El “padre de la patria” es “agraviado” por una historia oficial que lo envejece de manera continua; podríamos tener héroes nacionales con frases “célebres” absurdas como: “mañana será otro día”; la Revolución ha sido contada como un wéstern y sus caudillos conforman la “familia revolucionaria”, cuyos asesinatos internos hacen palidecer a cualquier guerra entre familias mafiosas.1 Esto y más escribió el literato Jorge Ibargüengoitia, quien poseía una envidiable capacidad para desmontar la solemnidad del nacionalismo y manejarlo con fino sentido del humor. Sin embargo, la obra de Ibargüengoitia también refleja la omnipresencia de los nacionalismos en la vida cotidiana. En efecto, aunque las ciencias sociales han demostrado que las naciones son constructos culturales históricos, la supuesta existencia “natural” de naciones e identidades nacionales sigue siendo uno de los mitos de mayor éxito en la Era Moderna, tanto así, que aun en nuestros días, este mito articula legitimidad política, cohesión social y rivalidades internacionales. De allí la relevancia de ¡Viva la Patria! Nacionalismo y construcción nacional en el mundo iberoamericano (siglos XVIII-XXI), libro que reflexiona sobre el origen y el desarrollo de los procesos de invención de naciones en Iberoamérica.
El libro abre con una introducción a cargo de los coordinadores Mariano Esteban de Vega y Raúl Moreno Almendral. Posteriormente, distintos autores hablan de los procesos de construcción nacional en seis países iberoamericanos: Fernando Molino Aparicio escribe sobre el caso español; Sérgio Campos Matos hace lo propio para Portugal; Tomás Pérez Vejo y Pablo Yankelevich reflexionan sobre México; César Tcach aborda el caso argentino; João Paulo Pimenta sintetiza el proceso nacionalizador brasileño, y Andrea Cadelo estudia el caso colombiano. Tres capítulos más abonan al tema: Manuel Chust reflexiona sobre el papel de las revoluciones hispanoamericanas y los posteriores nacionalismos; Guillermo Mira Delli- Zotti aborda las relaciones entre migración y procesos de construcción nacional; por último, Fernando López-Alves escribe sobre los vínculos entre nacionalismo, populismo y globalización en Latinoamérica en el siglo XXI. No es mi intención presentar aquí un resumen de cada uno de estos capítulos. En vez de ello, hablaré de ciertas ideas que plantea el libro y que considero oportunas, ya que representan características que compartieron algunos de estos países en sus procesos nacionalizadores, o bien, porque constituyen nuevas vetas de estudio para analizar la formación de las identidades nacionales.
La vinculación entre nacionalismo y deporte es uno de los puntos más llamativos del libro. Se argumenta que en el mundo deportivo han cristalizado ideales nacionalistas y racistas que dictan quiénes pueden pertenecer y representar a determinada nación. Esto engarza con otro de los temas más destacados en el libro: el racismo y las corrientes migratorias como trasfondo del binomio inclusión/exclusión que operó en los procesos de construcción nacional. El lector encontrará ejemplos de cómo el origen étnico y el color de piel determinaron prácticas de exclusión al exterior (hacia migrantes) y de exclusión al interior, expresada hacia poblaciones indígenas y afrodescendientes.
Del mismo modo, vinculado a los casos migratorios, la obra refiere a los exilios latinoamericanos, mismos que provocaron que temas como democracia y derechos humanos irrumpieran en los imaginarios nacionales y se convirtieran en referentes de identidad colectiva. Por otra parte, el libro aborda la relación entre religión y nacionalismo. Se habla del papel que ha tenido la Iglesia como agente nacionalizador (sucedió en España durante el franquismo, por ejemplo), pero también las formas en que la visión providencialista judeocristiana fue tomada como modelo para estructurar los relatos nacionales, de tal modo que estos narraron las naciones como comunidades con pasado y destino compartido, con momentos de sufrimiento y glorias, y con héroes-mártires; asimismo, la obra menciona la guerra y el militarismo como parte de los procesos nacionalizadores. La Revolución mexicana y la Guerra Civil en España, ejemplifican las formas en que el contexto bélico acelera la formación y el uso de símbolos y narrativas patrióticas, a la vez que se muestra al Ejército como institución que ha sido interpretada —en el caso argentino, por ejemplo— como “fundador” de la patria, además de fungir como promotor de símbolos y políticas nacionalistas.
