Introducción
La dermatología pediátrica, rama de la medicina que se encarga de la atención de los niños y adolescentes con enfermedades de la piel, es considerada como una subespecialidad médica a partir de 1970, cuando comenzaron a formarse sociedades médicas, se realizaron congresos, se publicaron libros y se crearon algunos cursos de especialización. No obstante, a escala global, existen antecedentes acerca de la labor asistencial de algunos médicos que, al dedicar gran parte de su práctica profesional a la atención de los niños con enfermedades de la piel, hicieron posible que se comenzara a brindar una consulta especializada en hospitales pediátricos o en servicios de dermatología de hospitales generales1. Al respecto, en nuestro país destaca el papel del Hospital Infantil de México Federico Gómez (HIMFG), institución que desde su fundación ha sido de suma importancia para el desarrollo no solo de la pediatría como tal, sino también de cada una de sus actuales subespecialidades, una de ellas la dermatología pediátrica. Además, desde una época temprana, el HIMFG se preocupó por fomentar la difusión del conocimiento médico acerca de los distintos aspectos de la pediatría a través de la constante publicación del Boletín Médico del Hospital Infantil de México2,3. Por ello, esta revista constituye una importante fuente de información para la historia institucional de este importante centro de la pediatría, y por supuesto para el estudio de la historia de la medicina en México.
El objetivo del presente trabajo fue analizar el inicio de la atención hospitalaria de las dermatosis infantiles a través de las publicaciones realizadas en el Boletín Médico del Hospital Infantil de México por parte de los médicos interesados en la atención de los niños con enfermedades de la piel durante el periodo comprendido entre 1943, año de la fundación del HIMFG, y 1970, comienzo del decenio que tradicionalmente ha señalado el «nacimiento oficial» de la dermatología pediátrica como subespecialidad médica1.
La importancia del Boletín Médico del Hospital Infantil de México para el estudio de la historia de la medicina
Al ser un medio para la difusión de los resultados de las investigaciones realizadas acerca del saber médico y fomentar la educación médica continua, las revistas médicas, además de ser importantes para el desarrollo de la práctica médica cotidiana actual4, constituyen una importante fuente de información para el conocimiento de la historia de la medicina. El origen de las revistas médicas data de los últimos años del siglo xvii4-6, cuando algunas asociaciones médicas comenzaron su edición con la finalidad de consolidar su prestigio al dar a conocer las contribuciones de sus miembros4. Por consiguiente, el estudio de las publicaciones médicas permite conocer los distintos aspectos de la historia de la medicina, entre ellos, el estado del conocimiento médico de la época, los avances de la ciencia de aplicación en dicho campo, la formación de comunidades científicas e instituciones5,7 y, por consiguiente, el nacimiento y el desarrollo de las especialidades médicas7.
Particularmente en México, la primera publicación médica fue Mercurio Volante, en 1772, que al igual que sus predecesoras europeas tuvo una vida corta. Sin embargo, en los siglos posteriores, a la par del desarrollo académico y científico, tuvo lugar también la aparición de nuevas revistas médicas, un proceso constantemente interrumpido por los diversos conflictos sociopolíticos que vivió el país hasta 1917. A partir de esta fecha, de acuerdo con Fernández del Castillo, pueden observarse tres periodos o etapas en la edición de revistas médicas mexicanas: una de reconstrucción, hasta 1924, seguida de una fase de consolidación, entre 1924 y 1935, caracterizada por el inicio de las especialidades médicas, y una etapa de organización creadora, a partir de 1935, cuando las especialidades estaban más definidas, se fundaron instituciones y, por lo tanto, inició la investigación6.
Una de estas revistas fue Boletín Médico del Hospital Infantil de México, cuya publicación bimensual inició en marzo de 1944, es decir, al poco tiempo de la inauguración de dicho nosocomio2,3, en respuesta a la necesidad de difundir el conocimiento de la pediatría a todo el gremio médico a partir del trabajo que se realizaba en el hospital2. Según el testimonio de Federico Gómez, en aquel entonces director del Hospital Infantil de México, la nueva publicación compartía la filosofía de una revista antecesora en el campo de la pediatría: Boletín Médico de la Casa de Cuna3. Por consiguiente, su objetivo, expresado en la presentación del primer número, era constituir un espacio para el aprendizaje mediante la difusión del conocimiento que se generaba a partir del estudio de los diferentes casos clínicos que eran atendidos en la institución y presentados en las sesiones clínicas, clínico-patológicas y clínico-radiológicas que se realizaban semanalmente para su discusión2,3. Si bien inicialmente se planeaba publicar casos clínicos, también se esperaba que, con el transcurso del tiempo, se incluyeran otro tipo de trabajos, por ejemplo de estadística2, cumpliéndose así algunos de los propósitos con que la institución fue fundada: «ser un campo propicio para la enseñanza de la pediatría y un ambiente fecundo para la investigación de los problemas patológicos de la infancia»3.
