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Investigaciones geográficas

versión On-line ISSN 2448-7279versión impresa ISSN 0188-4611

Invest. Geog  no.105 Ciudad de México ago. 2021  Epub 01-Nov-2021

https://doi.org/10.14350/rig.60450 

Reseñas

Favila Vázquez, M. (2020). La navegación prehispánica en Mesoamérica. Modelo de conectividad entre la costa del Pacífico y el Altiplano Central (1200-1521 d. c.), Oxford, Bar International Publishing, 198 pp. ISBN 978-1-40735746-1

Guadalupe Pinzón Ríos* 

*Instituto de Investigaciones Históricas, UNAM

Favila Vázquez, M.. 2020. La navegación prehispánica en Mesoamérica. Modelo de conectividad entre la costa del Pacífico y el Altiplano Central (1200-1521 d. C.). Oxford: Bar International Publishing, 198p. ISBN: 978-1-40735746-1.


En México, a recientes fechas el tema del agua ha venido ganando terreno en investigaciones que, desde diversas disciplinas, han cuestionado las relaciones con este elemento a lo largo del tiempo. Por un lado, se han discutido las dificultades y polémicas que implica la cada vez más evidente escasez de este vital líquido,1 mientras que, por otro lado, se han presentado problemáticas a resolver por perderse la sociabilidad en los espacios acuáticos y darse preferencia a los entornos terrestres.2 A simple vista pareciera que los entornos acuáticos fungen principalmente como límites de los terrestres.3 No obstante, si se amplía la escala de observación, diferentes casos reflejan que esas aguas limítrofes, al igual que otros espacios fronterizos, funcionaban como áreas de actividades y sociabilidades con sentido para diversas comunidades que convivían ahí, y cuyas prácticas tardaron en desaparecer.

Entender la relevancia de los entornos acuáticos a lo largo del tiempo, y sobre todo la vinculación de las sociedades con estos espacios, es lo que nos ofrece el trabajo de Mariana Favila, con el título La navegación prehispánica en Mesoamérica. Modelo de conectividad entre la costa del Pacífico y el Altiplano Central (1200-1521 d.C.). En esta investigación, resultado de su tesis doctoral presentada en la UNAM, se destacan las tecnologías náuticas de tradición indígena que no desaparecieron tras el inicio del periodo colonial; por el contrario, continuaron e incluso se adecuaron a las nuevas administraciones que se gestaban en distintos territorios americanos. Si bien este trabajo se centra en una amplia región conectada a partir del río Balsas, lo cierto es que la investigación también es resultado de estudios previos que la misma autora realizó en otras regiones donde también existieron conectividades a través espacios acuáticos, como fue el caso del valle de México y de la región de los Tuxtlas desde el periodo precortesiano y los inicios del siglo XVI (Favila, 2016; Biar y Favila: 2016, pp. 97-124).

A partir de dichas experiencias, a la autora le interesa destacar cómo diversas regiones se conectaron a través de distintas dinámicas que también incluyeron las acuáticas. Además, cuestiona las razones por las que a los espacios acuáticos se les ha considerado de menor relevancia que a los terrestres. Para Favila, la dicotomía “agua-tierra” ha llevado a que se estudien más las actividades de tierra firme (como la agricultura o, posteriormente, la minería), mientras que el papel de los espacios acuáticos ha quedado subordinado a los primeros. Por ello, en esta investigación ha sido imperativo cambiar esta situación a partir de perspectivas de tradición indígena, en las que los entornos acuáticos no eran opuestos o liminares a los terrestres, sino que formaban una parte integral. Por ello, en palabras de la autora, su hipótesis lleva a considerar que el sistema de navegación indígena fue un conjunto integrado por la tecnología náutica y el conocimiento profundo y especializado que existía sobre los entornos acuáticos, lo cual se evidencia con los mecanismos de apropiación y construcción del paisaje. Todo lo anterior Favila lo analiza con detalle a partir del estudio de lo que llama “el corredor del rio Balsas”. Y la misma autora reitera que estos conocimientos y experiencias no desaparecieron del todo en el periodo colonial. Para ello estudia una temporalidad amplia que dejara ver más que las rupturas, las continuidades de dichas prácticas.

