SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.9 número20Globalización y producción campesina de alimentos en las zonas áridas de San Luis Potosí (México)Antonio García de León (2017). Misericordia. El destino trágico de una collera de apaches en la Nueva España. Ciudad de México, México: Fondo de Cultura Económica. 215 pp. índice de autoresíndice de assuntospesquisa de artigos
Home Pagelista alfabética de periódicos  

Serviços Personalizados

Journal

Artigo

Indicadores

Links relacionados

  • Não possue artigos similaresSimilares em SciELO

Compartilhar


Revista de El Colegio de San Luis

versão On-line ISSN 2007-8846versão impressa ISSN 1665-899X

Revista Col. San Luis vol.9 no.20 San Luis Potosí Set./Dez. 2019  Epub 14-Mar-2022

 

Reseñas

María Cristina Rosas González (2018). Los Simpson: sátira, cultura popular y poder suave. Ciudad de México, México: Centro de Análisis e Investigación sobre la Paz, Seguridad y Desarrollo Olof Palme, Universidad Nacional de Australia, Universidad Nacional Autónoma de México, Universidad de Columbia. ISBN: 978-412-8361-39-7. 469 pp.

Enriqueta Serrano Caballero* 

* El Colegio de San Luis. Doctorado en Ciencias Políticas. Correo electrónico: enriqueta.serrano@colsan.edu.mx

Rosas González, María Cristina. 2018. Los Simpson: sátira, cultura popular y poder suave. Ciudad de México, México: Centro de Análisis e Investigación sobre la Paz, Seguridad y Desarrollo Olof Palme, Universidad Nacional de Australia, Universidad Nacional Autónoma de México, Universidad de Columbia, ISBN: 978-412-8361-39-7. 469p.


Una de las grandes críticas a las disciplinas que se dedican a estudiar las dinámicas sociales en un plano global es que sus enfoques habituales se han concentrado en aquellos elementos que tradicionalmente se han asociado a los aspectos más visibles, directos, verticales y masculinos del poder, en especial los que atañen a las capacidades económicas y militares de los actores internacionales. Afortunadamente, los sesgos de esta visión han sido cada vez más cuestionados gracias a una serie de nuevas corrientes teóricas que han permitido visibilizar aquellos aspectos del poder que tienden a ser ignorados o subestimados, lo que ha hecho posible que la labor académica y los esfuerzos de activismo posean mejores herramientas para ser más críticos con la realidad en la que se insertan. La obra Los Simpson: sátira, cultura popular y poder suave responde a este panorama, pues arroja luz sobre un tema que suele dejarse fuera al momento de pensar los mecanismos de poder que se ejercen en el plano internacional: el rol del arte y la industria del ocio y entretenimiento.

La producción académica que procura comprender la relación entre el poder político y la cultura, entendida como el conjunto de prácticas y símbolos con significado social, ha ido cobrando una relevancia cada vez mayor, lo cual puede contextualizarse como parte del auge que las corrientes teóricas constructivistas han experimentado en las ciencias sociales y las humanidades desde las últimas décadas del siglo XX. El libro Los Simpson: sátira, cultura popular y poder suave, de la doctora María Cristina Rosas González, forma parte de la tradición intelectual que explora este vínculo y hace énfasis en una noción que resulta fundamental para comprender cualquier ejercicio de poder a gran escala: la cultura no es neutral. Esto quiere decir que cualquier expresión cultural, de forma implícita o explícita, responde a una interpretación particular del mundo y, por ende, reproduce ciertas narrativas sobre un “orden natural” de las cosas que busca imponerse y perpetuarse. Además, las manifestaciones culturales también pueden ser percibidas en ciertos contextos como herramientas con las cuales se busca resistir los esquemas de dominación imperantes.

Los Simpson: sátira, cultura popular y poder suave analiza la serie de dibujos animados “Los Simpson” desde el enfoque de las relaciones internacionales, para que estudiosos de estas y de otras disciplinas se involucren en el estudio de la cultura como poder suave a partir del estudio de series de televisión.

