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Península

versão impressa ISSN 1870-5766

Península vol.7 no.2 Mérida Jan. 2012

 

Artículos

 

Representaciones sociales del "último discurso" del suicida

 

Laura Hernández Ruiz

 

CEPHCIS, UNAM.

 

Fecha de dictamen: 7 de mayo de 2013;
Fecha de aceptación: 14 de agosto de 2013.

 

Resumen

Este estudio forma parte de la investigación sobre las percepciones del suicidio en Chichi Suárez, Yucatán, entidad que se caracteriza por tener uno de los índices más altos de suicidios en el país.

La gente del lugar identifica un "discurso" final del suicida a través de sucesos fisiológicos involuntarios del cuerpo a los que atribuyen facultades comunicativas. Con los esquemas reportados construyen significados, permeados por la intencionalidad del intérprete-emisor. Su representación social evidencia una última comunicación del sujeto, mediante un cuerpo en plena transformación, motivo por el que se vale de ciertas habilidades no verbales para interactuar.

Se destaca el uso de la lengua para identificar la percepción y las representaciones sociales de la comunidad y hacer la categorización de acuerdo con las evidencias reportadas.

Palabras clave: percepción, comunicación, suicida, representación social.

 

Abstract

This study is part of a research about suicide perceptions in Chichí Suárez. Yucatán is registered as one of the states with the highest rates of suicide in the Mexican Republic.

People in this town identify the involuntary physiological events of the corpse and interpret them as the "suicide's final discourse", attributing communicative powers to it. They construct meanings with the schemes reported, which are permeated by the interpreter-sender's intentionality. Their social representation refers to the suicide's last communication by means of a body in transformation. This explains why it uses certain non-verbal skills to interact.

This work emphasizes the use of the language to identify perception and social representations of the community, in order to make the categorization according to the findings.

Keywords: perception, communication, suicide, social representation.

 

Los pobladores de la subcomisaría de Chichí Suárez, Yucatán interpretan hechos físicos azarosos o los sucesos fisiológicos involuntarios del suicida como su última comunicación o manifestación de sentimientos. Sangre, llanto, lagrimeo, la falta de rigidez cadavérica o la presencia de huellas dactilares de otros sobre su cuerpo son señales que se identifican como el "último discurso" del suicida, aun cuando la gente no le asigna este nombre.

Transmitido por los parientes o amigos a la concurrencia y reconocido por todos como una comunicación verbal del propio sujeto, este "último discurso" constituye el punto central del presente trabajo, que busca analizar lo que la gente de la comunidad concibe como parte de esta comunicación postrera, así como como identificar las representaciones sociales de dicho discurso y discutir la función que cumplen estas representaciones.

Para obtener una comprensión más clara y profunda del tema, del lugar y las personas, se utilizaron dos instrumentos para el acopio de información. Se aplicó una encuesta de medición mixta a 108 personas de la subcomisaría,1 la cual proporcionó, además de la información cuantitativa y cualitativa de un sector amplio de la población del lugar, una pequeña parte del contexto familiar. A partir de los hallazgos del primer instrumento se seleccionaron 14 individuos oriundos y residentes de Chichí Suárez para las entrevistas semi-estructuradas. Estas brindaron información sobre la percepción de cada individuo respecto del suicidio, el suicida, su última comunicación y los usos y costumbres de la población tras la autoeliminación. Vale decir que seis de los ocho casos desarrollados en El 'último discurso" del suicida se ubicaron en la subcomisaría, en los años que abarca el estudio.

Antes de presentar los datos obtenidos, es importante aclarar que este trabajo forma parte de un proyecto mayor sobre el suicidio en Yucatán, materia de gran preocupación para la población local, que suele asegurar que su estado ocupa uno de los tres primeros lugares en estos hechos en el país. No obstante, los datos estadísticos publicados por el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) en el 2004, registran a Yucatán como la novena entidad federativa con el índice más alto de suicidios.

Contrario a lo que pudiera sugerir la percepción de la gente, los datos del INEGI señalan que en el 2009 el estado de Yucatán ocupaba el octavo lugar en cuanto al índice de suicidios en la República Mexicana, con 219 casos —como se ve en el siguiente cuadro—, antecedido por el Estado de México, Distrito Federal, Veracruz, Jalisco, Nuevo León, Guanajuato y Chihuahua. Así pues, vale aclarar que el estado se ha mantenido entre los 10 primeros lugares.

La selección de la población estudiada obedece principalmente a los índices de suicidio e intentos de autoeliminación registrados entre 2004 y 2006. Los casos incluyen tres muertes por ahorcamiento en 2005 —el 2.8 % del total de los suicidios reportados en el estado para ese año—, además de un intento. En 2006, fueron dos, el 1.4 %o de la cifra final, más otro intento, según datos contrastados entre los globales que proporciona el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) y los suministrados por la Procuraduría General de Justicia de Yucatán (PGJY). Los porcentajes son altos si se considera que, según información del Departamento de Comisarías, del Ayuntamiento de Mérida, la población de Chichí Suárez en el 2005 era de 1,050 habitantes. Dicho número contrastado con el universo de 734,153 ciudadanos del Municipio de Mérida, equivale al 0.14 % del total de los habitantes. Además de los acontecimientos registrados, a los cuales nos hemos referido, la subcomisaría brinda la oportunidad de retratar un pueblo en las márgenes de la ciudad cuya dinámica urbana trastoca la vida de sus pobladores, aunque no necesariamente sus costumbres.

