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Agricultura, sociedad y desarrollo

versão impressa ISSN 1870-5472

agric. soc. desarro vol.11 no.1 Texcoco Jan./Mar. 2014

 

El manejo del agua e interacciones cooperantes de los usuarios de la Barranca Chalchihuapan en el norte de Cuernavaca, Morelos, México

 

Water management and cooperative interactions of users of the Chalchihuapan ravine in northern Cuernavaca, Morelos, Mexico

 

Teresita Rodríguez-López1, Nohora B. Guzmán-Ramírez*2

 

1Ciencias Agropecuarias y Desarrollo Rural. Facultad de Agropecuarias. UAEM. Av. Universidad, 1001. Col. Chamilpa, Cuernavaca, Morelos, México. C.P. 62209. (teresita.rodriguezlopez@gmail.com)

2Facultad de Humanidades. Universidad Autónoma del Estado de Morelos. Av. Universidad, 1001. Col. Chamilpa, Cuernavaca, Morelos, México. C.P. 62209. (nobegura@yahoo.com.mx)

* Autor responsable

 

Recibido: mayo, 2013.
Aprobado: noviembre, 2013.

 

Resumen

Desde hace aproximadamente 70 años en tierras del ejido de Tétela del Monte, ubicado al norte de Cuernavaca, se realiza la producción de plantas ornamentales. Ésta; favorecida por la ubicación geográfica, la disponibilidad de agua a través de la barranca y la experiencia acumulada de los productores, los coloca actualmente en los primeros lugares a nivel nacional en productividad de nochebuena (Euphorbia pulcehrrima Wil.) y cempaxúchitl (Tagetes erecta). Sin embargo, el crecimiento constante de zonas residenciales y fraccionamientos en la zona han colocado en riesgo la disponibilidad de agua para el uso agrícola. El objetivo de este artículo es analizar las interacciones hacia la cooperación que explican cómo se realiza la distribución y el acceso a los recursos entre productores y colonos que comparten un espacio de uso común, la Barranca Chalchihuapan. Se enfatiza en las siguientes variables: confianza, participación y cooperación de los usuarios, partiendo de que estas son decisiones racionales que posibilitan explicar las estrategias y mecanismos de orientación prosocial.

Palabras clave: acción colectiva, colonos, manejo del agua, viveristas.

 

Abstract

Since approximately 70 years ago in lands of the ejido Tetela del Monte, located in northern Cuernavaca, Morelos, the production of ornamental plants is carried out. Favored by the geographic location, water availability through the ravine and the experience accumulated by producers, this activity currently places producers in the first places at the national level in productivity of nochebuena (Euphorbia pulcehrrima Wil.) and cempaxúchitl (Tagetes erecta). However, the constant growth of residential zones and compounds in the area has put at risk the water availability for agricultural use. The objective of this article is to analyze the interactions towards cooperation that explain how distribution and access to resources takes place among producers and residents who share a space of common use, the Chalchihuapan ravine. The following variables are emphasized: trust, participation and cooperation of users, stemming from the idea that these are rational decisions that allow explaining the strategies and mechanisms of pro-social orientation.

Key words: collective action, residents, water management, greenhouse owners.

 

Introducción

Los espacios geográficos son lugares compartidos, independientemente del tipo de tenencia que éstos presenten. Cuentan con representación dinámica, simbólica y saturada de significados construidos y modificados en el transcurso del tiempo por los actores sociales (Oslender, 2002). Estas construcciones están arraigadas en la experiencia y constituyen un repertorio de articulaciones caracterizadas por su flexibilidad y por su capacidad de adaptación; se encuentran llenas de elementos imaginarios y simbólicos que tienen su origen en la historia personal y colectiva (Hernández, 2009). Se tiende a conceptualizar el espacio en función de tres aspectos: 1. Como producto de interrelaciones; 2. Como una esfera de posibilidades de existencia de la multiplicidad, en la que coexisten diferentes trayectorias; y 3. Siempre está en proceso de formación abierto (Massey, 2004). Tiene algo de inesperado, caótico, fracturado, producto de las interacciones y entrecruzamientos de relaciones; permite profundizar en el estudio y ampliar la comprensión de los fenómenos subjetivos y sociales, pues la manera en que los sujetos significan e imaginan el "aquí" y el "allá", su lugar y el de los otros, determina tanto la forma en que lo experimentan como lo que hacen, es decir, su práctica cotidiana. Además, son representaciones de los efectos de la modernidad, sobre todo en las zonas que otrora eran rurales y se han transformado en urbanas.

