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Polis

versão On-line ISSN 2594-0686versão impressa ISSN 1870-2333

Polis vol.8 no.1 México Jan. 2012

 

Artículos Conmemorativos por el 20 aniversario

 

La ciudadanía como arquitectura del pensamiento y la memoria social

 

Citizenship as architecture of thought, and social memory

 

Salvador Arciga Bernal*

 

* Profesor-investigador de la carrera de Psicología Social del Departamento de Sociología de la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa. Correo electrónico: <cibedor@yahoo.com.mx>

 

Artículo recibido el 31 de octubre
aprobado el 18 de noviembre de 2011

 

Resumen

Para la psicología social resulta interesante mirarse a través del tiempo, poner la vista en aquellos elementos que, por su importancia, marcan la trayectoria de su historia y la forma en que esta se ha venido desarrollando. En este sentido, nos abocamos a revisar los planteamientos del campo de los movimientos sociales. Escenario floreciente por los elementos que aporta al devenir social, en el que se discute la forma como la sociedad busca encontrarle sentido —en el tiempo— a la realidad, y por lo tanto es el campo de experimentación social —en el espacio—, en que se describen y evidencian las principales demandas y problemas que socialmente convocan a la sociedad.

Palabras clave: nuevos movimientos sociales, psicología de las multitudes, movimientos sociohistóricos, memoria social, ciudadanía.

 

Abstracts

To Social Psychology, it is interesting to see itself through time, to look at those moments that because of their importance, define its history's path and the manner in which it has developed. Hence, we commit ourselves to review the arguments of the social movements' field. It is a flourishing scenario on account of the elements it provides to social transformation, where society's manner to make sense —in time- of reality is under discussion, and so it is a social experimentation field —in space- where the main demands y problems that socially summon society are described and evidenced.

Key words: new social movements, crowd psychology, social-historic movements, social memory, citizenship.

 

Para relacionar la memoria de la disciplina se eligió el ámbito conocido como nuevos movimientos sociales (Laraña, 1999), en tanto que es el espacio donde se manifiestan los sueños de dos siglos y se discuten los elementos de la dinámica de construcción social, donde se enfatizan la participación de los actores sociales, y que supone los ideales que aparecen con la psicología de las multitudes. En esta perspectiva cabe preguntarse: ¿existe alguna relación entre la dinámica contemporánea descrita por los movimientos sociales y la dinámica de la psicología de las multitudes de finales del siglo XIX y principios del XX? ¿En la propuesta de los nuevos movimientos sociales, se revelan los rastros del sueño con que se inicia la revolución de las multitudes, la aparición de la gente común?

Para contestar esta pregunta, se desarrollan dos capítulos, el primero permite ubicar los procesos que desde la psicología colectiva se proponen para explicar la transición de la conciencia colectiva. En el segundo capítulo, se describen los planteamientos de los movimientos sociales y los desarrollos planteados por los nuevos movimientos, que consideramos, de manera muy abreviada, respuestas que hemos venido construyendo con relación a lo qué es el hombre y la sociedad.

 

La transición de la conciencia

El acaecimiento de la conciencia se efectúa en las sociedades de manera muy lenta y se manifiesta mediante dos grandes fases: la primera se caracteriza por el predominio de la imaginación; la segunda, por el predominio de la memoria. Este es el proceso de transformación profunda que explica, primero, la psicología de las masas, de la gente común, y segundo, la aparición de los públicos, de la opinión pública, y por la consideración de sus representantes en el desarrollo de la memoria colectiva, de su manifestación a través los movimientos de la opinión pública contemporánea.

 

El predominio de la imaginación

En la memoria colectiva, la imaginación fue la facultad omnipotente cuando brilló en la conciencia humana el primer destello de luz, la reflexión. La imaginación es la manifestación de la quimera que alimenta la atribución, la creación de seres benéficos o maléficos que se revelan en las influencias del medio ambiente. Se dota a todas las manifestaciones ambientales de entelequias, que esbozan el propio sentido. Por este procedimiento, la naturaleza entera se animó, los astros, los meteoros, los ríos y los mares, las grutas y las fuentes, los animales y las plantas, se integran a la sociedad humana, se manifiestan como compañeros del hombre.1

En este proceso se formaron los cantos, los mitos, las leyendas (Van Gennep, 1943), que desempeñan, al cantarlos o narrarlos, la alta función de conmover y moralizar a las multitudes. Rodando de una generación a otra, estos productos de la psique colectiva se enriquecieron con los episodios y vivencias de cada grupo, convirtiéndose, entonces, en obra de la imaginación social. Este sentido creado, compartido y reconocido permite comprender por qué todos los asociados se aplicarán a aprenderlos y repetirlos: porque despierta en todos las mismas ideas y afectos, que todos aceptarán sus preceptos como normas de conducta, y que más adelante, cuando esta época pase, las ordenarán, y custodiarán con celosa diligencia, como un cofre que resguarda el tesoro de su identidad (Saintyves, 1936; Sebillot, 1913).

El poder y la fecundidad de la imaginación llegó a su grado máximo al alborear la civilización, cuando se crean los mitos para los muertos (Morín, 1970), mandamientos que buscan reconstruir el caos primitivo y explicar cómo se formó el mundo; así se forjaron aquellas grandes luchas de las deidades de la luz contra los monstruos de las tinieblas, que explican e interpretan en cada espacio su momento sociocultural. Se sincretizan los mitos primitivos y se transforman en complicadas biografías divinas; se desarrollan y ordenan las leyendas, disponiéndose así las teogonías y cosmogonías de las grandes proezas (Ward, 1915). Estos productos, manifestaciones de la actividad colectiva, se embellecen con una nota poética.

