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Revista mexicana de ciencias políticas y sociales

versión impresa ISSN 0185-1918

Rev. mex. cienc. polít. soc vol.65 no.240 Ciudad de México sep./dic. 2020  Epub 28-Feb-2021

https://doi.org/10.22201/fcpys.2448492xe.2020.240.76628 

Dossier

Interseccionalidad, descolonización y la transcrítica antisistémica: sujeto político de los feminismos y “las mujeres que luchan”

Intersectionality, Decolonization and Anti-systemic Trans-critique: The Political Subject of Feminisms and “the Women who Fight”

Márgara Millán* 

*Centro de Estudios Latinoamericanos, Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, UNAM, México. Correo electrónico: <margara.millan@gmail.com>.


RESUMEN

Este ensayo quiere dar cuenta de la emergencia de los movimientos de mujeres en los años recientes, de la centralidad de “los feminismos” que estos movimientos posicionan y los desplazamientos y vasos comunicantes que constituyen en lo que denomino un arco teórico-práctico del pensamiento crítico feminista. En la primera parte describo la impronta de las mujeres protestando a nivel global como un momento de síntesis de diversos procesos locales que confluyen en una caracterización del mundo en que vivimos. La segunda parte profundiza en el pensamiento crítico feminista desde el concepto de “género”. Finalmente, regresando a las últimas movilizaciones de las mujeres y sus producciones textuales y sus formas comunicacionales, dibujo los contenidos de un sujeto político polimorfo, cuyas enunciaciones muestran un ejercicio de praxis interseccional e intersectada que logra por momentos un lenguaje común y una forma política singular, desde la experiencia vivida, el dolor, la empatía, el afecto y la rabia, en el actual contexto de crisis civilizatoria que habitamos.

Palabras clave: feminismo; sujeto politico; interseccionalidad; transformación social

ABSTRACT

This essay seeks to provide an account of the emergence of recent women’s movements, the centrality of “feminisms” brought forth by these movements and the communicating vessels and displacements that constitute what I call a theoretical-practical arc of feminist critical thought. In the first part, I describe the mark of women protesting worldwide as a moment that synthesizes various local processes into a characterization of the world we live in. The second part delves deeper into feminist critical thought based on the concept of “gender”. Lastly, back to the latest mobilizations of women and their written production and forms of communication, I outline the contents of a polymorphous and prolific political subject, whose enunciations display an intersectional and intersected praxis that at times achieves a common language and a singular political form developed from the experience, the pain, the empathy, the affection and the outrage within the current context of civilizational crisis.

Keywords: feminism; political subject; intersectionality; social transformation

¿El boom del feminismo?

Feminismo fue la “Palabra del año 2017” para el diccionario Merriam-Webster debido a fenómenos tan diversos como Wonder Woman, el movimiento #MeToo y la Marcha de las Mujeres. A pesar de ello, la definición que el mismo diccionario ofrece queda, por decir lo menos, descontextualizada: la primera acepción dice que es “la teoría de la igualdad política, económica y social de los sexos” (Merriam-Webster, s.f.). La segunda asegura que es “la actividad organizada en nombre de los derechos e intereses de las mujeres” (Merriam-Webster, s.f.).

Sin embargo, lo que hemos visto en los últimos años, referido a las movilizaciones de mujeres, replantea la definición estrecha de la igualdad e incluso de los derechos de las mujeres. La referencia en la nominación de la palabra del año a eventos mediáticos hace que ésta flote un poco en el andamiaje de las industrias culturales y no toque las estructuras duras de la violencia y de la reproducción social. Por ejemplo, #Niunamás en México y #Niunamenos en Argentina refieren a violencias estructurales crecientes.

Presenciamos en los últimos años la emergencia de un potente movimiento intergeneracional de mujeres que proviene de contextos diversos, elaborando una agenda antisistémica y practicando una forma de política interseccional. Cuando digo “antisistémico” quiero puntualizar el hecho de que se trata de movimientos que redefinen la noción de sistema, nombrando al menos seis palabras clave para su caracterización: capitalismo, colonialismo, racismo, patriarcado, imperialismo, extractivismo. Movimientos atravesados, además, por algo que les es común y que viven en carne propia de muy diversas formas: la violencia contra las mujeres.

Si el #MeToo, la multitudinaria Marcha de las Mujeres que llega cada enero a Washington y Wonder Woman determinaron el interés por la palabra feminismo y lo que ésta puntualiza, se trata sólo de la punta de un iceberg que tiene sedimentos profundos y larga historia. Los 8M globales adquieren cada vez más presencia, la huelga feminista lanzada desde Polonia marcó la posibilidad de apropiarse de otras formas de lucha, secundada en Argentina se vinculó rápidamente al problema de la deuda. Es por ello un momento singular de reconocimiento y diseminación del término feminismo(s).1 Momento extraordinario, además, por el contexto que habitamos: una crisis sin precedente -y cada vez más visible- de los modos de vida y modelos de producción-consumo que hoy atentan contra la vida misma. Aun cuando pareciera cada vez más claro que la transformación social “será feminista o no será”, hay que dilucidar de qué transformación se trata para saber de qué feminismos hablamos. El fenómeno acaecido a raíz del performance de LASTESIS ocurrido en Valparaíso durante el mes de noviembre2 en el contexto de la revuelta chilena, que inició el 18 de octubre del 2019 y que no ha cesado, puede ser un índice de eso que he denominado un iceberg que está emergiendo en el horizonte de la devastación ambiental y humana presente.

LASTESIS3 es un grupo interdisciplinario de jóvenes mujeres letradas y activistas chilenas que trabajaban en un proyecto para traducir tesis clave de la producción teórica crítica feminista para diseminar su contenido. Ponerlas en escena, la obra de Silvia Federici (2010) y de Rita Segato (2010) fueron los primeros materiales sobre los que trabajaban cuando surgió la revuelta de octubre. Se propusieron entonces hacer algo para el 25 de noviembre (Día Internacional contra la Violencia hacia las Mujeres) en el contexto de la revuelta. Así convocaron por redes sociales y lograron que cerca de 50 mujeres participaran en el performance frente al edificio de Carabineros de Valparaíso. Y lo que se desencadenó fue en realidad un terremoto global: réplicas del acto performativo en prácticamente todos los países del globo. Pero el hilo continuó desenredándose contextualizadamente donde, en cada lugar, se cambiaban las estrofas pertinentes, apropiándose cada uno del performance, adaptándolo a las condiciones locales. Este enunciado de LASTESIS vía Instagram da cuenta de varias características importantes a resaltar:

Amigas & Amigues,

Queremos agradecer a todas las personas que han participado en las intervenciones a lo largo de Chile y del mundo. Gracias por tomar nuestro trabajo y hacerlo suyo. Nos llena de emoción y orgullo constatar que organizarnos y trabajar juntas/es se haya vuelto un gesto tan simple. Y si bien es esperanzador por un lado, también es devastador, porque aquello que nos une es una lucha común, que como hemos constatado sigue siendo transversal a múltiples realidades y culturas. Tenemos tanto por que luchar, tantas consignas que gritar juntas/es, y sin duda lo haremos.

