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Revista mexicana de ciencias políticas y sociales

versión impresa ISSN 0185-1918

Rev. mex. cienc. polít. soc vol.67 no.244 Ciudad de México ene./abr. 2022  Epub 17-Abr-2023

https://doi.org/10.22201/fcpys.2448492xe.2022.244.76710 

Dossier

Nuevas expresiones de la participación política: esferas institucionales y formación de nuevas subjetividades políticas

El partidismo racional en la Ciudad de México: 2012 vs. 2018

Rational Partisanship in Mexico City: 2012 vs. 2018

Carlos Luis Sánchez y Sánchez 

Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, UNAM, México. Correo electrónico: <clsys31@politicas.unam.mx>.


Resumen

En este artículo se analizan los patrones de cambio y estabilidad del partidismo en la Ciudad de México en las elecciones para Jefe de Gobierno de 2012 y de 2018. A partir de la información recopilada en encuestas de salida realizadas a los votantes, el análisis se enfoca en cuatro fenómenos relacionados con la identidad partidista en la Ciudad de México en un periodo de seis años: primero, la estabilidad del partidismo a nivel agregado de 2012 a 2018; segundo, el realineamiento electoral que se tradujo en la emergencia y consolidación de la identificación partidista con el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena); tercero, un fortalecimiento del voto partidista, tal y como lo refleja el debilitamiento del voto cruzado y del voto dividido de una elección a otra, lo cual indica que la identificación partidista se constituyó en un importante predictor del voto en la elección de Jefe de Gobierno en la Ciudad de México en 2018; finalmente -con base en un análisis multivariado que permitió explicar en lo general los determinantes del partidismo- se pudo establecer que las características más significativas asociadas con el perredismo son ahora constitutivas de la identificación política con Morena, lo cual señala que pervive un modelo de formación de las identidades partidistas que en este trabajo denominamos partidismo racional.

Palabras clave: partidismo racional; identidad partidista; realineamiento partidista; voto partidista; elecciones en la Ciudad de México

Abstract

This article analyzes the patterns of change and stability of partisanship in Mexico City during the 2012 and 2018 Head of Government elections. Based on the information collected in exit polls conducted with voters, it focuses on four phenomena related to party identification in Mexico City over a period of six years: first, the stability of partisanship at the aggregate level from 2012 to 2018; second, the electoral realignment that resulted in the emergence and consolidation of party identification with the National Regeneration Movement (Morena); third, a strengthening of the partisan vote, as reflected in the weakening of the crossover voting and split-ticket voting from one election to the other, which indicates that party identification was an important predictor of the vote in the election of Head of Government in Mexico City in 2018; lastly -based on a multivariate analysis that allowed for broadly explaining the determinants of partisanship-, it was possible to establish that the most significant characteristics associated with the PRD are now constitutive of political identification with Morena, indicating that a model for the formation of party identities survives, which is hereby referred to as rational partisanship.

Keywords: rational partisanship; party identification; realignment; partisan vote; Mexico City elections

Introducción

La estabilidad y el cambio del partidismo en la Ciudad de México se vinculan directamente con el declive del perredismo por un lado y, por otro, con la emergencia de la identificación política con Morena que se produce desde 2015 y consolida en la elección para Jefe de Gobierno en 2018. No obstante, el elemento común a la emergencia de ambas coaliciones de apoyo es que, en ambos casos, su formación no se puede atribuir a una significación emocional, tal y como lo sugiere el planteamiento original (Belknap y Campbell, 1952; Campbell, Converse, Miller y Stokes, 1960).

Por el contrario, si algo ha caracterizado la identificación con el PRD y con Morena es que la formación del partidismo ha respondido a la evaluación positiva de un desempeño del gobierno basado en el intercambio particularizado o clientelar, concretamente al hecho de ser beneficiario de la política social1 y, en el caso particular de la identificación política con Morena, a preocupaciones de política pública como la pobreza y los bajos ingresos, características antes constitutivas del perredismo, que ahora son claves para entender la identificación política con Morena.

La instrumentación de la política social ha tenido como consecuencia la forja o construcción de un partidismo racional con base en una estrategia de representación y vinculación de índole particularista, en donde el partidismo no hace sino reflejar la importancia consustancial de enclaves sociales específicos (Przeworski, 1985: 141) que, en este caso, han tenido un impacto directo primero en la expansión del perredismo y, posteriormente, del morenismo. Al respecto, ¿qué fenómenos podemos observar relacionados al partidismo entre la elección para Jefe de Gobierno de 2012 y la de 2018?

En primer término, la elección de 2018, con respecto a 2012, presentó prácticamente el mismo porcentaje de partidismo a nivel agregado (78 %), mientras que el margen de votantes independientes que acudieron a las urnas en 2018 disminuyó sólo en un punto porcentual por debajo de lo observado en 2012.

Un segundo fenómeno que destacar es que, si bien el partidismo se mantuvo prácticamente en el mismo nivel, en seis años se produjo un realineamiento en los electores que se tradujo en la emergencia y consolidación de la identificación partidista con el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena).

Un tercer fenómeno es que el porcentaje de partidistas que sufragaron por un candidato a la Jefatura de Gobierno distinto al del partido con el que se identifican (fenómeno de crossover voting) fue menor en 2018 que en 2012. Por otro lado, la elección de 2018 presenta también un menor porcentaje de voto dividido (Split-ticket voting), es decir, un menor porcentaje de votantes que, identificados con un partido político, lo hicieron en consonancia con dicha identificación por el candidato a Jefe de Gobierno y de manera distinta en el cargo de presidente de la República. Lo anterior indica que la identificación partidista se constituyó en un importante predictor del voto en la elección de Jefe de Gobierno en la Ciudad de México en 2018.

Finalmente, el cuarto fenómeno relacionado con la estabilidad del partidismo es que las características más significativas asociadas con el perredismo son ahora constitutivas de la identificación política con Morena.

El desarrollo del artículo es como sigue: en primera instancia se delinean las coordenadas teóricas bajo las cuales en este trabajo se comprende la formación del partidismo; posteriormente, el análisis de los tres primeros fenómenos es de carácter descriptivo, se señalan los cambios que se presentaron en el partidismo entre 2012 y 2018 en las elecciones concurrentes de Jefe de Gobierno y presidente de la República en la Ciudad de México. En el caso del cuarto fenómeno, se realizó un análisis multivariado que además de que nos permitió explicar las características sociales y políticas del partidismo en general, señala cómo pervive un modelo de formación de las identidades partidistas, en particular con Morena, que en este trabajo denominamos partidismo racional. El análisis multivariado se hizo con base en dos encuestas de salida (exit polls) realizadas en la Ciudad de México para el año 2012 por la encuestadora GEA - ISA y para el año 2018 por la consultora Laboratorio de Innovación Política (LIP). El análisis nos permite comparar a los votantes en dos momentos diferentes, teniendo como base a la identidad partidista como variable dependiente.

Partidismo racional

Al formular el concepto de partidismo racional se asume que el fundamento de la lealtad a un partido político se basa en la intencionalidad. Originalmente, la identidad partidista (IP) fue conceptualizada como la orientación individual de tipo afectivo hacia un importante grupo-objeto en su ambiente (Campbell, Converse, Miller y Stokes, 1960: 121), cuyo origen podemos rastrear en la familia y los distintos agentes de socialización, desarrollando con ello una significación emocional vinculada a una membrecía de grupo (Tajfel, 1978; Greene, 2004). Posteriormente, el considerar el desempeño económico de los gobiernos colocó a la racionalidad individual en el centro del análisis; con ello se reconocía la capacidad del individuo de evaluar y decidir su lealtad política.

