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Estudios políticos (México)

versión impresa ISSN 0185-1616

Estud. polít. (Méx.)  no.33 Ciudad de México sep./dic. 2014

 

Sistema político mexicano

 

El Partido de la Revolución Democrática en crisis: entre la dirigencia de la corriente Nueva Izquierda y la salida de Andrés Manuel López Obrador

 

Rosendo Bolívar Meza*

 

* Doctor en Ciencia Política. Profesor-investigador del Instituto Politécnico Nacional. Becario de COFAA y del Programa de Estímulos al Desempeño de los Investigadores. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores. Correo electrónico: rbolivarm@ipn.mx

 

Recibido: 30 de abril, 2014.
Aceptado: 4 de agosto, 2014.

 

Resumen

El autor señala que una vez concluido el proceso electoral de 2012, el Partido de la Revolución Democrática entró en la peor de sus crisis internas de los 25 años que lleva de existencia. Esto se debe a la conducción realizada por su dirigencia nacional encabezada por la corriente Nueva Izquierda, a la cual, por la forma en que ha conducido al partido y las decisiones que ha tomado, se han opuesto varias de las corrientes que lo conforman. A esto se agrega la salida de Andrés Manuel López Obrador, su dos veces candidato a la Presidencia de la República, y quien fuera su principal activo político.

Palabras clave: Partido de la Revolución Democrática, Nueva Izquierda, Andrés Manuel López Obrador, sistema político mexicano, partidos políticos.

 

Abstract

The author consider that once concluded the electoral process in 2012, the Party of the Democratic Revolution came into the worst of its internal crises of the 25 years of existence. This is a result of the driving by their national leadership headed by the current New Left, to which, several groups that participated in the construction of the party, have opposed. Other factor to consider is the departure of Andres Manuel Lopez Obrador, his two times candidate for the Presidency of the Republic, and who was its main political active.

Key words: Party of the Democratic Revolution, New Left, Andres Manuel Lopez Obrador, mexican political system, political parties.

 

Introducción

Los cuestionamientos de diversas expresiones políticas hacia la dirigencia nacional del Partido de la Revolución Democrática (PRD), encabezada por la corriente Nueva Izquierda (NI), por la forma de conducir al partido y por las decisiones que ha tomado, así como por la salida de Andrés Manuel López Obrador, su dos veces candidato a la Presidencia de la República en 2006 y 2012, y quien fuera su principal activo político por haber sido quien más votos le ha otorgado,1 provocó que el PRD entrara en una de las crisis internas más severas desde su nacimiento.

La creación del PRD en 1989 sirvió para resolver un largo debate al interior de la izquierda sobre la lucha por la democracia y la igualdad social, ya que ayudó a ampliar el pensamiento democrático y la alternativa electoral. Sin embargo, a partir del año 2000, la lucha por el poder se convirtió en el principal objetivo de la izquierda perredista, la cual dejó de pensar en reformas y apostó todo al fracaso del Partido Acción Nacional (PAN) como gobierno. Entre ese año y 2012, el PRD avanzó en prerrogativas, espacios de poder y número de legisladores, pero retrocedió en calidad política, conceptual y programática. Se abandonó la formación de cuadros políticos y desapareció la autocrítica. Los operadores políticos sustituyeron a los militantes y las encuestas a los debates.

Pese a su crecimiento electoral y de su militancia,2 el PRD perdió identidad ideológica. Unos se reivindican de izquierda histórica, otros como socialdemócratas. Algunos se dicen progresistas y los socialistas prácticamente desaparecieron (Rascón, 2012: 17-18).

El liderazgo personalizado y carismático dentro del PRD, primero con Cuauhtémoc Cárdenas y luego con López Obrador,3 y la pugna entre las corrientes del partido, han propiciado su falta de institucionalización4 y su debilitamiento, pues prevalece más el interés particular del líder y/o de la corriente, que el interés general del partido, ya que cada uno quiere imponer su propia visión y hacer que sus simpatizantes ocupen las principales posiciones partidistas o los cargos de elección. Se han presentado casos en los que cuando una fuerza política interna no logra lo anterior, deja de brindar su apoyo a los integrantes de las otras corrientes, o inclusive apoya a sus adversarios.

El liderazgo de López Obrador fue diferente al que tuvo Cárdenas, ya que el tabasqueño siempre tuvo contrapesos a su poder y no llegó a tener el control total y absoluto del partido, como sí lo tuvo el ingeniero por algún tiempo. Sin embargo, para el PRD llegó a ser vital el liderazgo de López Obrador para tener votos y presencia en los lugares donde el partido tiene poca militancia y pocos simpatizantes. Los triunfos de muchos candidatos perredistas fueron más gracias al efecto López Obrador, que a los méritos propios de los candidatos y de su partido.

Hasta 2006, las directrices propuestas por López Obrador fueron bien aceptadas en la mayoría de las corrientes del PRD, con la excepción de NI, la cual mostró grandes diferencias con él, afectando en muchas ocasiones la unidad interna del partido y la toma de decisiones. Esto se hizo evidente tanto en la lucha poselectoral de 2006,5 como en lo relativo a la reforma energética de 2008.

Aun cuando López Obrador seguía afiliado al PRD, desde que concluyó el proceso electoral de 2006 dejó de asistir a los congresos y reuniones del partido, criticaba sus resoluciones y su línea política, apoyó en los procesos electorales de 2009 y 2010 a candidatos del Partido del Trabajo (PT) y de Convergencia (después Movimiento Ciudadano), más que a los del PRD. Inclusive pidió licencia a su militancia perredista para promover a los candidatos de esos dos partidos que le eran más afines a su causa, o para dedicarse de tiempo completo a la creación del Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA), su propia organización política.

Aunque López Obrador dirigió al PRD de 1996 a 1999, buscó seguir teniendo el control del partido, sobre todo cuando en la elección interna del año 2008 para la renovación de su dirigencia nacional apoyó y promovió la candidatura de Alejandro Encinas, de Izquierda Unida (IU), un bloque de corrientes afines a él, por lo que se enfrentó a la oposición de la corriente NI y su aliada Alternativa Democrática Nacional (ADN), que le eran adversas y que proponían la candidatura de Jesús Ortega, quien finalmente ocupó el cargo por mandato del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) después de un desaseado, cuestionado e impugnado proceso electoral interno.

López Obrador se enfrentó en el PRD no sólo al control burocrático del partido por parte de la corriente NI, sino también a diferencias con Cuauhtémoc Cárdenas y al grupo al que éste pertenece. Por ello, su salida del PRD le quita las ataduras y controles que le ponían fuerzas adversas, las cuales no tendrá en MORENA, el partido que formó.

