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Desacatos

versión On-line ISSN 2448-5144versión impresa ISSN 1607-050X

Desacatos  no.63 Ciudad de México may./ago. 2020  Epub 10-Feb-2025

https://doi.org/10.29340/63.2263 

Testimonio

Hacia una nueva revolución copernicana8

Towards a New Copernican Revolution

Jorge Alonso1 

1Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, Unidad Occidente, Guadalajara, México jalonso@ciesas.edu.mx


Introducción

Nicolás Copérnico, en su clásico libro De revolutionibus orbium coelestium, rompió con la concepción ptolemaica que proponía que el universo giraba alrededor de la Tierra, para pasar al heliocentrismo de nuestro sistema planetario. Esto implicó un cambio de mentalidad de gran alcance, pero no sucedió de inmediato. Copérnico había escrito previamente Comentariolus, en el que adelantaba varios axiomas que desarrollaría más a fondo después. Ahí proponía que los cuerpos celestes no tienen un centro común, que el centro de la Tierra no es el centro del universo, que el movimiento diario aparente de las estrellas es resultado de la rotación de la Tierra sobre su propio eje y todos los planetas giran alrededor del Sol. La propuesta heliocéntrica ya había sido planteada por Aristarco muchos siglos atrás, pero no se había tomado en cuenta. El libro De revolutionibus orbium coelestium apareció cuando Copérnico estaba postrado en cama, y murió el mismo año en el que se publicó la obra. La primera edición no llegó a agotarse,1 mientras que los libros que defendían el sistema ptolemaico se reimprimieron muchas veces. El modelo de Copérnico, que estaba en desacuerdo con el saber aceptado, estuvo en pausa hasta que nuevas generaciones de astrónomos lo difundieron. Esto implicó una gran mutación en el pensamiento científico (Singh, 2019). Thomas Kuhn, al tratar la revolución copernicana, profundizó en las implicaciones que tuvo la astronomía en el desarrollo del pensamiento occidental, tanto en el filosófico como en el científico. Escribió que esta revolución se dio en el campo de las ideas, implicó cambios radicales en la forma de comprender la naturaleza y transformó de manera fundamental la actitud humana frente a los principales problemas de la vida cotidiana (Kuhn, 1996). Por su parte, el antropólogo Claude Lévi-Strauss, al referirse a la obra de Ferdinand de Saussure, enfatizó que éste había realizado una revolución copernicana en el ámbito de los estudios humanísticos, al investigar la lengua en sí misma como sistema (Lévi-Strauss, 1977).2

Para seguir con la analogía del sistema solar, en el siglo XXI, los astrónomos degradaron a Plutón de su categoría de planeta y lo clasificaron como componente de un conjunto de pequeños objetos celestes al que han llamado cinturón de Kuiper. El estudio de las órbitas de algunos de estos cuerpos ha conducido a la hipótesis de que existe otro gran planeta que no se ha ubicado todavía (Batygin y Broum, 2016), aunque también hay quienes consideran que la materia oscura es la causante de los comportamientos detectados. Esto indica que todavía nos falta investigar más nuestro sistema solar. Las formas de proceder de tres relevantes movimientos anticapitalistas podrían mostrarnos también pistas para calibrar el alcance de una nueva revolución copernicana en las ciencias sociales.

Habría que recordar que la revolución copernicana rompió con el dogmatismo establecido de su época. El gran dogma actual, que ha generado los peores males y amenaza con truncar la reproducción de la vida en el planeta, es el capitalismo, que se impone como la única forma de relación, sin alternativas. Los movimientos anticapitalistas están impulsando una revolución copernicana al denunciar al capitalismo como antihumano y antiplanetario. Lo humano ya no es central, sino la relación ser humano-naturaleza, en la que se concibe que ésta tiene derechos que hemos conculcado y debemos reparar. Esos movimientos están creando algo nuevo. Plantean lo que a primera vista parecería imposible, pero lo hacen factible por su propia experiencia. Considero que en la actualidad está sucediendo un profundo cambio mental que afecta la vida cotidiana en varios campos y aspectos fundamentales, y esta revolución la impulsan varios movimientos populares que están cambiando las maneras principales de ver el mundo, lo cual repercute en acciones que se derivan de esa mutación.

El capitalismo como generador de males catastróficos

Varios analistas han destacado que casi al terminar las dos primeras décadas del siglo XXI se ha hecho evidente que el capitalismo no es viable como sistema social. Se ha cuestionado la obsesión capitalista por el crecimiento, ya que, para lograrlo, impulsa a que se consuma más, lo que produce una gran cantidad de cosas innecesarias que a su vez generan la poderosa institución de la publicidad. Eso no es sustentable (Mandujano, 2019). La deformación del modo de producción capitalista conlleva muchos peligros (Nadal, 2019), porque es genocida y geocida (Bartra, 2016). El capitalismo es depredador y destructor de la naturaleza (Santos, 2016), impone una propuesta de muerte, es necrodependiente (Santos, 2017). Cuanto más produce, más basura se acumula e inunda el planeta. La obsolescencia programada contribuye a esto. Hay enormes cantidades de plástico en los mares (Febbro, 2019). El Club de Roma mostró, desde hace años, la inviabilidad del crecimiento permanente de la población y su consumo en un planeta con limitantes físicas. El capitalismo está agotando los recursos energéticos y naturales, y ha roto los equilibrios de la Tierra (Herrero, 2019).