El libro se integra por cinco capítulos. El primer capítulo, “Cultura popular y alta cultura”, comienza por exponer la diferencia que hay entre lo que se conoce como “cultura popular” y la “alta cultura”. En este ejercicio, la autora guía al lector entre los argumentos de autores como Gramsci, Eco, Althusser, Adorno y otros, que debaten sobre la definición, el origen y los matices de lo que se denomina “cultura popular”, y los va hilvanando con su propio pensamiento. La lectura se introduce en algunos de las principales debates en torno a la noción de cultura popular, los cuales se han centrado en conceptualizarla en oposición a la alta cultura o cultura de élites, haciendo énfasis en ciertos rasgos que usualmente se le asocian, como su relación con los estratos sociales menos privilegiados, y su enfoque orientado a un consumo masivo cuyo disfrute demanda menos involucramiento intelectual o poca preparación académica del público, aunque también expone aquellos puntos de vista más contemporáneos que desafían esta separación dicotómica y parten de una posición relativista, en la que la línea entre una y otra se vuelve extremadamente difusa.

La autora presta especial atención a la propuesta de Umberto Eco respecto a la cultura popular en las sociedades hiperdigitalizadas, principalmente a la tensión que esta óptica advierte entre los apocalípticos, quienes tienen una visión agorera sobre la producción en masa de la cultura, sobre todo frente a las tendencias de avanzada de los “defensores de la cultura de élites”, y los integrados, o sea, las posturas optimistas que destacan bondades de la cultura popular como su carácter no elitista, la “democratización de la cultura” y el bajo costo de su producción. El debate entre apocalípticos e integrados se erige como marco para analizar la serie de televisión de dibujos animados “Los Simpson” como una creación específica de la industria del entretenimiento dirigida a los mercados de consumo, con una función de reproducción ideológica y social.

A lo largo de esta sección, el texto plantea preguntas que problematizan sobre lo que se ha escrito anteriormente, y recuerdan la complejidad del tema que se está tratando, así como la futilidad de querer encontrar respuestas definitivas a cuestiones abstractas y multidimensionales que están en constante proceso de deconstrucción. En este sentido, la autora, más que tomar una sola definición de cultura popular, ofrece una perspectiva amplia del concepto que se nutre con los puntos de vista de diferentes corrientes de pensamiento, incluyendo la teoría crítica, el marxismo y el feminismo, desde un enfoque interdisciplinario.

En el segundo capítulo, “Relaciones internacionales, cultura popular y poder suave”, la autora analiza la relevancia de la cultura popular a partir el concepto de poder suave. Profundiza en la cultura vista como un instrumento de dominio en el plano internacional. La lectura abre con una crítica bastante pertinente al campo de las relaciones internacionales al señalar el segundo plano al que el estudio de la cultura se ha visto relegado en esta disciplina. El texto prosigue con una discusión sobre el concepto de poder, y se apoya en un marco teórico propio de las relaciones internacionales, sobre todo en las propuestas de Joseph Nye y Zhu Majje, autores que han reflexionado sobre los diferentes recursos que los actores internacionales tienen a su disposición para la consecución de sus objetivos y la naturaleza cambiante del poder.

El término poder suave, acuñado por Nye, hace referencia a la capacidad que un actor tiene de influir en los demás a través de la persuasión y un despliegue atractivo de su cultura, valores e ideología. Se distingue de la coerción directa o poder duro por favorecer métodos de presión pacíficos y buscar que los otros actúen movidos por sentimientos de atracción, no mediante el hostigamiento. En el libro se hace una breve revisión de algunos estudios notables que han hecho el esfuerzo de cuantificar el poder suave de ciertos países. La autora hace una comparación de los criterios que fueron tomados en cuenta y el modo en el que se contabiliza el alcance que tiene la cultura. Vale la pena mencionar que el texto acompaña este análisis con una atinada discusión sobre las limitaciones metodológicas aplicadas a la hora de ponderar el poder suave, advirtiendo sobre la dificultad de medir elementos intangibles y tan subjetivos. No obstante, se subraya el hecho de que, aunque sea complicado calcular estos aspectos, no se justifica que sean pasados por alto, pues al minimizarlos se corre el riesgo de trabajar con un sesgo importante cuando se trata de examinar las dinámicas de la política internacional.

Así pues, Rosas González parte de la premisa de que las manifestaciones culturales son un componente esencial del poder suave, y aborda la asociación de estas con los distintos tipos de diplomacia que llevan a cabo los actores internacionales, incluyendo sus nuevas modalidades, es decir, la actividad diplomática que no tiene al Estado como protagonista central y que podría ser impulsada por actores con agenda propia que no necesariamente esté ligada a algún gobierno, por ejemplo, la diplomacia de las celebridades y la diplomacia corporativa.

