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Tzintzun. Revista de estudios históricos

versão On-line ISSN 2007-963Xversão impressa ISSN 1870-719X

Tzintzun. Rev. estud. históricos  no.72 Michoacán Jul./Dez. 2020  Epub 02-Jan-2021

 

Reseñas

Torres Aguilar, Morelos, Cultura y vida cotidiana en Guanajuato. Ciudades en el amanecer del siglo XX (1900- 1910)

Leticia Mendoza García1 

1Instituto de Investigaciones Históricas, Universidad Autónoma de Baja California

Torres Aguilar, Morelos. Cultura y vida cotidiana en Guanajuato. Ciudades en el amanecer del siglo XX (1900- 1910). 2019. Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, Instituto de Investigaciones Históricas, Universidad de Guanajuato, Morelia: 247p.


Con la intención de dar a conocer la forma cultural de la sociedad guanajuatense del siglo XX a través de un acercamiento a su vida cotidiana y vislumbrar las continuidades con la sociedad presente, Morelos Torres Aguilar exhibe esta obra en la que hace una descripción no solo de las costumbres o del carácter material y social de los individuos, sino también de sus sensaciones, emociones y sentimientos (p. 15). Por medio de un análisis cuidadoso de la prensa de la época, el autor da a conocer diversos tópicos, entre ellos: las representaciones artísticas, los espacios de recreación, la arquitectura, los avances tecnológicos, los chismes y los rumores, la higiene y la salud, la moral conservadora, los ratos de ocio, las festividades religiosas y culturales, la imagen de la mujer, el comercio y los vicios, entre otros. De esta forma, la obra del doctor Torres tiene el propósito de “tender un puente, para acercarnos a los lugares de la memoria, a las personas de otras épocas, a los actos y manifestaciones culturales y sociales de una sociedad […] para encontrar […] tanto las diferencias como semejanzas que la vinculan con el Guanajuato de nuestros días” (p. 19).

El autor presenta un texto fragmentado en tres grandes partes, divididas a su vez en varios capítulos. La primera de ellas que lleva por título “Guanajuato en el amanecer del siglo XX” (p. 47), cuenta con dos capítulos. En el primero “Una sociedad desigual” (p. 49), expone la desigualdad que caracterizaba a la sociedad guanajuatense en la que solo unos cuantos gozaban de los beneficios del sistema, mientras que la gran mayoría de la población vivía en condiciones de pobreza. Guanajuato fue una sociedad de contrastes, dice el autor, asimilada a los modelos extranjeros —franceses y estadounidenses— en cuestión de moda y tecnología, de la que participaban por igual tanto la clase alta como la clase media.

El segundo capítulo “Guanajuato en la mirada de los viajeros” (p. 53), menciona el relato de dos extranjeros. El primero es del italiano Adolfo Dollero quien habla de la belleza de las mujeres, de los espacios de esparcimiento, de la industria del fierro y la industria automotriz, de las fábricas de jabón y de la arquitectura, además de criticar la explotación que se ejerce sobre los trabajadores “proponiendo que los obreros de la ciudad se agrupen en una “poderosa asociación” para mejorar su situación” (pp. 53-57). El segundo relato es el del francés Auguste Génin quien habla de las actividades sociales, agrícolas y artesanales, de la modernización de la ciudad y de las actividades culturales (pp. 60-61).

En la segunda parte del libro “Las artes en la vida cotidiana de los guanajuatenses”, que el autor divide en siete capítulos, nos acerca en el primero de ellos a las construcciones y arquitectura de la época, que en no pocos casos se hicieron con fines políticos y propagandísticos. Así, no solo da cuenta de la edificación de escuelas, penitenciarías, fábricas, talleres, teatros y jardines públicos, “que modificaron de manera notable la fisonomía de las ciudades, no solo en el plano operativo sino también en su conformación estética” (p. 68), sino de la forma en que la sociedad participaba en estos eventos e inauguraciones.

Respecto de las artes visuales y artes gráficas, que se abordan en el capítulo dos (p. 73), entre ellas la música, el teatro y la imprenta, Torres Aguilar nos adentra en la forma en que estas tuvieron repercusión en la sociedad. Sobre las artes gráficas, expone el desarrollo de una empresa publicitaria en los periódicos enfocada en la situación política, cultural y económica. Es interesante ver cómo estas empresas, aunadas al auge tecnológico de las imprentas, permitieron la evolución en la forma de la tipografía y de las ilustraciones que promocionaron temas como el civismo, la medicina, la industria cigarrera y el arte sacro.