Una vez explicadas las razones de la selección del lugar, conviene detener la mirada en la subcomisaría para contextualizar el problema. Chichí Suárez toma su nombre por la palabra maya chiich que significa abuelo/a y Suárez por el apellido de uno de los primeros dueños de la hacienda que se encuentra en esta localidad, el Sr. Víctor Suárez. Geográficamente muy cercana a la ciudad de Mérida — nueve kilómetros al noreste del centro de la capital—, la localidad ha tenido que abandonar de manera abrupta su pasado campesino y ajustarse —o sufrir— su nueva identidad como localidad conurbada, con las escasas herramientas que le ofrece una urbanización parcial. Estos cambios repentinos, cada vez más distantes de sus raíces, costumbres, tradiciones y condiciones socio-económicas, ocasionan desajustes de los que no siempre salen bien librados los pobladores, pues les generan insatisfacción y frustración, sentimientos que pueden gestar varios tipos de violencia.

 

¿Subcomisaría o colonia Chichí Suárez?

La ciudad de Mérida crece a gran velocidad, lo cual ha hecho que la mancha urbana se extienda abrazando comisarías y subcomisarías. Chichí Suárez es un ejemplo de este fenómeno, donde lo rural no termina por urbanizarse y su estatus territorial no se define aún, ya que lo mismo aparece como subcomisaría que como colonia de Mérida. No obstante, la importancia de la definición del estatus territorial pasa a un segundo término cuando se trata de la distribución de los servicios públicos.

La comunidad cuenta con una iglesia católica dedicada a la Purísima Concepción, que abre sus puertas sólo para celebrar la misa los domingos y ofrecer servicios religiosos en ocasiones especiales. También tiene un parque recreativo con áreas verde e infantil con un quiosco de cemento y bancas. Hay un local público de la subcomisaría municipal que se habilita los martes y jueves por la tarde para los adultos que desean aprender a leer y escribir. El asesor del Instituto Nacional de Educación para Adultos de Yucatán (INEAY) a cargo advierte, sin embargo, que los alumnos son escasos —dos, tres o cuatro, incluso ninguno, dependiendo de diversos factores—. También hay un módulo médico del Ayuntamiento de Mérida, dependiente de la Subdirección de Salud, que ofrece entre otros, servicio médico dental, en los horarios de atención: lunes a viernes de 8:00 a.m. a 2:00 p.m.; los que se enfermen o accidenten fuera del horario de atención tienen que desplazarse a Mérida para su atención.

Según información obtenida en la página electrónica del gobierno municipal de Mérida, a los servicios con los que cuenta la población se suman el 50 % de las calles pavimentadas, 20 % de las cuales cuentan con banquetas. Vale decir que al trasladarse a pie de un extremo al otro del poblado, para realizar cualquier diligencia, las plantas endémicas, iguanas y otros animales se encargan de hacer mucho más evidente el 50 % no pavimentado y el 80 % sin banquetas, especialmente en la época de lluvias. Por otro lado, el 80 % de la población cuenta con electrificación, alumbrado público y agua potable. El otro veinte tiene que alumbrarse con linternas y velas en casa y acarrear el agua en cubetas u otro tipo de contenedores, de ellos, los más afortunados de este porcentaje, lo hacen con ayuda de un triciclo. Hay servicio de volqueteros (camiones recolectores de basura) y transporte público, aunque no todos los habitantes están cerca de las rutas de acceso. También hay un cementerio, éste sí es para todos, aunque en ocasiones varios vecinos han hecho lo posible por evitar que se entierre ahí a los suicidas.

En cuanto a la educación formal, Chichí Suárez cuenta con dos planteles, el de educación inicial, jardín de niños "Agustín Yáñez", y elemental, escuela primaria "Francisco I. Madero". Como apoyo educativo adicional está la biblioteca pública municipal Taalo'n xooc waye (Aquí venimos a aprender). Además de un pequeño salón, junto a la subcomisaría, en el que se ofrecen talleres y cursos para las jóvenes y amas de casa, ahora se imparte —de martes a jueves, de 14:00 a 18:00 horas— el de corte y confección. Anteriormente también se ofrecía uno de manualidades.

Por lo que se refiere al nivel de escolaridad, de los 209 adultos encuestados (106 hombres y 103 mujeres) casi el 57 % sólo estudió la primaria, algunos no la terminaron, cubriendo sólo el primero o segundo grado. Cerca del 22 % terminó la secundaria; un 4 % pudo optar por una carrera universitaria y un 9 % no tuvo oportunidad de ir a la escuela (ver tabla 3). Este porcentaje de adultos analfabetas se expone a sufrir el siguiente "eslabón de la cadena" de violencia, ya que sin educación formal sólo pueden aspirar a empleos que requieren escasa o nula calificación u optar por el sector informal, que los lleva a ser presas fáciles de las vejaciones del clasismo.

Así, considerando la escolaridad de los adultos, el número de miembros en cada familia y sus requerimientos básicos, la interrogante inmediata nos remite a los modos de subsistencia: las necesidades y condiciones —en términos de geografía económica, tomando en consideración que en la ciudad se han creado empleos para trabajadores de escasa o nula calificación—2 los han obligado a desplazarse cada semana a la capital para buscar el sustento. En el caso de los varones, 23 % de los encuestados se dedica a la albañilería y casi un 3 % más trabaja como ayudante de albañil; alrededor del 10 % está empleado como obrero y también hay jardineros, choferes, veladores, pintores de brocha gorda, mecánicos y mozos, además de un pepenador, un dinamitero y un fosero (que limpia las fosas sépticas), entre otros.

