Introducción
La casa popular ha sido objeto de diversas preocupaciones en Latinoamérica, tanto en el plano de las políticas públicas sobre el hábitat como en las investigaciones que, desde las ciencias sociales, han abordado las “condiciones de vida” de las clases populares. En este marco, a su vez, ha sido insistentemente señalada la presencia histórica y cultural de un imaginario gravitante sobre el acceso a la vivienda en la moralidad de las clases populares, condensada en el sueño de “la casa propia” (Aboy, 2005; Lindón, 2005). Por estas cuestiones, la indagación respecto a la vivienda popular en la región dista de ser un asunto novedoso, aunque su estabilización como objeto de investigación constituye un desafío sólo parcialmente resuelto. Sin embargo, la incidencia de una serie de factores recientes -de naturaleza diversa pero de modo convergente- está resituando el estudio de la casa popular en las agendas de las ciencias sociales latinoamericanas, configurando programas de investigación renovados, y en diálogos fecundos con las tradiciones locales.
Entre estos factores dinamizadores cabe destacar al menos dos, que suponen diferentes temporalidades. Por un lado, el auge de una serie de perspectivas teóricas relativamente recientes (Miller, 2001; Ingold, 2005; Latour, 2008) que en los últimos años han dado nuevo impulso a la interrogación sobre la casa como materialidad, y dialogado de diversas maneras con las agendas de investigación latinoamericanas. Estas visiones han suscitado una sensibilidad compartida que, en su diversidad, subrayan por igual la agencia de las cosas y las relaciones entre humanos y no humanos en el despliegue de cursos de acción, visibilizando a la casa y su habitar como un objeto pasible de exploración renovada. Por otra parte -y desde una mirada ya en perspectiva-, cabe atender al impacto de la pandemia de Covid-19 y las medidas de aislamiento social desplegadas en diversos contextos nacionales. Estas medidas implicaron un formidable repliegue sobre el espacio de la vivienda -a la vez que visibilizaron ostensiblemente los determinantes materiales y sociales de lo doméstico- y tuvieron entre sus efectos que la dimensión del habitar la casa se colocara en el foco de las preocupaciones públicas. Tras esta contingencia, se ha puesto de manifiesto la necesidad de comprender y describir cualitativamente dichas realidades en un plano microsociológico, considerando los procesos de producción de espacialidades y subjetividades en los marcos físicos domésticos.
En vista de esta convergencia de naturaleza dispar respecto a la casa como objeto-problema reactualizado, este artículo propone un recorrido crítico por los antecedentes recientes de investigaciones sobre la vivienda popular, con especial énfasis en el contexto latinoamericano. Este recorte supone un doble criterio de confección: por un lado, se han priorizado los estudios cualitativos que en las últimas dos décadas profundizaron en el análisis de las prácticas y sentidos emergentes de habitar el espacio doméstico popular. Por otro, se ha focalizado en los estudios de la casa popular en tres contextos latinoamericanos -México, Brasil y Argentina- donde existe una fecunda investigación (aunque relativamente reciente, sobre todo en el caso argentino), así como ciertas tradiciones establecidas en relación con el análisis de las dinámicas de habitar la vivienda en hábitats populares urbanos.
El recorrido se organiza de la siguiente manera: en la primera sección se presenta un mapa general de las perspectivas que han ubicado como objeto el espacio de la casa. Se muestra allí que la casa como “hecho social total” (Mauss, 1991) ha sido abordada buscando captar sus diversas dimensiones, intentado “asirlas” con énfasis diferenciales desde distintas especialidades (la antropología urbana, la sociología de la familia y la sociología de la vida cotidiana). A continuación se propone avanzar en los antecedentes sobre el estudio de la casa popular en el ámbito de las ciencias sociales, centrándose en tres contextos latinoamericanos: los desarrollos en relación con una “sociología de la vivienda” en México (sección 2), las exploraciones de la “nueva antropología de la casa” en Brasil (sección 3), y por último, los estudios socioantropológicos acerca de diversos espacios domésticos en Argentina (sección 4). En las conclusiones se sistematizan los principales aportes identificados y se plantean algunos elementos para una agenda de investigación renovada sobre la vivienda popular contemporánea.
El habitar doméstico. Entre la materialidad de la casa y las dinámicas simbólicas del hogar
La relación entre espacio y subjetividad fue problematizada desde diversas visiones, encontrando en el “habitar” humano la ligazón de los espacios y objetos a los sentidos (Heidegger, 1994; Mayol, 1996; Augé 1996; Ingold, 2005). A su vez, en un plano más específico, una serie de estudios analizaron la relación entre espacio doméstico y subjetividad. Se trata de un campo de problemas que, en el cruce entre diversas especialidades (la sociología de la vida cotidiana, la antropología urbana, la sociología de la familia), ha intentado asir dimensiones de un artefacto cultural complejo y multidimensional como la casa: a la vez objeto material, espacio doméstico y representación social (Ballent y Liernur, 2014). En esta clave, se ha buscado distinguir entre la “casa” representada como una estructura material y el “hogar”, que referencia a contenidos simbólicos y afectivos (Rybczynski, 1986). A estas distinciones se suele sumar la de “vivienda” como espacio doméstico masivo convertido en tópico de políticas públicas (Ballent y Liernur, 2014). Desde la demografía y la antropología, asimismo, se ha buscado definir operativamente conceptos como “hogar” o “grupo doméstico” -en tanto unidad de producción y consumo que tiene como base de reclutamiento relaciones familiares-, subrayando sus relaciones variables con conceptos como “familia” y “grupo residencial” (Quirós, 1998; Acosta, 2003; Torrado, 2006; Chacón Jiménez y Chacón Martínez, 2015, entre otros).
