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Debate feminista

versão On-line ISSN 2594-066Xversão impressa ISSN 0188-9478

Debate fem. vol.63  Ciudad de México  2022  Epub 02-Maio-2023

https://doi.org/10.22201/cieg.2594066xe.2022.63.2323 

Reseñas

La potencia feminista de Verónica Gago y el pensar situado desde una huelga de mujeres

Patricia Sánchez Aramburu* 
http://orcid.org/0000-0001-8062-7433

*Posgrado de Estudios Latinoamericanos, Universidad Nacional Autónoma de México, Ciudad de México, México. Correo electrónico: psanchezaramburu@comunidad.unam.mx

Gago, Verónica. 2019. La potencia feminista. O el deseo de cambiarlo todo. ., Madrid: Traficantes de Sueños,


Verónica Gago (1976) es una politóloga argentina, doctora en Ciencias Sociales, docente en la Universidad de Buenos Aires y en la Universidad Nacional de San Martín. Autora de La razón neoliberal. Economías barrocas y pragmática popular (2015) y editora de La Internacional Feminista (2020). Forma parte del colectivo Ni Una Menos, que desde 2015 ha protagonizado el movimiento feminista argentino y cuya influencia se ha expandido a otras luchas de mujeres en América Latina. Como parte del colectivo, Gago ha desarrollado una línea de investigación militante en la que debe leerse La potencia feminista. O el deseo de cambiarlo todo. Publicado en 2019 por la editorial Traficantes de Sueños en la colección Mapas, el libro reúne ensayos políticos sobre la nueva composición del trabajo, la movilidad entre fronteras y las transformaciones urbanas. El colectivo Ni Una Menos se reconoce heredero histórico de los Encuentros Nacionales de Mujeres, de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, y de las luchas por los derechos humanos de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, de las piqueteras y de la comunidad LGBTIQ, por lo que despliega una agenda política popular, transnacional y progresista que retoma su nombre de la frase “Ni una mujer menos, ni una muerta más”, de la poeta y activista feminista mexicana Susana Chávez, asesinada en 2011.

Dividido en ocho partes, que están en sintonía con el 8M, día del Paro Internacional de Mujeres, La potencia feminista propone un pensar situado que toma como punto de partida la huelga de mujeres para abrir debates sobre temas cruciales para el feminismo actual como la heterogeneidad del trabajo y de sus formas no asalariadas, las violencias contra las mujeres y los cuerpos feminizados, el femicidio, las nuevas formas neoliberales de explotación, el extractivismo y el endeudamiento.1 El dominio de Gago en el campo de la economía feminista y sus habilidades ensayísticas se suman en este libro que, sin renunciar a la profundidad teórica, está escrito para ser leído por cualquier tipo de persona. Al identificar la potencia como una teoría alternativa al poder y como una reivindicación a la indeterminación, Gago nos advierte desde la introducción que la potencia a la que apela está arraigada en el cuerpo que la contiene y destaca con ello la centralidad que ocupa el cuerpo, tanto en lo individual como en lo colectivo, en su propuesta política.