En este sentido, hoy en día es necesario pensar la identidad partidista como un dato cambiante, profundamente inestable,2 en el que los factores de corto plazo -la imagen y evaluación de los candidatos, el carácter de las campañas y, principalmente, el desempeño de los gobiernos- se convierten en variables independientes que cambian su sitio en el embudo de la causalidad, lo cual impacta en los niveles de partidismo y, finalmente, en las preferencias electorales.

De esta manera, si bien la hipótesis de Campbell, Converse, Miller y Stokes (1960) sobre la importancia de la socialización como origen del partidismo no debe dejarse de lado, partiendo de la premisa de que el que vota por primera vez lo hace por el partido que ha tenido preeminencia en dicho proceso (Paramio, 1998), actualmente la socialización ha perdido peso como el factor principal de formación de las identidades partidarias, sobre todo en sociedades urbanas, diversificadas en términos partidarios, que cuentan con un mayor grado de información acerca de las acciones del gobierno, con mayores niveles de educación, influjo de diversos grupos y organizaciones, medios de comunicación, etcétera.

Desde la teoría de la elección racional, la conceptualización que se hizo de la identidad partidista es la de un dispositivo que sirve para economizar información (Downs, 1957; Goldberg, 1969; Robertson, 1976; Shively, 1979). Sin embargo, el autor que cuestionó con mayor fuerza, desde esta corriente, la orientación puramente afectiva producto de la socialización fue Morris P. Fiorina (1981), con su trabajo Retrospective Voting in American National Elections.

En este trabajo el autor puso particular énfasis en los factores cognitivos y en las evaluaciones retrospectivas hacia el gobierno como los factores formativos de la identidad partidista. Para Fiorina, la identidad partidista debe conceptualizarse como una suma continua del desempeño previo de los partidos en el gobierno. En esta definición subyace la importancia del procesamiento individual de la información; la capacidad que tiene un individuo que es racional para evaluar el desempeño del gobierno y decantarse políticamente hacia alguna de las opciones políticas que se encuentran en disputa.

En este sentido, para Fiorina los sucesos externos tienen una influencia mayor de lo que se piensa en la identidad partidista debido a la capacidad del individuo de procesar la información disponible en su ambiente. La facultad de los individuos de procesar la información constituiría, desde la óptica de Fiorina, una explicación tanto de la estabilidad como del cambio en las lealtades partidistas. Por un lado, la estabilidad o resistencia al cambio de las identidades se explicaría por un ejercicio selectivo en la búsqueda de información, en el sentido de que esta refuerce sus creencias. En este sentido, el individuo busca a toda costa evitar una disonancia cognoscitiva (Festinger, 1957) con lo que él cree previamente en todo el proceso de exposición a la información: en la atención brindada, la validación y su recuerdo. Sin embargo, acontecimientos sumamente críticos, como un desempeño gubernamental inusitado, sea éste positivo o negativo, pueden producir cambios importantes en los niveles de identidad. Si los acontecimientos que producen un cambio son inéditos, la selectividad en el procesamiento de la información desempeña un papel importante para fortalecer a lo largo del tiempo los patrones de identidad.

La propuesta de Fiorina establece un grado de racionalidad en la formación, la estabilidad y el cambio en el partidismo al tiempo que reconoce la importancia de los grupos de referencia, sin que esto implique un grado de exclusividad de la familia como único grupo de este tipo. El reconocimiento de la capacidad individual de procesar la información sobre los distintos aspectos de índole política que le rodean brindó un primer acercamiento al papel fundamental que representa la direccionalidad e intencionalidad de las políticas en la conformación de patrones estables de partidismo. Todo ello a la par de la influencia que aún tienen los grupos de referencia más allá o no circunscritos únicamente a la familia.

Una de las aportaciones fundamentales de la llamada escuela revisionista fue que, al modificar la posición de la identidad partidista en el embudo de la causalidad, transformaron un concepto de naturaleza afectiva en uno de carácter político, basado en la cognición y la racionalidad individual como motor principal. Este planteamiento, de acuerdo con Holmberg (2007), refiere a dos diferentes nociones teóricas que a su juicio deben ser medidas y contrastadas de manera separada. Para Holmberg (2007), debe especificarse lo que se está analizando y tratando de medir, ya sea un concepto centrado en relaciones afectivas producto de la socialización u otro basado en una evaluación racional. El primero debe llamarse identificación partidista, mientras que el segundo, partidismo.

En este sentido, la comprensión del concepto de partidismo racional está estrechamente vinculada al desempeño del gobierno; entendido como un proceso en que la agencia política crea y recrea identidades políticas y sociales (Mainwaring y Torcal, 2005). La forma en que se articula el desempeño de un gobierno no sólo determina diferencias en las políticas que se implementan, sino también diferencias y repercusiones en el funcionamiento del régimen democrático y, por ende, en la formación del partidismo.

El estudio de la formación del partidismo se ha desarrollado, en su mayoría, bajo las premisas de representación/desempeño y competencia formuladas por el modelo de gobierno de partido responsable (GPR). De acuerdo con esta línea de investigación, los gobiernos de partido en democracias consolidadas presentan una gran diferencia entre sí respecto al amplio rango de políticas sociales y económicas (Castles, 1982; Esping-Andersen, 1990; Klingemann, Hoffert y Budge, 1994; Huber y Stephens, 2001).

Basado en este esquema de funcionamiento de las democracias representativas es que Morris Fiorina realiza su análisis sobre el impacto de las evaluaciones retrospectivas del desempeño del gobierno en la identificación partidista. En este modelo, los individuos seleccionan partidos en función de sus preferencias programáticas, las cuales al ser implementadas generan las condiciones de evaluación retrospectiva que impactarán en los niveles de partidismo.

Sin embargo, la presencia de una representación programática, tal y como lo postula el GPR en América Latina, ha sido exigua. El GPR enfrenta serias limitantes para explicar la formación del partidismo en las democracias que emergieron principalmente durante la tercera ola de la democracia (Sartori, 1996). En democracias no consolidadas, la competencia y el desempeño del gobierno se ha dado predominantemente sobre la base de lo que se conoce como el Patronage-based, party-voter linkage (Kitschelt y Wilkinson, 2007), un modelo de representación basado en el intercambio particularizado, también denominado representación clientelar, el cual tendrá un impacto particular en la formación de un partidismo racional, alejado (en este caso) por completo de consideraciones programáticas.

En este modelo de formación del partidismo, los vínculos entre partidos y ciudadanos se basan en incentivos materiales directos, focalizados en individuos específicos o pequeños grupos que de antemano se sabe son altamente receptivos -sobre todo por su grado de marginación y pobreza- a retribuir electoralmente y/o con su adhesión al partido político que lo está beneficiando con recursos del Estado en su ejercicio de gobierno.

En este sentido, tal y como lo enuncia Meneguello,

[e]l Estado ha adquirido un papel creciente como elemento regulador de la vida y del funcionamiento de los partidos, y las experiencias de gobiernos vienen ampliando las bases de su desarrollo organizativo a través de los recursos políticos allí producidos. (Meneguello, 1998: 27)

A través de su participación en el gobierno, los partidos optimizan la atención de los intereses y necesidades de grupos organizados, o enclaves sociales específicos.

En este contexto, la evaluación del desempeño que provoca la formación del partidismo racional no se lleva a cabo sobre la provisión de bienes colectivos como el crecimiento económico, el empleo, la estabilidad monetaria, la seguridad social. Por el contrario, la evaluación que hacen los individuos se hace sobre el beneficio mutuo y el intercambio de apoyo a cambio de una retribución o transferencia de renta directa, o por el acceso a empleo y bienes y servicios de distinta índole.

