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Cultura y representaciones sociales

versão On-line ISSN 2007-8110

Cultura representaciones soc vol.15 no.29 Ciudad de México Set. 2020  Epub 07-Mar-2022

 

Sección temática (dossier)

Representaciones socioespaciales del espacio público desde de la perspectiva de la territorialidad. El caso de las plazas del Centro Histórico

Socio-Spatial representations of public Space from a territoriality perspective. The case of public squares in the Historic Center

Raúl Romero Ruiz1 

1Profesor-investigador del Departamento de Sociologia de la Universidad Autónoma Metropolitana,Unidad Iztapalapa. Correo:oldanromero@gmail.com


Resumen

Como parte de los procesos urbanos al interior de la ciudad contemporánea, la concepción de “espacio” y, particularmente, el “espacio público”, se ha convertido en un elemento de imprescindible interés común. Ante su reconfiguración en la escena pública, se ha trabajado en entender qué es aquello que viene ocurriendo en su interior y, al mismo tiempo, cómo estos cambios impactan en la construcción de nuevas prácticas, discursos y significaciones a través de sus relaciones sociales, políticas y culturales que se instauran, y cómo ocurre ello en la vida cotidiana. En este texto se presenta una propuesta teórico-metodológica desde las Representaciones socioespaciales (RSE) o toporepresentacionessociales, como alternativa contemporánea de reconocimiento y estudio de la ciudad y sus espacios, basada en el anclaje construido desde la territorialidad.

Palabras clave: Representaciones socioespaciales; territorialidad; topofilias; topofobias; toponegligencias

Abstract

As part of urban processes within contemporary cities, the concept of “space” and, particularly, that of “public space” has become an essential element of common interest. Research has been carried out to help understand what is happening within them and how these changes impact the construction of new practices, discourses and meanings through the social, political and cultural relationships that are established, as well as how this occurs in everyday life. In this text, a theoretical-methodological proposal is presented using social Socio-Spatial Representations (RSE), or social topo-representations, as contemporary alternatives for recognizing and studying the city and its spaces, based on the anchorage built from the point of view of territoriality.

Keywords: Socio-spatial representations; territoriality; topophilia; topophobia; toponegligence

Introducción

En los procesos urbanos al interior de la ciudad contemporánea, el “espacio” y particularmente el “espacio público”, se ha convertido en un elemento de imprescindible interés común. Al respecto, se constata la preexistencia amalgamada de miradas sobre esta dimensión en la ciudad, heredadas de un pensamiento moderno, en un entramado de posiciones prescritas sobre su concepción, colmadas de pretensiones univocas y polarizadas, casi siempre unilaterales en su intervención. Sin embargo, particularmente en los últimos años, estas nociones se han puesto en entredicho (Staeheli y Mitchell 2007, 163), y en este proceso resulta fundamental considerar, para una mejor comprensión de la espacialidad contemporánea, la perspectiva de las Representaciones Socioespaciales con base en una multiplicidad relacional de la territorialidad, que incluye a quienes producen y/o consumen el espacio público, así como al espacio mismo.

Bajo esta mirada es que en este texto se presenta una aproximación teórico-metodológica con la intención de poner en juego los distintos componentes posibles, que integran los procesos de socio-espacialidad de las plazas públicas del Centro Histórico de la CDMX (perímetro A), en la configuración de sus representaciones. El objetivo central de este estudio consintió en dar cuenta de los componentes que integran los procesos de socioespacialidad entre las plazas públicas del Centro Histórico de la CDMX y al menos dos principales grupos caracterizados: quienes producen y quienes consumen el espacio público en estos sitios, y en esa medida, identificar y modelar la ruta de sus representaciones socioespaciales. Se parte de una base teórica que considera simétricamente los distintos planos del espacio en una condición múltiple o hibrida que interrelaciona las visiones concebidas, practicadas y vividas sobre el mismo. La posibilidad de esta integración es conseguida con base en la perspectiva de la territorialidad, que de manera focalizada permitió el análisis de estos sitios bien localizados y delimitados como nodos de asociación y de relacionalidad. Para el tratamiento metodológico, se aplico el “Análisis Prototípico y Categorial de Representación Social” del Pierre Vergès (1992) y el método etnográfico múltiple, ambos fueron centrales en el rastreo, identificación y análisis del entramado que configuran estas plazas; rastreando su sentido de lugar que es un componente esencial de la territorialidad, bajo la mediación de tres de sus categorías operativas, la topofília, la topofóbia y la toponegligencia. Finalmente, la evidencia de esta trama de territorialidad, establecida por dichos grupos, se configuró en una suerte de esquemas rizomáticos de posturas encontradas y al mismo tiempo, su reconocimiento colectivo, lo que caracterizó sus representaciones socioespaciales. Asimismo, resultó insoslayable el papel que el espacio jugó para su reconocimiento y estudio.

El texto está organizado en seis acápites. En el primero se presenta la base teórica de fondo, que abarca simétricamente los distintos planos del espacio en una condición múltiple o hibrida, que interrelaciona las visiones concebida, practicada y vivida sobre el mismo. En este apartado se da cuenta de ello como perspectiva central para el estudio del espacio y, por tanto, como fundamento epistemológico de partida para su delimitación teórico-metodológica en las RSE.

En el segundo se desarrolla una deconstrucción conceptual operativa como extensión al fundamento epistémico del primer apartado teórico, a decir, la territorialidad. Se presenta un breve recorrido que permite visualizar el tránsito que han tenido los enfoques sobre esta construcción conceptual y sus niveles, asimismo, su vinculación con la Teoría de las Representaciones Sociales. De manera puntual, el desarrollo de dicha teoría en cuanto a su aporte metodológico a la mirada espacial en la línea de las figuras territoriales: topofilia, topofobia y toponegligencia, como ejes de anclaje representacional que los grupos de estudio construyen sobre su espacio de vida y su espacio social (Di Meo 1996).

El tercero corresponde a la descripción del caso de estudio; se desarrolla una revisión de la concepción y sentido de la ciudad, que se reconocen de mejor forma a través del recorrido de sus espacios urbanos, consistentes en la cotidianeidad armónica de su funcionamiento; es decir, la experiencia del espacio vivido es una dimensión central para el encuentro con la ciudad y sus componentes.

