Introducción
Las elecciones del 1 de julio de 2018 dieron paso a un nuevo régimen en México, encabezado por Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y el Partido Movimiento Regeneración Nacional (Morena), bajo el nombre de Cuarta Transformación o 4T. Ante esta alternancia hacia un gobierno considerado de izquierda, se esperaba contar con una mejor relación entre el sistema político y el sistema mediático, así como tener un periodismo más autónomo.
En realidad, conforme pasan los años la relación prensa-poder político se tensa cada vez más, mientras algunos tildan al gobierno de “populista” (Olvera, 2020; Ruiz, 2021) y se observa una injerencia estatal en el funcionamiento mediático, adquiriendo diversos matices y adoptando múltiples formas. Lejos de las características democráticas, siguen vigentes las prácticas del sistema “semiautoritario” (Hallin, 2000, p. 35) del Partido Revolucionario Institucional (PRI), que gobernó durante más de 70 años (1929-2000) y volvió al poder de 2012 a 2018, como son las actividades clientelares y la repartición de ingresos por publicidad oficial de manera poco transparente (González, 2013a; Hughes, 2006).
Peor aún, incluso se notan tintes más radicales en esta intervención estatal, donde destacan los señalamientos constantes que desde Presidencia se realizan hacia medios de comunicación y periodistas críticos (Alonso, 2022; Animal Político, 2022).
En este sentido, la propuesta parte de la pregunta ¿de qué manera los periodistas que ejercen en la Ciudad de México perciben la intervención estatal en los medios de comunicación y en su trabajo diario? Para responder, se retoma un anclaje fundamentado en el prisma analítico de los Sistemas de Medios (Hallin y Mancini, 2004, 2007), específicamente en la dimensión intervención del Estado. Esto se complementa con 42 entrevistas a profundidad con periodistas de perfiles diversos, al considerar que esta injerencia no sólo recae en aquellos que cubren la fuente política; además, se enmarca en el contexto de la Ciudad de México debido a la centralización mediática e institucional que posee.
El aporte de esta propuesta recae en tres niveles. El primero es abonar empíricamente a la amplia literatura sobre los Sistemas de Medios, además de hacerlo en el contexto latinoamericano que suele entrar en conflicto con los postulados de esta corriente (Echeverría et al, 2022). El segundo es hacer una aproximación desde la percepción de los periodistas en su cotidiano, no sólo durante un periodo electoral, y considerando a profesionales que cubren temáticas lejanas a la política para mostrar que no son extrañas al rol del Estado. Y, finalmente, el tercero consiste en indicar que lejos de un cambio democrático, en realidad se nota una radicalización en la intervención estatal que llega incluso a la agresión continúa desde la más alta cúpula gubernamental, bajo un régimen que apenas comienza a estudiarse académicamente (véase Ruiz, 2021; Nieto, 2023) y bajo un contexto donde el ejercicio periodístico es de alto riesgo (González et al, 2021).
Para desarrollar el artículo, se comienza por una breve aproximación al marco analítico. Posteriormente, se liga con el contexto mexicano y se presenta la metodología. Después, se abordan los hallazgos y las conclusiones.
Marco analítico
En Four Theories of the Press: The authoritarian, libertarian, social responsibility, and Soviet communist concepts of what the press should be and do, Siebert, Peterson y Schramm (1963) sentaron las bases para el estudio de los sistemas de medios, al vincular a la prensa con las “estructuras” (p. 1) bajo las que se desenvuelve y notando la incidencia que los regímenes políticos tienen en ella. Aunque el contexto del libro podría parecernos lejano, continúa formando parte de las reflexiones actuales (Vaca-Baqueiro, 2018) y ha servido de punto de partida para investigaciones posteriores, como Comparing Media System. Three models of media and politics de Hallin y Mancini (2004).
Por medio de un estudio comparado en 18 países, los autores se centran en la relación entre “los sistemas de medios y los sistemas políticos” y en el “análisis del periodismo y de los medios” (Hallin y Mancini, 2004, p. I). Para dar cuenta de los vínculos entre estos sistemas, los autores parten de cuatro dimensiones base: el desarrollo del mercado de medios, que considera el consumo de medios, la circulación, el tipo de periodismo que se ejerce y la industria publicitaria; el paralelismo político, que incluye las relaciones entre los medios y diferentes actores políticos y que puede dar lugar a una prensa de partido o vista como herramienta ideológica; la profesionalización del ejercicio periodístico, considerando los cánones aceptados por el gremio, el grado de autonomía y el apego a rutinas, y, finalmente, el grado de intervención del Estado, que retoma el nivel de involucramiento del gobierno en la comunicación masiva, las legislaciones, su rol como anunciante y fuente primaria.
