SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.12 número40Desarrollo regional y acción de base: El caso de una organización indígena de productores de café en OaxacaLa vivienda nueva en la ciudad de Chihuahua: oferta y demanda índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

Links relacionados

  • No hay artículos similaresSimilares en SciELO

Compartir


Economía, sociedad y territorio

versión On-line ISSN 2448-6183versión impresa ISSN 1405-8421

Econ. soc. territ vol.12 no.40 Toluca sep./dic. 2012

 

Artículos de investigación

 

La transformación del trabajo, la movilidad geográfica y las relaciones campo-ciudad en una zona rural del Estado de México

 

The transformation of labor, geographic mobility, and town-country relations in the rural area of the State of Mexico

 

Adriana Helia Larralde-Corona*

 

* Universidad Autónoma Metropolitana, Cuajimalpa, México. Correos-e: alarralde@correo.cua.uam.mx, alarralde@colmex.mx.

 

Recibido: 20 de febrero de 2010.
Reenviado: 17 de febrero de 2011.
Aceptado: 15 de marzo de 2011.

 

Abstract

In this paper, the transformation of labor activities, geographic mobility, and countryside-city relations is documented using the case study of an ejido in the Valley of Toluca. The analyzed period, 1940-2000, covers the transition of work processes to a post-productivist stage in the country, the prevailing urban forms, and spatial mobility. Interviews, life stories, were used in this study. The results show a transformation of labor, linked in a first stage with agricultural production, into occupations in the tertiary sector and industry. Likewise, an abandonment of labor in the local space heading for the regional hinterland was observed, as well as the predominance of commuting as form of mobility. Finally, a transformation of countryside-city relations took place, together with the splintering of the connections of the rural population with Mexico City, and the emergence of links with smaller and closer cities.

Keywords: rural, urban, mobility, labor.

 

Resumen

En este artículo se documenta, utilizando el caso de un ejido del Valle de Toluca, la transformación de las actividades laborales, la movilidad geográfica y las relaciones campo-ciudad. El periodo de análisis, 1940-2000, abarca la transición de los procesos de trabajo hacia una etapa posproductivista del campo, de las formas urbanas dominantes y la movilidad espacial. En el estudio se utilizaron entrevistas e historias de vida. Los resultados mostraron la transformación del trabajo, vinculado en una primera fase con la producción campesina agrícola, hacia ocupaciones dentro del terciario y la industria. Además, se observó una salida del trabajo del espacio local al hinterland regional, y el predominio del commuting como forma de movilidad. Finalmente, se presentó la transformación de las relaciones campo-ciudad, con el rompimiento de la relación de la población rural con la ciudad de México y el surgimiento de vínculos con ciudades de menor tamaño y a menor distancia.

Palabras clave: rural, urbano, movilidad, trabajo.

 

Introducción

¿Cómo se ha transformado el balance entre el trabajo agrícola y no agrícola de la población rural? ¿Cómo ha cambiado la localización de su trabajo y las formas de movilidad geográfica? ¿Cómo se ha transformado la influencia que ha tenido la ciudad en la estructuración de sus prácticas laborales? El propósito de este escrito es tratar de responder estas interrogantes para una zona rural típica del Estado de México: el ejido Emilio Portes Gil (municipio de San Felipe del Progreso). El análisis abarca un periodo amplio, de 1940 a principios de 2000, a lo largo del cual ocurren dos procesos clave para la transformación de las zonas rurales: la transición del espacio rural predominantemente agrícola hacia la denominada etapa posproductivista del campo (Buttel, 2001), y la transición de la forma urbana dominante y la movilidad, desde el periodo del capitalismo industrial en el cual predominaba la metrópoli concentrada, a la ciudad desconcentrada o ciudad-región que surgió con el capitalismo global (Ascher, 2004).

Como sabemos, las áreas rurales son heterogéneas, varían en el espacio y en el tiempo (Williams, 2001). Por ejemplo, en la zona de estudio donde ahora se localiza el ejido Portes Gil, antes del reparto agrario, el territorio estaba conformado por pueblos, rancherías y haciendas. Los pueblos, aglomeraciones de varios centenares de familias, se caracterizaban por ser herederos de la organización y las formas de asentamientos precoloniales con los matices indígenas y la intervención de las órdenes religiosas. Las rancherías eran un tipo de comunidad rural mucho menos densa y mucho más reciente que el pueblo. Las haciendas, por su parte, fueron un producto criollo, se trataba de empresas productivas poderosas que, sin embargo, aportaban poco al comercio pues tenían un alto grado de autarquía (Bataillon, 1972). La Constitución de 1917 estableció la promesa de restituir el sistema de ejidos, lo cual sucedió con el presidente Lázaro Cárdenas en la década de 1930. El ejido, diferente de estas zonas rurales, se caracteriza porque la explotación económica es colectiva. De acuerdo con la ley, el ejido está formado por tierras de cultivo (área parcelada), otras para satisfacer necesidades colectivas (uso común) y otras más para urbanizar y poblar (fundo legal), principalmente.

Esta investigación centra su atención específicamente en el ejido, puesto que se trata de una forma de construcción social representativa del espacio rural del centro del país, y en particular del Estado de México, ya que abarca 64% de su territorio: 1'444,331.17 ha repartidas en 1,233 ejidos y comunidades (INEGI, 2009). Estos datos dan una idea de la importancia del ejido en términos de sus formas productivas, sus recursos fijos (suelo y recursos naturales), y sus actores sociales y políticos para conformar la vida rural de los mexiquenses.

A principios del siglo XX el campo era la columna vertebral de la sociedad mexicana. La actividad agraria generaba y acumulaba la mayor parte de la riqueza del país, y en el Estado de México esta situación era mucho más marcada. En 1940, año en que inicia nuestro periodo de análisis, los datos censales para el estado mostraban que 80% de la población ocupada se dedicaba al sector primario. Seis décadas después, en el año 2000, la situación se transformó de forma sustancial. De acuerdo con la Encuesta Nacional de Empleo, la ocupación en el sector primario descendió hasta alcanzar 8.4%; y cabe aclarar que la tendencia continúa, pues según la misma fuente, para 2004, el porcentaje bajó a 6.1 (DGE, 1943; INEGI, 2009).

En relación con la pluriactividad, es decir, la combinación de la agricultura y otras actividades generadoras de ingresos dentro de la unidad doméstica, se ha verificado, en el ámbito nacional, una disminución de la importancia de la actividad agropecuaria para garantizar el ingreso familiar. Diversos estudios señalan que el ingreso proveniente de actividades no agrícolas es de alrededor de 60 y hasta 82% (Appendini, 2005; Gordillo et al., 1999).

La desagrarización del empleo rural y su diversificación (hacia la industria y cada vez más hacia el sector terciario) han traído cambios en la localización de las nuevas fuentes de trabajo. Tradicionalmente, el trabajo agropecuario dentro de la pequeña producción campesina (ejidal) daba lugar a formas de trabajo y movilidad espacial muy particulares, las cuales han sido descritas ampliamente en las investigaciones realizadas para la región central del país (Arizpe, 1978; Bataillon, 1972). Los agricultores vinculados con la producción familiar tenían una dinámica laboral que se adaptaba a los ciclos de producción. En términos simples, se puede decir que el ejidatario permanece la mitad del año en su localidad de residencia y trabaja intensa y cotidianamente las actividades agrícolas que se localizan en el mismo lugar de residencia (el ejido). Luego, durante los tiempos muertos de la agricultura, se emplea en otro tipo de ocupaciones que muchas veces se encuentran separadas y lejanas del lugar de residencia, dando lugar a un patrón de movilidad peculiar: la movilidad birresidencial también denominada migración temporal.1

Algunas investigaciones recientes evidencian el aumento de la movilidad espacial de la población rural fuera del espacio local, con patrones espacio-temporales diferentes a los asociados con la producción campesina y la movilidad birresidencial; ya sea por motivos de trabajo, pero también para satisfacer otras necesidades, como la educación, las compras, la recreación y la convivencia social (De Grammont, 1995; Appendini, 2005; Verduzco, 2007; Orozco, 2005).

Los cambios observados en la estructuración social y dinámica espacial del trabajo rural responden a múltiples factores. En primer lugar, es importante considerar el contexto histórico actual, es decir, del capitalismo global, y sus implicaciones en la pequeña producción agropecuaria. La crisis económica de 1980 y las políticas de ajuste y reestructuración que empezaron a implementarse en el campo a principios de la década de 1990, han tendido a desmantelar la pequeña producción agropecuaria (Bartra, 1995; Hewitt 1992; CEPAL, 2006), entre otros y que han fungido como un mecanismo de presión hacia otros sectores de actividad laboral; aunado, por supuesto, a otra variedad de fuerzas que operan, se puede decir que fuera del ámbito agrario, para transformar las prácticas laborales de los pobladores rurales, por ejemplo: la ampliación de la cobertura territorial de la educación formal, la transformación de la cultura y los medios de comunicación, entre otros.

A lo largo de esta investigación pongo especial atención en el territorio y algunos fenómenos que han tenido lugar en las últimas décadas del siglo XX, como los procesos de desconcentración y aumento de la movilidad geográfica que han sido verificados en múltiples contextos alrededor del mundo. Además, considero particularmente importante la desconcentración de la forma de urbanización y la ciudad. Las características más importantes de estas formaciones urbanas son: 1) el crecimiento de un espacio periférico dilatado, en que se da un cambio de escala en la ciudad de lo metropolitano a lo regional; 2) la discontinuidad del asentamiento, y 3) el alto grado de movilidad de personas, bienes e información (Ascher, 2004; McGee y Robinson, 1995; Soja, 2000; Ferrás, 2000; Champion, 1989).

Estas características de la urbanización acercan cada vez más los centros urbanos a las localidades rurales y permiten, al menos potencialmente, un mayor intercambio vía accesibilidad física. En este sentido, varios autores afirman que el crecimiento de estos conglomerados urbanos ha actuado como un polo de aceleración de los flujos rurales-urbanos de gente, dinero y productos (McGee, 1998; Cortés, 1997; Pedrero y Embriz, 1992).

En la región centro del país se ha comprobado la presencia de estos procesos territoriales. Primero, es importante destacar que esta porción del territorio nacional es un espacio fuertemente urbanizado, más que el promedio nacional. Según el censo de población del año 2000, 70% de su población total residía en localidades urbanas, es decir, con más de 15,000 habitantes. Cabe mencionar que para el año 2005, según el Conteo de Población, este porcentaje se mantenía sin cambios (INEGI, 2001, 2008). Aunado a esta proliferación de centros urbanos de gran tamaño, una característica distintiva de la urbanización reciente de la región es el crecimiento urbano más dilatado y discontinuo de las ciudades que allí se localizan (Aguilar, 2003).

Estos procesos de dilatación de los territorios, que se han sucedido junto con la mayor y mejor cobertura de la vialidad y los sistemas de transporte en la región, han producido un aumento de la movilidad diaria de la población en algunos sistemas regionales, al interior de la zona central del país (Graizbord y Molinatti, 1998; Corona y Núñez, 2001).