La academia sigue sosteniendo que estamos en el Holoceno, pero desde la década de 1980 se planteó que nos encontramos en el Antropoceno, periodo que comienza con la agricultura y la ganadería, y es acrecentado por la sociedad industrial. La visión del Antropoceno plantea que el ser humano siempre ha estado en conflicto con la naturaleza, pero hay quienes consideran que este término mete a todos los seres humanos en el mismo saco, cuando existen grupos que sí han tomado en cuenta el respeto a la naturaleza. Jason Moore escribió un importante libro en 2016, en el que propone el término Capitaloceno. Plantea que la transformación en la biosfera no es únicamente resultado de un proceso geológico, sino histórico. Recomienda analizar las relaciones entre poder, naturaleza y acumulación capitalista. Moore destaca que el Antropoceno no cuestiona los orígenes de la dinámica con la naturaleza. Hay que tomar en cuenta la violencia de la acumulación capitalista. Apunta a que el capitalismo, como ecología-mundo, constituye el punto ciego del Antropoceno, el cual no critica la racionalidad instrumental que constituye el capitalismo. Entiende esto como un discurso “tibio”, porque el Antropoceno resulta incapaz de explicar las múltiples relaciones sociales que nos han llevado a la actual crisis planetaria, que ha modificado de manera radical las relaciones entre sociedad y naturaleza. El capitalismo se ha apropiado de la naturaleza y la ha degradado. Moore también critica el concepto de Antropoceno por eurocéntrico. Argumenta que la acumulación capitalista aniquila especies biológicas y culturas. Por eso propone llamar al periodo actual Capitaloceno. Otros proponen nombres distintos, como Necroceno: capitalismo como máquina de muerte. Hay una acumulación por extinción. Se ha criticado la creencia de que la geoingeniería puede resolver las consecuencias del cambio climático. También se ha hecho notar que el capitalismo no tiene una relación directa con la naturaleza, pues está mediada por el Estado. Por su parte, la antropóloga Virginia García, en mayo de 2017, coordinó el número 54 de la revista Desacatos, sobre el cambio climático y el Antropoceno. Recordó que, en 2016, los miembros del grupo de trabajo del Antropoceno reconocieron que ya estábamos en esta época geológica. En ese número de Desacatos, que corresponde a los meses de mayo a agosto de 2017, se presentaron varios escritos científicos que permitieron abrir el panorama hacia las discusiones en torno al Antropoceno. Hay quienes advierten que el término Antropoceno no es sólo geológico, sino cultural. Varios antropólogos plantearon que otras maneras de habitar el mundo eran posibles; construir una casa común antes de que la antigua casa se derrumbe por la devastación de la que somos culpables. Quienes prefieren el término Capitaloceno precisan que no toda la humanidad es responsable de la destrucción de nuestro planeta, sino que la culpa de la catástrofe inducida es de unos cuantos, que se han enriquecido a manos llenas a costa de destruir la naturaleza (García, 2017). En ese mismo número de la revista, la antropóloga Astrid Ulloa escribió que el Capitaloceno se relaciona con procesos extractivistas de larga duración, que han producido la intensificación de la explotación, expulsión y desposesión, procesos ligados a la forma en la que se ha mercantilizado la naturaleza (Ulloa, 2017). Por su parte, Maristella Svampa (2019) coordinó también, en otra importante revista, Utopía y Praxis Latinoamericana, un número en torno al Antropoceno. Destaca que el término desvela que la acción del ser humano sobre el planeta ha traspuesto el umbral crítico. Sugiere que es tanto un concepto como un diagnóstico de la devastación ambiental. La revista pone de relieve que no podemos hablar de la humanidad como un todo, sin diferenciar las acciones y responsabilidades de las distintas clases sociales. Por ello, muchos prefieren el término Capitaloceno. Se enfatiza que los seres humanos no modifican los sistemas ambientales globales al actuar de manera homogénea, sino divididos como actores sociales diferenciados. Hay estructuras de dominación que crean efectos antropocéntricos y los distribuyen en forma inequitativa por el planeta. El concepto de Capitaloceno enfoca algo primordial, pero también se advierte que no incorpora otros sistemas de dominación operantes, como el colonialismo, el patriarcado, el cientificismo, etc. En el número 84 de Utopía y Praxis Latinoamericana se piensa en la crisis socioecológica desde el Sur. Desde la perspectiva de los ecofeminismos, se argumenta que el patriarcado -sistema de dominación previo al capitalismo- es el origen de la devastación de la naturaleza. Se recalca que el patriarcado, el racismo, el colonialismo y el capitalismo son el núcleo del antropos ecocida. Se pide no perder de vista la militarización y el uso de la fuerza estatal, corporativa y paraestatal en la devastación. Se enfatiza la relación entre sociedad y naturaleza, al implicar luchas sociales y la producción de alternativas civilizatorias que critican el capitalismo, el racismo, el colonialismo y el patriarcado. También se plantea la necesidad de conectar el orden cosmológico con el orden humano, vincular la historia de las ciencias de la tierra a la historia económica y sociocultural. Se critica fuertemente las propuestas de salida que se presentan desde el ámbito capitalista. Se muestra que el concepto de Antropoceno se encuentra en un complejo campo de disputa. Se recomienda realizar una lectura pluridimensional, con perspectiva crítica y antisistémica. En la revista también se apunta que, en el Sur, al calor de las luchas a favor de la vida y los territorios, existen otros modos de vincularse a la naturaleza, con reciprocidad, cuidado y complementariedad. Hay otros saberes y otras prácticas; se construye otra convivialidad y otros modos de habitar la Tierra. Recrear y defender la vida dista mucho de mirar el abismo y dejarse seducir. Se resalta que la resistencia de las mujeres es fundamental. Los desafíos son complejos. Habría que desarrollar fuerzas grandes y pequeñas, fuertes y sencillas, tejer la rebelión y la paz, diferenciar la democracia patriarcal de la democracia de la vida (Svampa, 2019).

Jeanne Menjoulet/Flicker ( Las mujeres defienden Rojava, París, Francia.

