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Secuencia

versión On-line ISSN 2395-8464versión impresa ISSN 0186-0348

Secuencia  no.121 México ene./abr. 2025  Epub 31-Mar-2025

https://doi.org/10.18234/secuencia.v0i121.2241 

Artículos

Celulosa Argentina durante la última dictadura militar (1976-1983). Conflictividad, represión, disciplinamiento y reestructuración

Celulosa Argentina During the Last Military Dictatorship (1976-1983). Conflict, Repression, Discipline and Restructuring

1CONICET/Investigaciones Socio-históricas Regionales Universidad Nacional de Rosario, Argentina carminatiandres@hotmail.com


Resumen:

En este trabajo procuro indagar sobre la conflictividad obrera y las diferentes modalidades que asumió el disciplinamiento y la represión en la planta principal de la empresa Celulosa Argentina durante la última dictadura militar (1976-1983). A partir del estudio de caso, reconstruyo y periodizo diferentes conflictos obreros y episodios represivos en la fábrica. Asimismo, busco articular estos procesos con las coyunturas político-económicas y la reestructuración de la rama papelera durante dicho periodo. Si bien se trata de una las fábricas papeleras más importantes del país, ha sido escasamente estudiada. El trabajo constituye un aporte que amplía, complejiza y enriquece la historia de la clase trabajadora de Argentina durante la última dictadura militar.

Palabras clave: Celulosa Argentina; clase trabajadora; dictadura; conflictividad; Gran Rosario

Abstract:

In this paper, I examine worker conflict and the different types of discipline and repression in Celulosa Argentina’s main factory during the last military dictatorship (1976-1983). Based on a case study, I reconstruct and periodize various worker conflicts and repressive episodes in the factory. I also attempt to link these processes to the political-economic circumstances and the restructuring of the paper industry during this period. Although this is one of the most important paper mills in the country, it has scarcely been studied. This paper is a contribution that broadens, complexifies and enriches the history of the working class in Argentina during the last military dictatorship.

Keywords: Celulosa Argentina; working class; dictatorship; conflict; Gran Rosario

La zona norte del Gran Rosario es uno de los polos industriales más importantes de Argentina. Ya desde la década de los años treinta comenzaron a radicarse algunas grandes empresas que dieron una decidida identidad industrial a la región, que se acentuaría a partir de los años cincuenta. Entre las fábricas más importantes se destaca la planta Celulosa Argentina, instalada en la localidad Capitán Bermúdez en 1930. La misma llegó a ocupar cerca de 5 000 personas, entre técnicos, obreros, empleados y contratistas. En este trabajo procuro indagar sobre la conflictividad obrera y las diferentes modalidades que asumió el disciplinamiento y la represión en la fábrica durante la última dictadura militar (1976-1983). Asimismo, busco articular estos procesos con las coyunturas político-económicas y la reestructuración de la rama papelera durante dicho periodo. Para ello, me valdré de una diversidad de fuentes: prensa periódica, memorias y balances de la empresa, partes diarios de la División Investigaciones de la policía santafesina, alojados en el Archivo Provincial de la Memoria de Santa Fe, materiales del fondo Dimase resguardados en la biblioteca del CEIL/CONICET, prensa de organizaciones de izquierda y entrevistas personalizadas.

Si bien los estudios sobre clase trabajadora y dictadura militar nunca ocuparon el centro de los intereses de quienes han estudiado el periodo, podemos afirmar que hoy tienen una presencia relevante.1 A los clásicos estudios de la década de los años ochenta del siglo pasado (Abós, 1984; Falcón, 1994; Fernández, 1984; Pozzi, 1987) -luego de un interregno de escasa producción teórica durante los noventa- se les ha incorporado un importante número de trabajos, cuyo rasgo distintivo es el abordaje regional y los estudios de caso. De conjunto, nos permiten recorrer los principales centros industriales del país, en una amplia variedad de establecimientos y lugares de trabajo durante el periodo (Barragán, 2021; Bretal, 2019; Dicósimo, 2016; Ghigliani, 2012; Gresores, 2001; Lorenz, 2007; Ortiz, 2019; Rodríguez Agüero, 2018; Schneider, 2003; Zapata, 2018; Zorzoli y Massano, 2021). También, los trabajos cuyo objetivo fundamental ha sido el de desentrañar la responsabilidad empresarial en el terrorismo de Estado, contribuyeron a reconstruir los procesos represivos y, muchas veces, la conflictividad en distintas empresas. En esta temática fue pionero el estudio de Victoria Basualdo (2006), cuya línea de investigación fue profundizada luego en diversos trabajos y en dos voluminosos tomos que abordan 22 casos a lo largo y ancho del país (Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación et al., 2015). Mi producción no escapó a esta marca de época, ya que el eje central de mi investigación ha sido la región del Gran Rosario (Carminati, 2018b). En este trabajo, me propongo reducir la escala de análisis y detenerme en un caso particular.

La pertinencia de un estudio focalizado en la planta Celulosa Argentina de Capitán Bermúdez se justifica por diversas cuestiones. Por un lado, se trata de una fábrica con una larga trayectoria que está cercana a cumplir un siglo de funcionamiento ininterrumpido. Su instalación tuvo un impacto regional indudable, tanto para la localidad semirrural, donde está asentada, como para Rosario y sus alrededores. A la par, la fábrica tiene una clara trascendencia nacional, debido al carácter de industria básica, definida como estratégica en diversos periodos del desarrollo argentino (Odisio y Rougier, 2021). Según Martín Schorr (2021), es una de las empresas “perennes” de la industria argentina. Es decir, de aquellas que formaron “parte del panel de las 100 industriales de mayores ventas del país en 20 o más años del periodo 1976-2001” (p. 303). No obstante, hay escasos estudios sobre la empresa de manera particular, y muchos menos que se ocupen de las experiencias de las y los obreros que trabajaron allí o del sindicato en el que se nuclearon.

Por otro lado, el estudio del caso en el periodo seleccionado, permite echar luz sobre procesos conflictivos prácticamente ignorados, que resultan relevantes a la hora de pensar la historia de la clase trabajadora del Gran Rosario, pero también de Argentina. Tanto desde un sentido circunscripto al régimen dictatorial, como también para trazar líneas de ruptura y continuidad con el periodo anterior y posterior. Pese a que se acerca el 50 aniversario del inicio de la última dictadura, las consecuencias sociales, políticas, económicas y represivas del régimen militar siguen siendo debatidas intensamente, tanto en espacios académicos como políticos y sociales. Por ello, no resulta inocua la pregunta sobre la represión, el disciplinamiento y la conflictividad obrera a partir del golpe. El viejo debate sobre la “inmovilidad” (Delich, 1982) o “resistencia” (Pozzi, 1987) se ha visto reactualizado en los últimos años a partir de la publicación de algunos trabajos, apoyados fundamentalmente en fuentes orales, que sostienen la tesis del consentimiento obrero y la “aceptación cultural” al régimen.2 En este sentido, la indagación en profundidad a partir de un estudio de caso, permite complejizar y enriquecer el conocimiento sobre la clase trabajadora en dictadura. Asimismo, la reducción de la escala de análisis nos habilita a conocer procesos represivos prácticamente ignorados y que permanecen por fuera de los calendarios de memoria y del radar judicial. A partir de algunos episodios reconstruidos en esta investigación, cabe la pregunta: ¿se puede incluir el caso Celulosa Argentina en la lista de empresas con responsabilidad en la represión a sus trabajadores durante la dictadura?

Finalmente, el trabajo sobre esta gran empresa, favorecida a lo largo de décadas por diversos programas estatales, y perteneciente al selecto grupo de firmas beneficiadas con la estatización de su deuda, permite observar las formas y tiempos que asumió la reestructuración capitalista a mediados de la década de los años setenta y las disputas entre capital y trabajo que tuvieron lugar entonces.

EL GIGANTE DE PAPEL

La instalación de Celulosa Argentina, S. A. data de principios de la década de los años treinta del siglo XX. La sociedad se constituyó en febrero de 1929 por un grupo de empresarios rosarinos, presidido por Eugenio Vogt y Juan Tamburini. A los pocos meses, la compañía adquirió las instalaciones y terrenos que habían pertenecido a una antigua destilería, en el pueblo Juan Ortiz -desde 1950 rebautizado como Capitán Bermúdez- ubicado 15 km al norte de la ciudad de Rosario, provincia de Santa Fe. Dos años después, la planta se puso en marcha con maquinarias importadas de Europa. Durante las primeras décadas, la fábrica produjo pasta de celulosa con paja de trigo y lino, materia prima abundante en la zona y que permitía reemplazar la escasez de maderas de fibras fuertes en el país. Con este novedoso método, emulado de una fábrica italiana de la región abruzzesa,3 la empresa se convirtió en la primera del país en elaborar pasta de celulosa, además de papel. Hasta ese momento sólo se producía con celulosa importada y recortes. A su vez, la firma aprovecharía los excedentes de producción del electrólisis y empezó a producir hipoclorito de sodio, ácido clorhídrico, soda concentrada y sal fina.