De acuerdo con los autores, la interrelación entre estas dimensiones da lugar a tres modelos que consideran la práctica, regulación e interacción de los medios con el sistema político: el liberal, integrado por Reino Unido, Estados Unidos, Canadá e Irlanda, que cuentan con un limitado paralelismo político, una prensa mayormente comercial, amplia profesionalización y baja intervención estatal; el modelo democrático corporativista, conformado por Austria, Bélgica, Dinamarca, Finlandia, Alemania, Holanda, Noruega, Suecia y Suiza, caracterizado por un alto tiraje de periódicos, coexistencia de medios comerciales e independientes, alto nivel de profesionalización y un papel activo del Estado, pero que se encuentra legalmente limitado, y el modelo pluralista polarizado, al que se suman Grecia, Francia, Italia, Portugal y España, con medios enfocados a las élites políticas, un periodismo de opinión por encima del informativo, alto pluralismo político, así como un nivel bajo de profesionalización y alta intervención gubernamental en los medios.
Ante la imposibilidad de realizar un estudio de tal envergadura como el de Hallin y Mancini, esta investigación solamente se centra en la dimensión intervención del Estado al sostener que, retomando a los autores, permite observar cómo “el Estado juega un rol significativo en la configuración del sistema de medios en cualquier sociedad”, teniendo una “enorme influencia en la agenda y en el encuadre de los asuntos públicos” (2004, p. 41), aunque con diferentes matices y alcances, “uno no puede entender los medios de comunicación sin entender la naturaleza del estado” (2004, p. 21). Bajo estas precisiones y considerando que para los autores estas dimensiones pueden verse de manera singular, se estima que con la elegida es posible conocer la manera en que el gobierno incide en los medios y en el trabajo periodístico en el contexto mexicano actual, cuyas manifestaciones son bastante visibles a nivel público diariamente y analizables de manera empírica.
Partir de esta dimensión lleva a tomar en cuenta que el gobierno se erige como una de las fuentes por excelencia para el periodismo y la relación entre ambas partes es de suma importancia (Gans, 2016), por lo que hablar de un nexo tenso entre los periodistas y la 4T hace reflexionar sobre la manera en que esto se refleja en las noticias que se producen día con día. Y es que las presiones e injerencias al trabajo periodístico son tan variadas, que terminan por repercutir en la agenda mediática (Hadland, 2015).
Además, también puede suscitarse un “intercambio de lealtad” (Voltmer, 2006 p. 7) entre los medios y los grupos en el poder, ya sea partidos, políticos o gobernantes, pues sin estas relaciones, o sin los recursos de la publicidad oficial, el periodismo crítico puede verse afectado. Este tipo de coberturas a modo rompe con la idea de que quienes ejercen el periodismo deben ser “libres” y tener una “mirada crítica” (Espino, 2016, p. 92) e interfiere con los preceptos de la profesión como, por ejemplo, la autonomía (Davis, 2009).
A pesar de la pertinencia de este enfoque para observar la relación -y algunas de sus aristas- entre Estado, medios y periodistas, es necesario acotar que los fundamentos de los Sistemas de Medios cuentan con diversas críticas y limitaciones que deben sopesarse al emplearlos, especialmente en otros contextos lejos de los occidentales (Echeverría et al, 2022).
Durante casi 20 años, los postulados de Hallin y Mancini (2004) han sido criticados por su visión macro y global, que suele dejar de lado el nivel micro de análisis, es decir, la interacción entre la prensa y los políticos. Además, los autores ven a los sistemas como entidades homogéneas, dejando de lado las diferencias internas. También se ha cuestionado la “rigidez” (Vaca-Baqueiro, 2022) de estos postulados e incluso los propios autores reconocen que sus modelos no empatan en todos los casos y mucho menos ante las singularidades contextuales (Hallin y Mancini, 2010).
Aunque podemos hallar algunas similitudes (Hallin et al, 2023), es imposible ver como iguales o bajo las mismas características a los sistemas de medios latinoamericanos y europeos (Campos, 2009). Por ello, hay que alejarse de las ideas imperantes basadas en la mirada occidental (De Alburquerque, 2013; Strömbäck y Nord, 2006) y considerar las particularidades que posee cada lugar en que se suscitan dichas relaciones (Pfetsch, 2004).
Pese a las limitaciones, se trata de un marco analítico útil para analizar esos vínculos. Como Hallin y Mancini mencionan, sus postulados pueden emplearse en otros países bajo una “adaptación considerable” (2004, p. 6). Al respecto, se sostiene que una de las mejores formas es partiendo de las características del entorno en el que se realiza el estudio.
