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Agricultura, sociedad y desarrollo

versão impressa ISSN 1870-5472

agric. soc. desarro vol.9 no.3 Texcoco Jul./Set. 2012

 

Trayectoria histórica de la territorialidad ganadera campesina en el oeste de la Provincia de Córdoba, Argentina

 

Historical trajectory of peasant livestock territoriality in western Provincia de Córdoba, Argentina

 

Felícitas Silvetti*

 

Departamento de Desarrollo Rural. Facultad de Ciencias Agropecuarias. Universidad Nacional de Córdoba. Av. Valparaíso s/n, Ciudad Universitaria, (5000) Córdoba. Argentina. (fsilveti@agro.unc.edu.ar) *Autor responsable.

 

Recibido: mayo, 2012.
Aprobado: junio, 2012.

 

Resumen

En este ensayo se analiza la estrategia campesina de manejo del ganado caprino en el oeste de la provincia de Córdoba, Argentina, y la apropiación de los servicios ecosistémicos del Chaco Árido, en el marco del proceso de construcción social e histórica del territorio. Tres procesos de territorialización se identifican en la zona: i) la territorialidad campesina ganadera, originada en la Colonia y orientada a la producción y consumo local de caprinos con base en el pastoreo extensivo del forraje provisto por la vegetación del bosque nativo; ii) la territorialidad extractivista, a partir del avance del capitalismo en el territorio, con el advenimiento del ferrocarril a principios del siglo XX, la explotación de los recursos forestales, la proletarización de la mano de obra campesina y la mercantilización de los productos de las economías domésticas; y iii) la territorialidad empresarial ganadera, con la intensificación de la ganadería bovina en la primera década del siglo XXI y la concentración de la tierra en detrimento de los intereses y actividades productivas de los campesinos. Se concluye que, con rupturas y continuidades, las tres territorialidades están vigentes en el espacio, y explican los conflictos entre campesinos y otros actores sociales con intereses divergentes por la apropiación de los servicios ecosistémicos.

Palabras clave: campesinos, Chaco Árido, conflictos socioambientales, estrategias.

 

Abstract

This essay analyzes the peasant strategy for goat livestock management at the west of the Provincia de Córdoba, Argentina, and the appropriation of ecosystem services in Chaco Árido, within the framework of the process of social and historical construction of the territory. Three processes of territoriality are identified in that zone: i) peasant livestock territoriality: originated in the Colony and directed at the local production and consumption of goats based on extensive grazing of fodder provided by the native forest vegetation; ii) extractivist territoriality: with the advance of capitalism in the territory, the introduction of railroads at the beginning of the 20th Century, the exploitation of forest resources, the proletarianization of peasant labor and the commodification of products from domestic economies; and iii) entrepreneurial livestock territoriality: with the intensification of cattle production in the first decade of the 21st Century and the concentration of land in detriment of the interests and productive activities of peasants. It is concluded that, with ruptures and continuities, the three territorialities are valid in the space, and they explain the conflicts between peasants and other social actors with diverging interests over the appropriation of ecosystem services.

Key words: peasants, Chaco Árido, socio-environmental conflicts, strategies.

 

Introducción

El análisis de la interdependencia entre la preservación de los servicios que brindan los ecosistemas y la continuidad de la vida social, cobra una renovada importancia en el marco de la insustentabilidad global que se observa en el modelo de producción capitalista dominante. La sobreexplotación del ambiente en nombre de la producción, para solventar un metabolismo social irracional (Naredo, 2006) sobrepasa las posibilidades de carga y de renovabilidad de los ecosistemas y destruye espacios vitales para muchas especies. La homogeneización de las prácticas productivas y de los productos que instala la agricultura industrial, frecuentemente basada en el monocultivo para exportación, genera una pérdida irreparable de la biodiversidad, de la fertilidad de los suelos, de la calidad y diversidad de los productos orientados a la alimentación de la población y desplaza a los campesinos con culturas productivas diferentes (Silvetti, 2011). Como señala Leff (2005), bajo el modelo de la agricultura industrial, los ecosistemas y las prácticas culturales precedentes se ignoran por igual, generando un proceso de degradación ecosocial que afecta el sentido mismo de la existencia humana.

Efectivamente, el capitalismo manifiesta hoy una modalidad horizontal de penetración en los territorios, a través de la concentración de los medios de producción, que excluye a los campesinos cuya reproducción social depende en forma más directa de los servicios que brindan los ecosistemas. A pesar de las declaraciones internacionales sobre la necesidad de reducir la pobreza, la mayoría de las comunidades campesinas en los países subdesarrollados están resistiendo para que el agronegocio no las despoje de los medios de vida (Martínez 2004; Giarraca y Massuh 2008; REDAF, 2010) y luchan por su supervivencia a través de la movilización de las organizaciones campesinas y la vinculación a entidades ambientalistas que operan a escala global.

Frente a este proceso, los sistemas agrarios de las tierras áridas muestran hoy mayor vulnerabilidad que otros (Stafford et al., 2009). La crisis ecológica y social de las tierras áridas ha sido analizada por la "Evaluación de los Ecosistemas del Milenio" (MEA) como un fenómeno que reviste especial interés, tanto desde el punto de vista académico como político, porque compromete la base material de sobrevivencia de muchas comunidades campesinas en el mundo. La evaluación considera que los ecosistemas áridos no sólo tienen un valor natural intrínseco que justifica su protección, sino que producen servicios ecosistémicos1 esenciales para el bienestar y la subsistencia material de las poblaciones a largo plazo (Montes y Salas, 2007).

En la Argentina esta problemática es importante, ya que 75 % del territorio nacional es árido o semiárido. Estas regiones producen 50 % del valor de la producción agrícola y 47 % de la ganadera y concentran 30 % de la población nacional que suma 9 millones de habitantes (LADA, 2004). La ganadería extensiva sobre vegetación nativa es la actividad predominante, a cargo principalmente de pequeños productores familiares de subsistencia. Las zonas áridas concentran 100 % del ganado caprino y de camélidos, el 80 % de los ovinos y 40 % del ganado bovino (LADA, 2004). La mayoría de las provincias de la Argentina consideradas como tierras secas, tienen ingresos per cápita inferiores a la media nacional, y los hogares con necesidades básicas insatisfechas duplican el promedio nacional (LADA, 2004). En estas áreas, los suelos manifiestan serios problemas físico-químicos que comprometen la productividad agropecuaria, causados por manejos tecnológicos inapropiados y el desmonte intensivo que acompañó el proceso de agriculturización del territorio nacional en las últimas décadas (Teubal, 2003; Silvetti et al., 2011).

La provincia de Córdoba constituye uno de los más dramáticos ejemplos en este sentido. El proceso de expansión del cultivo de soya (Glycine max) y la intensificación ganadera bovina de tipo empresarial, han generado un cambio en el uso de la tierra en detrimento de la superficie de bosque nativo. Cabido et al. (2005) y Zak et al. (2008), analizando los cambios ecológicos ocurridos en la provincia de Córdoba entre 1969 y 1999, señalan que la vegetación del bosque chaqueño ha sido la más afectada, porque desaparecieron 1.2 millones de hectáreas de su hábitat original. Actualmente se estima que queda sólo 5 % de la superficie de bosque de las 12 000 000 hectáreas originales que poseía la provincia (COTBN, 2008).

Estudios recientes (Cáceres et al., 2010; Cáceres et al., 2011; Silvetti et al., 2011) señalan que el cambio en el uso de la tierra en el Chaco Árido no sólo está destruyendo los bosques nativos, sino que impone restricciones cada vez más severas al pastoreo extensivo de los rebaños caprinos (Capra aegagrus hircus) que han constituido el principal recurso de sobrevivencia de los pequeños productores campesinos durante siglos.

Es frecuente, sin embargo, que los informes de los organismos técnicos nacionales o provinciales, responsabilicen al manejo ganadero campesino de los problemas ambientales observados:

La ganadería se realiza con bajo nivel tecnológico, predominando los productores pequeños y de subsistencia. Los pastizales naturales aportan la totalidad de la alimentación de los animales y son manejados de acuerdo a criterios subjetivos, con escasa disponibilidad de información. Como consecuencia de esta situación, los niveles de productividad y eficiencia de estos sistemas ganaderos son muy bajos. El sobrepastoreo continuo, la falta de manejo del comportamiento animal, hacen que se produzcan procesos de desertificación en la mayoría de esos predios (LADA, 2004: 26).

Consideramos que interpretaciones como la precedente no profundizan en las razones sociales que explican las prácticas ganaderas campesinas y su trayectoria, ni tampoco contempla críticamente la posición subordinada que ocupa el campesinado en el marco de los procesos económicos más globales que afectaron la provincia de Córdoba.

El objetivo de este trabajo fue analizar las estrategias campesinas de manejo del ganado caprino en el oeste de la provincia de Córdoba, Argentina, y la apropiación de los servicios ecosistémicos del Chaco Árido, en el marco de un proceso de construcción social e histórica del territorio. Nos preguntamos sobre la naturaleza de la relación existente entre las estrategias de los campesinos criadores de caprinos y los servicios del ecosistema que le sirven de sustento, desde una mirada socioantropológica e histórica más comprensiva del fenómeno.2

Con sus continuidades y retrocesos, la cría de caprinos en el oeste de la provincia de Córdoba no sólo debería ser analizada como una práctica socioproductiva clave de la reproducción social campesina, sino también como un fenómeno político, en tanto los campesinos lograron consolidar en el territorio una apropiación material sobre las pasturas, aun ocupando una posición subordinada en el espacio social. Este modo particular de apropiación permitió mantener, simultáneamente, cierta autonomía en las estrategias campesinas y la sustentabilidad del bosque nativo durante muchas generaciones.