Para sus respectivas sociedades, todas estas creaciones fueron monumentos venerados, que proveyeron de inspiración a su pensamiento, de regla a su actividad y determinaron en todas las esferas de la vida su posterior desarrollo. De este modo, un mundo imaginario, construido por el hombre, fue en el que se pensaron, sintieron y vivieron las transitadas sociedades (Rougier, 1979).

 

El predominio de la memoria

La imaginación cede de a poco al predominio de la memoria y pliega sus alas, ya no se crea: se conserva, se cultiva con esmero y se desarrolla característicamente, facultándose en esta función. Por ministerio de la memoria, se conservan las partes del caudal de pensamientos y normas de conducta creados en la época anterior, el cual por la forma de ser transmitido se le llamó tradición (Sumner, 1906). La que comprende todo lo que se reconoce y se cree, aquello que se debe pensar y lo que se debe hacer. Su autoridad, en el transcurso del tiempo, aumenta con cada generación. Mientras más el hombre acepta una creencia o costumbre, mayor es el número de los que la difunden o practican. La creencia, por su carácter y por la circunstancia de no poder ser demostrada, provoca a los que la profesan a sustentarla con vehemencia e imponerla por la fuerza de la convicción; la sospecha se desvanece ante el miramiento de la certeza compartida.

Mediante esta relación secular, la tradición fue disciplinando a las sociedades, confiriendo los cauces por donde discurre su pensamiento y su actividad. Las tradiciones conservan las conquistas del tiempo y mantienen las bases del orden social, pero, como todo tesoro colectivo, contienen una tendencia peligrosa, la de cristalizar la iniciativa del pensamiento y determinar el estatus permanente de la sociedad.

Conforme las sociedades, rodeadas de otras civilizaciones, se abren a la comunicación, reciben una rica variedad de productos mentales que colaboran en la formación de juicios que contrastan con la tradición, y de a poco se permiten reconsideraciones. Desde el instante en que la opinión se ejercita sobre el material transmitido por la memoria, la conciencia social entra de lleno en otra fase. En cuanto se concibe la duda acerca de la verdad o bondad de la tradición, surge el juicio social, conocido como opinión... pública, la que se desarrolla poco a poco (De Greef, 1903). La opinión pública se basa en consideraciones acerca de los materiales transmitidos por la tradición; para la colectividad es la manera de transformar la significación y trascendencia de los sucesos y conductas que deben seguirse en cada momento. Y entonces nace el público, el conjunto de personas que observan, relacionan, forman juicios propios acerca de las doctrinas, leyes, instituciones, usos y costumbres, y obran con conocimiento de causa. El público surge con la aparición de la conciencia2 y se constituye en el sujeto contemporáneo.

Se transforma el ámbito social, donde los individuos se comunican de palabra o por escrito lo que piensan, negando unos la verdad de lo que otros creen o la bondad de lo que hacen; exponiendo estos las razones en que fundan su creencia o su regla de conducta y refutando a aquellos con observaciones que se confrontan, hasta llegar a convenir un juicio colectivo, que forma la opinión pública. Por la conversación o la lectura de información, se percibe a toda hora el choque de pensamientos más o menos contrarios a los suyos; la discusión es continua, viva, general, y conduce a un juicio dominante, que se propaga luego. A medida que se extiende y activa la comunicación, se desarrolla la discusión.

Por lo que las tiranías han sido los cancerberos de la opinión pública, ya que donde los individuos no puedan expresar libremente su pensamiento, sin miedo ni restricciones, no existe opinión pública. Ciertas instituciones, los impuestos, las características de la administración indolente y opresora, la incapacidad de los partidos políticos, llevan a las clases trabajadoras, que son las principales víctimas de estos abusos, a formar una opinión contraria al régimen que les arrebata el pan, los hijos y la libertad. De modo que todos los ciudadanos contribuyen a formarla (Duprat, 1907). La participación, la intervención de las distintas clases en la opinión pública, es condición indispensable de la vida social. El ideal es que cada cual contribuya en el grado que lo permita la naturaleza de su ocupación y de su interés. Una sociedad donde las ideas en discusión sean por todos comprendidas, donde las quejas propuestas sean por todos sentidas, es una sociedad democrática, sustentada en la opinión pública.

El pensamiento expresado por diferentes medios, no es aún opinión pública, es una opinión personal. Ese pensamiento es divulgado de palabra o por escrito, en conversaciones y discursos, en periódicos y libros. Entonces, comienza a existir la opinión pública. Pero esta opinión difiere notablemente de lo que era en su punto de partida. Al transitar de uno a varios, el pensamiento se desprende de sus notas personales, se objetiva, y cristaliza en una fórmula general, creencia, máxima o costumbre. De esta manera, la opinión pública se forma a partir de las aspiraciones; de modo que contribuyen a desarrollarla todos los que participan del cuerpo social, ya sea suministrando ideas y deseos, ya sea oponiéndose y criticándola. La conversación, la tribuna y la prensa son factores esenciales de la opinión pública, no solo para propagarla, como de ordinario se dice, sino, principalmente, para formarla.