La producción cultural, en sus distintas formas, ocupa un espacio de importancia decisiva en las estrategias gubernamentales encaminadas a impactar la opinión pública de acuerdo con sus intereses, tanto al interior de sus fronteras como en otros países. En este contexto, la autora llama la atención hacia la gran importancia de Hollywood como uno de los principales exportadores de las ideas y valores estadounidenses alrededor del mundo, en particular el individualismo anglosajón. Su nivel de influencia es tal que Hollywood ha servido en varias ocasiones de plataforma para acceder a las más altas esferas del poder político en Estados Unidos. El texto nos recuerda los casos de Richard Nixon, Arnold Schwarzenegger y el actual presidente, Donald Trump.

Hollywood y el conjunto de empresas alrededor del mundo que se dedican a la creación de contenido cultural a gran escala muy pocas veces son observadas como actores de las relaciones internacionales en sí mismas, con la capacidad de afectar las mecánicas sociopolíticas y económicas para favorecer a cierta parte o buscar su propio beneficio. Asimismo, las repercusiones políticas de las interpretaciones de productos culturales específicos no suelen formar parte de los análisis convencionales del escenario internacional. Es en este punto donde radica una de las contribuciones más importantes del libro, ya que diverge de la visión típica centrada en el Estado y las capacidades de este, y opta por apreciar un sistema en el que los flujos de poder son mucho más complejos.

Para comprender el impacto que “Los Simpson” han tenido en la sociedad estadounidense y en otras partes del planeta, el texto recurre a la explicación o compresión de figuras literarias como la sátira (en la producción literaria de occidente) y en su importancia en la industria del ocio y del entretenimiento de nuestros tiempos.

En el tercer capítulo, “Sátira y cultura popular”, se analiza el concepto de sátira -haciendo un recorrido histórico de este- como un estilo literario de comunicación que pretende mofarse de alguna situación o persona y su manejo en el caso de “Los Simpson”. La autora identifica el humor de la serie como “sátira corporativa”, pues la voracidad de las empresas en un mundo globalizado y su mercadotecnia obscena son temas a los que la serie seguido dirige su ingenio mordaz, a pesar de que es producida y le reporta ganancias económicas a una enorme multinacional. A lo largo del texto se hace referencia a esta contradicción, por lo que se traza una escena casi paradójica y pesimista: un mundo en el cual una de las grandes corporaciones, además de tener cada vez mayor dominio en el oligopolio del entretenimiento, elabora su propia crítica y encima le saca partido sin que eso afecte de alguna manera trascendental su poder e influencia.

En el libro se explica por qué “Los Simpson” son un producto cultural ecléctico que reúne características que pueden llegar a ser discordantes: la serie está destinada a una audiencia amplia y a la búsqueda del lucro, además es producida por Fox, una cadena de televisión que con frecuencia se asocia con valores conservadores o apocalípticos; sin embargo, su contenido se ha reconocido por incluir comentarios sociales que se valen del ingenio y la jocosidad para exponer al espectador a ciertas problemáticas sensibles que si fuesen tratadas de otra manera difícilmente hallarían un espacio en la discusión masiva, lo cual los alinea con las posturas de los integrados. De modo similar, la serie utiliza el humor con el fin de criticar el estilo de vida estadounidense centrado en la imagen y el consumo para revelar sus contradicciones. Esto implica que la serie cumple con una función social equiparable al rol que desempeñaba el carnaval en el medievo, las comedias de Moliere durante el siglo XVII y la práctica del culture jamming en las últimas décadas.

Como se ha mencionado anteriormente, la lectura comenta cómo “Los Simpson” echan mano de la guasa para visibilizar situaciones absurdas de la sociedad, pero no se limitan a bromear sobre las corporaciones; en la serie se pueden discernir ciertos mensajes que, aunque no sean manifiestos, transmiten nociones acerca del funcionamiento de las instituciones y el comportamiento de los individuos. Rosas González se da a la tarea de diseccionar el contenido de la serie para observar los mensajes que comunica más sutilmente; por ejemplo, la autora escribe sobre los personajes:

[…] participan en la política, lo que ratifica la importancia de la democracia, en particular, su versión estadounidense […] son tolerantes, a pesar de la diversidad étnica y religiosa de muchos de los habitantes de Springfield. Los chicos asisten a la escuela, destacando la importancia de la educación para la socialización y la reproducción de valores […] Las instituciones y los valores de la sociedad estadounidense, se dan por sentado (p. 185).