La presente investigación contiene cinco apartados más (además de esta introducción). En el primero, se exponen las consideraciones teóricas y metodológicas que guiaron este trabajo. El segundo, tercero y cuarto apartados contienen el desarrollo de la investigación según los periodos históricos (comenzando con las décadas de 1940 y 1950, después los años sesenta y setenta y por último el periodo denominado crisis y globalización correspondiente a las décadas de 1980 y 1990); finalmente se exponen las conclusiones.

 

1. Aspectos teóricos y metodológicos

Las ideas y argumentos teóricos que guiaron esta investigación provienen básicamente de tres hipótesis que se refieren a grandes procesos de cambio histórico de la ciudad, el campo y la movilidad espacial. Se trata de: a) la hipótesis de la transición de la movilidad de Zelinsky (1971), b) la hipótesis de la tercera revolución urbana de Ascher (2004), y c) los procesos transformadores del espacio rural de García, Tullas y Valdovinos (1995).

La hipótesis de la tercera revolución urbana de Ascher plantea que la modernización ha transitado por tres fases, asociadas con tres tipos de formas urbanas dominantes. La primera etapa de la modernización abarcaría más o menos el periodo denominado Edad Moderna, que va del fin de la Edad Media hasta el principio de la Revolución industrial; en este periodo surgiría la ciudad clásica. La segunda fase de la modernización coincide con la Revolución industrial, fase que dio lugar a la metrópolis industrial. Esta forma urbana se caracterizaba por el crecimiento interno de las aglomeraciones por extensión de su periferia inmediata y por densificación. Con el inicio de una nueva fase de la modernización, se prefiguraría una tercera revolución urbana moderna y con esto el surgimiento de la metápolis, o ciudad de lugares y flujos2 (Ascher, 2004).

La hipótesis de la transición de la movilidad intenta ligar las transiciones demográficas, urbanas y la modernización con el tipo y patrón de la movilidad. En este periodo que abarca la transformación de la sociedad tradicional a la moderna, Zelinsky distinguió cinco fases que responden a los cambios en los patrones de movilidad. En una primera fase (sociedad tradicional) predomina la circulación de corto plazo y, sobre todo, de distancias cortas hacia centros urbanos locales. En la segunda (sociedad transicional-temprana) empiezan los desplazamientos a mayores distancias, hasta que el volumen es masivo y dirigido principalmente hacia las ciudades más grandes. Luego, en la tercera fase (sociedad transicional-tardía) se reduce progresivamente el ciclo de la movilidad, cuando los migrantes pasan más tiempo en los destinos urbanos hasta que se alcanza una etapa donde predomina la migración permanente (del campo a la ciudad). La cuarta fase (sociedad avanzada) se define cuando el volumen de la migración campo-ciudad declina y se vuelve dominante la circulación de corto plazo en la forma de commuting. En esta etapa se presenta una tendencia hacia la desconcentración de las poblaciones urbanas a través de movimientos a ciudades intermedias y pequeñas y el establecimiento de enclaves urbanos en pequeños poblados (Zelinsky, 1971; Skeldon, 1990).

Finalmente, en relación con los asentamientos rurales, García et al. (1995) elaboraron una clasificación de la evolución de la relación de los espacios rurales con su entorno regional en Europa. Ésta contiene tres periodos: 1) de relativa autarquía del espacio rural e intercambios mínimos con el entorno regional, 2) de mayor interacción e integración con el espacio regional, y 3) de gran difusión e intercambio. El primero se asocia con la historia previa a la industrialización de la sociedad; este periodo de transformación de las zonas rurales se caracteriza por un predominio de las actividades agrarias y de manufactura artesanal y la minimización del intercambio de bienes y servicios fuera del ámbito local. El segundo periodo se vincula con el proceso de modernización vía la industrialización, que se ubica alrededor de la segunda mitad del siglo XIX y mediados del XX. En éste se da una especialización de las actividades agrarias y la disminución de las actividades artesanales. También existe mayor integración territorial con el entorno; asimismo, empieza la desconcentración de actividades que antes habían estado confinadas en las ciudades. Finalmente, el tercer periodo se caracteriza por una mayor difusión de las actividades consideradas urbanas dentro del espacio rural. Después de la redistribución de la población y las actividades en el hinterland de las áreas metropolitanas, este proceso se extiende a las pequeñas ciudades y pueblos situados en los espacios más rurales, más alejados de los centros urbanos (García et al., 1995: 54-58).

El periodo histórico analizado en esta investigación, de acuerdo con la hipótesis de la tercera revolución urbana de Ascher, se ubicaría en la segunda y tercera fases de la modernización, que en el contexto mexicano coincidiría con el inicio de la industrialización en el país en los años de la posguerra, y hasta la fase de la crisis y reestructuración de fines del siglo XX. En cuanto a la hipótesis de la transición de la movilidad de Zelinsky, coincidiría con la tercera y cuarta fases, de la sociedad transicional tardía y de la sociedad avanzada. Finalmente, en relación con la transformación de las zonas rurales y la relación campo-entorno regional, se ubica en el segundo y tercer periodos.

De acuerdo con estas ideas, durante el periodo de análisis la forma urbana dominante en la región de estudio se transformaría de la metrópolis industrial (ciudad concentrada) a la metápolis (ciudad desconcentrada). Conjuntamente, cambiaría el patrón dominante de movilidad espacial, de un predominio de la migración campo-ciudad a la circulación en forma de commuting. Finalmente, la relación campo-ciudad pasaría de una fase de apertura e intercambio medio a otra de mayor apertura e intercambio.

Es importante señalar que las dos primeras hipótesis no hacen referencia a las zonas rurales y su transformación; más bien, abordan explícitamente los procesos que ocurren con la ciudad, la forma de urbanización y el comportamiento de los citadinos. En este caso, se intenta incluir al campo como parte de dichos procesos y observar más precisamente qué ocurre en este tipo de asentamientos.

Ahora bien, situados en el ámbito más analítico y metodológico de la investigación y siguiendo algunas de las ideas de la tesis de la reestructuración rural (Marsden y Murdoch, 1994), utilizamos el espacio local como una herramienta empírica y analítica para descubrir las dimensiones sociales y materiales del cambio rural. Los autores de dicha tesis caracterizan a las localidades rurales como lugares de encuentro donde conjuntos de relaciones sociales se intersectan; además argumentan que el objetivo del análisis es mostrar cómo estas redes actúan juntas y cómo operan en escalas espaciales y temporales particulares.

Para reconstruir la historia del espacio local utilizamos el relato de vida. La biografía o relato de vida se ubica en el marco de la propuesta de Pred: "el lugar como un proceso históricamente contingente" (1985: 338). En dicha propuesta las biografías se forman a través de la construcción de los lugares, y los lugares se producen a través de la formación de las biografías. Nos parece que en este planteamiento el autor ofrece una forma valiosa para articular la trayectoria individual y los proyectos institucionales con las características estructurales con las cuales estas prácticas se entretejen.

Adicional a la propuesta anterior, y con la intención de establecer una relación más sistemática entre la biografía y el tiempo histórico, recuperamos la perspectiva de curso de vida, específicamente la idea de cohorte. El impacto de un evento en el curso de vida de una cohorte refleja el escenario en que éste fue experimentado. Las consecuencias de este evento histórico varían entre individuos de diferentes edades. Si el cambio social se diferencia en las trayectorias de vida entre las cohortes de nacimiento, estas diferencias en las conductas de las personas de distintas edades deben atribuirse tanto a cambios históricos como a cambios de vida (Elder, 1991).

Los relatos de vida sirven para conocer algunas características sociales y espaciales del trabajo y los cambios ocurridos a través del tiempo. Las variables registradas fueron: ocupación, situación en el trabajo (asalariado, cuenta propia, trabajador familiar sin pago), ingresos, prestaciones sociales, horas trabajadas, contrato laboral. En cuanto a la movilidad espacial, se recopiló la información sobre el lugar de trabajo, el tiempo, la distancia y el costo de los desplazamientos, así como la duración de la estadía (en el lugar de destino), con el propósito de definir el tipo de movilidad geográfica.

2.1. Periodos históricos y proyectos institucionales

El análisis de la zona de estudio cubre dos fases importantes para el cambio social del campo: 1) el proyecto del reparto agrario, ocurrido alrededor de las décadas de 1930 y 1940, derivado de la Constitución de 1917, y 2) la reforma al artículo 27 de la Constitución y a la ley agraria en 1992, que pone fin al reparto y sienta las bases para otra transformación profunda del espacio rural ejidal en el país.

Se revisó la historia contemporánea del mundo laboral de las localidades rurales en México a partir de un proyecto institucional importante, la reforma agraria, que da inicio al reparto de tierra y finaliza en los primeros años de la década de 2000. Se trata de un periodo de aproximadamente 60 años que experimentaron de principio a fin algunos pobladores, todavía vivos, de las zonas rurales.

El siguiente cuadro es un plan temporal que divide el tiempo histórico en fases, de acuerdo con los grandes proyectos de desarrollo y las etapas de desarrollo de la sociedad en el ámbito nacional, y los principales proyectos y condiciones en el sector agrícola, que sirven de contexto macro en el cual se despliega la biografía de los trabajadores del ejido, y en consecuencia se produce el espacio rural.

Es importante observar que cada uno de los periodos abarca alrededor de 20 años. El primero, las décadas de 1940 y 1950; el segundo, 1960 y 1970; finalmente, el tercer periodo, las de 1980 y 1990 (cuadro 1).

1.2. Selección de los relatos de vida y el lugar

En relación con los relatos de vida, se seleccionaron individuos que estuvieran empleados en los tres sectores económicos de actividad (primario, secundario y terciario), pero no sólo eso, también que su trabajo aportara la mayor parte del gasto familiar; así, se trató de entrevistar a los jefes de hogar en términos de su aportación económica al mismo.4

El segundo criterio para seleccionar a la población fue la posesión de la tierra. Se eligió tanto a trabajadores con tierra laborable, es decir, ejidatarios o posesionarios, como a trabajadores sin tierra laborable. Final-mente, otro de los criterios de selección fue la edad. Se seleccionó a trabajadores en cada localidad según tres cohortes distintas: 1) mayores de 50 años, 2) de 36 a 50, y 3) menores de 36 años; cada una de éstas tiene su primera experiencia de trabajo con pago en los tres diferentes periodos en los cuales se subdividió el comportamiento del desarrollo nacional. (cuadro 1).

En total se registraron 18 entrevistas para realizar la investigación. Es importante puntualizar que aunque la información de la trayectoria laboral se registra desde que inicia hasta que termina, en este caso enfatizamos la entrada al mercado laboral con pago de cada cohorte para hablar de cada uno de los tres periodos históricos.

Cabe aclarar que esta exposición de trayectorias laborales y de movilidad espacial de la población rural no intenta ser exhaustiva en cuanto a la diversidad de situaciones presentes en el espacio local, el número de entrevistas sería insuficiente para ello, únicamente se presentan casos que ilustran algunos comportamientos que se desarrollan dentro de la zona.

