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Norteamérica

versión On-line ISSN 2448-7228versión impresa ISSN 1870-3550

Norteamérica vol.5 no.2 Ciudad de México jul./dic. 2010

 

Ensayos

 

Viajes violentos: la transformación de la migración clandestina hacia Sonora y Arizona

 

Jeremy Slack* y Scott Whiteford**

 

* Jeremy Slack es investigador especialista del Centro de Estudios de América Latina de la Universidad de Arizona. slackjeremy@gmail.com.

** Scott Whiteford es profesor de Antropología y Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Arizona. eljefe@email.arizona.edu.

 

Resumen

Durante el 2010 fuimos testigos de una serie de sucesos que demuestran el estado cambiante de la migración clandestina a lo largo de la frontera entre México y Estados Unidos. Este articulo, basado en entrevistas con gente deportada por autoridades de Estados Unidos, sirve de repaso a varios temas no comunes en la bibliografía especializada junto con perspectivas nuevas sobre temas más conocidos. Los aspectos mencionados son parte integral de la red de violencia que se teje en las experiencias de cruzar la frontera. Discutimos diferentes manifestaciones de la violencia al explicar tanto las fuerzas estructurales que la crean y caracterizan como las reacciones individuales a estos factores.

Palabras clave: violencia postestructural, frontera México–Estados Unidos, cruce fronterizo, criminalización.

 

Abstract

In 2010, we witnessed a series of events showing the shifting state of clandestine migration all along the border between Mexico and the United States. This article, based on interviews with people deported by U.S. authorities, reviews several themes rarely looked at in the literature, and brings new perspectives to better known topics. These are all integral parts of the network of violence woven into the experiences of border crossings. The authors discuss different manifestations of that violence as they explain both the structural forces that spawn and characterize it and individual reactions to these factors.

Key words: post–structural violence, Mexico–U.S. border, border crossing, criminalization.

 

INTRODUCCIÓN

Los ojos de Alejandro estaban ausentes e irritados, su mirada se paseaba azarosamente por el cuarto. Se rascaba vigorosamente los brazos y se movía constantemente en su silla. Era obvio que estaba drogado, pero cuando me confesó: "no soy migrante, soy burrero", su honestidad me dejó perplejo. Ya había hablado con otros "burreros" anteriormente, pero nunca mezclados entre el grupo de inmigrantes por motivos económicos.1 Para poder permanecer en el refugio donde hemos estado trabajando durante los últimos dos años, se sobreentiende que al menos se debe fingir ser inmigrante. Por esta razón, es extraño que alguien admita estar profesionalmente involucrado con los peligrosos y violentos sindicatos criminales encargados del tráfico y contrabando de drogas y personas, y de los asaltos a inmigrantes en el desierto. Sin embargo, las conexiones entre los inmigrantes y los llamados "profesionales de la frontera" son parte de una compleja red compuesta por factores estructurales y la agencia de los individuos, producto de la desesperanza y la violencia que envuelve a la migración indocumentada.

2010 ha sido un año bastante impactante respecto a la migración clandestina y la frontera. Hemos visto un aumento en la tendencia de satanizar a los llamados "ilegales," que llegó a una nueva etapa con la Ley SB1070 del estado de Arizona que busca imponer cargos penales contra los inmigrantes y requerir que la policía revise su estatus migratorio. Los setenta y dos inmigrantes ejecutados en un rancho contiguo a la frontera con Texas, en Tamaulipas, por supuestos zetas, representan un ejemplo terrible del aumento de la violencia en la frontera y, aunque ha bajado el flujo de migrantes, el año fiscal de 2010 terminó con el hallazgo de 252 cuerpos en el desierto de Arizona, un nuevo récord morboso (McCombs, 2010b). Estos eventos trágicos forman el contexto en el cual se escribe este artículo.

Gran parte de la migración indocumentada de América Central y México es provocada por una fuerza que los académicos han descrito como violencia estructural (Nevins, 2005). Este concepto, creado por Johan Galtung (1969), centra explícitamente el análisis en la desigualdad y en los mecanismos sociales, políticos y económicos utilizados para crearla o reforzarla, así como en la continua marginación. "Violence is present when human beings are being influenced so that their actual somatic and mental realizations are below their potential realizations" ["La violencia se presenta cuando se influye en los seres humanos de tal manera que sus capacidades corporales y mentales son menores que sus posibilidades"] (Galtung, 1969: 168).] Estas fuerzas, a su vez, obligan a las personas a migrar o en muchos casos las llevan a la muerte. En este sentido, Paul Farmer afirma que "el concepto de violencia estructural se utiliza para dar a conocer el estudio de la maquinaria social de la opresión. La opresión es el resultado de muchas condiciones, siendo una de las más relevantes la inflingida a la conciencia" (Farmer, 2004: 307).

Durante el cruce de la frontera, la mayoría de los inmigrantes indocumentados son forzados a andar en un terreno desconocido, con una variedad de actores que tienen diferentes motivaciones. "Estos peligros son parte de los paisajes invisibles de la historia, la política y la dominación" (Whiteford y Whiteford, 2005: 8).

Mucho de lo que hemos visto en nuestra investigación cuestiona la conceptualización de violencia a nivel individual. En este artículo queremos problematizar las formas previas de entender la migración clandestina hacia Estados Unidos para crear otra imagen de los distintos actores en la frontera y cómo se relacionan entre ellos. Muchos otros autores han construido un discurso de la migración que no permite hablar sobre los nexos entre los migrantes económicos y los que trabajan en el espacio clandestino entre ambos países como guías, bajadores (ladrones) o burreros. Nuestra meta es dar una visión más compleja y completa que podría desmentir las acusaciones que lanzan los políticos racistas de Arizona y otras partes de Estados Unidos, cuyas afirmaciones sobre la violencia y el crimen están totalmente mal construidas.

Este artículo deriva de una investigación realizada entre 2009 y 2010 en Nogales, Sonora, en un albergue, donde entrevistamos a personas deportadas por la Patrulla Fronteriza (United States Border Patrol, USBP). Escogimos a los sujetos al azar y en este momento tenemos setenta y un entrevistas hechas con mucha profundidad que se enfocan en la violencia de la migración. De estos entrevistados, veintiocho pasaron un tiempo internados en Estados Unidos, dieciséis tuvieron encuentros con ladrones llamados bajadores, nueve reportaron contacto con el tráfico de drogas, siete fueron secuestrados y cuatro fueron testigos de violaciones de mujeres.

Este artículo aborda temas que no han sido discutidos en la bibliografía especializada en la migración (los ladrones llamados bajadores, el narcotráfico, la deportación y los secuestros) y aporta nuevas perspectivas sobre temas más conocidos (coyotaje, la muerte durante el cruce, la violencia contra mujeres). Aunque sabemos que son muchos temas, hemos organizado este texto a partir de un enfoque teórico sobre la violencia. Cabe señalar que no usaremos una perspectiva criminológica, porque al tratar lo actos y eventos desde la perspectiva del crimen, uno utiliza conceptos de culpa y responsabilidad, y hay valores que ya están implicados en esta palabra. Nuestra meta es ampliar el enfoque y tratar los temas en tanto violencia. De esta forma, se nos abren nuevos caminos para discutir e investigar los hechos de una forma diferente.

