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La ventana. Revista de estudios de género

versão impressa ISSN 1405-9436

La ventana vol.4 no.35 Guadalajara Jan./Jun. 2012

 

Avances de trabajo

 

Mujer trabajo y familia. Tensiones, rupturas y continuidades en sectores rurales de Chile central1

 

Julia Fawaz Yissi* y Paula Soto Villagrán**

 

* Master of Arts. Profesora-investigadora del Departamento de Ciencias Sociales de la Facultad de Educación y Humanidades de la Universidad del Bío-Bío de Chile. Correo electrónico: mfawaz@ubiobio.cl

* Doctora en ciencias antropológicas. Profesora-investigadora titular del Departamento de Sociología de la División de Ciencias Sociales y Humanidades en la UAM-Iztapalapa. Correo electrónico: paula.soto.v@gmail.com

 

Recepción: 30 de marzo de 2012
Aceptación: 15 de mayo de 2012

 

Resumen

Este artículo examina la incorporación de la mujer rural al mercado laboral y sus efectos por un lado en las estructuras y dinámicas familiares y, por otro, en el mundo de las significaciones que mujeres rurales construyen en torno al trabajo, a los patrones de organización familiar y a la compatibilización trabajo/familia. El análisis combina una perspectiva estructural, a través de datos cuantitativos obtenidos de estadísticas oficiales y una encuesta a una muestra de mujeres rurales; y una perspectiva cualitativa, centrada en los significados construidos por ellas, información obtenida a través de grupos de discusión y entrevistas. Nuestra hipótesis postula que la creciente incorporación de la mujer rural al mundo del trabajo instala nuevas percepciones sobre los roles de género al interior de la familia y en la sociedad y nuevas concepciones de lo femenino, constituyendo así un factor central en la construcción de "nuevos" modelos familiares rurales y en la negociación de arreglos familiares más igualitarios.

Palabras clave: mujer, nueva ruralidad, familia, trabajo, modernización.

 

Abstract

This article examines the incorporation of rural women into the labor market and their effects, by the one hand, in family structures and dynamics; and, by the other, in the meanings that rural women build with respect work, family organization and compatibilization between them. The analysis combines a structural perspective, through quantitative data obtained from official statistics, and a survey to a sample of rural women; and a qualitative perspective, centered in the meanings built by them, information obtained through focus-groups and interviews. Our hypothesis advances that the growing incorporation of rural women into the labor market installs new perceptions about gender roles inside the family and in society, as well as new symbolic representations over work, women and family, being thus a central factor in the construction of "new" family models and in the negotiation of more egalitarian family arrangements in rural areas.

Key words: women, new rural reality, family, work, modernization.

 

Los sectores rurales de Chile, así también como de otros países de Latinoamérica, están experimentando importantes reestructuraciones sociodemográficas, económicas y culturales, producto en medida importante de procesos de globalización y modernización. Dentro de estas mutaciones destaca la creciente incorporación de la mujer al mercado laboral, en un contexto de una significativa disminución de la población ocupada en la agricultura. A nuestro juicio esta realidad es clave, no tanto por el trabajo en sí mismo, por cuanto la mujer en el campo siempre ha desempeñado trabajo productivo no remunerado como parte de su rol de género tradicional, sino por otros elementos asociados al trabajo remunerado, tales como el mejoramiento de la autoestima, la mayor libertad personal y la incorporación a situaciones de autonomía económica y a nuevos circuitos de relaciones sociales, que afectan de forma directa las dinámicas familiares. Esto es en particular importante puesto que, comparado con cifras internacionales y con países de la OCDE, Chile exhibe una baja participación laboral femenina, no superando 40% en los sectores urbanos y 26% en el campo, con importantes brechas de género y de nivel socioeconómico y educacional.

En este contexto, el objetivo de este artículo es analizar la dinámica sociodemográfica y ocupacional de las mujeres y familias rurales de la provincia de Ñuble, Chile Central, y ponerlas en interacción con el mundo de significaciones que las mujeres rurales construyen en torno al trabajo, a los patrones de organización familiar y a la compatibilización entre ellos. Nuestra hipótesis es que la incorporación de la mujer al mercado laboral es decisiva; sea como asalariada o microempresaria, en ocupaciones agrícolas, rurales no agrícolas o urbanas, implica una nueva modalidad o una transformación de las formas tradicionales de organización del trabajo, de las relaciones de género tradicionales y de la organización familiar rural.2

Para lo anterior hemos diseñado un camino analítico que distingue cuatro momentos. En primer lugar se reconstruyen algunas reflexiones teóricas que se entrecruzan en nuestro objeto de estudio. En un segundo momento se describe la metodología y el contexto espacial del estudio. Un tercer apartado examina las reestructuraciones del trabajo femenino y de las familias desde un punto de vista estructural. Por último, se analizan las narrativas femeninas sobre las transformaciones y tensiones que viven las mujeres rurales a partir de su incorporación al trabajo remunerado, y el mundo de significaciones que construyen y reconstruyen en torno a sus realidades familiares.

