Introducción
A pesar de permanecer oculto para Eric Thompson (1936a) durante el descubrimiento del sitio en 1936 y de su hallazgo tardío cinco décadas después, el Altar 10 se ha convertido en un monumento emblemático de El Palmar, siendo reconocido por arqueólogos y epigrafistas del área maya. Sin embargo, no se ha publicado un registro detallado del monolito, ni una investigación minuciosa sobre los elementos iconográficos y el texto jeroglífico esculpidos en su superficie, mencionándose tan sólo algunos aspectos generales en artículos e informes técnicos (Brokmann, 1997; Grube, 2008; Law, 2006; Mathews, 1985; Mayer, 1991; Robertson, 2006; Šprajc, 2008; Tsukamoto et al., 2008; Tsukamoto, López y Esparza, 2010; Zapata, 1985). Por ello, el presente texto aporta un estudio del monumento desde las perspectivas arqueológica y epigráfica, con la finalidad de difundir datos novedosos que permitan acrecentar nuestro conocimiento sobre la entidad política de El Palmar durante el periodo Clásico.
Contexto espacial
El Palmar se localiza en la región sur del estado de Campeche, México, cerca de otros grandes asentamientos arqueológicos como Calakmul, Becán, Río Bec, Río Azul, La Milpa y Yaxnohcah, en un área de transición entre los estilos Petén y Río Bec (Mapa 1). Los grupos arquitectónicos se extienden en un área de 94 km2, siendo el Grupo Principal uno de los más relevantes al encontrarse constituido por varias estructuras monumentales distribuidas en una planicie de un kilómetro cuadrado (Mapa 2). Durante los recorridos de superficie efectuados de 2007 a 2018 se han detectado más de 50 monumentos esculpidos en diferentes sectores del asentamiento, de los cuales, 35 estelas y 14 altares se ubican en el grupo antes mencionado.
Un reservorio de agua (Aguada Central) divide al Grupo Principal en dos sectores, uno al norte y otro al sur, destacándose en ambos sendos ejemplos de arquitectura monumental tipo templo. El sector sur es presidido por el Templo II (Estructura T21-32),1 con unas dimensiones de 53 m de base y 29 de altura.
El Templo II forma parte de la Plaza K’awiil, un espacio abierto donde se llevaban a cabo diferentes ceremonias rituales. La plaza está conformada por cuatro edificaciones y sobre ella se consagraron cinco estelas y el Altar 10. Al sur del Templo II se encuentra una estructura piramidal (Estructura T20-2) que mide 24 m de base y 12 de altura, frente a la que se erigió la Estela 41 que contiene una Rueda Calendárica que Eric Thompson (1936a) vinculó con el año 884 d.C., la fecha más tardía registrada en El Palmar hasta el momento. Otras dos estelas fueron colocadas frente a un basamento rectangular con tres templos piramidales (Estructura T20-1) que cierra el sector sur de la plaza; la Estela 39, se ubica justo en el eje central de esa estructura y es probable que contenga el registro de una fecha en el sistema de Cuenta Larga, aunque el texto jeroglífico se encuentra muy erosionado. El arreglo de la plaza se completa en el extremo poniente por medio de una pequeña plataforma denominada Estructura T21-34.
A pesar de sus modestas dimensiones (3,161 m2), la Plaza K’awiil tiene un carácter peculiar, ya que se enlaza con cuatro diferentes sectores del asentamiento a través de una red de calzadas (Mapa 2). Así la plaza conecta al norte con la Aguada Central, al noreste con la Gran Plataforma, al oriente con la Plaza López y, un kilómetro al sur, con el Grupo Sánchez, donde se encuentra un basamento piramidal de 10 m de altura (Tsukamoto, López y Esparza, 2010). Esta configuración sugiere que el espacio donde fue colocado el Altar 10 jugó un papel preponderante dentro de la urbanización de El Palmar.