Los productores de ornamentales en el Ejido de Tetela del Monte, al norte de la ciudad de Cuernavaca, Morelos, son conocidos localmente como viveristas. Han desarrollado un sistema de riego, con una amplia red hidráulica de mangueras, que se abastece de los escurrimientos y afloramientos de la barranca de Chalchihuapan, en un espacio de 5.7 km de longitud. En esta barranca afloran los manantiales Salto Grande-Salto Chico, que recorren la parte norte de la ciudad y son considerados sitios turísticos. Desde hace aproximadamente setenta años los productores se han abastecido de agua de la barranca, organizados en pequeños grupos de cinco a 15 personas, muchas veces familiares, estableciendo una serie de acuerdos sobre el acceso, uso y distribución del agua. Sin embargo, y pese a lo anterior, en la investigación realizada se estableció que, del total de los viveristas encuestados, 22 % de ellos no reconocen el beneficio que la barranca les brinda y no se sienten responsables de su conservación. En otro contexto, pese a que los habitantes de las colonias aledañas al sistema no extraen agua del manantial, sí usan la barranca para realizar las descargas de aguas grises y negras y disponer de las basuras domésticas. Al igual que los viveristas, los colonos han generado algunas formas de organización para conservar la barranca; sin embargo, son minoría frente a una mayoría indiferente. Es en este sentido que algunas investigaciones, como la de Elinor Ostrom (Ostrom, 2000), mencionan que la acción colectiva ocurre cuando se requiere que más de una persona contribuya con su esfuerzo a lograr resultados. Uno de los problemas de la acción colectiva es excluir a los no participantes de los beneficios de ésta; en este caso se benefician sin que les cueste nada, fenómeno que se conoce como gorrón o free riders, que genera la apatía y el desinterés de los que venían haciendo actividades de mantenimiento.

Conocer a los actores que posibilitan la acción colectiva a través de los mecanismos de cooperación dentro de este espacio a lo largo de su historia, permitirá explorar sus tendencias cooperantes o egoístas. Los criterios individualistas optan por maximizar las ganancias a costa del bien común, poniendo en riesgo los recursos y al mismo tiempo al grupo. Mockus et al. (2006:41) plantean la falta de cooperación como problemas de acción colectiva:

"Todos los ciudadanos se benefician si muchos ciudadanos cooperan, pero varios pueden abstenerse de hacerlo por falta de confianza en que los demás lo harán, por oportunismo o incluso por temor a ser los primeros en tomar una iniciativa de cooperación. A cada usuario de carro particular le convendría que los demás se abstuvieran de usar el suyo. A cada ciudadano, funcionario o empresario le convendría que los demás fueran correctos y a él se le permita ser la excepción. A prácticamente todos los ciudadanos les convendría el fuerte incremento de eficacia de la justicia que se derivaría de una cooperación casi universal en materia de información y testimonio, pero muchos ciudadanos dudarán en asumir los costos de estar entre los primeros colaboradores con la justicia. Además, la desconfianza en la capacidad de control del Estado actúa en dos sentidos: favorece tanto el oportunismo como el escepticismo".

La confianza, cooperación, participación y organización social son temas actuales de discusión entre los teóricos de las ciencias sociales. Destacan los trabajos de Elster (2003, 2006) y Mockus (2006a y 2006b), quienes han generado una propuesta que permite comprender mecanismos que explican algunos comportamientos que van más allá de la racionalidad instrumental y proponen la teoría de la elección racional en sociedades complejas.

El objetivo de este artículo es dar a conocer mecanismos de orientación prosocial, es decir, de cooperación, que presentan los productores de ornamentales y colonos ubicados en el área de la barranca de Chalchihuapan, al norte de Cuernavaca, Morelos, para el manejo del agua y del espacio de ésta. Se inicia con una ubicación del lector de los usos del agua y posteriormente de se presenta un análisis de los mecanismos de orientación prosocial.

 

Metodología

La presente investigación se realizó considerando diferentes instrumentos de recolección de información, desde una perspectiva interdisciplinaria. Se realizaron recorridos de campo con registros etnográficos, fotográficos y entrevistas, con el objetivo de obtener un contexto amplio que coadyuvara a la explicación y comprensión de los procesos sociales en el área de estudio. Igualmente, se aplicó una encuesta a 100 habitantes de colonias aledañas a la barranca, la cual incluyó 148 variables en 10 secciones distintas. La aplicación comprendió 109 manzanas que corresponden al área urbana y ejidal de la zona de estudio. Se realizaron 25 entrevistas a autoridades ejidales, municipales y líderes del lugar.