Diversas resistencias anticapitalistas

Las resistencias al capitalismo no son unívocas. Erik Olin Wright (2016) tipificó cuatro lógicas: destruir, domar, escapar y erosionar. Quienes quieren destruir el capitalismo es porque saben que ningún remedio proveniente de él tendrá resultados positivos. No obstante, este cometido no ha resultado exitoso. Se han emprendido luchas para conseguirlo pero no han alcanzado una alternativa igualitaria, emancipadora y democrática. Aunque se mejoraron por un tiempo las condiciones materiales de las mayorías, las elites revolucionarias impusieron un autoritarismo y finalmente el capitalismo regresó. Otros prefirieron “domar” el capitalismo con algunas políticas estatales. Se han alcanzado algunos derechos, pero como la clase capitalista permanece, esto se revierte, como sucedió con el neoliberalismo. Una ventaja de esta experiencia es la lección de que el capitalismo no es domesticable. Otros grupos han planteado la opción de escapar del capitalismo. Consiguen aislarse de sus efectos más dañinos pero no han podido liberarse de su dominación por completo. Algunos se han propuesto erosionarlo, con organizaciones no lucrativas, procesos de producción colaborativos, con formas híbridas en las que éstos se mezclan con lógicas capitalistas. No obstante, el capitalismo, cuando se ve amenazado, impide que se propaguen estos intentos. Wright propone utopías reales que creen alternativas. Pero ha surgido una discusión; se ha hecho ver que la estrategia de destruir el capitalismo fue la que caracterizó al movimiento comunista revolucionario; la de domarlo correspondió a la socialdemocracia; la de escapar ha sido llevada a cabo por los movimientos comunitarios, y la de erosionar ha sido la práctica anarquista. Se le critica a Wright que proponga como salida combinar las perspectivas reformistas con los autonomismos, pero se destaca que eso no garantiza su éxito sin una confrontación directa con los ganglios del poder económico y político. Se acepta que el antagonismo puede no ser suficiente, pero si se quiere un verdadero anticapitalismo no se le puede eludir (Modonesi, 2019). Algunos han reflexionado que en un siglo y medio la lucha anticapitalista no ha logrado triunfar de un modo contundente. Muchos de esos fracasos han radicado en que los cambios se han tratado de hacer desde arriba, desde el aparato estatal.

Los kurdos en Rojava, el pueblo mapuche en la Patagonia rebelde y los zapatistas en el sur mexicano, con sus economías asociativas y colaborativas, con sus prácticas ecológicas, sus autogobiernos y sus creaciones culturales, han dado un ejemplo de lucha contra el capital, el Estado, el colonialismo y el patriarcado (Dorado, 2019). Asomémonos a esas experiencias.

El confederalismo democrático de los kurdos

Para un sector muy dinámico de los kurdos, que ha logrado consolidarse en Rojava, el capitalismo se entiende como un sistema que ha provocado el cambio climático, el descongelamiento de los polos, el agotamiento de recursos, la pérdida de bosques y selvas, la falta de agua potable y la expansión de enfermedades, y ha acelerado un proceso de colapso en los escenarios de guerra. Los kurdos han experimentado en carne propia, y con muchas pérdidas humanas, que una importante característica del capitalismo es que sólo puede existir por medio de la guerra. Para ellos, el capitalismo es la visión más desarrollada de la vida esclavista. El orden de saqueo de la economía capitalista coloniza y esclaviza territorios y sociedades. El capitalismo ha acondicionado a la sociedad para producir dinero y para consumir. Se organiza militar, política y culturalmente para asegurar sus propios valores sociales. El sector financiero es el más parasitario e improductivo del capital. Los kurdos opinan que el endeudamiento es una forma de usurpación. La conquista de la sociedad se realiza de manera material y moral, lo que ha mercantilizado todo. Destacan que el capitalismo ha logrado una conquista mental de la sociedad del espectáculo. Insisten en que, sin hegemonía cultural, los monopolios económicos y de poder no pueden dirigir nada. Hacen ver que el mundo virtual es otro instrumento para que el capitalismo ejerza hegemonía mental. Se virtualiza la vida. El capitalismo es incapaz de autolimitarse. Este sector kurdo convoca a detener el expolio al que ha sido sometida la naturaleza por medio del capitalismo (Öcalan, 2017a). Opina que la verdadera fuerza de la modernidad capitalista no estriba tanto en el dinero o el poder de sus ejércitos sino en la capacidad de asfixiar con su liberalismo cualquier forma de utopía. Otra cuestión sobre la que llama la atención es que el sistema capitalista ha mostrado capacidad para convertir las corrientes que luchan contra él en instrumentos a su servicio (Öcalan, 2017b). No obstante, existen muchos grupos en busca de alternativas de vida. Un buen ejemplo es la revolución de las mujeres kurdas en Medio Oriente. Su organización social está basada en la autoadministración de la vida sin Estado, con un papel protagónico de las mujeres frente al patriarcado y en defensa de la madre tierra. La organización de las mujeres en todos los ámbitos de la vida contrarresta la dominación masculina. Se impulsa una presencia activa de mujeres en la producción de alimentos, en proyectos agroecológicos, en cargos públicos, en la coordinación de grupos de estudio, en la conformación de agrupaciones de autodefensa, en tribunales de justicia. El corazón de la revolución de los pueblos kurdos son las mujeres y la comprensión de que su liberación es la liberación de la sociedad. La revolución kurda construye espacios autónomos autogestionados y desmercantilizados. Han dinamizado regiones autónomas que funcionan con empresas autogestionadas en entidades de autogobierno comunal, en federaciones y asociaciones con democracia participativa directa. Han ido forjando escenarios anticapitalistas, antipatriarcales (Colin, 2019) y de defensa de la madre tierra. En lo ecológico proponen cuestionar las raíces de un sistema de civilización que se basa en la destrucción sistemática del entorno; los hábitos de vida y las relaciones entre sociedad y naturaleza, para generar un cambio de paradigma y una forma distinta de entender el mundo (Nosotras CNT, 2019).

El movimiento de liberación que impulsan no pretende librar una lucha nacional sino la búsqueda de una nación democrática. Tratan de no quedar sometidos por un poder estatal. Han abandonado la visión de un Kurdistán independiente. Se han propuesto construir una nación democrática, en la que nación no se entienda como lengua, bandera, patria, sino como una unidad social de gran tamaño que comparte historia y cultura comunes. La nación democrática no está entre fronteras sino que corresponde a una sociedad que se siente afín y comparte valores y mentalidad comunes. Los kurdos han mostrado que se puede organizar la vida sin depender de los Estados ni del capital para satisfacer las necesidades básicas de la población. Su propuesta política ha sido el confederalismo democrático de carácter femenino y ecológico. Es un sistema social basado en la liberación de los géneros y la ecología. Han creado un sistema confederado de fuerzas de autodefensa. Se basan en la teoría y praxis del feminismo kurdo, la ecología social y el municipalismo libertario para trascender el Estado. En lugar de centralizar el poder, buscan reasignarlo a las bases por medio de formas horizontales de representación. Se pretende crear una sociedad que trascienda las estructuras opresivas del Estado-nación capitalista (Öcalan, 2012).

