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Gestión y política pública

versión impresa ISSN 1405-1079

Gest. polít. pública vol.19 no.1 Ciudad de México ene. 2010

 

Gestión y política pública

 

El miedo al crimen en México. Estructura lógica, bases empíricas y recomendaciones iniciales de política pública

 

Fear of Crime in Mexico: Logical Structure, Empirical Bases and Initial Policy Recommendations

 

Carlos J. Vilalta Perdomo*

 

* Profesor en el Centro de investigación y docencia económicas (CIDE). Carretera México-Toluca 3655, Lomas de Santa Fe, 01210, México, D.F. Tel. 57 27 98 00, ext. 2233. Correo-e: carlos.vilalta@cide.edu. Investigador visitante en McGill University.

 

Artículo recibido el 20 de junio de 2008
Aceptado el 18 de febrero de 2009.

 

Resumen

Se propone una estructura lógica y las bases empíricas para el estudio del miedo al crimen. Se prueba un modelo teórico con el uso de una regresión ordinal sobre los resultados de la Cuarta encuesta de victimización y eficacia institucional (ENVEI) de 2006. El hallazgo principal es que el miedo al crimen en la colonia de residencia depende de la experiencia de haber sido víctima de un delito, los niveles de confianza en la policía local y el contenido de los noticiarios. Estos hallazgos difieren parcialmente de lo reportado en estudios previos de otros países. Se procede con una discusión de los resultados, se ofrecen ideas para estudios futuros y se plantean algunas recomendaciones de política en materia de seguridad pública.

Palabras clave: crimen, inseguridad, comportamiento social, análisis estadístico, política pública, México.

 

Abstract

A logical structure and the empirical bases for the study of fear of crime are proposed. A theoretical framework is tested via ordinal regression model on the results of the Fourth Survey onVictimization and Institutional Efficacy (ENVEI) of 2006. The main finding is that fear of crime at the neighborhood level is dependent upon the experience of being a crime victim, the levels of trust in local police and the content of the media news. These findings are partially different from previous studies in other countries. A discussion of the results, some ideas for further research and public security policy recommendations are included.

Keywords: crime, fear of crime, social behavior, statistical analysis, public policy, Mexico.

 

INTRODUCCIÓN

¿Quiénes, dónde y por qué sienten miedo al crimen? Saber la respuesta a esta pregunta es relevante porque el miedo al crimen reduce de forma considerable la calidad de vida (Hale, 1998).1 A este respecto, el presente estudio tiene un objetivo teórico, otro práctico y, finalmente, otro metodológico. El objetivo teórico es iniciar el diseño de una estructura lógica para el estudio empírico del miedo al crimen en México.2 Nótese que esta estructura no es teóricamente original porque en parte se funda en hallazgos (de tipo correlacional) reportados en estudios previos en otros países. Pero sí es novedosa toda vez que no se cuenta con precedentes para el contexto mexicano y por las diferencias que precisamente se encuentran en nuestro contexto frente a lo que se reporta desde el extranjero. El objetivo práctico consiste en ofrecer recomendaciones de política pública para atacar el problema en cuestión.3 Finalmente, el objetivo metodológico consiste en mostrar la utilidad y así popularizar el uso de los modelos de regresión para variables dependientes ordinales, a través de una aplicación como la que se realiza en este estudio.

Para cumplir estos objetivos, se analizan los resultados de la Cuarta encuesta de victimización y eficacia institucional (ENVEI) de 2006.4 la hipótesis central es que el miedo al crimen es predecible sobre la base de un conjunto de factores que operan en tres niveles diferentes (pero no independientes): el contexto local, el contexto familiar y el conjunto de características socioeconómicas, sociodemográficas y de experiencias previas individuales con el crimen. Las evidencias presentadas en este estudio confirman tal hipótesis. En este sentido, los hallazgos más relevantes son los siguientes:

a.Bajo cualquier estándar,el miedo al crimen en la ciudad es elevado:28.8 por ciento de los encuestados reportó sentirse poco o nada seguro en sus colonias de residencia. Se considera como elevado con base en un estudio previo que reporta a 15 por ciento de los encuestados con "mucho miedo al crimen" (Farrall y Gadd, 2004, p. 131), y con base en otro estudio que reporta que 19.6 por ciento de los encuestados ha dejado de realizar ciertas actividades (ej. Ejercicio, ir de compras, etc.) por miedo a ser víctima de un crimen (Rader et al., 2007).

b.El uso de mecanismos de protección en las viviendas de la ciudad también es elevado: 65.5 por ciento de los encuestados poseía algún mecanismo de protección en su vivienda (barda alta, ventanas con barrotes, cerraduras especiales, etc.). Paralelamente, un estudio previo en otro país reportó que 38.5 por ciento de los encuestados usa luces de seguridad como mecanismo de protección en sus viviendas, 35.7 por ciento utiliza cerraduras especiales y 25.1 por ciento reporta poseer un arma de fuego para tales efectos (Rader et al., 2007).

c.En muchos casos el crimen ha sido experimentado personalmente: 9 por ciento de los encuestados en la muestra reportó haber sido víctima de un delito.

d. La confianza en la policía local es baja: 60.5 por ciento de los encuestados reportó tener "muy poca" o "nada" de confianza en la policía local. En otro estudio, 17.1 por ciento de los encuestados reportó estar "muy insatisfecho o insatisfecho" con la policía local (Wells et al., 2006).

e.El contenido de los noticiarios parece ser importante: 16.9 por ciento de los encuestados en la muestra atribuye sus niveles de inseguridad principalmente a los noticiarios. de éstos, 51.3 por ciento reporta sentirse "poco" o "nada" seguro en su colonia de residencia.

f. El miedo al crimen en la colonia de residencia varía fundamentalmente por tres razones y en la siguiente forma:

i. Entre los encuestados, la circunstancia de haber sido víctima de un delito eleva significativamente su miedo al crimen.