 

Discusión teórico-conceptual

Trabajo femenino y modernización rural

En Chile, la modernización y la modernidad tardaron en llegar a los sectores rurales. Incluso hasta bien entrado el siglo XX, los marcos conceptuales utilizados se sustentaron por un lado en esquemas dicotómicos de la sociedad, asociando lo rural a lo tradicional, y lo urbano a lo moderno y, por otro, se percibió como el receptáculo de las tradiciones y valores culturales, en una visión idealizada del campesinado y del sector rural (Valdés 2007, Campaña 2005). En cualquiera de sus versiones, se trataba de una visión de lo rural como residual a lo urbano y del desarrollo como un proceso de urbanización creciente.

En la actualidad, la realidad rural ya no responde a esas concepciones. A nivel teórico, estas transformaciones han sido captadas a través del concepto de "nueva ruralidad", entendiendo que las aproximaciones tradicionales no pueden ya dar cuenta de una nueva realidad rural: heterogénea, diversa, compleja y multidimensional. Desde esta conceptualización se evidencian los crecientes intercambios y vinculaciones entre lo rural y lo urbano, reforzados por el notable mejoramiento de las comunicaciones; la disociación entre ruralidad y agricultura, visión retroalimentada por la disminución de la población ocupada en la agricultura; el aumento de la ocupación rural no agrícola y los cambios en los patrones culturales propios de la ruralidad tradicional, junto a una creciente modernización de la agricultura, tanto en términos tecnológicos como de gestión y vinculación con los mercados. (Fawaz 2007, Pérez 2005, Gómez 2002, Teubal 2001).

En esta línea argumental, la incorporación de nociones como trabajo femenino y pluriactividad, entendida ésta como el desempeño de trabajos generadores de ingresos complementarios al de la ocupación principal, son fundamentales en la conceptualización de la nueva ruralidad. En primer lugar, por el aumento de las ocupaciones rurales no agrícolas como componentes crecientes del ingreso familiar rural (Neiman y Craviotti 2005, Ramírez y Berdegué 2001); en segundo término, por la creciente inclusión de la mujer rural en el mundo laboral, que asume nuevos roles en las explotaciones familiares, ya sea como jefa de explotación o microempresaria, o bien se integra a la agricultura intensiva como mano de obra temporal, a ocupaciones rurales no agrícolas o directamente urbanas (Anthopoulou 2010, Farah y Pérez 2004, García y Baylina 2000).

 

Trabajo femenino y reestructuraciones familiares

Análisis recientes sobre la familia han destacado las transformaciones que experimentan los modelos familiares en forma paralela a las transformaciones de la sociedad (Valdés 2007, Fawaz y Soto 2007, García y De Oliveira 2006, Castells 1999). La perspectiva de género ha introducido nuevos matices en el estudio de la familia. En efecto, ha contribuido a poner en cuestión categorías a través de las cuales se pensaba el mundo familiar, como público-privado, naturaleza-cultura, sociedad-familia, y ha permitido reconceptualizar la familia como una construcción cultural que muestra una diversidad de arreglos familiares; al mismo tiempo que como un conjunto de relaciones determinantes en el mantenimiento del orden social, principalmente en la reproducción de las relaciones sociales de poder (Bourdieu 1997, Collier y Yanagizako 1987, García y De Oliveira 2006). La perspectiva de género ha contribuido así a cuestionar un modelo de familia ideal, la familia nuclear patriarcal (con roles diferenciados en forma clara y derechos y obligaciones funcionalmente definidos), abriendo posibilidades de investigación a campos antes invisibilizados. En este sentido, la modernización y globalización inducen procesos de cambios productivos y sociales que han hecho más necesario que antes el trabajo remunerado de nuevos miembros de la familia, incluida la pluriactividad del hombre proveedor y el trabajo femenino. Ello puede obedecer a proyectos personales, a estrategias económicas familiares, a nuevas expectativas que instala la modernidad o a necesidades imperiosas de reproducción económica de la familia, sobre todo en situaciones de jefatura de hogar femenina. En el caso de la pequeña producción agropecuaria, a menudo constituye una estrategia de reproducción y sostenibilidad de la unidad económica familiar, cuando el predio no es capaz de generar ingresos suficientes o no ofrece oportunidades de ocupación para todos los miembros de la familia (Fawaz 2007, Vitelli 2005).

 

Mujer, trabajo y familia: sentidos y significados

Los cambios ocurridos también tienen un registro a nivel cultural, en particular en los significados e imaginarios que los actores construyen para dar sentido a su realidad. En relación con la significación del trabajo, postulamos que éste juega un papel importante como articulador de sentidos en la vida cotidiana, entregando múltiples principios de orientación, en tanto trae aparejado un mundo nuevo, nuevas sociabilidades y mayor sentido de autonomía. Frente a esta realidad, las familias no son pasivas, sino un ámbito complejo en el que se procesan los desafíos del mundo del trabajo (Guadarrama y Torres 2007, Soto y Fawaz 2006, García y De Oliveira 2004).