UCL Photos/Flickr ( Justicia y verdad para Sakinê, Fidan y Leyla, mujeres kurdas asesinadas en Europa. París, Francia.

El confederalismo democrático se ha implementado por medio de comunas y concejos. La economía se organiza de formas cooperativas. Hay una multiunidad en la que se expresan la diversidad y la creatividad. Lo fundamental es la democracia directa para el autogobierno, al margen de las estructuras estatales. Su dinamismo parte desde abajo. Organizan el poder de los sectores colectivos en un ámbito de gobierno con base en la democracia directa. Dadas las condiciones en las que se encuentran, la autodefensa resulta muy necesaria.

Las luchas del pueblo mapuche

Los mapuches han denunciado que los ecosistemas de la cordillera de Los Andes están cada vez más vulnerables ante la avanzada voraz del capitalismo. Pero ellos se han mantenido fuertes y firmes en la defensa de la Mapu, la tierra. Esto molesta a los poderosos. Los asesinatos del gobierno contra el pueblo mapuche han quedado impunes.

Los mapuches se han propuesto defender su territorio y se han opuesto a los intentos de asimilación. En el siglo XX, se organizaron para mantener sus costumbres y formas de vida heredadas. Con el gobierno de Salvador Allende (1970-1973), vieron que la izquierda podía ser su aliada y reivindicaron con vigor sus territorios históricos. Cuando sobrevino el golpe militar, hubo mapuches detenidos y desaparecidos. En la época de la dictadura, se dividieron tierras comunales y se entregaron como propiedad privada. Pero se fue avivando una identidad que se ha fortalecido. En la época de la transición democrática se realizó un acuerdo con organizaciones representativas de pueblos originarios, en el que los indígenas aceptaban transitar a la democracia por la vía institucional. En 1993 se dictó una nueva ley indígena pero la reforma constitucional fue rechazada por el Congreso Nacional. Surgió un gran conflicto frente a un megaproyecto hidroeléctrico y sobrevino la represión. A finales del siglo XX, varias comunidades demandaron la restitución de tierras de las que una empresa forestal los había despojado. Una vez más hubo represión, pero entonces se acusó a los mapuches de terroristas. Un juez los absolvió pero la Suprema Corte anuló el juicio y hubo varios condenados. A principios del siglo XXI, la Corte Interamericana de Derechos Humanos determinó que no se había cumplido con el debido proceso. En 2007 se realizó una larga huelga de hambre de presos políticos mapuches. Varios jóvenes comenzaron a defender su lengua y emprendieron la lucha por su autonomía. Los mapuches no han cesado de exigir su reconocimiento. También han emprendido la defensa de la madre tierra contra las afectaciones ambientales (Bengoa, 2011). Los diferentes gobiernos no han entendido su sentimiento por la madre tierra. La izquierda quería reducir la participación de los pueblos a los ámbitos campesinos. Pero los mapuches no ven la tierra como un bien sino como una madre. Su cultura respeta la dualidad del ser humano y los seres vivos; defiende de manera denodada a la naturaleza (Díaz, 2019).

A principios del siglo XXI, el pueblo mapuche denunció que el sistema capitalista depredador quería su desaparición ideológica. Señalaron como su gran enemigo a la transnacionalización de la economía, pues la inversión forestal y los proyectos turísticos iban contra sus tierras y su cultura. Más de 90% de sus territorios se encuentra ocupado por latifundios. Lagos del pueblo han pasado a manos de inversiones turísticas y también se usan para centrales eléctricas. Una forma de despojo y dominación es hacerlos creer que pertenecen a una provincia. Además, se ha impulsado una política de cooptación, pues se intenta convertir a las organizaciones mapuches en organizaciones no gubernamentales, porque las quieren hacer funcionales para el sistema. Se interviene con proyectos de políticas sociales para someterlos. El Estado chileno no ha tenido voluntad de resolver las grandes demandas mapuches; ha ido contra ellos, ha perseguido a sus dirigentes, ha aumentado la represión; hay muchos dirigentes procesados. Los mapuches se han propuesto la reconstrucción de su nación, le dan valor a su vida y su territorialidad en relación con el equilibrio ecológico, al enraizar y profundizar la lucha por su autonomía desde lo cotidiano. Han aprendido que tienen que reconstruir con sus recursos y capacidades, con autonomía, desde lo local. Saben que no pueden quedar reducidos a una lucha jurídico-institucional sino que tienen un proyecto más amplio. Trabajan para construir espacios de territorialidad en los que la gente se hermane de manera solidaria. Hay organizaciones mapuches que enuncian su lucha como antioligárquica y anticapitalista (González, 2002).

Las demandas del pueblo mapuche tienen que ver con autonomía jurisdiccional, recuperación de tierras ancestrales, libertad económica y reconocimiento de su identidad cultural. Su cultura está en contacto con la naturaleza y defiende tierra, montaña y ríos. Los mapuches se han opuesto a que su territorio sagrado sea ocupado por grupos empresariales que explotan recursos forestales e hídricos. Al ser despojados de sus tierras, sus elementos sagrados son violados. Las mujeres mapuches se definen como antipatriarcales pero no feministas, porque no quieren pensar en su realidad con los parámetros del feminismo blanco. También existen colectivos mixtos en los que participan personas mapuches y de otras procedencias en los que no hay jerarquías. Esos espacios mixtos, así como el feminismo mapuche, casi no existían hace una década. La lengua mapuche se ha ido expandiendo (Zibechi, 2018).