El apartado número cuatro está dedicado al tratamiento metodológico; se desarrolla una perspectiva con miras analíticas al rastreo del proceso de espacialidad, identificado y configurado en una toporepresentación social. Para ello, se desarrollaron dos fases de identificación y recolección de evidencia en las plazas publicas tratadas: a) Se utilizó como método el Análisis Prototípico y Categorial de Representación Social, desarrollado Pierre Vergès (1992). Para la recolección de la información, se propuso a los usuarios de estos espacios una tarea de asociación libre de palabras, evocadas a partir de una frase inductora. Con base al análisis del fundamento lexicográfico y sus resultados sobre el núcleo central de representación, se construyeron los indicadores espaciales empíricos; b) Etnografía múltiple; rastreo de información diversificada, de fuentes múltiples en relación con dos grupos de actores previstos en el proceso de espacialidad a decir, practicantes del espacio y productores del espacio, asimismo, la identificación y construcción de datos relacionados directamente con el espacio físico de las plazas.

En el apartado cinco se presentan los resultados y la discusión. Con base en la información rastreada, se llevó acabo el análisis de codificación y asociación de figuras de territorialidad, ya mencionadas anteriormente, a fin de evidenciar el entramado toporepresentativo de la figura de plaza pública para cada grupo de actores identificado. Se analizó y visualizó el núcleo central de la red semántica del análisis de Vergès y se elaboraron cartografías analíticas que concentran de manera sistemática el análisis de la información recabada en el proceso de etnografía múltiple. Con el apoyo de software especializado en el tratamiento de datos mixtos, fue posible concentrar la diversidad de información y fuentes relacionadas con el espacio físico de las plazas, los usuarios y los productores de estas.

Por último, se presentan algunas reflexiones que dan cuenta, por un lado, del papel fundamental que las Representaciones Socioespaciales juegan en el estudio de las ciudades y el reconocimiento de su constante reconfiguración; se confirma que el espacio es una dimensión insoslayable en el estudio de las RSE, toda vez que constituye un nodo-pivote entre los actores sociales y el reconocimiento de sus percepciones e imaginarios colectivos, asimismo, se reflexiona sobre la territorialidad como el cauce mediante el cual se vierte y es reconocida la trama del imaginario social y sus geograficidades.

Una visión híbrida sobre concebir, practicar y vivir el espacio

Es innegable la preexistencia amalgamada de múltiples miradas interpretativas sobre la dimensión del espacio público en la ciudad, heredadas de un pensamiento moderno, en un entramado de posiciones prescritas sobre su concepción, llenas de pretensiones univocas y polarizadas, casi siempre unilaterales en su intervención. Sin embargo, particularmente en los últimos años, estas nociones se han puesto entredicho (Staeheli y Mitchell 2007, 163), y en este proceso, se posibilita la reflexión acerca de la ciudad y sus espacios desde distintos derroteros en dialogo.

Desde una visión crítica marxista, Henri Lefebvre, plantea que este espacio-receptáculo inscribe un tipo particular de relaciones sociales que condensa además de relaciones, valores de uso que satisfacen necesidades sociales (1976, 69). La actividad humana, considerada como trabajo en general, produce su espacio en donde se especifica; pero al mismo tiempo, es espacio producido para ser consumido, es valor de uso. Advirtiendo la diferenciación de funciones que han tenido esos espacios ocupados a través de la historia, resalta su diferencia específica a partir de los contenidos especializados: “espacio- político, espacio-comercial, espacio-industrial, espacio-obra de arte” (Lefebvre 1981, 74). Entre los años setenta y ochenta, lo espacial es presentado como producto de lo social. Por primera vez se considera más o menos explícitamente, la idea de una producción social del espacio.

En relación con esta inclusión, Lefebvre propone una “teoría unitaria del espacio que articule lo físico, lo social y lo mental” (1981, 86) la perspectiva territorial de las acciones sociales permite conciliar estas categorías en un todo socioespacial. Lefebvre pretende que advirtamos que el espacio no es simplemente un parámetro o etapa de las relaciones y acciones sociales, sino que el espacio es operante en el vínculo de éstas. Discute que las dualidades tradicionales del espacio físico y del espacio mental están conectadas por los procesos de la producción del espacio, especialmente porque éstos se determinan con las prácticas socioespaciales que él funda en la experiencia material de relaciones sociales en la vida diaria.

Lefevbre considera que el “espacio se produce y se reproduce con intenciones humanas, aun cuando también se originan consecuencias inesperadas e incluso cuando el espacio restringe e influye a ésos que lo producen” (1981, 87). Bajo esta premisa crítica, desde los estudios humanistas de la geografía, se advierte un importante hilo retomado por Edward Soja, en relación con esta composición tripartita del espacio (Soja 1996, 127), una tentativa de asumir la complejidad que caracteriza la configuración cotidiana de los espacios vividos. Siempre en la búsqueda de acabar con lo que él considera un aislamiento periférico de la geografía con relación al estudio del espacio. De acuerdo con el autor, se mantiene constantemente en boga revolucionar desde las llamadas “nuevas geografías y praxis espaciales” (Soja 1996, 128). Su pensamiento resulta en muchos casos, un mosaico lleno de términos sobre el imaginario espacial; considera que el espacio juega un papel fundamental en el devenir; rompe con el dualismo de espacio “concebido-percibido” aseverando que en esta dupla existe una incapacidad de captar la complejidad de la experiencia vivida. Por tanto, para Soja, el tercer espacio es una nueva perspectiva con elementos para cambiar, en términos prácticos, la espacialidad humana.

Hasta este punto, es sustantivo señalar que las miradas vertidas, corresponden al giro espacial, que, en el marco de la modernidad, han emergido en los derroteros de las ciencias sociales. Ha quedado aclarado que el espacio no se limita a un mero contenedor a la manera euclidiana de modos y formas de organización, no es solo un receptáculo o escenario de flujos y movilidad de personas o productos, más que eso y de manera prominente es un cúmulo de prácticas y acciones fácticas, materializadas, pero también de percepciones, significados y de relaciones simbólicas entramadas por los distintos entes que construyen la espacialidad. Luego entonces, esta construcción constituye una visión de ciudad, y en este sentido la manera en que se concibe, practica y significa el espacio.