Por su parte, la gran mayoría de la población femenina incluida en el estudio no tiene un empleo remunerado: 71 % son amas de casa; casi el 14 % trabaja como apoyo doméstico en casas particulares de la ciudad de Mérida, dos o hasta tres veces por semana en un horario de 9:00 a 13:00 horas, y cerca del 2 % cubre jornadas matutinas en los diferentes molinos del lugar. Sin embargo, es importante aclarar que algunas de estas mujeres han adaptado la entrada de sus casas como merenderos, aunque sea sólo los fines de semana, para vender diferentes platillos y con ello asegurar el sustento.

La economía de estas familias varía de acuerdo al número de miembros que trabajan, por ejemplo: 46 dependen del salario de uno solo de sus miembros; 34, del de dos; 12 de ellas, del trabajo de tres y el resto, más afortunado, del esfuerzo de cuatro o cinco de sus integrantes. Los ingresos fluctúan entre 1 200 y 20 000 pesos al mes. Preciso resaltar que casi el 40 % de estas familias sobrevive con menos de dos salarios mínimos3 al día, es decir, una cantidad menor a los 100 pesos diarios, mientras que otro 33 % se sostiene con un poco más de tres.

Ahora bien, en lo que se refiere a la vivienda, no vale aquello de "Todo cabe en un jarrito, sabiéndolo acomodar" pues hay ciertas necesidades que requieren espacio y privacidad. En el caso de la subcomisaría, 89 de las familias encuestadas poseen un lugar propio donde vivir, 11 están con los padres y ocho más habitan un lugar "prestado". De las 108 familias, 15 viven en un lugar con una sola habitación que hace las veces de dormitorio, recibidor, comedor, cocina, cuarto de televisión y hasta de aseo. Otras 48, se las arreglan con dos habitaciones "multiusos"; 28, con tres; 11, con cuatro; tres, con cinco y los más afortunados con seis. Además, 21 de estos grupos domésticos no cuentan con cuarto de baño, de modo que las excretas quedan al aire libre, en la parte de atrás de la propiedad, lo que llaman "el monte". La higiene personal se hace "a jicarazos", con ayuda de cubetas, palanganas o tinas de lámina galvanizada, dentro de una habitación a la que se le da cierta privacidad acondicionando mantas, a modo de cortinas.

Dos de las familias no cuentan con energía eléctrica y tres no reciben agua entubada. Dieciséis no tienen refrigerador. En estos casos, al preguntar cómo conservaban los residuos de comida, considerando que con frecuencia se rebasan los 40°C de temperatura en la región, los entrevistados señalaron: "no sobra nada". En realidad, los escasos sobrantes se tiran fuera de las casas para que los perros y gatos —junto con ratones y cucarachas, entre otros— los consuman. Quince familias aún cocinan con leña en el solar de la propiedad, pues no cuentan con una estufa. Sin embargo, el esparcimiento familiar es muy importante en la comunidad, pues 106 de las familias cuentan con televisión. Además, 68 cuentan con uno o más teléfonos celulares, incluso 12 de ellas, que no tienen cuarto de baño en su domicilio.

 

Percepción y representaciones sociales

Ya que el artículo reza sobre el "último discurso" del suicida, conviene definir lo que aquí se entiende por discurso. Primero, es una forma específica del uso del lenguaje y la interacción social. De este modo, se interpreta como una actividad comunicativa completa en una situación social. Segundo, el discurso incluye no sólo elementos verbales y no verbales, o interacciones sociales y actos de habla, sino también las representaciones cognitivas y estrategias involucradas durante su producción o comprensión. Hay que destacar que este aspecto cognitivo, además de ser una expresión de la práctica social, contribuye a determinados fines, como ejercer el poder.

Ahora bien, el proceso cognitivo de la percepción tiene tres características principales. Primero, el reconocimiento de las experiencias cotidianas permite evocar vivencias y conocimientos previos con los que se comparan, modifican o adecuan para interactuar con el entorno. Segundo, refleja el orden y la significación que la sociedad asigna al ambiente. Y, tercero, como señalan Aguado y Portal (1992, 63), la evidencia, nutrida de la experiencia inmediata, se transforma en una representación cultural funcional a los individuos del mismo grupo social, útil para la acción, sin ser explicativa del fenómeno.

Por lo general el término "percepción" se ha utilizado de forma errónea e indistinta como sinónimo de actitudes, creencias o valores sociales, ya que todos éstos se refieren a estructuras significantes que califican las vivencias. No obstante, se trata de un proceso más complejo que permite identificar la experiencia sensorial aprendida y estructurada socialmente y la forma como se presenta el mundo en la conciencia.

De este modo, la reacción ante cada situación está determinada por la manera en que se percibe. Una misma situación objetiva puede percibirse de modos distintos por diferentes personas o aun por la misma persona en contextos distintos, dependiendo del estado de ánimo. Por ejemplo, los pobladores del lugar perciben al suicida como una persona que ha permitido la entrada del Demonio a la comunidad, mientras los parientes lo ven como un ser desvalido cuya voluntad ha sido arrebatada por el Diablo, posiblemente porque su estado emocional, como familiares, está más cercano a la solidaridad de vecinos y conocidos.