Muy tempranamente se observan dos tendencias que distinguen a la empresa: una rápida expansión que la llevaría a controlar gran parte de la producción papelera del país, y una búsqueda por integrar el proceso productivo de manera vertical y horizontal. Ese comportamiento puede estar dado, en parte, por el carácter de industria básica, que requiere un alto grado de inversión de capital y escalas de producción elevadas para operar de manera eficiente. La inversión tecnológica y la integración resultan fundamentales para la rentabilidad y competitividad de estas ramas industriales (Schvarzer y Orazi, 2006).

Para 1930 ya se evidenciaba en la misma rama una tendencia hacia la concentración y cartelización. En 1926 se había fundado la empresa Papelera Argentina, S. A., como resultado de la fusión de tres empresas (Badoza y Belini, 2013, p. 126). Poco tiempo después, los contactos entre los directivos de Papelera y Celulosa culminaron con la incorporación de directivos de la primera, y su controlante, Compañía General Fabril Financiera, en el directorio de la segunda. A partir de allí, firmarían un primer acuerdo de reparto del mercado y especialización productiva (Lajer Barón y Tempestoso, 2010). En 1938, Papelera le transfirió a Celulosa la propiedad de un pequeño establecimiento papelero situado en Andino, vecino al pueblo Juan Ortiz y la fábrica de Zárate, una de las más grandes del país en el rubro (Nespral, 1980). Ese mismo año, con el concurso de la química Duperial y otras firmas, la empresa participó en la fundación de Electroclor, S. A., vecina de la propia fábrica de Capitán Bermúdez, para aprovechar los excedentes del cloro de la producción de celulosa. Por otra parte, en ese periodo, Celulosa inició sus primeras experiencias en forestación para proveerse de materia prima. En 1937 adquirió tierras en el Delta del Paraná, en las cercanías de la fábrica, y en Andino, donde se plantaron pinos, sauces, eucaliptos y álamos. A su vez, comenzó sus exploraciones en la provincia de Misiones, que se convertiría en el espacio privilegiado de los esfuerzos forestales de la empresa.

Durante la década de los años cuarenta, la firma continuó absorbiendo potenciales competidores. En 1947 adquirió la planta de la Papelera del Norte, de la provincia de Tucumán, donde se aprovecharía el bagazo de la caña de azúcar para producir papel. Al año siguiente se sancionó la primera ley para regular la actividad de explotación forestal, que pretendía “establecer los criterios de la explotación racional”, e incluía incentivos para estas explotaciones, con importantes exenciones impositivas y créditos (Lajer Barón y Tempestoso, 2010). Ello permitió la intensificación de las tareas de forestación en Misiones, donde la firma instalaría una nueva planta de celulosa.

En 1957, la industria celulósica fue declarada de “interés nacional”, y a partir de 1958 fue uno de los sectores beneficiados por regímenes de promoción industrial, que contenían exención de derechos aduaneros a la importación de maquinaria y equipo, deducciones impositivas y la posibilidad de amortizar dos tercios del valor del equipo en la mitad de su vida útil (decretos 8141/61 y 2077/62) (Lajer Barón y Tempestoso, 2010).

En la década de los años sesenta culminó la fusión entre Celulosa y Papelera Argentina y el conglomerado se amplió incorporando otras fábricas de rubros afines, como el cartón corrugado, bolsas industriales e incluso la industria gráfica.

Durante el tercer gobierno peronista (1973-1976), la industria papelera y forestal formaron parte del denominado “Plan Trienal”, que en el área procuró fomentar la forestación y la promoción de plantas integradas de papel (Odisio y Rougier, 2021, p. 248). Allí se presentaron dos grandes proyectos de inversión, que serían aprobados durante los primeros meses de la última dictadura militar: Celulosa Puerto Piray -que no llegaría a concretarse- y Alto Paraná, S. A., la mayor productora de celulosa del país. En esta última había participación de varias firmas de la rama, lideradas por Celulosa Argentina, que tenía 30% de las acciones.

De conjunto, el periodo 1960-1974 había resultado el de mayor crecimiento histórico del sector en su historia. La expansión de la demanda, que pasó de 20 a 35 kg por año por habitante, y las políticas estatales de fomento a la inversión y de protección del mercado interno son algunas de las claves para comprender lo ocurrido durante ese lapso (Bercovich y Chidiak, 1995).

Antes de la dictadura, la rama papelera estaba controlada totalmente por capitales argentinos (Celulosa y Schcolnik) y la primera formaba parte de uno de los quince grupos económicos más grandes del país, con catorce empresas controladas y vinculadas (Odisio y Rougier, 2021, p. 222). Hacia 1980, el conglomerado de Celulosa Argentina contaba con cinco establecimientos industriales papeleros: las plantas de Capitán Bermúdez y Andino en Provincia de Santa Fe, Zarate y Bernal en Provincia de Buenos Aires, y Puerto Piray en Misiones. Según la compañía, ello le daba una capacidad que representaba 56% de la pasta celulósica y 33% de los papeles, cartulinas y cartones producidos en el país anualmente (Nespral, 1980, p. 141). A su vez, la empresa producía cerca de 45% de la sosa cáustica y el hidrógeno del país. La estructura forestal, como hemos dicho, era muy importante. Según la historia oficial de la empresa, para ese periodo ya contaba con 100 000 hectáreas aptas para la forestación y ganadería en diferentes puntos del país, donde se habían plantado unos 54 000 000 de árboles.4 Por otro lado, controlaba un número importante de empresas de diversos rubros que tendían a integrar el proceso de manera vertical y horizontal. La química Electroclor, S. A.; Witcel, S. A., que producía papeles especiales y cartulinas; Cartonex, S. A.; Fabi, S. A.; Arriazu, Moure y Garrasino, S. A., productora de maderas terciadas y aserradas. También la Compañía Victoria, S. A., para actividades de tipo inmobiliario, la Editorial Crea, S. A. y Facema, S. A.

No obstante, mientras la empresa celebraba su 50 aniversario y editaba un voluminoso libro conmemoratorio, el conglomerado iniciaba una severa crisis que lo colocaría al borde de la quiebra. En su historia oficial aseguraban que el proyecto de Puerto Piray “no se hubiera podido empezar a concretar antes de que se modificaran las condiciones políticas y económicas que imperaban en el país hasta los primeros meses de 1976” (Nespral, 1980, p. 102); es decir, antes de la dictadura. Y si bien la empresa recibía grandes beneficios del régimen militar, tanto en materia de promoción y posterior estatización de la deuda externa, lo cierto es que la política económica aplicada durante el periodo terminaría afectando gravemente al conglomerado, lo que provocó un concurso preventivo en 1982. Como afirman Bercovich y Chidiak (1995):

la apertura comercial significó un punto de inflexión en la estructura de protección hasta entonces vigente, y tuvo como resultado una baja sensible de la participación de la producción local en el mercado interno: en papeles y cartones pasó de 85% en 1975 a 71% en 1980-1981. Desde esta perspectiva, puede decirse que el impacto mayor de la apertura sobre las firmas radicó en la variabilidad de las condiciones de financiamiento (dada la volatilidad de las tasas de interés reales durante el periodo) y la reducción de la rentabilidad ante la mayor competencia importada (p. 8).

Si bien hemos procurado reconstruir sucintamente la historia de la empresa en su conjunto, como adelantamos, nos interesa trabajar sobre el establecimiento fundacional de Celulosa, en el departamento santafesino de Capitán Bermúdez, durante el periodo signado por la última dictadura militar.

TRABAJADORES QUÍMICO-PAPELEROS

La planta Celulosa de Capitán Bermúdez llegó a emplear unos 5 000 trabajadores y trabajadoras, entre empleados permanentes y contratistas. Por la importancia de la fábrica se puede dimensionar la influencia que ejerció, desde su instalación, en un pueblo semirrural que no alcanzaba los 2 000 habitantes en 1930. Cientos llegaron atraídos por las posibilidades de trabajo, y para 1960 la población del municipio se había multiplicado por diez (Sapei y Acosta, 2005, p. 20).

Sabemos que la mayoría de los obreros eran varones, pero carecemos de datos precisos sobre el número de mujeres que trabajaron en la empresa. Seguramente, muchas de ellas lo hicieron en las secciones administrativas. Solamente, a partir de una foto que data de “mediados de la década del 30”, podemos saber que, para esa fecha, hubo una veintena de obreras que se desempeñaban en la “sección Alistamiento de Papeles” (Nespral, 1980, p. 71).

