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Frontera norte

versión On-line ISSN 2594-0260versión impresa ISSN 0187-7372

Frontera norte vol.24 no.48 México jul./dic. 2012

 

Artículos

 

Determinantes de la escolarización y participación económica de los adolescentes en Argentina (2004–2009)*

 

Determinants of schooling and economic participation of adolescents in Argentina

 

Fernando GROISMAN

 

Profesor de la Universidad de Buenos Aires. Dirección electrónica: fgroisman@conicet.gov.ar

 

Fecha de recepción: 20 de septiembre de 2011
Fecha de aceptación: 8 de diciembre de 2011

 

Resumen

En este documento se analiza los determinantes de la escolarización y de la participación económica de los adolescentes con edades entre 15 y 18 años en Argentina. Para ello se estimaron modelos de probabilidad de ecuaciones simultáneas —probit bivariados— para el período 2004-2009 sobre datos provenientes de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH–INDEC). Durante ese lapso se contrajo la participación laboral de los jóvenes aun cuando el abandono educativo no siguió el mismo comportamiento. Entre los resultados obtenidos destaca el efecto positivo que ejerció, tanto sobre la permanencia en el sistema educativo como en la inactividad económica de este grupo de población, el que el hogar contara con un integrante ocupado en un puesto de trabajo protegido.

Palabras clave: 1. mercado de trabajo, 2. adolescencia, 3. juventud, 4. educación, 5. probit bivariados.

 

Abstract

This paper analyzes the determinants of school attendance and labor participation of young people between 15 and 18 years old in Argentina. The empirical analysis is based on bivariate probit models for the period from 2004 to 2009 with data from the Permanent Household Survey (EPH–INDEC). The main results show the positive impact on both school attendance and the economic inactivity of youth when an adult member of the household is employed in a protected job.

Keywords: 1. labor market, 2. adolescence, 3. youth, 4. education, 5. bivariate probit.

 

INTRODUCCIÓN

La cobertura del sistema educativo argentino es muy elevada en el nivel primario pero disminuye en forma marcada en el secundario.1 Esta brecha en las tasas netas de escolarización2 obedece a diversas razones entre las que destacan las socioeconómicas que pueden impulsar a que los hogares recurran al trabajo remunerado de los adolescentes junto con ciertos cambios en la distribución de roles dentro de los hogares.3 Por otra parte, también ejerce una decidida influencia el mayor/menor éxito de las estrategias de retención implementadas por las escuelas. De forma complementaria, las trayectorias formativas de los padres pueden también condicionar el sendero educativo que seguirán sus hijos al igual que ciertos aspectos subjetivos —valoraciones y percepciones— de los adultos del hogar y de los propios adolescentes respecto de los beneficios de culminar el nivel medio de educación.

La contracara del abandono escolar suele ser la participación en el mercado de trabajo de los jóvenes. Sin embargo, esta relación dista de ser una explicación satisfactoria y completa. En efecto, la deserción educativa y el trabajo, o su búsqueda activa, no se circunscriben necesariamente a los mismos individuos. Los datos para Argentina confirman que en 2009 76.5 por ciento de los adolescentes asistía a un establecimiento educativo formal y no trabajaba ni buscaba hacerlo mientras que 5.2 por ciento se encontraba estudiando pero también trabajaba o buscaba activamente hacerlo. Por su parte, 8.3 por ciento no asistía a la escuela pero integraba la fuerza de trabajo disponible mientras que el restante 10 por ciento no concurría a ningún establecimiento educativo y tampoco integraba la población económicamente activa; es decir, no estudiaba, no trabajaba y no buscaba empleo.4

En Argentina se ha intensificado la preocupación por comprender los motivos por los cuales los jóvenes abandonan la educación secundaria. Ello obedece, fundamentalmente, a la escasa sensibilidad que ha mostrado la deserción escolar respecto del ciclo económico. En efecto, a pesar de la sostenida recuperación de la economía argentina de los últimos años la tasa de escolarización en el nivel medio prácticamente no ha sufrido modificaciones. Ello no deja de ser un comportamiento inesperado por cuanto la finalización de los estudios secundarios se ha constituido en un requisito ampliamente generalizado para el acceso a un puesto de trabajo de calidad. Téngase en cuenta que dos terceras partes del total de los asalariados en puestos de trabajo registrados en la seguridad social, que gozan de la protección de las normas laborales y son mejor remunerados, contaban con estudios secundarios completos en 2009 (EPH–INDEC). Así mismo, no debe perderse de vista que la progresiva tendencia al aumento del nivel educativo promedio de la población atenta contra las posibilidades laborales que enfrentarán aquellos que no alcanzan a completar 12 años de escolarización formal. Precisamente, puede verificarse que 51 por ciento de la población con edades entre 25 y 64 años no había completado el nivel de enseñanza media en 2004, porcentaje que se redujo en cinco puntos porcentuales en 2009 (EPH–INDEC).

