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Cuicuilco. Revista de ciencias antropológicas

versão On-line ISSN 2448-8488versão impressa ISSN 2448-9018

Cuicuilco. Rev. cienc. antropol. vol.30 no.86 Ciudad de México Jan./Abr. 2023  Epub 25-Set-2023

 

Reseñas

De la emoción al intelecto

María Eugenia Chávez Arellano1 

1Universidad Autónoma Chapingo

Varese, Stefano. Antropología del activismo y el arte del recuerdo. 2018. UNAM, México:


Stefano Varese es un antropólogo ítalo-peruano con una basta producción académica, la cual atestigua su experiencia y profundo conocimiento de los pueblos –ahora llamados originarios– de la Amazonia peruana y de América Latina. Actualmente, es profesor en la Universidad de Davis California, Estados Unidos, pero realizó estudios doctorales en Perú, a donde llegó muy joven y se convirtió en su país adoptivo.

El libro que aquí comento, Antropología del activismo y el arte del recuerdo, fue publicado por la Universidad Nacional Autónoma de México, pero existen otras ediciones. Es necesario señalar que leerlo me ha llevado a refrendar mi oculta idea de que la vida académica es enorme y que no se reduce a la escritura de papers.

Tuve conocimiento del maestro Stefano Varese hace ya varios años (a finales de los años 80 e inicio de los 90), durante el tiempo que cursé mi doctorado en antropología. El primer texto que leí de Varese fue uno escrito en los años 70 –veinte años antes que yo lo leyera y por cierto en una década en la que él y su compañera de vida tuvieron que dejar Perú debido a los golpes militares que sucedieron en Sudamérica–. En este texto, el autor incorporaba al inicio una cita de Herni Lefebvre que aludía al dilema (que quizá muchos comparten y tal vez algunos no tienen) que, como académico y estudioso de la realidad social, se planteaba entre fortalecer y consolidar las instituciones existentes o “cambiar la vida”, en este caso la vida de los indígenas de Latinoamérica. Defender lo múltiple. Una nota al indigenismo [1978], anterior al México Profundo del maestro Guillermo Bonfil Batalla (que yo había temerariamente criticado como estudiante de maestría), me regaló algunas de las ideas sobre las que escribí mis dos tesis: la de maestría y la de doctorado. Pero como no es caso analizar esta situación, comenzaré por señalar que, en el libro Arte del recuerdo, reconocí la generosa, cálida y reconfortante escritura del autor.

Son muchas las experiencias que las y los antropólogos han compartido por escrito acerca de su hacer y estar en trabajo de campo, de hacer antropología. Desde la clásica, obligada e imperdible lectura de Nigel Barley [1983], los relatos muy sentidos de Renato Rosaldo [1991] o los textos de las siempre agradables relatorías de colegas coetáneos (o al menos contemporáneos) de la Escuela Nacional de Antropología e Historia o cualquier otra institución en la cual se ejerce la antropología.

No me refiero a las experiencias hechas libros o artículos que han ido conformando la literatura académica base del conocimiento de las muchas alteridades estudiadas. Me refiero a las experiencias de quienes se atreven a escribir para dar cuenta de su vida personal a través del desarrollo de su vida académica.

El trabajo de campo en sí mismo, que por cierto no es un concepto que aparezca en el texto de Varese, ha sido objeto de polémicas tales que pueden haberlo elevado al rango de una teorización un poco innecesaria para su definición, hasta haberlo relegado a una simple arena de aplicación de técnicas e instrumentos de recolección de información. Pero más allá de esto, el trabajo de campo es la fuente primordial de la etnografía. Este libro es un ejemplar etnográfico en todo sentido.

La lectura de este libro sin duda resultará evocativa en muchos sentidos: primeramente, debido a la experiencia acumulada a través de textos que dan cuenta del surgimiento y consolidación de la antropología mexicana, sus avatares y sus derroteros; por el descubrimiento de las alteridades y que necesariamente se mueven de manera efervescente en la realidad descubierta a golpe de contrastes; pero, sobre todo, por la manera ejemplar de compartir una historia vivida como aquella que comprueba que no se es solo académico, investigador, hijo, esposo, padre o un andante de las muchas geografías del mundo, somos personas enteras cuya biografía se encuentra históricamente determinada y que esa historia también define en mucho los andares en la vida toda desde nuestros orígenes.

