Introducción
La escultura prehispánica es uno de los medios visuales más importantes por los cuales tenemos conocimiento sobre las sociedades antiguas de Mesoamérica. No obstante, ¿cuál era el sentido de estas representaciones? Los contenidos que estos objetos arqueológicos revelan obedecen a intereses propios de las sociedades que los produjeron, y en este sentido, su significado va a ir orientado en relación con la manera de entender el mundo, sea cual sea la forma en la cual lo concebían. Lo cierto es que en muchas de estas sociedades, la cosmovisión obedece a las ideas emanadas de los estamentos dominantes, es decir, tanto de los gobernantes como de los grupos nobles y los artesanos especializados -ideólogos- partícipes del poder político y religioso en cada caso, y por lo tanto, pueden considerarse de carácter propagandístico (en la medida en que dichas ideas -ideología- permitía entender y explicar el Universo).
El mejor ejemplo quizá, son los mayas, donde es frecuente la presencia de esculturas que muestran a los gobernantes acompañados de cautivos de guerra, junto a inscripciones detalladas de acciones militaristas sobre otras sociedades, los cual permitió la expansión y crecimiento del poder político y económico de los vencedores (así como de su visión del mundo por el simple hecho de verse favorecidos en el ejercicio de la guerra). Para el Posclásico Tardío (1200-1521 dC), y particularmente con los mexicas, el discurso propagandístico emana desde diversas fuentes, y así, por ejemplo, se revela al imponer su cosmovisión sobre las provincias que conquistaron, reflejado en el culto a deidades antiguas de carácter estatal, como lo es la figura de Tláloc, quien era venerado en ceremonias públicas.
No obstante, la recuperación de Tláloc no fue el único recurso del cual los mexicas se valieron para hacer propaganda de sí mismos para justificar su poder político que, a final de cuentas se ostentaba en honor de Huitzilopochtli, sino que se desarrolló también a partir de la tergiversación de una diosa madre tének llamada Teem y su sustitución por un numen denominado Chicomecóatl, cuyo antecedente conocido más antiguo dataría del período Clásico Tardío o Epiclásico (700-900 dC) para la zona de Cacaxtla, en Tlaxcala (Márquez, 2015b, p. 223-225). De este modo, se explica el por qué abundan representaciones de Tláloc, Chicomecóatl y Macuilxóchitl-Xochipilli (concebido por ambos) en los sitios conquistados por la Triple Alianza, especialmente en los casos excepcionales donde las provincias se resistieron profundamente al dominio mexica, y como resultado, sufrieron de ocupaciones territoriales que posibilitaron una mayor sujeción política, religiosa y económica, más evidente en comparación con otras provincias donde no hubo necesidad de emplear estas estrategias.
La Sujeción Política de Tetzapotitlan
En el año de 1480 se consolidó el dominio mexica de Tetzapotitlan (Castillo de Teayo), tras años de rebeliones para romper la relación de subyugamiento dada por las acciones militaristas de la Triple Alianza (México, Texcoco y Tlacopan), iniciadas en 1444. Este evento quedó inmortalizado en el monumento 4 de Tetzapotitlan (Figura 1), único conocido de la cultura mexica que registra el sometimiento bélico en una provincia sujeta. Las acciones militaristas que permitieron consolidar el dominio mexica de Tetzapotitlan culminaron el día 1 Cipactli del año 1 Técpatl (3 de Febrero de 1480), pero iniciaron el día 13 Xóchitl del año 13 Ácatl (20 de Octubre de 1479) (Márquez, 2012a, 2013, 2017, 2019, 2020, 2021b). Una vez realizada esta conquista, surgen nuevas estrategias de dominación hacia esta localidad, muy distintas a otras que habían sido ya desarrolladas por la Triple Alianza, tal como lo son la imposición y la inculcación (Márquez, 2009, 2012a, 2012b, 2013, 2014, 2015b, 2017, 2021a, 2021b).