A la luz de estas demarcaciones, el espacio doméstico ha sido tomado como objeto de análisis desde diversas perspectivas sociohistóricas. Sin pretensión de exhaustividad, se pueden mencionar trabajos clásicos como el de Levi-Strauss (2012 [1955]) sobre la casa Bororo, el de Hoggart (2013 [1957]) sobre la casa de la clase trabajadora de mediados del siglo XX, el de Elias (2012 [1969]) sobre la casa de la sociedad cortesana francesa, o el de Bourdieu (2007 [1980]) sobre la casa Kabila. Estas investigaciones tendieron a analizar la casa desde una mirada estructural, inscripta en un sistema de oposiciones generales (casa-calle; público-privado; femenino-masculino). Otras exploraciones, asociadas a perspectivas fenomenológicas, han abordado el espacio de la casa como parte del entorno próximo que habitan y significan las personas. Bachelard (1975) ha concebido a la casa como “espacio de la intimidad” y, en línea con este análisis, Rybczynski (1986) analizó los vínculos entre la posibilidad de contar con un espacio privado personal en la casa, la emergencia de la idea de intimidad, y la conformación de un fuero interno del yo.
Por su parte, más asociada al estudio de la vida cotidiana, otra serie de trabajos ha reflexionado sobre los procesos subjetivos ligados a las prácticas de uso y apropiación de los espacios cotidianos (Heller, 2002; De Certeau, 1996; Ibáñez, 1994). En esta senda, cabe destacar los estudios pioneros de Hall (1994 [1966]) sobre la proxémica, que exploraron las percepciones que las personas tienen del espacio personal y social, enfocándose en fenómenos como el hacinamiento, y en interacciones situadas en diversos espacios vitales diseñados por arquitectos y urbanistas. Asimismo, investigaciones posteriores ligadas a la “sociología de la familia” en Francia (De Singly, 1996, 2000; Kaufmann, 2002) también han tematizado algunos aspectos de los vínculos entre subjetividad y espacio doméstico. Estos desarrollos pusieron de relieve el tipo de relaciones que se tejen en la vivienda (afectividad, solidaridad, tensiones) en el transcurso de diversas situaciones cotidianas, como la escucha de música, el uso de la televisión, el lavado de la ropa o la convivencia en un mismo espacio.
Esta breve muestra de diversas aproximaciones clásicas al estudio social de la casa constituye una expresión de su carácter de realidad multidimensional. Las estrategias para constituirla como objeto remiten, una y otra vez, al desafío de integrar analíticamente sus aspectos materiales y simbólicos. En este marco, ¿qué estrategias se han abordado desde Latinoamérica para el estudio de la vivienda popular? ¿Con qué preocupaciones y tradiciones locales se ha articulado el estudio de la casa? En busca de responder a estas interrogantes, en la próxima sección nos situaremos en una serie de indagaciones circunscriptas al ámbito de las ciencias sociales recientes en el contexto latinoamericano. En este campo, veremos que la antropología y la sociología organizan las matrices teóricas y metodológicas centrales desde las cuales se ha abordado el estudio de la casa popular contemporánea.
La “sociología de la vivienda” en México
En el marco de los estudios urbanos, en México se ha venido desarrollando en las últimas décadas un fecundo campo de análisis sobre el habitar la vivienda popular. Estos estudios se enfocaron en la vivienda manteniendo una preocupación por captar la especificidad de las realidades urbanas latinoamericanas. Este movimiento analítico se ha cristalizado en un cúmulo de desarrollos empíricos y conceptuales que se condensan en la propuesta de una “sociología de la vivienda” (Zamorano, 2007) pensada desde la ciudad latinoamericana. En este marco, se crearon y abordaron tópicos de indagación empírica regular, como 1) los vínculos entre vivienda y pobreza, y 2) los fenómenos de la autoconstrucción y la informalidad como dinámicas asociadas al hábitat popular.