La lucha del pueblo mapuche tiene un carácter autonomista en lo que respecta a la demanda territorial, y se propone reconfigurar un mapa territorial para el pueblo-nación mapuche. El problema es que, o las tierras siguen en manos de la propiedad usurpada -depredadora y capitalista-, o son devueltas al pueblo-nación mapuche para reconstruir un tipo de sociedad de un pueblo originario (González, 2019). Las organizaciones del movimiento mapuche se han valido del diálogo, las recuperaciones simbólicas, las marchas civiles, la autodefensa y la oposición a los símbolos del capitalismo (Pairican, 2019). En su diversidad, el pueblo mapuche ha estado resistiendo para recuperar y fortalecer su existencia, su modo de vida, que implica autonomía, independencia y autodeterminación. Se opone a la invasión de su territorio, que primero fue ocupado por los ejércitos de los Estados argentino y chileno, por oligarquías, por colonos; y en la actualidad, por las industrias forestal, energética, pesquera, salmonera, minera y petrolera. Las comunidades del pueblo mapuche buscan vigorizar su agricultura y ganadería familiar, el intercambio de sus productos y la defensa de su cosmovisión, de sus formas ancestrales de vida. Defienden su territorio contra el saqueo de los proyectos extractivos que dañan al ser humano y la naturaleza. Discuten cómo deben vivir en este mundo y avanzar en su autodeterminación. Defienden a la madre tierra, la biodiversidad, la armonía entre ellos y su entorno. Para ellos, el territorio no es sólo físico, sino múltiple, asociado a su cosmovisión y su búsqueda del buen vivir. Hay sectores que se posicionan claramente como autonomistas y anticapitalistas.

La lucha anticapitalista del zapatismo

La libertad para los zapatistas es participar en la producción de las condiciones de vida colectiva y su regulación (Gutiérrez, 2017). La han utilizado para desligarse del capital y el Estado. Pero no sólo se desprenden de éstos mediante la construcción de nuevas relaciones sociales sino que combaten el capitalismo.

Los zapatistas saben que es necesario entender el capitalismo y el Estado, y esta labor hay que emprenderla de manera colectiva. Han analizado de diversas formas los males del capitalismo. En 2015 difundieron un libro en el que se referían al capitalismo con la metáfora de la hidra. El método que proponen los zapatistas es reconstruir la genealogía del capitalismo para detectar lo que ha cambiado y lo que perdura desde que este sistema comenzó hasta nuestros días. Plantean que el capitalismo se ha hecho cada vez más cruel y poderoso. Antes, para el capitalismo, las regiones indígenas eran como lugares de reserva y no tenía mucho interés por los indígenas, a quienes tenía olvidados. Pero hubo terratenientes que fueron acaparando las mejores tierras y empujando a los indígenas hacia cerros que no les servían. Los terratenientes defendían las tierras de las que se apropiaban por medio de gente armada a su servicio. A los indígenas los utilizaban como mano de obra mal pagada. No había clínicas ni escuelas, ni programas para los indígenas. Luego vino un segundo despojo, cuando se percataron de que los lugares a los que habían enviado a los indígenas también podían convertirse en mercancías. Entonces el gobierno quiso privatizar los ejidos. Los zapatistas han criticado que el capitalismo convierta lo básico y elemental -el agua, el aire, la luz- en mercancía. La mayoría de las grandes empresas nacionales son prestanombres de los capitalistas mundiales atados a la banca internacional. Los usos y costumbres de la clase política corrupta se han trasladado al crimen organizado y no al revés. El capitalismo transitó de su forma industrial a la especulación financiera. Los intereses financieros impulsan lo que los zapatistas llaman la Cuarta Guerra Mundial. La mayoría de los trabajadores son precarios, hay dislocación del capital. El capitalismo actual vive de deudas y especulaciones. Las naciones endeudadas ponen como garantía los recursos naturales. El capitalismo trata de invadir territorios antes ignorados, desplaza a sus habitantes y se ha propuesto convertir a la naturaleza en un conjunto de mercancías. Los zapatistas han analizado los numerosos medios de despojo. El robo ha sido “legalizado” a favor de la minería, la explotación maderera y del agua, etc. El mismo sistema jurídico es un medio de despojo. La violencia es el arma del despojo. Los zapatistas hacen ver que el capitalismo es un crimen y tiene un modus operandi que aconsejan detectar. Produce miseria, destrucción y muerte. Avanza el despojo y la destrucción sobre los pueblos indígenas. También se ha incrementado la violencia de género. Se ha visto la urgencia de detener la destrucción que el capitalismo hace de la naturaleza. Los zapatistas están convencidos de que los une el deseo de librarse del capitalismo, y librar a la madre tierra también. Hay un más allá que implica trascendencia respecto al sistema capitalista e inmanencia en cuanto a la transformación emancipatoria. Saben que han ido erosionando al capitalismo con sus nuevas formas de producción. Han estado impulsando otras relaciones sociales no capitalistas. Han insistido en que ser zapatista es organizarse y trabajar en forma colectiva, sin venderse, hasta destruir el sistema capitalista, que no es sanable (Comisión Sexta del EZLN, 2015).

