterior reanudación de las mismas, y las acusaciones de representantes norteamericanos a Edelmiro J. Farrell y Juan Domingo Perón, al mando del gobierno, como militares con simpatías nazifascistas. Estas tensiones se acentuaron en la campaña presidencial de 1946.78

Más allá de este contexto, Courtney Letts devino una colaboradora asidua de los diarios argentinos La Nación y La Prensa en las décadas siguientes. Sus textos versaban sobre las relaciones entre Estados Unidos y Argentina y sobre el rol de hombres políticos argentinos en las relaciones internacionales.79 Esta presencia en la prensa porteña fue bien vista por los cronistas norteamericanos. En The Washington Post se ponía de relieve la tarea de Letts de escribir en otra lengua y sobre otro país: “La guapa y popular americana esposa de Felipe Espil, exembajador argentino en Washington, está triunfando en Argentina como escritora. La Sra. Espil está escribiendo sobre una serie de hombres importantes y relevantes en La Nación. Muchos de sus temas son estadounidenses como otros que han contribuido a la historia de América Latina […] ha publicado varios libros de éxito en Estados Unidos, pero ser una autora en otro país y otro idioma es algo que pocos pueden lograr”.80

Mientras que un periódico norteamericano reconocía esta labor, en Buenos Aires no había grandes repercusiones sobre los textos de Letts. Así y todo, se consolidó como investigadora en historia diplomática. En 1953 publicó en la revista The Hispanic American Historical Review un texto titulado “John Pendleton and His Friendship with Urquiza”.81 En la llamada que acompaña su nombre se describe como una mujer retirada de la vida diplomática y se señala: “La autora, nacida en Estados Unidos, es la esposa de Felipe Espil embajador de Argentina en Estados Unidos, 1931-43, más tarde en España y en Gran Bretaña, actualmente jubilado”. La contribución da cuenta de las relaciones establecidas entre el encargado de negocios de los Estados Unidos en la Argentina y Justo José de Urquiza. Como el anteriormente reseñado sobre Belgrano y Washington, muestra las posibilidades de hacer parangones entre la historia norteamericana y la argentina.

Apenas tres años después, también Felipe Espil publicó un libro de historia diplomática: Once años en Buenos Aires, 1820-1831. Las crónicas diplomáticas de John Murray Forbes. El matrimonio estaba abocado ahora a escribir textos sobre historia de la diplomacia y las relaciones bilaterales. Recuérdese que luego de 1945, Espil había sido cesado de su cargo; así lo recordaba Letts:

Mi marido, fue nuevamente “llamado” a Buenos Aires. Cuando llegamos, fue declarado ‘cesante’, la misma suerte que cupo a la mayoría de sus compatriotas, en el servicio diplomático que eran embajadores y habían dejado entrever sus sentimientos pro-aliados. De ahí en adelante, “existimos”, ocho duros años, durante esa terrible época de impotencia y de temor. Para felicidad nuestra, nos refugiamos en la quietud de nuestras modestas cuatro paredes, con tiempo para leer, estudiar y escribir, junto a la compañía de muchos cariñosos amigos argentinos, tan impotentes, temerosos y vejados, como nosotros mismos. De cualquier modo, yo no era más una extranjera en su medio, tampoco motivo de controversia entre ellos. Me recibieron y aceptaron con brazos abiertos.82

Con estas palabras se refiere Letts a los años de los gobiernos de Juan Domingo Perón. Al final de sus mandatos, pese a considerarse retirados, Espil y Letts tuvieron un último destino diplomático entre 1955 y 1959.83

Mientras continuaba su labor como colaboradora de periódicos porteños, Letts publicó tres libros. El primero se titula La esposa del embajador. Diez años en la embajada argentina en Washington, 1933-1943 (1967). Se trata de un texto autobiográfico sobre sus experiencias como partner diplomática en Estados Unidos basado en sus diarios. Según ella misma narra, su círculo íntimo la incentivó a dar a conocer sus recuerdos de esos años álgidos que se extendieron entre el New Deal y la Segunda Guerra Mundial. En sus páginas iniciales explica que tardó en publicar el libro para no intervenir en la carrera diplomática de su marido, dado que en él se encuentran testimonios sobre los grandes eventos internacionales de la época y juicios sobre sus protagonistas.

