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Estudios de historia moderna y contemporánea de México

versión impresa ISSN 0185-2620

Estud. hist. mod. contemp. Mex  no.64 Ciudad de México jul./dic. 2022  Epub 31-Mar-2023

https://doi.org/10.22201/iih.24485004e.2022.64.77743 

Artículos

Sacralidad femenina. Fotohagiografía de la madre Conchita

Female Sacredness. Photo-Hagiography of Madre Conchita

*Universidad Nacional Autónoma de México (México) Instituto de Investigaciones Estéticas davidftmx@gmail.com


Resumen

Este trabajo analiza un álbum fotográfico que homenajea a Concepción Acevedo de la Llata, mejor conocida como la madre Conchita, quien fue acusada de ser la autora intelectual del asesinato de Álvaro Obregón. El documento destaca por el uso de la fotografía para reconstruir una vida modélica de la persona retratada. Al igual que las hagiografías, el álbum enfatiza la vida religiosa de Acevedo con la intención de representarla como mártir de la Guerra Cristera. Asimismo, el cuaderno proporciona diversas fotografías que datan de la última década del siglo XIX y finaliza con las fotografías del cadáver de la religiosa, dejando ver el valor devocional que los cristeros le otorgaron a la fotografía y abriendo la posibilidad de considerar las imágenes como reliquias.

Palabras clave: álbum; fotografía; reliquia; mártir; fotohagiografía

Abstract

This work analyzes a photo-album made in homage to Concepción Acevedo de la Llata, better known as madre Conchita, who was charged of being the intellectual author of Álvaro Obregón assassination. The album itself is evidence of the use of photography to present personages as model lives. Like hagiographies, the album exalts Acevedo’s religious life in order to depict her as a martyr of the Cristero War. Photos portray madre Conchita images from the last decade of the 19th century to her death, so showing the devotional value that Cristeros attributed to photography, opening the possibility of considering the images as relics.

Keywords: album; photography; relic; martyr; photohagiography

La imagen, en efectividad y en cuanto prueba

de autenticidad, hereda las características funcionales

de la reliquia, convirtiéndose en recipiente de la más alta presencia real de los santos.

Hans Belting, Imagen y culto

Este trabajo analiza un álbum fotográfico dedicado a Concepción Acevedo de la Llata (madre Conchita), quien fue acusada de ser la autora intelectual del asesinato del general Álvaro Obregón en julio de 1928. Luego del polémico juicio, José de León Toral fue sentenciado a la pena capital y aquélla fue condenada a veinte años de prisión. Durante su confinamiento, la madre Conchita recibió todo tipo de ataques tanto de las autoridades eclesiásticas como de sectores gubernamentales, principalmente por grupos obregonistas cargados de rencor luego de la muerte del caudillo. Dichos ataques recurrieron también a aspectos de género que asentaban la supuesta maldad de la acusada y cuestionaban su moralidad no sólo como monja, sino también como mujer. La tildaron de maligna, de enferma mental e incluso de haber procreado un hijo con León Toral.

De manera opuesta, las imágenes contenidas en el Álbum conmemorativo destacan el aparente martirio y victimización de Acevedo, reconstruyendo su vida desde la infancia hasta la muerte mediante fotografías cuidadosamente escogidas. El álbum contrasta con la versión oficial que se construyó en torno a Acevedo luego del magnicidio y ofrece una mirada que no condena a la exabadesa, sino que destaca su aura religiosa y su vida luego de ser liberada en 1940. El documento establece un relato modélico que define a la madre Conchita como una mártir a partir de las imágenes. Sin embargo, esta vida ejemplar, cuyo soporte es la fotografía, no se representó en los mismos términos empleados para definir los aparentes martirios de León Toral o el sacerdote Miguel Pro. Por este motivo, se busca analizar si hubo aspectos de género para exaltar a una de las mujeres más polémicas de la guerra cristera.

El presente estudio parte de dos planteamientos fundamentales: en primer lugar, el documento analizado establece una desvinculación de la madre Conchita1 y el magnicidio, para ello se vale de su victimización y vida ejemplar a través de las fotografías; es decir, el álbum presenta a la religiosa como una víctima y no como una criminal. En segundo, para enfatizar el supuesto martirio de la religiosa, el álbum establece un rol de género que oscila entre las representaciones de una monja -con toda la carga simbólica que eso implica-, y la exaltación de una figura femenina que fue condenada por el régimen revolucionario y el clero mexicano. El Álbum construyó un relato visual de Acevedo que difiere de las versiones plasmadas en la prensa de la época y en mucha de la producción historiográfica referente a la guerra cristera. Este relato fotográfico deriva de una mirada religiosa que no necesariamente conlleva la visión católica más tradicional de la mujer. De acuerdo con esto, surgen algunas preguntas: ¿cuál es la intención del álbum? y ¿cuál es la imagen que el álbum construyó en torno a la religiosa?

Para el análisis que aquí se propone, se han considerado algunos elementos imprescindibles: primero, los aspectos biográficos de la madre Conchita, especialmente aquellos que evidencian su religiosidad e intención de volverse mártir; segundo, el álbum consiste en una fotohagiografía2 en donde la imagen es sustancial para construir la vida de la monja de una manera ejemplar y abre la posibilidad de considerar a la fotografía como reliquia;3 y tercero, es menester subrayar los elementos de género que destaca el documento sobre la persona que homenajea y cómo éstos la definen luego de su liberación. Asimismo, se ha recurrido a diversas obras que aportan herramientas para el análisis de las imágenes: Forget Me Not. Photography and Remembrance, de Geoffrey Batchen; y Álbum de familia. La imagen de nosotros mismos, de Armando Silva. Si bien ambos autores analizan álbumes familiares, subrayan el valor de culto que estos objetos adquirieron al integrar no sólo fotografías, sino también otro tipo de materiales, ya fueran pictóricos, epistolares o recortes varios, incluidas las anotaciones a mano realizadas en algunas fotografías (metadatos). Para la cuestión de género se recurrió a Joan Wallach Scott, a su libro Género e historia, así como a bibliografía especializada en estudios de género durante la guerra cristera y el papel de las mujeres durante y después del conflicto; tal es el caso de Krystina Boylan. Asimismo, se revisaron los escritos autobiográficos de Acevedo, el trabajo de su biógrafo -el sacerdote José Macías-, y textos académicos que han estudiado al personaje. A diferencia de otros trabajos, éste parte desde el análisis de la fotografía como fuente primaria, de esta manera, se busca destacar el uso social y la valoración que los cristeros realizaron del medio fotográfico incluso décadas después de haber finalizado el conflicto. Particularmente, este estudio examina la construcción visual de una vida modélica, cuyo soporte es el retrato fotográfico de Acevedo. El enfoque se ha realizado desde la historia cultural, aunque también abreva de historia de las mentalidades, todo ello para comprender el valor de un documento que establece una interpretación a partir de la mirada de los cristeros en contraposición a la mirada gubernamental que, cabe mencionar, también construyó su propia versión. Es sustancial analizar las imágenes en páginas completas porque éstas son el contexto de cada fotografía y permiten entender la secuencia cronológica y temática del relato.