En relación con el primer aspecto, se puede advertir que, hacia fines de la década de los noventa, diversas investigaciones preocupadas por el estudio de las estrategias de supervivencia en contextos de pobreza se orientaron a explorar los usos y significados de la vivienda popular como dimensión de esas estrategias (Bazán, 1999; Villavicencio et al., 2000; Moser, 2010). Bazán (1999), por ejemplo, ha explorado en los usos de la casa en tanto recurso para afrontar situaciones de pobreza en colonias habitadas por familias de trabajadores petroleros despedidos. De manera complementaria, Lindón (2005) ha examinado la incidencia subjetiva de las “utopías” asociadas al acceso a la casa en barrios populares mexicanos. Por su parte, Villavicencio et al. (2000) analizaron las apropiaciones que se realizan de las denominadas “viviendas de interés social”, poniendo el foco en las formas de convivencia y conflictividad vecinal emergentes en estos conjuntos habitacionales.
Respecto al segundo aspecto -asociado al tópico de la autoconstrucción como rasgo del urbanismo popular-, se pueden mencionar trabajos, algo más recientes, que han abordado las lógicas del habitar la vivienda popular como un proceso prolongado, mutable y en interacción compleja con los cambios familiares, las coyunturas económicas y las tramas culturales locales. En esta senda se destacan los trabajos de Claudia Zamorano y Ángela Giglia. Zamorano (2004) analizó las interrelaciones entre las historias de las casas y los cambios familiares en un grupo de viviendas de autoconstrucción, así como los acuerdos y tensiones que se dan al interior de los grupos familiares en la construcción y la apropiación de los espacios domésticos comunes. Valiéndose de recursos como la entrevista en profundidad y el uso de planos y fotografías aéreas, Zamorano observó que la forma y distribución de las casas es el producto de la interrelación entre tres tiempos: el individual, el familiar y el social. Giglia (2012), por su parte, analizó procesos de producción de un orden doméstico en viviendas autoconstruidas de barrios periféricos de Ciudad de México. La autora se enfoca en mostrar cómo la producción de la habitabilidad doméstica (en tanto establecimiento de un orden y cierto confort doméstico) sigue constituyendo una tarea centralmente a cargo de las mujeres, sosteniéndose con ello cierta “división sexual del espacio”. Asimismo, esta línea de investigación, más allá de sus aportes al conocimiento de las realidades empíricas, ha desarrollado perspectivas analíticas novedosas. Los trabajos de Zamorano, por ejemplo, que se autoadscriben a una “sociología de la vivienda” (Zamorano, 2007), cuestionaron las relaciones en las que “vivienda” y “familia” se han tendido a definir desde los estudios urbanos, como una relación lineal de “contenedor a contenido” (Zamorano, 2007; Lebrusan, 2019). Este enfoque ha destacado la importancia de analizar las lógicas del habitar la vivienda en su especificidad: las formas de interacción entre las familias y la vivienda, atravesadas por procesos de unificación, socialización e individualización en el uso y apropiación de la vivienda. Por su parte, los desarrollos de Duhau y Giglia (2008) y Giglia (2010; 2012) desplegaron una concepción del “habitar” como un tipo de acción que liga a los sujetos con el espacio y que se encuentra mediada por la cultura. De allí que abordan los diferentes tipos de hábitat y las formas de habitar estos espacios, a partir de acuñar conceptos como “culturas espaciales” y “habitus espacial”.
Con base en sus investigaciones, Giglia (2012) sistematiza grosso modo dos formas de relación contemporánea de los habitantes con la vivienda popular: “una consiste en ir habitando (y ordenando) la vivienda conforme se procede a su construcción (como sucede en el caso de la vivienda de autoconstrucción). La otra concierne más bien a ir a habitar (y ordenar) una vivienda ya construida” (2012: 20). Estas formas tendrían su traducción en procesos históricos concretos: “el hábitat construido propio de la ciudad informal” y “las máquinas para habitar inspiradas en el funcionalismo arquitectónico” (2012: 22, cursivas en el original). Ambos constituirían dos respuestas distintas a un mismo proceso: la falta de vivienda suscitada por el rápido crecimiento de la ciudad, producto del modelo de industrialización por sustitución de importaciones (Giglia, 2012). La autora destaca que en cada caso se despliegan distintas relaciones con el espacio habitable: en el primero de ellos las condiciones de la habitabilidad son producidas por los propios habitantes, quienes modelan sus necesidades en interacción con el espacio. Bajo la otra dinámica, el uso del espacio tendrá que acomodarse a un diseño previo en el cual no se ha intervenido. De allí que, concluye, “la forma de la vivienda condicione inevitablemente -aunque no completamente- la relación de sus habitantes con el espacio habitable” (2012: 21).
En suma, en los estudios acerca de la vivienda popular en México se observan algunas recurrencias. Por un lado, un esfuerzo por elaborar enfoques específicos de comprensión de la urbanización popular latinoamericana, evitando adoptar modelos normativos de urbanismo europeos o norteamericanos (Giglia, 2012). Por otra parte, se advierte la preocupación sistemática por explorar la problemática de la vivienda popular, sus usos y apropiaciones, como parte de una cuestión más amplia y de largo aliento: la del análisis de las dimensiones culturales de la pobreza. En este sentido, se trata de una inquietud en buena medida deudora del legado culturalista de Oscar Lewis en la antropología mexicana, figura a la que invariablemente se invoca (como referente o como contendiente) en buena parte de los trabajos referidos.