La relevancia social que presenta la capricultura como práctica social en el oeste de la provincia de Córdoba, está dada por su asombrosa permanencia en el tiempo, independientemente de su valor económico. Mientras otras actividades productivas han ido desapareciendo por diversas circunstancias históricas, la capricultura representa el capital de supervivencia principal de los campesinos. De esta manera el acceso y uso de los servicios forrajeros, de los que depende la actividad, estructura el eje de la lucha social por parte de diferentes actores, sobre todo a medida que el sistema de pastoreo extensivo en el territorio es cuestionado por el avance de los derechos privados sobre la tierra.

En este trabajo la oferta forrajera del Chaco Árido es conceptualizada como un "servicio ecosistémico" cuya provisión no sólo depende de ciertas propiedades e interrelaciones biofísicas particulares, sino también de la construcción social que del ecosistema hacen actores concretos, en momentos históricos particulares y según las relaciones de fuerza vigentes y los intereses sociales en lucha (Silvetti, 2011). No todos los actores sociales se benefician por igual de los servicios ecosistémicos en un territorio, sino que son los grupos con mayor poder los que crean las condiciones para acceder y controlarlos, en detrimento de otros. La forma en que los grupos sociales confrontan estas relaciones de poder se constituye en una clave importante para analizar la problemática sobre la provisión de servicios ecosistémicos (Quetier et al., 2007).

Consideramos que un eje importante de analizar se refiere a la solidaridad ecosocial (Silvetti, 2011) que es posible de señalar entre las estrategias de los campesinos y los servicios ecosistémicos del bosque chaqueño. La noción de solidaridad ecosocial alude a una práctica que se actualiza en la interacción con cambiantes situaciones ecológicas o estructurales (Silvetti, 2011). Se fundamenta en una racionabilidad limitada socialmente, en un sentido práctico incorporado por el agente a lo largo de su historia (Bourdieu, 1997) que se expresa en la aptitud de los actores para moverse, para actuar y para orientarse en relación al uso de los servicios ecosistémicos según la posición que ocupen en el espacio social, la lógica del campo específico y las situaciones particulares en las cuales se encuentran comprometidos.

El abordaje estratégico de las prácticas sociales alude a la aptitud que tienen los agentes sociales para maximizar beneficios materiales y simbólicos, en el marco de las restricciones y opciones que brindan las condiciones objetivas externas (Gutiérrez, 2004). Considerar el territorio como locus de la reproducción social,3 significa superar simultáneamente dos visiones. Por una parte, aquella que ve el territorio como instituido por las determinaciones generales del capitalismo y que colocan al campesinado en un mero espacio subordinado de la reproducción. Por otra parte, supera la perspectiva que centra la atención en la dinámica territorial local, perdiendo de vista el contexto más amplio en el cual las estrategias están insertas.

Estas ideas suponen que los espacios territoriales no están dados apriori, sino que están construidos/instituidos en el terreno de las luchas sociales que también son luchas por la atribución de un significado (Goncalvez, 2001). Los territorios tienen una historicidad, están sujetos a un proceso de territorialización y los diferentes segmentos de una sociedad no participan igualmente del proceso instituyente, sino que están diferencialmente posicionados en un campo4 de relaciones sociales (Bourdieu y Wacquant, 1995). Aquí el análisis se focaliza en la dinámica entre los actores en función de trayectorias, posiciones, intereses y representaciones particulares en torno al valor de lo que se disputa, de lo que está en juego. En este sentido es importante considerar que si bien la valoración y uso efectivo de los servicios ecosistémicos generalmente son atribuibles a los actores que habitan un territorio específico, frecuentemente son disputados y explotados por otros actores extraterritoriales, generando importantes desequilibrios en términos de beneficios y riquezas acumuladas de unos en detrimentos de otros y relaciones de subordinación y dependencias territoriales.

Como hipótesis de trabajo, sostenemos que los campesinos capricultores del oeste de la provincia de Córdoba, han construido históricamente una particular relación ecosocial que les ha permitido controlar estratégicamente los servicios forrajeros del Chaco Árido, en el marco de un campo de relaciones sociales donde ellos ocupan una posición social subordinada. Esta relación local está imbricada además en procesos socioeconómicos y políticos globales, tanto nacionales como internacionales, que han mediado las luchas entre los actores sociales del territorio por el acceso y control del forraje.

 

El territorio y las unidades domésticas capricultoras

El departamento Pocho se ubica en el oeste de la provincia de Córdoba, en la región central de la República Argentina. Tiene una superficie de 3200 km2 que equivalen al 2 % del territorio provincial. El departamento está dividido por la Sierra de Pocho en dos grandes zonas diferenciadas: una de llanura hacia el oeste y otra serrana hacia el este. El territorio campesino, objeto de este estudio, está delimitado por las pedanías Represa y Chancaní que constituyen la zona de llanura que alcanza entre los 300 y 400 msnm.

La población del departamento Pocho es rural, escasa y dispersa, con pequeñas comunidades establecidas a gran distancia unas de otras, registrándose una densidad media de 1.6 habitantes/km2, inferior a la observada en el ámbito provincial. Se observa además una pérdida de población constante desde 1947, con una tasa media anual de crecimiento negativa (Baigorria, 2004). Según el último Censo de Población de la Provincia de Córdoba (2008) el departamento Pocho registra 5147 habitantes.

La zona es semiárida, con precipitaciones menores a 600 mm y con un alto déficit hídrico (300-500 mm). Las precipitaciones presentan una marcada estacionalidad, ya que se concentran en el período estival (desde diciembre a marzo), siendo muy escasas durante los restantes meses del año (Capitanelli, 1979). Asimismo se observa una marcada variabilidad interanual de las precipitaciones, típica de las zonas áridas, con la ocurrencia de años muy secos que complican la disponibilidad de forrajes y agua para el ganado (Maccagno y Karlin, 2000).

Como consecuencia del régimen de precipitaciones, el acceso al agua por parte de los productores en el oeste del departamento Pocho tiene un valor estratégico determinante, ya que constituye el recurso más importante para el desarrollo de la ganadería. Mientras en la falda de la sierra de Pocho existe un sistema público de almacenamiento y distribución del agua del Río Chancaní a través de acequias, en la llanura se acumula el agua de la escorrentía estival en represas5 o se dispone de agua subterránea a través de pozos.

La vegetación corresponde al Distrito Chaqueño Occidental (Cabrera, 1976). El sector más occidental, en contacto con los Llanos de La Rioja, ha sido incluido por Ragonese y Castiglioni (1970) en el Distrito de los Llanos y por Morello et al. (1985) en el Chaco Árido. El bosque chaqueño occidental se compone originalmente de un estrato arbóreo superior, integrado por especies de alto valor económico y forestal que por su escasa densidad permite el desarrollo de un sotobos-que compuesto por un estrato arbustivo y una cubierta inferior de gramíneas. Las especies arbóreas dominantes son el quebracho blanco (Aspidosperma quebracho blanco) en bosques prístinos, en tanto que en la zona de monte con historia de uso forestal, el algarrobo negro (Prosopis flexuosa) es la especie dominante. Estas especies están acompañadas de arbustales (Parkinsonia praecox, Ziziphus mistol, Geoffroea decorticans y Celtis tala) y gramíneas anuales (Cabido et al., 1992).

La estructura estratificada de la vegetación, que originariamente poseían los bosques, permitía una utilización muy eficiente de los nutrientes y del agua disponible en el ecosistema y generaba numerosos hábitats que favorecían la biodiversidad. Asimismo las complejas relaciones de competencia por recursos, como las de facilitación entre los componentes de la comunidad vegetal, modelaban un sistema de alta heterogeneidad espacial en cuanto a composición florística, fenología, productividad y distribución de biomasa de las especies. Estas características daban como resultado un sistema con una gran estabilidad y resiliencia (Carranza y Ledesma, 2005). Sin embargo, la tala intensiva del estrato arbóreo que sufrió el departamento Pocho desde principios del siglo XX, redujo la superficie cubierta por el quebrachal de Apidosperma quebracho-blanco a zonas protegidas y a territorios de piedemonte menos perturbados. Como consecuencia, actualmente predominan bosques y matorrales de sustitución que ocupan más de 35 % de la superficie del departamento (Zak, 2008). A pesar de ello, mantiene una magnitud de servicios ecosistémicos importantes de preservar, sobre todo el sotobosque clave para la nutrición del ganado caprino. Esta situación marca un contraste significativo con la desaparición casi total del bosque nativo en el conjunto del territorio de la provincia de Córdoba, donde se impuso la agricultura industrial y los sistemas campesinos fueron desarticulados y excluidos.6

La principal actividad económica en el departamento Pocho es la ganadería bovina y caprina de tipo extensivo con predominio del minifundio ganadero (Ghida y Sánchez, 2009). Según datos del Censo Nacional Agropecuario (2002), en las Pedanías Represa y Chancaní, sobre un total de 158 establecimientos agropecuarios, 83 % son unidades de tipo campesino dedicadas a la cría de caprinos y 17 % establecimientos capitalizados orientados a la cría de ganado bovino. La concentración de la tierra es alta, ya que 13.5 % de las explotaciones maneja 71.9 % de la superficie, mientras el restante 86.7 % de las explotaciones posee sólo 28.1 % de la superficie. Lo mismo sucede a nivel de las existencias bovinas, ya que de 11695 cabezas bovinas totales, el 2.5 % de los establecimientos posee 38 % de las cabezas y 97.4 % de los establecimientos posee 61 % de las existencias.