La madre Conchita y su búsqueda del martirio

Concepción Acevedo de la Llata nació en la ciudad de Querétaro en 1891. Fue la cuarta de un total de seis hermanos y su familia gozaba de estabilidad económica. En sus textos autobiográficos4 no menciona aspectos sobre sus estudios.5 Por distintas fuentes se sabe que su familia asistía a eventos sociales con frecuencia.6 Fue una mujer que desde temprana edad tuvo inclinaciones hacia la vida religiosa, lo cual se incrementó hacia 1908 cuando presenció la muerte de su tío Alberto de la Llata, quien en su agonía la instigó a “desprenderse de las falsedades del mundo material”.7 A raíz de lo anterior, la joven queretana decidió iniciarse en la vida conventual. Pese a la negativa inicial de su familia, su decisión fue apoyada y a los diecinueve años ingresó en la orden de las Capuchinas Sacramentarias en Querétaro, en donde Acevedo se convirtió en monja el 15 de diciembre de 1912. La queretana destacó entre las demás debido a una fuerte inclinación religiosa y a su imperiosa forma de seguir sus votos. Por tal razón, el arzobispo José Mora y del Río la nombró superiora del convento de Tlalpan en 1922. Se mostró optimista luego del nombramiento pese a las pobres instalaciones ubicadas en el sur de la ciudad de México. La religiosa consideraba que las monjas de su comunidad no eran estrictas respecto al cumplimiento de sus votos y por esta razón decidió predicar con el ejemplo.8

Desde su estancia en el convento de Querétaro, Acevedo sobresalió entre las demás por la aplicación de severas penitencias corporales.9 Solía dormir amarrada sobre una cruz o en un cajón de difunto, y utilizaba cilios para provocarse dolor.10 Se marcó el cuerpo con un hierro ardiente, ello pese a la prohibición de la madre superiora, quien ordenó el cambio de su confesor para evitar que la joven religiosa continuara con dichas prácticas.11 Buscaba acercarse a Dios mediante el dolor, se trataba de una suerte de ascetismo fundamentado en la imitación de los santos y mártires cristianos. La monja se inspiró en las hagiografías con el deseo de alcanzar el martirio y la posterior santidad. Las pinturas religiosas también fueron fundamentales para ejercer sus dolorosas y sufrientes experiencias corporales. A este respecto, Mario Ramírez apunta lo siguiente:

Observó las imágenes sangrantes de los santos en los templos de Querétaro, y en forma sorprendente, en lugar de espantarse, las vio como algo normal, como algo deseable. No se amilanó ante las flagelaciones ni los rostros sangrantes ni el fuego devorando al cuerpo humano. A raíz de todo ello, arraigó en su mente la aspiración de alcanzar la santidad, y qué mejor que ingresando a un convento.12

La madre Conchita describió su inspiración en los mártires cristianos en sus autobiografías y destacó la influencia que esas figuras sufrientes le generaban para inclinarse por el martirio.13 Uno de sus actos más drásticos fue la marca del Sagrado Corazón de Jesús que se realizó en el pecho y, posteriormente, mandó elaborar un sello metálico con un monograma que también utilizaron sus compañeras. Se marcó también las iniciales JHS (Iesus Hominum Salvator)14 con el beneplácito de su superiora.15 Derivado de su apego religioso y la constante aplicación de castigos corporales, Acevedo fue desarrollando una idea muy particular en torno al sacrificio y el martirio;16 consideraba que tenía una misión que cumplir, convicción que creció paralelamente a la tensión entre el gobierno revolucionario y el clero.

El conflicto religioso detonó a mediados de 1926, luego de la publicación de la Ley de Tolerancia de Cultos, popularmente conocida como Ley Calles. Dicha reglamentación hacía enfática la separación Estado-Iglesia estipulada en la Constitución de 1917. Además, la ley incluía modificaciones al código penal para castigar la desobediencia de los católicos incitados a la rebelión por el clero mexicano.17 En el verano de 1926, la Iglesia decidió cerrar los templos en un afán de provocar el enojo de la población y confrontarla con el gobierno. Por su parte, las autoridades mexicanas encabezadas por el grupo sonorense endurecieron su postura e intentaron evitar la realización de cultos de manera clandestina.18 El convento de Tlalpan se salvó de la clausura debido a la mediación del presidente municipal Francisco Mejía, pero finalmente fue cerrado en enero de 1927. La madre Conchita se vio obligada a abandonar el lugar junto con las monjas a su cargo y se instalaron en diversas viviendas en donde ejercían el culto de manera secreta.19 A inicios de 1927, conoció a Carlos Castro Balda,20 quien al parecer se sintió fuertemente atraído por la abadesa y comenzó a asistir a las ceremonias en donde ella participaba. Castro se ofreció a buscar nuevos espacios para la comunidad encabezada por la abadesa.21

Durante la efervescencia del conflicto, la madre Conchita estuvo relativamente cerca de los círculos que planearon el asesinato de Álvaro Obregón; no obstante, no participó en las pláticas en donde se tramaban los distintos atentados organizados por miembros de la Liga y la secreta U.22 Varias reuniones se llevaron a cabo en los lugares que la abadesa rentaba sin que ella tomara parte en las discusiones.23 La realización de ceremonias católicas la puso en contacto con dos personajes involucrados en los ataques al general Obregón. El primero de ellos fue el sacerdote Miguel Agustín Pro, una figura muy influyente en la idea de martirio desarrollada por Acevedo. La abadesa declaró en sus memorias que el jesuita la presionó para ofrecer su vida en sacrificio, lo cual ella rechazó; sin embargo, el sacerdote logró convencerla. La madre Conchita relató el hecho ocurrido en septiembre de 1927:

  • -¡Mire, hija, usted y yo nos vamos a ofrecer como víctimas a la Justicia Divina, por la salvación de la fe en México, por la paz de la Iglesia y por la conversión de los perseguidores de ella!

  • -¡No! ¡Yo no me ofrezco!

  • -¡No sea cobarde! ¡Qué poco ama usted a Dios! ¡Usted nunca será santa!

  • -Los santos son generosos, y a usted, por lo visto, no le impresiona que muera tanta gente sin auxilios espirituales!

  • Y de ese modo siguió argumentándome, empleando todas las retóricas posibles a fin de persuadirme.

  • Me persuadió y le dije:

  • -¡Está bien! ¡Pero una cosa así no puedo ofrecerla sin el permiso de mi director espiritual! ¡Voy a consultarlo y haré lo que él me diga! […]

  • Después que di gracias, el R. P. Pro me mandó llamar con la madre Cecilia para decirme estas frases que jamás podré olvidar: “No sé si sería porque el oratorio está muy recogido, o porque cantaron muy bonito o… no sé por qué; pero en el momento en que terminé de consumir oí claramente como si alguien me hubiera dicho: ‘¡Está aceptado el sacrificio!’ ”24

En marzo de 1928, medio año después de asentir su sacrificio, la madre Conchita conoció a José de León Toral. La amistad no fue significativa para la abadesa; en cambio, León Toral veía en la monja a una figura de amplia inspiración para la causa cristera.25 Esto no resulta extraño si se considera que la madre Conchita era una figura de autoridad dentro de la comunidad católica, un ejemplo para las monjas a su cargo y para los laicos que se acercaron a las ceremonias en donde ella participaba.26

El 17 de julio de 1928, José de León Toral asesinó al presidente electo Álvaro Obregón en San Ángel, Ciudad de México. El caso se volvió una noticia que traspasó fronteras y repercutió en las tensas relaciones entre el gobierno mexicano y el Vaticano.27 José de León Toral afirmó que su objetivo era finalizar con lo que los cristeros consideraban una persecución por su credo. Se sintió inspirado luego de una charla en donde la abadesa habló sobre la muerte del aviador Emilio Carranza. Acevedo afirmó que, si el rayo que provocó la muerte del piloto cayera sobre Obregón, Elías Calles o el patriarca Pérez -líder de la Iglesia Católica Apostólica Mexicana-, finalizaría el conflicto. José de León Toral se encontraba muy arrebatado luego de la ejecución de los hermanos Pro y los discursos radicales de los miembros de la Liga, por lo que los dichos de la abadesa incrementaron su motivación para acabar con la vida del caudillo.

