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Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas

versión impresa ISSN 0185-1276

An. Inst. Investig. Estét vol.33 no.98 Ciudad de México nov. 2011

 

Artículos

 

Las misiones católicas en Japón (1549-1639): análisis de las fuentes y tendencias historiográficas

 

The Catholic Missions in Japan (1549-1639): Analysis of the Historiographic Sources and Tendencies

 

Rie Arimura

 

Facultad de Filosofía y Letras, UNAM

 

* Artículo recibido el 15 de noviembre de 2010;
aceptado el 30 de marzo de 2011

 

Resumen

Este trabajo presenta las fuentes occidentales y japonesas sobre las misiones católicas de Japón (1549-1639), así como el estado de las investigaciones de la historia y el arte llamado kirishitan o namban que se dio en aquella tierra a consecuencia de la política expansionista de la Iglesia católica y de las monarquías ibéricas. Hasta ahora, en el ámbito académico mexicano se ha dado a conocer muy poco acerca de la evangelización de Japón, debido a la inaccesibilidad de fuentes y bibliografía japonesas. Pese a que en dicha época se dio una gran conexión entre Japón y la Nueva España, la barrera lingüística y la falta de acervo bibliográfico-documental sobre las misiones de Japón en México han impedido ahondar en el tema y actualizar el conocimiento. Este ensayo pretende cubrir esta laguna de investigación.

Palabras clave: evangelización de Japón; arte kirishitan; arte namban; cristianos en Japón; laca.

 

Abstract

This article presents both Western and Japanese sources on the Catholic missions in Japan (1549-1639) and outlines the state of play in research into the history of the art known as kirishitan or namban which appeared in that country as a consequence of the expansionist policy of the Catholic Church and the Iberian monarchies. The inaccessibility of Japanese sources and bibliography has meant that little so far has been known in Mexican academic circles about the evangelization of Japan. Although at that time an important connection existed between Japan and New Spain, the language barrier and the lack of bibliographical-documentary resources in Mexico on the Japanese missions have prevented further research into the subject and the updating of knowledge. This essay aims to help close this lacuna in research.

Key words: evangelization of Japan, kirishitan art; namban art; Christians in Japan, lacquer.

 

La misión católica en Japón se inauguró con la llegada de Francisco Xavier en 1549 y perduró hasta la consolidación de la política de aislamiento Sakoku en 1639.1 Este periodo histórico abarca casi una centuria y se le conoce como siglo kirishitan, dado que los japoneses así llamaron a los conversos, calificativo que derivaba del vocablo portugués cristão. Hoy día el concepto kirishitan designa en el ámbito religioso las creencias y prácticas católicas llevadas a cabo en el Japón moderno temprano. En las disciplinas de historia e historia del arte, las manifestaciones culturales y artísticas católicas de dicha centuria se abordan en el marco del estudio kirishitan o namban, "bárbaros del sur", término usado por los japoneses en aquel entonces para denominar a los portugueses y españoles que llegaban a la tierra del sol naciente a través del sur de Asia.

Para el estudio sobre la evangelización de dicho periodo, existen dos clases de fuentes primarias: occidentales y japonesas. Las primeras incluyen las cartas informativas, los anales y las crónicas que escribieron los misioneros con el fin de reportar las condiciones de las tierras locales, así como sus propias labores religiosas. Estos escritos proyectan una concepción histórica basada en el providencialismo2 y la filosofía moralizante del bien y el mal; narran los acontecimientos de manera épica y alaban a los misioneros y a los mártires siguiendo la tradición hagiográfica medieval. Las segundas, las fuentes japonesas, se diversifican en cuanto al género, ya que abarcan los impresos jesuíticos llamados kirishitan-ban, que constan de textos doctrinales, lingüísticos y literarios, las defensas contra el cristianismo, la Biblia de los kakure kirishitan utilizada en el tiempo de persecuciones y los registros elaborados por las autoridades civiles en el periodo Edo, tales como el control de los antiguos kirishitan y sus descendientes y los inventarios de los objetos cristianos confiscados. Dado que las fuentes y la bibliografía sobre el tema son abundantes, en este ensayo se ha hecho una selección de las obras más relevantes para comprender las aproximaciones que se han realizado hasta ahora a fin de esclarecer el estado actual de la investigación.

 

Aproximación "geoantropológica": postura jesuítica

Las crónicas occidentales se distinguen grosso modo por dos vertientes historiográficas. La primera es de carácter llamado hoy "geoantropológico", en la que se registran el clima, la geografía, la política, la jerarquía social, la economía, la historia, las religiones, los ritos, las leyes, las costumbres y la idiosincrasia del pueblo japonés. La tradición de relatar la historia natural y moral proviene del legado literario de la Antigüedad.3 Las obras que pertenecen a esta corriente narrativa son principalmente fuentes escritas en el seno de la Compañía de Jesús, aunque no se puede generalizar sobre la historiografía jesuítica, puesto que el texto de Luis Piñeiro (1560-1620) trata exclusivamente las persecuciones y los martirios en Japón.4

Los jesuitas, formados en el ambiente humanista del Renacimiento, dieron importancia a conocer y comprender la cultura nativa y a que se optase por una política de evangelización acorde con las circunstancias locales. Dentro de esta corriente literaria destaca la História do Japão de Luís Fróis (1532-1597),5 jesuita portugués que arribó a Japón en 1563 y se dedicó a actividades misioneras hasta el final de su vida en Kioto, Sakai, Bungo y Nagasaki.6 Este texto aporta datos relativos al contexto geográfico-cultural de Japón, así como a la expansión jesuítica realizada en aquellas tierras desde la etapa inicial de evangelización. Los registros sobre el establecimiento de sedes religiosas —tales como las negociaciones con las autoridades locales, los recursos materiales y humanos utilizados para las obras constructivas y las descripciones físicas—, así como la introducción y difusión de imágenes católicas y la creación de centros de estudios superiores —que incluían la escuela de arte fundada por Giovanni Nicolao—, dilucidan el entorno en que actuaron los misioneros, además de sus aportaciones sociales y culturales.

El uso de imágenes como método de evangelización se verifica ya desde el tiempo de Francisco Xavier, pues éste llevó consigo desde Europa pinturas al óleo de La Virgen con el Niño y La Anunciación. Del aprecio que tuvieron estas obras fue testigo el mismo santo en una de sus cartas: al mostrar una pintura de la Virgen al daimyō Shimazu Takahisa de Satsuma (1514-1571), éste se quedó admirándola e incluso su madre quiso obtener una copia de ella, aunque no hubo quien supiera reproducirla.7 A partir de esta noticia, los cronistas destacaron los éxitos del arte católico entre los nativos.8 Ello también ha dejado un marcado impacto en la historiografía contemporánea. Así, los autores de nuestro tiempo han subrayado la gran aceptación que tuvo dicho arte en Japón,9 prescindiendo por completo de la recepción de los japoneses anticristianos, así como de las circunstancias en que se dieron las persecuciones.

Alessandro Valignano (1539-1606), en calidad de visitador de las Indias Orientales, viajó a Japón en tres ocasiones. Durante la primera estancia (1579-1582), codificó una política misional de accommodatio de acuerdo con las etiquetas, los protocolos sociales y las tradiciones culturales de Japón, como muestran el Regimento para el Superior de Japón10 y los Advertimentos e avisos acerca dos costumes e catangues de Jappão (1581). Para el estudio de la arquitectura kirishitan, esta última fuente es de suma relevancia, ya que en el capítulo VII se señalan sugerencias para las obras edificatorias de la Compañía de Jesús. Así, se reafirmó la importancia de aprovechar la capacidad y disponibilidad de los artífices japoneses y las tradiciones arquitectónicas locales. Para ello, se recomendó integrar un cuarto para la ceremonia de té y zashiki (salas de estar o de recepción), empleando materiales y soluciones constructivas nativas, además de respetar divisiones del espacio interior según las jerarquías sociales y los géneros. No obstante, Valignano mostró a su vez una actitud poco flexible en cuanto a la forma de las iglesias, puesto que éstas deberían construirse al modo europeo, introduciendo una planta oblonga.11

Esta primera visita dio también como fruto el Sumario de las cosas de Japón, obra que amplió en su segundo viaje (1590-1592) con una añadidura titulada Adiciones del sumario de Japón.12 Asimismo, el tercer viaje (1598-1603) lo llevó a redactar la Apología de la Compañía de Jesús de Japón y de la China13 y Del principio y progreso de la religión cristiana en Japón.14 En estos escritos Valignano se aproximó a las costumbres japonesas equiparándolas con los valores culturales occidentales. De esta forma, aclaró diferencias entre los principios morales de Europa y Japón. Por otra parte, puso de manifiesto un discurso apologético a favor del monopolio de la Compañía de Jesús en Japón, lo que permite entrever los conflictos políticos entre órdenes religiosas en torno a la empresa evangélica en el Extremo Oriente.

Para el estudio de la historia del arte, la narrativa "geoantropológica" de los jesuitas aporta datos de gran interés. En efecto, se registran los materiales y las técnicas constructivas de la arquitectura vernácula, como residencias señoriales, monasterios budistas y casas ordinarias, y sus sistemas de proporción basados en el módulo de tatami, estera hecha de tejido de paja que tiene 8 palmos de largo y 4 de ancho (176 x 88 cm).15 Asimismo, se explican las artes liberales y mecánicas del Japón. Es decir, las primeras se sintetizan en el concepto de bumbunidõ (文武二道, cultivar paralelamente las ciencias, las letras y las artes marciales). Respecto a las segundas, abordan distintas técnicas de pintura: iroe (色絵, pintura policroma), sumie (墨絵, pintura monocroma de tinta) y doroe o deie (泥絵, pintura con mezcla de lechada de cal), además del procedimiento para barnizar piezas de laca.16 Todo esto tiene importancia para el estudio del arte kirishitan, dado que de las tradiciones artísticas locales se aprovecharon no sólo los jesuitas sino también los mendicantes.

Las apreciaciones de los cronistas en torno a las imágenes católicas producidas por los japoneses descansaron sobre criterios eurocéntricos. Si las obras presentaban mayor similitud con las piezas occidentales eran altamente estimadas, como muestra la descripción de Fróis acerca de la escuela de arte en el seminario de Hachirao en 1593:

No menos provecho están haciendo algunos de ellos tanto en la pintura, como en grabar láminas para la estampa: porque unos se ejercitan en pintar imágenes al óleo, de las cuales nos admiramos mucho, y porque otros de ellos toman del natural algunas imágenes, de las más perfectas que trajeron de Roma los cuatro señores del Japón; con tanta perfección tanto en los colores, la nitidez y la sombra, como en las semejanzas, que después muchos padres y hermanos no sabían distinguir cuáles eran las que hicieron ellos y cuáles fueron hechas en Roma.17

Esta alabanza a la capacidad de los japoneses para reproducir las obras europeas era un recurso retórico para exaltar la efectividad de las labores educativas de la Compañía de Jesús. Empero, al mismo tiempo, esta postura eurocéntrica hizo que se descalificara el arte kirishitan, ya que Pedro Gómez mencionó en una carta fechada en (599: "los estudiantes de arte, a pesar de su gran capacidad imitativa, no tienen originalidad al producir sus obras".18 A este respecto cabe agregar que, a diferencia de Europa, en la tradición japonesa el concepto de "originalidad" no era cualidad positiva de una obra, toda vez que el original y la copia tenían el mismo valor artístico. Además, ir de acuerdo con los cánones establecidos era tan importante que si no se respetaban se quitaba a los pintores el derecho a ejercer su profesión.19 De tomar en cuenta el contexto cultural, cabe cuestionar los juicios eurocéntricos.

Por lo que toca a las fundaciones jesuíticas, además de Fróis, otros autores como Valignano y Guerreiro (ca. 1550-1617) dieron datos históricos y sus descripciones: señalaron el patrocinio, el aprovechamiento de los recintos budistas, la reutilización de los materiales constructivos, la manera como adaptaron la arquitectura nativa o cómo introdujeron elementos europeos, además de aludir a la comodidad, capacidad y proporción de los edificios.20 Esta información proporcionada por los sacerdotes que conocieron Japón se puede considerar fidedigna, a diferencia del Compendio delle heroiche et gloriose attioni, et santa vita di papa Greg. XIII de Ciappi,21 que es fruto del imaginario europeo, como se ahondará más adelante.

La corriente literaria "geoantropológica" de la Compañía de Jesús, no obstante, llegó a su fin con los fracasos definitivos de evangelización en Japón. Así, Daniello Bartoli (1608-1685), autor de la monumental obra Dell'istoria della Compagnia di Gesú... (1650-1673), dedicó un volumen a las misiones en Japón. A diferencia de los cronistas del siglo XVI y principios del XVII, no mostró interés por tratar ampliamente la geografía y la cultura de Japón, sino que recopiló extensos datos sobre las labores jesuíticas en aquella tierra para legitimar una historia oficial de la Compañía de Jesús.22

 

Retórica de la orden religiosa: narraciones mendicantes

Los escritos de las órdenes mendicantes, que constituyen la segunda vertiente historiográfica de las crónicas occidentales, enfocan en mayor medida asuntos relacionados con su propia orden: las actividades religiosas y sociales, la biografía de los misioneros y las alabanzas a los mártires, sin extender lo natural, lo político-social y lo moral-religioso de la cultura nativa. En efecto, Marcelo de Ribadeneira (m. ca. 1610), autor de la Historia de las islas del archipiélago filipino y reinos de la gran China, Tartaria, Cochinchina, Malaca, Siam, Cambodge y Japó'n,23 así como José Sicardo (1643-1715), autor de la Christiandad del Japón y dilatada persecución que padecio... (1698),24 dedican sólo un capítulo con el título de "Descripción del reino de Japón" para relatar asuntos locales. Lo anterior se debe a que la intención principal de estos autores consistía en tratar el martirio de los frailes de su orden, como afirma Ribadeneira.25

Con todo, en el ámbito universal, la aproximación "geoantropológica" no fue exclusiva de las crónicas jesuíticas. Baste citar a Bernardino de Sahagún, O.F.M. (ca. 1500-1590), en América, y a Juan González de Mendoza, O.S.A. (1545-1618), en China, quienes dejaron textos de tal naturaleza,26 aunque el segundo autor nunca estuvo en China. En ese sentido, hubo una diferencia notable en cuanto a las fuentes utilizadas entre los cronistas que conocieron directamente el lugar y los que se basaron en las interpretaciones hechas por otros autores. La ausencia de escritos mendicantes que traten de manera amplia la cultura japonesa se debe a las circunstancias históricas. En parte, cuando los frailes llegaron a las tierras japonesas, los jesuitas habían llevado a cabo la empresa misionera desde hacía medio siglo y ya se habían realizado de manera exhaustiva estudios geográficos, culturales y lingüísticos sobre Japón. Además, a los mendicantes les tocó vivir las persecuciones poco después de su llegada, lo cual impidió que escribieran compendios de tal naturaleza, que requieren años de investigación.