A pesar del mencionado interés por el tema, la investigación sobre las razones por las cuales no se han constatado mayores progresos en la cobertura y retención de estudiantes en el nivel secundario continúa siendo francamente insuficiente. Este artículo se propone realizar una contribución original en esa dirección. Para ello se estimaron los determinantes de asistir a un establecimiento educativo formal y de participar en la actividad económica mediante modelos probit bivariados. Esta metodología contempla la interrelación que opera entre ambos fenómenos así como el hecho de que ambos puedan ser el resultado de variables comunes. El análisis abarcó el lustro 2004–2009 para el conjunto de los aglomerados urbanos que cubre la Encuesta Permanente de Hogares del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (EPH–INDEC). El modelo confeccionado incluyó variables individuales y de los hogares. Los resultados obtenidos arrojan luz sobre una faceta que prácticamente no ha sido explorada de manera formal como es la del papel que ejercen los empleos de calidad de los adultos del hogar sobre los logros educativos de los adolescentes.

El resto del artículo se encuentra organizado en seis secciones. En la sección segunda se repasan algunas características del tránsito a la adultez que se han identificado en las publicaciones especializadas. En la tercera sección se presenta un breve panorama del mercado laboral argentino y en la que le sigue se expone algunos hallazgos de estudios previos sobre el tema. En la quinta y sexta secciones, respectivamente, se desarrolla el método utilizado y se analizan los resultados obtenidos. Por último se realizan algunas consideraciones a modo de cierre.

 

INTERRELACIONES ENTRE DESERCIÓN ESCOLAR DE LOS ADOLESCENTES Y PARTICIPACIÓN EN EL MERCADO DE TRABAJO

Aquellos factores por los cuales los adolescentes asisten y permanecen en el sistema educativo formal se encuentran no sólo circunscriptos al ámbito de las decisiones individuales sino que abarcan también a las características sociodemográficas, culturales y económicas de sus hogares así como a las expectativas sociales vigentes en sus grupos de pares y en la comunidad en general. Durante esta etapa, en la que los jóvenes se aproximan a la adultez, el mandato social sobre el uso "adecuado o productivo" de su tiempo y las tareas que deberían desempeñar constituye un determinante de peso. Así la transición a la vida adulta aparece moldeada por una serie de normas e instituciones sociales. Se desprende de ello que tales condicionamientos no han sido inmutables sino que han ido variando en el tiempo. Salas y Oliveira (2009) documentan algunos de esos cambios y apuntan la obsolescencia de la trayectoria estilizada del tránsito de la adolescencia/juventud a la adultez que había trazado la literatura sobre los cursos de vida en los países desarrollados (Kohli y Meyer, 1986; Greene, 1990). El paradigma clásico vigente durante los años de capitalismo de pleno empleo del siglo XX preveía que se completara la educación formal para luego acceder a un empleo de tiempo completo, en el caso de los varones, mientras que para las mujeres se esperaba que contrajeran matrimonio y criaran hijos. Este patrón de comportamiento típico recibió el nombre de modelo normativo y, aunque su vigencia hegemónica ha caducado, todavía persiste parte de su influencia en las generaciones contemporáneas. Resulta claro en esta secuencia que el punto crucial para asegurar, o al menos no obstaculizar, este derrotero es el acceso a un puesto de trabajo con ingresos laborales suficientes para afrontar los costos de la vida adulta. La educación, además de la herencia (ocupacional, de propiedad y de recursos), era el mecanismo que tendía a garantizarlo.

Las dificultades en la inserción laboral que comienzan a evidenciarse en las décadas de 1960 y 1970 en los países centrales impactaron fuertemente en las posibilidades de cumplir con ese modelo social. Ineludiblemente tales complejidades alteraron la presunta ecuación entre educación y trabajo, especialmente para los más jóvenes. La escasez de puestos de trabajo tuvo su correlato en un creciente proceso de devaluación de credenciales educativas junto con la expansión del número de egresados de los niveles secundario y terciario. Los más afectados por estos procesos han sido los nuevos contingentes de trabajadores y especialmente aquellos que provenían de los estratos sociales más bajos.

Lógicamente, las modificaciones en el funcionamiento de los mercados de trabajo y el desajuste, creciente, entre educación y empleo han impactado también en las percepciones y valoraciones de la población acerca de la permanencia en el sistema educativo formal. Así se ha ido constatando una creciente heterogeneidad en el curso de vida en el período comprendido entre la adolescencia y la adultez. Existe abundante investigación que postula precisamente la pérdida de eficacia interpretativa del modelo normativo y la necesidad de introducir otros aspectos relacionados con los procesos de individualización, la crisis de los sistemas capitalistas de pleno empleo y consumo masivo así como las cambiantes condiciones de la oferta educativa (Mortimer y Shanahan, 2003; Hobcraft, 2002; Lloyd, 2005).

En las sociedades latinoamericanas las limitaciones de los enfoques institucionalizados o normativos de tránsitos a la vida adulta son probablemente más evidentes debido a que también lo son los fenómenos de inestabilidad ocupacional y de inseguridad de ingresos. La realidad socioeconómica de la región ha impulsado tradicionalmente a los niños y adolescentes provenientes de familias pobres a desarrollar alguna actividad económica para complementar el ingreso de su hogar.5 Así mismo, los adolescentes al no contar con una preparación técnica adecuada se ven obligados a desarrollar actividades de muy baja calificación y en condiciones de elevada precariedad. Es decir, en ambientes riesgosos y con largas jornadas laborales que provocan que la mayoría de ellos abandonen el sistema educativo formal. En efecto, los puestos de trabajo conseguidos por los jóvenes de baja educación en los años siguientes al abandono educativo pertenecen al mercado informal caracterizado por empleos inestables, con posibilidades casi nulas de promoción y bajos salarios. Diversos estudios (CEPAL, 2008; OIT, 2009; SITEAL, 2010) han encontrado que los individuos de entre 12 y 19 años se incorporan progresivamente a la población económicamente activa y que, a su vez, abandonan la educación. Así la participación laboral y la deserción escolar es creciente conforme aumenta la edad y son los adolescentes entre 15 y 17 años los que presentan el grupo mayoritario de trabajadores menores de 18 años. En consecuencia, aun cuando la educación ha dejado de ser un vehículo suficientemente potente para el acceso a un empleo bien remunerado, la deserción escolar continúa propiciando la reproducción de las condiciones de pobreza y vulnerabilidad social de los adolescentes en sus vidas adultas.