Además de la información derivada de las entrevistas, se utilizó la información del Censo de Población y Vivienda de 2000, resultado de la consulta específica realizada al INEGI, así como de los datos publicados. También se emplearon otras fuentes de información documental y cartográfica para reconstruir la historia del lugar.

1.3. La selección del lugar: Emilio Portes Gil y el sistema urbano regional

La selección del lugar fue intencional, se trata del ejido Emilio Portes Gil,5 localizado en el municipio de San Felipe del Progreso, Estado de México. La elección respondió a un criterio práctico, ya que este ejido fue objeto de investigación en el proyecto La transformación de la ruralidad mexicana. Modos de vida y respuestas locales y regionales, que coordinaron los doctores Kirsten Appendini, del Centro de Estudios Económicos, y Gustavo Verduzco, del Centro de Estudios Sociológicos de El Colegio de México, con el financiamiento del Conacyt, en el cual participé (mapa I).

Es importante subrayar que Emilio Portes Gil se encuentra en una zona muy urbanizada e industrializada del Estado de México. Se ubica en uno de los corredores de fuerte crecimiento urbano regional. Esta franja de crecimiento empieza en la Zona Metropolitana de Toluca y se dirige al norte; corre paralela al río Lerma y la autopista Toluca-Atlacomulco. En este eje también se ubican algunas zonas industriales, destacan los parques industriales de Atlacomulco e Ixtlahuaca (trabajo de campo, 2003-2005; GEM, 2000: 17). La ciudad más cercana a Portes Gil es Atlacomulco, que se localiza aproximadamente a 20 km de distancia (de 30 minutos a 1 hora, en auto o transporte colectivo, respectivamente). Atlacomulco es una ciudad pequeña, en el año 2000 tenía casi 20,000 habitantes, y cerca de ésta se localiza el parque industrial Atlacomulco. Ixtlahuaca también es una concentración importante, cercana a Portes Gil, aunque todavía pequeña; en el año 2000 tenía 6,805 habitantes. También se localiza un parque industrial muy cerca del asentamiento. El tiempo de transporte de Portes Gil a Ixtlahuaca es de alrededor de 40 minutos, en transporte colectivo. La Zona Metropolitana de Toluca está más alejada del pueblo; se encuentra a poco más de 50 km de distancia, y a un tiempo de 1 a 1.30 horas (en auto o transporte colectivo) (trabajo de campo 2000-2003; INEGI, 2001; GEM, 2000).

Es necesario tener presente que el Estado de México es una zona muy urbanizada, aproximadamente 73% del total de su población vive en localidades urbanas (mayores de 15,000 habitantes); en términos de la cantidad de habitantes, significa poco más de 9.5 millones. Mientras que el otro 27% (3.5 millones de habitantes) tiene su residencia en las localidades rurales y mixtas del estado. Aunado a esto, la mayor parte de los citadinos mexiquenses residen en las dos ciudades más grandes: la Zona Metropolitana de la Ciudad de México y la Zona Metropolitana de Toluca. En estas dos zonas viven 5'230,525 habitantes, es decir, poco más de la mitad (55%) de su población total (13 millones) (Sedesol et al., 2004).

No obstante que las localidades rurales y mixtas únicamente concentran cerca de 30% de la población del Estado de México, representan casi 99% del total de los asentamientos. Y como se mencionó, abarcan más de la mitad de la superficie del estado.

Aquí terminamos de exponer algunos de los ejes teórico-metodológicos que guiaron esta investigación, y a partir de ahora comienza el desarrollo del análisis. Cabe mencionar que este análisis está dividido en tres periodos históricos: el apartado dos comprende las décadas de 1940 y 1950; el tercero abarca las décadas de los sesenta y setenta, finalmente en el apartado cuatro se presenta el análisis del periodo llamado de crisis y globalización, que abarca las décadas de 1980 y 1990.

 

2. El periodo de estabilidad y crecimiento económico. Predominio del trabajo campesino en el ejido y movilidad birresidencial a la ciudad de México

El periodo de estabilidad y crecimiento económico abarca de los primeros años de instalación del modelo de industrialización por sustitución de importaciones, alrededor de la década de 1940 y hasta finales de 1950. Este modelo fue un paradigma de desarrollo que tenía como rasgos principales la centralidad de la industrialización como motor del crecimiento económico, la protección del mercado interno y un intervencionismo estatal en los flujos económicos (Oliveira et al., 2001).

En el sector rural, los primeros años del periodo estuvieron definidos por la estrategia de desarrollo nacional del presidente Lázaro Cárdenas (1934-1940). Ésta se basaba en una visión de un México rural próspero, formado por comunidades campesinas con tierra, créditos, tecnificada y con acceso a los servicios; dicho proyecto se sustentó en la reforma agraria. Esta política tenía como propósito reorganizar más equitativamente la tierra en las áreas rurales. La peculiaridad de este sistema de reforma agraria fue que creaba comunidades rurales conocidas como ejidos, lo cual dio nueva forma a la vida social, económica, política y cultural de la población en el campo (Green, 1999: 349-350). La tenencia ejidal otorgaba a sus miembros derechos de usufructo. La membrecía a un ejido y el derecho a la tierra podían ser traspasados por herencia, pero la tierra no se podía vender o rentar de manera legal (Goldring, 1999).

A diferencia del proyecto nacional cardenista, Manuel Ávila Camacho (1940-1946) dejó claro que su estrategia estaría basada en la vitalidad de la iniciativa privada; además de que la agricultura desempeñaría un nuevo papel: apoyar el desarrollo industrial y urbano del país. En este contexto, la tendencia política posterior a Cárdenas fue polarizar el sector; de un lado quedó la agricultura de subsistencia poco tecnificada, y del otro, la agricultura irrigada de alta rentabilidad.

En el contexto de estas circunstancias macroestructurales se formó el ejido Emilio Portes Gil, que surgió como resultado del proyecto institucional del reparto agrario; antes de su creación, el territorio y la población eran parte de la hacienda de Tepetitlán. Los entrevistados comentaron que la mayoría de los ejidatarios antes del reparto eran peones que trabajaban en los terrenos de la hacienda. Los beneficiaros de Portes Gil recibieron su tierra en lo que se considera el primer ciclo del reparto, antes de 1934. En éste se repartió a las familias pequeñas parcelas de labor, con una superficie de poco más de 3 ha (RAN, 2002).

En el año 1940, de acuerdo con los censos de población, la localidad de Emilio Portes Gil contaba con 892 habitantes y tenía una categoría política de cuadrilla. En el censo también aparece registrada la localidad de Tepetitlán, con categoría política de estación de ferrocarril, con 107 habitantes, y el campamento de Tepetitlán, con 12 habitantes (DGE, 1943). En ese entonces las localidades más grandes cercanas a Portes Gil eran Atlacomulco con 1,779 habitantes y una categorización de pueblo, e Ixtlahuaca con 1,094 y una denominación política de villa. Para 1950, diez años después, el censo de población registró que la población total de Portes Gil ya era de 1,265 habitantes; además, había cambiado de categoría política: de cuadrilla a ejido. Los asentamientos más grandes cercanos al pueblo, que tenían un tamaño de población similar a Portes Gil, seguían siendo Atlacomulco con 2,524 habitantes, e Ixtlahuaca con 1,550 (DGE, 1953).

En relación con la actividad económica y el trabajo, según esta misma fuente de información, la mayoría de los trabajadores eran agricultores. En el municipio de San Felipe del Progreso, donde se encuentra Portes Gil, 96% de la población se dedicaba a las actividades agropecuarias (DGE, 1943). En la siguiente década, 1950, dicho municipio tenía una estructura económica por sector de actividad equivalente a la década anterior, pues 94% de la fuerza de trabajo se empleaba en el sector primario de actividad, básicamente en el agrícola y el pecuario.

2.1. Los relatos de vida

Este apartado se construyó con base en las entrevistas de los trabajadores mayores de 50 años. Esta cohorte entró al mercado laboral entre la década de 1940 y 1950, en el contexto macrohistórico denominado de estabilidad y crecimiento económico.

Los entrevistados tuvieron una experiencia de trabajo consecuente con el carácter rural-agrícola de la zona. Empezaron a trabajar desde muy chicos, entre los 8 y 10 años, en el cultivo y cuidado de los animales. Acostumbraban trabajar todos los días, porque su fuerza de trabajo resultaba indispensable para la producción agropecuaria doméstica. Luego de esta primera experiencia de trabajo familiar sin pago, se incorporaron al mercado laboral con salario, con empleos temporales complementarios a la producción campesina,6 los cuales en general duraban medio año, o bien, en puestos permanentes todo el año. Se emplearon básicamente como albañiles, trabajadoras domésticas y comerciantes.

Luego de esta primera experiencia de trabajo remunerado, las trayectorias laborales se mantuvieron sin grandes cambios. Aunque la centralidad de estas actividades complementarias a la pequeña producción agropecuaria era un asunto que variaba a lo largo de la trayectoria de vida y para cada uno de los entrevistados, pues en ocasiones el comercio o el trabajo en la industria de la construcción era la actividad principal y la que proveía el mayor porcentaje de los ingresos del hogar; como es el caso de Bonifacio, uno de los entrevistados, quien desarrolló la mayor parte de su trayectoria laboral principalmente como comerciante. Cabe decir que Bonifacio sólo tenía una hectárea laborable, y escasos medios técnicos productivos. El caso contrario lo muestra Juan, para quien el trabajo agropecuario tuvo mayor centralidad a lo largo de toda su trayectoria laboral. La diferencia quizás haya sido el hecho de que Juan era propietario de tres hectáreas; además de que tenía una pequeña tienda de abarrotes en la localidad, con la cual también complementaba sus ingresos.

En cuanto a la ubicación del lugar de trabajo y la forma de movilidad se observó, para esta cohorte, que la primera experiencia laboral, trabajo familiar sin remuneración, se desarrollaba en el espacio local, es decir, dentro del ejido. En el caso del trabajo doméstico, esto es, la alimentación y cuidado de los animales de corral, las actividades se llevaban a cabo dentro de la vivienda y el patio. En tanto que las actividades agrícolas y algunas de las pecuarias tenían lugar en el polígono para la producción, es decir, la parcela y las zonas de pastoreo. Como consecuencia, todos los desplazamientos eran muy cortos o prácticamente inexistentes, y se realizaban a pie (mapa II).

A diferencia de la localización de estas actividades, la primera experiencia de trabajo con remuneración –comercio, trabajo en la construcción y trabajo doméstico– alrededor de las décadas de 1940 y 1950 no ocurrió dentro del espacio local, ni siquiera en su entorno regional próximo, fue en la ciudad de México. La enorme distancia que separa a Portes Gil de esta ciudad (alrededor de 80-90 km) suponía la necesidad de realizar movilidad birresidencial, pues en aquel entonces era imposible realizar este desplazamiento del domicilio al trabajo diariamente, debido al poco desarrollo de los medios de comunicación y transporte (mapa II).

