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Alteridades

versión On-line ISSN 2448-850Xversión impresa ISSN 0188-7017

Alteridades vol.23 no.45 Ciudad de México ene./jun. 2013

 

Lecturas

 

Regiones y religiones en México. Estudios de la transformación sociorreligiosa*

 

Reseñado por Raúl Méndez Yáñez**

 

*Alberto Hernández y Carolina Rivera (coords.), Regiones y religiones en México. Estudios de la transformación sociorreligiosa, El Colegio de la Frontera Norte/Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social/El Colegio de Michoacán, México, 2009.

 

** Estudiante de la licenciatura en Antropología Social, Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa <deconstruyeme@hotmail.com>.

 

Se dice que cuando el mártir cristiano Policarpo de Esmirna (ca. 70-155) fue llevado ante el procónsul romano acusado de ateísmo por negar a los dioses del Imperio, el juez, compadecido por su avanzada edad, le pidió que, para salvar su vida del suplicio, sólo gritara "abajo los ateos". Entonces, este padre apostólico, renuente a evitar el martirio, señaló a la muchedumbre pagana que se encontraba congregada y gritó: "Sí, ¡abajo los ateos!" (González, 1994: 61). Los miembros de un grupo social pueden diferenciarse de los de otro con sólo recitar el nombre de sus dioses, o bien mostrando los tabúes a los que se ven sujetos. Altos coeficientes de alteridad entre los grupos o sujetos se registran cuando se evidencian sus motivos religiosos mediante la actualización de éstos en el comportamiento ordinario, específicamente cuando la cotidianidad toca un punto sensible de la creencia. La actual competencia de bienes simbólicos, inherente a los procesos de globalización, crea escenarios adversos para las culturas y las creencias. Desde estos escenarios de competencia se construye el anclaje identitario individual y colectivo. Como señalaba Jonathan Sarna, la identidad, ya sea étnica o religiosa, "se forja como consecuencia de dos factores: la adscripción y adversidad" (cit. en Cardoso de Oliveira, 2007 [1976]: 221). En Regiones y religiones en México, proyecto coordinado por Alberto Hernández y Carolina Rivera Farfán, se ha logrado, desde el análisis sociodemográfico, un acabado producto interdisciplinario que da cuenta de las distintas formas de adscripción religiosa y los factores adversos a los que se enfrentan estas identidades en diversos espacios georreferenciados de la república mexicana.

Este volumen es la segunda parte del Atlas de la diversidad religiosa en México (De la Torre y Gutiérrez Zúñiga, 2007), pues de hecho fueron pensados juntos. Ambos surgen gracias a los resultados obtenidos en el proyecto "Perfiles del cambio religioso en México 1950-2000", iniciado en 2003 con la finalidad de diseñar –partiendo de la información recabada en el XII Censo de Población y Vivienda realizado por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) en el 2000– un panorama diacrónico y sinóptico de la diversidad religiosa nacional, y al que se convocó a distinguidos especialistas del fenómeno religioso mexicano. Con esta nueva entrega, auspiciada por El Colegio de la Frontera Norte, el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social y El Colegio de Michoacán, se llega a una nueva cosecha de la sementera de este proyecto de inicios del siglo XXI, de la cual debe destacarse la participación del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología.