Sin duda, su salida del PRD para formar su propio partido impactará en toda la izquierda, tanto partidos como corrientes, y no acabará con los problemas al interior de la organización perredista. Si bien con esto concluyó la pugna entre quien fuera su principal líder con NI, la corriente hegemónica del PRD, en este partido continuarán existiendo conflictos entre sus corrientes por el reparto de cuotas y la disputa por los espacios de poder en los cargos partidistas y en las candidaturas a puestos de elección popular.

 

Los resultados de las elecciones de 2012 y el reacomodo de las corrientes

El PRD, junto con el PT y Movimiento Ciudadano (hasta 2011 Convergencia), sus aliados en la contienda electoral de 2012, con quienes se conformó la coalición Movimiento Progresista, llegaron a las elecciones federales de 2012 con una notable racha de derrotas en comicios estatales e intermedios.6 Producto de la desconfianza hacia estos partidos por parte de la ciudadanía que se identifica con la izquierda, a raíz de la disputa por los espacios de control de los partidos y el manejo de los recursos económicos, así como por su falta de presencia en el ámbito nacional, requirieron de MORENA, el movimiento social construido por López Obrador. La falta de estructura nacional del PRD se hizo evidente el día de la jornada electoral, ya que sólo cubrió la mitad de las casillas electorales del país.

En las elecciones presidenciales, la coalición Movimiento Progresista encabezada por López Obrador quedó en segundo lugar, cuestionando su resultado, argumentando que la coalición ganadora denominada Compromiso por México, encabezada por el Partido Revolucionario Institucional (PRI) y el Partido Verde Ecologista de México (PVEM), que postuló a Enrique Peña Nieto, había "comprado" la elección.7

El TEPJF validó el cómputo final de los comicios, otorgó la validez constitucional y aprobó la declaración de presidente electo para Enrique Peña Nieto, quien según las cifras oficiales obtuvo 19 millones 158 mil 592 votos, mientras que López Obrador, candidato del Movimiento Progresista, obtuvo 15 millones 848 mil 827 votos. Con esto concluyó formalmente el proceso electoral presidencial de 2012 (Urrutia y Martínez, 2012: 5).

La LXII Legislatura, que inició durante 2012, contó con 135 diputados de izquierda, de los cuales 101 iniciaron siendo del PRD, 14 del PT y 20 del Movimiento Ciudadano. En el caso de los senadores, 28 serían de izquierda: 22 del PRD, 5 del PT y una de Movimiento Ciudadano.8

Haciendo una comparación entre las propias elecciones de 2012, se observa que López Obrador obtuvo casi 2.2 millones de votos más que los candidatos del Movimiento Progresista al Senado y casi 2.4 millones más que los diputados federales de la misma coalición, por lo que al menos entre el 14 y el 15% de los casi 15.9 millones de votos obtenidos por él no se los debe a los simpatizantes o afiliados a los tres partidos que lo postularon, sino a su trabajo, su proyecto y su carisma personal (Cantú, 2012: 64-65).

En el Consejo Nacional del PRD realizado el 27 y 28 de julio de 2012, una vez pasada la jornada electoral, se reconoció a López Obrador como el líder más importante de la izquierda, y ser la "locomotora que llevó a las izquierdas a los patios del parlamento".

Al hacer un balance de los comicios del 1 de julio, el PRD reconoció una diferencia significativa entre los sufragios obtenidos para la presidencia y los conseguidos por los candidatos a diputados y senadores, lo cual se debió a la falta de una estrategia conjunta de toda la coalición en las campañas de los candidatos a legisladores. A esto se suma el desigual desempeño de la actividad proselitista por parte de los candidatos a legisladores y a la aplicación de criterios burocráticos, erróneos o equívocos en la asignación de recursos. Sin embargo, un acierto que se asignó el PRD fue el referente a la definición de las candidaturas, pues se utilizó el mecanismo de reparto de cuotas, con lo que se mantuvieron a salvo conflictos internos mayores.

A pesar de lo que se calificó como fraude electoral, el Consejo Nacional del PRD consideró que el crecimiento electoral de la izquierda le permitiría incidir en la toma de decisiones en el Poder Legislativo. Por tal motivo acordó aprovechar la coyuntura histórica que había colocado a la izquierda como la segunda fuerza en la Cámara de Diputados, por lo que se buscaría que desde ahí se evitara la pretensión del PRI y sus aliados de concretar las reformas estructurales que representaran una regresión. Ofreció poner a la consideración de otros actores políticos y sociales la agenda que defenderían sus legisladores.

Se planteó buscar mejorar el desempeño de los gobernantes estatales del PRD para demostrar a la ciudadanía que no se equivocó al votar por la izquierda, así como fortalecer al partido, sobre todo en las entidades donde no era la principal fuerza política, y analizar cuáles fueron las fallas y errores en que se incurrió durante el proceso electoral.

Se reconoció como un acierto el método de elección de su candidato a la presidencia, mediante encuestas, y después participar en alianza con el PT, Movimiento Ciudadano y MORENA, a través de la coalición Movimiento Progresista, ya que la participación conjunta favoreció a los partidos de izquierda. Es por ello que se acordó mantener la alianza de las izquierdas en el Congreso, para convertirse, junto con el PT y Movimiento Ciudadano, en la fuerza parlamentaria que impulsara una estrategia legislativa orientada a combatir los proyectos neoliberales e impedir la restauración del régimen priísta (Muñoz, 2012a: 14; Cano, 2012a: 15; Cano y Muñoz, 2012: 5; Muñoz y Cano, 2012: 7). Ya en los hechos esto no se dio, pues en el Congreso la izquierda votaría dividida.

Mientras había quienes hacían planteamientos de unidad y fortalecimiento de la izquierda, las corrientes y grupos políticos del PRD comenzaban la disputa por las coordinaciones parlamentarias en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, la Cámara de Diputados y el Senado, así como la secretaría general, cargo que dejaría vacante Dolores Padierna, ya que pasó a ocupar un escaño en el Senado.

Por ello, en pleno trabajo del Consejo Político, los líderes de distintas corrientes como René Bejarano, de Izquierda Democrática Nacional (IDN); Héctor Bautista, de ADN; parte de Foro Nuevo Sol (FNS)9 y del Frente Nacional Patria para Todas y Todos, encabezada por Carlos Sotelo, que agrupa a varias corrientes minoritarias, se aliaron contra NI con la finalidad de restarle fuerza en la definición de estas posiciones (Cano, 2012b: 6).