Este mapa elaborado por la oficina de correos a mediados del siglo pasado, muestra la incipiente cobertura de las vías de comunicación. El sistema de transporte estaba estructurado a través del sistema ferroviario que conectaba en forma radial las principales ciudades de ese entonces: Toluca, Lerma y la ciudad de México.

De acuerdo con la hipótesis de la tercera revolución urbana de Ascher,7 la ciudad de México se encontraba en la segunda fase de la modernización y el predominio de la metrópolis industrial. La información censal y los estudios realizados para la ciudad de México indican que esta aglomeración se ajusta a la hipótesis de Ascher. En las décadas de 1940 y 1950, la ciudad de México tenía el papel protagónico en el sistema urbano y económico de la región centro del país, en 1950 concentraba casi 40% de la población urbana nacional, y más que septuplicaba a la segunda ciudad del país. Además, es en este periodo cuando inicia el proceso de crecimiento metropolitano. En 1950 se conurba el primer municipio del Estado de México: Tlalnepantla (Garza y Ruiz, 2000: 240).

Tal es el grado de centralidad que tiene el mercado laboral de la ciudad de México, que a pesar de la gran distancia que separaba a Portes Gil de esta ciudad, la población campesina elegía trabajar en este mercado laboral, con los costos económicos, sociales y emocionales que esta práctica de movilidad implicaba.

En la localidad de Portes Gil los desplazamientos a la ciudad de México en estas primeras experiencias de trabajo remunerado, en las décadas de 1940 y 1950, se realizaban en tren. Uno de los entrevistados recuerda que se iba a la ciudad los lunes; se levantaba en la madrugada, alrededor de las 3 o 4 de la mañana para tomar el tren en la estación de Tepetitlán, tardaba aproximadamente cuatro horas en llegar a su lugar de trabajo en la ciudad, el cual estaba ubicado en el centro (delegación Cuauhtémoc). Permanecía en la ciudad de lunes a sábado, regresaba al pueblo el sábado en la tarde-noche, dormía en su casa ese día y parte del domingo, y el lunes en la madrugada empezaba otra vez esta dinámica de movilidad geográfica.

De acuerdo con los relatos de los entrevistados, las primeras experiencias de movilidad birresidencial a la ciudad de México ocurren a principios de la década de 1940. Lo que quiere decir que la población de esta cohorte, y probablemente algunos habitantes de la generación anterior, habrían sido los pioneros en esta práctica de movilidad espacial.

En Portes Gil la movilidad birresidencial hacia la ciudad de México duró pocos años, entre cuatro y siete, durante las décadas de 1940 y 1950. Luego, aunque uno de los entrevistados (Bonifacio) continuó con esta práctica en su experiencia de comerciante, la espacio-temporalidad cambió. En lugar de trabajar en la ciudad de México, se dirigía a múltiples localidades del país a ofrecer sus productos. Además, se ausentaba del pueblo por periodos más prolongados, incluso durante meses. Así fue su experiencia durante más de 20 años. En 1974, a sus 46 años, dejó el comercio y continuó únicamente con las actividades agropecuarias dentro de la localidad.

Para los entrevistados de Portes Gil, la ciudad de México articuló sus áreas de trabajo en la primera etapa de su trayectoria laboral; después de lo cual, no se volvieron a emplear en ésta sino en múltiples localidades, tanto urbanas como rurales, en el comercio ambulante o en la construcción.

La trayectoria de movilidad de las mujeres entrevistadas fue diferente; en el sentido de que se extendió por una corta etapa de su ciclo de vida. Empezaron a desplazarse a la ciudad de México de niñas-adolescentes, entre los 11 y los 13 años de edad, y realizaron movilidad birresidencial hasta antes del matrimonio, ya que una vez que esto ocurrió regresaron a la localidad para atender la casa, los hijos y el campo, todo lo cual estaba ubicado dentro del espacio local.

En síntesis, en este periodo de estudio, las décadas de 1940 y 1950, el trabajo agropecuario tuvo una centralidad en la vida laboral de la población, por lo que se puede decir que los entrevistados tuvieron una dinámica laboral cercana a la forma campesina de trabajo. Su experiencia laboral se centró en dos mancuernas: actividad agropecuaria y comercio, y actividad agropecuaria y trabajo en la construcción. En cuanto a sus actividades complementarias, al menos en su entrada al mercado laboral con pago, la ciudad de México era el centro de trabajo, y por ende, la movilidad birresidencial la forma de acceder a este lugar.

 

3. El periodo de desajustes y respuesta estatista. Fase de transición de las prácticas laborales en Portes Gil y continuación de la movilidad birresidencial a la ciudad de México

Este periodo de análisis, décadas 1960 y 1970, comprende otra fase del largo modelo de industrialización por sustitución de importaciones. Cabe mencionar que otras clasificaciones más precisas dividen este periodo en dos etapas: la primera de desarrollo estabilizador, el cual se extiende de mediados de la década 1950 a 1970, y la segunda, de 1970 a 1982, la cual recibe diferentes nombres, por ejemplo Tello (2007) llama a esta fase nuevo rumbo, estado y crecimiento.

La etapa del desarrollo estabilizador, como dice su nombre, se caracterizó por un proceso de crecimiento económico y estabilidad tanto de precios como en los tipos de cambio. Mientras que la segunda tuvo un comportamiento errático y se hicieron más evidentes las contradicciones existentes en la primera: las condiciones de vida de la población mostraban rezagos importantes en la cobertura de educación y servicios de salud, y las condiciones de la vivienda eran precarias para un porcentaje importante de la población, así como los servicios públicos y la infraestructura. Además, la economía empezó a disminuir su ritmo de crecimiento. Por otra parte, el movimiento de 1968 hizo evidente la necesidad de un cambio en el modelo político para democratizar muchas de las instituciones sociales en el país. Asimismo, movió el eje del interés político lejos del campo (Warman, 2001).

En el ámbito de la producción primaria, la década de los sesenta marcó el inicio de lo que habría de ser la crisis estructural del campo. Para la segunda mitad de la década, el producto agrícola per cápita empezó a descender, y a diferencia de lo que ocurría en la industria o el sector terciario, las actividades agrarias se encontraban en una situación de franco descenso. El valor de las exportaciones agrícolas, aunque todavía era 44% de todas las exportaciones en 1970, significaba la menor aportación que había tenido el sector desde la década anterior; además, los costos de los alimentos se incrementaban y las importaciones de alimentos eran cada vez mayores. Estos fueron los primeros indicios de una crisis que se profundizaría hasta la actualidad (Hewitt, 1984).

Aunque a principios de los ochenta, gracias al auge petrolero, el gobierno impulsó un proyecto alimentario importante, denominado Sistema Alimentario Mexicano (SAM), el cual permitió proteger el nivel de vida de la población más pobre, la producción se encontraba enormemente concentrada en las zonas de mayor rentabilidad. Este esfuerzo federal de subsidios provenientes del SAM constituía una carga creciente difícil de sostener, que fue definitivamente retirada con el desplome de los precios del petróleo en 1982, con lo cual la economía, y en particular el sector agropecuario, entraron en una crisis aún más profunda.

En el nivel micro, los datos censales indican que para 1960 la localidad de Emilio Portes Gil tenía 1,611 habitantes y la estación de tren de Tepetilán, 90. Las mayores concentraciones de población cercanas a esta zona eran Atlacomulco, con poco más de 3,000 habitantes, e Ixtlahuaca con 1,607.

En relación con los datos del sector de inserción laboral, el censo de 1970 indica que Portes Gil todavía era predominantemente agropecuario, pues tenía 85% de su población económicamente activa en el sector primario, y 9% en el comercio y los servicios.

3.1. Los relatos de vida

Este apartado se realizó con base en 11 entrevistas. Todos los trabajadores consultados tenían en el momento de la entrevista entre 36 y 50 años. Esta cohorte inició su vida laboral, con empleos remunerados, entre las décadas de 1960 y 1970 y, el día de la entrevista, estaban activos en el mercado laboral.

La mayoría de los entrevistados (nueve de once) trabajaron de niños en la parcela de su familia. Sin embargo, a diferencia de los informantes de la cohorte anterior para quienes el trabajo infantil era una actividad diaria, para este grupo de edad más joven, el trabajo agropecuario se desarrollaba básicamente los fines de semana y las vacaciones.

Los entrevistados trabajaban sin recibir pago hasta alrededor de los 12-15 años, a partir de entonces empezó su experiencia en el mercado laboral (pagado). Esta primera inserción fue en empleos claramente precarios, en términos de los bajos ingresos y las malas condiciones de trabajo. Dos de los jefes de hogar y un cónyuge empezaron a trabajar como empleadas domésticas en la ciudad de México (1965) y Toluca (1966), muy mal remuneradas y sin ninguna prestación social. Cabe hacer notar que sus sueldos no les alcanzaban ni para pagar el pasaje de regreso a su pueblo cada semana o 15 días, como lo hacían los albañiles y comerciantes. En tanto que, cuatro de los seis hombres empezaron a trabajar como ayudantes en la construcción en la ciudad de México, con condiciones de trabajo también precarias. Otro más entró a la fabricación y comercio de estropajos también en la ciudad de México, en el año 1978. Finalmente, una de las entrevistadas entró directamente a trabajar como maestra (bilingüe) y, aunque su sueldo era similar al que recibían las trabajadoras domésticas, la gran diferencia era que ella seguía estudiando y aseguraba una plaza de trabajo como educadora.

La trayectoria laboral de Faustino muestra el largo camino que en general se recorría antes de llegar a ser maestro. Su primera experiencia de trabajo con pago fue en la fabricación y comercialización de estropajos. Luego, cuando terminó la secundaria, dejó los estudios y se dedicó durante cuatro años sólo al comercio de estropajos; posteriormente, a los 20 años (1980), regresó a Portes Gil y empezó sus estudios en la escuela Normal de Toluca. Desde entonces, su actividad principal es la de profesor, y el campo constituye una práctica complementaria que realiza los fines de semana y durante su tiempo libre.

Eraclio es uno de los casos más interesantes que muestran la transformación del mercado de trabajo por la profesionalización de la calificación y la diversificación de las actividades laborales, ya que forma parte de una nueva élite en el espacio rural, ostenta un título universitario y tiene condiciones de vida visiblemente mejores que el resto de la población. No obstante, la trayectoria laboral para alcanzar esta posición fue similar a la de Faustino, pues tener un título universitario fue una tarea difícil. En ocasiones combinó la instrucción escolar con el trabajo, o incluso, durante algunos años, dejó los estudios para dedicarse exclusivamente a trabajar, hasta que logró completar la suma necesaria para ingresar al nivel de estudios superior. En cuanto al trabajo agropecuario, desde los 15 años dejó de participar del todo en la producción; además no posee tierra de labor.

En esta generación se observa con mayor claridad que hubo un cambio y diversificación en el tipo de ocupaciones de padres a hijos. De agricultores, albañiles y comerciantes, a profesores, obreros, empleados de servicios, etcétera. Por otro lado, también es más evidente en esta cohorte el desplazamiento de la centralidad del trabajo agropecuario, sobre todo para aquellos que adquirieron mayor formación escolar.