Si como, casi poéticamente, afirma Arjun Appadurai (2006: 626) sobre las áreas (pero aplicable también a las regiones), éstas "no se dan de facto, sino que son artefactos de nuestro interés y de nuestras fantasías, así como de nuestras necesidades de conocer, de recordar y de olvidar",1 Alberto Hernández y Carolina Rivera Farfán, junto con el notable equipo de investigación que coordinaron, pueden decirnos mucho sobre el diseño de "artefactos" espaciales que en la dinámica religiosa les permiten a los creyentes tener una imagen del mundo en referencia a su fe, ¿cómo?, pues realizando un ejercicio isomórfico, pero desde las ciencias sociales, geográficas y estadísticas. Efectivamente, nuestros especialistas han diseñado ex profeso sus "artefactos" de investigación, traspasando acotamientos políticos, económicos y geográficos o, parafraseando a la propia Carolina Rivera y a Felipe Vázquez, "cruzando montañas y pantanos". Regiones y religiones en México parte de la categoría de región como elemento heurístico de análisis de la realidad social religiosamente referida. Para tales efectos, la región es entendida lejos de las vetustas nociones de determinismo geográfico y cercana a la plasticidad que le adjudicó Erick van Young. Así, la macrorregionalización que se hace de la república mexicana en 1) regiones sureste, golfo y pacífico sur, 2) región centro, 3) regiones centro norte y centro occidente, y 4) regiones noreste y noroeste, revela no sólo las cuatro secciones mayores en las que se divide el tomo, sino una configuración que da cuenta de los contactos municipales interestatales en los que se desenvuelve la continuidad religiosa. Tal es la tesis principal de los autores: "la dinámica religiosa perfila sus propias configuraciones regionales" (p. 13). La quinta parte del libro es una peregrinación visual por distintos espacios ritualizados de la república, desde San Juan Chamula hasta la frontera Tijuana-San Diego. Estos trabajos contienen información relevante no sólo para los estudios sociales sobre religión en México, los analistas de fenómenos económicos, políticos, geográficos y demográficos también podrán usufructuar los resultados de estas investigaciones, pues los autores explicitan los distintos aspectos materiales que enmarcan la práctica religiosa en cada macrorregión, e incluso, en algunos casos, también micorregionalmente.

Las colaboraciones que conforman el libro se caracterizan por buscar elementos comunes pero sin perder por eso el tratamiento diferencial de cada región. De este modo, cada capítulo ofrece al lector constantes metodológicas de análisis, inscritas dentro de un enfoque particular que le da a cada sección y capítulo un matiz propio. Una de las principales constantes encontradas en el libro es el estudio socioestructural de estados y municipios articulado con las historias regionales de los grupos religiosos y sus esfuerzos misioneros y prácticas del creer. Algunas variables socioestructurales utilizadas en los diversos trabajos, que ya será difícil ignorar en posteriores análisis del fenómeno religioso nacional, son los grupos etarios y de género, la lengua, los índices de desarrollo humano (IDH) estatales y el producto interno bruto (PIB). El lector podrá también beneficiarse de los resultados de investigaciones etnográficas y situacionales sobre diversas regiones y religiones que permiten adentrarse en las prácticas locales de grupos e individuos. Con esta doble hélice estructura-sujetos se rompe con el monocausalismo que tendía a explicar los procesos religiosos partiendo desde un solo ángulo. Así, dadas sus múltiples privaciones, los grupos indígenas y marginados eran más susceptibles a convertirse al pentecostalismo; la Iglesia católica era un frente institucional monolítico avasallante; y, según se sostenía, Weber tenía razón al hablar sobre el desencantamiento al que se ven sujetas las regiones urbanizadas, tan modernas y tan seculares. Regiones y religiones en México reconoce la pluralidad de variables que explican el cambio religioso dentro de un todo complejo que no permite establecer con facilidad causas únicas o variables independientes.