Las comunidades zapatistas conocen bien los males del capitalismo porque los han sufrido. Piensan que el capitalismo camina con cuatro ruedas: la explotación, el despojo, el desprecio y la represión. Saben que los capitalistas han estudiado cómo modernizar la explotación y cómo legalizar el despojo de las riquezas naturales. Advierten que los gobernantes son sirvientes del capitalismo y sus reformas pretenden la privatización de las tierras, los ríos, los manantiales, las lagunas, las montañas, la flora y fauna, el aire; todo lo que los pueblos originarios han cuidado desde hace siglos. Los capitalistas neoliberales han estado despojando a los pueblos de estos recursos por medio de empresas transnacionales. Para ello, “los de arriba” utilizan a líderes corruptos y despliegan muchos programas para someter a los pueblos. Como hay resistencias, los capitalistas y sus gobiernos recurren a la represión, a perseguir, desaparecer y matar a los que defienden sus territorios. El capitalismo también produce mucho desempleo y migración. Los migrantes van a otras ciudades y otros países con el sueño de obtener una vida mejor. Por la falta de empleo, la falta de servicios médicos y la producción mal pagada, los campesinos no alcanzan a cubrir sus necesidades; son obligados a vender la poca tierra que les queda y se ven orillados a emigrar. El zapatismo ha sido enfático en advertir que el capitalismo se ensaña con las mujeres. Las mujeres zapatistas han externado que los males del capitalismo son mayores para las mujeres porque se llevan la peor parte. Dicen que las mujeres indígenas pobres sufren el triple. El capitalismo no sólo discrimina a las mujeres sino que las viola, desaparece y asesina por el hecho de ser mujeres. Pero también desaparece a sus hijos, y en las desapariciones las que más sufren son las madres. En las ciudades hay muchas mujeres que no cuentan con una vivienda digna, pues no tienen recursos para pagar la renta por falta de trabajo; y cuando tienen trabajo, su salario es menor que el de los hombres. Las amas de casa no reciben ningún salario, y como el salario del hombre no es suficiente para mantener a la familia, se ven obligadas a buscar otro trabajo para que así les alcance el dinero para sobrevivir. En cada centro de trabajo las mujeres son abusadas por el patrón, son humilladas, despreciadas y están mal pagadas; sus largas horas de trabajo sólo se convierten en unas cuantas monedas que ni siquiera sirven para vivir dignamente. Algunas deciden estudiar, se gradúan, pero al final no hay empleo para ellas; su sacrificio no logra cumplir su objetivo porque el mal sistema controla las instituciones, la producción y el comercio. Muchas mujeres son maltratadas y humilladas en su hogar, y cuando llegan a acudir a un juzgado por alguna razón, muchas veces no son escuchadas; las autoridades no toman en cuenta su palabra. Las mujeres del campo y la ciudad son engañadas por los programas y proyectos del mal gobierno. Se les hace creer que son para su beneficio pero en realidad sólo se aprovechan de su situación de pobreza. Algunas mujeres migrantes son víctimas de tráfico de droga, víctimas de trata; son vendidas, canjeadas, comercializadas de un país a otro. Las zapatistas han recapitulado que el sistema capitalista neoliberal impone a la mayoría de las mujeres una vida de desigualdad y de injusticia que no respeta su dignidad. También han denunciado que al sistema capitalista lo acompañan el machismo, la intolerancia, el fanatismo, la violencia, la guerra contra todo, en todas partes y de todas las formas.

En las jornadas de lucha “Zapata vive, Samir vive, la lucha sigue”, en abril de 2019, se hizo público un comunicado del Movimiento de las Mujeres de Kurdistán por medio de sus hermanas zapatistas. Las kurdas les hicieron saber que estaban unidas en el amor por la tierra y la libertad. Recordaron que su historia ancestral compartida las acercaba a la lucha sin fin que realizó Emiliano Zapata. Enfatizaron que ellas luchaban por construir un mundo sin explotación estatal, sin racismo, sin capitalismo y sin patriarcado, en el que las mujeres desempeñaran un papel como motor de transformación en todos los ámbitos de la vida. Recordaron que, en todo sistema colonial, capitalista y estatal, las mujeres han sido la primera colonia más explotada. Ante esto, habría que crear otro sistema de vida sin esclavitud para las mujeres y para la sociedad entera. Apuntaron que en Rojava está la prueba de que otro mundo, donde quepan muchos mundos, es posible. Hicieron saber que las fuerzas yihadistas del Estado islámico, producto del sistema capitalista global, habían sido derrotadas definitivamente por las Unidades de Protección de las Mujeres en Deir Ezzor. Al cumplirse 100 años del asesinato de Emiliano Zapata, proclamaron que querían saldar la deuda histórica con los pueblos y las mujeres indígenas en cada rincón del planeta, como protectoras de la tierra, el aire, los ríos, y con todas las mujeres que se levantan en el mundo contra el capitalismo patriarcal y fascista. Hicieron saber que no habían apagado la luz que sus hermanas luchadoras zapatistas les habían regalado al desarrollar el autogobierno con el confederalismo democrático mundial de las mujeres, pues en pluralidad y juntas, otra vida más bella y justa es posible (Mujeres del Kurdistán, 2019).