En cuanto a la localización del trabajo y la movilidad geográfica, los relatos de la población de Portes Gil mostraron que las trayectorias fueron homogéneas. Tuvieron una primera fase de movilidad mínima o nula, asociada al trabajo agropecuario y del hogar, dentro del espacio local (ejido). Luego se presentó un cambio cuando se incorporaron al mercado laboral en la ciudad de México, en las décadas de 1960 y 1970, pues todos comenzaron a realizar movilidad birresidencial (mapa III).

Este mapa de fines de los años sesenta, veinte años después que el anterior, muestra la transformación del sistema de comunicaciones, del predominio del ferrocarril al sistema carretero como columna vertebral de la movilidad regional.

Luciano (47 años) es un ejemplo del comportamiento de movilidad de los entrevistados. Primero laboró dentro del espacio local (trabajo agropecuario), luego empezó con la movilidad temporal a la ciudad de México de 1970 hasta 1987. Comenzó a trabajar en la ciudad porque lo llevó un tío que estaba empleado en la industria de la construcción. Se iba de Portes Gil a la ciudad los lunes, alrededor de las cinco de la mañana. Acostumbraba tomar el camión de Portes Gil a Ixtlahuaca, y de ahí, otro autobús que lo llevaba a la ciudad de México. El desplazamiento duraba alrededor de tres horas. Es importante notar que los viajes generalmente ya no se hacían en tren, sino por carretera. Los tiempos de desplazamiento a principios de 1970 se habían reducido cerca de una hora, en comparación con los de las décadas de 1940 y 1950, cuando se realizaban en tren. Luciano permanecía en la ciudad una semana y regresaba al pueblo el sábado en la tarde.

La relación de los trabajadores de Portes Gil con el mercado laboral de la ciudad de México refleja el nivel de concentración que todavía tenía esta ciudad y su capacidad para articular el mercado de trabajo de la población de una región muy vasta. Durante este periodo de desarrollo nacional, la ciudad de México experimentaba la continuación de esta segunda etapa de crecimiento metropolitano iniciado en 1950, con la conurbación del municipio de Tlalnepantla. Durante la década de 1960, tres municipios más del Estado de México se sumaron a la zona metropolitana: Naucalpan, Chimalhuacán y Ecatepec; en 1970, se conurbaron siete municipios más (Garza y Ruiz, 2000: 240). No obstante el acelerado crecimiento demográfico y espacial de la ciudad de México, en la década de 1960 el índice de primacía bajó de 7.2, que alcanzó en 1950, a 6.2, y a 6 en 1970. Asimismo, se redujo ligeramente el porcentaje de concentración de población urbana (38) (Garza y Ruiz, 2000: 233).

La concentración industrial fue muy marcada, se elevó a razón de 305 establecimientos industriales mensuales, entre 1960 y 1970, esto es, mucho más que en los 30 años anteriores. Aumentó la importancia industrial de la capital, que elevó su participación de 46% en 1960 a 48.6% en 1970. En este último año se llegó a la mayor concentración del producto industrial en una sola ciudad en toda la historia del país (Garza, 2000: 174).

Durante este periodo de análisis, en las décadas de 1960 y 1970, todos los entrevistados de esta cohorte intermedia de Portes Gil tuvieron movilidad birresidencial a la ciudad de México, en su entrada al mercado laboral con pago; después, en experiencias posteriores, sobre todo a partir de las décadas de 1980 y 1990, el comportamiento cambió hacia el commuting.

En síntesis, durante los años sesenta y setenta, la situación de trabajo y movilidad geográfica no se modificó sustancialmente de lo que fue el periodo anterior: la primera experiencia laboral de los entrevistados de esta cohorte fue trabajo campesino, con otro complementario o principal en la ciudad de México y movilidad birresidencial.

No obstante, aunque pareciera una situación muy parecida a la que tuvieron los trabajadores de la cohorte anterior, esto no es así. Porque los entrevistados de ésta tuvieron una transformación sustancial que definitivamente no experimentaron los del grupo de edad anterior. Se trata de la transformación de su ocupación laboral conforme adquirieron mayor educación formal a lo largo de su vida, lo cual no se observó en la primera experiencia de trabajo, sino hasta después.

 

4. El periodo de crisis y globalización. Predominio del trabajo no agrícola en el espacio regional próximo a Portes Gil y movilidad pendular diaria

El último periodo de análisis cubre básicamente las décadas 1980 y 1990, esto es, la fase de la crisis y la reestructuración neoliberal y la globalización. Ésta define una forma específica de reestructuración del modo capitalista de producción iniciado alrededor de los años ochenta, y remite a un proceso histórico de cambio social, que en términos económicos ha implicado la integración mundial de los mercados y la transnacionalización creciente de las redes productivas, comerciales y financieras. Los cambios en la tecnología, resultado de la revolución de la información, las comunicaciones y el transporte han hecho posible la movilidad global del capital, así como la organización de un sistema global de producción (Castells, 1996).

La reestructuración neoliberal, característica fundamental de la globalización, remplazó el modelo de desarrollo interno y proteccionista de los Estados nacionales por el crecimiento basado en las exportaciones; además sustituyó la regulación del Estado por el mecanismo de libre mercado.

En el sector rural, una de las medidas más importantes derivadas del nuevo modelo de desarrollo fue la modificación de la ley agraria, en el año 1992. Se trataba de una política de ajuste estructural requerida para reducir la intervención del Estado en el campo. La ley plantea tres cambios fundamentales: 1) permite certificar, titular y privatizar las tierras ejidales de manera individual,8 2) permite a los ejidatarios involucrarse en empresas conjuntas con compañías privadas o extranjeras, y 3) pone fin oficial al programa de reforma agraria y redistribución de las tierras (Goldring, 1999: 2).

A diez años de la puesta en marcha del Tratado de Libre Comercio y las reformas a la ley agraria, existe un debate sobre sus efectos positivos y negativos en la economía. De acuerdo con un estudio de la CEPAL (2006), para el periodo 1994-2004 el sector agropecuario en México representó en promedio poco más de 9% del PIB total, y las exportaciones agroalimentarias 6% del total. Además, la actividad se caracterizó por tener un crecimiento austero, menor al del conjunto de la economía. Asimismo, aumentó el comercio debido al incremento de las importaciones y la diversificación de las exportaciones. Continuó la tendencia a la reducción de precios reales agropecuarios y el deterioro de los ingresos de los productores, especialmente los no comerciales, y la disminución de sus condiciones de bienestar (CEPAL, 2006: 7-8).

Según el mismo estudio, las condiciones de bienestar se deterioraron drásticamente en el medio rural. El empleo en el sector agroalimentario se redujo 22% en el periodo 1993-2004. El desempleo abierto y la ocupación parcial rural se elevaron a 32% en 2004. Los salarios reales promedio agrícolas se derrumbaron 28% entre 1994 y 1997; los años siguientes presentaron una recuperación parcial; no obstante, en 2005 fueron 10% menores que en 1994 (CEPAL, 2006: 24).

En el ámbito local, la información censal indica que en el año 1980 la población de Portes Gil era de 2,159 habitantes, 10 años más tarde, ésta ascendía a 2,703; y en 2000 alcanzó 4,500. En cuanto al sistema de asentamientos cercano a Portes Gil, igual que las décadas anteriores, Atlacomulco era la principal concentración demográfica próxima al pueblo; en 1990 tenía 13,475 habitantes, y en el año 2000 casi 20,000.

En relación con la estructura económica local por sector de actividad, fue en este periodo cuando ocurrió la gran transformación. Los datos censales de 1980 indican que la población agropecuaria significaba 83.6% de la población total ocupada. En tanto que 10 años después la participación descendió a sólo 21.5%, sobre todo por el crecimiento del sector terciario que de 11.8 en 1980, subió a 60.8%. En la última década de estudio, 1990-2000, se redujo el ritmo de decrecimiento, pero la tendencia de desagrarización continuó. La población ocupada en el sector agrícola bajó de 20 a 11% (INEGI, 1984, 1992, 2001).

4.1. Los relatos de vida

El presente apartado se construyó con base en nueve entrevistas a trabajadores menores de 36 años. La entrada al mercado laboral de los entrevistados ocurrió a mediados o fines de la década de 1980 y durante 1990, es decir, en el periodo de crisis macroeconómica e inicios de la reestructuración neoliberal.

Conviene destacar que según las listas del Registro Agrario Nacional del año 2002, no hay ejidatarios o posesionarios menores de 36 años, lo cual significa que ya no hay tierra que heredar a los hijos que empiezan a formar su hogar (RAN, 2002).

En Portes Gil siete de los entrevistados realizaron trabajo infantil no remunerado en el campo. En general estas actividades las llevaban a cabo los fines de semana y en vacaciones. En tanto que los otros dos nunca tuvieron relación con el trabajo agropecuario durante su niñez.

Es importante destacar que la primera inserción al mercado laboral con pago de los entrevistados no necesariamente es un indicador claro de las subsecuentes experiencias laborales, salvo en el caso de Ángel, ya que la ocupación fue cambiando conforme los trabajadores adquirieron mayor instrucción escolar. Iniciaron como comerciantes, trabajadoras domésticas y obreros, y su último empleo, por ejemplo maestro o ingeniero, se diferencia claramente de esta primera experiencia. Por esta razón se considera también la segunda o tercera experiencia de trabajo que muestra el surgimiento y auge productivo de la región Atlacomulco-Ixtlahuaca.

Los profesionistas entrevistados, con excepción de los maestros, se incorporaron al mercado laboral de Atlacomulco desde principios de la década de 1990. Por tanto, debió ser alrededor de estas fechas cuando se empezó a ampliar y especializar el mercado laboral de esta pequeña ciudad. Al mismo tiempo, la población de la localidad alcanzó mayor nivel de instrucción, lo cual le abrió nuevas oportunidades a un sector, ciertamente restringido, de la población de Portes Gil de ocupar estos puestos de trabajo que requieren mayor calificación formal.

El caso de Pablo (32 años) ilustra la transformación de la inserción laboral de acuerdo con la adquisición de mayor instrucción escolar. Pablo empezó a trabajar el campo a temprana edad (10 años). Luego, a los 13 (1984), cuando inició sus estudios de secundaria, se incorporó al negocio familiar en la fabricación de estropajos; desempeñó esta actividad durante aproximadamente dos años, porque el último año de secundaria (1986) comenzó a vender el estropajo junto con su hermano en la ciudad de México. Permaneció con la misma dinámica laboral durante cuatro años, es decir, el último de secundaria y todo el ciclo del bachillerato. Los ingresos que obtenía de su trabajo le permitían seguir estudiando y aportar una cantidad de dinero para la manutención de su familia. Una vez que terminó sus estudios en el magisterio (1995), empezó a trabajar como maestro bilingüe. A partir de entonces ésta es su principal actividad laboral. En cuanto a su relación con el trabajo agropecuario, en 1998 le heredaron media hectárea, y desde entonces empezó a dedicar mayor atención al campo, es decir, en sus recursos y/o trabajo.

