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Secuencia

versión On-line ISSN 2395-8464versión impresa ISSN 0186-0348

Secuencia  no.121 México ene./abr. 2025  Epub 31-Mar-2025

https://doi.org/10.18234/secuencia.v0i121.2348 

Artículos

Cultura musical y educación como parte del proceso civilizatorio en Aguascalientes, 1867-1887*

Musical Culture and Education as Part of the Civilizing Process in Aguascalientes, 1867-1887

Luciano Ramírez Hurtado1  **
http://orcid.org/0000-0002-2302-2574

1Universidad Autónoma de Aguascalientes, México luciano.ramirez@edu.uaa.mx


Resumen:

Apoyado en fuentes bibliohemerográficas y documentales, este trabajo tiene el propósito de mostrar, desde la perspectiva del proceso civilizatorio, que las actividades musicales y las instituciones educativas que existieron en la ciudad de Aguascalientes, de 1867 a 1887, forman parte del proceso en que México, como nación independiente, buscaba insertarse en el concierto de las naciones progresistas; a nivel local hubo individuos y grupos que, sin importar la clase social a la que pertenecieron, formaron una comunidad en torno a los gustos musicales y la práctica de la música. Por un lado, las clases media y alta (familias prominentes) apoyando la creación de sociedades filarmónicas, promoviendo veladas musicales, audiciones en instituciones educativas y en eventos solemnes, y, por el otro, un sector más popular fundando una sociedad filarmónica, pero también, con el apoyo del Estado, una academia de música para pobres en la Escuela de Niños número 2, a donde acudían mayoritariamente hijos de artesanos, hortelanos y jornaleros. El resultado fue que música de concierto o culta, aunque preponderante, coexistió de manera armónica con la música tradicional en espacios públicos, privados y semipúblicos.

Palabras clave: cultura musical; proceso civilizatorio; progreso; academia; Aguascalientes

Abstract:

Supported by bibliographic, hemerographic, and documentary sources, this work aims to demonstrate, from the perspective of the civilizing process, that the musical activities and educational institutions in the city of Aguascalientes during the period from 1867 to 1887 were part of Mexico’s efforts as an independent nation to integrate itself into the concert of progressive nations. On a local level, individuals and groups, regardless of their social class, formed a community around musical tastes and the practice of music. On the one hand, the middle and upper classes (prominent families) supported the creation of philharmonic societies, promoted musical evenings, performances in educational institutions, and at solemn events. On the other hand, a more popular sector founded a philharmonic society and, with the support of the State, established a music academy for the poor at School No. 2 for boys, which was primarily attended by the children of artisans, market gardeners, and day laborers. The result was that concert or classical music, while predominant, coexisted harmoniously with traditional music in public, private, and semi-public spaces.

Keywords: musical culture; civilizing process; progress; academy; Aguascalientes

INTRODUCCIÓN

El sociólogo alemán Norbert Elias, en su libro El proceso de la civilización. Investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas, publicado por primera vez en 1939, llegó a la conclusión de que el concepto de civilización expresa la autoconciencia de Occidente -entiéndase Europa- al sentirse superior a otras sociedades. La sociedad occidental de los últimos dos o tres siglos sostiene, cree llevar ventaja a las sociedades anteriores o a las contemporáneas “más primitivas”, por su grado de adelanto en cuanto a logros y creaciones artísticas, técnicas y científicas, así como en lo que se refiere a modales, costumbres y comportamientos.

De esta manera, Hammeken (2018), quien sigue y resume a Elias, nos dice que el concepto de civilización tiene las siguientes características: no se refiere a la esencia inamovible de un pueblo, sino a un desarrollo o proceso en movimiento perpetuo, o sea, es dinámico y no estático; por otro lado, se trata de una noción universalista de la que todas las naciones pueden participar, esto es, todas las sociedades humanas recorren el mismo camino, la diferencia entre unas y otras radica en el grado de adelanto o atraso en que cada una se halle; y, finalmente, el orgullo y la identidad nacional de la sociedad emana, en gran medida, del estadio que ha alcanzado en dicho proceso (pp. 46-47).

Elias (2016) señala que “el proceso civilizatorio supone una transformación del comportamiento y de la sensibilidad humanos en una dirección determinada” (p. 535), lo cual transcurre en la larga duración. En este proceso de cambio intervienen individuos y grupos de personas, pero no lo hacen de manera intencional, planificada, consciente ni racional, aunque tampoco es caótico, arbitrario y sin estructura alguna. Lo que sí, es que se forma una suerte de entramado, una red de interacciones, de estructuras, de mecanismos de interrelación y de interdependencia social no exenta de tensiones internas, dentro de una sociedad diferenciada. “Este orden de interdependencia es el que determina la marcha del cambio histórico, es el que se encuentra en el fundamento del proceso civilizatorio” (p. 536).

En ese sentido, luego de su independencia, México intentó entrar al concierto de las naciones civilizadas, siguiendo el sendero de la secularización, puso su mirada en las naciones más desarrolladas de Europa. Los gobernantes, miembros de las elites sociales, económicas, e ideólogos hablaron, indistintamente, de cultura como sinónimo de progreso. Los discursos, la literatura y, desde luego, la prensa periódica de la época, dio abundantes muestras de ello.

En lo que respecta a la música como factor y producto de la civilización, esta ocupó un lugar central entre los miembros de la elite, pero también en los estratos medios y bajos de la sociedad.

Aún desconocemos mucho de la música en las regiones en el siglo XIX, por lo que es preciso rescatarla, estudiarla sin prejuicios; conviene pues, como dice Raúl Capistrán (2023), “reconsiderar su valor musical, artístico, histórico y social” (p. 31). Habría que agregar que vale la pena intentar abordarla desde la dimensión del proceso civilizatorio.

¿Es posible ubicar las iniciativas de ciertos individuos, miembros de un determinado grupo social, que fueron conformando un entramado, y que con el apoyo de instancias gubernamentales impulsaron el surgimiento de sociedades filarmónicas, instituciones de enseñanza de la música, en tanto parte del proceso civilizatorio?, ¿esos individuos y grupos compartieron sus particulares valores, preferencias y gustos en torno a la música en un periodo histórico determinado, como lo fue la República Restaurada y el porfiriato temprano?

Por otro lado, estoy de acuerdo con John Blacking (2003), quien, en su trabajo “¿Qué tan musical es el hombre?”, asume que la música en tanto producto cultural es una cualidad característica de la especie humana, y para estudiarla formula varias preguntas: ¿quién canta y toca en una sociedad dada?, ¿quién escucha?, ¿por qué? (pp. 149-150)

En nuestro país la música se desenvolvió por varias vías en el proceso de la consolidación de la sociedad decimonónica: la europea (escuchada en los teatros y salones elegantes de la clase acomodada, esto es, para unos cuantos privilegiados, al igual se interpretaba en plazas públicas formas musicales como fantasías, valses, schotisch, arias de óperas, oberturas,1 polkas, mazurkas) y la sacra (en las misas solemnes). También, por supuesto, himnos y marchas, lo que corresponde al nacionalismo musical temprano, igualmente tocada en plazas y jardines, pero también en las casas, en los campamentos, en los campos de batalla. También hizo su aparición la música popular bailable con jarabes, sones, huapangos, danzas, pasos dobles, boleros y canciones, formas musicales que viajaban a través de las ferias comerciales o bien valiéndose del ferrocarril (Díaz Santana, 2009, pp. 74-75, 92-94; Medrano Ruiz, 2021, pp. 110-162)

Definida como el “arte de comunicar diversos sentimientos por medio de los sonidos regularizados” (Paniagua, 1891, p. 5), “el arte de bien combinar los sonidos y el tiempo” (Eslava, 1999, p. 1), o “como un sonido humanamente organizado” (Blacking, 2003, p. 149), la música en Aguascalientes se tocaba en espacios públicos (plazas, jardines, edificios gubernamentales, templos, mercados), así como en privados (casas particulares) y semipúblicos (cantinas, bares, estación del ferrocarril, cafés). No sólo en el ámbito urbano, también en los pueblos, en los ranchos y haciendas se interpretaba música, se bailaba y se cantaba.