Para todas las personas que nos escriben, les queremos contar que estamos haciendo todos nuestros esfuerzos por responder a todas sus dudas y propuestas. Vamos lento, pero les responderemos a todos. Sin embargo, les pedimos recuerden que somos 4 personas que trabajamos y resistimos desde el arte en un país donde la gran mayoría de sus trabajadores/as del arte se encuentran precarizad-s. En esta última semana hemos tenido que asumir una doble jornada laboral para poder estar, y no, no nos financia nadie, ni maduro, ni bachelet, ni la onu, ni putin, tampoco la fundación clinton, ni la cia... sabemos que a muchos les resulta muy difícil, sino imposible, entender que alguien pueda trabajar sin ganar ni un peso, pero esa es nuestra realidad. Nuestro trabajo se basa puramente en autogestión y convicción, y subsistimos como trabajadoras independientes y docentes, otro oficio por lo demás no valorado y precarizado [...]4

El fenómeno producido a raíz de la intervención de LASTESIS deja ver no sólo el escenario de la interconectividad que define a las movilizaciones actuales,5 sino también la emergencia de poderosos discursos sociales que van construyendo un andamiaje teórico y práctico de lo que podríamos denominar las nuevas insurgencias globales: insurgencias que se componen de temporalidades heterogéneas, concreciones diversas, pero que al mismo tiempo emergen como universalidad, una universalidad insurgente.6

¿Podemos pensar a los feminismos y las luchas de las mujeres como movimientos sociales? Me parece que sí. Sin duda, tanto los feminismos como las luchas tienen distintas instancias organizativas (grupos, colectivas, redes) y han llevado a cabo acciones comunales. En muchas de sus derivas recientes, han articulado tomas del espacio público, de universidades y de escuelas de forma prolongada. Entiendo a los movimientos sociales como prácticas y discursos que intervienen en el espacio de “lo cultural” y “lo político”, modificando los imaginarios colectivos y ampliando el horizonte de la representación del mundo de lo posible, provocando transformaciones en las estructuras, al mismo tiempo que en los sujetos, a través y en contra de las sedimentaciones socio/subjetivas que los conforman. Los movimientos sociales desarrollan políticas culturales (Álvarez, Dagnino y Escobar, 2001) tendientes a intervenir en la interpretación del orden nacional e internacional, local y global y, muy singularmente, en las políticas que intervienen en lo cotidiano, y que conforman marcos éticos, identitarios y subjetivos. De igual manera, recupero a Monserrat Galcerán, quien define movimientos sociales

como conjuntos de individuos, grupos, colectivos o asociaciones de diverso tipo, que actúan sin obedecer unas normas preexistentes sino creando en su actividad un conjunto de procedimientos compartidos que sirven como herramientas, ya sea para consolidarlos, para ampliar sus oportunidades o para afianzar su fuerza y su capacidad de intervención. Esas «herramientas» constituyen una especie de «repertorio» que pervive y se transfiere de un movimiento a otro, siendo modulado, cambiado, revitalizado o abandonado, dependiendo de su eficacia en una situación dada. (Galcerán, 2009: 70)

Estas miradas sobre los movimientos sociales siguen siendo válidas. Sin embargo, el momento presente nos convoca a pensar más en movimientos-revueltas, en insurgencias civiles, en lo que Tarrow (Donoso y Basaure, 2015) denomina políticas contenciosas para referir acciones colectivas que salen de los marcos del liberalismo. Me parece que el momento presente es suficiente para al menos preguntarnos si no estamos frente a otro tipo de protestas,7 basta recordar el Despertar chileno, manteniendo cinco meses de movilizaciones y protestas callejeras, combatiendo las fuerzas del orden con la organización de la primera fila.

La recomposición de lo que hoy denominamos movimiento feminista -y por tanto del feminismo- exige ser encuadrada en un contexto de crisis, en una serie de levantamientos locales y globales, a través de un sujeto “mujeres” cada vez más plural, translocal, interseccional y performativo.8 Esto tiene implicaciones en cuanto al concepto convencional de sujeto político, y también con relación a lo que entendemos por feminismo(s). La manera en que circulan los discursos, cómo son apropiados y adaptados a las condiciones locales, son elementos ineludibles para la comprensión densa de los movimientos contemporáneos. Los feminismos son parte de esta interacción global, condición que lleva no sólo a moverse y manifestarse en distintas latitudes, sino a elaborar posicionamientos, articulaciones políticas y plataformas organizacionales y a traducir luchas y teorías. En el caso particular del movimiento de mujeres, estas conexiones conjugan una serie de experiencias de clase, de pertenencia étnica y de orientación sexual, que a su vez conllevan temporalidades y trayectorias heterogéneas. En este artículo consideraré la producción escrita (manifiestos, hashtags) como expresiones y teorizaciones de los nuevos feminismos, en diálogo con el legado teórico y académico de la crítica feminista pero también con las políticas y las posiciones institucionales que rodean a los movimientos.9 Asistimos entonces a nuevos horizontes prácticos y subjetivos:

la acción colectiva se vuelve más prefigurativa que programática. En este sentido, los espacios del activismo se ven permeados por las redes, que son a la vez el medio de comunicación, la forma de organización (redes libres de escala que irrumpen en el espacio público como enjambres) y el ideal normativo (la red como distribución de los cuerpos y las voces). (Rovira, 2018: 224)

Desde esos nuevos espacios -lugares diseminados e interconectados-, los feminismos se reelaboran, no pierden sus historias y genealogías, se recrean y ofrecen un campo de batalla interna. A partir de que el feminismo ha vuelto, se reeditan viejas disputas sobre su sentido y se abren otras nuevas.

El género: ¿ampliación o cancelación de la crítica feminista?

En 1975, la joven antropóloga Gayle Rubin escribe el ensayo El tráfico de mujeres: notas sobre la “economía política” del sexo, título sugerente que hace referencia a su lectura exegética de la crítica de la economía política y del estructuralismo. En este influyente trabajo, Rubin realiza lo que denomina “una lectura exegética de la obra de Marx, Lévi Strauss y Freud”.10 Reconoce la fuerza explicativa del marxismo con relación a la opresión de las mujeres y los desarrollos que en esos años la ubican en el corazón de la dinámica capitalista, justamente en la necesaria vinculación entre trabajo reproductivo o doméstico y reproducción de la mano de obra.11 La revisión del trabajo más etnológico de Engels (2017) [1884], la lectura de Lévi Strauss (1981) [1949] y la teoría de la cultura en Freud (2011) [1913] la llevará a reconocer la genealogía arcaica del género, es decir, cómo los (cuerpos) de hombres reconocieron y gestionaron los cuerpos de las mujeres a través de su intercambio en el hecho fundante de las relaciones sociales ampliadas, es decir, como fundamento de lo social.

Los sistemas de parentesco no sólo intercambian mujeres. Intercambian acceso sexual, situación genealógica, nombres de linajes y antepasados, derechos y personas -hombres, mujeres y niños- en sistemas concretos de relaciones sociales. (Rubin, 1986: 112)

La diferencia sexual (hombres/mujeres) constituye el origen del ordenamiento social; el sistema sexo-género es así una precondición de existencia de la sociedad, su fundamento.12 La materialidad de lo social se teje a partir del ordenamiento de esa diferencia como una estructura arcaica, originaria. La prohibición del incesto para Lévi Strauss no es tanto la prohibición del matrimonio con la madre o la hermana sino una regla que obliga a dar a otro hombre a la hermana o la hija, y “la relación total de intercambio que constituye el matrimonio no se establece entre un hombre y una mujer sino entre dos grupos de hombre” (Lévi Strauss en Rubin, 1986: 110). Todo apunta a que el origen del entramado de dominancia del varón sobre las mujeres es la reproducción de la vida concreta de los seres humanos; se trata de un acto de reproducción de la especie, sobre el cual se va sedimentando el “sentido” de esa dominancia, afirmándose la “invalencia” de los sexos (Heritiér, 1996, 2007) y por ello es también una primera u originaria significación de poder (Scott, 1996).