Ángel tiene una trayectoria laboral diferente a los demás entrevistados, porque él no tuvo la necesidad de entrar al mercado laboral para financiar sus estudios y/o apoyar la economía familiar. Empezó a trabajar (con remuneración) una vez que finalizó su carrera en el año 1996. En relación con el trabajo agropecuario, Ángel es de los pocos en Portes Gil que posee una parcela de tres hectáreas. Sin embargo, estas actividades las realiza como una ocupación complementaria a su trabajo como prestador de servicios profesionales.

Es importante destacar que durante este periodo de crisis y reestructuración, Atlacomulco e Ixtlahuaca surgen como nuevos polos industriales. Esta transformación de la región respondió, en parte, al proceso de descentralización de la Zona Metropolitana de la Ciudad de México (ZMCM), en particular de los municipios de Naucalpan y Tlalnepantla a mediados de la década de 1980. También fue el resultado de una política de promoción industrial del estado, que fomentaba la creación de nuevos polos de desarrollo industrial, entre los cuales destaca el parque industrial de Atlacomulco. Durante el mandato de Alfredo del Mazo se presentó el plan de gobierno (1981-1987), en el cual se asentaba la intención de desconcentrar 80 empresas de la zona conurbada de la ciudad de México, conformar una reserva de uso industrial de 600 hectáreas en los municipios de Toluca, Lerma, Atlacomulco, Huehuetoca, El Oro, Ixtlahuaca, San Antonio la Isla, Villa Victoria, Tejupilco y Ocoyoacac, y además construir o fomentar la construcción de infraestructura y equipamiento para los parques industriales. Como parte de esta estrategia, en 1984 se creó el Fideicomiso para el Desarrollo de Parques y Zonas Industriales (Fidepar), que en ese entonces contaba con tres parques y seis naves industriales en construcción: dos en Toluca y cuatro en Altacomulco (GEM, 2000: 47-48).

Los entrevistados, tanto de esta cohorte como de la anterior (también en sus experiencias laborales posteriores a la primera), empezaron a trabajar en las empresas del parque industrial de Atlacomulco a finales de la década de 1980. En estas empresas, la población de Portes Gil ocupó puestos diversos, tanto empleos calificados como no calificados. Lo cual, sumado al aumento de la escolaridad de la población en ese entonces, abrió toda una serie de oportunidades de empleo en una zona mucho más cercana a su lugar de residencia.

La crisis económica de la agricultura, en particular de la pequeña producción, fue devastadora para la población de Portes Gil y constituyó una fuerza de expulsión de los trabajadores de ese sector. Pero al mismo tiempo, el surgimiento de la zona industrial de Atlacomulco a mediados de 1980 y la acelerada dinámica de urbanización de esta ciudad, a finales de los ochenta y principios de los noventa, amortiguaron las consecuencias de la crisis y retuvieron en el espacio regional próximo a la población trabajadora de Portes Gil, transformando profundamente las características de su trabajo, en función de las demandas de estos nuevos polos productivos.

Ahora bien, en cuanto a la localización del trabajo y las trayectorias de movilidad, en el caso de Portes Gil se observó que ésta inició con desplazamientos dentro del espacio local. El trabajo de los niños, tareas domésticas y agropecuarias se desempeñaba en su vivienda y la parcela, así que sus desplazamientos eran cortos y los realizaban a pie.

A diferencia de esta primera experiencia de trabajo, el ingreso al mercado laboral en las décadas de 1980 y 1990 se ubicó fuera del espacio local, básicamente en la ciudad de México, a más de 80 kilómetros de distancia carretera y alrededor de 3.5 horas de viaje sencillo. Cinco de los siete entrevistados de esta cohorte entraron al mercado laboral con pago en la ciudad de México. Tres de ellos se emplearon en el comercio de fibras y estropajos en los mercados de la Merced y de Jamaica, ambos ubicados en el centro de la ciudad. Dos de las mujeres empezaron como trabajadoras domésticas en el centro-poniente de ésta. En tanto que el lugar de trabajo de otra de las entrevistadas se localizaba en la ciudad de Toluca, pero también realizaba movilidad birresidencial de Portes Gil a Toluca. A diferencia de los anteriores, el profesionista inició esta primera experiencia de trabajo con pago en un municipio cercano al pueblo, Jocotitlán, que colinda con el municipio de San Felipe del Progreso, donde se localiza Portes Gil, así que realizaba commuting.

Luego de esta primera experiencia de movilidad en lo que fuera también su primera inserción laboral, todos los entrevistados, ya sea en el segundo o tercer cambio de empleo, dejaron sus trabajos en la ciudad de México y Toluca, y se emplearon en establecimientos ubicados a menor distancia de su localidad de residencia, los maestros en la década de 1980, y los otros trabajadores a fines de los años ochenta y noventa. Todos los entrevistados, sin excepción, comenzaron a realizar commuting en lugar de movilidad birresidencial (mapa IV).

Este proceso que viven los trabajadores de Portes Gil coincide con el fenómeno de desconcentración de la urbanización y el crecimiento más destacado de las ciudades medias y pequeñas en la región centro de México.

El mapa de carreteras muestra la multiplicación de vías de comunicación que se construyeron durante las dos décadas que separan el mapa anterior, de fines de 1960, y el presente. Con el propósito de conectar un vasto territorio del Valle; lo cual complementó y promovió el desarrollo económico y urbano de múltiples asentamientos ubicados en esta región.

Desde la década de 1980, la Zona Metropolitana de la Ciudad de México en particular, y la región en general, ha mostrado una tendencia desconcentradora. Aguilar (2003) ha demostrado que la población de la ZMCM se ha redistribuido en las ciudades intermedias dentro de una región amplia e inmediata; aunado a este crecimiento extenso, han surgido nuevos nodos y corredores económicos que producen otras centralidades en la periferia, situación que ha llevado a la formación de un patrón urbano policéntrico.

Sin embargo, hay que notar que aunque en el momento de la entrevista ninguno de los entrevistados realizaba movilidad birresidencial, se puede inferir que esto fue hasta cierto punto una coincidencia ya que, hasta principios de la década de 2000, se observó en las trayectorias de movilidad de algunos de ellos, particularmente de las trabajadoras domésticas, la presencia de dicha movilidad hacia la ciudad de México. Esto sucede, por un lado, debido a que se trata de un patrón de movilidad asociado a un segmento del mercado laboral precario o de subsistencia, como el trabajo doméstico o la albañilería. Por otro lado, también se relaciona con las oportunidades de empleo que existen para los pobladores de Portes Gil, en ciertos mercados laborales, como la ciudad de México, donde tradicionalmente se han desarrollado (actividades comerciales, el trabajo doméstico y la albañilería) y donde todavía existen redes sociales, familiares y comunales que les ofrecen contactos para conseguir los puestos, además de alojamiento, comida y compañía.

En síntesis, el periodo de crisis económica y reestructuración capitalista, y la transición de la forma de urbanización y movilidad asociada a esta fase del desarrollo, fue el momento del cambio más evidente de las actividades laborales de la población de Portes Gil. Tan es así que de 1980 a 1990 la localidad perdió 60% de su población dedicada a la agricultura. Y para el año 2000 sólo 11% de su población ocupada tenía como su empleo principal actividades agropecuarias.

Los relatos de vida de los trabajadores más jóvenes no evidenciaron esta situación en su primera experiencia laboral, pues como las dos cohortes anteriores, su entrada al mercado de trabajo con pago fue en empleos que podrían llamarse tradicionales –trabajo en la construcción, comercio, y trabajo doméstico, principalmente, y sobre todo en la ciudad de México–. Aunque muy pronto, en su segundo o tercer cambio de empleo, modificaron este tipo de inserción. Comenzaron a trabajar como obreros, ingenieros, profesores, trabajadores de servicios, etcétera, en el mercado laboral recién formado de la región de Atlacomulco e Ixtlahuaca. Los trabajadores que entraron a trabajar en las zonas industriales, en puestos diversos, lo hicieron desde finales de la década de 1980; mientras que aquellos que entraron a trabajar al mercado localizado en las áreas urbanas de Atlacomulco e Ixtlahuaca, también en ocupaciones diversas, lo hicieron a principios de 1990. Por esta razón, desde ese entonces la población trabajadora de Portes Gil realizaba commuting, en lugar de movilidad birresidencial.

 

Conclusiones

El propósito de esta investigación fue abordar algunos de los temas centrales que se están discutiendo en los nuevos estudios rurales, como la naturaleza del cambio de lo rural y los nuevos procesos de trabajo, a través del análisis de un caso típico en el contexto del territorio rural del centro de México: el ejido y en este caso particular, el ejido Emilio Portes Gil, en el Estado de México.

Esta investigación parte y se desarrolla desde tres interrogantes: la primera está vinculada con el proceso de desagrarización del trabajo rural; la segunda se refiere a la localización de los lugares de empleo y la movilidad geográfica, y la última trata acerca de las relaciones entre el campo y la ciudad.

En relación con el primer cuestionamiento, el análisis confirmó que si bien la declinación del empleo agrícola fue constante durante varias décadas, fue a partir de la crisis económica de la década de 1980 cuando se presenta el ritmo más acelerado. Posteriormente, en los noventa, durante la puesta en marcha de todo el paquete neoliberal, el ritmo de decrecimiento disminuye. Esto quiere decir que la crisis económica fue especialmente devastadora en el sector agropecuario de la economía, y tendió a expulsar de forma masiva a los trabajadores de dicho sector. De ser un ejido predominantemente agrario, transitó de forma acelerada durante las décadas de 1980 y 1990 hacia la industria y el sector terciario. En la actualidad, más de 60% de los trabajadores que viven en el ejido de Portes Gil se dedican al comercio y servicios, alrededor de 20% a la industria, y poco más de 10% al sector primario.

Si bien es cierto que la crisis económica y la aplicación del paquete neoliberal prácticamente aniquilaron el trabajo agropecuario en Portes Gil, el análisis mostró que el desarrollo de nuevos mercados laborales en la región de Atlacomulco-Ixtlahuaca, e incluso en Toluca, a finales de los ochenta y principios de los noventa, tendieron a desplazar las actividades agropecuarias como opción laboral y de ingresos para la población del ejido, a favor del empleo industrial y terciario que se estaba desarrollando en estos polos económicos regionales. Este proceso originó el fenómeno de deslocalización de la ocupación principal hacia el hinterland regional próximo del ejido (tema central de la segunda problemática que plantea este trabajo de investigación), en los mercados locales de Atlacomulco-Ixtlahuaca, para un porcentaje mayoritario de la población que vive en esta zona y, por tanto, la mayor apertura y aumento de flujos diarios de los trabajadores hacia sus lugares de trabajo. Con lo cual se promovió la transformación de la movilidad geográfica, de la movilidad temporal (birresidencial) al commuting.

