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Hidrobiológica

versão impressa ISSN 0188-8897

Hidrobiológica vol.23 no.2 Ciudad de México Mai./Ago. 2013

 

In memoriam

DRA. MARTHA SIGNORET POILLÓN (1945-2012)

 

Una de las mayores cualidades de los personajes auténticamente grandes es su sencillez, misma que confirmé desde el primer momento en que la conocí, cuando su única exigencia para mí fue: "llámame Martha", siendo que ella ya era la Dra. Signoret y yo apenas un alumno de licenciatura. Permítanme respetar este deseo a través de este relato sobre los logros y dones de una mujer, una investigadora y una profesora extraordinarias. Quisiera que mis palabras nos ayudaran a comprender el por qué de la enorme sensación de pérdida que nos deja su ausencia, pero también desearía que este recuento nos alentara para continuar con su obra.

No es una tarea sencilla, a Martha le incomodaba que la alabaran, así que ahora me encuentro en el dilema entre violentar sus intentos por pasar desapercibida o presentar a los lectores de Hidrobiológica la semblanza de una bióloga excepcional. Sin embargo sé que, de serle posible Martha, siguiendo la tradición de los grandes maestros, me hubiera alentado para que cumpliera con el inmerecido e imposible honor que ha recaído en mí: describir su inefable excelencia.

Se ha pensado que la publicación de este volumen especial de Hidrobiológica dedicado a la SOMPAC brinda la mejor ocasión para presentar un homenaje a Martha y en verdad que éste es merecido, portadas sus contribuciones a la SOMPAC. En la hoy histórica Primera Reunión Nacional de Plancton y Productividad Acuática de 1985, participó activamente en la propuesta de esta nueva asociación científica y en la definición de sus objetivos y estatutos. Posteriormente fue vocal y secretaria de la SOMPAC, cargos con los que demostró un compromiso total. Fueron los tiempos de Planctología Mexicana, el boletín de la Sociedad que Martha producía e incluso distribuía de una manera prácticamente unipersonal. Martha lo concibió como algo más que un medio para la difusión de información importante para los miembros de la SOMPAC, quiso que además fuera un foro para que los que entonces éramos jóvenes investigadores pudiéramos presentar nuestras opiniones y propuestas sobre lo que debería ser la planctología en nuestro país.

Posteriormente fue la presidenta del comité organizador de la Reunión SOMPAC de 1996 en Pátzcuaro, Mich, y realizó un esfuerzo particular porque esta reunión SOMPAC se hiciera merecedora del calificativo de Internacional. Participó como una de las coeditoras del volumen titulado también Planctología Mexicana, con el que la Sociedad conmemoró su XV aniversario y en el que colaboraron algunos de los miembros más prestigiosos de la SOMPAC, con capítulos que a la fecha siguen siendo vigentes. Pero creo que su mayor contribución a la SOMPAC fue a través de su trabajo de investigación, centrado principalmente en la producción primaria planctónica y a través de su docencia, por la cual aportó nuevos miembros a la SOMPAC.

Haciendo una relación breve de su trayectoria académica, Martha obtuvo en 1969 su título de Bióloga en la Facultad de Ciencias, UNAM, su doctorado en Oceanografía Biológica en la Universidad de Aix-Marseille (Francia) en 1972 y una especialidad en docencia en el Centro de Investigaciones y Servicios Educativos, UNAM, en 1982. Impartió biologías de campo en la Facultad de Ciencias, UNAM, las materias de Biología Marina y Ecología Acuática en la UAM-Iztapalapa y el módulo de Productividad Primaria en la UAM-Xochimilco, a nivel licenciatura. A nivel de especialización impartió el curso Pesquerías, un manejo integral, en un programa conjunto entre la UAM-Xochimilco y la UABCS. de La Paz, B.C.S. En maestría impartió los cursos de Productividad Planctónica y de Manejo Integral de la Zona Costera en la Facultad de Ciencias, UNAM y los cursos de Ecología Marina y Productividad Primaria en Sistemas Costeros y Oceánicos en el Instituto de Ciencias del Mar y Limnología, UNAM. Participó también en el Doctorado en Ciencias Biológicas de la UAM.

Su obra comprende unos 40 artículos publicados y dos libros de texto, uno de los cuales fue acreedor al premio por el mejor libro de texto UAM-Xochimilco en 1998. Dirigió 42 tesis de licenciatura y 4 de maestría y tenía la dirección de 3 proyectos de doctorado al momento de su muerte. Otros productos y actividades de investigación comprenden 64 presentaciones en eventos académicos, su participación en 22 cruceros oceanógraficos, 32 informes de investigación presentados a CFE, CONACyT y otras instituciones y 6 publicaciones no arbitradas. En la UAM-Xochimilco fue, junto con la Dra. Celia Bulit, cofundadora del laboratorio de Plancton y Bioenergética y una activa participante en Comisiones Dictaminadoras, Comisiones Académicas, Comités Editoriales y Jurado en exámenes profesionales y de grado y concursos de oposición.

Indudablemente Martha destacó en sus labores de investigación, pero es en la docencia donde sus cualidades se manifestaron con mayor intensidad. La M. en C. María José Tolsá, ex alumna de Martha, compartió en una ocasión conmigo su opinión sobre lo que hacía que Martha fuera una maestra imprescindible, y la definió como basada en los siguientes principios: la capacidad para disfrutar con lo que se hace; la disposición a compartir los conocimientos y poner todas las capacidades personales en la labor de preparar a las personas a su cargo para una digna realización de su vida; la disposición para ayudar, orientar, conducir o ser amiga; la capacidad para entender que la nobleza y grandeza de la profesión de maestro radican en ser generadores de vida.