La primera organización obrera en Celulosa se remonta a mediados de los años treinta, cuando un grupo de trabajadores fundó la “Sociedad de mejoramiento y ayuda mutua de obreros de Celulosa Argentina” (Acosta, 2008). La misma se vinculó a la Federación Obrera Papelera (FOPA), que estaba bajo influencia de militantes comunistas y del sindicalismo revolucionario. Después del golpe de 1943, que dio comienzo a una decida intervención estatal en el movimiento obrero argentino, la Secretaría de Trabajo y Previsión le otorgó la personería a otro sindicato recién creado: la Unión Fraternal. Esta intrusión estatal abrió una disputa sindical que no se cerraría sino hasta finales de esa década, cuando después de un prologado conflicto en 1949, la patronal, en coordinación con la secretaría, expulsó a un sector de activistas opositores junto con más de la mitad de los trabajadores de la planta (Acosta, 2008). Originalmente, el conflicto se había iniciado a raíz de la demanda por el reconocimiento del trabajo insalubre y la reducción de la jornada laboral a seis horas (una reivindicación que sería un eje recurrente de disputas con la empresa durante décadas). Pero, además, el diferendo estaba relacionado con la resistencia del Sindicato Químico Papelero (SQP) a encuadrarse en la nueva federación papelera creada en 1948, alineada con el peronismo. Luego del desenlace de la huelga del 49, el sindicato de Capitán Bermúdez se integró a la Federación de Obreros y Empleados de la Industria del Papel, Cartón y Químicos (FOEIPCQ).

La federación papelera cumplirá una función importante durante diversos conflictos. Al ser relativamente pequeña -en 1972 tenía 15 000 afiliados en todo el país-,5resultaba necesario y más sencillo coordinar acciones. En el caso específico de los trabajadores de Celulosa, la acción federativa se imponía en la medida que la firma tenía diversas plantas en todo el país. El SQP de Capitán Bermúdez funcionaba casi como un sindicato de fábrica, ya que representaba a obreros de las fábricas de Celulosa y Electroclor, que estaban en el mismo predio y pertenecían a la misma sociedad. Mientras que las fábricas del mismo rubro, ubicadas en localidades vecinas, como Rosario, Andino o San Lorenzo, tenían sus propios sindicatos, todos mucho más pequeños.

En 1968 se produjo otro conflicto muy prolongado con epicentro en Electroclor, pero que se extendió también a Celulosa y tuvo fuerte impacto regional y nacional. Nuevamente, la demanda por la jornada de seis horas de trabajo por insalubridad fue el eje del reclamo. La protesta se extendió por más de un mes y recogió la solidaridad de la comunidad de Bermúdez, de los gremios de la zona, la federación papelera y la CGT de los argentinos.6 La huelga fue derrotada y hubo numerosos despidos (Dawyd, 2011, p. 24).

Por esos años, el SQP, conducido por Raúl, el Fanfa Orso -de filiación radical y prácticas combativas-, formó parte de la fundación de una experiencia de articulación con otros sindicatos de la zona, que fue conocida como la “La Intersindical de San Lorenzo” (1969-1973). Fue una suerte de alianza defensiva que les permitía coordinar horizontalmente entre distintos gremios o comisiones internas de la zona. En la misma se nuclearon los sindicatos químicos, ceramistas, aceiteros, petroquímicos y jaboneros, y diversas agrupaciones de base de las fábricas de la región. Allí ejercía una particular influencia el Sindicato de Obreros y Empleados Petroquímicos Unidos (SOEPU), de la Petroquímica PASA, y que tuvo, desde 1967 hasta el golpe de 1976, una conducción combativa y antiburocrática (Ceruti y Resels, 2006).

En 1973 se produjo el retorno del peronismo al poder, después de 18 años de proscripción. El SQP sostuvo algunos conflictos por la reincorporación de los despedidos de 1968 y en reclamación de las jornadas de seis horas.7 Ese año hubo elecciones en el sindicato que conllevó un recambio en su conducción. Los comicios gremiales le dieron el triunfo a la lista liderada por René Venturini, vinculado al sector vandorista del peronismo, que en la federación papelera estaba representado por Fernando Donaires.

Nueve meses antes del golpe, en junio y julio de 1975, se produjo una fenomenal movilización obrera en todo el país, en respuesta al programa de shock aplicado por Celestino Rodrigo, ministro de Economía nombrado por Estela Martínez de Perón. En los principales cordones industriales de Argentina se produjeron marchas y protestas contra dichas políticas (Cotarelo y Fernández, 1998). Finalmente, la Confederación General de Trabajo (CGT), aunque ratificaba el “respaldo” “a la excelentísima señora presidente de la Nación”, llamó a la huelga general para los días 7 y 8 de julio. En el Gran Rosario, uno de los epicentros de las protestas fueron las fábricas de la zona norte. Por seis días consecutivos se produjeron movilizaciones que recorrieron hasta 40 km a pie hasta el centro rosarino, para exigir que la central obrera se pusiera a la cabeza de la protesta. Allí estuvieron también las columnas de papeleros.8

Según lo que hemos podido establecer, además de la corriente del peronismo ortodoxo que había conquistado la conducción en 1973, al interior del sindicato había activistas pertenecientes al radicalismo, la Democracia Cristiana, el Partido Comunista y al trotskista Partido Socialista de los Trabajadores (PST), que tenía un núcleo de tres o cuatro militantes que repartían unos 30 periódicos. Finalmente, las organizaciones armadas, Montoneros y el PRT-ERP,9 no tuvieron inserción orgánica, pero sí daban “apoyo desde afuera” y tenían activistas y contactos políticos en la fábrica, en particular la primera.10

ESCALERAZOS, SIRENAS Y POLICÍAS

A partir del primer día de la dictadura fueron intervenidas la CGT, las “62 Organizaciones” y las principales organizaciones sindicales de segundo grado, representativas de 50% de la clase trabajadora (Fernández, 1984, p. 62). En el resto se prorrogaron los mandatos de hecho, pero las actividades político-gremiales y de negociación colectiva quedaron suspendidas indefinidamente. Al igual que el derecho a huelga y toda medida de acción directa, prohibidas por las Leyes 21.261 y 21.400, cuyo incumplimiento podía acarrear penas de prisión hasta seis años y despido justificado.

El SQP no fue intervenido. Su secretario general, René Venturini, continuó al frente, pero debió reducir sus actividades al mínimo. No obstante, con el impulso de las bases, en 1976 se produjeron diferentes hechos reivindicativos, conflictivos y acciones de tipo simbólicas que procuraremos analizar.

Pocos días antes del golpe hubo un altercado con las empresas contratistas que trabajaban para Celulosa. “Una grave situación se ha originado”, alertaban los informes de la policía. El hecho era que 19 empresas contratistas de la papelera habían despedido a 1 500 obreros, aduciendo que Celulosa no les estaba pagando.11 Desconocemos el desenlace del conflicto, pero el advenimiento de la dictadura seguramente obturó toda posibilidad de enfrentar los despidos. Es muy probable que el directorio de la empresa conociera la inminencia del golpe.

Pocos meses más tarde, Celulosa coordinó con las fuerzas represivas la detención de catorce trabajadores por el solo hecho de negarse a laborar horas extras. Así lo denunciaba en un volante la “Mesa Coordinadora de Trabajadores en la Resistencia de la Zona Industrial de San Lorenzo”, una organización clandestina que nucleaba a activistas de diversas fábricas del cordón: “la patronal CELULOSA ARGENTINA ha hecho encarcelar a 14 compañeros por negarse a hacer horas extras en su día franco […] El repudio general y la actitud de movilización de los compañeros papeleros liberó a las víctimas de la irracionalidad patronal.”12

El hecho es recordado por un extrabajador de la empresa que lo relata de la siguiente manera:

Celulosa hinchaba las p… con las horas extras, fundamentalmente a los del taller mecánico y taller […] Los pibes se quejaban, entonces ¿qué hicieron un día? […] Un fin de semana, todos los tipos que fueron llamados a hacer horas extras se fueron a pescar. Entonces ¡Andá a buscarlos a las islas, si querés! El lunes a la mañana entraban todos a las seis y los estaba esperando […] la policía. Los llevan a la Jefatura de San Lorenzo13 […]

[En el sindicato] se habían juntado todos los dirigentes, era un hecho monstruoso, nunca había ocurrido, salvo en el ‘48. […] Cargaron el auto del sindicato y salieron. Cuando llegaron allá fueron a hablar con el jefe. “Van a pasar un rato nomás. Para pegarles un susto”. A los dos o tres horas los cargaron de nuevo y los dejaron. De más está decir que a ninguno más se le ocurrió ir a pescar ¡Ni en serio iban a pescar! Era una manera de amedrentarlos, pero no había la intención de joderlos en serio. Si querían, lo podrían haber hecho.14

La disputa por la duración de la jornada laboral no era algo nuevo entre la patronal y los trabajadores de Celulosa. Como señalamos, fue motivo de los conflictos de 1949 y 1968, y de algunas reyertas después de mayo del 73. Está claro que, como afirma nuestro entrevistado, la empresa buscaba amedrentar al colectivo obrero. Era una señal, por si aún no se habían anoticiado, que los tiempos habían cambiado: negarse a acatar las órdenes de la empresa podía tener consecuencias. Ahora la patronal no sólo contaba con las tradicionales medidas disciplinarias (sanciones, suspensiones, despidos, etc.), sino que la nueva legalidad y la situación política le permitían disponer de la fuerza pública para inclinar las disputas a su favor.