 

ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL EMPLEO EN ARGENTINA

Luego de la gran crisis que castigó a la economía argentina a finales de 2001 se ha constatado una sostenida recuperación del nivel de actividad y de empleo así como una progresiva recomposición de los ingresos laborales. Entre 2004 y 2009 el volumen de ocupación creció 14.9 por ciento frente a un aumento de 7.5 por ciento en la oferta de trabajo; es decir, el conjunto de ocupados y desocupados. Este ritmo en la generación de empleo es el que explica la progresiva reducción de la tasa de desocupación durante el período. Entre las características del proceso de recuperación económica cabe incluir, además de los ya mencionados incrementos en el volumen de ocupación y salarios, la fuerte escalada que exhibió la creación de puestos de trabajo registrados en la seguridad social. Estos empleos conforman el segmento de ocupaciones de mejor calidad por cuanto, al haber sido declarados por los empleadores, gozan de la protección efectiva de las normas laborales y quienes allí se desempeñan perciben, además, remuneraciones más elevadas que quienes ocupan puestos de trabajo precarios. En el transcurso del lustro que fue de 2004 a 2009 los ocupados en puestos registrados se incrementó 44.1 por ciento mientras que aquellos en empleos no registrados fue de 6.8 por ciento (Groisman, 2011). Precisamente, la intensidad del aumento del empleo protegido distingue a esta etapa de los episodios previos de recomposición del nivel de actividad económica que se sucedieron por lo menos desde mediados de la década de 1970.

Globalmente, en este lustro, la expansión del empleo respondió mayoritariamente a la creación de puestos de trabajo asalariados. Las condiciones laborales mejoraron por la doble vía de mayor empleo y de mejor calidad. Entre otros factores la sanción de un nuevo régimen laboral en 2004, que retomó gran parte de los principios protectorios del trabajo que habían sido derogados por las sucesivas reformas a la Ley de contrato de trabajo de 1974, seguramente influyó en este resultado al alentar el registro de las relaciones laborales.6 Otro rasgo del funcionamiento del mercado laboral durante el período fue la progresiva reducción de los ocupados en planes de empleo.7 En el primer trimestre de 2009 sólo persistía en esa condición 10 por ciento de los beneficiarios existentes en el primer trimestre de 2004.

Frente a este panorama general se constataron diferencias en el acceso a los puestos de trabajo de mejor calidad. Aquellos trabajadores con mayor nivel educativo, con educación secundaria completa, parecen haber sido los mayores beneficiarios de las incrementadas oportunidades de empleo. Los asalariados de este nivel educativo aumentaron su volumen en 38 por ciento entre 2004 y 2009 mientras que los de menor nivel educativo lo hicieron sólo 15.7 por ciento (Groisman, 2011). Similar comportamiento se constató respecto del acceso a los puestos de trabajo registrados en la seguridad social. Efectivamente, puede constatarse que los asalariados con mayor nivel educativo que se desempeñaban en estas posiciones se incrementó 51 por ciento entre puntas mientras que los trabajadores de baja educación en similares puestos exhibieron un incremento de 30 por ciento.

Las menores oportunidades de acceso a puestos asalariados por parte de aquellos con bajo nivel educativo es compatible con el abultado excedente laboral vigente en la sociedad argentina que posibilita a las firmas que recurran a una estrategia de reclutamiento basada en el escaneo —screening— educativo. Téngase en cuenta que la tasa de actividad, es decir, la oferta laboral, de aquellos con bajo nivel educativo apenas supera 40 por ciento cuando este valor es de 70 por ciento para los individuos más educados.

En suma, el panorama recién descrito si bien refleja una notable performance del mercado de trabajo también exhibe una difícil perspectiva económica para aquellos jóvenes y adolescentes que abandonan el sistema educativo.

 

JUVENTUD, EDUCACIÓN Y TRABAJO: ANTECEDENTES SELECCIONADOS

La relación entre juventud, educación y trabajo ha sido estudiada con cierta intensidad en América Latina donde la deserción escolar y los problemas de empleo de los jóvenes son muy marcados. En esta región los adolescentes entre 12 y 17 años suman 69 millones, de los cuales 11 millones se hallan excluidos del sistema educativo formal (D'Alessandre, 2010). A su vez, la proporción de jóvenes en tareas de baja productividad es muy elevada y tiende a incrementarse con las crisis (OIT, 2010). Aun cuando las probabilidades de que los jóvenes no estudien son superiores en las áreas rurales, donde los problemas de oferta educativa son más evidentes (Alcazar et al, 2001), el fenómeno es también relevante en las ciudades.