En síntesis, para el presente trabajo se considera la percepción como un proceso cognitivo que consiste en la selección, categorización y elaboración simbólica de los indicios sensoriales recogidos del ambiente físico y social. Esto con el fin de relacionarlos con los conocimientos y experiencias previas para reconocer, interpretar y significar la realidad. Es necesario considerar que la percepción es una constante construcción de significados en el espacio y en el tiempo, una representación parcial del entorno, pues lo evidente sólo lo es dentro de un determinado contexto físico, cultural e ideológico. Por ello, conviene revisar los factores individuales y sociales, ya que ellos influyen en el proceso de la percepción.

Antes de revisar dichos factores conviene resaltar que la realidad se fundamenta en las relaciones que se conocen y descubren por el cuerpo. Así, la percepción de una cosa, de una forma o de una magnitud nos remite al mundo y a la experiencia en la cual el cuerpo vive los fenómenos. Basten, como muestra, las lágrimas escurriendo de los ojos de un suicida, éstas pueden transportar a los presentes a sucesos de profundo dolor físico o emocional en sus vidas, lo que promoverá su relación con diversas situaciones. Ya que la percepción está determinada por las características del perceptor, las diferencias sobre una misma situación pueden ser notables.

Ahora, entre los factores individuales Ruch (1973, 357) reconoce la experiencia previa y las necesidades y valores personales. La primera hace que el individuo tenga expectativas o forme hipótesis de lo que va a ver. Luego, al percibir su ambiente y recibir un estímulo real, sus procesos perceptuales le permiten confirmar o corregir dichas expectativas. Por otra parte, las necesidades y valores personales: riqueza, pobreza, tolerancia a la ambigüedad, mala estructuración en el ambiente, por mencionar algunos, también afectan su percepción. De ahí que los parientes se esfuerzan por identificar ciertos rasgos en la conducta del suicida, previos a la autoeliminación, y los clasifican como ajenos al sujeto y atribuibles al Demonio. Para ellos es importante asegurar a los vecinos que se trata de la intromisión del Diablo, pues tienen necesidad de ser aceptados en la comunidad y reconocidos por sus valores morales, mismos que eran compartidos por los finados en vida.

Ahora bien, muchas de nuestras percepciones están influenciadas de una u otra forma por nuestra experiencia social. Vargas (1994, 51) anota que la interpretación y asignación de significado de las experiencias sensoriales están modeladas y matizadas por normas culturales e ideológicas aprendidas desde la infancia y transmitidas por generaciones. Estos referentes ideológicos y culturales no sólo reproducen y explican la realidad: también se aplican a las distintas experiencias cotidianas para ordenarlas y transformarlas. Y aclara que "la selección y la organización de las sensaciones están orientadas a satisfacer las necesidades tanto individuales como colectivas". De este modo, la percepción manifiesta el orden que la sociedad le da al mundo y los significados que le atribuye.

Entre los factores sociales que pueden influir la forma de percibir las cosas Ruch (1973, 363-364) incluye los tabúes sociales y la sugestión. Sobre los primeros señala que las reacciones a éstos demuestran de manera clara las influencias culturales en su aprehensión, ya que existe una defensa perceptual o interferencia cuando los individuos se enfrentan a ellos. Ejemplo de esto es el temor a pronunciar el nombre del Diablo en Chichí Suárez, pues esto equivale a invocarlo, por ello al hacer referencia a éste prefieren decir "el Mal" o "el Malo", en voz baja y mirando para todos lados, pues siempre se encuentra al acecho, esperando cualquier oportunidad para apoderarse de la voluntad de algún incauto. Con respecto a la sugestión social, advierte que puede influir con facilidad la dirección de nuestra atención, por lo menos por un instante. Esto es, la presión social puede condicionar no sólo "lo que se puede o debe" percibir, sino también la organización de las percepciones. De ahí que Gema limpiara el cuerpo de su hijo con hierbas aromáticas y el lugar con agua bendita, quemara incienso, cortara la mata en la que se colgó y solicitara al cura celebrar ceremonias religiosas en el lugar donde ocurrió el hecho, así como en su domicilio, con tal de "alejar al Demonio", como lo dicta la comunidad. Todo ello para evitar que ocurriera otro suicidio y le fueran a echar la culpa por no haberlo corrido de la población.

Otro punto es la categorización, nos valemos de ella para facilitar el procesamiento de información, es decir, capturar o significar algo de manera objetiva, según Díaz (2011, 1-3). No obstante, ésta es un arma de dos filos pues, por una parte, representa economía pero, por la otra, abre la posibilidad de caer en encasillamientos, prejuicios y prototipos, lo que puede derivar en la discriminación. Según el mismo autor, el proceso supone cuatro elementos: categoría, prototipos, esquemas y representaciones sociales.

La categoría es un conjunto de objetos que comparten una o más características, atributos o rasgos. Cuanto más se parezca un objeto al prototipo, más seguros estamos de su pertenencia a determinada categoría.

Los prototipos son representaciones cognitivas de una categoría, estándares respecto de los cuales se evalúa el parecido de otros elementos y se decide su pertenencia a dicha categoría. Ahora bien, cada una de éstas está formada por un ejemplar típico o prototipo, y otros periféricos, menos definidos. El primero presenta el máximo de atributos propios de su categoría y el mínimo de atributos típicos de otras.