Los ingredientes de la opinión pública han venido cobrando singular importancia, acorde a los tiempos, es decir. no han tenido la misma importancia en todas las épocas. La conversación es el único factor de la opinión pública que se ha mantenido a lo largo del tiempo. En tanto, la conversación se hace activa y animada a medida que el hombre ha progresado en cultura y libertad, su influjo aumenta en el transcurso del tiempo. Donde se habla de aquello en que se ocupa o interesa, el asunto de la conversación se amplía y diversifica de una clase a otra y de una sociedad a otra. Hoy se manifiesta esa indefinida variedad de sociedades, esos grupos de personas habituadas a reunirse en ciertos sitios para hablar, desde la banqueta, la cantina, hasta el restaurante o las librerías.

Los efectos de la conversación son importantes en toda actividad social. En lo económico suscita y propaga las necesidades; en lo lingüístico, conserva, enriquece y transforma las lenguas y las literaturas; en lo estético, crea el buen gusto y establece los cánones de la crítica artística y literaria; en lo político, reparte la gloria, levanta y hunde prestigios, es freno para los gobiernos, escudo de la libertad ciudadana; en lo religioso, difunde los dogmas e inocula el escepticismo; en lo moral y social, combate el egoísmo, la prosecución de fines particulares, formula los mandamientos o máximas de conducta, crea la cortesía, y sugiere los cumplidos y etiquetas.

La prensa es la síntesis de la conversación y de la tribuna: es la que recoge a diario todo lo interesante que aquellos dos factores producen, y lo difunde a todas partes. Nada importante ocurre en el campo de la vida pública que no lo acopie el periódico, y al periódico se acude para enterarse de lo que pasa en el mundo. Con esto, la prensa ha llegado a suministrar asunto a la conversación, ha unificado en el espacio y diversificado en el tiempo las conversaciones, hasta de los que no leen periódicos. Y la prensa no se limita a ser mero eco de lo que sucede o de lo que se piensa; al contrario, toma la iniciativa, forma juicios propios, combate los ajenos, aconseja direcciones, concibe planes de reforma, se erige en administradora y monopolizadora de la opinión pública.

En su origen, la prensa no suprime la conversación: la provee de alas. El periódico, a la vez que suministra tema a la conversación, recibe el suyo de estas. La prensa se inspira en lo que se habla y discurre en las regiones donde se forman las ideas y el poder, y al difundirlo en las sociedades, realiza el milagro de ser objeto de la atención pública en todos los puntos del cuerpo social. Consiste la opinión pública en el conjunto de juicios acerca de los problemas pendientes e importantes, profesado por personas de la misma sociedad y tiempo, de la semejanza de su modo de pensar con el de los demás. La opinión pública no es toda la conciencia social; a su lado existen otras dos fuerzas: colinda arriba con la razón, de la que recibe vida, y abajo, con la tradición, a la que alimenta y en la que muere. La razón, la opinión y la tradición son las tres actividades de la conciencia social. Estas actividades se hallan trabadas tan íntimamente entre sí, que se constituyen como momentos de la actividad social.

La razón es la opinión de mañana; la tradición, la opinión de ayer. Entre ambas se agita el movimiento incesante de la opinión, cuya existencia es inestable y efímera. A cada nuevo elemento que la opinión aporta a la tradición, esta pierde uno de los antiguos. La tradición es como la memoria de la humanidad y a la manera que el individuo olvida, abandona las creencias que recibiera, así la sociedad olvida, abandona sus elementos tradicionales incompatibles con las nuevas verdades que la razón social descubre.

Una vez planteado el proceso de construcción del conocimiento colectivo común, contemplemos los planteamientos de los movimientos sociales con los cuales se corresponde. De modo que, en esta segunda imagen, describiremos, desde la perspectiva propuesta, la teoría de los movimientos sociales.

 

Construcción social de los movimientos

El cambio como proceso ha sido siempre un hecho inexorable en la historia de las sociedades; no ocurre constantemente, pero es característico de todas las colectividades. Este fenómeno afecta a las tradiciones, a las costumbres, a los usos sociales, a la organización de la sociedad y a las formas de conducta de las personas (Sherif y Sherif, 1969; Touraine, 1987). Una manera de observar las hipótesis que se han elaborado para explicar los movimientos sociales, y por lo tanto las sociedades involucradas, es revisar el vocabulario con que se han descrito sus formas y sus procesos (Touraine, 1987). Entonces encontraremos definiciones como:

Conductas colectivas. Acciones conflictivas que pueden ser entendidas como un esfuerzo de defensa, de reconstrucción o adaptación de un elemento desviado del sistema social, trátese de un valor, una norma o de la sociedad misma.

Luchas. Conflictos que buscan modificar decisiones políticas y, por lo tanto, son factores de cambio.

Movimientos sociales. Acciones conflictivas que tratan de transformar las relaciones de dominación social ejercidas sobre los principales recursos culturales, el conocimiento, la producción, las reglas éticas, etcétera.

Movimientos sociohistóricos. Plantean el pasaje de un tipo de sociedad a otro; por ejemplo, la industrialización es históricamente una de sus formas más importantes, en tanto que representa la transición de las ideas que conducen el desarrollo y la dirección del destino asumido como común.