Sin duda, el trabajo constituye un ámbito fundamental de sentido para las mujeres, que no reemplaza, sino que complementa, al espacio familiar como referente identitario relevante (Godoy et al. 2007, Guadarrama y Torres 2005). Como dice Tarrés (2007), la ruptura de ciertos procesos estructurales, como ocurre en esta situación, abre la posibilidad de reconstruir los arreglos y respuestas culturales previas, impactando a las biografías individuales. En este interés creciente por las dimensiones simbólicas, las investigaciones dirigidas a indagar la dinámica interna de las familias "en términos del desbalance de poder, de recursos, de bienestar entre sus miembros, la violencia doméstica y los significados sociales de la maternidad y la paternidad, entre otros aspectos, han ganado importancia gradualmente" (Ariza y De Oliveira 2009: 258). Asumir una aproximación cultural en el estudio de las familias adquiere relevancia como marco analítico, pues supone que la familia y el orden que establece no es nunca independiente de la representación que la sustenta.

 

Métodos, técnicas y contexto espacial de estudio

El estudio se localizó en la provincia de Ñuble, región del Bío-Bío, Chile Central, ubicada a aproximadamente 400 kilómetros al sur de la capital del país. Es una provincia con alta proporción de población rural y niveles de pobreza mayores al promedio nacional.

La población rural provincial es de 35%, muy por encima de lo que exhiben la región y el país; por su parte, la pobreza en los sectores rurales de Ñuble alcanza a 20% de la población, a diferencia de 15% a nivel nacional. No obstante lo anterior, en el sector rural de Ñuble se advierten procesos de modernización significativos, tanto en el ámbito social como productivo. En efecto, casi todos los indicadores de calidad de vida muestran mejoramientos en relación con una década atrás, si bien existen aún déficits en agua potable, alcantarillado y conexión a internet, aunque se evidencian mejorías apreciables en las comunicaciones, los indicadores de salud, el nivel educacional de hombres y mujeres y el equipamiento del hogar. La agricultura, actividad económica predominante, ha ido incorporando tecnologías y rubros innovadores, de la mano de la institucionalidad pública y de agroindustrias ligadas a mercados internacionales (INE 2002, 2007 y 2009). A partir de ello han surgido oportunidades ventajosas para los productores familiares y la mujer, en rubros intensivos como fruticultura, horticultura, flores y microemprendimiento. Junto a estas nuevas oportunidades, el retorno a la democracia en Chile en 1990, abrió nuevos espacios para la institucionalización de las demandas de género, definiéndose iniciativas focalizadas y una institucionalidad para desarrollarlas, como el Servicio Nacional de la Mujer (Sernam), y el Programa de Promoción y Desarrollo de la Mujer. En el ámbito rural, el Instituto de Desarrollo Agropecuario (Indap), cuyo objetivo es promover el desarrollo de pequeños agricultores, tiene a su cargo programas de fomento productivo y capacitación específicos para la mujer, que se complementan con otras políticas encaminadas a propósitos similares.

En este contexto hemos configurado la articulación de dos niveles de análisis que en conjunto nos permiten abordar los objetivos planteados:

a) Un punto de vista estructural, para caracterizar las tendencias en torno a la reconfiguración de la familia y el mercado de trabajo en Chile, particular de la población bajo estudio. Este análisis utiliza información estadística de censos de población y agropecuarios, de la Encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional (Casen) y de una encuesta a una muestra de 248 mujeres rurales, realizada entre enero y marzo de 2011. El tipo de muestreo fue polietápico-estratificado por cuotas, combinando tres criterios de selección: territorial, ocupacional y etáreo.

b) Un punto de vista microsocial, que reintroduce la experiencia de los sujetos, que nos permitió abordar las significaciones que las propias mujeres rurales elaboran a partir de la experiencia sobre el trabajo, la familia y las relaciones de género. Las narrativas de las mujeres fueron obtenidas a partir de entrevistas semi-estructuradas3 y grupos de discusión4 realizados en diciembre de 2010 y diciembre de 2011. Se realizaron seis entrevistas y cuatro grupos de discusión, que abarcaron 30 mujeres rurales de cuatro comunas de Ñuble.

Estos casos fueron seleccionados de manera intencional atendiendo a la pertenencia territorial, la situación de trabajo y el estado civil, en busca, además, de heterogeneidad (edad, escolaridad, ciclo de vida, trayectoria laboral, etcétera) que nos permitiera abordar otros factores asociados a los significados del trabajo y la familia.

 

Análisis y resultados

Trabajo femenino en el campo: tendencias recientes

La participación laboral de la mujer en Chile ha crecido de forma ostensible desde la década de los ochenta, luego de haberse mantenido estable por veinte años (Larrañaga 2006), y contribuyó así a delinear una estructura ocupacional con diferencias apreciables según nivel educacional, estrato socioeconómico, género y zonas urbanas y rurales. En efecto, las mujeres con educación superior elevaron su tasa de participación laboral a casi 77%, cercana a la ocupación masculina de educación similar; las mujeres con sólo seis años de escolaridad, por su parte, bajaron su participación a 33% promedio, frente a 65% de participación masculina en ese nivel de escolaridad (Mideplan 2009).

Como se muestra en la tabla 2, en la provincia de Ñuble se aprecia un aumento de la ocupación femenina rural de más de 50% en dos décadas, superando el incremento de las mujeres urbanas, aunque sin alcanzar la tasa de participación laboral de éstas. Ello da cuenta de una creciente visibilización de las mujeres en el mercado laboral aun en sectores que podrían considerarse tradicionales.