Además del trabajo de fuentes primarias se realizó otro con fuentes secundarias, revisión bibliográfica y consulta de Archivos Históricos del Municipio de Cuernavaca, Registro Agrario Nacional (RAN, desde 1929 a la fecha), del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI, 2010) a través del Sistema para la Consulta de Información Censal (SINCE, 2010), así como la base de datos del REPDA (CONAGUA, Registro Público de Derechos de Agua, 2010) de la Comisión Nacional del Agua (CONAGUA).

Ubicación del polígono ejidal de Tetela del Monte

En la parte norponiente del municipio de Cuernavaca, a 1989 msnm, se encuentran El Ejido y el núcleo urbano de Tetela del Monte, con una vegetación boscosa y temperatura promedio entre los 28°C y 31°C a lo largo del año. Político-administrativamente se ubica en la Delegación Emiliano Zapata; limita el ejido de Tetela del Monte con el de Santa María Ahuacatitlán y Tlaltenango, los cuales forman parte de las poblaciones conurbadas de la ciudad de Cuernavaca, pero que se rigen por usos y costumbres, mismos que revindican por ser pueblos originarios (Figura 1).

De acuerdo con el último Censo Nacional, Tetela del Monte cuenta con 3400 habitantes (INEGI, 2010). Aproximadamente 890 viven directamente de la producción de plantas de ornato y su comercio; esta actividad da empleo indirectamente a trabajadores jornaleros, taxistas, choferes y comerciantes. Los datos del INEGI para 2010 mencionan que más de la mitad de la población económicamente activa (PEA) se distribuye en actividades del sector terciario (61.8 %), mientras que el porcentaje restante se reparte entre los sectores secundario y primario 20.1 % y 14.4 %.

Hasta 2010, el ejido de Tetela del Monte poseía una extensión de 7500 m2 (RAN, 2010). La carpeta básica de El Ejido menciona que éste se constituyó en 1929, con un total de 70 ejidatarios; actualmente el padrón de ejidatarios reporta 206. Es decir que los ejidatarios representan 5.88% de los habitantes del poblado y 0.59 % de la población total de la zona. Los ejidatarios y los viveristas forman grupos separados, muchas veces antagónicos, que obstaculizan la toma de las decisiones sobre el poblado, las cuales se toman desde la Delegación o el Ayuntamiento, al que quedaron supeditados hace mucho tiempo. A la vez, este último es un espacio de gestión donde las asociaciones de colonos tienen mayor intervención, desplazando incluso a los ejidatarios como representantes de los intereses del área de la barranca. Siguiendo los límites del polígono ejidal, el poblado se encuentra cercado por dos importantes barrancas: la de Ahuatlán, al oeste, y la de Chalchihuapan, al este. El acelerado y caótico desarrollo de la urbanización sobre estas barrancas ha agudizado las problemáticas en la zona por la demanda de agua, las descargas y la disposición de basura, aumentando rápidamente la contaminación y, por ende, el deterioro de la barranca.

En la historia de la gestión del agua en el Ejido de Tetela del Monte se pueden identificar tres momentos de enfrentamiento. El primero se presenta en 1931 en una disputa por el recurso con los ejidos aledaños de Santa María Ahuacatitlán, Tlaltenango y San Antón, donde se logra un acuerdo en cuanto a la regulación de la extracción con la participación de la Secretaría de Recursos Hidráulicos, instancia del Gobierno Federal responsable de controlar este recurso; se otorgan 48.894 1/seg a Tetela del Monte.

El segundo conflicto se registra en 1955 cuando Felipe Rivera Crespo, presidente municipal de Cuernavaca, intenta despojar del agua a los ejidos de Tetela del Monte y Tlaltenango (González, 1929). Nuevamente, la Secretaría de Recursos Hidráulicos notifica que los habitantes cuentan con la real posesión, refrendando el uso del agua del manantial a los pobladores de Tlaltenango y Tetela del Monte.