Aspectos contextuales
Al tratar de trasladar y usar los fundamentos de los Sistemas de Medios en América Latina, encontramos diferentes debates. Hallin y Mancini han catalogado como una “tipología híbrida” (2007, p. 91) la existente en la región, al contar con características del modelo pluralista polarizado y del modelo liberal, mientras que Guerrero y Márquez (2014) dan cuenta de la existencia de un modelo “liberal capturado”, bajo el cual son claros los vínculos entre las élites en el poder y los medios para conformar importantes corporaciones.
Aunque continúa la discusión sobre qué tipo de modelo engloba a la región, en la literatura académica se ubican algunos puntos en común como son la “pobre gobernabilidad” del Estado (Segura y Waisbord, 2016, p. 27), que se sustenta en gobiernos considerados como democráticos, pero que reflejan aspectos autoritarios (González et al, 2021) y que parecen perpetuar el clientelismo (Gómez, 2020).
En el caso de México, Salazar Rebolledo indica que nos ubicamos en una “democracia inacabada” (2022, p. 15), por lo que estamos bajo un “régimen híbrido”, donde se observan destellos democráticos, pero también características autocráticas. A la par, es posible ubicar subsistemas y características regionales (González y Echeverría, 2018; González et al, 2021), así como locales que dificultan una categorización general.
Desde la mirada democrática, el papel de los medios y el ejercicio periodístico se suele ver -o se espera sea así- como vigilante, de denuncia, crítico, etc. En tanto, los regímenes autocráticos se vinculan con la intervención, la manipulación y hasta la violencia hacia los medios y periodistas. Bajo esta hibridación, entonces se esperaría encontrar matices de ambos.
Por otro lado, existe abundante literatura académica sobre la relación entre el sistema político y el sistema de medios en México. Aunque no necesariamente partan del mismo marco analítico elegido para este artículo, arrojan valiosa información sobre la manera en que dicho vínculo se ha desarrollado bajo diferencias subnacionales en las que destacan la violencia, el autoritarismo, la cooptación, el impacto en la producción de noticias, la relaciones prensa-poder bajo el mandato de determinados partidos políticos o en estados específicos, afectaciones a la autonomía periodística, la dependencia mediática a los recursos obtenidos por medio de la publicidad oficial, el clientelismo e instrumentalización de los medios (Del Palacio, 2015; Espino, 2016; González, 2013a y 2013b; Hernández-Ramírez, 2016; Lemini, 2018; Merchant-Ley, 2017; Maldonado, 2018a y 2018b; Orozco, 2010; Rodelo, 2009; Salazar, 2018). Sin embargo, también se menciona la manera en que el periodismo crítico continúa encontrando espacios (Salazar, 2022).
Específicamente en torno al gobierno actual, se ha analizado la forma en que ciertos medios se han transformado en “contrapesos al poder político” ante la reducción de recursos oficiales (Nieto, 2023, p. 100) y también el vínculo entre Andrés Manuel López Obrador y la prensa en sus primeros años de gobierno, bajo un esquema de “populismo mediático” (Ruiz, 2021).
En sintonía con lo último, algunos autores describen al gobierno actual como un “ropaje populista-personalista”, donde es común “la reconstrucción del presidencialismo absoluto” (Olvera, 2020, p. 316-317). Este esquema provoca una “lógica de amigo-enemigo” (Ruiz, 2021, p. 25), donde quienes se manifiestan en contra de la Cuarta Transformación o la cuestionan, tienden a ser criticados desde el gobierno y adjetivados de diversas formas, llevando a “la cooptación de la opinión pública mediante la desacreditación de los periodistas y medios de comunicación” (Romeu, 2022, p. 82).
Esta situación no es algo nuevo. Se ha documentado la manera en que algunos gobernantes latinoamericanos realizan acusaciones contra los medios de comunicación, afirmando que construyen realidades alternas, supuestamente guiados por sus propios intereses y lejos de la objetividad que deberían perseguir (Bizberge y Goldstein, 2014), lo que complejiza aún más el vínculo entre ambos actores y puede poner en vilo la libertad de expresión (Green y Seligman, 2019).