Como se mencionó en la sección segunda, las decisiones relativas a estudiar y/o trabajar están determinadas por un conjunto de características propias del individuo y de la familia como también del medio social en el que se encuentran. Su análisis se ha desarrollado para diversos países con resultados sistemáticos sobre ciertas variables (Bucheli y Casacuberta, 1998; Marchionni y Sosa Escudero, sin fecha; Contreras y Zapata, 2004; Filmus, 2003; Pastore, 2005; García, 2006; Marchionni et al, 2007; Urueña et al, 2009). Existe coincidencia en señalar que la deserción escolar aumenta con la edad y que, a su vez, esta última incide positivamente en la decisión de trabajar. En la mayoría de los estudios realizados los varones están más expuestos tanto al abandono educativo como a incorporarse al mercado de trabajo. Respecto del primero, algunas investigaciones han hallado que ese mayor riesgo de deserción escolar de los hombres se explica en realidad por otras variables, como los logros educativos (Sapelli y Torche, 2004) o la situación de pobreza del hogar (Cerrutti y Binstock, 2004). Las mujeres, por su parte, parecen destinar más tiempo a tareas domésticas que a las remuneradas (Contreras y Zapata, 2004; Paz, 2008).

La influencia de la educación de los padres también ha mostrado ejercer alguna preponderancia: a mayor nivel educativo de aquéllos aumentan las probabilidades de asistencia escolar de los hijos y disminuyen las de empleo. En general, se ha comprobado también que cuanto mayor es el ingreso per cápita del hogar la propensión al estudio es también más elevada. Sin embargo, la cuantificación de ese efecto es todavía controversial. A su vez, cuantos más adultos estén presentes en el hogar es menos probable que los jóvenes trabajen. Concomitantemente, en las sociedades de menor desarrollo, el aumento de los hogares con jefatura femenina que además son pobres o disponen de bajos ingresos tiende a incidir en las trayectorias de los hijos que allí residen. Saucedo (2005) y Estrada (2005) encontraron que si la jefatura del hogar es femenina, situación que suele estar asociada a la ausencia de ambos padres o de otro trabajador adulto varón, se constata una mayor participación económica de los hijos. De la misma manera, en las familias no nucleares aumenta la probabilidad de que los adolescentes trabajen y disminuye la de que sólo estudien. Echarri y Pérez (2007) han encontrado que dos terceras partes de los jóvenes han tenido un empleo mientras residían con sus padres, lo cual relejaría la importancia de los ingresos laborales de éstos para los presupuestos de los hogares.

Otras evidencias indican que si el hogar dispone de agua y luz eléctrica y posee algunos bienes como televisión y teléfono, las posibilidades de permanecer dentro del sistema educativo y fuera del mercado laboral son mayores (Ray y Lancaster, 2006). Así también, investigaciones centradas en las características de las sociedades latinoamericanas han enfatizado que entre los determinantes de la deserción escolar deberían considerarse también aspectos como la importancia de la educación formal en las expectativas de los jóvenes (Saraví, 2009). Se ha destacado que para ciertos grupos de jóvenes el sentido de la educación y el trabajo se ha transformado y debilitado al percibir que la educación secundaria es incapaz de generar una mejora en sus condiciones de vida y que la escuela se ubica lejos de su realidad (Martínez et al, 2009).

En Argentina se ha registrado que entre los jóvenes de 14 a 17 años la incidencia de trabajo es elevada y diferencial por sexo. La proporción de adolescentes que trabaja alcanzó 20.1 por ciento y mientras que uno de cada cuatro varones participaba en la actividad económica esa relación fue una de cada seis mujeres. Además, 25 por ciento de los trabajadores adolescentes no asistía a la escuela. Así mismo, el análisis de las trayectorias educativas demuestra que la inserción laboral temprana tiene efectos negativos sobre los logros escolares, situación que se expresa en los altos porcentajes de inasistencias, llegadas tarde y repeticiones muy superiores a las que caracterizan a quienes no trabajan (Ministerio del Trabajo, 2004).

Aunque con diferente énfasis, es posible concluir que existe cierto consenso en torno a la incidencia que ejercería la situación socioeconómica de los hogares sobre las trayectorias educativas y laborales de los jóvenes. Sin embargo, aspectos relacionados con el tipo de inserción laboral de los adultos, más o menos estables, aun cuando están directamente vinculados con ella, no se ha tratado. La contribución de este trabajo se orienta en esa dirección.

 

METODOLOGÍA

El marco conceptual y el modelo utilizado

Desde el punto de vista económico la educación es una alternativa que le permite al individuo incrementar su capital humano y de tal forma obtener mayores remuneraciones en el mercado laboral. Como se discutió previamente, además del costo de oportunidad que supone la decisión de permanecer más tiempo en el sistema educativo intervienen otras variables en la decisión de estudiar. Efectivamente, aspectos culturales, sociales y psicológicos, así como ciertas características demográficas de los hogares inciden en ello. La complejidad del fenómeno educativo y la multidimensionalidad que engloba plantea un desafío a la hora de definir un modelo que intente dar cuenta de los determinantes de asistir a un establecimiento educativo.

