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Boletín médico del Hospital Infantil de México

versão impressa ISSN 1665-1146

Bol. Med. Hosp. Infant. Mex. vol.70 no.1 México Jan./Fev. 2013

 

IN MEMÓRIAM

 

In memóriam Juan Luis González Cerna (1927-2013)

 

In memóriam Juan Luis González Cerna (1927-2013)

 

Alfredo Vizcaíno Alarcón

 

Departamento de Cardiología
Ex Jefe del Departamento de Cardiología (1970-2011)
Hospital Infantil de México ''Federico Gómez''
México D.F., México

 

Correo electrónico: avizca34@hotmail.com

 

En el Hospital Infantil de México ''Federico Gómez'' (HIMFG) se recibió el 2013 con la triste noticia de la desaparición dolorosa de uno de sus hijos predilectos.

Juan Luis González Cerna nació en México, D.F., el 10 de abril de 1927. Obtuvo su título de médico de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México y se entrenó como pediatra y cirujano pediatra en el HIMFG, donde adquirió la habilidad técnica y el ágil pensamiento académico que lo caracterizaron. No es de extrañar, por tanto, que le atrajera la cirugía cardiaca del niño, una incipiente especialidad que, en 1954, hacía solamente dos años que se había iniciado en Minnesota: en Minneapolis, con C. W. Lillehei, y en la vecina Clinica Mayo, con J. Kirklin. Para lograr la reparación a visión directa de las anomalías congénitas del corazón, Lillehei había utilizado originalmente la circulación cruzada, con el padre del paciente actuando como oxigenador. Subsecuentemente, él y Kirklin optaron por el empleo de la bomba de circulación extracorpórea.

En 1956, González Cerna es aceptado para entrenarse con Lillehei, junto con un grupo de futuros grandes cirujanos cardiovasculares, entre ellos Vincent Goth, Norman Shumway, Christian Barnard y, un poco después, Aldo Castañeda, testigos y partícipes todos del arranque de la Cirugía Cardiovascular Pediátrica.

A su regreso a México, para desarrollar en el ámbito del HIMFG la precisa tecnología del paro circulatorio con perfusión extracorpórea y no contando con el sofisticado apoyo de un grupo como el de Minneapolis, González Cerna tuvo que ensayar el método en decenas de perros, asistido por un noble cirujano pediatra, el doctor Berkowski, a la vez que entrenaba a su primera perfusionista, la señorita Nora Cobos. Sólo hasta que logró dominar a su entera satisfacción el complejo procedimiento, y apoyado por la excelente anestesia de la doctora Stella Melman, fue que inició en la clínica la cirugía abierta de las cardiopatías del niño en 1962.

Como su contraparte clínica, desde 1966, el autor pudo apreciar la precisión técnica de las intervenciones de González Cerna, precedidas de un minucioso y crítico análisis del diagnóstico y opciones de manejo, y seguidos de una total entrega al cuidado posoperatorio del paciente durante días o semanas, hasta lograr su sobrevivencia con un mínimo de morbilidad. Es en esta fase en la que se mostraba inflexible, exigiendo de todo el personal involucrado el máximo de entrega. Surgieron los primeros ''monitores humanos'' que recababan signos vitales cada 5 a 15 minutos en su unidad de recuperación: eran los ''desafortunados'' residentes de Pediatría y Cirugía Pediátrica que rotaban por su servicio. Muchos de ellos lo recuerdan duro, exigente, brusco, pero a la vez casi exhausto, de pie, junto a ellos, al lado del niño grave. Al cabo de los años casi todos coinciden en que su formación fue influenciada por un maestro ejemplar.

El mayor mérito de González Cerna fue demostrar que, sin contar con un equipo humano altamente entrenado ni los avanzados sistemas de apoyo de aquel entonces, los niños podían sobrevivir, y así ocurrió: del HIMFG surgieron las primeras casuísticas de cirugía cardíaca exitosa en niños de nuestro país.

Con los años, la Cirugía Cardiovascular y la Cardiología Pediátrica avanzaban inexorablemente. Cuando, en 1970, al fin se logró la anhelada corrección de las cardiopatías en el recién nacido y lactante menor usando la radical técnica de hipotermia profunda, que requería reducir la temperatura corporal hasta 16 °C, fue posible reparar a visión directa corazones muy pequeños. Siempre interesado en aplicar procedimientos de vanguardia, González Cerna viajó a Nueva Zelanda en los setenta para aprender el complejo método de uno de sus máximos exponentes, B. G. Barrat-Boyes. A su regreso intervino en el HIMFG a los primeros neonatos, corrigiendo sus malformaciones cardíacas, incluyendo algunas de gran complejidad.

Con estos logros era inevitable el reconocimiento de Sociedades y Academias. En 1992, culminó con la medalla ''Eduardo Liceaga'', que México otorga a sus profesionistas más distinguidos. Sin embargo, pese a sus éxitos personales, nunca cambiaron sus cualidades de honestidad y sencillez de trato.

A título personal debo decir que la identidad de propósitos de los dos departamentos, el de Cirugía Cardiovascular y el de Cardiología Pediátrica, nos tornó fieles compañeros, mutuamente respetuosos de los logros y tolerantes de los fracasos, que inevitablemente ocurren en la práctica prolongada de una especialidad tan demandante.

Sorpresivamente, González Cerna se despidió de la turbulencia del quirófano en 1999. Prefirió la tranquilidad de las estepas de Minnesota, lugar de origen de Joyce, su amada esposa, en verano, y en épocas de frío, la placidez de las playas de Culiacán, Sinaloa, donde reside su hija Marcela. En este último invierno este infatigable, prolífico, gran cirujano, alcanzó la paz eterna.

 

 

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