En 1970 se presenta el tercer conflicto; nuevamente entre el Ayuntamiento de Cuernavaca y los ejidatarios, el primero argumenta la necesidad de agua a favor de las colonias, como Rancho Cortés. Reiteradamente, los ejidatarios se niegan a dejar esta fuente de agua de uso agrícola que en 1984 impulsará una de las actividades de agricultura comercial de relevancia económica local y en el estado.

En 1992, la modificación al artículo 27 constitucional permitió la venta de tierras ejidales, impactando en la organización de los ejidos, a lo cual no estuvo ajeno el de Tetela del Monte. A 21 años de este cambio, la organización ejidal está pasando por una serie de transformaciones y conflictos que ha dado lugar a la conformación de nuevas formas de organización social y productiva; es así como el agua está concesionada actualmente por la CONAGUA a las organizaciones de productores de ornamentales a través de la conformación de Sociedades Productivas promovidas fuertemente desde 2000, las cuales se encargan de la gestión social y técnica de ésta. Como no todos los productores de plantas ornamentales son ejidatarios, la relación con las autoridades ejidales y la Ayudantía municipal es una relación instrumental que se establece para buscar apoyo financiero para el mejoramiento de la producción a través de la Secretaría de Desarrollo Agropecuario.

El Proceso de organización de los productores de ornamentales ha pasado por varias etapas; primero, en 2003 se registraron como Productores de Ornamentales de Tetela del Monte y en 2005 se formó otra, como Plántulas de Tetela. Estos grupos se caracterizaron por estar integrados por ejidatarios, lo cual le daba un mayor grado de cohesión y, por ende, de fuerza organizativa ya que, además de ser productores, eran los dueños de la tierra, de la que sólo se utilizaban los espacios para colocar las naves.

Posteriormente, durante 2004, muchos grupos obtuvieron apoyos a la producción por parte de la Secretaría de Desarrollo Agropecuario y muchos otros se diversificaron como autónomos, como en el caso de Viveros de Morelos S. A. de C. V. Aunque tienen una estructura familiar, cada uno se guía por principios más empresariales y empezó a ver por sus propios intereses y con su línea de especialización en plantas.

Para 2005 se formaron más grupos, la organización se debilitó y cada uno de los grupos de productores seguía actuando de forma individual. No fue sino hasta 2010 cuando, ante la incertidumbre de la venta de tierras para colocar más fraccionamientos en la zona, algunos viveristas y ejidatarios formaron el Sistema de Usuarios de los Manantiales Salto Grande y Salto Chico de Tetela A.C., quienes solicitaron y obtuvieron la concesión del agua por diez años.

En 2013 eran dos las organizaciones que atendían los asuntos del agua: los viveristas, cuyo grupo se denomina "Productores de Plantas de Ornato de Morelos S.C. de C.V. y cuya acta se protocolizó en 1981 con 221 productores, y los "Usuarios de los manantiales Salto Chico y Salto Grande de Tetela del Monte A.C.", protocolizada en 2010, con 121 usuarios.

De la producción de subsistencia a la comercial

La producción de ornamentales en la zona comenzó en 1942, cuando el sueco Axel Leonard Wenner-Green llegó a vivir a la colonia Rancho Cortés. Él, junto al japonés Mario Z. Ogurí enseñaron a los ejidatarios de las familias Durán, Tejeda, Canseco y López a desarrollar esta actividad. En la década de los años ochenta la producción se formaliza con el apoyo del Gobernador del Estado, Lauro Ortega, quien promovió la modernización e incremento de la agricultura en el estado de Morelos, dotó de las primeras naves, y posibilitó y fomentó el acceso y la distribución del agua por mangueras, asegurando así uno de los recursos imprescindibles en la producción de plantas de ornato.

Se menciona que no es posible entender el incremento de los viveristas sin considerar el aumento en la demanda de flores y plantas, así como de servicios asociados a la jardinería y mano de obra; por ende, el desarrollo de las colonias, como el Fraccionamiento Rancho Cortés (Sánchez y Saldaña, 2010) y la aparición del viverismo en Tetela del Monte, van de la mano con la formación de las colonias cercanas al poblado. La modernidad urbana se entreteje con la del campo, pues la producción de plantas ornamentales no es igual a las actividades del campo, como la siembra tradicional.

Actualmente existen 140 naves de invernadero con una gran heterogeneidad; 80 % son rústicos; 25 % cuentan con infraestructura bajo cubierta, 60 % está a cielo abierto; y 15 % es de tipo mixto. De los resultados de la encuesta se puede observar que 28 % son de 1000 m2, 1 7% miden 2000 m2, y 6 % de 10 000 m2; se detectó que existe una tendencia a aumentar la superficie de éstos.