La “antropología de la casa” en Brasil
Por otra parte, podemos encontrar en la antropología urbana brasileña otro polo, parcialmente autocentrado, de producción activa sobre el estudio de la vivienda popular. El tema es objeto de un dinamismo tal que una serie diversa de exploraciones contemporáneas (Cavalcanti, 2009; Wiggers, 2013; Motta, 2014; Dumans Guedes, 2017; Cortado, 2020, entre otros) se inscribe en lo que se definió como una “nueva antropología de la casa” (Dumans Guedes, 2017; Cortado, 2020). Otro indicador de esta efervescencia lo constituye la multiplicación reciente de dossiers sobre el tema en diversas revistas de corte socioantropológico. Entre ellos podemos citar, sin pretensión de exhaustividad: “Casas”, coordinado por P. Carvalho Rosa, D. Amoedo Martínez y L. Camargo de Arruda (Temáticas, 2013); “Vicinalidades e Casas Partíveis”, dirigido por J. Pina-Cabral y E. Pietrafesa de Godoi (Revista de Antropología, 2014); “A Casa: Deslocamentos, Temporalidades e Habitabilidades”, coordinado por K. Brum y M. Vilar Rosales (Seculo XXI, 2018) y “Governing the House”, bajo la dirección de B. de L’Estoile y F. Neiburg (Etnográfica, 2020).
La idea de una nueva antropología de la casa remite, inevitablemente, al hecho de que la casa como locus de investigación se inscribe en una serie más amplia y constituye un objeto caro a la tradición antropológica brasileña. Esta tradición puede condensarse en análisis clásicos como el de Casa-grande y Senzala de Gilberto Freyre (1977), el de la casa Bororó de Levi-Strauss (2012), o el de la oposición casa-calle de Carnavales, malandros y héroes de Roberto Da Matta (2002). Mirada desde este ángulo, la renovación, en buena medida, se asocia a revisar algunos de los supuestos estructuralistas que orientaron previamente el estudio de la casa, convirtiéndolo en un objeto estático, eje de oposiciones globales estructurantes (casa/calle, publico/privado; femenino/masculino). En su lugar, estos trabajos, situados en un nivel estrictamente etnográfico, enfatizan en el carácter procesual y mutable de la producción material y simbólica de la casa. Asimismo, coinciden en cuestionar la visión de las viviendas en tanto objetos fijos o contextos pasivos, y convergen en pensarlas como procesos dinámicos e inacabados y como operadores activos de cambios en sus residentes. Thomas Cortado resume de este modo algunos de los fundamentos de ese programa:
Nuestro aporte es parte de un esfuerzo colectivo por construir una “nueva antropología de la casa”, diferente a las antropologías clásicas que pensaban la casa como un “tipo de vivienda”. Esta “nueva antropología de la casa” (Cortado, 2020) se encuentra en la intersección de dos tradiciones antropológicas. La primera, empírica, se refiere a estudios clásicos sobre casas, jerarquías y clases sociales en Brasil […]. La segunda, teórica, se refiere a la crítica de los enfoques estructural-funcionalistas en los estudios de parentesco, una crítica basada en definiciones nativas de parentesco […]. Esta “nueva antropología de la casa” también inspira intentos teóricos innovadores de utilizar el concepto de casa para repensar el parentesco […] (Cortado, 2020: 672).
Sintetizando: el autor destaca dos vertientes para el estudio de la casa. Por un lado, aquella que analizó la casa popular en vinculación con jerarquías y dinámicas de clase; y por otro, aquella que la abordó en tanto sujeto de definiciones culturales nativas (en el marco del debate respecto a las teorías del parentesco y la familia). Estas tradiciones convergen en una misma perspectiva asociada a destacar el carácter procesual de la casa. Sin embargo, se pueden identificar dos líneas de fuerza al interior de esta nueva antropología de la casa que recuperan y renuevan, con distintos énfasis, cada una de las tradiciones antropológicas delineadas por Cortado.
Por un lado -asociada a la primera de las tradiciones-, se identifica una serie de exploraciones sobre la casa en conexión con instancias de construcción de agencias personales/familiares y nociones de intimidad y proximidad nativas en entornos populares urbanos -fundamentalmente favelas- (Cavalcanti, 2009; Motta, 2014; Dumans Guedes, 2017; Cortado, 2020). En este marco, Cavalcanti (2009) ha mostrado cómo, al transformar el espacio de la casa y consolidarla como tal -lo que la autora refiere como el pasaje “do barraco a casa”-, sus moradores proyectan horizontes de prosperidad y de un futuro mejor. De modo complementario, Dumans Guedes (2017) encuentra que en estos procesos las personas crean la percepción de una vida más estable y controlada. Cortado (2020), por su parte, muestra cómo en la consolidación de la casa se dinamizan formas de privacidad, independencia y ascenso social para la vida familiar. A partir del concepto de “economia do olhar”, el autor describe etnográficamente sentidos nativos sobre la intimidad y la convivencia entre vecinos, que se traducen -a la vez que se modelan- en la producción material de las viviendas y en las diversas estrategias para regular la exposición a la mirada ajena. De su análisis de la producción de muros y miradas en una favela carioca, concluye:
Comparada con las interpretaciones clásicas, siempre dicotómicas, de la distinción entre lo público y lo privado en Brasil (Duarte, 2006; Holanda, 1997 [1936]), la “economía de la mirada” me parece un concepto más apropiado para describir etnográficamente el ordenamiento de la sociabilidad local. La relación entre la casa y la calle en Brasil no se limita a la oposición contrastante de dos códigos ideológicos (Da Matta 1997), sino que es rica en entrelazamientos prácticos y simbólicos, ya sean conflictivos o basados en la ayuda mutua (Cortado, 2020: 680).