En América Latina en general, y en México en particular, la revitalización del intercambio particularizado fue de la mano de un afán de los partidos políticos de adaptarse a un panorama social fragmentado por la permanencia de altos niveles de desigualdad y pobreza. En este sentido, a partir de distintas coyunturas críticas (Collier y Collier, 1991), que derivaron en cambios estructurales en los modos de producción y gestión económica -el colapso del desarrollismo y la consecuente implantación de las reformas estructurales orientadas al mercado-, los partidos políticos, en un contexto de incipiente desarrollo democrático, han tenido que redefinir sus estrategias de organización y vinculación en función de una presencia cada vez más fragmentada y heterogénea de grupos de interés, así como de la expansión del sector informal de la economía y, en general, de grupos más segmentados, alejados de las grandes divisorias sociales (campesinos, obreros, sectores medios). Lo anterior creó las condiciones para el predominio de la lógica de representación y acumulación política de naturaleza clientelar, también denominada de intercambio particularizado (Alonso, 2007; Hagopian, 2007; Kistschelt y Wilkinson 2007).

De esta manera, la distribución de bienes y servicios sería el objeto de intercambio para asegurar la lealtad partidista y catalizar la movilización política (Gordin, 2006).3

La conformación de nuevas bases de apoyo es el objetivo principal, en donde las redes clientelares han sustentado su viabilidad en la acción estatal, ya sea a través de subsidios, de esquemas de regulación o de políticas sociales focalizadas. Las nuevas estrategias de vinculación se alejan por completo del esquema corporativo, propio de las organizaciones sindicales, campesinas o del sector terciario; por el contrario, lo que las caracteriza es su heterogeneidad (Roberts, 2006).

En distintos contextos, esta forma de agregación de preferencias ha constituido una solución racional, un curso de acción que reporta mayores beneficios para los partidos políticos que, desde el gobierno, lo llevan a cabo, erigiendo con ello una articulación particular de la democracia representativa. En este sentido, para Corzo (2002), la relación de intercambio que se establece en el vínculo clientelar favorece una percepción benévola de la eficacia en el cumplimiento del mandato de los representantes electos. El clientelismo promueve un acercamiento en las relaciones Estado/sociedad (Günes-Ayata, 1994: 52), dado que el individuo que forma parte del vínculo siente que también forma parte de la toma de decisiones. El intercambio que se establece en la relación clientelar da sentido a su relación política, al obtener una respuesta eficaz y concreta del Estado que satisface sus necesidades (Corzo, 2002).

Mientras que el intercambio por la vía de la representación programática es indirecto -los partidos ofrecen un conjunto de políticas públicas a los individuos con la promesa de que serán implementadas en el gobierno con un criterio universalista, cuyo cumplimiento depende de la reelección y el consecuente aumento en los niveles de identificación-, en el intercambio particularizado el mecanismo de distribución es directo: existe un intercambio de votos o lealtad por recursos materiales.

El esfuerzo de vinculación/organización se centra en canales, lazos y redes de intercambio que posibiliten la distribución particularista de recursos que, en lugar de seguir criterios universalistas en la orientación de las políticas públicas, proceda a un tipo de intercambio no mediado. Esto genera una relación instrumental abiertamente partidista; ofrece a un sector en específico apoyo en forma de recursos -la mayoría de ellos de origen estatal- a cambio de votos o, como veremos en este trabajo, de lealtad e identidad partidista. Sin embargo, un punto en común entre ambas formas de intercambio es que el tipo de racionalidad que subyace en las consideraciones retrospectivas es de naturaleza instrumental.

No obstante, este tipo de evaluación adquiere mayor fuerza en una relación de intercambio dirigida a los potenciales partisanos del partido, que ofrece los beneficios, en donde la identidad partidista, reformulando a Fiorina, es la suma continua de un desempeño particularista que refleja tanto políticas públicas que responden a servicios y favores concretos y personalizados -en la dimensión de receptividad- como una rendición de cuentas particularista. Por lo tanto, que un gobierno de partido se incline por una estrategia programática o clientelar se inserta perfectamente en una concepción procedimental de la democracia,4 en donde las consideraciones normativas quedan fuera.

La democracia no es un fin; es un medio por el cual las preferencias individuales, tendientes a la maximización de la utilidad, posibilitan la elección entre distintas estrategias y/o plataformas de gobierno. Como se verá a continuación, la democracia en la arena electoral es un medio en donde los individuos tienen la capacidad de sustituir una plataforma por otra, siempre con el objetivo de obtener los resultados deseados; por ello, en la medida en que exista alguna diferencia entre las plataformas de los partidos o entre las líneas generales de la política, los individuos, en tanto votantes, con su elección “hacen constar que desean un lote de mercaderías políticas, y no otro” (Macpherson, 1997: 97).

En una democracia se parte del supuesto de que los sujetos tienen necesidades y demandas muy diversas; de que existe un alto grado de heterogeneidad que permite, en distintos contextos, que se forme una mayoría que, en concordancia con la estrategia gubernamental, opta por una forma específica en la conducción del gobierno, de acuerdo con sus preferencias específicas.

Como se verá a continuación, los cambios en el partidismo se explican a partir de la condición de beneficiario de la política social, el uso de programas sociales en concreto y la preocupación por la pobreza y la desigualdad como asuntos prioritarios del Estado.

Cambios en el partidismo en la Ciudad de México: realineamiento por rotación

La dinámica del partidismo en la Ciudad de México presenta una paradoja interesante: la Gráfica 1 nos muestra, por un lado, que el macropartidismo5 ha permanecido estable a lo largo de 4 elecciones para Jefe de Gobierno (76 % en promedio) y, por otro, que entre 2012 y 2018 se ha presentado un cambio en el balance de las lealtades partidistas, reflejado principalmente en el crecimiento de la identificación política con Morena a lo largo del sexenio pasado, a partir de su surgimiento como partido político6 y hasta el día de su presencia predominante el día de la elección.

Fuente: elaboración propia a partir de exit polls del Departamento de Investigación del grupo Reforma (2000 y 2006) GEA-ISA 2012 y LIP: 2018.

Gráfica 1 Votantes partidistas y no alineados: 2000-2018 

Esta gráfica también nos muestra que, en la pasada elección de 2018, los votantes independientes presentaron el nivel más bajo registrado en las cuatro elecciones de Jefe de Gobierno llevadas a cabo desde el año 2000. Aunque hay que señalar que esta cifra se inscribe en una tendencia previa, en donde los votantes no alineados han ido a la baja; por ejemplo, en los comicios de 2012 el grupo de los independientes presentaba una disminución significativa de poco más de 30 % con respecto a 2006, mientras que de 2012 a 2018 la baja fue de 12.5 %.

En la Gráfica 2 se presenta el cambio en el balance de las lealtades partidistas, se considera el periodo que comprende como punto de inicio la elección para Jefe de Gobierno de 2012 y como punto de llegada el mismo tipo de elección, pero en 2018; los registros del intervalo contemplan seis mediciones previas: septiembre y diciembre 2015; marzo y junio 2016; diciembre 2017 y mayo 2018.

Fuente: elaboración propia con datos para 2012: encuesta de GEA-ISA (exit poll), septiembre 2015-mayo 2018: El Universal; julio 2018: LIP

Gráfica 2 Partidismo en la Ciudad de México: 2012 - 2018 

En principio, resalta que entre la medición de 2012 y el primer registro en 2015 (septiembre), a poco más de dos meses de haber concluido la elección intermedia del sexenio pasado en la Ciudad de México, los tres principales partidos de la Ciudad de México hasta ese momento -PRD, PAN y PRI- habían perdido en promedio 60 % de su membresía.

Por otra parte, entre septiembre de 2015 y mayo de 2018, el perredismo, priismo y panismo mantuvieron un comportamiento estable: 15 % y 8 % en promedio respectivamente. Sin embargo, el día de la elección dos de estas coaliciones partidistas incrementarían su presencia con respecto a la media; en el primer caso el panismo con 8 puntos y en segundo lugar el priismo en un punto porcentual.