 

LA VIOLENCIA ESTRUCTURAL Y POSTESTRUCTURAL

Con frecuencia, la violencia resulta insidiosa y, en efecto, invisible a primera vista (Bourgois, 2009; Fassin, 2009). Como parte de los fenómenos que ocurren durante el cruce de indocumentados en la frontera, es necesario entender la forma en que las personas actúan y reaccionan al intentar subvertir el cerco de seguridad que existe en ésta, y comprender cómo estas acciones influyen en los procedimientos legales y en los temas clave que surgen para reforzar el régimen de seguridad. Con base en nuestras experiencias de primera mano, hemos visto que las personas recurren —aunque no únicamente— a estrategias tales como: 1) múltiples patrones y maniobras para cruzar; 2) participar en el trasiego de drogas,3) colaborar en el contrabando de personas, 4) en el robo y 5) en la industria sexual. Es importante notar que, dependiendo de la necesidad que motivó al individuo a salir de su hogar, regresar es siempre una posibilidad, aunque muchas veces está estigmatizada como un fracaso y pérdida de dinero, sobre todo en el caso de los hombres. Con las estrategias anteriormente mencionadas, buscan sufragar los costos que implica cruzar la frontera como indocumentados o recuperar pérdidas económicas provocadas por un intento fallido, ya que en muchas ocasiones el dinero ocupado para el cruce proviene de préstamos. Es claro que los factores estructurales influyen considerablemente en las acciones y motivaciones de las personas; empero, en la actuación individual también se involucran las elecciones que las personas hacen para afrontar la vulnerabilidad que representan situaciones fuera de su control.

El concepto de violencia estructural se enfoca explícitamente en el análisis de la desigualdad y los mecanismos sociales, políticos y económicos utilizados para crearla o reforzarla, y en la continua marginación de un grupo de personas (Galtung, 1969). Esta definición de violencia más amplia es útil porque ilumina esas modalidades que no son visibles inmediatamente, ya que si bien están veladas, provocan dolor y muerte sin que se dispare ninguna bala o aseste algún golpe.

En el caso de la migración, el Servicio de Inmigración de Estados Unidos (SIN) controla y/o castiga a los migrantes indocumentados; no obstante, existe muy poco apoyo formal con respecto a sus derechos legales y humanos básicos (Nevins, 2005; 2008; Spener, 2009). Además, la violencia estructural se manifiesta en las condiciones que desencadenan la migración.

En México y América Central, las políticas económicas han contribuido a la eliminación de la agricultura de subsistencia rural, orillando a las personas a emigrar para buscar trabajo en centros urbanos en el interior de la república mexicana o en Estados Unidos (Schneider y Wolfson, 2005). Esto desemboca en un sistema en el que los migrantes proveen trabajo barato y sostienen el consumo en Estados Unidos, al mismo tiempo que se enfrentan a grandes peligros que ponen en riesgo su bienestar físico y emocional.

Los treinta mil muertos vinculados a la guerra contra el narco, entre 2006 y 2010, son causados tanto por la violencia estructural como por la violencia directa y política. La falta de oportunidad económica, la adicción no cuantificable a las drogas en Estados Unidos y el poder (limitado) de ser un narco son parte de una estructura de violencia mayor que ha provocado este inmenso número de muertos.

Actualmente, las experiencias derivadas del cruce fronterizo indocumentado evidencian la existencia de otras fuerzas que están operando en el proceso. El concepto de violencia estructural resulta poco adecuado para entender en su totalidad los tipos de vulnerabilidad que padecen estas personas marginadas. Del mismo modo, la violencia estructural puede tener la desafortunada tendencia de pasar por alto la forma en que las personas reaccionan a la marginación y a la represión, influyendo, a su vez, las estructuras de poder que a la larga crean la violencia.

Queremos sugerir el término "violencia postestructural" para describir las maneras en que la gente reacciona con las limitaciones resultantes de la violencia estructural. Aunque sea problemático usar el término "postestructural" porque se puede dar a entender que las condiciones de la violencia estructural ya terminaron, intentamos describir qué acciones lleva a cabo el individuo para mitigar su situación vulnerable y precaria. No entendemos la violencia postestructural como un fenómeno separado de la estructural; más bien representa otro nivel con el que coincide para configurar un continuo de violencia que necesita una revisión, ya que si bien denota una relación horizontal, en realidad es más compleja, dadas las varias formas de violencia que coinciden simultáneamente creando un escenario de violencia.

Primo Levi utiliza el concepto de "zona gris" para describir la diversidad deformas en las que las personas reaccionan ante la marginación y la violencia (1988). Levi, un sobreviviente del holocausto, escribe sobre la dificultad de distinguir a la víctima del victimario ya que, como él describe, las personas dentro de los campos de concentración competían para conseguir algún tipo de ventaja que incrementara sus posibilidades de supervivencia. Al respecto, Philippe Bourgois y Jeff Schonberg (2009) escriben:

Levi y otros sobrevivientes [del holocausto] aseguran que no tenemos el derecho a juzgar las acciones de los internos en los campos de concentración debido a que la zona gris era omnipotente (Levi, 1988; Steinberg, 2000). Sin embargo, implícitamente él se contradice al dedicarle gran parte de sus escritos a la elocuente disección de los dilemas morales de la agencia humana en Auschwitz, a través de las descripciones detalladas de los comportamientos individuales, de la toma de decisiones y de las traiciones interpersonales (Bourgois y Schonberg, 2009).

Los comentarios de Bourgois y Schonberg representan una contribución importante no sólo a la complejidad de la zona gris, sino a cómo la violencia estructural es maleable por un individuo. Bourgois sugiere que existe una complejidad en la violencia que muchas veces no se reconoce.

Es por esto que es necesario tomar en consideración la complejidad de la actuación humana y la forma en la que ésta se relaciona con las fuerzas cotidianas de la violencia. Lo que es más importante es que el uso de este concepto evita el velo paternalista y victimizante que puede estar implícito en las formas estructurales de violencia. Discutir la actuación individual y enmarcar la migración dentro de la zona gris que sugiere Levi nos puede ofrecer un nuevo panorama sobre la caracterización de la violencia y los actores que están involucrados en ella.

Cuando los individuos llegan a la región fronteriza inevitablemente se involucran con diversos actores como sus guías, asaltantes o traficantes de drogas, los cuales tienen agendas muy diferentes de quienes están intentando cruzar. Esto expone a las personas a condiciones de extrema vulnerabilidad al no contar con ninguna protección económica o social ni de su país natal ni del país de destino. La forma en la que las personas reaccionan a estas estructuras de violencia son una realidad compleja y relevante para el estudio del proceso de cruce de la frontera. A partir de la historia de un individuo, la siguiente sección da cuenta de los efectos combinados de la llamativa militarización de la frontera y la guerra contra las drogas iniciada por el presidente Calderón en el año 2006, caracterizada por el uso del ejército para interrumpir el tráfico de drogas en México y que ha costado la vida de más de veintidós mil setecientas personas hasta ahora. La siguiente historia nos da otra respuesta individual a la situación de Alejandro, el oaxaqueño que traficaba drogas.