Consideremos entonces los puntos clave de la reflexión, a decir, una mirada que incluya el espacio concebido (absoluto), percibido (relativo) y vivido (simbólico), de manera alternante; asimismo, una reflexión que considera una revisión más profunda ontológicamente del concepto del espacio desde los enfoques performativos y antiesencialistas, particularmente del espacio público en la ciudad moderna (Staeheli y Mitchell 2007).

Como se puede notar, la inclusión de los distintos planos del espacio, desde sus distintas fuentes relacionales, se convierten en un entramado que contribuye, de manera justificada, a entender el espacio público como un plano minucioso de sentido, pleno de elementos como lo emotivo, el devenir, la materialidad, lo discursivo, la planeación, el encuentro, etcétera. En este punto es en el que la perspectiva de la territorialidad, plano del siguiente apartado, contribuye al rastreó de estos elementos entramados en toporepresentaciones, a través de sus figuras de territorialidad.

En la tabla 1 se esquematiza la propuesta de esta perspectiva en un sentido incluyente, como línea de análisis teórico-conceptual.

Tabla 1. Perspectiva de abordaje para la RSE 

Espacio Características Visión Nivel
Concebido Regulado, controlado oficializado Racional Discursos
Percibido Prácticas y usos, formas materiales de los entes en el espacio Pragmática Hechos
Vivido Subjetividad e impronta social del espacio Interpretativa Motivaciones y significados
Híbrido Incorporación de las anteriores Integración de las anteriores Toporepresentaciones

Fuente: Elaboración con base en los presupuestos teóricos.

Territorialidad y representaciones socioespaciales

En el abordaje del espacio compuesto o híbrido, es sustantivo considerar que, al entenderlo como socialmente construido, se desarrolla en el escenario territorial y el desafío será identificar la conexión entre la lógica espacial de las partes y componentes involucrados. Para Lindón y Hiernaux (2010, 338), la experiencia espacial integra ininteligiblemente tanto las prácticas (recorridos, tránsito), como la información (clasificaciones) y la subjetividad (valoración), “en una totalidad aún no del todo comprendida”. A partir de ello se profundiza en la comprensión de la relación de mutua contención de los planos espaciales, para denotar los elementos constitutivos de la territorialidad como ejercicio, expresión y sentido (heterogeneidad, reconocimiento interno y externo, simultaneidad, movilidad y cambio).

Mientras los actores sociales marcan, habitan, transforman y se apropian del espacio, lo van configurando y reorganizando, de acuerdo con sus relaciones dentro del mismo, dicho territorio afecta y transforma a los seres que lo habitan y se constituye en parte vital del hombre. De esa manera trasciende sus características, hasta convertirse en ese lugar donde se gestan las identidades y pertenencias y se realiza la personalidad (Raffestin 1993, 48), por ejemplo, las representaciones constituyen la mediación que permite sustantivar el territorio a partir del espacio, la dimensión espacial constituye su condición y fundamento, pero como una abstracción que se concretiza a través de la acción de un “actor sintagmático” que es realizador de un proceso.

Entonces el espacio, una vez representado, ya no es espacio sino territorio, resultado de un proceso de territorialización. Bajo esta misma perspectiva, para Rogerio Haesbaert “El territorio es el resultado de un proceso de territorialización que implica un dominio (aspecto económico-político) y una apropiación (aspecto simbólico-cultural) de los espacios por los grupos humanos” (2006 47). Por tanto, la territorialidad es este vasto proceso de relaciones e interacciones que, a nivel de la espacialidad, implica una permanente circulación de ideas y visiones del mundo, estereotipos e identidades, cultura, saberes, materialidad y prácticas.

La medida de territorialidad esta dada por la serie de relaciones que los actores sociales establecen con el entorno. Lo que implica que la “territorialidad es lo que une al sujeto con su lugar” (Lindón 2006, 68). Esta aproximación a la territorialidad, siguiendo el apartado anterior, se puede fundamentar desde el espacio concebido, la más conocida y tratada, la del uso del espacio desde su funcionalidad y su deber ser, una mirada de lo racional y sus discursos sobre su utilidad y función geométrica. Por otro lado, desde la práctica en términos del espacio percibido, es decir, con referencia a los espacios frecuentados y recorridos por los sujetos, los espacios en los cuales se cristaliza su existencia mediante la práctica, los hechos facticos y su materialidad como parte del espacio mismo. La última, desde su significado en términos de los espacios vividos, es decir, además de conocer los espacios desde su condición racional y el para qué están diseñados, este plano se refiere a cómo son pensados, imaginados, y qué significado o sentido se les otorgan, de acuerdo con el marco de los espacios simbólicos constituidos y reafirmados por el imaginario (Di Meo 2000, 122).

Al pensar la territorialidad en estas formas superpuestas, es posible aprehender el sentido de representación social de la espacialidad. Los espacios de vida son el lugar donde se despliegan las prácticas cotidianas y se constituyen en espacios vividos por el significado que toman para el sujeto o el sentido, que representa un colectivo a través de los escenarios construidos en este sitio, así como las generalizaciones desplegadas por la racionalización determinada del espacio.

Ciertamente los procesos de territorialidad producen un sentido de lugar; es esa porción de espacio donde se produce la simbiosis de los sentimientos personales con lo simbólico, lo colectivo, lo materializado, la memoria, lo discursivo. Al respecto, Entrikin sostiene que el “lugar no es una colección de eventos y objetos observables” (1991, 39), es más bien el receptáculo de prácticas significativas. De igual forma, Bailly considera que el concepto de “lugar está ligado a la experiencia, al sentido de pertenencia, a la localización concreta, al mapa mental” (1979, 44). Es esta relación la que estructura y orienta la concepción y el comportamiento en el espacio, “la percepción combinada y enriquecida por el pensamiento elabora su sentido” (Ostuni 1992, 65). La dimensión territorial en su consideración de lugar desde el punto de vista geográfico describe una localización espacial, pero también una experiencia humana, por lo que una mirada sociológica lo identifica como un “espacio que remite a un recorte territorial identificable sobre el que cargamos ciertos valores” (Hagget 1988, 37).