Esta dinámica ocupacional, de acuerdo con las mujeres encuestadas, obedece tanto a un interés propio como a programas de fomento de la institucionalidad pública y municipal. De hecho, los programas de desarrollo rural primero consideraron al hombre campesino como sujeto y beneficiario, omitiendo y, por lo mismo, excluyendo a las mujeres; pero en los últimos veinte años las políticas y programas públicos productivos las incorporan paulatinamente. Como resultado, las mujeres rurales inactivas han decrecido, no tanto por la incorporación de jóvenes al mercado laboral, puesto que ellas alargan el período de escolaridad, sino por la presencia de mujeres adultas, ya sea como temporeras o microempresarias. Estas son tendencias concordantes con cifras nacionales y también de otros contextos (García y De Oliveira 2006, Larrañaga 2006, Fawaz 2011).

Otro elemento a destacar es el incremento de la ocupación femenina en la rama silvoagropecuaria en las últimas dos décadas, en forma paralela a una disminución de la ocupación masculina. En efecto, 81% de los hombres que habitaban en el sector rural provincial se ocupaba en la agricultura en 1990, proporción que baja a 64% en 2009. A la inversa, las mujeres rurales ocupadas suben su participación en dicha rama de 23% a 38% en el mismo período (Mideplan 1990, 2009). Se va generando así una suerte de feminización de las labores agrícolas, aumentando las mujeres jefas de explotación, las asalariadas permanentes y temporales, la mano de obra familiar y el microemprendimiento. Este último constituye a menudo una extensión del rol de género tradicional de la mujer en el campo, al permitir que algunas de ellas con bajos niveles educacionales puedan asumir un rol productivo con base en su conocimiento tradicional, aunque mejorado. Incluso esa actividad puede ser realizada dentro del predio propio, lo que es a menudo mejor aceptado por esposos y parejas que el trabajo que implica salir del hogar (Anthopoulou 2010, Valenzuela 2001).

Por último, habría que hacer notar que el sentido que las mujeres otorgan a su trabajo, si bien hace referencia a logros personales, está estrechamente vinculado a los aportes a la familia. Del mismo modo, las principales razones para no trabajar fuera del hogar que aducen las mujeres que no lo hacen, se vinculan, según dos tercios de las encuestadas, a los cuidados del hogar, hijos o ancianos, y al rechazo de sus parejas.

 

Estructura y composición de la familia rural: tendencias recientes

La familia rural va experimentado la influencia de los procesos de globalización y modernización de la sociedad, tanto en su estructura y composición como en su dimensión simbólica. Así, podemos observar que modos de vida privada considerados urbanos se van consolidando a nivel rural, que coexisten y se imbrican con rasgos propios de la ruralidad tradicional y que los mayores intercambios y conexiones entre el campo y la ciudad contribuyen a que los estilos y expectativas de vida entre habitantes rurales y urbanos sean hoy más cercanos entre sí. De este modo, un análisis de las cifras disponibles y de nuestra encuesta a mujeres rurales, muestra que en el medio rural las estructuras familiares exhiben tendencias que siguen los patrones de la sociedad chilena en su conjunto, aunque con sus propias especificidades.

 

El tamaño de los hogares5 decrece en forma paralela a la fecundidad

Ligado al rol laboral de la mujer, se aprecian transformaciones de la maternidad, y una disminución en la tasa de fecundidad de las mujeres rurales de Ñuble. Las familias rurales por tradición se han caracterizado por ser numerosas; los datos recientes indican que esta situación se está revirtiendo; así, entre 1992 y 2002 las tasas de fecundidad de las mujeres rurales decrecieron más que las urbanas, pero sin llegar aún a equipararlas (INE 1992 y 2002, Mideplan 2009). Los datos recogidos en nuestra encuesta indican que el número promedio de hijos para las mujeres con trabajo remunerado es de 2,12 frente a 2,45 en amas de casa.

 

Aumentan los hogares con jefaturas femeninas

En concordancia con las tendencias nacionales, las mujeres jefas de hogar en las áreas rurales se han incrementado en 27% en la última década, frente a una disminución de 4% de los hogares encabezados por un varón, situación más acentuada en hogares de nivel socioeconómico bajo (Gubbins 2004, INE 2002 y 1992). Los hogares con jefatura femenina responden a variadas dinámicas relacionadas con el aumento de las madres solteras, las separaciones y divorcios y el aumento en la esperanza de vida de las mujeres, mayor a la de los varones. Se trata de una situación doblemente riesgosa, puesto que las jefas de hogar no sólo deben incorporarse al mundo del trabajo, a menudo sin redes familiares o sociales que las apoyen, sino que también la incidencia de la pobreza es mayor en sus hogares (Mideplan 2009).

 

Los hogares unipersonales aumentan en forma significativa

Incluso más que en el medio urbano. Pasaron de 7,4% a 10,4% en los últimos diez años, y crecieron tanto en términos absolutos como relativos (Mideplan 2000 y 2009).