Para Rubin (1986) el “sistema sexo-género” es una estructura histórica y procesual, por tanto, modificable o como ella menciona, “perfectible”; el hecho de que el género sea un fundamento arcaico de lo social (Segato, 2010) no le otorga carácter de naturalidad o inmutabilidad. Se trata más bien de un ordenamiento sujeto a la(s) significación(es) de su sentido. El orden de género es así un régimen cambiante y de naturaleza recíproca a la sociedad que lo produce (Scott, 1996). Al reconocer el sistema sexo-género como un a priori, una precondición que permite el ordenamiento social, lo que hace la teoría feminista del género (Rubin, 1986, Scott, 1996, Segato, 2010) es proporcionar a la teoría social una categoría feminista crítica. Este orden arcaico se actualiza y se refuerza en los procesos de reproducción de lo social. Así, en la epistemología de las ciencias sociales, en las instituciones y en las subjetividades, hay producción del ordenamiento de género. De esta manera, cada período histórico establece una diferencia en la estructura dicotómica del género, dependiendo también de las otras estructuras sociales, como refiere Norbert Elias (1998). En su lectura exegética de Freud, Rubin se adhiere también a la crítica de la estructura heteronormativa naturalizada y compulsiva, quedando así instalada en el dispositivo del sistema sexo-género no sólo la valencia de la dominación masculina sino también la heteronormatividad como parte de un ordenamiento que se va configurando históricamente. La historiadora feminista Joan W. Scott (1996) profundiza en la capacidad de la categoría analítica del concepto género al plantearlo como “categoría útil para el análisis histórico”.13 Esa constitución primaria de significación de poder lleva a formas historizadas de configuración de la diferencia/complementariedad, subalternidad, negación del otro, colonialidad. El primer otro será femenino14 y esa configuración de la diferencia se produce en todas las esferas sociales. Scott menciona al menos las dimensiones simbólicas, normativas, institucionales y subjetivas. En ese sentido, Teresa de Lauretis (1987) propone al género como una tecnología para comprender adecuadamente cómo es en y a través del género que éste se reproduce o deconstruye. Y cómo ello atraviesa toda la realidad social: el Estado, la política, la economía, el arte y, por supuesto, la subjetividad y la sexualidad. La teoría crítica feminista reelabora categorías centrales de la teoría social: economía política, parentesco, subjetividad, sexualidad. Con ello, la teoría crítica del feminismo que elabora la categoría analítica de género y su capacidad heurística, provoca una reconfiguración de las grandes teorías, proyecto aún en curso en el ámbito del conocimiento y la epistemología.

Comprender el género como una construcción de naturaleza recíproca a la sociedad que lo produce (Scott, 1996) da fundamento para la no universalización de una específica definición de la diferencia. Se trata de un principio historizante que fundamenta la actual descolonización de la categoría hegemónica de género. Como enfatizan distintos feminismos, el género se encuentra atravesado por la pertenencia cultural, la clase, el momento histórico, siendo un campo entonces no sólo procesual sino una categoría histórica. Trabajos como los de Oyěwùmí (2017) sobre los sentidos del mundo yoruba en África y los de María Lugones (2008) sobre la inexistencia del género en las sociedades precolombinas son algunas líneas que arrojan luz sobre la imposición de la construcción del género de los colonizadores sobre la diversidad de “géneros” o ausencia de designación de éste en las culturas colonizadas. El género entonces forma parte de las normativas y representaciones hegemónicas, pero también es un espacio para su deconstrucción.

Al ser producido en términos simbólicos, normativos e institucionales, el género es un dispositivo de poder y también es el campo o terreno de representación de lo otro: otro ordenamiento, otras representaciones. La crítica a una imposición colonialista del género se ha realizado también hacia los programas de “desarrollo y empoderamiento” de las mujeres que los gobiernos y las agencias internacionales han desarrollado. Mujeres en el Desarrollo ha sido uno de los programas internacionales que, como todas las políticas sociales, se aplican considerando a un sujeto individual y sin derechos colectivos; esto ha sido aún más claro con las políticas neoliberales para las mujeres (Kabeer, 1998), y también con el proceso de “ongeinización” de los feminismos (Álvarez, 1998).

Los feminismos y las mujeres actúan entonces de manera situada en este campo de batalla por las significaciones del género en todas las dimensiones sociales. Son colectivos que forman parte de movimientos transformadores. Desde distintas dimensiones de acción del sistema y del poder, ellas se enuncian y disienten; elaboran teoría a partir de las experiencias vividas, las situaciones y posicionamientos de un sujeto político que se nos presenta en eclosión constante, por su multiplicidad. Una figura que ha querido tematizar, a la vez que historizar, el devenir de ese sujeto colectivo ha sido la de las “olas”, figura que ha resultado problemática por dos razones: su tendencia a una historización lineal, que no reconoce ires y venires en las tensiones de la intencionalidad crítica de las mujeres, y, en segundo lugar, porque tiende a universalizar la historia de núcleos hegemónicos, sobre todo anglosajones, ocluyendo las historias de las resistencias múltiples.

La construcción de un sujeto único y homogéneo “mujer”, así como la esencialización de la dicotomía hombre/mujer, son recursos que tienden a borrar la heterogeneidad y contradicción interna entre “las mujeres” y sus lugares de enunciación. Pero la historia revela que las mujeres han conformado movimientos heterogéneos y han reconocido en diversos actores e instituciones como el Estado, la nación, las clases sociales, las leyes, los discursos médicos, el colonialismo y el racismo, por mencionar sólo algunos, los objetos de su crítica. Y también revela que el feminismo, antes de ser un “discurso global y monolítico”, es un discurso situado, historizado, multidimensional y contradictorio:

Para que el feminismo deje de reproducir una visión universalizante y canónica, fundada en un “sujeto abstracto Mujer”, correlato del sujeto abstracto varón, funcionales ambos a la lógica dominante del mercado, debe entenderse como una teoría y una práctica que ocurre de manera dialógica con configuraciones históricas y contingentes de poder y de sentido, en oposición a su entendimiento como imposición principista. La historización de las acciones y formas organizativas de las mujeres, de sus palabras, en los diferentes contextos, es lo que hace posible un feminismo interactuante con y transformativo de su propia realidad cultural, política y social. (Millán, 2011: 11)

Por sujeto político en eclosión me refiero al diálogo entre feminismos, que ha sido también diálogo entre mujeres desde muy diferentes posicionalidades; un diálogo difícil porque visibiliza las estructuras de poder y privilegio del entre-mujeres; deja ver que no hay un “colectivo mujeres” a priori, sino que éste se construye en medio de tensiones y disidencias, pero también de comunalidades en la desigualdad de lo común. Este camino de los feminismos -de los movimientos de mujeres que se posicionan contra las distintas violencias estructurales- ha generado conceptos como el de interseccionalidad y descolonización, así como vislumbrado el horizonte de las disidencias sexuales, de la de(s)construcción del binarismo de género. La emergencia de los feminismos adjetivados: afroamericano, chicano, musulmán, indígena, descolonial, radical o el transfeminismo, así como en la noción de “mujeres que luchan abajo y a la izquierda” como el trazado de esas tensiones de un sujeto múltiple e intersectado se dibuja. Se trata entonces de un sujeto completo, contradictorio internamente, dialógico y en constante renovación.

Esta proliferación -más que desarrollo-15 de la intencionalidad crítica de las mujeres que ha localizado la racialización de los cuerpos femeninos y feminizados, la explotación de clase, el racismo cultural, la colonialidad presente en las políticas públicas de los estados nación, la heteronormatividad pero también el despojo territorial, el extractivismo en todos sus ámbitos, la injusticia climática, el etnocidio lingüístico, la cosificación de las mujeres y de la sexualidad, la mercantilización de los bienes comunes, entre otras aristas, se nos presenta hoy como un espacio singular, histórico, de formación de subjetividades alternativas. Los movimientos de mujeres siendo contingentes y locales también está construyendo un entretejido transfronterizo, cada vez más global, donde los ejes fundantes del sistema actual se visibilizan: capitalismo, patriarcado, racismo y colonialidad.

Constelaciones feministas.16 Politización y ampliación del sujeto político de los feminismos y de las mujeres

La centralidad de lo cotidiano ha articulado posicionalidades y movimientos diversos de mujeres. La politización de la vida de la reproducción de lo social, del día a día, de los trabajos del cuidado, de las necesidades básicas y fundantes que ahí se manifiestan y concretan son y han sido una prioridad para la crítica de las mujeres feministas y de otros movimientos de mujeres que no se reivindican como feministas. Otro vaso comunicante ha sido, sin duda, la protesta y denuncia de las violencias contra las mujeres, violencias transversalizadas, que ocurren en muy diferentes latitudes, que se expanden por diversas clases sociales y que afectan también a las distintas identidades de género y transgenéricas. Es conveniente hablar de violencias en plural, porque como sabemos, hay una cadena que va eslabonando la violencia simbólica y psicológica con la violencia física y finalmente la muerte.17

Es posible trazar al polimorfo sujeto de los feminismos y movimientos de mujeres del momento actual atendiendo a sus consignas, y viendo cómo se han ido relacionando en una especie de continente simbólico. He señalado ya cómo el contexto actual es transfronterizo, y la política en y desde las redes se ha vuelto central para esta comunicación dialógica; se comparten escenarios de lucha, y se van posicionando consignas que definen al movimiento en tanto horizonte de transformación social. Así, una de las características de los últimos años ha sido la continua recuperación y resignificación del 8M. En franco combate a la mercantilización del “día de las mujeres”, el 8M fue convertido a nivel global en un alarido contrasistémico. Al 8 de marzo se sumó el paro de mujeres, la huelga feminista -que en 2017 se impulsó en 55 países (Gago, Gutiérrez, Draper, Menendez, Montanelli y Rodnik, 2018)-. Pero antes de eso, el territorio latinoamericano había recorrido el sonido del #Niunamás mexicano al #Niunamenos argentino.