Finalmente, y con referencia a la tercera interrogante de la investigación, sobre la transformación que supone la intensificación de las relaciones campo-ciudad en el periodo actual, los resultados son cuestionables. La presencia de la movilidad birresidencial en el pueblo desde 1940, muestra que el ejido siempre ha tenido apertura y un nivel importante de flujos de población rural hacia el entorno regional. Al inicio del periodo de análisis, en la década de 1940 y hasta la de 1970, había un porcentaje importante de trabajadores dedicados de tiempo completo a la actividad agropecuaria, que los retenía dentro de los límites del ejido; pero otra parte del año la población salía a trabajar a la ciudad de México, o a otros lugares, para emplearse en actividades complementarias a la producción agropecuaria. En este sentido había cierto grado de apertura y flujos entre el campo y la ciudad.

La diferencia entre esta forma de relación entre el campo y la ciudad es que hoy en día un mayor porcentaje de la población de Portes Gil tiene su lugar de trabajo (principal) fuera del ejido y realiza durante todo el año movilidad diaria, porque el trabajo agropecuario local ha perdido su centralidad. Entonces, se puede decir que aumentó el porcentaje de población que sale del ejido para trabajar en los mercados laborales regionales. Además, se desplaza entre su lugar de residencia y de trabajo de forma cotidiana, como si fuera un citadino.

Sobre las relaciones campo-ciudad, al comenzar la investigación establecimos como supuesto que la ciudad tendría mayor fuerza explicativa para estructurar el mercado laboral rural. Con la información que se presentó a lo largo del capítulo no fue posible verificar esta idea tal como se planteó; sería más preciso referirnos más que en términos de grado –es decir, de menor o mayor importancia–, a dos tipos distintos de relación entre el campo y la ciudad, porque en el primer periodo de industrialización los trabajadores de Portes Gil tenían una dependencia muy grande respecto de las zonas productivas situadas en la ciudad de México. En este caso, se podría hablar de una influencia muy grande de la ciudad en la definición social y espacial de sus actividades laborales.

Actualmente, muchos de los entrevistados trabajan en la ciudad, o mejor dicho, en las ciudades cercanas; en este sentido, la ciudad es una fuerza explicativa definitiva de las prácticas laborales, tanto en términos sociales como, por supuesto, geográficos, como lo demostró el surgimiento de las zonas urbanas de Atlacomulco-Ixtlahuaca y la transformación del mercado laboral de Portes Gil.

Es importante observar que el rompimiento de los trabajadores de Portes Gil con la ciudad de México modificó sustancialmente la relación social y espacial que tenían con la ciudad. El mercado laboral se diversificó, pues ahora la población rural se ocupa en un rango más amplio de puestos laborales. Si recordamos, anteriormente el trabajo en la ZMCM se restringía a puestos tradicionales como el comercio, y los trabajos doméstico y de la construcción, generalmente con condiciones precarias, ahora la inserción laboral se da en un rango más amplio de ocupaciones dentro de la industria, y cada vez más en el sector terciario, y las condiciones laborales son más diversas; ya no se trata sólo de empleo precario, algunos de los trabajadores tienen mejores condiciones. En el aspecto geográfico, se puede decir que la ciudad se acercó, pero también se multiplicaron los lugares de empleo en otras áreas no urbanas, como las zonas industriales e incluso otras zonas rurales, lo cual es sumamente importante para delinear las características de estos nuevos conglomerados territoriales regionales en la fase de la urbanización dispersa.

 

Bibliografía

Aboites, Luis (2004), "El último tramo, 1929-2000", en Pablo Escalante Gonzalbo (ed.), Nueva historia mínima de México, El Colegio de México, México, pp. 469-538.         [ Links ]

Aguilar, Adrián (2003), "La megaurbanización en la región centro de México. Hacia un modelo de configuración territorial", en Adrián Aguilar (ed.), Urbanización, cambio tecnológico y costo social. El caso de la región centro de México, Universidad Nacional Autónoma de México-Miguel Ángel Porrúa, México, pp. 19-67.         [ Links ]

Appendini, Kirsten (2005), "Las estrategias ocupacionales de los hogares rurales ante la recesión de la agricultura: tres estudios de caso en el centro de México", en "Espacios de la globalización. Mutaciones, articulaciones, interacciones", mimeo.         [ Links ]

Arizpe, Lourdes (1978), Migración, etnicismo y cambio económico (un estudio sobre migrantes campesinos a la ciudad de México), El Colegio de México, México.         [ Links ]

Ascher, François (2004), Los nuevos principios del urbanismo. El fin de las ciudades no está a la orden del día, Alianza, Madrid.         [ Links ]

Bartra, Armando (1995), "Los nuevos campesinos", en Jean François Prud'homme (ed.), El impacto social de las políticas de ajuste en el campo mexicano, Instituto Latinoamericano de Estudios Transnacionales-Plaza y Valdés, México, pp. 169-219.         [ Links ]

Bataillon, Claude (1972), La ciudad y el campo en el México Central, Siglo XXI, México.         [ Links ]

Buttel, Frederick (2001), "Some Reflections on Late Twentieth Century Agrarian Political Economy", Sociologia Ruralis, 41 (2), Henry Buller, Exeter, pp. 165-181.         [ Links ]

Castells, Manuel (1996), La era de la información. Economía, sociedad y cultura, vol. 1. La sociedad red, Alianza, México.         [ Links ]

CEPAL (Comisión Económica para América Latina y el Caribe) (2006), México: crecimiento agropecuario, TLCAN, capital humano y gestión del riesgo, CEPAL, México.         [ Links ]

Champion, Anthony Gerard (1989), "Counterurbanization: the Conceptual and Methodological Challenge", en Anthony Gerard Champion (ed.), Counterurbanization. The Changing Pace and Nature of Population Deconcentration, Edward Arnold, Londres-NuevaYork-Melbourne-Auckland, pp. 19-33.         [ Links ]

Corona, Reina y Leopoldo Núñez (2001), "La movilidad interurbana entre las ciudades de México y Cuautla", V Jornadas Multidisciplinarias del CRIM, Universidad Nacional Autónoma de México, mimeo.         [ Links ]

Cortés, Fernando (1997), "Determinantes de la pobreza de los hogares. México, 1992", Revista Mexicana de Sociología, 2, Universidad Nacional Autónoma de México, México, pp. 131-160.         [ Links ]

De Grammont, Hubert (1995), "Nuevos actores y formas de representación social en el campo", en Jean François Prud'homme (ed.), Impacto social de las políticas de ajuste en el campo mexicano, Instituto Latinoamericano de Estudios Transnacionales-Plaza y Valdés, México, pp. 105-167.         [ Links ]

DGE (Dirección General de Estadística) (1953), VII Censo general de población, Talleres Gráficos de la Nación, México.         [ Links ]

DGE (Dirección General de Estadística) (1943), Sexto Censo de Población, 1940, Secretaría de la Economía Nacional, México.         [ Links ]

Elder, Glen (1991), "Lives and Social Change", en Walter Heinz (ed.), Theoretical Advances in Life Course Research, Deutscher Studien Verlag, Weinheim, pp. 58-86.         [ Links ]

Ferrás, Carlos (2000), "Ciudad dispersa, aldea virtual y revolución tecnológica. Reflexión acerca de sus relaciones y significado social", Scripta Nova, 69 (68), Universidad de Barcelona, <http://www.ub.edu/geocrit/sn-69-68.htm>, marzo de 2005.         [ Links ]

García, María, Antoni Tullas y Nuria Valdovinos (1995), Geografía rural, Síntesis, Madrid.         [ Links ]

Garza, Gustavo (2000), "Superconcentración, crisis y globalización del sector industrial, 1930-1998", en Gustavo Garza (ed.), La ciudad de México en el fin del segundo milenio, Gobierno del Distrito Federal-El Colegio de México, México, pp. 170-184.         [ Links ]

Garza, Gustavo y Cresencio Ruiz (2000), "La ciudad de México en el sistema urbano nacional", en Gustavo Garza (ed.), La ciudad de México en el fin del segundo milenio, Gobierno de Distrito Federal-El Colegio de México, México, pp. 229-236.         [ Links ]

GEM (Gobierno del Estado de México) (2000), Atlas industrial de la cuenca alta del río Lerma, Gobierno del Estado de México-Comisión Coordinadora para la Recuperación Ecológica de la Cuenca del Río Lerma-Universidad Autónoma del Estado de México, Toluca.         [ Links ]

Goldring, Luin (1999), "La configuración cambiante de los derechos de propiedad bajo la reforma del ejido", en Laura Randall (ed.), Reformando la reforma agraria, Universidad Autónoma Metropolitana, Xochimilco-El Atajo Ediciones, México, pp. 335-379.         [ Links ]

Gordillo de Anda, Gustavo, Alain de Janvry y Elisabeth Sadoulet (1999), La segunda reforma agraria de México: respuestas de familias y comunidades, 1990-1994, Fondo de Cultura Económica-El Colegio de México, México.         [ Links ]

Graizbord, Boris y Catalina Molinatti (1998), "Movilidad megapolitana de fuerza de trabajo", en R. Zenteno (ed.), Población, desarrollo y globalización, México, Somede-El Colegio de la Frontera Norte, pp. 211-220.         [ Links ]

Green, Laura (1999), "¿Qué está en juego? La reforma de la reforma agraria en México", en Laura Randall (ed.), Reformando la reforma agraria, Universidad Autónoma Metropolitana, Xochimilco-El Atajo Ediciones, México, pp. 349-354.         [ Links ]

Hewitt, Cynthia (1984), La modernización de la agricultura mexicana, 1940-1970, Siglo XXI, México.         [ Links ]

Hewitt, Cynthia (1992), Reestructuración económica y subsistencia rural. El maíz y la crisis de los ochenta, El Colegio de México, México.         [ Links ]

Hiernaux, Daniel (1996), "Nuevas tecnologías y apropiación del territorio", Ciudades, 32 (3, 9), Red Nacional de Investigación Urbana, Puebla.         [ Links ]

INEGI (Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática) (1984), X Censo general de población y vivienda, 1980, INEGI, México.         [ Links ]

INEGI (Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática) (1992), XI Censo general de población y vivienda, 1990, muestra del 1%, Archivo de datos, INEGI, México.         [ Links ]

INEGI (Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática) (2001), XII Censo general de población y vivienda, 2000, tabulados básicos nacionales y por entidad federativa, base de datos y tabulados de la muestra, archivo de datos, INEGI, México.         [ Links ]

INEGI (Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática) (2008) II Conteo de Población y Vivienda 2005, http://www.inegi.org.mx/prod_serv/contenidos/espanol/bvinegi/productos/integracion/municipios/mexympios/MexIICon_1.pdf, junio de 2010.         [ Links ]

INEGI (Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática) (2009), Estados Unidos Mexicanos. Censo Agropecuario 2007, IX Censo Ejidal Aguascalientes, INEGI, México.         [ Links ]

Marsden, Terry y Jonathan Murdoch (1994), Reconstituting Rurality. Class, Community and Power in the Development Process, University College London Press, Londres.         [ Links ]