Asimismo, en el horizonte de problematizar y complejizar la dicotomización público/privado, se ha profundizado en el estudio situado de las relaciones entre casas, mujeres y luchas políticas (Borges, 2011), así como en los vínculos entre casas, mujeres y prácticas económicas (Motta, 2014). En este plano, Antonadia Borges ha problematizado la rigidez de los modelos que suponen como dominios excluyentes lo público/político/masculino en oposición a lo privado/doméstico/femenino, mostrando que la “casa”, en el universo popular, es muchas veces base de agencias femeninas y de procesos de politización de las mujeres. Convergentemente, en su etnografía en una favela de Río de Janeiro, Eugenia Motta ha indagado en el entrelazamiento entre las casas como procesos “mutables” y las prácticas económicas cotidianas llevadas a cabo fundamentalmente por mujeres en estos espacios. De modo análogo a lo señalado por Borges y posicionándose desde los desarrollos de Viviana Zelizer (2011) sobre los usos sociales del dinero, Motta (2014) muestra que estas prácticas desafían las separaciones cristalizadas de los dominios económicos y domésticos como esferas a priori escindidas, al tiempo que habilitan una mirada crítica de las favelas como lugares asociados a la pobreza, la carencia y la improductividad.
Por otro lado -siguiendo más de cerca la segunda de las tradiciones recuperada por Cortado-, cabe mencionar aquellos trabajos que abordan a la casa como sujeto moral específico en el universo popular. Estos trabajos exploran los sentidos de la casa como categoría nativa de identidad y clasificación de las personas en espacios locales (Marcelin, 1999; Pina Cabral, 2003; McCallum y Bustamante, 2012; Wiggers, 2013), en donde la casa es advertida como “una extensión de las personas” (Wiggers, 2013), a la vez que formando parte de una “configuración de casas” (Pina Cabral, 2003). Estos estudios han mostrado que la pertenencia a una “casa”, como categoría de identificación, se vuelve un operador clave de formas de individuación y relacionamiento local específicos (que remiten a formas cotidianas de construir el parentesco, que no responden a modelos normativos del individualismo moderno).
Si bien en ambas series de investigaciones analizadas se remite a universos populares, en la primera de ellas -algo más reciente- se enfatiza en la dimensión de clase, mientras que en la segunda la casa se enfoca desde el plano de las alteridades étnicas. En este sentido, como ha observado Machado (2010) aludiendo a la tradición de estudios sobre la cuestión en Brasil, “curiosamente, el tema de la casa es más explorado en el terreno de las alteridades étnicas (como poblaciones indígenas y negras) que en las alteridades de ‘clase’” (2010: 11-12).
En suma, el breve recorrido por dos contextos de debate latinoamericanos -México y Brasil- muestra, sin pretensión de exhaustividad, la vitalidad de este espacio de indagaciones. Con énfasis diferenciales asociados a tradiciones teóricas y estilos de trabajo diferentes -en México ligados al uso de la entrevista en profundidad y longitudinal, en Brasil privilegiando la observación participante y la descripción etnográfica- se ha ido convergiendo en una mirada procesual en torno a la vivienda popular. Esta mirada concurrente ha buscado captar la mutabilidad de los espacios físicos domésticos y la multiplicidad de dinámicas subjetivas asociadas a ello en el universo de las clases populares.
Estudios socioantropológicos de la casa popular en Argentina
En el contexto argentino, el interés por analizar las dinámicas asociadas al uso y apropiación de la casa como realidad física presenta un recorrido algo más fragmentario y de impulso más reciente. Ello responde, en buena medida, a la centralidad que ha asumido en las agendas de investigación de las últimas décadas la noción de “barrio” como categoría -nativa y conceptual- para el análisis de diversas dinámicas sociales de las clases populares (Aliano, 2021a). El centramiento analítico en el “barrio” como lugar social estuvo ligado en buena medida a un diagnóstico específico: el de la territorialización de los sectores populares frente al proceso de desindustrialización neoliberal y la retirada del Estado social (Svampa, 2005; Merklen, 2005). Inscriptas en este diagnóstico, una serie de investigaciones ha hecho foco en la noción de “barrio” para estudiar las dinámicas de socialización, individuación y segregación en el medio popular (Gravano, 2003; Merklen, 2005; Kessler, 2006; Cravino, 2008; Segura, 2009, entre otros). Así, mientras la dimensión “barrial” constituyó la escala de análisis privilegiada de estos trabajos, no se ha prestado igual atención a la vertiente del “habitar” el espacio de la casa.