Descubrimiento y registro
El Altar 102 yace al pie del Templo II, en el extremo noreste de la Plaza K’awiil del Grupo Principal. Es un monumento circular de piedra caliza con dimensiones promedio de 2.23 m de diámetro y 36 cm de grosor, fragmentado en dos partes y deteriorado en algunas secciones originalmente esculpidas. Su actual estado de conservación aún permite apreciar un intricado conjunto de elementos iconográficos en combinación con un texto jeroglífico grabado en su circunferencia.
El hallazgo del monumento aconteció en los años ochenta del siglo pasado (Mayer, 1991; Zapata, 1985), no obstante que el sitio fue descubierto décadas atrás, cuando una expedición de la Carnegie Institution of Washington (constituida por Eric Thompson, Jean Harrington y Conrad Kratz) se adentró en la región del sureste de Campeche en búsqueda de nuevos sitios (Thompson, 1936a). La expedición registró decenas de monumentos esculpidos, pero el Altar 10 no se describe en ningún texto, ni se hace referencia a él en el mapa topográfico elaborado por Harrington.
De hecho, fueron Agustín Peña y Renée L. Zapata, bajo la dirección de Edward Kurjack, quienes en 1982 registraron y fotografiaron 14 estelas y “…un altar circular […] en excelentes condiciones de conservación” (Zapata, 1985: 1). En febrero de 1984, Merle G. Robertson realizó una calcografía de los elementos iconográficos y del texto jeroglífico del monolito, lo que implicó la remoción del material orgánico alrededor de la pieza, hasta una profundidad de medio metro, para dejar al descubierto los diseños de estera o petate grabados en el canto (Mayer, 1991; Robertson, 2006). Debido a que el monumento excedía las dimensiones de los pliegos de papel japonés, Robertson lo calcó por secciones que posteriormente unió para completar la totalidad del diseño. La calcografía fue publicada en 1984, siendo reproducida siete años después por Karl H. Mayer (1991), quien la incluyó como parte de su catálogo de piezas de procedencia desconocida.3 Renée Zapata y Antonio Benavides retornaron al ejido Las Pailas en 1985 con la intención de trasladar dos estelas y el altar a la ciudad de Campeche, pero solo lograron retirar las dos estelas, una de ellas fuera de su emplazamiento original (Zapata, 1985).
Posteriormente, en el año de 1996, dio inicio el primer proyecto arqueológico del Instituto Nacional de Antropología e Historia, bajo la dirección de Carlos Brokmann (1996 y 1997), en el que se efectuaron labores de prospección y de localización de monumentos. Al igual que otros investigadores, Brokmann asignó al altar el número 1 adjudicando su descubrimiento, de forma equívoca, a Eric Thompson (Brokmann, 1997: 11).
No fue sino hasta las temporadas de campo de los años 2007 y 2009 del Proyecto Arqueológico El Palmar, codirigido por Kenichiro Tsukamoto y Javier López Camacho, que se retomó su estudio de manera sistemática llevando a cabo un registro fotográfico y de dibujo integral, necesario para iniciar el análisis de los elementos iconográficos y emprender la propuesta de lectura del texto jeroglífico. Cabe señalar que las fotografías fueron tomadas durante la noche y con la técnica de luz artificial rasante, con el objetivo de resaltar los elementos grabados y obtener un registro confiable para la elaboración del dibujo de línea (Esparza, 2008; Tsukamoto et al., 2008).
La investigación del Altar 10 no sólo abordó los análisis iconográfico y epigráfico, sino también el estudio del contexto arqueológico (Tsukamoto et al., 2009), el cual aportó información relevante sobre el espacio donde fue erigido y el tipo de materiales asociados, obteniendo datos complementarios para el reconocimiento de tan singular monumento.