Este libro es una rareza ya que, en general, las esposas de la vida diplomática han sido figuras que carecen de un archivo propio. Sus huellas deben rastrearse en fuentes que no se refieren directamente a ellas y dificultan encontrar sus “voces”, como las notas de prensa. Asimismo, los archivos oficiales de los servicios exteriores de las naciones son más bien escuetos a la hora de ofrecer información sobre estos perfiles. Son contados los casos de textos de autoría escritos y publicados por esposas diplomáticas, siendo quizás 55 —esposa de Nelson O’Shaughnessy, encargado de negocios en la embajada norteamericana en México entre 1911 y 1914— el más conocido.84 Como O’Shaughnessy, Letts publicó sus memorias y detalló sus experiencias asumiendo, quizás, que el libro sería una fuente interesante para pensar en una época convulsionada a escala internacional.

Pese a esta excepcionalidad, la obra de Letts fue recibida con algunas resistencias en el ambiente cultural de Buenos Aires. En una crónica publicada en la revista Primera Plana, con motivo de la presentación del libro, se lee en la sección “High Life”:

Hace unos diez días, los paseantes de Talcahuano a la altura de Lavalle pudieron presenciar, al atardecer, un hecho bastante insólito en ese curialesco lugar. Caravanas de perfumadas señoras envueltas en visones atravesaban el umbral de la librería y editorial Jorge Álvarez, donde iba a presentarse el libro La esposa del Embajador, memorias de Courtney Letts de Espil […] Una inmensa Mafalda saludaba a la sofisticada concurrencia, con un campechano “Bienvenidos, ché”, desde un cartel de Quino, su papá; había abundancia de whisky y bocaditos […] La señora de Espil, vestida de negro y con anteojos oscuros, canceló el intento de reportaje de una avezada periodista con estas palabras: “Por favor, mándeme cuestionario. Y que sea sencillo, eh?”.85

Este comentario no pone en valor el libro como una fuente de primera mano para conocer el ambiente del New Deal, los eventos internacionales y continentales que tuvieron lugar en la década de 1930 y 1940, los episodios clave de la Segunda Guerra Mundial en distintos escenarios —la caída de París, Pearl Harbor, las tensiones generadas en las Américas por la neutralidad y las posiciones frente al Eje, la visita de Roosevelt a una capital sudamericana y sus intentos por “seducir” a líderes políticos latinoamericanos—; prefiere, en cambio, subrayar prejuicios sociales y presentar a la autora como una mujer de clase alta frívola rodeada por un círculo social banal. A las tensiones constantes a la hora de retratar a Letts como una mujer bella que era también una escritora, que se habían mantenido durante décadas, se sumaban ahora nuevos juicios con vetas de clase.

Dos años después de editadas sus memorias, Letts publicó el libro Noticias confidenciales de Buenos Aires a U.S.A.: 1868-1892 (1969). Se trata de una obra histórica basada en una profunda investigación cuyos pasos detalla en los agradecimientos:

Mis peregrinaciones en la tarea de preparar este libro me llevaron primero a los Archivos Nacionales de los Estados Unidos, donde se guardan los documentos generales del Departamento de Estado (r.G.59), en Washington D.C.; y donde después de varios y fructuosos días de investigación, encargué copias microfilmadas de la correspondencia oficial completa de los ministros norte americanos destacados en Argentina, desde fines de la década de 1860 hasta mediados de la de 1890. La Administración de esos Servicios (The United States National Archives and Record Service, General Services Administration) me envió los diez rollos correspondientes, después del tiempo insumido en su procesamiento, con la certidumbre de que yo los usaría para publicarlos […] Luego siguió un viaje a Chicago, Illinois, para visitar su espléndida Sociedad Histórica, donde se me prodigó ayuda de toda especie y se me exhibió todo el material correspondiente a Thomas Ogden Osborn, que tienen en su poder.86

También en los agradecimientos Letts subraya que el acceso a los materiales utilizados es uno de los privilegios asociados a haber sido parte del mundo diplomático: “Ese excelente servicio, de que nos hemos beneficiado tanto mi marido como yo, en los últimos veinte años, es muy apreciado y obliga nuestra gratitud. Los “Despachos Diplomáticos” que son la base de este volumen están clasificados como (M 69). He utilizado también los “Despachos Consulares” (M 70), que revistan separados de los diplomáticos”.87 En Buenos Aires, por su parte, recurrió a los archivos y las bibliotecas de los dos periódicos con los que colaboraba, La Nación . La Prensa, y a la Biblioteca Lincoln, asociada a la embajada norteamericana.