Destaca el hecho de que el panismo sea la única identidad política de larga data en la Ciudad de México que, de descender la primera parte del sexenio en 11 puntos porcentuales, posteriormente de 2015 a 2018 presentara un crecimiento promedio de 18 %, lo cual contrasta con un priismo cuya tasa de crecimiento fue cero y con un perredismo que decreció a lo largo de este mismo periodo en 7 %.

Después de describir lo sucedido con las coaliciones de apoyo de los tres partidos tradicionales, es necesario destacar el desarrollo y consolidación de la identificación política con Morena. En principio, resulta significativo que a poco más de un año de su formación, para septiembre 2015, Morena registraba 13 % de identificación partidista, sólo 3 puntos porcentuales por debajo de la identificación con el PRD.

Este primer dato desestima la afirmación de que el surgimiento de Morena es producto de un desprendimiento directo del Partido de la Revolución Democrática; acorde a la Gráfica 2, la disminución del perredismo (24 puntos) entre julio 2012 y septiembre 2015 no recae o se desplaza inmediatamente al morenismo y es que, de septiembre 2015 a junio 2016, el perredismo y el morenismo prácticamente corrían a la par: 15 % y 14 % en promedio, respectivamente.

El crecimiento del morenismo se da en tres fases o etapas: la primera de junio 2016 a diciembre 2017 en 10 puntos; la segunda de diciembre 2017 a mayo 2018, en plena campaña, en 8 puntos, y la última de mayo a julio 2018 en 10 puntos porcentuales. De esta forma, la tasa de crecimiento del morenismo en el periodo fue de más de 170 %.

El crecimiento del morenismo pasa previamente por el aumento del sector no alineado, o del votante independiente, y se explica a su vez por la disminución del perredismo; y es que todo parece indicar que el desalineamiento que sufre el PRD en su coalición de apoyo alimenta directamente al sector no identificado con ningún partido político.

Lo anterior puede verificarse entre julio de 2012 y septiembre de 2015: en más de tres años los independientes habrían crecido en 28 puntos porcentuales, una proporción similar al desprendimiento perredista que se había producido en este mismo periodo de tiempo.

Como lo muestra la Gráfica 2, a partir de septiembre 2015 a junio 2016 la presencia de los independientes promediaría 44 %, constituyéndose como el sector predominante en dicho periodo; posteriormente entre junio 2016 y julio 2018, el sector no alineado disminuiría 31 puntos porcentuales.

Lo significativo es que la disminución total de votantes independientes apenas difiere en 4 puntos por debajo del incremento paralelo que observó el morenismo en el periodo 2016-2018. Al parecer, lo que pierde un grupo lo gana el otro. Este fenómeno se conoce como realineamiento por rotación: si bien no se altera la distribución partidista-no partidista del electorado, sí se modifica el balance de un partido a otro (Moreno y Méndez, 2007); sin embargo, la particularidad del caso que se presenta es que la rotación pasó primero del perredismo hacia el sector independiente y, posteriormente, hacia el morenismo. Este hecho resulta significativo debido a que generalmente el realineamiento por rotación se produce en un contexto de más de dos partidos relevantes. En suma, si el realineamiento por rotación es tradicionalmente:

Partido A → Partido B → Partido C

El fenómeno que aconteció a lo largo del sexenio pasado en la Ciudad de México fue de la siguiente forma:

Partido A → Independientes → Partido B

Para julio de 2018, el registro de independientes (14 %) es apenas menor en 2 puntos al observado en 2012; la identificación con Morena cierra en 43 % y el perredismo -después de haber perdido 24 puntos en los primeros tres años del sexenio y mantener el resto del sexenio una presencia promedio de 14 %- cierra el sexenio con una pérdida neta de 29 puntos porcentuales.

El lector atento se habrá percatado de que el periodo clave en términos de declive para el perredismo en la Ciudad de México, fue de julio 2012 a septiembre 2015; los 24 puntos que pierde en poco más de tres años nunca los vuelve a recuperar en todo lo que resta del sexenio y al parecer, rotaron hacia el “independentismo” y finalmente este grupo, otrora perredista, viene a nutrir entre diciembre 2017 y julio 2018 al morenismo.

Fortalecimiento del voto partidista: una señal del realineamiento en la Ciudad de México

La importancia del partidismo en el proceso electoral estriba, además de una presencia considerable, fundamentalmente en el grado con el que influye en el proceso electoral (Bartels, 2000; Moreno y Méndez, 2007). El grado de influencia que se analiza, para el caso de la Ciudad de México, es el porcentaje de votantes que, identificándose con alguna de las principales formaciones del sistema de partidos capitalino, sufragaron acorde con dicha identificación no sólo en la elección para Jefe de Gobierno de la Ciudad de México, sino también, por ejemplo, en la elección presidencial.

En este tenor, se puede decir que el partidismo ejerció una mayor influencia en el voto para Jefe de Gobierno en la elección de 2018 en comparación a 2012; lo anterior se constata si se compara la proporción de partidistas que sufragaron por un candidato distinto al de su partido en este tipo de elección (crossover voting) y si se analiza el voto dividido (split-ticket voting), que en este caso comprende el porcentaje de personas que votaron acorde con su identificación partidaria en la elección de Jefe de Gobierno y votaron para presidente de la República por un partido distinto.

El Cuadro 1 indica el voto por Jefe de Gobierno partidista y el voto de aquellos que, identificándose con alguno de los partidos señalados, se orientaron por un candidato distinto al partido con el cual se identifican.

Cuadro 1 Voto partidista y voto crossover en las elecciones para Jefe de Gobierno 2012 y 2018 (%) 

2012 2018
voto partidista voto crossover voto partidista voto crossover
total 56 22 68 14
priista 14 7 7 2
[67] [33] [79] [21]
panista 10 6 13 4
[62] [38] [78] [22]
perredista 32 9 9 2
[79] [21] [82] [18]
morenista (-) (-) 39 6
[85] [15]

Fuente: elaboración propia con datos para 2012: de encuesta de GEA-ISA (exit poll), para 2018 LIP (exit poll). El voto crossover se refiere en este caso a los partidistas que votaron por un candidato a la jefatura de Gobierno distinto al de su partido. Los porcentajes en cada celda se calcularon con base en el total de la votación, los porcentajes en el paréntesis se basan en el total de partidistas de cada partido.

En comparación con el proceso electoral de 2012, es la elección de 2018 la que refleja con mayor fuerza los axiomas del modelo Michigan: La mayor parte del electorado experimentó una identificación partidista y votó en concordancia por aquel partido con el cual se identificaban (Campbell, Converse, Miller y Stokes, 1960). Al respecto, el voto partidista en esta elección se incrementó en 12 puntos porcentuales (+ 21 %), mientras que el voto partidista cruzado disminuyó en 8 puntos (-36 %) con respecto a 2012.

El Cuadro 1 nos ayuda a vislumbrar el proceso de realineamiento electoral desde dos ángulos: a) de 2012 a 2018, la conformación del voto partidista de poco más de 57 %, recaería en dos partidos formalmente distintos; en el primer caso dicha composición descansaría en el PRD y seis años después lo haría en Morena y b) al comparar las dos elecciones para Jefe de Gobierno, al parecer el realineamiento electoral se verifica en la disminución del voto partidista perredista y el voto partidista priista, que en su conjunto suman 30 puntos porcentuales, lo cual posteriormente explicaría/conformaría en gran medida el porcentaje de presencia del voto partidista morenista en 2018.

En contraste con la disminución del voto perredista y priista, se destaca el aumento del voto partidista panista en 30 % respecto a 2012; si bien el crecimiento puede considerarse marginal, su notoriedad radica en que fue el único partido de la tradicional formación partidaria de la Ciudad de México que creció en el sexenio.

Al segmentar el voto cruzado (crossover voting) por partido político, se muestra que en 2012 más de la mitad provino de priistas y perredistas; en contraste, seis años después ambas coaliciones, si bien minoritarias, fueron las más leales: en 2018 más de 71 % del voto cruzado se nutrió de morenistas y panistas.

