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Migraciones internacionales

versión On-line ISSN 2594-0279versión impresa ISSN 1665-8906

Migr. Inter vol.15  Tijuana ene./dic. 2024  Epub 27-Ene-2025

https://doi.org/10.33679/rmi.v1i1.2892 

Articles

Violencia interterritorial contra mujeres inmigrantes (VIMI): trayectorias migratorias de mujeres latinoamericanas habitando el norte chileno

Yasna Contreras Gatica1 

Beatriz Seguel Calderón2 

1Universidad de Chile, Chile, ycontrerasg@uchilefau.cl

2Universidad de Chile, Chile, beatriz.seguel@gmail.com


Resumen

Se plantea el término violencia interterritorial contra mujeres inmigrantes (VIMI) como una lectura espacial del continuum de violencias sufrido por mujeres migrantes de la región latinoamericana y del Caribe en su viaje y estadía en Chile. Adoptando el término teórico-metodológico de trayectorias migratorias, se analizan testimonios de 30 participantes para indagar la construcción espacio-temporal de su movilidad, alimentada por relatos biográficos. La VIMI refleja su tránsito por regiones con expresiones de violencia que traspasan el territorio de nacimiento, tránsito, espera y permanencia, además de toda frontera político-administrativa. Esta lectura interterritorial de la violencia expone cómo la condición compuesta de mujer-migrante en los territorios habitados determina un posicionamiento particular frente a espacios altamente masculinizados. Concluimos que la VIMI es un aporte a la construcción de políticas migratorias regionales que reconozcan estas violencias y permitan una institucionalidad migrante femenina que apele a la construcción de territorios seguros.

Palabras clave: 1. violencia de género; 2. violación a derechos humanos; 3. política migratoria; 4. vulnerabilidad; 5. Chile.

Abstract

The term interterritorial violence against immigrant women (IVIW) is proposed as a spatial reading of the continuum of violence suffered by migrant women from the Latin American and Caribbean region in their journey and stay in Chile. Adopting the theoretical-methodological term of migratory trajectories, testimonies of 30 migrant women are analyzed, investigating the spatio-temporal construction of their mobility, nourished by biographical narratives. IVIW reflects its transit through regions with expressions of violence that go beyond the territory of birth, transit, waiting, permanence, as well as any political-administrative border. This inter-territorial reading of violence exposes how the composite condition of migrant-woman in inhabited territories determines a particular positioning in relation to highly masculinized spaces. It is concluded that IVIW is a contribution to the construction of regional migration policies that recognize this violence and allow a female migrant institutionality that appeals to the construction of safe territories.

Keywords: 1. gender-based violence; 2. human rights violation; 3. migration policy; 4. vulnerability; 5. Chile.

Introducción1

Una mujer migrante camina por las calles junto a sus hijos en búsqueda de alquiler. Hace algunas horas había agendado la visita a una vivienda. Sin embargo, al llegar al lugar, después de que la arrendadora -una mujer chilena- viera el color de su piel, le dijo: “¡Yo no le arriendo a colombianos, yo no le arriendo a negros!” (mujer migrante, oriunda de Colombia, residente en la ciudad de Iquique, comunicación personal, 6 de abril de 2017).

Otra mujer migrante se encuentra en su lugar de trabajo cuando se entera sobre los rumores difundidos por una colega: “¡Le dijo a todos que nosotras, las morenas, teníamos el sida!” (mujer migrante, oriunda de Colombia, residente en la ciudad de Antofagasta, comunicación personal, 7 de abril de 2017). Mientras tanto, otra mujer migrante sube al transporte público para dirigirse a su hogar. Cuando intenta pagar su boleto, el chofer le dice inesperadamente: “¿Usted para qué se sube aquí?, ¿no ve que todos acá somos chilenos?, ¿ustedes que vienen acá a robarle el trabajo a uno?” (mujer migrante, oriunda del sur colombiano, residente en la ciudad de Antofagasta, comunicación personal, 13 de octubre de 2018).

Estas tres situaciones son relatadas por mujeres que actualmente residen en ciudades del norte chileno, lo que evidencia al menos dos conceptos relacionales: procesos de racialización y violencia. Ambos se materializan desde el momento en que se vincula a mujeres migrantes con estereotipos, y se complementa con actos verbales agresivos hacia ellas para fijar “con la mayor precisión posible los límites dentro de los cuales pueden circular” (Mbembe, 2016, p. 80). En este contexto, se comprende la violencia como práctica social y espacial (Tyner, 2012) que afecta a las mujeres migrantes en sus esferas privadas, públicas y, por ende, involucra también espacios productivos y reproductivos.

En Chile, el aumento de población migrante desde mitades de la década de 1990 ha generado discursos y prácticas cotidianas racistas y violentas, donde las mujeres son las principales afectadas (Tijoux, 2014). Diversas publicaciones (Echeverri, 2016; Fernández, 2019; Liberona y López, 2018; Pavez-Soto, 2016; Stang y Stefoni, 2016) han dado cuenta de formas de violencia que experimentan mujeres migrantes, lo que contribuye a develar experiencias, escenarios y actores involucrados en diversos tipos de agresiones. Si bien, la violencia no tendría una geografía exclusiva (Contreras, 2019), las agresiones relatadas se enmarcan en una etapa migratoria específica: cuando se arriba a Chile y cuando se vuelven conscientes de todas las violencias sufridas en ruta. Frente a ello, el artículo cuestiona: ¿cómo se superponen territorialidades que evidencian múltiples violencias padecidas por mujeres migrantes? ¿Qué ocurre en las diversas fases migratorias y territorios transitados o de permanencia?

A partir de estas cuestiones, el artículo explora, desde el concepto de trayectorias migratorias, el tipo de violencias que afectan a mujeres migrantes residentes en el norte chileno. Dicho concepto es una herramienta teórico-metodológica que indaga la experiencia espacial de las personas, y la cruza con otras dimensiones internas y externas de los territorios habitados, transitados y/o de permanencia (Sassone, 2018). También comprende, desde sus biografías, todos los eventos y la secuencia de factores que explican la movilidad en relación con la migración, indistintamente de la fase migratoria. Desde esta lectura territorial, es posible entender que los episodios de violencia hacia mujeres sobrepasarían lo ocurrido en los países de llegada, pues también ocurrirían en lugares de origen, permanencia y tránsito (Stephen, 2017; Vogt, 2013).

Referir a la condición de mujer, mujer migrante y/o mujer racializada en Latinoamérica exige contemplarla como una de las regiones más peligrosas del mundo para ser mujer. A su vez, es una región donde los grupos vulnerables en términos sociales, raciales y étnicos se ven especialmente afectados (CEPAL, 2007; Essayag, 2018). Aquí, predomina una cultura patriarcal, donde el vínculo entre violencia y género es indisoluble, además de enraizarse en cualquier territorio público y/o privado (Segato, 2016). Así, las diversas formas de violencia superan los espacios privados y se despliegan especialmente en lo público a través de distintas acciones que hacen saber cuándo una mujer se encuentra fuera de lugar (Domosh y Seager, 2001; Massey, 1994; Rose, 1993). Conjuntamente, el ser mujer y mujer migrante las convierte en sujetas inmersas en amplias cadenas de impunidad (CEPAL, 2007).