Es posible observar detrás de estas definiciones que todo movimiento social es agente de conflicto, que vincula su acción opositora con la imagen de una comunidad que posibilita la realización del hombre, la concreción de la unidad nacional, la defensa del bien común, el libre desarrollo de las fuerzas productivas, etcétera. Así, la revisión de los procesos y fenómenos asociados a estos nombres, en un momento dado, nos indica que los principales conflictos estuvieron vinculados con el dominio, meta social que parecía dirigir a la sociedad.

La idea de que la sociedad estuviera dominada por la economía, por ejemplo, ubicaba los conflictos fundamentales en el campo del trabajo y la sociedad industrial. En la sociedad anterior a la industrial el papel eminente estaba dado a la soberanía; entonces, se otorgaba una importancia central a los conflictos sobre la emergencia de la ciudadanía y los derechos cívicos. De esta manera, en cada época de la sociedad parece existir un papel social privilegiado, del cual dependen los conflictos fundamentales (Dalton y Kuechler, 1992).

Los elementos que las ideologías de los movimientos sociales han invocado para construir la identidad del movimiento son: a) la lengua, b) la cultura, c) la religión, d) el territorio, e) el carácter nacional y la raza, y f) la tradición histórica (Touraine, 1987). Esta forma de revisar las imágenes de la sociedad, de la comunidad y de las personas que se han venido construyendo en el tiempo, es la característica de los movimientos sociales. Los elementos que constituyen estas imágenes ponen a discusión la potencialidad de las teorías, su capacidad para mirar un movimiento social desde su génesis hasta las consecuencias de su impacto, y permiten apreciar que son el vehículo para la transformación de las actitudes, las imágenes y los sueños del ser humano.

En esta manifestación colectiva se descubren las múltiples posibilidades de intervenir directamente en la trama de la vida social, de modificar sus estructuras y de regular sus formas (Cantril, 1941). En este espacio, podemos reconocer que la sociedad está en acto, es decir, lanzada a un proceso de conflicto, de invención y de creación, en el que el tiempo social que caracteriza la imagen colectiva de la sociedad se vuelve activamente creador; en este tiempo se descubre que toda la existencia está comprometida en una serie de situaciones sociales; se descubre el sentimiento de los grupos que componen el todo social; los cuales se combaten en la búsqueda del sentido de su vida.

En este proceso se manifiestan leyes del proceso grupal: la empatía, la cual les permite compartir motivos; el sentimiento de unidad, que nacido de la interacción, los capacita para encarar amenazas comunes, y la constitución de un nosotros, que los implica y compromete activamente en una meta común. Estos constituyen el proceso de cohesión social. Es la manera en que el grupo social se manifiesta como centro de origen y modificación del movimiento, como el vehículo donde se redefine lo social, y se revela como el núcleo para la formulación y declaración de los propósitos del movimiento. Es, a su vez, la matriz de donde surgen las necesidades sociales, y donde se confrontan los métodos y las técnicas de control social utilizadas para la realización de los propósitos.

Su análisis indica:

1. Procesos que permiten la construcción de la historia natural de las normas, de la dinámica de su génesis.

2. Formas que asumen los grupos, las instituciones y los controles sociales.

3. La descripción de la participación, entendida:

• Desde la desviación emocional vaga, hasta la creación de una opinión pública de mayores implicaciones.

• Desde la aparición de la actividad y organización del grupo, al establecimiento de un nuevo orden social.

• Desde la generalización que pasa de un nivel conceptual de análisis a otro colectivo, que abarca la concepción de la sociedad (Sherif y Sherif, 1969).

Gustave Le Bon fijó un hito en el estudio de estos problemas,3 y es considerado por algunos como el ''inventor de problemas'' en la historia de la psicología social (Allport, 1954; Merton, 1960).

La psicología de las masas está relacionada con los fenómenos del desarrollo cultural, político y económico de las organizaciones sociales que se manifestaron con la Revolución francesa, por un lado, y el surgimiento de la Revolución industrial, por otro. Es decir, su psicología es la vocera de la aparición del ''nuevo sujeto social'', la gente común, cuyo surgimiento se acompaña de necesidades colectivas inéditas, que dan pie a comportamientos colectivos que las inquieren, bien sea por la emergencia de un nuevo sistema social, donde representan el actor principal, derivados de los avances sociales y tecnológicos, o bien por las protestas sociales contra el orden establecido desarrollado por instituciones públicas.

Los primeros análisis de la conducta colectiva estaban orientados por los aspectos culturales que supone una comunidad que no había sido considerada y por las dimensiones sociales que esto supone; su identificación con los aspectos políticos es un fenómeno del siglo pasado, en el cual se consolidan los Estados-nación, las formas de representación política y las estructuras organizativas del sentido de la sociedad en tanto imagen de la vida pública.

 

Los nuevos movimientos sociales

De donde el enlace con este espacio social de los movimientos se ha constituido como un área diferenciada del sistema y dejado de coincidir con las formas tradicionales de organización de la solidaridad o con los canales convencionales de representación política. Su reconocimiento obliga a revisar conceptos tales como Estado y sociedad civil, privado y público, expresivo e instrumental, distinciones que mantienen nuestro sentido de la realidad, el cual se derrumba y cuya crisis señala un cambio en nuestro universo conceptual (Tarrow, 2004).

