El testimonio es la narración de una persona sobre una experiencia determinada, sus recuerdos compartidos por lo general de forma oral. Al ampliar la gama de voces que explican un suceso y legitimar a otros narradores como co-constructores de la memoria social, el testimonio ha fungido como herramienta para complejizar la verdad aceptada como histórica. Escuchar un testimonio permite a los oyentes compartir la vivencia de quien narra, ser testigos. Los narradores reactivan los hechos del pasado y los traen al presente, por lo tanto, el relato también tiene elementos de performance, es decir, es una forma de escenificación pública.
Lynn Stephen, antropóloga estadounidense adscrita a la Universidad de Oregon, ha hecho de Oaxaca su segundo hogar, se ha interesado en particular en explorar el testimonio en el contexto de los movimientos sociales y ha hecho aportaciones relevantes al debate sobre el testimonio como herramienta política, metodológica y de reproducción cultural. En el presente texto se comparten sus planteamientos centrales en torno al tema, a partir de una entrevista que sostuve con ella por vía electrónica el 25 de julio de 2018 y la revisión de sus publicaciones al respecto.
A lo largo de su trayectoria, Lynn ha reflexionado acerca de las epistemologías indígenas y su relevancia teórica y metodológica en el marco amplio de la producción científica. También ha estudiado los entrecruces entre género, migración y desarrollo económico, y temas como los movimientos sociales, la autonomía indígena y la historia de las comunidades latinas en Estados Unidos. En su esfuerzo por impulsar la investigación colaborativa, ha desarrollado material visual (Stephen, 2015b) y el sitio web Somos la cara de Oaxaca (2013). Es autora de los libros Zapotec Women: Gender, Class, and Ethnicity in Globalized Oaxaca (2005); Transborder Lives: Indigenous Oaxacans in Mexico, California, and Oregon (2007), y Somos la cara de Oaxaca: testimonio y movimientos sociales (2016), entre otros. De junio de 2018 a junio de 2019, presidió la Asociación de Estudios Latinoamericanos (LASA, por sus siglas en inglés) y en la actualidad trabaja en el libro titulado Remembering Mexico: Emotion and Testimony in Elena Poniatowska’s Crónicas (en prensa), en el que reflexiona sobre el papel del testimonio en la producción de conexiones emocionales que trascienden generaciones y moldean la memoria histórica.
Lynn comenzó a interesarse en el testimonio a principios de década de 1990, cuando era traductora, de español a inglés, de activistas centroamericanos en Estados Unidos. La crisis centroamericana de las décadas de 1970 y 1980 -cuya expresión más visible fueron los conflictos armados nicaragüense, salvadoreño y guatemalteco, así como las constantes y graves violaciones a los derechos humanos por parte de los gobiernos, el asesinato y desaparición de miles de civiles y la intromisión estadounidense en la política interior de los pasíses de la región- llevó a miles de personas a buscar refugio en otros países. Grupos de solidaridad ayudaron a los afectados a reubicarse en lugares más seguros y a sensibilizar a la opinión pública internacional ante su situación. María Teresa Tula, salvadoreña fundadora del Comité de Madres y Familiares de Presos Políticos, Desaparecidos y Asesinados de El Salvador “Monseñor Romero” (Co-Madres), visitó Boston con ese objetivo y Lynn tradujo su historia ante el público de varias universidades:
Ella daba su testimonio, contaba lo que les había pasado a ella y a su esposo, a quien mataron [...]. Me llamó la atención que María Teresa estaba muy consciente de cómo narraba su historia, en ese sentido, no era algo espontáneo, fue algo bien pensado, ella y las Co-Madres usaban el poder de su testimonio para avanzar una agenda política (entrevista con Lynn Stephen).
La narración de María Teresa mostraba la realidad dolorosa de muchas mujeres salvadoreñas cuyas vidas estaban marcadas por la pobreza, la violencia y su empeño por salir adelante y buscar asilo en Estados Unidos. Su voz hablaba también de la transformación profunda de esas luchadoras que ampliaron su mirada en el marco del activismo y transitaron de pugnar por el bienestar de sus familias a pelear por una vida justa y digna para todo un país. Empezaron buscando a sus esposos, hermanos y padres desaparecidos y lograron cuestionar los regímenes militares y proponer estrategias democráticas. Las mujeres de Co-Madres se convirtieron en una de las presencias más visibles en la Federación Latinoamericana de Familiares de Detenidos-Desaparecidos (Fedefam), en la que participaban organizaciones de 17 países.