Dicho lo anterior, la discusión se posiciona desde la geografía feminista, pues explora la opresión de género a nivel espacial (Nelson y Seager, 2005) e indaga en todas las estrategias y redes a las cuales accede una mujer migrante, considerando su interseccionalidad en tanto son madres, hijas y amigas, entre otros múltiples roles. Esta lectura también adopta un subenfoque de género, ya que la experiencia de las mujeres migrantes identifica la existencia de geografías desiguales de la movilidad (Silvey, 2005) en relación con hombres migrantes. Con lo anterior no se evade el sufrimiento de hombres y disidencias sexuales migrantes, pero se advierte lo particular de la migración femenina en una región compleja en términos de violencia.

Advertir la violencia hacia mujeres en la región latinoamericana es clave para comprender sus experiencias y el contexto donde ocurren las trayectorias migratorias. Se propone así, el término violencia interterritorial contra mujeres inmigrantes (VIMI) para sintetizar la manifestación espacial de las violencias experimentadas al migrar, donde las agresiones persisten al sobrepasar fronteras político-administrativas nacionales, regionales y/o locales (Vanier, 2005). Si bien, la violencia ha sido ampliamente debatida en el norte global, en Chile existe un menor número de investigaciones que analiza la violencia como factor determinante de trayectorias migratorias con enfoque feminista.

Posicionadas desde la geografía feminista, se analizan las trayectorias migratorias de 30 mujeres migrantes de la región, entrevistadas en el norte de Chile. Ellas provienen de diversos territorios urbanos y rurales, en específico, del sur colombiano (Cauca y Chocó); de diversas localidades de República Dominicana y Haití; de zonas rurales y transfronterizas entre Chile-Perú y Bolivia, y menores casos de Cuba, Ecuador y Perú. Todas las entrevistadas habitan en la actualidad en ciudades minero extractivas y terciarias del norte del país, específicamente en las ciudades intermedias y menores de Iquique, Alto Hospicio, Antofagasta y Calama. Sus relatos fueron obtenidos entre los años 2017 y 2023, en reiteradas entrevistas y recorridos comentados. Las entrevistas en profundidad se enmarcan dentro de dos proyectos de investigación que también estudian las trayectorias migratorias de hombres. Sin embargo, se seleccionó a 30 mujeres -en especial, migrantes afrodescendientes- de un universo de 120 entrevistadas/os, dado que ellas identifican las violencias como factores explicativos de sus trayectorias migratorias y advierten la ausencia de una institucionalidad que las proteja dentro de la región.

La discusión se plantea en cuatro apartados. Primero, se presenta una discusión teórica que concatena trayectorias migratorias con situaciones de violencia hacia mujeres migrantes, además de profundizar en la noción del continuum de violencia. Segundo, se detalla la metodología empleada y el perfil de las entrevistadas. Tercero, se exponen los resultados de investigación, examinando los testimonios de las entrevistadas y su vínculo con el marco teórico presentado, culminando en la presentación de la violencia interterritorial migrante como término resultante de la discusión. Finalmente, el cuarto apartado muestra las conclusiones, desafíos y oportunidades de utilizar el enfoque de trayectorias migratorias desde una mirada territorial para la construcción de políticas que garanticen territorios femeninos seguros al migrar.

Trayectorias migratorias y violencia hacia mujeres

Comprendido como un concepto polisémico, la trayectoria refiere a movimientos y/o desplazamientos continuos o discontinuos que involucran momentos de espera, tránsito y/o permanencia, y que son construidos o resultantes de múltiples decisiones individuales y/o colectivas. La trayectoria apela al movimiento de un objeto/sujeto desde un punto de partida hasta otro de destino (Fournier y Saint-Jacques, 2014). Sin embargo, desde las ciencias sociales, alude a la movilidad social de las personas y a la secuencia de posiciones sociales que puede ocupar en su vida (Authier et al., 2010; Jolivet, 2007). El uso conjunto de ambas nociones tiene un amplio potencial para estudiar procesos migratorios, incluyendo proyectos, motivaciones, itinerarios y estrategias de movilidad diversa (Schapendonk y Steel, 2014; Velasco y Gianturco, 2012).

En ello, ha sido común la concepción cartesiana de las trayectorias migratorias analizadas inicialmente como desplazamientos lineales o preestablecidos entre dos lugares, también denominados puntos de partida/origen y término/destino (Mainwaring y Brigden, 2016). Lo anterior asume que las personas emprenden un viaje con destinos claros, bajo un supuesto trayecto exitoso e irreversible. Dicha lectura ha sido ampliamente cuestionada dada su lógica estado-nacionalista (Wimmer y Glick Schiller, 2002) y binaria, que no recoge la complejidad de las trayectorias y simplifica los procesos migratorios (Contreras, 2019; Guilbert, 2005).

Asumir que las y los migrantes tienen un destino predefinido es desconocer la complejidad de su trayectoria como movimiento sociopolítico, pues ésta se ve modificada por circunstancias familiares, personales, restricciones de acceso y/o salida de territorios, entre otras múltiples causas. Esa mirada también desconoce la perspectiva de género en relación con las trayectorias migratorias, ya que no da lo mismo ser mujer migrante, mujer migrante afrodescendiente o mujer migrante madre, entre otras dimensiones interseccionales, en la forma de comprender tales trayectorias.

La discusión acoge el concepto trayectoria migratoria dada la espacialidad y temporalidad que esta impone conceptualmente, en tanto estructura un itinerario o recorrido (Authier et al., 2010). Al cargarse de complejidad, la trayectoria incorpora o debiese ser leída como desplazamiento en múltiples escalas y direcciones, pues opera como nodo de corto, mediano y/o largo plazo (Contreras, 2019; Guilbert, 2005; Schapendonk, 2012). La trayectoria se configura también como un lente metodológico para analizar las decisiones detrás de cada movimiento e, incluso, para identificar tácticas y estrategias que se despliegan especialmente en el cruce de fronteras. Las trayectorias permiten analizar los motivos y razones de los traslados, originados desde la confluencia entre el contexto y la disponibilidad de recursos económicos, materiales y/o sociales.