 

UN RELATO VIOLENTO

El siguiente relato es la historia de Luis,2 quien después de haber trabajado seis años como enfermero en California fue deportado de Estados Unidos a Nogales, México.

Eran las tres de la mañana cuando llegó a Nogales, así que decidió irse a la estación de autobús. Mientras esperaba a que el sol saliera fue abordado por cuatro hombres que le dijeron que eran de un refugio y que le podían ofrecer un lugar en donde dormir y comer. Luis se fue con ellos, pero comenzó a sentirse inquieto y trató de irse; sin embargo, los hombres lo amenazaron con pistolas y le ordenaron que se metiera a una camioneta tipo van. Los hombres, armados con "cuernos de chivo"3 (AK–47), juntaron a un grupo de migrantes repatriados para cruzar la frontera. A Luis le dijeron que tenía que cruzar como un tipo de distracción, de manera que si los traficantes de drogas veían acercarse a la Patrulla Fronteriza podrían escapar. Luis no fue forzado a cargar drogas, pero es muy posible que a los otros migrantes sí los hayan obligado. Además, le dijeron que si fallaba lo matarían.

Al llegar a Phoenix fue retenido en una casa de seguridad, en donde le dieron dos opciones para ganarse su libertad. Una era el pago de tres mil dólares, la otra era asesinar a alguien para probar su lealtad. Luis logró que un miembro de su familia le transfiriera dos mil setecientos dólares, sin embargo, más tarde fue detenido por los agentes del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos (Immigration and Customs Enforcement, ICE) y deportado a México.

A pesar de que historias como éstas no son lo más común, la única forma de comprender a cabalidad lo que está pasando en la frontera es recolectar una buena cantidad de historias de forma sistemática en el entendido de que sin un cúmulo previo de información sería imposible determinar cómo este tipo de acontecimientos encajan en el panorama general del flujo clandestino de personas y narcóticos en la frontera.

 

UNA VISIÓN GENERAL SOBRE EL CRUCE FRONTERIZO INDOCUMENTADO

La decisión de migrar está fuertemente motivada por fuerzas estructurales, tales como la intervención mundial, el comercio global y la forma en la que algunas instituciones orillan a millones de personas en condiciones vulnerables a dejar, sin opción alguna, sus comunidades para buscar una nueva forma de ganarse la vida (Nevins, 2005).

La militarización de la frontera entre México y Estados Unidos comenzó a mediados de 1990 con la Operación Guardián (Operation Gatekeeper) y la Operación Mantener la Línea (Operation Hold–The–Line). Debido a la fortificación de las áreas urbanas con más agentes y mejor tecnología, se ha incrementado la dificultad del cruce fronterizo indocumentado (Andreas, 2001; Cornelius, 2001; Dunn, 2009). De manera notable, estos operativos derivaron en un cambio en los patrones de cruce, los cuales se desplazaron de las ciudades a áreas más inhóspitas como el desierto de Sonora (Cornelius, 2001; Rubio–Goldsmith et al., 2006; Martínez, s.f.). El sector de Tucson es hoy el más activo para la Patrulla Fronteriza en cuanto a detenciones se refiere.4 De 1990 a 2008 la proporción de arrestos en este sector se elevó de 1 por cada 20.58 a 1 por cada 2.28 (Martínez, s.f.). Arizona, particularmente el sector de Tucson, se convirtió en el 2009 en el punto de cruce más activo y peligroso; cuenta con el 45 por ciento de las detenciones, el 50 por ciento de las muertes reportadas y el 46 por ciento de las confiscaciones de marihuana (véase gráfica 1).

Aunque los cambios más importantes se dieron en los años noventa, después del 11 de septiembre de 2001, otros factores provocaron un aumento en la militarización de la frontera. En 2010, el gobierno federal estadunidense gastó más de diecisiete mil millones de dólares para asegurar la frontera, además de otros seiscientos millones que propuso el Congreso (Cornelius, 2010). La inversión masiva de Estados Unidos en varios organismos de seguridad en la frontera, incluyendo a la guardia nacional, ha generado nuevos tipos de colaboración entre los dos gobiernos en el nombre de la seguridad nacional y la seguridad ciudadana (Curzio, 2008; Ramos García, 2005).

Recientemente, los gastos se han incrementado más con "la guerra" contra el narco en México, apoyada por Estados Unidos mediante el Plan Mérida, un acuerdo para otorgar equipo y entrenamiento al gobierno mexicano (GAO, 2010). Este conflicto tiene un gran impacto en la migración, aunque aún es difícil medirlo. Lo importante es que hay miles de personas deportadas cada día a zonas fronterizas marcadas por este conflicto. Nogales, México, recibe cerca de quinientas mil5 personas al año deportadas de Estados Unidos (SRE, coord., 2006; INM, coord., 2005). La repatriación de cerca de cien mil individuos a Nogales, Sonora, ciudad que cuenta con una población menor a las doscientas mil personas, ha tenido un impacto profundo en la ciudad y en la región.6

La creciente militarización de la frontera, el muro, la Patrulla Fronteriza, los grupos de "vigilantes" y el brutal desierto representan nuevos riesgos para los migrantes, que se pueden sumar a otros, como los empleadores con pocos escrúpulos. Los grupos más vulnerables son las mujeres, los niños y los indígenas monolingües. Una vez que cruzan a Estados Unidos muchos son aprehendidos en el desierto, arrestados en redadas en sus trabajos o por alguna infracción menor, o bien, al ser acusados por cometer algún delito, su estatus de residente permanente legal (Legal Permanent Resident, LPR, por sus siglas en inglés) es revocado. Muchos son repatriados a las ciudades fronterizas mexicanas sin dinero para comprar comida, pagar un cuarto de hotel o costear su pasaje de vuelta a casa.

El desplazamiento del lugar de origen hasta la frontera es para muchas personas, especialmente para los centroamericanos desesperados por encontrar trabajo, una costosa travesía que incluye lidiar con autoridades mexicanas abusivas, con bandas de traficantes de drogas, el peligro de ser asaltados o lastimados durante los trayectos en el tren o ser arrestados o deportados en México. La Comisión Nacional de Derechos Humanos en México (CNDH) informó que ocurrieron 9 758 secuestros de inmigrantes centroamericanos en el periodo de septiembre de 2008 a febrero de 2009;7 nueve de cada diez inmigrantes reportaron que sus vidas habían corrido peligro (CNDH, 2009; Salinas, 2009: 17).

La creciente criminalización y militarización de la experiencia de cruzar la frontera ha unido a la inmigración indocumentada con los cárteles de la droga, que están utilizando esta área para contrabandear marihuana, cocaína, heroína y anfetaminas. Como consecuencia, los migrantes se ven fuertemente presionados para participar en el tráfico de drogas. En ocasiones, como en el caso de Luis, son obligados a participar como señuelos o distracciones para que los contrabandistas puedan evitar la captura y transportar exitosamente las drogas a Estados Unidos; otras veces, aceptan participar con el objetivo de recuperar el dinero que les ha costado no haber podido cruzar antes.