En el primer capítulo propone una teoría política a partir de la huelga feminista. Gago parte de la experiencia de 2016 para preguntarse qué ocurre cuando una huelga se piensa desde un lugar que no es el de la clase. Las respuestas (porque son varias) sirven para revelar cómo la huelga le permitió al movimiento feminista argentino politizar las violencias contra las mujeres y los cuerpos feminizados al vincularlas con las violencias del capitalismo contemporáneo y mapear la heterogeneidad del trabajo, visibilizando y valorizando sus formas precarias, informales, domésticas y migrantes; procesos que han conducido a la elaboración de una visión colectiva diversa del trabajo, el territorio y el conflicto. Mientras que la huelga obrera se relaciona con lo masculino, las tareas de producción, el paro laboral y el salario como dispositivo, la huelga feminista nos ofrece un escenario de cuerpos femeninos y feminizados, tareas de reproducción y marcas de la división sexual del trabajo, un paro que sirve para plantearse qué es el trabajo, que no se puede limitar a lo producido en la fábrica, y que, además de la lucha contra el capitalismo, debe sumarse la lucha contra el patriarcado. Como experiencia, nos explica Gago, el movimiento feminista argentino tuvo que reconceptualizar en estos años las nociones clásicas de trabajo y huelga y redefinir quiénes son l*s sujet*s productiv*s hasta concluir que “la forma de explotación organizada por el salario invisibiliza, disciplina y jerarquiza otras formas de explotación” (p. 59). Después de leer el capítulo inicial, se entiende el contexto en que el movimiento feminista argentino ha alcanzado radicalidad y masividad, y es que se ha tomado el tiempo -como lo testifica el libro de Gago- de utilizar la huelga para ubicar y denunciar las formas actuales de explotación y extracción de valor.

En el segundo capítulo, Gago parte de la afirmación de que existe una guerra “en” y “contra” el cuerpo de las mujeres. El uso de la categoría de guerra le permite pluralizar la definición de violencia machista y vincularla con el conjunto de violencias que a nivel estructural afectan a la región, además de que revela la urgencia para el movimiento feminista de definirse como anticolonialista y antineoliberal. Actualiza la hipótesis política de Silvia Federici de la caza de brujas para ubicar los nuevos cuerpos, territorios y conflictos sobre los que se practican estas violencias. Para la politóloga, son cuatro las escenas que están en la base de los femicidios: 1) los efectos de la crisis de la figura del varón proveedor; 2) la organización de nuevas violencias como principio de autoridad en los barrios populares a partir de la proliferación de economías ilegales; 3) la desposesión y el saqueo de tierras y recursos comunes perpetrados por transnacionales, y 4) la articulación de formas de explotación y extracción de valor que se dan en la financiarización de la vida social. Destaca también en este capítulo la crítica que hace Gago a la unidimensionalidad del discurso de la trata como racionalidad que victimiza y pasiviza las trayectorias de las mujeres. Considero que este capítulo es uno de los más importantes de todo el libro, porque mapea, enlista y vincula las diferentes violencias que se dan contra las mujeres y los cuerpos feminizados en América Latina, y muestra la urgencia de un feminismo transnacional para enfrentarlas, además de que problematiza la trata, y presenta los efectos negativos de los discursos victimizantes de instituciones gubernamentales y ONG.

En el tercer capítulo, “Cuerpo-territorio: el cuerpo, campo de batalla”, se analiza la trascendencia de la noción cuerpo-territorio que los feminismos indígenas y comunitarios han utilizado contra los proyectos extractivos y la aportación que representa para el feminismo internacional al desliberalizar la noción de cuerpo como propiedad individual y dotarla de una dimensión política y epistémica como territorio. El concepto también valoriza los saberes del cuerpo sobre cuidados, autodefensa, ecología y riqueza. Aquí, Gago teoriza sobre el neoextractivismo: explica la lógica extractivista como una nueva forma colonial de despojo y explotación y amplía la noción de extractivismo más allá de las materias primas y de los territorios campesinos e indígenas hacia territorios urbanos. En el cuarto capítulo, la autora continúa con su denuncia de las formas específicas de explotación de las mujeres y los cuerpos feminizados y propone prácticas de desacato y transformación del orden capitalista, colonial y patriarcal. A diferencia de la economía clásica, nos recuerda Gago, la economía feminista no centra su análisis en la organización del capital, sino en cómo se organiza la reproducción de la vida colectiva y por qué el ocultamiento de la reproducción ha servido a los procesos de valorización en términos capitalistas; así explica cómo el endeudamiento se ha convertido en la forma privada en que se gestiona la pobreza en la actualidad (p. 142).