La documentación y las crónicas de las órdenes franciscana y dominica sobre las misiones de Japón proceden, respectivamente, de la provincia de San Gregorio y la del Santo Rosario, ambas en Filipinas. Respecto a las fuentes agustinas, se trata de escritos de los autores novohispanos, lo que indica el estrecho vínculo político-religioso entre América y Asia. En efecto, Juan de Grijalva (1580-1638) aborda los procesos de la expansión española hacia el Extremo Oriente, presentando a los agustinos como pioneros de la evangelización en aquellas tierras,27 mientras que Diego Basalenque (1577-1651), José Sicardo (1643-1715) y Matías de Escobar (1690-1748) relatan la misión de su orden en Japón ensalzando la historia de los martirios.

Con respecto a la relación entre la Nueva España y Asia, vale la pena señalar que las provincias franciscanas del Santo Evangelio de México y de San Pedro y San Pablo de Michoacán, así como la provincia agustina de San Nicolás de Tolentino de Michoacán, eran estancias importantes para la comunicación entre América y Asia.28 Incluso, Domingo Martínez menciona que el mártir fray Luis de San Francisco, natural de Japón, tomó el hábito y profesó en la provincia franciscana de Michoacán y finalmente lo sacó de dicha provincia fray Luis Sotelo con el fin de integrarlo a la misión de Japón.29 Si bien los pioneros de la evangelización mendicante en Oriente fueron los agustinos, éstos optaron en un principio por quedarse a trabajar en Filipinas. Por ende, los primeros frailes que hicieron negociaciones directas con las autoridades japonesas y abrieron el campo de misión mendicante en Japón no fueron agustinos, sino franciscanos.

 

Fuentes franciscanas

Entre la documentación más antigua sobre las misiones franciscanas en Japón están las cartas y relaciones de San Pedro Bautista (1542-1597), pionero y comisario de las mismas. Sus escritos abordan ciertas diferencias entre los jesuitas y los franciscanos, así como el avance de las labores evangélicas en aquella tierra.30 También cabe mencionar los Testimonios authenticos de los originales de todas las diligencias que hizo la religión seraphica de la Santa Provincia de Philipinas acerca del martirio de los santos san Pedro Baptista y sus compañeros prothomartyres del Japón.31 Este corpus documental de procedencia filipina fue enviado a la Nueva España para promover el culto universal de los 26 mártires en Nagasaki el 5 de febrero de 1597, por lo que llegó a pertenecer al archivo del convento de San Francisco, en la ciudad de México. Para este estudio, la importancia de esta fuente consiste en aclarar los procesos de la empresa político-religiosa de la Corona española en Asia, en especial los esfuerzos diplomáticos que se hicieron sin contar con permiso papal para abrir el campo de evangelización en Japón.

Asimismo, Marcelo de Ribadeneira, descalzo español que recorrió diversas regiones de Asia y estuvo en Japón entre 1594 y 1596, ahondó en la complejidad política de las primeras penetraciones franciscanas en tierra japonesa en su Historia de las islas del archipiélago filipino y reinos de la gran China, Tartaria, Cochinchina, Malaca, Siam, Cambodge y Japón (1601). El breve de Gregorio XIII no permitía la entrada de ningún religioso al Japón, salvo los jesuitas. Ante esta situación, la ida de fray Pedro Bautista a aquella tierra, aunque fuera en calidad de embajador del gobierno filipino, implicaba una gran contradicción.32 Empero, Ribadeneira relata cómo los frailes realizaron negociaciones con las autoridades locales y establecieron sus fundaciones, además de la vida y martirio de los frailes de su orden.33

Esta última obra sirvió de fuente para otros escritos posteriores, ya que la Chronica de la provincia de San Joseph de los descalços de la Orden de los Menores de Nuestro Seraphico Padre San Francisco (1615-1618) de Juan de Santa María (m. 1622) presenta semejanzas en el contenido. Así, respecto a la arquitectura franciscana, ambos autores califican los conventos y las iglesias de Kioto y Osaka "a modo de los conventos de los Descalzos de Castilla"34 o "a nuestro modo",35 mientras que los hospitales y la escuela en Kioto se realizaron "a modo de Japón",36 lo que sugiere que la introducción de soluciones occidentales se limitó a las construcciones con función litúrgica y religiosa.

Por lo que toca a las persecuciones y los martirios, las cartas y relaciones que escribió Diego de San Francisco —que arribó a Japón a finales de 1611 o principios de 1612— son una fuente de peso, ya que aclaran no sólo las causas, sino también cómo esta política anticristiana afectó las fundaciones y las labores franciscanas principalmente en la actual región de Kantō y Nagasaki.37

En el siglo XVIII, Juan Francisco de San Antonio, en sus Chronicas de la apostólica provincia de S. Gregorio de religiosos descalzos de N.S.P.S. Francisco en las islas philipinas, China, Japón, & c.,38 aportó noticias relativas a la presencia de los japoneses dentro y fuera de Manila,39 de tal forma que señaló el interés de las autoridades civiles y religiosas de Filipinas en los comerciantes japoneses cristianizados que llegaban a Manila para realizar una apertura comercial y la evangelización en aquella tierra.40

Asimismo, este tema relativo a la vivencia que tuvieron los frailes con los japoneses en Filipinas fue ampliado por Domingo Martínez en su Compendio histórico de la apostólica provincia de San Gregorio de Philipinas de religiosos menores descalzos de N.P. San Francisco. En esta obra, el autor dilucidó la política y el plan misional en el Extremo Oriente, ya que se planeó convertir Manila en el lugar de capacitación para las próximas misiones en otros países asiáticos. Para el proyecto misional de Japón, se propuso "que la provincia diése un convento cerca de Manila, en que los dichos religiosos morassen y aprendiesen lengua japona".41 Por ende, en el pueblo de Dilao, cerca de Manila, se estableció un centro donde los frailes pudiesen convivir con los japoneses que radicaban en Filipinas y aprendiesen no sólo el idioma, sino también la idiosincrasia y las costumbres japonesas, como parte de la preparación para emprender las labores apostólicas en Japón. De igual modo, el autor registró datos sobre las fundaciones, las obras evangélicas y las atenciones médicas que realizaron los franciscanos en la tierra en cuestión.

 

Fuentes dominicas

Por lo que toca a la documentación dominica, existen las cartas y las relaciones escritas por los beatos Francisco Morales (1567-1622), José de San Jacinto Salvanés (1580-1622), Alonso de Mena (1578-1622), Jacinto Orfanell (1578-1622) y Tomás del Espíritu Santo de Zumárraga (1577-1622), que fueron a Japón y murieron martirizados.42 Estos documentos presentan datos relativos a las negociaciones con las autoridades locales y al estado de cristianización, y además describen la manera como se adaptaron al modus vivendi de los japoneses, ya que por mucho que se esforzasen en respetar las reglas de su orden, había necesidad de acomodarse a las circunstancias locales.43 Este hecho induce a poner en tela de juicio la idea legitimada del siglo XX de reconocer sólo la accommodatio de los jesuitas.

Entre las crónicas dominicas cabe destacar la obra del beato Orfanell, Historia ecclesiastica de los sucessos de la christiandad de Iapon: desde el año 1602, que entró en él la orden de predicadores hasta el de 1620. En ella se registraban de manera detallada las características topográficas y arquitectónicas de las fundaciones dominicas, así como los procesos de evangelización en el territorio japonés.44 Francisco Carrero, vicario de Binondo, por su parte, escribió el Triunfo del Santo Rosario y Orden de Santo Domingo en los reinos del Japón desde el año del Señor 1617 hasta el de 1624 para rendir homenaje a los mártires de su orden.45

Asimismo, cabe destacar la figura del padre Diego Collado, O.P. (m. 1638), quien se incorporó en las misiones de Japón en 1619, en pleno momento de persecuciones. Collado es prueba de que las aportaciones en el campo lingüístico no fueron exclusivas de los jesuitas, ya que, con el apoyo de la Congregatio pro Gentium Evangelisatione, publicó Ars grammaticae iaponicae linguae (1632)46 y los textos de catecismo dirigidos a los padres en japonés y latín: Niffon no cotõbani yô confesional Modus confitendi et examinandi...47 Estas obras sugieren que hubo intención de restablecer las misiones en Japón, lo cual no llegó a concretarse.

Diego de Aduarte (1569-1639), obispo de la Nueva Segovia, escribió las relaciones sobre los martirios de la orden dominica en Japón entre 1626 y 1628.48 Asimismo, en su Historia de la provincia del Santo Rosario de la orden de predicadores en Filipinas, Japón y China, abordó las dificultades que tuvieron los frailes en aquella tierra, ya que continuaron las labores adaptando provisionalmente las casas de los conversos como espacio litúrgico.49 Por otra parte, la difícil situación de los católicos hizo que los religiosos de las tres órdenes mendicantes se unieran y juntaran fuerzas.50

 

Fuentes agustinas

En relación con las fuentes agustinas, las crónicas de esta orden tratan las misiones del Japón dentro de la martirología y conceden especial atención al beato mexicano Bartolomé Gutiérrez (1580-1632). En efecto, Basalenque, en su Historia de la provincia de San Nicolás de Tolentino..., saca a colación a fray Bartolomé —formado en el colegio de San Pablo de Yuririapúndaro y martirizado en Japón—, para demostrar la excelencia de dicho colegio agustino, ya que de ahí salió el gran predicador, misionero y mártir en Japón. También es de observar que para hablar de dicho beato, el cronista se basó en una carta y relación que Bartolomé escribió en la cárcel, cuyos originales se conservaban en aquel entonces en el archivo de Valladolid (hoy Morelia).51

José Sicardo, autor de la Christiandad del Japón y dilatada persecución que padecio....52 registró las actividades evangélicas agustinas y los procesos de la consolidación de la política de prohibición católica en Japón. A diferencia de otros autores agustinos, Sicardo aborda a los mártires de distintas órdenes, por lo que esta obra se leyó en diferentes ámbitos religiosos. Incluso se registra un ejemplar en el inventario de los libros de la biblioteca del colegio franciscano de San Fernando de México.53

Matías de Escobar, en la Americana Thebaida, ofrece datos sobre los contratiempos que sufrieron los misioneros de su orden para continuar la empresa evangélica durante las persecuciones. Así, al llegar a Japón, los frailes "dejaron sus hábitos y se vistieron, para ocultarse, de los vestidos del país".54 Empero, más tarde fueron capturados y terminaron en martirio.55 A su vez, Agustín María de Castro (1740-1801), agustino español que llegó a Manila en 1759 y ejerció el ministerio apostólico en las islas Filipinas, escribió el Osario venera-ble.56 En este texto, el autor recopiló las referencias de los agustinos destacados en Oriente, entre las cuales incluyó la biografía de Bartolomé Gutiérrez desde su llegada a Japón en 1612 hasta su martirio en 1632.57

La retórica agustina de exaltar la figura del beato referido tuvo continuidad incluso en el siglo XX. En el marco del proyecto de investigación histórica de la orden agustina propuesto por el padre general fray Luciano Rubio, O.S.A., en 1960, Nicolás Navarrete (1905-1973) se encargó de redactar su Historia de la provincia agustiniana de San Nicolás de Tolentino de Michoacán.58 En esta obra, el cronista amplió referencias biográficas de fray Bartolomé con base en la nueva documentación. Así, dilucidó las actividades del beato en el Oriente como: "en el convento de Manila moró fray Bartolomé por un sexenio, entrenándose para su futura misión y desempeñando el importante y delicado cargo de maestro de novicios";59 y entre sus alumnos estaban "los PP. fray Tomás de San Agustín y fray Miguel de San José, ambos naturales del Japón, ilustres mártires de Jesucristo",60 con quienes Bartolomé había aprendido las nociones generales de la lengua y la idiosincrasia japonesas.61 Esto prueba que Filipinas sirvió de sede de operaciones de sus misiones en Asia también para los agustinos. Asimismo, Navarrete relató la trayectoria misionera de Bartolomé en Japón, ya que éste estuvo principalmente en Omura (Nagasaki) y Usuki (Bungo), aunque llegó hasta Osaka.62

La narrativa tradicional del siglo XVI al XVIII se caracterizó por resaltar las contribuciones sociales de los misioneros con el fin de construir una imagen positiva de las instituciones católicas. Además, la tendencia de subrayar la historia de persecuciones y martirios hizo que los cronistas equipararan la historia de la evangelización de Japón con la de la Iglesia primitiva.63 Así, al gobernante japonés que actuaba con "malicia" y "cierta enemistad" con los misioneros64 se le asoció con Nerón y Diocleciano.65 Esta manera de interpretar la historia de las misiones conforme a los valores cristianos, calificando a los políticos anticristianos de "malos" y a los integrantes de la Iglesia de "buenos", repercutiría hasta en la historiografía de la centuria pasada. Así, no sólo los autores jesuitas como Laures, sino también los historiadores seculares como Okamoto, consideraron la presencia de la Iglesia en Japón como una sociedad "utópica" y "libre", mientras que el fracaso de la dominación católica en ese país se veía como "tragedia".66 No obstante, Navarrete ofreció una visión distinta sobre los gobernadores japoneses que llevaron a cabo las persecuciones de los cristianos. Así, afirmó que Gonrocu, gobernador de Nagasaki, fue "hombre de sentimientos humanitarios" que se veía obligado a obrar contra su propia voluntad. Dicho gobernador había ayudado, según el mismo cronista, a que Bartolomé Gutiérrez sobreviviera a las persecuciones varios años:

Con cierta habilidad política, [Gonroku] tenía en su gabinete uno o más católicos laicos, por cuyo conducto se comunicaba con los misioneros para avisarles cuándo habían de tomar mayores precauciones. Así se explica humanamente, sin prescindir de la ayuda divina ni de su gran agilidad personal, que Fray Bartolomé haya sido el único misionero que pudo escabullirse de la acción policiaca por un lapso de doce años.67

 

Fuentes occidentales civiles

Entre las fuentes producidas en el ámbito civil, cabe citar, primeramente, el trabajo de Scipione Amati, quien presenció la misión diplomática de Hasekura Tsunenaga en Roma y escribió Historia del regno di VoXV del Giappone, dell'antichita, nobilta, e valore del svo re Idate Masamvne... En esta obra, el cronista registró no sólo la entrevista de dicho embajador con el sumo pontífice, sino también explicó la relación amistosa entre Sotelo y Date Masamune (1567-1636), lo que hizo que este daimyō de Sendai enviara una delegación a la Nueva España y Europa.68 También hay que señalar un retrato de Hasekura insertado en el citado texto, donde aparece vestido con una camisa europea abajo del kimono (fig. 1).

Entre los escritos de los funcionarios virreinales, merecen citarse las Relaciones del Japón (1609) de Rodrigo de Vivero (1564-1636), gobernador interino de Filipinas que naufragó y arribó a Japón en su viaje de regreso a la Nueva España en 1608. En sus Relaciones describió no sólo las ciudades y las costumbres japonesas, sino también las entrevistas que tuvo con las autoridades locales con la ayuda de Sotelo.69 De igual modo, Sucesos de las islas filipinas (1609) de Antonio de Morga (1559-1636),70 alcalde del Crimen de la Real Audiencia de la Nueva España, es una obra de importancia, ya que además de los datos administrativo-comerciales y las descripciones culturales de Filipinas, el autor abordó asuntos relativos a los países periféricos, incluso las persecuciones y los martirios en Japón.