La CNDH estimó que desde que dio inicio la Operación Guardián, en 1994, cada día muere un migrante (2007). Esta operación comenzó en El Paso, Texas, como una extensión del llamado Operativo bloqueo/ mantener la línea (Operation Blockade/ Hold the Line) iniciado un año antes con el objetivo de fortificar las áreas urbanas para forzar a los futuros migrantes a cruzar por áreas más peligrosas, con la esperanza de que esto los disuadiera (Andreas, 2001; Dunn, 2009). El periodo con mayor número de muertes en el área fronteriza fue el año fiscal 2005, durante el cual se estimaron 238 muertes en Arizona y 516 en toda la frontera.8 Para ofrecer un punto de comparación, en el año de 1994, se reportaron veintitrés muertes, todas ocurridas en California, como resultado de accidentes automovilísticos (Cornelius, 2001). Pero Cornelius y otros académicos han notado que 1994 no fue un año típico y los números de muertos de 1995 y 1996 fueron de sesenta y uno y de cincuenta y nueve, respectivamente (Cornelius, 2005; Nevins, 2008).

A pesar de que la Patrulla Fronteriza frecuentemente habla sobre la vulnerabilidad de los migrantes ante inescrupulosos traficantes de personas, nadie ha discutido el impacto del tráfico de drogas en los migrantes.

 

LOS PROFESIONALES DE LA FRONTERA

El cruce fronterizo indocumentado es un sistema dinámico que está transformándose continuamente y que reacciona rápidamente ante el endurecimiento del control de la frontera en Estados Unidos y ante los caprichos de los cárteles transnacionales de la droga. En esta sección, describiremos cómo los diferentes actores se interrelacionan, creando sistemas que incrementan la vulnerabilidad de los migrantes; además, mostraremos las consecuencias no previstas de las políticas de seguridad estadunidenses.

Desde hace tiempo, las fuerzas del orden público han sospechado que los coyotes mantienen una estrecha relación con los cárteles de la droga y las bandas de asaltantes, así como con funcionarios que trabajan en inmigración. Gustavo López Castro asegura que no existe una relación entre estos grupos; sin embargo, su pequeña muestra (once coyotes de diferentes áreas en México), así como la dinámica cambiante de la frontera, hacen difícil la tarea de comprobar la falta de conexión entre estas dos (López Castro, 1998: 965).

David Spener provee un resumen de los diferentes métodos de coyotaje usados para cruzar la frontera en el sur de Texas (2009: 121–161). Estamos de acuerdo con él en que al discurso dominante le falta mucha profundidad y pinta a los coyotes como criminales horribles, además de que se prefiere culpar a las autoridades de todos los muertos y los males que ocurren en la frontera. Pero la manera en que Spener construye y define el coyotaje (como el proceso de promover el acceso a Estados Unidos a los indocumentados) ignora las muchas similitudes en las metas de los migrantes y las de los coyotes. Para Spener, el robo, el tráfico de drogas y la esclavitud sexual son "aberrantes" y no son típicas. Por definirlos así, automáticamente se construye una visión de los coyotes que va a promover una imagen sumamente positiva. Para nosotros, el "coyotaje falso", el "narco coyotaje" y "la trata humana" (Spener, 2009: 156–160) son una parte integral de los peligros del cruce hacia Estados Unidos. En una nota al final del libro de Spener, se admite que en el 2007, cuando terminaba su trabajo de campo, se informó que el cártel del Golfo participaba en el cruce clandestino de migrantes en el sur de Texas, sin embargo, él sugiere que se trata más de una forma de cobro a los coyotes por protección (Spener, 2009: 159–160).

Nuestras entrevistas con varios elementos de la policía municipal en Nogales, Sonora, nos hacen concluir que los que mandan a los coyotes se han aliado con los narcos. En una entrevista en el albergue, una mujer llamada Angelina habla sobre su experiencia en el intento de cruzar y cuenta que los guías en un momento gritaron "¡perrera!"9 y todos se escondieron, después de un rato cuando no vieron nada, intentaron localizar a los guías pero éstos se habían ido, dejando al grupo de cuarenta y cuatro personas solas en el desierto. "¿Por qué nos dejarían allá si no tuvieron algo de más valor con ellos?", preguntó Angelina. "Te juro que llevaban drogas" (comunicación personal, 3 de febrero de 2010). Quizás este evento sea un ejemplo de lo que Spener llama "coyotaje falso" porque los guías nunca tuvieron la intención de llevar a la gente hasta su destino final. Esto representa un peligro común para los migrantes en la frontera entre Sonora y Arizona.

Otro aspecto que provoca más preguntas que respuestas es el asalto de migrantes en el camino por el desierto. Es altamente probable que algunos de los coyotes colaboren con las bandas de asaltantes también conocidos localmente con el nombre de bajadores, quienes roban a indocumentados. Una quinta parte de los setenta y un migrantes entrevistados, trece, reportaron haber sido asaltados durante la última ocasión que intentaron cruzar. Un joven de veinticinco años, originario del estado de Zacatecas, explicó que su grupo fue rodeado por una banda de hombres armados con sus rostros cubiertos por tela. Les pidieron que entregaran sus pertenencias. "Si escondes dinero vamos a dispararte en el pie y a dejarte aquí a morir", los amenazaron (comunicación personal, 8 de abril de 2010).

De los trece migrantes que fueron asaltados por bajadores, seis de ellos explícitamente acusaron al coyote de estar involucrado, ya sea porque todos excepto el guía fueron despojados de sus pertenencias o porque otras personas que habían ido con el mismo guía también fueron asaltadas en la misma forma. Spener (2009), por su parte, dice que el robo de migrantes no es un aspecto común del coyotaje.10

La cooperación entre guías y asaltantes puede describirse como un impuesto o pago por seguridad que permite a los coyotes continuar operando en el área, aunque también puede ser parte de un arreglo en el que el guía se queda con un porcentaje de los bienes robados; sin embargo, se requiere de una mayor investigación para confirmar este tipo de asociación.

Otra situación común es que los coyotes tomen ventaja del temor de los migrantes de ser asaltados. Aprovechándose de las bien conocidas probabilidades de encontrarse con bajadores, los coyotes convencen a sus clientes de que les den todo su dinero en efectivo para que él lo cuide. De esta forma, un oaxaqueño de diecinueve años que quería intentar cruzar por Agua Prieta, Sonora, le confió cinco mil pesos al guía. Este dinero, sumado al efectivo que su esposa embarazada y su tío le confiaron al guía, se perdió cuando éste los abandonó en el desierto. Por el contrario, dos personas que reportaron haber sido abordadas por bajadores, relataron que el coyote logró razonar con los asaltantes y evitó el robo. El trato a las mujeres durante la experiencia migratoria merece especial atención. Al menos tres hombres dijeron haber sido testigos de la violación de mujeres por bajadores, mientras que otros cuatro dijeron haber presenciado otras formas menos violentas de acoso sexual, como ordenarles a las mujeres que se desvistieran. Una mujer reportó que los bajadores violaron a otra compañera de su grupo. Dos hombres intentaron intervenir, pero los pandilleros dispararon y los mataron (comunicación personal, 13 de mayo de 2010). Una mujer de mayor edad, llamada Priscila, dijo que los bajadores violaron a una muchacha de su grupo. Apuntaron con una pistola en la cabeza de su novio y le dijeron que si se movía iba a morir en un instante. Después de que se fueron, la muchacha les dijo que preferiría que la hubieran matado (comunicación personal, 13 de mayo de 2010) (véase Ochoa O'Leary, 2009).