Algo similar ocurría en otras regiones de México, principalmente en el centro y occidente, como han mostrado Luis Díaz Santana en su libro Tradición musical en Zacatecas (1850-1930). Una historia sociocultural (2009); Arturo Camacho Becerra, en el capítulo “El arte de tocar y cantar ordenadamente. Enseñanza y profesionalización de la música en Jalisco. Siglo XIX” (2013); textos de Alejandro Mercado Villalobos, “Los reglamentos de fiestas populares en el México decimonónico. Estudio de caso: León, Guanajuato” (2023) y La educación musical en Morelia, 1869-1911 (2015); y Sonia Medrano Ruiz en su obra Las orquestas típicas en México. De la invención a la consolidación de una tradición (2021).

Nuestro país venía saliendo de un periodo convulso, de asonadas militares, guerras (civiles y contra potencias extranjeras) e inestabilidad política, social y económica. La ciudad capital de Aguascalientes, nos dicen Gerardo Martínez y Vicente Esparza (2016), entre 1866 y 1881 “era una urbe que transitaba entre las etapas de asalto e incertidumbre, otras de recogimiento y otras más de fiesta. Era un lugar en el que las actividades agropecuarias eran sostén importante de la economía, tanto como los trabajos artesanales” (p. 16); para ese entonces acaso rebasaba los 20 000 habitantes.

Funciones de ópera, comedias y zarzuelas se presentaban principalmente en el Teatro de la Primavera, una especie de jacalón, construido en la década de 1840, a un costado del Jardín de San Marcos, propiedad de la familia Otálora. Aunque también en el salón de actos de la escuela principal o de niños número 1, en la calle del Relox, a media cuadra del mercado El Parián, en el centro histórico.

Cabe recordar que por aquellos años estaba en boga el romanticismo (Bitrán Goren, 2013, pp. 33-64),2 corriente que privilegiaba una cierta visión del mundo que tenía que ver con el sentimiento más que con la racionalidad, por tanto, en cuestiones de música a esta se le veía como la máxima expresión del espíritu. La corriente del romanticismo en la música es perfecta para expresar sentimientos, estados de ánimo y pasiones entre los enamorados; también expresa atmósferas idílicas y nuevas sensaciones. Ello se vio reflejado en ciertas prácticas culturales tales como el teatro, ópera, veladas literarias y tertulias, paseos, bailes de salón, etc. (Díaz Santana, 2009, pp. 32-33, 37, 44-45, 76, 86, 109-110, 124; Hammeken, 2018, p. 110; Pérez, 2014, pp. 176-186). El exotismo, la idealización del pasado, el pueblo como protagonista principal de los acontecimientos, las excesivas expresiones emocionales, el dramatismo, son elementos del romanticismo de una época marcada por compositores como Gioachino Rossini, Carl María Weber, Richard Wagner, Vincenzo Bellini, Giuseppe Verdi, Héctor Berlioz, Franz Liszt, Robert Schumann, Gaetano Donizetti, Giacomo Puccini, entre otros (Díaz Santana, 2009, pp. 60-61; Snowman, 2013, pp. 155-168). Las piezas musicales de muchos de esos autores europeos llegaron pronto a México. Como menciona Hammeken (2018), “Los domingos, era frecuente que las bandas militares tocaran marchas inspiradas en piezas de Rossini, Bellini, Donizetti, Meyerbeer o Verdi en la Alameda Central y otros parques públicos” (p. 112)

SOCIEDADES FILARMÓNICAS, AUDICIONES MUSICALES Y TERTULIAS

Para mediados de 1868 quedó establecida en la ciudad de Aguascalientes una Asociación Filarmónica, conformada por “jóvenes decentes” de la sociedad, presidida por el “aprovechado joven D. Pedro Medina”, motivados “voluntariamente por el deseo de cultivar y propagar el bello arte musical”. La nota de periódico apuntó: “Ya el público ha podido ver diversas ocasiones el adelanto musical de estos jóvenes, en los conciertos gratuitos que ha efectuado”, por lo que se congratuló por ello, deseando éxito y progresos a la agrupación “en el delicioso arte que cultiva”.3 Se había formado una pequeña orquesta. En octubre de ese mismo año, el Congreso local aprobó la donación, al presidente de dicha asociación, de 100 pesos “para la compra de instrumentos y demás objetos concernientes al arte musical”, en el entendido de que si llegara a disolverse, tendrían que reintegrar “la parte de instrumental equivalente a los $100 con que se le favorece”4 a la Escuela de Agricultura, donde se había establecido la cátedra de música,5 institución en la que Pedro Medina, además, trabajaba como prefecto y profesor de dicha cátedra. Cien pesos era bastante dinero, y llama la atención que el Estado subvencionara a particulares; y es que su tío, Candelario Medina, tenía un puesto importante en el gobierno.6

Con instrumentos nuevos, la agrupación se presentó en el certamen de premiación de la XIV Exposición o Función de San Marcos,7 acto que fue “concurrido, ameno y variado”; la inauguración -comentó el redactor del periódico oficial- inició “con una obertura tocada por la orquesta8 que dirige el aplicado joven D. Pedro Medina, quien como sus dignos compañeros, merece también elogio”.9 Fue así que el programa continuó con alocuciones, discursos y entrega de premios en las distintas modalidades o secciones; siguió la música de la orquesta, piezas interpretadas por solistas al piano, violín y canto:

Los intermedios fueron cubiertos con piezas de canto acompañadas por la orquesta de que hemos hablado, y dos por el pianista D. Abel Loreto. Las señoritas Da. Eustolia Rosales y Da. Dolores Belaunzarán que han sabido granjearse las simpatías de la sociedad de Aguascalientes, arrancaron estrepitosos aplausos, lo mismo que los jóvenes D. Jesús y D. Francisco García Adame, D. Trinidad Martínez y D. Juan Antonio Corrales. El joven D. Ángel García fue a su vez aplaudido por sus variaciones en el violín.10

Desde que José Bolado Amozurrutia llegó a la ciudad de Aguascalientes a finales de la década de los sesenta, procedente de Zacatecas, se comenzaron a ver cambios sustanciales en materia de arte, cultura y educación; de inmediato encajó con la sociedad aguascalentense, era bien visto y respetado. El señor Bolado llegó con capitales, invirtió en la compra-venta de bienes raíces, recursos económicos que multiplicó gracias al comercio y la agricultura (Ramírez, 2022, p. 300). Paulatinamente se insertaría en instituciones como la Sociedad de Mejoras Materiales y Progreso del Estado, en la Junta de Instrucción Pública y en el Ayuntamiento de Aguascalientes. Venía con sus tres hijas (Ángela, Josefa y Carmen, quienes se casarían con prominentes personas de la elite política, económica y cultural de la localidad), jovencitas que destacarían en el ámbito de la música y el canto. Quizá pensando en ellas fue que don José Bolado, en 1872, promovió la fundación de una escuela pública de música para niñas a cargo del profesor don Nicolás Ruiz.11

Es probable que este experimento haya durado poco tiempo; quizá no hubo la respuesta y resultados esperados pues no se vuelve hablar del tema. Quizá se puede considerar como un antecedente del Liceo de Niñas, institución fundada en 1878, precisamente por iniciativa de José Bolado y el inglés Alfredo Lewis, donde, desde un principio, se dieron clases de piano y de música, y más tarde de solfeo y canto coral (Olvera, 2024, pp. 74-84).