La obra también muestra que los nacionalismos son susceptibles de ser apropiados y modificados durante luchas políticas donde distintos grupos se abanderan como representantes de la nación. Se explica que desde el siglo XIX existieron relatos de nación que fueron antagónicos, por lo que es de suma relevancia estudiar por qué unos pervivieron y otros no, pues ello demuestra que las naciones no son comunidades con orígenes antiquísimos y destinos definidos, sino constructos sociales contingentes cuya sobrevivencia no se debe a una historia nacional milenaria, sino a condiciones históricas ubicadas en un arco temporal posterior al siglo XVIII. Subrayo, además, que el libro preste atención a las formas en que las representaciones simbólicas de territorio y naturaleza contribuyen a imaginar la nación, dotándola de un sentido material al ubicarla en un mapa y hacerla inteligible como “realidad natural” con fronteras y particularidades. Ciencia y nacionalismo representan una unión que no debemos pasar por alto.
En otro orden de ideas, debo decir que, aunque prácticamente todas las colaboraciones de ¡Viva la Patria!, parten de la teoría modernista sobre la formación de las naciones, llama la atención que el capítulo de Sérgio Campos Matos trae a cuento argumentos, más inclinados a una teoría primordialista, que señalan que los inicios del proceso nacionalizador portugués pueden rastrearse desde la Edad Media. Se trata, sin embargo, de un tema en que cada investigador podrá tomar su posicionamiento.
En general, la obra es un excelente texto para ubicarse en la historia de los procesos de construcción nacional iberoamericanos; sin embargo, el asunto no está agotado y aún queda mucho por decir. Obviamente, faltan estudios sobre el resto de países latinoamericanos. Creo, además, que uno de los grandes ausentes en el libro es la historia de cómo estas identidades nacionales se construyeron en oposición a otras naciones, incluso siendo naciones vecinas. Asimismo, echo de menos que los autores no hayan tocado los vínculos entre nación y género para explorar cómo las narrativas nacionalistas reproducen ideas sobre masculinidades y feminidades. Igualmente, me hubiera gustado que se abordara la relación entre las narrativas patrióticas y los nacionalismos económicos de mediados del siglo XX, pues estos también tuvieron importantes vetas culturales que apelaron a la nación y al orgullo nacional. Además, habría sido magnífico que el libro hubiera hecho eco de la mención que César Tcach incluye en su texto acerca de que los nacionalismos pueden estudiarse desde la historia de los sentimientos, emociones y solidaridades (p. 84), lo que, sin duda, es un tema sumamente interesante. Finalmente, faltan reflexiones sobre nación y región para explorar las dos caras de un proceso: por un lado, las formas en que los nacionalismos toman memorias locales para añadirlas a los grandes relatos de nación; y por el otro, ver cómo las regiones reaccionan ante dichos relatos nacionales y cómo los modifican para amalgamarlos con las memorias e identidades locales.
Ligado a esto último, aunque la obra incluye esfuerzos por mirar los nacionalismos “desde abajo” para indagar en las formas en que la sociedad vive los procesos nacionalizadores encabezados por élites políticas y culturales, el tema aún tiene muchísimo más por aportar. Es necesario dialogar con la historia social para emprender nuevas lecturas de los procesos de construcción nacional, pero colocando ahora el foco de atención en la población “de a pie” para revelar cómo los nacionalismos oficiales son negociados, rechazados o apropiados por la población, e incluso confrontados por lo que podríamos llamar “patriotismos populares”.2
Debo destacar que es sumamente oportuno que la obra abarque discusiones sobre los nacionalismos en el siglo XXI y sus vínculos con otros procesos, como la globalización y los populismos políticos. No debemos desatender el presente de los nacionalismos, pues estos siguen siendo fuerzas políticas y culturales con amplia movilización social.
En síntesis, considero que ¡Viva la Patria!Nacionalismo y construcciónnacional en el mundo iberoamericano (siglos XVIII-XX), se perfila como un libro que en el horizonte historiográfico se sumará al ya clásico Inventando la nación. Iberoamérica siglo XIX (coord. por François-Xavier Guerra y Antonio Annino y editado por el Fondo de Cultura Económica en 2003), es decir, será un referente para aquellos interesados en el tema de los nacionalismos iberoamericanos, cuyo pasado y presente siguen siendo uno de los fenómenos históricos más interesantes e importantes del orbe occidental.










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