Durante 1996 se instala el mayor número de viveros en Tetela, lo que coincide con la venta de terrenos ejidales en dónde ex ejidatarios deciden invertir en esta actividad productiva. Este dato concuerda con la información obtenida en las entrevistas; los ejidatarios reconocen que la venta de tierras les permitió invertir su dinero en las instalaciones de nuevas naves. Entre 2000 y 2006 se instalaron seis naves con la modalidad de renta. Actualmente 6 % de estos invernaderos están produciendo jitomate (Solanum lycopersicum), 2 % tienen producción de plantas aromáticas y 6 % se especializan en la producción de nochebuena (Euphorbia pulcherrima), 3 % en lantana (Lantana camara), 3 % en azalea holandesa (Rhododendron Simsii) y 80% no tiene ninguna especialización.

El manejo del agua por los productores de plantas de ornato

Desde los nacimientos del Salto Grande y Salto Chico comienza la distribución del agua de la barranca a los viveros, con un volumen de extracción permitido de 640 mil 840 m3/año (CONAGUA, 2010), distribuido entre 121 usuarios. En el padrón de productores se tiene registrados a 221 productores, lo que quiere decir que existen 100 productores, aproximadamente, que al rentar el espacio no están invitados a la distribución de agua.

En la parte baja de la barranca se ubican 28 tomas registradas por la Comisión Nacional del Agua (CONAGUA). Cada viverista instala mangueras de dos pulgadas que captan agua por gravedad en 28 depósitos de distintas capacidades; posteriormente la suben a los viveros mediante bombas y ahí se almacena para el riego. Como se puede observar en la Figura 2, existen siete tomas que pertenecen a un único usuario, cada uno con una dotación de 1449.4 m3/año; sin embargo, hay cuatro tomas con cuatro viveristas, cada una con 15 913.6 m3/año. En la toma 28 están registrados 38 viveristas con un volumen de 9433 m3/año, lo que contrasta con la toma 26, con dos usuarios y un volumen de 9418 m3/año. Esto se observa al graficar los registros de usuarios (Figura 3); el volumen concesionado por toma muestra una disparidad en la distribución de agua; 73 % de los viveristas cuentan con toma de agua, 27 % de ellos no cuentan con ella debido a que no son ejidatarios o porque rentan el espacio para la producción. Sin embargo, hay dos personas que cuentan con dos tomas de agua cada uno; estos productores son los pioneros en la actividad y han sido autoridades ejidales por varias generaciones. Sólo 11 % comparte su toma y 5 % de los que tienen toma no la comparten; 2 % no cuenta con ella o no tiene acceso a una toma definida, aunque hay un acuerdo entre ellos para hacerlo. Compartir la toma es una característica de una costumbre a solidarizarse con otros que aún no han alcanzado los niveles económicos para independizarse, pero también podría ser un mecanismo para controlar el agua, dada la acumulación de capital social por parte de los ejidatarios en la zona.

Existe además una heterogeneidad en la capacidad de tanques de almacenamiento de agua por vivero; según los datos recabados en la encuesta, 50 % de éstos cuentan con tanques de 50 000 l; 16 % tiene al menos un tanque de 150 000 l y 33 % tiene cuatro tanques de 10 000 l, es decir, su capacidad de acopio depende de los recursos con los que cuentan para ello. La carencia de infraestructura para el almacenamiento del agua provoca desigualdad en la disponibilidad del recurso, pero a la vez genera desperdicio, ya que si no se tiene donde almacenar se deja fluir a campo abierto.

En lo que respecta al uso del agua por cada vivero, en los resultados de la encuesta resaltó que 88 % de los productores riegan directamente usando un aditamento, como una regadera, la cual conocen localmente como "cebolla". Esta forma de riego es identificada como chorro; 10 % utiliza riego por goteo y otro 2 % usa sistemas de aspersión. Las horas que se destinan al riego al día dependen de la variedad de plantas en la que se especializan, pero en promedio se requiere de cuatro horas diarias en época de secas y de 2.8 horas en época de lluvias. La distribución de agua entre los viveristas es desigual, ya que dependen del capital social y de las relaciones para acceder a los recursos (en este caso una toma de agua) y de su capital económico, pues a mayores recursos mejor infraestructura para el riego, la captación y el almacenamiento del agua.

