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Investigaciones geográficas

versão On-line ISSN 2448-7279versão impressa ISSN 0188-4611

Invest. Geog  no.110 Ciudad de México Abr. 2023  Epub 26-Jun-2023

https://doi.org/10.14350/rig.60710 

Notas y noticias

Usted está aquí. Una mirada a la Ciudad de México a través de su representación en mapas

Raquel Urroz* 

*Investigadora independiente


Saber que una colectividad humana da forma y dinamismo a la urbe no es entendimiento suficiente porque la identidad de un espacio, como el de la Ciudad de México, también se ha forjado con el devenir de los siglos, donde las transformaciones materiales dan cuenta del proceso constante de aculturación, es decir, los momentos cuando ciertas formas estructurales de la ciudad se imponen sobre otras más antiguas, las cuales, sin embargo, dejan constancia y marcas visibles de su presencia evidente en tiempos pasados.

En el hoy llamado Centro Histórico hay múltiples ejemplos, como es el palacio barroco del siglo XVIII, ubicado en la calle de José María Pino Suárez, número 30, el mismo que naciera como residencia para los primos de Hernán Cortés, y luego de los Condes de Santiago de Calimaya, hasta convertirse en 1964 en el Museo de la Ciudad de México, y hoy uno de los recintos gestionado por la Secretaría de Cultura de la capital mexicana. En su sala “Salvador Novo”, se exhibió la exposición: “Usted está aquí. Una mirada a la Ciudad de México a través de su representación en mapas”.1 Por iniciativa y colaboración de la Mapoteca Manuel Orozco y Berra, de Tacubaya (Mendoza Vargas, 2021), se expusieron una docena de piezas cartográficas provenientes de diferentes acervos, como el Archivo Histórico de la Ciudad de México y de diferentes momentos históricos en un montaje sincrónico. Ahí estuvo la materialidad de una memoria territorial sobre el corazón de la capital mexicana como un ente vivo, en tránsito, y en expansión permanente, desde su fundación y hasta la actualidad.

El área urbana en crecimiento constante y movilidad ininterrumpida, que es la Ciudad de México, contiene una historia de modificaciones y transiciones en términos espaciales que se correlaciona con su tejido social, el cual se reconstituye y se recompone de manera continua tanto con episodios de rupturas violentas, como con sobrevivencias perenes (Gruzinski, 2004). Conceptualizar el espacio y describir sus elementos estructurales da como resultado una complejidad tal que necesita ciertas herramientas analíticas e interpretativas, como ofrece la historia de la cartografía, una de sus vertientes encarna el desarrollo urbano que se rompe y se recompone al interior de los marcos del papel de cada mapa, se divide y se encuentra en sus espacios multiplicadores y diversos al correr del tiempo (Urroz, 2012).

La sucesión de mapas exhibidos permitió un recorrido que muestra a una ciudad atípica e ideal en sus inicios; caótica y descontrolada en la actualidad. El primero es una copia del mapa de Nüremberg, de 1524, su conceptualización nos podría llevar a modelos urbanos mesoamericanos, así como a la “visión española” del espacio (Ferman, 2022). En él se representa la ciudad de Tenochtitlan una vez destruida por órdenes de Cortés, ahí está la traza básica con una mirada o “visión española” de las grandes calzadas y el centro ceremonial de la capital azteca (Ferman Cruz, 2022, p. 136-137) y, a un lado, de manera estereotipada se mira la figura enigmática del Golfo de México, con algunos nombres geográficos de la costa.

El segundo es el mapa de Uppsala, confeccionado alrededor de 1550. Contiene grados de detalles extraordinarios como son los cerros, los canales, la acequia real, los lagos salados diferenciados de los dulces y los pantanos. Además de representar los principales edificios del corazón de la ciudad, sobresalen torres e iglesias, así como casas de dos plantas y palacios de tres plantas. Esta pieza extraordinaria dibuja los alrededores en la cuenca y con el uso de una herramienta interactiva es posible acercarse a leer los topónimos de los pueblos tales como Iztapalapa, Santa Fe, Texcoco, Azcapotzalco, Tlalnepantla o Tacuba, y observar ciertas actividades sociales y económicas como la recolección de la cal, la caza de aves, la tala de árboles, etc. El original de este mapa del Valle y la Ciudad de México, hay que recordar, fue exhibido el año pasado en el Museo Nacional de Antropología e Historia, de Chapultepec, como parte de la magna exposición temporal: La Grandeza de México (Favila, 2022).