En lo que respecta al Cuadro 2, se presentan los resultados del voto partidista normal y el voto partidista dividido; en el primer caso, las personas que votaron acorde con su identificación partidaria en ambos cargos en la elección de 2018 -Jefe de Gobierno de la Ciudad de México y presidente de la República- fue mayor en 13 puntos porcentuales (24.5 %).

Cuadro 2 Voto partidista normal y voto dividido en las Elecciones para Jefe de Gobierno y presidente de la República en la Ciudad de México: 2012 vs. 2018 (%) 

2012 2018
voto partidista normal voto partidista dividido voto partidista normal voto partidista dividido
total 53 23 66 17
priista 13 7 7 2
[63] [37] [71] [29]
panista 10 6 13 4
[60] [40] [73] [27]
perredista 30 10 7 4
[74] [26] [62] [38]
morenista (-) (-) 39 7
[84] [16]

Fuente: elaboración propia con datos para 2012: de encuesta de GEA-ISA (exit poll), para 2018 LIP (exit poll). El voto dividido (Split-ticket voting) se refiere en este caso a los partidistas que votaron por un candidato a la jefatura de Gobierno por un partido y por un candidato distinto a la presidencia de la República. Los porcentajes en cada celda se calcularon con base en el total de la votación; los porcentajes entre corchetes se basan en el total de partidistas de cada partido.

Por el contrario, el voto partidista dividido fue menor en esta misma elección en 6 puntos (-26 %) con respecto a 2012, es decir, menos votantes partidistas dividirían su voto en la elección para presidente de la República.

El efecto sustitución que se presentó en el voto partidista 2012 a 2018 (Cuadro 1) también se presenta en el voto partidista normal en el mismo periodo: si en 2012 el perredismo fue la presencia más fuerte, en 2018 es el morenismo. De igual forma, el priismo ve disminuir su voto partidista normal en 46 % y únicamente el panismo incrementó ligeramente su voto partidista normal en seis años en 30 %. Cabe señalar que el descenso fue ostensible en el caso del voto partidista normal del perredismo en casi 77 %.

En lo que respecta al voto partidista dividido en cada segmento, los priistas dividieron menos su voto con respecto a 2012 y, con ello, se constituyeron en el segmento que votó menos por un partido distinto al suyo en la elección presidencial. Los priistas, por su parte, fueron los más leales en la Ciudad de México, seguidos de los panistas y perredistas que también vieron disminuir su voto partidista dividido en 2 y 6 puntos porcentuales con respecto a 2012, respectivamente. Por el contrario, en el caso de los morenistas, aunque fueron la coalición de apoyo mayoritaria, también fueron los que más dividieron su voto en 2018 en 16 %.

Con la evidencia descriptiva que hasta el momento se ha presentado, se puede establecer que en el periodo 2012-2018 se fortaleció la identidad partidista en la Ciudad de México como un predictor del voto; si el porcentaje de voto partidista y de voto partidista normal promediaba en 2015 poco más de 54 % en 2018, su presencia conjunta alcanzaba 67 % en promedio, es decir, un incremento de 13 puntos porcentuales.

Por otro lado, todo parece indicar que la principal fuente de realineamiento electoral lo constituye principalmente el declive del perredismo y en menor medida el priismo; parte sustancial de ambas coaliciones habrían tenido como destino final la conformación del morenismo.

Finalmente, la fuerte influencia de la identidad partidista se hace patente en el Cuadro 3. De 2012 a 2018, los panistas y perredistas reforzaron el voto partidista, sufragando, en la elección de Jefe de Gobierno 2018, en consonancia por el blanquiazul y el sol azteca respectivamente. Estos números resultan significativos si consideramos que en dicha elección ambos partidos participaron bajo una coalición/alianza denominada “Por la Ciudad de México al Frente”. Por su parte, la irrupción del morenismo fue contundente; esta coalición sólo fragmentó su voto en 15 %.

Cuadro 3 Identificación partidista y voto por Jefe de Gobierno: 2012 y 2018 

PAN PRI PRD Morena
2012 2018 2012 2018 2012 2018 2018
Priista 4 (-) 67 79 24 10 8
Panista 62 78 7 11 24 (-) 6
Perredista 4 (-) 10 5 79 82 11
Independiente 9 (-) 27 14 42 24 45
Morenista (-) (-) (-) 3 (-) 9 85

Fuente: elaboración propia con datos para 2012 de GEA-ISA y para 2018 de LIP.

Determinantes de la identidad partidista en 2018

En este apartado se presenta un análisis multivariado conformado por dos modelos logísticos que nos permitirán comparar el realineamiento electoral que se produjo entre 2012 y 2018 en términos de los cambios en la composición social, contextual e ideológica del partidismo en la Ciudad de México a partir de la transformación del sistema de partidos local con el surgimiento del Movimiento de Regeneración Nacional en el año 2014.

La variable dependiente de cada uno de los modelos es la identidad partidista de los cuatro principales partidos políticos de la Ciudad de México: PRD, Morena, PAN y PRI; también se considera al sector no alineado o votantes independientes de cada proceso electoral. Las variables independientes que se consideraron fueron: género, edad, ingreso, escolaridad, ser beneficiario de la política social, voto por Andrés Manuel López Obrador a la presidencia de la República, desaprobación del Jefe de Gobierno de la Ciudad de México; ideología, ser beneficiario del Programa de Adultos Mayores; impacto del desempleo y pobreza como principales problemáticas. El análisis se basa en las encuestas de salida que se realizaron en 2012 y 2018 en el primer caso por la consultora GEA-ISA y para 2018 por el Proyecto de Investigación: El comportamiento electoral en la Ciudad de México: 2000-2018;7 la encuesta fue realizada por la empresa Laboratorio de Innovación Política.

El análisis nos permitirá entender la composición del partidismo en cada elección en particular y comprender el impacto que tuvo el realineamiento electoral, en la coalición de votantes de izquierda, el cual ha conducido a que las características propias del perredismo sean ahora constitutivas del morenismo. El trabajo se complementa con los coeficientes de las probabilidades promedio de cada categoría de las variables independientes.

Los resultados de la regresión se muestran (Cuadro 4) para dos elecciones para Jefe de Gobierno 2012 y 2018. Se observa que, respecto a 2012, los priistas perdieron presencia entre los hombres; ésta se traslada al panismo, cuya presencia en mujeres se disipa. En el resto de las formaciones partidistas el género no constituye una variable significativa.