El libro, dedicado a Felipe Espil, recorre las presidencias de Bartolomé Mitre, Domingo F. Sarmiento, Nicolás Avellaneda, Julio Argentino Roca y Miguel Juárez Celman a través de despachos diplomáticos y consulares y prensa del período publicada en Argentina y Estados Unidos. La organización de la obra es cronológica y, como en otras de sus contribuciones ya reseñadas, Letts apuesta por trazar comparaciones entre ambos países poniendo el énfasis en la posibilidad de pensar en historias paralelas: “Durante el memorable cuarto de siglo que se extiende entre fines de la década de 1860 y comienzos de la década de 1890, tanto los Estados Unidos como la República Argentina emergían de un agrio período de convulsiones internas y de guerra civil que habían consumido las energías del gobierno y del pueblo. Durante este período de transición en la historia de ambas repúblicas, comenzaron por primera vez a mirarse la una a la otra”.88 Otro rasgo que destaca Letts es la inclusión en sus descripciones de las “dificultades personales como simples seres humanos, con enfermedades y penurias financieras, ya que ellos tenían también que vivir y ganar su sustento, al par que luchar por el prestigio de su país”.89 Claramente, se hace presente aquí una perspectiva sobre los representantes diplomáticos que surge de la empatía de Letts respecto de estas figuras, generada en sus propias experiencias.

La obra fue reseñada por Harold F. Peterson, profesor de la State University of New York, especializado en las relaciones entre Argentina y Estados Unidos y en historia diplomática. En el comentario se hace referencia a la labor compartida entre Espil y Letts: “en los últimos años, tanto él como su esposa, Courtney Letts, nacida en Estados Unidos, mantuvieron su interés por las relaciones argentino-americanas a través de la investigación y la escritura”. La reseña pone de relieve la labor documental subrayando el uso de más de doscientos documentos, y el índice de la obra, que considera “ingenioso y eficaz”.90

Mientras que estas palabras, provenientes de un académico norteamericano, eran bastante elogiosas con el trabajo de Letts, sobre todo por la meticulosidad a la hora de relevar y ordenar documentos, una revista de Buenos Aires, Los libros, publicaba un comentario del periodista Andrew Graham-Yoll que señalaba que el libro mostraba la displicencia de las clases pudientes a la hora de retratar su cotidianeidad.91 Así, al referirse a los diplomáticos estudiados por Letts, el periodista parecía también criticar a su autora y su vida acomodada. Como en la nota sobre sus memorias que se ha mencionado anteriormente, aflora aquí también un juicio que tiene más que ver con la pertenencia social de Letts que con su obra.

La esposa del embajador y Noticias confidenciales fueron publicados por la editorial Jorge Álvarez, sin embargo, el último libro de historia diplomática escrito por Letts se publicó por la editorial Paidós que, en esos años, daba a conocer las principales obras de historia argentina. Se trata de La segunda presidencia Roca vista por los diplomáticos norteamericanos (1972), obra que da cuenta, como la anterior, de cómo los enviados de Estados Unidos (William I. Buchanan, William P. Lord, John Barrett y Arthur M. Beaupre) vieron el despliegue del segundo mandato presidencial de Julio A. Roca (1898-1904). También las páginas iniciales de esta pieza hacen referencia a la obtención de materiales diplomáticos y consulares oficiales norteamericanos y en ellas Letts agradece, además de a las instituciones ya mencionadas en el libro de 1969, al personal del Museo Roca y la Biblioteca Nacional.

El volumen fue reseñado por Richard J. Walter, estudioso de América Latina y profesor en Washington University, quien resume de esta manera la investigación:

La autora esboza brevemente biografías de los cuatro hombres (representantes diplomáticos) y cita extensamente sus despachos. Se presta considerable atención a las disputas limítrofes entre Argentina y Chile, la formulación de la famosa Doctrina Drago, la reacción argentina a la Guerra Hispanoamericana y los intentos de establecer lazos comerciales entre Argentina y los Estados Unidos […] la autora describe con cierto detalle las estrechas relaciones sociales que los representantes norteamericanos mantuvieron con los miembros de la élite oligárquica durante un periodo que denomina “la belle époque”.92