En contraste, dos entrevistados reportaron que al ser abordados por bajadores, las mujeres de su grupo fueron separadas y puestas a un lado mientras los hombres eran asaltados. Si algo nos deja claro esta multiplicidad de escenarios es la complejidad de las reglas y estándares que gobiernan las relaciones entre los diferentes actores en la frontera.

Antes de que los efectos de la Operación Guardián obligaran a las personas a cruzar a través del desierto, los coyotes cobraban un estimado de 143 dólares por cruzar (Cornelius, 2001). Esta cantidad ha llegado hasta los mil seiscientos dólares (CNDH, 2007). Un guía/coyote11 exitoso podría ganar más de quince mil dólares con un grupo de diez personas. Sin embargo, la búsqueda de ganancias no para aquí. Frecuentemente las personas son retenidas en las llamadas "casas de seguridad", en donde los migrantes tienen que esperar a que sus familiares paguen algunos miles de dólares a cambio de su libertad. Las siete entrevistas realizadas a migrantes secuestrados arrojaron que para dejarlos libres les fue solicitado un pago de entre mil ochocientos y tres mil quinientos dólares, más la cantidad previamente acordada por pasarlos a Estados Unidos. Para entender plenamente el problema de los secuestros se requiere una mayor investigación, especialmente debido a que la información en este artículo se basa en las historias de personas que fueron detenidas por el ICE o por la Patrulla Fronteriza durante o poco tiempo después de su secuestro, por lo que seguramente éstos sólo representan una fracción del total de secuestrados. Debido a que la mayoría de los que llegan al albergue son rescatados, los captores no siempre reciben el dinero, además, la cantidad exigida por los secuestradores puede ser diferente a la cantidad que efectivamente se pagó para la liberación de un migrante cautivo; por consiguiente, las ganancias y costos del secuestro son hasta ahora imprecisos.

Es de suma importancia comprender las intrincadas relaciones entre los diferentes grupos clandestinos que operan en el limitado espacio de los corredores de la frontera. Las tres actividades ilícitas con mayor presencia en esta región las operan los bajadores, los coyotes, los narcos y los cargadores de droga conocidos como burreros. Cada grupo trabaja por separado, sin embargo, están conectados. Para ejemplificar esta conexión, según los relatos de migrantes secuestrados que estuvieron cautivos en casas de seguridad (habitualmente ubicadas en Phoenix, Arizona), en éstas hay fajos de dinero, drogas y armas, sugiriendo que los mismos grupos que trafican con drogas, también lo hacen con personas. Por otra parte, otros nueve migrantes dijeron haber estado en contacto con burreros o haber visto cómo se transportaban grandes cantidades de droga mientras ellos intentaban cruzar la frontera.

Un indicador de la presencia de los cárteles de la droga en el proceso migratorio es que se organiza a grandes grupos de migrantes para que crucen la frontera de forma escalonada en grupos de quince a veinte personas. Nuestros entrevistados nos informaron que ésta es una forma de evitar que la Patrulla Fronteriza detecte cargamentos de droga. Un grupo sale cada media hora para que los burreros siguiéndolos puedan ver las acciones de la Patrulla Fronteriza. Normalmente este proceso se realiza sin que los migrantes se den cuenta, se enteran cuando intentan regresar, cuando se pierden de su grupo o cuando por alguna razón se dispersan. Los que llevan productos más valiosos pueden, así, aumentar la frecuencia de los viajes exitosos hacia Estados Unidos. Un hombre llamado Marcos, originario de Michoacán, relató su experiencia con este fenómeno: después de perderse en el desierto al intentar escapar de la migra, Marcos y sus amigos intentaron regresar a México y empezar otra vez, pero para su sorpresa se toparon con un grupo de burreros cargando sacos de marihuana y otros con rifles AR–15. Uno de los narcotraficantes les dijo que tenían que seguir adelante, pues "si intentaban dar la vuelta los mataba". Tuvieron que seguir caminando otros dos días sin comida ni agua antes de que encontraran agentes de la Patrulla Fronteriza (comunicación personal, 4 de febrero de 2010).

Los reportes policíacos han indicado que los encargados del contrabando de drogas han extendido sus actividades hacia el tráfico de humanos y el secuestro (Slack y Whiteford, s.f.; White y Salas, 2009).

Existe evidencia que sugiere que la guerra contra las drogas ha tenido un serio impacto en la rentabilidad del tráfico de esta mercancía y esto ha provocado que los cárteles diversifiquen sus actividades para reponer los ingresos perdidos, incursionando en asaltos y secuestros (Stratfor, 2008). Estos sucesos también han tenido un fuerte efecto en nuestra investigación. A raíz de que algunos bajadores fueron asesinados por narcos en Nogales, Sonora, hemos visto una gran disminución de los asaltos.12 Es posible que el número de secuestros esté subiendo, sin embargo, se necesita realizar más trabajo cualitativo para poder comprobar esta afirmación.

No obstante, es importante recordar que los migrantes son vulnerables en territorio mexicano. Un tema particularmente relevante es la pérdida de la credencial de elector. Por ejemplo, el 13 por ciento de los encuestados perdieron su credencial durante el tiempo que permanecieron en custodia en Estados Unidos, mientras esperaban su deportación. La credencial de elector es el principal documento de identificación en México, sin ella, los migrantes no pueden recibir transferencias de dinero y sin éste no pueden regresar a sus casas ni comprar comida o pagar hospedaje. A pesar de que existe apoyo para los migrantes deportados hacia Nogales, Sonora, como el refugio nocturno, el comedor de beneficencia y el vale de descuento para un boleto de autobús del Grupo Beta, la mayoría de los individuos se encuentra en serio peligro debido a que están varados en una ciudad que no conocen y con poco o nada de dinero. Peor aún, la situación de esta ciudad, afectada recientemente por la visible y costosa guerra contra las drogas, aumenta el riesgo de que estén expuestos a un fuego cruzado entre policías y bandas rivales.

Como consecuencia de la vulnerabilidad que crea el proceso migratorio, es más probable que un individuo se incline a aceptar mil ochocientos dólares por cruzar el desierto con una mochila llena de marihuana a que busque otra forma de juntar mil seiscientos dólares para pagarle a su guía.13 Esta elección es el resultado de un contexto de violencia estructural, en donde, de manera novedosa, las decisiones que toman los individuos —aunque limitadas— los llevan a involucrarse con el sistema de violencia. En otras palabras, la violencia "postestructural" es la que se genera por las decisiones que toman las personas cuando deciden enfrentarse a los efectos de las fuerzas estructurales e intentan mitigar de la mejor forma su vulnerabilidad y marginación. La decisión de participar en el sistema criminal para contrarrestar el estado de vulnerabilidad en la que se encuentran los migrantes es difícil; sin embargo, los cárteles de la droga están invirtiendo muchos recursos para atraer a un mayor número de personas a que trabajen en un negocio altamente rentable, pero peligroso.