Los predios campesinos comprenden dos áreas bien diferenciadas. Por un lado, el "puesto", donde se encuentra la vivienda de la familia, la infraestructura productiva básica para el manejo de la hacienda y pequeños lotes destinados a cultivos agrícolas (principalmente maíz), productos hortícolas y frutales para el autoconsumo. Por otro lado, el área de pastoreo, cuya extensión es muy variable debido al sistema de aprovechamiento extensivo que generalmente excede a las hectáreas que los campesinos declaran en posesión en relevamientos oficiales (Silvetti, 2010). Como consecuencia, las áreas de pastoreo se superponen para diversos rebaños, configurando un sistema de pastoreo extensivo que supera y no responde a límites prediales. Ello excluye la posibilidad de realizar una valoración técnica de la carga animal a nivel predial, y ha llevado a valoraciones erróneas acerca del efecto negativo de los rebaños sobre las condiciones del suelo y las pasturas.7

Los rebaños caprinos (denominados localmente majadas) ocupan hasta la actualidad un papel importante en la provisión de alimentos básicos para el autoconsumo de las familias campesinas y tienen un rango de entre 40 y 120 cabras (ADEC, 2007). Los sistemas se orientan a la cría de cabritos alimentados con leche materna. Si bien una parte de la producción de cabritos se destina al consumo familiar y otra a la reposición del rebaño, es mayor la proporción que se destina al mercado de productos local y regional8. Las pariciones tienen lugar en dos épocas del año, siendo la de invierno la más importante por la cantidad de cabritos nacidos aunque el porcentaje de mortalidad alcanza 10 %, a causa de las bajas temperaturas y la falta de leche en las cabras por las restricciones nutricionales que sufren en la época invernal9 (ADEC, 2007).

Es importante señalar que además de la función productiva, los rodeos caprinos cumplen un papel central en la constitución de las unidades domésticas campesinas. Los padres entregan hembras jóvenes a sus hijos cuando alcanzan la edad de conformar su propia familia, y este mecanismo de reproducción patrimonial constituye un hecho fundamental que asegura entre generaciones el capital inicial mínimo para formar una unidad doméstica con ciertas garantías de supervivencia. En este contexto, la tenencia de un rebaño caprino es más importante que la posesión de una fracción de tierra para la reproducción social del sector. Este hecho es tan relevante que, cuando los campesinos emigran, sus animales permanecen a cargo de algún familiar como capital de refugio en el territorio.

Por último, es importante destacar que la forma de tenencia de la tierra por parte de las unidades campesinas es precaria debido a situaciones generalizadas de sucesiones indivisas y falta de títulos saneados, generando una situación de vulnerabilidad jurídica de los campesinos, agravada en las últimas décadas frente al creciente interés de actores empresariales por acceder a las tierras para la cría de ganado bovino.

 

Metodología

La información se integró como un estudio de caso (Valles, 1997) bajo el criterio metodológico de la triangulación de métodos cualitativos y cuantitativos (Combessie, 2005). Debido a que la documentación disponible sobre los sistemas campesinos en general es muy pobre o incompleta, se privilegiaron las técnicas de historia oral. El período inicialmente considerado en el estudio (1950-2009) para trabajar a partir de los testimonios de los protagonistas, posteriormente se modificó a fin de ampliar el marco de comprensión de la problemática estudiada.

El estudio estuvo orientado al desarrollo de "teoría fundamentada" (Glaser y Strauss, 1967; Glaser, 2002) a través de dos estrategias: i) la comparación constante, a través de la codificación y análisis de los datos según categorías y propiedades relevantes a la problemática investigada y; ii) el muestreo teórico, mediante el cual se seleccionan nuevos casos a estudiar según su potencial para refinar o expandir los conceptos desarrollados según el criterio de saturación teórica. Esto significa que la muestra se consideró suficiente en función del grado de saturación de las categorías relevantes que emergieron en el curso del trabajo.

De acuerdo con este criterio metodológico, se realizó una primera etapa exploratoria durante el año 2007. Se realizaron 20 entrevistas no estructuradas a unidades domésticas campesinas y 15 entrevistas a informantes claves del territorio que incluyó a maestros de las escuelas rurales, técnicos y funcionarios pertenecientes a diversos programas e instituciones estatales con injerencia en el área. Esto permitió delinear los procesos territoriales más generales y ajustar las preguntas de investigación.

Durante la etapa siguiente el trabajo de campo se orientó hacia el relevamiento de los datos definitivos. A tal fin se implementó una encuesta estructurada a 42 unidades domésticas, incluyendo variables cuantitativas y cualitativas para la elaboración de una tipología de estrategias campesinas. En función de la tipología elaborada, se implementaron entrevistas biográficas en profundidad (Kornblit, 2004) a 20 unidades seleccionadas a fin de abordar la trayectoria histórica de las estrategias. El material obtenido a través de las entrevistas fue triangulado con información proveniente de fuentes primarias y secundarias a fin de contextualizar adecuadamente los relatos. Cabe aclarar que los relatos orales se integraron en el trabajo no como mera ilustración de un marco previamente elaborado, sino como elementos activos de construcción de la problemática (Olivera, 2000).

Para el procesamiento de los datos se utilizaron métodos estadísticos multivariados de ordenamiento y clasificación (Hill y Gauch, 1980) que permitieron construir una tipología de unidades domésticas campesinas.10 La información cualitativa fue sistematizada, codificada e interpretada en función de categorías teóricas relevantes.

 

Resultados

Los procesos y los actores instituyentes del territorio

El departamento Pocho ha transitado, desde el siglo XVI hasta la actualidad, por un proceso de construcción social que implica tres tipos de territonalidades: i) la territorialidad campesina ganadera, originada en la época colonial y orientada a la producción y consumo local de caprinos en base al pastoreo extensivo del forraje provisto por la vegetación del bosque nativo; ii) la territorialidad extractivista, a partir del avance del capitalismo en el territorio, con el advenimiento del ferrocarril a principios del siglo XX, la explotación de los recursos forestales, la proletarización de la mano de obra campesina y la mercantilización de los productos de las economías domésticas; y iii) la territorialidad empresarial ganadera, con la intensificación de la ganadería bovina en la primera década del siglo XXI y la concentración de la tierra en detrimento de los intereses y actividades productivas de los campesinos. En esta trayectoria, cada nueva territorialidad emergente generó rupturas y cambios en las anteriores, pero no las reemplazó totalmente, siendo posible identificar importantes continuidades hasta la actualidad.

Las lógicas sociales dominantes, en estos procesos de construcción del territorio fueron a su vez muy diferentes. Por una parte, la lógica campesina que prioriza la producción de bienes de uso en el marco de la ganadería y la agricultura de subsistencia, pero que se mercantiliza gradualmente. Bajo esta lógica, las actividades productivas se ajustan a las necesidades domésticas y a los tiempos y características ecológicas del Chaco Árido. Por otro lado, la lógica capitalista que se orientó hacia la producción-extracción de bienes de cambio en el marco de una economía gradualmente integrada al mercado local y nacional, con necesidades monetarias crecientes. Esta última lógica tiende a apropiarse de los recursos del ecosistema en función de los tiempos del mercado, desestimando los tiempos ecosistémicos (Goncalves, 2001). A continuación desarrollamos, con mayor detalle, los procesos de territorialización y las lógicas sociales que los impulsaron.

La territorialidad ganadera campesina

La ganadería campesina como práctica social no constituye una estrategia fija, ahistórica y ausente de dinamismo; por el contrario, sufre ajustes y cambios creativos ante las transformaciones ambientales, sociales y productivas que enfrenta el oeste del departamento Pocho. Sin embargo, también es posible identificar cierta continuidad en esta práctica según una lógica solidaria con la preservación de los servicios ecosistémicos del territorio que garantizan la continuidad de la actividad productiva.

Desde el siglo XVI la actividad ganadera jugó un rol estructurante de la actividad productiva y mercantil del departamento Pocho. Los conquistadores españoles recibieron de la Corona concesiones de tierras y mano de obra indígena, e introdujeron animales y especies vegetales exóticas orientadas a la subsistencia de la población colonial. El ganado caprino, en particular, se difundió rápidamente en todo el territorio de la provincia de Córdoba, especialmente en las regiones más áridas del noroeste. Su comportamiento alimenticio flexible y oportunista le permitió adaptarse mejor a una productividad vegetal con marcada estacionalidad y escasa disponibilidad de agua (De Gea et al., 2005).

Pero fue a través de la cría de mulas que la región se articuló comercialmente con los centros mineros andinos durante el período colonial. Los beneficios que reportó esta actividad productiva se concentraron principalmente en las haciendas de mayor tamaño, aunque los campesinos también participaron como pequeños criadores y mano de obra para los arreos (Assadourian, 1978; Tell, 2008).