Con respecto a la rebelión Shimabara (1637-1638), un levantamiento armado de campesinos kirishitan en la península Shimabara, en Nagasaki, hay dos manuscritos atribuidos a los civiles. El primero es una carta que Nicolaes Couckebacker —jefe de la oficina de comercios exteriores de Dejima en Nagasaki entre 1633 y 1639— escribió al general Antonio van Diemen en Batavia.71 El segundo es de Duarte Corrêa (m. 1639), natural de Alemquer, Portugal, y familiar de Santo Oficio, que estuvo preso en la cárcel de Omura, en Nagasaki, durante la revuelta referida y terminó siendo mártir en 1639. Este autor recopiló noticias desde la prisión acerca del levantamiento y escribió una Relaçam do alevantamento de Ximabàra, dirigida a Antonio Francisco Cardim, S.J., en Macao, la cual se publicó en Lisboa en 1643.72

Asimismo, la opresión de los misioneros y los fieles japoneses llegó a ser tratada en obras literarias. Lope de Vega, con base en los escritos de Jacinto Orfanell,73 narró de manera lírica la heroicidad del acto de muerte en su Triunfo de la Fee en los reynos del Iapon por los años de 1614 y 1615.74 Por otra parte, Montanus (1625-1683), en su Atlas Japannensis (Amsterdam, 1669), dio a conocer por primera vez las prácticas del fumi-e75 de los holandeses en aquella tierra. Del mismo modo, insertó un grabado con las torturas aplicadas a los kirishitan en Unzen, Nagasaki, además de presentar noticias sobre Cristóvão Ferreira (ca. 1580-1650), ex jesuita que renunció a su fe, tomó el nombre japonés Sawano Chūan y colaboró en las persecuciones.76 La actitud de los holandeses de profanar las imágenes sagradas causó polémica dentro de la sociedad europea, por lo que Swift (1667-1745) hizo una sátira de este hecho en su Gulliver's Travels, enviando al protagonista a Nagasaki en 1709.77

Germain Felix Meijlan (1785-1831), de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales, aprovechó su estancia en Dejima entre 1827 y 1830 para escribir sobre los sistemas político-administrativos, las costumbres, las artes e industrias de Japón, en especial de Nagasaki. En su Japan,78 registró las prácticas de fumi-e, así como una tradición oral acerca de Hagiwara Yūsa, quien produjo 20 fumi-e de latón en 1669 por encargo del Bugyōsho (comisaría ejecutiva) de Nagasaki. Es decir, cuando se inició la ceremonia de fumi-e, los funcionarios japoneses no tenían más que una tabla de cobre. Ante la necesidad de realizar esta práctica en varios sitios para aniquilar a los kirishitan, se mandó a Yūsa reproducir las imágenes sagradas. Sus trabajos salieron tan excelentes que no se distinguían de las obras originales. Sin embargo, el premio que recibió este artífice por elaborar dichas piezas fue ser degollado por orden del shōgun para prevenir que Yūsa trabajara con posterioridad para los kirishitan.79

 

Registro de la Sociedad por las Misiones Extranjeras de París

Al finalizar el periodo Edo, tras haber transcurrido 200 años de aislamiento político-económico y de persecuciones cristianas, Japón se vio obligado a reabrir el país bajo la presión de las potencias occidentales e incluso a permitir el restablecimiento de las instituciones eclesiásticas en las áreas residenciales de los extranjeros.80 Bernard-Thadée Petitjean (1829-1884), de la Sociedad por las Misiones Extranjeras de París, primer obispo de la catedral de Oura, en Nagasaki, relató, en una carta fechada el 18 de marzo de 1865, el "descubrimiento"81 de los descendientes kirishitan, ya que éstos habían ido a confesar ante el obispo francés.82 De esta forma, la noticia de la pervivencia de la fe católica se difundió por diferentes partes del mundo. La principal aportación de Petitjean fue dar a conocer ampliamente las oraciones y el libro sagrado de Tenchi hajimari no koto (Comienzo del cielo y la Tierra),83 transmitidos entre el círculo de los kirishitan ocultos. Además, con base en estas fuentes analizó los conocimientos religiosos de dichos kirishitan para explorar la posibilidad de reutilizar este saber cristiano local en la reevangelización de Japón.

Respecto al Comienzo del cielo y la Tierra, este título proviene de las palabras con que se inicia el texto y alude al Génesis. El manuscrito consta de 15 capítulos y presenta cierto desorden cronológico y estructural, así como confusiones conceptuales al mostrar las narraciones del Antiguo y el Nuevo Testamento. Además, incluye anécdotas que no existen en la Biblia. Se le ha considerado una fuente que muestra la transición doctrinal del catolicismo al culto local y ha cobrado especial importancia en el estudio de la religión y la etnología.

 

Fuentes primarias japonesas

Aparte del citado texto sagrado de los kirishitan ocultos, hay otras fuentes japonesas de gran peso. Primeramente, cabe citar el género de documentos denominado hoy "literatura kirishitan". Se trata de obras religiosas escritas por los conversos japoneses.84 Los autores más destacados son Paulo Yōhō-ken (養方軒パウロ, 1510-1596), quien redactó los guiones para las representaciones teatrales de la Pasión de Cristo y de la Navidad; su hijo Vicente Hōin (法印ヴィセンテ, n. 1538), quien tradujo gran parte de los textos de prácticas cristianas junto con su padre;85 Gracia Hosokawa (細川ガラシャ, 1563-1600), que dejó una serie de cartas dirigidas a Gregorio de Céspedes, S.J., así como una cantidad considerable de poemas de fe,86 y Fabian Fucan (不干斎ハビアン, n. 1565), quien abordó las cuestiones teológico-filosóficas e hizo una refutación del confucionismo, el shintoismo y el budismo en sus obras de Myōtei Mondō (妙貞問答, Diálogo entre Myoshuy Yutei, 1605).87

Como otras fuentes producidas en el ámbito católico de Japón, cabe señalar los Kirishitan-ban, impresos de la Compañía de Jesús realizados a finales del siglo XVI y principios del XVII (fig. 2). Los textos para los misioneros están escritos en letras latinas, mientras que las obras dirigidas a los japoneses vienen en kanji (caracteres chinos) y kana (silabarios japoneses). En la actualidad, se identifican 32 libros de este tipo, entre los que se incluyen textos de carácter religioso como la Dochirina kirishitan (Doctrina cristiana) y Sarube Regiina (Salve Regina), así como la literatura japonesa clásica como Heike monogatari (El cuento del Heike). Estas producciones son de gran importancia para la historia de la imprenta en Japón, además de ser valiosas fuentes para estudios religiosos, culturales y lingüísticos. Para la historia del arte, las ilustraciones que contienen estos textos como emblemas jesuíticos sirvieron de fuente gráfica para otras producciones visuales.

Por otra parte, los textos sobre los kirishitan escritos por los japoneses no conversos fueron al principio registros de costumbres que ellos consideraban raras. No obstante, en el periodo de persecución surgió un género literario que criticaba al cristianismo desde la perspectiva budista. Las obras más destacadas dentro de éste fueron Ha-Deus (破堤宇子, Deus refutado, 1620) de Fabian Fucan; Kōfukuji hikki (興福寺筆記, Manuscrito del templo Kōfuku, 1647) y Taijijashitsuron (対治邪執論, La teoría de exterminación del mal, 1648) del monje de la secta zen Sessō Sōsai (雪窓宗崔, 1589-1649); Ha Kirishitan (破吉利支丹, Kirishitan refutados, 1662) del monje de la secta Sōtō Suzuki Shōsan (鈴木正三, 1579-1655), y la obra anónima Kirishitan Monogatari (吉利支丹物語, Cuentos de los kirishitan, 1639).88 Cabe señalar que algunas de las obras anticristianas se ilustraron con grabados de madera para mostrar la exterminación de los misioneros y sus creyentes.

Asimismo, existen varios ensayos de carácter histórico escritos por los mismos conversos japoneses del siglo XVI al XVIII: Gamo Ujitsato-ki (1595), Hosokawa Tadoki (1563-1600), Itasaka Bokusai (1578-1655), Matsudaira Nobutsuna (1596-1662), Kumkuzawa Banzan (1619-1691), Bai Buntei (1633-1721), así como el confucionista Hakuseki Arai (1652-1725). De estas obras se destaca el Seiyō kibun (西洋紀聞, Asuntos informados sobre el Occidente, 1709) del último autor.89 Arai era una figura excepcional de la época. Pese a que el shogunato Tokugawa aplicaba la política de aislamiento, tenía amplio conocimiento sobre el mundo exterior. Como historiador, su metodología y su visión se caracterizaron por el radicalismo, ya que rompió con la concepción histórica tradicional basada en la mitología y el esoterismo. Para obtener interpretaciones lo más objetivas posibles, empleó un método comparativo y concedió importancia a los aparatos críticos, en especial, a las fuentes documentales. Además, concibió la historia no como acumulación cronológica de sucesos, sino como unidad o secuencia sucesiva de procesos que conducen a transformaciones y desarrollos.

La metodología de Arai fue en gran medida influida por su relación con los holandeses,90 así como con Giovanni Battista Sidotti, S. J. (1678-1715), quien arribó de manera ilegal a Yakushima, isla situada en el suroeste del Japón, en agosto de 1708. Debido a la prohibición del cristianismo, Sidotti fue detenido y trasladado primero a Nagasaki y después a Edo, donde Arai, quien tenía un cargo político, entrevistó e interrogó al jesuita en cuatro ocasiones durante los últimos dos meses de 1709.91 El Seiyō kibun, texto del confucionista referido, fue fruto de este encuentro. Ahí, Arai registró las conversaciones que había tenido con Sidotti acerca de los motivos de su llegada al Japón, así como información sobre la autoridad católica en Europa, la historia de la misión católica y su prohibición en Japón, una síntesis de las Sagradas Escrituras y aspectos de geografía y política relatados por el mismo jesuita.

Asimismo, para tratar el catolicismo, Arai se basó en las ideas de Matteo Ricci, S.j. (1552-1610), cuyo libro, donde abogaba por el empleo del concepto confuciano de Tenshu (天主, "dueño del cielo", Tianzhu en chino) en lugar de Deus, había sido prohibido en Japón en 1630.92 Arai se apoyó también en el Sho Sansatsu (書三冊, Textos de tres tomos), escrito por el ex jesuita siciliano Giuseppe Chiara (1602-1685).93 Este autor llegó originalmente a Chikuzen (actual prefectura de Fukuoka) como misionero clandestino en mayo de 1643, pero fue detenido y enviado a Edo donde fue encarcelado en el Kirishitan yashiki, "mansión de los kirishitan", que servía de calabozo para castigar a los misioneros y a los conversos japoneses; después de renunciar a la fe católica, se nacionalizó japonés y tomó el nombre nativo Okamoto San'uemon.94

En el periodo de persecución, las autoridades civiles japonesas elaboraron una serie de documentos para exterminar a los kirishitan. Al respecto, cabe mencionar los testimonios de kirishitan korobi, "cristianos caídos", que tratan de las cartas de renuncia de fe, elaboradas al ser descubiertas sus creencias y prácticas religiosas prohibidas. Para el estudio de la cultura material, la importancia de estas fuentes radica en que incluyen referencias acerca de los "instrumentos kirishitan", objetos devocionales y litúrgicos confiscados, como imágenes, medallas, rosarios y cruces.95 Con relación a esto, también es de advertir que junto con el inventario de los objetos devocionales encontrados se indican de vez en cuando los sitios donde se hallaron dichas hechuras en planos arquitectónicos sencillos.96

Asimismo, se elaboraron libros manuscritos que registran nombres, domicilios, profesiones, fechas de nacimiento y muerte de los ex kirishitan y sus parentescos con el fin de vigilarlos.97 Así, los funcionarios que se encargaron de despachar los asuntos de los kirishitan obtuvieron numerosos datos de importancia. Masashige Inoue (井上政重, 1585-1661), quien estuvo a cargo de Ōmetsuke (大目付, nombre del puesto de vigilancia del shogunato Tokugawa) entre 1632 y 1658, compiló y dejó a su sucesor un corpus documental con el fin de que los antecedentes sirvieran de guía para tomar medidas con respecto a los kirishitan. Inoue fue kirishitan antes del decreto de prohibición, lo cual implica que los ex creyentes que conocían muy bien los asuntos del círculo kirishitan contribuyeron como líderes de las persecuciones.

Por otra parte, en el siglo XVII surgió la tendencia de aproximarse al fenómeno kirishitan desde una perspectiva científica. Tokugawa Mitsukuni (徳川光圀,1628-1701), daimyō de Mito y representante de la escuela de estudio histórico Mitogaku (水戸学), emprendió la labor de compilar la monumental obra Dai Nihon shi (大日本史, Historia del gran Japón, 397 rollos en 226 volúmenes y 5 rollos de índice). Este trabajo continuó aún después de la muerte de Mitsukuni, ya que en 1799 el confucionista Tachihara Suiken (1744-1823) realizó correcciones al texto con el fin de publicarlo para la conmemoración centenaria de la muerte de dicho daimyō. Lo destacable de Mitsukuni es que, pese a la prohibición cristiana —con el propósito de compilar un compendio histórico—, solicitó clandestinamente a los señores de cada feudo que le proporcionasen documentos, dibujos y artículos relacionados con los kirishitan, como relicarios, medallas, rosarios y disciplinas. Así, conformó un acervo, aunque prohibió el acceso al mismo. Empero, una centuria después, por orden del clan Mito, Tachihara Suiken asumió el encargo de inventariar dicha colección. La cantidad de documentos y objetos fue tal que sólo se limitó a registrar una parte mínima en su Kirishitan hōfuku shokibutsu mokuroku (吉利支丹法服諸器物目録, El inventario de la indumentaria y artículos kirishitan, 1800).98

Asimismo, en el ámbito del clan Date, aprovechando que se debían ventilar los objetos guardados en la bodega —los artículos kirishitan—, el vasallo Takano Munekane (高野統兼) registró los objetos traídos por Hasekura Tsunenaga el 23 de julio de 1774 en el libro Takano ke kiroku (高野家記録, Registros de la familia Takano). Más tarde, Ōtsuki Gentaku (大槻玄沢, 1757-1827), confucionista del feudo Sendai, realizó un inventario, estudio y dibujos del mismo acervo siguiendo la orden del clan Date. El fruto de este trabajo fue Kinjõhiun (金城秘韞, Los secretos del castillo fortificado de oro, 1812) (fig. 3), cuyo título está traducido libremente al inglés como "Document of Articles of Hasekura Tsunenaga".99 Por otro lado, Ōta Zensai (太田全齋, 1799-1829), confucionista y estudioso de las letras chinas del dominio Fukuyama (Fukuyama-han), en la actual prefectura de Hiroshima, realizó una interpretación de los textos utilizados por los kirishitan como libros de oración en Kirisutoki (契利欺督記, ca. 1789-1800).100

 

Albores de los estudios kirishitan

En el contexto japonés, la aproximación al fenómeno kirishitan con una perspectiva científica tuvo sus antecedentes en el periodo Edo entre los confucionistas y estudiosos de rangaku, "ciencias de Holanda". Después de la reapertura del archipiélago al mundo occidental en la década de 1850, la sociedad japonesa sufrió una serie de cambios radicales: la transformación del régimen político del feudalismo militar al imperialismo constitucional y la introducción de nuevas ciencias, cultura y sistema educativo occidentales bajo la restauración del periodo Meiji (1868-1911). Con todo, este impulso político no supuso una rápida occidentalización, ya que se requirió tiempo para que la ideología occidental penetrara y fuera comprendida por los japoneses. Asimismo, los que comenzaron a abordar las misiones de Japón desde la perspectiva de historia e historia del arte fueron los autores occidentales.