Cabe mencionar que el formato inicialmente establecido para los artículos que formarían parte del Boletín Médico del Hospital Infantil de México, es decir, el de presentación de casos clínicos, incluía la descripción del cuadro clínico y el desarrollo de la enfermedad, los métodos empleados para establecer el diagnóstico correspondiente, el tratamiento establecido, los resultados obtenidos y, en ocasiones, un comentario en el que a menudo se mencionaba a los autores que habían sido consultados para documentar el estudio del caso en cuestión2; posteriormente, con el transcurso de los años, ya hubo una sección bibliográfica bien definida. Aunque este formato fue implementado a partir del modelo de la medicina experimental iniciado en el siglo xix, y por lo tanto es el formato seguido por diversas publicaciones de la época5, al mismo tiempo, evidentemente, representa una prueba del gran interés de la comunidad médica del Hospital Infantil de México por contribuir al conocimiento de la patología infantil a través de la difusión de los trabajos de sus miembros.
La atención de los niños con enfermedades de la piel en el Hospital Infantil de México
Desde su inauguración, en 1943, el Hospital Infantil de México fue organizado en distintos departamentos y servicios de hospitalización para la atención de los niños enfermos; entre ellos, un departamento de medicina, integrado por los servicios de prematuros, lactantes, medicina preescolar, medicina escolar, tuberculosos, ginecología, urología, dermatología y sifilología2. Cabe mencionar que, específicamente en estas últimas «especialidades dentro de la especialidad»8, según testimonio de Lázaro Benavides (1914-2016), miembro de la primera generación de médicos internos del hospital2,9, se llevaban a cabo procedimientos y exploraciones especializadas, además de tratamientos particulares8, fomentando así el nacimiento de las subespecialidades pediátricas en México.
Al respecto, se tiene noticia de que la sala de dermatología y sifilología estuvo en funciones hasta 1950, cuando fue transformada en una sala mixta por el decremento del número de casos de sífilis congénita10. También se brindaba la consulta ambulatoria de dermatología, que en 1956 estaba integrada al Servicio de Alergia11, denominado Departamento de Alergia y Dermatología a partir de 196712. El vínculo que obedecía a una estrecha relación entre ambas especialidades se atribuía a que, anteriormente, numerosos padecimientos de la piel eran considerados de origen alérgico y, a su vez, las alergias frecuentemente se presentaban con manifestaciones cutáneas13.
Cabe mencionar que las enfermedades de la piel fueron una causa frecuente de atención en el Hospital Infantil de México, como demostró un estudio en el que se reportó que, en 1956, el 8.2% de los pacientes de la consulta de primera vez presentaba alguna dermatosis y el 2.1% de las hospitalizaciones incluyeron, entre sus diagnósticos finales, uno dermatológico. De acuerdo con Gómez-Orozco y Rojas Villegas14, estas cifras eran más bajas que las documentadas por otros autores, discrepancia que podía deberse a un subregistro de ciertos casos que, por su evolución benigna, probablemente no ameritaron su referencia a una consulta de especialidad como dermatología, alergia o cancerología, de donde provenían los datos estudiados. Por otro lado, debido a la escasez de camas en la institución, las hospitalizaciones de enfermos de la piel eran limitadas14. Dicha tendencia continuó en el tiempo, ya que posteriormente Gómez-Orozco, jefe del Departamento de Alergia del Hospital Infantil de México, dio a conocer que durante 1966 y 1967 algunos padecimientos dermatológicos, como la dermatitis atópica y el prurigo por insectos, figuraron entre las causas más frecuentes de consulta en el nosocomio12.