Para hilvanar una reflexión existencial

El capitalismo necesitó colonias para desarrollarse. Después se afianzaron colonialismos que permitieron la subsistencia capitalista por medio de la gran explotación de los recursos de los pueblos indígenas y los trabajadores. Movimientos anticapitalistas se han expresado desde hace mucho tiempo y de muy diversas formas, con impactos también diferentes. Pero en lo que va del siglo XXI, y con mucho dinamismo desde la segunda década de este siglo, se han configurado varios anticapitalismos que combinan en forma consistente lo anticolonial, lo antipatriarcal y el respeto por la madre tierra. Parten de lo local hacia lo planetario. Éste es un anticapitalismo con experiencias de autonomía realizadas por minorías en búsqueda de una expansión por medio de enlaces confederados. Nadie salva al pueblo. El pueblo se salva a sí mismo. Pero una parte nada desdeñable del pueblo puede estar atrapada en los engaños y manipulaciones del capitalismo. La sumisión voluntaria es el caldo de cultivo de la dominación. No obstante, se muestra que es posible romper esa sujeción. No se trata de que alguien venga de afuera a iluminar, sino de salir de la oscuridad por la propia experiencia y por procesos de difusión. Estos movimientos no se han limitado a domar democráticamente al capitalismo, sino que impulsan liberarse de sus domesticaciones y engaños, frente a la banalización de la democracia mercantilizada. Nocolás Maquiavelo indicó que todo Estado debía estar armado, pues cuando el pueblo no cree en el convencimiento, el poderoso tiene que someterlo por la fuerza. Vilfredo Pareto entendió la violencia como una recurrente ondulación sin límites. Hay movimientos que se han propuesto dejar de pensar en el Estado como eje central de organización de las relaciones de la gente. Una cosa es participar en el desligue del poder y otra ponerlo en cuestión y encontrar formas de no someterse. El concepto cerrado de movimiento social no permite comprender la lucha de muchos colectivos. No cualquier movimiento masivo es emancipador y la derecha puede atrapar el descontento extendido a favor de sus intereses. Los movimientos de los de abajo son procesos que se realizan, conjuntan, separan, tentalean, y finalmente, expresan hacia sí mismos y hacia otros. Se generan prácticas y se comparten. Éstas van transformando la forma de pensar, la cual, a su vez, alimenta las acciones que van moldeando a la gente, que se va interconectando entre sí para vivir de manera conjunta. De esta forma se va configurando lo común. En estas dinámicas, los participantes expresan sus anhelos, pensares, sentipensares, alcances, límites, sus invenciones, reinvenciones, decepciones, correcciones, ensayos y búsquedas. Hay sujetos que nunca son en sí mismos porque los sujetos se realizan en su accionar. Existen prácticas y realizaciones de conjuntos de sujetos. No todo es continuo ni lineal, no todo está dado. Hay flujos e impactos. Se generan polifonías, diversidad de perspectivas e indeterminaciones. Así como el cristal de tiempo rompe la simetría de traslación y está en una especie de movimiento continuo, no en el espacio sino en el tiempo (Emerging Technology, 2016), a los movimientos no hay que encajonarlos en etapas sino encontrar la dinámica de su desplazamiento e impacto temporal. Esto nos lleva a los futuribles. Aristóteles ya hablaba de un futuro contingente. Pensadores de la Edad Media se enfrascaron en la discusión de si un ser supremo conocía el futuro. Tomás de Aquino respondió que para él todo era presente, pero Luis de Molina insistió en que no sólo había futuros determinados sino también condicionados. En la actualidad, el futurible se desliga de las discusiones teológicas para enfatizar futuros que juegan a ser si se resuelven ciertos condicionantes, a lo que Ernest Bloch (2004) llamó “la utopía concreta” o “la esperanza militante”. Esto también tiene que ver con la configuración de horizontes y la semejanza de los movimientos emancipatorios y las asíntotas, que nunca se tocan pero se van acercando. Lo que buscan los movimientos de los de abajo es librarse de la dependencia de los que mandan, para que sea la gente la que realmente mande y supere tensiones y contradicciones. Lo que se pretende desde abajo no es una hegemonía sino una inspiración que irradie poco a poco, cada vez más, para que la gente se vaya liberando de todas las hegemonías. Entre las diversas formas de los movimientos, en los auges y repliegues, en sus logros y arrinconamientos, está la lucha persistente de los pueblos originarios, no sólo por existir, sino por ser. No sólo cuentan las interrelaciones entre la gente, sino, de manera primordial, las que se establecen con la naturaleza. El hecho de que los movimientos estén dispersos es un obstáculo para una respuesta fuerte frente al capitalismo. Algo compartido puede tardar bastante tiempo en aglutinarse.3 La experiencia de la campaña de Marichuy como vocera del Concejo Indígena de Gobierno, en 2018, reveló también otras problemáticas. Se había propuesto que las diversas luchas esparcidas por el territorio mexicano se fueran conectando y tejiendo. Marichuy se esforzó por hacer que la gente reflexionara y se diera cuenta de que los problemas que sufre tienen una raíz común, que es el capitalismo, para así desatar una potencialidad anticapitalista. Pero se constató que en muchos lugares todavía opera la esperanza de que alguien, desde arriba, resuelva los problemas. Esto obstaculiza aún más la lucha anticapitalista. Si, además, la persona en quien se ha depositado esa esperanza trabaja a favor del capitalismo y engaña a los de abajo, la labor se hace más dificultosa. Gustavo Esteva apunta que el patriarcado capitalista dominante ha adoptado un patrón autodestructivo, un deslizamiento a la barbarie. Recuerda que México y Siria ocupan el primer lugar en el mundo por índices de violencia, pero que en ambos países las únicas áreas seguras en las que se puede vivir con tranquilidad son aquellas que realizan un experimento social radical: los kurdos en Rojava y los zapatistas en México (Esteva, 2019). Las tres experiencias paradigmáticas muestran que es posible que se consoliden luchas anticapitalistas, anticoloniales y antipatriarcales. Esto tiene un impacto de demostración que puede desatar nuevas potencialidades entre los de abajo. Sin embargo, estas tres experiencias comunales que comparten rostro femenino también muestran que el capitalismo trata de asediar esas experiencias porque sabe que son muy peligrosas para su permanencia. Las dos dinámicas, multiplicar las luchas y conjuntarlas, son urgentes, antes de que el capitalismo termine por destruir la vida en el planeta. Se requiere que esta nueva revolución copernicana suceda con mayor rapidez. Los movimientos de jóvenes contra el calentamiento global en 2019 señalan que hay terreno fértil en la propagación de dicha revolución. En los tres casos paradigmáticos, quienes impulsan las luchas no son todos los integrantes de los pueblos kurdo y mapuche, y de las diversas etnias que han confluido en el zapatismo, sino los sectores que han combinado la lucha anticapitalista con el respeto por la madre tierra. Se trata de núcleos que defienden derechos originales y una cosmovisión heredada, y que han ido rescatando la importancia fundamental de la mujer en el cambio social que el planeta requiere. Estos tres movimientos tienen un fuerte arraigo local y regional, pero saben que la lucha es mundial, por ello no sólo tienen relaciones entre sí, sino que han establecido nexos internacionales más amplios.4 En los tres hay un énfasis en el derecho a la vida, no sólo humana, sino de la madre tierra. Son minorías activas que no quieren segregarse sino incorporar y sumar lo que consideran factible y mejor para los seres humanos y el planeta. No lo hacen por medio de adoctrinamientos sino mediante prácticas ejemplares que defienden la dignidad y rescatan pasados, prefiguran futuros y realizan presentes por medio de una lucha organizada. Van ganando aliados por medio de un ejemplo replicable en sus líneas fundamentales, con expresiones concretas diversas. Propician convergencias con la elaboración de horizontes compartidos. Frente a esto, convendría apuntar que la situación actual ha impuesto un cambio de ritmo. Ya no basta con ese caminar constante, sino que la urgencia obliga a pensar que, como dijo el subcomandante zapatista Moisés, “deberíamos trotar”. Para terminar, quisiera apuntar que atisbo tres aspectos en el proceso complejo de las luchas anticapitalistas, anticoloniales y antipatriarcales, que se entrelazan y combinan para potenciarlo: la demoeluthería, esa libertad del abajo que está a la izquierda para impulsar autonomías en las que lo que impere sea la voluntad colectiva; la demokinesis, ese movimiento de ese mismo abajo y a la izquierda para reforzar autonomías y autogobiernos; la demokoiné, esa búsqueda constante de lo común, que incluye el respeto a la madre tierra.5 En esos tres aspectos, las resistencias y rebeldías convergen confederándose horizontalmente.6