Entre las primeras monografías históricas, lingüísticas y religiosas sobre dicho tema cabe destacar la Histoire de la religion chrétienne au Japon (1869-1870) de Léon Pagès,101 así como los trabajos de los diplomáticos ingleses y miembros de la Asiatic Society of Japan William George Aston (1841-1911)102 y Ernest Mason Satow (1843-1929).103 Joseph Marie Cros, S.J., por su parte, contribuyó al rescate documental jesuítico, ya que logró localizar la Historia do Japão de Luís Fróis, hasta entonces inédita, en la colección jesuitas na Asia de la Biblioteca Ajuda, en Lisboa, entre diciembre de 1894 y enero de 1895. Además, abrió una línea de investigación biográfica de los jesuitas destacados, como lo muestra su obra Saint François de Xavier. Sa vie et ses lettres (Tolosa, 1900).104

En el área de la historia del arte, Ernest Francisco Fenollosa (1853-1908), profesor norteamericano de filosofía y estética de la Universidad Imperial de Tokio y gran defensor de las tradiciones artísticas japonesas,105 fue el primero en interesarse por investigar la influencia occidental en el arte japonés. En su Epochs of Chinese & Japanese Art, supuso una posible influencia de las copias o interpretaciones de las pinturas religiosas venecianas en la riqueza cromática de las obras de Kanō Eitoku (1543-1590), pintor protegido por Nobunaga y Hideyoshi. Así, cuestionó incluso el grado en que Eitoku pudo haber sido influido por las pinturas al óleo importadas por los kirishitan daimyō. Al respecto, opinó que no se observaba intento alguno de plasmar sombras en sus obras y que dicho pintor pudo haberse inspirado en las pinturas "seudovenecianas" de la Sagrada familia o los retratos de los papas para realizar sus murales de gran fuerza cromática.106 Esta hipótesis de Fenollosa no tuvo seguidores. Sin embargo, la línea de investigación iniciada por él tuvo continuidad a lo largo del siglo XX.107 Incluso Tei Nishimura, Yoshitomo Okamoto y Gauvin Alexander Bailey señalarían más tarde la influencia de las soluciones plásticas de claroscuro y perspectiva lineal en las obras de otros pintores de la escuela de Kanō.

En el ámbito académico japonés, los estudios sobre la historia del periodo Namban surgieron en la última década de la era Meiji, cuando los historiadores comenzaron a realizar un rescate documental en los archivos europeos. Naojirō Murakami (1868-1966) fue pionero en ese campo. Durante su estancia en Europa —de 1900 a 1902—, recopiló las fuentes de primera importancia para las relaciones diplomáticas y misioneras entre Japón y Occidente. Más tarde tradujo al japonés las Cartas que os padres e irmãos da Companhia de Iesus.108 Masaharu Anesaki (1873-1949) emprendió una investigación archivística en Europa a partir de 1901, mientras que el lingüista y filólogo Izuru Shinmura (1876-1967), desde 1908. Ello permitió que ambos investigadores dieran a conocer nuevas fuentes occidentales en Japón.

Paralelamente, se llevó a cabo un rescate de las fuentes japonesas. En esta área destacó el lexicógrafo y lingüista Fumihiko Ōtsuki (1847-1928), nieto del confucionista Gentaku Ōtsuki, autor del Kinjõhin. Debido a su vínculo con el clan Date, Fumihiko realizó una revisión del acervo documental de la misma familia y escribió A Brief Account of the Communication of Date Masamune with the Southern Barbarians. En este trabajo, Gentaku describió los tratos que tuvo Masamune con Sotelo, el proyecto de acordar un tratado de intercambios comerciales con Occidente, la misión diplomática de Hasekura y los artículos traídos por él desde Europa.109

El entusiasmo por investigar la historia y el arte kirishitan se incrementó notablemente a partir del periodo Taishō (1912-1926) y los principios de la era Shōwa (1926-1989) como consecuencia del 300 aniversario de los martirios de Japón y de la boga namban. En el trasfondo de este revival se percibe el exotismo y romanticismo de la época y los ensayos literarios sobre la cultura namban de Shinmura.110 En este contexto cultural se despertó un gran interés por localizar las fuentes documentales. Así, se sacaron a la luz los testamentos escritos por los kirishitan111 y el calendario litúrgico-santoral descubierto en Takatsuki, Osaka,112 además de que se recopilaron las obras literarias escritas por los conversos japoneses.113 Asimismo, se descubrieron y se dieron a conocer —y también se falsificaron— varias reliquias y obras cristianas que hasta entonces habían estado ocultas, como La Virgen con escenas de los quince misterios en el Museo de la Universidad de Kioto (fig. 4) y San Francisco Xavier en el Kobe City Museum, pinturas descubiertas en 1920 en la casa del señor Higashi, en Takatsuki, ex territorio del kirishitan daimyō Takayama Ukon (1552-1615).114 Los hallazgos materiales y los rescates documentales hicieron que los especialistas como Anesaki se interesaran y se aproximaran al contexto histórico de la época de persecución desde una perspectiva histórica, cultural y psicológica.115

En el ámbito arqueológico-artístico, Kōsaku Hamada (1881-1938)116 fue una figura clave en esta fase inicial del estudio kirishitan; creó una especialización en Early Christian Archaeology & Art.117 y contribuyó al rescate y registro del arte kirishitan con la colaboración de otros estudiosos, como Shinmura y Sueji Umehara (1893-1987).118 Las investigaciones de la cultura material kirishitan se caracterizaron desde el principio por el acercamiento estrecho entre la historia del arte y la arqueología, lo cual se debió a la naturaleza misma de este arte que había sido escondido o enterrado a causa de las persecuciones. El vínculo entre dichas disciplinas se manifestó no sólo en la forma de aproximación, sino también en la sistematización de datos. Por tanto, se prefirió agrupar todas las obras (pinturas, esculturas, medallas, rosarios, cuerda de disciplinas, capa pluvial y lápidas funerarias) dentro del concepto de "reliquias kirishitan", utilizando además el vocablo "arte cristiano temprano".

Para el estudio de la historia del arte, una de las aportaciones de Hamada fue reconocer el valor creativo de las obras realizadas por los conversos japoneses, ya que señaló una "japonización" al emplear los materiales nativos, además de presentar "aspectos sumamente interesantes".119 Empero, la valoración artística de este autor no implicó el reconocimiento total de las producciones nativas. Así, descalificó las obras transmitidas en el círculo kirishitan de Ikitsuki, en Nagasaki, al aseverar: "La mayoría de estas obras [...] ni merecen ser comentadas con respecto a su valor artístico".120 Este juicio de Hamada se debió a la postura de juzgar la plástica japonesa basándose en el criterio euro-céntrico, dado que el citado autor evaluó las hechuras nativas de acuerdo con el grado de la asimilación de las tradiciones artísticas occidentales. Esta aproximación eurocéntrica fue una de las tónicas predominantes dentro del estudio del arte kirishitan durante el siglo pasado.

Asimismo, los padres jesuitas dejaron aportaciones. Joseph Dahlmann (1861-1930), quien llegó a Japón en 1903 y contribuyó a la fundación de la Universidad Sofía, en 1913, se interesó por las relaciones culturales, religiosas y artísticas del Japón y Europa entre 1542 y 1614,121 en especial en los intercambios culturales y religiosos entre el Japón y Occidente a través de las representaciones pictóricas de los biombos. Con base en el análisis visual, estimó el valor de estas obras como fuentes históricas. Incluso, ante la precisión de los detalles, supuso que los pintores que ejecutaron los biombos debieron haber estado en Nagasaki a principios del siglo XVII para observar los movimientos de intercambios.122 Esta idea tuvo posteriormente amplia aceptación.

Georg Schurhammer (1882-1971), por su parte, dio continuidad a los trabajos que había iniciado Joseph Marie Cros a finales del siglo XIX, ya que editó la Historia do Japão de Fróis,123 localizó nuevas fuentes jesuíticas124 y, además, se especializó en el estudio biográfico de misioneros destacados, como Francisco Xavier, con su célebre biografía Der heilige Franz Xaver: der Apostel von Indien und Japan.125

 

Principales perspectivas del estudio kirishitan

Las líneas de investigación exploradas por los precursores del estudio kirishitan tuvieron amplio desarrollo en distintos campos: filológico, lingüístico, histórico, hagiográfico, cultural, arqueológico y artístico. Incluso se dieron notables pasos dentro del rescate y la investigación de las fuentes japonesas.126 No obstante, la narrativa tradicional del siglo pasado se caracterizó por mantener una postura eurocéntrica, ya que se basó en las afirmaciones de los informes y las crónicas occidentales sin ponerlas en tela de juicio. De los autores que construyeron esta versión oficial del siglo kirishitan, se enumera a Charles Ralph Boxer (1904-2000), quien siendo militar estuvo en el Japón y China desde 1930 hasta el término de la segunda guerra mundial y puso empeño en estudiar la historia marítima y colonial de los grandes rivales: Holanda y Portugal.127 Entre sus numerosas publicaciones destaca The Christian Century in Japan, 1549-650 (ca. 1951),128 obra basada en los documentos procedentes de los archivos de Lisboa y Macao, así como en los informes confidenciales de la Compañía de Jesús en la British Library. De acuerdo con dichas fuentes, Boxer defendió la idea de una "rápida" conversión en Japón. Además, sostuvo que los jesuitas evangelizaron entre los estratos sociales altos, mientras que los mendicantes predicaron entre los pobres. Estas ideas tuvieron aceptación amplia tanto en Japón como a nivel internacional.

En el ámbito académico japonés, Akio Okada (1908-1982), del Historiographical Institute de la Universidad de Tokio, se aproximó al fenómeno kirishitan desde el punto de vista de la historia cultural-cotidiana denominada fūzoku. Okada ahondó en los problemas morales con que los misioneros tuvieron que enfrentarse en la sociedad japonesa, como la sodomía, el aborto y el infanticidio. Asimismo, estudió la transmisión de las ciencias y la cultura occidentales en esta época, además de los aspectos históricos de las misiones, como la distribución de las fundaciones jesuíticas, diferentes métodos de evangelización y recepciones del cristianismo según los estratos sociales.129

Arimichi Ebisawa (1910-1992) fue otra figura central en el estudio kirishitan en la posguerra; fundó The Society of Historical Studies of Christianity en 1949 y ahondó en los tráficos e intercambios científico-culturales impulsados por los misioneros. Estudió la circulación de los libros, así como la difusión de los conocimientos relativos a la medicina, la astronomía, la matemática, la ingeniería y el arte occidentales.130 También contribuyó a la investigación de las fuentes sino-japonesas.131

Kiichi Matsuda (192I-I997) fue otra autoridad del estudio namban; contribuyó al rescate, la traducción y publicación de los documentos sobre las relaciones exteriores del Japón, principalmente las fuentes relacionadas con las misiones jesuíticas, resguardadas en los archivos de Filipinas, Macao y Europa. Entre sus hallazgos documentales destaca un biombo de la Biblioteca de Evora, donde estaban insertados varios documentos procedentes del Japón, como "El catecismo de Japón" escrito por Valignano y traducido al japonés, las cartas de Organtino, ejercicios de caligrafía y grafiti.132 Asimismo, escribió varios ensayos acerca de la documentación y las misiones de la Compañía de Jesús en Japón.133

Yakichi Kataoka (1908-1980), originario de Nagasaki, se aproximó al estudio kirishitan desde la perspectiva de la historia regional. Ahondó en el estudio de fumi-e desde el punto de vista histórico, social y cultural. Así, aclaró la forma de organizar las ceremonias de fumi-e, así como distintos lugares donde se llevaron a cabo las prácticas de fumi-e conforme a los estratos sociales.134 También estudió el acontecimiento de Urakamiyonban kuzure, la cuarta opresión de los kirishitan de la villa de Urakami, Nagasaki, en 1869, la última y más grande de las medidas anticristianas aplicadas en el periodo Meiji.135

Una de las líneas de investigación desarrolladas por historiadores seculares japoneses, como Kōichirō Takase (1936-) y Takashi Gonoi (194I-), fue aclarar cuestiones políticas, económicas, culturales y lingüísticas136 En especial, Takase aclaró la base financiera de la Iglesia para realizar las misiones en Asia del Éste, así como los problemas de las negociaciones y los conflictos políticos y económicos entre los líderes de las misiones y las autoridades civiles japonesas.137

Los estudiosos jesuitas, por su parte, se empeñaron en el estudio de la historia apostólica de su propia institución. Johannes Laures (189I-I959) contribuyó a la conformación del Kirishitan bunko, acervo documental-bibliográfico especializado en las misiones católicas de Japón en la Universidad Sofía.138 Además, realizó un estudio histórico general sobre las actividades misioneras en The Catholic Church in Japan...,139 construyendo una narración apologética de los jesuitas.

Joseph Franz Schütte (1906-1981) fue el historiador que más aportó a los rescates documentales, tal como lo muestra su Introductio ad historiam Societatis Jesu in Japonia, 1549-1650,140 donde recopiló extensos datos inéditos acerca de las actividades de la Compañía de Jesús en tierra japonesa. También publicó estudios sobre la historia de la conformación de los archivos jesuíticos, los cuales sufrieron una serie de vicisitudes y traslados de los materiales procedentes del Lejano Oriente a causa de las circunstancias históricas de la Compañía de Jesús tanto en Asia como en Europa.141 Asimismo, Hubert Cieslik (1914-1998), jesuita, dedicó su vida sacerdotal en Hiroshima, entre 1945 y 1949, a realizar los rescates documentales y las investigaciones históricas de la misión jesuítica en dicha provincial142 Además, fue pionero en investigar a los sacerdotes japoneses, como Pedro Kasui (1587-1639).143

Jesús López Gay aportó diversos estudios histórico-religiosos. Por una parte, dilucidó los volúmenes de que disponía la primera biblioteca jesuítica de Bungo y analizó la influencia que dichos libros ejercieron en la labor pastoral y científica de los primeros misioneros jesuitas en Japón.144 Asimismo, aclaró la manera como los jesuitas adaptaron las costumbres y tradiciones nativas en distintos niveles: cultural, evangélico y litúrgico. A su juicio, en la misión de Japón no se pudieron utilizar normas establecidas a priori, puesto que se optó por una adaptación positiva.145

A finales de los años sesenta, en el ámbito académico internacional, comenzaron a surgir reflexiones críticas con respecto a la historiografía tradicional basada en las fuentes jesuíticas y a abrirse nuevos horizontes. Así, George Eli-son, en su "Deus Destroyed", se aproximó a problemas como la aceptación del cristianismo y las formas del rechazo de dicha religión en Japón desde un punto de vista más cercano al de los japoneses146 Ante la postura tradicional de comparar y encontrar una analogía entre la introducción del cristianismo en Japón y la historia de la Iglesia primitiva —postura que se apoyaba en gran parte en los cronistas que habían equiparado de manera alegórica las persecuciones y martirios de Japón y la cristiandad primitiva de Occidente—, el autor advirtió que en realidad hubo más diferencias que similitudes. En efecto, la complejidad dogmática, la política evangélica y el sofisticado sistema organizativo institucional de la misión católica de Japón —que coincidió con el Concilio de Trento (1545-I563)— no tuvieron nada que ver con las condiciones de la Iglesia primitiva. De hecho, las únicas similitudes se encontrarían en los problemas básicos que toda misión encuentra para ganar fieles en un mundo ajeno, aunque en Japón la filosofía cristiana era totalmente desconocida a diferencia de Occidente, que desde tiempos remotos se había alimentado de los pensamientos religiosos de Medio Oriente147 Asimismo, Elison puso en duda la postura eurocéntrica de considerar la prohibición cristiana como una "tragedia"148 de acuerdo con la visión nativa.