Lo anterior explica la presencia de algunos médicos en el Hospital Infantil de México que dedicaron gran parte de su actividad profesional a la atención de las dermatosis infantiles y, como muestra de su labor e interés en este campo, dieron a conocer algunas de sus respectivas experiencias por medio de sus publicaciones en el Boletín Médico del Hospital Infantil de México.
Roberto Núñez Andrade (1905-1979)
Originario del Estado de Hidalgo, estudió la carrera médica en la Escuela Nacional de Medicina y se graduó en 1930. Además de realizar estudios de dermatología en el Hospital General de México al lado del doctor Salvador González Herrejón10,15, asistió al curso de enfermedades de la piel más comunes en los escolares que impartió el mismo doctor González-Herrejón en 1933, con motivo del centenario de la Escuela Nacional de Medicina15. Más tarde fue profesor de dermatología de la Escuela Nacional de Medicina y fundador de la cátedra de dermatología de la Escuela Superior de Medicina del Instituto Politécnico Nacional. Entre los puestos que desempeñó durante su actividad profesional destacan los siguientes: jefe del Servicio de Lepra del Hospital General, director del Hospital para Enfermos de Lepra Pedro López, en Zoquiapan, Estado de México, y dermatólogo del Internado Nacional Infantil. Se dedicó a la atención de los niños con enfermedades de la piel en el Hospital Infantil de México, primero como jefe del Servicio de Dermatología y Sifilología, desde la fundación del nosocomio hasta 1950, y después, hasta su retiro de la institución, en 1969, como dermatólogo consultante. Por otra parte, también es importante mencionar la contribución de Núñez Andrade a la educación médica por medio de los artículos que escribió acerca de distintas dermatosis infantiles y con su participación como colaborador en algunos libros, entre los que destaca el Manual de Pediatría de Rogelio Hernández Valenzuela (edición de 1970)10,15.
Entre los trabajos que Núñez Andrade publicó en el entonces recién creado Boletín Médico del Hospital Infantil de México, en los que presentó ciertos casos clínicos procedentes de la consulta externa del hospital, destaca la descripción clínica original que realizó, en 1944, de la trombidiasis por Neoschoengastia nuñezi-hoffman16, enfermedad cuyo estudio parasitológico, también publicado en el Boletín, fue realizado en el Instituto de Enfermedades Tropicales por Anita Hoffman, quien dedicó la especie identificada a Núñez Andrade, nombrándola Neoschoengastia nuñezi n. sp.17. Por estas razones, más tarde, el padecimiento fue conocido con el epónimo de «enfermedad de Núñez Andrade»15. Posteriormente, otra zoonosis estudiada por Núñez Andrade fue la tungiasis, enfermedad de la que el autor hacía énfasis en la importancia de su conocimiento ante las potenciales complicaciones infecciosas que podían presentarse, sobre todo en los casos extensos, entre las se encontraban tétanos, gangrena, piodermitis, linfangitis y necrosis18.
Por otro lado, Núñez Andrade también presentó en el Boletín Médico del Hospital Infantil de México algunas comunicaciones acerca de dermatosis cuyo diagnóstico, además de la correcta identificación de los hallazgos clínicos, requería la realización de ciertos procedimientos especiales. Por ejemplo, la psoriasis, padecimiento para cuya identificación el autor recomendaba la realización de la maniobra descrita por Brocq, es decir, el raspado de una de las lesiones con una cucharilla para provocar el desprendimiento de escamas (semejante al que se obtiene al raspar una vela de parafina), con el propósito de observar el «signo de la mancha de parafina»19; la dermatitis herpetiforme, una enfermedad cuyo diagnóstico se establecía, en la mayoría de los casos, por medio de la prueba de la pomada yodurada, y que frecuentemente se presentaba con manifestaciones clínicas en los niños que podían diferir de los hallazgos que se observan en los adultos20. En ese mismo orden de ideas, es decir, el de establecer las características con las que algunas dermatosis se presentan en la infancia, y con motivo de un paciente afectado por un granuloma piógeno, aprovechó la ocasión para comentar que se trataba de una neoformación que generalmente se observa con mayor frecuencia en la infancia en comparación con la edad adulta21.