El capítulo tercero habla del arribo del cinematógrafo y del impacto que tuvo en la sociedad, el cual nos cuenta el autor, fue prohibido por las autoridades en algunas ciudades por ser “un espectáculo denigrante” (p. 115). No obstante, Torres Aguilar narra cómo las clases alta y media gustaban de acudir al cine, atraídas por los precios bajos y la comodidad de las localidades. Sobre el teatro “cuya función social era de entretenimiento y enseñanza moral […]” (p. 121), señala que también fue muy apreciado por la población gracias al precio accesible y a la calidad de sus actores, aunque fue condenado por el clero católico quien llegó a tachar las obras de “inmorales” (p. 124). Lo anterior, lejos de provocar que la sociedad dejara de asistir a las funciones, ocasionó llenos totales. El lector puede encontrar en este libro una extensa lista de los géneros, de los autores, de los títulos de obras, de las estrategias de mercadotecnia para promocionar las funciones, y del ambiente al interior de las salas. Sobre la música, de la que trata en el capítulo cinco, señala que fue el arte más extendido entre la sociedad. Las composiciones que se hacían por lo regular al aire libre para las clases bajas tenían un repertorio de autores nacionales y extranjeros acompañados por la banda militar; mientras que aquellas que se llevaban a cabo en lugares cerrados para las clases altas, incluían música de violín y piano. El autor deja constancia de cómo la música tuvo fines filantrópicos, sociales y moralizantes, de los cuales da varios ejemplos.

Sobre la literatura, Morelos Torres da cuenta de la existencia de una red de intelectuales nacionales y extranjeros, así como de lectores que gustaban de obras tanto en español como francés, cuyos temas eran la educación, el civismo, la moralidad y una crítica a la desigualdad social; aunque también nos informa de la abundancia de literatura que explota el lado sentimental, el ingenio y el humor. Para finalizar este apartado “Las artes en la vida cotidiana de las elites. La tertulia”, que corresponde al séptimo capítulo (p. 165), habla particularmente de la forma en que las élites participaban de ciertos eventos llevados a cabo en espacios cerrados con artistas de renombre y reconocido prestigio. A diferencia de las clases bajas, que concurrían a eventos realizados en espacios abiertos.

La tercera parte del libro que lleva por título “La vida cotidiana”, está dividida en siete capítulos, en ellos el autor nos acerca a “Lo que compraba y lo que vendía la sociedad guanajuatense” (p. 171). Expone que Guanajuato llegó a ser una sociedad de consumo en la que se comercializaban diversos productos como los sombreros, las cantinas, el mezcal, el pulque y el tequila. Otro giro comercial importante era el de las medicinas, que se publicitaban en los periódicos con el propósito de mejorar la salud y la higiene de la sociedad. En el texto expone ejemplos de anuncios sobre “medicinas y los tratamientos que proponían en la época para diversas enfermedades” (p. 173). De igual forma, habla de la actitud de algunos médicos en beneficio de las clases bajas a quienes les ofrecían las medicinas de forma gratuita. Finalmente, el autor deja una larga lista de los anuncios que se publicitan en los periódicos a través de los cuales se pueden conocer los intereses, los padecimientos, los hábitos poco éticos, la práctica extendida de la usura, entre otros.

Sobre la opinión pública, que corresponde al capítulo dos, Torres Aguilar documenta ciertas preocupaciones sociales, entre ellas, el reconocimiento que no se les da a los hombres de ciencia mexicanos, quizá un espejo de lo que sucede en el México de hoy en día. También deja evidencia de la crítica hacia la doble moral de las clases adineradas que no les importan los trabajadores. Por otro lado, hay voces que reprueban la carestía de los productos de primera necesidad y las pocas oportunidades que tienen las clases trabajadoras que caen en la criminalidad ante la falta de oportunidades. En este capítulo Morelos deja ver la cruda realidad en que vivían las clases bajas víctimas del alcoholismo y la prostitución. Es interesante también cómo la sociedad guanajuatense culpa a las “mujeres”, madres o nodrizas, nunca al padre, de que los hijos sean “tímidos y cobardes”, o por el contrario, “audaces en extremo” (p. 185), lo cual nos habla de una sociedad machista no tan alejada de la actual. Por último, también en este capítulo el lector puede apreciar la importancia que da la sociedad a la “educación estética […] el amor por lo bello […] amor por lo noble […] y odio por todo lo grosero” de acuerdo a la forma griega de belleza (pp. 187-188).