Tony Payan (2006) ha argumentado que el contrabando de drogas a pie por el desierto —lugar que identifica como un "punto no de entrada", o sea, en lugares fuera de las garitas oficiales— es un fenómeno poco común y con poca presencia; empero, nuestra investigación parece contradecir su afirmación. Es definitivamente un hecho que la mayoría de las drogas se transportan en grandes camiones y que las drogas con mayor valor económico, como la heroína y la cocaína, probablemente nunca se lleven en mochilas por el desierto, sino que son contrabandeadas en compartimentos falsos en automóviles o camiones de carga. No obstante, la historia de Alejandro nos ha demostrado que aún permanece oculta la compleja relación entre el tráfico de drogas y la migración.

La siguiente historia es un ejemplo de cómo los burreros profesionales se han organizado y la relativa facilidad con la que alguien puede ser absorbido por el tráfico de drogas.

 

La historia de José

José, un hombre de estatura baja, con la cabeza rapada y vestido con ropa holgada, es originario de Veracruz, pero desde hace tiempo ha estado viviendo en Ciudad Juárez, el epicentro de la violencia en México en años recientes. A pesar de haber migrado hace diez años para trabajar en Los Ángeles, José ha cruzado varias veces la frontera con mochilas llenas de marihuana. Su primer viaje fue a través de Magdalena, Sonora, un pueblo ubicado a 60 kilómetros al sur de la frontera.

Debido a la pesada carga: veintidós kilos repartidos entre los paquetes de marihuana y los víveres para el viaje, sólo podían caminar en pequeños tramos. José nos explicó que eran diez personas las que cargaron las drogas, además del guía y el "encargado", quien era el líder de la operación. Según comenta José, es importante que por motivos de seguridad nadie sepa el nombre de los demás. Los líderes son responsables de la seguridad del cargamento. El guía cargaba dos pistolas.

José me informó que el verdadero jefe es el encargado. Éste conoce personalmente a los dueños de la droga y si alguien pierde el cargamento, sólo él puede interceder por esa persona. Para asegurarse de que nadie huya con las drogas, el encargado es el único que tiene la autoridad de informarles a los dueños que la droga no fue robada por un cargador, sino por los de la migra, los soldados o los bajadores.

Caminaron durante tres días y noches, escondiéndose y durmiendo durante el día y viajando durante la noche. Después del primer día se desviaron de los caminos tradicionales de migrantes, adentrándose muy alto en la sierra, donde la migra se aventura en raras ocasiones. Nadie va por estos caminos porque está muy elevado y es difícil escalar. José mencionó que todos los rancheros colaboran con los traficantes de drogas. Ellos coordinan los cargamentos, les mandan señales cuando el camino está libre y les dan aventones a los burreros.

Al llegar a Tucson, Arizona, fueron llevados a la estación de camiones Tufesa y fueron enviados de vuelta a México. A José le habían prometido mil trescientos dólares por el trabajo, pero no recibió su pago. Para recuperar su dinero, José dijo que iría a buscarlos. Al final, se encogió de hombros y dijo "no me pagaron, esta vez no me pagaron".

Lo más probable es que si José reclama su dinero, estas personas le dirán que para ello tendrá que hacer otro viaje a través del desierto. Esto genera un ciclo que frecuentemente termina en la muerte o en la cárcel. Las personas que intentan cruzar la frontera han sido expuestas a una forma de violencia y a un estilo de vida criminal como resultado directo de la vulnerabilidad y marginación creadas por las políticas estadunidenses. Debido a que existe una agencia individual involucrada en la decisión de participar en la industria de la droga, es importante tomar en cuenta que esta violencia tiene una utilidad social y económica. David Riches ha discutido la necesidad que tienen los actores de legitimar la violencia en la que participan; según este autor, la forma más aceptable de hacer esto es establecer un tipo de "Tactical preemption (táctica de apropiación preventiva)" (1986: 5). Si alguien puede establecer que el acto de violencia era una manera de protegerse o prevenir una agresión futura sus acciones adquieren valor. Participar en el tráfico de drogas se propone como un ejemplo de cómo recuperar el dinero perdido en el viaje y adquirir un poco más poder y seguridad en comparación con los otros migrantes. Por otra parte, esta acción es una manera de apostar la vida cuyas consecuencias son fáciles de imaginar.

 

VIOLENCIA–CRIMINALIZACIÓN POSTESTRUCTURAL Y LAS DIMENSIONES SIMBÓLICAS

En un intento por continuar con las políticas de disuasión, la Operación Eficiencia (Streamline14) se inició en el sector de Tucson en el año fiscal 2008 como una estrategia para controlar la migración indocumentada. Desde entonces, oficiales estadunidenses seleccionan a algunos migrantes para someterlos a un procedimiento penal por entrar a territorio estadunidense de forma ilícita. En el refugio de Nogales, Sonora, realizamos dieciocho entrevistas con personas que fueron enjuiciadas penalmente.

Los juicios derivados de la llamada Operación Streamline son efectuados en tribunales federales. En Tucson, Arizona, los migrantes son puestos en grupos de alrededor de setenta personas y sometidos a juicio al mismo tiempo. Durante el proceso, los migrantes tienen que usar grilletes en los pies, manos y cintura; al término del juicio son enviados inmediatamente al centro de procesamiento donde serán deportados formalmente. Las personas que cuentan con antecedentes penales en Estados Unidos o que ya hayan sido deportados formalmente15 en ocasiones anteriores pueden ser sentenciadas a cumplir penas que van desde los treinta días hasta los veinticuatro meses en la cárcel. Quienes nunca han sido deportados con anterioridad son deportados sólo si se declaran culpables de los cargos que se les imputan. Debido a que el cargo es considerado un delito menor, los que pasan por este proceso cuentan ahora con antecedentes penales en Estados Unidos, por lo que si regresan de forma ilegal y son aprehendidos de nuevo, pueden ser sentenciados a cárcel. "¡Te mata psicológicamente!", dijo un joven desesperado por el hecho de no poder encontrar a su esposa que fue separada de él cuando las autoridades lo mandaron a la corte a él solo (comunicación personal, 4 de septiembre de 2010).

La amenaza de encarcelamiento por largo tiempo está diseñada para disuadir a los individuos de intentar cruzar la frontera de nuevo; sin embargo, lo único que consigue es aumentar la vulnerabilidad de los migrantes. Una mujer de 34 años, del estado de Durango, explicó que la prisión es un lugar violento donde el uso de drogas es sumamente común. Un día antes de salir fue testigo de cómo un hombre fue acuchillado. Un día sus hijos vinieron a visitarla, pues tenían papeles por haber nacido en Estados Unidos. Le preguntaron qué había hecho para que la tomaran presa y como no había otros cargos aparte de infracciones migratorias ella no supo qué decirles. "No soy una persona mala!, ¡no soy una madre mala! ¡Nomás necesito regresar para estar con mis hijos!", nos dijo con desesperación (comunicación personal, 4 de septiembre de 2009).