Parece que en la versión contemporánea de los movimientos, nos reencontramos como los protagonistas de la configuración de otro diseño cultural, de nuevas formas de organización social y de la reconstitución del poder. Nos encontramos en una sociedad que ya no está al servicio de ninguna trascendencia, ni religiosa, ni económica, ni de ninguna clase política, que se revela como parte de y a la vez como productora de sí misma y de su cultura. Las formas de los movimientos dependen, ahora, para su fuerza y duración de la importancia cultural de sus propósitos.

Podemos decir entonces que transitando la década de los ochenta aparecen perspectivas de los movimientos, donde el énfasis se da en la relación entre las experiencias de la vida cotidiana y la acción colectiva, entre las redes ocultas en las que la gente trata de descubrir sentido a su propia existencia y sus manifestaciones públicas las expresa en términos de sus reclamos, demandas y quejas, su ideología frente a los sistemas políticos, las autoridades. (Melucci, 1999). Esta idea sencilla y que parece de sentido común, implica para los investigadores detenerse en las prácticas que les permitan comprender las formas de acción cotidiana, les demanda desprenderse del sosiego que suponen las utopías y las profecías de las élites, y descender al desconcertante movimiento, en tanto causa y origen, de las relaciones sociales para así poder determinar el terreno de los nuevos conflictos

El interés de los científicos sociales en la subjetividad, las prácticas de la vida cotidiana y la intimidad, permiten confirmar el establecimiento del vínculo entre las movilizaciones colectivas visibles y las formas menos evidentes de acción que realizan los individuos en sus esferas cotidianas. Los movimientos toman la forma de redes de solidaridad, con significados culturales (Cisneros Sosa, 2001). Dado que los actores no son dirigidos por instancias metafísicas, que no tienen un destino que cumplir, debemos asumir que la naturaleza de la acción conjunta es temporal, es decir, que involucra a diferentes actores y se desplaza entre los varios ámbitos del sistema económico-político. Esta distinción se magnifica por el hecho de que en cualquier sociedad la realidad es sincrónica; por lo tanto, en la simultaneidad creada por los medios de comunicación, son posibles desarrollos desiguales y combinados, y existen, en el instante, todos los estratos geológicos de la historia humana (Melucci, 2001).

Es en este sentido que los analistas de los movimientos sociales consideran con mayor insistencia que los individuos actúan en una realidad que es objeto de diferentes percepciones. Entonces, se estiman importantes los procesos de mediación a través de los cuales las personas atribuyen significado a los acontecimientos e interpretan las situaciones (establecen la relación que permite la emergencia del sentido). A partir de esta consideración proliferan nuevos conceptos y teorías que generan lo que se puede llamar el enfoque de la construcción social de los movimientos. Así, mientras que unos investigadores describen el discurso público de la sociedad, otros disertan acerca de la comunicación de las organizaciones; unos más consideran la identidad colectiva como concepto clave, y aquellos señalan la importancia de la liberación cognitiva. Todos destacan la naturaleza social de estos procesos de significación, interpretación y construcción del significado; el énfasis se pone en los procesos intersubjetivos.

Ahora, los analistas de los movimientos sociales desarrollan modelos para el análisis de la construcción social de la protesta, la cual considera que la acción deriva de una transformación significativa en la colectividad.

¿Cuáles son los caminos que se han elaborado para explicar cómo se produce esta transformación?

• La liberación cognitiva (McAdam, 1994), que se refiere a la transformación de la conciencia de los participantes en la acción colectiva

• El impacto del discurso público en las identidades colectivas (Gamson, 1968). Privilegia el análisis del papel central que desempeñan los medios de comunicación en las sociedades modernas, donde los movimientos sociales están cada vez más inmersos en una lucha simbólica por el significado y las interpretaciones, en la arena de la opinión pública.

• Formación y movilización del consenso (Klandermans, 1984, 1989). La movilización del consenso es definida como el intento deliberado de un actor social para crear consenso en un sector de población; en este caso la formación del consenso se refiere a la convergencia de significado en las redes sociales y las subculturas.

• Alineamiento de marcos (Snow et al., 1986). Tratan de describir cómo se relacionan el marco cognitivo de los participantes en un movimiento social y el marco ideológico de la organización del movimiento. Es la pugna pública por el significado de lo colectivo, en que se sugieren que los determinantes de una creación eficaz de marco son la naturaleza del sistema de creencias de los participantes potenciales, y el grado de resonancia que tienen los esfuerzos de creación de marco en el mundo en el que viven los participantes potenciales.

• Identidades colectivas (Melucci, 1999). Para este autor las construcciones sociales, los movimientos y la acción colectiva son concebidos como procesos por medio de los cuales los actores producen significados, se comunican, negocian y toman decisiones.

• Se asume que las redes sociales de la vida cotidiana son los laboratorios invisibles, donde los movimientos ponen en tela de juicio y desafían los códigos dominantes de la vida. Una tarea central para estos grupos es la formación de una identidad colectiva. El desarrollo de una identidad colectiva significa que se ha definido como un grupo, y que ha desarrollado concepciones del mundo, metas y opiniones compartidas acerca del entorno social y las posibilidades y límites de la acción colectiva.