El trayecto es largo: en 1995, en Ciudad Juárez, en medio del escenario cada vez más claro de la guerra feminicida contra las jóvenes -sobre todo trabajadoras de la maquila en esa ciudad fronteriza-, Susana Chávez escribía en un poema Ni una muerte más.18 En Argentina, en marzo del año 2015 y en un escenario similar de violencia recrudecida contra jóvenes adolescentes, se llama al maratón de poesía Ni una menos, consigna que conservó la convocatoria a una manifestación masiva en ese mes (junio). Ambas consignas demarcan la indignación, la fuerza y el deseo del movimiento que vemos hoy día. A ello se sumó, al siguiente año, el #Vivasnosqueremos, consigna que recorrió el mundo y fue recreada como Acordamos Vivir en el contexto del “Primer Encuentro Internacional Político, Artístico, Deportivo y Cultural de Mujeres que Luchan” (Enlace Zapatista, 2018) convocado por las mujeres zapatistas en el Caracol Morelia, en el Municipio de Altamirano en Chiapas, en marzo del 2018. “Acordamos vivir, y como vivir para nosotras es luchar, acordamos luchar”, decían las zapatistas en un encuentro multitudinario y cosmopolita que reunió a cerca de 9 000 mujeres de unos 50 países, y de 27 estados de la República.

Los encuentros nacionales e internacionales de mujeres tienen ya una larga trayectoria, institucional en muchos casos, y también con carácter autónomo. En América Latina su trayectoria es desigual, por ejemplo, en Argentina se convoca desde el año 1986 y claramente los últimos años se ha desbordado en participación e inclusión de sectores;19 en México los encuentros de mujeres han sido retomados desde el 2018 por el zapatismo y por el Congreso Nacional Indígena,20 instancia que ha convocado en 2018 y en 2019 a “Encuentros de Mujeres que Luchan”; en ambos procesos, con sus respectivas diferencias y legados, lo que es posible observar es una imbricación y diálogo entre mujeres urbanas, campesinas, indígenas, afro; esa conversación cruza fronteras y también continentes. Las mujeres han sostenido por largo tiempo al menos dos estrategias que hoy se vuelven a visibilizar, además del encuentro: el paro o huelga feminista y la marcha mundial de las mujeres. Esta última tiene su antecedente en Quebec, Canadá, en 1995, organizada por la Federación de Mujeres de esa ciudad, y en el año 2000 se retoma como Marcha Mundial de las Mujeres. Sobre todo las marchas del 2018 y 2019 han sido multitudinarias y multicoloridas, dejando ver una coalición amplia de agendas que focalizan al racismo, el imperialismo, el colonialismo y el capitalismo como estructuras a modificar -a hacer estallar- y se posicionan a favor de los migrantes, del abolicionismo carcelario y militar, del reconocimiento de las diversidades sexuales y transgenéricas, al mismo tiempo que se posiciona antiextractivista, ecofeminista, por la defensa de los territorios y los bienes comunes. Se trata de un horizonte integral y abierto que, además, reivindica el deseo como su principal impulso.

El paro Internacional de Mujeres tiene su antecedente en un paro convocado en Islandia el 24 de octubre de 1975, para demandar igualdad salarial. Quien piense que la huelga de las mujeres es algo novedoso simplemente no conoce la historia de los movimientos de las mujeres.21 El 8 de marzo de 2000 y 2001, vuelve a aparecer una red de diversos países -esta vez convocada, entre otras, por Selma James (coordinadora Internacional de la Huelga Mundial de las Mujeres)- para reivindicar el pago del trabajo doméstico, pero también pedir el retorno del gasto militar a la comunidad a través de una política de “invertir en cuidar y no en matar”.22

La idea y la acción estaba ya planteada, pero lo que sí es novedoso es el uso de la huelga para otras demandas diferentes al reconocimiento del trabajo; es decir, lo que va apareciendo como una recreación del repertorio, una apropiación y ampliación de su significado y, por consecuencia, de la noción misma de trabajo. El 3 de octubre de 2016 miles de mujeres en Polonia salieron a las calles y llamaron a una huelga general en protesta por la deslegalización de la interrupción del embarazo; se conoció como “Lunes Negro”, salieron vestidas de negro y varios negocios respaldaron la protesta dando el día libre; el 19 de octubre del mismo año, el movimiento argentino #Niunamenos convocó a la huelga feminista contra el feminicidio y la violencia contra las mujeres. El llamado tuvo resonancia global. El paro internacional de mujeres o la huelga feminista se convocó para el 8 de marzo de 2017 y 2018 -siempre en ascenso-, y en 2020 tomo la forma de 8 y 9M: tomar las calles el 8 de marzo, desaparecer el 9, en específico en México, la consigna y la acción fue desaparecer, porque nos desaparecen.23

Las derivas del qué

“Paremos el mundo para transformarlo” es la consigna de la huelga o paro de mujeres desde el año 2000. Los últimos tres años ha adquirido mayor organicidad, extensión e impacto. Los manifiestos han ido articulando cada vez más luchas, grupos, realidades y experiencias. Han ido conformando narrativas sobre la situación actual y los pasos para transformarla. También han ido nombrando los deseos que informan un mundo posible.

Quiero traer algunos de estos manifiestos o comunicados porque me parece forman parte de la nueva teoría crítica que hoy están haciendo las mujeres en movimiento:

La tierra tiembla: Paro internacional de Mujeres desde Argentina

El colectivo #NiUnaMenos -que convoca al paro junto con otras 30 organizaciones- denuncia:

Que el capital explota nuestras economías informales, precarias e intermitentes.

Que los Estados nacionales y el mercado nos explotan cuando nos endeudan.

Que los Estados criminalizan nuestros movimientos migratorios.

Que cobramos menos que los varones y que la brecha salarial llega, en promedio, al 27%.

Que no se reconoce que las tareas domésticas y de cuidado son trabajo que no se remunera y suma tres horas a nuestras jornadas laborales.

Que estas violencias económicas aumentan nuestra vulnerabilidad frente a la violencia machista, cuyo extremo más aberrante son los femicidios.

Paramos para reclamar el derecho al aborto libre y para que no se obligue a ninguna niña a la maternidad.

Paramos para hacer visible que mientras las tareas de cuidado no sean una responsabilidad de toda la sociedad nos vemos obligadas a reproducir la explotación clasista y colonial entre mujeres. Para salir a trabajar dependemos de otras mujeres. Para migrar dependemos de otras mujeres. Paramos para valorizar el trabajo invisibilizado que hacemos, que construye red, apoyo y estrategias vitales en contextos difíciles y de crisis.

Paramos porque nos faltan las víctimas de femicidio, voces que se apagan violentamente al ritmo escalofriante de una por día sólo en la Argentina.

Nos faltan las lesbianas y travestis asesinadas por crímenes de odio.

Nos faltan las presas políticas, las perseguidas, las asesinadas en nuestro territorio latinoamericano por defender la tierra y sus recursos.

Nos faltan las mujeres encarceladas por delitos menores que criminalizan formas de supervivencia, mientras los crímenes de las corporaciones y el narcotráfico quedan impunes porque benefician al capital.