No obstante, hacia finales de año sucedieron en la fábrica una serie de conflictos bastante importantes en demanda de aumentos salariales. Hay cierto consenso en la bibliografía que durante los tres primeros años de la dictadura predominaron formas de la conflictividad que en su conjunto han sido denominadas resistencia molecular (Falcón, 1994; Pozzi, 1987). Se trata de maneras de enfrentamiento centradas fundamentalmente en los lugares de trabajo, caracterizadas por su dispersión y por ser menos abiertas. Fueron muy frecuentes las modalidades de “huelga de brazos caídos” o el “quite de colaboración”. También diversas formas de sabotaje a la producción y/o a las instalaciones fabriles. Si bien el escenario dominante durante el primer trienio estuvo signado por esta tonalidad de luchas de baja intensidad, hubo momentos en que se produjeron estallidos de conflictividad, donde varios sectores de trabajo se lanzaron de manera más o menos simultánea a la huelga. Como observa Ricardo Falcón (1994), estos picos de generalización de la conflictividad solían coincidir con los momentos de otorgamiento de reajustes salariales por decreto. Los conflictos importantes podían servir de ejemplo e incitar a otros sectores (p. 128). Por otro lado, la insatisfacción salarial era generalizada, ya que la inflación alcanzó 440% anual en 1976 y se produjo una caída del salario real de 50 puntos respecto de 1975 (Massano y Cappannini, 2021, p. 405).

En septiembre de 1976 estalló una ola de huelgas en la rama automotriz que sacudió a todo el país. Mientras que en octubre se iniciaba un conflicto en Luz y Fuerza que duraría varios meses y se convertiría en la mayor protesta obrera del primer año de la dictadura (Pozzi, 1987, pp. 70-83). Fue en ese contexto, marcado por conflictos que tomaban gran visibilidad pública, que se produjeron algunas huelgas en la planta de Celulosa. En noviembre hubo varias medidas de paro y protestas frente a las oficinas de la dirección, que según la prensa de Montoneros eran denominadas “portonazos” y “escalerazos”.15 La dirección de informaciones de la policía de Santa Fe da cuenta de varios de estos conflictos:

En el día de la fecha [20 de noviembre de 1976], con el horario de 09:30 a 10:30 horas, un total de 120 personas operarios de Celulosa Argentina, S. A. […] hicieron abandono de sus tareas habituales y se dirigieron hacia la oficina del Director de dicho establecimiento […] los citados obreros le solicitaron aumento de sus salarios, aduciendo que en algunas fábricas de la zona les habían otorgado incremento salarial.16

Según un extrabajador, se trató de cuatro tomas

Nosotros durante el proceso del ‘76 tomamos 4 veces la fábrica. Con los milicos en el gobierno. Lo decidíamos a los turnos de 4 a 12. La gente de mantenimiento que iba siempre de día eran los que coordinaban. Y los turnos nocturnos nos coordinábamos dentro con la gente de producción y con la gente de Electroclor. Entonces hacíamos la toma cuando el turno que estaba adentro era el de 4 de la mañana a 12. La fábrica la tomábamos a las 9:30. El tipo que estaba desde las 4 de la mañana estaba enfurecido, entonces vos le decías “vamos a tomar la fábrica, qué mierda”, y ahí iban.17

Otro obrero recuerda que, en 1976, “surgió una toma de fábrica que le llamábamos el ‘escalerazoʼ, nos juntábamos los de Celulosa y Electroclor en la portería de entrada, que había una escalera, eran tres escalones, viste, y el sindicato iba a negociar allá arriba”.18

Por otra parte, ese año culminó con una protesta de orden simbólico que expresaba la necesidad de demostrar el descontento obrero, pese al contexto represivo. Según una publicación de Montoneros: “Para fin de año la patronal tiene como tradición hacer sonar la sirena como señal de concordia entre patronal y obreros. Se tomó como eje que la sirena no sonara: sacamos un volante llamando a impedir por cualquier medio el funcionamiento de la sirena, y se logró sabotearla. El hecho fue festejado por todos los obreros como un triunfo gratificante.”19

Un extrabajador recuerda que habían sacado un volante que decía: “si suena la sirena de Celulosa es porque te cagaron”. “Nos habíamos puesto de punta con el director […] que decíamos que él no era amigo nuestro, porque él decía que era un hijo de Celulosa y era hermano de todos nosotros. Nosotros decíamos que no, porque no nos conseguía aumentos. Entonces él decía que para las tradicionales fiestas siempre suena la sirena de Celulosa y toda una perorata.”20

Dos grupos distintos, sin haberse puesto de acuerdo previamente, atentaron contra el silbato de la fábrica, que finalmente no sonó a la hora establecida, para que quedara claro que cuando llegaban las fiestas, en la “familia” de Celulosa no todos tenían motivo para festejar. El hecho, cargado de simbolismo, parece haber sido importante en su momento, también lo recuerda otro exobrero: “se venían pidiendo aumentos […] Todos los primeros de año era un clásico, tocaba el pito de la Celulosa. Y tocaba y tocaba y tiraban cuetes. Esa vez no sonó el pito.”21

LOS “SERVICIOS” DE CELULOSA

El trabajo con los partes diarios de la División Informaciones de la Policía, como los estudios que han utilizado los archivos de la exDIPBA,22 permiten observar el grado de seguimiento de los conflictos por parte de las fuerzas represivas, los vínculos con los directivos de las empresas, así como también el seguimiento personalizado de algunos activistas y la acción de infiltrados o informantes en las fábricas.

En el apartado anterior veíamos el caso de los detenidos por negarse a trabajar horas extras. En 1977, la región se vio sacudida por una oleada de conflictos que duró casi dos semanas y que se extendió por diversas fábricas. El movimiento estuvo marcado por dos grandes huelgas en las plantas de tractores John Deere y Massey Ferguson, cercanas a Celulosa, y medidas de diverso tenor en toda la zona norte en firmas como como PASA, Duperial, Sulfacid, Electroclor, Argental, la textil Estexa y Cristalerías de Cuyo (Carminati, 2011). En ese contexto, en Celulosa y Electroclor se produjeron “quites de colaboración”, negándose a realizar horas extras.23

Al mes siguiente, el 9 julio de 1977, un comando de la policía provincial, “La Patota de Feced”, en estrecha colaboración con la empresa, secuestró a uno de los activistas sindicales junto con su esposa. Ambos estuvieron detenidos-desaparecidos en el Servicio de Informaciones de la Policía (Dorrego y San Lorenzo, Rosario), 38 días él y 18 ella.

yo estaba trabajando de día, y en Celulosa me avisaron que el 9 de julio tenía que entrar -que era sábado- tenía que entrar a las 20. Como me quedaba todo el sábado libre decidimos ir al cine […] cuando volvimos a casa ya tenían todo armado. Vimos unos tipos raros en unos autos. Nos apuramos para llegar […] Bajamos del colectivo y a la cuadra dos autos se nos tiraron encima, bajaron unos tipos nos apuntaron […] me empujaron, nos metieron adentro del auto y a ella le metieron una venda, también, adentro del otro auto. Y fuimos detenidos-desaparecidos.24

Del relato se desprende que existió una clara coordinación entre las fuerzas represivas y el directorio de la empresa. Si no fue por iniciativa de la empresa que se detuvo al delegado, al menos colaboró abiertamente con el secuestro, porque al día siguiente, la fábrica envió un telegrama de despido por “ausencia injustificada”, un modus operandi común al de otros casos de responsabilidad empresarial en la represión.25

Durante su detención, Guillermo fue sometido a un interrogatorio para establecer su nivel de vinculación con la Juventud Trabajadora Peronista (JTP).26 Además, rememora que sus inquisidores le preguntaron específicamente sobre uno de los conflictos ocurridos en la fábrica. Durante el mismo había intervenido el secretario general del gremio, quien había propuesto dirimir la continuidad de la medida en el mismo playón de la fábrica, a la vista de la gerencia, que observaba todo desde un primer piso. En cambio, Guillermo recuerda que él propuso que lo resolvieran a solas en el local sindical. Aparentemente, el hecho revestía mucho interés para la policía:

Dice uno, y “vos hiciste levantar un paro”. Y le digo, “bueno, pero si hacía el paro ustedes me dan, y levanté el paro y me quieren dar”. “No, nosotros queríamos que ese paro se hiciera, y se hiciera ahí”. Claro, ante los ojos de los patrones y estaban los que había que echar. “Es más, te subiste arriba de un tambor”, me dice. Le digo, “te informaron mal”. […] “Yo estaba arriba de una escalerita”. Y escucho que uno le dice, “¡viste, boludo!” […] “pero si el Oveja dijo que estaba arriba de un tambor”. Y a mí me quedó. Mucho tiempo después descubrí quién era el Oveja.27

El testimonio da cuenta de la estrecha colaboración entre la empresa y las fuerzas represivas, y la existencia de soplones al interior del establecimiento. En un segundo plano, queda la duda razonable sobre el comportamiento del secretario general, quien podía facilitar la tarea de los directivos de deshacerse de los huelguistas. Según nuestro entrevistado:

Los directivos de Celulosa, Electroclor y algunas otras empresas, se reunían con oficiales del ejército y con oficiales de la policía y hacían partes de guerra, digamos. “Cómo te va a vos”, “cómo te va a vos”, “qué tenés”, se ponían nombres y apellidos. Y previo a eso los oficiales de la policía habían hecho un asado con el Oveja y todos esos “Antonios Tormos”28 y algunos dirigentes sindicales y se bajaban nombres […] nosotros teníamos gente que nos informaba desde adentro.29

Estas afirmaciones son muy verosímiles si las juzgamos a la luz de la gran cantidad de partes policiales que se refieren a los conflictos ocurridos en la fábrica, muchas veces de forma muy detallada.