En consecuencia, la literatura que primeramente abordó el espacio de la vivienda en el contexto argentino fue aquella asociada a la sociología de la familia antes que los estudios urbanos. Este cuerpo bibliográfico, sin centrarse específicamente en la casa como materialidad y en el habitar como acción que liga a los sujetos con los espacios, se focalizó en captar las transformaciones en el plano de la familia y, especialmente, en visibilizar el ciclo de vida femenino a partir de recuperar sus experiencias domésticas (Geldstein, 1996; Jelin, 1998; Sautu, Eguía y Ortale, 2000; Wainerman, 2005). Paralelamente, desde la historia se han abordado las transformaciones de la vivienda popular, articulando tanto su faceta de problemática pública como sus dimensiones culturales -ligadas a caracterizar el hogar y lo doméstico en el mundo popular- (Armus, 1990; Korn, 2001; Aboy, 2005; Aguilar, 2014; Ballent y Liernur, 2014). En el cruce entre una “historia de la vida privada” y de la “vivienda popular”, estos autores centraron sus estudio en el periodo que abarca las últimas décadas del siglo XIX hasta los años del primer peronismo. En este sentido, constituyen antecedentes centrales para investigar la articulación entre usos, cultura y “casa”, e inscribir el problema en una perspectiva histórica más amplia de dichas relaciones. Asimismo, existe una profusa literatura que, en el marco de la sociología urbana, ha estudiado algunos de los efectos sociales de las políticas habitacionales recientes (por ejemplo, la serie de estudios reunidos en Cravino, 2012; Rodríguez y Di Virgilio, 2011 y 2016; y Moreno, 2017, entre otros). Dentro de esta producción cabe destacar aquellos trabajos que analizaron y compararon “estrategias habitacionales” implementadas por familias de sectores populares en el área metropolitana de Buenos Aires (Cravino, 2008; Di Virgilio y Gil y de Anso, 2012), que si bien son centrales para la comprensión del habitar popular, están sin embargo orientados por otras dimensiones, objetivos y escalas de análisis, más enfocados en el estudio de las políticas residenciales para las clases populares y las interacciones de diversos actores con el Estado.
En este marco, sin embargo, algunos trabajos recientes han comenzado a plantear desde perspectivas cualitativas (entre las que se destaca el enfoque etnográfico) diversas experiencias de habitar el espacio doméstico en los sectores populares. A partir de distintos objetos empíricos asociados a hábitats populares (hoteles-pensión, casillas y casas consolidadas en villas y barrios populares), estas investigaciones han explorado el habitar en conexión con la constitución de dimensiones subjetivas de la persona, delineándose algunos núcleos temáticos. El habitar doméstico fue centralmente analizado en relación con 1) la constitución de disposiciones corporales y emocionales; 2) la agencia individual y colectiva; 3) la percepción del riesgo y la inseguridad, y por último y más recientemente, 4) los efectos del aislamiento en contexto de pandemia.
Casa y disposiciones corporales/emocionales. En esta línea, algunos trabajos han indagado acerca de la elaboración de concepciones específicas del cuerpo, el individuo y la intimidad. Marcús (2007), al estudiar la influencia del hábitat en la vida de familias de sectores populares que residen en pensiones, muestra cómo sus características conspiran contra la intimidad y el esparcimiento individual de cada miembro familiar. Míguez (2002) señala que las condiciones precarias de vivienda y el hacinamiento hacen imposible la privacidad en relación con ciertas funciones corporales (sexualidad, funciones escatológicas, etc.), que conduce entre los sectores populares a una experiencia del cuerpo distinta a la de las clases medias. En un sentido similar, en una etnografía sobre concepciones y modos de construcción del cuerpo en mujeres adultas que habitan un barrio pobre de La Plata, Aréchaga (2015) explora formas específicas de gestión de la intimidad que se ponen en juego en el espacio hogareño en las clases populares. En trabajos propios (Aliano, 2017, 2021b), al analizar prácticas de escucha musical en hogares populares, describo cómo las búsquedas de un espacio personal conducen a un tipo de “intimidad negociada” (Aliano, 2017) entre sujetos que tienen la intimidad como valor, pero deben diseñar estrategias para alcanzarla.