ii. Entre los encuestados, la desconfianza local en la policía eleva significativamente su miedo al crimen.

iii. Los encuestados que atribuyen o responsabilizan de su grado de miedo al crimen principalmente a los noticiarios reportan menores niveles de miedo al crimen.

g. Los resultados también sugieren que el miedo al crimen en la ciudad de México no parece guardar una relación estadísticamente significativa independiente con algunos factores reportados en estudios previos en otros países. Concretamente:5

i. Las condiciones físicas de la localidad (medidas en este caso por medio del índice de marginación) no parecen guardar una relación independiente con el miedo al crimen (Moore y Shepherd, 2007; Williamson et al., 2006; Doran y Lees, 2005; Miceli et al., 2004).

ii. Ser mujer no parece guardar una relación independiente con el miedo al crimen (Rader et al., 2007; Gilchrist et al., 1998; Hale 1996; Killias, 1990).

iii. La edad tampoco parece guardar una relación independiente con el miedo al crimen (Chadee y Ditton, 2003; Ditton et al., 1999; Ferraro y laGrange, 1992).

iv. Tampoco guardan una relación estadísticamente significativa e independiente con el miedo al crimen: el nivel socioeconómico del hogar (ingreso medio), la escolaridad del encuestado, su estatus laboral (empleado o desempleado), su ocupación (entre diversas ocupaciones), el tipo de transporte que utiliza (público o privado, pesero, metro, camión, metrobus, taxi, bicicleta o automóvil propio), el tiempo de traslado (casa-trabajo, etc.), ni los mecanismos de protección presentes en la vivienda (bardas altas).

De los hallazgos anteriores se deducen diversas recomendaciones de política en seguridad pública. La primera recomendación es advertir a las autoridades policiacas que su imagen y desempeño son fundamentales para reducir el miedo al crimen en la ciudad; la policía necesita trabajar urgente y estratégicamente en mejorar la concepción que se tiene de ella. Para lograrlo, la policía debería concentrarse, primero, en combatir el crimen y, segundo, en reducir el miedo al crimen. Una intervención decidida en su imagen pública podría reducir tal percepción. En este sentido, debe mencionarse que no es ni viable ni éticamente admisible implementar una política de control o censura de información sobre su desempeño. Lo que la policía puede hacer es implementar una estrategia de medios dirigida a mostrar éxitos policiacos y comportamientos ejemplares como efectivamente también existen.

Relacionado con lo anterior, se ha reportado que la colaboración de la ciudadanía y la policía en labores de vigilancia comunitaria es una estrategia efectiva para reducir el miedo al crimen (Weisburd y Eck, 2004). Aquí cabe mencionar que un estudio previo en estados Unidos predice que los individuos participarán en programas de vigilancia comunitaria si tienen la percepción de que ellos o algún miembro de su familia puede ser victimizado (Kikuchi, 2005). Es posible que la lógica anterior también proceda para el caso de los habitantes de la ciudad de México.

El programa vigente de seguridad pública de la ciudad de México menciona a la ciudadanía (ocho ocasiones; en tres estrategias y cinco acciones) buscando incluirla en la evaluación del trabajo policiaco. Esto es necesario, positivo y debe tratar de efectuarse en el área vecinal. En este sentido, en el ámbito federal, el acuerdo nacional por la seguridad, la justicia y la legalidad (firmado el 21 de agosto de 2008) menciona el compromiso de los medios de comunicación de fomentar la participación activa de las asociaciones de vecinos. El mismo acuerdo también menciona que las organizaciones de la sociedad civil se comprometen a promover una cultura de la legalidad, a desarrollar y apoyar programas locales que incorporen a la sociedad en las políticas de seguridad pública y a participar en la creación y el fortalecimiento de mecanismos de monitoreo y evaluación para erradicar la corrupción y aumentar la eficiencia y el reconocimiento social de las autoridades. Mientras se escribe este artículo, los plazos de cumplimiento de estos acuerdos están en curso y, por ende, queda pendiente la evaluación hasta el término de los mismos.

El estudio se divide a continuación en cuatro partes. En la primera se realiza una revisión de estudios previos sobre el miedo al crimen. En la segunda se explican el modelo, los datos y la metodología del estudio. En el tercer apartado se presentan los resultados del análisis de datos. Por último se presentan las conclusiones del estudio.

 

ESTUDIOS PREVIOS SOBRE EL MIEDO AL CRIMEN

El miedo se define como una perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real o imaginario (real Academia española, 1992). Por consiguiente, el miedo al crimen puede definirse como la perturbación angustiosa del ánimo que se deriva de la diferencia entre el riesgo percibido de ser víctima de un crimen y la victimización de hecho.

Por supuesto, se puede pensar acertadamente que el miedo al crimen no ha sido definido con claridad por los especialistas (Gabriel y Greve, 2003). De hecho, se argumenta la existencia de una considerable confusión teórica en la literatura académica sobre su significado y medición (Hale, 1996). La dificultad radica fundamentalmente en que el miedo al crimen no es un concepto monolítico que pueda medirse con una sola pregunta en una encuesta (Moore y Shepherd, 2007; Rogerson y Christmann, 2007).6 Por ejemplo, los resultados de una encuesta pueden sumar de forma tal vez inconsciente y circunstancialmente respuestas a emociones diferentes al miedo mismo (lupton ytulloch, 1999); por ejemplo el enojo (Ditton et al., 1999).7 Además, se argumenta que se pueden obtener respuestas diferentes de un encuestado dependiendo de qué tipo de crimen esté pensando (Kershaw et al., 2001; Warr, 1987) o de qué conducta tenga miedo (Jackson, 2004).8 igualmente, se dice que el miedo al crimen también puede ser una manifestación indirecta de la inseguridad que el encuestado siente ante eventos como la política o la economía (Dammert y Malone, 2003).