Sin que fuera una elección interna entre los futuros legisladores del PRD, sino más bien producto de una negociación, la mayoría de las corrientes del partido se doblegaron a la presión ejercida por el grupo mayoritario conformado por NI y su aliado FNS, corrientes que lograron imponer como coordinadores parlamentarios en el Senado a Miguel Barbosa, de la primera, y en la Cámara de Diputados a Silvano Aureoles, de la segunda (Garduño, 2012a: 10).10

Con tales coordinadores parlamentarios, se hacía poco probable la confluencia de las posturas de los legisladores perredistas con las de López Obrador, siendo reducido el número de legisladores de la LXII Legislatura (2012-2015) que respaldarían su causa y que pesarían poco a la hora de las decisiones cuantitativas, por lo que nuevamente los legisladores lopezobradoristas se verían más bien en el PT y en Movimiento Ciudadano, como fue en las dos legislaturas anteriores.

IDN y sus aliados no tuvieron la fuerza suficiente para que Aleida Alavez, cercana a René Bejarano y Dolores Padierna, fuera la coordinadora de los diputados. Quizá también esto fue producto de una negociación para que la Secretaría General del PRD siguiera quedando en manos de esta corriente. Esto se confirmó en el Consejo Nacional realizado el 17 de agosto de 2012, al llegarse al acuerdo de nombrar a Alejandro Sánchez Camacho, de IDN, como secretario general, en sustitución de Padierna, quien pasaría a ocupar un espacio en el Senado (Garduño, 2012b: 9). Con esto, la corriente de Bejarano apostó más por tener injerencia en el control del partido, que por encabezar las coordinaciones parlamentarias.

Aunque lo ideal es que la conformación interna de comisiones sea por experiencia legislativa y especialización temática (Morales, 2012: 14-15), en el caso del PRD en la Cámara de Diputados se dio por su habitual sistema de reparto de cuotas entre las corrientes. NI obtuvo las de Puntos Constitucionales, Seguridad Social, Educación y Derechos de la Niñez. IDN, la de Vigilancia de la Auditoría Superior de la Federación, Recursos Hidráulicos y Reforma Agraria. ADN, las de Desarrollo Metropolitano y Fomento Cooperativo. El grupo de Marcelo Ebrard, la de Equidad y Género. FNS, la de Asuntos Migratorios (Damián, 2012: 10).

La bancada del PRD en el Senado llegó a acuerdos para distribuir los cargos entre sus diferentes corrientes. Se nombró a Dolores Padierna como vicecoordinadora general, a Alejandro Encinas como coordinador del área política y a Manuel Camacho como coordinador del área internacional. Asimismo, se designó a Armando Ríos Piter en asuntos económicos, a Alejandra Barrales en la coordinación de planeación estratégica, a Fidel de Médicis en desarrollo rural, a Zoe Robledo en comunicación política, a Raúl Morón en el área social, a Adolfo Romero en federalismo y desarrollo regional, así como a Mario Delgado en educación, ciencia y tecnología (Mercado, 2012: 7). Con este reparto de cuotas, el PRD logró mantener un equilibrio entre las corrientes.

Cuauhtémoc Cárdenas realizó una dura crítica a su partido por la utilización de cuotas para la asignación de cargos y oportunidades, según los pesos relativos de las corrientes, como lo demuestra el hecho de que el nombramiento de sus coordinadores parlamentarios se haya basado en intereses de grupos internos y no en una visión de país. Cuestionó que el PRD haya suscrito alianzas electorales en 2010 y 2011 con partidos de ideología distinta, como el PAN, cuando su deber era mantener una línea de congruencia. Exigió a la dirigencia del partido realizar un trabajo serio de organización y afiliación en todo el país, para reforzar su estructura (Flores, 2012: 4). Esto fue muy importante dentro del PRD y para varias corrientes contrarias a NI, ya que después de mucho tiempo de no hacerlo, Cárdenas se ocupó de analizar lo que estaba pasando en el partido que fundó y del que había sido su primer dirigente nacional y por mucho tiempo su líder moral.

 

La salida de Andrés Manuel López Obrador del PRD y su impacto entre las corrientes

Luego de una lucha de casi seis años entre la corriente perredista NI y López Obrador por el control del partido, ésta terminó una vez que el ex candidato presidencial anunció su salida del PRD para buscar construir una nueva opción política para el país y una vez que a principios de septiembre Jesús Zambrano, el dirigente nacional perredista, dejó entrever que su partido reconocería a Peña Nieto como presidente constitucional y que legisladores contrarios a López Obrador, entre ellos el coordinador de los diputados del PRD, declararon que estarían dispuestos a discutir y negociar las reformas que les enviara el Ejecutivo.

Jesús Ortega, principal cabeza de NI, festejó esta salida al considerar que se acabaría con la "esquizofrenia política" en el PRD y que a partir de ese momento el partido tendría una sola visión, un solo comportamiento y se acabaría la división de posturas políticas (Zamudio, 2012: 4).

La decisión de López Obrador de abandonar las filas del PRD se dio una vez emitido el fallo inapelable del TEPJF que daba por ganador a Peña Nieto, en el que optó por no reconocerlo como presidente electo y desconocer el resultado. Y contrariamente a quedarse estancado en ese no reconocimiento, optó por mirar hacia adelante y hacer de su movimiento un partido político de izquierda diferenciado de los ya existentes. Al poner el acento en la construcción de un nuevo partido político, se diluyeron las protestas lopezobradoristas contra la imposición priísta.

En una asamblea realizada el 9 de septiembre de 2012 en el zócalo de la ciudad de México, López Obrador esbozó el nuevo rumbo de MORENA: transitar de asociación civil a partido político.11

Que López Obrador tuviera un partido propio, como era su intención con MORENA, afectaría al PT y a Movimiento Ciudadano, ya que perderían al político que más votos les había dado cuando contendió con sus siglas por la candidatura presidencial. La salida de López Obrador del PRD supuso, y sigue suponiendo también, un riesgo de pérdida de votantes y militantes de éste y de los demás partidos a favor de MORENA.

Los líderes, senadores y diputados de las distintas corrientes del PRD como NI, IDN, FNS y del que todavía se podía considerar como el grupo de Marcelo Ebrard / Miguel Ángel Mancera, anunciaron que mantendrían su militancia, así como la unidad de los dos grupos parlamentarios, por lo que no preveían una desbandada de perredistas hacia MORENA. Aunque era políticamente dolorosa la salida de López Obrador del PRD, lo relevante para ellos era fortalecer al partido y buscar mantener la unidad.

Aun integrantes de corrientes perredistas claramente vinculadas a López Obrador, como la Red por la Unidad Nacional de las Izquierdas (RUNI), a la cual pertenecen Alejandro Encinas, Pablo Gómez, Saúl Escobar, Gilberto Ensástiga y Alfonso Ramírez Cuéllar, entre otros, así como Unidad y Renovación (UNyR), encabezada por Armando Quintero, que han sido críticas de la dirigencia del partido, decidieron no abandonarlo y, en cambio, cerraron filas para analizar la posibilidad de la creación de un partido-frente, como ya lo habían planteado, ya que cuatro partidos políticos de izquierda por separado no servían para hacer contrapesos políticos ante otras opciones (Muñoz y Ballinas, 2012: 10).