Lynn le preguntó a María Teresa si podía entrevistarla, imaginaba una conversación de una o dos horas que pudiera publicarse en un periódico feminista: “¡empezamos la entrevista, platicamos tres horas y llegamos a la edad de 8 años! Me di cuenta de que estaba pasando algo, que esa conversación era más que una entrevista” (entrevista con Lynn Stephen). “En la mesa azul de mi cocina, María había también escogido cuidadosamente las palabras con las que hablaba y había alargado el tiempo para acomodar lo que creía importante decir”, explica Lynn en el libro que resultó de ese encuentro (Tula y Stephen, 1999: 7).
Lynn le propuso que dedicaran cinco días a grabar su historia de vida, ella respondió que lo discutiría con sus compañeras de Co-Madres, pues se trataba no sólo de su historia sino de la de muchas mujeres:
Fueron 30 horas de testimonio, que luego, juntas, editamos y tradujimos, y que después de mucho, fue publicada como un libro. Se trató de un proceso de al menos un par de años, durante los cuales ella aprendió de sí misma.
Fue realmente a través de esta experiencia con las Co-Madres, de trabajar con María Teresa Tula, con su familia y su organización en la publicación de este libro lo que me mostró la importancia del testimonio. Fue mi primera experiencia con un grupo de mujeres que entendía el poder del testimonio, esa era su manera de trabajar. La sabiduría de ellas y el poder de su testimonio fue muy relevante para mí (entrevista con Lynn Stephen).
El libro, titulado Hear my Testimony: María Teresa Tula, Human Rigts Activist of El Salvador (1994), forma parte de un conjunto de textos sobre la vida de las mujeres trabajadoras involucradas en las luchas de liberación nacional, líderes populares, que recupera sus palabras y experiencias. Entre ellos se encuentran los de Domitila Chungara (Viezzer, 1977), Claribel Alegría y D. J. Flakoll (1987) y Elizabeth Burgos (1983).
En México, explica Lynn, el testimonio como forma de expresión política y como archivo de saberes tiene una larga trayectoria. Los pueblos indígenas mesoamericanos han utilizado esta herramienta a lo largo de la historia, al igual que las comunidades afrodescendientes; las narraciones fueron centrales en la lucha antiesclavista en el territorio actual de Estados Unidos. No sólo los grupos marginados han acudido al testimonio como forma de hacer política y de conservar y transmitir conocimiento, también lo han hecho las élites.
“El testimonio oral también tiene aspectos de performance y aspectos públicos” (Stephen, 2015a: 4). Existen conexiones entre las formas de literacidad presentes en las sociedades indígenas precolombinas -como la oralidad, el performance y la escritura- y las que estas comunidades mantienen y transforman hoy:
Los cuentos, los chistes, las canciones, incluso el baile, son parte de un repertorio que funciona como un archivo para compartir información histórica, teórica y de otro tipo.
A la vez, implica que los interlocutores se involucren de un modo particular con lo narrado: de una forma humana, cálida, viva, afectiva, orgánica, de una forma en la que nuestra especie, los seres humanos, hemos invertido mucho tiempo.
No es lo mismo escuchar o ver un testimonio que analizar un cuadro estadístico, creo que captamos la narración de otra manera. Entonces, es una herramienta política, sí, pero es una forma de comunicación muy básica para los seres humanos. Y aunque en la jerarquización occidental de los saberes se prioriza lo escrito, un testimonio bien elaborado tiene un poder increíble (entrevista con Lynn Stephen).
Lynn ha desarrollado estas reflexiones en dos textos en particular: el discurso con el que recibió el premio Martin Diskin (Stephen, 2015a) y el libro con sitio web Somos la cara de Oaxaca (2013; 2016), que relata 26 testimonios e incluye fotografías, mapas y documentos. Los materiales hablan de la historia de los derechos humanos, de las mujeres y de los indígenas en el estado de Oaxaca, y se detiene en el amplio e intenso movimiento de 2006. Ese año, maestros, indígenas, campesinos, estudiantes y otros sectores de la sociedad civil constituyeron un frente plural de lucha, conocido como la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO). El trabajo de Lynn habla del papel del testimonio en el interior de los movimientos, como respaldo de identidades colectivas e individuales, y de su efecto e importancia hacia afuera, porque sensibiliza, concientiza, contribuye a formar comunidades, solidaridad y empatía hacia el dolor de los otros.
Lynn explica que, como instrumento de reconstrucción histórica y exploración social, el testimonio contribuye a mostrar la textura compleja de los procesos, los sentidos múltiples de las experiencias y la subjetividad de los actores. Al exhibir que la historia no tiene una dirección y un significado únicos, cuestiona la idea monolítica de verdad y permite conocer las experiencias que han sido acalladas, ocultas, suprimidas de las versiones oficiales y las historias nacionales.