El mapa tercero es de 1628, de Juan Gómez de Trasmonte. Es una vista oblicua de la ciudad barroca de los palacios coronada por la Catedral, en construcción permanente, y en torno a ella los techos de pizarra y los chapiteles entre acequias, acueductos y calles rectas. La leyenda indica sus edificios principales como es el Palacio Real, la Catedral, la Casa de Cabildo y también la Alameda. Su valor excepcional radica en que es testimonio de una época justamente previa a la gran inundación ocurrida en septiembre de 1629, cuando se desbordaron los lagos sin retomar el control hasta cinco años mas tarde. Se discutía en aquel momento si el traslado debía hacerse hacia Tacubaya, pero finalmente el peso político y simbólico de la capital perduró y la ciudad fue reconstruida (Sala Catalá, 1986) (Figura 1).

Firenze: Lit. A. Ruffoni, 56 x 43 cms. [David Rumsey Historical Map Collection]

Figura 1 Gomez de Trasmonte, J. (1628) [1907]. Forma y Levantado de La Ciudad de Mexico.  

El cuarto mapa, de 1857, con una impecable factura topográfica, representa el Distrito Federal como un cuadrante muy pequeño en contraste con la periferia irregular y las zonas rurales hacia el poniente. Como límites del casco es posible reconocer lo que hoy es la Merced y San Lázaro por el lado oriente; Tlatelolco hacia el norte, y Fray Servando hacia el sur. Por fuera de la traza regular está Texcoco y hasta Tacubaya entre aguas lacustres y hacia Lindavista como zonas agrícolas. También, las áreas irrigadas van desde Azcapotzalco hasta Tacuba. Entre Chapultepec y Tacubaya se puede observar los terrenos ocupados por las haciendas San Borja y Tlacoquemécatl y otras más en los terrenos que ocupan hoy las colonias Del Valle, Narvarte, Mixcoac y San Ángel. Se observan, pues, parcelas rectangulares, espacios productivos y aprovechados, y hacia el sur se dibujan los pueblos con chinampas en Iztacalco, Iztapalapa, Santa Anita y la Mixuca.

El quinto plano es de fines del siglo XVIII, y por tanto corresponde al estilo neoclásico. Representa un proyecto propio de la ingeniería militar de aquellos años y su gusto por el orden, las normas y sobre todo, la higiene pública. En tiempos del virrey Revillagigedo, la ciudad ideal es una traza cuadrada en su casco urbano y fuera de ella, los barrios sucios y desordenados. El área urbana se mantiene con su traza reticular en torno a la plaza mayor, las calzadas y la Alameda. Pero esta vez, la gran novedad es el Paseo de Bucareli y la ausencia ya de casi todas las acequias. El plan era extender la traza regular abriendo calles rectas por donde circulara el aire y construir una muralla alrededor con las trece garitas. Dentro del muro, la ciudad propiamente se marca con sus cuatro plazas en los extremos y fuera de ella los ejes que hoy son los siguientes: Chapultepec, México-Tacuba, Eje Central, Tlalpan, La Viga, Guadalupe y Vallejo.

En un año tan temprano como 1824, un mapa registra la propuesta de delimitar a la Ciudad de México a partir de la Catedral, pero en forma de un círculo el cual marque los confines del distrito político, a saber: el Cerro de la Estrella, el Peñón de los Baños, El Tepeyac y San Juanico, Chapultepec, Molino de Belén y Tlanepantla.

El mapa siguiente en orden cronológico es un plano panorámico de 1869 y señala sobre todo la apertura de avenidas fuera del casco histórico, donde aún se aprecian restos del lago de Texcoco. Las colonias están en plena expansión hacia el poniente, todavía con cierto orden, es el caso de Santa María la Rivera y San Rafael y la Guerrero. Se dibuja el octágono donde hoy se encuentra el monumento a la Revolución. Ahí está Tlatelolco como pueblo adyacente, las estaciones del tren de Buenavista, de San Lázaro y el de Hidalgo. El Distrito Federal se despliega dentro de un círculo, mientras que toda la ciudad en su conjunto es contenida dentro de una forma cuadrangular.

El plano de 1910 representa un sistema espacial para su utilidad práctica y para el público en general, esto es, las calles se marcan con la intención de facilitar su localización. También las colonias principales, como son la Juárez, la Roma, Santa María, San Rafael, La Doctorees, La Obrera, Morelos, Valle Gómez y Buenavista, de modo tal que permite visualizar su distribución espacial a partir de lo que hoy miramos como las clases socioeconómicas. Este mapa nos deja pensar en los límites temporales antes del desbordamiento de la ciudad, ya sin planeación y control efectivos, y en el momento previo al desarrollo de las grandes unidades habitacionales como Tlatelolco o Independencia.