Tras la separación de López Obrador del PRD y la transformación de MORENA en partido político, algunas corrientes perredistas iniciaron una intensa reflexión sobre el futuro del partido. Uno de los temas a discusión es sobre el tipo de partido que se requiere para los próximos años.

Integrantes de diversas corrientes dieron a conocer la integración de la Coordinación de Izquierda Transformadora, la cual pidió al Consejo Nacional del PRD acordar un proceso de regeneración partidaria que incluyera la transformación a fondo del partido, poner el registro del PRD a disposición de la sociedad y del movimiento progresista del país y la realización de un congreso nacional que validara y formalizara los cambios.

Entre los promotores de esta iniciativa estaban Martha Dalia Gasté-lum y José Antonio Rueda, de Izquierda Renovadora en Movimiento (IRM); José Narro Céspedes y Joaquín Vela, de Unidad Democrática Nacional (UDN); así como Ricardo Higuera y Marco Antonio Jasso, de Renovación Política Nacional (Muñoz, 2012b: 8).

En una reunión del Consejo Nacional de IDN, una de las corrientes más afines a López Obrador decidió seguir en las filas del PRD y pugnar por fortalecerse en el interior del partido (Becerril, 2012: 9).

NI propuso transformar al PRD en un partido-frente integrado por todas    aquellas organizaciones políticas y sociales que asuman los principios plasmados en un documento refundacional, que se buscaría que emitiera el partido y que nunca se concretó.

Con la idea de hacer del PRD un partido frente coincidió la corriente RUNI, pero con una perspectiva que vaya más allá de las expresiones internas del partido, pues considera que el nuevo proyecto debe convocar a todos los partidos de izquierda y a los movimientos sociales que pugnen por la democracia. Para esta corriente, se debe avanzar hacia un nuevo proyecto unitario de la izquierda que actúe coordinada ante la grave situación nacional, en la que confluyan PRD, PT, Movimiento Ciudadano y MORENA.

ADN planteó la unidad política de las izquierdas para las elecciones federales de 2015 y 2018 mediante la constitución de frentes electorales amplios, como en la experiencia uruguaya (Saldierna, 2012a: 10).

En diversos diagnósticos sobre la situación en que se encuentra el PRD y el significado de la salida de López Obrador, realizado por distintas corrientes, se reconoció que el partido enfrenta una situación crítica, e incluso hay quienes consideran que su viabilidad está en riesgo.

En el documento "PRD, retos y alternativas de una fuerza política en conflicto", de la corriente ADN, se considera que el modelo de partido asumido en 1989 se agotó y que es indispensable asumir decisionesrelevantes, tomando en consideración que están rotos los compromisos adoptados en el contrato social que dio origen al partido. Parte del hecho de que en el PRD se ha perdido el interés común, la fraternidad, la lealtad institucional, el respeto a la legalidad y el espacio digno de participación política de dirigentes, corrientes y militantes. Se acepta que el partido es ineficiente, no profesionalizado, improvisado y anacrónico en sus formas políticas, en su organización y en su estructura electoral, además de que se ha enquistado la cultura de la corrupción política.

Para esta corriente, el PRD está constituido sobre la base de un padrón que no representa su auténtica membrecía. La afiliación no es libre, voluntaria y por convicción. En cambio, representa la expresión más clara del corporativismo como realidad política del partido, integrado por grupos de presión más que por corrientes de opinión pública. Por ello considera que es necesaria una transformación cultural del PRD, poner énfasis en el combate a la corrupción política, a la simulación y a la negociación de la legalidad, debiendo prevalecer la lealtad hacia la institucionalidad partidaria.

Por su lado, en un documento titulado "La izquierda en su encrucijada", la corriente RUNI señala que el PRD dista mucho de ser un partido    nacional,    pues    su    presencia    electoral    se    limita a 14 estados y su presencia orgánica a diez. Los comités de base simplemente no existen. Reconoce que la salida de López Obrador inflige al PRD un severo golpe y lo coloca ante el reto de buscar una transformación a partir de reconocer que el partido vive una profunda crisis que lo tiene al borde de convertirlo en un proyecto de bajo porcentaje electoral, divorciado de los temas nacionales que afectan a millones de personas.

Para esta corriente se debe rescatar el proyecto que dio origen al PRD en 1989, al mismo tiempo que se deben hacer cambios que impliquen modificaciones estatutarias, sobre todo para desterrar la cultura de la componenda, que se usa para violar la reglamentación interna. También deben respetarse los órganos de dirección para que todos puedan decidir y ser incluidos, y las decisiones no se tomen entre los líderes de dos o tres de las corrientes más fuertes.

Para IDN, el proceso de renovación del partido y su consolidación institucional deben incluir la democracia, la pluralidad, la legalidad interna, unidad de acción, derecho de asociación y de decisión de la militancia sobre la agenda y los liderazgos del partido. Resalta que el PRD debe ser un partido-movimiento para articular y defender las causas de la ciudadanía, al mismo tiempo que requiere ser un instituto electoral capacitado y profesional para enfrentar y ganar elecciones (Saldierna, 2012b: 14).

Al realizarse un congreso de la corriente NI, su resolutivo más importante fue buscar hacer del PRD un partido frente que agrupe a la mayor cantidad de expresiones de izquierda.

A raíz de esto, varias corrientes del PRD como NI, IDN, ADN, el Frente Nacional Patria para Todas y Todos, UDN y el llamado Bloque Progresista (encabezado por Manuel Granados y cercano al jefe de Gobierno del Distrito Federal), manifestaron su decisión de quedarse en el partido y se propusieron buscar un nuevo pacto que les ayudara a mantenerlo como el más fuerte partido de izquierda, por lo que cerraron filas para enfrentar en 2015 a López Obrador, quien para ellos desde ese momento se constituía en un adversario que les disputará votos (Chávez y Rivera, 2012: 4).

Como resolutivo del Congreso Nacional de UNyR se acordó mantener su militancia en el PRD como grupo político organizado, además de proponer a Marcelo Ebrard para dirigir los destinos del PRD a partir del 2014 (Bolaños, 2012: 36).