A dos años de fundado el Liceo de Niñas, Carlos M. López, a la sazón presidente de la Junta de Instrucción, rindió un informe ante el gobernador en el que hizo hincapié en el discurso civilizador en favor de la educación de la mujer. Fue de lo general a lo particular: “no puede ponerse en duda que los pueblos avanzan diariamente por el camino de la civilización” y que en el siglo XIX las naciones hacen verdaderos progresos gracias al desarrollo intelectual, mejorando a la “sociedad por la enseñanza”; en ese sentido, “México siguiendo el movimiento civilizador de la época, ha procurado también en los últimos años imitar el ejemplo de las naciones cultas”. Agregó: “Actualmente la mayoría de los Estados de la República, cual si estuvieran en competencia, se esfuerzan por difundir la enseñanza; pero una de las cosas que más demuestra su espíritu de progreso, es el decidido empeño que manifiestan por educar a la mujer”. Y aterrizó la idea:

Nuestro Estado, pequeño pero verdaderamente progresista, ya que no puede marchar a la vanguardia de los demás Estados por carecer de elementos, trabaja sin embargo y se esfuerza por no ser de los últimos de la confederación mexicana, y así lo vemos con positivo orgullo, contribuir hasta donde le es posible, al adelanto del pueblo, propagando constantemente la enseñanza, como un medio seguro del mejorar su condición social.12

El presidente de la Junta de Instrucción reconoció los avances en la clase de música, a cargo del abogado y pianista Cipriano Ávila, clase “naturalmente dividida en dos secciones que son: música vocal y de piano, a la primera concurren todas las alumnas del Liceo, unas para aprender las nociones del divino arte y otras para ensanchar sus conocimientos; a la segunda asisten solamente las más aventajadas, notándose en las dos, positivos adelantos”. No obstante, se lamentó de que no hubiera suficientes instrumentos, lo que impedía “hacer más provechoso el estudio”; tenía claro que “la música como todas las artes no puede perfeccionarse sin un constante y dilatado ejercicio, y no habiendo más que dos pianos en el establecimiento, es materialmente imposible que el numeroso grupo de jóvenes que tienen que tocar en ellos, logren hacer jamás muy rápidos progresos”. Hizo votos porque se incrementaran los apoyos de la tesorería a este establecimiento educativo y concluyó señalando que “comprarse los instrumentos indispensables para mejorar este ramo que no debe considerarse como de simple ornato en la educación de la mujer, sino como un verdadero recurso para ganar la subsistencia, puesto que puede convertirse en profesión lucrativa para aquellas personas que lleguen a adquirir alguna perfección en él”.13

En los eventos académicos, por ejemplo, en la entrega de premios en el Instituto Científico y Literario -institución donde se formaban jóvenes de la elite local, de la clase media y alta, esto es, esa “parte escogida de la sociedad”-, en 1871, además del informe del director, discursos, declamación de poesías, se acompañaba de concierto musical. Una nota publicada en el periódico oficial señala:

alternando con escogidas piezas de música vocal e instrumental ejecutadas por las señoritas Bolado, Ruiz, Ávila, Noroña y Saravia acompañadas de varios jóvenes de la sociedad filarmónica y por los inteligentes profesores D. Cipriano Ávila, D. Carlos López, D. Nicolás Ruiz, D. Ángel García y D. Pedro Medina.

El público, por medio de entusiastas aplausos, dio muestras inequívocas de su satisfacción a los jóvenes premiados, al cuerpo de profesores del establecimiento y a las personas que con la mejor voluntad tomaron parte en el concierto musical que dio tanto brillo a esta solemnidad.14

Un año después, en 1872, se hizo presente de nueva cuenta el discurso civilizador en la ceremonia de entrega de reconocimientos a los jóvenes de esa institución. Su director, enfático, mencionó que “La instrucción para el engrandecimiento y progreso de la sociedad es tan esencial, como la savia para el desarrollo de las plantas.” Carlos M. López, en su discurso aseveró que, pese a que se reconocían avances, “preciso es confesar aunque con dolor, que nos falta todavía mucho que andar en el camino de la civilización”; el orador dijo: “nuestro Estado pequeño, pobre y gastado por las revoluciones, viene hoy en medio de las dulces melodías de la música… a premiar los desvelos de esos jóvenes que se han dedicado con entusiasmo a las ciencias”. Y concluyó: “esperamos que el ilustrado gobierno que nos rige continuará impartiendo su protección a este instituto literario en el cual se cifran las más lisonjeras esperanzas de ventura y prosperidad para el Estado”. En el programa musical fueron presentados los siguientes números: “Obertura por la orquesta”; “Coro de la Patria, de ‘Juana de Arcoʼ”; “Cavatina de ‘Sonámbulaʼ, por la Srita. María L. Ruiz”; “Coro de ‘Lucíaʼ, por la orquesta”; “Cavatina de ‘Roberto el Diabloʼ, por la Sra. D. Serafina Arévalo de Mora”; “Variaciones en el violín sobre ‘Sueños del Pirataʼ, por el C. Ángel García”; “Canción del paje, del ‘Baile de Máscarasʼ, por la Srita. María Ruiz y coros”; “Variaciones de flautín, por el niño Rafael García”; “Coro de Ángeles y Demonios, de ‘Juana de Arcoʼ”; “Coro de ‘Sonámbulaʼ” (Anuario, 1872).

Y es que, nos dice Hammeken (2018), esa música de ópera de autores europeos se podía conseguir con cierta facilidad: “Las partituras y los libretos de las piezas más célebres se vendían a precios moderados y podían ser interpretadas por todo aquel que pudiera tener acceso a un piano” (p. 110).

En México, en la segunda mitad del siglo XIX, el piano fue el instrumento más apreciado por las clases medias y acomodadas, era signo material de prestigio en muchas familias, y tanto en la capital de la república como en distintos rincones del país, hacían lo posible por comprar uno nuevo o usado, e incluso rentarlo (Moreno, 2014, pp. 143-169). Cabe señalar que fue muy común en el siglo XIX que las señoritas aprendieran a tocar el piano o el arpa de manera no profesional -tomaban clases con maestros particulares-, sino como parte de su instrucción, formación e ilustración, así como para amenizar en soirée, bailes, tertulias, veladas literarias o en fiestas particulares, incluso como estrategia para conseguir un buen partido (Camacho, 2013, p. 248; Díaz Santana, 2009, pp. 42, 56-57, 106; Hammeken, 2018, p. 112; Medrano Ruiz, 2021, p. 107; Miranda, 2010b, pp. 14-25).

En octubre de 1872 se creó la Sociedad Filarmónica de Santa Cecilia, compuesta por “varios jóvenes aficionados al divino arte y algunos de los buenos vecinos de nuestra capital que siempre se prestan gustosos a todo lo que sea progreso y adelanto”, con el fin de ofrecer conciertos musicales para la sociedad. Ya muestra una mayor organización, pues se conformó una mesa directiva de siete personas: “presidente, Rodrigo Rincón; vicepresidente Carlos M. López; tesorero, José Bolado; director, Nicolás Ruiz; vicedirector, Pedro Medina; secretarios, M. Morán y D. Díaz de Sandi”.15 La prensa habló de que se reunían periódicamente para tomar acuerdos.

Ese mismo año, el director del Instituto Científico y Literario, con motivo de la repartición de premios, informaba al gobernador los adelantos del establecimiento, y desde luego hizo gala del discurso civilizatorio al repetir, una vez más: “La instrucción para el engrandecimiento y progreso de la sociedad es tan esencial, como la savia para el desarrollo de las plantas.” Seguro está que, a cinco años de fundado, los esfuerzos rendirán frutos en aras del “engrandecimiento de nuestra patria, y principalmente de nuestro país natal que siempre ha dado pruebas de caminar a la vanguardia de la civilización y del progreso”. En el establecimiento, en los estudios preparatorios, había la cátedra de música, desde luego.