Por último, se aprecia un proceso de desinstitucionalización (Gubbins 2004), en tanto crecen las separaciones y convivencia, disminuyendo el matrimonio como forma de constituir familia. En efecto, aumentan las mujeres separadas o conviviendo sin matrimonio, y la proporción de madres solteras, en particular entre menores de 24 años, tendencia presente también en los sectores urbanos. La estructura actual de los hogares en Ñuble, construida a partir de las tendencias descritas se presenta en la tabla 3.

Aunque disminuyen los hogares biparentales y se incrementan los extensos y unipersonales, la familia biparental sigue siendo ampliamente predominante en el medio rural, coexistiendo con los nuevos tipos de arreglos familiares (INE 2002 y 1992, INE/Sernam 2004, Mideplan 2000 y 2009). Los cambios de los arreglos familiares son graduales y la incorporación de la mujer al trabajo, si bien es un factor que abre posibilidades de repensar los arreglos tradicionales, en tanto hoy se requieren otras formas de compatibilización trabajo/familia, están mediados por otros factores que tienen que ver con la redefinición de roles al interior del hogar, la flexibilidad laboral, las actitudes de los maridos o parejas y las actitudes y preferencias de la propia mujer.

 

Aproximaciones cualitativas. Dimensiones culturales construidas en torno a la familia rural

Tal como lo hemos enunciado en los párrafos anteriores, las nuevas realidades rurales y las relaciones familiares se expresan en un nivel estructural de transformaciones; pero al mismo tiempo, en un registro socio-simbólico que va más allá de la experiencia, aunque la incluye. Estas nuevas realidades se basan en la subjetividad, en la producción de significados individuales y sentidos colectivos en torno a la familia y el género y tienen eficacia en tanto nos proporcionan un orden y la sensación de certidumbre (Jiménez 2005). Para acceder a ellos es necesario recurrir a la subjetividad, donde entre diversidad y contradicción, conflictos y negociaciones, libertades y restricciones, las mujeres entrevistadas interpretan de forma cotidiana su realidad a partir de los deseos, experiencias, anhelos, fantasías y duras realidades, que están en la base de sus procesos identitarios.

A continuación presentamos algunos núcleos de significación que entregan orientaciones subjetivas de los discursos relacionados con los mundos familiares. Los hemos definido como tensiones, pues esta idea permite recoger en las narrativas y en las prácticas sociales un significado particular a las contradicciones en la experiencia subjetiva de las mujeres. De hecho estas contradicciones se expresan en diferentes momentos en términos de oposiciones, que interpretamos como sistemas de clasificación simbólica que buscan definir las transformaciones familiares, delimitar fronteras entre lo real y lo imaginario, el deber ser y la realidad, lo tradicional y lo moderno, el antes y el ahora y, al mismo tiempo, apuntan a entender y legitimar lo que está distante, dando sentido a los procesos de transformaciones vividos.

 

Tensión entre invisibilidad y visibilidad

La mujer en ámbitos rurales ha estado históricamente ligada a la producción de alimentos y la agricultura, desempeñando roles productivos y reproductivos en forma simultánea, ambos necesarios para la reproducción de la unidad productiva campesina. No obstante lo anterior, en la medida que este "trabajo" se desarrollaba dentro del hogar y del predio familiar, y no recibía una remuneración económica, fue invisibilizado como trabajo en las estadísticas, en las percepciones de los "otros" (familia) y en las propias de las mujeres rurales, configurándose así prácticas laborales, relaciones intrafamiliares e imágenes de mujer y familia que expresaban una división sexual del trabajo tradicional (FAO 2007, Valdés 2007, Deere 2006, Campaña 2005).

En contraste, la progresiva mayor participación femenina en el mercado de trabajo y la generación de ingresos propios ha contribuido sistemáticamente a la integración activa de nuevas prácticas, definiciones, rasgos e ideas que hacen operar de manera simultánea la valoración individual y la creación de espacios propios.

Las mismas capacitaciones a uno la ayudan harto porque se juntan con otra gente, otras realidades y aprende cosas nuevas porque, igual una sola en el campo y con poco, no mucho, estudio entonces, igual eso ayuda harto a uno poder desenvolverse mejor en otras, con otras persona, no ser tan ahí calladita, apagarse, ganarse en una orilla, poder conversar. Al principio me costaba (Gilda, 48 años).

De esta forma, podemos entender que la incorporación de las mujeres al trabajo, su participación en un grupo con preocupaciones similares o el haber obtenido apoyo financiero para iniciar su actividad económica, instala nuevas valoraciones, emociones y afectos, que cambian la realidad actual de los escenarios familiares rurales y actualizan la relación entre trabajo productivo y reproductivo. Esto ha cambiado su ritmo de trabajo y las ha cambiado a ellas mismas.

En general, yo lo visualizo en mi grupo, porque nosotros siempre estamos compartiendo, los hijos se sienten contentos como cuando la mamá es importante, cuando sale a reuniones, se capacita, porque nosotros también nos hemos capacitado en la Universidad de Concepción, hemos asistido a pasantías, hemos hecho cursos, siempre estamos capacitando, y eso a los chicos se sienten felices, y uno también se siente grande entonces hay un respeto, hay mas admiración con la demás gente (María, 55 años).