La salida de López Obrador provocó divergencias dentro del PRD sobre la relación que deben mantener con él y con MORENA. Personalidades como Leonel Godoy, Pablo Gómez y Carlos Sotelo, pertenecientes a distintas corrientes, plantearon la reunificación del PRD a la vez de mantener una alianza con el ex candidato presidencial y no confrontarse con MORENA. En contraste, corrientes y liderazgos como NI y el gobernador de Morelos, Graco Ramírez, concibieron la salida de López Obrador del PRD como la posibilidad de marcar la diferencia entre una izquierda moderna y una izquierda radical y confrontacionista (Padilla, 2012: 10).

 

Las discrepancias en el PRD por el Pacto por México: el cuestionamiento hacia la dirigencia nacional encabezada por Nueva Izquierda

Previo a que se firmara el Pacto por México y aún antes de que tomara posesión del cargo Enrique Peña Nieto, López Obrador recibió ofrecimientos de firmar dicho pacto e incluir sus propuestas de campaña, condicionado a reconocer como presidente al ex candidato del PRI-PVEM. Su respuesta fue negativa, a pesar de que los emisarios de Peña Nieto le aseguraron que con dicho pacto se resolverían los problemas del país (Chávez, 2013: 8).

El Pacto por México nació por un acuerdo inicial entre el priísta José Murat y el perredista Jesús Ortega. La idea fue de este último, y Murat se la transmitió a Peña Nieto por medio de Luis Videgaray, coordinador de la campaña del candidato del PRI-PVEM, en plena disputa poselectoral, a finales de julio de 2012 y un mes antes de que el TEPJF validara dicha elección. El argumento de Ortega fue que el PRI y Peña no podrían gobernar solos ante un Estado sin control de territorios, con instituciones en crisis y los monopolios controlando la economía.

En un evento posterior se reunieron Jesús Ortega (dirigente de NI) y Jesús Zambrano (presidente nacional del PRD y perteneciente a esta misma corriente), con Murat y Videgaray. Para esto, Ortega ya había platicado con Gustavo Madero, dirigente nacional del PAN, y con Santiago Creel, quienes simpatizaron con la propuesta. A la mesa se sumaron también Pedro Joaquín Coldwell, entonces presidente nacional del PRI; Miguel Ángel Osorio Chong y Aurelio Nuño, coordinadores de política y educación del equipo de transición, respectivamente. Posteriormente se incorporaron Carlos Navarrete, de NI, y Juan Molinar Horcasitas, asesor de Madero.

La propuesta de suscribir un pacto nacional fue planteada a López Obrador por Jesús Zambrano, con el argumento de no aislarse políticamente como en 2006, y consolidar al PRD y a la izquierda como segunda fuerza electoral. Esto fue rechazado por López Obrador porque implicaba convalidar todas las ilegalidades y abusos de la campaña de Peña Nieto, y porque sería neutralizarse como oposición.

Tras este rechazo de López Obrador, que terminó por irse del PRD para formar MORENA, Ortega y Zambrano se entregaron por completo a la negociación con el PRI, el PAN y el equipo de transición de Peña Nieto, sobre todo después de que el TEPJF convalidó el triunfo de éste.

Bajo el más completo sigilo y siempre en la casa de José Murat, se realizaron más de 30 reuniones hasta la víspera de la firma del pacto, al día siguiente de la toma de posesión de Peña Nieto como presidente constitucional (Delgado, 2013: 22-26).

El 2 de diciembre de 2012 se firmó en el Castillo de Chapultepec el llamado Pacto por México entre el presidente Enrique Peña Nieto y los dirigentes de los tres partidos políticos más importantes: Cristina Díaz (presidenta interina del PRI ante la renuncia de Pedro Joaquín Coldwell, quien pasó a ocupar un puesto en el gabinete), Gustavo Madero, del PAN, y Jesús Zambrano, del PRD.12 Consiste en cinco acuerdos básicos y 95 compromisos, por los que se propusieron diversas acciones de gobierno y reformas legislativas resumidas en los siguientes puntos:

1. Gobernabilidad democrática, que contempla impulsar la reforma del Distrito Federal para dotarla de Constitución, leyes reglamentarias y nueva ley de partidos políticos, además de un cambio en la fecha de la toma de posesión del presidente.

2. Crecimiento económico, empleo y competitividad, en que destaca el fortalecimiento de la Comisión Federal de Competencia y la creación de tribunales en la materia, acceso a banda ancha y el concurso de dos cadenas de televisión abierta.

3. Ejercicio pleno de derechos sociales y libertad, que contempla un seguro social universal, la dictaminación de la ley del uso legítimo de la fuerza pública y la creación de la cédula de identidad ciudadana, así como el Registro Nacional de Población.

4. Seguridad y justicia, que contempla la homologación de los códigos penales, la reforma a la Ley de Amparo y la aplicación del sistema acusatorio y oral.

5. Transparencia, rendición de cuentas y combate a la corrupción, donde destaca la reforma a la rendición de cuentas contables, ampliar facultades del Instituto Federal de Acceso a la Información y la creación del Sistema Nacional contra la Corrupción.13

El Pacto por México quedó conformado por 12 personas: tres representantes del gobierno, tres del PRI, tres del PAN y tres del PRD. Se inició con un consejo rector que se hizo cargo de las negociaciones, calendarios y mesas de trabajo que elaborarían las iniciativas de ley que se requirieran.

El argumento para que sin el consenso del partido su presidente nacional, perteneciente a la corriente NI, firmara el Pacto por México a nombre del PRD, fue que a su juicio 80 de sus 95 compromisos coincidían con los planteamientos perredistas y que inclusive en algunos aspectos rebasaba el proyecto presentado por sus diputados al inicio de la LXII Legislatura. Consideró que la mayor parte de las coincidencias se presentan en temas de carácter social, además de que inclusive el pacto contiene elementos que no consideró el PRD y que están vinculados con el tema de la salud, tales como que haya convergencia en la calidad del servicio y que el derechohabiente pueda transitar con mayor facilidad de un sistema a otro (Venegas, 2012: 6 y Damián, Brito y Venegas, 2013: 4).

Señaló que el Pacto por México es más preciso en el combate a la pobreza, al plantear un programa nacional que involucre sistemas que vayan de lo local hasta lo federal. Resaltó la coincidencia absoluta para impulsar reformas en las actividades minera y de rescate al campo, así como una reforma hacendaria que termine con los privilegios fiscales para quienes más ganan, además de que existen aciertos en planteamientos de justicia penal, Ley de Amparo y rendición de cuentas. Dijo que existían, además, coincidencias en el combate a los poderes fácticos, sobre los medios de comunicación, desarrollo sustentable y en materia político electoral.

Con la firma del Pacto por México se consideraba que el PAN y el PRD estaban amarrados a él debido a la debilidad política por la que atravesaban. En el caso del PRD le daba la oportunidad de presentarse como un partido moderado y de centro-izquierda, diferenciado del radicalismo de López Obrador.