Durante la Colonia la actividad productiva en el departamento Pocho fue muy diversificada y se asentó mayoritariamente en unidades campesinas independientes, donde la mano de obra familiar controlaba directamente el proceso de producción. Mientras las mujeres se ocupaban de la atención del ganado caprino y de otras actividades productivas peridomésticas para el autoconsumo, los hombres eran responsables de la cría de pequeños rodeos de mulas y del ganado bovino (Tell, 2008). Existía además otro tipo de unidades campesinas dependientes de "afincados o agregados" de las haciendas, también llamados "puesteros" (Romano, 2002; Tell, 2008). Estas unidades estaban obligadas a prestar una compensación al dueño de la tierra en trabajo o en productos con "división de múltiplos"11 por el acceso a tierras de cultivo o áreas de pastoreo. La legislación vigente desde 1820, establecía que "todo hacendado que tenga agregados en sus terrenos les fomenten y obliguen a que cada año hagan sementeras de trigo, maíz y demás frutos precisos para la subsistencia" (Romano, 2002: 102). Es importante señalar que si bien la población campesina producía una diversidad de productos principalmente para el autoconsumo, también participaba del comercio regional, vendiendo mulas a los centros andinos y ganado bovino y tejidos de lana a la región de Cuyo y Chile (Assadourian, 1978; Tell, 2008).

Al comenzar las guerras de independencia a principios del siglo XIX, se interrumpe el comercio de mulas con el Alto Perú y cesa definitivamente en 1814. Assadourian (1978) caracteriza esta situación como una "crisis social de masas", porque afectó tanto a criadores grandes como a los más pequeños. A partir de entonces y a lo largo de los siglos XIX y XX la ganadería de mulares entró en crisis hasta casi desaparecer (Assadourian, 1978; Romano, 2002). Debido a las guerras, la ganadería vacuna también se estancó y la población quedó prácticamente marginada del consumo de carne. El ganado vacuno era el principal botín objeto de intenso consumo durante las guerras civiles y sufría confiscaciones para sostener a las milicias. A ello se sumaron frecuentes sequías y pestes hasta mediados del siglo XIX, que ocasionaron serias mermas en las existencias de ganado bovino (Romano, 2002).

Por el contrario, el ganado caprino, ligado al manejo peridoméstico y muy difícil de arriar al ritmo de las milicias, se mantuvo en el territorio como principal recurso de subsistencia de la población. Para la legislación laboral de la época, cualquier persona soltera que no contara con un hato de 12 vacas o una majada de 100 ovejas o cabras era considerada "pobre" y era obligada a trabajar en las haciendas en calidad de "conchabado"12 (Romano, 2002). De allí la importancia que comienza a tener para los campesinos la cría de caprinos, como capital de supervivencia básico y pilar de su autonomía como productores familiares.

Si bien los conflictos entre las haciendas y los campesinos por ganado y acceso al forraje, no estuvieron ausentes en el departamento Pocho durante el siglo XIX, el pastoreo extensivo estuvo favorecido por la costumbre medieval que toleraba la movilidad del ganado de un criador hacia las tierras privadas de sus vecinos. Esta práctica no era penada siempre que no implicara daños a los cultivos (Assadourian, 1983; Tell, 2008). Asimismo la inexistencia de cercos que limitaran el paso de los animales estructuró el sistema de pastoreo extensivo de los caprinos que se conoce en el territorio hasta la actualidad.

Hacia principios del siglo XX las unidades campesinas mantenían la cría extensiva de ganado caprino como estrategia central:

...pero si la cría de cabras está, como se ve, bastante extendida en el territorio de la provincia, encuéntrase, considerada desde otro punto de vista, casi en el mismo estado primitivo de un siglo atrás, en mano de los puesteros y los más pequeños propietarios. Por otra parte, no le exige mayores cuidados ni gastos: los niños la conducen por la mañana a pastar en los alrededores, y la vuelven por la tarde al pequeño corral de ramas situado al mismo lado del patio de la habitación. La rusticidad, la facilidad de la reproducción y la carencia de enfermedades y epizootias, completan el cuadro de preciosas cualidades que hacen del ganado cabrío el preferido de las clases inferiores de nuestra población rural (Río y Achával, 1905: 267).

Siendo el principal medio de locomoción el caballo o la mula y con escasos recursos monetarios, la posibilidad de aprovisionamiento de insumos externos era muy limitada y dependía de mercaderes itinerantes que llegaban a la zona. La mayoría de los bienes indispensables se producían entonces en el ámbito doméstico con una tecnología intensiva en mano de obra familiar.

La cría de caprinos cumplía un papel central en la seguridad alimentaria de la familia, mediante la provisión de carne y leche. La dieta se complementaba con la agricultura de subsistencia (básicamente maíz, frijol y calabaza) y la recolección de todo tipo de recursos del bosque (e.g: miel, frutos, hierbas medicinales y fauna silvestre). Los escasos ingresos monetarios obtenidos por la venta local de cueros de caprinos y bovinos se orientaban a los "gastos de la casa" que consistían en azúcar, yerba mate y tabaco principalmente (Silvetti y Cáceres, 1998).

En un contexto de distribución desigual de la tierra del departamento (Tell, 2008), la principal estrategia de los campesinos para acceder a las pasturas consistió en la apropiación del forraje disponible a nivel territorial.13 Bajo la lógica de producir para satisfacer las necesidades familiares, y en el marco de la dinámica del árido con una marcada estacionalidad de la oferta forrajera, los campesinos desarrollaron un patrón de uso espacial y temporalmente balanceado del forraje. Este patrón implicaba manejar, en la práctica, una interrelación compleja entre el pastoreo extensivo, la elaboración de reservas alimenticias y la recría de cabritos.

El sistema de pastoreo extensivo se afirma como una estrategia de apropiación del forraje por parte de las unidades campesinas, en el marco de condiciones históricas que habilitaron el libre tránsito del ganado, tal como se explicitó anteriormente. Esta estrategia se orientó a obtener beneficios de la baja carga de bovinos que se registraba en el departamento Pocho hasta mediados del siglo XX, debido a su baja calidad y rentabilidad que limitaba su producción al consumo local y a escasos intercambios con provincias limítrofes.

La cría de caprinos presenta ventajas respecto a otras especies ganaderas, debido a que son rumiantes oportunistas, que acomodan sus requerimientos nutricionales a los diferentes estados fisiológicos de la vegetación, tienen una alta rusticidad, aprovechan eficientemente la oferta forrajera de los tres estratos vegetales del bosque chaqueño occidental (ya que pueden consumir hierbas, arbustos y follaje de árboles hasta los dos metros de altura), se adapta a forrajes de baja calidad y son más eficientes que otras especies para el aprovechamiento del agua (De Gea et al., 2005). Asimismo, cuando la vegetación natural se encuentra en estado de reposo vegetativo con una baja calidad forrajera, los caprinos pueden recorrer grandes distancias para satisfacer sus necesidades alimenticias. En grandes superficies, donde predomina la vegetación arbustiva, el ganado caprino describe un circuito de pastoreo con estaciones de consumo que se amplían conforme la calidad forrajera desciende. De esta manera, con limitadas superficies prediales para la ganadería, los campesinos generan en la práctica una estrategia de apropiación espacial de los servicios forrajeros a una escala territorial.14

Con respecto a la cantidad y calidad del forraje que ofrece el territorio, los campesinos reconocen tres configuraciones vegetales donde se identifican diferentes servicios forrajeros. Estas configuraciones son: "monte alto",15 "monte bajo"16 y "pastos".17 Los atributos que los campesinos consideran para la categorización de los recursos, dentro de estas configuraciones, surgen de los beneficios y perjuicios que proveen las especies vegetales para la nutrición del ganado caprino en diferentes épocas y momentos del ciclo productivo (Silvetti, 2010).

Debido a que la oferta forrajera de estas configuraciones vegetales desciende notablemente, en cantidad y calidad, durante el otoño y el invierno, los campesinos generaban reservas alimenticias a partir de la cosecha de frutos de árboles nativos en la época estival y la producción de algunos cultivos (principalmente maíz y calabaza). Estas reservas son imprescindibles tanto para la nutrición de los animales como para la alimentación de los miembros de la familia. Destacan por su valor nutricional los frutos de los algarrobos (llamados algarrobas). La elaboración de reservas tiene un valor muy importante en un ecosistema con una concentración estacional estival de la productividad primaria de la vegetación, en un territorio donde no existe la posibilidad de un sistema de trashumancia del ganado como en otras regiones del país y, además, la compra de suplementos alimenticios por parte de los campesinos ha sido siempre limitada.

En un esquema de producción orientado principalmente al autoconsumo, la categoría animal que mejor cubría los requerimientos alimenticios de las familias campesinas, y se adaptaba mejor a la oferta forrajera estacional, era el cabrito recriado o "capón". Los cabritos que nacían en el otoño, (cuando la oferta forrajera desciende en cantidad y calidad y falta leche en las cabras), eran castrados a los 60 días y pasados a pastoreo hasta que eran consumidos en el otoño del siguiente ciclo. De esta manera, los capones funcionaban como una reserva de alimento en pie, para el consumo de la familia en una época donde no existían formas alternativas de conservar la carne.