El dominio de la población tetzapoteca fue posible debido a la extracción de población varonil de la localidad, la cual fue sacrificada en el Templo Mayor de México Tenochtitlan en el año de 1487 (Márquez, 2012b, 2017, 2020, 2021b). En resultado, se enviaron familias nativas y varones de la cuenca de México para emparentar con las féminas tetzapotecas, cuya mano de obra era explotada a partir de la tributación obligada de mantas de algodón (Márquez, 2009, 2012b, 2013, 2014, 2015b, 2015c, 2017, 2019, 2020). Dicha ocupación territorial generó “la introducción de un nuevo discurso oficial, en el ámbito de las manifestaciones fenoménicas de orden estilístico y propagandísticamente religioso” (Márquez, 2015b, p. 32). Asimismo, requirió de un régimen político impuesto que permitiera una sujeción más déspota sobre la población, y para ello se colocaron algunos funcionarios como los cihuacóatl (Figura 2), segundos al mando en el aparato gubernamental típico de los mexicas (Márquez, 2015a, 2017, 2021a, 2021b).
La imposición de un sistema político, y de la invasión y colonización del territorio tetzapoteca acarreó consigo la celebración de nuevas festividades, pues la sujeción era necesaria no solo por la vía de la fuerza, sino por un aparentemente nuevo sistema de creencias que ideologizaron a las nuevas generaciones nacidas a partir del año de 1487 (Márquez, 2012b, 2017, 2020, 2021b). Estas festividades correspondían a las propias ideologías de quienes tenían y disponían del poder tetzapoteca en esa época, es decir, el aparato religioso se fundamentó en el culto a deidades propias de las fiestas de las veintenas mexicas las cuales, además, eran aprovechadas para enviar tributos hacia México Tenochtitlan. Parte de las nuevas deidades insertas en Tetzapotitlan fueron Tláloc y Chicomecóatl, desdoblamientos de los dioses de los mantenimientos mexicas (Figura 3). No obstante, el culto de otros númenes como Xipe Tótec también se hizo presente, más que nada, con la finalidad de imponer discursos de atemorización psicológica a las poblaciones sometidas, pues una de las finalidades del ceremonial de Tlacaxipehualiztli era el desollamiento de cautivos de guerra en ceremonias públicas donde se invitaba a gobernantes de provincias no sometidas al dominio de la Triple Alianza (Márquez, 2009, 2012b, 2013, 2015a, 2015b, 2017, 2020).
La Sujeción Religiosa de Tetzapotitlan
El dios Tláloc no era nativo de esta zona, pero tuvo amplia aceptación en varias regiones desde épocas tempranas como entidad representativa estatal, rigiendo sobre el agua; es decir, muy ad hoc con el modo de producción asiático, bajo el cual el control del agua se contiene a partir de la intervención de un aparato administrativo gubernamental que beneficia con este recurso a otras sociedades poseedoras de sus propias tierras. De este modo, se le puede asociar directamente con el poder político, pues a partir del establecimiento de alianzas se permitió la difusión de su culto, aunque decayó a partir del período Epiclásico o Clásico Tardío (600-900 dC), en el cual los cambios climáticos ocasionan la desestimación del poder político y religioso de los aparatos gubernamentales de tipo estatal en todo Mesoamérica. En Tetzapotitlan, no obstante, la población nativa era de origen tének, aunque también hay rastros de linaje tolteca que aun no están esclarecidos del todo (Márquez, 2009, 2012b, 2013, 2015b, 2017, 2020). Al consolidarse el dominio mexica, no obstante, el culto estatal en honor a Tláloc se revitaliza e impone mediante la celebración de las fiestas de las veintenas del calendario nahua (Márquez, 2009, 2012b, 2015b, 2017, 2020) (Figura 4). Los ideólogos del aparato estatal mexica se hacían revestir asimismo con las insignias propias de esta deidad para efectuar sus rituales, incluyendo el uso de mascarones colgantes que muy probablemente se emplearon en los usuales sacrificios de infantes (Figura 5).