Yo simplemente diré que Martha fue de esos profesores que no sólo cambian la vida de sus alumnos durante un curso, sino por toda la vida. Al igual que el Nobel de Física George Schmoot, Martha pensaba que el conocimiento es lo que nos permite disfrutar la belleza del Universo y, por tanto, que los procesos de generación o transmisión de dicho conocimiento deben ser alegres y placenteros, por lo que sus clases siempre se daban en un ambiente de cordialidad e incluso jovialidad. Como Schmoot, también creía que la mayor injusticia que existe es la falta de acceso al conocimiento y la atacó cuanto pudo a través de su labor docente y de divulgación.

Su docencia era única, basada en una serie de preguntas sobre exposiciones presentadas por los alumnos, empleando una profusión de modelos mentales con los que nos enfrentaba con lo que creíamos saber; no eran raras las ocasiones en que debíamos aceptar que lo que tomábamos por conocimiento era una aceptación dogmática de conceptos, cuando no una simple memorización. Su énfasis era en la comprensión de los procesos y en los patrones de distribución creados por éstos al interaccionar con las variables ambientales. Sus sesiones en el aula jamás fueron triviales, sus planteamientos sobre los posibles consumidores de la materia orgánica disuelta en el medio marino o las implicaciones de la talla pequeña del nano y picofitoplancton en sus cursos de licenciatura, los pudimos leer años más tarde como trabajos originales relevantes de otros autores.

Esta forma de enseñar la extendía al trabajo de campo, donde el trayecto de un punto de muestreo a otro lo convertía en un ejercicio de observación en el que enseñaba a leer los procesos ambientales y biológicos a través de las imágenes, olores o texturas. De esta manera no sólo nos daba fundamentos para apoyar nuestros futuros resultados, sino también nos hizo apreciar la enorme fortuna que teníamos de ser nosotros mismos quienes colectábamos nuestras muestras. Pero también nos preguntaba si las lentejas iridiscentes que formaba el sol vespertino nos recordaban las de algún cuadro de Monet, ya que su vasta cultura no se limitaba a lo biológico.

Pero, sobre todo, el trabajo de campo con Martha era un evento divertido y alegre, porque para ella el rigor científico no estaba reñido con el gozo de hacer las cosas. De hecho, apenas vagamente recuerdo que llegamos a estar insolados, sedientos, comidos por los mosquitos o mojados y con frío, pero cómo Martha bromeaba sobre estas cosas con tanta gracia, nos convencía de que eran detalles planeados para nuestra diversión y yo los guardo entre mis recuerdos más felices.

Con todo esto no es de extrañar que se convirtiera en una profesora legendaria. Para algunos alumnos cursar nuestra licenciatura en ¡Biología, sólo tenía sentido si habían podido estar en el grupo de Martha. Hace 20 años era tradicional que los alumnos de biología de la UAM-Xochimilco acamparan todo el fin de semana previo a las inscripciones, para ser los primeros en inscribirse y alcanzar un sitio en su grupo. En alguna ocasión me tocó convencer a los alumnos de que su formación académica no se había perjudicado por no haber podido cursar con Martha, pero no creo haber sido muy convincente porque tuve que responder con la verdad cuando alguno de ellos me preguntó si mi carrera habría sido la misma de no haber sido alumno de Martha. Tengo que confesarles que a través de estos años he tenido la vanidad o la arrogancia de presentarme como discípulo de Martha, si bien la consecuencia ha sido obligarme a estar a la altura de esta afirmación. En este sentido, de alguna manera me ha acercado a su deseo expreso de que sus alumnos llegáramos a superarla, por más que entienda que en mi caso personal esto sea un imposible.

Martha fue también un pilar para su familia: la segunda de seis hermanas, de las cuales Jacqueline y Gisel también son hidrobiólogas destacadas. Siempre tuvo un gran apego por su familia, con el cual nutrió su doble orgullo por sus raíces mexicanas y francesas. Martha fue una hija y hermana cariñosa y una tía jovial, que lo mismo era compañera de juegos de sus sobrinos que la cómplice o confidente de sus travesuras y quien amenizaba las reuniones familiares tocando el acordeón. Sus hermanas la llamaron Medu desde que trabajaba en su tesis de licenciatura sobre las medusas de Tamiahua. Cuando lo supe imaginé que la comparación con una medusa era apropiada si pensábamos en una como Desmonema anasethe, la más espectacular y hermosa de las medusas que describió y dibujó Haeckel, a la que nombró en honor de su primera esposa Ana Sethe. Sin embargo creo que estoy equivocado, imagino que a Martha le hubiera agradado más ser comparada con Blackfordia virginica o Bouganvillea niobe, las pequeñas hidromedusas de la laguna de Tamiahua, que quizás puedan pasar desapercibidas para el común de la gente pero que, a los ojos del investigador, se revelan como joyas de sencillez y perfección.

Las cosas que realmente son meritorias, como la excelencia académica, la felicidad, la belleza, el amor o la misma vida no son metas finales a las que se llegue, sino estados dinámicos que requieren de toda nuestra energía para alcanzarlos o mantenernos en ellos. Pocas personas ilustran tan bien esta verdad como Martha; hasta su último día en la UAM-Xochimilco abordó sus labores con un vigor y un entusiasmo que serían la envidia de muchos jóvenes. Por ello, el 27 de julio de 2012, hallé el consuelo a su muerte, reflexionando sobre una frase de Gary Jennings en la que afirma que el Paraíso existe y que consiste en alguien que sea capaz, a través de su vida y muerte, de crear nueva vida y belleza.

 

M. en C. Alfonso Esquivel Herrera

Laboratorio de Ecología Microbiana.

Departamento El Hombre y su Ambiente. UAM Xochimilco

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