Desde la crisis migratoria, las restricciones impuestas durante la pandemia de COVID-19 y los respectivos cambios a la feminización de las migraciones exigen cuestionar el concepto sociedad de destino. Familias o personas que han migrado dentro de la región no necesariamente habitan el lugar que soñaban o que necesitaban. Varias familias y/o mujeres han permanecido en espacios que no fueron proyectados, pero que exigieron el asentamiento y el reacomodo. Por ende, la trayectoria y el sentido de los movimientos estarán determinados por la presencia de oportunidades, facilitadores o barreras a la migración que obligan a tomar decisiones no planificadas (Duvivier, 2010; Seguel, 2021), especialmente cuando eres mujer. Por ello, indagar en por qué se atraviesa, transita, espera o permanece en un territorio da cuenta de la dimensión socio-territorial y de género de la migración, y cuestiona el sentido del destino y la linealidad de una trayectoria y proyecto migratorio.

Las trayectorias migratorias exponen así, que las personas migrantes no realizan movimientos exactamente estructurados, ni sus historias migratorias están necesariamente asociadas a la secuencia racional y consecutiva de viajar, entrar y asentarse en un nuevo lugar. Más bien, cada nodo que articula la ruta responde a una estrategia, una negociación, un arbitraje entre múltiples factores a lo largo del proceso migratorio (Contreras, 2019), lo que incluye composiciones familiares; existencia de movilidad de cuidado; condiciones de vida en términos laborales y habitacionales; restricciones de acceso y conectividad que provee un territorio; exigencias de diversas políticas migratorias nacionales y/o regionales que criminalizan y/o promueven la movilidad, además del racismo, que tienen claros enfoques de género (Cruz, 2020; Guizardi et al., 2020; Stang y Stefoni, 2022).

Debido a la complejidad de las dimensiones abarcadas, los aportes de Rivera (2012) y Sassone (2018) son fundamentales, en tanto reconocen la trayectoria migratoria como herramienta teórico-metodológica que valora la experiencia territorial, reconociendo sus propios relatos en vez de imponer una lectura distante. Así, considerando los amplios patrones de desplazamientos y/o permanencias presentes en un relato biográfico, los cuales a primera vista pueden ser ilegibles, es habitual definir tres momentos para analizar las trayectorias migratorias: 1) etapa premigratoria, ocurrida generalmente en espacios de origen y/o nacimiento; 2) viaje, es decir, movimientos entre territorios, y 3) arribo, referido al espacio actual donde se encuentra la persona (Linares, 2016; Schapendonk y Steel, 2014). En la práctica, todas las etapas involucran diversos tipos de desplazamientos, tales como salidas, llegadas, permanencias, tránsitos, esperas y/o retornos, lo que cuestiona la linealidad entre el viaje y el arribo.

Continuum de violencias en las trayectorias migratorias de mujeres

Existen publicaciones que emplean conjuntamente los conceptos trayectoria migratoria y violencia para exponer casos donde esta última se presenta en ciertas regiones (Contreras, 2019; Lorenz y Etzold, 2022; Ryburn, 2022; Vogt, 2018) o afecta a un grupo particular (Alessi et al., 2021; Ariza, 2000; Guizardi et al., 2020; Le Bars, 2018; Stephen, 2017). Estas investigaciones develan relatos de agresiones y/o ataques ocurridos en espacios de viaje, especialmente para mujeres migrantes.

Otros artículos proveen una lectura transversal entre lugares de origen, tránsito y/o actual residencia o permanencia. Es decir, se recurre al continuum de violencias para explicar su manifestación en trayectorias y experiencias de migrantes en múltiples territorios. Así, el continuum es comprendido como “la conexión entre tipos y ocasiones de violencia, donde una pareciera fluir a la siguiente” (Cockburn, 2004, p. 43). Refiere, además, a situaciones donde las víctimas ven afectada su integridad por agresiones físicas, sexuales, psicológicas y/o materiales, presentadas con diversa intensidad en un patrón que no cesa (Collins, 2009; Scheper-Hughes y Bourgois, 2003).

Se podrían asignar importantes implicancias territoriales al continuum de violencia, en tanto se observa en múltiples escalas y escenarios. Tyner (2012) sostiene que es clave “reconocer que la violencia no sólo ocurre en un lugar específico, sino que posteriormente la violencia se hace parte del territorio” (p. 168) o construye territorios de violencia. Con esto, los espacios reconocidos públicamente por eventos violentos adquieren una connotación insegura que detona un constante estado de alerta y temor, donde en cualquier momento y lugar es posible convertirse en víctima o testigo de violencia (Collins, 2009; Valentine, 1989).

Ahora bien, dentro del continuum de violencia es posible identificar roles contrapuestos: quien ejerce la violencia y quien sufre sus consecuencias (Kelly, 2012), lo cual apelaría directamente al vínculo de distintos sujetos con el territorio donde ocurre la violencia. Geógrafas como Valentine (1989), Pain (1991) y Koskela (1999), hace un par de décadas teorizaban sobre cómo el miedo y la percepción de riesgo en ciertos espacios se agudizaba en mujeres de diversas edades. Este miedo habitualmente se asigna a la violencia ejercida por hombres, en espacios y tiempos específicos a fin de reprimir identidades y/o rasgos contrarios a la hegemonía que caracteriza al patriarcado (Segato, 2016; Tyner, 2012).

En este contexto se identifica a mujeres migrantes como principales víctimas de violencia, independientemente de su condición migratoria. Menjívar y Walsh (2019) sostienen que “los caminos de las mujeres hacia la migración son comúnmente parte de un continuum de violencia en sus vidas” (p. 45), donde habitualmente se les discrimina, ignora y/o subordina en diferentes aspectos de su existencia, lo que afecta su libertad, dignidad, seguridad, intimidad e integridad física y/o psicológica (Sagot, 2008). En consecuencia, sus experiencias pueden imbricar violencia intrafamiliar o doméstica (Raj y Silverman, 2002), sexual (Ravelo, 2017), laboral (Silvey, 2004), así como ser víctimas de tráfico/trata de personas (Liberona et al., 2021) y/o negligencia por parte de instituciones gubernamentales (Contreras, 2019; Le Bars, 2018; Stephen, 2017).

En relación con las trayectorias migratorias, se plantea que la violencia viaja con las mujeres al migrar (Preston y Wong, 2019). No obstante, esto no involucraría un análisis de la dimensión espacial anteriormente indicada, o de cómo los territorios donde ellas se asientan afecta en el origen cualquier tipo de movimiento. Considerando que existen episodios de violencia vividos en espacios de nacimiento u origen, que cruzan fronteras, y que también se observan durante el desplazamiento y/o permanencia, se propone el concepto de violencia interterritorial contra mujeres migrantes (VIMI), en el que se profundizará en los próximos apartados.

Metodología

Las trayectorias migratorias componen una herramienta teórico-metodológica que sistematiza desplazamientos, esperas y/o permanencias ocurridas durante la vida de una persona (Rivera, 2012; Sassone, 2018). Por ello, su reconstrucción, interpretación y esquematización exige recurrir al enfoque biográfico, en tanto otorga voz a quien protagoniza cada trayectoria, además de permitir y comprender relatos complejos según la importancia que les asigne cada mujer (Velasco y Gianturco, 2012).