Luego de su detención, León Toral fue torturado de diversas formas con el afán de obtener su confesión, pero su respuesta fue la misma: “obré solo”.28 Pese a su versión de asesino solitario, León Toral dijo a los interrogadores que los llevaría con alguien para que les confirmara su versión. El 18 de julio, un día después del magnicidio, el agente Valente Quintana se trasladó con una pequeña comitiva y con León Toral a la calle de Zaragoza 68, lugar en donde residían las monjas encabezadas por la madre Conchita. Tras abrir a medias el portón y en medio de la oscuridad de la noche, la religiosa reconoció a León Toral, quien se encontraba maltrecho por los golpes recibidos. El potosino preguntó a la religiosa si quería morir con él, a lo cual ella respondió afirmativamente. Asimismo, León Toral le dijo que esperaba que a ella sí le creyeran sobre los hechos ocurridos en La Bombilla,29 lo cual devela la admiración y confianza que el magnicida le tenía a la abadesa. Los agentes la detuvieron y la trasladaron a la Inspección General de Policía por su presunta culpabilidad en el asesinato. El juicio comenzó el 2 de noviembre de 1928 y finalizó seis días después.30 Toral fue condenado a la pena capital y fusilado el 9 de febrero de 1929; a la madre Conchita se le condenó a veinte años de prisión luego de considerarla autora intelectual del asesinato.31 El motivo para encarcelarla fue que el Código Penal no establecía la pena capital para mujeres.32

Durante el proceso legal y su detención en distintas prisiones como San Ángel, Mixcoac, los sótanos de la Inspección General de Policía y la penitenciaría de Lecumberri, Acevedo fue constantemente hostigada por las autoridades. Estuvo incomunicada e incluso sufrió el ataque de grupos obregonistas, amenazas de violación por parte de otros detenidos y algunos intentos de asesinato. La queretana cayó en una fuerte depresión, su salud se vio mermada de forma drástica y dejó de ser la figura de autoridad y fortaleza que representó durante sus años en el convento. Sin embargo, tal vez su mayor mortificación vino luego de los ataques y desconocimiento que la alta jerarquía católica hizo en su contra, principalmente por dos prominentes miembros del clero mexicano: los obispos Miguel M. de la Mora y Leopoldo Ruiz y Flores.

Luego del asesinato del general Obregón, la Iglesia condenó el actuar de los supuestos mártires tachándolos de exaltados y señalaron a Acevedo como la principal instigadora de León Toral. Para ello, se valieron de argumentos psicológicos y tildaron a la monja de enferma mental. Por su parte, Leopoldo Ruiz y Flores afirmó que el cerebro de Acevedo presentaba anomalías que le habían sido heredadas debido a que al interior de su familia había enfermos mentales, lo cual era absolutamente falso.33 Los ataques provenientes de Miguel M. de la Mora y Leopoldo Ruiz y Flores se difundieron en la prensa días después del magnicidio, como apunta Mario Ramírez: “El resultado no se hizo esperar. Tanto en la mente de las autoridades como del pueblo común y corriente, ganó fuerza la tesis de que una monja diabólica y siniestra había manejado a un débil y manipulable León Toral”.34

Sin embargo, para la monja lo más grave ocurrió el 25 de julio de 1928 cuando, mediante una carta dirigida al general Antonio Ríos Zertuche,35 se afirmó que la Iglesia desconocía a Acevedo como miembro de la comunidad católica y finalizaba diciendo: “pueden hacer ustedes de ella lo que gusten”.36

Los vituperios del clero continuaron aun cuando la madre Conchita ya había sido condenada y trasladada a las Islas Marías, y si bien causaron mella en la moral de la exabadesa, esto también la motivó a escribir sus memorias con la intención de defenderse de sus antiguos superiores, quienes reaccionaron afirmando un aparente amorío entre la monja y el general Múgica, entonces gobernador de las islas. Varias de las críticas contra la madre Conchita generalmente la descalificaban afirmando supuestos amoríos tanto con José de León Toral como con autoridades militares. Esto último deja ver cómo -social y culturalmente- se establecían ciertas premisas en torno al deber ser de la mujer y las distintas formas de desprestigiarlas, a las cuales recurrieron tanto autoridades civiles como eclesiásticas, desde luego, todo ataque provino de personajes masculinos.37

Las autoridades políticas no se quedaron atrás en lo que respecta al desprestigio de Acevedo por asuntos de género. Durante el juicio, los acusadores recurrieron a argumentos que explicaban la supuesta maldad de la monja considerando su edad y sexualidad, lo cual, en teoría, la facultaba para ejercer influencia y dominio sobre los jóvenes que la admiraban.38 Posteriormente, se destacó un supuesto condicionamiento que la madre Conchita hizo a León Toral, a quien le ofreció favores sexuales a cambio de asesinar a Obregón.39 Si bien estas acusaciones eran infundadas, tenían la intención de quitar credibilidad y respeto a la exabadesa frente a la opinión pública y la tradicional sociedad mexicana de los años veinte y treinta. En consecuencia, algunos sectores sociales se desencantaron con el ideal religioso de pureza e inocencia originalmente atribuido a la monja o aquello que por lo menos representaba para los católicos. Asimismo, se argumentó que la exmonja tenía poderes telepáticos mediante los cuales controlaba y ponía a su servicio a sus seguidores. Incluso, se arguyó que sus marcas corporales eran una forma de enfatizar la superioridad sobre sus adeptos para que la considerasen como una santa.40 Los ataques y las acusaciones ocurrieron principalmente durante el juicio -entre ellos la agresión a golpes y jalones de cabello contra Acevedo protagonizados por obregonistas y encabezados por Gonzalo N. Santos-41 pero, igualmente, continuaron a lo largo de la vida de Acevedo, aunque esto cambiaría en las décadas subsecuentes.

Una vez sentenciada, la exabadesa permaneció brevemente en la Penitenciaría de Lecumberri. El 14 de mayo de 1929 llegó a las Islas Marías junto con varios cristeros.42 Si bien gran parte de su condena la cumplió en la colonia penal marítima, en varias ocasiones se le trasladó a la ciudad de México. Durante su estancia en las islas, la queretana continuó recibiendo el hostigamiento de las autoridades. En dicho lugar, se reencontró con Castro Balda, quien también fue procesado en 1928 por el ataque con bombas al Centro Director Obregonista y la Cámara de Diputados. Dada la creciente inseguridad y acoso hacia la exmonja, aunque también por su profundo enamoramiento, Castro Balda le pidió que se casaran. Él argumentó que las Islas Marías eran un lugar para hombres y la seguridad de Acevedo no estaba garantizada. Al parecer, el imperante sistema patriarcal sólo garantizaba la seguridad y el respeto de las mujeres si se encontraban casadas o acompañadas por un masculino. Pese a las implicaciones y el escándalo que esto podría acarrear a su ya sacudida vida, la exabadesa consideró el ofrecimiento de su admirador y se casaron de manera secreta el 27 de julio de 1934.43 Aun cuando la intención era mantener la unión en secreto, la noticia se hizo pública en octubre del mismo año luego de que el director del penal, Macario Gaxiola, realizara el matrimonio de manera oficial. Posteriormente, también se llevó a cabo una ceremonia religiosa encabezada por Federico Osuna, un sacerdote que también se encontraba preso.44 El escándalo creció alrededor de Acevedo, ya que la conservadora sociedad mexicana no lograba comprender cómo una monja podía casarse. La familia de la exabadesa también reaccionó, lo cual derivó en la pérdida absoluta de contacto. Del mismo modo, la polémica pareja pareció incomodar más al clero mexicano que, a pesar de haberla desconocido, condenado y finalmente excomulgado, se enfureció más ante las acciones de una mujer que no sólo los había desobedecido y contradicho, sino que había expuesto la hipocresía y credibilidad de la alta jerarquía católica mexicana. Es probable que el clero nacional también considerara como una afrenta el libre actuar y la nula sumisión de la acusada frente al modelo femenino de conducta del catolicismo.45

Finalmente, después de doce años en distintas cárceles, Acevedo fue exonerada y liberada en 1940 bajo el régimen de Manuel Ávila Camacho. Rápidamente se trasladó a la ciudad de México en donde se reencontró con su esposo, quien fue liberado en 1937 luego de cumplir su sentencia. La pareja tuvo considerables dificultades económicas luego de su liberación. La gente los reconocía y evitaba entablar cualquier tipo de contacto con ellos. Sin embargo, comenzaron a recibir apoyo de amigos y conocidos. La exabadesa encontró en la pintura y la fabricación de calzado una forma de obtener recursos, aunque también recibió una remuneración económica por la publicación semanal de sus relatos en la revista Hoy y, posteriormente, por la venta de sus muy aclamadas memorias. La obtención de recursos también provino de las conferencias impartidas en donde buscó limpiar su imagen luego de la condena por parte del gobierno y el clero. De manera por demás irónica, luego de su liberación, se instaló en el número 187 de la calle Álvaro Obregón, en la colonia Roma, lugar en donde residió hasta su muerte en 1979.