La distribución de agua en las colonias que no dependen del agua de estos manantiales, pero que sí pertenecen a la misma cuenca, también es desigual (Figura 4).

Las colonias cercanas a los manantiales, como Rancho Cortés y Rancho Tetela, con una población de 3482 habitantes (INEGI, 2010), tienen un volumen de agua mayor que Lomas de Ahuatlán, que tiene una población de 10 769 habitantes. La relación de la CONAGUA, dependencia que regula el uso del agua, y los usuarios de agua de uso agrícola o uso doméstico, es poco cordial; los funcionarios argumentan cumplir con su papel al aplicar las normas vigentes. Los viveristas y colonos están conscientes de sus carencias y buscan estrategias para hacer más racional y eficiente el uso del agua, aun cuando adolecen de los recursos económicos para alcanzar los parámetros marcados. Es en esta relación usuarios-instituciones gubernamentales en las que se plantea conocer las actitudes cooperantes entre ambos grupos de usuarios, que les permita mejorar la situación entre usuarios y entidades encargadas de hacer cumplir la normatividad y regular el uso de este recurso de manera adecuada.

Interacciones cooperantes de los productores de plantas de ornato y habitantes de las colonias

Elster (2006:282) menciona que "no son las sociedades las que entran en interacción entre sí, sino que los individuos lo hacen. Estos individuos que se relacionan bajo objetivos comunes permiten identificar agrupaciones que interactúan entre sí con mayor intensidad que con personas de otras agrupaciones." Dado lo anterior, se planteó aplicar una encuesta para conocer las respuestas individuales y establecer algunos mecanismos de prosocialidad como: confianza, participación y cooperación; es decir, establecer si existe una orientación en pro de la acción colectiva o si está más enfocada en la acción individual.

Confianza

Luhmann (2005:6) menciona que la confianza es un hecho básico social; es un rasgo natural del mundo, parte integral de los límites dentro de los cuáles vivimos nuestra vida cotidiana, aunque no es un componente intencional de la experiencia. La necesidad de confianza puede considerarse como un punto de partida correcto para entender la derivación de reglas para la conducta apropiada (Luhmann, 2005). Igualmente, desde la teoría que propone Ostrom (2000), en el gobierno de los bienes comunes afirma que las instituciones son reglas que permiten acordar una acción colectiva. Si estos acuerdos se rompen, la confianza es el primer elemento que se vulnera; se considera a la confianza como un elemento que cohesiona a la sociedad. Elster (2006) la retoma para entender los mecanismos que ayudan a incrementar las relaciones de reciprocidad y con ellas las cooperantes permiten realizar acciones que tienen que ver con los demás, más que con el bienestar personal.

En este sentido, a los usuarios de la barranca de Chalchihuapan se les preguntó sobre trece instituciones políticas y sociales para poder observar en cuales se tiene mayor o menor confianza; los resultados se presentan en la Figura 5.

En términos generales sólo se obtuvo respuesta para ocho instituciones locales de representación comunitaria. La organización de productores contó con el más alto porcentaje de confianza entre los viveristas, con 61 %, pero no con los colonos de quienes sólo 7 % confían en ellos. La desconfianza tiene un valor alto entre los colonos, con 37 %. Los colonos distribuyen su confianza entre grupos ambientalistas, sus organizaciones de colonos y el Ayudante Municipal. Las organizaciones ambientalistas que hacen trabajo de sensibilización fueron los preferidos entre los colonos, con 16 %, sin embargo, no son una opción entre los viveristas. Las instituciones que tuvieron valores más bajos de confianza fueron el grupo de iglesia, la reunión de manzana y la Asamblea Ejidal.

Cuando preguntábamos sobre las preferencias en cuanto a dependencias que se deberían encargar del cuidado de la Barranca, 18 % de los viveristas prefieren que sea la comunidad quien se encargue del cuidado de la barranca y 28 % de los colonos, que sea el Ayuntamiento. Como se observa en la Figura 5, se expresa la idea de que sean otros los que se encarguen de los espacios compartidos. Los viveristas no perciben que es de este sistema del que se abastecen de agua para su producción y que cuidar la barranca sería un signo positivo en el cuidado de este recurso.