“INSERTAR NUEVOS VALORES EN LAS RELACIONES LABORALES”

Si recorremos las memorias y balances de Celulosa, se puede leer de qué manera la empresa capitalizaba la nueva situación sociopolítica y traducía estas nuevas relaciones de fuerza hacia el interior del proceso productivo. “Durante el ejercicio no se han producido situaciones ni conflictos gremiales de relevancia en los establecimientos”, subrayaban los directivos a mediados de 1977. En el documento sostienen: “a través de una jerarquización del personal, implementada de conformidad con las pautas legales en vigencia, se ha restablecido un criterio de calificación entre las diferentes funciones que además de insertar nuevos valores en las relaciones laborales ha derivado en un mejoramiento de la eficiencia global de las diferentes plantas fabriles, en un clima de tranquilidad y trabajo”.30

Durante 1978, las “Memorias” subrayaban que se habían “extremado todas las medidas que pudieran llevar a una reducción de los costos operativos”. Lo que significaba, entre otras cosas, que se habían discontinuado “totalmente los servicios de contratistas que trabajaban en las distintas plantas, con alrededor de 1 000 personas” y una “reducción de los gastos de estructura, incluyéndose en ello el personal en relación de dependencia”.31 Como puede apreciarse, la “jerarquización”, los “nuevos valores” y el “clima de tranquilidad y trabajo” incluían la posibilidad de reducción drástica del personal. La “eficiencia global” estaba asociada claramente a la capacidad de la empresa de disponer de la fuerza de trabajo sin “obstáculos”. Es decir, sin conflictos y oposición gremial. En la mayor parte de los establecimientos industriales se produjo, a partir del 24 de marzo, un fuerte proceso de disciplinamiento y racionalización (Simonassi, 2007) motivado por razones productivas, pero donde también se advierte una clara revancha clasista. El contexto dictatorial habilitaba procesos de reestructuración del capital y reordenamiento de la fuerza de trabajo, que resultaban muy dificultosos sin el concurso de la violencia estatal.

EL SABOTAJE DE PAPEL

Quizá esta situación de impotencia ante los atropellos patronales sea la base para explicar la extendida práctica del sabotaje ocurrido durante 1978. A partir de las fuentes policiales he podido registrar cuatro hechos de este tipo durante ese año. En el mes de abril se produjo un conflicto y varios sabotajes que conmovieron la empresa. En principio, hubo una huelga de transportistas en demanda de “aumento en las tarifas y aceleración de plazos de pago”.32 Simultáneamente con el conflicto de los camioneros se produjeron dos sabotajes en la fábrica: “en circunstancias en que se producía el conflicto camionero y la empresa Celulosa Argentina, obreros de ésta provocaron dos sabotajes en máquinas fabricadoras de papel, hecho que fue perpetrado arrojando en el interior de las mismas, bulones que produjeron la inutilización de las mismas”.33

Según los informantes de la policía, los obreros de la fábrica “estaban en conocimiento de futuros despidos masivos de personal”,34 que podría haber motivado los hechos. Por la tarde de ese día, la empresa tuvo que autorizar una asamblea en la fábrica: “Siendo las 18,20 se autorizó en dicha empresa una asamblea en el interior de la misma que fuera solicitada por el sindicato Químico-Papelero, de la que participaron de 2.000 a 2.500 obreros, esta fue de carácter informativa, sin que trascendiera el temario de los dirigentes sindicales.”35

A las dos semanas, la policía informó que se habían encontrado “panfletos en distintos sectores del establecimiento”. Los mismos se titulaban “Reestructuración en Celulosa” y manifestaban su “contrariedad con las distintas medidas adoptadas por la empresa”, como las “cesantías, suspensiones, falta de horas extras, etc.”.36 Asimismo, en el volante se explicitaban algunas demandas obreras, que incluía temas salariales, fin de los despidos, “reincorporación de los cesantes, libertad de los presos gremiales”, “normalización sindical”, “convocatoria a paritarias” e “investigación de las maniobras del monopolio Celulosa”.37 Pocos días después se produjo un “incendio de proporciones” en un sector de la fábrica, que la policía no descartaba que “haya sido intencional”.38 Después de varios meses sin noticias, en octubre, se produjo el cuarto sabotaje en la fábrica. Se “le arrojó un trozo de ‘asfalto’” a “la máquina, la N°2 de ‘papel’”, lo que provocó la pérdida de “18 toneladas de material”.39

Como hemos descrito en el apartado anterior, la empresa estaba llevando adelante un proceso de disciplinamiento y reducción de personal muy intenso. Frente a la imposibilidad de que el conflicto se manifestase de manera abierta, sin tener consecuencias represivas o pérdida de empleo, la respuesta obrera parece haberse canalizado a través de este tipo de acciones. Como hemos afirmado en un trabajo comparativo que publicamos junto a Daniel Dicósimo, estas acciones podían significar “formas alternativas de expresar la presión, el rechazo y el malestar ante directivas patronales que afectaban las condiciones de trabajo y el empleo” (Dicósimo y Carminati, 2013, p. 277). Por otro lado, lo ocurrido en la papelera, lejos de ser un caso excepcional, forma parte de una práctica bastante extendida en el Gran Rosario, donde he podido revelar diez episodios de sabotaje durante 1978 (Dicósimo y Carminati, 2013).

Al mes siguiente, y en un contexto social que empezaba a cambiar, se produjo un paro para solicitar aumentos salariales. Según la policía, “unos doscientos a trescientos obreros paralizaron sus tareas solicitando ser atendidos por directivos de dicha empresa”.40 A los dos días, luego de una reunión en la que participaron representantes sindicales, los trabajadores obtuvieron un aumento de 15 por ciento.42

A partir de 1979 se agudizarían los conflictos en la planta fabril. La paulatina consolidación de una dirigencia sindical a nivel nacional, la menor intensidad represiva y el llamado a la primera huelga general durante la dictadura, el 27 de abril de 1979, serían el telón de fondo de un proceso de conflictividad que se tornaba cada día más abierto, pero donde empezaba a operar un nuevo disciplinador: la estrepitosa crisis económica que golpeaba a la industria.

CRISIS Y CONFLICTIVIDAD EN CELULOSA

Desde finales de 1978 comenzó a cambiar el panorama laboral en Argentina. Hacia finales de ese año se produjeron varios conflictos importantes en sectores sensibles como los ferroviarios y los portuarios. Mientras que en el mundo gremial se evidenciaba una palpable reorganización de las estructuras sindicales, con la emergencia de coordinadoras intergremiales y la consolidación de dos agrupamientos sindicales: “Comisión de los 25”, de perfil más confrontacionista (que luego decantaría en la “CGT Brasil”, bajo la conducción de Saúl Ubaldini), y la Comisión Nacional del Trabajo (CNT) de corte participacionista o dialoguista (Abós, 1984). Los primeros fueron los promotores de la “Jornada de Protesta” del 27 de abril de 1979, primera huelga general declarada durante la dictadura. Fue una medida que tuvo un acatamiento parcial, pero que sirvió de plataforma para un año de intensa conflictividad. En general, hubo mayor acatamiento en las zonas industriales que en el comercio y el transporte urbano (a excepción de los ferrocarriles). En la zona norte del Gran Rosario pararon casi todas las grandes fábricas, incluidas Celulosa y Electroclor, donde la adhesión fue del 100 por ciento.42