Las dificultades conceptuales y de medición anteriores no han ocasionado una inmovilidad académica al respecto. Se han buscado y encontrado factores asociados con el miedo al crimen. Para su explicación, dividimos estos factores en tres tipos: aquellos que operan en el ámbito comunitario o contexto local, los que operan en el contexto familiar y aquellos que operan de forma individual.

En esta área de estudios, el efecto comunitario o del contexto local se ha fundamentado en la teoría de la desorganización social (Sutherland, 1939). La desorganización social se refiere a un estado generalizado de ausencia de normas o controles que regulen el comportamiento individual en la comunidad (Bursik y Grasmick, 1993). Esencialmente, el argumento teórico es que este estado de desorganización social conduce a un aumento de la criminalidad en la comunidad (Sampson y raudenbush, 1999; Sutherland, 1939).9

Esta teoría tiene pocos ángulos debatibles porque opera en un nivel de análisis social muy agregado, en el cual muchos aspectos pueden estar relacionados. Sin embargo, la teoría también tiene un sustento impecablemente lógico y empírico que debe ser considerado. Por ejemplo, hay evidencia de que los residentes en comunidades con muestras de deterioro físico (Miceli et al., 2004), paredes con grafiti (Doran y Lees, 2005) y viviendas en mal estado (Moore y Shepherd, 2007; Williamson et al., 2006), reportan mayores niveles de miedo al crimen que los residentes en comunidades en mejor estado. Lo anterior se refiere tanto a los residentes de esas áreas como a los usuarios de esos espacios (Taylor, 1999). También se comenta que la reputación criminal que tienen algunos lugares puede afectar los grados de miedo al crimen que se tienen sobre dicho lugar (Ferraro, 1995). A este respecto, por ejemplo, también se comenta que una buena percepción sobre el trabajo de la policía local puede disminuir el miedo al crimen (Rodrigues, 2006). y en cuanto a los medios de comunicación y su efecto en el contexto local, se señala que las noticias de contenido criminal provenientes de las cadenas televisivas tienen un efecto acelerador del miedo sobre aquellos que han sido víctimas de un crimen (Chiricos et al., 2000). A la par, también se argumenta que las cadenas televisivas distorsionan la realidad, magnificando la gravedad del problema del crimen y generando así más miedo entre la población (Chiricos et al., 2000; O'Connell, 1999).

No obstante, (mucho) menos estudiado que el contexto local, el contexto familiar también parece guardar relación con el miedo al crimen.10 Por ejemplo, se ha observado que los maridos reportan un mayor miedo que las esposas a que su pareja sea víctima de algún delito (Warr, 2000). El argumento parcial es que las mujeres tienden a sentir más miedo por ellas mismas que los hombres (Warr, 2000). También se ha observado que aquellos padres de familia con tres o más hijos reportan menores niveles de miedo a ser víctimas de un crimen que aquellos en la circunstancia contraria (Moore y Shepherd, 2007).

A la inversa, en cuanto a las características individuales se puede encontrar un buen número de estudios y de relaciones probadas empíricamente.

Empezando por el sexo, se ha observado que las mujeres reportan mayores niveles de miedo al crimen, lo cual ha sido considerado por algunos como un fenómeno intuitivamente contradictorio porque los hombres tienen de hecho una mayor probabilidad de victimización (Rader et al., 2007; Hale, 1996). Otros especialistas no encuentran este hallazgo contradictorio por las siguientes tres razones: un subreporte sistemático por parte de los hombres sobre su nivel verdadero de miedo al crimen (Sutton y Farrall, 2005; Goodey, 1997), una mayor sensación de vulnerabilidad en las mujeres (Killias, 1990), en este caso como consecuencia de una presión cultural a mostrarse como más sensibles y débiles físicamente (Scott, 2003), y una intensificación propia del miedo sujeta a que también sienten miedo por sus hijos (Gilchrist et al., 1998). Resultan interesantes las diferencias que se han encontrado entre hombres y mujeres según el tipo de delito sobre el que se les esté preguntando. Para el caso de los delitos contra la persona, las mujeres reportan mayores niveles de miedo, pero para el caso de delitos contra la propiedad, los hombres son los que reportan un mayor grado de miedo (Moore y Shepherd, 2007).

En cuanto a la edad, los jóvenes reportan mayores niveles de miedo a ser víctimas de un delito (Chadee y Ditton, 2003; Ditton et al., 1999; Ferraro y laGrange, 1992). El mecanismo causal de lo anterior no se ha explicado de forma específica, pero esta relación de juventud y miedo podría obedecer a que la población joven puede tener un mayor riesgo de verse involucrada en una situación de riesgo delictivo.11 los niveles de miedo al crimen también parecen variar de acuerdo con la raza del encuestado. Se reporta que las minorías raciales en estados Unidos tienen mayores niveles de miedo al crimen que la población blanca mayoritaria (Skogan, 1995; Covington y Taylor, 1991). Esto se ha explicado tentativamente por el hecho de que las minorías raciales se concentran geográficamente en lugares de alto riesgo criminal y decaimiento urbano (Skogan, 1995). En relación con lo anterior, se ha encontrado que la población de bajos ingresos (mcGarrell et al., 1997; Will y McGrath, 1995) y con menores niveles de educación (Covington y Taylor, 1991) reporta mayores niveles de miedo al crimen. Finalmente, la experiencia personal con el crimen también guarda una relación; hay evidencia reciente de que las víctimas de un crimen reportan un mayor miedo al crimen que aquellos que no han sido víctimas (Rader et al., 2007; Schafer et al., 2006).