Una primera asociación que hago a la luz de la lectura de este texto es con la antropología de la experiencia en la escritura de Victor Turner y Edward Bruner. El primero señala que contar las experiencias permite poner en circulación el repertorio vital de quien las vive, de manera que la experiencia contada –por escrito en este caso– se convierte en una forma de expresar lo más significativo de la vida, las decisiones y los derroteros construidos a lo largo de ésta. La expresión de lo vivido, señala Bruner, “nunca está aislada ni es un texto estático, siempre implica una actividad procesual […] una acción enraizada en una situación social con personas reales en una cultura particular en un momento histórico dado” [1986: 7]. Por eso, cuando en alguna parte del texto en cuestión Varese subraya que: “En estas reflexiones a posteriori reconozco que en cuanto individuo soy el resultado de un proceso colectivo que suma en tiempo y espacio las voluntades diversas de personas y comunidades a quienes conocí o con quienes nunca interactué salvo en pensamiento y sentimientos” [2018: 168], como lectores podemos reconocer también su enorme capacidad de diálogo consigo mismo, con sus asociados y con su permanente tarea de comprensión e interpretación de las realidades que han sido objeto de interés a lo largo de su vida.

El texto de Varese es sin duda una impronta de la actividad antropológica en América Latina. Y lo profundamente sincero de sus relatos constituye un viaje obligado para quien alguna vez ha tenido una experiencia cercana con los pueblos y las culturas ahora llamados originarios.

Antropología del activismo y el arte del recuerdo es un libro autobiográfico, pero también antropológico y una lección de historia. Por supuesto, puede y merece tener muchas lecturas, tantas como el número de personas que lo hayan leído o lo leerán; de manera que en este caso lo que les comparto es justamente mi lectura y la manera en que desde mi experiencia personal y académica adquiere sentido.

Dicho lo anterior, me parece pertinente destacar cuatro ideas o cuatro nodos por llamarles de algún modo, que resaltan en el libro de Varese:

Primero, todo lo que corresponde a su vida personal desde la infancia hasta la adultez, en cuyo relato queda delineada de tal manera que no deja duda sobre la importancia que tienen las experiencias personales en la definición de las acciones a lo largo de la vida. Varese relata de manera grata y fluida, pero muy lejos de lo simple, la forma en que las vivencias infantiles y de la adolescencia se permiten reaparecer en etapas de su vida de juventud y adulta para dar sentido a decisiones importantes. Tal vez un migrante precoz que incorpora afablemente lo nuevo, lo reelabora, lo resignifica y lo hace suyo y a veces se conflictúa, tal como lo narra en el siguiente episodio a propósito de su llegada a Perú por primera vez:

Ahora estaba asentado en el bienestar de América, lejos de Turín, de la inhóspita casa de los abuelos, en lo que me parecía ser la promesa de una buena vida burguesa rodeado de la miseria india, chola y mestiza del Perú que yo cuestionaba con toda mi radicalidad, dejando sin embargo intacta mi posición de clase en un juego ambiguo de mi conciencia pudiente. Aun hoy, después de 40 o 50 años, vuelvo a encontrar indemnes esas contradicciones que aún cargo en algún rincón de mi conciencia sin poderlas resolver en la dialéctica de mis emociones. [Varese 2018: 78-79]

Los abuelos, la guerra, la separación de sus padres, lo compartido con las hermanas mayores y hermanos menores, todas ellas experiencias y vivencias que resuenan en hechos tan relevantes como la decisión respecto de qué estudiar o hacia quién se inclinó su empatía personal, académica o política durante su aprendizaje de antropólogo y cómo se situó a lado de los subalternos sin dejo de condescendencia. El antropólogo, el político y activista que se erige sobre un vendedor de libros, un músico y un joyero, por fortuna malogrados, puede ser identificado como ese viajero que a través de sus “prácticas de desplazamiento”, según James Clifford [1997] va dando significado a sus acciones cotidianas.

Un segundo elemento a destacar es el que se relaciona con su formación académica. Varese se inicia en la investigación y por lo tanto en el conocimiento de los pueblos indígenas de la Amazonía a través de las fuentes escritas, específicamente las fuentes históricas de los archivos religiosos, entre otros. Pasa después a un trabajo de encuentro más cercano con los pueblos, en donde su trabajo in situ, diría Malinowski, lo enfrenta –como él mismo lo señala con modestia– con un aprendizaje constante, no de la alteridad en primer lugar, sino de la tarea de aprender a ser antropólogo, cosas que en el último de los casos vienen de la mano. Esa afirmación no puede ser menos que significativa en una persona que logró una comprensión profunda de la vida de las culturas de la Amazonía, de la forma en que estas culturas ven e interpretan al mundo y de cómo se relacionan con la naturaleza, pero que también entendió que las relaciones de intercambio y culturales que iba logrando desentrañar para sí mismo, develaban una importante trama “que ponía al pueblo asháninka en el centro de una historia de siglos de resistencia india a los intentos españoles y peruanos de ocupación y sumisión” [Varese 2018: 99]. Una historia de resistencia como la de tantas otras culturas de la América indígena que pervive hasta nuestros días. Pero no son únicamente los pueblos amazónicos, son los pueblos oaxaqueños y los pueblos indígenas estadounidenses quienes, como parte de su experiencia holística, le nutren los recuerdos, los análisis y las reflexiones que entrañablemente nos comparte.