Esta mínima revisión tiene el sentido y la función de describir los procesos y los elementos que convergen con los procesos revisados en la primera parte del trabajo. Con la idea de que configuran un continuo, en tanto memoria colectiva del proyecto iniciado hace 200 años. Lo que nos posibilita situar que para todas estas propuestas resultan fundamentales las creencias, ya que la perspectiva de la construcción hace hincapié en el hecho de que la interpretación de los acontecimientos, comunicaciones e información se realiza en el contexto de las relaciones interpersonales. Y lo que parece formarse en estas teorías son creencias compartidas (Hewstone, 1992). En tanto, se considera también que los entornos sociales comprenden relaciones interpersonales, en relación con un conjunto de creencias en las que se encuentran a la hora de formar parte de los mismos; en este sentido, nacen comunidades caracterizadas por la elaboración del conjunto de creencias colectivas, que se integran en y por ellas.

Parece relevante, por lo tanto, clarificar la naturaleza de las creencias y cómo se constituyen y transforman. Las creencias colectivas se relacionan con el concepto de representaciones colectivas de Émile Durkheim o con la noción de mundo de vida de Jürgen Habermas (1988), que son el conjunto de perspectivas que se dan por supuestas, que se transmiten culturalmente y se organizan por medio de la comunicación. Y que constituyen el marco de referencia que da significado a las aspiraciones y acciones de las personas. Las investigaciones contemporáneas de Serge Moscovici (1961) proponen que las representaciones sociales son universos socialmente construidos de opiniones o creencias sobre un objeto socialmente valorado. Sin importar el nombre, las creencias colectivas tienen un origen social, son compartidas y como consecuencia de ello llegan a constituirse en una parte de la vida social misma. La característica de ser compartidas tiene importantes consecuencias, ya que son creadas en el curso de la comunicación y la cooperación.

Se crean en las conversaciones que se desarrollan cotidianamente en bares, fiestas, reuniones, compartimientos de tren, en el teléfono. En los ámbitos de los círculos de relaciones interpersonales que se encuentran habitados por familiares, amigos y conocidos, donde los acontecimientos y la nueva información se discuten, interpretan y comentan. Donde las creencias se contestan, rechazan, reformulan y defienden dentro y entre los grupos. Y en el que las actitudes y opiniones son justificaciones que se desarrollan en los debates que tienen lugar dentro del grupo sobre temas polémicos.

Los acontecimientos y debates pueden cambiar a lo largo del tiempo, al igual que la importancia relativa de los distintos sistemas de creencias colectivas. El cambio en las circunstancias y los acontecimientos hacen que algunas creencias sean menos defendibles y sus defensores menos creíbles. En consecuencia, el apoyo que la sociedad presta a estas creencias desaparece a favor de aquellas con las que compiten. En tanto que los acontecimientos importantes tienen un impacto sobre las creencias colectivas, siempre a través de los filtros de la colectividad que se relaciona. Y en el que las personas se familiarizan con los nuevos acontecimientos mediante su etiquetado y categorización. Por lo tanto, la transformación de las creencias es un proceso que se desarrolla necesariamente de forma colectiva gradual, como cualquier conocimiento social.

En este sentido, las movilizaciones de protesta suponen la oposición, confrontación y transformación de las creencias colectivas, que compartidas por sus actores sociales y por las consiguiente definiciones subjetivas de la realidad y las creencias colectivas no siempre son complementarias, también hay contradicciones que surgen entre ellas y exigen nuevas soluciones, búsqueda que se desarrolla en el proceso comunicativo por medio del diálogo, la discusión, la confrontación, que contribuyen a redefinir la situación.

 

El desarrollo del pensamiento social

Debemos considerar que la aportación de los movimientos sociales se ha convertido en la fuente de las ideologías o sistemas de creencias más importantes que se han conocido a lo largo de la historia. En algunos casos han sido el principal instrumento de los cambios de creencias... como el marxismo o los derechos civiles, que fueron adoptados por muchos movimientos sociales como base ideológica de su acción. Y que en las recientes revoluciones de Europa han hecho suyo el marco de la democracia. Desde un punto de vista histórico, también han servido para la creación de nuevas identidades colectivas en la sociedad donde surgen. Todas las que conocemos en nuestro siglo y las reconocidas en los siglos anteriores, que surgen en el contexto de movimientos sociales.

Los movimientos sociales también han sido una fuerza de innovación en las estrategias de la acción colectiva. Así, lo que empezó como nuevas y con frecuencia ilegales tácticas en movimientos de antaño, más tarde se convierten en formas legítimas e institucionalizadas de acción política. A lo largo de la historia, los movimientos han constituido el origen de toda clase de nuevos elementos de la cultura material, al transformar los símbolos populares y la cultura material en el proceso revolucionario (Tarrow, 2004).

Parece que los procesos y mecanismos planteados hace 200 años por la psicología de las masas, por la psicología de los públicos, mantienen vigencia y se desarrollan en los movimientos sociales, sin un mutuo reconocimiento. Parece que los marcos de la memoria colectiva se alimentan de olvido, pero sobre todo de la vida de las verdades, de las ilusiones que se han venido construyendo a través de los movimientos sociales que las posibilitan, las construyen, las pelean y las desarrollan. Cada época marca el contenido y el sentido de su vida, cada una describe las características y las imágenes en las que se reconoce. En nuestra época se habla nuevamente de ideales y sueños pasados: libertad, igualdad, fraternidad; se habla de rastros de memoria que se defienden contra el sentido que pretende matizarlos, olvidarlos o darlos por consumados.