No sólo la clase media tenía inquietudes, también los artesanos querían participar en representaciones escénicas que incluyeran música y canto. En julio de 1880, la prensa comenta que jóvenes de ambos sexos habían conformado la compañía lírico-dramática de aficionados, que dedicaban su tiempo libre al difícil arte del teatro, que habían conseguido el salón de la escuela principal (la número 1 de Niños, ubicada en la ex escuela de Cristo, calle del Relox, a media cuadra de El Parián) donde han montado la comedia Los dioses se van;16 en agosto una nueva nota de prensa ve con buenos ojos este tipo de manifestaciones que califica de moralizantes. Comenta el periódico oficial El Republicano: “Nosotros excitamos a nuestros compatriotas, a fin de que estimulen con su concurrencia al teatro el laudable empeño de esos jóvenes, quienes siendo en su totalidad artesanos, revelan su moralidad muy recomendable, toda vez que ocupan sus ocios en el aprendizaje de un arte tan seductor, es cierto, pero tan dificultoso en su enseñanza como en su ejecución.”17 Y emite un juicio positivo: “La parte de canto y de música no carece tampoco de mérito, pues los coros y piezas musicales son dirigidas por jóvenes conocedores del arte, dando esto mayor lucimiento a los trabajos de la improvisada compañía lírico dramática.”18

El escritor y poeta aguascalentense Eduardo J. Correa llamó a Aguascalientes la “ciudad sonora” (la ubica en el tiempo a principios de la década de los años setenta del siglo XIX), ya que se escuchaba música por doquier, principalmente en días de fiesta paganas (Feria de San Marcos) y religiosas (parroquia de nuestra Señora de la Asunción -hoy catedral-, santuario de Guadalupe, templo del Señor del Encino), en las cantinas del centro de la urbe y en los barrios, en los cuarteles, donde tocaban orquestas, bandas, charangas, grupos musicales, músicos callejeros, en el teatro, en la plaza de toros, en carpas, así como en eventos solemnes y premiaciones en instituciones educativas, en lugares de mercadeo, en casas de campo, en casas particulares, en bodas, etc. Los instrumentos iban desde los de viento, de percusión, de cuerdas, órgano, piano, organillos. Se tocaba desde valses, mazurcas, polcas, y no pocas reuniones terminaban en bailes, principalmente, entre hombres y mujeres, especialmente las casaderas (Correa, 1992, pp. 35, 40, 42, 47-49, 50, 54, 79, 116, 120, 121, 144, 173, 200, 225, 241, 253, 256, 280, 288, 309).

Un personaje clave fue Francisco G. Hornedo (1845-1890), quien logró cohesionar al grupo político-ideológico que se hizo del poder en el porfiriato temprano. Como gobernador de Aguascalientes, de 1876 a 1879 y de 1883 a 1887, logró pacificar la región, poner en orden las finanzas, impulsar la economía; se le conoció como un hombre progresista que no medró al amparo del poder, admirado en su época por los impulsos dados a la educación y al arte, al promover la fundación de varias instituciones educativas y culturales; fue visto como un promotor del progreso.

Otra figura importante fue el rico hacendado Rafael Arellano Ruiz Esparza, quien gobernó el estado de 1881 a 1883 y de 1895 a 1899; reconocido por su honorabilidad y honestidad, “fue un entusiasta del adelanto y la cultura”, y por ello, en 1882, sentó las bases para la construcción de un nuevo teatro, dando facilidades para fundar una compañía constructora, involucrando al ayuntamiento y otorgando subvenciones. En su memoria administrativa apuntó que: “Se hacía sentir desde hace mucho tiempo en Aguascalientes la necesidad de otra mejora digna de la ilustración y cultura de sus habitantes; tal era la construcción de un Teatro a propósito para el recreo de las familias y con las condiciones propias de los edificios de esta clase” (Topete del Valle, 1985, p. 20). Como veremos, tocó a Gómez Hornedo, en su segundo periodo de gobierno, siempre embargado de “espíritu de progreso”, terminarlo en julio de 1885 e inaugurarlo el 25 de agosto de ese año.

ACADEMIA DE MÚSICA EN LA ESCUELA DE NIÑOS NÚMERO 2

Aunque fundada desde 1881 por iniciativa del profesor Gregorio Jiménez (a la sazón director de la Escuela de Niños número 2, y responsable de las anexas de párvulos y nocturna para adultos), es hasta 1884 que nos enteramos de los motivos de la fundación de esa academia de música, ubicada en “la antigua escuela de la Salud contigua a la garita del mismo nombre”, próxima al barrio de Triana, de donde era originario dicho mentor (vivía en la calle El Sol).

Cabe señalar que, en ese rumbo, naturalmente separado de la ciudad por dividirla los ríos de los Adoberos y los Caleros, donde abundaban las huertas, algunas ladrilleras y una factoría de paños, vivía mayoritariamente gente humilde, pobladores de la clase trabajadora como jornaleros, artesanos y otros operarios. Eduardo J. Correa menciona que su padre, el juez Salvador E. Correa, curioso cruzó el río por el puente y fue a la fiesta parroquial “más caserita” que se celebra cada año en el mes de noviembre. En charla con el comerciante- abarrotero don Espiridión González, este le dijo: “Así como los de acá [los de El Encino] apenas bajan al Centro, los de allá tampoco suben… ¿Cómo las catrinas han de venir a un fandango de arrabal?” (Correa, 1992, p. 201). Al parecer había una enorme carga afectiva de exclusión social y fuerte identidad barrial, en la que los unos se sienten diferentes socialmente a los otros: pobres contra ricos, pues viven en otra parte de la ciudad, pauperizada y parcialmente aislada de la dinámica social.19

En un informe detallado, Jiménez comunicó a las autoridades educativas que los alumnos de la escuela primaria se ausentaban del establecimiento o llegaban tarde pues antes tenían que ayudar a sus padres. La mayoría de los educandos, enfatiza, “pertenece a la clase más pobre” de la sociedad, tienen que trabajar duro para ganar su alimento, lo cual le parece “bien triste”.20 Para finalizar, detalló las razones por las cuales fundó la Academia de Música, a base de constancia y muchos esfuerzos: dotar a los alumnos pobres21 de una preparación en la materia y que luego pudieran laborar, ganar dinero, y así apoyar a la economía familiar; así lo argumentó:

Notaba la miseria de muchos de mis alumnos, veía con tristeza que después de haber por algunos años concurrido a la escuela salían de ella abandonados a su pobre suerte. Y muchos, si, muchos considerarían ese tiempo… como un tiempo tristemente perdido. Esa es la idea que abriga casi todo el pueblo y principalmente la clase pobre. De ahí la resistencia de algunos padres para que sus hijos entren a la escuela y el que vean como una violencia que la autoridad se los arrebate para llevarlos a donde se les instruya.

Pues bien, esa consideración por una parte y por otra la de que para el cumplimento de la enseñanza es necesario aprender alguna profesión o industria, fueron las razones que me decidieron a establecer una cátedra de música vocal e instrumental para que mis alumnos al mismo tiempo que adquirieran la necesaria instrucción aprendieran una profesión que en futuros días cuando ellos salgan de la escuela salve a unos de la miseria que los amenazase y aumente la instrucción de los que más feliz no tengan necesidad de su trabajo para subvenir a sus necesidades.22

Desde el principio, al frente de esa academia de música estuvo el señor José María Carrillo (nació entre 1834 y 1840-falleció en 1899). Al comienzo no recibía sueldo, los alumnos, aunque de escasos recursos, le proporcionaban apoyo económico; luego ya ganaba un poco de dinero, gracias a la mediación y apoyo del presidente de la Junta de Instrucción Pública, Carlos M. López, a quien le encantaba la música. Carrillo, a base de esfuerzo formó una banda.

Otro personaje importante es el señor Ángel García Macías (nacido en la calle Vicente Guerrero, cercana al barrio El Encino en 1853, falleció en 1906), quien aprendió de su padre, de oído y por tradición oral, quien también era músico (Torre, 1986, pp. 17-29). Ángel García se inclinó por crear una pequeña orquesta con los jovencitos de dicha escuela. Los niños, una vez que terminaban su horario normal de clases, se quedaban a tomar clase en la academia, a ensayar y practicar.