Hacia el interior del PRD había grandes desacuerdos por la firma del pacto. Por ello, un grupo de militantes de distintas corrientes entregaron a la Comisión Política Nacional un documento donde exigían la suspensión inmediata de la participación de su dirigencia, por considerar que esto abonaba a la confusión ideológica y minaba la sustentabilidad electoral del partido. Este documento fue firmado por el senador Alejandro Encinas, de RUNI; René Cervera, del grupo de Marcelo Ebrard; miembros de IDN, como el secretario general del partido, Alejandro Sánchez Camacho; de ADN, encabezada por Héctor Bautista; Martha Dalia Gastélum, de IRM; Joaquín Vela, de UDN; así como Hortensia Aragón, de FNS.

En este documento, los perredistas que lo firmaron pidieron diferenciarse claramente de las políticas del gobierno federal saliéndose del pacto y, en cambio, desarrollar un mecanismo de acuerdos parlamentarios dentro de las cámaras del Congreso de la Unión, que posibilitara definir una agenda y una estrategia política de las fuerzas progresistas, sobre todo en materia de reformas política, energética y fiscal. Acusaron que la dirigencia nacional del PRD había optado por una apuesta equivocada al participar en el Pacto por México, y los resultados electorales del 7 de julio de 2013 dieron cuenta de ello, ya que el partido tuvo un retroceso considerable (Muñoz, Garduño y Méndez, 2013: 5).

 

La caída electoral en 2013

Al PRD no le funcionó la estrategia de moderación y colaboracionismo practicada por su dirigencia nacional encabezada por NI, pues tuvo una caída electoral muy significativa al pasar de ser segunda fuerza electoral en 2012 a la tercera en 2013. Perdió fuerza significativa en bastiones importantes que a nivel local tenía en entidades como Quintana Roo, Veracruz y Zacatecas.

El pragmatismo en que se basó esta coalición sólo benefició al PAN y marcó una sensible caída para el PRD en sus preferencias electorales, ya que sólo o en coalición con el PAN, en siete estados no ganó ningún municipio y en seis ninguna diputación.

Pasados los comicios electorales de julio de 2013, los dirigentes A    nacionales    del    PAN    y del PRD condicionaron su permanencia en el Pacto por México a que el gobierno sancionara a los delincuentes electorales que violentaron las elecciones. Acusaron que ni el PRI ni el gobierno cumplieron los acuerdos del adendum del pacto, ya que en las elecciones habían resurgido los peores vicios del antiguo régimen. Fue por ello que impusieron cinco condiciones al gobierno federal para regresar a la mesa del Pacto por México:

1. Remediar el incumplimiento de los compromisos del adedum del Pacto mediante una investigación de los comicios del 7 de julio en las 15 entidades federales.

2. Las indagatorias deberían sancionar el uso ilegal de recursos públicos para financiar campañas electorales de candidatos y partidos para asignar responsabilidades a quienes violaron la ley.

3. Aprobar las leyes secundarias en materia de educación, telecomunicaciones y competencia económica.

4. Aprobar, en periodo extraordinario, la reforma política-electoral que proporcione el marco legal para combatir y erradicar estas prácticas en todos los próximos procesos electorales, así como acordar las iniciativas de reforma del Estado, incluyendo la reforma política del Distrito Federal y del nuevo régimen político.

5. Acordar las iniciativas de reforma energética y hacendaria (Guerrero y Hernández, 2013: 6).

La baja electoral del PRD en 2013 fue producto de sus pugnas internas, su desdibujamiento ideológico y programático, su distanciamiento de los movimientos sociales y su falta de causas y banderas, ya que sólo se concreta a preservar los espacios de poder conquistados. En vez de aprovechar el capital político que representa haber sido la segunda fuerza en el proceso electoral federal de 2012 junto con sus aliados de izquierda, y de buscar capitalizar el sentimiento de hartazgo social por los gobiernos panistas y priístas de los últimos años, la dirigencia perredista se ha alineado con los intereses del gobierno y ha dejado de ser el punto de referencia de la oposición al modelo económico vigente, a las reformas estructurales que lo acompañan, a la falta de democracia y representatividad y a la crisis moral de las instituciones en su conjunto.

Esto hace que en el PRD se perciba una falta de rumbo como opción de izquierda y un alineamiento con el gobierno y su partido. Ya sin el efecto López Obrador, el PRD pasó en tan sólo un año del segundo al tercer lugar, siendo electoralmente un partido testimonial donde participó solo, ya que únicamente destacó donde hubo alianza con el PAN.

 

El XIV Congreso Nacional del PRD

Con miras a la realización del XIV Congreso Nacional del PRD, se realizaron diversos intentos de discusión para redefinir el rumbo del partido. En un interesante diagnóstico sobre el papel de la izquierda realizado por Alejandro Encinas (2013: 58-59), se señala que la izquierda atraviesa por un cambio de ciclo caracterizado por la fragmentación, descrédito y desdibujamiento ideológico. Adémas, se percibe que la izquierda ha evitado la reflexión profunda sobre su papel, principios, orientación programática, relación con el poder y con las otras fuerzas políticas, su ejercicio público y el vínculo con los ciudadanos y los movimientos sociales y —en cambio— ha priorizado el acomodo de grupos y liderazgos, los cuales han conformado corrientes que se han encerrado en sus asuntos internos, lo cual ha derivado en un pragmatismo político carente de principios, abaratando el ejercicio partidario y anquilosando el debate ideológico.

A esto se agrega que antiguos aliados de izquierda realizaron alianzas en los procesos electorales de 2013 no entre ellos, sino con el PRI o con el PAN, dándose además un realineamiento de la oposición de izquierda hacia el Ejecutivo federal, que se manifiesta, entre otras cosas, en su participación en el Pacto por México.

Por su parte, en la reunión anual de la coordinación nacional de la corriente NI, se presentó un diagnóstico en el que se reconoció que en el PRD existe un serio problema de identidad, derivado principalmente de lo que se considera como mantenerse atados a un desgastado, anacrónico e ideologizado pensamiento de la vieja izquierda autoritaria. Consideró que el PRD se encuentra en una especie de limbo partidario, toda vez que no se dejaba ir de manera definitiva el sistema del caudillismo, pero tampoco se lograba construir una nueva estructura organizativa con institucionalidad democrática.

En este diagnóstico sobre la situación de la izquierda y del partido, NI reconoce que la cohesión interna del PRD se basa en el resguardo de intereses particulares y está atrapado en un mar de ambiciones particulares o de grupo. Considera que los estatutos del partido son disfuncionales y contradictorios con la realidad. Apuntó que el PRD no es un partido en el sentido clásico, sino un frente de liderazgos, organizaciones sociales y ciudadanos, muchos de ellos aislados entre sí, carentes de una clara identidad ideológica y programática, así como de mecanismos eficaces de cohesión orgánica.