La discusión planteada se construye sobre el testimonio de 30 mujeres de un universo de 120 entrevistadas/os, cuya aplicación se realizó entre los años 2017 y 2023, bajo proyectos de investigación de la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo de Chile: FONDECYT Regular 123116 y 1171722. El perfil de las entrevistadas se resume en el cuadro 1. La selección exclusiva de mujeres migrantes se sustenta en el enfoque de las geografías feministas y su subenfoque del género como diferencia, pero también resulta de la exacerbación de los relatos de mujeres migrantes afrodescendientes, quienes insistieron en que nacen y habitan territorios de violencia, indistintamente de su condición social o profesional, y del nivel de redes sociales/familiares con las que ellas se movilizan.

Cuadro 1 Perfil de las mujeres inmigrantes entrevistadas  

Tiempo de estadía en Chile N° entrevista Nivel educacional Ocupación Situación de maternidad Origen Residencia actual
Más de 10 años 4 Estudios técnicos (2); Sin estudios declarados (2) Trabajo en sector formal (1); Sin empleo (2); Dirigente comunitaria (1) Madre (4) Perú (2); Colombia (2) Iquique (2); Antofagasta (2)
Entre 6 y 10 años 12 Estudios universitarios (2); Sin estudios (1); Sin estudios declarados (9) Trabajo en sector formal (3); Trabajo en sector informal (4); Dirigenta comunitaria (3); Sin información (2) Madre (11); Sin hijos (1) Colombia (8); Bolivia (2); Perú (1); Ecuador (1) Iquique (3); Alto Hospicio (2); Antofagasta (5); Calama (2)
Entre uno y cinco años 10 Estudios universitarios (1); Estudios técnicos (3); Sin estudios declarados (6) Trabajo en sector formal (5); Trabajo en sector informal (2); Sin empleo (2); Dirigenta comunitaria (1) Madre (7); Sin hijos (3) Colombia (5); República Dominicana (2); Ecuador (1); Haití (1); Venezuela (1) Iquique (4); Alto Hospicio (2); Antofagasta (4)
Menos de 1 año 4 Estudios universitarios (4) Trabajo en sector informal (1); Sin empleo (3) Madre (3); Sin hijos (1) Cuba (1); Haití (1); Venezuela (2) Iquique (3); Antofagasta (1)
Total 30 entrevistadas

Fuente: Elaboración propia a partir de entrevistas ANID Fondecyt Regular 1171722; Fondecyt Regular 1231116.

Las entrevistas incorporaron preguntas semiestructuradas para reconocer los factores que explican la salida de un territorio y las estrategias que movilizan a las mujeres migrantes residentes en el norte chileno. Además, se indagó en las barreras, facilitadores y actores significativos en su trayectoria migratoria. Lo anterior permitió identificar y espacializar cómo diversas violencias influyeron en su salida, ingreso y despliegue por distintos territorios. Para graficar la territorialidad de la violencia, fueron seleccionados algunos relatos que evidenciaban la superposición y el continuum de violencias. El resultado fue la construcción de cartografías y esquemas para posicionar, en tiempo y espacio, episodios de violencia en la trayectoria migratoria. Con ello, se diferenciaron experiencias según espacios de origen, tránsito y actual residencia.2 Los diversos tipos de violencia presentes en cada lugar consideraron la identificación de la etapa del ciclo de vida de las mujeres migrantes. Finalmente, con todos los antecedentes obtenidos se elaboraron cartografías de las trayectorias migratorias, por medio de la territorialización de desplazamientos, permanencias y violencias.

Las mujeres entrevistadas viven en cuatro ciudades del norte chileno (Antofagasta, Calama, Iquique y Alto Hospicio, ver mapa 1A y 1B), donde el continuum de violencias se identifica con la misma intensidad. Por ende, no se establecen diferencias entre los cuatro territorios en cuanto a la violencia, pero sí se reconoce el valor histórico de dichas ciudades en tanto atractoras de migrantes internos e inmigrantes. Las cuatro están insertas en macroregiones altamente minero productivas, con ciclos de auge y declive que explican en parte la alta movilidad, basada en imaginarios de prosperidad económica y progreso tanto social como habitacional. En términos residenciales, las entrevistadas habitan en asentamientos informales, viviendas y/o habitaciones subalquiladas en barrios centrales, mientras que dos mujeres de origen venezolano, que ingresaron durante la crisis pandémica, se encontraban en situación de calle al momento de ser entrevistadas.

Fuente: Elaboración propia a partir de imágenes de Google Earth.

Mapas 1A y 1B Espacios de origen y actual residencia de entrevistadas 

Resultados

Los testimonios analizados permiten observar cómo la violencia se presenta y replica en trayectorias migratorias femeninas. Se comprueba que ella tiene implicancias territoriales, en tanto las agresiones presentes en los relatos ocurren indistintamente en espacios públicos y/o privados, fronteras administrativas, espacios urbanos, rurales y/o en su hinterland, lo que transforma lugares conocidos en territorios hostiles y de incertidumbre (Cruz, 2020). Lo anterior otorga mayor complejidad a la lectura territorial de la movilidad migratoria femenina y sus trayectorias, especialmente cuando se es mujer afro, cuando se tienen hijos/as, o cuando se desea que el lugar de tránsito y/o permanencia permita la reunificación familiar.

Lo anterior se ejemplifica por medio de dos trayectorias migratorias esquematizadas en las figuras 1 y 2, que resumen las biografías de una mujer dominicana y otra colombiana, respectivamente. En ambos casos, se presentan situaciones experimentadas en el tiempo por dos mujeres migrantes, las cuales están dominadas por el continuo de violencias. Las dos entrevistadas sostienen que el racismo y el maltrato que sufren desde pequeñas configuraron catalizadores para emigrar cuando alcanzaron la mayoría de edad. Ambas dan cuenta de que el continuum de vejaciones no se compone por un solo tipo de violencia recurrente durante su vida, sino que incluye diferentes tipos, según transitan territorios distintos. Muchas de esas violencias resultaban desconocidas para ellas, o bien, las habían padecido en cada nodo que configuró su trayectoria.

Además, desde el relato de las dos mujeres representadas, se evidencia que en cada localidad y espacio de tránsito y/o permanencia es común la presencia de perpetradores que las perciben como sujetas a violentar, dada su supuesta condición de mujeres vulnerables y los estereotipos que pesan sobre ellas en tanto mujeres negras, asimiladas a múltiples problemas.

Fuente: Elaboración propia a partir de entrevistas ANID Fondecyt Regular 123116; Fondecyt Regular 1171722.