La investigación acumulada hasta el momento revela que la escolarización está influenciada tanto por características personales como por otras concernientes al entorno familiar del individuo. Se desprende de ello entonces que la decisión de estudiar no es independiente de la de trabajar. Por otra parte, no es posible determinar si factores no observables, no disponibles en la base de datos con la que se realizan las estimaciones, influyen tanto en las decisiones de trabajar como en las de asistir a la escuela. Tal es el fundamento que respalda la necesidad de proceder a una estimación conjunta de las decisiones de estudiar y trabajar. Un modelo de tal característica goza de mayor eficiencia que estimaciones de probabilidad realizadas separadamente (Greene, 2003).

El modelo probit bivariado permite considerar que la decisión de estudiar no es independiente de la de trabajar y que ambas están determinadas por un entorno común de características observables e inobservables, es decir, aquellas que quedan fuera del alcance de las encuestas. Para estimar el modelo se definieron dos variables dicotómicas: escolaridad y participación en la actividad económica. De esta manera, la variable escolaridad toma el valor 1 si el joven asiste y 0 si no lo hace. Por su parte, participación económica toma el valor 1 si el joven está dentro de la fuerza laboral y 0 en caso contrario. Resultan así cuatro situaciones posibles: aquellos jóvenes que solamente estudian, aquellos que solamente trabajan, los que trabajan y estudian y por último aquellos que no estudian ni trabajan. Cada uno de estos grupos puede ser investigado en función de sus determinantes.8

La estimación conjunta de los parámetros de interés, esto es, los determinantes de asistir a la escuela y la participación en el mercado laboral, a través de un modelo probit bivariado tiene como ventaja una ganancia en eficiencia respecto de modelos univariados. Los signos de los coeficientes estimados en este tipo de modelos indican la dirección del cambio pero no cuantifican directamente el incremento de la probabilidad ante un cambio unitario de una dada variable independiente. Es por tal motivo que se requiere el cálculo de los efectos marginales, lo cual en el presente trabajo se realizará a través del cómputo de elasticidades parciales.

 

Las variables consideradas

Se ha definido un vector de variables que reflejan tanto atributos sociodemográficos de los jóvenes como características de los hogares. Las variables personales incluidas fueron la edad, el sexo y la posición que ocupan en el hogar. Esta última permitió capturar aquellas situaciones en las cuales los jóvenes no convivían con sus padres. En todos los casos se trata de variables tipo dummy que asumen sólo dos valores 1 o 0 de acuerdo con el siguiente esquema:

• Edad: tres variables dummy (16 años = 1; 17 años = 1 y 18 años = 1). Categoría base: 15 años

• Sexo: varón = 1; mujer = 0

• Posición en el hogar: hijo = 1; jefe, cónyuge, yerno, nuera y otros = 0

Las variables que resumen las características de los hogares pueden a su vez ser clasificadas en dos grupos: aquellas que relejan su situación socioeconómica y las que califican su composición en términos sociodemográficos.9

Situación socioeconómica de los hogares:

• Ingreso per cápita del hogar e ingreso per cápita del hogar al cuadrado: variable continua.

• Educación del jefe de hogar: dos variables dummy (nivel educativo bajo = 1; nivel educativo medio = 1). Categoría base: educación superior = 0

• Presencia de miembros ocupados en empleos registrados en la seguridad social: presencia = 1; ausencia = 0

Situación sociodemográfica de los hogares:

• Tamaño del hogar (cantidad de miembros): variable continua

• Presencia de niños menores de 6 años: sí = 1; no = 0

• Hogar monoparental: sí = 1; no = 0

El universo de análisis se compuso de la totalidad de los jóvenes con edades entre 15 y 18 años que no habían finalizado el nivel medio de educación. Ello permite concentrarse en aquellos individuos que teóricamente deberían estar cursando estudios secundarios. Por otra parte, se optó por no reducir el umbral mínimo de 15 años ya que ello ocasionaría que se incorporen en el análisis niños que se encuentran finalizando su escolarización básica en aquellas jurisdicciones donde el sistema se compone de nueve grados, equivalente a igual cantidad de años. Así mismo, los menores de 15 años muestran muy bajas tasas de actividad. Puesto que las estimaciones se han realizado para el conjunto de los aglomerados urbanos que cubre la Encuesta Permanente de Hogares (EPH–INDEC) se han incorporado variables de control para las distintas regiones estadísticas del país: Gran Buenos Aires, Noroeste, Nordeste, Cuyo, Pampeana y Patagonia.

 

RESULTADOS

El porcentaje de jóvenes que no asistía a ningún establecimiento educativo osciló en torno a 16–18 por ciento entre 2004 y 2009; sólo en 2007 este valor se ubicó en 15 por ciento (cuadro 1). A su vez, la tasa de participación económica de estos jóvenes, si bien también resultó algo volátil, se redujo en el mismo período (cuadro 2).

El cuadro 1 permite constatar que los varones mostraron tasas de no asistencia superiores a las de las mujeres. Esta brecha se amplió hacia el final del período llegando a cerca de siete puntos porcentuales en 2009. El abandono educativo también se vio incrementado con la edad de los jóvenes, llegando prácticamente a duplicarse con cada año de incremento en la misma. En 2009 el porcentaje de los que no asistían a un establecimiento educativo fue seis por ciento para aquellos con 15 años de edad y se ubicó en 45 por ciento para los que tenían 18 años. Se puede apreciar también que los jóvenes pertenecientes a los hogares ubicados en los deciles de más bajos ingresos, 30 por ciento más pobre, en familias en las que no residían ambos cónyuges —monoparentales—, con niños de hasta cinco años entre sus miembros y cuyos jefes tenían bajo nivel educativo, hasta secundario incompleto, mostraron tasas de no asistencia escolar sensiblemente superiores a las que exhibieron los adolescentes en hogares con características opuestas. Interesa notar también que cuando no había ningún integrante que se desempeñara en un puesto de trabajo protegido, registrado en la seguridad social, las tasas de no asistencia escolar se duplicaron.