Contexto arqueológico
Durante la temporada de campo de 2009 se realizó un sondeo (Operación TP5) en el costado poniente del Altar 10, con la finalidad de obtener datos asociados a su contexto arqueológico. Si bien la excavación alcanzó el contacto natural a los 130 cm, solo fue posible identificar el firme de un piso deteriorado en el desplante del monumento, aunque quizás los pisos superiores fueron alterados por actividades modernas, incluyendo la remoción de material orgánico efectuada en 1984. No obstante, esta excavación expuso un par de lajas de piedra que cubrían una ofrenda (Escondite 3) compuesta por un total de 53 artefactos líticos, los cuales aparecieron superpuestos en un área de 30 por 40 cm y 15 de espesor (Tsukamoto, Kotegawa y Campaña, 2012; Mapa 1); nueve excéntricos de pedernal, así como 25 núcleos y 19 lascas de obsidiana integraban el depósito (Figura 2). Los excéntricos exhiben formas semejantes a las de una serpiente, un ciempiés, una creciente lunar y un cetro maniquí, entre otras, siendo similares a los recuperados por Eric Thompson en una ofrenda (cache) asociada a la Estela 10, ubicada en el sector noroeste de la Gran Plaza del Grupo Principal (Thompson, 1936b: 126). Una vez concluida la excavación, casi al nivel del material parental, se observó una horadación romboidal de 87 por 84 cm en el centro del límite oriental del sondeo (Figura 3).
El análisis del material cerámico recuperado indica que el relleno cultural colocado como soporte inmediato del monumento fue incorporado durante el Clásico Temprano (250-600 d.C.), debido al alto porcentaje (95%) de tiestos del tipo Águila Naranja, mientras que el relleno inferior debió acumularse sobre el sustrato natural en el Preclásico Tardío (300 a.C.-250 d.C.) a juzgar por la presencia de los tipos Sierra Rojo y Zapote Estriado.
Estudio iconográfico
El grabado en la cara frontal del altar se divide en cuatro secciones delimitadas por bandas en cruz que contienen diseños de estera o petate, un símbolo relacionado con el poder real de los gobernantes mayas del Clásico. A partir de este arreglo primario, se distinguen cuatro secciones rectangulares que enmarcan los rostros en perfil de sendos personajes, integrándose una quinta testa en el centro de la composición (Figura 4). Debido a la fractura del monumento y a las áreas erosionadas en su superficie es difícil establecer con certeza la identidad de esos seres, pero elementos diagnósticos aún visibles permiten plantear algunas hipótesis.
En este sentido, se destaca el rostro colocado en el extremo inferior derecho de la composición, que corresponde sin lugar a duda a la representación del Dios GI.4 La identificación de esta deidad se encuentra sustentada en la presencia de diversos elementos iconográficos, así como en el breve texto jeroglífico colocado en la parte alta de su tocado. Aquí, el teónimo se encuentra conformado por un signo con forma de mano extendida,5 el logograma NAH y un tercer jeroglífico similar al del logograma AJAW. Esta variante se halla representada en los textos del periodo Clásico Temprano procedentes de la región del Petén (Stuart, 2010; Figura 5), a diferencia de una segunda variante que se encuentra ampliamente escrita en inscripciones de Palenque y que David Freidel, Linda Schele y Joy Parker (1999) leyeron como Hun Nal Ye, ‘Uno Maíz Revelado’,6 vinculándola así con un aspecto del Dios del Maíz. No se ha llegado a un consenso sobre cuál es la lectura correcta de su nombre en ambos casos (Stuart, 2010; Tuszyńska, 2009; Wagner, 2017), aunque la vasta documentación que existe de las dos variantes en diversas inscripciones permite vincularlas sin ambigüedad con el Dios GI.
En cuanto a los elementos asociados con su faz, destaca la representación del diente limado, el gran ojo circular con la pupila en forma de gancho y lo que parece ser la representación de un ave a manera de tocado. Todos estos elementos se encuentran plasmados en imágenes tempranas de la deidad (Figura 6) contenidas en vasijas cerámicas, objetos de piedra verde y estelas, así como en ejemplos del arte maya del periodo Clásico Tardío, procedentes de sitios como Palenque y Ceibal (Hellmuth, 1987; Stuart, 2010).