Aunado a lo anterior, el partido político que enarbola la presidencia domina el mapa gubernamental de México con una clara diferenciación entre este régimen y la oposición. Durante las elecciones de 2024, Morena y los partidos con los que formó coalición, del Trabajo (PT) y Verde Ecologista de México (PVEM), resultaron vencedores en las urnas, logrando la continuidad a la 4T con Claudia Sheinbaum resultando presidenta electa y logrando mayoría calificada en el Congreso. Además, este partido suma más de 20 gobernadores a lo largo del país (hay 32 estados), incluyendo la Ciudad de México, donde 11 de las 16 alcaldías también son morenistas. Hablamos entonces de una representación mayoritaria bajo un esquema gubernamental que se réplica en los distintos niveles (nacional, estatal y local), unificándose y haciendo eco de las acciones y discurso presidencial.
Igualmente, no hay que pasar por alto el contexto de violencia en el país contra del gremio periodístico, una situación que también incide en el trabajo de estos profesionales (Gómez, 2020). En lo que concierne a la Ciudad de México, es el lugar con mayor número de agresiones a la prensa (Cullell, 2022). Aunque se le ha visto como un supuesto lugar seguro -además de tener concentración mediática y de oportunidades laborales-, la realidad es que hay registro de múltiples amenazas contra periodistas (Pérez, 2022).
La investigación retoma esto en aras de ir más allá de las limitaciones en la propuesta de Sistemas de Medios, partiendo sí de la dimensión intervención del Estado, pero considerando ampliamente las características contextuales con la finalidad de no recaer en cuestiones normativas (Vaca-Baqueiro, 2022) y abonar a la literatura previa a partir de una metodología cualitativa.
Metodología
Esta investigación se basa en una metodología de corte cualitativo, por medio de la cual se realizaron entrevistas a profundidad en el segundo semestre de 2020. La muestra, que comprende a 42 periodistas (26 hombres y 16 mujeres), se seleccionó a partir de los siguientes criterios: estos profesionales debían encontrarse en activo, ejercer en la Ciudad de México principalmente, contar con al menos cinco años de experiencia, elaborar de manera frecuente productos periodísticos y que, al menos, el 50% de sus ingresos provinieran de este trabajo (Worlds of Journalism, 2012).
Llegar a tal número de entrevistados se logró gracias al uso de la técnica de bola de nieve, que permitió que los periodistas nos vincularan con sus colegas. Además, la fuente y tipo de medio no fueron considerados criterios de exclusión, de tal manera que la muestra cuenta con profesionales que laboran en sitios web, impresos, radio y televisión, y que cubren temáticas variadas como cultura, salud, narcotráfico, deportes e información miscelánea.
Se optó por este enfoque cualitativo al considerar que era la forma idónea para tener una aproximación con los periodistas y conocer de primera mano sus percepciones sobre la intervención del Estado en los medios, así como en su trabajo diario. Además, las entrevistas en profundidad se erigen como la mejor opción para ahondar en las respuestas y experiencias (Seidman, 2006) de estos profesionales, sin restricciones que otras metodologías ofrecen.
En cuanto a las preguntas base que guiaron las entrevistas, se contó con las siguientes:
¿El nuevo régimen político ha incidido de alguna manera en su trabajo periodístico? ¿De qué forma?
¿El nuevo régimen político ha incidido de alguna manera en el medio para el que trabaja? ¿De qué forma?
¿Cómo cree que ha cambiado el ejercicio periodístico bajo este nuevo régimen político?
Para mantener la confidencialidad de los entrevistados y en estricto apego a las consideraciones éticas de la investigación académica, no se presenta el nombre de los periodistas. Esto responde a dos cuestiones: la primera es que los informantes solicitaron salvaguardar sus datos en aras de evitar conflictos en sus sitios de trabajo e inclusive con actores políticos; la segunda es que, al tratarse de un contexto de gran riesgo para los periodistas, resulta necesario proteger su identidad a través del anonimato. Por ello, en las próximas páginas solamente se les identificará por medio de una letra (E) y un número.
Hallazgos
Como se observó en el subapartado contextual, la intervención del Estado en el sistema de medios mexicano cuenta con distintas variaciones. Para abonar a esta literatura existente, se explora la manera en que los periodistas que ejercen en la Ciudad de México perciben dicha injerencia bajo el régimen político encabezado por la Cuarta Transformación y el presidente Andrés Manuel López Obrador, con amplia representación en los tres niveles de gobierno: federal, estatal y local.
Para los entrevistados, “en cada régimen político la relación con los medios y con la prensa se desarrolla de manera que incide en el trabajo de los periodistas” (E31) y esta injerencia puede darse “tanto federal como estatal, teniendo mucho modo de afectar en lo que se publica o no en ciertos medios” (E24).