Poco antes de su retiro, en 1968, Núñez Andrade publicó una amplia revisión acerca de las genodermatosis, padecimientos de origen genético que, además de la piel, pueden afectar otros órganos. Cabe mencionar que en dicho trabajo incluyó también la descripción de cinco cuadros clínicos que, en su opinión, correspondían a nuevas genodermatosis22. Este tema era de gran actualidad en la época, puesto que, de acuerdo con los avances en el conocimiento de la genética humana a partir del descubrimiento del ADN, fue posible no solo comprender ciertos aspectos acerca de la etiología o patogenia, sino que incluso se realizó la descripción de nuevas enfermedades de este tipo23.
Antonio Dubón Águila (1902-1981)
Médico de origen salvadoreño, fue profesor adjunto de dermatología de la Escuela Nacional de Medicina24 y dermatólogo del Hospital de Comunicaciones y Obras Públicas y del Hospital Jesús Alemán Pérez25. Desde 1940 se desempeñó como médico externo en la consulta de dermatología del Hospital Infantil de México2, donde llevó a cabo la observación de casos clínicos. Algunos de estos casos dieron origen a sus publicaciones en el Boletín Médico del Hospital Infantil de México por distintas razones, entre ellas el tratarse de alguna dermatosis rara, como la epidermólisis ampollosa distrófica, una enfermedad de etiología aún desconocida en ese entonces26. Otra razón fueron los casos de padecimientos frecuentes en la edad infantil que, por presentarse en forma atípica, ameritaban, además de su difusión, la revisión de la literatura médica al respecto, como fue el caso de un hemangioma plano esfacelado vulvo-perineal que, al cursar con necrosis e infección secundaria, ameritó su ingreso a la sala de dermatología y sifilología del hospital27. Otra razón fueron las variedades clínicas de enfermedades que en general se observan en los adultos, pero que en raras ocasiones pueden presentarse en los niños, como la sífilis adquirida28.
Por otra parte, Antonio Dubón tuvo que superar, en ocasiones, dificultades en su práctica clínica diaria con la finalidad de establecer el diagnóstico preciso de padecimientos poco conocidos y de evolución clínica compleja, como el escleredema de Buschke, incluso no reportado anteriormente en la literatura médica mexicana29. Por otra parte, la gran variedad de manifestaciones clínicas propia de ciertas enfermedades, entre ellas la actinomicosis, una micosis profunda que, incluso hoy en día, hace necesaria la realización de los diagnósticos diferenciales pertinentes que amerite el caso por medio de estudios complementarios, sobre todo micológicos, histopatológicos y radiológicos, ilustrando así su importancia30, también motivó algunas de sus publicaciones.
Llama la atención el interés de Dubón no solo por dar a conocer, sino también por hacer un llamado de alerta al gremio médico acerca de los potenciales efectos secundarios adversos que podían presentarse como consecuencia del empleo de ciertos fármacos de reciente introducción31. Al respecto, cabe mencionar que, a partir de la década de 1940 y gracias a los avances de la ciencia, fue posible contar con nuevas y eficaces opciones para el tratamiento de diversas patologías, principalmente aquellas de índole infecciosa32. No obstante, al poco tiempo comenzaron a observarse también las complicaciones derivadas de su empleo33.
Por último, es importante recordar su participación en el estudio de algunas series de casos observados en el Hospital Infantil de México. Así, en 1945, Dubón y Hernández, basándose en la información que consultaron en una publicación norteamericana, utilizaron cloruro de etilo para el tratamiento de 13 pacientes afectados por querion de Celso, la forma inflamatoria de la tiña de la cabeza. Al obtener resultados satisfactorios, concluyeron que el cloruro de etilo era un buen tratamiento, económico, de fácil aplicación y efectivo tras su uso tópico, exclusivamente para el querion de Celso, el cual representaba el 2% de los casos de tiña de la cabeza, mas no para otras formas clínicas de esta enfermedad, que en conjunto constituían el 20% de la consulta dermatológica del hospital34. Es conveniente mencionar que, ante la falta de un tratamiento curativo, la tiña de la cabeza fue una enfermedad muy frecuente hasta 1959, cuando comenzó a disminuir de manera notablemente el número de casos debido a la introducción de la griseofulvina35.