Y que en los últimos procesos europeos parece que el olvido también quiere triunfar, aquel que desconoce a las sociedades y solo se finca en los procesos económicos: la economía política vs. la psicología colectiva.

 

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Notas

1 ''Tiene por objeto este libro estudiar las transformaciones de algunas de las grandes creencias religiosas, filosóficas y morales que han guiado a los hombres en el curso de su historia. Constituye una nueva aplicación de los principios expuestos en una de mis obras anteriores, Las opiniones y las creencias, principios que me servirán luego para interpretar, en el curso de otro libro, los acontecimientos de la Reforma y de la Revolución francesa (p. 5).

''El destino de un pueblo depende de las certezas que le guían. Evoluciones sociales, fundaciones y cambios de imperios, grandeza y decadencia de las civilizaciones, derivan de un pequeño número de creencias tenidas por verdades. Ellas representan la adaptación de la mentalidad [...] a las necesidades de cada época (p. 5).

''... el presente se forma, sobre todo, del pasado, pero de un pasado transformado por las generaciones que lo heredaron. Nuestras certezas sufren las leyes eternas que obligan a los mundos y a los seres a evolucionar lentamente (p. 8).

''Para comprender de qué modo la acción puede llegar a ser útil o nociva, precisa investigar bajo qué influencias se forman las certezas que orientan a los hombres y de qué manera se deshacen. Este estudio constituirá una de las partes esenciales. Eligiendo las más importantes de entre las verdades que han guiado a los pueblos, intentaremos hacer su historia. Esta historia es extraordinariamente dramática y despierta gran pasión. Ninguna otra muestra mejor los sucesivos progresos del espíritu humano, su poder y hasta su fragilidad (p. 9).

''¡Cuántos esfuerzos [...] durante innumerables siglos para [...] construir ciudades y templos, crear civilizaciones e intentar penetrar los misterios del mundo! El hombre ha buscado sin tregua la explicación de esos misterios. Jamás ha consentido ignorar la razón de las cosas. Su imaginación supo encontrarla siempre'' (p. 9) (Le Bon, ca. 1910).

2 ''... la edad moderna, desde la invención de la imprenta, ha dado nacimiento a una especie de público muy diferente, que no cesa de aumentar y, cuya extensión indefinida, es uno de los rasgos mejor marcados de nuestra época. Se ha hecho psicología de las multitudes; pero queda por hacer una psicología del público, entendido en este otro sentido, es decir, como una colectividad puramente espiritual, como una dispersión de individuos, físicamente separados, y entre los cuales existe una cohesión sólo mental... (p. 43).

''¿Cuál es, pues, el lazo que les une? Este lazo es la simultaneidad de su convicción o de su pasión, la conciencia poseída por cada uno de ellos de que esta idea o esta voluntad es compartida en el momento mismo por un gran número de hombres... (p. 44).

''... para que sea posible esta sugestión a distancia de los individuos que componen un mismo público, es preciso que hayan practicado durante largo tiempo, por el hábito de la vida social intensa, de la vida urbana, la sugestión de la proximidad. Nosotros desde la infancia y desde la adolescencia comenzamos a sentir vivamente la acción de las miradas de otros, que se expresa sin nosotros saberlo en nuestra actitud, en nuestros gestos, en el curso modificado de nuestras ideas, en la perturbación o en la sobreexcitación de nuestras palabras, en nuestros juicios, en nuestros actos. Solamente después de haber, durante años, sufrido y hecho sufrir esta acción impresionante de la mirada es cuando nos convertimos en culpables de sentirnos impresionados incluso por el pensamiento de la mirada de otro... (p. 45).

''El público sólo ha podido comenzar a aparecer a partir del primer gran desarrollo de la invención de la imprenta, en el siglo XVI. El transporte de energía a distancia no es nada comparado a este transporte del pensamiento a distancia. ¿No es el pensamiento la fuerza social por excelencia? (p. 46).

''... hasta la Revolución, la vida del público ha tenido poca intensidad por ella misma y solamente adquiere importancia por la vida de la multitud de la cual depende todavía, por la animación extraordinaria de los salones y de los cafés [...] De la Revolución data el acontecimiento verdadero del periodismo, y por consiguiente del público, de la que aquélla fue la fiebre de crecimiento... (p. 47).

''... lo que caracteriza a 1789, lo que el pasado jamás había visto, es esta eclosión de periódicos, devorados ávidamente, que se produjo en esta época [...] Del mismo modo los clubs, las reuniones de café, que han jugado un papel tan importante durante el período revolucionario, han nacido del público, en tanto que, antes de la Revolución, el público era más bien el efecto que la causa de las reuniones de los cafés y de los salones... (p. 48).

''Quedaría reservado a nuestro siglo, por los procedimientos de locomoción perfeccionados y por la transmisión instantánea del pensamiento a cualquier distancia, de dar a los públicos, a todos los públicos, la amplitud indefinida de la que son susceptibles y que abre entre ellos (entre los públicos) y las multitudes un contraste tan destacado. La multitud es el grupo social del pasado [...] el público es [...] la agrupación social del porvenir [...] Por eso, yo no puedo concedera un escritor tan vigoroso como el doctor Le Bon, que nuestra edad sea la 'era de las multitudes'. Más bien es la era del público o de los públicos, lo que es muy diferente... (p. 49).