Al respecto y tomando en cuenta los postulados de Hallin y Mancini (2004), los datos obtenidos se dividen en los siguientes rubros: los vínculos desiguales que el Estado tiene con los medios, llevando a favorecer a algunos; el ser la fuente por excelencia (a nivel institucional, por medio de ciertos actores, etc.), pero sin que esto facilite un acercamiento y también ante la dificultad de acceder a diversa información difundida desde las más altas cúpulas gubernamentales; la dependencia a la publicidad oficial que lleva a medios y a periodistas a caer en coberturas favorables con la finalidad de no perder estos recursos; la manera en que el presidente determina la agenda diaria por medio de ciertos actos comunicacionales, además de intentos de censura al trabajo periodístico que cuestiona y, finalmente, una crítica severa al quehacer de estos profesionales.
A continuación, se presentan estos hallazgos vinculados con aspectos contextuales, surgidos desde el periodismo, y que permiten crear un panorama más amplio sobre la manera en que se da la intervención estatal en el contexto actual.
Vínculos desiguales con los medios
Sin importar el tipo de régimen político y el contexto, siempre existe una relación entre el Estado y los medios. Este vínculo puede adquirir diversas características dependiendo si estamos ante un modelo liberal o un entorno autoritario, pero siempre afectando al trabajo periodístico.
En el contexto mexicano contemporáneo, desde el discurso gubernamental se afirma que las relaciones y “negocios” entre estos actores llegaron a su fin con la 4T (Ballesteros, 2020). Sin embargo, al interior del campo los periodistas han documentado la manera en que se favorece a ciertos medios (Martínez, 2020), se promueve la creación de portales favorables al régimen (Loret de Mola, 2020), se descalifican las coberturas en contra (Turati y Garza, 2019) y hasta se “premian” ciertas líneas editoriales (Ruiz, 2021).
Para los entrevistados, esto queda claro en algunos medios que ahora gozan de mejores condiciones gracias a su relación con el gobierno, sustentada en una “cuatitud” o amistad” (E35). Esto se traduce en dos vías: mayores recursos para ejercer la profesión y limitaciones a la libertad al momento de elegir qué temas cubrir, como menciona E15, quien trabaja en radio: “Por lo que yo noté, había más recursos para viajar, para coberturas, para salarios y en las utilidades se reflejaba”, situación que también tuvo eco en el periódico para el que labora E24: “Hubo un cambio notorio. Mayores recursos y nos determinó para mal porque ahora digamos que debemos cuidar mucho un tema, por ejemplo, el tren maya”.
Si bien la relación de “la política siempre ha ido de la mano con los medios” (E3), en este caso es evidente que continúan teniendo lugar prácticas que otrora realizaban gobiernos considerados autoritarios y que benefician a algunos, como explica el E26: “hay prácticas del poder que son muy claras de que hay una predilección por ciertos medios”.
Esto va en contra del discurso del gobierno donde se habla de la erradicación de vínculos cuestionables. En la práctica y al interior de los medios siguen teniendo lugar y esto también incide en el acceso a la información y a las fuentes para poder realizar el trabajo periodístico.
Dificultades en el acceso a la información y fuentes complicadas
A nivel federal y estatal también se ha documentado desde el campo periodístico un incremento en las barreras para acceder a información por medio de solicitudes de transparencia (González, 2023), falta de respuestas a las mismas (De la Rosa, 2021), opacidad (Unidad de Investigación Aplicada, 2023) y decretos para blindar datos de interés público (Guillén, 2023).
La evidencia empírica de esta investigación se suma a lo anterior y permite agregar que, después de la transición de 2018, se suscitaron cambios en materia de comunicación social, mermando el acceso a data diversa y haciendo notable que “no ha habido transparencia, la apertura de información no se ha visto” (E30), mientras que “los tres poderes tienen obligación de dar cierta información, pero sigue siendo una pelea de todos los días conseguirla” (E20).
O sea, antes por los recursos que se asignaban, había como cierto convenio, otra facilidad de la información, bajada con mayor facilidad. También hablando sobre los recortes que hicieron en este sexenio para la comunicación oficial, pues la información que sale del oficialismo hacia los medios es y ha sido de manera muy hostil. (E41)
A esto se suma la complejidad para acceder a ciertos actores políticos. Como es sabido, las fuentes gubernamentales suelen ser las buscadas por los periodistas para obtener y verificar información; sin embargo, el llegar a ellas puede derivar en diversos obstáculos. Por ejemplo, E12, quien cubre deportes, narró su experiencia a nivel institucional, situación que fue replicada por otros periodistas:
Sí he puesto un poquito más de trabajo con las fuentes. Llegó Ana [Gabriela] Guevara, a la Conade [Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte] pues todos esperábamos que fuera otra cosa. Decías fue deportista, aquí podríamos hacer muchas cosas, pero no, con Ana la información está súper cerrada. Es muy difícil. A Conade no puedes entrar si no hay una conferencia de prensa o si no tienes algo pactado. Ahora sí cuesta más trabajo.