Reflexionar sobre la dimensión espacial y el proceso de territorialidad, permiten exponer otra serie de capas de corte comprensivo-interpretativo, de significados, de percepción e imaginarios. El sentido sensible y la experiencia del espacio recurrente y cotidiano han sido los componentes que permiten pensar en la vida cotidiana como objeto de estudio de las representaciones socioespaciales. La familiaridad vinculante entre espacio y lugar se define por la práctica del habitar común, es decir, en el primero se produce un uso espacial inmediato y utilitario, el cual, al convertirse en una constante, se constituye en un nodo de arraigo convirtiendo el espacio en lugar (Tuan 1974, 8). Bajo esta mirada, podemos destacar que la territorialidad en la vida cotidiana es una categoría para comprender específicamente un componente de representacional del espacio.

Representaciones socioespaciales

Históricamente reconocida por los aportes de Moscovici desde 1961 (Rateau y Moliner 2009), la Teoría de las Representaciones Sociales, constituye un “sistema de conocimientos y pensamientos individuales y grupales organizados, que permiten interpretar, significar, dar sentido y relacionar situaciones, acontecimientos, objetos, ideas e imágenes, en un contexto cultural situado” (Jodelet 1986, 469), componentes que se vinculan con el proceso de territorialidad y la conformación de percepciones e imaginarios.

La conexión del espacio con la descripción del párrafo anterior puede ser fundamentada a partir de lo que Alicia Lindón menciona, al considerar la subjetividad espacial como uno de los ámbitos de la vida de los actores sociales que ha sido soslayado, pese a su importancia para la inteligibilidad que otorgan mundo y sus visiones, siendo en ello uno de los intereses que producen los imaginarios espaciales (Lindón 2012, 66). Desde el ámbito de la denominada geografía de las representaciones, Alain Musset (2009), reflexiona acerca de la geohistoria y enfatiza los aportes que deja este marco reflexivo, ya que “el estudio de las representaciones socioespaciales nos interroga sobre las modalidades de aprehensión del mundo y el estatuto de la realidad, es decir, el problema de la adecuación entre la realidad, lo que percibimos y nuestros discursos sobre la misma” (Musset 2009, XXII). Este enfoque, que pretende dar sentido y representar el espacio a través de sus figuras territoriales, ha formado parte de las líneas investigativas de los espacios emergentes en las ciudades y metrópolis (Lindón y Hiernaux 2006).

Por otro lado, Guy Di Méo (2007) desarrolla la dimensión de identidad desde la perspectiva territorial, explicado en el plano de los apegos y valoraciones dados a los espacios, lo que permite, con el paso del tiempo, configurar una impronta social, que refleja la intervención y vínculo que deviene en un sentido de lugar y su representación a través de la territorialización. Para el individuo, la identidad territorial es un mecanismo de reconocimiento, adhesión y diferenciación grupal, que opera en la escala social, lo que conlleva la construcción de una trama de valores, significados, apegos y pertenencias, narrativas y categorizaciones, especialmente desde los espacios vividos y de vida, lo que les facilita construir de estos, un imaginario territorial (Musset 2009), y configurar en el mismo una representación socioespacial.

Considerando el caso de estudio presentado en este texto, en párrafos posteriores, se alude a los procesos de territorialidad, en la configuración de imaginarios y por tanto de representaciones socioespaciales, los grupos de actores sociales referidos se corresponden con percepciones y practicas ciudadanas, resultado de una cultura compartida con el centro de la ciudad. Esta característica es un componente común que se configura, consolida o no, con base en su propia relación socioespacial con el sitio, es decir, más allá de determinantes, verdaderas, justas, falsas o injustas, lo cierto es que, rigen comportamientos colectivos, identifican grupos, generan causas, interpretan prospectivamente un futuro (Silva 2006).

En este sentido, es claro que la estrecha relación entre el espacio y la sociedad, bajo la dinámica ya planteada en los párrafos anteriores, establece mecanismos en los que se territorializan, desterritorializan y reterritorializan representaciones socioespaciales e imaginarios territoriales (Musset 2009). Debarbieux señala esto de manera precisa en la descripción sobre el vínculo entre imaginario y el espacio, como el “conjunto de imágenes mentales relacionadas entre sí, que confieren -sea para un individuo o un grupo- un significado y una coherencia relativa a una localización, una distribución o la interacción de fenómenos en el espacio; vínculo que contribuye a la organización de concepciones, percepciones y prácticas espaciales” (2003, 489).

El caso de estudio: ¿de qué esta hecho el espacio de las plazas públicas?

La concepción y sentido de la ciudad se reconocen de mejor manera a través del recorrido de sus espacios urbanos, consistentes en la cotidianeidad armónica de su funcionamiento, y la experiencia del espacio vivido es una dimensión central para el encuentro con la ciudad y sus componentes, en este sentido, las plazas públicas de las ciudades son nodos llenos de elementos intricados en roles complejos que es necesario desentramar para descubrir y entender su espacialidad, todo ello antes que interpretar a priori su condición.

La modernidad ha sido una realidad insoslayable que ha transformado o bien reconfigurado el sentido de los espacios como las plazas públicas; a la sombra de ésta, es que ha devenido su función y delimitación. Al respecto surge la siguiente interrogante: ¿de qué está hecho el espacio público de las plazas Centro Histórico de la CDMX para sus productores y para sus consumidores? Como parte de los recorridos y tramas rastreadas en esta interrogante, podemos sostener que, en gran medida, la materialidad de esta es envolvente de su identidad territorial; no obstante, con el paso del tiempo la plaza como concepto materializado de la ciudad moderna, ha sido transformado permanentemente como elemento testimonial de la historia de la ciudad y sus centros, éste es un proceso que es evidente principalmente en países hispanoamericanos (Borja 2003)

Lo que sucedió en el proceso de suburbanización en esta expansión urbano-poblacional que se dio principalmente al oriente con asentamientos populares y al poniente con zonas residenciales de la ciudad de México, fue una suerte de sustitución de plazas públicas por centros comerciales y parques temáticos, lo cual reconfigura el sentido de espacio urbano y por tanto sus usos, apropiaciones y practicas espaciales. El presupuesto de la función de una plaza pública puede ser considerado como la interacción continua y permanente de sus practicantes; en este sentido, el habitar la ciudad y sus espacios urbanos, particularmente la plaza pública, supone la experiencia sensorial, practica y/o razonada de la espacialidad múltiple y diversa, lo que da cuenta de su sentido de representación socioespacial.