Es de suponer que los tres se llevaban bien. El gremio de los filarmónicos era muy solidario; en distintos documentos aparecen como testigos en presentaciones matrimoniales, en los nacimientos de los hijos, en bodas e incluso en los decesos.23

Cabe subrayar que, en esos años entre 1881 y 1885, esa academia de música recibió distintos apoyos de parte del ejecutivo estatal. Encabezada por el progresista Francisco G. Hornedo, la Junta de Instrucción Pública al frente del entusiasta Carlos M. López y miembros del Congreso local, aprobó un presupuesto fijo para comprarles uniformes, además de que no pocos ciudadanos que pertenecían a familias prominentes de hacendados (Rodrigo Rincón Gallardo) y rancheros acomodados (José Bolado), comerciantes (Juan y Luis Aguilar) y con su debido espacio funcionarios públicos, donaron dinero para comprar instrumentos musicales, materiales diversos, métodos de estudio. Todos ellos amantes de la música y con ánimos de ayudar a los jóvenes imberbes (véase Ramírez, 2024).

Las agrupaciones (banda y orquesta) de la academia de música de la Escuela de Niños número 2 eran requeridas para amenizar serenatas en el Jardín de San Marcos -donde la gente paseaba mientras escuchaba la música-, en el salón de exposiciones donde en abril se verificaba la Exposición de la Función de San Marcos, en eventos políticos, en las premiaciones estudiantiles de fin de cursos del Instituto Científico y Literario, en el Liceo de Niñas, en escuelas públicas.

El doctor Jesús Díaz de León -casado con Ángela Bolado, por tanto yerno de José Bolado-, miembro de la elite, desde la tribuna de su periódico El Instructor, hizo una serie de elogios en favor de la academia de música: “En la escuela número 2 se ha inaugurado hace poco tiempo una clase de música vocal e instrumental que era una medida que reclamaba ya la dignidad del Estado y que honra mucho a los profesores y a los miembros de la Junta, que con tanto empeño, abnegación y sacrificios han llevado a cabo una mejora de tan alta importancia.” Hizo notar los adelantos en la clase de solfeo y emitió juicios sobre la orquesta y la banda. De la primera dijo: “La orquesta recién fundada y dirigida por el joven Ángel García, cuenta ya veintitrés alumnos y con un instrumental digno de llamar la atención.” De la segunda no se muestra tan optimista pero le otorga créditos: “La banda militar, si bien no estará llamada a ser de las primeras de su género, sí creemos que podrá ejecutar las mejores piezas del repertorio, delante de los aficionados y conocedores del arte.” Finalmente, reconoce los esfuerzos que hace el gobierno, la Junta de Instrucción Pública y particulares; de estos destacando las subvenciones mensuales de algunos benefactores destinadas a la compra de repertorios musicales e instrumentos requeridos por la orquesta y la banda.24

En septiembre de 1885 se realizaron los acostumbrados exámenes. La comisión integrada por Gustavo Puga y Aurelio del mismo apellido y Salvador Cornejo se declaró “profana” en la materia, esto es, no experta, y aun así informaron con cierto detalle. Mencionan en su reporte que fueron recibidos con música interpretada por la banda militar: el “himno de la Patria” y otras interpretaciones de piezas que no fueron especificadas. Los exámenes en dos partes, primero a los alumnos de la banda procediendo a un minucioso examen de música teórica y vocal, “obteniendo los niños que cursan esta cátedra distinguidas y honrosas calificaciones, singularizándose los apreciables jóvenes Rafael López, Alfonso Mejía, Ángel Nájera é Ygnacio Anguiano”. Comentan: “A continuación, fueron sinodados los alumnos que forman la Banda militar en sus respectivos instrumentos y como se comprende lo hicieron muy bien. Estos educandos poseedores de mayores conocimientos dejaron satisfecha á la relacionada Junta, asignándoles por sus estudios superiores y aprovechamiento, las mejores calificaciones.”25

Luego tocó el turno a los educandos de la naciente orquesta; la comisión manifestó:

nos es grato hacer un elogio especial de los aventajados alumnos Sres. Jesús Peña, Martin Aguilar, Ygnacio Anguiano y Esteban Díaz quienes ejecutaron con maestría un precioso cuarteto de Saxophones, en seguida ejecutaron notablemente bien los jóvenes Martin Aguilar, Esteban Díaz, Martin Anguiano y Pedro Ysordia un cuarteto de violines que, sin vacilar, y según nuestro pobre criterio fue lo mejor.

La comisión escuchó con beneplácito una obertura y otras piezas intituladas “Amour et Jalousie” “Autrefois” Flores de Otoño y Polka de los oficiales, ejecutadas por la orquesta. Después fueron examinados individualmente los alumnos que cursan ésta cátedra en sus respectivos instrumentos, siendo notables sus adelantos no obstante el poco tiempo de aprendizaje.26

Interpretaban mayoritariamente música de autores europeos, la llamada música de concierto, fragmentos de óperas, pero también música popular y, desde luego, el himno nacional mexicano.

VELADA MUSICAL EN CASA DE UNA FAMILIA PROMINENTE

Entre los meses de junio y julio de 1885, un grupo de periodistas de la Prensa Asociada Mexicana, por iniciativa de mister E. H. Talbott, director del periódico Railway Age de Chicago, realizaron una excursión por varias ciudades de Estados Unidos; en la comitiva iban el médico Manuel Gómez Portugal -medio hermano del joven y talentoso músico Daniel Gómez Portugal- y el farmacéutico Alcibíades González.27 Provenientes de la ciudad de México, en su paso por Aguascalientes, exactamente el día 19, “a la llegada del tren, los excursionistas fueron saludados por las acordes notas de la música de la escuela municipal de niños núm. 2, y el C. gobernador, acompañado del Sr. Jefe político y algunos señores diputados y particulares, pasaron a recibir a los dignos miembros de la prensa mexicana”.28

Pues bien, dos años más tarde, mister Talbott y su esposa pagaron la visita, estuvieron unos días en Aguascalientes, donde los llevaron a visitar los lugares más emblemáticos de la ciudad y sus cercanías; estuvieron, además, en dos tertulias en casas particulares, en la del matrimonio de Julio Pani Letechipía (hijo de un médico italiano, con estudios en Europa, hablaba varios idiomas, que vivían en la calle de San Diego) y Paz Arteaga Terán (mujer culta, sobrina del rico exgobernador y diplomático Jesús Terán Peredo) y en el hogar de la familia del doctor Jesús Díaz de León y su esposa, la artista plástica Ángela Bolado. Nos vamos a referir a esta velada, crónica escrita por el médico Manuel Gómez Portugal.

Jesús Díaz de León recibió a la pareja estadunidense, así como a invitados especiales, todos miembros de la elite local, y a nombre de los periodistas unidos de Aguascalientes, pronunció en su despacho un largo discurso en el que llamó a mister Talbott “huésped distinguido”, “digno caballero”, “noble amigo” que velaría por la unidad de los pueblos mexicano y estadunidense.29

El testimonio del doctor Gómez Portugal describe con detalles la elegante recepción, el esmerado servicio de té y finos bocadillos, la velada musical, las bebidas espirituosas, los brindis y, en general, el magnífico ambiente que privó en esa velada, la cual empezó a las 20:00 horas y se prolongó hasta la media noche. Podemos imaginar los preparativos de la reunión para que todo fuese elegante, gracioso y espléndido, pues querían lucirse ante los distinguidos visitantes y quedar bien con las amistades y parientes que les acompañaron.30

Ángela Bolado no sólo pintaba (Ramírez, 2019, pp. 153-194),31 también cantaba e interpretaba música clásica, como vimos, y de corte nacionalista, lo que nos habla de su refinada cultura musical:

El Sr. Lic. Cipriano Ávila ejecutó al piano algunas piezas de mucho mérito y entre ellas una que encantó a nuestros huéspedes: “Los Aires Nacionales” y que aplaudieron con entusiasmo. La Sra. Ángela Bolado de Díaz de León cantó un dúo de [La] Traviata32 en compañía del Sr. Bianchi, que fue recibido con aplausos frenéticos y marcadas muestras de satisfacción. En seguida se cantó “La golondrina” y el “Himno Nacional” que agradaron sobremanera a nuestros amables huéspedes.33

Interpretar música conmemorativa como “Los Aires Nacionales”, el “Himno Nacional”, y otras canciones patrióticas o de corte conmemorativo, se hacía -y se sigue haciendo- con el fin de fomentar el espíritu identitario; se buscaba “que calaran hondo en la sensibilidad de los escuchas y que les exacerbaran el sentimiento nacionalista” (Zárate, 2010, p. 36); de modo tal que promueve el sentido de reafirmación de los valores cívicos, pues tocan fibras sensibles y “contribuye a crear una atmósfera adecuada para exaltar un suceso o remembrar a un personaje” (p. 34). La familia Díaz de León Bolado y sus acompañantes fueron, podemos inferir, muy nacionalistas. Pero, como dice Verónica Zárate Toscano (2010): “Paradójicamente, la música genera, al mismo tiempo, una sensación de universalidad, de pertenencia al mundo civilizado [de ahí que Ángela Bolado interpretara La Traviata], sin dejar de lado ese sentimiento patriótico privativo de cada país” (p. 35).