En síntesis, el pastoreo extensivo, la elaboración de reservas alimenticias a partir de la disponibilidad de frutos nativos y el sistema de recría de los cabritos, permitió a los campesinos contar con alimento para los miembros de la familia, realizando un aprovechamiento integral de los recursos que proveía el ecosistema y resguardando su autonomía como productores. Incluso aquellos campesinos que estaban en calidad de "puesteros" en las haciendas y carecían de superficies propias, pudieron acceder a los recursos forrajeros del territorio y formar un capital doméstico a través de las majadas. De esta manera, aprovecharon recursos subutilizados por las unidades mayores que poseían principalmente ganado bovino o se dedicaban a la explotación de los recursos forestales, como analizaremos a continuación.

La territorialidad extractivista

Hacia principios del siglo XX, el departamento Pocho perdió importancia económica y población y se insertó subordinadamente a la dinámica que impone la región pampeana en la Argentina, exportadora de cereales y ganado bovino (Rofman, 1999). La subordinación del territorio se hizo efectiva a través de la explotación forestal del bosque chaqueño, la proletarización de la mano de obra campesina y la mercantilización de los productos campesinos. Todo ello significó la irrupción en el territorio de las relaciones capitalistas de producción, imponiendo un ajuste de las estrategias campesinas a la nueva situación social y ecológica que se plantea.

La extracción18 de los recursos forestales del bosque chaqueño para leña y carbón estuvo orientada a satisfacer necesidades energéticas de otras regiones más desarrolladas de la Argentina, tales como el litoral pampeano y la región vitivinícola del oeste. Lo anterior tiene su origen en intereses extrarregionales, cuando la explotación del bosque chaqueño oriental de mayor valor forestal ya había decaído (Natenzon y Olivera, 1994). La llegada del ferrocarril al territorio favoreció la extracción continua de productos forestales hasta la década de 1960, cuando el tren fue sustituido gradualmente por camiones como medio de transporte. La explotación forestal tuvo dos ciclos de auge (1914-1930; 1945-1960) correspondientes a las dos guerras mundiales, para luego decaer gradualmente, al ser sustituido el carbón por otras fuentes de energía y agotarse los recursos más valiosos. Los campesinos se integraron a esta actividad como mano de obra asalariada,19 a cargo de contratistas u obrajeros, constituyendo la primera experiencia de proletarización campesina en el territorio. A partir de la década del 80, los campesinos explotaron los recursos forestales remanentes por cuenta propia y a muy pequeña escala, estableciendo acuerdos porcentuales con los dueños de las tierras.

Un informe técnico de la Dirección de Bosques del Ministerio de Agricultura y Ganadería de la Nación sobre la explotación forestal en el departamento Pocho en 1957, es elocuente acerca de los beneficios diferenciales que recibieron los sectores capitalizados y comerciales y cómo estos beneficios no fueron reinvertidos en el territorio:

Pese al importante ingreso zonal dado por el aporte forestal, es evidente que existió alguna falla distributiva, por cuanto la capitalización de estos sectores obreros ha sido mínima, y son contados los que habiéndose iniciado con el aporte exclusivo del trabajo del obraje, pudieron abordar luego otras actividades de manera independiente. Incluso es probable que la capitalización zonal no esté en relación a los ingresos que debió aportar los largos períodos de explotación forestal por lo que es admisible suponer que esos capitales no fueron reinvertidos en su totalidad sino que salieron apreciablemente de la zona. En los reinvertidos en la zona se observa que buena parte se ha concentrado en Villa Dolores, dando incremento a los sectores comerciales y de servicios varios como transporte, talleres mecánicos, y también a la adquisición de tierras forestales, en muchos casos por parte de aquellos que en una u otra forma intervinieron en su explotación previa aunque generalmente como contratistas (ANB, 1957: 89).

La explotación del bosque afirma el estancamiento de la actividad ganadera bovina en la región. La ganadería caprina, en cambio, siente menos el impacto debido al proceso de "arbustización" que sobreviene a la tala del estrato arbóreo. El predominio del sotobos-que espinoso en el territorio se profundiza a medida que avanza la explotación forestal, y constituye la oferta forrajera principal para alimentar los caprinos, base de su supervivencia hasta la actualidad. Por el contrario, la cría de bovinos requiere abrir los campos e implantar pasturas, asumiendo mayores costos. En ese contexto, los caprinos también representan una forma muy económica de mantener los campos con una arbustización más controlada, y esta situación explica la coexistencia de las dos especies en un esquema de pastoreo extensivo durante tantas décadas.

Las estrategias campesinas sufren una importante transformación debido a la penetración de las relaciones mercantiles en el territorio. El mercado se introduce en el ámbito campesino a través de dos vías principales: i) los camiones leñeros, que comienzan a realizar fletes de otros productos del territorio además de los forestales y; ii) los comerciantes ambulantes que realizan transporte de ganado en pie. Así se produce la ampliación progresiva del espacio de circulación regional de los productos campesinos, y la captación de los "frutos del país" de origen doméstico-familiar de importancia mercantil para la economía urbana que se estaba gestando alrededor de cada estación ferroviaria (Natenzon y Olivera, 1994).

Esta reorientación de la lógica, que regula la relación de los campesinos con su entorno, genera una presión inédita sobre el bosque chaqueño, que no sólo debe ajustarse a las necesidades de consumo de la población local, sino que viene incentivada por las demandas del mercado urbano.

El rubro que recibe con más fuerza el impacto de la mercantilización es la capricultura, que se orienta hacia tres productos principales: la obtención de cabritos lactantes, cueros y estiércol. Al respecto, un informe técnico elaborado sobre la situación de los bosques de Pocho en 1957, señalaba lo siguiente:

Los caprinos son el ganado en general de los pobladores de pocos recursos económicos, quienes aprovechan la carne para consumo doméstico, el cabrito en particular para la venta a los centros de turismo y aún a Buenos Aires, donde son llevados vivos en camiones especiales; además venden el guano de los corrales como abono con destino a San Juan y las pieles de los animales de consumo. Las majadas existen en todos los lugares donde haya población rural y el pastoreo es indistintamente de todo lo que está a su alcance. Condiciones económicas tan favorables por su rusticidad e innecesarios cuidados especiales, dio gran auge a su explotación (ANB, 1957: 35).

La demanda de cabritos lactantes, que alcanzan un peso de 6 a 7 kilos en un máximo de dos meses de lactación, introduce la necesidad de disponer de forraje, en cantidad y calidad suficiente, para las cabras en períodos muy concentrados de tiempo. Como ya habíamos señalado, el período más crítico es durante las pariciones de otoño-invierno, cuando la oferta forrajera desciende notablemente y los problemas de desnutrición de las cabras se hacen más evidentes. Esta escasez estacional de forraje se agrava también como consecuencia de la disminución en la existencia de frutos nativos a raíz de la tala intensiva de los árboles. Esto reportó no sólo limitantes para elaborar reservas, sino que disminuye el consumo directo de los animales durante el verano y el área de pastoreo de las majadas tiende a extenderse demasiado, ocasionando que los animales sean atacados por predadores tales como el puma (felis concolor). En definitiva, las cabras preñadas ingresan al otoño en condiciones nutricionales deficientes, ocasionando problemas en la gestación y posterior lactancia, y no hay suplementos durante la época invernal.

Todos estos procesos conjugados generan la necesidad creciente de comprar insumos alimenticios externos para mantener las majadas (e.g: fardos de alfalfa o maíz) sin los recursos monetarios necesarios. Se introduce así una importante rigidez y dependencia en el sistema productivo, que convierte al invierno en un período crítico para la supervivencia global.

El mercado subordina además a las unidades campesinas, que se convierten en tomadoras de precios con muy escaso poder de negociación. Particularmente durante el período otoño-invernal, los compradores de cabrito tienen a su favor la urgencia de los productores para colocar los cabritos en el mercado, antes de que las cabras dejen de amamantarlos.

Como respuesta a estas restricciones, las unidades domésticas tienden a aumentar el porcentaje de reposición de vientres, tanto en los años de precios altos como en los momentos de condiciones ambientales favorables. Esta lógica ha sido interpretada frecuentemente como una conducta "irracional" por parte de los campesinos, y como la causa principal del sobrepastoreo de los recursos forrajeros del territorio. Esta interpretación no contempla que existen otras razones por las que se prioriza la cantidad de animales sobre la productividad. Los campesinos saben que las condiciones ambientales naturalmente restringen, en el largo plazo, la carga animal en el territorio, mientras que en los años "buenos" aumenta para ellos la posibilidad de contar con excedentes de leche para la cría de otros animales (e.g. aves y cerdos), la producción de queso para consumo familiar y la obtención de cantidades significativas de estiércol para vender.

La dinámica de las economías campesinas también cambia como consecuencia de la inserción de la mano de obra campesina en trabajos estacionales extraregionales. Esta participación se extendió, a lo largo del siglo XX, a una gran variedad de regiones y tareas, decayendo en la novena década del siglo pasado por razones que analizaremos más adelante. El aumento progresivo del trabajo extrapredial masculino trajo aparejada la disminución de la diversificación productiva para el autoconsumo, debido a tres razones principales: i) el esfuerzo se orienta hacia actividades que generan ingresos económicos; ii) ese ingreso permite la compra de insumos externos al predio; y iii) la ausencia prolongada del hombre en el predio impedía la resolución de problemas cotidianos que afectan la productividad de la actividad. Tal es el caso de la agricultura de subsistencia que requería de un esfuerzo continuo de vigilancia y mantenimiento.