Nos faltan las muertas y las presas por abortos inseguros. Nos faltan las desaparecidas.” (Cosecha Roja, 2017)

La huelga como acontecimiento es vista así desde Argentina:

Con la huelga, nos hacemos cargo de un mapa global que no nos queda para nada lejos ni ajeno y que consiste en politizar las violencias contra las mujeres. ¿Qué significa politizar? En primer lugar, tomar la huelga como una herramienta que nos pone en condición de sujetos políticos frente al intento sistemático de reducir nuestros dolores a la posición de víctima a ser reparada (en general por el Estado) […] Luego, como ejercicio de sustracción y sabotaje masivo […] la huelga permitió un mapeo de la heterogeneidad del trabajo en clave feminista, dando visibilidad y valorizando las formas de trabajo precario, informal, doméstico, migrante no como suplementario o subsidiario de un trabajo asalariado sino como la clave de las formas actuales de explotación y extracción de valor. En tercer lugar, el paro conformó un horizonte organizativo que permitió albergar múltiples realidades que resignificaron, desafiaron y actualizaron la dinámica misma de lo que es una huelga. (Gago, Gutiérrez, Draper, Menendez, Montanelli y Rodnik, 2018: 11-12)

Convocatoria de la Marcha Mundial de las Mujeres al 8 de marzo de 2018:

Este 8 de Marzo de 2018, Día Internacional de las Mujeres, nosotras, mujeres de la Marcha Mundial de las Mujeres, mujeres diversas, de todos los pueblos, razas y edades, nos unimos una vez más para reafirmar que seguiremos en Marcha hasta que todas seamos libres de toda la opresión patriarcal capitalista y colonial. Seguimos con el feminismo como nuestra forma de vida y con las calles como nuestro espacio para manifestar nuestras demandas.

Denunciamos y resistimos frente al contexto político mundial, marcado por la creciente crisis económica, social, política, climática e ideológica, en definitiva, denunciamos el estado de guerra total donde nosotras, mujeres, ¡somos las principales afectadas!

Denunciamos los argumentos económicos y nacionalistas como forma de privarnos del ejercicio de derechos y libertades fundamentales y, como consecuencia, el boicot a la autonomía de las mujeres y los pueblos. Rechazamos todas las políticas de los gobiernos de derecha, que, cada vez más radicales, expresan odio, racismo, misoginia, intolerancia y demás formas de discriminación. Nos mantenemos firmes y en lucha contra la criminalización de los movimientos sociales. La lucha por nuestros Derechos y libertades es una forma de expresión justa, por lo tanto: ¡NO SOMOS CRIMINALES! Seguiremos en las calles y en solidaridad con nuestras compañeras asesinadas, perseguidas y privadas de su libertad y acción política.

Denunciamos y enfrentamos el avance de la militarización en todo el mundo como estrategia de control de la vida de los pueblos. La militarización refuerza el neocolonialismo, el neo saqueo y la apropiación del capital sobre los recursos naturales y es un soporte de enriquecimiento para la industria de armamento frente a la crisis. Además del permanente estado de guerra en Medio Oriente y África. Nos preocupan los movimientos de las potencias militarizadas del Norte que indican una amenaza de retorno a la guerra fría y la continua interferencia en los países del sur intentando promover el modelo de democracia neoliberal nórdico como la meta alcanzable.

Denunciamos los acuerdos de libre comercio, que empobrecen cada vez más a los pueblos del sur global. La apropiación, privatización y mercantilización del conocimiento, de la tierra, el agua, la salud, la educación y demás bienes comunes, agudizan las condiciones de explotación en el trabajo de las personas empobrecidas y dejan sin oportunidades a las futuras generaciones, perpetuando el círculo de la pobreza. La industria extractiva y el agronegocio siguen degradando nuestra salud y nuestras condiciones de vida, mientras las élites políticas acumulan una riqueza basada en la corrupción y la impunidad y construyen Estados en función de los intereses de las transnacionales. Reafirmamos que seguiremos sacando nuestros cuerpos a la calle para enfrentar la situación, ya que las instituciones de derecho están cada vez más fragilizadas frente al poder del capital y no funcionan como deberían. Las fuerzas del mercado desnutren el estado social y de derecho.

Denunciamos el asesinato del planeta por la institucionalización de un universalismo occidental y por la búsqueda desenfrenada del lucro. El cártel formado por las corporaciones multinacionales antiéticas está destruyendo la madre tierra que nos mantiene. Los acuerdos climáticos han creado falsas soluciones fundamentadas en un marketing de lenguaje cada vez más vacío, ¡y que perpetúa la violencia contra la naturaleza! Nosotras, mujeres de la Marcha Mundial de las Mujeres, mujeres del campo y de las ciudades, estamos a favor de sostener la vida. Damos nuestras vidas por defender la naturaleza de la cual vivimos, de la que hacemos parte y que nos mantiene allí donde estamos (el agua, la tierra y los bosques en nuestros territorios), pues creemos en modos de vida que interactúen de forma sostenible con los recursos naturales.

Denunciamos un mercado que explota y precariza las condiciones de trabajo de las mujeres con largas jornadas de trabajo, bajos salarios y exposición a riesgos diversos; denunciamos la precarización del trabajo doméstico y de cuidados. Un trabajo que garantiza el sustento de la vida humana, que nutre, harmoniza, enseña, ampara. ¡Un trabajo invisibilizando e infravalorado! Cuestionamos la división sexual del trabajo que sobrevalora el trabajo socialmente concebido para los hombres a partir de la negación del valor del trabajo atribuido a las mujeres.

¿Cómo puede el mundo pretender inferior la realización de las tareas más básicas para la existencia humana, como el acto de cocinar que nos alimenta y el de limpiar el lugar donde vivimos y dormimos? El trabajo ejercido por las mujeres es la base para sostener la vida y por lo tanto, una importante fuente de contribución económica. Exigimos el reconocimiento del valor del trabajo doméstico, pues las contribuciones económicas van más allá de lo que puede ser monetizado. Denunciamos a la industria de la ayuda internacional y los programas de desarrollo, en particular a los que se centran en las cuestiones de género, como agentes que promueven las agendas neoliberales e imperialistas, perpetuando la discriminación, racialización y explotación de mujeres de los países del sur.

Denunciamos y seguiremos denunciando siempre todas las formas de violencia porque, no olvidamos la violencia machista que enfrentamos cotidianamente en espacios públicos y privados. Gritamos bien alto ¡BASTA! Basta de abusos, violaciones, matrimonios forzados y feminicidios que no suceden únicamente en países de Asia y África, sino que están presentes en las vidas de las mujeres de todas las clases y en todo el mundo. Nuestros cuerpos y nuestras vidas nos pertenecen y ese derecho no es negociable.

Enaltecemos, apoyamos y participamos en iniciativas para acabar con el silencio, como son los recientes movimientos de denuncia y de ocupación del espacio público: Marcha das Mulheres, Time’s up, #MeToo, ¡Ni una a menos!, ¡Vivas nos queremos! y la Huelga Internacional de Mujeres, así como en iniciativas que se suman a las luchas permanentes e incontornables que venimos tejiendo contra la opresión del sistema patriarcal, capitalista y colonialista.

Enaltecemos las luchas y resistencias de las mujeres que trabajan a nivel local construyendo nuevas narrativas y reescribiendo la historia de las poblaciones marginalizadas, manifestando la diversidad y multiculturalidad de los pueblos, la solidaridad como estrategia de subversión del sistema actual y como estrategia de humanización, contribuyendo así para la transformación de las sociedades, haciéndolas más justas e iguales.

Es por todo ello y más, que nosotras, mujeres de la Marcha Mundial de las Mujeres, como movimiento de acción permanente, marcharemos este 8 de Marzo.

Estaremos realizando acciones alrededor del mundo durante las 24 horas del día 24 de Abril de 2018 para reafirmar que «Rana Plaza está en todas partes»24; estaremos denunciando a la industria textil, a las transnacionales y todo tipo de explotación en el trabajo de las mujeres.

Seguimos rumbo al XI Encuentro Internacional donde del 22 al 28 de Octubre, en el País Vasco, construiremos colectivamente utopías y alternativas, ¡para marchar por un Mundo de justicia, libertad y paz!