A nivel más local (alcaldías y dependencias en ellas), no se vislumbra un panorama distinto, toda vez que algunos actores políticos no sólo deciden a quién y de qué manera otorgar la información. También porque los entrevistados mencionan casos de seguimiento y hostigamiento debido a las fuentes que cubren.
Es un giro muy grande que realmente cambió el paradigma al que estábamos acostumbrados los periodistas. Digo, está padre, por ejemplo, en mi caso que este funcionario revise cada paso, cada cosa que publico porque eso perfecciona mi trabajo, pero alguien con otra visión diría: “¡estoy hasta la madre que este wey esté todo el tiempo chingado!” (sic), porque antes de la 4T ni te decían nada, estaban acostumbrados a la crítica (…) Lo tengo pisándome todo el tiempo, molestando, no aguanta. (E19)
Como puede notarse, la crítica no es bien recibida en este régimen político, pero sí las coberturas a modo. Éstas son en gran medida resultado de un modelo de negocio que se basa en la dependencia a la publicidad oficial.
Dependencia que orilla a coberturas favorables
La dependencia mediática a los ingresos por publicidad oficial tiene una larga historia en México. Ante la falta de otros modelos de negocio, este aspecto se rige como una de las formas que inclusive permiten a diversos medios subsistir (González, 2013b), pero que también llevan a tácticas clientelares (Salazar, 2020).
Con tan sólo unos meses en el poder, en abril de 2019 el gobierno de López Obrador presentó su política de comunicación, donde se planeaba una disminución del 50% en el gasto por dicho concepto (Ortega, 2019). Dos años más tarde, esa reducción era un hecho; sin embargo, la asignación de los recursos se guiaba bajo un esquema “discrecional” (Reyes, 2021), donde se favoreció especialmente a las dos principales televisoras del país (Televisa y TV Azteca) y a un periódico considerado de izquierda (La Jornada), pero que en los últimos años ha tenido una tendencia hacia coberturas favorables pro 4T.
Y es que la falta de claridad en la distribución de estos recursos gubernamentales provoca que los medios se guíen bajo dos aspectos. El primero es el de la incertidumbre sobre la recepción o no de tales ingresos, lo que puede provocar “una oleada de recortes” (E31). El segundo es el de gozar de este beneficio, pero verlo como una moneda de cambio que obliga a realizar coberturas a modo o favorables para no perderlo, pues “se ve muy clara la influencia de la publicidad del gobierno y también de los contratos que los medios tienen con el gobierno, que determinan quién es mucho menos libre” (E10).
Sinceramente, las veces que me tocó fue que desde un principio te lo tratan de dejar en claro [no hablar mal del presidente], para que no lo hagas (…) Era como de: “dijo esto, pero no, vamos a tratar lo otro”. Pero, no sé, quizá fue un becario, entonces hay que quitarlo luego, luego, y ya quedó como de no lo vuelvas a hacer. (E16)
Lejos de los tintes de un gobierno democrático, con una mayor autonomía, esta dependencia y coberturas limitan la libertad tanto de los medios como de los periodistas, como menciona el E3: “Cuando un medio depende de la venta de la información política o cuando depende mucho de los ingresos de la política, tu escenario de temas se va limitando por esos intereses”.
Ligado a lo anterior, este régimen político se ha caracterizado desde sus inicios por determinar la agenda mediática diaria y criticar las posturas periodísticas que cuestionan sus actividades gubernamentales. De nueva cuenta buscando coberturas favorables que pueden dificultar hacer periodismo de investigación y hasta se cae en intentos de censura.
Buscar determinar la agenda e intentos de censura
Desde su llegada al poder, López Obrador estableció un nuevo modelo comunicacional a través de conferencias matutinas de lunes a viernes, conocidas como “Las Mañaneras”. Aunque se les presentó como un ejercicio de rendición de cuentas y para informar a la ciudadanía, en realidad son utilizadas para imponer la agenda diaria, promover sus ideas políticas y arremeter contra quienes considera “opositores”, incluyendo a medios y periodistas, especialmente por medio de una sección llamada “¿Quién es quién en las mentiras?”, donde se busca exhibir fake news y exageraciones contra el gobierno (Arista, 2022).