Sobre los mejores mecanismos para representarlos se dieron tres opciones entre Asamblea ejidal, Asociación de colonos y otra. De los colonos, 55 % y de los viveristas 10 % se sienten mejor si son representados por la Asamblea de Colonos, mientras que sólo 4 % de los viveristas se sienten mejor en la asamblea ejidal.

Podríamos decir que, dados los resultados anteriores, en la zona de estudio se presenta un fenómeno de organización y confianza hacia nuevas figuras de representatividad que están emergiendo por la urbanización, otorgándoles mayor peso en la toma de decisiones con respecto a los asuntos urbanos. Estas nuevas formas también implican criterios de elección de representantes que determinan las formas de participación y organización; estos criterios, que se toman en cuenta al momento de elegir un representante, fueron 17 opciones de la encuesta aplicada y sólo se escogieron once. Las características más reconocidas fueron: responsabilidad, para 41 % de los colonos y 10 % de los viveristas; y honradez, demostrar interés, que tenga experiencia, liderazgo y que sean leales, para 8 % de los viveristas y 12 % de los colonos; para ambos grupos con sus respectivas proporciones, los criterios fueron los mismos.

El cruce de los resultados que la encuesta aporta como dato relevante es que a mayor nivel educativo, mayor es la importancia de que el representante cuente con un programa de trabajo. En general, la confianza aumenta con los grupos o personas que conocen personalmente o que son más cercanas a ellas. El contacto personal constituye un factor fundamental para ganar confianza; la falta de ésta lleva a una menor participación en las diferentes actividades que implican una acción colectiva.

Participación

La participación es otro concepto que se ha impulsado desde los años ochenta del siglo pasado por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial; ambos han sugerido a los gobiernos el incremento de la participación de los ciudadanos en la toma de decisiones de sus localidades. Sin embargo, esta participación está basada sólo en asistencia a eventos donde se les avisa a los concurrentes sobre los planes o programas que se aplicarán en sus comunidades. También es común la inhibición a participar; esto ha generado una población displicente que deja que otros, el estado o las organizaciones políticas, tomen las decisiones más importantes sobre lo que les acontece.

En la zona de estudio existen dos formas de asumir la participación; una es asistiendo a las reuniones para escuchar lo que se va a informar y otra realizando trabajos colectivos. En el caso de la organización de los viveristas tienen una participación más pasiva de escuchas, para informarse sobre la productividad y la regulación de normas oficiales. Existe muy poca participación; parece que la zona tiene mucho movimiento social y a la hora de analizar la encuesta en el cruce de información entre usuarios y las organizaciones en las que ha participado, se aprecia que los niveles son bajos en términos generales; 58 % del total de usuarios no ha participado en ninguna organización, es decir, seis de cada 10 no participan en ninguna organización. En la zona, 12 % ha ocupado puestos de dirección; el resto sólo participa asistiendo a las reuniones. En el caso de los colonos, sólo 7 % ha ocupado algún puesto de liderazgo. A las asambleas asiste 59 %, contra 41 % en ambos grupos que no lo hacen.

La escolaridad no está relacionada con la participación ni con la obtención de puestos de liderazgo en las organizaciones. Sólo 12% del total de usuarios sí han obtenido un puesto de dirección, mientras que 88 % no, aunque tengan mayor grado de escolaridad; 26% de los que tienen licenciatura, 23 % de preparatoria y 23 % con secundaría no han ocupado ningún puesto de liderazgo o autoridad. Sólo 2 % de los viveristas y colonos que tienen preparatoria y 7 % de los que cuentan con licenciatura han tenido puestos de liderazgo.

La participación en el tequio o la faena es de 63 %, entre usuarios, colonos y viveristas; 47 % de los colonos reportan esta actividad y 16 % de los viveristas también la realizan, lo cual evidencia la alta participación en acciones en beneficio de la comunidad por reciprocidad.

Sobre los motivos que pudiera tener una persona para promoverse a ocupar algún puesto de representación comunitaria, en ambos grupos 41 % responde que esto se debe a que desea mejorar su situación económica y 22 % a que quiere contribuir al beneficio del pueblo. Las actitudes asociadas a esto son básicamente la rendición de cuentas y la honestidad, elementos fundamentales para restablecer el tejido social. Ingresar a la política fue la siguiente opción que se usó para caracterizar a las personas que buscan una representación popular.