Casa y agencia. Otro de los núcleos relativos al habitar doméstico remite al estudio de la casa popular como base para el despliegue de la propia agencia o el sostenimiento de diversos proyectos individuales o colectivos. En este sentido, en trabajos recientes (Aliano, 2019; 2021a) analizo trayectorias residenciales de mujeres de un barrio popular de La Plata, advirtiendo cómo determinados aspectos de estos recorridos (inestabilidad, carácter abierto y prolongado del proceso constructivo) modelan ciertos rasgos subjetivos específicos. En el estudio se muestra que en aquellas trayectorias en las que persisten dificultades para la consolidación de la vivienda, emergen problemas para estabilizar la experiencia cotidiana y sentimientos de inseguridad frente a riesgos sociales/ambientales que impactan en la posibilidad de proyectar el futuro. Asimismo, en aquellos casos donde las mujeres pudieron consolidar la casa, la misma ocupó un rol central como base para el sostenimiento de proyectos personales a largo plazo (allí se situaba el merendero, el negocio, el taller textil, el restaurante barrial…).
En línea con estas indagaciones, Pacífico (2022) ha explorado recientemente las conexiones entre procesos de construcción y reforma material de las casas y una serie de prácticas políticas colectivas protagonizadas por mujeres de sectores populares. Pacífico destaca los modos en que la materialidad de las casas y la posibilidad de transformarlas constituyen una base relevante para la producción de prácticas políticas colectivas por parte de estas mujeres. La autora concluye, de modo convergente con observaciones como la de Borges (2011), que el persistente énfasis puesto en la identificación de la casa como espacio de la opresión de las mujeres implicó muchas veces desestimar estos lugares como “procesos políticos colectivos desde donde se politizan asuntos comúnmente definidos como parte de la vida ‘privada’ o ‘doméstica’” (Pacífico, 2022: 1). El trabajo de Oriolani (2022) sobre el proceso de producción de casas en un barrio popular de Mar del Plata, por su parte, enfatiza en una dimensión presente en estos análisis: el entendimiento de la casa, antes que como un locus aislado, como parte de una red de prácticas que incluye materialidades, agencias y vinculaciones con políticas y personas.
Casa, temor e inseguridad. Una serie de exploraciones recientes ha estudiado el efecto del temor al delito y el sentimiento de inseguridad en la trama cotidiana de interacciones urbanas (Saraví, 2004; Kessler, 2009; Míguez e Isla, 2010). Desde esta óptica, algunos trabajos (Segura, 2018; Oriolani, 2021) exploraron estos efectos específicamente en el habitar doméstico en entornos populares. El trabajo de Segura (2018), por ejemplo, ha caracterizado los “arreglos de protección” que organizan los habitantes en interacción con sus casas, en contextos percibidos como inseguros. A la luz de este concepto, que involucra dispositivos y prácticas, el autor se interroga por “qué hacen los habitantes con -y en- sus casas en un escenario considerado inseguro y peligroso, así como también lo que las casas hacen con sus habitantes” (2018: 54).
Casa y aislamiento social. Por último, una serie de indagaciones desplegadas en el marco de la pandemia de Covid-19 y las medidas de aislamiento social, han abordado los espacios domésticos y visibilizado las relaciones entre materialidades y prácticas en estos contextos (Marcús, et al., 2020; Aliano, 2021c; Segura y Caggiano 2021; Aliano et al., 2022, entre otros). Estos trabajos describieron diversos efectos del aislamiento prolongado en el habitar doméstico, a la vez que pusieron de relieve algunas estrategias de reinvención y gestión de los espacios de la casa popular. En este marco, Marcus et al. (2020) advirtieron una creciente centralidad de lo que denominaron “espacios intersticiales” entre el interior y el exterior de la vivienda (balcones, terrazas, patios) durante el aislamiento. Asimismo, identificaron estrategias novedosas para reapropiarlos en tanto sitios previamente “relegados”, centrándose fundamentalmente en el uso del balcón en entornos ligados a las clases medias. En investigaciones propias (Aliano et al., 2022) se advirtió, complementariamente, la intensificación del uso del patio en viviendas de clases populares y su centralidad para el sostenimiento duradero del aislamiento. Por un lado, este espacio se constituyó como un sitio de contacto entre hogares próximos, en una sociabilidad semipública; por otro, fue el eje de las estrategias de ocio y esparcimiento infantil, al tiempo que fue percibido por las familias como un lugar “seguro” en oposición a diversos riesgos de la “calle” -temor al contagio, a situaciones de violencia, al delito-.
En suma, el conjunto de investigaciones reseñadas, aunque orientadas por intereses diversos, ha avanzado en las especificidades de los procesos por los cuales, en la interacción con los entornos materiales, se modelan las experiencias del habitar popular. Estos esfuerzos arrojan luz sobre la relación entre el espacio de la casa y los procesos subjetivos asociados a su habitabilidad: producción de disposiciones corporales, regulación de las emociones e interacciones, establecimiento de nociones específicas de “intimidad” o “autocontrol”, despliegue de agenciamientos o “arreglos de protección”. Estos trabajos han comenzado a plantear, de manera explícita o implícita, diálogos fecundos con la serie de estudios latinoamericanos referida previamente. En ellos hay una misma mirada y entendimiento de la casa en su dimensión procesual y actancial -antes que como un escenario pasivo, un objeto fijo o una unidad familiar aislada-, que hemos identificado también en los desarrollos recientes de la “sociología de la vivienda” en México y en la “antropología de la casa” en Brasil. Esta mirada concurrente se condensa en algunas fórmulas presentes en estos trabajos, que guardan un indudable aire de familia: “la casa como proceso” (Segura y Caggiano, 2021), “las casas como procesos colectivos” (Pacífico, 2022), o “la casa como red” (Oriolani, 2022).