Dos meses después hubo una serie de conflictos conducidos por la Federación Papelera a nivel nacional. Los trabajadores de Celulosa de todo el país paralizaron los cinco establecimientos -Puerto Piray, Zárate, Bernal, Andino y Capitán Bermúdez- a la par que lo hacían otras firmas del rubro, como Zucamor y Schcolnik. Las demandas eran de orden salarial, pero también estaban relacionadas con las consecuencias negativas de los planes de reestructuración productiva que se venían aplicando desde la instauración de la dictadura. Fernando Donaires, dirigente nacional de los papeleros y miembro de “Los 25”, señalaba que el perjuicio salarial de su gremio se debía a la “flexibilidad, mal interpretada por los empresarios”, que anulaba “todo tipo de conquistas ya sea de convenios o de las leyes vigentes”. Según el dirigente, estaban “involucrando cosas indebidas y por esa vía están mermando en el 50 por ciento el salario de los trabajadores”.43 En la planta de Capitán Bermúdez, el 23 de junio hubo un “quite de colaboración”44 y el 30, en conjunto con el resto de los establecimientos papeleros, se produjo un paro que duró varias horas. “La medida de fuerza afectó a 1 130 operarios, 230 empleados administrativos y 212 contratados”, sostenía la policía.45 La empresa ofreció un aumento de 15%, pero los trabajadores exigían un mínimo de 36%.46 A los pocos días, personal de policía encontró “panfletos refrendados por el Sindicato Papelero de Capitán Bermúdez”, que hacían mención “a los reclamos salariales y al incumplimiento por parte de la patronal”.47 La empresa publicó un comunicado donde denunciaba que la estrategia de paralizar todas las plantas de manera coordinada había provocado graves dificultades a nivel productivo: “Se ha buscado colocar a la empresa en una situación de desorganización de su producción”, sostenían.48 Después de este proceso huelguístico fue echado Horacio, junto con otros cuatro trabajadores: “Me echaron con las 21.400 y la 21.261, tenía el telegrama y todo. Claro, un ‘escalerazoʼ y echaron a cinco. […] No agarramos ningún laburo más. Estábamos en la lista negra.”49

El paro nacional de los papeleros muestra de qué forma la “Jornada de Protesta” del 27 de abril ubicaba a los gremios en mejores condiciones para tomar medidas de alcance nacional, por rama de actividad. La acción unificadora de la huelga, sumada a la creciente reorganización de las entidades gremiales a nivel nacional, comenzaba a hacerse palpable en conflictos como este. A pesar de ello, durante todo el año 1980 no hemos registrado conflictos en la planta, lo que además es coincidente con lo ocurrido durante ese año, donde las principales noticias vinculadas al mundo laboral tenían que ver con despidos, cierres y suspensiones. De hecho, las memorias de la empresa daban cuenta que, “como resultado de la política de racionalización el personal de la compañía ha[bía] disminuido en el curso del ejercicio [1980] en un 13%”.50

Todo estalló al año siguiente, en un contexto de crisis y atrasos salariales crónicos. Donde, además, hubo una ocupación temporal de la planta. Ya en enero de 1981 se produjo una huelga breve, “debido a la falta de pago de la 1ra. quincena”.51 Durante el mes de febrero continuaba la demora en la cancelación de los sueldos. Al personal contratado se le adeudaban “tres quincenas, mientras que al mensualizado los salarios impagos [de] un mes y medio”.52 A mediados de ese mes hubo una protesta en los lugares de trabajo. El Ministerio de Trabajo se hizo presente en la planta y la medida fue levantada a cambio del compromiso empresario de pagar inmediatamente. Como las autoridades no cumplieron, los trabajadores ocuparon la planta por cinco horas.53

A media mañana el personal que cumplió la medida de fuerza situó maquinarias frente a los portones. Los directivos, en tanto, permanecían en el interior sin inconvenientes notificando a las autoridades de la casa central en Buenos Aires. Se señaló que solamente funcionó en la planta el mantenimiento en la sección cloro-soda, electrólisis y las calderas. […] El personal -indicaron- se mantuvo siempre en orden. No hubo disturbios, dijeron. […] Los directivos afirmaron al ser consultados que era la primera vez desde que se había fundado la fábrica que se produce un retraso en el pago de haberes. Por la tarde, la actividad en la planta era normal.54

En marzo se repitió la misma dinámica. Un nuevo retraso en los pagos motivó, el 12 de ese mes, un paro de varias horas en la fábrica.55 Un par de semanas después continuaban las demoras, y “pese a no haberse adoptado ninguna medida de fuerza”, se conoció públicamente que existía un marcado “‘malestar y disconformidadʼ entre los trabajadores”.56 En mayo del 81 la conflictividad se agudizó. El detonante fue el mismo. La empresa no pagaba a término. El 6 de ese mes hubo un “paro en el lugar de trabajo de dos horas por turno” por “falta de pago 2da quincena abril”.57 El 12, los trabajadores definieron parar por 24 horas58, y el 14 la medida se extendió a 48 horas. Esta última se cumplió en las cinco plantas que la firma poseía en el país.59 Como la problemática no se resolvía, el 28 de mayo se produjo el cuarto paro en el mes, esta vez por 72 horas.60

La situación financiera de la empresa era grave. Sus directivos solicitaron que el gobierno, a través del Banco Nacional de Desarrollo (BANADE), le prestara auxilio financiero. Además de las quincenas adeudadas, la empresa debía varios millones de pesos a la obra social de los trabajadores. Durante esos días, Fernando Donaires, dirigente nacional del gremio papelero, aseveró que, si la ayuda oficial no llegaba en forma inmediata, la empresa podría cerrar la semana siguiente.61

Durante el segundo semestre de 1981 se repitieron los conflictos. A finales de junio, los papeleros dispusieron una medida de una semana completa de paros de dos horas por turno, en reclamo por los pagos atrasados. En septiembre volvieron a parar en demanda “de las dos quincenas de agosto”,62 y en diciembre se reiteraron los pedidos.

Según un estudio “elaborado por técnicos y operarios de Celulosa Argentina, S. A”, publicado en tres ediciones consecutivas del vespertino La Tribuna, la deuda de la empresa se había multiplicado en los últimos seis años y comprometía casi la totalidad de su patrimonio. Si en 1975 la empresa “debía 30 millones de dólares”, que significaba “el 33% de su patrimonio” -sostenía el informe-, en 1981 la deuda ascendía a “410 millones de dólares, el 98,7% de su patrimonio”.63 Según los datos citados por los autores, las ventas habían bajado drásticamente a causa de la introducción de productos extranjeros con precios de dumping. La dirección de la empresa afirmaba que la capacidad productiva de Celulosa era de 20 500 toneladas mensuales, mientras que la demanda rondaba las 16 000 toneladas.64 Efectivamente, según Bercovich y Chidiak (1995), la apertura comercial había resultado en una baja sensible de la participación de la producción local en el mercado interno (p. 8). Pero además estaba el tema del endeudamiento. Celulosa había obtenido varios créditos de entidades nacionales y extranjeras. El BANADE era acreedor de 36%, mientras que el resto de la deuda se repartía entre otras entidades financieras del país y del exterior. La mitad de la deuda era en dólares. No obstante, Celulosa contaba con algunas ventajas en comparación con otras empresas: “Celulosa ha recibido las ventajas de una moratoria que no han tenido muchas pequeñas y medianas empresas nacionales. Consolidó la deuda en moneda nacional, 250 millones de dólares, transformándola de corto a largo plazo. Pero todo ello devenga enormes intereses que continúan comprometiendo su situación.”65

El difícil escenario ponía sobre la mesa la posibilidad de que la empresa quebrara. Los técnicos y operarios que habían realizado el estudio señalaban, de manera crítica, que el holding Celulosa había crecido notablemente durante la dictadura, y que habían avalado la política económica iniciada el 2 de abril de 1976. Por otra parte, denunciaban que “el salario real de los trabajadores de Celulosa se redujo. Sus condiciones de trabajo empeoraron, y se perdieron conquistas”, al mismo tiempo que “la productividad de los trabajadores fue en aumento, hecho este último reconocido por la propia empresa”.66

En marzo de 1982, la asamblea de accionistas de Celulosa Argentina llamó a concurso preventivo de acreedores. Como consecuencia de ello se produjo una fuerte racionalización del personal. En las memorias y balances de la empresa se determinaba que, durante el ejercicio que concluía en mayo de 1982, se había despedido a un elevado número de trabajadores: “Durante el ejercicio, el personal total de la Compañía disminuyó en 539 personas de 4.036 a 3.498, es decir un 1,3%. Particularmente la dotación de la casa central disminuyó en el mismo período en un 30,1%.”67

La empresa había recibido un trato diferenciado por parte del gobierno. Por un lado, se había beneficiado con las políticas de promoción industrial, lo que permitió al holding extenderse incluso hacia otros rubros. Por el otro, se vieron favorecidos con la absorción de pasivos por parte del Estado, que asumió su deuda externa, como la de otros grandes grupos empresarios (Castellani, 2008, p. 141). Los trabajadores no tuvieron la misma suerte, se pulverizaron sus ingresos, multiplicaron los despidos y empeoraron las condiciones de trabajo.