En el caso que se estudia, específicamente sobre la participación para el cuidado de la barranca, 50 % de los viveristas sí saben cómo se cuida, mientras que el otro 50 % no lo sabe. Entre los colonos, 12 % sabe cómo hacerlo y 21 % de ambos grupos dijo saber cómo se cuida la barranca. Los resultados muestran la acción más individual de los colonos y la tendencia en los viveristas a actuar en grupo.

En cuanto a cada cuando realizan estas actividades, prevaleció la falta de información en la zona, ya que 58 % no sabe cuándo se llevan a cabo. En relación con su periodicidad, 58 % no sabe y 21 % dice que son actividades anuales que hacen los viveristas en función de que la presión en el cauce del río no disminuya; 9 % dice que son semanales, 7 % mensuales y 5 % dice que se realizan cada seis meses.

En general (74 %) no se realizan actividades en la barranca; 22 % de los colonos hacen limpieza, 1% de ellos reforestan y 2 % realiza actividades de desazolve; en cambio, 11 % de los viveristas limpian, 5 % desazolva y 33 % realiza actividades de limpieza que benefician al resto. La encuesta arroja que son los colonos los que realizan más actividades anuales (10 %) y mensuales (7 %). A la pregunta sobre el reglamento interno de sus organizaciones, 83 % de los viveristas lo desconocen, así como 50 % de los colonos.

Cooperación

Las transformaciones en el área de estudio, especialmente en los últimos 10 años, han modificado no sólo el espacio físico, sino también han trastocado formas de organización y participación social. Una de ellas se refiere a la organización de fiestas tradicionales; un ejemplo lo vemos con la celebración de la fiesta del 3 de mayo realizada por los pobladores para llevar ofrendas a los cuerpos de agua. Los datos de la encuesta aplicada muestran que 56 % de los colonos y 100 % de los viveristas cooperan económicamente para las fiestas, aunque sólo 26 % de los colonos asistan a éstas.

La razón por la cual los colonos cooperan, es porque muchos de ellos se consideran avecindados y una manera de estar bien con los del pueblo es participando para la fiesta, ya que muchos de los del pueblo son los que controlan los pozos de agua. El agua es el tema que más mueve a los viveristas y colonos para realizar esta cooperación.

Como ya se ha presentado en el análisis de la confianza y la participación, que son fundamentales para la cooperación, están muy determinados por las percepciones sociales con respecto al otro; es así como la cooperación aumenta cuando implica intereses directos y personales, y menos cuando son a largo plazo, indirectos o propuestos por instituciones gubernamentales.

 

Conclusiones

Las transformaciones del espacio por la creciente urbanización y la incorporación de actividades productivas modernas han modificado formas tradicionales en que los habitantes de la zona resolvían sus acuerdos entre ellos y con las autoridades municipales y federales. La distribución heterogénea de agua que presentan los productores de plantas de ornato entre ellos pone en riesgo este recurso para su actividad. Aunque dentro de los viveristas existe una confianza alta en la organización de usuarios del Salto Chico y Salto Grande, esta organización necesita aumentar los niveles de participación entre los productores.

La organización ejidal tiene bajos niveles de confianza entre los productores, dado que estos últimos en su mayoría ya no son ejidatarios. Los niveles de cooperación entre colonos para las fiestas patronales responde más a un mecanismo de reciprocidad, donde los nuevos habitantes requieren de algunos servicios como el agua. Por ello, 100 % de los viveristas y colonos cooperan en estas actividades; los mecanismos de control de parte de los antiguos habitantes o ejidatarios es muy importante. Es decir, las fiestas siguen jugando un papel importante en la cohesión social de los ejidatarios y pobladores de Tetela del Monte.

Los niveles de confianza en sus representantes y en las organizaciones que los representan son bajos; la desconfianza es la que predomina. Los niveles de participación también son bajos, sobre todo la participación activa, donde se ocupan puestos de liderazgo; 47 % de los colonos y 16 % de los productores realizan actividades de tequio o faena, mientras que 22 % realiza actividades de limpieza en el sistema, éstas serían las actitudes pro-sociales que habría que fortalecer en la zona para aumentar las actitudes cooperantes.

Entre los productores de plantas ornamentales la cooperación con dinero es más factible que la que se hace mediante trabajo o asistencia, principalmente en las fiestas del pueblo. Por otro lado, la cooperación que realizan los colonos y los viveristas actualmente en trabajos de limpieza en la zona, es de 39 %, aproximadamente; con su tarea benefician al resto de los usuarios de la barranca.

 

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