Cuadro 4 Determinantes del partidismo en la Ciudad de México: 2012 vs. 2018 

Morenistas Priistas Perredistas Panistas Independientes
variable 2018 2012 2018 2012 2018 2012 2018 2012 2018
Sexo: mujer 0.104 -0.203* -0.0120 0.0221 0.00464 0.277*** -0.123* -0.136 -0.00943
Menos de 30 años a 0.273*** -0.0441 -0.400*** 0.404** -0.173 -0.428** 0.0112 0.156 -0.00834
Entre 40 y 60 años a 0.183** 0.173 0.0352 0.171 -0.238** -0.0825 -0.0898 -0.245*** -0.0498
Más de 60 años a 0.238** 0.148 0.285** 0.0345 -0.562*** 0.307 -0.0576 -0.709*** 0.0666
Ingreso Bajo b 0.317*** 0.505* 0.210* 0.142 0.237* -0.954*** -0.0366 0.389* -0.403***
Ingreso Medio b 0.313*** 0.617** 0.271** 0.480** 0.0176 -1.041*** 0.0453 0.368* -0.210*
Ingreso Medio Alto b 0.133 0.277 0.0992 0.159 -0.272 -0.731*** 0.436*** 0.344 -0.0665
Básica c 0.536** -0.0707 -0.762*** 0.0869 -0.00314 0.0747 -0.390 -0.351 0.599
Media superior c 0.581** -0.535 -0.805*** -0.498 -0.148 0.407 -0.408 0.990* 0.651*
Licenciatura o más c 0.414* -0.590 -0.846*** -1.199*** -0.946*** 1.062** 0.0173 1.073** 0.907**
Beneficiario de Programas Sociales 0.134* -0.314 0.0862 0.308** 0.301*** -0.376** -0.0709 0.0684 -0.276***
Voto por AMLO a la presidencia de la República 3.060*** -1.357*** -2.258*** 2.198*** -2.295*** -1.453*** -2.663*** -0.364*** -0.687***
Desaprobación jefe de Gobierno 0.336*** 0.675*** -0.0960 -0.949*** -0.578*** 0.182 0.0422 -0.136 0.111
Ideología de izquierda d 0.728*** -0.232 -0.0675 0.875*** 0.596*** -0.676*** -0.108 -1.126*** -0.962***
Ideología de derecha d 0.0236 0.156 0.713*** 0.122 -0.131 0.981*** 0.982*** -1.457*** -1.346***
Beneficiario del Programa de Adultos Mayores 0.253*** (-) -0.189* (-) 0.225** (-) -0.382*** (-) -0.117
Desempleo 0.244 (-) -0.0517 (-) -0.431** (-) 0.0306 (-) 0.166
Pobreza 0.301* (-) -0.0994 (-) -0.144 (-) -0.148 (-) 0.0215
Constante -3.429*** -2.005* -1.580*** -2.546*** -1.397*** -0.250 -0.960*** -0.415 -1.130**
Porcentaje de predicción directa 84.30 90.87 88.16 77.57 89.43 83.55 84.38 81.53 87.79

Fuente: elaboración propia con datos para 2012: de encuesta de GEA-ISA (exit poll), para 2018 LIP (exit poll).

a Se utiliza como referencia Entre 30 y 40 años.

b Se utiliza como referencia Ingresos altos.

c Se utiliza como referencia Sin estudios.

d Se utiliza como referencia Centro.

*** p<0.01, ** p<0.05, * p<0.1

En el caso de la variable edad, vemos que la afinidad hacia Morena fue transversal en los distintos segmentos, aunque con mayor fuerza, dado el nivel de significancia y tamaño del coeficiente, en los jóvenes; en segundo lugar, las personas mayores de 60 años y en tercer sitio las personas entre 40 y 60 años. En contraparte, el perredismo mantiene el apoyo únicamente de los votantes entre los 30 y 40 años, segmento que junto al de adultos mayores (60 años o más) se muestra afín al priismo en 2018.

Las personas identificadas con la variable ingreso bajo y medio son constitutivas del morenismo en 2018; con respecto a 2012, el perredismo pierde presencia en el ingreso medio y la mantiene en el sector de ingreso bajo, aunque con un nivel de significancia y tamaño del coeficiente menor en comparación con el morenismo. Para el priismo, aunque conserva el apoyo de los sectores de ingreso bajo y medio, es menor dicho apoyo dado el nivel de los coeficientes de 2018. Al panismo lo abandona el sector alto de ingresos y se posiciona en el sector medio en la elección pasada.

En el caso de la variable escolaridad, de nueva cuenta la presencia del morenismo es transversal en los tres niveles reportados, con el siguiente orden de importancia: media superior, básica y licenciatura o más; el perredismo mantiene presencia únicamente en el sector que no tiene estudios, cuestión que comparte con el priismo; el apoyo de los universitarios se diluye en el caso del panismo en 2018, mientras que el hecho de ser independiente y tener una escolaridad media superior y superior se consolida de 2012 a 2018.

En el caso del hecho de ser beneficiario de los programas sociales implementados por el Gobierno de la Ciudad de México y su relación con el partidismo, se observa que en 2018 el perredismo y el morenismo comparten presencia en dicho sector, aquí se destaca que la asociación con el perredismo se muestra más fuerte en comparación con sus otrora correligionarios.

La inclusión de la variable del voto por Andrés Manuel López Obrador a la presidencia de la República guarda una importancia intrínseca: fue Jefe de Gobierno de la Ciudad de México y ha ganado las tres últimas elecciones Presidenciales en la capital del país, en promedio con 56.2 % de los votos;8 su gestión prácticamente consolidó a la izquierda mexicana, primero con el PRD y ahora con Morena, en el sistema de partidos local. Además, el tres veces candidato presidencial, con la excepción del proceso electoral del año 2012, ha obtenido más votos que los candidatos que el PRD en su momento, coaligado con otros partidos, apoyó en su momento en las elecciones de Jefe de Gobierno.9 Sumado a lo anterior, el antecedente más importante, para efectos de este trabajo, es que el desempeño de gobierno de Andrés Manuel López Obrador, centrado en la política social, tuvo un impacto directo en el aumento de los niveles de perredismo durante el periodo 2001-2006, una cuestión que ha sido aborda en otro trabajo;10 en función de estos antecedentes se considera que se justifica la inclusión del voto por Andrés Manuel a la presidencia de la República como variable independiente y explicativa de un morenismo emergente y de un perredismo a la baja; la comparación resulta interesante si consideramos, por un lado, la impronta que ha tenido el tres veces candidato a la presidencia de la República en la capital del país y, por otro, el hecho de que el perredismo en esta elección prácticamente abandonó a AMLO, de 2012 a 2018 la relación perredismo/lópezobradorismo descendió en 61 puntos porcentuales, cuestión que se refleja y confirma en el signo del coeficiente,11 mientras la relación entre morenismo y voto por Andrés Manuel es, a todas luces, positiva y significativa.

En lo que concierne a la variable evaluación del Jefe de Gobierno la desaprobación de los morenistas es evidente, la aprobación del perredismo igual y es posible que debido a la alianza que el panismo sostuvo con el PRD la evaluación del desempeño de Miguel Ángel Mancera que hacen los panistas se mantiene al igual que en 2012, sin ser significativa. La variable también pierde fuerza explicativa para 2018 en el caso del priismo que seis años atrás desaprobaba la gestión de Marcelo Ebrard.

Respecto a la variable ideología, el perredismo y el morenismo siguen compartiendo adeptos entre los individuos de izquierda, aunque en el segundo caso la relación es mayor dado el tamaño del coeficiente; en contraparte, la derecha política se encuentra asociada al panismo en una relación consistente que comprende ya ambas elecciones y en 2018 también con el priismo. Por otra parte, los independientes, antes de ser de izquierda o de derecha, en esta elección estarían vinculados al centro ideológico.

Líneas arriba se había mencionado la importancia de los programas sociales implementados en la Ciudad de México desde el arribo de López Obrador a la Jefatura de Gobierno en el año 2000, en otros trabajos se ha probado la relación de los distintos programas con el partidismo,12 en especial el sector de adultos mayores, en virtud del impacto político que tuvo en su momento y que insertó a México en la discusión global acerca de los efectos de la política social en el comportamiento electoral. En el caso de este trabajo, se puede observar que en la elección de 2018, los beneficiarios del programa de ayuda a adultos mayores se distribuyen en el perredismo y morenismo, y ni el priismo ni el panismo ni tampoco el sector independiente han logrado una penetración en este grupo.

Finalmente, en lo que respecta a las problemáticas de la Ciudad incluidas en el modelo, vemos que el desempleo no constituye una variable explicativa para ningún tipo de partidismo; en contraste, las personas que consideran que la pobreza es el principal problema de la capital son morenistas.

El realineamiento partidista en perspectiva

Hasta el momento se ha presentado un panorama que señala claramente el papel preponderante que han tenido los partidos de izquierda y sus coaliciones de apoyo en el espectro político de la Ciudad. El rol que ha jugado el priismo ha sido marginal y el crecimiento que tuvo el panismo se localiza, como veremos a continuación, en variables concretas; de esta forma el perredismo y el morenismo se han disputado el rol dominante en la capital del país con un claro vencedor en julio de 2018 que ha ido de la mano del debilitamiento también del sector no alineado o independiente.