El interés de Lynn por el testimonio, en el marco de las luchas por los derechos humanos en Latinoamérica, la lleva a pensar de manera crítica en las comisiones de la verdad. En Somos la cara de Oaxaca (2016) menciona las comisiones que han operado en la región y reconoce que las narraciones expresadas en los foros de la llamada justicia transicional permiten ampliar y complejizar la versión oficial establecida por los vencedores o los poderosos. Considera, con otros estudiosos del tema, que estas comisiones suelen enfocarse en las víctimas, en situaciones y perpetradores específicos, y dejan de lado a los afectados por la violencia estructural. Aunque estos esfuerzos contribuyen a visibilizar los abusos del poder, pueden volverse funcionales en la búsqueda de una estabilidad que no transforme de fondo las relaciones que ocasionaron la violencia previa:
Mi exploración del papel del testimonio oral en el trabajo de derechos humanos de las comisiones de la verdad en América Latina y los movimientos sociales está relacionada con preguntas más amplias acerca de la memoria y la forma en que la historia y la verdad son entendidas e interpretadas (Stephen, 2016: 37).
Contar con las narraciones de estas historias, no sólo permite reescribir la historia “oficial” de determinado periodo, sino que ofrece la posibilidad de acudir a ellas en todo momento para interpretar periodos de violencia, periodos cuyas representaciones históricas han sido controladas.

Ricardo Ramírez Arriola/360° Parque Central de la Ciudad de Guatemala, minutos antes del acto oficial de la Firma de los Acuerdos de Paz entre el gobierno guatemalteco y la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca, para poner fin a una guerra de 36 años. Ciudad de Guatemala, Guatemala, 29 de diciembre de 1996.
El impacto social de las declaraciones ofrecidas durante las comisiones de verdad trasciende lo que ocurre en los tribunales: los testimonios circulan en otros espacios y son interpretados de muchas formas, explica. La experiencia de hablar y ser escuchado puede ser una afirmación de dignidad y una forma de concientizarse sobre los propios derechos. Por esto, Lynn considera que establecer la verdad o falsedad de los hechos no es la única posibilidad que las comisiones ofrecen, resulta más importante entender los procesos que conducen a la gente a compartir sus historias.
Para Lynn, hacer uso de la herramienta del testimonio implica reflexionar acerca de las nociones de verdad, invita a reconocer la existencia de verdades múltiples, así como la importancia de las amnesias o de cómo se expresan en el discurso las regulaciones comunitarias, como las de género.
De la antropología colaborativa, que Lynn ha promovido y practicado, se desprenden otras posibilidades para el testimonio. En Estados Unidos, ha participado en iniciativas de colaboración vinculadas a las luchas por los derechos humanos de los migrantes:
Hace tres años llegaron a mi oficina dos personas de una ONG [organización no gubernamental] que trabaja por los derechos de los migrantes a solicitar ayuda para preparar algunos casos de asilo. Desarrollamos un equipo, dos estudiantes y yo, para hacer entrevistas. No empezamos hablando de los hechos violentos, que son la razón por la cual se busca el asilo, sino que abrimos un espacio para realizar una historia de vida y dejar la posibilidad de que la persona pueda contar su propia historia, entonces, los hechos violentos no aparecen como aislados sino como parte del escenario más amplio (entrevista con Lynn Stephen).
De esta forma se puede contextualizar la violencia y sensibilizar a los abogados y demás personas implicadas en estos procesos.
Para que haya un entendimiento de la experiencia narrada hay que buscar una declaración que no se enfoque sólo en los hechos, sino que permita entenderlos en su contexto histórico y sociocultural:
Ahora estamos compartiendo con varios abogados que trabajan en los procesos de solicitud de asilo cómo hacemos esas entrevistas, cómo construimos los peritajes, cómo trabajar de una manera respetuosa, estamos haciendo sugerencias para que tomen en cuenta el contexto (entrevista con Lynn Stephen).
En resumen, Lynn explica que el testimonio tiene usos políticos, metodológicos y de reproducción cultural. En su trayectoria, el uso del testimonio ha transitado de la reconstrucción de una historia personal -la de María Teresa Tula, que contenía la experiencia de muchas otras mujeres- a un planteamiento de uso y construcción colaborativa del testimonio como archivo comunitario o colectivo de luchas y experiencias compartidas. Su trabajo permite reflexionar sobre el testimonio como elemento central en la generación de solidaridad y la puesta en marcha de procesos de transformación social.










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