Si bien el Dios GI resulta una figura enigmática dentro del panteón maya, sabemos que estuvo vinculado con ritos de creación, como la decapitación del llamado “monstruo cósmico”, y que tuvo injerencia en los eventos desarrollados durante la llamada “Fecha Era” (Bernal, 2011; Stuart, 2010), información que se conoce a partir de los textos de Palenque plasmados en el Tablero de la Cruz o el Trono del Templo XIX. De hecho, GI también fungía como deidad patrona de este último señorío, en compañía de los dioses GII y GIII (Berlin, 1963; Bernal, 2011; Cuevas y Bernal, 2002; De la Garza, Romero y Cuevas, 2012; Kelley, 1965; Lounsbury, 1980; Stuart, 2010), lo que deja abierta la posibilidad de que la dinastía de El Palmar lo considerara también como una entidad protectora.
En lo referente al personaje colocado en el extremo inferior izquierdo, resulta complicado establecer su identidad debido a la erosión que exhiben algunas secciones del rostro. Dentro de los elementos visibles destaca la imagen de un ser narigudo en la parte alta del tocado, justo por arriba de una banda en la frente del personaje. De igual forma, se aprecian una orejera de tres elementos, una cuenta circular en el área de la nariz, un diente frontal y lo que parece ser la representación de un mechón de cabello frente al rostro.
Teniendo en mente la presencia del Dios GI, es posible especular que este individuo también sea una deidad, pero su identificación resulta problemática. Quizás se trata del Dios del Maíz, ya que en varias representaciones suyas del Clásico Temprano se pueden apreciar muchos de los elementos que porta la testa grabada en el altar, aunque la imagen del ser narigudo que lleva en el tocado no es usual (Figura 7). Si este elemento está relacionado con su nombre, al igual que en el caso de GI, entonces podría pensarse que se trata de un logograma de lectura incierta, al no apreciarse con claridad todos los elementos del texto, pero bajo este supuesto sería difícil relacionarlo con el Dios del Maíz.
Por otra parte, el deterioro de los rostros ubicados en la sección superior imposibilita su identificación. En el del extremo superior derecho sólo se aprecian una orejera alargada, un tocado con lo que parece ser la representación de un ave (que porta una diadema o banda similar a la de GI) y un gran ojo circular típico de las deidades mayas. La faz en el sector superior izquierdo se encuentra desdibujada casi por completo, salvo por la sección alta del tocado donde todavía se observa parte de la diadema.
El quinto y último rostro ubicado al centro de la composición resulta también enigmático, si bien su colocación dentro de la escena parece brindarle una mayor relevancia. Se distinguen una orejera circular y el tocado con una figura semejante a la que exhiben las otras deidades, pero la banda es diferente ya que remata con un elemento de tres apéndices (quizás la representación de una flor u otro distintivo vegetal) y contiene un diseño de estera. Un rasgo que se puede apreciar, esta vez en el rostro, es el ojo estrábico compuesto por una pupila esquinada, el cual exhiben diferentes deidades del panteón maya como Itzamnaaj o K’ihnich; no obstante, los elementos iconográficos presentes no permiten una identificación plena de una u otra deidad.
En una publicación reciente (Tsukamoto y Esparza, en revisión), se propuso que esta imagen bien puede representar la testa de K’ahk’ …laj Chan Yopaat, gobernante que consagró el Altar 10, tomando algunas características de la deidad solar K’ihnich para personificarse como tal. Esta hipótesis encuentra sustento en el amplio número de representaciones de soberanos que caracterizan a diferentes deidades, siendo el Dios Solar una de las figuras más documentadas. Dentro de este repertorio, destaca el uso por parte de los gobernantes de una especie de nariguera con la figura de la entidad conocida como “serpiente de nariz cuadrada” o “monstruo sip” que, en opinión de Taube (2005), representa el aliento caliente de K’ihnich (Figura 8). Asimismo, una gran cantidad de señores mayas adhirieron a sus cláusulas nominales el adjetivo k’ihnich, "caliente, airado, bravo" en franca conexión con algunas de las cualidades del Dios Solar que debían poseer los gobernantes (Grube, 2002; Lacadena, 2010; Wichmann, 2004).