Tercero. La vida profesional no académica o lo que es lo mismo, su incursión en la política de un régimen militar que, pese a ello, le representó una oportunidad para “infiltrar algunas ideas y prácticas sociales y culturales en el campo de las etnias indígenas de la Amazonia que […] nunca se habían aceptado y ni siquiera considerado” [Varese 2018: 124]. Especialmente ante el reto de quizá minimizar un poco la violencia con que las políticas de un régimen anterior habían despojado a las comunidades. La prologuista del libro destaca la importante “implicación que tuvo Stefano en la reforma agraria” encomendada durante el gobierno del general Juan Velasco. “En el terreno de la ciencia solo posee personalidad quien se entrega pura y simplemente a una causa”, escribió Weber [1980: 195], una causa puramente académica y desprendida de la pasión por la política. Afortunadamente Varese tenía una causa y le sobraba pasión. Aún conserva ambas, estoy segura.

Un cuarto nodo tiene que ver con su paso al activismo. Un paso que él denomina un “salto emocional e intelectual” y que sitúa con fecha precisa en 1971, a partir de una reunión internacional convocada en la isla de Barbados, donde se emiten dos importantes documentos, específicamente uno conocido como La declaración de Barbados y un libro traducido a varias lenguas. En el primer documento se cuestiona a los Estados nacionales y las políticas indigenistas, a las misiones religiosas y a la antropología misma, para reivindicar el derecho que tienen “las poblaciones indígenas de experimentar sus propios esquemas de autogobierno, desarrollo y defensa sin que estas experiencias tengan que adaptarse a esquemas económicos y sociopolíticos [dominantes, ya que] están presentando claramente vías alternativas a los caminos transitados por la sociedad nacional” [Declaración de Barbados 1971: 5]. La denuncia de los etnocidios indígenas y de su situación de “explotación y opresión” a través de textos antropológicos develó para el grupo firmante de la Declaración, en palabras del autor, “lo peligroso y amenazador que podía ser” [Varese 2018: 168] esta actividad.

Esta época de activismo y denuncia coincide con lo que, parafraseando a Darcy Ribero, Varese identifica como la “nueva conquista imperial” que implicó no únicamente ataques bélicos y de despojo hacia los pueblos amazónicos, sino golpes militares en diversos países de Sudamérica patrocinados por los Estados Unidos, lo que corresponde con lo que llama “la década perdida” entre el neofascismo en América Latina y los golpes de Estado.

Sin embargo, el activismo del autor ha estado presente en todo su trabajo académico, también en sus escritos basados en su conocimiento de la vida y concepciones del mundo de los diversos pueblos indígenas con quienes tuvo contacto, los cuales proporcionan no solo una descripción profunda de los elementos simbólicos que definen las relaciones económicas y sociales de las culturas, sino también de las formas de explotación, así como de sus formas de resistencia y pervivencia.

Estamos ante un libro nutrido de conocimientos, sentimientos, honestidad y anécdotas, como aquella en que Luigi Varese –su hermano– le cuenta que uno de los dirigentes indígenas de la Amazonía, donde tuvo tantos interlocutores, nombró a su hijo Destefano Varese, como un reconocimiento a que siempre los apoyó. Pero no es un texto solemne, sino rico en la forma de su escritura y a veces harto divertido, a veces harto conmovedor, pero siempre seductor. Un texto cuya lectura debería obligar a repensar las maneras de ver a los otros y a las otras, de generar conocimientos no encerrados en el “en sí” o el “para sí” sino en la intención dialógica de construir narrativas más significativas.

La actualidad del texto es innegable. Todavía estamos, permanentemente, en un contexto de discriminación y exclusión, en que todo aquello que obstaculice, real o simbólicamente, el progreso y el desarrollo lineal debe ser relegado. Las culturas indígenas, originarias o como quiera llamárseles, de América Latina, han estado sujetas, como en su momento lo señaló Bonfil, a una polaridad que ha confrontado lo occidental con lo indígena y que devino un proyecto dominante, autoritario, cuya lógica sigue encontrando en los grupos étnicos sobrevivientes un obstáculo para su realización. Los pueblos indígenas siguen enfrentando el genocidio, los despojos y el desplazamiento.