El cuadro 2 presenta similar estadística descriptiva pero en relación con el grado de participación en el mercado de trabajo de este grupo. Puede constatarse que a medida que se incrementaba la edad de los jóvenes, entre los varones y en aquellos que residían en hogares con bajos ingresos, es decir, cuyos jefes tenían bajo nivel educativo, compuestos por sólo uno de los cónyuges y con niños menores de seis años entre sus miembros, mostraron mayores tasas de actividad. Similar resultado se pudo verificar cuando no había ningún adulto del hogar ocupado en un puesto registrado en la seguridad social.

En suma, el perfil de los adolescentes que abandonaron su escolarización resultó bastante similar al que exhibieron los que estaban trabajando o buscando hacerlo. No obstante, al relacionar la condición de actividad con la permanencia en el sistema educativo resaltan algunas diferencias. En el cuadro 3 se puede verificar que el porcentaje de quienes no integraban la fuerza de trabajo, es decir, que no trabajaban ni buscaban hacerlo, fue de 42.8 por ciento en 2004 y 54.6 por ciento en 2009. Este incremento de la inactividad económica no se vio acompañado de un aumento en la asistencia escolar de los jóvenes. En el mismo cuadro puede apreciarse que quienes no estudiaban ni estaban activos se había incrementado en 40 por ciento entre 2004 y 2009, de 7.3 por ciento a 10 por ciento del total de jóvenes bajo análisis respectivamente. Tal evolución revela que un segmento de jóvenes estuvo expuesto a una doble exclusión: del mercado de trabajo y del sistema educativo. Los modelos de probabilidad permiten reinar esta interpretación.

En lo que sigue se reseñan los resultados atribuibles a cada una de las variables consideradas controlando la incidencia de las restantes variables independientes.

Edad. Las probabilidades de abandono escolar y de integrar la fuerza de trabajo se incrementaron con la edad. Además, los elevados diferenciales entre los coeficientes de las variables dummy indican que por cada año adicional las probabilidades de permanecer en la inactividad y/o de asistir a la escuela media fueron cada vez más reducidas.

Sexo. Los varones exhibieron en forma sistemática para todo el período una probabilidad mayor de abandono del sistema educativo formal y de pertenecer a la fuerza de trabajo.

Educación del padre. La baja educación del padre, hasta secundario incompleto, ejerció un efecto positivo sobre la participación en la actividad económica de los jóvenes, en 2004 y 2009, y negativo sobre la asistencia escolar en 2009. Como era esperable, cuando el jefe tenía secundario completo no se constató similar efecto negativo sobre la permanencia en el sistema educativo. Ello es compatible con la mayor valoración, y la disponibilidad de mayores recursos, que suelen exhibir las personas más educadas respecto de los beneficios de una escolarización más prolongada.

Tamaño del hogar. El tamaño del hogar no influyó sobre las probabilidades de permanencia en el sistema educativo aunque mostró tener algún efecto sobre positivo sobre la participación económica de los jóvenes. Este último resultado está en línea con la hipótesis que enfatiza el papel de los adolescentes como trabajadores adicionales de los hogares de menores recursos. De todas formas, como se podrá apreciar cuando se analicen las elasticidades, la escasa magnitud absoluta de este efecto relativiza, en todo caso, su papel como proveedores secundarios de ingresos.

Ingresos del hogar. Un mayor ingreso aumentó la probabilidad de formar parte de la oferta de trabajo en 2009 para los jóvenes y no ejerció influencia sobre la probabilidad de asistir a la escuela en 2009, aunque su efecto fue positivo en 2004. Al igual que cuando se analizó el tamaño del hogar, en el análisis de elasticidades se podrá comprobar el limitado impacto absoluto de esta variable.

Presencia de niños menores de seis años. Los jóvenes que conviven con al menos un niño de hasta cinco años de edad mostraron mayor propensión al abandono educativo en ambos años y mayores probabilidades de integrar la población económicamente activa en 2004. La ausencia de significatividad estadística en este coeficiente para 2009 está en línea con el aumento ya señalado de la inactividad económica de los jóvenes.

Hogar monoparental. Al igual que en el caso anterior, en los hogares monoparentales, que coinciden prácticamente con aquellos que tienen jefatura femenina, aumentaron las probabilidades de participación económica y de deserción del sistema educativo.

Posición en el hogar. Cuando los jóvenes residían con sus padres las probabilidades de asistencia escolar resultaron mayores en 2004. El abandono educativo se concentró así en jóvenes que eran cónyuges, nueras o yernos.