La primera parte, "Regiones del sureste, golfo y pacífico sur", realiza una descripción de estas regiones y destaca los aspectos de marginación social y conflictos interétnicos, flujos migratorios y de poblamiento, creación de nuevas localidades y las diversas relaciones económicas que se han gestado históricamente. En "Pluralidad confesional en el sureste mexicano", Carolina Rivera Farfán estudia los estados de Campeche, Chiapas, Quintana Roo y Yucatán, detectando lo que Carlos Martínez García (2004) dio por llamar la "poligénesis" de la diversidad religiosa, atendiendo a las políticas de colonización federal abocadas a impulsar el ejido, la industria hidroeléctrica y, posteriormente, la extracción petrolera, consideradas por Rivera Farfán como movilizadores poblacionales que permitieron el aumento demográfico no católico (alcanzando su máximo en Chiapas, 21.88%, y el menor en Yucatán, 11.35%, la media nacional es de 7.27%), sobre todo de los protestantismos históricos –en particular el presbiterianismo–, grupos pentecostales, testigos de Jehová, adventistas del séptimo día y, en menor medida, mormones. Misioneros protestantes provenientes de Guatemala, las resoluciones del Plan de Cincinnati (1917) –que sectorizó el trabajo misionero estadounidense en el territorio mexicano– y los proyectos del Instituto Lingüístico de Verano (ILV), se suman a los factores que han originado la actual heterogeneidad religiosa de la región. Como diversos trabajos etnográficos lo venían refiriendo, el alto porcentaje de población "sin religión" se explica en gran medida por la existencia de las religiones "de la costumbre y la tradición". Corrientes religiosas externas al cristianismo presentes en el sureste son las representadas por grupos musulmanes sufitas (místicos) y sunitas (ortodoxos) en zonas aledañas a San Cristóbal de las Casas, fenómeno de reciente aparición pero que ya ha producido varios estudios al respecto.

"La fe que se expande por la costa del golfo, que cruza montañas y pantanos" es producto de la mancuerna establecida por Carolina Rivera Farfán y Felipe Vázquez. El capítulo comienza señalando lo que todo el libro puede demostrar, que las regiones no tienen fronteras marcadas. Veracruz y Tabasco son los estados a los que está dedicado el capítulo, y fueron abordados juntos como parte de una estrategia metodológica que reconoce cierta homogeneidad geográfica, histórica y económica entre ellos. La región golfo analizada, puerta comercial desde tiempos de la Conquista y la Colonia, a partir de 1970 sufre transformaciones económicas como parte de los proyectos de extracción petrolera en el Golfo de México. El análisis longitudinal de esta región pone de relieve cómo el comportamiento religioso de Veracruz se encuentra caracterizado por sus colindancias estatales; al Norte el panorama se asemeja a Tamaulipas y San Luis Potosí, la zona central a Puebla y, en el sur, la movilidad religiosa sigue los ritmos de Oaxaca, Tabasco y Chiapas. Por su parte, Tabasco, durante largos años sujeto a políticas anticlericales de "desfanatización religiosa", actualmente ha visto un repunte del catolicismo y, en relación con el protestantismo, debilita la tesis que correlaciona grupos indígenas con altos índices de conversión protestante, pues los municipios con más alto índice de adscripción protestante no poseen la mayor presencia de población indígena del estado.

Enrique Marroquín y Alberto Hernández nos presentan "Oaxaca: una diversidad conflictiva", capítulo donde se trata, por un lado, la implementación de la teología india, derivación de la teología de la liberación, pero –como afirman los autores– matizada por la antropología culturalista, y por otro, la formación de "Iglesias autónomas" en este paradójico estado poseedor de seis municipios sin población protestante, pero con otros cuatro donde el catolicismo ya es minoría (sin ser necesariamente el protestantismo la causa). El pentecostalismo se ha posicionado como conductor de la diversidad religiosa en detrimento del protestantismo histórico. Muy lejos de la "teoría conspiracionista", el capítulo es justo al señalar los alcances y las limitantes operativas del ILV que no permitirían concebirlo como única instancia de evangelización protestante en el estado. Subrayan los aspectos de la diversidad lingüística e indígena, que no sólo entra en conflicto por elementos culturales o religiosos, sino prioritariamente por las políticas económicas neoliberales.