En términos de políticas públicas, existe el argumento de que los esfuerzos conjuntos para la reducción del crimen y el miedo al crimen funcionan mejor utilizando la percepción pública (Rogerson y Christmann, 2007; Newburn, 2003). Por ejemplo, se registra que una mejora en el alumbrado público reduce la incidencia criminal, incluso tanto en la noche como en el día (Pease, 1999). Se dice que la razón de ello es el mensaje que se envía a los criminales de que el área está bajo cuidado y control social (Rogerson y Christmann, 2007). Las acciones realizadas para reducir el miedo al crimen en el reino Unido por medio de los programas de renovación comunitaria (NDC)12 muestran que las estrategias más frecuentemente utilizadas son (de más a menos): participación activa en la vigilancia por parte de la comunidad,13 videovigilancia, mecanismos de seguridad en las viviendas, alumbrado público, mayor presencia de la policía y programas para los jóvenes (Rogerson y Christmann, 2007).

Como se adelantó en la introducción, se reporta que los individuos están más interesados en participar en programas de vigilancia comunitaria si tienen la percepción de que ellos o algún miembro de su familia puede ser victimizado (Kikuchi, 2005). Sin embargo, nótese que en cuanto a la comunidad que asume un papel policiaco (community policing) versus un rol de vigilancia comunitaria (community warden), también se comenta que tal práctica puede llevar a reducir el miedo al crimen en la comunidad pero no el crimen per se (Weisburd y Eck, 2004). El trabajo de la policía es algo central. Sobre este aspecto se reporta que el uso de prácticas estándar, como el patrullaje preventivo aleatorio y la respuesta rápida a las llamadas de emergencia de la ciudadanía tienen una influencia pequeña en reducir el miedo (Weisburd y Eck, 2004; Spelman y Brown, 1981).

 

MODELO, DATOS Y METODOLOGÍA

Acabamos de presentar un conjunto de estudios que reportan que el miedo al crimen depende de tres fuentes o factores diferentes (no necesariamente independientes):14 el contexto social o comunitario,15 el contexto familiar, y las características sociodemográficas, socioeconómicas y otras experiencias propias o de primera mano por parte del individuo. Con base en lo anterior, la hipótesis central de este estudio es que los niveles de miedo al crimen que tienen los individuos en sus colonias de residencia dependerán de la variación de estos factores. Es decir, la lógica metodológica descansa sobre el supuesto de que la estructura social del miedo es detectable empíricamente y puede modelarse en términos estadísticos. Así, el modelo utilizado (figura 1) muestra los tres factores mencionados, los cuales están compuestos por un conjunto de variables independientes (VI).

La información base de este estudio proviene de la ENVEI de 2006. La muestra comprende a 1 549 personas mayores de 15 años en hogares del área metropolitana de la ciudad de México; distrito Federal (n = 780) y municipios conurbados del estado de México (n = 769). La variable dependiente (VD) en este estudio se mide por medio de la siguiente pregunta: ¿Qué tan seguro se siente usted viviendo en esta colonia/en esta unidad habitacional? Es decir, el enfoque de este estudio se realiza sobre el miedo o la inseguridad percibida en la comunidad (colonia). El nivel de medición de la VD es ordinal (muy seguro, algo seguro, poco seguro o nada seguro; 1 a 4).

las VI consisten en mediciones sociodemográficas (sexo y edad), socioeconómicas (escolaridad, estatus laboral, ocupación y tipo de transporte utilizado), de exposición y riesgo al crimen (tiempo de traslado al trabajo y tipo de transporte utilizado)16 y de la experiencia personal con el crimen (ha sido víctima de un delito). El contexto familiar es medido a través del ingreso medio familiar, el tipo de protección que hay en la vivienda (bardas, alarmas, etc.) y si los familiares (y amigos) han sido víctimas de algún crimen. Se considera el tipo de protección de la vivienda como parte del contexto familiar porque puede reflejar la percepción que la familia (particularmente los padres o propietarios) tiene sobre el miedo al crimen en su colonia. Como variables que forman parte del contexto comunitario tenemos los grados de marginación en la colonia, los niveles de confianza en la policía local y el efecto de los noticiarios en la sensación de inseguridad (si el encuestado ha visto o escuchado que crece la delincuencia). El nivel de medición de las VI es en su mayoría ordinal o nominal dicotómico (0 y 1); solamente la edad es una variable continua.

El análisis estadístico se divide en descriptivo e inferencial. El análisis descriptivo contiene estadísticas univariadas y bivariadas (correlaciones y diferencias de grupos). Las estadísticas univariadas se presentan por medio de frecuencias absolutas, porcentajes y promedios. Las relaciones bivariadas se prueban por medio de los siguientes coeficientes: V de Cramer, Tau-b (τb) y Tho de Spearman (ρ). Las pruebas de diferencias de grupos se prueban por medio de las siguientes técnicas estadísticas: Z de mann-Whitney (ZMW) y Chi-cuadrada de Kruskal-Wallis (ChiKW).

El análisis inferencial multivariado consiste en la aplicación de un modelo de regresión para variables dependientes ordinales. El modelo permite probar la significancia y medir la magnitud de la relación entre la VD ordinal y las diferentes VI El modelo considera que la VD no cumple con los requisitos típicos de la regresión lineal de una normalidad y varianza constantes, pero sí se asume que los coeficientes y valores predichos se comportan de forma lineal para cada una de las categorías de la VD (principio de linealidad). La forma en que se procedió para la definición del modelo fue en dos pasos. Primero se incluyeron solamente como VI causales aquellas variables que guardaron una relación bivariada estadísticamente significativa con la VD. Segundo, se eligió el mejor modelo de regresión bajo los requisitos de la forma de la distribución de la VD (log-log), el mayor valor de ajuste estadístico (sobre la prueba Chi-cuadrada de Pearson; Χ2), el mayor número de casos correctamente clasificados y el principio elemental de la parsimonia.