La intensa conflictividad en Celulosa durante 1981 era una muestra de la problemática que atravesaban varios sectores obreros en esa coyuntura. La dramática cuestión salarial y la lucha por los puestos de trabajo les empujaba, mes a mes, a realizar medidas de fuerza. En julio hubo una segunda huelga general convocada por la CGT Brasil y, en marzo de 1982, la histórica movilización por “Pan, Paz y Trabajo” (Pozzi, 1987, pp. 95-102). Después de finalizada la guerra de Malvinas, y con el régimen en retirada, el sector dialoguista del sindicalismo rompió la quietud y los dos agrupamientos gremiales confluyeron para declarar cuatro huelgas generales: el 28 de septiembre y 6 de diciembre de 1982 y 28 de marzo y 4 de octubre de 1983, en todos los casos con niveles de adhesión superiores al 95% en todo el país.

Aunque excede los marcos de este trabajo, es necesario apuntar algo más: analizar de conjunto la movilización obrera ocurrida a partir de 1981 resulta fundamental para comprender las condiciones en las que se derrumbó la dictadura y, a posteriori, la intensa conflictividad que sacudió los primeros años del gobierno de Raúl Alfonsín (1983-1989). De hecho, para las elecciones del SQP de 1983, se conformó una lista opositora que ganó con 63% de los votos a la agrupación que dirigía el sindicato desde 1973.68 Según la prensa de un partido de izquierda, el núcleo de la victoriosa “Agrupación 9 de Julio, Lista Marrón” se había conformado con “el activismo surgido en 1981”. 69

CONSIDERACIONES FINALES

En este artículo nos propusimos recuperar, desde un estudio de caso, la conflictividad, la represión y la reestructuración capitalista durante la última dictadura. A partir de la reconstrucción de lo sucedido en Celulosa es posible realizar una periodización bien clara, donde se pueden distinguir diferentes modalidades de la conflictividad y las transformaciones que sufrieron las demandas del colectivo obrero en la planta. Si en el periodo previo a la dictadura las principales fuentes de conflicto eran las demandas por mejoras en las condiciones de trabajo (seis horas) y la reincorporación de los despedidos, a partir de 1976 el tema central fue el salario y la lucha contra los nuevos despidos. Durante los dos primeros años se advierten los efectos de la ofensiva patronal, que buscaba demostrar al colectivo obrero que los “tiempos habían cambiado”. El caso de los arrestados por negarse a hacer horas extras es muy significativo. En este sentido, entiendo que en Celulosa ocurrió algo que se puede advertir en otros casos, y es que muchos trabajadores y organizaciones gremiales y políticas se tomaron al pie de la letra el discurso dictatorial que sostenía que su “guerra” era contra la “subversión”, de la cual creían no formar parte.70 A modo de hipótesis, pienso que varias olas de conflictividad, como la ocurrida hacia finales de ١٩٧٦, pueden comprenderse también en los marcos de este “mal entendido”. La frase “no somos subversivos, somos trabajadores”, se puede encontrar en numerosos conflictos a lo largo de la dictadura. Quizá esto también explique la audacia de algunas medidas durante ١٩٧٦ en la misma Celulosa.

El secuestro de un trabajador junto a su esposa, en 1977, deja ver nítidamente los hilos que unían a la empresa con las fuerzas represivas. Como también lo atestiguan la cantidad y detalle de los memorándums de la División Informaciones y la coordinada acción para detener a quienes se habían negado a horas extras. Hasta donde sabemos, el de Guillermo sería el único caso de desaparición forzada (temporal) de trabajadores de Celulosa durante la dictadura. Dos meses antes del golpe se produjo el secuestro de un obrero de una empresa de montaje que trabajaba para la papelera. Se trataba de Roberto de Grandis, quien fue arrancado de su domicilio por una patota que portaba “armas largas” y que se “identificó como policías”, en enero de 1976. Su cadáver fue hallado diez días más tarde en aguas del río Paraná.71 Sobre este hecho no poseemos información sobre si hubo alguna vinculación con la empresa.72

Por otro lado, al interior de la fábrica se produjo una ofensiva disciplinadora, amparada en “las nuevas disposiciones legales” y en la amenaza represiva latente. La “reducción del personal”, “jerarquización”, “recalificaciones” y “mejoramiento de la eficiencia global”, descrita de manera aséptica en las memorias y balances, dan cuenta de ese proceso de disciplinamiento en desmedro de las condiciones de trabajo y empleo del colectivo obrero.

La imposibilidad de conducir las demandas por los canales orgánicos es la razón más probable para comprender la proliferación de sabotajes durante 1978. Si seguimos los casos se advierte que todos están ligados a otros conflictos o situaciones críticas, como el salario, los despidos o la exigencia de normalización sindical. De hecho, en uno de los sabotajes, después de la rotura de dos máquinas, la empresa autoriza una asamblea en la fábrica. Este tipo de prácticas “extremas” aparecía como la única forma de realizar acciones de protesta sin sufrir consecuencias represivas o despidos. En la región del Gran Rosario hubo un uso extendido de estos métodos durante 1976 y 1978. Desde 1979 se inició una acelerada recuperación de las estructuras gremiales, locales y federativas, que fueron asumiendo la conducción orgánica de la conflictividad y, por ende, tendieron a extinguirse las acciones de sabotaje. También, a partir de esa fecha empiezan a agudizarse y hacerse visibles los efectos de la crisis que atravesaba el sector, entre otras cosas, por el achicamiento del mercado que había generado la apertura comercial y el peso del endeudamiento en divisas extranjeras. Por su parte, la firma orientó su estrategia hacia la diversificación, la desinversión y la racionalización de personal. Por ello, en 1981, en un contexto de menor peso de la represión y de reorganización sindical parcial, se agudizó la conflictividad, que tendió a ser más abierta y orgánica (ya no “subversiva”). Las demandas daban cuenta de pliegos netamente defensivos: quincenas atrasadas y un colectivo obrero que sufría una reducción constante. Incluso, ese año se produjo una ocupación temporal de la fábrica. Una acción radical, pero que en el contexto adquiere una forma de “último recurso defensivo”. No obstante, como observamos al final del último apartado, los conflictos de los primeros ochentas también contribuyeron a forjar un activismo que disputó con éxito el sindicato a una conducción sospechada de colaboración.

Para el caso de Celulosa, se evidencian otras marcas que tienen que ver con el carácter de la empresa: protegida por el gobierno militar, beneficiaria de créditos, promoción industrial y la absorción de los pasivos de la deuda externa, que contrastan radicalmente con el creciente empobrecimiento y deterioro de las condiciones de vida de la clase trabajadora de la región y del país.

Finalmente, el caso escogido nos muestra que en diferentes contextos y circunstancias hubo resistencias y oposición a las medidas de la patronal y la dictadura. Como también queda claro, ello no significa que las y los trabajadores hubieren “triunfado”. Tampoco buscamos afirmar que esas actitudes no puedan haber convivido con momentos de resignación o apatía. Aun así, los conflictos existieron, atravesaron todo el periodo dictatorial, y muchos fueron importantes. Cuando hacemos un racconto detallado de esos procesos de conflictividad no es porque persigamos crear un relato “épico” o focalizado en las “vanguardias”. Por el contrario, cientos de conflictos se produjeron al margen y/o en contra de las direcciones gremiales o los partidos políticos. Muchas veces, “simplemente”, se trata de la clase trabajadora de Argentina con su experiencia gremial y política luchando por sus conquistas históricas, enfrentando “una dictadura más”. “Sólo” que en un contexto donde la huelga, el trabajo a desgano, la asamblea y cualquier forma de acción colectiva podían ser catalogados como “subversivas”. Con estas líneas, por qué no decirlo, también buscamos desafiar algunos sentidos comunes muy difundidos y con anclaje profundo en la sociedad que ignoran prácticamente las resistencias obreras en dictadura. Igualmente, para contraponer a esas nuevas/viejas modas académicas, que gustan subrayar con demasiado énfasis los consensos, la derrota, la pasividad y hasta la colaboración de los sectores subalternos con la más sangrienta dictadura que azotara nuestro país.

LISTA DE REFERENCIAS

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Otras fuentes ARCHIVOS

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1Para un recorrido historiográfico más profundo, véase Carminati (2012).

2Recientemente he publicado un trabajo donde polemizo abiertamente con dichas tesis (Carminati, 2023).

3Sobre el vínculo entre los fundadores de Celulosa y la región abruzzesa, véase Sapei y Acosta (2005).

4Contaba con 15 000 h en el delta del Paraná y en las cercanías de la planta de Zárate: 20 000 000 de árboles; 13 000 h en Misiones: 20 000 000 de árboles; 6 000 h en Capitán Bermúdez: 9 000 000 de árboles y 3 000 h en Entre Ríos: 5 000 000 de árboles.