Los esquemas son las generalizaciones, abstracciones, bien organizadas de las características y propiedades de un objeto que ayudan en la interpretación y procesamiento de la información. Para Hogg y Vaughan (2010, 54-56) son las estructuras cognitivas las cuales representan conocimientos sobre un concepto o tipo de estímulo, incluyendo sus atributos y las relaciones entre ellos. Esto permite conocer de forma rápida a una persona, una situación, un evento o un lugar basándose en información limitada. Vale la pena decir que los esquemas tienden a permanecer sin cambios, incluso cuando hay información contradictoria, ya que se prefiere codificar o interpretar un objeto o sujeto como una excepción, único, especial o diferente, en lugar de considerar defectuoso algún esquema preestablecido.

Por último, las representaciones sociales son las cogniciones sociales compartidas, sus contenidos manifiestan la operación de procesos generativos y funcionales socialmente caracterizados. De acuerdo con Moscovici (1979, 17-18) serían

Una modalidad particular de conocimiento cuya función es la elaboración de los comportamientos y la comunicación entre los individuos. Es un corpus organizado de conocimientos y una de las actividades psíquicas gracias a las cuales los hombres hacen inteligible la realidad física y social, se integran en un grupo o en una relación cotidiana de intercambios y liberan los poderes de su imaginación.

Banchs (1982, 111-120) agrega que las representaciones sociales son una forma de reconstrucción mental de la realidad generada en el intercambio de informaciones entre sujetos. Además de tener como denominador el hecho de surgir en momentos de crisis y conflictos, como en este caso, el suicidio.

Por su parte, Jodelet (1986, 474) aclara que se trata de una forma de conocimiento específico, práctico, espontáneo, el saber del sentido común (no científico), orientado hacia la comunicación, la comprensión y el dominio del entorno social, material e ideal. Es el conocimiento que se constituye a partir de las experiencias, informaciones y modelos de pensamiento recibidos y transmitidos a través de la tradición, la educación y la comunicación social. La autora argumenta que entre los rasgos de las representaciones sociales se suman: ser la representación, imagen o alusión de un objeto, persona, acontecimiento, idea; tener un carácter simbólico y significante, y ser una construcción autónoma y creativa. Advierte también, que éstas cumplen ciertas funciones sociales, como la permanencia de la identidad social, el equilibrio socio-cognitivo, la orientación de conductas y comunicaciones y la justificación anticipada o retrospectiva de las interacciones sociales. Por ejemplo, en el caso de los ahorcados, en ocasiones la gente los encuentra girando en la cuerda, braceando, pataleando, con los ojos saltones, vomitados u orinados. La experiencia les dice que todas ellas son señales de una lucha librada contra el Demonio. La comunicación transmitida por generaciones dicta, entre otras cosas, azotar el cuerpo del suicida con una vara con espinos y regañarlo nueve veces para que se le salga el Mal, limpiar con agua bendita y rezar, para restablecer la tranquilidad en la comunidad.

Moscovici (1979, 176-177) infiere tres condiciones de emergencia que constituyen el pivote del proceso de formación de una representación social: la dispersión de la información, la focalización del sujeto individual y colectivo y la presión a la inferencia del objeto o situación definidos por factores sociales.

Por lo que se refiere a la dispersión de la información, la cantidad y calidad de la información al interior de un grupo son muy distintas. La información obtenida nunca es suficiente y por lo regular está desorganizada. Después, la focalización del sujeto individual y colectivo se refiere a los sujetos implicados en la interacción social como hechos que conmueven los juicios o las opiniones. Es decir, se señala en términos de implicación o atractivo social acorde con los intereses particulares los cuales se mueven dentro del individuo inscrito en los grupos de pertenencia. Para terminar, la presión a la inferencia supone que la sociedad reclama opiniones, posturas y acciones acerca de los hechos focalizados por el interés público y ésta se incrementa conforme crece su relevancia. Debido a que el propósito crucial es no quedar excluido del ámbito de las conversaciones, es preciso realizar inferencias rápidas, expresar opiniones al respecto y elaborar un buen discurso.

Entonces, el análisis de la percepción y representaciones sociales de la gente de Chichí Suárez sobre el "último discurso" del suicida se basa en la información revelada en las entrevistas. En éstas se detectan algunos de los factores sociales que comparten en la subcomisaría y se resaltan las peculiaridades individuales, información y actitudes verbales y no verbales. Todo lo cual enriquece el análisis de las representaciones en varias dimensiones

 

El "último discurso" del suicida

La gente de Chichí Suárez identifica un "último discurso" del suicida, a través de sucesos fisiológicos involuntarios del cuerpo o hechos físicos azarosos a los que atribuyen facultades comunicativas. Estos pueden ser de varios tipos e incluyen, por ejemplo, los llantos y sollozos "de los ahorcados" que atemorizan a la población. Rossana platica que uno de sus vecinos se colgó en el monte (terreno no barbechado), en un sendero por el que ocasionalmente transitaba la gente de la comunidad. Tras el ahorcamiento del oriundo de la subcomisaría, la gente dejó de pasar por ahí, pues en la noche se escucha su llanto por todo el monte "está ii, ii, ii [utiliza un tono más alto y agudo], está llorando". Su esposo le explica que el alma del difunto está arrepentida y aunque el arrepentimiento puede ser bien visto por la gente, sigue causando temor.