 

ANÁLISIS DE DATOS

Esta parte del estudio se divide en dos secciones. Primero se muestran los resultados del análisis estadístico descriptivo. En la segunda sección se aplica el modelo de regresión que permite resumir y descartar relaciones causales en la estructura social del miedo al crimen. Esta sección incluye una discusión de los resultados que sirve de preámbulo a la parte de conclusiones del estudio.

Análisis descriptivo y correlacional bivariado

Los resultados de la encuesta muestran que casi uno de cada tres encuestados (28.8%) reportan sentirse poco o nada seguros en sus colonias de residencia. A la inversa, un porcentaje similar reporta sentirse muy seguro.

En cuanto a las condiciones físicas y composición social de las colonias donde residen los encuestados, podemos ver que los encuestados en colonias con altos niveles de marginalidad reportan una mayor sensación de inseguridad (τb = .070, p = .001); nótese en todo caso que la magnitud de la relación es muy pequeña. Comparativamente, 43.3 por ciento de los encuestados residentes en colonias de muy alta marginalidad social reporta sentirse poco o nada seguro, frente a 29.5 por ciento de los encuestados en colonias con muy baja marginalidad.

En relación con los niveles de confianza del público en la policía local, se observa una relación estadísticamente significativa entre tales niveles de confianza y los niveles de miedo o inseguridad en la colonia (τb = .189, p = .000). El sentido de la relación es que a mayores niveles de desconfianza en la policía de la localidad corresponden mayores niveles de inseguridad. Solamente 4.3 por ciento de los encuestados que tienen mucha confianza en la policía reporta sentirse nada seguro en su colonia, frente a 14.3 por ciento de encuestados que reporta paralelamente no tener nada de confianza en la policía y no sentirse nada seguro en su colonia.

En cuanto a las formas para protegerse, vemos que 65.5 por ciento de las viviendas en la muestra cuenta con algún tipo de protección. Destacan las bardas altas (36.6%), los perros (32.9%) y las ventanas con barrotes (32.7%).

Nótese que cuando se relacionan los niveles de inseguridad con el tipo de protección utilizado (en los tres tipos más frecuentes), podemos especular que el uso de éstos puede obedecer a dos posibles razones: como causa de una mayor sensación de inseguridad o bien como efecto de que no reducen tal sensación de inseguridad. Esto se observa (cuadro 5) en que los rangos promedio de los niveles de inseguridad son mayores entre aquellos que utilizan algún medio de protección que aquellos que no cuentan o utilizan ese mismo medio de protección en sus viviendas.

Otro aspecto que llama la atención es que a mayor distancia de recorrido que realiza el encuestado (entre la vivienda y el lugar de trabajo, o escuela o lugar de compras), se presenta también un mayor nivel de inseguridad en la colonia de residencia. En detalle, la percepción de inseguridad es mayor conforme aumenta el tiempo-distancia del recorrido (τb = .088, p = .000). La correlación no es alta pero sí es estadísticamente significativa. Relacionado con lo anterior, pero en sentido contrario, el medio de transporte utilizado no guarda relación con la sensación de inseguridad (p = .838), ni tampoco con el tipo de transporte público utilizado (p = .367).17

En cuanto a las características individuales, y en particular sociodemográficas, encontramos en primer lugar que la edad de los encuestados no guardó una asociación estadística con su nivel de inseguridad reportado (p = .257). El sexo del encuestado, en cambio, sí mostró mantener una relación o diferencia estadísticamente significativa con el nivel de inseguridad (ZMW=-2.232, p = .026);18 en este caso particular, las mujeres reportan menores niveles de seguridad que los hombres.

Pasando a los factores socioeconómicos de los individuos, en primer lugar se observa que la escolaridad o nivel de estudios no guarda una relación estadísticamente significativa con el nivel de inseguridad (p = .497). En cuanto al estatus laboral, no se detecta una diferencia estadísticamente significativa entre aquellos que tienen empleo y aquellos que no tienen (ZMW = -.361, p = .718).

La ocupación (empleado u obrero, patrón o empresario, profesionista, trabajador por su cuenta) tampoco parece guardar alguna relación estadística con el nivel de inseguridad (ChiKW = 2.431, p = .488). En términos de ingreso de los miembros del hogar encuestado, se detecta una correlación estadísticamente significativa (aunque débil) entre el nivel de ingreso medido en salarios mínimos y el grado de inseguridad (ρ = -.060, p = .020); a menor nivel de ingreso corresponde una mayor sensación de inseguridad.

Finalmente en cuanto a las razones a las que más se atribuye esta sensación de inseguridad, los encuestados reportaron altos y significativos niveles de inseguridad por haber sido víctimas de algún delito (p = .002). La circunstancia de conocer experiencias recientes de familiares o conocidos en la misma situación no parece tener ninguna relación o representar una diferencia estadísticamente significativa en los niveles de inseguridad (p = .067). Resulta interesante que aquellos que atribuyen más su sensación de inseguridad a los noticiarios, de hecho reportan sentirse más seguros en sus colonias (p = .003).

La conjunción de todo lo anterior es interesante, porque si la gente tiende a sentirse menos insegura al atribuir a los noticiarios sus niveles de miedo al crimen y más insegura si ha sido víctima de un crimen, el fenómeno es entonces principalmente relativo a su experiencia personal. Al decir principalmente no significa que el miedo al crimen sea independiente del contenido de los noticiarios; 51.3 por ciento de los encuestados que atribuyeron a los medios sus niveles de inseguridad reportó sentirse poco o nada seguro en su colonia (cuadro 10). Por otro lado, 64.8 por ciento de los encuestados que no atribuyeron a los medios su sensación de inseguridad reportó igualmente sentirse poco o nada seguro en su colonia.