Además, otro de los aspectos que se critica de estos eventos es la presencia de “periodistas a modo” (Infobae, 2019), principalmente youtubers e influencers que usan el espacio para alabar al Estado y cualquier acción gubernamental a nivel federal o estatal, pasando del rol de periodista al de comentarista (Hallin y Mancini, 2004). Esta situación provoca encono al interior del gremio y también salió a relucir en las entrevistas, donde se cuestiona que estos personajes “son los que siempre tienen el protagonismo ahí y hablan con desprecio del periodismo riguroso” (E34).
“La Mañanera” es retomada por todos los medios, en diferentes secciones e incluso también tiene eco internacional. Se trata pues de un evento “que todo mundo pone” (E7) y del que se alimenta la agenda diaria. Esto, ligado a la dependencia hacia la publicidad oficial, desencadena coberturas dedicadas a los temas que presenta el gobierno, se favorece el trabajo a modo, se cae hasta en la “censura de si no me apoyas, pues no te apoyo y demás con la 4T” (E22) y en complicaciones para “publicar algunas cosas, porque hay como personajes que a los editores no les gusta llevar” (E20).
Esta situación ocurre en los diferentes niveles de gobierno y ha ocasionado que los periodistas vean mermado su trabajo de investigación, mientras que se enfrentan a problemáticas al momento de tratar de difundir su trabajo. Y es que ante la incertidumbre en torno a los recursos que se reciben del Estado y la agenda que siguen fielmente algunos medios para no quedarse sin ellos, los periodistas dicen hallarse bajo un contexto por demás complejo.
Estamos atravesando tiempos oscuros, realmente hay un retroceso. Publiqué sobre [un empresario cercano al gobierno actual]1 y muchos medios nos cerraron la puerta o nos dijeron “no, no puedo porque se pueden enojar con nosotros”. Veo un cerco informativo más que un acontecimiento informativo. Se ve un total miedo de publicar cosas… Nos están callando. (E25)
Pese a estas circunstancias, el periodismo que cuestiona continúa encontrando salidas. Sin embargo, más allá del impacto social que pueda tener este tipo de trabajo, exacerba la postura del presidente en torno a los periodistas y medios que cuestionan, llegando a una crítica cada vez más radical.
Crítica severa al trabajo periodístico
Durante el periodo en que se realizaron las entrevistas, el presidente López Obrador aseguró que no existía censura ni persecución contra ningún periodista, destacando el respeto y tolerancia hacia estos profesionales (Ballesteros, 2020). Sin embargo, en una constante sin precedentes en el país, prácticamente cada día emplea el espacio de su conferencia matutina para exhibir y criticar a periodistas y medios que considera “conservadores” por cuestionar a la Cuarta Transformación en cualquier nivel o hasta los ha acusado de estar en contra del cambio sociopolítico que encabeza (Carrillo, 2022).
Esta situación ha llevado a que los propios periodistas y diversas organizaciones pidan al presidente terminar con esta práctica (Expansión, 2022; Vázquez, 2020). A pesar de las solicitudes, la situación no ha cambiado, causando gran preocupación ante el entorno de violencia que rodea al gremio: suman 47 periodistas asesinados en lo que va de esta administración (hasta agosto de 2024), en la que se han registrado ataques a la prensa en “un nivel sin precedentes”, según Artículo XIX (Herrera, 2023).
Tal aspecto no es ajeno a los entrevistados, quienes se dicen molestos (E18) ante esta crítica recurrente en su contra y preocupados al considerar que en algún momento podrían ser violentados físicamente (E2). Además, en un consenso entre ellos, consideran que en el gobierno actual existe una mayor intolerancia y cuestionamiento a su trabajo, a diferencia de administraciones pasadas que fueron tildadas como autoritarias, como explica el E40: “Hay mucha más exigencia, mucho más crítica. Yo lo definiría como intolerancia: el ser bueno o ser malo se está volviendo como que una rayita muy delicada. Cometer un error es mortal”.
La 4T tiene un problema muy grande para la crítica, desde AMLO hasta casi todos sus funcionarios. Uno también pensaba que [Enrique] Peña Nieto lo tenía, pero realmente resultó que no tanto. Realmente no toleran ni el más mínimo de crítica, o sea ellos piensan, porque así lo ha dicho AMLO, que el periodismo está hecho para hablar bien de la Cuarta Transformación cuando históricamente en ningún lado es así, en ningún lado el periodismo está para hablar bien de ellos. (E19)
Los periodistas creen que se encuentran en medio de una dualidad donde sólo quienes hacen coberturas favorables son bien vistos por el gobierno, caso contrario de quienes siguen una línea crítica. En ese sentido, el E5 indicó: “El poder político es el que manda y están los que se alinean y los que no”.