Isabel Osorio y Claudia Rangel describen los "Cambios religiosos y re(li)giones en Guerrero. 1950-2001". Reconfigurando el concepto de re(li)gión diseñado por Francisco de Oliveira, las autoras demuestran que es posible construir metodológicamente espacios autorreferidos para el análisis de los procesos de articulación/desarticulación gestados por las religiones en relación con el contexto social mayor en regiones determinadas. En las distintas re(li)giones de Guerrero, tanto el catolicismo como el pentecostalismo han logrado posicionarse debido a la flexibilidad que estas Iglesias demuestran hacia las prácticas culturales autóctonas del estado. También aparecen comunidades judías y los grupos "sin religión" que, aunados a los demás grupos religiosos, deben adecuar su oferta religiosa a la realidad de pobreza y marginación característica de Guerrero. El contacto poblacional que se da en el corredor turístico del estado es un importante atrio para recibir estas nuevas ofertas.

La segunda parte del libro está dedicada a la "Región centro"; aquí, los diversos autores señalan la forma en la cual la religión se distingue por la interacción simbólica de significados que, al ser compartidos, inciden en la construcción de las identidades. Interacción que al regionalizarse metodológicamente facilita descubrir diferencias históricas endógenas a la dinámica espacial.

In memoriam al doctor Manuel Marzal, Carlos Garma nos presenta en esta ocasión el capítulo "Las religiones del altiplano central de México y sus entornos anexos: una región de creencia en contienda". Caracterizada por ser receptora de importantes flujos migratorios y movilidad poblacional temporal (peregrinaciones), la zona del altiplano central, en tanto región de creencia, conoce las competencias por el posicionamiento social de múltiples grupos religiosos en estos espacios: la evangelización de los protestantismos históricos, el acelerado crecimiento pentecostal y de bíblicos no evangélicos, y los esfuerzos por destacar la arquidiócesis de la capital como el principal centro del catolicismo. En el Distrito Federal también existen cultos específicos, como los de la Santa Muerte, o movimientos alternativos, como el de la Iglesia Católica Tradicional México-Estados Unidos que, a pesar de no tener la representatividad jurídica de asociación religiosa, vuelven más complejo el panorama religioso en la Ciudad de México. El Estado de México alberga diversos santuarios hacia donde se focalizan itinerarios de distintas peregrinaciones católicas a lo largo del año, pero también contiene a la tercera parte de la población judaica en el país. Morelos y Tlaxcala demuestran que la movilidad en la adscripción étnica es un proceso neutral respecto a la conversión religiosa, pues la pérdida de la identidad étnica no precondiciona unívocamente a los sujetos para adquirir nuevas creencias. Junto con estos dos estados, Puebla es peculiar por la pervivencia del culto a los volcanes, aunque esta tenacidad religiosa no está amparada por algún proyecto de teología indígena, inexistente en la región centro.

Importantes "Variables para comprender las transformaciones sociorreligiosas de las regiones indígenas de Hidalgo" son analizadas por María Gabriela Garrett, quien estudia a este estado que en los últimos años ha mostrado diversos focos de agresivo conflicto y discriminación hacia disidentes del catolicismo. La variable étnica, dado su peso demográfico, es fundamental para entender los diversos modos de convivencia y fricción entre las religiones del estado durante los últimos 50 años. A esto hay que agregar la carencia de políticas federales y locales que reconozcan validez a los sistemas jurídicos indígenas, lo cual no permite tener dispositivos expeditos de resolución del conflicto religioso, ni de otras índoles. Sobresale la diversificación religiosa en la sierra de Tenango, siendo el municipio de Tenango de Doria el de mayor porcentaje de autoadscripción protestante y evangélica (22.1%).