En relación con nuestro caso de estudio, Yi-Fu Tuan2 menciona, en una entrevista realizada en 2013, que los latinoamericanos viven en barrios atestados en el corazón de la ciudad y cuando un invitado viene de visita ¿qué es lo que hace el anfitrión? le invita a su huésped a ir con él a la plaza pública a tomar una copa tranquilamente; considera que América Latina trata el espacio público como la sala de su casa. Sin embargo, la evidencia situada en el estudio casuístico de este trabajo da cuenta de una cultura distinta, en particular las plazas públicas del perímetro “A” del Centro Histórico, no es precisamente un espacio de contemplación o disfrute, sino prevalece una condición de utilitarismo, intercambio, comercio; en general de practicidad del espacio público, rayando en general en la espacialidad toponegligente, pero deshilemos los detalles de tales resultados.

Especificaciones de las unidades de observación, fuentes, tipo de información

Se consideró como unidades espaciales de observación las 25 plazas públicas que se encuentran en el perímetro “A” del Centro Histórico (radio central al primer cuadro del Zócalo). Cabe señalar que la Plaza de la Constitución no se consideró, ya que ese caso es un tema para tratar por separado. Una referencia central en torno a la plaza pública en la ciudad de México es la Plaza Mayor o bien Plaza de Armas en su momento, la cual se vuelve fundamental para entender el espacio público en el Centro Histórico de la ciudad de México.

Fuente: Elaboración propia con base en el rastreo en campo

Figura 1. Plazas públicas del Centro Histórico (Perímetro A) 

Este sitio identificado hoy como el corazón de la ciudad, como el “Zócalo” o “la Plancha” de nombre oficial Plaza de la Constitución, constituyó la plaza pública e imagen donde se edificó la nación y, por tanto, el lugar de vinculo y encuentro de unidad e identidad; condición que hoy puede ser cuestionada. Sin embargo, actualmente es la plaza pública por excelencia que determina un semillero de nacimiento de apropiaciones e imaginarios colectivos de la ciudad.

En correlación con la perspectiva teórica prevista con antelación, podemos señalar que la evidencia del sentido representacional consiste en un enramado de elementos discursivos, imaginarios, hechos prácticos, emociones, naturaleza humana y no humana, etcétera, sin establecer exprofeso una determinante, que comience por excluir o discriminar lo qué sirve y lo qué no en el proceso de análisis. Por tanto, fue imprescindible establecer una ruta exploratoria que incluyó la diversidad de evidencias identificadas que contribuyeron con el proceso.

El rastreo e identificación de las RSE, se estableció de acuerdo con dos grupos de análisis: 1) Los productores del espacio, en este caso se identificó de forma objetiva a los funcionarios responsables y tomadores de decisiones sobre las intervenciones realizadas al Centro Histórico y en ese sentido al espacio público como las plazas públicas aquí tratadas. 2) Los consumidores del espacio: este sector incluyó concretamente a usuarios, vecinos, visitantes, paseantes, opinión ciudadana (interesados en el caso), trabajadores en el espacio público, es decir, practicantes de estos sitios.

Fuente: Elaboración propia con base en el diseño de caso de estudio.

Figura 2. Modelo del proceso técnico de registro de información 

Por otro lado, también se contempló el espacio físico de las plazas: en el se definió el rastreo e identificación de la materialidad del espacio mismo, para ello, se llevó a cabo la construcción de una colección fotográfica de las 25 plazas públicas del perímetro “A” del Centro Histórico, entre otras técnicas de observación e identificación de materialidades de carácter discursivo y simbólico reconocidos por los grupos en cuestión. La recolección implicó la visita de cada una de las plazas en un recorrido que se realizó en distintos días de 10:00 a 18:00 horas.

Tratamiento y andamiaje metodológico

Según Raffestin (2013), las figuras de territorialidad son una forma de expresar las múltiples modalidades que puede adquirir este vínculo entre el ente y su espacio a partir de la interrelación entre espacio racionalizado, prácticas y espacio vivido. Lindón señala que estas formas que adquiere la experiencia de la espacialidad también están asociadas a perfiles particulares de sujetos y a situaciones o escenarios concretos, o a territorios situacionales (2006, 367). Por ejemplo, la territorialidad para la cual la representación toma el sentido del pánico y el miedo es más frecuente entre las mujeres que entre los hombres; y entre las mujeres, suele presentarse más si son jóvenes. De modo tal que, en la narrativa de un mismo sujeto se pueden encontrar distintas figuras de representación espacial, correspondientes a experiencias desarrolladas en distintos lugares o también a diferentes momentos de su trayectoria de vida. El sentido aplicado y reconocible de la territorialidad es una superposición de figuras que se desarrollan en el ámbito espacial y que califican en alguna medida el grado y tipo de vinculación ejercida. Las figuras propuestas son tres: las topofílicas, las topofóbicas y las toponegligentes (Tuan 1974, 145).

La trama en que se entienden y despliegan estas figuras, se aborda bajo las siguientes miradas: la topofilia como un conjunto de relaciones emotivas y afectivas que unen al hombre con un determinado lugar, cualquiera que sea este; nace de la experiencia grata y placentera con el espacio, resultante de un estado de consonancia o congruencia cognitiva frente al territorio circundante (Tuan 1974, 221). Tuan señala que la topofilia es el amor o el apego por el lugar, y este puede darse en diferentes grados: “La palabra topofilia es útil en la medida en que puede definirse con amplitud para incluir todos los vínculos afectivos del ser humano con el entorno material” (Tuan 1974, 130). De este modo, la topofilia constituye una relación simbiótica entre el sujeto y el lugar, en la que el ser humano además de otorgar sentido al espacio condiciona una visión en función de la vinculación relacional que construye con este.