Esta creciente visibilidad y la valoración de sí mismas abren de forma ineludible un espacio de cambio en la organización familiar interna por la nueva posición que asumen en la familia. Sin embargo, si bien se puede afirmar que cambia su estatus; no obstante, estas transformaciones no son lineales y presentan ciertas contradicciones. En particular las preocupaciones por la reproducción social pueden llegar incluso a la profundización de las diferencias. De hecho, el fundamento del valor económico y social de su trabajo va asociado persistentemente a algunos logros de su núcleo familiar que no podrían alcanzarse sin él, por ejemplo "una mejor educación para los hijos" que la que ellas tuvieron, "comodidades para el hogar", refiriéndose a televisión, computadores, radio que ellas adquirieron, bienes de consumo a los que no podrían haber tenido acceso ellas mismas.

 

Tensiones familiares. Negociando las relaciones de familia

Las nuevas dimensiones que se asumen producto de las responsabilidades y redes públicas, vienen representadas por nuevas tensiones al interior de la familia, cuestión que las mujeres resienten como problemáticas propias de su género. En efecto este rol económico es con frecuencia resistido por los maridos o parejas, pues es visto como una amenaza al orden familiar, pero también por la pérdida de control sobre la vida de las mujeres. Esta resistencia es más acentuada si el trabajo requiere salir del hogar, para capacitaciones o incluso para reuniones de trabajo. En el contexto actual, perciben prácticas distintas, sobre todo en las relaciones de pareja.

Noooo, si costó que fuera cediendo, costó, costó, por eso te digo que el hombre es muy machista, tenían tan radicado eso que la mujer era de la casa y no podía salir, entonces uno tiene que demostrar con hechos [...]. Yo lo demostraba con hechos: yo voy porque tengo que capacitarme, yo, pero ahí uno saca en cara, pero sí yo hice (Elizabeth, 58 años).

Nosotras logramos convencer a nuestras parejas en tanta conversación y todo, entonces yo creo que todo eso genera un diálogo, igual también conflictos, pero solucionables (mujer 1), pero lo más difícil[...] fueron las salidas (Sonia) [...]. La ausencia, digamos de la casa, no le gustaba, porque ahora ya es como caso perdido (Myriam; todas del grupo de discusión de San Ignacio).

Como vemos, principios como la libertad y la autonomía individual, emergen en los discursos y en las prácticas de mujeres rurales, aun cuando lo contradictorio es que siempre coexisten con sus compromisos de cuidado de los niños y las responsabilidades domésticas. Esto es concordante con lo planteado por Guadarrama y Torres (2005) respecto a la importancia del trabajo remunerado como un ámbito fundamental de sentido para las mujeres, que no reemplaza sino que se entrecruza con el ámbito familiar, constituyéndose ambos en ejes principales de sus identidades de género; se trataría por tanto de una "doble adscripción identitaria" (Guadarrama y Torres 2005).

En términos generales, a este respecto se reconoce que los cambios ocurridos en el mundo del trabajo no se han traducido en una redefinición concordante en las relaciones de género y en la división sexual del trabajo, persistiendo fuertes desequilibrios tanto al interior de las familias como en el mundo laboral y en la sociedad, lo que coincide con lo sostenido en otros estudios (Valdés 2007, García y De Oliveira 2006, Sernam 2004, Sernam/CEM 2002, Sernam 2005). Frente a la necesidad de combinar el trabajo remunerado con las responsabilidades domésticas, las mujeres elaboran diferentes estrategias. Las alternativas disponibles dependen fundamentalmente de los recursos del grupo familiar, de las propias decisiones de las mujeres y la existencia de servicios públicos.

Un requisito fundamental para las familias rurales es la necesidad de desarrollar estrategias muy exigentes para construir articulaciones entre ambas esferas; la estrategia ha sido, en la mayor parte de los casos, mayor esfuerzo personal.

Nosotras mismas... las mujeres empezamos a buscar la forma de dejar todo hecho, especialmente la comida para los niños o para el dueño de casa que llegaba a almorzar cuando estaba trabajando afuera entonces [...] nos organizamos, lavamos en la noche y hacíamos un montón de cosas (Myriam, grupo de discusión de San Ignacio).

Cuando empezamos a salir, el esfuerzo era doble, era todo puesto en uno, porque teníamos que hacer todas cosas de campo y nos teníamos que levantar a las seis de la mañana para dejar el almuerzo hecho, dejamos el almuerzo, el aseo, todo hecho, entonces que no se notara, como decir, la falta. (Mirna, grupo de discusión de San Ignacio).

Sin embargo, otra estrategia presente en algunos discursos de las mujeres es que para reducir las tensiones y choques entre actividades familiares y laborales se ha recurrido a la incorporación de los maridos en el proyecto productivo y de alguna forma transformarlo en familiar. Así como la mujer brindó su apoyo productivo en el pasado, la pareja ayuda a la mujer en sus tareas actuales. Se trata, de alguna manera, de estrategias de compatibilización trabajo/familia que no resientan los arreglos familiares establecidos, logrando gradualidad en las transformaciones y la validación ante el marido o pareja de sus proyectos productivos.