Esta propuesta, para terminar, presenta una innovación en todos los sentidos con este mapa de 2022. A partir de una encuesta de movilidad, el Instituto de Geografía de la UNAM reunió y coordinó, junto con la Facultad de Arquitectura y la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional, un equipo de académicos y estudiantes que combinaron ciertas herramientas tecnológicas -álgebra espacial, SIG, estadística, interpretación de bases de datos de transporte- para fabricar esta pieza tecnológica. A partir de ciertos colores, se alumbra el transporte público o las avenidas y calles por donde circulan los autos. Las horas de movilidad se indican por medio de distintas tonalidades y además la distribución poblacional se marca por horarios. De manera que se visualizan las concentraciones humanas en el Centro Histórico y Polanco a ciertas horas de trabajo, así como su dispersión hacia los extremos de la ciudad en horarios diversos, en un movimiento pendular característico de las grandes aglomeraciones urbanas.

La geografía urbana de la Ciudad de México ha estado asociada a contextos históricos, proyectos políticos, a diseños y soluciones de ingeniería medioambiental, a desafíos tecnológicos y actividades sociales. En este sentido, las piezas cartográficas representan una secuencia histórica que estimula el paso de la mirada de un mapa a otro, de un espacio urbano a otro, para mostrar la fascinante transformación urbana e imaginar diferentes formas de vivir la ciudad, cada una con su propia concepción espacial intrínseca.

Pero el hecho material contundente es la permanencia de su disposición general, su centralidad, tal y como lo atestigua la serie cronológica de los mapas exhibidos, es decir, el patrón de asentamiento es inamovible en toda etapa y su desarrollo parte del mismo epicentro o eje planificador. A partir de él se proyecta el resto de las divisiones, de los barrios mayores, las colonias, las zonas rurales y los suburbios empobrecidos y sin planificación alguna. De modo que el carácter espacial de la capital es fundamentalmente el de un sistema abierto porque desde su nacimiento, sus dirigentes y artífices tuvieron la intención de enlazarse con el exterior a través de las calzadas y para luego crecer más allá de los lagos y en torno a la cuenca en su conjunto (Gruzinski, 2004).

La infraestructura, las orientaciones y las direccionalidades de expansión fundamentales persisten en los mapas con gran resistencia a través de los siglos, y es la dimensión arquitectónica más bien la que se modifica en cada temporalidad representada. Es de remarcar la presencia del agua en los mapas, ya fuese para su dominio, su conducción, su total descontrol o su entreveramiento hacia los espacios urbanos que se amplían todo el tiempo en detrimento de los paisajes rurales.

Los distintos ángulos y caras de la ciudad a lo largo de los siglos, visibles en estos mapas urbanos, permite comprender el enfoque político y económico necesario para su despliegue, pero también su dimensión social que la sostiene así como el componente cultural con sus fórmulas y estrategias espaciales de adaptación y subsistencia. Los mapas dejan ver una ciudad que persiste en su estructura básica, su distribución y demarcaciones originales a pesar de los reacomodos y modificaciones materiales que se imponen. Por lo anterior, en realidad, el espacio capitalino nunca fue, y ni es una unidad identitaria o cultural, pero sí un tejido vivo que interactúa y se transforma permanentemente con sus diferentes aportaciones, que son infinitas.

REFERENCIAS

Favila Vázquez, M. (2022). Tornaviaje de un mapa del siglo XVI a la capital de México. Investigaciones Geográficas, 107. https://doi.org/10.14350/rig.60562 [ Links ]

Ferman Cruz, F. (2022). El mapa de Nüremberg: un acercamiento a la “visión española” de México-Tenochtitlan. México: Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México. [ Links ]

Gruzinski, S. (2004), La ciudad de México: una historia. Colección Popular 566. México: Fondo de Cultura Económica. [ Links ]

Mendoza Vargas, H. (2021). La mapoteca Manuel Orozco y Berra de Tacubaya, en Guía de Patrimonio Científico y Tecnológico de la CDMX. México: El Colegio de México, Cátedra de Diplomacia y Patrimonio de la Ciencia, UNAM [https://patrimonio-cyt-cdmx.colmex.mx/] [ Links ]

Sala Catalá, J. (1986). La localización de la capital de Nueva España, como problema científico y tecnológico, Quipu. Revista Latinoamericana de Historia de las Ciencias y la Tecnología, 3(3), 279-297. [ Links ]

Urroz, R. (2012), Mapas de México. Contextos e historiografía moderna y contemporánea, México: Conaculta, Instituto Veracruzano de la Cultura. [ Links ]

1La exposición temporal: “Usted está aquí. Una mirada a la Ciudad de México a través de su representación en mapas”, estuvo abierta del 5 de diciembre de 2022 al 26 de marzo de 2023, en la sala “Salvador Novo” del Museo de la Ciudad de México, Centro Histórico de la Ciudad de México.

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