Las probabilidades promedio del modelo multivariado que hemos presentado nos ayudarán a entender con mayor claridad el realineamiento que se produjo en el partidismo de izquierda, sin menoscabo de los cambios menores que se produjeron en el panismo, el priismo y el sector independiente.

De 2012 a 2018, el perredismo presenta una caída abrupta en todos los rubros o variables de análisis; esto se ve reflejado en principio en todos los grupos etarios, aunque esta situación se presenta de forma más contundente en los jóvenes: la probabilidad de ser alguien menor de 30 años y ser perredista era de 44 % en 2012 y en 2018 fue de tan sólo 6 %. Por otra parte, el panorama no es alentador en las personas entre 40 y 60 años y en los adultos mayores: si en 2012 la probabilidad de presencia del perredismo era de 38 % y 35 %, ésta desciende seis años después en 84 % y 88 %, respectivamente.

Una caída importante también se presenta en ambos géneros; si en 2012 la probabilidad de ser hombre y perredista era de 38 %, y la de ser mujer y perredista era de 39 %; para 2018 ésta desciende en ambos casos en 33 y 32 puntos respectivamente.

La disminución del perredismo también se presenta principalmente en el sector de escolaridad básica y media superior, además de una importante caída en el grupo de personas sin estudios. En el primer caso, la disminución de la probabilidad de ser perredista fue de 38 puntos y en el grupo de personas de educación media de 34 puntos porcentuales. La caída más abrupta fue en las personas sin estudios con 45 puntos porcentuales.

El perredismo siempre se caracterizó por tener una presencia considerable en el sector bajo y medio de ingresos; sin embargo, para 2018, tal y como lo muestra el Cuadro 5, la probabilidad de ser perredista en el primer caso descendió en más del 63 % y en 76 % en lo que respecta al sector medio de ingresos. La condición de ser beneficiario de la política social marca un antes y un después en la probabilidad de ser perredista: si en 2012 ésta era de 65 %, en 2018 sería de 7 %. De igual forma el hecho de votar por AMLO a la presidencia y ser perredista disminuyó de 2012 a 2018 en 63 puntos porcentuales. Al parecer la desvinculación del tabasqueño del Sol Azteca marca un antes y un después en el hecho de ser perredista. La pertenencia de Andrés Manuel al partido, el vínculo con su liderazgo era fundamental para ello.

Cuadro 5 Determinantes sociales y contextuales del partidismo. Probabilidades promedio en México 

Morenistas Priistas Panistas Perredistas Independientes
variables 2018 2012 2018 2012 2018 2012 2018 2012 2018
Menos de 30 años 0.45 0.15 0.03 0.10 0.09 0.44 0.06 0.20 0.10
Entre 30 y 40 años 0.38 0.16 0.05 0.15 0.09 0.34 0.07 0.22 0.10
Entre 40 y 60 años 0.42 0.18 0.05 0.14 0.08 0.38 0.06 0.16 0.10
Más de 60 años 0.44 0.18 0.07 0.19 0.08 0.35 0.04 0.12 0.11
Ingreso bajo 0.43 0.06 0.05 0.07 0.08 0.19 0.07 0.18 0.09
Ingreso medio 0.43 0.07 0.05 0.07 0.09 0.25 0.06 0.17 0.11
Ingreso medio alto 0.39 0.05 0.04 0.09 0.12 0.19 0.04 0.17 0.12
Ingreso alto 0.36 0.04 0.04 0.17 0.08 0.17 0.06 0.13 0.13
Sin estudios 0.30 0.05 0.10 0.10 0.11 0.54 0.09 0.08 0.05
Básica 0.42 0.21 0.05 0.08 0.08 0.46 0.09 0.15 0.09
Media superior 0.43 0.14 0.05 0.14 0.07 0.41 0.07 0.19 0.10
Licenciatura o más 0.39 0.14 0.05 0.24 0.11 0.26 0.04 0.21 0.12
Beneficiario de Programas Sociales 0.44 0.04 0.05 0.08 0.08 0.65 0.07 0.17 0.09
No beneficiario de Programas Sociales 0.40 0.06 0.05 0.11 0.09 0.17 0.06 0.16 0.11
Votó por AMLO a la presidencia de la República 0.80 0.09 0.01 0.07 0.02 0.65 0.02 0.15 0.07
No votó por AMLO a la presidencia de la República 0.16 0.29 0.12 0.24 0.23 0.17 0.15 0.20 0.14
Desaprobación Jefe de Gobierno 0.45 0.24 0.05 0.15 0.09 0.25 0.05 0.19 0.11
Aprobación Jefe de Gobierno 0.37 0.14 0.05 0.13 0.08 0.46 0.08 0.17 0.10
Izquierda 0.52 0.04 0.05 0.05 0.08 0.27 0.09 0.14 0.06
Derecha 0.42 0.06 0.08 0.23 0.16 0.15 0.06 0.10 0.04
Centro 0.11 0.06 0.07 0.10 0.11 0.13 0.11 0.33 0.4
Mujer 0.43 0.15 0.05 0.15 0.08 0.39 0.06 0.17 0.10
Hombre 0.40 0.18 0.05 0.18 0.09 0.38 0.06 0.19 0.10
Desempleo 0.46 (-) 0.05 (-) 0.09 (-) 0.04 (-) 0.12
Pobreza 0.48 (-) 0.04 (-) 0.08 (-) 0.06 (-) 0.11
Beneficiarion del Programa de Adultos Mayores 0.48 (-) 0.06 (-) 0.10 (-) 0.11 (-) 0.11

Fuente: elaboración propia con datos provenientes del modelo multivariado realizado con base en las encuestas de GEA-ISA (exit poll) para 2012 y LIP (exit poll) para 2018.

El descenso en la izquierda también fue notable: ser perredista y de izquierda pasó de 27 % a 9 % en 2018. Al considerar todas las variables contempladas en el Cuadro 5, el perredismo tuvo una media de descenso de 26 puntos porcentuales en seis años; no obstante, tal y como se ha presentado, son los tres principales rubros de edad (jóvenes, adultos y adultos mayores), el sector bajo y el sector medio de ingresos, el ser beneficiario de la política social del Gobierno de la Ciudad de México, la importancia de López Obrador como candidato a la presidencia y el hecho de ser de izquierda las variables en que el perredismo observó una disminución por encima de la media.

Ahora bien, si se efectúa una comparación tomando en cuenta cada una de las variables del modelo, ordenándolas de mayor a menor presencia de perredismo, ¿en qué medida las variables características de la identificación con el “sol azteca” en 2012 son ahora constitutivas del morenismo?

Fuente: elaboración propia con datos provenientes del modelo multivariado realizado con base en las encuestas de GEA-ISA (exit poll), para 2012 y LIP (exit poll) para 2018.

Gráfica 3 Elección de Jefe de Gobierno de la Ciudad de México. Características constitutivas del perredismo en 2012 vs. características constitutivas del morenismo en 2018 (probabilidades promedio), Parte 1 

Como se puede observar, el morenismo no alcanza los mismos niveles de probabilidad que el perredismo tenía en 2012 en variables como el hecho ser beneficiario de la política social, en el sector sin estudios, en la educación básica o en algo comprensible como es la aprobación del Jefe de Gobierno en funciones. Sin embargo, si consideramos un intervalo que parta de la variable del grupo de edad menor de 30 años y llegue hasta la variable del grupo de edad entre 30 y 40 años, se observa que el morenismo supera los niveles de identificación con el otrora partido dominante de la Ciudad de México, en puntajes que van desde 1 a los 8 puntos porcentuales. A partir de la ideología de izquierda y hasta la ideología de centro (Gráfica 4), el morenismo supera el estándar perredista 2012 en promedio por 18 puntos porcentuales.