Fragmentos de La Traviata, ópera romántica compuesta en la década de los cuarenta del siglo XIX por el italiano Giuseppe Verdi (Snowman, 2013, pp. 166 y 691), se interpretaba con frecuencia en las serenatas en Aguascalientes, así como en el teatro La Primavera y en la entrega de premios, al menos desde 1865.34

Respecto a los “Aires Nacionales”, también conocidos como “Ecos de México”, se refiere al repertorio de música popular compilada por el músico mexicano Julio Ituarte (1845-1905), “capricho de concierto cuyas melodías, una por una, despertaron en sus escuchas la más profunda añoranza y el más vasto de los orgullos nacionales”.35 Melodías como “El atole”, “El butaquito”, “El Palomo”, “Los enanos”, “El guajito”, “El murciélago”, entre otras que -como dijo el escritor decimonónico Ignacio Manuel Altamirano- “saben herir las fibras del corazón del pueblo” (Zárate, 2010, p. 33).36 La partitura fue comercializada por la compañía H. Nagel Suc.

Por otro lado, como hemos dicho, las mujeres ocuparon un lugar de privilegio, tocar al piano y cantar en las casas de familias acomodadas era expresión de lo galante y el buen gusto, era algo común en un evidente proceso de secularización, advierte Arturo Camacho Becerra (2013, pp. 251-253);37 con frecuencia las reuniones se organizaban alrededor de este instrumento. Nos dice Ricardo Miranda (2010b): “Porque sólo iban a las tertulias los conocidos, gente de ‘buen tono’, familiares cercanos, amigos de la familia, gente de bien o personas con quienes pudiera o debiera fraguarse alguna relación ventajosa… los salones de las casas se convirtieron en un espacio privilegiado” (p. 15). No sólo las señoras y señoritas de la casa tocaban el piano, el violín o la guitarra y mostraban sus encantos, también sus allegadas; incluso los hombres “interesados en la música se esperaba que tocaran instrumentos de viento” (Medrano Ruiz, 2021, p. 107). “En ocasiones algún invitado también deleitaba a la concurrencia” (Miranda, 2010b, p. 16), tal como ocurrió con el señor Bianchi.38

Volviendo a la velada musical en honor a mister Talbott, al final de esta se sirvió el té para luego pasar a las bebidas alcohólicas, en medio de la charla embriagadora. Desde luego cuando partieron de Aguascalientes, en su vagón de lujo particular, fueron despedidos en la estación del ferrocarril; la esposa del estadunidense, emocionada y conmovida hasta las lágrimas por el detalle, afirma Gómez Portugal, “llorando como un niño, fue a encerrase a su gabinete porque no podría soportar aquella triste separación”.39

Esta velada musical, en casa de una familia de la elite local, es una ventana a la vida social, con sus reglas de cortesía, la etiqueta, las pláticas, la galantería, los discursos, recitar poesía, pero también a la música y al mundo de las emociones y los afectos, pues tocaron al piano, cantaron y departieron miembros de las principales familias mientras convivían con un par de extranjeros.

SURGE LA ACADEMIA MUNICIPAL DE MÚSICA

Fue hasta 1885 cuando el ejecutivo estatal, encabezado por Francisco Gómez Hornedo Bengoa (esposo de Josefa Bolado Macías, con quien casó en 1878; era, por tanto, yerno de José Bolado), lanzó la iniciativa para que el Congreso local aprobara la fundación de una Academia Municipal de Música, dado que se partía de la idea de que el Estado tenía “la necesidad y conveniencia” de organizarla. Se recurría, una vez más, al discurso civilizador. Esto es, se trataba de una iniciativa gubernamental para satisfacer “el pensamiento de este vecindario”, dado que “hay en el orden social y material de los pueblos, reformas que una vez implantadas arrastran forzosas consecuencias que enlazan la necesidad de proporcionar todo aquello que concurra que el pensamiento iniciado alcance la forma conveniente y produzca los resultados que de él se esperan”. El argumento principal: se necesitaba contar con un conservatorio y una orquesta que acompañara las artes escénicas.40 Los diputados señalaban: “¿Qué sería de nuestro Teatro si no se procurara fundar una academia que impulse los estudios del divino arte, que es el auxiliar poderoso e indiscutible tanto para la representación como para todos los actos a que está dedicado aquel edificio?”40 Era preciso, por tanto, contar con una orquesta que auxiliara las representaciones escénicas. Los congresistas pensaron en que el piano e instrumentos musicales de otros establecimientos pudieran pasar a la Academia Municipal de Música, y si un día esta se clausuraba, regresarían de donde fueron tomados. Se pensó en incrementar el apoyo presupuestal a la Junta de Instrucción Pública con el fin de pagar un director que organizara la academia y las cátedras a impartir. La propuesta fue firmada por Rafael Sagredo (comerciante y miembro de la elite), diputado suplente, P. Maldonado, G. Dávila e Ignacio N. Marín (director del Instituto de Ciencias), diputado propietario. Asimismo, fue sancionada por Juan Aguilar, comerciante, hacendado y diputado suplente.

El decreto de fundación de la Academia Municipal de Música es el número 371, fue expedido por la legislatura local a nombre del pueblo de Aguascalientes y constó de dos artículos:

Artículo 1° Se establece en esta ciudad, una academia de música vocal e instrumental, bajo la vigilancia de la Junta Directiva de Instrucción del Estado, a cuyo efecto se aumenta en 800 $ anuales la subvención acordada a la junta en el presupuesto vigente.

TRANSITORIO

Artículo 2° El Ejecutivo expedirá los reglamentos necesarios, pudiendo disponer, si lo estima conveniente, del instrumental y piano que existe en el Instituto Científico y Literario de esta capital.42

El gobierno de Francisco G. Hornedo y la legislatura local decidieron sacrificar la academia de música para jóvenes humildes de la Escuela de Niños número 2 y en su lugar se creó la Academia Municipal de Música a la que podrían acceder miembros de todas las clases sociales, con una estructura más definida. Aunque se fundó mediante decreto en 1885, tardó casi dos años en arrancar de manera formal.

Cuando a principios de 1887 el talentoso músico y compositor zacatecano Fernando Villalpando fue nombrado por el gobierno del estado de Aguascalientes director de la Academia Municipal de Música y catedrático de música en el Liceo de Niñas, se acudió de nueva cuenta al argumento civilizatorio, al decir que con ello coadyuvaba “al rápido progreso de un ramo de tanta importancia para la educación de la juventud, esencialmente para la de la mujer”.43 En ese orden de ideas, el señor José Bolado, a la sazón presidente municipal, rindió un informe en octubre de ese mismo año en que dijo: “Siguiendo el espíritu de progreso y civilización, el Ayuntamiento subvencionó con $400 anuales a la Academia de Música establecida en esta ciudad, cuyos adelantos en este divino arte satisfactoriamente se notan en los alumnos, debido al señor Fernando Villalpando profesor entendido que los dirige.”44

En lo que atañe al Liceo de Niñas, institución de educación femenina donde se impartía la clase de piano, Jiménez Casillas (2021) logró reconstruir, en parte, los ideales culturales y gustos musicales de la elite local, ya que localizó en los archivos de Aguascalientes varios recibos y facturas que dan cuenta de la compra de partituras a la compañía editora de música Durand Schoenewerk, establecimiento ubicado en “4 Place de Madeleine”, en la cosmopolita ciudad de París, que vendía música de autores franceses, alemanes, ingleses, españoles, italianos, rusos, etc. En el repertorio que Jiménez encontró, se advierte entre los compositores a muchos autores franceses de la segunda mitad del siglo XIX -algunos de ellos poco conocidos en nuestro país- y también autores de renombre internacional como Jean Baptiste Lully, George Friedrich Händel, Luigi Boccherini, Carl María Von Weber, Robert Schumann, Richard Wagner, Anton Rubinstein, entre otros. Entonces, se desprende que las alumnas, al tocar e interpretar dicho repertorio, sobre todo en las fiestas anuales de distribución de premios, contribuyó a moldear su educación musical pianística, así como el gusto por este tipo de música, dado que acudían a las presentaciones autoridades políticas y educativas, así como amistades que pertenecían a familias prominentes de la localidad (pp. 71-80).