McGee, Terry (1998), "Globalization and Rural-urban Relations in the Developing World", en Fu-chen Lo y Yue-man Yeung (eds.), Globalization and the World of Large Cities, The United Nations University, Tokyo-Nueva York-París, pp. 471-496.         [ Links ]

McGee, Terry e Ira Robinson (1995), The Mega-Urban Regions of Southeast Asia, UBC Press, Vancouver.         [ Links ]

Oliveira, Orlandina, Marina Ariza y Marcela Eternod (2001), "La fuerza de trabajo en México: un siglo de cambios", en José Gómez de León y Cecilia Rabell (eds.), La población de México. Tendencias y perspectivas sociodemográficas hacia el siglo XXI, Consejo Nacional de Población-Fondo de Cultura Económica, México.         [ Links ]

Orozco, María (2005), "Articulación de economías domésticas al desarrollo regional del Alto Lerma, México", Papeles de Población, nueva época, año 11, 46, Universidad Autónoma del Estado de México, Toluca, pp. 189-222.         [ Links ]

Pedrero, Mercedes y Arnulfo Embriz (1992), "Los mercados de trabajo en las zonas rurales. Notas sobre la Encuesta Nacional de Empleo de 1988", Estudios Sociológicos, X (9), El Colegio de México, México, pp. 363-388.         [ Links ]

Pred, Allan (1985), "The Social Becomes the Spatial, the Spatial Becomes the Social: Enclosures, Social Change and the Becoming of Places in the Swedish of Skane", en Derek Gregory y John Urry (eds.), Social Relations and Spatial Structures, MacMillan, Londres, pp. 337-365.         [ Links ]

RAN (Registro Agrario Nacional) (2002), Archivo histórico, catálogo, Toluca, México.         [ Links ]

Roseman, Curtis (1971), "Migration as a Spatial and Temporal Process", en Mark Fonstad y Mei-Po Kwan (eds.), Annals of the Association of American Geographers, 61 (3), Washington, pp. 589-598.         [ Links ]

Sedesol-Conapo-INEGI (2004), Delimitación de las zonas metropolitanas de México, Sedesol-Conapo-INEGI, México.         [ Links ]

Skeldon, Roland (1990), Population Mobility in Developing Countries: A Reinterpretation, Belhaven Press, Londres-Nueva York.         [ Links ]

Soja, Edward (2000), Postmetropolis. Critical studies of cities and regions, Blackwell, Oxford.         [ Links ]

Tello, Carlos (2007), Estado y desarrollo económico: México 1920-2006, Universidad Nacional Autónoma de México, México.         [ Links ]

Verduzco, Gustavo (2007), "Trayectorias laborales del proletariado rural: estudio de caso en una zona del centro de México", El Colegio de México, México, mimeo.         [ Links ]

Warman, Arturo (2001), El campo mexicano en el siglo XX, Fondo de Cultura Económica, México.         [ Links ]

Williams, Raymond (2001), El campo y la ciudad, Paidós, Buenos Aires-Barcelona-México.         [ Links ]

Wolf, Eric (1971), Los campesinos, Labor, Barcelona.         [ Links ]

Zelinsky, Wilbur (1971), "The Hypothesis of the Mobility Transition", Geographical Review, 61, The American Geographical Society, Nueva York, pp. 219-249.         [ Links ]

 

Notas

1 Se han elaborado múltiples tipologías sobre la movilidad de la población, en este caso se ha retomado la definición que presenta Roseman (1971). Este autor realiza una clasificación morfológica que consiste en dos categorías amplias: 1) migración y 2) movimientos recíprocos o circulación. La migración implica un cambio en el lugar de residencia, mientras que la circulación no. En esta investigación se analiza la segunda categoría: movimientos recíprocos, y se deja fuera la migración debido a que el lugar de residencia rural se mantiene fijo. La circulación abarca una gran cantidad de desplazamientos, habitualmente de corto plazo, de naturaleza repetitiva o cíclica, pero que tienen en común la falta de una intención declarada de cambiar de residencia en forma permanente o duradera. En la categoría de estudio se ubica la movilidad pendular al trabajo, o commuting, y también la movilidad temporal (o birresidencial).
En estricto sentido, la movilidad temporal no se ajusta bien a esta categoría de circulación porque conlleva una alternancia de estancias en los puntos, generalmente son dos lugares de residencia, por eso se le denomina birresidencial. Sin embargo, se puede decir que el lugar de residencia habitual, que la población reconoce como su domicilio y su hogar, es la localidad rural.

2 La metapolización, dice el autor, es un doble proceso de metropolizacion y de formación de nuevos tipos de territorios urbanos: las metápolis. La metropolización consiste en la concentración de riquezas humanas y materiales en las aglomeraciones más importantes, este proceso de concentración urbana se apoya en el desarrollo de los medios de transporte y almacenamiento de bienes, información y personas, y en las tecnologías que mejoran su rendimiento. En tanto que una metápoli "es el conjunto de los espacios para los cuales todo o una parte de sus habitantes, de sus actividades económicas y territorios están integrados en el funcionamiento cotidiano (ordinario) de una metrópoli. Una metápoli implica generalmente una sola cuenca de empleo, de hábitat y de actividades. Los espacios que componen la metápoli son profundamente heterogéneos y no necesariamente contiguos. Una metápoli comprende por lo menos unos centenares de miles de habitantes" (Ascher, 1995: 34, en Hiernaux, 1996).

3 Es importante reconocer que existen múltiples clasificaciones de la dinámica sociohistórica del país. En este caso, si bien es central la evolución del campo, donde pueden derivarse otros cortes históricos, juega el mismo papel en la investigación la evolución de la economía y el mercado laboral en general, y sobre todo, aquel que tiene lugar en las ciudades.

4 Si bien esto fue así y buena parte del análisis se lleva a cabo con esta información, también se realizaron algunas entrevistas a cónyuges, con el propósito de reconstruir la dinámica de trabajo dentro de la producción agropecuaria doméstica. Asimismo, en algunos casos las actividades laborales de los entrevistados de mayor edad (más de 65 o 70 años) no aportaban la mayor parte del gasto para la reproducción de su hogar en el momento de la entrevista; sin embargo, estos relatos eran indispensables para reconstruir el cambio histórico. Además, estos entrevistados fueron jefes de hogar durante buena parte de su vida. Una fuente de información que guió la selección de los trabajadores según ocupación principal fueron los datos del Censo de Población y Vivienda 2000, resultado de una consulta específica solicitada al INEGI para algunas variables del empleo, que mostraba el universo de la población local.

5 Cabe aclarar que, a pesar de que Emilio Portes Gil es un ejido, el INEGI clasifica este espacio como tres localidades: 1) Emilio Portes Gil, 2) barrio Tungareo ejido de Emilio Portes Gil y 3) barrio de Tepetitlán ejido Emilio Portes Gil. Esto se debe a que dentro del ejido hay tres núcleos de población: el primero es el casco urbano del ejido, y los otros dos, denominados barrios, son asentamientos ubicados en la zona parcelada del ejido. En este sentido, los datos provenientes de esta fuente se han sumado en todos los casos para hablar de Emilio Portes Gil como una sola unidad o zona rural.

6 Para entender el término campesino se utiliza la noción clásica de E. Wolf, elaborada en la década de 1960, que define a los campesinos como: 1) grupos involucrados en forma prioritaria con la producción agraria, 2) con una orientación básica hacia la subsistencia más que a la mercantilización y 3) una organización social y productiva que gira en torno a la familia (Wolf, 1971). Es importante subrayar que aunque la producción campesina se basa en el grupo doméstico como unidad de producción y por ende de trabajo, en este caso se tomó la actividad laboral de los individuos, independientemente de que estén involucrados en la lógica de la producción doméstica.

7 Esta hipótesis plantea que la modernización ha transitado por tres fases, a las cuales se asocian tres tipos de formas urbanas dominantes. La primera etapa de la modernización abarcaría más o menos el periodo denominado Edad Moderna, que va desde el fin de la Edad Media hasta el principio de la Revolución industrial, periodo en el cual surgió la ciudad clásica. La segunda fase coincide con la Revolución industrial, fase que dio lugar a la metrópolis industrial, que comenzó con la revolución agrícola y, en consecuencia, la expulsión de gran cantidad de agricultores que tuvieron que trasladarse a la ciudad. Esto provocó un enorme crecimiento demográfico en las ciudades y la expansión espacial acelerada. La metrópolis de la fase industrial se caracterizaba por el crecimiento interno de las aglomeraciones por extensión de su periferia inmediata y por densificación. Con el inicio de una nueva fase de la modernización, se prefiguraría una tercera revolución urbana moderna y con esto el surgimiento de la metápolis, o ciudad de lugares y flujos (Ascher, 2004).

8 El Programa de Certificación de los Derechos Ejidales (Procede) es el primer paso hacia la privatización legal de las tierras ejidales. El programa mide las parcelas y fronteras ejidales y dota a los ejidatarios de certificados de derechos a las tierras agrícolas y a las comunes, y títulos a los lotes urbanos. Una vez completado el Procede en un ejido, y con la aprobación de la mayoría de la asamblea, los miembros del ejido pueden proceder a registrar sus parcelas y obtener títulos privados (Goldring, 1999: 357-358).

 

INFORMACIÓN SOBRE EL AUTOR:

Adriana Helia Larralde-Corona. Es doctora en ciencia social con especialidad en sociología por El Colegio de México. Actualmente labora en el Departamento de Ciencias Sociales, División de Ciencias Sociales y Humanidades, de la Universidad Autónoma Metropolitana, Cuajimalpa. Su línea de investigación actual: estudios rurales, urbanos y ambientales. Entre sus publicaciones sobresalen: "Mercados de trabajo en dos localidades rurales del centro de México: algunas características sociales y espaciales", en K. Appendini y G. Torres-Mazuera, ¿Ruralidad sin agricultura? Perspectivas multidisciplinarias en una realidad fragmentada, El Colegio de México, México, pp. 79-101 (2008); "Población rural y trabajadores agrícolas. Diversificación de la ocupación en las localidades rurales de la región centro de México", en Roberto Diego y Carola Conde (coords.), El cambio de la sociedad rural mexicana ¿se valoran los recursos estratégicos?, vol. III Nueva ruralidad, territorialidad, financiamiento y asesoría rural, Asociación Mexicana de Estudios Rurales-Juan Pablos-Universidad Autónoma Metropolitana-Conacyt-Universidad Autónoma del Estado de México-Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, México, pp. 104-131 (2007); en coautoría, "La regulación del crecimiento territorial de la Zona Metropolitana del Valle de México", Papeles de Población, nueva época, año 6, 23, Universidad Autónoma del Estado de México, Toluca, pp. 27-44 (2000); "Mexico City: towards a city-region formation", en A. G. Aguilar e I. Escamilla (eds.), Problems of Cities: Social Inequalities, Environment Risk and Urban Governance, Universidad Nacional Autónoma de México-Commision of Urban Development and Urban Life, Mexico City-Commision Meeting, México, pp. 599-611 (1999).

Creative Commons License Todo el contenido de esta revista, excepto dónde está identificado, está bajo una Licencia Creative Commons