¡Seguimos transformando nuestro dolor en fuerza!

¡Seguimos confiando en la Solidaridad y el trabajo colectivo!

Seguimos en Marcha, Mujeres... ¡Siempre! (Tribuna Feminista, 2018)

Un grupo de académicas, escritoras y activistas publicaron también un manifiesto que fue la simiente de un libro que circula desde el 2019 titulado Por un feminismo para el 99 %. Parte del manifiesto firmado por Linda Alcoff, Cinzia Arruzza, Tithi Bhattacharya, Rosa Clemente, Angela Davis, Zillah Eisenstein, Liza Featherstone, Nancy Fraser, Barbara Smith y Keeanga-Yamahtta Taylor dice así:

Entonces, el 8 de marzo haremos huelga por el encarcelamiento masivo, la violencia policial y los controles fronterizos, contra la supremacía blanca y las guerras imperialistas estadounidenses, contra la pobreza y la violencia estructural en nuestras escuelas y hospitales, que envenena nuestras aguas y alimentos y nos niega una justicia reproductiva.

Y vamos a parar por los derechos laborales, la igualdad de derechos para todxs lxs migrantes, por un salario digno y equitativo, porque la violencia sexual en el lugar de trabajo puede agravarse cuando no tenemos una protección colectiva.

El 8 de marzo de 2018 será un día de feminismo para el 99%: un día de movilización de las mujeres negras y morenas, de las cis y bi, de las lesbianas y las mujeres trans, de las pobres y las de bajos salarios, de las que hacen trabajos de cuidado no remunerados, de las trabajadoras sexuales y de las migrantes. (Davis, Fraser, Alcoff, Arruzza, Bhattacharya, Clemente y Taylor, 2018)

Las mujeres “indígenas”25 zapatistas por su parte, habían convocado al “Primer Encuentro Internacional Político, Deportivo, Artístico y Cultural de Mujeres que luchan, del 8 al 11 de marzo del 2018”. El encuentro fue masivamente atendido a nivel internacional y local, transcurrió en el Caracol Morelia, en el Municipio de Altamirano, Chiapas. El zapatismo mostró la organización de las mujeres, cinco distintas etnias e idiomas, la gran mayoría jóvenes, abriendo el espacio del encuentro bajo un mensaje certero contra el sistema capitalista patriarcal. Las palabras de clausura del evento son las que acá transcribo, mismas que se tradujeron posteriormente a #Porqueacordamosvivir:

Entonces pues no basta un colectivo para organizar todo eso. Por eso llegamos aquí más de 2 mil mujeres zapatistas de los cinco caracoles. Y tal vez no bastó, porque ustedes son como cinco mil, aunque algunas dicen que 8 mil y otras dicen que 9 mil […]. Viera que sabemos que son tanto así, pues tal vez llegamos más mujeres zapatistas y así podríamos abrazarlas a todas y cada una y poder decirles en personal lo que ahora les decimos en colectivo. Vendríamos seis mujeres zapatistas para cada una de ustedes: una pichita (que así les decimos a las que acaban de nacer), una niña, una jóvena, una adulta, una anciana y una finada. Todas mujeres, todas indígenas, todas pobres, todas zapatistas que te abracen fuerte, porque es el único regalo que podemos darte de vuelta [...]. Hermanas y compañeras: Este día 8 de marzo, al final de nuestra participación, encendimos una pequeña luz cada una de nosotras. La encendimos con una vela para que tarda, porque con cerillo rápido se acaba y con encendedor pues qué tal que se descompone.

Esa pequeña luz es para ti.

Llévala, hermana y compañera.

Cuando te sientas sola.

Cuando tengas miedo.

Cuando sientas que es muy dura la lucha, o sea la vida,

Préndela de nuevo en tu corazón, en tu pensamiento, en tus tripas.

Y no la quedes, compañera y hermana.

Llévala a las desaparecidas.

Llévala a las asesinadas.

Llévala a las presas.

Llévala a las violadas.

Llévala a las golpeadas.

Llévala a las acosadas.

Llévala a las violentadas de todas las formas.

Llévala a las migrantes.

Llévala a las explotadas.

Llévala a las muertas.

Llévala y dile a todas y cada una de ellas que no está sola, que vas a luchar por ella.

Que vas a luchar por la verdad y la justicia que merece su dolor.

Que vas a luchar porque el dolor que carga no se vuelva a repetir en otra mujer en cualquier mundo.

Llévala y conviértela en rabia, en coraje, en decisión. Llévala y júntala con otras luces.

Llévala y, tal vez, luego llegue en tu pensamiento que no habrá ni verdad, ni justicia, ni libertad en el sistema capitalista patriarcal.

Entonces tal vez nos vamos a volver a ver para prenderle fuego al sistema. Y tal vez vas a estar junto a nosotras cuidando que nadie apague ese fuego hasta que no queden más que cenizas. Y entonces, hermana y compañera, ese día que será noche, tal vez podremos decir contigo: “bueno, pues ahora sí vamos a empezar a construir el mundo que merecemos y necesitamos”.

Y entonces sí, tal vez, entenderemos que empieza la verdadera chinga y que ahorita como quien dice que estamos practicando, entrenando pues, para ya estar sabedoras de lo más importante que se necesita.

Y eso que se necesita es que nunca más ninguna mujer, del mundo que sea, del color que sea, del tamaño que sea, de la edad que sea, de la lengua que sea, de la cultura que sea, tenga miedo.

Porque acá sabemos bien que cuando se dice “¡ya basta!” Es que apenas empieza el camino y que siempre falta lo que falta. Hermanas y compañeras: Aquí, delante de todas las que somos aquí y las que no están pero están con el corazón y el pensamiento, les proponemos que acordemos seguir vivas y seguir luchando, cada quien según su modo, su tiempo y su mundo (...) Como ya lo vimos y escuchamos que no todas están contra el sistema capitalista patriarcal, pues respetamos eso y entonces proponemos que lo estudiemos y lo discutamos en nuestros colectivos si es que es cierto que el sistema que nos imponen es el responsable de nuestros dolores.

Si es que sale que sí es cierto, pues entonces, hermanas y compañeras, saldrá otro día el acuerdo de que luchamos contra el patriarcado capitalista y contra cualquier patriarcado.

Y claro decimos que contra cualquier patriarcado, no importa qué idea tenga, no importa cuál sea su color o su bandera. Porque nosotras pensamos que no hay patriarcado bueno y patriarcado malo, sino que son lo mismo contra nosotras como mujeres que somos.

Si sale que no es cierto, bueno, como quiera nos vamos a estar viendo para luchar por la vida de todas las mujeres y por su libertad y que ya cada quien, según su pensamiento y lo que mira, pues va construyendo su mundo como vea mejor.

¿Están de acuerdo de, en sus mundos y según sus modos y tiempos, estudiar, analizar, discutir y, si se puede, acordar nombrar quién o quiénes son los responsables de nuestros dolores que tenemos? […] Les proponemos el acuerdo de volver a reunirnos en un segundo encuentro el próximo año, pero no nada más aquí en tierras zapatistas, sino que también en sus mundos de cada quien, de acuerdo a sus tiempos y modos. O sea que cada quien organice encuentros de mujer es que luchan o como le quieran llamar [...] (Enlace Zapatista, 2018)

El continente trazado por las luchas antisistémicas de mujeres y feministas abren muchas paradojas y líneas por investigar y recorrer. La problematización del trabajo, las relaciones del poder geopolítico, la persistencia del imperialismo y del colonialismo, el imaginario del abolicionismo del régimen carcelario y la militarización, la denuncia de la precarización de las vidas de las mayorías, la denuncia del extractivismo y la defensa de los territorios y sus culturas, la consciencia ecosocial y el posicionamiento antirracista, antitransfóbico, antifronteras y contra la criminalización de los migrantes son sólo algunos de los “nodos” de esta constelación feminista. Pero al mismo tiempo anuncia una nueva forma de articulación teórico-práctica, académico-política, que busca dejar en el pasado cualquier refuncionalización sitémica del feminismo (Arruzza, Bhattacharya, Fraser, 2019).