Al salir de la cárcel, las personas que han estado detenidas por un largo tiempo tienen mayor necesidad de obtener dinero, por lo que el negocio de las drogas podría parecer una solución tentadora. De esta misma forma, otra de las estrategias de disuasión y que las autoridades estadunidenses han llevado a cabo de manera explícita es separar a los grupos de personas que cruzaron juntos la frontera. La llamada repatriación lateral, que consiste en la deportación de individuos de un mismo grupo a diferentes áreas de la frontera, además de ser una forma radical de separación, profundiza la división de las redes sociales que brindan apoyo durante el cruce. El enfoque de este artículo da prioridad a los individuos precisamente porque las presiones que dividen a los grupos y que rompen las relaciones de colaboración entre migrantes son parte integral de las estrategias de disuasión, que a la postre son las que generan vulnerabilidad y marginación.

El afán de hacer pasar a los migrantes por motivos económicos como delincuentes, a pesar de que sus acciones son técnicamente ilegales, es castigarlos amparándose en una tradición migratoria que se ha efectuado por generaciones. Pretender vilipendiar a una persona cuyas acciones son parte de una tradición de larga historia es un ejemplo de lo que Bourdieu llamó "violencia simbólica" (Bourdieu y Wacquant, 1992).

La manera en la que una persona se percibe a sí misma puede verse afectada por la discriminación y la denigración; por ejemplo, un migrante que intenta ganarse la vida ahora es considerado un criminal, por lo que él puede interiorizar esa idea y percibirse a sí mismo como tal. En este tenor, Philippe Bourgois ha estudiado cómo la violencia simbólica en Harlem se articula con el aumento de la violencia cotidiana a través de la manera en la que las personas se atacan sistemáticamente entre ellas y a sí mismas al involucrarse en peleas, violencia doméstica y violaciones sexuales (2002 y 2009). En este sentido, concebirse a sí mismas como lo que los demás les dicen que son, criminales, las hace más propensas a involucrarse en actividades de este tipo.

Siempre hay fuerzas operando y creando vulnerabilidad y marginación, empero, cuando las estructuras dominantes son controladas, en este caso, por los esfuerzos estadunidenses de penalizar el proceso migratorio que una vez fue pasado por alto, las reacciones individuales ante la represión crean un tipo diferente de violencia. Ya sea que las personas decidan participar activamente o sean obligadas a involucrarse en negocios criminales como el tráfico de drogas, los motivos de esta acción pueden ser directamente rastreados en la marginación causada por la violencia estructural. No obstante, la responsabilidad de los individuos no debe ser ignorada. Debido a que la violencia puede utilizarse como una forma de adquirir poder, es importante tener presente que las personas también se pueden involucrar en actividades ilícitas como una respuesta a la falta de poder (Arendt, 1970; Riches, 1986). En el caso de la violencia postestructural, no se trata simplemente del acto de involucrarse en actividades violentas y peligrosas para hacer frente a la marginación, sino de ser directa o indirectamente subversivo ante las estructuras estatales, como las fuerzas de seguridad estadunidenses y el control fronterizo.

Además, muchas personas que han sido deportadas a México pudieron haber entrado a Estados Unidos de manera legal e incluso podrían haber contado con los papeles para su estancia legal en el país. El hecho de haberse involucrado en alguna actividad criminal o de haber cumplido una sentencia en prisión les trajo como consecuencia la revocación de su estatus legal. Estas personas después son deportadas a una ciudad fronteriza con la que no están familiarizadas, donde el tráfico de drogas y el crimen están por todas partes. En cierto sentido, esto crea una retroalimentación positiva de violencia, en donde la criminalización de los individuos incrementa su vulnerabilidad y marginación, en ocasiones orillándolos a recurrir a más violencia. No es extraño realizar entrevistas con criminales de carrera que han entrado y salido de prisiones en Estados Unidos y México. Del universo de entrevistados, dieciocho (el 25 por ciento) han pasado algún tiempo en cárceles estadunidenses.

Por otra parte, existen casos frecuentes de personas que han salido de la cárcel y luego son deportadas y que reportan haber sido puestas en libertad condicional en Estados Unidos. La libertad condicional requiere que la persona se presente cada determinado tiempo ante un funcionario; para cumplir con este requerimiento legal tendría que romper la ley y entrar al país de nuevo. Si las personas no se presentan, ya sea porque deciden no cruzar la frontera o porque fracasaron al hacerlo, entonces se levanta una orden de aprehensión, etiquetando al individuo como un criminal. A pesar de que estas prácticas podrían ser contraproducentes para las metas de seguridad de las políticas estadunidenses, esta perspectiva punitiva del delito se ha apoderado del sistema judicial en Estados Unidos. En los últimos treinta años ha habido un cambio drástico en la política judicial, que ha ido de una perspectiva orientada hacia el bienestar y la rehabilitación a una política de disuasión concentrada en el llamado "castigo merecido". Esta política puede ser apreciada no sólo en el trato a los prisioneros, sino en la forma en la que las políticas estadunidenses están intentando controlar la inmigración (Garland, 2001). Ante este escenario, las consecuencias negativas de estas políticas están siendo impuestas a una población extranjera.

Después de que México durante dos años consecutivos alcanzara cifras históricas en cuanto al número de muertes relacionadas con las drogas, sumando cerca de seis mil en 2008 y 2009 y, según la Associated Press, veintidós mil setecientas muertes desde que el presidente Felipe Calderón iniciara la guerra contra el narco (Mendoza, 2010; Poe, 2009; Stratfor, 2008), es cada vez más evidente el papel determinante que tiene el consumo de drogas en Estados Unidos.

 

CONCLUSIONES

Trasladarse a lo largo de México y cruzar la frontera de este país con Estados Unidos es una tarea sobrecogedora. Para quienes han hecho este viaje una o dos veces con anterioridad, la sorpresa de encontrarse con una frontera militarizada es impactante. El incremento en el número de agentes de la Patrulla Fronteriza en el lado estadunidense y el creciente número de militares en el lado mexicano son causa y efecto de la intensificación de la violencia en la frontera, lo que suma nuevos peligros para los migrantes. Además, el incremento de las probabilidades de ser detenidos y de no poder cruzar la frontera les impone escenarios inesperados a los migrantes con mayor experiencia, ya que no están acostumbrados a ser repatriados al área fronteriza. Es posible que los migrantes con mayor confianza en sí mismos no carguen dinero en efectivo extra o no cuenten con los datos de algún contacto para emergencias, por lo que una posible detención los pondría en una posición distinta, de desventaja.

La información recabada nos muestra cómo la población cada vez más vulnerable de migrantes se enfrenta con múltiples formas de violencia. Esta situación es particularmente difícil para las mujeres y los niños y, desafortunadamente, los programas estatales en ambos lados de la frontera están contribuyendo a empeorar unas condiciones que ya de por sí son intolerables. El hecho de que ciertas personas estén en peligro de ser asesinadas o de morir en el desierto es un claro ejemplo de que hay serios abusos a los derechos humanos, pero, son igualmente espantosos los intentos de dar un estatus de criminales a las personas que están tratando de reunirse con sus seres queridos y de alimentar a sus familias.