Por otra parte, Lothar Knauth fue pionero en desarrollar una línea de investigación transpacífica, en especial, la expansión ibérica en Asia, con su disertación "Pacific Confrontation: Japan Encounters the Spanish Overseas Empire (1542-1639)".149 El autor se aproximó a la historia de la misión católica en Japón reconstruyendo las relaciones políticas, culturales y religiosas del lado del Pacífico: Japón y la Corona española (Filipinas y la Nueva España). A su juicio, la trascendencia y consecuencia histórica de la expansión ibérica hacia el este no consistió sólo en explorar nuevas rutas marítimas en pro de la mundialización política, económica, cultural y religiosa, sino también en asentar bases para la posterior expansión estadounidense, que se convirtió en su "heredera" y se hizo "a costa de la experiencia hispánica".150 Además, a diferencia de la postura tradicional de interpretar el fracaso de las misiones en Japón como un asunto negativo, Knauth lo consideró una base importante para la futura construcción de la nación moderna de Japón. La aproximación transpacífica emprendida por dicho historiador cobró importancia en los años setenta, ya que se organizó un congreso internacional: La expansión hispanoamericana en Asia: siglos XVI y XVII (1976), en el que se trataron los vínculos entre la Nueva España y Oriente acerca de las fuentes históricas, las misiones y el arte.151

En las últimas décadas han surgido otras maneras de tratar el tema kirishitan. Andrew C. Ross, por ejemplo, se aproximó de manera sinóptica al fenómeno de las misiones católicas en Japón y China.152 Ello ha ayudado a tener una visión más cercana de la época, ya que esclarece que los misioneros hayan concebido las empresas apostólicas en Asia del este como un proyecto unido. Por otra parte, cuestiona la postura convencional en que se interpreta la historia del siglo kirishitan, en el cual se encontrarían los éxitos de la labor de los jesuitas desde sus primeros tiempos y la "heroicidad" y "grandiosidad" de los misioneros. Así, Ikuo Higashibaba y Shinzō Kawamura se han aproximado a la historia kirishitan desde el punto de vista nativo, en especial, centrándose en las comunidades kirishitan de los estratos sociales comunes, que habían sido ignoradas hasta entonces. Higashibaba, siendo especialista en la religión, rescató las creencias y experiencias religiosas cotidianas de los kirishitan ordinarios y demostró que la religiosidad de estos conversos fue muy distinta de las afirmaciones de los cronistas153 Kawamura, por su parte, ahondó en la organización de la comunidad kirishitan y aclaró la manera como la Iglesia japonesa se apropió del sistema de las instituciones budistas154

 

Avances del estudio del arte kirishitan

Si bien Fenollosa fue el primero en interesarse por la influencia del arte europeo durante el periodo Momoyama, las aproximaciones más especializadas al arte kirishitan surgieron dentro del círculo del arqueólogo Hamada, en Kioto, antigua región de Cami,155 donde se hallaban diversos vestigios por haber sido una de las principales sedes misioneras. De la misma forma, Nagasaki se convirtió en otro centro del estudio kirishitan desde la década de 1920, ya que Tokihide Nagayama (1867-I935) y Tokutarõ Nagami (1890-I950) se aproximaron al tema desde la perspectiva de la historia regional. Nagayama, así como el primer director de la Nagasaki Prefectural Library, elaboró diversos catálogos del arte kirishitan que se conservaba en su localidad156 Estos registros, con el tiempo, adquirieron un gran valor testimonial, dado que las obras que formaban parte de la colección de la catedral de Urakami se perdieron a causa de la explosión de la bomba atómica en 1945.

Nagami, en cambio, invirtió su fortuna en coleccionar los documentos relacionados con Nagasaki, así como los biombos namban. Hay que advertir que el desarrollo del estudio del arte kirishitan en el siglo XX estuvo íntimamente ligado al coleccionismo, ya que esto permitió que se organizaran exposiciones y se dieran a conocer las obras al público general157 La aportación de Nagami fue realizar un análisis iconográfico de los biombos namban y postular que las obras que no mostraban elementos kirishitan —como las representaciones de las iglesias y de los misioneros— pudieron ser producciones del periodo de la prohibición cristiana. Asimismo, propuso la hipótesis de que los pintores que representaron de manera detallada los temas kirishitan debieron de haber sido personas que tenían acceso libre a las iglesias y pudieron observar la liturgia ahí impartida. Incluso planteó que debieron de haber existido pintores católicos.158 Estas ideas gozaron de amplia aceptación. Sin embargo, este autor menospreció a la vez el arte kirishitan, ya que los grabados de cobre impresos en Arie mostraban una "belleza histórica" pero eran "obras infantiles".159

Ante la tendencia de reconocer sólo el valor histórico de las obras, Tei Nishimura (1893-1961) contribuyó con sus análisis, realizados desde el punto de vista de la historia del arte. Su Namban bijutsu fue una compilación de diversos artículos presentados anteriormente y mostró resultados de investigaciones realizadas entre 1925 y 1958 acerca de técnicas y materiales, fuentes figurativas, análisis formal e iconográfico de las pinturas, fumi-e, hostiarios de laca, cerámicas y guarda-espadas con cruz. Además, ahondó en las actividades artísticas de la Compañía de Jesús en Japón y China.

Por innovador que fuese su estudio, tampoco este autor se salvó de la aproximación eurocéntrica de su tiempo. Así, valoró más positivamente las obras kirishitan que presentaban mayor semejanza a las obras europeas y al mismo tiempo descalificó aquellas que no iban acorde con los cánones occidentales; tal fue el caso de las imágenes de los kirishitan ocultos en Ikitsuki, a las cuales atribuyó valor histórico y devocional, pero aseveró que como "obra del arte" no valían nada,160 como había afirmado Hamada. En suma, uno de los problemas del estudio tradicional consistió en analizar las expresiones plásticas japonesas con la idea elitista de "obra del arte", además de calificar el valor artístico de la pieza conforme al criterio europeo. Lo anterior no fue, desde luego, un problema exclusivo de la historiografía japonesa, sino, más bien, un problema generalizado, como sucedió con las interpretaciones del arte virreinal en América.

Asimismo, en la primera mitad del siglo XX, se interpretó el arte kirishitan sometiéndolo a las taxonomías de "estilo occidental" y "estilo japonés". Mas, en sentido estricto, en lo " japonés" pueden manifestarse a la vez elementos occidentales y viceversa, de tal forma que se ha observado la presencia de las tradiciones plásticas japonesas en las técnicas, los materiales, la configuración lineal y los motivos decorativos de las pinturas agrupadas en el concepto de "estilo europeo".161 Ello mostró el límite de la aproximación convencional basada en la clasificación estilística.

A partir de la década de 1970, el estudio del arte kirishitan tomó direcciones diferentes con el surgimiento de un mayor número de monografías y cambios en las interpretaciones. En el área de la pintura, Mitsuru Sakamoto (1932-) contextualizó las obras en el trasfondo histórico de la Contrarreforma y su consecuente evangelización mundial. A su juicio, la política postridentina repercutió en Japón en el sentido de que el arte estuvo subordinado al servicio de la Iglesia, ya que las imágenes, antes de ser expresión artística libre, fueron medio de evangelización y de culto. En otras palabras, el arte no tuvo un valor intrínseco independiente, sino que cobró su sentido con la función religiosa. Como consecuencia, la creatividad se limitó. Asimismo, Sakamoto distinguió las manifestaciones japonesas del arte postridentino europeo: éste supo aprovechar en mayor medida las "restricciones" de dicha política con relación a las imágenes y llegó a crear expresiones de gran esplendor en los siglos XVII y XVIII, mientras que el contexto cultural-artístico de Japón fue totalmente distinto. De hecho, el cristianismo fue una religión nueva y además las técnicas pictóricas, como claroscuro, volumen, dibujo, anatomía, perspectiva y óptica, no fueron soluciones artísticas conocidas y difundidas en Japón. Aunque se estableció una escuela de pintura en el círculo jesuítico con la llegada de Nicolao en 1583, el objetivo central no fue proporcionar una educación artística integral para que aprendieran a crear artes liberales, sino satisfacer las demandas de las imágenes de carácter religioso-devocional. Además, los alumnos del seminario estaban internados en las residencias y contribuían en las producciones colectivas. Lo anterior remitía al sistema tradicional de entrenamiento de los discípulos, pero reorganizado de acuerdo con las necesidades de los misioneros. Por tanto, Sakamoto consideró que dicha escuela de pintura no fue una academia en el sentido moderno, sino que debió funcionar como taller, donde el maestro transmitía sus conocimientos y habilidades técnicas a los discípulos. De esta forma, advirtió el problema conceptual de gagakusha, 画学舎, "casa de la ciencia de pintura", palabra que surgió al traducir al japonés Malerschule, de Schurhammer, y de Jesuit school of painting, de Boxer.162

Esta contextualización del arte católico japonés en las circunstancias formativas y laborales de los alumnos del seminario hizo que Sakamoto no juzgara las obras kirishitan de manera despectiva, a diferencia de los estudiosos anteriores. En efecto, revaloró la capacidad de aprendizaje de los alumnos japoneses, que retomaron e integraron como "patrón" o maniera los motivos y composiciones de los grabados sin tener los conocimientos técnicos básicos de la pintura europea.163 De este modo, dicho autor ubicó el arte kirishitan bajo el concepto de "manierismo". En su definición, éste correspondía al estilo de la fase final del Renacimiento o antes de la formación del barroco y era una corriente artística dada en un periodo en el que todavía no se formaba "un estilo estable" del arte "contrarreformista".164 Cabe mencionar que desde la visión de este autor, el "manierismo" era una expresión virtuosa a diferencia de otros estudiosos como Akiyama, para quien dicho concepto significaba algo "carente de la originalidad artística".165

A su vez, otra contribución de Sakamoto fue coordinar los proyectos de elaboración de los catálogos: Bulletin of the National Museum of Japanese History. An Essay of Catalogue Raisonné of Namban Art 166 y A Catalogue Raisonné of Namban Screens.167 En la primera obra, dicho autor presentó un ensayo donde se sintetizaban las conclusiones de los estudios realizados desde la década de 1970. Así, atribuyó la introducción y transmisión de las tradiciones pictóricas europeas a las labores de la Compañía de Jesús y reafirmó la existencia del fenómeno que se podría denominar "la escuela de pintura jesuítica" en Japón.168

Por lo que corresponde a la arquitectura católica, Ishikawa fue el primero en abrir una línea de investigación especializada en la "arquitectura kirishitan" al acuñar este término169 aunque el tema en cuestión lo habían tratado antes distintos autores y el principal debate se había centrado en cuestiones estilísticas. De hecho, Murakami postuló en 1911 que los edificios católicos japoneses no eran a la occidental, como mostraban las ilustraciones de Ciappi, sino a la japonesa170 Esta teoría fue legitimada por Hamada, Shinmura y Okamoto, quienes se apoyaron en las referencias documentales de "edificios de madera", así como en las representaciones pictóricas de los biombos y El templo Namban de Miyako de Kanō Sōshū (fig. 5).171 Empero, al mismo tiempo hubo otra corriente que sostenía la existencia de edificios de tipo occidental. El representante de esta postura fue Kōichi Satō, doctor en ingeniería, quien aseveró sin fundamento que Francisco Xavier trajo consigo la edición italiana de De architectura de Vitruvio y De re ¡edificatoria de Alberti, obras que habrían sido aprovechadas para proyectos constructivos posteriores.172 Ante esta controversia, Ishikawa opinó que en las primeras décadas de las misiones se reutilizaron los templos budistas abandonados, mientras que aproximadamente a partir de 1580 se pudo intentar el levantamiento de construcciones a la manera occidental. En efecto, en la carta de 1603 se mencionó la existencia de una arquería en la iglesia nueva de Tamba. A este respecto, Ishikawa consideró, sin basarse en fuente alguna, que se pudo haber aplicado el sistema constructivo de materiales como el ladrillo para levantar un arco. Asimismo, dicho autor puso de manifiesto que debido a la falta de ingenieros que poseyeran el conocimiento arquitectónico europeo y a la inexperiencia de los obreros japoneses, las obras kirishitan pudieron resultar "de estilo ecléctico de lo occidental y lo japonés", como sucedió al principio del periodo Meiji.173

La carencia de vestigios materiales de la arquitectura condujo a que los debates se centraran en cuestiones meramente hipotéticas sobre los estilos. Los autores que sustentaron el "estilo occidental" de la arquitectura kirishitan, como Ebisawa y Kuga, retomaron la idea especulativa de Satō acerca de la introducción de los tratados de Vitruvio y Alberti.174 Además, sacaron a colación las ilustraciones del libro de Ciappi, que representan a la manera europea los seminarios de Arima y Azuchi, el colegio de Funai y la casa de probación de Usuki fundadas hacia 1580 y 1581, así como la capilla de cueva de Taketa en Oita y la fachada de la iglesia de São Paulo en Macao, en cuya fábrica intervinieron los japoneses inmigrados. Eso probaría que los japoneses poseían conocimiento de técnicas constructivas europeas175 No obstante, al menos en lo tocante a los grabados de Ciappi, Arai puso en duda su valor histórico-testimonial. En opinión de esta autora, los niños embajadores enviados por los kirishitan daimyō de Kyushu en 1582 pudieron haberle obsequiado a Gregorio XIII dibujos que ilustraban de manera bastante fiel edificios reales. Pero ello no garantizaba que dichas imágenes hubieran servido de fuente visual para ilustrar el libro en cuestión. En efecto, en las láminas de este texto se observa la reutilización de las mismas placas, por lo que los colegios fundados en distintas partes del mundo se asemejan entre sí.176 A través de la explicación de los métodos y las técnicas de las imágenes en la imprenta, la autora pudo desmitificar la veracidad de los grabados como fuente histórica.