Tres son los aspectos que me gustaría destacar de este trabajo. En primer lugar, considero relevante señalar la diversidad de fuentes a las que se ha recurrido en esta investigación. No cabe duda que esta obra parte de la perspectiva arqueológica, lo cual se evidencia con las constantes referencias a la arqueología del paisaje, arqueología marítima, vestigio arqueológico, contextos sumergidos, entre otros. No obstante, en la investigación hay un esfuerzo por posicionarse en una perspectiva interdisciplinaria a partir del uso de materiales, fuentes y metodologías diversas. Como la misma autora señala, este proyecto comenzó al estudiar los vestigios de las tres únicas embarcaciones de tradición indígena que se han encontrado en México y Guatemala. Aunque esto parece demasiado reducido, Favila se dio a la tarea de buscar más y variados registros de esas embarcaciones o de algunas similares para entender mejor sus contextos, lo cual se logró a partir de revisar pinturas murales, códices, representaciones rituales en diversos objetos, deidades acuáticas, cerámica, tradiciones orales, joyería y, por supuesto, crónicas y registros ya elaborados tras la llegada de los castellanos y de las nuevas figuras administrativas hispánicas. Y estas últimas no se limitaron al siglo XVI, sino que se rescataron registros o referencias a personajes que transitaron por el mundo novohispano e incluso mexicano y que continuaron refiriendo las navegaciones de tradición indígena.

El segundo punto para considerar es el tema de la espacialidad y, en especial, las discusiones que a recientes fechas se han desarrollado sobre paisajes culturales.4 Al respecto, la autora explica que para conocer las conectividades que existieron en Mesoamérica es necesario apreciar que más allá de las rutas terrestres existieron las acuáticas. Pero para entender el uso que se les dio, importa concebir al paisaje cultural marítimo, al fluvial y al lacustre. Para ello la autora retoma diversas discusiones teórico-metodológicas desde la arqueología, la antropología, la historia y la geografía, para acercarse a la propuesta del “ámbito construido por las sociedades en las que se reproduce una organización social y territorial”, es decir, un paisaje concebido como proyección cultural de una sociedad en un espacio determinado, con un carácter dinámico que obliga a ver sus modificaciones o adecuaciones con el paso del tiempo. Sin embargo, la necesidad de delimitar su objeto de estudio la llevó también a explicar el concepto de región, en el sentido de espacio que al interior tiene semejanzas o coincidencias, así como algunas divergencias al exterior, pero que no se conforman meramente a partir de delimitaciones geográficas, sino también con construcciones históricas. Esto último lleva a la autora a proponer el uso de la geografía histórica, que le permitió llevar a cabo el estudio de las relaciones intrínsecas entre el espacio geográfico y las marcas de sociedades a lo largo del tiempo.