El aumento de los ingresos monetarios se orienta pronto hacia la compra de cabezas de ganado bovino, en consonancia con la revalorización de esta actividad debido al agotamiento de la explotación forestal a partir de la década del 60. El aumento del ganado bovino, no sólo es una consecuencia de mejores condiciones económicas, sino también de contar con una disponibilidad de mano de obra familiar menor debido a la pérdida de población que sufre el territorio a partir de mediados del siglo XX.20 En la medida de lo posible, las unidades comienzan a comprar cabezas de ganado bovino y a reproducirlo, aunque la estrategia no es siempre exitosa debido a que es una especie más demandante que los caprinos, de agua y forraje de calidad. La insuficiente disponibilidad de tierra por parte de la mayoría de las unidades campesinas que poseen bovinos, ha generado un problema anexo que es el sobrepastoreo. Un técnico que presta asistencia profesional en el territorio explica esta situación, enfatizando los condicionamientos estructurales que llevan a los campesinos a sobrepastorear los campos:

"El pequeño productor sobrepastorea con la vaca, sobretodo. La cabra ramonea más del ochenta por ciento [del forraje], la maneja la mujer, aunque después hay conflictos [con el hombre] por el ingreso que generan. Hay gente que tiene 10 hectáreas y le mete 14 vacas, y así deterioran todo. No se puede decir que el pequeño productor sea el culpable de arruinar el suelo, porque hay cuestiones estructurales que lo obligan a eso, no tiene capacidad de hacer un apotreramiento, sembrar pasto y alambrar, el productor está siempre con lo justo. El principal motivo de la desertificación no es la cabra, sino la mala distribución de la tierra. Los que tienen vacas son mucho más responsables de la desertificación. A los pequeños también les falta dinero para apotrerar bien, y hacer otro manejo..." (Entrevista a Técnico del Programa Social Agropecuario).

Mientras las existencias de ganado caprino disminuyen, como consecuencia de la emigración de los campesinos, las existencias bovinas aumentan pero se estabilizan a partir de 1974 (Figura 1). Esta actividad comienza a reponerse lentamente en la región en forma paralela a la pérdida de importancia económica de la explotación de los recursos forestales para leña y carbón, sustituidos gradualmente por combustible de origen fósil a partir de 1960 (Rapoport, 2000).

En síntesis, la proletarización de la fuerza de trabajo campesina, la importancia creciente de la producción mercantil, en detrimento de la producción para el autoconsumo, y el deterioro de las condiciones ecosistémicas, que sostenían la estrategia ganadera campesina como consecuencia de la explotación forestal, son las principales modificaciones observadas después de la segunda mitad del siglo XX.

La territorialidad ganadera empresarial

La reestructuración neoliberal de la Argentina en la década de los 90 produce el fin del Estado de Bienestar y una transformación aguda de la sociedad signada por la desindustrialización, desalarización, desobrerización, desciudadanización, descampesinización o recampesinización y enajenación de los recursos energéticos y servicios públicos básicos (Minujin, 1993; Féliz, 2005).

El sector agropecuario no es ajeno a estas transformaciones. A partir de 1996 se favorece un proceso de agriculturización basado en el monocultivo de la soya y la expansión de la frontera agropecuaria hacia las zonas extrapampeanas (Teubal, 2003). Especialmente en el Noroeste y Noreste de la Argentina, el proceso se torna conflictivo con la producción regional, afectando la fertilidad de los suelos y expulsando a miles de trabajadores temporarios y pequeños productores familiares (Rofman, 1999; Barsky y Fernández, 2008). En consecuencia, el CNA (2002) muestra una disminución de 24.5 % en el número de explotaciones agropecuarias en relación al CNA (1988).21

En la provincia de Córdoba, el proceso de concentración económica y productiva es notorio. Entre 1988 y 2002 desaparecieron 14 441 explotaciones (36 % del total existente), por encima de 24.5 % que se registró a nivel nacional. Las explotaciones de menos de 500 ha se redujeron hasta 51.7 % (con variaciones de acuerdo a la extensión), mientras que las de más de 1000 ha aumentaron hasta 31.1 % (Hocsman y Preda, 2005; Rearte, 2007; Calvo et al., 2008).

La concentración productiva ocurrió de manera paralela a un proceso de agriculturización creciente, principalmente a través del cultivo de soya, en detrimento de la producción ganadera. Entre 1988 y 2002 los cultivos anuales se incrementaron 56 % y se redujeron los forrajeros (utilizados para alimentar animales). La siembra de soya de primera aumentó 99 % y la de segunda 356 % (Hocsman y Preda, 2005). En contraste, la producción ganadera se reduce en 14 % con respecto a 1988 y la cría de bovinos se extiende hacia áreas marginales.

El aumento de las existencias bovinas en el norte y oeste de Córdoba es principalmente una consecuencia del desplazamiento de los sistemas de cría, desde los departamentos del sudeste donde se ha extendido la agricultura o la ganadería se ha hecho más intensiva. Calvo et al. (2008), analizando la evolución del stock ganadero y tipo de rodeos bovinos en Córdoba, señalan que mientras la provincia, con 6 595 615 cabezas registra un descenso de 6.69 % del stock ganadero como consecuencia del aumento de la superficie destinada a cultivos durante el período 2002-2007, en los departamento criadores del noroeste no sólo aumentó la relación (novillito+novillo)/vaca, sino que también se incrementó el inventario con respecto al año 2002.

En el departamento Pocho en particular, hay un inventario de 62 944 cabezas, lo cual significa un aumento de 89 % sobre las existencias de bovinos registradas en el CNA 2002 (33 257 cabezas). El estudio concluye que el fenómeno "estaría indicando que el desplazamiento de la ganadería hacia zonas menos aptas ha obligado a realizar inversiones en estos departamentos, tales como mejoras en las pasturas (calidad y cantidad) y avances en el manejo del rodeo, lo que ha permitido que los indicadores [(novillo+novillito)/vaca y existencias] evolucionen favorablemente" (Calvo et al., 2008).

El proceso de intensificación ganadera en el departamento Pocho está vinculado a establecimientos que cuentan con mayores recursos financieros para hacer frente a las importantes inversiones que requiere la intensificación ganadera: alambrados perimetrales e instalaciones para reservas de agua y forrajes. De esta manera, el avance de la frontera agropecuaria también está vinculado a la fuerte reducción de la superficie de bosques remanentes y de las unidades de pequeños productores tradicionalmente dedicados a la ganadería menor (Hocsman y Preda 2005; Pérez-Carrera et al., 2008; Cáceres et al, 2010; Silvetti et al, 2010).

El avance de la ganadería bovina empresarial estuvo precedido, en el departamento Pocho, por un marcado proceso de concentración de la tierra que impacta en el número y tamaño promedio de las explotaciones agropecuarias del departamento (Cuadro 1). Esto significó restricciones progresivas de la superficie disponible para el pastoreo de los caprinos, con el consiguiente perjuicio para los campesinos que ven mermar su acceso a los medios de supervivencia.

Si bien durante el siglo XX se había generado una organización socioespacial para "vivir del monte", a través de la ganadería menor y de la explotación forestal, el proceso de intensificación ganadera empresarial plantea un conflicto de intereses entre los actores por el acceso al forraje. El desplazamiento de la actividad de cría bovina provoca una revalorización inmobiliaria de las tierras en el oeste del departamento Pocho y los campos comienzan a cambiar de manos, dando lugar a nuevos propietarios extrarregionales. Los nuevos dueños de campos comienzan a cuestionar las reglas de juego locales, que han estructurado las relaciones sociales durante generaciones, e implementan progresivamente un manejo productivo basado en el reemplazo de la vegetación nativa, fundamentalmente arbustiva, por especies forrajeras megatérmicas a fin de aumentar la carga animal y la producción de carne (Silvetti et al., 2010). Mientras los campesinos valoran el estrato arbustivo y los renovales de árboles del bosque chaqueño como recurso alimenticio clave para su subsistencia, los ganaderos bovinos consideran que dicha vegetación constituye una "basura" que se debe "limpiar" de los establecimientos porque dificulta la implantación de forrajes exóticos. Se trata en otras palabras de imponer un modelo productivo que afirma el "progreso" en un territorio dominado por la naturaleza, limitar la extensividad del pastoreo caprino y generar una territorialidad empresarial que implica la apropiación privada del agua y los recursos forrajeros a una escala predial que excluye a los "no propietarios".

Esta nueva situación territorial produce importantes transformaciones en las estrategias de reproducción social de los campesinos. Asimismo, es importante tener en cuenta que el campesinado fue uno de los sectores más golpeado durante la década del 90 por la política de ajuste neoliberal. Los campesinos obtenían ingresos a través del trabajo extrapredial en otras regiones, los que fueron disminuyendo en la medida en que se incorporaron tecnologías ahorradoras de mano de obra. Frecuentemente no encuentran otra salida que vender sus animales y sus tierras y desplazarse hacia centros urbanos (Cáceres et al., 2010; Cáceres et al. 2011).