Desde la década de 1970, el estudio de la arquitectura kirishitan dio un paso notable gracias a la intervención de especialistas formados en distintas disciplinas. Los estudios anteriores se limitaron a proporcionar datos históricos o discusiones estilísticas, mientras que Yamaguchi y Miyamoto, formados como ingeniero y arquitecto respectivamente, ahondaron en el tema desde el punto de vista constructivo. Incluso este segundo autor reconstruyó la distribución y planta arquitectónica entrecruzando los datos derivados de las fuentes históricas y de las excavaciones arqueológicas.177 Así, en el caso de la iglesia de Santo Domingo en Nagasaki, la propuesta de Miyamoto presentada en 2004178 coincidió a grandes rasgos con la anterior reconstrucción gráfica realizada por Pacheco con base en las descripciones de los documentos.179

Pese a estos avances, aún quedan problemas pendientes. Principalmente, hasta ahora se ha interpretado el fenómeno arquitectónico de manera esquemática. Debido a las normas constructivas dictadas por Valignano, se ha reforzado la idea de que con la primera llegada de dicho visitador en 1579 se dio un cambio radical en la arquitectura jesuítica; en la primera fase (1549-I579) se habría edificado de acuerdo con las experiencias e intenciones propias de los padres y devotos sin tener una homogeneidad en el programa arquitectónico, mientras que en la segunda (1579-1614) hubo mayor orden debido a las instrucciones de Valignano.180 Así, se ha tendido a creer que en todos los edificios de la segunda fase se respetaron las reglas edificatorias del visitador.

En lo que atañe a la laca namban, el estudio de las piezas destinadas a la exportación surgió en el ámbito académico occidental, en especial en el área de investigación de las lacas exportadas mediante la Compañía Holandesa de las Indias Orientales.181 Esta aproximación tuvo aceptación amplia a nivel internacional y fue continuada por autores como Martha Boyer (1911-1995), precursora en el estudio de las técnicas y formas de las piezas del maque japonés que formaban parte de las colecciones de los museos europeos. A juicio de esta autora, la laca namban se caracterizaba por el uso de polvo de oro y plata, la aplicación del método coreano de incrustar concha nácar (técnica llamada raderi) y los motivos dentellados y sarmientos, que tenían su origen en Asia del Oeste y fueron transmitidos vía China,182 de tal forma que apuntó la complejidad de la dependencia artística de este arte, algo que luego se convirtió en el centro de todas las discusiones.

En el ámbito japonés, si bien los registros sobre la laca se iniciaron desde el tiempo de Hamada y Shinmura dentro de la categoría de "reliquias kirishitan", el interés aumentó después de la segunda guerra mundial, cuando comenzaron a regresar a Japón las piezas que habían salido a la venta en el mercado del arte internacional. El coleccionista del arte Yoshirō Kitamura fundó la Gallery Namban en Osaka en 1967 y publicó catálogos para dar a conocer el acervo personal, como biombos, pinturas y lacas.183 Para la difusión y el desarrollo de investigaciones sobre este arte, hubo varios eventos importantes, como una exposición de la laca namban organizada en el Tokyo National Museum, en I969184 y la Exposición Universal de Osaka en 1970. En esta última celebración, el Museu Nacional de Arte Antiga de Lisboa presentó un atril de laca que ostentaba el emblema jesuítico, el cual causó un gran impacto a los japoneses e hizo tomar conciencia de la importancia de las piezas de laca namban fuera del país. Por ende, el Ministerio de Educación de Japón envió a especialistas como Yoshimura a investigar las piezas conservadas en Europa entre 1972 y 1973.185

Autores destacables en la investigación de la laca namban en el último tercio del siglo XX fueron Hirokazu Arakawa (1929-), Yuzuru Okada (1911-1981), Motoo Yoshimura (1933-), Akio Haino (1942-) y Kumiko Doi. Éstos se aproximaron a las obras distinguiendo las de exportación de las de consumo interno. Así, Arakawa propuso la forma de clasificar la laca namban en dos grupos: el primero incluía las obras realizadas de acuerdo con el encargo y gusto de los ibéricos, como las piezas de liturgia católica (hostiarios, retablos y atriles) y los objetos utilizados por los occidentales en la vida cotidiana, mientras que en el segundo agruparon las hechuras producidas para el consumo doméstico civil. A su juicio, pudo haberse creado un patrón de la laca de exportación de acuerdo con el gusto y las necesidades de los occidentales, además de que estas obras debieron de presentar un sello de lo "japonés". También el autor aseveró que lo que llaman hoy "laca namban" incluía piezas exportadas aun después de cortar las relaciones diplomáticas y comerciales con los países católicos en 1639, dado que las piezas de uso civil se siguieron exportando mediante la Compañía Holandesa de las Indias Orientales.186 Por tanto, no se podía separar de manera tajante el concepto de la cultura namban, "bárbaros del sur", que alude generalmente al fenómeno dado por medio del contacto con los ibéricos, de la cultura kōmō, "cabello rojo", que en teoría se refiere a la cultura dada a través de los intercambios con los holandeses, llamados "cabello rojo" por los japoneses.

Asimismo, Arakawa equiparó las técnicas y los motivos de la laca entre las piezas dirigidas a los occidentales y a los japoneses. En los objetos del "primer grupo" se empleaban simultáneamente las técnicas de hira-makie,187 enashiji,188 makizuri,189 harigaki190 y raden.191 El raden del "primer grupo" presentaba en mayor medida la influencia de la técnica coreana, aunque en la laca namban casi no se resquebraba la superficie de concha. Lo anterior implicaba la simplificación de la técnica, ya que en la obra que ostentaba conchas resquebradas se apreciaba también un mejor tratamiento en otros detalles. Por otra parte, en la imprimatura de la laca del "primer grupo" se empleaba una laca importada del sudeste de Asia, menos costosa y de baja calidad. Por lo mismo, las figuras aplicadas sobre la superficie se desprendían con facilidad, de aquí que, para las piezas de exportación, se empleó una laca importada y económica y además se produjo de manera masiva en un corto espacio de tiempo. Ello hizo que dichas piezas no tuvieran un acabado tan fino.192 Desde mi punto de vista, cabría matizar esta afirmación del autor, ya que entre las piezas de exportación hubo obras de diferentes calidades.

Respecto a las piezas de laca del "segundo grupo", el mismo estudioso observó la aplicación de las técnicas maki-e193 raden, urushi-e194 y mitsuda-e.195 Asimismo, señaló diferencias en los motivos empleados: en las obras del "primer grupo" se presentaban símbolos cristianos, representaciones pictóricas tanto humanas como vegetales y animales, motivos geométricos y sarmientos, mientras que en las hechuras del "segundo grupo" aparecían los "bárbaros del sur", perro occidental, elefante, objetos traídos de fuera, rayado, cruz con flor, entre otros. Referente al motivo rayado, el autor consideró que debió haber sido tomado de los motivos de los textiles importados.196

Otra aportación de Arakawa fue asociar la técnica de producción simplificada y masiva de la laca namban con la técnica del maki-e, empleada en el templo budista Kōdaiji, mausoleo de Hideyoshi, en Kyoto. De esta forma, postuló el aprovechamiento de las técnicas y sistemas de producción nativos. Las relaciones con el sistema laboral, las técnicas, los métodos de elaboración y los motivos empleados en las obras de la escuela de laca Kōdaiji fueron profundizadas por Yoshimura y Haino.197

Doi, por su parte, sistematizó la tipología de los retablos de laca y realizó un análisis formal e iconográfico. En su opinión, dichas piezas compartían características con el grupo de laca de exportación. Es decir, a diferencia de las piezas de uso doméstico, los retablos no presentaban una coherencia de estación en los motivos, puesto que se mezclaban figuras que aludían a distintas estaciones al mismo tiempo. Además, se empleaba en abundancia la técnica de raden y un marco decorado con motivos geométricos y vegetales conforme al gusto de los occidentales.198

En tiempos recientes, Oliver Impey (1936-2005), especialista en los intercambios transoceánicos del arte que durante décadas estuvo investigando la laca namban, publicó Japanese Export Lacquer 1580-1850 (2005) con la colaboración de Christiaan Jörg. La teoría de Impey se distinguió por la concepción lineal-evolucionista y la visión esquemática de interpretar el fenómeno artístico. En efecto, consideró que las producciones de laca destinadas a la exportación se transformaron en la secuencia cronológica de "estilo namban", "estilo intermedio" y "estilo pictórico". Sin embargo, la novedad de este autor fue proponer que la laca namban se apropió de las tradiciones derivadas de distintas regiones asiáticas: Japón, Corea y Guyarat, en India. Lo anterior se debió a que para los europeos, lo atractivo de la laca japonesa no radicó en su diseño original en sí, sino en las cualidades del material, que no se conseguía en Occidente; ésta fue la razón por la cual se presentaron diversas influencias extranjeras de acuerdo con el gusto y la necesidad funcional de los consumidores europeos.199 Asimismo, se ha indicado la semejanza estructural entre los atriles para el Corán y los del arte kirishitan. Ambas hechuras son plegables, aunque la manera de colocar el texto sagrado es distinta: el Corán abierto se sostiene de forma horizontal utilizando los lados del atril, mientras que la Biblia se coloca de manera vertical apoyándose sobre un solo lado del atril.200

Kaori Hidaka (1961-) desarrolló la idea propuesta por Impey y postuló que la laca namban de exportación presentaba en mayor medida la influencia del arte islámico e hindú —en especial, guyaratí— más que la del arte chino y coreano.201 La aportación de esta autora fue analizar la dimensión simbólica de las obras, teniendo presente la conformación de la imagen de Japón ante el mundo a través de la identidad artística manifestada en las piezas de laca. En su opinión, el trasfondo en que el arte de laca llegó a ser símbolo de Japón en Occidente tuvo que ver con la imagen de Cipango, puesto que la pintura dorada sobre la superficie de laca negra fue una hechura adecuada para remitir a aquella isla mítica de oro señalada por Marco Polo.202 Además, la laca namban de exportación ostentaba herencias artísticas de diferentes regiones de Asia más que elementos derivados del arte europeo y japonés, lo cual fue resultado de haber plasmado la imagen de "Oriente" tal como era entendida por los europeos. En otras palabras, se construyó una imagen ficticia de lo "japonés" debido a que a los occidentales les era más fácil comprender la idea de "Oriente" mediante la muestra de tradiciones visuales del Medio Oriente o la India que ya conocían. Así, Hidaka advirtió que la idea de "país extranjero" o "gusto exótico" ha descansado sobre la ambigüedad conceptual; esto no fue característica singular de la laca namban, dado que lo mismo sucedió con la chinoiserie en el mundo occidental.203

Como se observa en el estudio anterior, una de las metas académicas de nuestro tiempo es ahondar en el arte kirishitan desde el punto de vista global, ya que la naturaleza de este arte no se conformaba sólo con las herencias artísticas japonesas y europeas, sino que se nutría del legado cultural de toda una amplia región —Medio Oriente, Asia y América— que estuvo conectada a través de las rutas comerciales y evangélicas de la época. Asimismo, haría falta todavía estudiar la integración en el culto local, las transformaciones iconográficas, la simplificación formal y la creatividad del arte de los kirishitan ocultos,204 ya que hasta la fecha se ha estudiado sólo desde el punto de vista etnológico.205

En el ámbito de la restauración, la aplicación de las tomas fotográficas de ultravioleta fluorescente y de rayos X y el análisis químico de los materiales han hecho cambiar de manera radical la forma de interpretar la pintura kirishitan. En efecto, se ha esclarecido el origen mineral de diferentes pigmentos empleados en dicho arte.206 La aplicación de métodos interdisciplinarios es otra característica de las investigaciones de nuestro tiempo. En especial, en Nagasaki y en Ōita (antiguo Bungo) se han realizado excavaciones arqueológicas y se han rescatado tejas con cruz floral,207 medallas208 y cuentas del rosario.209 Estos vestigios han sido analizados no sólo desde el punto de vista formal-iconográfico, sino que han sido sometidos al análisis científico para identificar composiciones químicas, a partir de las cuales se ha dilucidado la posible procedencia de estos objetos.210

En suma, nuevas metodologías y aproximaciones han transformado de manera radical las interpretaciones del arte kirishitan. La narrativa de la primera mitad del siglo pasado se caracterizó por una postura eurocéntrica, ya que las obras católicas japonesas se juzgaron con criterios basados en el arte occidental. Ello hizo menospreciar el valor artístico de las expresiones nativas. Sin embargo, es de notar que esta característica no fue exclusiva de la historiografía del arte japonés, sino también de la del arte dado fuera del contexto europeo, como el caso del arte novohispano en América.

Asimismo, las discusiones en la historia del arte a nivel internacional repercutieron en la comprensión del arte católico en distintas partes del mundo. De esta forma se realizó una redefinición del impacto de la Reforma católica y del "manierismo" en la década de 1970, tanto en el ámbito académico japonés como en el americano. Incluso el debate internacional en torno al "estilo jesuítico", el cual se ha vinculado con los conceptos del "arte de la Contrarreforma", "arte propagandístico" y "manierismo",211 repercutió en la comprensión del arte kirishitan.

Hoy las investigaciones se caracterizan por aplicar tecnología de punta y métodos interdisciplinarios a nivel internacional. En lugar de generalizar el fenómeno esquematizándolo en taxonomías estilísticas y quedarse en discusiones meramente teóricas, se tiende a realizar un análisis de manera global entrecruzando los conocimientos de distintas áreas, lo cual ha conducido a esclarecer las características concretas de las obras.

 

 Notas

1. El edicto de Sakoku, "cierre del país" (Sakoku-rei, 鎖国令), de 1639, lo promulgó Tokugawa Iemitsu (1604-1651), tercer shōgun de la dinastía Tokugawa, con el fin de eliminar la influencia católica y reforzar el régimen y la ideología de dicho shogunato. La vigencia de este decreto perduró hasta 1853, ya que con la llegada del comodoro Matthew Perry, Japón se vio obligado a abrirse al mundo.

2. El providencialismo es la doctrina según la cual todo sucede por disposición de la divina providencia. En las crónicas occidentales se observa una marcada insistencia en interpretar los acontecimientos históricos como parte de la voluntad de Dios.

3. Con relación a este asunto, cabe mencionar que el cronista jesuita José de Acosta (15401600) ha sido considerado el "Plinio del Nuevo Mundo" por fray Benito Jerónimo Feijoo en su Teatro crítico universal, escrito en 1733. Al respecto, véase el prólogo de Edmundo O'Gorman al texto de José de Acosta, Historia natural y moral de las Indias, México, Fondo de Cultura Económica, 1962, p. XIII.

4. Luis Piñeiro, S.J., Relación del sucesso que tuvo nuestra santa fe en los reynos del Iapon, desde el año de seyscientos y doze hasta el de seyscientos y quinze, imperando Cubosama, Madrid, impresa por la viuda de Alonso Martín de Balboa, 1617.         [ Links ]

5. Los escritos de Luís Fróis permanecieron inéditos durante varios siglos, ya que fueron descubiertos por Joseph Marie Cros, S.J., entre 1894 y 1895 en la colección Jesuitas na Asia de la Biblioteca Ajuda, en Lisboa. Estos textos se dieron a conocer ampliamente gracias a la publicación de Georg Schurhammer y Ernst Artur Voretzch, Die Geschichte Japans (1549-1578) von P. Luis Frois S.J. nach derHandschriftder Ajudabibliothek in Lissabon übersetzt undkommentiert von Georg Schurhammer und Ernst Artur Voretzsch, Leipzig, Verlag der Asia Major, pl. II, 1926.