En el quinto capítulo, “Asambleas: un dispositivo situado de inteligencia colectiva”, se manifiesta el carácter de investigación militante del libro. La autora revisa cómo las asambleas producen huelgas en tanto procesos políticos y generan potencias, como la de evaluar situaciones, desplegar capacidades estratégicas y hacer operativas estas decisiones. Propone pensar en las asambleas como cocinas donde se preparan diagnósticos, se producen nuevas imágenes de contrapoder y se desafía la fe en el Estado y su monopolio de la política.

En el sexto capítulo, Gago retoma su tesis sobre las aportaciones de los feminismos latinoamericanos al movimiento feminista mundial de los últimos años y reitera que su arraigo y territorialización en luchas específicas han sido un ejemplo. Asegura que lo transnacional del movimiento feminista en nuestros días radica en que no tiene el Estado como su centro, sino el encuentro de diferentes luchas, y declara a la ubicuidad del movimiento como su verdadera fuerza:

Lo transnacional ahora anudado a lo plurinacional deviene adjetivo: no tiene como sustantivo al Estado sino al encuentro de luchas. Y por eso mismo no se trata de una “integración” progresiva de demandas, sino de una dinámica que se expande en la organización de los paros internacionales: una radicalización en la manera de nombrar que no responde a una lista de identidades o a un puro gesto retórico, sino a una constelación de luchas que se encuentran y se traman, potenciándose (p. 193).

Así, los territorios domésticos, auténticas prisiones para las mujeres en el pasado, han comenzado a transformarse en espacios políticos donde se discuten las cadenas de cuidado y las formas de invisibilización del trabajo reproductivo, y son denunciados como los lugares en que se han tenido que absorber los costos de la falta de infraestructura pública y la privatización de servicios sociales propias del neoliberalismo. En el séptimo capítulo, “Contraofensiva: el espectro del feminismo”, Gago enumera y analiza la contraofensiva que se ha desplegado contra los feminismos en la región, y repasa sus tres principales líneas: eclesial, moral y económica. Mientras escribo este texto, meses después de que en Argentina se aprobó la Ley de Interrupción del Embarazo, el panorama de los logros del movimiento feminista en este país -también conocido en la opinión pública como La marea verde- es esperanzador sin que por ello se deban menospreciar las acciones de la contraofensiva implementada por la Iglesia católica en barrios populares, narrada por Gago, o la contraofensiva económica que afecta a millones de mujeres y cuerpos feminizados en toda la región como resultado de la implementación de políticas neoliberales que han profundizado la crisis del salario y aumentado el trabajo feminizado y precario.

El libro cierra con ocho tesis sobre la revolución feminista que sintetizan la valiente y pertinente revisión del movimiento que hace Gago. La conclusión central es que la huelga ha dejado de representar una historia eurocéntrica de la clase obrera, masculina, asalariada y blanca, para comenzar a visibilizar a los invisibles del capitalismo, los cuerpos feminizados del trabajo reproductivo, comunitario y migrante. Así, las huelgas del siglo xxi tienen como protagonistas otros cuerpos y se dan en otros territorios, en los que se evidencia la heterogeneidad del trabajo vivo y la necesidad de que las luchas anticapitalistas, anticolonialistas y antipatriarcales se encuentren y se potencien unas a otras. Con imaginación y audacia, la autora hace de La potencia feminista un aquelarre en el que se conectan las ideas de figuras destacadas del feminismo latinoamericano, como Raquel Gutiérrez Aguilar, Silvia Rivera Cusicanqui, Rita Segato, Dora Barrancos, con las ideas surgidas al calor de las luchas cotidianas de mujeres anónimas de diferentes generaciones o países de la región a las que une el deseo de cambio.

1Gago utiliza la palabra “femicidio”, aunque para las lectoras mexicanas el término más frecuente sea “feminicidio”, acuñado por la activista Marcela Lagarde desde la década de 1990 para referirse al asesinato de mujeres en razón de su género.

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