Figura 1 Experiencias de violencia en la trayectoria de mujer dominicana 

Fuente: Elaboración propia a partir de entrevistas ANID Fondecyt Regular 123116; Fondecyt Regular 1171722

Figura 2 Experiencias de violencia en la trayectoria de mujer colombiana 

Tanto los relatos como las figuras 1 y 2 advierten que la experiencia de violencia no detiene el avance de las trayectorias migratorias de las dos mujeres entrevistadas. Para ellas, migrar fue un acto de emancipación frente a la histórica violencia intrafamiliar y la racialización. Sus experiencias tienden a ejemplificar las vejaciones que padecen las 30 entrevistadas, quienes claman por institucionalidades alternativas que las protejan tempranamente. De forma general, en el relato de todas las participantes se identifican al menos tres etapas que reflejan parte del continuum territorial de la violencia, todas etapas dinámicas y no necesariamente lineales: 1) eventos en los espacios de origen como determinantes de la salida; 2) acontecimientos en los sitios de tránsito y/o viaje, y 3) imprevistos en el lugar de actual residencia.

En los siguientes apartados se discute la espacialidad y temporalidad de las diversas experiencias de violencia reconocidas a través de las trayectorias migratorias.

Etapa 1. Violencia en espacios de origen

Al seguir de forma diacrónica los eventos ocurridos durante la infancia y juventud de las entrevistadas -etapas que mayoritariamente vivieron en sus espacios de origen-, resulta clave observar cómo cambia la escala de violencia en cada territorio habitado. Las mujeres relatan eventos ocurridos en sus viviendas, especialmente violencia intrafamiliar tanto hacia ellas como hacia sus madres. La mayoría son experimentadas cuando habitan territorios rurales, donde la posibilidad de denunciar resulta más compleja respecto a espacios urbanos. El contexto donde ellas nacen está cargado de otras violencias: movilidad por despojo de tierras, extracción agrícola, conflicto armado, muerte de familiares, racismo, entre otras muchas cuestiones que vuelven su salida un acto emancipatorio que las configura como sujetas multimóviles frente al despojo y al dolor.

Mi mamá tuvo problemas con mi padrastro porque era celoso, me buscaba a mí para matarme, porque yo le parecía mucho a ella y él quería acabar con la vida mía (mujer migrante, oriunda de Colombia, residente en la ciudad de Iquique, comunicación personal, 5 de abril de 2017).

En Tacna, ahí comencé a trabajar como profesora, siempre teniendo mi dinero y a pesar de eso, siempre violentada, mi esposo era violento y alcohólico, no trabajaba nada, yo traía la plata, pero él mandaba en la casa (mujer migrante, oriunda de Perú, residente en la ciudad de Antofagasta, comunicación personal, 9 de septiembre de 2017).

Con él duré diez años (…) me empezó a marcar mucho los tiempos, que no saliera, que si iba arreglada que le dijera la dirección de la casa, entonces eso empezó a absorberme (…) De verdad que me vine escapando (mujer migrante, oriunda de Colombia, residente en la ciudad de Calama, comunicación personal, 24 de octubre de 2019).

Los relatos anteriores advierten la profunda estructura patriarcal en que habitan las entrevistadas, así como las restricciones de movilidad que viven. El primer punto requiere una lectura más compleja, ya que se superpone al racismo que históricamente han padecido, especialmente las migrantes afrodescendientes, violencia muchas veces consentida por sus propios familiares, además de la falta de acceso a canales de denuncia, ya sea por miedo, lejanía o desconocimiento. Si bien el patriarcado afecta a la mayoría de las mujeres de la región, se vuelve central en el relato de las entrevistadas, dado que afecta y explica la migración.

Otro caso de violencia en la esfera privada sucede en aquellos momentos donde las mujeres manifiestan ser racializadas. Esto ocurrió con una entrevistada de origen dominicano, quien vivió la intersección del racismo, clasismo y violencia doméstica:

Me casé nada más (…) nunca fui feliz porque el papá nunca estuvo de acuerdo, la diferencia de apellidos, el racismo. Yo no calificaba, había reuniones familiares en las que yo no podía participar, tenía que quedarme y así, el divorcio vino (…) por la diferencia de moneda, de la economía. Familia muy pobre, familia adinerada, ¿me entiendes? Entonces como que se veía... fui discriminada, parece que el destino me ha marcado de esa forma (mujer migrante, oriunda de República Dominicana, residente en la ciudad de Iquique, comunicación personal, 3 de abril de 2017).

La entrevistada anterior es una mujer afrodescendiente del noroeste de República Dominicana, mientras que su esposo era un hombre blanco oriundo de ciudades del sur. Su relato encarna posiblemente varias de las manifestaciones cotidianas del racismo al interior del país, en tanto existe un contexto territorial y racial complejo, dada la proximidad y conflictos con la nación vecina de Haití (González, 2021). Por otro lado, esta situación también es experimentada por mujeres afrocolombianas, quienes sufren discriminación y racismo al interior de sus viviendas y otros espacios cotidianos, situación recurrente en localidades rurales, donde son relegadas a la esfera privada y a tareas de cuidados (Palacios, 2019).

En segundo lugar, la apertura paulatina de las violencias hacia la esfera y/o espacio público se observa principalmente en relatos de mujeres oriundas del sur colombiano, cuyas experiencias se vinculan directamente al conflicto armado y la condición históricamente racista de estos territorios (Restrepo y Rojas, 2004). En sus testimonios se evidencia cómo los diversos actores de este conflicto bélico ingresan física y/o simbólicamente a las residencias de las entrevistadas, lo que da cuenta de cómo la violencia pública también se vuelve privada.

Una vez llegaron a la casa los paramilitares, llegaron a tocar la puerta duro, duro, duro y a mí me tocó esconderme bajo de la cama, mi mamá me dijo “escóndase, escóndase”. Abrió la puerta y ellos iban a entrar como si la casa fuera de ellos. Entonces mi mamá les dijo “a ver, ¿para dónde van?”, les impidió el paso. Entonces le dijo “usted no nos hable así, señorita, que nosotros somos los paramilitares” (mujer migrante, oriunda del sur colombiano, residente en la ciudad de Antofagasta, comunicación personal, 13 de octubre de 2018).

Mi tío es pastor, yo me fui a vivir con él. Él estaba construyendo la iglesia y entonces en el mismo barrio recibimos una amenaza que si él iba a seguir construyendo que le iban a poner una bomba o iban a secuestrar a alguno de la familia. Eso lo recibió un viernes por la noche cuando todos estábamos durmiendo, metieron ese papel debajo de la puerta (mujer migrante, oriunda del sur colombiano, residente en la ciudad de Alto Hospicio, comunicación personal, 10 de abril de 2017).

La violencia del conflicto armado colombiano (Marciales, 2015; Restrepo y Rojas, 2004) ha afectado principalmente a una población civil que, en ninguna circunstancia, podría prevenir el nivel de agresiones descritas por las participantes. Muchas de las entrevistadas afrocolombianas que han enfrentado violencia en sus territorios de origen o quienes incluso han perdido gran parte de su familia han solicitado asilo y/o refugio en Chile. No obstante, la entrega de tal condición ha sido ampliamente cuestionada, ya sea en el total asignado anualmente como en las exigencias que se hacen a las solicitantes. Del conjunto de entrevistadas, solo dos de ellas tienen la condición de refugio. El único apoyo que reciben es control policial. En los casos de mujeres refugiadas en Chile, se ha identificado que el Estado chileno no proporciona ayuda sicológica ni económica, lo que las vuelve más vulnerables cuando son madres jefas de hogar.