Otra aportación de gran relevancia fueron las observaciones que Antonio Dubón realizó, junto a Lázaro Benavidez, en aquel tiempo residente del Hospital Infantil de México, acerca del tratamiento de la sífilis congénita reciente36. De acuerdo con Ros-Vivancos et al.37, a partir de que Mahoney y colaboradores utilizaron con éxito la penicilina para el tratamiento de la sífilis, surgió un interés generalizado por establecer, entre otras cosas, la dosis y el tiempo de administración de las diferentes presentaciones del nuevo fármaco. Por este motivo, en 1946, Benavides y Dubón fueron comisionados para la realización de los estudios correspondientes al respecto en el Hospital Infantil de México. En 1947, dieron a conocer las observaciones que realizaron en 29 niños, y en 1949, con la finalidad de ampliar su experiencia al respecto, publicaron una serie de 75 casos, llegando a la conclusión de que los resultados que obtuvieron con el uso de la penicilina en el tratamiento de la sífilis congénita reciente fueron satisfactorios y semejantes a los reportados con anterioridad. Sin embargo, también presenciaron recaídas, a diferencia de lo observado por otros autores, probablemente debido a variaciones en la pureza y la composición de las presentaciones empleadas, o a errores en la administración del medicamento36. No obstante, al poco tiempo de su introducción en la práctica clínica en los Estados Unidos de América, la penicilina se convirtió en el tratamiento de elección para la mayoría de los casos de sífilis37.
Mario Magaña Lozano (1924-2015)
Nació en la Ciudad de México y se tituló de la carrera de medicina en 1948. Fue coautor del libro Dermatología, lo esencial para el estudiante, a partir de su segunda edición, en 1959, y más tarde, en 1984, publicó el libro Introducción a la Dermatología38,39. También fue coautor de la sección de dermatología en los Anuarios de Pediatría (1974-1975)40 y profesor de dermatología de la Facultad de Medicina en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM)38-40. En la década de 1950, cuando se desempeñaba como médico visitante del Hospital Infantil de México, el doctor Federico Gómez le asignó a la atención de los niños con enfermedades de la piel que eran tratados en el Servicio de Alergia, cuyo jefe era el doctor Luis Gómez Orozco. Por este motivo, comenzó a prepararse en dermatología en el Hospital General de México38, institución en la que, posteriormente, se encargó de la atención de los niños con enfermedades de la piel, además de desempeñarse como dermatólogo general38,39.
Entre los artículos publicados por Magaña Lozano en el Boletín Médico del Hospital Infantil de México cabe mencionar un caso de esporotricosis facial infantil, una micosis profunda acerca de la cual el autor enfatizó que su frecuencia en los niños es baja en comparación con la de las micosis superficiales, en particular la tiña de la cabeza, una causa común de consulta dermatológica41. Más adelante, ya como médico adscrito al Hospital General, realizó una comunicación sobre un paciente que presentaba un mastocitoma solitario, afección clínica poco frecuente que se presenta exclusivamente en niños42.
Conclusión
Lo expuesto permite apreciar el inicio de la institucionalización de la atención de los niños con enfermedades de la piel en México en el medio hospitalario. Años más tarde, esta atención se convertiría en una subespecialidad gracias a los constantes avances en el conocimiento médico, a la creación de instituciones de salud y a la existencia de médicos interesados en los padecimientos cutáneos presentes en la infancia. Estos médicos se dedicaron a brindar una atención especializada, a realizar investigaciones clínicas en las que incorporaron los nuevos métodos diagnósticos y terapéuticos provenientes del extranjero con el propósito no solo de comprobar su utilidad, sino también de adaptar su uso para la población mexicana, y a la difusión del conocimiento de los aspectos característicos de las dermatosis que con frecuencia observaban en los niños por medio de sus participaciones en las sesiones académicas que se celebraban al interior del gremio médico, pero sobre todo mediante las publicaciones que realizaron en el Boletín Médico del Hospital Infantil de México, una labor que, sin duda, permitió establecer las bases de la actual dermatología pediátrica en nuestro país.
Por otra parte, en el presente trabajo se destaca la importancia del Boletín Médico del Hospital Infantil de México como una invaluable fuente de consulta para el estudio de la historia de la medicina en México, gracias a las numerosas contribuciones que, con el transcurso de los años, los médicos interesados en los diversos aspectos de la patología infantil han realizado en dicha revista con la finalidad de difundir sus experiencias e investigaciones.