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REB. Revista de educación bioquímica

versión impresa ISSN 1665-1995

Rev. educ. bioquím vol.32 no.3 Ciudad de México sep. 2013

 

Otras comunicaciones

 

Gracias Marivel, nuestra asistente editorial

 

–Doctor Víctor, ¿vendrá a la junta de la Revista? Me enteré por Angy que estaba de viaje y pensé que no podría llegar, ya que son las 11 de la mañana- me dijo Marivel, con voz forzadamente baja, muy tímida, tratando de endulzar cada sílaba y como no queriendo sonar impositiva o inquisitiva. –Si llego Marivel, de hecho estoy saliendo en unos minutos para el aeropuerto ¡ahí nos vemos!- le dije apresuradamente. Marivel insistió conociendo la ciudad y haciendo gala de sus instintos maternos, como frecuentemente lo hacía -Estará muy carrereado doctor Víctor, pero está bien, cuídese mucho.

–Marivel ¿Cómo va lo de su enfermedad?- pregunte antes de terminar la llamada –Nada bien, pero estoy tranquila, resignada y confiada en el tratamiento, dispuesta a luchar por mí y por mis hijos- Fue contundente y elocuente, aunque con un grado muy grande de tristeza, se notaba su entereza, pero al mismo tiempo la preocupación por sus hijos. –Duro Marivel, saldrá adelante- traté de sonar convincente, que no se notará mi pesimismo.

Seguramente sintió que se aproximaba el fin de la conversación, conociéndome, como me conocía, de cortar las llamadas muy rápido, usando frases muy cortas y contundentes. Apresuradamente me dijo –Por cierto doctor Víctor, -bajé los hombros sabiendo que me embestiría con su clásica forma de presión, respiré profundo y balbucee –Dígame Marivel- sabiendo con certeza la petición que haría, –Le recuerdo la Editorial, perdón que le insista pero ya casi esta armado el número. Terminó la frase casi en súplica y como si manejara con delicadeza una pieza de cristal muy valiosa. –Está bien Marivel, ya casi la tengo- le mentí, ni siquiera había decidido el tema, seguramente ella predecía también mi frecuente respuesta, se apresuró a decir: –Perdón que le insista se que está usted muy ocupado, –No se preocupe Marivel, ya sé que la presiona a usted la Dra. Saldaña- sonreí, –No doctor, no es así- me dijo tratando de sonar como si no estuviera mintiendo, –No se preocupe ya sé que es su amiga y que la protege, pero está bien, así son las amigas siempre cómplices- me divertí, casi podía ver su cara sonrojada y llena de pena, terminé diciendo –Es broma Marivel, me aplicaré para tenerla a tiempo, –Cuídese mucho, un beso y nos vemos al rato. Esta conversación la tuvimos el pasado 10 de septiembre.

El vuelo se retrasó y como Marivel predijo, no pude llegar a la junta del Comité Editorial; Angélica apenas le pudo avisar una hora antes, seguramente pensó –Se lo dije doctor Víctor, sabía que no podría llegar-. No la volví a ver, ni a hablar con ella, no pude darle el beso y el abrazo que sería de despedida, vi su contestación de un correo a un autor, el viernes anterior a su fallecimiento, trabajó como Asistente Editorial de la Revista de Educación Bioquímica hasta momentos antes de su muerte, aun con una enfermedad crónico-degenerativa maligna y sabiendo el diagnóstico y pronóstico que enfrentaba.

Recuerdo cuando entrevisté a Marivel como candidata para obtener el puesto de Asistente Editorial de la Revista, ya el Dr. Marco Antonio Juárez había dado su visto bueno. Me comentó su trabajo en las empresas privadas, bajo sueldo, mucho trabajo, poco satisfactorio, muy rutinario. Tenía pocas herramientas de trabajo en computación, no muy buen manejo de internet, pero mucho empeño y un trato muy cálido, algo necesario para la interacción con autores, revisores, editores y lectores. Me aseguró que el Dr. Juárez le ayudaría con los programas y el internet, lo cual hizo puntualmente siempre. Su rostro se iluminó y no dejó de agradecerme la decisión, me aseguró que trabajaría para sacar adelante a sus hijos Paulina y Carlos. Se despidió afectuosamente, llena de agradecimiento, deseándome un buen viaje a una escalada en Argentina, misma que conmemoro con una taza de escalador en roca con mi nombre, que aún conservo y atesoro. La tarde era fría y pronto cayó la noche, cuando mandé el correo electrónico de aceptación a Marco, me sentí satisfecho.

Marivel trabajó desde marzo de 2001 para la REB, algunas veces con dificultades por compartir su tiempo con otras actividades dentro del Departamento de Bioquímica de la Facultad de Medicina de la UNAM. Su opinión y expresión siempre positiva y conciliadora contrastaban con las no poco frecuentes intensas discusiones al seno del Comité Editorial. Su tranquilidad y su disposición de dar más tiempo a un revisor que aún no contestaba o a un autor que le llamó y prometió enviar la respuesta, lograba cierta estabilidad entre las prisas editoriales y el trato humano, casi maternal.

Los autores, revisores, lectores y editores siempre nos dirigíamos a ella con cariño, era difícil enojarse con ella. Recuerdo que una investigadora me reclamó airadamente sobre la falta de información sobre un trabajo publicado, cuando encontré que el error era de Marivel y le indiqué que le llamaría la atención al respecto, me dijo – No exageres, todos cometemos errores. Sin duda estaba dispuesta a marcarme un error a mí, pero que a Marivel no se le tocara, estoy seguro que no la conoció, sino sólo por teléfono y por correo. Así era nuestra Marivel.

Siempre se esforzaba por confortarnos y que la reuniones del Comité Editorial fueran acogedoras, atenta a los detalles de minutas y expedientes y pendiente de tener siempre listo un café o un té. La última junta que la vi, le ofrecí nuevamente las posibilidades de ayuda y apoyo, me lo agradeció y me explicó que el Dr. Edgar Zenteno y ahora del Dr. Juan Pablo Pardo desde la Jefatura del Departamento de Bioquimica le estaban apoyando en todo lo posible. Me indicó su firme convicción de seguir trabajando para la Revista incluso desde su casa como lo hizo durante la recuperación de su biopsia diagnóstica. Me aclaró plenamente su fe en estar mejor y la decisión de hacer el tratamiento necesario para poder salir adelante por ella y por sus hijos, razón de su vida. Finalmente me indicó que estaba resignada y tranquila, en su mirada y expresión se podía saber que así era, sus ojos tristes y su expresión melancólica cambió cuando le dije que iría a escalar, la abracé y le di un beso, ella fue quien me dijo –Cuídese mucho y diviértase-, preocupada por los demás y olvidando momentáneamente su enfermedad y el duro camino que le esperaba.

Su muerte nos tomó a todos por sorpresa, incluyéndola, el Comité Editorial se sumó a dar las condolencias a sus hijos, extrañaremos sus atenciones, agradecemos su trabajo.

Adiós Marivel, cuídese mucho.

 

José Víctor Calderón Salinas
Editor en Jefe

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