Además de los elementos iconográficos anteriormente enunciados, en el canto del altar fueron esculpidos ocho diseños de estera, de una forma similar a los que se plasmaron en la cara frontal (véase la Figura 4). Diseños de este tipo fueron utilizados por escuelas de artistas en diferentes asentamientos con la finalidad de resaltar la figura regia.
Estudio epigráfico
Como se comentó con antelación, el monumento contiene un texto jeroglífico, compuesto por 23 cartuchos, que se distribuye a lo largo de su circunferencia (Figura 9). Se trata de una de las inscripciones del Clásico Temprano más extensas descubiertas hasta el momento en El Palmar, siendo una fortuna que la mayor parte del texto se encontrara en buen estado de conservación al momento de emprender las labores de registro.
A través del estudio epigráfico se pudo establecer que la inscripción contiene una frase dedicatoria, una fecha en el sistema de Rueda Calendárica (asociada con una referencia a la finalización del sexto k’atun), una expresión verbal y el antropónimo de un gobernante acompañado por varios títulos. A continuación, se presenta la propuesta de lectura del texto jeroglífico:
(A) AL?-ya (B) PAT (C) ja (D) u (E) ?-TUN (F) 9-AJAW (G) 3-WAY (H) HAB (I) TZUTZ-yi? (J) 6-WINIKHAB (K) ILA-ji (L) K’AK’ (M) P’UL?-la-ja (N) CHAN-na (O) YOP-AT (P) ja?-ta-ma (Q)?-? (R) ? (S) ? (T) K’AWIL-la (U) TOK’? (V) SAK-o (W) 6-PIT-AJAW
al[a]y pa[h]t[a]ju…tu[u]n? balun bolon ajaw ux wayha[a]b tzutz[uu]y? wak winikha[a]b ila[a]j? K’a[h]k’ P’ulaj? Chan Yopa[a]t Jatam? … K’awiil Tok’? Sak[h]o’[o]k?7Wak Pi[i]t Ajaw
“Aquí se formó el altar? de piedra, en [el día] nueve ajaw tres wayeb, [cuando] terminó el sexto k’atun, lo ha visto K’ahk’ P’ulaj? Chan Yopaat Jatam? … K’awiil Tok’?, Sakho’ok?, señor de Wak Piit”
A primera vista, y teniendo en cuenta que la fecha se encuentra registrada en el sistema de Rueda Calendárica, parecería complicado establecer el día en que fue dedicado el monumento. Sin embargo, la referencia al término del sexto k’atun resulta clave dentro del texto, ya que permite fijar un cómputo cronológico preciso en el sistema de Cuenta Larga, que corresponde a 9.6.0.0.0, 9 ajaw 3 wayeb (22 de marzo de 554 d. C.).8 Vale la pena señalar que no se cuenta con otra referencia de este gobernante en las inscripciones de El Palmar, si bien su efigie podría estar plasmada en la Estela 42 también erigida frente al Templo II (Figura 10). Lamentablemente, la fractura del monumento y los procesos erosivos han dañado por completo el texto jeroglífico que debió estar grabado en su superficie, imposibilitando cualquier intento por develar la identidad del personaje retratado en la estela.