Considera que los cambios hechos a la estructura organizativa del PRD no han logrado terminar con su herencia antidemocrática, lo que ha propiciado el fraccionalismo, el grupismo y la dispersión. Asume que en general los órganos colectivos institucionales no funcionan y son sustituidos por los liderazgos de las corrientes, los cuales son en realidad la estructura para la toma de decisiones, limitándose éstos a negociar posiciones y candidaturas. Cada posición implica una negociación y cualquier negociación fracasada es un conflicto, un amago de división.

Por ello, de cara al Congreso Nacional del PRD, la corriente NI consideraba que se estaba ante la posibilidad de hacer una renovación integral del partido (Muñoz, 2013a: 6 y 2013b: 5), que en los hechos no se dio.

En el XIV Congreso Nacional del PRD realizado en Oaxtepec, Morelos, del 21 al 24 de noviembre de 2013, las corrientes mayoritarias encabezadas por NI lograron imponer la línea política a seguir en el partido y cambios en los estatutos. Estos cambios fueron acordados por una cúpula que sesionó al margen de las mesas de trabajo que sostuvieron el grueso de los congresistas.

Se acordó que la elección de la próxima dirigencia nacional fuera por delegados consejeros en calidad de electores, y no por consulta abierta a los simpatizantes y militantes del partido, como era la propuesta de las corrientes opositoras a NI. Se aprobó también la reelección de presidentes nacionales, estatales y municipales del partido, pero no para periodos consecutivos, sino dejando pasar un periodo de tres años.

A diferencia de lo que se manejaba previo al congreso, se acordó mantenerse en el Pacto por México, pero con la advertencia de que el PRD se retirara de éste si se aprobaba la reforma energética propuesta por el gobierno federal, o si este mecanismo era utilizado a favor de cualquier interés particular, individual, partidario, de grupo o gremial, y éste se sobreponga al interés del país. Se definió que la comisión política será la que decida quién o quiénes serán los representantes del partido en el consejo rector del Pacto.

Destaca la prohibición a las alianzas con el PRI y, en casos excepcionales, se aceptan con el PAN. Un resolutivo especial para el plan de acción emergente en materia de defensa de la no privatización del petróleo, fue juntar un millón 700 mil firmas para solicitar la consulta popular antes de que se aprobara la reforma energética; trabajar en la construcción de un frente amplio con diversas organizaciones políticas y sociales de izquierda; así como la creación de organismos nacionales para mujeres y jóvenes del partido, quienes accederán a programas de capacitación y formación política de liderazgos (Gómez, 2013a:1 y 2013b: 8).

 

Comentarios finales

De seguir bajo la hegemonía de la corriente NI, y ya sin la presencia de López Obrador, quien fuera su principal activo político, el PRD concentrará su actividad única y exclusivamente por la vía electoral, alejado de los movimientos sociales y cercano a las posiciones del gobierno, como una oposición propositiva.

Lo que el PRD requiere para satisfacer las expectativas de su militancia y el electorado que lo apoya, es regresar a los orígenes de sus planteamientos, ya que nació en 1989 para ser alternativa de izquierda y no comparsa del gobierno. Lo que le queda no es redefinirse, sino cumplir con sus principios y objetivos. Requiere un cambio de conducta política, de cumplir y hacer cumplir sus propios documentos.

La actitud de Zambrano y su corriente NI, de haber negociado con el gobierno, el PRI y el PAN el llamado Pacto por México, sin haber consultado a todas las corrientes perredistas ni haber tomado esta decisión por consenso, propició divisionismo en el partido.

A partir de la salida de López Obrador del PRD y la creación de MORENA como partido político, el perredismo ha entrado a una crisis de identidad, que lo acerca más a la autoanulación que a un resurgimiento.

Mientras permaneció en el PRD, López Obrador era un factor de equilibrio entre las corrientes, pues inspiraba a unas y chocaba con otras, pero a todas servía de referente para trazar alianzas internas o definir posturas externas. Ya sin López Obrador, el PRD ha dado muestras de confusión y mayor división.

El PRD se puede debilitar debido a la añeja tradición de la izquierda de aglutinarse en torno a un liderazgo carismático y personalizado fuerte, del cual carecerá el PRD sin López Obrador, viéndose difícil que, al menos a corto plazo, surgiera un nuevo liderazgo de este tipo o como el que en su momento representó Cuauhtémoc Cárdenas.

Sin embargo, puede suceder también que la ausencia de un liderazgo personalizado contribuya a que el PRD se encamine hacia su necesario proceso de institucionalización, lo cual se antoja difícil ante las históricas pugnas entre sus corrientes internas.

La salida de López Obrador del PRD dejará a este partido con pocos vínculos con los movimientos sociales, para pasar a convertirse eminentemente en una organización parlamentaria y en lo que se denomina como la izquierda institucional, aunque con una institucionalización todavía en proceso de consolidación. Sin López Obrador, el PRD será un partido menos radical y pasará a ser una oposición más moderada o inclusiva, una oposición leal al sistema, a la usanza de como lo fueran en su tiempo el Partido Popular Socialista o el Partido Socialista de los Trabajadores. Por cierto, de este último salieron algunos de los integrantes que hoy conforman la corriente NI, como Jesús Ortega, quien fue secretario general de dicho partido.

Asimismo, puede evitar o disminuir sus conflictos internos, pero también lo debilitará electoralmente, pues dejará de contar con el activo político más importante que ha tenido la izquierda y el que le ha sido más rentable. En el mismo sentido, la situación del PT y de Movimiento Ciudadano también es delicada. En el pasado estas tres fuerzas usufructuaron el capital político de López Obrador, pero ahora éste ha formado su propia organización. Por ello, no es difícil que desde 2015 la izquierda se encuentre polarizada en dos opciones claramente diferenciadas y quizás antagónicas: la lopezobradorista con MORENA y la que quede del PRD, con el PT y Movimiento Ciudadano aliados a alguna de estas dos opciones, probablemente con la primera de éstas.

Para López Obrador, el hecho de crear su propio partido es positivo, al dejar de coexistir con las corrientes y grupos que le eran adversos en el PRD. Su salida puede ser positiva para ambos. Con MORENA hecho partido, López Obrador asegura su candidatura presidencial para 2018. Para el PRD se acaba un factor de división, aunque continuarán existiendo las pugnas entre sus corrientes.

Con la salida de López Obrador, el PRD debe hacer una autoevaluación exhaustiva y trazar su camino hacia el futuro, sin la presencia del líder que más votos le ha dado. Si no se fortalece y toma un rumbo propio, es seguro que sus simpatizantes cambiarán su intención del voto hacia la novedad de lo que signifique MORENA.