Presencia de miembros ocupados en empleos registrados en la seguridad social. Los jóvenes mostraron mayores oportunidades de permanecer inactivos si el hogar disponía de algún integrante empleado en un puesto de trabajo protegido. En línea con ello, mostraron mayor probabilidad de permanecer en el sistema educativo en 2009. (Cuadro 4)

Para aproximarse a la magnitud de los efectos recién enumerados es necesario proceder al cálculo de elasticidades ya que la magnitud de su efecto marginal no puede deducirse del tamaño de los coeficientes. En el cuadro 5 se presenta estas estimaciones para los años 2004 y 2009 y para aquellas variables que mostraron ser significativas en los modelos de probabilidad. Se han computado también los efectos de las mismas variables respecto de las probabilidades conjuntas de permanecer inactivo y haber abandonado la escolarización, es decir, de la situación de no trabajo, no búsqueda y no estudio. Estas últimas pueden ser vistas como una aproximación a los determinantes del trabajo doméstico de los jóvenes.

La probabilidad que enfrentaron los varones de asistir a un establecimiento educativo fue 5.6 por ciento inferior a la que exhibieron las mujeres. Esta brecha se mantuvo estable entre los extremos del período. En 2004, los adolescentes que tenían 16 años exhibieron cinco por ciento menos probabilidades de asistir a una escuela que aquellos con 15 años, valor que se incrementó sensiblemente para aquellos con 17 años y fue aún más elevado para los jóvenes de 18 años. Cabe destacar, además, que estos valores se vieron aumentados en 2009. Ello sugiere la perdurabilidad, e incremento, de las restricciones para la retención en, o el reingreso al, sistema educativo formal para aquellos jóvenes cercanos a la adultez.

La baja educación del jefe que, como se recordará, incluye a aquellos que alcanzaron como máximo nivel educativo el secundario incompleto, redujo las probabilidades de asistencia educativa de los jóvenes nueve por ciento para 2009. Por su parte, la presencia de niños menores de seis años en el hogar agregó diez por ciento en la misma dirección y la ausencia de uno de los cónyuges entre seis y cinco por ciento para 2004 y 2009 respectivamente. Interesa contraponer estos resultados con el efecto nulo que mostró el nivel de ingreso del hogar en 2009 y positivo en 2004 aunque en valores absolutos despreciables. Por último, la presencia de miembros ocupados en puestos de trabajo registrados aumentó siete por ciento las oportunidades que tenían los jóvenes de permanecer dentro del sistema educativo en 2009. La mayor estabilidad en los ingresos que obtienen quienes se desempeñan en estos puestos de trabajo permite explicar este comportamiento. En efecto, la previsibilidad acerca de los ingresos futuros produce una mejor organización de los presupuestos de las familias y alienta la toma de compromisos de más largo plazo que en contextos de incertidumbre y precariedad laboral son más difíciles de afrontar.

Centrando la atención en los efectos de estas variables sobre la probabilidad de integrar la oferta laboral se destacan algunos comportamientos complementarios a los anteriores. Por ejemplo, los varones mostraron probabilidades superiores a las de mujeres, no obstante disminuyeron de nueve por ciento a cinco por ciento entre 2004 y 2009. Cada año de incremento en la edad estuvo asociado a mayores probabilidades de participar en la actividad económica. La baja educación del jefe de hogar incidió también positivamente sobre las probabilidades que mostraron los jóvenes de integrar la fuerza laboral. Sin embargo, es un dato relevante que esta incidencia se haya reducido de 16 a 13 por ciento entre 2004 y 2009. En sintonía con ello se redujo también los efectos que tuvo la ausencia de uno de los cónyuges, que redujo esas probabilidades de nueve a cuatro por ciento entre puntas del lustro, y la presencia de niños menores de 6 años dejó de ser significativa en 2009.

Estos comportamientos reflejan cierta retracción o exclusión del mercado de trabajo para los jóvenes de los hogares de más bajos recursos. De hecho, cabe enfatizar que no hubo diferencias en 2009 entre las probabilidades de formar parte de la población económicamente activa para los adolescentes provenientes de hogares con jefe de bajo nivel educativo respecto de aquellos hogares cuyos jefes habían finalizado la escolarización secundaria.

Finalmente cabe remarcar que los jóvenes provenientes de hogares con algún miembro ocupado en un puesto de trabajo registrado mostraron una menor propensión a estar económicamente activos, 6.8 en 2004 y 3.2 por ciento en 2009. Nuevamente, cabe interpretar esta reducción como indicio de mejores oportunidades y condiciones laborales para los adultos de estos hogares. En otras palabras, los mayores ingresos en estos hogares operarían como incentivo para el retiro de la actividad económica de los adolescentes.

Las probabilidades conjuntas de permanecer inactivo y fuera del sistema educativo se incrementaron con la edad aunque no fueron significativas para los jóvenes de 16 años. Este riesgo resultó también superior en 2.9 por ciento para los varones en 2009 y en ambos años para aquellos que residían en hogares con presencia de niños, incrementándose de 4.3 a 7.5 por ciento entre puntas del período respectivamente. Esta última evidencia reafirma la incidencia del trabajo en el hogar que despliegan muchos adolescentes en Argentina. Cabe enfatizar que si en el hogar residía algún ocupado registrado en la seguridad social esta probabilidad se reducía 4.2 por ciento en 2009 y otro 5.7 por ciento si el jefe de hogar tenía nivel educativo medio. También puede apreciarse que los jóvenes que no residían con sus padres tenían menores probabilidades de revestir en esa categoría.