Con el fin de calmar el llanto llaman al cura: "Ese padre Benito bendició la casa, el solar, hizo la misa donde se ahorcó, se paró, hizo la misa, bendició la casa y todo [concluye con satisfacción]: hasta la luz del día no oímos más el llanto". Antes de la bendición y los rezos en el lugar, se podía ver la silueta del ahorcado con los relámpagos. Ahora ya no, pues "ya está curadito el lugar", gracias a que "de veras el padre tiene poder", concluye muy convencida.

Vale la pena decir que los sollozos pueden provenir no sólo del ahorcado, sino también de una mosca verde (hass) que se le pega al cadáver, "pica su cuerpo, toma su sangre y entonces grita". Gema, al acostarse en su hamaca después del velorio de su hijo, advierte moscas en el techo de su habitación. El miedo se apodera de ella y comenta con cierto temor "no vaya a ser que vaya a gritar una, agarré un poco de agua bendita y las saqué".

Según Lemnius (2002, 98 y 186), los insectos nacidos por generación espontánea, como las moscas, se vinculan con el mundo satánico. Ruz (2003, 619) reporta que entre los yucatecos de Dzidzantún se acostumbra limpiar la sangre de las víctimas de un accidente o una agresión, de otro modo las taahas (grandes moscas negras de ojos muy brillantes) la lamen, llevándose parte del alma del difunto. En cuyo caso, "vendrán luego a espantar a los vivos, profiriendo ayes espantosamente lastimeros".

En otros casos se advierte de un lagrimeo, que puede no significar necesariamente el arrepentimiento, como el caso anterior, sino el medio por el cual comunicar algo a sus familiares. En la situación que reporta Romina, parienta de la suicida, apunta: "Y después no dejaba de llorar [se refiere al cadáver de una joven]". Aquí las lágrimas indicaban que estaba "en estado" y el feto no había muerto, "por eso no dejaba de lagrimar". Resulta de especial interés que, a diferencia del reporte anterior, la comunicación no sugiera como intencionalidad los sentimientos, sino la simple transmisión de la noticia. En el discurso no se hace referencia a un arrepentimiento o demostración de afecto.

El "último discurso" del difunto puede darse durante el velorio, cuando está postrado en la tabla, mesa o ataúd, este último en caso de los más afortunados. Así, en el velorio del vástago de Rossana, vecina de la hacienda, el joven ahorcado estaba tendido sobre la mesa, cuando llegó la novia con su sobrina a verlo. Esto causó gran expectación entre los asistentes, pues antes de suicidarse el muchacho había discutido con su mamá, por un lado, y con la novia, por el otro. Al acercarse y retirar el pañuelo que tenía sobre la cara, brotó sangre de la boca del suicida y entonces "[gritó la entrevistada] ¡ay, pero se le fue la sangre lejos, sobre de ellas casi!, [bajó el tono] sólo porque se lo pusieron rápidamente". Con esto, según la informante, el muchacho señaló a la responsable de su muerte, porque "la sangre es la que habla". Desde luego Rossana, como la pariente más cercana, hizo partícipe del mensaje del suicida a los presentes.

Esta facultad atribuida a la sangre no es nueva, ya que de acuerdo con Muchembled (2002, 94) una vieja práctica de los jueces medievales en Europa consistía en observar el cadáver de una persona asesinada, el cual sangraba en presencia de su agresor. Todavía en el s. XVII Sánchez (1953, 75) reportaba algunos de los poderes atribuidos a la sangre, como en el suceso del distrito de Valladolid, Yucatán, en 1607 el cual presagiaba ruina y castigo:

Demás desto el año passado de 1607 llovió en muchos pueblos del distrito de la villa Valladolid sangre por el mes de Diziembre, como fue público, y me certifico averlo visto Fernando de Recalde, Sacerdote, y los Indios del pueblo de Tixcacal lo certificaron a los Alcaldes de la dicha villa: presagios, y documentos manifiestos de la ruina y castigo que se puede temer contra estos idólatras; pues en los libros de los Mancebos4 lib. 2. cap. 5. leemos aver parecido en las nubes exércitos, y esquadrones sobre la tierra Santa.

Amén de los fluidos corporales hay otros rasgos físicos que la gente percibe como la última comunicación del suicida. Tal es la situación comentada por Romina sobre la jovencita que se ahorcó: "Fue mucha historia lo de esa niña, dicen que hasta la embarazaron, porque esa niña hasta cuando amaneció no estaba dura. No estaba dura, estaba suavecita [se refiere al cadáver de la joven suicida]". En ese caso la ausencia de rigor mortis, percibida por la gente de la comunidad, fue interpretada como la noticia de su embarazo.

Candy explica otro motivo de pesadumbre, cuando encontraron a su papá colgado en el monte; su tono refleja una mezcla de angustia, temor, respeto y sobre todo un gran dolor: "Cuando llegaron ya no lo pudieron bajar, llegó mi suegra, pero... ¡Ya estuvo, acaba de morir! porque lo... dicen que se veía caliente, como no lo pueden agarrar, ni nada, pero se ve que acaba de morir, no lo pueden agarrar. Se veía caliente". De esta forma explica el motivo por el cual no lo pueden agarrar:

Porque no, porque si lo llegan a agarrar te pueden echar la culpa que tú lo mataste, por la huella, al bajarlo te pueden echar que tú lo mataste. [Baja un poco su tono de voz] Mi papá, mi hermano lo quería agarrar, un muchacho le dijo [sube un poco la voz]: "No lo vayas a agarrar porque te van a echar la culpa que tú lo mataste, tus huellas se van a quedar allá, no van a creer que él solo lo hizo", porque cuando empiezan a hacer la autopsia, que dicen que te cortan, van a ver tus huellas, si te checan tus huellas pueden decir que tú lo mataste, aunque no así pasó.