Etapa 2. Violencia en espacios de tránsito y/o viaje

Para las entrevistadas, su viaje hacia Chile estuvo cargado de angustia y preocupación, pues transitaron por rutas y localidades desconocidas, además de encontrarse permanentemente en espacios públicos donde desconocían cualquier tipo de código territorial. Entre los testimonios se identifican dos situaciones predominantes y fuertemente articuladas: 1) violencias vinculadas al tráfico de personas y 2) violencia institucional.

Como primera situación predominante, gran parte de las participantes declara haber accedido voluntaria o involuntariamente a servicios de traficantes de personas, ya que no tenían otra opción para cruzar las diversas fronteras de la región latinoamericana y del Caribe. Aquello las posiciona como sujetas vulnerables a cualquier tipo de agresión, negligencia y/o consecuencia legal. Dos mujeres relatan complejas situaciones derivadas del tráfico de migrantes ejercido por diversos actores:

Salí con 3 000 dólares de Cuba y me quedé 50 días en Guyana porque me robaron la plata. Ahí me recogió una cubana… fue bien horrible, me quitó el pasaporte (…) Y ahí mi esposo vino a rescatarme… Cuando llega me devuelven el pasaporte, y le dice que hay que darle como 7 000 dólares o si no me iba a meter presa (mujer migrante, oriunda de Cuba, residente en la ciudad de Iquique, comunicación personal, 3 de octubre de 2017).

Alguien me motivó, pero yo no sabía que era un engaño. Ese alguien nos dejó botados en Ecuador con toda la plata que nos cogió (…) Me quedé ocho meses en Ecuador, junté 1 200 dólares. Pagamos todos esa plata y demoramos como trece días para llegar a Chile, es como un tour que lo preparan con un grupo. Pasa que yo no conocía a las demás. ¡Una se murió del frío! La altura que viene de Colchane, uno metido por los montes para que la policía no lo vean a uno y dejando la ropa botada. Así llegamos (mujer migrante, oriunda de República Dominicana, residente en la ciudad de Iquique, comunicación personal, 3 de abril de 2017).

La segunda situación predominante corresponde a situaciones de violencia institucional que viven las entrevistadas en territorios de tránsito o espera. Paradójicamente, ninguna institución fronteriza se responsabiliza de tal violencia, y mucho menos debate cómo asesorar jurídicamente a las víctimas cuando las situaciones son ampliamente conocidas por los gobiernos centrales, regionales o locales. La violencia emerge del relato de las mujeres entrevistadas, incluyendo experiencias de racismo y discrecionalidad ocurridas principalmente en las fronteras chileno-peruana y chileno-boliviana, complejos fronterizos y sus alrededores.

Aproximadamente desde la década de 2000, en Chile se debate cómo las restricciones administrativas, los tipos de visados, y la negación de refugio y asilo están mediadas por acciones abusivas, discriminatorias y racistas (Liberona y López, 2018). Parte de las entrevistadas vieron negada su entrada legal a Chile, lo que respondió directamente a la discrecionalidad de los funcionarios públicos. Parte de esto se basa en prejuicios y estereotipos sobre la sexualidad, rasgos físicos y el origen de las mujeres racializadas (Echeverri, 2016).

Cuando me presenté en la frontera, pues no me dejaron pasar. Me dijeron que no, que no me iban a dejar pasar. Ese día nos presentamos como tres o cuatro personas más y ya, pero cuando a uno lo rebotan, el oficial le retira a uno los pasaportes (mujer migrante, oriunda de Colombia, residente en la ciudad de Iquique, comunicación personal, 6 de abril de 2017).

En Tacna, no sé si era racismo, pero veían un negro y decían "colombiano, afuera". Los hacían hacer una fila, apartados. Así fueran acorbatados, blancos, eran colombianos, y los hacía para el lado la PDI. Dos veces me revocaron en Tacna (mujer migrante, oriunda de Colombia, residente en la ciudad de Antofagasta, comunicación personal, 10 de octubre de 2018).

No nos dejaban pasar, nos pidieron la solvencia económica, la traíamos todo, pero aun así la PDI no nos dejó pasar, sin ninguna razón (mujer migrante, oriunda de Colombia, residente en la ciudad de Antofagasta, comunicación personal, 11 de abril de 2019).

Todas las entrevistadas ingresaron a Chile antes de la crisis sociopolítica de 2019 y la siguiente crisis pandémica de 2020, período donde las fronteras terrestres fueron cerradas u operaron con altas restricciones (Stefoni y Contreras, 2022). Aquello lleva a considerar el incremento de violencia hacia las numerosas mujeres, jóvenes y niñas migrantes que se vieron forzadas a ingresar por pasos no habilitados al país.

Etapa 3. Violencia en espacios de actual residencia

Posterior a su llegada y asentamiento en Chile, la territorialidad de las violencias vividas por las entrevistadas presentó cambios, manteniendo una condición dual al estar presente en espacios públicos y privados. Así, se reconocen tres tipos de violencia predominantes: 1) violencia en la vía pública y/o medios de transporte; 2) violencia laboral, y 3) violencia en el acceso a la vivienda. La primera es uno de los aspectos más comentados por las entrevistadas, donde el racismo es ejercido por población chilena, especialmente cuando están sin compañía.

Aquí la discriminación está a flor de piel con el día a día, nada más con el hecho de nosotros... Yo no salgo casi, y el día que salgo de pronto me subo a una micro y la micro puede ir llena, yo voy con mi hijo, cargo a mi hijo para que alguien más se siente y la gente no se sienta (mujer migrante, oriunda de Colombia, residente en la ciudad de Antofagasta, comunicación personal, 7 de septiembre de 2020).

Un día iba pasando por el centro y había varios chicos y dos chilenas, yo estaba en embarazo, entonces le pregunté a uno de los chicos una dirección, y él me dice "está allí, si quieres te llevo". Cuando le dice la señora "para qué vas a llevar a esa colombiana que viene a quitarnos los maridos" (mujer migrante, oriunda de Colombia, residente en la ciudad de Antofagasta, comunicación personal, 2 de septiembre de 2017).

En la calle me han dicho que la negra, que la colombiana. Las mujeres más que nada… por mi color, por ser colombiana, por mi cuerpo, por ser mujer. No, la miran a una feo, te miran y empiezan a reírse (mujer migrante, oriunda de Colombia, residente en la ciudad de Antofagasta, comunicación personal, 7 de abril de 2017).