Una vida a través de la imagen: la fotohagiografía de la madre Conchita

El Álbum conmemorativo fue elaborado por Luis Manuel Billot en febrero de 1930 al cumplirse el primer aniversario de la ejecución de José de León Toral. Luis Manuel Billot fue un personaje muy cercano a León Toral y la evidencia documental indica que estableció una amistad estrecha con la madre Conchita. Billot se dio a la tarea de compilar las fotografías y decidió dividir el álbum en dos secciones: la primera dedicada a León Toral y la segunda a Acevedo.46 Las páginas destinadas a la queretana son dieciocho; tienen un total de sesenta y cinco fotografías, de las cuales, diez son recortes extraídos de revistas. Las imágenes que retratan la infancia de la homenajeada son las más antiguas del álbum, datadas en la última década del siglo xix (la primera tiene fecha de 1892). Algunas de las fotografías presentan anotaciones hechas a mano en el reverso (metadatos), esto es un aspecto muy importante porque, en ocasiones, la escritura es de Acevedo, quien registró algunas fechas o pensamientos en las fotografías. Al parecer, Luis Billot obtuvo algunas imágenes como un obsequio por parte de la exabadesa; las dedicatorias escritas en la parte posterior develan que regaló varios de sus retratos al autor del álbum en distintos momentos. No es posible afirmar que Acevedo haya tomado parte en la confección del cuaderno o si lo conoció, pero considerando la estrecha amistad entre ambos, es posible que lo haya visto. El que al final de la fotohagiografía se hayan incluido imágenes que retratan el cadáver de Acevedo luego de su muerte en 1979, deja ver que, posiblemente, Castro Balda también proporcionó fotografías, principalmente las que retratan un momento tan íntimo. Además, estas últimas fotografías son a color, lo cual nos ayuda a comprender el avance de la tecnología fotográfica en el relato hagiográfico, es decir, de la infancia en sepia y blanco y negro a la muerte en color. En cierto sentido, esto puede ser una metáfora del paso del tiempo, lo cual se fortalece si consideramos el orden cronológico de las imágenes.47 Las páginas del álbum presentan pies de foto en donde se describe lo retratado o lo que define la interpretación, pero no establece la autoría de las imágenes, salvo en casos contados. La información escrita en las páginas del álbum es obra de Luis Billot. En un caso concreto, aparece el nombre del estudio fotográfico que realizó la toma. Es probable que, debido a la distancia temporal entre las imágenes, se trate de múltiples autores, un aspecto común en los álbumes familiares. La sección del álbum dedicado a Acevedo sólo contiene fotografías, a diferencia de la parte correspondiente a León Toral que incluye dibujos, fotografías, escritos, recortes y postales. Se ha optado por analizar las imágenes en las páginas completas porque ayuda a comprender mejor el concepto de hagiografía que subyace en el relato visual. Desde luego, las páginas completas son fundamentales porque son el contexto que construyó Billot y la interacción de las imágenes en una página también les proporciona un sentido particular dentro del relato, lo cual nos hace asequible una mirada a la mentalidad de los grupos religiosos a los que perteneció el autor del álbum y la homenajeada.

La figura 1 abre la sección del Álbum conmemorativo dedicada a la madre Conchita. La página incluye tres imágenes que retratan la vida de la religiosa y a tres de sus familiares. Si bien la sección mantiene en gran medida un orden cronológico, esta página tiene como fin representar momentos significativos en la vida de Acevedo. Mediante estas imágenes se define lo que uno habrá de encontrar en las páginas subsecuentes: una vida femenina caracterizada por su religiosidad. En el lado inferior derecho aparece un retrato de inicios del siglo XX que muestra a sus hermanas Margarita y Dolores, así como a su madre Josefina de la Llata. El que esta fotografía se haya colocado en el álbum nos habla de la posibilidad de situar a la familia de la homenajeada y con ello destacar su vida previa a convertirse en monja. La imagen en el lado superior derecho consiste en un retrato realizado a Acevedo y su esposo Carlos Castro Balda. Esta fotografía muestra la vida de la exabadesa luego de su liberación. La fotografía que aparece en el lado izquierdo es la más interesante: en primer lugar, ocupa mayor espacio en la página y con ello atrapa la mirada.48 Al fondo se observa un altar dedicado a la virgen de Guadalupe, aspecto interesante pues es una figura femenina muy relevante para el catolicismo mexicano y los cristeros. Acevedo aparece de rodillas, una postura que en el mundo católico remite a la oración y la veneración, aunque también a la penitencia. La monja sostiene un libro en sus manos. Iconográficamente, los libros son elementos que remiten a la instrucción y sabiduría, lo cual se refuerza con el retoque que tuvo la imagen en el lado derecho, mediante el cual aparece un rayo luminoso proveniente del foco de luz de la toma. Este efecto da a entender una iluminación de carácter celestial que se proyecta en el libro que la madre sostiene. Sin duda, esta fotografía fue realizada por un fotógrafo profesional que no sólo dominaba los procesos de edición y revelado, sino que también sabía cómo destacar los elementos religiosos que aparecen en la toma para montar una escena que acentúa la devoción de la retratada. La inclusión de la Virgen de Guadalupe al fondo responde a la necesidad de hacer un paralelismo entre ambas figuras femeninas y, fundamentalmente, definir a la monja mediante la asociación al culto mariano.

Figura 1 Autor sin identificar, retratos de Concepción Acevedo, en Álbum conmemorativo, 1931, acervo del Centro de Estudios Históricos y Culturales José de León Toral. Colección particular 

La figura 2 contiene cinco imágenes que retratan la infancia de Acevedo. Las dos primeras datan de 1892. De acuerdo con lo que indican los pies de foto, la queretana tenía apenas seis meses de edad. Aparece también a los cuatro años y, en la esquina superior derecha, a la edad de seis, momento en el cual realizó su primera comunión. Siguiendo a Joan Fontcuberta, la primera comunión y las bodas son ritos que de manera casi obligatoria se colocan en los álbumes familiares.49 Esto ayuda a definir el origen católico de los personajes al tiempo que construye una interpretación religiosa de la infancia de Acevedo. En la parte inferior izquierda, aparece un retrato de ella con su hermana menor, Josefina. Estas imágenes son retratos típicos del siglo XIX y gran parte del XX, caracterizados por la rigidez de los cuerpos y el uso de fondos pintados, lo cual abre la posibilidad de haberlas tomado en un estudio fotográfico de Querétaro. Llama la atención que las dos últimas fotografías de esta página retratan la juventud de la queretana, una la muestra a los quince años y la otra es una imagen realizada en el convento de Tlalpan. El sentido de esta última imagen parece anunciar que el fervor religioso de su infancia tuvo como destino su nombramiento como abadesa. Salta a la vista que en varias fotografías aparecen anotaciones que nos hablan de una colocación previa en algún otro álbum o serie fotográfica. Éstos metadatos nos muestran una reinterpretación de las imágenes que, al parecer, se extrajeron de otro lugar para reconstruir su vida en los términos de la hagiografía. Esto devela que Luis Billot tomó estas imágenes, o en su defecto, las colocó en el álbum con la intención de elaborar una interpretación de la religiosidad en la infancia de Acevedo, lo cual constituye un primer paso para la elaboración de una vida modélica a través del relato fotográfico.