Pero la conversión ideológica no fue mecánica, sino por el contrario, refleja una sustitución gradual de las creencias tének por las mexicas a medida que el paso de los años permeó en la ideología de la población tetzapoteca (Márquez, 2012b, 2013, 2015b, 2017, 2020, 2021b). Algunas esculturas femeninas incluso muestran una fusión de los rasgos de las diosas mexicas y tének (Figura 6), es decir, Chicomecóatl (caracterizada por la presencia del tocado amacalli con doble caída de papel al frente rodeando el rostro) y Teem (torso desnudo y manos hacia o sobre el vientre) (Márquez 2015b, 2021a). Es muy probable, de este modo, que los escultores tetzapotecas expresaran este modo de distinción cultural a partir de ocultar sus cánones de representación de manera intencionada, al ocurrir la manufactura de las nuevas representaciones motivo de culto, especialmente, las de carácter femenino, representantes de la tierra y su potencial reproductivo. Así, se explica el hecho de que algunas esculturas tetzapotecas de Chicomecóatl muestren ocasionalmente rasgos propios de la diosa tének Teem (Márquez, 2015b, 2021a, 2021b).
Teem, la vulva madre, la diosa de la tierra característicamente tének, procedente de Tetzapotitlan y de Teocihuatlan (Tihuatlán), tuvo que ser negada e incluso destruida a partir de la llegada del nuevo régimen, decapitándola (Figuras 7 y 8), como parte del discurso de poder mexica sobre la provincia sujeta. Se trató, de esta manera y por todas las maneras posibles, de destruir la ideología tének, ridiculizarla y tergiversarla (Márquez, 2009, 2015a, 2021b), como se observa en las fuentes documentales del siglo XVI, que nos informan de un numen cuexteca (tének) “que se alimenta de inmundicias, de basura” (Márquez 2021b). Hay en demasía un intento de los mexicas por exterminar todas las manifestaciones culturales propias de este pueblo tanto en época prehispánica como en la colonial, pues siempre se les refiere de manera despectiva, haciendo comentarios destructivos en torno de sus prácticas: por andar desnudos, consumir bebidas y embriagarse, practicar excesos sexuales y tener cabida para la homosexualidad (Márquez 2021b:39).
Hay quienes niegan, por su parte, que Chicomecóatl haya sido sustituto de la Teem, sugiriendo su origen en la propia región Huaxteca (la cual recordemos, abarca los Estados de Tamaulipas, Veracruz, Puebla, Hidalgo, San Luis Potosí, Querétaro e incluso Nuevo León), no obstante, esto se disipa al atender a piezas de extraordinaria rareza, como la Teem de Teocihuatlan que sostiene mazorcas entre sus manos (Figura 9). Se trata aquí de una señal inequívoca de que es ella quien sostiene en el imaginario a los grupos tének, y no otras deidades, pues no existen en la Huaxteca otras representaciones de Teem con la manifestación de este rasgo, el cual, cabe decir, no era necesario, pues se entendía, culturalmente hablando, que al regir sobre la tierra, ella disponía para los tének la productividad del maíz y otras semillas importantes, como el pipián (Márquez 2015b).
Al predominar Chicomecóatl en la escultura, y ya destruidas las esculturas de la diosa Teem en Tetzapotitlan, se impuso ideológicamente un discurso oficial que debía ser respetado, públicamente, en las ceremonias, por la población nativa de Tetzapotitlan (Márquez 2009, 2015b, 2017, 2020, 2021b). Las Teem, no obstante, parecen haberse seguido produciendo por las mujeres tetzapotecas a partir del modelado de arcilla, particularizando todas sus representaciones de acuerdo con las manos productoras (Figura 10 y 11). Es muy probable, a su vez, que esta producción oculta de manifestaciones de Teem se esparciera por todas las provincias sometidas de la Huaxteca meridional, pues otras provincias cercanas muestran la presencia de estas figurillas, como es el caso de Papantla y Cuyuxquihui (Márquez 2015b).
Estas figurillas posiblemente fueron utilizadas para continuar rindiendo culto a la diosa tének a escondidas, en el ámbito privado y aun a costa de arriesgar la vida por intentar mantener su propia cultura. Se trata, cabe decir, del último esfuerzo de las mujeres tének por impedir a todas luces la desaparición de sus manifestaciones ideológico religiosas, la cual se desconoce a ciencia cierta si tuvo éxito, pues para ello se requiere del análisis de unidades habitaciones tetzapotecas prehispánicas (Márquez, 2012b, 2015b, 2021a). Las nuevas diosas femeninas, producidas en masa por los artesanos mexicas a partir de moldes, tuvieron menor aceptación entre los pobladores, y muy probablemente fueron consumidas por quienes habían llegado a colonizar y someter a los tetzapotecas, como parte normalizada de sus construcciones culturales (Figura 12). La producción en masa de figurillas de molde como objeto de culto, parece ser una práctica remanente, a su vez, del Estado teotihuacano, es decir, se relaciona con la gestación de un nuevo orden estatal que no culminó su proceso. Aunado a la proliferación de figurillas de deidades femeninas propias de los mexicas, cabe decir, ocurren también de manera ocasional tipos cerámicos propias de los grupos en el poder en el Altiplano, como lo son la Azteca III Negro sobre Anaranjado y la Rojo Texcoco (Márquez 2009, 2015a, 2017, 2019, 2020).