En el cuarto capítulo, “Ninguna serie de TV debería durar 30 años…”, se hace un recorrido por la historia de “Los Simpson”. Pese a que la serie tienen su continuidad asegurada solo hasta 2019, durante los más de 30 años que estuvo al aire, logró volverse un referente cultural reconocido en múltiples latitudes, continúa vigente, consiguió hacerse con millones de seguidores, sobrevivir a otras propuestas similares en la televisión y crear toda una industria paralela alrededor de su estilo gráfico y humorístico. Conforme avanza el texto, la autora va dando pistas acerca de las diversas condiciones que se reunieron en los momentos precisos para obtener este éxito, como que James L. Brooks, el productor responsable de la serie, contó con una extraordinaria libertad creativa que difícilmente hubiera gozado en otro momento, gracias a que en la década de 1980 la joven empresa Fox estaba apostando por proyectos innovadores que le permitieran hacerse notar entre sus competidores; también se diferencia de otras series por las temáticas que trata, como la crítica incisiva contra figuras públicas, la estrategia de reflejar desde la ironía las coyunturas históricas que se iban sucediendo al mismo tiempo que las temporadas de la serie, así como hacer constante referencia a marcas reconocidas o a situaciones cotidianas del estilo de vida de la clase media urbana de Estados Unidos.

En el capítulo final, “Los Simpson en México”, se hace una revisión de la profunda huella que la serie ha dejado en la cultura occidental, y en particular en México, tanto en términos de la contribución de mexicanos a “Los Simpson” como referencias a México en la serie. Con la ayuda de datos estadísticos, en esta sección se evidencia la magnitud de la producción de esta serie en comparación con otros proyectos del complejo televisivo de Estados Unidos. Entre los aspectos más interesantes del análisis está la comparación que la autora realiza de la recepción que la serie tuvo entre diferentes grupos poblacionales, que revela que el humor cáustico de “Los Simpson” se ganó el rechazo de las generaciones nacidas a principios del siglo pasado, mientras que logró cautivar a las generaciones nacidas entre 1960 y 1984, las cuales poseen un nivel educativo más alto que sus predecesoras y encontraban en la televisión su principal fuente de ocio. Pese a que se ha intentado siempre adecuarse al contexto histórico y tecnológico de cada época, la autora señala que la serie no ha generado el mismo impacto entre la población más joven o millennials, para quienes “Los Simpson” son solo una alternativa más del amplísimo abanico de opciones de entretenimiento dirigidas a ellos.

Vista la serie desde el fenómeno de la mundialización, el libro permite apreciar a “Los Simpson” en su papel de producto cultural que acompaña la expansión del capitalismo tras el fin de la Guerra Fría, pues el triunfo del modelo de desarrollo norteamericano explica el marcado espíritu postmo-derno que esta serie fue adquiriendo conforme fue madurando; postmoderno en el sentido de que, de acuerdo con la autora, el subtexto de la serie se enfoca en lo absurdo de la realidad, mientras mantiene una actitud pasiva ante el statu quo, pues nunca fue su intención promover un cambio o conseguir resolver las paradojas de las que se burla. Esto apunta a que la serie puede considerarse como un cuestionamiento a la narrativa global de desarrollo que emergió de manera absoluta a partir de 1989 y que quedó impresa en la obra de Fukuyama, El fin de la Historia, pero que al final tiene un mensaje derrotista: a pesar de todas las cosas, continúan igual, es decir, la actividad social se desarrolla de forma convulsa, sin un rumbo claro y sin que en el horizonte se vislumbre un desenlace.

Por lo anterior, el texto sugiere pensar a “Los Simpson” como un fenómeno nacido de la postmodernidad que va más allá de las clasificaciones tradicionales de la cultura, e invita a percibir la serie como una manifestación cultural heteróclita que se ha ido adaptando a los tiempos y que, si bien muchas de sus características la ubican claramente como un producto de la cultura popular, no necesariamente responde a las divisiones clásicas entre la alta cultura y la cultura popular, ni a la tensión entre apocalípticos e integrados.

Desde el estudio del escenario internacional, la autora apunta a la exportación que la serie ha hecho de la cultura estadounidense y al alcance que ha tenido alrededor del mundo, lo cual la posiciona, junto con todo el aparato Hollywoodense, como una herramienta de poder suave, que, si bien maneja múltiples elementos críticos, también es portadora de una interpretación específica del mundo asociada a la cultura de Estados Unidos, como lo prueba la ambivalencia o, en ocasiones, el conflicto que los mensajes de “Los Simpson” han provocado en otras sociedades del mundo, reacciones que también se documentan en las últimas secciones del libro. En este sentido, “Los Simpson” es un producto cultural que debe comprenderse dentro de las asimetrías de poder entre los actores del escenario internacional, especialmente los desiguales niveles de producción y consumo entre países.

Creative Commons License Este es un artículo publicado en acceso abierto bajo una licencia Creative Commons