5Federación de Obreros y Empleados de la Industria del Papel, Cartón y Químicos (FOEIPCQ). Memoria y Balance, 1972, p. 98, fondo Dimase, caja 21. Centro de Estudios e Investigaciones Laborales (en adelante CEIL-CONICET), Argentina.

6La CGT-A, conducida por Raimundo Ongaro y Agustín Tosco, fue el sector que asumió posiciones confrontativas y antiburocráticas durante la dictadura de 1966-1973.

9Partido Revolucionario de los Trabajadores-Ejército Revolucionario del Pueblo.

10Guillermo, extrabajador de Celulosa Argentina, militante demócrata cristiano, exdelegado y activista sindical entrevistado por Andrés Carminati, 18 de febrero de 2022, Rosario, Santa Fe, Argentina; Horacio, extrabajador de Celulosa, militante del PST entrevistado por Julia Tessio y Andrés Carminati, 9 de marzo de 2022, Capitán Bermúdez, Santa Fe, Argentina.

11División Informaciones de la Policía de Santa Fe, 16 de marzo de 1976, núm. 3004, caja 50. Archivo de la Memoria de la Provincia de Santa Fe (en adelante AMPSF), Argentina.

12División Informaciones de la Policía de Santa Fe, 19 de julio de 1976, núm ¿200? [borroso], caja 51. AMPSF, Argentina.

13San Lorenzo es otra ciudad del Cordón que se encuentra a 9 km de Capitán Bermúdez.

14Guillermo, extrabajador de Celulosa Argentina, militante demócrata cristiano, exdelegado y activista sindical entrevistado por Andrés Carminati, 18 de febrero de 2022, Rosario, Santa Fe, Argentina.

15Noticias de la Resistencia. Órgano de Comunicación del Secretariado Zonal de Rosario con El Movimiento, año 1, núm. 1, febrero de 1977 (perteneciente a la organización Montoneros).

16División Informaciones de la Policía de Santa Fe, 20 de noviembre de 1976, núm. 3178, caja 50. AMPSF, Argentina.

17Guillermo, extrabajador de Celulosa Argentina, militante demócrata cristiano, exdelegado y activista sindical entrevistado por Andrés Carminati, 18 de febrero de 2022, Rosario, Santa Fe, Argentina.

18Horacio, extrabajador de Celulosa, militante del PST entrevistado por Julia Tessio y Andrés Carminati, 9 de marzo de 2022, Capitán Bermúdez, Santa Fe, Argentina.

19Noticias de la Resistencia.

20Guillermo, extrabajador de Celulosa Argentina, militante demócrata cristiano, exdelegado y activista sindical entrevistado por Andrés Carminati, 18 de febrero de 2022, Rosario, Santa Fe, Argentina.

21Horacio, extrabajador de Celulosa, militante del PST entrevistado por Julia Tessio y Andrés Carminati, 9 de marzo de 2022, Capitán Bermúdez, Santa Fe, Argentina.

22Dirección de Inteligencia de la Provincia de Buenos Aires.

23División Informaciones de la Policía de Santa Fe, 16 de junio de 1977, núm. 3342, caja 52. AMPSF, Argentina.

24Guillermo, extrabajador de Celulosa Argentina, militante demócrata cristiano, exdelegado y activista sindical entrevistado por Andrés Carminati, 18 de febrero de 2022, Rosario, Santa Fe, Argentina.

25Por ejemplo: Ingenio la Fronterita, Minera Aguilar, Dálmine-Siderca, Astillero Río Santiago, Propulsora, Ford, Peugeot, entre otros (Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación et al., 2015).

26Brazo sindical de Montoneros.

27Guillermo, extrabajador de Celulosa Argentina, militante demócrata cristiano, exdelegado y activista sindical entrevistado por Andrés Carminati, 18 de febrero de 2022, Rosario, Santa Fe, Argentina.

28Así les llamaban a los soplones, en referencia al cantautor Antonio Tormo, “Cantor de las cosas nuestras”.

29Guillermo, extrabajador de Celulosa Argentina, militante demócrata cristiano, exdelegado y activista sindical entrevistado por Andrés Carminati, 18 de febrero de 2022, Rosario, Santa Fe, Argentina.

30Celulosa Argentina, S. A., 31 de mayo de 1977. Memorias y balances.

31Celulosa Argentina, S. A., 31 de mayo de 1978. Memorias y Balances.

32División Informaciones de la Policía de Santa Fe, 24 de abril de 1978, núm. 240800Abr78, caja 56. AMPSF, Argentina.

33División Informaciones de la Policía de Santa Fe, 24 de abril de 1978, núm. 240800Abr78, caja 56. AMPSF, Argentina.

34División Informaciones de la Policía de Santa Fe, 24 de abril de 1978, núm. 240800Abr78, caja 56. AMPSF, Argentina.

35División Informaciones de la Policía de Santa Fe, 24 de abril de 1978, núm. 240800Abr78, caja 56. AMPSF, Argentina.

36División Informaciones de la Policía de Santa Fe,16 de mayo de 1978, D-2 160800May78, caja 56. AMPSF, Argentina.

37División Informaciones de la Policía de Santa Fe, 16 de mayo de 1978, D-2 160800May78, caja 56. AMPSF, Argentina.

38División Informaciones de la Policía de Santa Fe, 30 de mayo de 1978, D-2 300800May78, vaja 56. AMPSF, Argentina.

39División Informaciones de la Policía de Santa Fe, 27 de octubre de 1978, D-2 270800Oct78, caja 56. AMPSF, Argentina.

40División Informaciones de la Policía de Santa Fe, 28 de noviembre de 1978, D-2 280800Nov78, caja 56. AMPSF, Argentina.

41División Informaciones de la Policía de Santa Fe, 30 de noviembre de 1978, D-2 300800Nov78, caja 56. AMPSF, Argentina.

44División Informaciones de la Policía de Santa Fe, 30 de junio de 1979, D2 30jun79, caja 182, sobre de caja 475, leg. 4. AMPSF, Argentina.

45División Informaciones de la Policía de Santa Fe, 15 de julio de 1979, D2 15Jul79, caja 182, sobre de caja 475, leg. 4. AMPSF, Argentina.

47División Informaciones de la Policía de Santa Fe, 15 de julio de 1979, D2 15Jul79, caja 182, sobre de caja 475, leg. 4. AMPSF, Argentina.

49Horacio, extrabajador de Celulosa, militante del PST entrevistado por Julia Tessio y Andrés Carminati, 9 de marzo de 2022, Capitán Bermúdez, Santa Fe, Argentina.

50Celulosa Argentina, S. A., 31 de mayo de 1981. Memorias y balances.

51División Informaciones de la Policía de Santa Fe, 23 de enero de 1981, ML núm. 2, caja 119. AMPSF, Argentina.

55División Informaciones de la Policía de Santa Fe, 12 de marzo de 1981, ML núm. 14, caja 119. AMPSF, Argentina.

57División Informaciones de la Policía de Santa Fe, 6 de mayo de 1981, ML núm. 29, caja 119. AMPSF, Argentina.

58División Informaciones de la Policía de Santa Fe, 12 de mayo de 1981, ML núm. 31, caja 119. AMPSF, Argentina.

60División Informaciones de la Policía de Santa Fe, 28 de mayo de 1981, ML núm. 37. AMPSF, Argentina.

62División Informaciones de la Policía de Santa Fe, 21 de septiembre de 1981, ML núm. 96, caja 119. AMPSF, Argentina.

67Celulosa Argentina, S. A., 31 de mayo de 1982. Memorias y balances.

68“Agrupación Nacional Renovación Gremial Papelera”, s. f., fondo Dimase, caja 11. CEIL-CONICET.

69Solidaridad Socialista. Movimiento Al Socialismo (MAS), 21 de julio de 1983, año 1, núm. 34, p. 5.

70En otro trabajo he estudiado de qué manera, desde 1975, se fue construyendo el término “subversión industrial”, que en su polisémica acepción llegó a abarcar cualquier modalidad de conflictividad obrera, individual o colectiva (Carminati, 2018a).

72Su secuestro y asesinato está vinculado a la desaparición de Carlos Vergara, trabajador de PASA, quien fue aprehendido el día anterior. Ambos militaban en la Juventud Peronista.

Recibido: 07 de Julio de 2022; Aprobado: 21 de Junio de 2024

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Doctor en Humanidades y Artes, mención Historia, por la Universidad Nacional de Rosario. Becario posdoctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Investigaciones Socio-históricas Regionales (CONICET-ISHIR)/Universidad Nacional de Rosario (UNR). Líneas de investigación: estudia problemáticas de la historia argentina reciente, en particular la historia y las experiencias de trabajadores del Gran Rosario durante la década de los años setenta y la última dictadura militar (1973-1983). Agradezco a las y los colegas Alejandro Schneider, Silvia Simonassi, Laura Ortiz, Julia Tessio y Pablo Sapei, quienes de diversas maneras aportaron para enriquecer este texto. También a Guillermo y Horacio por sus valiosos testimonios.

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