La violencia de género que evidencian las entrevistadas responde directamente a sus perpetradores y los imaginarios que cargan sobre mujeres racializadas (Tijoux y Palominos, 2015). Algunos cuestionarán por qué referir a un continuum (territorial) de violencias. Pues bien, los relatos anteriores dan cuenta de que muchas de las mujeres, al momento de salir de los espacios de violencia, no dimensionaban el hecho o pensaban que no se volverían a enfrentar con discursos y prácticas racistas, y mucho menos que se someterían a otras violencias, abusos y/o violaciones al estar desemparadas institucionalmente. Se observa que las agresiones físicas y verbales motivadas por el racismo no tienen consecuencias jurídicas, salvo desde la dimensión hegemónica respecto a discriminar a otro.

Así pues, Chile se encuentra cargado de discursos de odio emitidos por algunas autoridades de territorios del norte, así como medios de prensa local y regional, lo que responde a los importantes flujos de migrantes ocurridos en los últimos años. Incluso, algunas autoridades femeninas han sido las principales cuestionadoras y racializadoras con respecto a la presencia de mujeres afro, especialmente en el norte del país.

En cuanto a la violencia laboral, dos mujeres detallan situaciones donde fueron despedidas de sus empleos por estar embarazadas, además de encontrarse sometidas a condiciones laborales que son ilegales en Chile.

En septiembre me embaracé, no tenía contrato. Vino la inspección pública, me hicieron el contrato obligado, yo ya tenía como ocho meses… Voy a firmar y le digo “Señora, está anotando mal las fechas”. Fui a la defensoría a quejarme. Cuando pude volver, me dice la señora: “Serías demasiado sinvergüenza para venir a trabajar, vamos a ver la vida que te voy a dar” (mujer migrante, oriunda de Bolivia, residente en la ciudad de Iquique, comunicación personal, 12 de abril de 2019).

Estuve en una constructora cuatro meses, y estando ahí quedé embarazada. Bueno, se terminó la obra y me despidieron. Fui a hacer unos trámites y me dijeron que no me podían haber echado, cancelado, estando embarazada. Me preguntaron “¿ellos sabían que estabas embarazada?", yo le dije "sí, allá todos sabían" (mujer migrante, oriunda de Colombia, residente en la ciudad de Iquique, comunicación personal, 8 de abril de 2019).

Por otra parte, la existencia de violencias en el acceso a la vivienda muestra cómo las agresiones se vuelcan nuevamente a la esfera/espacio privado. En el norte chileno existe un creciente mercado de vivienda informal exclusionario y racista (Contreras et al., 2015) que en los últimos años se ha criminalizado, exponiendo a otras vulneraciones a las mujeres entrevistadas y, en general, a toda familia que busca alquiler y habita bajo condiciones precarias. Todas las participantes concluían que sus condiciones de vida y habitabilidad eran mejores en los lugares donde habían nacido, a pesar de verse afectadas por otras violencias.

Siempre a la colombiana, al negro, es difícil arrendarle aquí. Uno aquí pasa mucho trabajo para conseguir un arriendo (mujer migrante, oriunda de Colombia, residente en la ciudad de Iquique, comunicación personal, 5 de octubre de 2017).

Así, emergen violencias que las mujeres creían que se anclarían a sus lugares de nacimiento. La consolidación de un mercado informal de alquiler y subalquiler en Chile las empuja a residir en piezas, habitaciones o viviendas con escasas condiciones de ventilación, seguridad y privacidad, así como en espacios con alto riesgo de incendio o inundación, entre otros. Se identificó que especialmente aquellas mujeres migrantes residentes en áreas centrales están más expuestas a violencia y racismo, en tanto esos espacios no permiten el reclamo de derechos, ya sea porque están insertas en un mercado de alquiler especulativo, porque quien les alquila tiene certeza de su condición migratoria, o bien porque tienen escasas alternativas de residencia dada su condición de mujeres afro y/o mujeres madres.

Lo anterior da cuenta de que las mujeres migrantes afrodescendientes se exponen a otras formas de violencia más encubiertas que el mismo mercado de la vivienda, en general, ampara. Entre las entrevistadas es implícito el miedo a que ellas o sus hijos/as sufran algún tipo de violencia sexual, verbal o física, puesto que, al subalquilar habitaciones en viviendas antiguas, deben obligatoriamente compartir espacios con desconocidos. Muchas de ellas sufren controles diarios por parte de intermediarios o administradores de inmuebles alquilados del centro de las ciudades. Por esto, varias de las mujeres paradojalmente tomaron sitios en asentamientos informales periféricos como una forma de producir territorios seguros frente a la violencia racista, a pesar de que muchas de sus viviendas están en territorios con múltiples amenazas socionaturales:

Ahora me siento un poco mejor, me salí de donde estaba porque eran 17 piezas y tres baños nada más, y mi niña ya tiene… es adolescente y como madre no me conviene que esté en esa situación (mujer migrante, oriunda de Colombia, residente en la ciudad de Iquique, comunicación personal, 5 de abril de 2017).

Lo que yo más buscaba era que ese espacio fuera seguro para mi hija (...) Acá tengo privacidad, aunque siempre he alquilado con baño para mí. Nunca he alquilado una pieza con baños compartidos, por higiene y por un tema de seguridad con mi hija. Siempre me he preocupado de eso (mujer migrante, oriunda de Perú, residente en la ciudad de Antofagasta, comunicación personal, 6 de septiembre de 2017).

Violencia interterritorial contra mujeres migrantes (VIMI)

Reconocer el componente territorial de la violencia hacia mujeres migrantes desde sus trayectorias, es decir, los actos continuos de violencia en múltiples espacios y tiempos, acoge de alguna forma las causas invisibles de la misma en el tiempo pasado, presente y futuro. La violencia se enquista al interior de sus hogares, se perpetúa en sus espacios laborales y públicos, se materializa en un Estado productor político de violencia que desmantela sus espacios de cuidado y se aloja en un mercado de la vivienda que las racializa. Lo anterior lleva a cuestionarse cómo la violencia permea en la tríada del espacio vivido, percibido y concebido en contextos migratorios. Frente a ello, se determina que esta tridimensionalidad es central para configurar la violencia interterritorial contra mujeres migrantes, siendo los aportes teóricos de Lefebvre (2013) significativos para comprender la tridimensionalidad de la violencia.

En este sentido, definimos la VIMI como una lectura metodológica y espacial que refleja el continuum territorial de violencias que sufren mujeres migrantes de la región latinoamericana y del Caribe, y que involucran agresiones en territorios de nacimiento, tránsito, espera, permanencia y/o actual residencia, lo que incluye los territorios donde ellas habitan o podrían habitar. Todos ellos se localizan en países cuyas políticas migratorias se restringen a los propios límites político-administrativos y solo delimitan entidades administrativas (Taylor, 1995) que directamente exponen a las mujeres a múltiples violencias, puesto que comprenden políticas orientadas al control fronterizo. Por ello, la VIMI se configura como un acto de reivindicación dentro de la región, en tanto la institucionalidad no está haciendo frente a la violencia femenina que evidencian mujeres migrantes.

