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Revista mexicana de investigación educativa

versión impresa ISSN 1405-6666

RMIE vol.15 no.45 Ciudad de México abr./jun. 2010

 

Reseña

 

40 años de investigación. No sólo las dosis importan

 

Fernando Cortés Cáceres

 

Muñoz Izquierdo, Carlos (2009). ¿Cómo puede la educación contribuir a la movilidad social? Resultados de cuatro décadas de investigación sobre la calidad y los efectos socioeconómicos de la educación (1968–2008), México: Universidad Iberoamericana.

 

Investigador del Centro de Estudios Sociológicos de El Colegio de México. Camino al Ajusco 20, 14200, México, DF. CE: fcortes@colmex.mx

 

Sería una tarea titánica resumir en poco espacio la obra de 40 años de investigación, aún más de un investigador prolífico y profundo de la educación y del sistema educativo mexicano. Por esta razón, a pesar de que el libro está dividido en tres grandes partes: Calidad de la educación básica; Economía de la educación y Estudio sobre las instituciones de educación superior de sostenimiento privado —y de que además cuenta con una interesante introducción escrita por el doctor Pablo Latapí Sarre— sólo tomaré para esta reseña unas pocas, de las muchas, ideas interesantes, productos de la investigación empírica que se encuentran expuestas a lo largo del libro. Los temas elegidos están fuertemente influidos por mi propia práctica de investigación.

Me parece sumamente oportuno que este texto nos recuerde que la educación de calidad es algo más que capital humano o capital cultural. En lugar de limitar la educación a su rol económico, como medio para desarrollar competencias y lograr empleo e ingresos, nos hace ver que la educación es de calidad desde el punto de vista filosófico "cuando los objetivos propuestos en los currículos están basados en —y están dirigidos a promover— los valores que consideran deseables los diferentes sectores de la sociedad a la que están dirigidos" (criterio de relevancia). "En el ámbito de la cultura, la educación es de calidad cuando sus contenidos y métodos parten de las condiciones, posibilidades y aspiraciones de cada uno de los conglomerados sociales hacia los cuales está dirigida" (criterio de pertinencia) y agrega, adelantándose a la crítica fácil, del posible papel conservador que podría adscribírsele a los aspectos culturales de la educación: "Además, como se sabe, la educación está llamada a desempeñar un papel activo e importante en los procesos de transformación social y cultural mediante la formación del pensamiento crítico". Concluye, considerando simultáneamente los aspectos filosófico y cultural, que los procesos educativos deben tomar en cuenta las características situacionales y culturales de los sectores sociales a los que se dirige. Desde el punto de vista social la educación es de calidad cuando la oportunidad de recibirla se distribuye equitativamente entre los diversos sectores de la sociedad (criterio de equidad). También agrega el criterio de eficiencia económica, pero esto no es lo que quiero destacar.

Como se sabe el programa social insignia de los tres últimos gobiernos ha sido el Oportunidades, antes Progresa, que cubre en la actualidad poco más de cinco millones de hogares pobres (lo que arrojaría alrededor de 25 millones de personas, casi una cuarta parte de la población de México), cuyo propósito central es romper la transmisión inter generacional de la pobreza garantizando la educación, la salud y la nutrición de las nuevas generaciones en los hogares pobres. El armazón conceptual de este programa social deriva bien de la teoría de activos, o de la teoría de capacidades de Amartya Sen, en ambas concepciones el papel de la educación se limita básicamente a su capacidad para generar ingresos y evitar así la pobreza, aunque hay que reconocer que en la teoría de Sen juega un papel también en la libertad para decidir cómo combinar las capacidades. No reconocer explícitamente los aspectos axiológicos, culturales y de equidad de la educación puede tener fuertes implicaciones en otros aspectos de la vida social como, por ejemplo, la formación de los valores sociales, el sentido de pertenencia nacional, la formación del ciudadano, el compromiso social, el reconocimiento de un nosotros compartido; nociones que cristalizan en la ausencia de cohesión social con sus múltiples consecuencias que no es el caso detallar.

Me parece fundamental reexaminar la política educativa así como la política social a partir de las condiciones que Carlos Muñoz impone para distinguir la política educativa de calidad. La pregunta es: ¿quién se encargará de esta labor?, pues al examinar el libro queda claro —como lo señala don Pablo Latapí— que los administradores de alto nivel cada sexenio "repiten, por desconocimiento de los problemas, los mismos errores o inclusive interrumpen programas bien orientados de administraciones anteriores por motivos políticos" (p. 19). Me pregunto, ¿será que no leen investigaciones? Y si lo hacen, ¿será que sólo leen investigaciones escritas en inglés? O bien, ¿será que los funcionarios de alto nivel tienden a ser políticos no profesionales de la educación? Sea o no alguna de estas razones, una combinación de ellas u otras, el problema es que hemos perdido en los últimos lustros dimensiones importantes de la educación (filosófica, cultural y social), reduciéndola a capital humano, que ha hecho labor de zapa en los cimientos de la sociedad.