Un modelo multivariable del miedo al crimen

Para la prueba del modelo se eligió la (mejor) función de probabilidades acumuladas de tipo complementario log-log.19 esta función ofreció el mejor ajuste en el sentido de que no hay diferencias (son consistentes) entre los valores de la variable dependiente y los valores predichos por el análisis de regresión (Χ2 = 940.184, p = .315),20 y tampoco hay una significancia estadística sobre la prueba de líneas paralelas (p = .075).21 las observaciones que pudieron utilizarse en el modelo de predicción fueron 21.7 por ciento de la muestra encuestada (n = 337). El cuadro 11 muestra la distribución de las observaciones disponibles para la modelación.

El modelo utilizado contiene todas las variables independientes que mostraron una relación estadísticamente significativa con los niveles de miedo reportados. El propósito fue probar cuáles variables mantenían su relación estadísticamente independiente con la VD. Los resultados del modelo (cuadro 12) indican que las siguientes variables predicen significativamente los niveles de miedo (ordenados de mayor a menor probabilidad): haber sido víctima de un delito, la confianza en la policía local y el contenido de los noticiarios.22 El efecto se registra en los dos niveles de inseguridad más bajos (muy seguro = 1, algo seguro = 2) frente al mayor nivel de inseguridad (nada seguro = 4), el cual opera como referencia en el modelo.

Las variables que mostraron no mantener una relación estadísticamente independiente con la VD fueron: nivel de marginalidad de la colonia, el ingreso familiar, la posesión de una barda alta en la vivienda, el sexo del encuestado y el tiempo de traslado. Es decir, se excluye la presencia de algún factor del contexto familiar que influya en el miedo al crimen. Predominan en número los efectos del contexto comunitario (dos variables), pero el factor más probable es la circunstancia individual de haber sido víctima de un crimen.

La direccionalidad específica de las relaciones entre las categorías de cada variable independiente con la variable dependiente se indica en el cuadro 13. Es necesario considerar que en cuanto a la circunstancia de haber sido víctima de un delito no se poseen mediciones de la fecha en que el entrevistado fue víctima de tal situación. Se puede haber sido víctima tanto durante el año de la encuesta como años antes. Aun con esta limitación de información se podría, de manera lógica, asumir que el efecto de esta experiencia negativa es perdurable en los individuos y sigue hipotéticamente una función continua decreciente a lo largo del tiempo. El siguiente factor determinante del miedo es el grado de confianza en la policía local. En este caso, tener algo de confianza en la policía local corresponde con un menor nivel de miedo en la colonia. Este hallazgo tiene implicaciones importantes de política pública que se discutirán a continuación. Finalmente, el hecho de atribuir a los noticiarios la sensación de miedo al crimen en la colonia reduce significativamente su gravedad.

 

CONCLUSIONES

El miedo al crimen no es una reacción espontánea ni aleatoria. Es una sensación atribuible a factores tanto del entorno comunitario como a las experiencias personales con el delito. Este estudio contiene evidencia empírica de que la experiencia de haber sido víctima de un crimen se asocia con mayores niveles de miedo al crimen en la colonia en donde se reside. También se muestra evidencia de que un bajo grado de confianza en la policía se asocia con altos niveles de miedo al crimen. Finalmente, también se observa que aquellos encuestados que atribuyeron sus niveles de miedo al crimen principalmente al contenido de los noticiarios reportaron niveles significativamente menores de inseguridad que aquellos que no atribuyeron su miedo al contenido de los noticiarios. Todo lo anterior es lógico. Por un lado, es lógico pensar que cuanta más confianza se tenga en la policía local, habrá una mayor sensación de seguridad en la colonia. y cuanto más distante del riesgo criminal se esté en lo personal o familiar, también debe corresponder una mayor sensación de seguridad o menor miedo al crimen per se.

Estos factores contribuyen a la definición del problema y también a su solución. Dado que el miedo al crimen aumenta por haber sido víctima de un delito, es obvio que lo primero es reducir el índice de criminalidad. Esto efectivamente es una obviedad, pero la recomendación (y petición) no es ninguna novedad ni tampoco es algo exclusivo de México. Hay estudios previos que reportan el mismo hallazgo y realizan la misma recomendación (Rader et al., 2007; Wilcox et al.,2006; Schafer et al., 2006).

Por otro lado, una mejora en la imagen de la policía también podría disminuir significativamente el miedo al crimen en la ciudad. Este hallazgo es congruente con lo encontrado previamente en belo Horizonte, Brasil (Rodrigues, 2006). Lo que sugiere la evidencia en este estudio (también de forma lógica) es que la población siente miedo, en parte, porque se siente desprotegida por la policía. Inclusive, un examen posterior de los resultados de la encuesta muestra que 69.2 por ciento de los encuestados respondió que no acudiría a la policía en caso de ser objeto de un robo o un asalto. Otro examen muestra que no hay diferencias significativas en la percepción de la policía entre los encuestados residentes del estado de México y del distrito Federal (p = .388), por lo que podemos inferir que esta imagen negativa es generalizada entre la población de la ciudad, en ambas entidades, y las acciones de política correspondientes deberían también implementarse en ambas entidades, ya sea de forma conjunta o separada.