También hay casos en los que los suicidas se han comunicado aun después de haber sido sepultados. Dos de ellos llaman la atención por su similitud. Uno es el de la mamá de Candy quien tras la muerte de su esposo, le llora mucho, hasta sentir que un día "le tiran una piedra blanca". Y dice "esa piedra no hay casi acá, como sascab [caliza, por lo general se utiliza en Yucatán en lugar de arena]". De acuerdo con la familia la piedrita la aventó el papá, como una llamada de atención. Pues Candy aclara convencida "creo que no le gusta que diario lloraba".

El otro caso es el de Gema a quien recién ahorcado su hijo, le cae una piedrita junto. Según ella es su espíritu que le quiere comunicar su presencia. Ese hecho, percibido como una demostración de afecto por parte de su hijo fallecido, le devuelve la calma y la oportunidad de enfrentar la vida de otro modo.

Hay otro tipo de manifestaciones, como la experimentada por Abel tras su accidente "Me pasé a morir. . . sentí que me iba a morir". Según él, falleció unos segundos y regresó rápido, pues aparecieron sus dos hermanos que murieron ahorcados, le dieron el brazo, lo ayudaron a levantarse y le dijeron en tono de regaño: "Tú, no es tu espacio para morir". Aun cuando lo refiere como un regaño, subyace la intencionalidad de ayudarlo y señalarle el camino.

 

Consideraciones finales

Ahora bien, ya que se trata de identificar la percepción y las representaciones sociales de la comunidad, se hace la categorización de acuerdo con las evidencias reportadas por la población. El último mensaje del suicida pertenece a la categoría de comunicación, en donde se identifican dos prototipos, el verbal y el no verbal, el caso que nos ocupa está en el segundo. Así, de acuerdo con los informesde la gente de la comunidad, se puede decir que el "último discurso" del suicida es del tipo no verbal y le atribuyen la intencionalidad del sujeto.

En cuanto a los esquemas referidos por los pobladores, estas comunicaciones son de varios tipos: visuales (sangre brotando de la boca del suicida o lagrimas escurriendo de sus ojos), auditivos (llantos y sollozos cerca de la mata donde se ahorcaron) y táctiles (flacidez o rigidez cadavérica). A partir de éstos construyen significados de acuerdo con su experiencia y conocimientos previos, los cuales constituyen una representación parcial del entorno.

Hay toda una elaboración de comportamientos y comunicación entre los individuos de la comunidad a partir del "último discurso" del suicida. Primero, los informantes perciben hechos físicos azarosos o sucesos fisiológicos involuntarios del cuerpo del suicida. Con éstos construyen significados de manera colectiva, de acuerdo con su experiencia y conocimientos previos, determinando la interacción social de los presentes. Los pobladores saben que se trata de un cuerpo que ha iniciado su trayecto al Más Allá, por lo que se encuentra en plena transformación. Y, aunque no lo dicen con esas palabras, explican que el cuerpo ha perdido ciertas habilidades, como la de comunicarse de la manera como lo hacía en vida, a través del habla, por ello se vale de otras que aún están a su alcance para transmitir sus sentimientos, deseo de pertenencia y aceptación de la comunidad.

Las representaciones sociales elaboradas a partir del "último discurso" del suicida sirven para mantener el equilibrio socio-cognitivo y estabilidad emocional del círculo cercano de parientes y amigos, además de orientar el comportamiento de la gente. El muerto no muere por completo mientras mantenga comunicación con los vivos. De este modo, sus seres queridos toman en cuenta sus necesidades y preocupaciones y se mantienen ocupados atendiendo cada una de ellas. La gente de la comunidad acompaña al difunto, a sus familiares y amigos, reiterando su identidad y pertenencia a la subcomisaría.

Los pobladores de Chichí Suárez perciben al suicida como una persona que ha permitido la entrada del Demonio a la comunidad, mientras los familiares lo ven como una víctima del Diablo. Las necesidades y valores de los parientes juegan un papel importante en la elaboración de las representaciones sociales. Presentan al suicida como un ser desvalido cuya voluntad ha sido arrebatada por el Mal, esto le deslinda de responsabilidad moral y religiosa. Y, al no cometer pecado el suicida, asegura su espacio en el panteón, como una sucursal terrenal del cielo; así como la aceptación de la familia en la población. Luego, la gente los acompaña en los rezos, redoblando esfuerzos para asegurar el rescate de la víctima y sobre todo "la limpieza" del lugar, reforzando su pertenencia a la comunidad, la estabilidad emocional del grupo, y recuperar la homeostasis.

El discurso cumple su cometido cuando el pariente o amigo más allegado al fallecido o el que tiene mayor poder, según las circunstancias, se adjudica el derecho de identificar, interpretar y transmitir el mensaje del suicida a la concurrencia, de manera que socializa su percepción y la legitima, como si fuera la del suicida, e influye en la de los presentes. Así es como se empieza a construir la representación social de este fenómeno. Lo más importante es que a través de ese discurso —el del suicida— se logran objetivos en el mundo terrenal. Sobra decir que el contenido de dicho discurso está permeado por la intencionalidad del intérprete-emisor, verbigracia, liberarse de una responsabilidad, buscar culpables, develar secretos o tan solo encontrar explicaciones a lo desconocido. De ahí que en ocasiones la actitud sólo es favorable para el intérprete y desfavorable para parte de la concurrencia.