Reflexiones finales: una agenda emergente en torno al estudio de la vivienda
El recorrido presentado da cuenta de la vitalidad de las indagaciones sobre la casa y sus usos. En ello confluyen diversos factores de registro dispar: las agendas académicas locales; la emergencia de nuevas perspectivas conceptuales que vienen a subrayar las relaciones complejas entre la agencia humana y la materialidad de los entornos; así como el escenario reciente de pandemia y medidas aislamiento social. Este contexto sin dudas constituyó un momento de agudización de la mirada respecto a la producción de lo doméstico y sus determinantes materiales y sociales. La configuración de pautas de ordenamiento, distribución y uso de los lugares de la casa entre los miembros de los hogares, se convirtió en foco no sólo de investigaciones académicas, sino de acuciantes preocupaciones de salubridad pública.
En cuanto a la emergencia de nuevas perspectivas teóricas, eclipsado el paradigma constructivista -con su peso en la significación y los procesos de construcción social de la realidad (en sus variantes bourdianas, geertzianas o fenomenológicas)-, una serie de desarrollos más o menos recientes ha puesto de relieve las complejas relaciones entre humanos y no humanos, y constituyen enfoques particularmente sensibles al estudio de la casa como realidad material. En este sentido, las sociologías pragmáticas y la teoría del actor-red (Latour, 2008), la antropología ecológica de Ingold (2005) o los estudios en cultura material (Miller, 2001), con énfasis diferenciales, solapamientos y divergencias (para una profundización en el debate, ver Ingold, 2012), comparten sin embargo una sensibilidad teórica concurrente en cuanto a visibilizar y estudiar las relaciones entre humanos y no humanos, a atender a la materialidad del mundo en la modelación de cursos de acción, y a inscribir esta agencia en entornos/redes en los que confluyen objetos, prácticas y sentidos.
Esta sensibilidad ha visibilizado las dimensiones materiales de la vivienda y su relación con los procesos subjetivos del habitar. En términos de Miller (2001: 4) , implica advertir que “los individuos producen la casa tanto como la casa produce a los individuos”. Las derivaciones para la investigación empírica de esta perspectiva aún no se han terminado de desplegar en la interacción con los debates latinoamericanos sobre la autoconstrucción popular o la informalidad urbana. Este cambio de enfoque hace que los procesos de coproducción casa/habitantes ganen visibilidad como realidad empírica a analizar, en detrimento de otras dimensiones en las que el estudio de la vivienda se ha tendido tradicionalmente a subsumir o disolver: las dinámicas simbólicas del “hogar”, de la “familia” o de la “ciudad”. Por ello, los estudios sociales de la “casa” cuentan con un futuro promisorio, potenciado por el diálogo creciente en el contexto latinoamericano.
Por otra parte, el recorrido señalado muestra un énfasis en destacar diversos procesos de agenciamiento en relación con la casa popular, su producción, transformación y usos múltiples. Diversos estudios coinciden en señalar, respecto a estos usos, la base de proyectos personales o colectivos en el universo popular. Sin embargo, menos atención han merecido los procesos de sedimentación de prácticas, hábitos y rutinas asociadas a las características de los entornos residenciales, y su traducción en disposiciones subjetivas y “habitus espaciales” (Giglia, 2012). La propuesta de Giglia, en este sentido, también mantiene aún un potencial empírico y heurístico a desplegar. Este programa también encuentra un diálogo con algunos de los desarrollos contemporáneos de la teoría social. Tal como ha mostrado recientemente Benzecry (2017) para una serie de investigaciones en el contexto norteamericano, la noción de habitus se ha desplazado de su estatuto de supuesto teórico hacia el de una realidad empírica a describir en su funcionamiento y sus mecanismos de conformación. En el recorrido presentado hemos advertido algunos rasgos de estos habitus espaciales o disposiciones subjetivas actuantes en hábitats populares específicos. Sin embargo, estas exploraciones revisten aún un carácter fragmentario y resta potenciar el análisis de la relación entre habitus y hábitats, en tanto programa de investigación sistemática, en diversos contextos etnográficos.
En suma, la concepción de la casa y del habitar como procesos (y como procesos de coproducción) que sustenta a buena parte de las investigaciones contemporáneas, deja abierta una senda a diversas exploraciones que extraigan las consecuencias empíricas de esta perspectiva. Con claroscuros y desafíos teórico-metodológicos -asociados a operacionalizar en la investigación empírica algunas de las propuestas teóricas recientes-, el estudio cualitativo de la vivienda parece inscribirse en un programa de indagaciones fecundo y promisorio.