Puede ser probable que el distanciamiento entre López Obrador y el PRD sólo sea eso y no ruptura, ya que también puede implicar posibles alianzas electorales en 2018, siempre y cuando el candidato sea él y dependiendo de quién dirija los destinos del partido en ese momento, ya que entre el PRD y MORENA también podrán seguir existiendo algunas coincidencias.

 

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Notas

1 En los comicios presidenciales de 2012, López Obrador obtuvo la votación más alta que haya obtenido cualquier candidato de izquierda con casi 16 millones de sufragios. Esta cifra superó en casi dos millones 400 mil votos a los obtenidos por los diputados de mayoría relativa de la coalición Movimiento Progresista, conformada por el PRD, el Partido del Trabajo (PT) y Movimiento Ciudadano, así como por MORENA, la base propia de López Obrador, lo cual refleja que el candidato era más popular que los partidos que lo postularon.

2 Al 7 de enero de 2014, que es la última fecha a la que se tuvo acceso al momento de enviar este trabajo para su revisión, el PRD decía contar con dos millones 799 mil 309 afiliados, de los cuales cerca del 40% están en el Estado de México y en el Distrito Federal, y 11% en entidades donde el partido fue gobierno, como en Michoacán, Baja California Sur, Zacatecas y Tlaxcala (Muñoz, 2014: 10).

3 Hay liderazgos políticos que implican una forma de autoridad legitimada por una característica personal que es el carisma, que presenta al líder como una persona extraordinaria y atractiva frente a los otros integrantes del partido, por lo que logra imponer en la organización su propia visión de la política y su propio programa (Weber, 1983). En un liderazgo personalizado, como el de López Obrador, prevalece más el personaje que el propio partido, pues su autoridad se basa en el reconocimiento que le dan los miembros de su comunidad, tanto a su rol de dirigente como a su persona, siendo esto lo que legitima su posición.

4 Cuando un partido no ha logrado su institucionalización se presentan uno o varios liderazgos personalizados, cuya influencia está por encima de las normas internas del partido, además de que no hay respeto o acatamiento a su reglamentación interna. La institucionalización de un partido consiste en basar su vida interna en leyes, principios y organización, que le permitan su estabilidad, consolidación y maduración al interior, para que al exterior se presente con un cierto grado de competitividad dentro del sistema de partidos. Implica un proceso organizativo consolidado en que todos sus integrantes se apegan a sus normas internas, donde los liderazgos personalizados están sometidos a los liderazgos institucionales, habiendo una congruencia entre lo que establecen sus estatutos y la forma como funciona su estructura organizativa (Panebianco, 1990).

5 El conflicto poselectoral de 2006 le restó capital político a López Obrador dentro y fuera del PRD, por lo que se colocó como un líder en descenso, que a partir de ese momento ya no sería seguido por todas las corrientes del partido (Navarrete, 2009: 58).

6 En seis años, el PRD tuvo una estrepitosa caída en las preferencias ciudadanas, sobre todo en las intermedias de 2009, ya que mientras que en 2006 tuvo el apoyo de poco más de 30% de la población, en 2009 bajó a casi 13%. En 2006 ganó 91 distritos electorales y en 2009 sólo 39. Al PT y a Convergencia, que se distanciaron temporalmente de la dirigencia del PRD, tampoco les fue bien pese a haberse mantenido unidos en el mayor número de elecciones. Entre 2006 y 2009 ambos partidos perdieron posiciones en la Cámara de Diputados, en que el PT pasó de 16 a 13 diputados y Convergencia de 17 a 6 diputados (Muñoz y Garduño, 2012: 5).

7 Al formalizar su recurso en contra de los comicios presidenciales, el Movimiento Progresista planteó que al haberse efectuado una elección que incumplía el postulado constitucional de la renovación de los cargos de elección popular mediante elecciones libres y auténticas, se solicitaba la nulidad total de la elección que se impugnaba, así como la declaración de no validez de la misma y cancelar el registro del candidato de la coalición Compromiso por México (PRI-PVEM), encabezada por Enrique Peña Nieto.

8 Cabe señalar que en abril de 2014, Layda Sansores, la única senadora de Movimiento Ciudadano, renunció a este partido y pasó a formar parte de la fracción parlamentaria del PT, con el argumento de que estaba más cercana a las posiciones de MORENA, organización con la cual simpatizaba y de la cual estaba esperando su registro definitivo por parte de las autoridades electorales, para integrarse a ésta.

9 La corriente Foro Nuevo Sol, creada por Amalia García, suele presentarse dividida en cuanto a sus posiciones internas dentro del PRD, ya que mientras el grupo de Hortensia Aragón suele manifestarse contraria a las posiciones de NI, el grupo de Eloi Vázquez lo hace a favor.

10 Por normatividad interna de cada Legislatura, el liderazgo partidista decide qué legisladores pertenecerán en cuáles comisiones y quiénes constituirán el liderazgo de cada una de ellas (Morales, 2014: 14-15).

11 Cabe señalar que aunque el PT y Movimiento Ciudadano ofrecieron su registro a MORENA, López Obrador no lo aceptó, con el argumento de que su movimiento requiere estructura y no membrete, por lo que buscaría construirlo desde abajo. Sin embargo, la conversión de MORENA en partido político no significaría romper con los partidos que integraron el Movimiento Progresista, con los cuales el movimiento lopezobradorista podría seguir conformando frentes electorales o caminar juntos en la defensa del pueblo, del patrimonio nacional y por la lucha en favor de la transformación del país. Por ello señaló que no se trataba de una ruptura, sino de una despedida en los mejores términos.

12 Cabe señalar que la intención de firmar este pacto era para antes del 1 de diciembre de 2012, día de la toma de posesión de Enrique Peña Nieto. Sin embargo, una impertinencia política del dirigente perredista provocó que esto no fuera así, ya que hizo público que estaba en tratos con el PAN, el PRI y el equipo de transición del presidente electo para firmar ese pacto, el cual tendría el propósito de dar gobernabilidad al país y sacar adelante una serie de reformas energéticas y fiscales. Este proceder de Zambrano se topó con la reacción adversa del bejaranismo al interior del PRD y desaprobaron la intención del presidente nacional del PRD, con lo que no hubo las condiciones para que este partido se adhiriera al pacto al menos en la primera fecha propuesta, por lo que su firma fue pospuesta (Hernández, 2012: 2).

13 Si bien lo anterior es importante, se dejan de lado otros aspectos que también lo son, como la dignificación de los salarios y una reorientación del gasto público a aquellos rubros que debieran ser prioridad nacional como salud, educación, generación de empleos y bienestar.

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