6. Georg Schurhammer, "Nihon-shi to chosha Luís Fróis", en Luís Fróis, Nihon-shi I: Kirishitan denrai no koro, Takeo Yanagiya (trad.), Tokio, Heibonsha, 1973, pp. 10-11.         [ Links ]

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15. João Rodrigues Tçuzzu, S.J., "Do modo de edifficar dos japôes", en História da igreja do Japão (1620-1633), 2 vols., transcripción del códice 49-IV-53 (ff. 1-181) de la Biblioteca do Palácio da Ajuda, Lisboa, preparada por João do Amaral Abranches Pinto, Lisboa, Notícias de Macau, 1954-1955, vol. I, lib. I, cap. (2.

16. Ibidem, vol. II, pp. 6, 14 y 21.

17. Luís Fróis, Historia de Japam, José Wicki (ed.), S.J., Lisboa, Biblioteca Nacional de Lisboa, 1984, vol. V (1588-1593), pp. 479-480: "Nã         [ Links ]o menos proveito vão fazendo alguns delles assim em pintar, como em abrir laminas para estampa: porque huns se exercitão em pintar imagens de oleos, os quaes nos fazem grandemente admirar, porque alguns delles tirão pelo natural algumas imagens das mais perfeitas que trouxerão de Roma os quarto fidalgos japões, com tanta perfeição assim das cores, nitidez e sombras, como das similhanças, que depoes entre os Padres e Irmãos muitos não sabião dixtinguir quaes erão as que elles fizerão, e quaes as que forão feitas em Roma."

18. Pedro Gómez, citado por García Gutiérrez, op. cit., p. 168.

19. Okakura Tenshin, "Tōyō no risō" [The Ideals of the East, 1904], en Okakura Tenshinshū, Takeshi Umehara (ed.), Tokio, Chikuma Shobō, 1976, pp. 73-74.         [ Links ]

20. Valignano, Sumario de las cosas de Japón..., op. cit., p. 84; Fernão Guerreiro, Relação anual das coisas que fizeram os padres da Companhia de Jesus nas suas missões do Japão, China..., Coimbra, Imprensa da Universidade, 1930, t. I, pp. 179-180 [primera ed. Lisboa, 1600-1609].

21. Marco Antonio Ciappi, Compendio delle heroiche et gloriose attioni, et santa vita di papa Greg. XIII, Roma, Stamperia degli Accolti, 1596, pp. 39-40.         [ Links ]

22. Daniello Bartoli, Dell'istoria della Compagnia di Gesú. Il Giappone, seconda parte dell'Asia, Turín, Giacinto Marietti, 1825 [primera ed. Turín, 1667]         [ Links ]; Giappone: istoria della Compagnia di Gesú, Nino Majellaro (ed.), Milán, Spirali, 1985.         [ Links ]

23. Marcelo de Ribadeneira, O.F.M., "Descripción del reino de Japón", en Historia de las islas del archipiélago filipino y reinos de la gran China, Tartaria, Cochinchina, Malaca, Siam, Cambodge y Japón, Juan R. de Legísima (ed., pról. y notas), Madrid, Católica, 1947, lib. IV, cap. I [primera ed. Barcelona, 1601]         [ Links ].

24. José Sicardo, O.S.A., dedica sólo un capítulo para hablar de la sociedad japonesa, "Descripción del reyno del Japón", en Christiandad del Japón y dilatada persecución que padecio. Memorias sacras de los martyres de las ilvstres religiones de Santo Domingo, San Francisco, Compañia de Jesus; y crecido número de seglares: Y con especialidad, de los Religiosos del Orden de N.P.S. Augustin, Cambridge, Massachusetts, General Microfilm, 1999, lib. I, cap. I [primera ed. Madrid, Francisco Sanz, impressor del reyno, 1698]         [ Links ].

25. Ribadeneira, op. cit., p. 322.

26. Bernardino de Sahagún, Historia general de las cosas de Nueva España, México, Porrúa (Sepan Cuántos..., 300), 1997;         [ Links ] Juan González de Mendoza, Historia de las cosas más notables, ritos y costumbres del gran reino de la China, Félix García, O.S.A. (pról. y notas), Madrid, M. Aguilar, ca. 1944, cap. I [primera ed. Roma, 1585]         [ Links ].

27. Juan de Grijalva, Crónica de la orden de N.P.S. Agustín en las provincias de la Nueva España, en cuatro edades desde el año de 1533 hasta el de 1592, México, Porrúa, 1985, pp. 120 y ss. y 260 y ss. [primera ed. México, 1624]         [ Links ].

28. Domingo Martínez, Compendio histórico de la apostólica provincia de San Gregorio de Philipinas de religiosos menores descalzos de N.P. San Francisco, en que se declaran sus heroycas empressas, para la dilatación de nuestra santa fé por varios reynos, y provincias del Assia., Madrid, Imprenta de la viuda de Manuel Fernández y del Supremo Consejo de la Inquisición, (756, pp. 79 y 161;         [ Links ] Matías de Escobar, Americana Thebaida. Vitas Patrum de los religiosos hermitaños de N.P. San Agustín de la provincia de San Nicolás Tolentino de Mechoacán, México, Imprenta Victoria, 1924 [primera ed. 1729]         [ Links ].

29. Martínez, op. cit., p. 208.

30. Las cartas y relaciones de san Pedro Bautista forman parte del acervo del Archivo General de Indias, Sevilla, y la Biblioteca Nacional de España, Madrid, y fueron publicadas por Lorenzo Pérez, "Cartas y relaciones del Japón", en Archivo Ibero-Americano, t. IV-XIX, 1915-1923.         [ Links ]

31. Testimonios authenticos de los originales de todas las diligencias que hizo la religión seraphica de la Santa Provincia de Philipinas acerca del martirio de los santos san Pedro Baptista y sus compañeros prothomartyres del Japón, México, s.e., 1954.         [ Links ]

32. Ribadeneira, op. cit., p. 33!.

33. Ibidem, pp. 340 y 342.

34. Así califica Ribadeneira a la iglesia de Santa María de los Ángeles de Kioto, mientras que Juan de Santa María considera el mismo edificio de "todo a la traça, y medida de los conventos de los Descalços de San Joseph de España", en Ribadeneira, op. cit., p. 342; Juan de Santa María, Chronica de la provincia de San Joseph de los descalços de la Orden de los Menores de Nuestro Seraphico Padre San Francisco, Madrid, Imprenta Real, 1618, vol. II, p. 41.         [ Links ]

35. Santa María, op. cit., vol. II, p. 182.

36. Ribadeneira, op. cit., p. 355; Santa María, op. cit., vol. II, p. 51.

37. Lorenzo Pérez, O.F.M. (ed.), Relaciones de Fr. Diego de San Francisco sobre las persecuciones del cristianismo en el Japón (1625-1632), Madrid, Gabriel López del Horno, 1914;         [ Links ] Diego de San Francisco hōkoku shokan-shū, Tadashi Sakuma (trad.), Tokio, Kirishitan Bunka Kenkyūkai, 1971.         [ Links ]

38. Juan Francisco de San Antonio, Chronicas de la apostólica provincia de S. Gregorio de religiosos descalzos de N.S.P.S. Francisco en las islas philipinas, China, Japón, & c., Manila, Imprenta del convento de Nuestra Señora de Loreto del pueblo de Sampaloc, 1738-1741, vols. I-II.         [ Links ]

39. Ibidem, vol. I, p. 179.

40. Ibidem, vol. II, p. 182.

41. Martínez, op. cit., p. 165.

42. Estos manuscritos estuvieron bajo custodia del Antiguo Archivo del Santo Rosario en Manila y fueron sacados a luz por José Delgado García, O.P. —quien estuvo a cargo de la edición y notas— en las décadas de 1970-1990 —la traducción la llevó a cabo Tadashi Sakuma—: Fukusha Francisco Morales, O.P., Shokan hōkoku, Tokio, Kirishitan Bunka Kenkyūkai, 1972; Fukusha José de San Jacinto Salvanés, O.P., Shokan hōkoku, Tokio, Kirishitan Bunka Kenkyūkai, 1976; Fukusha Alonso de Mena, O.P., Shokan hōkoku, Tokio, Kirishitan Bunka Kenkyūkai, 1982; Fukusha Jacinto Orfanell, O.P., Shokan hōkoku, Tokio, Kirishitan Bunka Kenkyūkai, 1983; Fukusha Tomás del Espíritu Santo de Zumárraga, O.P., Shokan hōkoku, Tokio, Kirishitan Bunka Kenkyūkai, 1984; Cartas y relaciones del beato José de San Jacinto Salvanés, O.P., misionero y mártir del Japón, Madrid, Secretariado de Misiones Dominicanas, 1996.

43. Morales, op. cit., p. 28.

44. Jacinto Orfanell, Historia ecclesiastica de los sucessos de la christiandad de Iapon: desde el año 1602, que entró en él la orden de predicadores hasta el de 1620, Madrid, impreso por la viuda de Alonso Martín, 1633.         [ Links ]

45. Francisco Carrero, O.P., Triunfo del Santo Rosario y Orden de Santo Domingo en los reinos del Japón desde el año del Señor 1617 hasta el de 1624, 3a ed., José Delgado, O.P. (introd. y notas), Fernando Blanco, O.P. (transcripción y redacción), Madrid, Secretariado de Misiones Dominicanas, 1993 [primera ed. Manila, 1626]         [ Links ].

46. Naohiro Takizawa, "A Study of Arsgrammaticae iaponicae linguae (1632) by Diego Collado and its Sources", tesis doctoral, Ann Arbor, Michigan, UMI Dissertation Services, 1996.         [ Links ]

47. Diego Collado, Niffon no cotõbani yô confesion. lModus confitendi et examinandi., Roma, Typis & impensis Sacr. Congreg. de Propag. Fide, 1632.         [ Links ]

48. Diego Aduarte, Relatione de molti che hanno patito con titolo di christiani nel Giapone dall'anno 1626 fino a quello de 1628. & in particolare di sei di loro della religione di S. Domeni-co, doi sacerdoti spagnoli, e quattro laicigiaponesi, Roma, Stefano Paolini, 1632.         [ Links ]

49. Diego Aduarte, Historia de la provincia del Santo Rosario de la orden de predicadores en Filipinas, Japón y China, 2 t., Manuel Ferrero, O.P. (introd.), Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas-Departamento de Misionología Española, 1962, t. I, pp. 416 y 526 [primera ed. Manila, 1640]         [ Links ].

50. Ibidem, t. II, p. 77. Aduarte señala que fray Hernando de San José, vicario provincial de la Orden de N.P.S. Agustín, llevaba ya tres años en Japón, junto con el dominico Alonso Navarrete, vicario provincial de la Orden de Predicadores, a raíz de que había quedado solo en el momento en que sus compañeros salieron desterrados.

51. Diego Basalenque, Historia de la provincia de San Nicolás de Tolentino de Michoacán del orden de N.P.S. Agustín, José Bravo Ugarte (introd. y notas), México, Jus, 1963, pp. 131-132 [escrito en 1644 e impreso en 1673]         [ Links ].

52. Sicardo, op. cit.

53. Biblioteca Nacional de México, Fondo Reservado, ms. núm. 64K, "Índice de todos los libros, que contiene la librería común del colegio apostólico de San Fernando de México, según el orden con que están colocados, año de 1800", p. 158.

54. Matías de Escobar, Americana Thebaida. Vitas Patrum de los religiosos hermitaños de N.P. San Agustín de la Provincia de S. Nicolás Tolentino de Mechoacán, México, Imprenta Victoria, 1924, p. 603 [primera ed. 1729]         [ Links ].

55. Ibidem, pp. 612-616.

56. Agustín María de Castro, Misioneros agustinos en el Extremo Oriente 1565-1780 (Osario venerable), Manuel Merino (ed., introd. y notas), Madrid, Instituto Santo Toribio de Mogrovejo/Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1954 [primera ed. 1780]         [ Links ].

57. Ibidem, p. 49.

58. Nicolás Navarrete, Historia de la provincia agustiniana de San Nicolás de Tolentino de Michoacán, 2 vols., México, Porrúa, 2001, vol. I, p. 3 [primera ed. 1978]         [ Links ].

59. Ibidem, p. 250.

60. Idem.

61. Ibidem, pp. 250-251.

62. Ibidem, p. 25 4.

63. Aduarte, Historia de la provincia del Santo Rosario., op. cit., t. II, p. 9: "No fuera la nobilísima Iglesia del Japón tan ilustre, ni con tanta razón estimada, si no se hubiera parecido tanto a la primitiva, fundada por el Señor y congregada por sus santos Apóstoles, la cual, desde su principio, tuvo persecuciones".

64. Ibidem, t. II, p. 55.

65. Escobar, op. cit., pp. 600 y 609.

66. Johannes Laures, The Catholic Church in Japan, Rutland, Tokio, Charles E. Tuttle Company, 1954, p. V;         [ Links ] Yoshitomo Okamoto, Namban bijutsu [1967], Tokio, Heibonsha, 1968,p. 27.         [ Links ]

67. Navarrete, op. cit., p. 255.

68. Scipione Amati, Historia del regno di Voxv del Giappone, dell'antichita, nobilta, e valore del svo re Idate Masamvne, delli favori, cha fatti alla Christanità, e desiderio che tiene d'esser Christiano, e dell'aumento di nostra santa Sede in quelle parti, Roma, Giacomo Mascardi, 1615.         [ Links ]

69. Rodrigo de Vivero, "Relación del Japón", Manuel Romero de Terreros (introd. y notas), Anales del Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnografía, 1934, t. I, pp. 74-111 [primera ed. 1609].

70. Antonio de Morga, Sucesos de las islas filipinas, México, Casa de Geronymo Balli, 1609.         [ Links ]

71. Nicolaes Couckebacker, carta del 10 de enero de 1638 dirigida al general Antonio van Diemen. Este manuscrito se conserva en el Archivo Nacional de La Haya, en Holanda. Fue publicado en Nagasaki kenshi Shiryō hen III, Nagasaki Kenshi Hensan Iinkai (ed.), Tokio, Yoshikawa Kōbunkan, 1966.

72. Duarte Corrêa, Relaçam do alevantamento de Ximabàra (1638), Alemquer, Typ. E Pap. H. Campeao, 1901 [primera ed. 1643]; Nagasaki kenshi Shiryo hen III, op. cit., pp. 223-232.

73. Charles Ralph Boxer y J.S. Cummins, "The Domenican Mission in Japan (1602-1622) and Lope de Vega", en Archivum Fratrum Praedicatorum, vol. XXXIII, 1963, p. 37.         [ Links ]

74. Lope de Vega, Triunfo de la Fee en los reynos del Iapon por los años de 1614 y 1615, Madrid, impreso por la viuda de Alonso Martín de Balboa, 1618.         [ Links ]

75. Fumi-e "pisar imágenes" fue una práctica instituida por el Bugyōsho (comisaría ejecutiva) de Nagasaki para detectar a los kirishitan ocultos en la época de persecución. Los acusados tenían que demostrar el desconocimiento de la fe pisando las imágenes católicas enfrente de la autoridad civil.

76. Arnoldus Montanus, Atlas Japannensis: Being Remarkable Addresses by Way of Embassy from the East-India Company of the United Provinces, to the Emperor of Japan, John Ogilby (trad.), Londres, Johnson, 1670 [primera ed. Amsterdam, 1669]. Con respecto a Sawano Chūan (沢野忠庵), este personaje se convirtió en modelo en la novela histórica de Shüsaku Endo, titulada Chinmoku (沈黙, Silencio, 1966).