En este caso, la región estudiada, es decir, el corredor acuático del río Balsas, por si mismo es un aporte, ya que obliga a considerar una delimitación regional a partir de que el entorno acuático conecta y no delimita o diferencia. No obstante, dicho corredor es fraccionado para entender cómo distintos espacios (alto o bajo Balsas, costas de Guerrero o Michoacán) se complementaron o integraron a otros. Y de esas regiones la autora nos da cuenta a partir de fuentes diversas, muchas coloniales, como en el caso de las relaciones geográficas. Sobre este punto es necesario destacar que las conexiones fluviales de la zona estudiada obligan a reconsiderar que la región de estudio construida no necesariamente se corresponde con delimitaciones jurisdicciones políticas o eclesiásticas, por lo que se requiere repensar en las sociabilidades y conexiones que por este medio acuático llegaron a generarse y que rebasaron las líneas administraciones usualmente consideradas. Y las conectividades y relaciones referidas se dejan ver a partir de los procesos históricos. Así, la autora remite a distintos eventos vinculados con enfrentamientos entre mexicas y tarascos, comercios y proyecciones hacia una región de interés para ambas sociedades, tanto por los productos como por significar una salida al mar, y en la que llegaron a proyectarse enclaves estratégicos. Y la relevancia de la zona pronto fue retomada por los españoles al posicionar ahí su primer corredor hacia el mar, establecer astilleros y organizar las primeras navegaciones hacia el Pacífico. Por otro lado, las evidencias materiales y fuentes usadas por la autora le permiten a su vez conectar la región estudiada con otras más distantes. Así, la investigación, si bien promete una zona de estudio específica, en realidad constantemente ésta es rebasada para entender movilidades y conexiones en las que dicha región estuvo inmersa. Y esto permiten lanzar nuevas hipótesis a partir del origen de objetos intercambiados (como cuando se especulan conexiones marítimas con Centro y Sudamérica -inferido más no comprobado-)e incluso formas de traslados, como se discute en torno a las colosales cabezas olmecas.

Lo anterior lleva a Favila a analizar las tecnologías usadas en dichos contactos. Y para esto la autora hace un detallado análisis de embarcaciones, lanchas, balsas o remos que en distintos espacios llegaron a usarse, dependiendo del contexto fluvial, lacustre o marítimo y de los cuales se da cuenta de diversas evidencias materiales e incluso visuales que hasta el siglo XX llegaron a registrarse. La autora no solo hace referencia a las imágenes que sobre dicha tecnología se tiene, sino también a su contexto vinculado a la materialidad, pues esta se relaciona con los entornos ecológicos, formas y usos locales, adecuaciones e incluso coyunturas, como puede verse con noticias de intercambios, contextos rituales e incluso bélicos. Claro ejemplo de esto último es lo que recientemente se discute sobre la caída de Tenochtitlan, donde si bien se ha prestado atención a los famosos bergantines, no puede perderse de vista la enormecantidad de canoas que también formaron parte del ataque.5

Del tema estudiado, y de su espacialidad, la autora da cuenta también a partir de mapas antiguos, así como de mapas históricos o conceptuales elaborados por ella. De los primeros, Favila sobre todo analiza las representaciones culturales, religiosas, animales (tipo tortugas o lagartos), así como de elementos que sugieren los entornos en los que se practicaron las navegaciones, como tipos de agua de ríos o incluso registros de mayor movilidad que pudieran representar entornos marítimos. De los mapas elaborados por la autora, se recurrió a las técnicas ofrecidas por los Sistemas de Información Geográfica (SIG, o en ingles GisArt) para analizar diversas variables geográficas del río Balsas a fin de comprender sus condiciones de navegabilidad y, a partir de ahí, formular hipótesis sobre posibles prácticas marítimas que pudieron existir en dicho afluente.

El tercer punto para considerar es la temporalidad. La autora delimita el estudio de su región desde el posclásico tardío hasta el siglo XVI, aunque en realidad el trabajo rebasa constantemente esos límites, especialmente cuando explica otras áreas. Pero lo relevante de la delimitación propuesta es reiterar la necesidad de repensar rupturas culturales a partir de cortes históricos. En este caso, es preciso entender la forma en que funcionaron las navegaciones indígenas, así como la manera en que continuaron durante el periodo colonial, e incluso, posteriormente. Por tanto, es imperativo conocer cómo se construyeron esas conectividades y cómo llegaron a permanecer, o incluso cómo se vincularon a proyectos marítimos castellanos como se vio con las navegaciones organizadas desde Zacatula. Es decir, es necesario repensar que, aunque se ha considerado que en Mesoamérica existieron navegaciones más bien locales o de poca importancia, en realidad estas respondieron a contextos locales e intereses propios de los que nos falta mucho por conocer.