Notas finales: cuando el cómo es el qué

Ha quedado perfilado el alcance de la plataforma discursiva y práctica enunciada por el sujeto político múltiple de los feminismos contemporáneos y las luchas de las mujeres. Sin embargo, su alcance, grado de intensidad y velocidad de diseminación, así como su apertura a incorporar otras experiencias y problemáticas en su horizonte no queda claro si no atendemos a la forma que la movilización social ha adquirido en, al menos, el último decenio.

Desde 2011, las multitudes conectadas han irrumpido en las plazas: la Qasba de Túnez y la plaza de la Perla de Manama, Barheim, la plaza Tahrir de El Cairo, la Puerta del Sol en el 15M en España, la plaza Syntagma de Atenas, el bulevard Rothschild en Telaviv, la ocupación de Wall Street en Nueva York multiplicada por todo Estados Unidos, el asalto de los jóvenes de las periferias urbanas en Londres, los estudiantes chilenos y canadienses en defensa de la educación, el #Yo-Soy132 mexicano en 2012, la plaza Taksim de Estambul en 2013, la protesta contra el alza en el transporte en Brasil, #OcupyCentral en el corazón de Hong Kong a fines de 2014; la Place de la Republique de París en #NuitDebout... En todas estas protestas y muchas otras, cada una con sus circunstancias particulares, la ausencia de liderazgos o de organizaciones centrales ha sido un denominador común. (Rovira, 2018: 226)

Y seguirán Chalecos Amarillos en Francia, la revuelta chilena, Black Lives Matter en medio de la pandemia en 2020. Movimientos no particularistas, que congregan a diferentes clases, generaciones, pertenencias culturales, y cuyo horizonte crítico es integral. La globalización de la lucha zapatista abre estas formas de luchas en red, y relanza la crítica al neoliberalismo después de un pasmo social (Millán, 2014). Son treinta años ya de transformación de la lucha social; quienes han estudiado el comportamiento de las nuevas multitudes y sus formaciones26 dejan ver que un nuevo tipo de materialidad social está en marcha. Podemos pensar en esto como una “globalización desde abajo” de las luchas y no de las economías; de la comunicación y de las redes dentro de los campos de los movimientos sociales.27

Las dimensiones culturales de la Internet (Castells, 2001, 2006, 2012), el impacto de las redes sociales en otras formas y prácticas de la organización social (Rovira, 2017), el ciberfeminismo y la cultura hacker (Boix, 2006) sin duda son un entorno que configuran las prácticas contemporáneas de muchos feminismos y organizaciones o colectivos de mujeres. Los movimientos de mujeres y feministas contemporáneos surgen de esas nuevas formas al mismo tiempo que las crean y recrean. Son un sujeto político múltiple ya no sólo por su interseccionalidad, sino también porque cuentan con legados históricos y herencias múltiples y que se recrean continuamente a un solo tiempo. Es quizá uno de los campos sociales donde mayormente se logra el dialogismo, la ruptura disciplinaria, el cruce de fronteras, la heterogloxia:

O feminismo se inventa e se reinventa a cada vez que surge uma nova feminista, a cada vez que surge um novo coletivo, a cada vez que as feministas produzem o feminismo que desejam, […] o feminismo de cada uma entra em jogo com os feminismos possíveis das outras mulheres, os feminismos preexistentes e que se recriam, se replicam, redefinem tempos e espaços e, ao mesmo tempo, relacionam-se ao “feminismo” em um sentido genérico. (Tiburi, 2018: 42)28

El tsunami feminista (Varela, 2020) es un proceso abierto, que no corresponde a la figura de lo Uno, ni de la unidad, sino al entramado y las constelaciones de lo común y de la presencia de la singularidad (Tiburi, 2018), constelaciones performativas (Rovira, 2017). Un tsunami referente a lo dicho por Rovira:

Se trata de multitudes que adquieren la forma de constelaciones performativas (Fuentes, 2015; Rovira, 2017) y que están enlazadas y crecen como redes libres de escala en Internet (Barandiaran y Aguilera, 2015: 175): no son redes distribuidas donde todos los nodos se conectan con todos, cumpliendo el ideal de horizontalidad absoluta, sino marasmos de redes de mundo pequeño que siguen una ley de potencia donde unos pocos nodos tienen muchas conexiones (los llamados hubs), mientras que la mayoría tiene pocas. Esta proporción inversa se mantiene relativamente constante, lo que varía es la distribución y combinación, que crece o aumenta de forma imprevista. Las redes libres de escala son las únicas que pueden crecer exponencialmente de forma autoorganizada, sin implosionar y sin comando central. (Rovira, 2018: 226)

La intencionalidad crítica de los feminismos funciona como operador teórico-práctico en el sentido de ser un contradispositivo, tendiente a confrontar y desactivar el dispositivo del poder heteropatriarcal capitalista y racista dominante. Al mismo tiempo, es un significante que se activa con el deseo y que va formando una trama o red de sentidos y posibilidades. (Tiburi, 2018). No es meramente un contradispositivo sino también un generador de sentido, es decir, de cultura y de mundo (Gil, 2011).

Quiero finalizar este artículo con la siguiente pregunta que hace Luna Follegati con motivo de la centralidad de la obra de Julieta Kirkwood para el feminismo chileno:

¿Cuándo hablamos de una tendencia feminista en la historia?, pregunta compleja, pero que quizás responde a tres aspectos: (1) apelando a la forma que toma el feminismo para su legitimación, (2) la índole de la transformación y (3) la apertura a otros problemas políticos. (Follegati, 2018: 93)

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1El concepto de feminismo(s) que propongo es el de un actuar/pensar “en” tensión, que emerge en contextos diversos, siempre contingente y situado, en relación con una diversidad de sentidos donde se articulan los poderes y las relaciones de privilegio —de raza, de clase, de género y más— que permiten subalternizar lo femenino, a las mujeres y sus prácticas, frente a un orden hegemónico androetnologocéntrico, y entre las mujeres y sus distintas posicionalidades como efecto de ese orden.

2LASTESIS convoca a ensayar un performance participativo que fue representado por primera vez el 18 de noviembre 2019 frente a la Comisaría de Carabineros en Valparaíso. Su impacto fue inmediato. El 25 de noviembre se replicó por cerca de 2 000 participantes frente a los tribunales de justicia. Se realizó también frente al Palacio de la Moneda, y en la acampada de Plaza Baquedano, renombrada como Plaza de la Dignidad. El 3 de diciembre LASTESIS Senior convocó a mujeres de más de 40 años a realizar el performance frente al Estadio Nacional chileno, excampo de concentración y tortura en el Golpe de Estado de 1973. Fueron 10 000 mujeres. La adaptación y replicación del performance ha sido global. Se ha traducido al mapuche, portugués, griego, euskera, catalán, gallego, asturiano, alemán, hindi, turco, inglés, francés y lenguaje de señas.

3Dafne Valdés, Paula Cometa, Silbia Sotomayor y Lea Cáceres son las cuatro integrantes de este grupo llamado LASTESIS, todas de 31 años, estudiantes de historia, artes escénicas y sociología, y se autoconvocan para generar incidencia política a través de las artes escénicas.

4Publicación de Instagram de @lastesis, 5 de diciembre de 2019. Transcripción original.

5Otra muestra contundente es el movimiento global contra el racismo y la brutalidad policiaca a partir del asesinato público de George Floyd en Mineápolis, Estados Unidos, el pasado 25 de mayo.

6 Massimiliano Tomba (2019) desarrolla el concepto de universalidad insurgente para reposicionar una comprensión no lineal de la historia, una historia constituida por una multiplicidad de temporalidades que se recombinan y reconfiguran en el momento de una insurgencia; lo hace abrevando de E. Bloch y su concepción de una historia multiversal, amplia, flexible y dinámica, así como del movimiento benjaminiano de considerar al pasado como vivo en el presente, de alguna forma como inacabado.

7La insurgencia zapatista en ese sentido nos haría pensar en la transición de los movimientos armados guerrillero sen América Latina, que por su arraigo comunal y territorial pudo instaurar gobiernos autónomos y desarrollar toda una forma distinta de reorganización y reproducción social. No se puede negar el impacto que las autonomías zapatistas, con sus procesos de descolonización, han tenido en los movimientos sociales urbanos que han ido ocurriendo tras el zapatismo contemporáneo.