En Buenos Aires, en cambio, el libro parece haber tenido pocas repercusiones. Una reseña del periódico La Prensa, en el que Letts había sido colaboradora, describía la obra en términos generales haciendo énfasis en la importancia del sexenio elegido por Letts para estudiar la historia argentina.93

En la contratapa la editorial tomó la decisión de ubicar la obra en el marco de otras de su catálogo, donde se estaba publicando la Colección Historia Argentina y escribían autores como José Carlos Chiaramonte, Tulio Halperin Donghi, Haydee Gorostegui de Torres, Ezequiel Gallo, Roberto Cortes Conde y Darío Cantón. Autores que han sido referenciados con la historiografía argentina de la década de 1960.94 A diferencia de estos, que hoy ocupan el lugar de “clásicos”, el nombre de Letts no se relaciona con este clima de producción. Este hecho no deja de ser llamativo, dado que tanto el período que trató en sus trabajos históricos —segunda mitad del siglo XIX y comienzos del XX— como varias de las figuras que analizó —los hombres del poder— eran los temas que generaban interés en la investigación de historiadores que estudiaban entonces la Argentina en el cambio de siglo y a la llamada “generación del ochenta”.95 Complementariamente, libros como los de Letts podrían pensarse también en el contexto de la publicación de varias obras dedicadas a estudiar las relaciones entre Argentina y Estados Unidos, o la política exterior y los vínculos entre ambos países.96 Varias de estas publicaciones estaban marcadas por el interés que los estudios sobre América Latina tenían en la academia norteamericana en el contexto de la Guerra Fría.97 La explicación de esta falta de consideración a la obra de Letts puede encontrar, quizás, motivos en el hecho de que el tipo de investigación y narración que ofrecía no respondía a los paradigmas historiográficos predominantes, los cuales ofrecían, en general, explicaciones de carácter estructural y centraban la atención en procesos sociales y económicos.98 Su marca como historiadora de la diplomacia, en cambio, estaba asociada a una labor casi arqueológica de recopilación y ordenamiento de fuentes de archivo y al uso de la biografía como forma de indagación histórica.

El libro de Letts sobre la segunda presidencia de Julio A. Roca se publicó poco tiempo después del fallecimiento de Felipe Espil. De alguna manera, se cerraba un doble ciclo para su biografía, el de historiadora diplomática y el de “esposa de” Espil. En 1973, regresó a Estado Unidos, y en 1974 contrajo matrimonio con Foster Adams. Allí residió hasta su fallecimiento en 1995.

conclusiones

La trayectoria de Courtney Letts permite explorar varios intersticios del mundo diplomático y las labores intelectuales ligadas a él. En primer lugar, es relevante reparar en la construcción de la figura de “esposa del embajador” que encarnaba. A diferencia de otras mujeres en situaciones similares, ella era de nacionalidad norteamericana y había contraído nupcias con un argentino. Este matrimonio diplomático, entonces, no había partido de un país de origen a un destino en misión oficial. De este modo, al ser estadounidense, y en tanto embajadora cultural, Letts no ocupaba el rol de “hija del país” de la legación destinada a proyectar valores y representaciones sobre Argentina. Al contrario, enfatizó a lo largo de los años que se sentía una “hija adoptiva” y que estaba dispuesta a asumir la responsabilidad de representar a una nación que no era la suya. Con estas particularidades, se percibió y fue retratada como una articuladora entre dos mundos, y una mediadora potencial a la hora de conciliar intereses de política exterior, que eran entendidos con distintos acentos por los protagonistas de los escenarios de negociación transnacional. Al asumir esta posición, Letts definió una agenda en la cual podía mostrarse igualmente cercana al matrimonio presidencial Roosevelt y a los diplomáticos latinoamericanos que resistían a la política de avance o intervención norteamericana. Su pertenencia estaba, en este sentido, desdoblada, como puede verse, por ejemplo, en el uso del “nosotros” al que recurre al hablar de latinoamericanos que rechazan las políticas expansionistas, o en la apelación a expresiones como los caprichos del “Tío Sam” para referirse a su país natal y sus decisiones en política exterior.