El trabajo de Mariana Favila nos lleva a repensar en las conectividades mesoamericanas, así como de la mínima navegabilidad asignada a los ríos mexicanos a lo largo de la historia, cuando en realidad habría que pensar en los usos que se sabe tuvieron, qué prácticas se mantuvieron y hasta cuándo; qué elementos han dado cuenta del tema de los entornos acuáticos usados por las comunidades indígenas y qué discusiones se han generado desde distintas posturas, perspectivas y disciplinas. Esta investigación evidencia que hace falta reflexionar sobre la forma en que el mar, los ríos y los lagos en lugar de significar problemas, deberían ser vistos como parte de las sociedades y sus procesos históricos. De no cambiar esta postura seguiremos manteniendo una guerra constante hacia esos entornos. Tal vez con investigaciones de este tipo, como la autora anota, “los espacios acuáticos dejarán de ser concebidos como el límite de los territorios habitados por los humanos”.

REFERENCIAS

Biar, A. y Favila, M. (2016). Tradición de navegación indígena en Mesoamérica: los casos lacustres mexica y tarasco. En A. Hoces-García y C. Moral-García (Coords), El mar: una forma de vida en América (pp. 97-124). Murcia: Artes Gráficas Pagán. [ Links ]

Favila, M. (2016). Veredas de mar y río: navegación prehispánica y colonial en los Tuxtlas, Veracruz. México: Universidad Nacional Autónoma de México, Coordinación de Estudios de Posgrado. [ Links ]

Favila, M. (2021). La guerra anfibia en los lagos del Valle de México y su relación con la caída de Tenochtitlan en 1521. México: Noticonquista. Recuperado de Recuperado de http://www.noticonquista.unam.mx/amoxtli/2711/2711 , consultado el 21 de junio de 2021. [ Links ]

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Jaramillo, A. (2021). Chichimecatecuhtli, constructor de los bergantines y conquistador de México. México: Noticonquista. Recuperado de Recuperado de http://www.noticonquista.unam.mx/amoxtli/2708/2708 , consultado el 21 junio de 2021. [ Links ]

Miranda, S. (2020). Urbe inmunda: poder y prejuicios socioambientales en la urbanización y desagüe de la ciudad y valle de México en el siglo XIX, En E. Dupey y G. Pinzón Ríos (Coords.), De olfato. Aproximaciones a los olores en la historia de México (pp. 193-249). México: Fondo de Cultura Económica, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Historicas y Centro de Estudios Mexicanos y Centroamericanos. [ Links ]

Torre, G. de la. (1999). Los muros de agua. El resguardo de la Ciudad de México. Siglo XVII. México: Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Instituto Nacional de Antropología e Historia, Gobierno del Distrito Federal. [ Links ]

Trejo, F. (2021). Trece bergantines y dieciséis mil canoas en el asedio a la isla de Tenochtitlan. México: Noticonquista. Recuperado de Recuperado de http://www.noticonquista.unam.mx/amoxtli/2705/2705 , consultado el 21 junio de 2021. [ Links ]

Urquijo, P. y Boni, A. (Coords.) (2020). Huellas en el paisaje. Geografía, historia y ambiente en las Américas. Morelia: Universidad Nacional Autónoma de México, Centro de Investigaciones en Geografía Ambiental. [ Links ]

1Sobre el tema del agua y sus recientes discusiones, véase en Gaceta, UNAM, 2021.

2En cuanto a la relación conflictiva que en México ha tenido con los entornos acuáticos, véase el trabajo de Sergio Miranda (2020, pp. 193-249) donde se estudian diversas discusiones sobre la desecación de los últimos lagos en torno a la ciudad de México hacia el siglo XX.

3Un claro ejemplo es el estudio de Guadalupe de la Torre (1999) donde se estudia a una Ciudad de México limitada por canales.

4Para el tema en el Centro de Investigaciones en Geografía Ambiental, Unidad Morelia, de la UNAM, véase el trabajo de Urquijo y Boni (2020).

5De esto último se publicaron en recientes fechas diversos trabajos de divulgación en la página de Noticonquista (Favila, 2021; Trejo, 2021; Jaramillo, 2021).

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