Figura 2 Autor sin identificar, retratos de Concepción Acevedo, en Álbum conmemorativo 

La figura 3 contiene siete imágenes que muestran a la madre Conchita durante su estancia en la calle de Zaragoza, el lugar al cual se trasladaron luego del cierre del convento. Allí también se realizó su detención tras ser implicada en el asesinato del general Obregón. Como apunta el pie de foto, Luis Billot fue el autor de estas fotografías. Esto resulta muy interesante, pues nos habla del registro de actividades que -mediante la fotografía- se realizó luego del cierre del convento. Además, el que Billot haya tenido la autorización para entrar y realizar las tomas explica la cercanía que mantenía con la abadesa. Estas fotografías no sólo muestran la vida en el improvisado convento de la colonia Guerrero, también registran la visita de los familiares de la madre Conchita. De igual modo, aparece en las fotografías la monja Josefina Acevedo de la Llata, hermana menor de Concepción, quien decidió seguir sus pasos religiosos. Son fotografías de carácter familiar que, de alguna manera, también definen la vida religiosa de la homenajeada y la sitúan, junto con su hermana, como un componente importante de su familia. Sobresale que ambas monjas aparecen sonrientes en varias de estas imágenes, lo cual muestra la alegría que les proporcionaban las visitas familiares, aun cuando se ocultaban de las autoridades gubernamentales, lo cual seguramente agudizó la idea en torno al encierro de las mujeres pertenecientes a la orden. Un aspecto interesante es la falta de una fotografía en la parte superior derecha de la página. Esto muestra la posible pérdida de una imagen, una ausencia simbólica que pudo ser accidental o deliberada. No debe olvidarse que los álbumes fotográficos son también monumentos de la memoria y como tal son selectivos.50 La adición o exclusión de imágenes responde a necesidades varias. Pudo tratarse de una pérdida accidental, pero no debe soslayarse un intento de olvido.51

Figura 3 Luis Manuel Billot, retratos de la madre Conchita, ca. 1927, en Álbum conmemorativo

La figura 4 es un retrato tomado al polémico matrimonio luego de la liberación de la exabadesa en 1940. Esto se puede deducir si tomamos en cuenta la información que proporciona El Universal Ilustrado que Castro Balda sujeta en sus manos y el cual refiere a un acontecimiento específico: la Batalla de Java, ocurrida entre febrero y marzo de 1942, en el contexto de la Segunda Guerra Mundial. La fecha de este periódico es el jueves 4 de febrero de 1942. Se trata de una imagen planeada y posada, pese al intento de plasmar la espontaneidad. La pareja aparenta leer el periódico mientras que ambos mantienen una sonrisa. Billot utilizó esta imagen para hablar sobre el matrimonio de los retratados, el cual ocurrió en 1934 y se detalló en el pie de foto. Destaca que haya utilizado una fotografía tomada ocho años después. Tal vez se trató de un intento de reforzar el carácter familiar de la madre Conchita, ello si consideramos que la página que le antecede también muestra eso. El motivo para retratarlos con este periódico (El Universal Gráfico) es que, debajo del encabezado principal, aparece un texto que señala “La madre Conchita se casó otra vez”, haciendo referencia a la vida sentimental de la religiosa tras su salida de prisión.

Nota: Esta información es imprecisa en lo que respecta al primer matrimonio, el cual ocurrió el 27 de julio de 1934

Figura 4 Autor sin identificar, Carlos Castro Balda y la madre Conchita, ca. 1942, en Álbum conmemorativo. Pie de foto: “Conchita y Carlos. En agosto de 1934, se casaron en la Biblioteca de la Penitenciaría. El 20 de octubre de 1934 se casaron en las Islas ante el general Gaxiola. El 8 de diciembre de 1934 ante el señor cura Osorio Corona, de Acajete, Puebla”.  

La figura 5 expone distintos momentos relevantes en la vida de Acevedo. Del lado derecho se colocaron tres fotografías, en la primera de ellas aparece la queretana durante su reclusión en la cárcel de Mixcoac, las otras fueron realizadas en las Islas Marías. En la parte inferior izquierda, aparece una fotografía tomada luego de realizarse la boda en la colonia penitenciaria del Pacífico. Debajo de esta imagen, Billot colocó los nombres de los personajes, en donde destaca la presencia de Macario Gaxiola, entonces director del penal. La imagen que más sobresale es la que ocupa mayor espacio en la página, es un retrato realizado a la monja en 1925, cuando ocupaba el cargo de abadesa en Tlalpan. Esta fotografía es muy interesante por la manera en que se tomó. La madre Conchita fue colocada detrás de un estanque de agua que funciona como espejo, de esta manera, se obtuvo una imagen doble. Es una fotografía estéticamente muy lograda, probablemente fue realizada por algún fotógrafo profesional o por alguien que tenía nociones sobre encuadres, ángulos y planos. La imagen se utilizó como portada en la biografía realizada por José Macías, quien argumenta que en esta fotografía se pueden observar las cualidades de la religiosa: “serenidad, devoción y amable seriedad”. Desde luego, la polisemia de la fotografía dificulta su interpretación, pero basándonos en el uso y la lectura realizados por el biógrafo, esta imagen podría considerarse como un retrato cuyo reflejo intenta ser una metáfora de su “alma contemplativa”.52

Figura 5 Autor sin identificar, “Fotografías de la madre Conchita”, en Álbum conmemorativo. Pie de foto: “Matrimonio en las islas Marías, 20 de octubre de 1934. Sentados: El director del Penal, general Macario Gaxiola; Lupita, su esposa; Conchita; Carlos, y la señora Elizarrarás. De pie: Francisco Garnica, jefe del radio; profesor Guajardo; señor Villalobos; doctor Manuel Zatarain, inspector escolar; doctor ayudante del doctor Dubois; el ingeniero mecánico. En la orilla, el doctor del Servicio Médico, Francisco Elizarrarás” 

En la figura 6 de nueva cuenta se construyó un relato visual de la vida de Acevedo. Las fotografías de la parte inferior la muestran sin el hábito religioso. Fueron tomadas por Billot en el Hospital Juárez. La monja fue trasladada a este lugar durante su reclusión debido al empeoramiento de su salud, como lo señala el pie de foto. Se le permitía salir a la calle y asistir a misas siempre y cuando no fuera reconocida y evitara socializar, lo cual deja ver una cierta tolerancia hacia la reclusa. Las imágenes que más destacan son las tres ubicadas en la parte superior, en la primera de ellas aparece a la edad de 18 años, en un retrato muy convencional. En medio se observa una fotografía de su hermana Josefina en sus años de infancia y en el extremo derecho un retrato de Concepción Acevedo con su hábito religioso. En apariencia, se trata de una reconstrucción de la vida mediante la fotografía, pero un punto fundamental para entender las tres imágenes lo encontramos al reverso de éstas.