La tercera parte del libro, no sólo identifica a las universidades con financiamiento privado de élite y las distingue de las emergentes, sino que también expone resultados de investigación que muestran que si bien exhiben eficiencia pedagógica, su impacto sobre el compromiso social, la injusticia social y los valores de sus estudiantes es pequeño comparado con sus antecedentes socioeconómicos. Aún más, el capítulo 12 muestra que en este aspecto no hay diferencias sustanciales entre los resultados de las universidades que funcionan con financiamiento público de los de aquéllas que dependen del financiamiento privado. Si consideramos que la realización de estudios universitarios es condición necesaria —aunque no suficiente— para formar parte de la élite de los sectores público y privado podemos llegar a la conclusión que el paso por el sistema educativo completo falla en sus funciones filosófica, cultural y social. Si se ha enfatizado el papel de la eficacia y eficiencia del sistema educativo y se han descuidado las vertientes cultural, social y axiológica durante muchos años, ¿por qué podríamos esperar que el sistema educativo satisficiera únicamente criterios económicos y administrativos? ¿Qué podemos esperar de un país conducido por una élite sin preocupaciones sociales, pero muy alerta a la eficacia y a la eficiencia? Si aquellos que han pasado por el sistema educativo culminando sus estudios universitarios adolecen de valores y compromisos sociales contra las injusticias sociales, como dice don Pablo Latapí: ¿Qué podemos esperar de aquellos que se quedaron en los niveles inferiores o, como dice el autor de este libro, recibieron dosis menores de educación? Estas preguntas y muchas otras emergen con toda nitidez del trabajo realizado por Carlos Muñoz Izquierdo.

En la segunda parte del trabajo se analizan las relaciones entre economía y educación en México. Se someten a prueba empírica tres grandes enfoques: a) la teoría microeconómica del capital humano —según la cual su valor que es equivalente al valor de los servicios que podrá generar en el futuro— es pertinente para analizar las diferencias de ingresos entre los individuos según sus distintas "dosis" de escolaridad; b) la teoría macroeconómica de la funcionalidad técnica de la educación, en que la función de producción agregada estaría determinada por el capital, la fuerza de trabajo y la innovación tecnológica, que estaría fuertemente influida por la educación; y 3) luego de controlar por la escolaridad su impacto económico y social, estarían determinados por la calidad de la educación que recibieron.

Después de dar cuenta de la relación positiva entre dosis de escolaridad e ingresos, manteniendo constante la edad, analiza los vínculos entre calidad de la educación e ingresos. Sobre la base de información referida a 760 egresados de la educación superior procedentes de dos universidades privadas y dos públicas, estudia la relación entre el porcentaje de la escolaridad adquirida en instituciones de sostenimiento privado (como medida de calidad de la educación) y el ingreso, controlando, en un modelo de regresión por la edad, sexo, ocupación inicial y antecedentes socioeconómicos. El resultado es que hay una relación sistemática y significativa entre calidad de la educación superior y los ingresos, pero dicho efecto es parcialmente neutralizado en el socioeconómico más elevado.

El análisis de la relación entre calidad de la educación, inserción laboral e ingresos en estudiantes localizados en zonas marginales, en el ámbito de la educación básica y media, fue llevado a cabo por Muñoz Izquierdo con una muestra aleatoria de 494 adolescentes que cursaban del séptimo al noveno grados, en telesecundarias que persiguen impartir una educación relevante y también incorporó información de alumnos en telesecundarias normales como grupo de control. En las telesecundarias que tienen un currículum sui generis se incluye un área vinculada con las necesidades productivas de sus localidades. La calidad se garantiza con la capacitación de los profesores y una supervisión pedagógica estrecha que les proporciona apoyos pedagógicos oportunos cada vez que es necesario.

Con base en modelos de regresión donde las variables explicadas centrales son las aspiraciones y expectativas educacionales y laborales; situación educativo–migratoria y situación ocupacional, se evaluó el impacto de los indicadores de calidad: habilidad verbal, habilidad matemática y razonamiento formal controlando por género, grado de ruralidad de la localidad de referencia, las condiciones socioeconómicas y culturales de las familias de procedencia de los entrevistados, el tipo de secundaria en que realizaron los estudios.

Las conclusiones que quiero destacar son:

1) casi 90% de los entrevistados terminó secundaria, pero 1 de cada 3 emigró, la mayoría de ellos provenían de zonas rurales con altos niveles de marginación;

2) una mayoría se insertó en la población económicamente activa (PEA); y

3) la educación de mejor calidad contribuye a elevar las expectativas educativas y laborales de los adolescentes, probablemente debido a la pertinencia de la educación en relación con el medio en que se desenvuelven.

La síntesis de los resultados de este estudio los plantea con toda claridad el autor de este libro:

[...] estos hallazgos confirman que impartir una educación de buena calidad es una de las condiciones esenciales para impulsar la movilidad social de los estudiantes que se encuentran en condiciones de pobreza, pero también confirman, una vez más, que para poder lograr ese objetivo esa educación tiene que acoplarse con otras políticas encaminadas a promover el desarrollo socioeconómico de las localidades respectivas.

Los cuarenta años de investigación educativa de Carlos Muñoz Izquierdo llegan a una importante conclusión: no sólo las dosis de educación importan, ya sea en la educación superior o en escalones inferiores del sistema, para facilitar la inserción en el mercado de trabajo y la consecución de ingreso, sino también la calidad de la educación o el desarrollo de competencias, entendidas éstas como las capacidades para desarrollar exitosamente determinadas tareas.

Estos resultados llevan a reexaminar el papel del componente educativo de Oportunidades, pues éste es concebido como la piedra angular en la ruptura de la transmisión intergeneracional de la pobreza. En efecto, el supuesto sobre el que se sostiene el éxito del programa es que mayores niveles educacionales de los jóvenes pobres —acompañados de mejor nutrición y salud— les permitirían mejorar sus inserciones ocupacionales en relación con sus padres, obtener más ingreso y escapar a la trampa de la pobreza. Este argumento no considera la calidad de la educación ni su pertinencia y no toma en cuenta, además, que esta política debería estar acompañada, como dice Carlos Muñoz, por políticas sociales encaminadas a generar los empleos necesarios en las localidades pobres.

Para finalizar quisiera convocar a la lectura de este libro considerando no sólo sus aportes a los estudios en el campo de la educación, sino también al de la política social.

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