Pero el gusto por la música de concierto también se manifestó en los distintos niveles jerárquicos de los grupos, como fue el caso de los artesanos y la clase trabajadora en la academia de música de la Escuela de Niños número 2, fundada para jovencitos pobres con la idea que tuvieran un oficio y defenderse en la vida.

CONSIDERACIONES FINALES

Hammeken (2018), quien sigue a Elias, precisa que el proceso civilizatorio es el resultado de “una compleja red de movimientos, planes y acciones de distintos actores sociales interdependientes entre sí. Cuanto más densa es esta red, más rápidamente avanza el proceso” (p. 48)

Por otro lado, Díaz-Santana (2023) sostiene -y estamos de acuerdo con su conjetura- que no hay un límite claro entre la música culta o de concierto y la llamada popular, en la segunda mitad del siglo XIX; no obstante, “la riqueza, originalidad, invención y diversidad de la música mexicana es extraordinaria” (p. 11), que constituye una especie de paisaje sonoro que aparece una y otra vez al ser parte fundamental de la vida cotidiana, tanto en la fiesta como en eventos solemnes. Un fenómeno semejante estaba ocurriendo en Europa hacia 1850. Se transformaba la cultura musical, por un lado, la música clásica alcanzaba un estatus hegemónico y, por el otro, se organizaban conciertos para el gran público; se establecía una dicotomía entre las músicas consideradas “ligera” y la “seria” en relación con las nociones de “canciones populares” y “clásicas” (Weber, 2011, p. 13).

El propósito de este trabajo fue probar que ciertos individuos pertenecientes a una grupo o clase social (no necesariamente de la elite) participaron de esa transformación en una dirección determinada, sin un plan previo pero siguiendo un orden peculiar; que quienes vieron con buenos ojos la creación de sociedades filarmónicas (tanto la integrada por miembros de familias prominentes como la compuesta por integrantes de artesanos); que quienes promovieron la creación de instituciones educativas como la academia de música en la Escuela de Niños número 2, la Academia Municipal de Música, la cátedra de música en la Escuela de Agricultura (luego Instituto Científico y Literario, después Instituto de Ciencias de Aguascalientes), clase de piano y música vocal en el Liceo de Niñas, constituyeron una suerte de sociabilidad.

En este texto tratamos de mostrar cómo, en un contexto histórico concreto y específico, los distintos grupos sociales, en función de su estructura y valores culturales, participaron de un cierto gusto musical. Por un lado, se establecieron relaciones horizontales con sus pares o iguales, la llamada “gente de tono” o de sociedad, en las tertulias y veladas músico-literarias de carácter privado, así como las celebradas en eventos solemnes, a las que acudían no sólo mujeres de clase alta, sino de distintas clases sociales, incluso de escasos recursos.

Coincidimos con Esparza Jiménez (2007), quien ubica a la música y al teatro entre las diversiones “civilizadas” en el siglo XIX, como símbolo de progreso y del espíritu moderno; los intelectuales de la época y la elite cultural le atribuyeron una misión civilizadora, incluso moralizadora (pp. 182-187).

Fue nuestro cometido, en resumidas cuentas, dar cuenta del pasado histórico musical de Aguascalientes en el periodo 1867-1887, en tanto parte del proceso civilizatorio. La iniciativa de algunos individuos y grupos sociales, el apoyo del Estado y algunas instituciones educativas, en mutua interdependencia y relaciones, contribuyeron a ello.

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* Esta investigación es financiada por la Universidad Autónoma de Aguascalientes, con el registro PIH 23-3.

1 Schuman (2006) hace un símil gastronómico: un aperitivo pretende estimular, abrir el apetito, y esa es precisamente la función de la obertura; el platillo fuerte es la sinfonía; y el postre, el final. En los programas del siglo XIX, sobre todo de carácter popular, no había más que aperitivos y postres. Una obertura, por tanto, es una pieza de concierto ejecutada en un acto público, abierto a todas las clases sociales.

2En esa época el gusto por la música del piano era muy importante. Repara en los rasgos de la historia de la música en sus distintas etapas: escuela clásica, escuela romántica, para enmarcar el tránsito que experimentó Herz del clasicismo al romanticismo y el poder de seducción sobre la elite política y cultural mexicanas. Logra contextualizar a Herz con otros músicos de su época: Chopin, Schumann, Rossini, Beethoven, para descubrir tanto sus carencias y falsedades como sus virtudes.

3“Asociación Filarmónica”, La Libertad de México, 12 de julio de 1868, p. 4.

4Oficio de la sección 2ª del Gobierno del estado dirigido al presidente de la Junta de instrucción, informando que el día 24 de octubre el congreso aprobó el gasto de $100 pesos para el presidente de la sociedad filarmónica para la compra de instrumentos, 1868, fondo Poder Educativo, Educación, caja 1, exp.18, f. 57. Archivo Histórico del Estado de Aguascalientes (en adelante AHEA), México.

5Oficio que envían José María Carrillo y otros, dirigido al Lic. Benito O. López dando autorización para vender los instrumentos de la corporación filarmónica en $120. Esos primeros instrumentos que existieron en la Sociedad Filarmónica fueron vendidos, en ese mismo año, cuando se instauró la clase de música en la Escuela de Niños núm. 2, donde estuvo también involucrado José María Carrillo, 1882, fondo Poder Ejecutivo, Educación, caja 7, exp. 1, f. 4. AHEA, México.

6El licenciado Candelario Medina fue notario o escribano público; para 1885 se desempeñaba como secretario de gobierno en la administración de Francisco G. Hornedo; ese año figura Pedro S. Medina como prefecto, profesor y director de la orquesta del Instituto Científico y Literario. Véase datos estadísticos en R. A. Espinosa, “Correspondencia especial de El Monitor”, El Monitor. Diario del Pueblo, México, 17 de noviembre de 1885, pp. 1-3. Consultado en la Hemeroteca Nacional Digital de México (HNDM), http://www.hndm.unam.mx.

7De 1851 a 1892 se llevaron a cabo las exposiciones donde se premiaban objetos relacionados con la industria, la minería, el comercio y las artes, durante la feria o temporada de San Marcos, en un salón que se diseñó exprofeso para ello a un lado del templo del mismo nombre, que tenía como finalidad proyectar una imagen de civilidad, progreso y modernidad. Fue un proyecto de la elite política y cultural encabezada por los liberales. véase Terán Fuentes (2015).

8Para mediados del siglo XIX “no existía en América el concepto moderno de orquesta sinfónica”, dice Michael Broylen, Music of the Highest Class, citado en nota a pie por Medrano Ruiz (2021, p. 107); y agrega que “el ensamble instrumental más común era la banda militar en la que, por supuesto, no había cabida para la mujer”.

9Notas mecanoscritas, elaboradas por Alejandro Topete del Valle, quien las tomó de El Republicano. Periódico oficial del Gobierno del Estado, Aguascalientes, 29 de abril de 1869, 1869-1900, Función de San Marcos, fondo Alejandro Topete del Valle, caja 46, exp. 3378, f. 3f. Archivo Histórico del Instituto Cultural de Aguascalientes (en adelante AHICA), México.