Figura 6 Luis Manuel Billot y autor sin identificar, retratos de la madre Conchita, en Álbum conmemorativo

Estas son de las pocas fotografías que llevan dedicatorias en la parte posterior. La del extremo izquierdo es una anotación de la retratada que dice: “Para mi hermanito Luis Billot. Hace 17 años era dichosa en el seno de mi familia, ahora soy feliz en los brazos del dolor. 17 de octubre de 1928”. Esto es interesante porque Acevedo obsequió a Billot esta foto de su juventud en el momento en que se encontraba en reclusión a la edad de 37 años. Lo anterior muestra el valor de la fotografía como detonador de la memoria. Referirse a él como “hermanito”, devela la cercanía que había entre ambos, aunque, cabe apuntar que en las memorias de Acevedo no existe referencia a Billot. La imagen del medio tiene una dedicatoria realizada por Josefina Acevedo, debido a que la imagen fue cortada y no se aprecia la totalidad de lo escrito. Del lado derecho, nuevamente la madre Conchita escribió: “Un recuerdo doloroso”. Indica que en la misma fecha se encontraba en la cárcel de Mixcoac. Esta imagen contiene información del lugar en donde Acevedo se realizó las fotos: Foto González Hermanas. Pino Suárez 17, México, D. F. Esto es interesante porque el estudio estaba a cargo de mujeres, como se indica en el nombre, lo cual deja ver que la exabadesa mandó hacer algunos de sus retratos con ellas. Esto puede explicar que Acevedo recurrió a otras mujeres para sus fotografías mientras estaba en el convento y, de alguna manera, también nos habla de una cuestión de género respecto a la práctica fotográfica en un momento en que la mayoría de los fotógrafos eran hombres. Las dedicatorias exponen el pesar de la retratada. Si consideramos la fecha indicada, sabemos que aún no había comenzado el juicio y para este momento la queretana se encontraba muy abatida debido a los múltiples inconvenientes y ataques recibidos. El que haya obsequiado esas fotos a Billot abre la posibilidad de que la religiosa intentase dejar un testimonio de ese momento, algo que es fundamental para que fuese considerada una mártir; es decir, mediante la foto y los escritos, se establece el sentido de las imágenes en ese preciso momento: una experiencia sufriente que la fotografía testimonia.53 En la parte superior, se observa una pequeña cruz, misma que también fue utilizada por León Toral como una manera de firmar sus dibujos y pensamientos de carácter religioso. Hasta el momento, sólo hay evidencia documental del uso de este símbolo por los dos acusados de asesinar al general Obregón.

La figura 8 marca la última parte de la sección del Álbum. La mayoría son fotografías a color54 de la madre Conchita en su vejez, etapa en donde fueron comunes sus visitas a conventos. Destaca la fotografía colocada en el lado izquierdo inferior, donde se le observa vestida con el hábito religioso. Esto es importante porque, rememorando los días posteriores al asesinato del general Obregón, la religiosa fue desconocida y posteriormente excomulgada por la alta jerarquía católica mexicana. El que Acevedo haya usado nuevamente el hábito -y se haya fotografiado con él- es una forma de reivindicar su identidad como monja pese a su expulsión. Para este momento, todos los miembros del clero que la habían condenado y atacado ya habían muerto. La fotografía muestra que la queretana tuvo un reconocimiento por parte de otros miembros de la Iglesia católica, principalmente por mujeres pertenecientes a órdenes religiosas. Las monjas no la desconocieron y, de hecho, la apoyaron luego de su liberación, lo cual muestra los lazos de amistad femenina más allá de las condenas del clero. Asimismo, su cercanía con otras religiosas muestra las alianzas y lealtades entre los católicos que veían a la madre Conchita como una mártir, motivo por el cual no la condenaron pese a la postura de la jerarquía católica.

Figura 7 Autor sin identificar, retratos de la madre Conchita (reverso) 

Figura 8 Autor sin identificar, retratos de Concepción Acevedo, en Álbum conmemorativo 

Al reverso de las fotografías (figura 9), Acevedo también escribió dedicatorias a Luis Billot. Las imágenes están fechadas entre marzo y mayo de 1965 pero no se indica su autoría. En las dedicatorias ya no se hace referencia a momentos de pesar, lo cual deja ver nuevamente el alcance de la fotografía como detonador de la memoria. Al registrar momentos más alegres en la vida de la homenajeada, no fue necesario referir a una vida pesarosa o que indique una idea en torno al anhelado martirio de la retratada, como fue el caso de las notas escritas en la figura 7.55

Figura 9 Retratos de Concepción Acevedo (reverso), en Álbum conmemorativo 

La figura 10 es la página con la que se cierra el Álbum conmemorativo. Se trata de cuatro fotografías en donde aparece la exabadesa y su esposo Carlos. La primera imagen es una foto en blanco y negro que retrata a la pareja. Detrás de ellos se observan algunas imágenes religiosas, mismas que funcionan como elementos para definir o fortalecer la identidad de los retratados como creyentes. La imagen en el extremo superior derecho parece un retrato familiar común; no obstante, la fotografía está recortada del lado derecho y se eliminó a una persona que también fue retratada. Como mencioné anteriormente, si bien los álbumes se vinculan a la memoria, también tienen sus formas de establecer olvidos, en este caso, mediante el recorte de una fotografía, casi como una amputación del documento, como un silencio intencionado. Finalmente, aparecen dos retratos de Acevedo luego de su muerte, la cual se indica en un pequeño obituario recortado y colocado en la página. Murió de un ataque al corazón el 30 de agosto de 1979 a la edad de 88 años. En la fotografía del lado derecho aparece el cadáver cubierto con una manta, sólo se observa su rostro mientras su esposo la abraza. En el lado izquierdo, se observa el cuerpo en medio de su esposo y María Grajales, conocida como “La Pichita”, quien desde los años en las Islas Marías decidió acompañar a la exmonja. Acevedo fue vestida y retratada con el hábito religioso, decisión que se remonta al año 1959, cuando la queretana viajó a Roma y, posteriormente, recibió un documento en donde el papa Juan XXIII la autorizaba para cumplir sus votos y morir con el hábito.56 Ambas fotografías son muy interesantes, pues desde antes de 1979 había decaído la tradición de los retratos mortuorios que surgió en el siglo XIX. Más allá de documentar una muerte, estas fotografías buscaban testimoniar la identidad como monja de Concepción Acevedo. Si bien había sido excomulgada, desconocida y condenada por el clero, las fotografías reivindican su identidad religiosa y la sitúan como un cadáver simbólico dentro del mundo católico. El conjunto visual de esta página retrata el fin de una vida en cuatro imágenes, llevándonos del sepia y el blanco y negro al color y de las risas al cautiverio, a la libertad y de ahí a la muerte. No obstante, no apunta al final de una historia. Al retratar el cadáver con el hábito, el álbum indica que surge otra etapa post mortem: la del documento y el álbum como una suerte de relicario. Asimismo, estas imágenes también indican la posible elaboración de otra figura devocional o, por lo menos, establece esa mirada hacia la retratada.

Figura 10 Autor sin identificar, Concepción Acevedo y Carlos Castro, en Álbum conmemorativo 

Consideraciones finales

El Álbum conmemorativo es un recorrido por la vida de Concepción Acevedo que recurrió a la fotografía para destacar la religiosidad de la retratada y algunos momentos clave de su vida. Resalta que, en la sección dedicada a la religiosa no se colocaron fotografías del juicio, el cual fue ampliamente fotografiado. Al parecer, esto fue totalmente intencional porque la fotohagiografía buscó desvincular a la exabadesa del magnicidio. No obstante, al igual que las memorias de la madre, el álbum sí establece una idea muy especial en torno al martirio. A diferencia de las fotografías de los supuestos mártires del catolicismo y de la guerra cristera, las cuales se caracterizan por la violencia retratada, el álbum remite a otro tipo de sufrimiento. La clave para entender esto la proporciona José Macías, quien en su biografía enfatiza la idea del martirio incruento de la madre Conchita. Este concepto implica que, a diferencia de personajes como Anacleto González Flores, Miguel A. Pro, el mismo León Toral, y María de la Luz Camacho57 -todos ellos muertos de manera violenta- el caso de Acevedo se caracterizó por el sufrimiento y la resistencia a lo largo de su vida. De acuerdo con esto, es posible considerar cierto paralelismo entre la biografía de José Macías y el álbum de Luis Billot; por lo menos, ambos trabajos se desarrollan en los mismos términos para reconstruir y exaltar la vida de Acevedo como víctima y mártir.