Todos los relatos, indistintamente de la elección de algunos casos para representar trayectorias migratorias, dan cuenta de cómo la violencia interterritorial, más que articular eventos aislados, construye espacios de huella y continuidad que traspasan divisiones administrativas locales y/o nacionales, al articular amplios territorios de control social y espacial hacia mujeres migrantes (Tyner, 2012).

Los mapas 2 y 3 son el resultado del análisis de las trayectorias migratorias y residenciales de las entrevistadas. La línea negra espacializa la continuidad y/o discontinuidad del trayecto, representada en tres momentos: salida desde origen, tránsito y arribo a Chile. A su vez, en siete categorías mostradas en diferentes colores se evidencia la superposición de tipos de violencias que enfrentan las mujeres en su vida cotidiana, indistintamente de la naturaleza del territorio. Por esto, la VIMI también es interespacial, ya que afecta ámbitos productivos y/o reproductivos de la vida de las mujeres. Este componente espacial y transversal sobrepasaría categorías de “clase, étnicas, de lenguaje y raciales” (Stephen, 2017, p. 35). Además de reflejar las complejas condiciones que podrían impulsar la emigración desde los espacios de origen, los mapas 2 y 3 exponen la existencia de barreras y consiguientes estrategias de continuación del viaje (Seguel, 2021), especialmente cuando existe un territorio de destino al que se intenta llegar.

Fuente: Elaboración propia a partir de entrevistas ANID Fondecyt Regular 1171722 y Fondecyt Regular 1231116.

Mapa 2 Violencia interterritorial en la trayectoria de mujer dominicana 

Fuente: Elaboración propia a partir de entrevistas ANID Fondecyt Regular 1171722 y Fondecyt Regular 1231116.

Mapa 3 Violencia interterritorial en la trayectoria de mujer colombiana 

Como puede observarse, ninguna experiencia de violencia detuvo el avance de las trayectorias migratorias femeninas hacia Chile, aunque para las entrevistadas este país no se configuraba como territorio de destino, lo que finalmente ocurrió debido a las incertezas en dichas trayectorias. Ahora bien, para otras participantes, el norte del país se configuró como lugar de interés, pues consideraban al país como territorio seguro en cuanto a oferta laboral vinculada a economías extractivas, o en materia de exposición a la violencia. Indistintamente del propósito de salida, todas las entrevistadas, con o sin redes en el país, modificaron sus rutas y redefinieron estrategias en el trayecto.

Finalmente, es posible integrar una lógica interseccional en VIMI, donde la condición de mujer, mujer con hijos, mujer afrodescendiente o asimilada a alguna nacionalidad, repercute en el tipo de trayectoria que ellas articulan y, finalmente, en cómo son tratadas en cada uno de los espacios que habitan. En síntesis, los relatos expuestos refuerzan la tesis de la interterritorialidad de la violencia en la migración femenina, imbricando dimensiones espaciales, temporales y estructurales.

Conclusiones

Las trayectorias migratorias y el relato de las mujeres migrantes interpela la forma de rastreo territorial de la violencia, lo cual incluye el cuestionamiento a metodologías para cartografiar y reflejar adecuadamente su dolor. La trayectoria migratoria se aplicó con el propósito de identificar motivos de residencia en el norte chileno. No obstante, fueron las mujeres migrantes afrodescendientes quienes evidenciaron las violencias como dimensiones innegables en sus trayectorias migratorias y experiencias de vida. Lo anterior interpeló a las investigadoras, pues no se encontraban preparadas para oírlas, apoyarlas o escribir sobre sus experiencias. Frente a ello, el mapeo de las violencias en relación a ciclos vitales favoreció la construcción del relato y la apelación a la VIMI.

Posicionado desde un enfoque espacial y feminista para comprender la violencia, además del relato y la confianza entregados por las entrevistadas, el artículo propone el término de violencia interterritorial contra mujeres migrantes (VIMI) para interpelar a las instituciones y organizaciones migratorias de la región sobre el hecho de que la violencia no se detiene y debe ser materia de debate entre territorios de la región. Mujeres migrantes, migrantes madres y/o migrantes afrodescendientes no están siendo contenidas ni protegidas, mientras las diversas condiciones que impulsaron sus desplazamientos tampoco son consideradas. Los esfuerzos actuales son insuficientes y se sigue exponiéndolas a múltiples violencias.

Desde la violencia en sus relatos, se intuye que migrar sin detenerse o regresar compone un acto de resistencia territorial frente a la histórica violencia estructural de la región. Para muchas de ellas, la autogestión y el trabajo comunitario favorecen la construcción de espacios de resistencia frente al desalojo, la violación y la vulneración de derechos. Además, construir asentamientos informales autogestionados configura otra forma de producir territorios seguros, puesto que en las viviendas de áreas centrales ellas no veían forma de denunciar que eran víctimas de abuso sexual, discriminación y racialización.

Frente a ello, se considera que la región latinoamericana y del Caribe requiere una nueva institucionalidad feminista migrante y antirracista, al servicio de las necesidades de mujeres adultas, adolescentes y niñas. Paradójicamente, muchas de ellas creyeron que la migración proveería territorios seguros fuera de sus fronteras Estado-nacionales. Por ello, esta nueva institucionalidad debería articular cada política migratoria nacional como parte de una macropolítica regional, donde no existan inconsistencias al momento de la movilidad femenina y humana.

Además, las políticas, leyes y programas de migración deberían articularse con políticas y/o programas de cuidado y salud mental. Esta nueva institucionalidad debe estar al servicio de mujeres violentadas, así como prevenir nuevas agresiones. Resulta urgente definir marcos migratorios transnacionales que atiendan la violencia en sus múltiples dimensiones y escalas, y que desvanezcan las históricas tensiones entre las políticas migratorias humanitarias y las exclusionarias. Se debe estudiar y analizar qué está pasando en el mar, en los complejos fronterizos actuales y/o en los cruces no habilitados, que someten a las mujeres y familias migrantes a situaciones violentas e invisibilizadas.

Finalmente, los fundamentos de la VIMI requieren mayor desarrollo y robustez, pues es necesario seguir indagando cómo la violencia puede leerse en múltiples escalas y dimensiones, lo que permitiría demostrar que los Estados de la región latinoamericana y del Caribe son perpetuadores de la violencia de género migrante, en tanto todas las vivencias han ocurrido dentro de límites administrativos de países soberanos.

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1 El artículo es resultado de los proyectos Anid Fondecyt Regular 1231116 y Anid Fondecyt Regular 1171722. Universidad de Chile FAU.

2Se espacializan las trayectorias migratorias en relación con las fases analíticas clásicas. No obstante, entre las distintas etapas se podrían aperturar nuevas microfases según cada relato.

Recibido: 20 de Marzo de 2023; Aprobado: 12 de Abril de 2024

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