10Notas mecanoscritas, elaboradas por Alejandro Topete del Valle, quien las tomó de El Republicano. Periódico oficial del Gobierno del Estado, Aguascalientes, 29 de abril de 1869, 1869-1900, Función de San Marcos, fondo Alejandro Topete del Valle, caja 46, exp. 3378, f. 5f. AHICA, México.

11“Escuela pública de música”, El Republicano, 15 de diciembre de 1872, p. 4.

12Carlos M. López, “Informe del presidente de la Junta de Instrucción”, El Republicano, 5 de diciembre de 1880, p. 3.

13Carlos M. López, “Informe del presidente de la Junta de Instrucción”, El Republicano, 5 de diciembre de 1880, p. 3.

14“Distribución de premios”, El Republicano, 5 de diciembre de 1871, p. 4.

15“Sociedad filarmónica de Santa Cecilia”, El Republicano, 28 de octubre de 1872, p. 4.

16“Compañía dramática”, El Republicano, 18 de julio de 1872, p. 4.

17“La compañía lírico-dramática”, El Republicano, 22 de agosto de 1880, p. 2.

18“La compañía lírico-dramática”, El Republicano, 22 de agosto de 1880, p. 2.

19Aunque algunos escritores han construido para el siglo XX la imagen del barrio de Triana como el más castizo, de gente brava y personajes pintorescos como locos, artistas, intelectuales y toreros, Víctor González Esparza (2018) encontró en documentos parroquiales que, en la época colonial, en dicho barrio hubo población empobrecida, de raza negra, tanto esclava como libre, mulatos y otras castas (coyotes, lobos), así como indígenas y mestizos. Para el tema del taller e imprenta El Esfuerzo en los años de 1860 a 1870, donde trabajaban artesanos y obreros, véase a Martínez González (2021, pp. 227-261). Para las leyendas relacionadas con el barrio de Triana, muy castizo, gitano, mujeres audaces, hombres valientes, locos, pulquerías y expendios de comida circunscritas a los años sesenta del siglo XIX, véase Appendini (2003, pp. 36-48).

20Informe que rinde el preceptor de la Escuela de Niños núm. 2 y sus anexos, 1884, fondo Poder Ejecutivo, sección Educación, serie Escuelas Públicas, caja 9, exp. 29, Aguascalientes, f. 2vta. AHEA, México.

21En la ciudad de México se fundó en 1858 una Academia Municipal de Música y Dibujo, dedicada a la enseñanza de la música para “las clases pobres”, misma que fue incorporada en 1866 a la Sociedad Filarmónica Mexicana, véase Chaoul (2014, p. 390). También en Guadalajara hubo una academia de música particular fundada por Jesús González Rubio (1805-1874) en 1842, en la que acogió a estudiantes jóvenes talentosos y de escasos recursos a quienes dio casa, vestido y sustento, que luego descollaron por su trayectoria, como fueron los casos de Cruz Balcázar (1826-1870) y Clemente Aguirre (1828-1900), véase Camacho Becerra (2013, pp. 273-276).

22Informe que rinde el preceptor de la Escuela de Niños núm. 2 y sus anexos, 1884, fondo Poder Ejecutivo, sección Educación, serie Escuelas Públicas, caja 9, exp. 29, Aguascalientes, f. 10f. AHEA, México.

23En el nacimiento de Benito Carrillo Carrasco, hijo de José María Carrillo e Hilaria Carrasco, en 1886 fueron testigos los filarmónicos Ángel García y Juan Castañeda. Registro de nacimiento de Benito Carrillo Carrasco, 1886, Nacimientos, vol. 40, f. 69f. Archivo de la oficialía del registro civil, antes Juzgado del Estado Civil, Aguascalientes, Ags., https://www.familysearch.org/; Registro de defunción de José María Carrillo Valadez, 1899, Defunciones, vol. núm. 68, f. 33f. Archivo de la Oficialía del Registro Civil, antes juzgado del estado civil de Aguascalientes, Ags. Falleció en la calle de Hospitalidad, donde se ubicaba la Academia de Música Municipal; lo presentó Ángel García Macías, https://www.familysearch.org/

24“Academia de Música”, El Instructor, 1 de octubre de 1884, p. 8.

25Informe sobre los exámenes practicados en la Academia de Música vocal e instrumental anexa a la Escuela de Niños núm. 2, 9 y 10 de septiembre de 1885, fondo Poder Ejecutivo, sección Educación, caja 11, exp. 3. AHEA, México.

26Informe sobre los exámenes practicados en la Academia de Música vocal e instrumental anexa a la Escuela de Niños núm. 2, 9 y 10 de septiembre de 1885, fondo Poder Ejecutivo, sección Educación, caja 11, exp. 3. AHEA, México.

27Crónica detallada del recorrido, ciudades que visitaron, recepciones (muchas de ellas con música, por cierto), Bianchi (1887).

29Manuel Gómez Portugal, “La recepción de Mr. Talbott”, El Instructor, 1 de noviembre de 1887, pp. 6-11.

30Manuel Gómez Portugal, “La recepción de Mr. Talbott”, El Instructor, 1 de noviembre de 1887, pp. 6-11.

31En su trayectoria como artista plástica con apoyo del esposo.

32La Traviata (en español La Extraviada), ópera en tres actos estrenada en 1853, música de Giuseppe Verdi, libreto de Francesco María Piave.

33Manuel Gómez Portugal, “La recepción de Mr. Talbott”, El Instructor, 1 de noviembre de 1887, pp. 6-11.

34“Programa de la serenata de esta noche”, La Libertad de México, 20 de agosto de 1865, p. 4; “Programa de la serenata de esta noche”, La Libertad de México, 3 de septiembre de 1865, p. 4; “Teatro”, El Calavera, 12 de octubre de 1865, p. 4; “Programa para la solemnidad de la repartición de premios, acordado por la Junta de Exposición”, El Republicano, 25 de abril de 1867, p. 3.

35“Don Julio Ituarte fue uno de los primeros virtuosos notables que tuvo México. Pianista de altos vuelos, ayudó en la República restaurada al establecimiento de la vida musical, lo mismo como maestro de piano que como director de coros de aficionados que una y otra vez dirigió en conciertos populares” (Miranda, 2010a, p. 58). Semblanza más amplia en que viene estudios, formación, trabajos, repertorio musical de Ituarte, en Pereyón (2007, pp. 523-524).

36Originalmente publicado como artículo de periódico, “Revista de la semana”, El Siglo XIX, 20 de septiembre de 1870.

37El autor advierte que la música se enseñaba -impartida por profesores- en colegios, en las casas, con el apoyo de tratados y revistas que se publicaban.

38Alberto G. Bianchi (1859-1904) fue escritor, periodista y dramaturgo; estuvo encarcelado durante el gobierno del presidente Sebastián Lerdo de Tejada en 1876, por poner en escena la obra Martirio del pueblo, en donde criticaba la leva; fue el cronista de la Prensa Asociada Mexicana en la excursión a Estados Unidos en 1885. Véase Adame (2023, nota a pie 213, p. 178); Ruiz y Márquez (2000, p. 117).

39Manuel Gómez Portugal, “La recepción de Mr. Talbott”, El Instructor, 1 de noviembre de 1887, pp. 6-11.

40“Sesión del congreso”, El Republicano, 12 de marzo de 1885, p. 2.

41“Sesión del congreso”, El Republicano, 12 de marzo de 1885, p. 2.

42“Congreso del Estado”, El Republicano, 29 de marzo de 1885, p. 2.

44Informe de José Bolado, presidente municipal de Aguascalientes para la memoria administrativa del ejecutivo estatal, fondo Secretaría General de Gobierno, caja 6, exp. 22, 1887, foja 144 f. AHEA, México.

Recibido: 04 de Marzo de 2024; Aprobado: 26 de Julio de 2024

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Doctor en Historia del Arte por la UNAM. Profesor-investigador de tiempo completo de la UAA. Líneas de investigación: historia del arte; historia de la educación; historia de la prensa; historia de la música.

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