El tercer capítulo “Enfermedad, tecnología y deporte”, se centra en la insalubridad y las enfermedades que aquejan a la población como la viruela, el sarampión y el tifo, en especial entre los niños como consecuencia de la costumbre de no vacunarlos. Describe las condiciones de las calles llenas de charcos que por su insalubridad provocaban infecciones y decesos de buena parte de la población, que no contaba además con médicos suficientes que la atendiera. No obstante, el texto también deja evidencia del esfuerzo que se hizo por difundir medidas higiénicas entre la sociedad, dando varios ejemplos de ellas. Respecto de los avances tecnológicos, Morelia describe la introducción del alumbrado eléctrico que sustituyó el uso de la gasolina, de la aparición del teléfono, del automóvil y de los primeros esfuerzos para la construcción de las vías férreas. Sobre los deportes que practicaba la sociedad, Torres Aguilar señala que se dio importancia a un sinfín de concursos de carreras, “carreras y más carreras aparecían anunciadas en los diarios de la época: las había en automóvil, en motocicletas, en bicicletas, a pie, en caballo y hasta en burro” (p. 194). También estaban interesados en el béisbol.

“Crímenes, delitos y violencia” es el nombre del cuarto capítulo en el que el autor expone “los delitos, las faltas y los crímenes que se cometían”, así como la crueldad de parte de las autoridades a la hora de aplicar las leyes (p. 197). Aguilar describe las infracciones muy frecuentes, entre ellas la embriaguez, mal que aquejaba a buena parte de la población, curiosamente recriminada solo a las clases bajas; el hurto pequeño, propiciado siempre por la pobreza, el cual consistía en el robo de cigarros, pan o comida; los robos mayores cometidos contra comercios; las faltas a la moral que implicaban besarse, abrazarse en público o ser sorprendidos en el acto, delitos “que no eran resueltos por el juez, sino por el cura” (p. 201); y, finalmente, las riñas ocasionadas por líos de faldas y atropellamiento de niños y adultos mayores. El autor señala que el sentir de la sociedad ante el actuar de las autoridades que perseguían estos delitos era de desconfianza y miedo.

En el capítulo cinco el autor nos habla con más detalle de “El feo asunto de los vicios” como el alcoholismo y los problemas derivados de este: la violencia y los crímenes. También da cuenta de las acciones tomadas para contrarrestarlo como la creación de sociedades de temperancia y el fomento de las artes para elevar las buenas costumbres. “La pobreza” en la sociedad guanajuatense es tratada en el capítulo seis. A la par de demostrar que en las ciudades existían no solo limosneros nacionales sino también yankees, Torres Aguilar retrata el esfuerzo que las diferentes clases sociales hicieron para ayudar a estos individuos, como pagar cenas de fin de año, recolectar recursos y comprar juguetes y ropa. También sabemos por las páginas de esta obra que, en víspera de la revolución esta situación se agravó, pues la falta de trabajo en las fábricas dejó sin empleo a buena parte de la sociedad, toda vez que muchos comercios tuvieron que encarecer los productos básicos o cerrar.

Finalmente, el capítulo siete titulado “las diversiones populares”, con el que el autor cierra esta obra, nos habla acerca de la presencia de espectáculos populares como “el circo”, “los títeres”, “los toros”, “los juegos mecánicos”, “las fiestas populares, loterías, visitas, festivales y las kermeses”, y de cómo la sociedad concurría a estas.

De esta forma, través de las representaciones culturales descritas, el autor demuestra las transformaciones de la sociedad guanajuatense, sus formas de sociabilidad, sus intereses en común, sus formas de diversión, sus iniciativas de filantropía, sus problemas sociales y sus intereses económicos, siendo todo lo anterior parte de su “vida cotidiana”.

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