La topofobia se relaciona con la incomodidad que establece un sujeto con su entorno espacial debida a un estado de disonancia o incongruencia. Al igual que la topofilia, se pueden diferenciar grados de topofobia, desde la sensación de incomodidad leve hasta el rechazo profundo por el lugar o incluso, el miedo y pánico que le impide al sujeto estar en un cierto lugar. Esta última condición es mejor conocida como topofóbia intensa, una sensación de incomodidad mucho más profunda, la “agorafobia” (Lindón 2007, 39). Lindón señala que la “topofobia intensa” orienta al sujeto a no permanecer en el espacio público, solo transitarlo. La topofobia en general está marcada por agresiones y formas de violencia vividas en el espacio público.

La toponegligencia por último, es, en palabras de Tuan, el resultado de:

El desarraigo de las personas en un mundo cada vez más homogéneo es quizá una de las causas de la crisis ecológica actual, el espacio pasa de ser una vivencia para convertirse en un concepto, algo lejano, ajeno e impersonal. Crece el número de individuos que no experimentan una relación de pertenencia hacia el lugar donde viven. El resultado es una alienación del hombre que acaba considerando los lugares como objetos con los que solo cabe una relación de consumo o de contemplación superficial” (1990, 127).

En estos términos es que la toponegligencia suele sustituir a la topofilia; es decir, se reduce la experiencia con el espacio a una relación sujeto-objeto, donde el medio se vuelve un escenario que se ocupa. En este tipo de relación el ser humano desdibuja el sentido de habitar y se limita a ocupar, y en el peor de los casos a dominar un espacio. En este punto predomina el vinculo racional y concebido del espacio.

Volviendo a estas figuras de territorialidad, en la siguiente imagen se hace evidente la serie de características que fueron aludidas por ambos grupos tras la recolección y tratamiento de la información, en relación con el perfil de cada tipo de representación socioespacial (RSE), componentes que abonaron a cada tipo y que en el siguiente apartado se detallará su alcance y peso década RSE para cada grupo de estudio (figura 3).

Fuente: Elaboración propia con base en los conceptos operativos.

Figura 3. Esquema teórico-metodológico 

Un hecho imprescindible para la investigación social es el uso de la creatividad en el perfil y oficio de quien investiga; de acuerdo con Galindo: “El reto básico en la investigación es la creatividad, la capacidad de configurar posibilidades a partir de posibilidades. Por tanto, la creatividad consistente en pensar estas como algo dinámico, resbaloso que nunca se deja atrapar, en constante metamorfosis” (1998, 79). Tras la identificación y caracterización de las plazas y los dos grupos ya referidos como unidades de observación y análisis, se establecieron dos momentos de recolección de la información.

En el primer momento, se llevó a cabo la identificación, clasificación y análisis de Vergès, para el rastreo de RSE. Se aplicó un modelo de cuestionario en cada plaza identificada. Este dispositivo estuvo dirigido al grupo de los consumidores del espacio, que hace principalmente a los usuarios, practicantes de la plaza, cómo un espacio de vida cotidiano. Se propuso a los entrevistados una tarea de asociación libre de palabras, evocadas a partir de la frase inductora “tu opinión sobre esta plaza”. La consigna invita a declarar las palabras o expresiones que a los entrevistados se les ocurra inmediatamente cuando piensan en esta inducción. La finalidad de esta fase tuvo como pretensión rastrear la percepción y su sentido controversial, antes que definirlo a priori desde el escritorio. Consistió en la búsqueda de evidencia que señalara con mayor precisión la visión que tiene el sector de los practicantes del espacio (vecinos, paseantes, trabajadores, etc.), usuarios de la plaza.

En el segundo momento, se llevó a cabo una etnografía múltiple. Esta implicó el rastreo de información diversificada, de fuentes múltiples en relación con dos grupos de actantes previstos en el proceso de espacialidad a decir, practicantes del espacio y productores del espacio, asimismo, la identificación y construcción de datos relacionados directamente con el espacio público de las plazas. Se elaboraron cartografías que concentran de manera sistemática el análisis de la información integrada y tratada desde la etnografía. Con el apoyo de software especializado (Maxqda), fue posible concentrar la diversidad de información y fuentes sobre un mismo objeto de análisis, que, de otro modo, bajo un sistema convencional de trabajo, habría sido muy complicado. La información de distintas fuentes sobre los grupos en relación con el conjunto de plazas y/o sobre cada una de ellas a decir: discursos, planes, informes, programas, videos, colección fotográfica, prensa, cuestionarios, observación, prácticas, redes virtuales, notas de campo, cuestionario semántico, revista km0 y colección fotográfica documentada y analizada de escenarios procesuales de la espacialidad en las plazas identificadas.

Acerca de los resultados y su discusión

Respecto al análisis de Vergès, basado en la premisa de que “algunos términos son inmediatamente movilizados para expresar una representación” (1994, 235, citado en Navarro, 2008, 145), se realizó un análisis lexicográfico que permitió obtener información respecto a la frecuencia con la que fue evocado cada opinión a partir de la frase inductora, y la importancia que toma, según el orden asignado por los actores. Como mencionan Navarro y Gaviria, “partimos de la hipótesis según la cual las RSE tienen una organización interna, existe una jerarquización de sus elementos y de sus relaciones, en ese sentido reconocemos dos sistemas: 1) Un sistema central […] 2) Un sistema periférico” (2010, 228-229). Al núcleo/sistema central lo podemos entender como aquel elemento fundamental de la representación, que determina su significación y organización, mientras que los elementos del sistema/núcleo periférico son los “mediadores” entre el núcleo central y la acción, haciendo más concretas las representaciones y permitiendo la adaptación de éstas al contexto. Por último, podemos obtener dos tipos de información a partir de los resultados, es decir, palabras evocadas -frecuencia- y el orden de jerarquización -importancia-, que son “de un lado, una dimensión colectiva ya que se trata de términos fuertemente consensuales y, de otro lado, una dimensión individual, ya que se trata de una distribución estadística hecha sobre la base del orden establecido por los sujetos” (Navarro y Gaviria 2010, 349).