Las "Regiones centro norte y centro occidente" son abordadas en la tercera parte. Llevándonos a través de un viaje sociohistórico "De lo monolítico a la diversidad. El centro norte, una región católica en disputa", Elizabeth Juárez afina la mirada antropológica para recorrer los estados de Aguascalientes, Guanajuato, Querétaro, San Luis Potosí y Zacatecas. Esta acotación se realizó bajo los criterios de la continuidad en la adscripción católica, así como por los procesos de movilidad interestatal e intramunicipal que la distinguen de la región centro occidente, donde la movilidad es preponderantemente hacia el extranjero. La presencia de grupos indígenas también es constante en esta zona, pero su memoria colectiva ha sido construida con elementos históricos de la rebelión cristera. Los grupos no católicos que sobresalen son las Iglesias protestantes y evangélicas, bíblicas no evangélicas, otras evangélicas y la población sin religión. Los testigos de Jehová cuentan con la mayor membresía en los cinco estados; asimismo, las mujeres predominan en el rubro de protestantes y evangélicas en todos los estados de la región centro norte. La presencia de estos grupos revela que la antaño predominante hegemonía católica comienza a coexistir con diferentes ofertas religiosas y grupos humanos que las aceptan.

Tomando camino hacia la costa del Pacífico, Cristina Gutiérrez presenta "La articulación de una región en torno al catolicismo. El centro occidente de México". Jalisco, Nayarit, Colima y Michoacán, principales bastiones del catolicismo mexicano, son descritos por Gutiérrez como poseedores de elementos históricos, culturales, económicos y geográficos compartidos. Así, en estos estados se pone de relieve la presencia de antiguos santuarios en torno a los cuales se articulan prácticas identitarias y comerciales. En esta región, el proceso evangelizador de la Colonia encontró los territorios más fértiles en estos estados que actualmente atraviesan procesos de despoblamiento debido a los álgidos flujos migratorios hacia Estados Unidos. A pesar de su todavía avasallante porcentaje poblacional (91.82%), el catolicismo conoce en ciertas microrregiones del Bajío jalisciense una relativamente importante población sin religión, en concreto en municipios con alta presencia de poblaciones wixaritari (huicholes). El capítulo tiene un importante apartado dedicado a un análisis demográfico comparativo de las feligresías en estos estados.

"Regiones noreste y noroeste" son el objeto de estudio de la cuarta parte, donde Gloria Galaviz, Olga Odgers y Alberto Hernández estudian esta extensa parte del territorio nacional. La tesis articuladora para entender las dinámicas religiosas en estas regiones es la correlación con la historia de su poblamiento. Zonas agrestes y climas áridos fueron dificultades que hubieron de afrontar los primeros evangelizadores coloniales, quienes no pudieron establecer del todo una hegemonía católica. Alrededor de 1848, la frontera norte de México se vio reducida sustancialmente, esto dio pie a la necesidad de formar nuevas comunidades fronterizas, tales como Tijuana y Mexicali. Hacia mediados del siglo XIX comienzan a formarse las primeras sociedades protestantes históricas, relacionadas con el auge minero y la modernización económica impulsada por la iniciativa privada, dada la desatención del gobierno federal a estas tierras. Dicho panorama cambió para el siglo XX, pues las regiones noreste y noroeste fueron objeto de diversos programas nacionales para mejorar la infraestructura urbana. En estas regiones existe una distribución diferenciada de la diversidad religiosa: donde ésta es muy palpable, donde el catolicismo predomina virtud al porcentaje de población sin religión, o donde este dominio es de largo cuño. Llama la atención el municipio chihuahuense de Riva Palacio, asentamiento con más de la mitad de población menonita del país, siendo éste el municipio de una más clara mayoría no católica en México. Los procesos históricos y sincrónicos del protestantismo problematizan con viejas tesis donde estos grupos aparecían ya como aglutinadores de grupos marginados o como organizaciones dependientes del extranjero.