 

CONSIDERACIONES FINALES

La estimación conjunta de los determinantes de escolarización y participación económica de los adolescentes posibilita identificar aquellos factores que inciden en uno de los mayores problemas sociales que enfrentan las sociedades latinoamericanas. En efecto, la deserción escolar de los jóvenes que se vuelcan al mercado de trabajo sin haber completado el nivel secundario de educación condiciona sus trayectorias laborales en las economías de la región que se caracterizan por la escasez relativa de puestos de trabajo de alta calidad y, en consecuencia, exhiben un elevado sector informal. El análisis del caso argentino provee la oportunidad de evaluar este fenómeno en un contexto macroeconómico ciertamente favorable como han sido los primeros años del siglo XXI.

En el lustro 2004–2009 se verificó en Argentina un aumento de la inactividad económica de los adolescentes. Tal comportamiento no tuvo por contrapartida un incremento en la tasa de asistencia educativa de ese grupo de población. El acrecentamiento de este grupo, jóvenes que no estudian, no trabajan y no buscan un empleo, en un contexto de notable expansión económica, como el que experimentó Argentina en estos años, sugiere la persistencia de un déficit de retención educativa en el nivel medio. Así mismo, dadas las mayores oportunidades de empleo para los trabajadores de mayor nivel educativo, el abandono escolar de los jóvenes habría reforzado las dificultades que tuvieron que enfrentar para acceder a un puesto de trabajo. Ello resultó más notorio para aquellos adolescentes residentes en hogares con bajos recursos que vieron disminuidas sus posibilidades de participar en la actividad económica entre 2004 y 2009.

Los modelos estimados permiten señalar que los varones, los que se encontraban más cerca de la adultez y aquellos que no residían con sus padres, tuvieron menores probabilidades de perseverar en la escuela y fueron más proclives a participar en el mercado laboral. Se constató también que los jóvenes pertenecientes a familias de bajos recursos, monoparentales, con mayor cantidad de miembros, con niños pequeños entre sus integrantes y cuyos jefes tenían bajo nivel educativo, estuvieron más expuestos al abandono escolar. El ingreso monetario del hogar exhibió, en cambio, una incidencia de signo positivo, pero de exigua relevancia en valores absolutos, sobre la probabilidad de escolarización.

Un hallazgo de la investigación que merece ser subrayado es el efecto asociado a la presencia de un integrante adulto del hogar ocupado en puesto de trabajo protegido. Esta característica se mostró positivamente relacionada con una mayor probabilidad de permanecer en el sistema de educación formal en 2009 para los adolescentes. Además, mostró ejercer un efecto negativo sobre la propensión a trabajar o buscar trabajo, en 2004 y 2009, y también sobre la condición simultánea de no asistir y estar económicamente inactivo, en 2009.

Las razones de tal comportamiento parecen responder a la mejora en la estabilidad de los ingresos que reciben los hogares cuando uno de sus miembros dispone de un empleo registrado. Efectivamente, el acceso a un puesto de trabajo registrado, en la seguridad social, modifica sustancialmente las condiciones de vida de las personas; no sólo porque las remuneraciones son superiores, la brecha puede estimarse en torno a 45 por ciento, sino porque le otorga a ese hogar un lujo estable de ingresos que reduce sensiblemente la inseguridad económica a la que están expuestos. La certidumbre sobre los recursos monetarios posibilita encarar proyectos de mayor duración y asumir compromisos con cierta regularidad, por ejemplo para la educación de los adolescentes, que repercutirán en un elevado bienestar para el hogar.

 

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NOTAS

*El autor agradece la colaboración brindada por Analía Calero a una versión previa de este artículo.

1 A lo largo del documento se utiliza la denominación de secundario o medio para hacer referencia al nivel educativo que sigue al primario o básico. En Argentina la finalización de ese nivel permite alcanzar un total de (al menos) 12 años de educación en el sistema formal.

2 Porcentaje de personas escolarizadas en un dado nivel educativo con edad escolar pertinente respecto del total de la población de ese grupo de edad.

3 El trabajo doméstico de los adolescentes al que recurren bajo ciertas circunstancias las familias para el cuidado de niños más pequeños es un ejemplo claro de ello.

4 Comprende a aquellos jóvenes entre 15 y 18 años que no habían completado el nivel medio de educación en el segundo trimestre de 2009 para el conjunto de aglomerados urbanos que cubre la Encuesta Permanente de Hogares (EPH–INDEC).

5 Algunas investigaciones sostienen que el trabajo de adolescentes puede ocasionar ventajas en las carreras laborales e ingresos durante la adultez (Giorguli, 2005), sin embargo, otras evidencias han señalado que los empleos de baja calidad y los episodios de desocupación en la juventud conllevan efectos nocivos que perduran en la vida adulta, los que se denominan cicatrices o scars (Gregg, 2001).

6 La activación de los mecanismos de control e inspección laboral así como el mayor protagonismo sindical durante estos años también habrían ejercido alguna influencia en la misma dirección.

7 En 2002 se instrumentó un programa de transferencia condicionada de ingresos para mitigar los efectos del desempleo denominado Plan jefes y jefas de hogar desocupados.

8 La especificación general de un modelo de dos ecuaciones puede expresarse de la siguiente manera:

Donde: y*1 es la brecha de utilidades entre asistir a la escuela y no hacerlo para el individuo i; es y*2 la brecha de utilidades entre trabajar, o buscar hacerlo, y no hacerlo para el individuo i;. Luego x', β y ε se interpretan como en un modelo probit convencional.

9 Para la selección final de las variables se tuvo en cuenta los resultados de los diagnósticos de colinealidad pertinentes.

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