El trabajo extrapredial, altamente precarizado y discontinuo, repercute además en una desorganización creciente de las actividades productivas prediales, además de generar altos costos y nuevos riesgos para la mano de obra campesina:

"Yo he estado cortando leña un año en [la provincia de] San Luis para la [empresa] General Deheza en un campo grandísimo que tienen. Pero ellos arrancan todo. Por ahí es un bien porque hay mucha gente trabajando ahora ahí, cortando leña, porque la hacen cortar con topadora al monte y después la hacen cortar con motosierra y eso va todo para los hornos de ladrillo en [la ciudad de Villa] Dolores. Pero muy mucha leña sale para ahí! Le pagan el 40% del importe de la leña, ahora están pagando 20 pesos el metro de leña, le quedan 8 pesos por el metro a ellos. Nos quedan a nosotros 12 pesos por el metro y de eso sale el gasto para el combustible que gasta la motosierra y pagarle a un peón que lo ayude, teníamos dos peones. Serían esos 12 pesos dividido 3. Hacemos 20 metros por día y hay que pagar además el traslado, la comida, el desgaste de la motosierra." (Entrevista a campesino).

Ante la ausencia masculina, las mujeres intentan garantizar la continuidad productiva de las unidades domésticas, pero las dificultades que enfrentan para mantener la cría de caprinos son múltiples: i) disminución en la provisión de forrajes e imposibilidad de generar reservas alimenticias; ii) desnutrición y mortandad de reproductores, escasez de leche, mayor mortandad de cabritos e índices menores de nacimientos; iii) menor disponibilidad de fuerza de trabajo familiar, debido a la permanencia de los hijos en el sistema escolar; y iv) aumento significativo del tiempo invertido en tareas; antes masculinas, tales como la atención del ganado bovino y mantener la infraestructura productiva y doméstica.

Todo ello repercute en importantes pérdidas y deterioro del capital de las unidades domésticas y, en esas condiciones, la pobreza adquiere una dimensión sustantiva en el territorio. A fin de resolver algunas de estas limitantes, las mujeres han recibido apoyo técnico y crédito por parte del Programa Social Agropecuario (MAGPyA)22 desde 1993 hasta la fecha, aunque los resultados de la intervención son limitados frente al ritmo acelerado de penetración capitalista.

Como estrategia colectiva, los campesinos participan de la Unión de Campesinos de Traslasierra" (UCATRAS), que forma parte del "Movimiento Campesino de Córdoba" (MCC) y del "Movimiento Nacional Campesino Indígena" (MNCI). Estas organizaciones, que agrupan a más de 600 familias sólo en la provincia de Córdoba, trabajan desde hace más de 10 años articulando instituciones locales y nacionales en acciones de extensión rural y proyectos de desarrollo sustentable, estructuración de una red de Comercio Justo y en luchas reivindicativas por la protección del medio ambiente y un acceso más equitativo a los recursos de los territorios.

Actualmente se asiste a una fuerte disputa entre los intereses ganaderos empresariales que representa la Confederación de Asociaciones Rurales de la Tercera Zona (CARTEZ) y otros sectores sociales (MCC, la Universidad Nacional de Córdoba y otras instituciones ambientalistas), en torno al proceso de ordenamiento territorial conforme al marco que brinda la Ley Nacional para la Protección de los Bosques Nativos 26 331.23 El presidente de CARTEZ manifiesta el conflicto en los siguientes términos:

"Mientras las organizaciones sociales pretenden que el bosque se recupere sólo, en un proceso que puede tardar siglos y no está comprobado científicamente, el campo propone utilizar los sistemas silvopastoriles, avalados, por ejemplo, por estudios del INTA, que plantean la eliminación de los arbustos secos y muertos y la implantación de otras pasturas que permiten optimizar la actividad ganadera. De este modo, está claro que no se trata sólo de conservar el suelo sino también de que la propuesta del agro apunta a favorecer el desarrollo de los productores ganaderos del noroeste, mientras que la otra alternativa los perjudica. Por carácter transitivo, si el gobierno apoya esta última iniciativa, está perjudicando el desarrollo de una de las zonas con más retraso en términos de actividad económica" (Declaraciones del presidente de CARTEZ al diario "La Mañana de Córdoba" 12 de abril 2010 www.comercioyjusticia.com.ar/2010/04/05/ley-de-bosques-explicito-aval-de-uic-al-proyecto-de-cartez/)

En contraste, el MCC se moviliza por la protección del bosque nativo que sustenta la forma de vida campesina:

"...luchamos por el agua, por la producción. La tierra para nosotros es la vida, culturalmente somos de ahí, somos parte de esa tierra y vamos a defender a muerte el monte, la tierra, y por eso vamos a seguir estando y por eso nos seguimos organizando y cada vez somos más. Y no hay más nada que decir, que somos parte de la tierra y que vamos a ir hasta el último...". (Campesino entrevistado en el programa radial "La Loca de la Casa", Radio Nacional Córdoba, 2009).

 

Conclusiones

El departamento Pocho forma parte del conjunto de territorios relegados-subordinados, en beneficio del desarrollo productivo y socioeconómico de los espacios provinciales "pampeanos", desde fines del siglo XIX. Ubicado en el oeste árido, se presenta como un escenario natural y socioproductivo marginal o periférico, en contraste con la riqueza productiva y prosperidad económica de los departamentos del sur provincial, incluidos en el modelo dominante agroexportador. En consecuencia, la imagen socialmente construida del departamento Pocho es la de un espacio problemático por sus condiciones ambientales y de pobreza, con un importante peso de campesinos pobres, sustentados en producciones de supervivencia y en una ganadería caprina con baja eficiencia y poca rentabilidad económica. Paralelamente, se ignora la contribución del departamento Pocho al crecimiento económico de otros territorios, a través de la extracción continua e inequitativa de sus riquezas naturales y de sus recursos humanos.

Es posible identificar tres procesos de territorialización del espacio, que responden a intereses de actores diferentes, en distintos momentos históricos. La "territorialidad campesina ganadera" que se orientó, desde la época colonial, a satisfacer necesidades de consumo de la población hasta las primeras décadas del siglo XX. La posición marginal de la ganadería bovina local respecto a las demandas de calidad del mercado nacional, posicionó a la capricultura como actividad transformadora del espacio desde una lógica campesina. Esta territorialidad es subordinada por la "territorialidad extractivista", forjada a partir de las necesidades energéticas (carbón y leña) y de madera en otras regiones agroexportadoras más desarrolladas. Los dueños de las tierras cedieron la explotación forestal a intereses privados, que sin regulación estatal, produjo una extracción continua fuera del territorio del capital forestal y del capital económico que generó la actividad. Desde el punto de vista ecológico, se produjo una explotación minera del bosque chaqueño generando un proceso de sucesión secundaria con menor valor forrajero y forestal. Desde el punto de vista social, la población campesina intervino como mano de obra explotada en los obrajes, que no mejoró sus condiciones estructurales, a pesar de las esperanzas colectivas puestas en la actividad.

Actualmente se está produciendo un proceso de reterritorialización del departamento Pocho caracterizado por una intensificación ganadera empresarial del espacio. Dicho proceso está fuertemente impulsado por el cambio que sufre el sector agropecuario nacional, signado por la agriculturización de la superficie productiva para exportación con tecnologías ahorradoras de mano de obra y el desplazamiento de la ganadería de cría hacia zonas antes marginales. Ello se refleja en el territorio en una mayor concentración de la tierra, acompañado por un cambio de enfoque tecnológico-productivo que incluye el cercado de los campos, la implantación de pasturas y el desmonte. Tal enfoque genera la resistencia campesina organizada en el MCC, junto a sectores de la sociedad interesados en preservar el bosque nativo. En definitiva, la continuidad del modo de vida campesino está en crisis y en conflicto con las transformaciones que se impulsan en el territorio de acuerdo con una lógica empresarial extractivista, que busca maximizar la ganancia a costa del capital natural y de la provisión de servicios ecosistémicos clave.

 

Agradecimientos

Agradezco el apoyo del Instituto Interamericano sobre el Cambio Global (IAI) CRN 2015 mediante el Fondo GEO-0452325 de la Fundación Nacional de Ciencias (NSF) y la Beca de Formación Superior otorgada por Secretaría de Ciencia y Técnica de la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina.

 

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Notas

1 Los servicios ecosistémicos son definidos como "los beneficios que brindan los ecosistemas al hombre que hacen que la vida humana sea físicamente posible y digna de ser vivida" (Costanza, 2000). Quétier et al. (2007) acotan conceptualmente la noción de servicios ecosistémicos a las "propiedades ecológicas que se incorporan en la producción y distribución de beneficios materiales e inmateriales para los seres humanos". Para estos autores, no todas las propiedades de los ecosistemas constituyen servicios, sino que es el contexto social de uso el que determinará si una propiedad ecosistémica constituye o no un beneficio concreto para la vida humana.

2 Definimos las unidades domésticas campesinas como aquellas unidades de producción-consumo, con una lógicas de manejo de los recursos cuya finalidad es asegurar la reproducción de las condiciones de vida y de trabajo, la reproducción de los miembros de la unidad doméstica y de la unidad de producción (Schejtman, 1980). El retorno que obtienen, una vez finalizado el ciclo económico anual, no debe ser conceptualizado en forma de ganancia, sino que la retribución se materializa en el consumo familiar de bienes y servicios. Para Brignol y Crispi (1982) la reproducción material de las unidades domésticas campesinas depende de particulares condiciones históricas-estructurales por lo que coexisten diferentes niveles de reproducción campesina (simple o ampliada) en el campo social, en un proceso que oscila permanentemente entre la desintegración, la conservación y la recreación.