77. Jonathan Swift, Gulliver's Travels, Peter Dixon y John Chalker (eds.), Harmondsworth, Penguin Books, 1985, 3a parte, cap. XI, p. 263 [primera ed. 1726]: "Before we took shipping, I was often asked by some of the crew, whether I had performed the ceremony above mentioned? I evaded the question by general answers, that I had satisfied the Emperor and court in all particulars. However, a malicious rogue of a skipper went to an officer, and pointing to me, told him, I had not yet trampled on the crucifix; but the other, who had received instructions to let me pass, gave the rascal twenty strokes on the shoulders with a bamboo, after which I was no more troubled with such questions". ("Antes de embarcar me preguntaron muchas veces algunos de los tripulantes si había cumplido la ceremonia a que ya he hecho referencia. Evadí la respuesta diciendo en términos vagos que había satisfecho al emperador y a la corte en todo lo preciso. Sin embargo, un bribonazo paje de escoba se acercó a un oficial y, apuntándome con el dedo, díjole que yo no había aún hollado el crucifijo; pero el otro, ya advertido para dejarme pasar, dio al tunante veinte latigazos en las espaldas con un bambú; después de lo cual no volvió a molestarme nadie con tales preguntas", fragmento tomado de Jonathan Swift, Los viajes de Gulliver, cervantesvirtual.com —edición digital basada en la edición de Buenos Aires, Espasa-Calpe, 1943 (Javier Bueno, trad.)—, p. 403; Yakichi Kataoka, Fumie. Kinkyō no rekishi, Tokio, Nippon Hōsō Shuppan Kyōkai, 1975, p. 10.

78. Germain Felix Meijlan, Japan: voorgesteld in schetsen over de zeden en gebruiken van dat ryk, byzonder over de ingezetenen der stad Nagasaky, Amsterdam, M. Westerman, 1830.         [ Links ]

79. Germain Felix Meijlan, Japan, traducido en Nagasaki kenshi Shiryo hen III, op. cit.,pp. 394-395.

80. La labor evangélica de la Sociedad por las Misiones Extranjeras de París (MEP) en Japón, como expongo en el texto, estuvo relacionada con los cambios que se dieron antes de finalizar el periodo Edo. Es decir, las potencias occidentales comenzaron a presionar a Japón para que anulara la política de aislamiento político-económico, reabriera el país y firmara el tratado de comercio. Frente a esta circunstancia emergente, la MEP se preparó para la reevangelización en Japón desde 1838. Así, el padre Théodore-Augustin Forcade entró en Ryukyu (actual Okinawa) en 1844 con la intención de ingresar al territorio principal del Japón. En 1858, el shogunato Tokugawa concertó un tratado de comercio con cinco países: Estados Unidos, Gran Bretaña, Holanda, Rusia y Francia, además de permitir la fundación de iglesias en las zonas residenciales de extranjeros. A raíz de esto, al año siguiente Prudence-Séraphin-Barthélemy Girard arribó a Yokohama, mientras que Louis-Théodore Furet se estableció en Nagasaki en 1863 e hizo el proyecto de la catedral de Oura. Esta nueva sede episcopal fue concluida por Petitjean a finales de 1864.

81. Aquí es importante notar que la referencia de Petitjean "descubrimiento" está basada en el criterio europeo, ya que para los kirishitan de Japón, este hecho no significó un "descubrimiento", sino un reencuentro con la institución católica.

82. Bernard-Thadée Petitjean, Petitjean shikyō shokan shū, Nagasaki Chihō Bunkashi Kenkyūjo (ed.), Nagasaki, Nagasaki Junshin Joshi Tanki Daigaku, 1986, pp. 68-72.         [ Links ]

83. Este texto aparece indicado "Tendjino Hadhimari no koto" en la carta de Petitjean.

84. John England, "Asian Christian Writers in the 16th-18th Centuries", Inter-Religio, núm. 34, invierno de 1998, p. 70, http://www.nanzan-u.ac.jp/sHUBUNKEN/publications/miscPublications/I-R/pdf/34-England.pdf (consultado el 28 de junio de 2008).         [ Links ]

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90. Takeo Kuwabara, "Arai Hakuseki no senkusei", en Takeo Kuwabara (ed.), Arai Hakuseki shū, Tokio, Chikuma Shobō, 1970, pp. 8-12.         [ Links ]

91. Shūichi Katō, "Arai Hakuseki no sekai", en Arai, op. cit., p. 507.

92. Matsumura, notas del texto de Arai, op. cit., p. 62.

93. Ibidem, p. 10.

94. Ibidem, p. 30.

95. Biblioteca de la Universidad de Kumamoto, Matsui bunko, doc. núm. 54, "Shūmon aratame bunsho", microfilme 55(3)20; Biblioteca de la Universidad de Kumamoto, Matsui bunko, doc. núm. 53, "Shimoge-gun bateren monto gokaichō", microfilme 84(3)18, f. 16; Kyoko Kawaguchi, "Kirishitan korobi shōmon. Kukamoto Daigaku fuzoku toshokan-zō", Kumamoto Shigaku, núm. 19-20, diciembre de 1960, pp. 59-66.

96. Mario Marega, Bungo Kristan shiryo. Documents Concerning the Persecution of the Christians of Bungo, Kyushu, Beppu, Salesio-kai, 1942, pp. 76-77;         [ Links ] Zoku Bungo Kristan shiryo. Documents Concerning the Persecution of the Christians of Bungo, Kyushu, Tokio, Don Boscosha, 1946, pp. 91 y 109.         [ Links ]

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100. Izuru Shinmura, Shinmura Izuru senshú, Kioto/Tokio, Kōchō Shorin, 1943, vol. I, p. 365.         [ Links ]

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104. Georg Schurhammer, "Nihon-shi to chosha Luís Fróis", en Luís Fróis, Nihon-shi I. Kirishitan denrai no koro, Yanagiya Takeo (trad.), Tokio, Heibonsha, 1973, p. 27.         [ Links ]

105. Fenollosa puso en duda las aproximaciones que se habían hecho hasta entonces al arte japonés. Criticó severamente a William Anderson (1842-1900), quien había valorado sólo las obras del arte oriental que le parecían "realistas", como las obras de Maruyama Ōkio (1733-1795) y Katsushika Hokusai (1760-1849), descalificando la mayoría de las hechuras como "distorsiones". Ante esta postura, Fenollosa intentó reconocer el valor creativo y las cualidades estéticas del arte japonés de cada época. Influido por el pensamiento hegeliano, sostuvo la existencia de un "espíritu de la época", así como la unidad estilística de un periodo, por lo que fue el primero en encasillar el arte japonés dentro del concepto esquematizado de los estilos histórico-cronológicos.

106. Ernest Francisco Fenollosa, Epochs of Chinese & Japanese Art. An Outline History of East Asiatic Design, 2 vols., Nueva York, Dover, 1963, vol. II, p. 106 [primera ed. 1912]         [ Links ].

107. Cfr. Izuru Shinmura, "Seiyō-ga denrai no kigen", Taiyō, enero de 1917, reimpreso en Izuru Shinmura senshū, op. cit., vol. I, pp. 672-685; "L'introduction de la peinture occidentale au Japon", Revue des Arts Asiatiques, núm. 4, 1927, pp. 195-201; Terukazu Akiyama, "First Epoch of European Style Painting in Japan", Bulletin of Eastern Art, núm. 18, 1941, pp. 3-27; Tamon, op. cit.; García Gutiérrez, op. cit.

108. Yasokaishi Nihon tsūshin, Naojirō Murakami (trad.), Seyū Watanabe (notas), Tokio, Syūhōkaku, 1927, vol. I.         [ Links ]

109. Fumihiko Ōtsuki, Date Masamune Namban Tsúshin Jiryaku. A Brief Account of the Communication of Date Masamune with the Southern Barbarians, Tokio, Sakunami Seiryō, 1901.         [ Links ]

110. El representante de esta corriente literaria fue Izuru Shinmura, quien publicó las siguientes obras: Nambanki, Tokio, Tōadō Shobõ, 1915; Namban sarasa, Tokio, Kaizōsha, 1924; Namban Kōki, Tokio, Iwanami Shoten, 1925.

111. Minoru Matsuzaki, Kirishitan senketsu isho, Tokio, Kaizōsha, 1926, pp. 1-3.         [ Links ]

112. Takatsukihakken kirishitan bunsho, Sakurai Yasuji (ensayo explicativo), Tokio, Ganshōdō Shoten, 1933.

113. Cf.. Tsunetsugu Muraoka, Kirishitan bungaku shō, Tokio, Kaizōsha, 1926.

114. Izuru Shinmura, "Christian Relics found at Mr. Higashi's House, North of Takatsuki, Settsu", en Report upon Archaeological Research in the Department of Literature, Kyoto Imperial University, 1922-1923, vol. VII, pp. 1-52.         [ Links ]

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116. Hamada fue el que guió las investigaciones del arte en el Japón después de la generación de Fenollosa y su discípulo Tenshin Okakura (1862-1913). Con base en su sólida formación académica, con estudios en historia del arte en la Universidad Imperial de Tokio y de arqueología en Europa, fundó una escuela de arqueología y arte en el círculo de la Universidad Imperial de Kioto.

117. Cf.. Kōsaku Hamada, "Shoki kirisuto-kyo no bijutsu ni tuite", Shúkyō Kenkyū, marzo de 1919 y "Kirishitan to geijutsu", en Kaikoku Bunka, 1929. Los artículos de Hamada sobre el estudio kirishitan están recopilados en Kōsaku Hamada, Hamada Kōsaku chosakushū, vol. V: Kirishitan Bunka, Kioto, Dōhōsha, 1991.

118. Izuru Shinmura y Kōsaku Hamada, "Tomb-Stones of Christians of the Keicho Era, Found in Kyoto and its Neighborhood", en Report upon Archaeological Research in the Department of Literature, Kyoto Imperial University, 1922-1923, vol. VII, pp. 53-76;         [ Links ] Kōsaku Hamada y Sueji Umehara, "Two Horses Saddles, one with a Coat of Arms consisting of the Monogram of a Christian Name and the Other with Pictures of Portuguese", en ibidem, pp. 77-88.

119. Kōsaku Hamada, "Nihon kirishitan ibutsu", en Hamada Kōsaku, op. cit., pp. 333-334.

120. Ibidem, p. 338.

121. Joseph Dahlmann, Japans àlteste Beziehungen zum Westen 1542-1614 in zeitgenossi-schen Denkmàlern seiner Kunst: ein Beitrag zur historischen, künstlerischen, religiosen Würdi-gung eines alt japanischen Bilderschmuckes, Friburgo de Brisgovia, Herder, 1923;         [ Links ] "The Earliest Intercourse of japan with the West as Represented by Contemporary Monuments of japanese Art (1542-1614)" [síntesis de la conferencia dictada en 1922], Shigaku zasshi, vol. 34, núm. 1, enero de 1923, pp. 1-27;         [ Links ] "Christianity in Japanese Art. Seven Ancient Screen Paintings with Commentary", Art and Archaeology, vol. XXIII, núm. 4, pp. 169-I78.         [ Links ]

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123. Schurhammer, Die Geschichte Japans..., op. cit.

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126. Cfr. Sakurai, Takatsuki hakken kirishitan bunsho, op. cit.; Marega, Bungo kirishitan shiryō, op. cit.; Zoku Bungo kirishitan shiryō, op. cit.; Kyoko Kawaguchi, "Kirishitan korobi shõmon. Kukamoto Daigaku fuzoku toshokan-zō", Kumamoto Shigaku, núms. 19-20, diciembre de 1960, pp. 39-66.

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129. Okada comenzó a presentar una serie de artículos sobre el estudio namban desde 1940: Akio Okada, "Namban-ji to byōbu", Gasetsu, núm. 43, julio de 1940; "Kirishitan shinkō shūzoku no shakaishiteki igi", Rekishi Chiri, vol. 76, núms. 2, 3 y 4, de agosto a octubre de 1940; "Fukyō kikan no bunpu ni tsuite", Kirishitan Kenkyu, núm. 3, julio de 1948. Los ensayos de Okada relacionados con este tema están compilados en Akio Okada, Kirishitan shinkō to shūzoku. Okada Akio chosaku shū I, Kioto, Shibunkaku Shuppan, 1983, y Kirishitan fūzoku to Namban bunka. Okada Akio chosaku shú II, Kioto, Shibunkaku Shuppan, 1983.

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155. La zona de evangelización jesuítica durante los primeros 50 años no abarcó todos los territorios actuales del Japón, sino la mitad occidental del país, es decir, desde Kyushu hasta Kansai. Los jesuitas dividieron esta región en tres jurisdicciones misionales: Cami, Ximo y Bungo. Cami (Kami 上 en la transcripción actual), cuyo sentido etimológico es "arriba", designaba la jurisdicción misional de Miyako (Kyoto) y sus alrededores, mientras que Ximo (Shimo 下), que significa "abajo", implicaba la parte oeste de Kyushu, que incluía Arima, Amakusa, Nagasaki, Omura, Firando (Hirado) y algunos otros feudos periféricos. Bungo es el antiguo nombre de la actual prefectura de Ōita.

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161. Akiyama, op. cit., p. 16.

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163. Ibidem, pp. 217-218.

164. Ibidem, pp. 185.

165. Akiyama, op. cit., p. 26.

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169. Tōru Ishikawa publicó una serie de artículos sobre la arquitectura kirishitan en la revista Nihon kenchiku gakkai kenkyu, núms. 3-18, 1949-1952.

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174. Ebisawa, Namban bunka —Nichiō bunka kōshō—, op. cit., p. 99; Kuga, Bunroku ni nen Amakusa gakurinzō, op. cit., p. 96.

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187. Hira-makie, 平蒔絵: se trata de la técnica de dibujar motivos con laca cruda, aplicar polvos de oro y plata sobre ello antes de que se seque y una vez que esté seco, aplicar laca sólo en la parte que tiene motivos y pulirla al final.

188. Enashiji, 絵梨地: se trata de la técnica de aplicar polvos de nashiji, "textura de pera", ya que se parece al motivo de cáscara de pera.

189. Makizuri, 蒔摺: técnica de limar con algodón remojado con laca cruda después de realizar el trabajo de maki-e y posteriormente pulirlo con polvos.

190. Harigaki, 針描: técnica de aplicar polvos sobre la superficie y dibujar líneas rascando con aguja cuando la laca esté seca de manera moderada.

191. Raden, 螺鈿: técnica de incrustar conchas cortadas o pegarlas sobre la superficie.

192. Arakawa, op. cit., pp. 131 y 136-I39.

193. Maki-e: técnica de dibujar sobre la superficie laqueada aplicando polvos de oro y plata antes de que se seque.

194. Urushi-e: técnica de pintar con las lacas de colores bermellón, negro, amarillo, verde y ocre.

195. Mitsuda-e: técnica de pintar mezclando pigmentos, aceite y un secante del monóxido de plomo amarillo (PbO).

196. Arakawa, op. cit., pp. 143-I48 y 15I-I52.

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202. Ibidem, p. 37.

203. Ibidem, pp. 60-61, 113 y 133.

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