''... el último de los grupos sociales en formarse y el más propicio a desplegarse en el curso de nuestra civilización democrática, dicho de otra manera, la agrupación social en públicos es la que ofrece a los caracteres individuales más sobresalientes las mayores facilidades de imponerse, y a las opiniones individuales originales las mayores facilidades para difundirse [...] Ahora bien, basta con abrir los ojos para darse cuenta de que la división de una sociedad en públicos, división completamente psicológica, y que corresponde a diferencias en los estados de espíritu, tiende no ya a sustituirse sin duda, sino a superponerse cada vez más visible y eficazmente a su división religiosa, económica, estética, política, en corporaciones, en sectas, en oficios, en escuelas, en partidos... (p. 55).

''Pero lo que no se ve son las multitudes que se reunirían si no existiesen los públicos. Si, por hipótesis, todos los periódicos fueran suprimidos y con ellos desaparecieran sus públicos, entonces la población ¿no se manifestaría en una tendencia mucho más fuerte que en la actualidad a agruparse en auditorios más numerosos y más densos, más nutridos, alrededor de los púlpitos de los predicadores, de las cátedras de los profesores, incluso, a llenar los lugares públicos, cafés, clubs, salones, salas de lectura, sin contar los teatros y a comportarse, por todas partes, más ruidosamente? [...] Uno no piensa en todas las discusiones de café, de salón, de club, de cuyas polémicas la prensa nos proporciona un antídoto relativamente inofensivo [...] De esta manera, poco a poco, los públicos se agrandan, en tanto que las multitudes disminuyen y aún disminuye más rápidamente su importancia [...] En la actualidad, son los periódicos los que llevan a cabo las grandes conversiones de masas... '' (p. 59) (Tarde, 1904).

3 ''Los grandes sucesos que transforman el destino de los pueblos: revoluciones, nacimientos de creencias, por ejemplo, son a veces tan difíciles de explicar, que es necesario limitarse a constatarlos (p. 8).

''Estos problemas permanecieron mucho tiempo obscuros [...] Reflexionando a menudo sobre ello, llegué a reconocer que el problema se componía de una serie de otros problemas que debían ser estudiados separadamente. Fue lo que hice durante veinte años, consignando el resultado de mis investigaciones en una serie de obras (p. 9).

''Una de las primeras fue consagrada al estudio de las leyes psicológicas de la evolución de los pueblos. Después de haber mostrado cómo las razas históricas [...] formadas según las contingencias de la historia, terminan por adquirir caracteres psicológicos tan estables [...] ensayé explicar cómo [...] transforman sus instituciones, sus idiomas y sus artes (p. 9).

''... aparte de las colectividades [...] constituidas por los pueblos, existen las colectividades móviles y transitorias, llamadas muchedumbres [...] con el concurso de las cuales se realizan los grandes movimientos históricos.

''Sólo después de estos estudios comencé a entrever ciertas influencias que se me habían escapado. [...] Entre los factores más importantes de la historia, había uno preponderante: las creencias [...]. Problema difícil, estudiado en mi último libro: 'Las opiniones y las creencias'. [...] La solución de las dificultades históricas, perseguida desde tantos años, se ofreció, [...] claramente (p. 10).

''Todas estas investigaciones, resumidas aquí en algunas líneas exigirían largos años. Temiendo no terminarlas, las abandoné más de una vez para volver a esos trabajos de laboratorioen los cuales se está siempre seguro de bordear la verdad y de adquirir fragmentos de certidumbre. Pero si es muy interesante explorar el mundo de los fenómenos materiales, lo es más aún descifrar la incógnita de los hombres, y es por eso que siempre he tenido afición a la psicología. Habiéndome parecido fecundos algunos principios deducidos de mis investigaciones, resolví aplicarlos al estudio de casos concretos, llegando, así, a abordar la psicología de las revoluciones... (p. 11).

''El poder de la Revolución [...]. Si la Revolución fue tan poderosa, si hizo aceptar [...] las violencias, los asesinatos, las ruinas, los espantos, [...] si produjo guerras en donde se defendió [...] es porque había fundado [...] una nueva religión (p. 13).

''... si la duración de la Revolución francesa, como gobierno, fue muy corta, la influencia de sus principios fue, por el contrario, muy larga. Convertidos en una creencia de forma religiosa, modificaron profundamente la orientación de los sentimientos y de las ideas de varias generaciones (p. 257). [...] El derecho nuevo de los pueblos creado por la Revolución [...] ejerció por todas partes una acción profunda... (p. 258).

''Al estudiar [...] la evolución de las ideas revolucionarias [...] veremos que ellas se propagan muy lentamente, durante más de cincuenta años (p. 246) [...] La historia de nuestros trastornos políticos, desde hace un siglo, bastaría para probar, si todavía lo ignoramos, que los hombres son gobernados por su mentalidad. Nuestras sucesivas revoluciones fueron consecuencia de las luchas entre dos partes de la nación, de mentalidad diferente. Una religiosa y monárquica, dominada por influencias ancestrales; la otra, sometida a las mismas influencias, pero dándoles una forma revolucionaria. [...] la lucha tuvo lugar, en realidad, entre creencias contrarias (p. 247) [...] A estas divisiones determinadas por las diferentes creencias, se agregaron las resultantes de las concepciones políticas derivadas de esas creencias (p. 248)'' (Le Bon, 1939).

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