Hace tiempo, Rodolfo Stavenhagen [1994] señaló que las dos tendencias ideológicas del indigenismo en México se habían colocado en discursos diversos. Una de ellas, dentro del discurso nacionalista y evolucionista, cuya acción era de intención integracionista en nombre del progreso y desarrollo. La otra, de corte marxista, apuntaba a la desaparición de los indígenas en nombre de la lucha de clases. En ambos casos, el principio de exclusión racista se veía revestido y justificado por la inevitabilidad del crecimiento y desarrollo económicos. En este caso resulta altamente reconfortante reconocer en el texto de Varese algo de un discurso marxista poco ortodoxo, troskista en algunas expresiones, que ya poco aparece en las disertaciones actuales sobre la realidad social.

Son imperdibles los relatos propiamente etnográficos y sería un lujo de lectura para el estudiantado de antropología que quisiera acercarse un poco a la manera en que alguien con mucha “imaginación sociológica” hace uso de sus notas de campo, sus recuerdos y su capacidad de escucha, su capacidad de diálogo, su escritura y su “memoria constructiva”, como escribiera Clifford [1997]. Ninguna de estas cosas es fácil, se requiere pasión, sensibilidad y compromiso, pero también una consistente preparación académica.

El texto también da cuenta, desde lo personal, de la necesidad de poner sobre la mesa el papel de la racionalidad científica y los postulados del empirismo rampante –digo yo– que a veces convierte a los académicos y estudiantes en meros colectores de números e información, eso sí muy bien organizados, pero de una frialdad escalofriante.

En realidad, es un libro que bien cabría en el rubro de la autoetnografía, ahora puesta un poco de moda por el Grupo de Investigación Cualitativa de la Universidad de Illinois en Urbana-Champaign. Pero es preciso subrayar que los aportes de este texto son invaluables. Rescataría que, pese a ser un documento antropológico e histórico, tal como lo apunté al inicio, por fortuna se aleja de los cánones de la cientificidad y reivindica –no sé si intencionalmente o sin proponérselo– una tradición comprensiva-interpretativa que quiere hurgar en los significados y sentidos de las prácticas culturales desde la subjetividad del autor, pero también con un compromiso social invaluable. Con este texto, Varese, como una bifurcación venturosa de la etnografía interpretativa, salta a la escena compartiendo sus experiencias personales en el proceso de creación de conocimientos culturales. De aquellas cosas que en los escritos formales no aparecen, que quedan por imaginar y que fácilmente podrían quedar en la invisibilidad por parecer cosa menor.

No resulta fácil resumir el complejo contenido de un libro entrañable por sus revelaciones y muchas confesiones; por su accesibilidad de lectura y su abundancia de información. Un texto como este debe ser leído íntegramente para tener una idea amplia no solo de los derroteros personales y profesionales del individuo, sino para comprender en su justa dimensión la manera en que los “esquemas” de la experiencia –a la manera de Schütz– dan sentido y significado al mundo de la vida. Un mundo donde convergen personajes y eventos relevantes.

Estamos ante un autor de cultura translocal [Clifford 1997], ante un antropólogo que tiene la virtud de poder articular en sus análisis y reflexiones los procesos locales con los globales, en términos de relaciones, en términos procesuales. Un autor que magistralmente camina entre la escritura científica y el arte de narrar las entradas, salidas y permanencias con la alteridad y consigo mismo.

Referencias

Barley, Nigel 1983 El antropólogo inocente. Editorial Anagrama. Barcelona. [ Links ]

Bonfil, Guillermo 1989 México Profundo. Una civilización negada. Editorial Grijalbo. México. [ Links ]

Bruner, Edward 1986 Experience and its expressions, en Anthropology of Experience, Victor Turner y Edward Bruner (eds.). University of Ilinois Press, Chicago: 3-30. [ Links ]

Clifford, James1997 Itinerarios transculturales. Editorial Gedisa. Barcelona. [ Links ]

Declaración de Barbados 1971 Primera Declaración de Barbados: Por la liberación del indígena. <https://www.servindi.org/pdf/Dec_Barbados_1.pdf>. Consultado el 17 de marzo de 2023. [ Links ]

Stavenhagen, Rodolfo 1994 Racismo y xenofobia en tiempos de la globalización, México. Estudios Sociológicos (34), enero-abril: 9-18. [ Links ]

Rosaldo, Renato 1991 Cultura y verdad. Grijalbo. México [ Links ]

Varese, Stefano 2018 Antropología del activismo y el arte del recuerdo. UNAM. México. [ Links ]

Varese, Stefano 1978 Defender lo múltiple: nota al indigenismo. México. Nueva Antropología III (9), octubre: 33-48. [ Links ]

Weber, Max 1980 El político y el científico. Alianza Editorial. Madrid. [ Links ]

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