Respecto a la posibilidad de considerar las fotografías como reliquias, también recuperamos las ideas expuestas por Macías, quien utilizó manuscritos de la madre Conchita, los cuales valoraba como auténticas reliquias al estar escritos por ella.58 En relación con esto, Joan Fontcuberta considera que los escritos en los álbumes y detrás de las fotografías son sustanciales para pensar la materialidad de la imagen, pero, fundamentalmente, “El texto puede aclararnos quién o de quién, dónde, por qué […], pero también es la huella personal, el rastro físico de quién lo escribió, y cada palabra -de su puño y letra- resulta evocadora de su presencia. Parece decirnos ‘yo estuve entre sus manos’, invocando una vez más su condición de reliquia”.59 Por su parte, Hans Belting afirma que la imagen ha funcionado como prueba de autenticidad dentro del culto y la devoción. A raíz de esto, la imagen “hereda las características funcionales de la reliquia, convirtiéndose en recipiente de la más alta presencia real de los santos”.60 De acuerdo con ambos autores y considerando la cuidadosa confección del Álbum y el contexto en que surgió, es posible afirmar que el cuaderno lleva implícito su valor como reliquia en tanto que las fotografías buscan testimoniar la supuesta vida ejemplar de José de León Toral y Concepción Acevedo. Sin embargo, ambos personajes nunca fueron reconocidos por la Iglesia católica. Esto se debe a las acusaciones de asesinato o por haberlo alentado, aspecto que podría implicar una nueva ruptura de las relaciones Estado-Iglesia. Asimismo, no puede considerárseles como santos dado que no se les han atribuido milagros.

Respecto a la madre Conchita y las cuestiones de género, el Álbum construye un relato de la religiosa que oscila entre las representaciones de una monja y las de una mujer que -de acuerdo con José Macías- fue también una esposa ejemplar. En principio, esto implica una contradicción, sobre todo en lo que respecta al cumplimiento de los votos religiosos de la monja. Si bien ella se asumía como esposa de Cristo, la presencia de Carlos Castro en las fotografías abre la polémica, principalmente entre los grupos más conservadores de la Iglesia, quienes en su momento se valieron de ataques de género para descalificar a la monja y culparla de la muerte del caudillo. El punto más interesante es que las fotografías del álbum muestran la alegre vida matrimonial de Acevedo luego de ser puesta en libertad. En las imágenes con Castro siempre aparece sonriente, incluso en las Islas Marías. De esta manera, el álbum tiene una mirada de género hacia la exreligiosa que se caracteriza por la admiración y la intención de verla como un modelo ejemplar y, en algunos momentos, valora como santa a una mujer que no encajaba en ese papel. Desde luego, esa era la mirada de Luis Billot y probablemente era compartida por los allegados a la madre Conchita y algunos de sus admiradores; sin embargo, se trató de un círculo muy pequeño y, con el paso del tiempo, fue disolviéndose la idea de Acevedo como santa. No obstante, entre la historiografía cristera se le considera una víctima, aspecto que refuerza la idea del martirio incruento implícita en las biografías y el álbum.

Si bien partí de considerar el Álbum como una fotohagiografía, el cuaderno no contiene imágenes que remitan a las experiencias místicas de la madre Conchita o que indiquen la posible realización de milagros, lo cual es indispensable para valorarla como santa, aspecto contrario a la sección que corresponde a León Toral. En sus memorias y en la biografía de Macías se menciona la supuesta aparición de san Ignacio a la madre Conchita durante su visita al Vaticano, quien le indicó a la queretana que debía regresar a México para continuar con su martirio.61 Por otra parte, a inicios de la década de 1970, el periodista Jacobo Zabludovsky entrevistó a Acevedo con el afán de obtener información sobre los hechos ocurridos en 1928, pero su versión fue la misma: negó su participación en el magnicidio. En 1978, la periodista Cristina Ochoa la cuestionó sobre la creencia popular de que la madre había realizado milagros, aspecto que también negó públicamente. Quizá este fue el motivo por el cual el Álbum no incluyó imágenes que apuntaran al carácter místico y milagroso. Finalmente, la existencia del Álbum deja ver que la fotografía fue una herramienta más para establecer supuestas figuras venerables que, pese a no tener reconocimiento del Vaticano, dejan ver un tipo de religiosidad fuera de los marcos institucionales eclesiásticos, pero con un arraigo en pequeños grupos allegados tanto a Billot como a Concepción Acevedo. Asimismo, revelan la vida de una mujer que, más allá de considerarse la autora intelectual del asesinato de Álvaro Obregón, destacó por desafiar, defenderse y haber sobrevivido a los ataques no sólo de un gobierno laico, sino de una jerarquía católica dominada por hombres.

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1La abadesa estuvo en contacto con los grupos radicales que planearon atentados contra el general Obregón; no obstante, su participación en los fatales hechos de la Bombilla no pudo comprobarse. Acevedo estuvo al tanto de las pláticas en donde se discutió la muerte de Obregón, y si bien distintas fuentes indican que no tomó parte en las discusiones, se sabe que prestó las instalaciones a su cargo para llevar a cabo las reuniones en torno al magnicidio.

2Una hagiografía es un relato modélico de la vida de personajes pertenecientes al cristianismo. En el caso del álbum, éste se caracteriza por el uso de la fotografía como núcleo de la historia. El concepto se compone de la palabra hagios (santo) y graphos (escritura); véase Antonio Rubial, “La hagiografía, su condición histórica y su recepción historiográfica actual” en Doris Bieñko de Peralta y Berenice Bravo Rubio, De sendas y brechas y atajos. Contexto y crítica de las fuentes eclesiásticas, siglos XVI-XVIII, versión electrónica (México: Instituto Nacional de Antropología e Historia, Escuela Nacional de Antropología e Historia, 2008). Propuse este concepto para analizar la sección del Álbum dedicada a José de León Toral. Véase David Fajardo Tapia, “La imagen sacra: fotohagiografía de José de León Toral”, Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México, n. 62 (julio-diciembre 2021), https://doi.org/10.22201/iih.24485004e.2021.62.

3Diversas imágenes de la época develan el valor de la fotografía como reliquia para los cristeros. Véase David Fajardo Tapia, “Breve historia de un corazón”, Historias, n. 109 (Instituto Nacional de Antropología e Historia, en prensa).

4Francisco Múgica, director de las islas, la animó a escribir sus memorias. Primero se publicaron en la revista Hoy entre julio y agosto de 1940. Las entregas se acompañaron de fotografías sin crédito a los fotógrafos. Se publicaron en el siguiente orden: Obregón. Memorias inéditas de la madre Conchita (México: Libro-Mex, 1957); Memorias de la madre Conchita (México: Libro-Mex, 1962); Una mártir de México (La madre Conchita) (México: Marsiega, 1965); Yo, la madre Conchita (México: Grijalbo, 1997).

8Jiménez Marce, “Una monja”, 86.

9Jiménez Marce, “Una monja”, 84.

10Acevedo de la Llata, Obregón. Memorias inéditas, 187.

11Jiménez Marce, “Una monja”, 84. Mario Ramírez afirma que el cambio de confesor no aminoró las penas de la madre Conchita. Ramírez Rancaño, El asesinato, 38-39.

12Ramírez Rancaño, El asesinato, 32.

13Acevedo de la Llata, Yo, la madre Conchita, 26.

15Jiménez Marce, “Una monja”, 83-84. De acuerdo con Macías, la monja también se inspiró en la lectura del capítulo 8, verso 6 del Cantar de los cantares: “Ponme como un sello sobre tu corazón y como señal sobre tu brazo”. Macías, La verdadera, 34. Es posible que la madre Conchita también se haya inspirado en una mística laica llamada Concepción Cabrera Armida, quien era su tía. Ramírez Rancaño, El asesinato, 45-47. Judith López analizó a Acevedo en relación con cuestiones de género y el asesinato del caudillo. Judith López Armenta, “La madre Conchita: los refugios alternativos y el homicidio de Álvaro Obregón” (tesis de licenciatura, Universidad Nacional Autónoma de México, 2015).

16Acevedo de la Llata, Yo, la madre Conchita, 26.

19Ramírez Rancaño, El asesinato de, 85.