El efecto de los medios es importante pero no se ajusta completamente a los hallazgos reportados en estudios previos (Chiricos et al., 2000; O'Connell, 1999; O'Connell y Whelan, 1996). Sobre la base de la información disponible en la encuesta, la evidencia que tenemos es que aquellos encuestados que atribuyeron sus niveles de miedo al crimen principalmente al contenido de los noticiarios reportaron tener menores niveles (promedio) de miedo al crimen en sus colonias, si se comparan con aquellos que no atribuyeron de manera principal a los medios sus niveles de miedo al crimen. Esto es importante y requiere más investigación. Por el momento, esta evidencia puede sugerir dos posibles relaciones. Primero, que si el origen del miedo al crimen se puede fundamentar en parte en el contenido de los noticiarios, esta fuente u origen tiene un menor efecto que otras fuentes (ej. haber sido víctima de un crimen previamente). Segundo, que tal efecto limitado de los medios no implica que éste sea un efecto pequeño para el conjunto de la población. Especulo lo anterior con base en la comparación de los siguientes porcentajes: 64.8 por ciento de aquellos encuestados que no atribuyeron su miedo al contenido de los noticiarios reportó sentirse entre poco y nada seguro en su colonia, mientras que 51.3 por ciento de aquellos que sí atribuyeron su miedo al contenido de los noticiarios reportó (equivalentemente) sentirse entre poco y nada seguro en su colonia. La diferencia entre ambos grupos es aproximadamente de 13 por ciento, que puede ser una diferencia significativa en términos estadísticos, pero en cualquier caso ambas son proporciones muy altas de la población. Aquí se presentan dos posibles relaciones que pueden analizarse en estudios futuros.23

Algo interesante y que contradice parcialmente algunos hallazgos en estudios previos que se fundamentan en la teoría de la desorganización social es que las condiciones físicas de la localidad de residencia del encuestado no parecen ser un factor determinante en el miedo al crimen en la colonia una vez consideradas otras variables en la ecuación.24 este hallazgo se refiere a los residentes encuestados de tales lugares y no a los usuarios de esos espacios (ej. usuarios de transporte). En este estudio se utilizaron los grados de marginación social, los cuales contienen mediciones de infraestructura y condiciones de las viviendas (agua entubada, drenaje, piso de tierra, energía eléctrica y hacinamiento), niveles de educación de la población (analfabetismo y primaria completa), ingresos (salarios mínimos) y distribución de la población (tamaño de la localidad).25 lo que se puede pensar es que la marginación urbana no guarda relación con una desorganización social en la comunidad, o bien es posible que el miedo al crimen esté tan generalizado entre los residentes de la ciudad que las condiciones del espacio construido y la composición socioeconómica del lugar no guarden ninguna relación estadísticamente detectable una vez consideradas otras circunstancias (ej. Las experiencias personales con el crimen y la confianza en la policía local).

Otros hallazgos que contradicen otros estudios son la ausencia de una relación entre el miedo al crimen y el género (Moore y Shepherd, 2007; Sutton y Farrall, 2005; Scott, 2003; Gilchrist et al., 1998; Goodey, 1997) y la edad del encuestado (Moore y Shepherd, 2007; Chadee y Ditton, 2003;Ditton et al., 1999; Ferraro y laGrange, 1992). Esto contribuye a la cavilación previamente mencionada de que el miedo en la ciudad es sentido por muchos de sus habitantes, por razones similares y en grados semejantes.

Con base en la evidencia y la información disponibles, las recomendaciones viables de política en seguridad pública pondrían énfasis en la imagen y el desempeño de la policía. Su imagen y desempeño en el combate al crimen son factores que podrían reducir el miedo al crimen en las colonias de manera significativa. El mensaje debe dirigirse a una legitimización de su trabajo y el reporte de éxitos policiacos. ya se comentaba que estudios previos reportan que el patrullaje preventivo aleatorio o la respuesta rápida a las llamadas de la ciudadanía tienen poca injerencia en el miedo al crimen (Weisburd y Eck, 2004; Spelman y Brown, 1981), mientras que los operativos en zonas de alta criminalidad (hotspots) sí son efectivos (Weisburd y Eck, 2004).

En cuanto a la participación de la comunidad, el programa de seguridad pública vigente en la ciudad hace varias menciones a la misma. Faltaría una implementación sistemática en el ámbito vecinal. El acuerdo nacional por la seguridad, la justicia y la legalidad pretende muchas cosas, y entre los vecinos pretende lo mismo: la participación activa de la comunidad en la creación y el fortalecimiento de mecanismos de monitoreo y evaluación de las autoridades para erradicar la corrupción y aumentar la eficiencia y el reconocimiento social. Esto, de lograrse, puede además de mejorar el trabajo de la policía, mejorar su imagen, y abriendo estas líneas de comunicación, contribuir a reducir el miedo al crimen. Invariablemente, los residentes de la ciudad quieren seguridad y para esto implementan sus propias estrategias de protección. Es observable el creciente número de comunidades cerradas en la ciudad, y es difícil pensar (al menos en el corto plazo) en una reversión de la demanda de viviendas de este tipo. El cierre de calles y el uso de servicios de seguridad privada en la ciudad (esto último entre aquellos que pueden pagarlo) son intentos de protección vecinal muy frecuentes y nada novedosos.

En síntesis, todo lo anterior apunta a que si no se reduce de forma significativa el crimen en la ciudad, si la confianza en la policía se mantiene en los niveles actuales y si la participación comunitaria en las labores de seguridad pública no muestra avances palpables, el escenario urbano más probable es que siga la tendencia a la fortificación y a la sustitución de la seguridad pública por la seguridad privada.

 

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NOTAS

El autor desea agradecer especialmente al profesor Ahmed el-Geneidy de McGill University por su apoyo para la realización de este estudio. También quiere agradecer a los árbitros de la revista por sus comentarios a una versión previa de este documento.

1 Tanto la reduce, que éste forma parte del sistema de indicadores de la calidad de vida y desarrollo sustentable en el reino Unido. Véase: http://www.sustainabledevelopment.gov.uk/progress/national/index.htm. También se puede encontrar fácilmente un número muy amplio de publicaciones al respecto. Una búsqueda rápida en el sistema de información EBSCOHost Research Databases ofreció 1 312 publicaciones digitalizadas, de las cuales 391 estaban arbitradas por revistas científicas. El término de búsqueda fue "fear of crime" como "subject term". La búsqueda se realizó el 18 de junio de 2008. La mayor parte de estos estudios fueron realizados en estados Unidos y el reino Unido.