Es que yo pienso que en el caso específico de nosotros fue distinto, porque nosotros integramos a los maridos al grupo. y como hubo una buena unión entre nosotros, entonces, más menos todas de una misma edad, hay poca diferencia de edad entre una y otra, entonces los maridos se integraron también, trajeron amigos. Entonces fue todo como un grupo más familiar, algo así (Patricia, grupo de discusión de Coihueco).

Esta nueva forma de relacionarse se integra en proyectos de vida comunes o "familiares", pero manteniendo la individualidad de cada uno. En cualquiera de los casos se percibe que la relación entre hombre y mujer al interior del hogar comienza a adquirir una dimensión distinta en la percepción de las mujeres rurales que trabajan productivamente. El hombre es el marido y jefe de hogar, pero las relaciones podrían percibirse en un plano más igualitario o de compañerismo, sustentado esto último en la complementación de roles, en tanto las mujeres destacan que su aporte económico es en particular importante en períodos de bajos retornos del trabajo agrícola del marido o pareja.

 

Re-definición de los roles productivos, y nuevas preocupaciones reproductivas. Reconfiguraciones de la división sexual del trabajo rural

En una primera entrada de análisis de acuerdo con el apartado anterior, queda relativamente claro que la mayoría de las mujeres adaptan su inserción laboral al tipo de ocupación y la duración de la jornada, y buscan actividades que les permitan combinar el trabajo remunerado con el tiempo destinado a las responsabilidades familiares. Esto se presenta con mayor claridad en aquellas experiencias en las que la ausencia de una oferta pública suficiente para asumir las tareas de cuidado o la debilidad de las redes de apoyo de parientes (familia), especialmente para las mujeres, implica acceder a labores precarias, informales y mal remuneradas.

O sea, son las oportunidades que se dieron en el campo, que yo misma me lo tomé como una oportunidad eso de trabajar, después viene otra y otra y uno las va tomando, porque son las oportunidades que se van dando, porque si uno quiere hacer otras cosas ya tiene que migrar de ahí, tiene que salir [...], tiene que irse a la ciudad o tiene que irse a trabajar, entonces no era mi opción, no podía dejar mi familia, había hijo, había esposo, había casa, entonces ya uno tenía que organizarse ahí, en el círculo que estaba... (María, grupo de discusión de Coihueco).

No obstante, en una segunda entrada nos lleva a considerar que la doble posición de las mujeres, como trabajadoras y agentes principales de la reproducción, tiende a presentar fuertes tensiones en torno a la negociación de lo que podríamos denominar la feminidad y masculinidad tradicional, lo que plantea un desafío al orden tradicional en la sociedad rural. Es decir, encontramos líneas de significación que claramente nos hablan de algunas rupturas tendentes a la reorganización de roles productivos y reproductivos entre mujeres y hombres al interior de la familia, que nos remiten a cambios culturales.

Precisamente estos puntos de ruptura son instancias que obligan a repensar las situaciones vividas y los arreglos establecidos. Lo cual, al significar un reto para adaptarse, utilizar la creatividad, abrirse al contexto y las innovaciones (Jiménez 2005), abre la posibilidad de su transformación. La idea de conflicto aquí es fundamental, porque siendo parte integrante e integral de los sistemas familiares permite abordar las tensiones en las relaciones sociales de género. No estamos interpretando estos discursos como un cambio profundo en la reestructuración del hogar, pues persisten asimetrías en la distribución de tareas, más bien estamos sugiriendo, como señala Jelin (2006), que el cambio en la participación económica muestra que hay formas variadas de "empoderamiento de género". En esta perspectiva, concebimos los cambios sociales en la estructura de roles de manera dinámica como procesos de negociación y lo que nos interesa es la significación y los sentidos que adquieren estas rearticulaciones para las mujeres.

Pero los hombres igual han cambiado, porque ellos me dicen, a mí varias veces me han dicho que no me preocupe de comida ni nada, porque él solito hace cualquier cosa (Isabel, grupo de discusión de San Ignacio).

[...] O también ya los hijos, también ya fueron creciendo, entonces igual ellos dicen "mamá no te preocupes yo preparo los tallarines" o "mamá yo hago el pan" entonces ya también por ahí, por esos lados igual nos llegó una ayudita. (Carmen, grupo de discusión de San Ignacio).

Estas nuevas percepciones parten de la constatación de un cambio. No sólo ha cambiado el hombre en el sentido que participa más en las tareas del hogar, sino que también valora más a la mujer e incluso contribuye a su trabajo productivo.6

Los datos recogidos en nuestras entrevistas muestran que la participación masculina en labores del hogar no está influida por la edad del hombre en los sectores rurales, pero sí por la pluriactividad, en el sentido que cuando el hombre realiza actividades extraprediales contribuye menos a las labores domésticas, y por la actividad de la mujer, en tanto colabora más si la mujer trabaja remuneradamente (Soto y Fawaz 2006).