Pese a sus márgenes de agencia para autorrepresentarse y actuar como una mediadora en el mundo de la política internacional, debe tenerse en cuenta que tanto Letts como otras contemporáneas continuaban siendo retratadas en la prensa con titulares como “Las mujeres del cuerpo diplomático añaden espíritu alegre a la vida social de la capital”.99 Es decir, eran pensadas básicamente como anfitrionas que debían cumplir con una serie de protocolos y formalidades para mantener el estatus y el clima de sociabilidad que se esperaba de ellas. La trayectoria de Letts, y otras equiparables, da cuenta de un desdoblamiento, quizás constitutivo, que experimentaban en tanto “embajadoras”: las esposas del servicio exterior estaban, por un lado, compelidas a sostener las apariencias y se mostraban a gusto en el marco de las sociabilidades de la esfera pública. Esta es la faceta que los diarios y las revistas de las tierras natales y de los destinos informaban. Pero, a la vez, existía toda una parte de funciones y actividades que parecían estar vetadas para ellas, o a las que debían renunciar. Mientras los puestos de las mujeres norteamericanas y latinoamericanas de los servicios exteriores se profesionalizaban,100 quedaba poco espacio para que las consideradas esposas de embajadores pudieran dar rienda suelta a sus carreras, destrezas o habilidades como artistas plásticas, cantantes o escritoras como muestran los casos de Regina Pacini y Herminia Arrate.101 El caso de Letts muestra las oportunidades y los límites de su intención de desarrollar una carrera como escritora siendo la esposa de un diplomático.

Respecto de su perfil como autora, su itinerario permite avanzar algunas consideraciones sobre labores intelectuales y diplomacia. Ella se encargó de cultivar su faceta de literata, que fue en numerosas ocasiones resaltada y subrayada. Ahora bien, parte de su obra se asocia a los destinos, hábitos y dinámicas de la vida de dos de sus maridos, John Borden y Felipe Espil. Ella misma no parece haber encontrado en este hecho ningún tipo de tabú. En el libro de 1928 firmó como “esposa de Borden” —Mrs. John Borden—; en el de 1933 mostró cómo era ser mujer en un “mundo de hombres”; a sus memorias las tituló La esposa del embajador. Es decir, puede considerarse que se trataba de una mujer que realizó un proyecto escritural desde la década de 1920 en el que su rol de partner estaba subrayado. Para resumir esta idea en una fórmula: en una primera etapa de su trayectoria como autora, podía ser lectora de Virginia Woolf, pero no estaba buscando “un cuarto propio”. Esto no quita autonomía a su labor intelectual, pero debe tenerse en cuenta que, probablemente, dado que los materiales para escribir sobre sus experiencias se asociaban a las formas de vida y oportunidades que sus matrimonios le abrieron, en el contexto de los prejuicios de época —sobre todo en 1920 y 1930— podía ser difícil poner en valor su obra, lo que se veía agravado por su fama y reputación como mujer elegante e ícono de la moda.

Desde mi perspectiva, el hecho de que Letts haya desarrollado un proyecto de escritura sobre ámbitos y circuitos diplomáticos iniciado con unas memorias autorreferenciales y culminado con varios libros históricos, cobra interés por varios motivos. Por un lado, permite ver de qué manera sus experiencias en una sociabilidad de por sí trasnacional —como la que habilitan los ámbitos diplomáticos— le permitió escribir sobre los contactos con hombres y mujeres de la política de varias latitudes y autorrepresentarse como una mediadora y articuladora de relaciones. Ella podía ser compañera de las damas importantes de Washington, pero también manejó información confidencial en momentos de tensiones geopolíticas. Este plus le permitió construir un proyecto de escritura que la diferenciaba de otras autoras. Por otro lado, debe considerarse que tenía cercanía con responsables de repositorios en Estados Unidos y Argentina, con agentes de casas editoriales, periodistas, cronistas de periódicos y revistas de varias ciudades. Así, pese a la agitada vida de la diplomacia —signada por eventos sociales, organización de tertulias, circulación por residencias de diferentes legaciones, participación en actos oficiales de distintas naciones— logró encontrar tiempo para dedicarse a la escritura y desarrollar su voz autoral. Esta voz, claramente, atravesó una transición en el momento de la escritura en paralelo de los libros La esposa del embajador . Noticias confidenciales, publicados con poco tiempo de diferencia. Mientras que el primer libro, memorialista y autobiográfico, la posiciona en línea con sus anteriores obras, el otro, la consolida como una investigadora en historia de la diplomacia en las Américas. Un último punto para considerar, asociado a esta transición, es el uso de los idiomas. Letts, como autora, se convirtió en una escritora en español. En sus libros hay menciones a las correcciones y revisiones de Espil, a la ayuda de mecanógrafas que escribieron el manuscrito dos veces —en español y en inglés— e incluso, en el último, a la ayuda de un traductor. Pero desde que se instaló en Buenos Aires se desempeñó como colaboradora de los dos principales diarios porteños de la época con textos históricos de publicación periódica. Esto muestra, sin duda, su gran capacidad de adaptación para llevar adelante un proyecto intelectual en una lengua que no era la suya.