Una vez obtenidos estos resultados, en las unidades semánticas se estructura y construye las RSE sobre las plazas públicas. Los resultados se presentan de la siguiente manera (figura 4), donde “los elementos del periférico 1 ayudan a operacionalizar o contextualizar los elementos del núcleo central […] En el periférico 2 está la mayor cantidad de palabras que enriquecen el campo semántico de referencia […] que están en último lugar” (Navarro y Gaviria 2010, 349).

Fuente: Modificada de Navarro y Gaviria, 2010, p. 349

Figura 4. Jerarquía estructural: prototipo de la RSE 

Con la intención de rastrear los principales componentes que constituyen las representaciones del sentido de plazas públicas, mediante este tratamiento, se entrevistaron 350 personas distribuidas en las unidades de observación. Este análisis, de un primer momento de la investigación, identificó la representación generalizada de la percepción e imaginarios que les genera el espacio público sobre estas plazas. De la aplicación del cuestionario, resultaron alrededor de 1 300 palabras o expresiones sobre lo que dijeron acerca de las 25 plazas. De estas, 72 fueron palabras diferentes, es decir, un promedio de 5.4 % del total de las expresiones. Esto se puede traducir, como un alto grado de similitud en lo emitido por los entrevistados.

A partir de este corpus semántico es que se realizó el análisis de identificación de la fuerza asociada de las expresiones de los entrevistados en cada una de las plazas en su conjunto; esto de acuerdo con la técnica de Vergès, ya descrita, con el fin de reconocer la jerarquía de los elementos que la componen y con ello elaborar una proyección de su organización de sentido.

De este modo, se generó el siguiente cuadro prototipo de análisis (figura 5), en la cual podemos observar un grupo de 29 palabras, que resultaron las más importantes en términos de frecuencia y rango. Como parte de la interpretación, vemos que el núcleo central se formó por cuatro palabras, las cuales son parte de los principales descriptores de la representación socioespacial rastreada: “inseguridad”, “corrupción”, abandono” e “impuestos”. Términos que, en este cruce analítico, resultan los ejes controversiales en los que se mueven las principales opiniones respecto al espacio público, que producen las plazas tratadas.

Fuente: Elaboración propia con base en los resultados de caso de estudio.

Figura 5. Prototipo de análisis 

Por otro lado, en el núcleo periférico 1 de esta matriz se enuncian las expresiones que alimentan el núcleo central, con un fuerte sentido negativo, entre las principales: desconfianza, basura, ambulantes, indigentes, mantenimiento entre otros. Como podemos observar, este rastreo comienza a vislumbrar un vínculo inmediato relacional entre usuarios próximos al espacio público, con claras RSE en mayor medida toponegligentes y en buena medida topofóbicas. Las principales manifestaciones en torno a su representación sobre estas plazas públicas se posicionan en el desconocimiento del lugar y su sentido de funcionalidad, de utilidad, de paso, tal como ya se planteo.

Esto no quiere decir que sea la única gama de territorialidades descubierta; sin embargo, es la principal o la que generó el perfil de las representaciones socioespaciales centrales de los actores sobre estás plazas. Este primer momento de análisis categorial, permitió, con base en su proximidad temática, generar un filtro de coocurrencia semántica (figura 6) en el que se refuerza el sentido de espacialidad que produce una representación socioespacial toponegligente, centrada en un anclaje en el que subyace la visión de un espacio practicado, por su funcionalidad inmediata a quienes ven en él un beneficio material en su uso. En este proceso, la perspectiva del espacio vivido, con sentimientos de apego, pertenencia, afecto, entre otros, no fue primordial, y no es que no exista, pero es de orden muy marginal. Esta condición, subraya de forma casi natural un pensamiento que suele culpar a los otros de la situación, una desaprobación de la plaza por sus condiciones, la falta de mantenimiento, así como su amplia ocupación comercial, la basura, los indigentes, etcétera. Sin embargo, no se asume ninguna responsabilidad al respecto, pues esta se atribuye a los funcionarios públicos.

Fuente: Elaboración propia con base en el rastreo de representaciones (MaxQda)

Figura 6. Red semántica representacional 

En este grafo concurrente sobre el peso de las categorías o expresiones realizadas por cada plaza, se puede identificar de manera unitaria la fuerza del sentido sobre cada una. La tendencia representacional evoca principalmente a señalamientos de inseguridad, mantenimiento, desconfianza, ambulantes, entre otros, como el mayor significado que la aplicación del dispositivo generó sobre estos espacios públicos. Sobre este caso, podemos señalar a manera de síntesis que, en términos generales, la principal asociación encontrada en el análisis sobre importantes prácticas, posiciones, materialidades y/o acciones de nuestros (entes), sujetos-objetos de estudio, en estas plazas públicas, está vinculada con representaciones socioespaciales toponegligentes. Estas se evidencian en los tres sectores y tipos de datos tratados, proyectando una suerte de abandono o desconocimiento de la misma población consumidora del espacio. Esta última, al mismo tiempo, se desvincula del compromiso civil y cultural que nos relaciona con nuestra ciudad, con nuestros espacios; a decir verdad, pareciera que no existe o que nunca ha existido.

Por otro lado, en relación con el segundo momento, los resultados permitieron confirmar una tendencia en el tipo de información, conexiones e intercambios intersubjetivos señalados por los dos grupos en relación con el material recabado sobre las plazas.

Como se puede observar en la gráfica 7, la principal tendencia sobre las categorías territorializadoras que conforman la representación socioespacial principal es la identificada como toponegligencia, seguida de las topofílias y en tercer lugar las topofobias; esto significa que la principal tipología de las RSE es toponegligente ya que se muestra una importante asociación entre el utilitarismo espacial y la generación de apropiación y afecto topofílicos. Esta relación se explica al considerar una relación con el espacio de tipo funcional, visto como un recurso de consumo. También se observa en las líneas de asociación otra conexión entre la patrimonialización toponegligente y espacialidades topofílicas, utilitarismo, afecto y apropiación; en este caso se presupone que, en las intervenciones de lo productores del espacio, existe un contenido de proyección topofílica, aunque sin llegar a fortalecer el sentido de pertenencia, el apego o el arraigo. Como se comentó, en la relación utilitarismo-afecto-apropiación, con el tipo de RSE, y su figura territorial por grupos de actores

Fuente: Elaboración propia con base en los resultados (MaxQda).