¿A quién sustituyó entonces el dios Tláloc de los mexicas? Precisamente a la contraparte de la diosa Teem, el anciano Mam, el abuelo, el que rige sobre la lluvia y el trueno para la región tének o Huaxteca (Márquez 2015b, 2017, 2020, 2021a, 2021b). Es posible, a su vez, que muchas de sus representaciones hayan sufrido estragos similares a los de las esculturas de la diosa Teem, sobreviviendo algunos pocos ejemplares en arenisca, de dimensiones menores (Figuras 13 y 14) y que probablemente eran veneradas en compañía de su pareja Mam por los tetzapotecas, en lugares secretos o escondites, especialmente, para evadir el orden religioso impuesto por los mexicas (Márquez 2015b, 2017, 2020, 2021a, 2021b).
El hijo de ambos ya no era el Dhipak tének, quien representaba al maíz, sino que también encontró un sustituto en la plástica mexica, a partir de la elaboración de esculturas de Macuilxóchitl-Xochipilli (Figuras 15 y 16), las cuales se asocian usualmente con palacios donde residían los grupos nobles (Márquez 2015b). Esto demuestra, en esencia, que los sustitutos de los númenes nativos no lo fueron en su esencia, como reflejo de aspectos de la propia naturaleza coadyuvantes de la supervivencia humana, sino solo en su apariencia ante los ojos de los escultores, quienes miraban el mundo a partir de un sistema de creencias propio de su constructo cultural.
Conclusiones
Tetzapotitlan constituye un caso de estudio único en Mesoamérica debido a las particularidades que enfrentó a lo largo de su historia con motivo de la defensa de grupos invasores de la Triple Alianza desde el año de 1444, y su posterior derrota definitiva hacia el año de 1480. Esta situación refleja que con el paso de los años el poder bélico de los tetzapotecas cedió, y fue menguado también con la estrategia de esclavizar a sus habitantes varones y sacrificarlos en México Tenochtitlan en el año de 1487. Esta extracción intencionada, así como el envío de población del Altiplano a Tetzapotitlan no modificó la extracción de tributos, pues la mano de obra explotada regionalmente era la de las mujeres, quienes debían cumplir en el pago de cierta cantidad de mantas cada 80 días, es decir, cada 4 veintenas, en las cuales los grupos en el poder celebraban a sus propias deidades en festividades públicas.
La relevancia económica de Tetzapotitlan, para la época señalada, fue única, debido a que se trata de la provincia con mayor tributación de mantas de algodón, en comparación con otras poblaciones de la Costa del Golfo, producto con un altísimo valor de uso en época prehispánica, especialmente en las tierras frías del Altiplano. La instauración de una nueva población, a su vez, ocasionó un deterioro de la cultura tének, pues el régimen cultural impuesto se perpetuó ideológicamente a través del poder económico, político y religioso. Los cultos de las deidades locales (Mam, Teem y Dhipak), en consecuencia, fueron relegados a espacios encubiertos en la vida cotidiana y en sitios recónditos, en tanto las pertenecientes a los grupos en el poder (Tláloc, Chicomecóatl, Macuilxóchitl-Xochipilli y Xipe Tótec) debían ser adorados públicamente. Esta situación, cabe decir, tuvo impacto regional, pues Tetzapotitlan se encontraba justo en medio de las provincias de la costa y de las tierras altas de la Huaxteca meridional (Márquez 2021a), razón por la cual los festejos propios de los mexicas debieron ser acatados por quienes desearan mantener sus relaciones comerciales a gran escala.