Sin embargo, es necesario realizar una investigación más amplia para entender este fenómeno con profundidad. El cruce de la frontera es un proceso sumamente dinámico que cambia rápidamente ante las políticas de seguridad de la frontera; es una relación en la que los contrabandistas y los representantes de la ley están cambiando al adaptarse unos a las reacciones de los otros. Este dinamismo hace que el problema, ya de por sí difícil, se vuelva todavía más complicado, no sólo porque las personas involucradas están en constante movimiento y son difíciles de localizar, sino además porque las experiencias pueden ser drásticamente diferentes de un mes a otro, lo queda como resultado una falta de estandarización y consistencia en los datos.

El concepto de violencia postestructural pone de relieve el papel que tienen ambos países al exponer a las personas a diferentes formas de peligro y al crear una dinámica en donde los individuos son colocados en conflicto directo con el Estado. Cuando Galtung introdujo el término de violencia estructural dejó la discusión abierta en cuanto a las formas en las que se relacionan la violencia personal y la estructural (1969). Tal y como otros han sugerido, la articulación de la violencia física entre los individuos se incrementa cuando la violencia estructural fuerza a las personas a abandonar sus comunidades (Bourdieu y Wacquant, 1992; Bourgois, 2002; Scheper–Hughes, 1992). La violencia postestructural encontrada en la frontera entre México y Estados Unidos intensifica los riesgos y la vulnerabilidad creados por la violencia generada por ciertos actores y fuerzas —hasta ahora poco entendidas—. Ante el desconocimiento o la falta de apoyo de los sistemas legales o de las reglas de los cárteles de las drogas y las bandas de asaltantes, los migrantes corren el riesgo de perderlo todo.

Explorar con profundidad la inseguridad, el crimen, la violencia y la migración es fundamental en la lucha por tener influencia en la reforma migratoria. Como investigadores y académicos, necesitamos producir trabajos que sean relevantes y que hagan justicia a las historias y a las personas dispuestas a compartir sus vidas con nosotros. Sobre todo, es importante dejar de ver el fenómeno del crimen como dominio exclusivo de los criminólogos y dar una nueva perspectiva al estudio de la violencia que está detrás de las opciones de los individuos involucrados. En el caso de la dinámica peligrosa y violenta del cruce de la frontera, es imperativo profundizar en el entendimiento de la pobreza y las consecuencias no previstas de las políticas de inmigración.

 

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Whiteford, Linda y Scott Whiteford, 2005 Globalization, Water and Health: Resource Management in Times of Scarcity, Santa Fe, N. M., School of American Research.         [ Links ]

 

NOTAS

1 Siempre existe el debate de cómo denominar a quienes intentan entrar en Estados Unidos para trabajar sin papeles oficiales. Por falta de una opción aceptable usamos el término indocumentados y migrantes, pero quizá simplemente los llamemos "personas" dependiendo de la situación de que se hable.

2 Éste y los nombres mencionados a continuación son todos pseudónimos.

3 La forma de este rifle se asemeja al cuerno de un chivo, de ahí este peculiar nombre.

4 Hay nueve sectores de la Patrulla Fronteriza ubicados en la frontera de México y Estados Unidos (San Diego, El Centro, Yuma, Tucson, El Paso, Del Rio, Marfa, Laredo, Rio Grande Valley, antiguamente el sector de McAllen), véase http://www.cbp.gov/xp/cgov/border_security/border_patrol/border_patrol_sectors/.

5 Las estadísticas de 2006 de la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos muestran que durante 2000 la cifra aumentó a seiscientos mil; mientras que la cifra más reciente fue de cuatrocientos cincuenta mil (2006). Sin embargo, estas estadísticas representan eventos, no personas, es decir, cada individuo puede tener más de un arresto. Otras estadísticas de la Patrulla Fronteriza informan que alrededor de cien mil personas han sido repatriadas a Nogales, Sonora, en el año de 2007.

6 Conteo de Población y Vivienda, INEGI, 2005.

7 La CNDH recolectó los relatos de 491 personas que habían sido secuestradas y abordadas por autoridades. Con base en este número se hizo un estimado del total de personas privadas de su libertad simultáneamente y luego del total de secuestros.

8 La Organización No More Deaths (No Más Muertes) reporta 238, mientras que la Secretaría de Relaciones Exteriores informa de quinientas dieciséis, véase Román, 2007.

9 Es un apodo común para los carros de la Patrulla Fronteriza. Son camiones que tienen una jaula atrás y se ve como una perrera para seres humanos.

10 Spener define a los bajadores de una manera equivocada (según el lenguaje de Sonora), los identifica con los man snatchers del programa bracero que agarraban a los trabajadores destinados a una granja y los vendían a otro empleador. Spener dice que ellos son los actuales secuestradores de Arizona (Spener, 2009: 260n9). Según nuestra experiencia esto es otra cosa. Hay gente que asalta camiones de migrantes para secuestrarlos, pero sólo hemos escuchado esta historia una vez en Phoenix. Los bajadores aquí viven en el desierto por periodos esperando que pase gente para robarles todo lo que tienen: "¡Te bajan todo!".

11 Hemos encontrado que estos términos son muchas veces intercambiables. No obstante, en el caso de que haya varias personas involucradas en el traslado de migrantes, el guía es el que los acompaña por el desierto, mientras que el coyote funge como organizador y manejador.

12 Hemos intentado investigar más sobre la relación entre los bajadores y otros actores involucrados en el sector criminal de la frontera. Sin embargo, esta tarea se ha vuelto cada vez más difícil, debido a que las denuncias de asaltos disminuyeron drásticamente durante la primavera de 2009. El 24 de abril y el 13 de mayo de 2009 se encontraron dos cuerpos sin vida en las afueras de Nogales, Sonora. Los "entamalados", como se les llamó en la prensa, habían sido estrangulados y envueltos en plástico (de ahí el nombre); pegado a los cuerpos había una nota firmada por narcos en donde amenazaban con matar a más asaltantes por su comportamiento. La primera nota decía: "esto les va a pasar a todos los que anden de bajadores, de ratas y los que apoyen con ranchos a estas personas, ya los tenemos ubicados se los va a cargar la madre" (González, 2009). Desde entonces, ha habido asesinatos similares, pero sólo en uno se dejó un narcomensaje.

13 Esta cantidad es un estimado a partir de las experiencias de tres individuos autoidentificados como burreros.

14 El término streamline se traduce como eficiencia, pero el sentido del operativo resulta ser uno de producción industrial, cuyas metas siempre incluyen introducir una manera de hacer un proceso más eficiente (to streamline). Se reproduce el mismo sentido y proceso de llevar cargos criminales a un gran número de migrantes a una manera más "eficiente."

15 Hay una diferencia legal entre una repatriación voluntaria y una deportación. La primera se permite a quienes no han incurrido en delitos graves, mientras que la deportación se aplica a quienes han cometido un delito mayor. Una propuesta de ley reciente proponía que todas las entradas indocumentadas a Estados Unidos fueran consideradas delitos; en julio de 2009 fue rechazada.

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