La quinta y última parte, "Regiones de la fe: imágenes de espacios y prácticas religiosas del México contemporáneo", atraviesa el territorio nacional focalizando el lente óptico en espacios de creencias. El arte fotográfico de connotados fotoperiodistas nacionales traduce en imágenes las tesis del libro. Las 32 fotografías simbolizan la pluralidad de expresiones de fe en México desde tomas frontales, en ángulos picados y contrapicados, a contraluz, creando opacos, o tomando detalle del arte religioso. De singular relevancia artística y de análisis visual resultan las cuatro fotografías de la cerrada comunidad michoacana de La Nueva Jerusalén tomadas por Miguel Tovar. Estas fotos fueron tomadas antes de los conflictos por demolición e incendio de escuelas públicas en julio de 2012. También notables son las fotografías de ritualidades del culto al Niño Fidencio, a Juan Soldado y a Jesús Malverde. Pero cada fotografía de este compendio tiene un valor estético y etnográfico translocal y transcultural que invita a entrar a un provechoso círculo hermenéutico mediante el contacto directo con ellas, invitación que, en espera de su aceptación, permite a esta reseña ahorrarse más de mil palabras.

El Atlas de la diversidad religiosa en México y Regiones y religiones en México guardan entre sí una relación sinérgica que permite a ambos una articulación efectiva como instrumentos de investigación de los procesos sociorreligiosos de la nación. En tanto que el primero puede informarnos de la historia, doctrinas, variables sociodemográficas y procesos de transformación histórica de las diversas religiones existentes, esta nueva entrega, con sus detallados estudios regionalizados, presenta a cada religión en convivencia, competencia e integración en las distintas regiones que permiten hablar de un país plurirreligioso. Los estudios del pluralismo religioso en México, como de buen grado reconocen nuestros autores, aún tienen una extensa y fecunda agenda pendiente. Cabría señalar los siguientes temas: 1) la actualización estadística del soporte digital del proyecto en relación con los datos del censo de 2010; 2) buscar la simetría en el análisis del catolicismo mexicano ahondando más en su contraparte oriental, pues desde que el patriarca Miguel Cerulario decidió, en 1054 en un concilio en Constantinopla, poner fin a las intervenciones del papa de Occidente en las Iglesias orientales, las Iglesias ortodoxas han elaborado una importante historia mundial de la que el territorio mexicano forma parte a través de los distintos patriarcados griegos, antioqueños y rusos presentes en el territorio. Un notable excurso de Renée de la Torre ya ha hecho notar esta necesidad (De la Torre y Gutiérrez, 2007: 39); y 3) dar continuidad a estas investigaciones interdisciplinarias y convertir en axiomática la diversidad no sólo religiosa, sino de métodos, variables y estrategias de investigación en el estudio del fenómeno religioso, pues para desentrañar y conocer la diversidad sociorreligiosa se requieren aparatos teóricos caracterizados igualmente por la diversidad metodológica. La adscripción religiosa nunca es un hecho aislado, por el contrario, revela la existencia de una estructura social a la cual el sujeto adscrito pertenece, y un sistema cognitivo y cultural que se reproduce dentro de tránsitos culturales, económicos y políticos, además de contextos jurídicos, susceptibles de ser regionalizados para su investigación. Así nos instruye este esfuerzo editorial, en buena hora publicado, que podría describirse como una teología cuantitativa o una cuantificación de la fe, pues da cuenta de la dinámica religiosa y sus implicaciones e impacto sociales a partir de información estadística nutrida por la consideración de demás factores capaces de ser medidos (aunque, como dijera Malinowski, siempre habrá "imponderables") y, por lo tanto, ofrece la posibilidad de elaborar proyecciones locales del cambio religioso teniendo en cuenta la multicausalidad de este fenómeno que se desarrolla en espacios de transformación social donde las adscripciones religiosas no están acotadas por rígidas fronteras étnicas, económicas ni geográficas, sino en espacios donde, como afirmara Edward Said, "las identidades cada vez más están por llegar a ser" (cit. en Gupta y Ferguson, 2006: 611).2

 

Bibliografía

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Notas

1 La traducción intenta preservar el juego de palabras del texto original: "areas are not facts but artifacts of our interests and our fantasies as well as of our needs to know, to remember, and to forget".

2 "... identities are increasingly coming to be".

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