Comentarios finales
La evidencia empírica aquí presentada da cuenta de la manera en que los periodistas perciben la intervención estatal en su trabajo diario y en los medios de comunicación. Los hallazgos permiten sostener que, contrario a lo que se esperaría tras un relevo considerado democrático, se continúa en la línea de acciones que llevan muchos años desarrollándose (ejemplo, dependencia por medio de la publicidad oficial), incidiendo en el quehacer periodístico y afectando la autonomía.
Además, se argumenta que esta intervención estatal se fundamenta en el populismo a partir de una dualidad que parece versar en un discurso de “estás conmigo o en mi contra”, una visión que, como menciona Ruiz Galicia (2021, p. 25) es de “amigo-enemigo”. Así, aquellos medios y periodistas que cuestionan el quehacer de la 4T, sus instituciones y funcionarios, reciben las críticas más severas, se les acusa de estar en contra de un cambio sociopolítico impulsado tras la transición de 2018 y se les desacredita constantemente (Romeu, 2022).
Esto a todas luces resulta preocupante tanto para el gremio como para la sociedad en general, especialmente al ubicarse en el entorno subnacional con mayores agresiones a la prensa y en un contexto nacional donde ejercer el periodismo se ha convertido en una actividad de gran riesgo. Aunque parezca un tema con amplios abordajes en la literatura académica, no deja de ser relevante para la libre expresión y el ejercicio de la profesión.
Además, porque se sostiene que es clara una radicalización en el discurso contra la prensa. Si bien se siguen ejecutando acciones propias de los gobiernos priistas pasados, considerados autoritarios o semiautoritarios, es bajo este régimen donde el rol estatal tiene tintes que parecían inimaginables y que van desde señalamientos en las conferencias matutinas, hasta coberturas a modo bajo un esquema de impartición de recursos a modo, fuentes que complican el trabajo de los periodistas, la búsqueda por determinar la agenda y relaciones desiguales entre el régimen político y los medios de comunicación, favoreciendo a quienes se alinean más a los intereses de la 4T. En este sentido, la dimensión analizada parece rozar en diversos puntos con el paralelismo político, recordando que pueden interrelacionarse (Hallin y Mancini, 2004); sin embargo, en vez de ahondar en ello, sólo se abre la puerta para futuros análisis que busquen retomar este aspecto.
Asimismo, el discurso y crítica que surge desde la presidencia, se réplica en el gobierno estatal de la Ciudad de México y también a nivel local con instituciones, funcionarios y algunos alcaldes, al unificarse bajo el mismo partido y movimiento político. Es decir, los periodistas no tienen demasiada pluralidad en cuanto al actuar de dichos actores y enfrentan en todos niveles escenarios similares.
Sin embargo, en sintonía con Salazar Rebolledo (2022), es posible indicar que, pese al complejo escenario y a la intervención estatal más radicalizada, los periodistas siguen encontrando espacios. Si bien los entrevistados mencionaron su percepción sobre la injerencia estatal, también narraron las peripecias que han tenido que sortear para difundir sus trabajos de más largo aliento, datos que, debido a su relevancia y longitud, servirán para un artículo posterior.
Por otro lado, tratando de seguir las ideas de Vaca-Baqueiro (2018), si bien esta propuesta parte de los postulados de Hallin y Mancini (2004, 2007, 2016) no los toma en un sentido normativo, sino por medio de rubros surgidos desde el interés por conocer la manera en que los periodistas que ejercen en la Ciudad de México perciben la intervención estatal y no trata de empatar esto con las ideas de los autores, sino que hace hincapié en este contexto específico.
Así, se abona a la literatura que sigue creciendo desde la obra de los autores de 2004, presenta evidencia empírica en un contexto latinoamericano y da cuenta de la pertinencia de seguir usando las dimensiones de Hallin y Mancini para observar las relaciones que se entretejen entre los sistemas políticos y los sistemas de medios, bajo los regímenes políticos actuales, mostrando la relevancia de debatir en torno a cuestiones sobre democracia y ejercicio periodístico.
Esta propuesta no sólo pretende resaltar la relevancia de seguir empleando este prisma analítico, también la necesidad de preguntarnos cómo es posible hablar de transición democrática cuando los periodistas deben someterse a la dependencia, intentos de censura y realización de coberturas a modo, en un contexto de suma inseguridad y violencia. Hay pues una contradicción al respecto y la invitación a ampliar el debate con estudios cuantitativos y cualitativos en otros contextos estatales, locales y/o a nivel nacional tanto en México como en otros países, para así mantener alimentada una discusión que es sumamente necesaria ante los cambios políticos y sociales que experimenta el mundo actual.