8Por supuesto, está en ello la marca del mundo de las redes sociales y su ambivalente sentido; no será el tema a desarrollar en el presente escrito, pero sin duda no se puede pasar de largo el efecto que las redes producen en las insurgencias contemporáneas (ver Constante, 2013).

9Considerar la práctica de los(as) insurgentes como teoría en acción.

10Este ensayo no sólo es importante por marcar la entrada de la categoría “sistema sexo-género” en la literatura feminista sino también por proponer un método de trabajo feminista sobre los textos y las propuestas canónicas de las ciencias sociales. Marx, Lévi Strauss y Freud serán revisados por Rubin con un ojo crítico que muestra sus aportaciones y sus limitaciones para una ciencia social que tome en cuenta “las profundas diferencias entre la experiencia entre los hombres y las mujeres” (Rubin, 1986: 98).

11Trabajos como los de Dalla Costa y James, 1972; Federici, (2015) [1975]. Relación que es reinterpretada en la actualidad de forma muy importante, como se verá más adelante, en la teoría de la reproducción social, por un lado, y en el trabajo de los cuidados, por otro.

12Ha habido críticas al concepto sistema sexo-género, ya que se ha leído como sexo perteneciente al orden natural mientras que su construcción cultural sería el género; sin embargo, el texto de Rubin está plagado de referencias a la construcción histórica y cultural de las sexualidades.

13Al hacerlo, evalúa también los desarrollos que no considera particularmente relevantes para una crítica profunda y multidimensional del “género”, sino más bien prácticas que han permitido que se reduzca su capacidad analítica a una categoría descriptiva: género igual a mujeres, y más precisamente, las condiciones de las mujeres con relación a los varones.

14Pero le seguirán muchos más: el bárbaro, el extranjero, el de color, el indígena.

15Pensar el “desarrollo” del feminismo implica instalar de alguna forma la perspectiva lineal y progresiva del mismo. Prefiero la figura de la diseminación y proliferación que conecta con feminismos y luchas concretas, disimultáneas y que proceden de epistemes y ontologías políticas diversas.

17El “violentómetro” es un instrumento muy útil ya que permite reconocer violencias altamente normalizadas, por ejemplo, los celos y el control en el noviazgo, además de que posibilita observar rangos o círculos de peligro cuando se transita de este tipo de violencia a los gritos, los golpes y el encierro por parte de la pareja. Fue resultado de una investigación del Programa Institucional con Perspectiva de Género del Instituto Politécnico Nacional en 2009, denominada “Dinámica en las Relaciones de Pareja”, basada en una encuesta que se aplicó a más de 14 000 estudiantes de nivel medio superior y superior; en forma de regla, se presentan acciones que van escalando en peligrosidad y que se representan en colores y niveles de violencia (UPGPG, IPN, s.f.). También la caracterización y crítica al “amor romántico” han sido otros de los elementos que han surgido de esta crítica a la violencia altamente naturalizada que representa al amor como un sacrificio. Consignas como “si te pega, no te ama” son un espejo que quiere reflejar esta verdad atrás de lo que parecería ser “normal” en las relaciones de pareja. Todo ello ha ido modificando las expectativas que sobre todo las mujeres jóvenes están generando respecto a sus relaciones de pareja (ver Illouz, 2010; Flores, 2019).

18Susana Chávez Castillo fue una activista defensora de derechos humanos y poeta de Ciudad Juárez, donde fue asesinada el 6 de enero del 2011. “Ni una menos, ni una muerta más” retumba aún en los movimientos y organizaciones de mujeres contra el feminicidio en nuestro país.

19El Encuentro de Santa Fe, Rosario, en 2016 tuvo 70 000 asistentes. El de 2019 en La Plata tuvo 200 000.

20El Congreso Nacional Indígena surge en 1996, retomando el horizonte de autodeterminación de los pueblos que se reafirma con el levantamiento zapatista en el año 1994. En 2017 convocó a la formación de un Concejo Indígena de Gobierno (CIG), que tuvo como vocera a María de Jesús Patricio, quien participó en las elecciones del 2018.

21Lisístrata, de Aristófanes, es ya la huelga de mujeres como acción política en el siglo IV A.C., de manera interesante, contra la guerra de los varones. Tienden el puente entre las mujeres de Esparta y Atenas, y obligan a parar la guerra eterna entre estas dos ciudades-Estado.

22Selma James es una activista con una gran trayectoria: coordinó la Campaña por el salario para el trabajo del hogar en los años 70; tiene varias publicaciones, de las primeras con Mariarosa Dalla Costa, The Power of Women & the Subversion of the Community. Bristol: Falling Wall Press, 1972. Colaboró con la revolución bolivariana, publicó Introduction to Creating a Caring Economy: Nora Castañeda & the Women’s Development Bank of Venezuela, 2006. La huelga de mujeres durante 2000 y 2001 tuvo acogida en muchos países.

23Políticas contenciosas lo son también por las reacciones que provocan en las instituciones y gobiernos. En México, y debido a la polarización del campo político, el paro de mujeres fue leído como “contra el gobierno” y dio pie a interesantes posicionamientos. Los aliados que en otro momento hubiese tenido el paro se manifestaron en claro rechazo al mismo. Vale la pena señalar que mientras en otros países el paro de mujeres fue volver a tomar las calles, en nuestro país se asumió el vínculo y la solidaridad con las miles de mujeres desaparecidas, así la consigna fue Un día sin mujeres.

24Se refiere al edificio que se vino abajo lleno de trabajadoras textiles el 24 de abril del 2013, cerca de Dhaka en Bangladesh. Murieron 1 200 personas y quedaron heridas cerca de 2 000. Ello dio lugar al movimiento Fashion Revolution y la Asociación de Moda Sostenible en Europa entre otros movimientos de denuncia a la precaria condición laboral de las trabajadoras textiles en la industria de la fast fashion, y la consciencia del consumidor/a bajo la pregunta “¿quién hizo tu ropa?”

25El entrecomillado refiere a una designación que está cambiando por las propias naciones originarias de nuestro país que están posicionando sus nombres propios en tanto naciones y culturas, dejando ver que la designación “indígena”, como la de “indio” en su momento, sigue siendo la designación del poder que los agrupa y nombra en conjunto.

26Rovira adhiere al concepto de multitud de Paolo Virno (2003), quien diferencia multitud de pueblo, en una interesante deriva —que no exploraremos en este artículo— que pone en tensión lo Uno del pueblo con la pluralidad que persiste como tal en la escena pública, en la acción colectiva. Todo ello es importante para la comprensión contemporánea de las formas de lo político.

27La “globalización desde abajo” es un concepto analizado con relación a las economías informales y precarias, que también se articulan y globalizan (ver Alba, Lins y Gordon, 2015).

28“El feminismo se inventa y se reinventa cada vez que surge un nuevo colectivo, cada vez que las feministas producen el feminismo que desean, [...] el feminismo de cada una entra en juego con los posibles feminismos de las demás mujeres, los feminismos preexistentes que se recrean, se replican, redefinen tiempos y espacios y a la vez se relacionan con el ‘feminismo’ en un sentido genérico”. [Traducción de la Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales]

Recibido: 07 de Marzo de 2020; Aprobado: 11 de Agosto de 2020

Sobre la autora

Márgara Millán es doctora en antropología social y socióloga; se desempeña como profesora titular en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, UNAM, adscrita al Centro de Estudios Latinoamericanos. Sus líneas de investigación son: cultura y género, movimientos sociales, crítica a la modernidad y estudios sobre la discapacidad. Entre sus publicaciones más recientes se encuentran: Prefiguraciones de lo político (2018) Ciudad de México: UNAM/ Ed. del Lirio; “Por una sociología indisciplinada” (2019) Acta Sociológica (78); “Genealogías descolonizantes en los feminismos emergentes: el impacto de las mujeres zapatistas” (2019) Revista Punto Género (11).

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