20Carlos Castro Balda nació en la ciudad de México. Poco se sabe sobre su fecha de nacimiento. Castro se acercó a los círculos radicales pertenecientes a la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa. Participó en los ataques con bombas contra la Cámara de Diputados y el Centro Director Obregonista, motivo por el cual fue encarcelado y enviado a las Islas Marías. Posteriormente, fue liberado y vivió con su esposa en la colonia Roma. Murió el 17 de julio de 1986. Ramírez Rancaño, El asesinato, 364.

21Ramírez Rancaño, El asesinato, 176-177.

22La Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa y la Unión del Espíritu Santo fueron dos de los brazos armados e ideológicos del movimiento católico.

24Acevedo, Yo, la madre, 28-29. Los corchetes son míos. El arzobispo Leopoldo Ruiz y Flores, uno de los miembros del clero con mayor jerarquía, también presionó a la madre para que se sacrificara en uno de los atentados contra el revolucionario. Ramírez Rancaño, El asesinato, 79-80; 182-185.

25González, Matar y morir, 214.

26Acevedo, Yo, La madre, 35.

28La muerte de Obregón fue considerada como tiranicidio por parte de los sectores involucrados en el asesinato. Diversas obras escritas bajo la mirada de los cristeros también utilizaron este concepto. Actualmente, en redes sociales existen grupos conservadores afines a la causa cristera y continúan usando este término para referirse a la muerte del caudillo.

29Ramírez Rancaño, El asesinato, 220-221.

30Las fotografías del juicio son abundantes y fueron publicadas en los principales diarios del país. Rebeca Monroy Nasr, Historias para ver: Enrique Díaz, fotorreportero (México: Universidad Nacional Autónoma de México; México: Instituto Nacional de Antropología e Historia, 2003), 265-266. El álbum también contiene algunas fotografías del juicio, pero se encuentran localizadas en la sección que homenajea a León Toral. En las imágenes del juicio se puede observar a los dos acusados, los policías que los rodeaban, el procurador Juan Correa Nieto, el juez Alonso Aznar, los defensores de León Toral (Demetrio Sodi y José García Gaminde), así como los defensores de la madre Conchita (Fernando Ortega y Gabriel Gay Fernández).

31En el trabajo apologético sobre León Toral, Cuauhtémoc Fernández también descarta que la madre Conchita haya sido quien inspiró al potosino para perpetrar el magnicidio. Estos libros carecen de rigor metodológico y argumentativo; sin embargo, ofrecen la mirada de los grupos de ultraderecha mexicanos. Cuauhtémoc Fernández, León Toral no ha muerto (México: Ediciones Selectas Mundo Nuevo, 1945), 117. Rogelio Jiménez argumenta que la madre Conchita estaba lejos de ser totalmente inocente, pues de alguna manera estuvo involucrada en dos intentos previos por amenazar al sonorense; incluso, estableció contactos con los grupos católicos que proveían de armas a los cristeros que se encontraban en combate. Jiménez Marce, “Una monja”, 87.

32López Armenta, “La madre”, 159-161.

34Ramírez Rancaño, El asesinato, 246.

35El general Ríos Zertuche fue un militar que sustituyó a Roberto Cruz. De esta manera, Plutarco Elías Calles dejaba el camino libre a los obregonistas para realizar las investigaciones y, con dicho cambio, el presidente evitaba que se le señalara como sospechoso de la muerte de Obregón. Sin embargo, las sospechas continúan siendo motivo de polémica entre los historiadores.

36Ramírez Rancaño, El asesinato, 246.

37Joan Wallach Scott destaca que la tradición cristiana tiene dos símbolos entre los cuales se define el rol femenino. Afirma lo siguiente: “Como un elemento constitutivo de las relaciones sociales basadas en las diferencias percibidas entre los sexos, el género implica cuatro elementos interrelacionados: en primer lugar, los símbolos disponibles que evocan múltiples (y a menudo contradictorias) representaciones -por ejemplo, Eva y María como símbolos de la mujer en la tradición cristiana occidental-, pero también los mitos de luz y oscuridad, de purificación y polución, de inocencia y corrupción”. Joan Wallach Scott, Género e historia (México: Fondo de Cultura Económica; México: Universidad Autónoma de la Ciudad de México, 2008), 66.

39Sobre el asunto de la sexualidad como estrategia de la madre Conchita, Jaymie Heilman apunta que: “El sexo puede ser un arma de poder y manipulación. Los argumentos de la fiscalía hicieron posible que los jurados y los mexicanos creyeran que la madre Conchita, monja capuchina jurada de castidad, poseía esta arma.” Heilman, “The Demon”, 43.

40Heilman, “The Demon”, 44-46.

41Ramírez Rancaño, El asesinato, 19.

42Ramírez Rancaño, El asesinato, 292.

43Esta fecha fue validada por la Iglesia cuando la pareja lo solicitó luego de ser puestos en libertad. El acta religiosa indica el 27 de julio de 1934. Macías, La verdadera, 233.

44Ramírez Rancaño, El asesinato, 362.

46Para más información de Luis Billot, véase Fajardo Tapia, “La imagen sacra”, 135.

49Fontcuberta, “Monumentalizar”, 169.

50Fontcuberta, “Monumentalizar”, 167-168.

51Silva, Álbum de familia, 37.

52Macías, La verdadera, 7.

53La adición de texto a las imágenes amplía la posibilidad de despertar emociones al ver la efigie y la letra del retratado. Asimismo, implica una autobiografía y personifica al documento. Geoffrey Batchen, Forget Me Not. Photography and Remembrance (Princeton: Princeton Architectural Press, 2004), 49, 57. “Otorgar la propia imagen fue entonces parte de un rito de entrega, demostración de afecto profundo o constatación de la relevancia del retratado.” Rosa Casanova, “De vistas y retratos: la construcción de un repertorio fotográfico en México, 1839-1890”, en Imaginarios y fotografía en México, 1839-1970, coord. de Emma Cecilia García Krinsky (México: Lunwerg; México: Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 2005), 7.

54La fotografía a color se masificó en la década de los años sesenta del siglo XX. La presencia de las fotografías cromáticas también coadyuva a definir una idea de un tiempo más cercano al presente. Nathalie Boulouch, El cielo es azul. Una historia de la fotografía en color (México: Vestalia, 2019), 9.

55Batchen, Forget Me Not, 14.

56Macías, La verdadera, 325.

57María de la Luz Camacho fue asesinada en un mitin antirreligioso encabezado por los camisas rojas de Tomás Garrido Canabal. Su muerte ocurrió en el centro de Coyoacán el 30 de diciembre de 1934. Es reconocida oficialmente como una mártir del conflicto religioso. Existen fotografías de su cadáver y una pintura realizada por el sacerdote y pintor Gonzalo Carrasco; esta imagen se encuentra en el templo de San Juan Bautista en Coyoacán. Juan Pablo Herrera Castro, El pensamiento cristero. Diversos documentos sobre la guerra y sus héroes caídos por Dios y por la patria (Guadalajara: s/e, 2017), 451.

58Macías, La verdadera, 14.

59Fontcuberta, “Monumentalizar”, 168.

61Macías, La verdadera, 327.

Sobre el autor. David Fajardo Tapia es maestro y doctor en Historia por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Se ha especializado en el estudio de la fotografía como fuente de investigación histórica. Pertenece al Programa de Becas Posdoctorales de la UNAM. Becario del Instituto de Investigaciones Estéticas, asesorado por la doctora Deborah Dorotinsky Alperstein. Es especialista en el Porfiriato, la Revolución mexicana y la primera mitad del siglo XX mexicano. Sus investigaciones se enfocan en el estudio de las representaciones de la violencia, la fotografía de la guerra cristera y los usos de la imagen en relación con el poder político, ello con el objetivo de comprender el desarrollo histórico de la cultura visual contemporánea. Entre sus publicaciones recientes destaca “La imagen sacra: fotohagiografía de José de León Toral.” Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México, n. 62 (julio-diciembre 2021): 123-150.

Recibido: 27 de Mayo de 2021; Aprobado: 21 de Septiembre de 2021

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