Todo lo anterior muestra, y esto quizás constituya la principal aportación de este trabajo, que al margen de los procesos sociales que contribuyen a la reproducción tradicional de la vida familiar, hay algunos puntos de fisura o alteración. Si bien en el trabajo de investigación que hemos realizado constatamos que la presencia de las mujeres en diferentes actividades económicas es continuada a lo largo de su trayectoria vital y no necesariamente temporal como se ha supuesto, también es necesario reconocer que hay modificaciones que se presentan atendiendo a distintas situaciones vitales y sobre todo por el ciclo familiar en el que se encuentran, pues es claro que cuando los hijos crecen existen mayores posibilidad de movilidad y autonomía. En este mismo orden de discusión, el cambio generacional es visto como positivo con esta imagen productiva de las mujeres y sus repercusiones familiares: "los hijos van a ser menos machistas que el papá" (Isabel, grupo de discusión de San Ignacio).

 

Algunas reflexiones finales

Como hemos visto a través de este artículo, la realización de un trabajo remunerado implica mayores niveles de autonomía económica y acceso a nuevas redes y circuitos sociales, lo que incide en la construcción de las identidades de las mujeres rurales y en sus representaciones simbólicas, en tanto les proporciona nuevos recursos materiales y sociales para construir con mayor autonomía sus proyectos de vida. Ello pone en cuestión los arreglos familiares tradicionales, las relaciones de poder derivadas de ellos y la significación que las mujeres otorgan a estos procesos, lo que en definitiva va desnaturalizando las relaciones de género tradicionales en los sectores rurales. Sin embargo, el reposicionamiento de prácticas sociales y estructuras familiares nuevas asociadas a la modernidad, no supone necesariamente que las mujeres respondan a ellas con representaciones y prácticas cotidianas coherentes. Lo cual desde nuestra perspectiva hemos considerado como tensiones, ya que suponen una tendencia progresiva de diversificación de actividades y nuevas formas de negociación para enfrentar y acoplarse a esta nueva ruralidad. Así, pudimos identificar importantes cambios experimentados, si bien en paralelo se desarrollan continuidades con la ruralidad tradicional.

En este sentido la imagen de la mujer "trabajadora" en sectores rurales sigue rodeada de mitos, como el del descuido del hogar, el marido y los hijos, y el de la reputación dentro de la comunidad, entre otros; por lo que finalmente las mujeres rurales viven su nueva actividad productiva en una permanente tensión. A la par corre en los discursos un sentido subjetivo a través del cual interpretan las nuevas experiencias. Las figuras de identificación, y la consiguiente afirmación de sí mismas frente a un "otro", se produce incluso respecto a sí mismas, a cómo eran ellas antes, y se reconoce en la propia percepción la relevancia que ha tenido asumir responsabilidades laborales y públicas; incluso para las relaciones al interior de la familia, que pueden ser positivamente influidas por esta nueva manera de ser mujeres.

Ya sea en el rol tradicional o en uno transformado, ambas constataciones traen profundas consecuencias en el sentido del yo. Podríamos hablar de una especie de hibridación identitaria, en la que formas nuevas de ser mujer se mezclan con retazos que aún no se abandonan en cuanto figuras vistas e idealizadas, expresando finalmente significados contradictorios que incorporan lo moderno y lo tradicional, pero orientados a entender y legitimar ambos.

 

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Notas

1 Este trabajo presenta resultados del Proyecto del Fondo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico Fondecyt 1100506/2010 "Trabajo femenino y vida familiar en el contexto de la modernización rural. Realidades y representaciones en la provincia de Nuble, Chile".

2 Reconocemos la influencia de otros factores, como el acceso a medios de comunicación, la educación, las políticas públicas y experiencias en la familia de origen, en las prácticas y significaciones del trabajo y la familia, pero damos preeminencia a la incidencia del trabajo derivado de nuestros estudios exploratorios previos, como también de otros realizados en contextos diferentes (Sernam 2004, Vitelli 2005, García y De Oliveira 2006, Deere 2006, Fawaz y Soto 2007, Anthopoulou 2010).

3 Como método de la investigación cualitativa, la entrevista en profundidad se entiende como reiterados encuentros cara a cara entre el investigador y los informantes dirigidos hacia la comprensión de las perspectivas que tienen éstos respecto de sus vidas, experiencias o situaciones, tal como lo expresan con sus propias palabras (Taylor y Bogdan 1987).

4 Los grupos de discusión contribuyen a interpretar el mundo en su dimensión estructural del componente simbólico de los participantes, se rescatan los elementos del lenguaje que nos permiten acercarnos a los mapas preceptuales e ideológicos que los sujetos construyen sobre su entorno. Para efectos de esta investigación han sido considerados como un todo en el que cada integrante, al participar, va generando cambios tanto en su discurso propio como en el grupal, su importancia radica en concebir la discusión como la unidad mínima de interacción social que a partir de este juego reproduce el orden social, bajo el supuesto de que la vida social es una conversación (Ibáñez 1989).

5 Para propósitos del análisis, una "familia" se considera equivalente al concepto "hogar", usado por el Instituto Nacional de Estadísticas de Chile y en general por la estadística oficial del país.

6 Los datos recogidos en nuestras entrevistas muestran que la participación masculina en labores del hogar no está influida por la edad del hombre en los sectores rurales, pero sí por la pluriactividad, en el sentido que cuando el hombre realiza actividades estraprediales contribuye menos a las labores domésticas, y por la actividad de la mujer, en tanto colabora más si la mujer trabaja remuneradamente (soto y Fawaz 2006).

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