Dal_air/Flickr ( Danza del trabajo colectivo del maíz. Caracol II de Oventic, Chiapas, México.

Para resumir, una posible conclusión sería, no una tesis, sino una pregunta para indagar y profundizar. Parece que el cambio copernicano plantea que para salvar el planeta se necesita una lucha de autonomías confederadas que hagan frente al capitalismo y su conjunto estatal en red. Esto es más que necesario, pero la pista podría ser preguntarse de dónde puede provenir el dinamismo que salve y cuide el planeta, y atisbar que ello requiere una profunda revolución de las mujeres a favor de la vida. La actual revolución copernicana requiere, entonces, que se coloque a las mujeres en el centro de la lucha contra el capitalismo, el colonialismo, el estatismo y el patriarcado.7

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8*Ésta es una versión abreviada de la conferencia magistral de la Cátedra Latinoamericana “Julio Cortázar”, impartida en el Paraninfo de la Universidad de Guadalajara, el 16 de mayo de 2019.

1En Latinoamérica, el único ejemplar de la primera edición se encuentra en la biblioteca pública Juan José Arreola, en Jalisco.

2Habría que tomar en cuenta que las conceptualizaciones que hacen referencia a la física y la astronomía no se trasladan mecánicamente a las ciencias sociales, sino que se toman como analogías para repensar algunos procesos relevantes de nuestro tiempo. Agradezco los comentarios que hicieron a este texto los doctores Alberto Aziz Nassif, Enrique Valencia y Rafael Sandoval. Quisiera enfatizar que lo aquí expuesto no es producto de una elaboración de escritorio, sino que se ha ido generando en seminarios sobre movimientos populares en los que han participado académicos e integrantes de pueblos originarios. Desarrollé la mirada sobre los movimientos de los kurdos y los mapuches precisamente en seminarios convocados por los zapatistas. Esto también ha influido en las convocatorias a varios seminarios de otra cátedra a la que le pusieron mi nombre en el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social y la Universidad de Guadalajara. En 2018, el seminario de esa cátedra versó sobre el Concejo Indígena de Gobierno del Congreso Nacional Indígena y del Ejército Zapatista de Liberación Nacional; el seminario correspondiente a 2019 se centró en la revolución de las mujeres kurdas, y el seminario de 2020 se enfocará en la lucha por la autonomía del pueblo mapuche.

3El confederalismo democrático de los kurdos puede ser una forma de articulación.

4Habría que apuntar que cada uno tiene su especificidad. Los kurdos buscan una nación incluyente de la diversidad en la que están insertos, los mapuches intentan una construcción nacional propia, los zapatistas aspiran a una convergencia organizacional más amplia. El internacionalismo surge en los tres como horizonte.

5Hay que precisar que no debemos quedarnos con lo etimológico del demos, que incluiría a todos los integrantes de un pueblo, porque eso implicaría situarnos en la arena de la lucha de clases. En las circunstancias actuales, dicha lucha está siendo ganada por las grandes corporaciones capitalistas. Además, los capitalistas no quieren ser incluidos en el ámbito de lo popular, y hay grandes sectores populares de los de abajo que se encuentran supeditados a la mentalidad capitalista y aspiran a ubicarse del lado de los dominadores. Pero hay un núcleo de los de abajo que reclama lo popular como identificación. Se trata de ese abajo a la izquierda que ha comprendido que el consumo capitalista es destructor de la vida en el planeta y lucha por cambiar el paradigma para que haya respeto por la naturaleza. Esta concepción no se circunscribe a lo que dice Paolo Virno, quien opina que el pueblo es de naturaleza centrípeta y es el reflejo del Estado (Virno, 2019).

6Se han distinguido varios tipos de resistencias en lo económico, político, social, cultural y lingüístico, que pueden traducirse ya en confrontación, pero también en “acato aparente” y hasta por infiltración. Se ha hecho notar que no hay una sola modalidad y existe una complejidad en la que se mezclan formas contradictorias. Sin embargo, lo más relevante es que la propia existencia de los pueblos originarios representa en sí una resistencia importante (Aguilar, 2019). No obstante, la resistencia que adopta una actitud anticapitalista implica una confrontación rebelde y organizada, y deviene en bloqueo del proceso de la acumulación de capital (Szutwark, 2019).

7Con la reciente pandemia de coronavirus disease-19 (Covid19), se ha constatado una vez más el deterioro provocado por el capitalismo, tanto en lo relativo a la destrucción del planeta como de la vida humana. La emergencia sanitaria ha propiciado reflexiones en torno a la necesidad de un profundo cambio de mente, es decir, de una urgente revolución copernicana en las formas de concebir las relaciones con la naturaleza. Este artículo se terminó de escribir en mayo de 2019. Los acontecimientos que se siguieron mostraron sin lugar a dudas que el papel de las mujeres en el cambio civilizatorio es central, a partir de sus multitudinarias movilizaciones mundiales de finales de 2019 y principios de 2020. En la construcción del mundo posterior a la pandemia, las mujeres serán fundamentales.

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