Su labor intelectual desplegada en artículos, ensayos y libros sobre historia de la diplomacia se asoció, en parte, a un proyecto de escritura que compartió con Espil durante unos años. Sin duda, fueron también sus conexiones y el conocimiento de los intersticios diplomáticos de Washington las que le habilitaron la consulta de materiales no accesibles para otros historiadores. Su interés principal consistió en pensar una historia compartida para el continente americano. La insistencia en estudiar las conexiones posibles entre la historia de Argentina y la de Estados Unidos en el largo plazo va a contrapelo, de alguna manera, de las narraciones más generales sobre una relación que se ha considerado constitutiva y constantemente conflictiva.102 Quizás este gesto contenía elementos de una ingenua posición cercana al panamericanismo, aunque no en un sentido doctrinario. Pueden proponerse nociones como “panamericanismo emocional” o “deseos de panamericanismo” para explicar las interpretaciones generadas por sus propias experiencias, tensionadas entre ser una mujer proveniente de una familia tradicional norteamericana y sus reflexiones, surgidas al calor de la vida diplomática, respecto del discurso de Estados Unidos —de confraternidad y colaboración continental— y las políticas expansionistas e intervencionistas.

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Notas

*Este artículo se basa en una investigación enmarcada en el proyecto “Identidades en disputa. Nacionalismo, Hispanismo, Hispanoamericanismo y Latinoamericanismo” (IDENDIS), Ministerio de Ciencia e Innovación, Incentivación de la Consolidación Investigadora, 2023, Identificador: CNS2023-144118. Se ha desarrollado en el marco de las líneas de investigación del proyecto “Mujeres en la diplomacia y los circuitos políticos internacionales, 1914-1945”, Instituto Panamericano de Geografía e Historia, Organización de Estados Americanos, Identificador: PAT 2025 HIST-02.

2COURTNEY LETTS DE ESPIL PAPERS, 1925-1994, Manuscript Division, Library of Congress, Washington D.C., en https://findingaids.loc.gov/exist_collections/ead3pdf/mss/2007/ms007055.pdf [consultado el 26 de agosto de 2024].

14HOCHSCHILD, “The Role of the Ambassador’s Wife”, p. 73. Esta y todas las traducciones siguientes son de mi autoría.

21Utilizo aquí la noción de “historiadora” en un sentido amplio del término, como equivalente a investigadora y escritora de obras históricas. A lo largo de su vida, Letts no recibió una educación formal en la disciplina histórica. Sin embargo, como varios de sus contemporáneos que llamamos historiadores, diseñó una agenda de investigación con temas históricos y publicó, como se verá, libros basados en investigaciones en archivos.

25 The China Mail, Honk Kong, 12 de enero de 1924.

26The Chicago Daily Tribune, Chicago, 15 de noviembre de 1919.

27The Chicago Daily Tribune, Chicago, 21 de febrero de 1933; The American Rifleman, Virginia, abril de 1933.

28Véase, por ejemplo, The New York Times, Nueva York, 4 de junio de 1933.

29Time, Nueva York, 12 de junio de 1933 y 31 de julio de 1933.

30ABC, Madrid, 17 de junio de 1931.

31Entre otros periódicos puede verse The Chicago Daily Tribune y los citados en las tres notas siguientes.

32 Crítica, Buenos Aires,17 de julio de 1933.

33The Washington Post, Washington, 28 de julio de 1933.

34 The New York Times, Nueva York, 7 y 2 de julio de 1933.

36Por ejemplo, ROOSEVELT, “My Day”, 5 de febrero de 1936, THE ELEANOR ROOSEVELT PAPERS DIGITAL EDITION, 2017, en https://www2.gwu.edu/~erpapers/myday/displaydoc.cfm?_y=1936&_f=md054251 [consultado el29 de agosto de 2024].

37 The Washington Post, Washington, 25 de enero de 1935.

38The Washington Post, Washington, 12 de diciembre de 1939.