3 Las estrategias de reproducción social son un "...conjunto de prácticas, fenomenalmente muy diferentes, por medio de las cuales los individuos y las familias tienden, de manera consciente o inconsciente, a conservar o aumentar su patrimonio, y correlativamente, a mantener o mejorar su posición en la estructura de las relaciones de clase" (Bourdieu, 1979: 243).

4 El concepto de campo es definido por Bourdieu, (Bourdieu y Wacquant 1995: 64) como "una red o configuración de relaciones objetivas entre posiciones. Estas posiciones se definen objetivamente en su existencia y en las determinaciones que imponen a sus ocupantes, ya sean agentes o instituciones, por su situación (situs) actual y potencial en la estructura de la distribución de las diferentes especies de poder (o de capital) —cuya posesión implica el acceso a las ganancias específicas que están en juego dentro del campo— y, de paso, por sus relaciones objetivas con las demás posiciones (dominación, subordinación, homología, etcétera). Efectivamente se puede comparar al campo con un juego en donde el estado de las relaciones de fuerza entre los jugadores es lo que define la estructura del campo..."

5 Son pequeños embalses excavados por los productores en las cercanías de las viviendas para acumular el agua de lluvia en época estival. Normalmente el agua acumulada se consume totalmente mucho antes de que comience la nueva temporada de lluvias.

6 De las 16 532 100 ha de superficie total de la provincia de Córdoba, los bosques nativos originales representaban alrededor de 71.4 %. En el 2009 los bosques sólo ocupaban 3.6 % (594 000 ha) y la vegetación nativa remanente alcanzaba aproximadamente 12 % de la superficie total (1 980 000 ha). De los bosques remanentes, menos de 2.8 % corresponde al bosque chaqueño occidental, cerca de 0.5 % corresponde al bosque chaqueño oriental, 0.2 % al bosque serrano, y menos de 0.1 % al espinal. En los últimos 30 años la tasa anual de pérdida de bosques nativos en Córdoba fue superior a 6 % sobre los remanentes, una de las más altas del mundo (Barchuk et al., 2009).

7 Considerando que los predios más chicos en las Pedanías Represa y Chancaní tienen una extensión promedio de 24.4 ha, se observa una carga animal muy alta tanto de caprinos (0.33 ha/cabeza caprino) como de bovinos (1.3 ha/cabeza bovino), ya que los valores técnicos de referencia son para el departamento Pocho de 10 ha/cabeza bovino y de 3 ha/ cabeza caprino (Silvetti, 2010).

8 Los patrones de comercialización no se encuadran para estos productores en un mercado transparente, incluyendo principalmente a intermediarios como principales agentes de comercialización.

9 La productividad estimada es de 1.15 a 1.3 cabritos por cabra/año (ADEC, 2007).

10 Los resultados del análisis multivariado (tipología de estrategias campesinas) no se incluyen en el presente trabajo que está centrado en brindar una mirada comprensiva de los procesos de construcción social del espacio. Para su consulta remitirse a Silvetti (2010).

11 Las partes acordaban un reparto de las crías nacidas en un ciclo según porcentajes variables.

12 Las personas eran obligados a trabajar como sirvientes en las haciendas en tareas productivas o domésticas.

13 Como ya se mencionó, si bien la cría de ganado caprino estaba principalmente vinculado a los campesinos "independientes", estaba también presente en las haciendas, aunque bajo la responsabilidad de campesinos "dependientes" o "puesteros". Debido además a que el producto de la cría se repartía según proporciones acordadas entre puestero y patrón, este sistema permitía a los estancieros usar los rodeos caprinos con tres objetivos principales: i) la venta de cueros a las barracas; ii) la provisión de carne a la mano de obra empleada en la explotación forestal y en las actividades ganaderas de las estancias; iii) el pago a los puesteros, que retenían un porcentaje de las crías como pago "en especie" por servicios en trabajo (Silvetti, 2010).

14 Es importante aclarar que el pastoreo extensivo de los caprinos no significa un sistema de pastoreo "libre" sin regulación social sino que, por el contrario, se observa en el territorio un complejo sistema social de acuerdos y negociaciones en relación al acceso a las áreas de pastoreo, pero cuya explicación excede a los límites de este artículo. Para más detalles consultar Silvetti (2010).

15 La categoría campesina "monte alto" hace referencia al estrato arbóreo superior del Bosque Chaqueño Oriental o Chaco leñoso (Morello et al., 1985). Las especies incluidas son: algarrobo negro (Prosopis flexuosa), algarrobo blanco (Prosopis alba), tala (Celtis tala), mistol (Ziziphus mistol), chañar (Geoffrea decorticans). Los servicios forrajeros que los animales obtienen del monte alto son los productos que "caen de los árboles" tales como frutos y hojas.

16 La categoría campesina "monte bajo" corresponde al estrato arbustivo del Bosque Chaqueño Oriental o Chaco leñoso (Morello et al., 1985). Incluye también los renovales del estrato arbóreo porque tienen hojas, ramas y frutos a una altura accesible al consumo directo de las cabras. Las especies arbustivas incluidas por los productores en esta categoría son muy numerosas: tusca (Acacia aroma), espinillo (Acacia caven), mistol del zorro (Castela coccinea), chañar garabato (Acacia praecox), tintitaco (Prosopis torquata), atamisqui (Cappans atamisquea), piquillin (Condalia microphylla), sombra de toro (Jodina rhombifolia), tala churqui (Celtispallida), abriboca (Maytenus spinosa), poleo (Lippia turbinata), teatín o garabato negro (Acacia fucartispina), garabato hembra (Mimosa detinens), jarilla (Larrea divaricata), pichana (Semma aphylla), cachiyuyo o zampa (Atriplex lampa). Dentro de este monte bajo se consideran también toda la familia de cactáceas presentes en el territorio tales como cardones, ucles y quimilos. Las especies arbustivas y los renovales de árboles son especialmente valorados por los campesinos debido a su relativa abundancia, estacionalidad, diversidad y accesibilidad en comparación con el monte alto.

17 La categoría "pastos" corresponde a las especies herbáceas nativas del Chaco Árido (e.g. Gouinia spp., Triclhoris spp., Pappophorum spp., Setaria spp, Bouteloa aristidoides). Sólo en el caso de estos servicios forrajeros los productores realizan una evaluación, más predial que territorial, sobre su disponibilidad y productividad. Esto se debe a que el pasto es considerado un forraje principalmente orientado a la alimentación del ganado bovino.

18 El extractivismo, según Lescure et al. (1997), es un sistema de explotación de los recursos del bosque (madereros y otros) orientados para la venta en los mercados regionales, nacionales o internacionales. No está regulado por la lógica y necesidades de la unidad doméstica sino por la lógica del mercado. Se caracteriza por un nivel reducido de inversión y por la utilización de tecnología rudimentaria. La fuerza de trabajo humana es el principal instrumento de extracción, transporte y transformación de los productos. La actividad incluye diferentes actores sociales a lo largo de la cadena productiva, articulados por relaciones sociales de producción y de poder, cuya diversidad depende de los productos, el acceso a los mercados y la propia historia local: patrones, extractores, intermediarios y acopiadores.

19 La proletarización de la mano de obra campesina generó un "peonaje por deudas" con la proveeduría del obraje (Bialet Massé, 1904; Natenzon y Olivera, 1994).

20 A partir de 1950 se acelera el vaciamiento poblacional del departamento Pocho. Durante el primer gobierno de Perón se promueve una política de industrialización nacional que generó importantes movimientos poblacionales rural-urbanos ante el alza de los salarios de los obreros industriales. El cambio en el ámbito nacional genera un aumento en la demanda de productos forestales y de origen campesino para satisfacer las crecientes necesidades de los sectores urbanos. Se acelera la emigración temporal y definitiva de los campesinos, atraídos por trabajos y salarios urbanos, pero también por tareas agropecuarias que se desarrollaban en territorios nacionales de mayor dinamismo económico (Rapoport, 2000). Como indicador de este fenómeno, la población del departamento Pocho muestra una tasa anual de crecimiento declinante a partir de 1947 (Critto, 1977).

21 En el CNA 1988 eran 378 mil las explotaciones agropecuarias registradas que ocupaban 177 millones de hectáreas. En el CNA 2002, se registran 318 mil explotaciones que ocupan una superficie de 171 millones de hectáreas (Teubal, 2003).

22 El Programa Social Agropecuario (PSA) es un programa estatal dependiente de la Secretaría de Agricultura, Ganadería Pesca y Alimentación de la Nación orientado a brindar asistencia técnica, crédito y subsidios a pequeños productores familiares en todo el territorio. Se inicia en 1993 y en el año 2009 es transformado en Subsecretaría de Agricultura Familiar.

23 En Silvetti et al. (2011) se analiza en detalle las características del conflicto en torno al proceso de ordenamiento territorial de la Provincia de Córdoba conforme a la Ley nacional de presupuestos mínimos para la protección de los bosques nativos 26.331.

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