2 Entendiendo por estructura un ordenamiento de las relaciones sociales (Giddens, 1982).

3 Lograr el primer objetivo es indispensable para conseguir el segundo. La investigación en las ciencias sociales debe tener aplicaciones para el beneficio común.

4 Esta encuesta fue realizada por investigadores de la división de estudios Jurídicos del Centro de investigación y docencia económicas (CIDE).

5 Se enlistan los estudios contradichos.

6 Esto puede ocasionar hallazgos contradictorios y limitar los alcances teóricos en la materia. Posiblemente también limita la utilidad práctica y de política pública de los resultados.

7 Este es un riesgo potencial presente en cualquier investigación.

8 Cabe mencionar que todos los estudios empíricos previos (que son los publicados en las revistas más reconocidas) operacionalizaron la variable "miedo al crimen" en su mayoría sobre una sola pregunta y como máximo sobre dos preguntas. No se sabe la razón, pero esto es probablemente consecuencia de su dependencia de encuestas levantadas fuera de la supervisión o participación de los mismos investigadores. Estos estudios utilizan como bases de información encuestas levantadas por organismos oficiales o no gubernamentales.

9 Nótese que esta teoría asume que un suceso contrario a lo considerado como un estado de organización social, en este caso una baja o nula criminalidad, procedería (debatiblemente) como algo anormal (Vilalta, 2009b).

10 La familia es una estructura social fundamental en la teoría sociológica (Giddens, 1982).

11 Nótese que en términos metodológicos típicamente la edad se analiza como una variable continua a diferencia de muchas otras variables. Es importante anotar que toda clasificación de una variable en intervalos es arbitraria (Moore y Shepherd, 2007) y por lo tanto de validez debatible.

12 NDC es el acrónimo para Neighbourhood Renewal Unit Programme. Estos programas están dirigidos a reducir las desigualdades sociales de los residentes en las comunidades con desventajas en las ciudades del reino Unido. Son programas de desarrollo comunitario realizados e implementados en conjunto entre la sociedad civil y los gobiernos locales. Se dirigen principalmente a resolver problemas de vivienda, educación, empleo, salud y crimen.

13 Vigilancia de la comunidad (community warden) no se debe entender como patrullaje o policía comunitaria. La vigilancia se refiere al reporte organizado a las autoridades de eventos conducentes a la actividad criminal, como por ejemplo automóviles abandonados, comportamientos antisociales, grafiti, ruido y alteración del orden público. En estados Unidos y Australia se le denomina community watch.

14 Un enfoque similar se ha utilizado para el estudio de la violencia en Latinoamérica. Véanse: Morrison et al., (2003) y Vilalta (2009).

15 Por contexto se entiende aquello que pone todo en conjunto o que une todas las partes.

16 El tipo de transporte utilizado puede ser un indicador de nivel socioeconómico y de exposición al crimen.

17 La significancia se refiere en este caso a la prueba V de Cramer.

18 No se incluyó este cuadro por razones de espacio. En este caso y en algunos de los casos siguientes, en los cuales se busca relacionar una variable ordinal con una variable nominal, se utiliza la prueba Mann-Whitney. En esta lógica el hallazgo de una diferencia estadísticamente significativa equivale a una correlación estadísticamente significativa.

19 Es decir, las probabilidades de asignación de las observaciones seguirían la siguiente forma: log(−log(1−x)). Es decir, se encontró que en la modelación las categorías altas de la variable dependiente eran las más probables.

20 Se busca un modelo que bajo este criterio no ofrezca resultados significativamente diferentes entre los datos de la muestra y los valores predichos por el análisis de regresión. Por ende, si p = .315, se acepta Ho sobre la prueba de diferencias entre ambos tipos de datos (valores de la muestra y valores predichos) y se concluye que el modelo con las variables causales elegidas se asocia significativamente con los niveles de inseguridad reportados por los encuestados.

21 Esta prueba es diferente a la anterior en cuanto a que busca saber si los resultados del tipo de función de probabilidades acumulativas elegida por el analista podrían mejorar si se eligiera otra función de probabilidades o se incluyeran o excluyeran otras variables causales. En este caso el resultado niega esta posibilidad.

22 Se mantuvo p < .05 como nivel mínimo de significancia.

23 En este sentido, durante dos semanas seguidas se realizó una revisión del contenido de varios noticiarios en televisión abierta y se encontró que 16.4 por ciento del tiempo aire de estos programas se dedicó a noticias relacionadas con crimen y violencia. Tampoco hubo una emisión que ofreciera menos de dos noticias al respecto. Es decir, las noticias sobre criminalidad deben ser importantes para los medios y en consecuencia también deben ser de interés para un buen número de espectadores. Esto no fue objeto del estudio, pero este hallazgo del efecto de los medios me generó curiosidad. La metodología que se siguió fue analizar tres noticieros nocturnos (Joaquín López Dóriga, Adela micha y Canal 40) durante dos semanas. Se revisó un total de 1 650 minutos de emisión de los programas (incluyendo anuncios comerciales). Se registraron 270 minutos dedicados directamente al reporte de actos de violencia y crimen.

24 Particularmente, el nivel de marginación de la colonia del encuestado dejó de mantener una relación estadísticamente significativa con la VD una vez que se incluyó en la ecuación el contenido de los noticiarios.

25 Para mayor detalle véase: http://www.conapo.gob.mx/publicaciones/margina2005/01_b.pdf. debe considerarse que la marginación se relaciona con la edad de la colonia. Es decir, puede haber colonias en la ciudad de México con niveles bajos de marginación social toda vez que cuentan con servicios (ej. delegación Cuauhtémoc), pero también presentar bajos niveles de educación e ingreso.

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