Fuente: elaboración propia con datos provenientes del modelo multivariado realizado con base en las encuestas de GEA-ISA (exit poll), para 2012 y LIP (exit poll) para 2018.

Gráfica 4 Elección de Jefe de Gobierno de la Ciudad de México. Características constitutivas del perredismo en 2012 vs. características constitutivas del morenismo en 2018 (probabilidades promedio), Parte 2 

Conclusiones

La dinámica del partidismo en la Ciudad de México ha seguido una ruta marcada por la intencionalidad y la motivación instrumental, como demuestra su conformación interna: en 2012, 50 % del macropartidismo se nutría del perredismo y en 2018, 54 %, de la identificación con Morena. Esto coloca a la Ciudad de México a contracorriente de la tendencia observada a nivel nacional con 80 % en promedio de 2012 a 2018, el partidismo en la capital del país se colocó en 26 puntos por encima de la media nacional en dicho periodo de tiempo. Si bien la estabilidad del partidismo ha dependido de la coalición de apoyo identificada con la izquierda, primero PRD y luego Morena, a lo largo del sexenio pasado se presentó un desalineamiento previo que nutrió al sector no alineado o independiente que habría finalmente, entre diciembre de 2017 y mayo 2018, de nutrir al morenismo. En general se puede afirmar que el partidismo se ha constituido en un importante predictor del voto en las dos últimas elecciones para Jefe de Gobierno en la Ciudad de México: el aumento del voto partidista y el voto partidista normal así lo señalan.

En lo que respecta a las distintas conformaciones partidistas, el priismo y el panismo sólo mantienen presencia, el primero en las personas con ingreso bajo y medio, sin estudios y compartiendo con el panismo al sector autoidentificado como de derecha. De igual manera, es muy probable que las personas de ingresos altos en la Ciudad de México se identifiquen con el panismo. Lo más importante en este caso es cómo la izquierda otrora vinculada al perredismo y ahora al morenismo no ha perdido su posición dominante en la capital del país, lo cual se expresa en la manera en que las características constitutivas del sol azteca ahora lo son en su mayoría del morenismo. Esto confirma la impronta que ha tenido en la explicación del partidismo racional en la Ciudad de México, los programas sociales, la pobreza como principal preocupación y sobre todo la figura de Andrés Manuel López Obrador como candidato a la presidencia de la República.

Al igual que a nivel nacional (véase Moreno, 2018) la incorporación del Movimiento de Regeneración Nacional alteró el sistema de partidos de la Ciudad de México a costa del perredismo, lo cual tipifica un realineamiento electoral en la capital del país que trasciende una fluctuación temporal13 al ir delineándose a favor del morenismo a partir de la segunda mitad del sexenio, culminando en la elección de Jefe de Gobierno.

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1 Implementada por el Gobierno de la Ciudad de México desde hace ya tres sexenios.

2Para una discusión reciente de los efectos que tiene, por ejemplo, en Europa el descenso del partidismo, véase: Mair (2015).

3Esto fue la vía para que, en gran parte de los gobiernos de América Latina, entre ellos México, pudieran implementarse las reformas orientadas al libre mercado, producto de las recomendaciones del llamado Consenso de Washington, tal y como lo señalan los trabajos de Levitsky (2003), Levitsky y Freidenberg (2007), Roberts (1995), Weyland (1996), Stokes (2001), Burgess y Levitsky (2003), Magaloni (2005), Brusco, Nazareno y Stokes (2005). Para Guillermo O’Donell (1995), la posibilidad de una coexistencia entre neoliberalismo e intercambio particularizado se debió en gran medida a un tipo de poliarquía configurado en una primera etapa de desarrollo de los procesos de democratización. Según el mismo autor, la denominada democracia delegativa, caracterizada por una fuerte concentración del poder y liderazgo en la figura del Ejecutivo y sin la presencia de fuertes contrapesos institucionales, constituye una de las principales expresiones de un ejercicio de gobierno basado en una relación de clientelismo o intercambio particularizado (Coppedge, 2003).

4Para una revisión crítica de esta concepción revisar: Duncan y Lukes (1963), Held (1996), Pateman (1970), Miller (1983), por mencionar algunos.

5El análisis se hizo sobre una distinción que obvia las variaciones en el grado de partidismo, a diferencia del trabajo clásico de Morris P. Fiorina (1981), en el que la distinción se enfoca, además de la dirección, en la intensidad de la identificación con un partido cuyo fraseo, en el caso mexicano en situación de encuesta, establece generalmente la siguiente diferenciación: muy panista o algo panista; muy priista o algo priista, muy perredista o algo perredista, etc.

6El registro de la Gráfica 2 es posterior a la fecha en que el Movimiento de Regeneración Nacional obtuvo su registro como partido político ante el Instituto Nacional Electoral (INE), el cual fue el 9 de julio de 2014, mientras que el 15 de agosto del mismo año se publica en el Diario Oficial de la Federación la resolución del Consejo General del INE sobre la aprobación de registro de Morena como partido político.

7Proyecto adscrito al Centro de Estudios en Ciencias de la Comunicación (CECC), realizado con fondos propios.

8En 2006, después de su gestión como Jefe de Gobierno y en su primer intento de llegar a la Presidencia de la República, Andrés Manuel López Obrador obtuvo en la capital 58.16 % de los votos (2 millones 808 mil 422) En 2012 el tabasqueño vuelve a obtener el triunfo en la Ciudad de México con 52.94 % de los sufragios (2 millones 568 mil 944). Finalmente, en 2018 López Obrador triunfa como candidato a la presidencia en la Ciudad de México con 57.68 % de los votos (3 millones 118 mil 478) (INE, s.f.).

9En los distintos procesos electorales en que la elección presidencial y la de Jefe de Gobierno han sido concurrentes y en los que Andrés Manuel López Obrador ha participado como candidato a la presidencia, éste ha obtenido en promedio 586 mil 788 votos más que los candidatos de izquierda a la jefatura de Gobierno de la Ciudad de México.

10Véase Sánchez (2016).

11La relación entre perredismo y voto por Andrés Manuel López Obrador se desplomó en seis años en 70 %; si consideramos que en el año 2000 el sufragio de este segmento siendo el personaje candidato a Jefe de Gobierno fue de 80 %, en 2006 ya como candidato a la presidencia fue de 88 %, en 2012 de 87 % y, finalmente en 2018 de sólo 26 %.

12Véase Sánchez, 2019, 2016.

13De acuerdo con Mayhew (2002) el realineamiento electoral es tal cuando el balance de adhesiones partidistas cambia significativamente y de manera duradera.

Recibido: 18 de Agosto de 2020; Aprobado: 18 de Octubre de 2021

Sobre el autor. Carlos Luis Sánchez y Sánchez. es doctor en Investigación en Ciencias Sociales, con mención en Ciencia Política por la Flacso, México; se desempeña como profesor-investigador en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (UNAM) adscrito al Centro de Estudios en Ciencias de la Comunicación. Sus líneas de investigación son: comportamiento político, populismo e instituciones políticas. Entre sus publicaciones más recientes se encuentran: “Nuevos desafíos para la rendición de cuentas en tiempos de pandemia: populismo y algoritmocracia” (2021) Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales, 66(242); “El comportamiento político del electorado de izquierda en México en las elecciones presidenciales: 2000-2018” (2020) en Jorge Cadena Roa y Miguel Armando López Leyva, Las izquierdas mexicanas hoy. Las vertientes de la izquierda. Ciudad de México: UNAM/IIS/CEIICH; “La identidad partidista en la Ciudad de México. El PRD y morena el 1 de julio 2018” (2019) Revista Mexicana de Opinión Pública, 26.

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