Para finalizar, se ha de advertir que las representaciones sociales del "último discurso" del suicida parecen estar estrechamente ligadas al sexo del fallecido. Lo anterior, considerando que de los ocho casos revisados en la subcomisaría seis eran hombres y dos mujeres y al parecer la intencionalidad de los hombres es demostrar arrepentimiento y afecto, como en cuatro de los casos, o señalar culpables, mostrándose como víctimas, en otros dos casos. Mientras que el de las mujeres se limita a comunicar como noticia lo que en vida era un secreto. Es importante señalar que en siete de los casos las intérpretes son mujeres mayores, familiares cercanas de los suicidas y en el otro se trata de un hombre de mediana edad, familiar del fallecido.

El dolor, temor, propio convencimiento o conveniencia evita que los presentes cuestionen —por lo menos de forma abierta— la autenticidad del discurso, el portavoz seleccionado o su intencionalidad. Lo cierto es que este "último discurso" en ocasiones se ha convertido en un eslabón más de la cadena de violencia que han experimentado algunos pobladores de Chichí Suárez.

 

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Notas

1 Cada una de ellas respondió a un cuestionario de seis preguntas abiertas y cincuenta y seis cerradas con codificación a priori, de acuerdo con un nivel de medición nominal categórico (por ejemplo, 1. primaria, 2. secundaria, 3. preparatoria o bachillerato, etcétera ó 1. tradición, 2. placer, 3. olvido de las penas, etcétera) o por intervalos (por ejemplo, 1. 15 a 19, 2. 20 a 24, 3. 25 a 29, etcétera), según el caso, además de seis preguntas abiertas. El instrumento está dividido en tres secciones. En la primera se solicita información general sobre la familia (número de integrantes, edades, la escolaridad de cada uno de ellos, la ingesta de alcohol, consumo de drogas, religión y la idea que tienen sobre el suicidio); la segunda se enfoca en la economía familiar (actividad laboral del padre y la madre, en su caso, número de días y horas que trabajan por semana e ingreso económico mensual); y la última parte se concentra en la casa habitación (naturaleza legal de la propiedad, número de habitaciones, servicios con los que cuenta y aparatos eléctricos que posee).

La evidencia de la validez del cuestionario está en el contenido que refleja el dominio del concepto mensurado (Hernández et al. 2002: 347). Para calcular la confiabilidad se aplicó un Test-retest a cuatro sujetos, con diferencia de seis semanas; también se calculó el coeficiente Alfa de Cronbach, con ayuda del programa Statistical Package for the Social Sciences (SPSS), que arrojó un índice de confiabilidad suficiente de .873.

2 Muchos de los trabajadores de Chichí Suárez que forman parte del sector informal de la Ciudad de Mérida son de origen maya, esto no ha afectado directamente su situación económico-laboral, sino su nivel de estudios, ya que como algunos de ellos explican no pueden trabajar en las macrotiendas, que acaban de crear al otro lado del Periférico, por no contar con un certificado de secundaria, documento que les solicitan para unirse a la planta laboral, ya sea como cajeros o vendedores, entre otros.

4 Con seguridad Sánchez se refería al libro segundo de los Macabeos, capítulo 5, versículo 2 de La Biblia (Antiguo Testamento) en la donde se señala: "Sucedió que durante cerca de cuarenta días aparecieron en toda la ciudad, corriendo por los aires, jinetes vestidos de oro, tropas armadas distribuidas en cohortes".

 

Información sobre la autora

Egresada del Curso de Formación de profesores de Inglés del Centro de Enseñanza de Lenguas Extranjeras (CELE) de la universidad Nacional Autónoma de México (UNAM, 1992). Licenciada en Lengua y Literatura Modernas Inglesas, Facultad de Filosofía y Letras (FFyL, UNAM, 1997). Maestra en Lingüística Aplicada, con mención honorífica (CELE, UNAM, 2003). Doctora en antropología (Área de lingüística) en el Instituto de Investigaciones Antropológicas (IIA, UNAM, 2011).

Profesora de inglés desde 1978, en la UNAM desde el 2000. Actualmente se desempeña como Profesora Ordinaria de Carrera Asociada "C" de tiempo completo, definitiva, adscrita al Centro peninsular en Humanidades y Ciencias Sociales de la misma universidad, con sede en Mérida, Yucatán. Docente en la licenciatura en Desarrollo y Gestión Interculturales y la maestría en Trabajo Social, además de aplicar los exámenes de certificación en comprensión de lectura, requisito para la titulación, así como el de posesión de la lengua.

Entre sus últimas publicaciones figuran Discurso en torno al suicidio en Chichí Suárez, Yucatán, El "discurso" del suicida, de parientes, amigos y reporteros como generador de un eslabón más de la cadena de violencia en una comunidad de Yucatán, México, Percepciones del discurso publicitario en Chichi Suárez, Yucatán, Persuasión y manipulación en la publicidad; La importancia de los estilos de aprendizaje en la enseñanza del inglés como lengua extranjera; así como tres libros de texto para la enseñanza del inglés como lengua extranjera, entre ellos Inglés técnico, educación basada en normas de competencia. laheru@hotmail.com.

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