39Entre otros, pueden verse crónicas en The Washington Post, Washington, 9 de mayo de 1935, 8 de agosto de 1934, 17 de mayo de 1935, 22 de febrero de 1938.

40 Vogue, p. 56, 15 de mayo de 1935, en https://archive.vogue.com/issue/19350715/print [consultado el 29 de agosto de 2024].

41The Washington Post, Washington 25 de enero de 1934.

42 The Washington Post, Washington, 21 de noviembre de 1937.

43The New York Times, Nueva York, 21 de febrero de 1937.

44Sobre esta conferencia y las políticas regionales en discusión, puede verse CARABANTE, VII Conferencia Panamericana.

51Crítica, Buenos Aires, 14 de noviembre de 1936, 18 de diciembre de 1936; La Nación, Santiago de Chile, 16 de octubre de 1936.

58 El Bien Público, Montevideo, 21 de mayo de 1941.

59The Washington Post, Washington, 15 de abril de 1941.

60The Christian Science Monitor, Boston, 4 de octubre de 1940.

61Atlántida, Buenos Aires, junio de 1941, pp. 28-29.

62Madrid, Madrid, 17 de agosto de 1942.

63 The Times, Londres, 9 de octubre de 1943.

64The Washington Post, Washington, 4 de noviembre de 1943.

65Crítica, Buenos Aires, 16 de octubre de 1943.

66Madrid, Madrid, 4 de abril de 1945.

67Diario de avisos, Santa Cruz de las Palmas, 4 de febrero de 1944.

68ABC, Madrid, 3 de julio de 1945.

69 Falange, Las Palmas de Gran Canaria, 14 de julio de 1945; Amanecer. Diario de Falange Española Tradicionalista, Zaragoza, 19 de febrero de 1946.

70España, Tánger, 14 de marzo de 1946.

71 Ideal, Granada,16 de abril 1946; ABC, Madrid, febrero y mayo de 1946.

72The Scotsman, Edimburgo, 17 de mayo de 1946 y 21 de noviembre de 1946; The Times, Londres, 17 de mayo de 1946.

73The Stratford-Upon-Avon Herald, Stratford-Upon-Avon, 26 de julio de 1946.

74 Madrid, Madrid, 4 de octubre de 1946.

75The Times, Londres, 24 de octubre de 1956; Diario de Navarra, Navarra, 15 de octubre de 1946.

79Entre otros textos de su autoría pueden verse en La Nación de Buenos Aires: “Las Invasiones inglesas y el comercio inglés en el Río de la Plata”, 26 de noviembre de 1944; “El General Mitre en Río de Janeiro. 18711878”, 13 de octubre de 1957; “La segunda misión del general Alvear a Washington”, 31 de mayo de 1964; “Paul Groussac en Chicago”, 22 de junio de 1969; “La presidencia de Mitre y la guerra de Secesión en los Estados Unidos”, 15 de noviembre de 1970; “Carta de Lincoln a Mitre”, 15 de noviembre de 1970. Ver también “El Centenario de la Independencia de los Estados Unidos en Buenos Aires, La Prensa, Buenos Aires, 5 de junio de 1966.

80The Washington Post, Washington, 2 de febrero de 1945.

83Por ahora no he dado con materiales suficientes para dar cuenta de los detalles de esta etapa de los Espil Letts; por las fuentes disponibles hasta el momento, es posible aventurar que durante toda la década de 1950 Courtney Letts pasara largas temporadas en Estados Unidos, dado que las crónicas describían su vida como mujer presente en los círculos sociales norteamericanos; véanse por ejemplo, The Washington Post, Washington, 13 de mayo de 1950; Palm Beach Life, Palm Beach, enero de 1958, p. 44.

85Primera Plana, Buenos Aires, 23-29 de mayo de 1967, p. 56.

91GRAHAM YOLL, (sin título), Los libros, enero-febrero de 1970, p. 28.

93La Prensa, Buenos Aires, 11 de febrero de 1973.

99El titular se encuentra en The New York Times, Nueva York, 28 de noviembre de 1937.

102Muestra de ellos son, entre otros, los títulos de los siguientes libros: TULCHIN, Argentina and the United States ; RAYMONT, Vecinos en conflicto ; y MORGENFELD, Vecinos en conflicto.

Recibido: 05 de Septiembre de 2024; Aprobado: 29 de Septiembre de 2024

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