Figura 7. Modelo de asociación de categorías en relación 

existe un sentido predado de intereses prácticos y racionales; la topolotría encausada, está basada en la exaltación del patrimonio y su materialización, por ejemplo, en la arquitectura de los espacios públicos del centro histórico, la evocación del pasado y el resalte de contenido que produce una relación de topolatría, casi reverencial o tipo ritual ante un espacio casi sacralizado. El sentido toponegligente de esta RSE es evidente en la medida en que se genera una frontera entre el espacio y su consumidor.

En el siguiente grafo se puede observar cuales fueron los principales indicadores que abonaron a las categorías que caracterizaron el tipo de RSE.

En complemento a la gráfica 8, en este grafo se confirma la conexión entre ambos grupos, en la caracterización del tipo de RSE, enmarcadas principalmente en la figura territorial toponegligente, en segundo lugar, la topofílica y al final la topofóbica. Sin embargo, en esta figura se visualiza el tipo de indicadores que abonaron a tales tipos de RSE; por lo que, la patrimonialización y el control son el eje fundamental del tipo de RSE toponegligente del grupo de actores productores del espacio. Por otro lado, el descontento, utilitarismo y apropiación son la esencia característica de la RSE toponegligente y topofílica respectivamente, del grupo de los actores consumidores.

Fuente: Elaboración propia con base en los resultados (MaxQda)

Figura 8. Modelo de asociación de indicadores principales dirigidos 

De acuerdo con estas descripciones, el grupo de productores en estas plazas públicas, por un lado, se ha orientado en torno a un proceso de patrimonialización, ya descrito en el sistema de categorías, que suele estar anclado en una visión fuertemente concebida del espacio. Esta es alimentada por un discurso de sustento histórico que a toda costa pareciera evocar al pasado y sus restos, y a fuerza de calzador, imponer esa condición en el tipo de intervención al espacio público del Centro Histórico de la ciudad de México. Asimismo, esta mirada presupone que la dinámica de relaciones con el espacio en este sitio debe ser encausada desde un fuerte componente patrimonialista. Por otra parte, los consumidores espaciales, cargados más en una concepción del espacio practicado, ponderan su vinculación al espacio en términos de una relación de intereses utilitarios, en el que el espacio se mercantiliza, como un valor de uso, sin la existencia de una relación consciente de compromiso, mucho menos de una responsabilidad ciudadana que tutele su cuidado.

Reflexiones finales

Más que exponer conclusiones definitivas, se propone un ejercicio de reflexión y generación de cuestionamientos importantes sobre las aportaciones pretendidas en este trabajo y su posibilidad prospectiva. Es este sentido, se comparte en términos reflexivos, la importancia y funcionalidad de un conocimiento necesario, o al menos suficiente, sobre la ciudad y sus espacios públicos a nivel de su toporepresentaciones o representaciones socioespaciales; es decir, un mayor compromiso con nuestros espacios públicos, desde la trinchera en que nos encontremos. Esto significa, conocimiento previo a una intervención, diagnosticar desde el reconocimiento de la RSE la territorialidad de los espacios públicos como el caso de las plazas, esto posibilita un saber de fondo e incluyente de todas las partes que producen su sentido de lugar.

La necesidad de generar una conciencia ciudadana sobre nuestros espacios públicos en la ciudad, en virtud de establecer una relación con ellos de mayor compromiso, para conformar así las acciones colectivas necesarias para territorializarlo positivamente. Realizar actividades que acrecienten la topofília en contra de la topofobia y más aún, contra la toponegligencia, condición que actualmente prevalece en todos los sectores.

Un eje de vital importancia, como señalarían Rateau y Lo Monaco (2013), resultó ser el hecho que los grupos sociales no compartan sus formas de territorializar el espacio público de estas plazas, lo cual solo significa que sí lo territorializan, esto es, dichas representaciones socioespaciales contienen la impronta de pertenencia de sus portadores, lo que los identifica, asimismo, les permite diferenciar a los “otros” que no comparten sus RSE. Más allá del hallazgo que fue este rizoma socioespacial, la identificación y composición de una simbiosis al interior de los grupos de estudio, fue el eje de reconocimiento central de las toporepresentaciones.

Podemos considerar entonces que estas representaciones sociespaciales, están dejando de obedecer a un sentido de pertenencia construido solo en el mito o en simbolismos patrimonialistas al estilo nacionalista y que su condición topofílica está dejando de determinar sus usos y apropiaciones, convirtiéndose entonces en un territorio construido en el encuentro mismo de lo social, en un punto de convergencia donde el sentido de lugar emerge de la movilidad de quien forma parte de un escenario construido colectivamente, de sus propias convicciones, necesidades, visiones; no acerca del lugar conocido sino del lugar por conocer, por experimentar, por vivir en términos experienciales y relacionales.

En términos generales, la realidad evidente del espacio público en la ciudad y particularmente en el Centro Histórico de la CDMX, se encuentra en un estado de reconfiguración latente en el que confluyen una multiplicidad de territorialidades; todas ellas superpuestas, dando cabida a la reflexión del papel que juegan las plazas públicas como entes representativos de la ciudad. En este sentido se ha corroborado, en este estudio, la necesidad de una mirada hibrida sobre la dimensión espacial que desentrame la diversidad de intervenciones y vinculaciones de los distintos sectores relacionados con el espacio público.

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2Entrevista a Geógrafo, chino-estadounidense de 82 años, que se ha convertido en una leyenda mundial por considerado el padre de la geografía humanística. Consulta: 06/08/2020. http://www.revistacredencial.com/credencial/noticia/actualidad/yi-fu-tuan-el-hombre-siempre-ha-concebido-la-naturaleza-como-una-mercancia

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