Regresando a la inscripción del Altar 10, una parte interesante del texto es aquella que contiene los títulos asociados con K’ahk’ P’ulaj Chan Yopaat:9wak piit ajaw y sakho’ok. En el primero, estamos ante la presencia de un título toponímico, término acuñado por Nikolai Grube (2005 y 2008) para referirse a aquellas entidades políticas que no poseían una versión completa de un glifo emblema, denotando así una posición menor dentro de la jerarquía política del área maya. Fue justo en su estudio de las inscripciones del sureste de Campeche que Grube (2008) pudo detectar una gran cantidad de este tipo de títulos, situación que puede explicarse a partir del enorme poderío de Calakmul, entidad política que durante el Clásico Tardío albergó a la afamada dinastía Kaan, la cual mantuvo bajo su influencia a muchos sitios de la región.
Discusión
El texto jeroglífico del altar proporciona información relevante sobre la posición que ocupó El Palmar dentro del complejo mapa geopolítico del área maya en el periodo Clásico Temprano. Si bien es cierto que el sitio se encuentra conformado por grandes grupos arquitectónicos y estructuras monumentales, el registro epigráfico deja en claro que la dinastía local no utilizó un glifo emblema, sino el título toponímico wak piit ajaw, "Señor de Seis Palanquines". Es importante mencionar que dicho título se encuentra contenido en textos de lugares distantes, como la cueva de Naj Tunich, en Guatemala (MacLeod y Stone, 1995), así como en algunas vasijas pintadas de procedencia desconocida que, quizás, fueron elaboradas por la escuela de escribas de El Palmar (Figura 11).
Por otro lado, la inscripción del monumento no indica la injerencia en el sitio de la dinastía Kaan, tal y como se observa en otros centros adyacentes, como en Los Alacranes, donde el rey Sak Baah Witzil se entronizó bajo el auspicio de Testigo del Cielo el 30 de abril de 561 d.C. (Grube, 2008: 195). Ante este escenario, es posible que la entidad política de El Palmar no rindiera pleitesía a los señores de la Cabeza de Serpiente sino hasta el siglo séptimo, cuando el poderoso rey Yuhkno’m Ch’e’n II es mencionado en el texto de la Estela 12 de El Palmar (Esparza y Tsukamoto, 2011), seguido por Yuhkno’m Tok’ K’awiil, a quien se hace referencia en la Escalera Jeroglífica del Grupo Guzmán (Tsukamoto y Esparza, 2015).
Respecto a la expresión sakho’ok, resulta más complicado establecer su uso y significado. Fueron Lacadena y Wichmann (2004) quienes plantearon la transcripción de este título como sakho’ok, con el significado de “valle blanco”, pero dejando en claro que se trataba de una lectura tentativa. Su profusa aparición en las inscripciones de El Palmar, siempre en asociación con antropónimos, induce a pensar que se trata de una especie de título que portaron no sólo los gobernantes locales sino también algunos miembros de la corte.
Esta hipótesis encuentra sustento en algunos ejemplos donde el título Sakho’ok se vincula con más de un individuo, por lo que no fue utilizado de forma exclusiva por los reyes en turno. En este caso, destaca la vasija conocida como El Señor del Petén (Cortés de Brasdefer, 1996; Figura 12), que contiene una escena palaciega donde se observa la presencia de cinco individuos, dos de ellos portando el conocido título ajk’uhu’n, "sacerdote, adorador" (Lacadena, 2010; Zender, 2004), otro más que parece ser un noble heredero ya que un breve texto lo identifica como un baahtz’am ch’ok, "joven primero del trono", mientras que los otros dos ostentan el título sakho’ok. De estos últimos personajes uno parece ser el gobernante de El Palmar, ya que de forma adicional lleva los títulos de baahkab, "primero de la tierra" y wak piit ajaw, el título toponímico vinculado con la entidad política de El Palmar. Esto es interesante ya que, si bien a dos individuos en la misma escena se les refiere como sakho’ok, no sucede así con el título wak piit ajaw, reservado sólo para el soberano (Tsukamoto y Esparza, en revisión).
Un caso similar se puede apreciar en la extensa inscripción de la Escalera Jeroglífica del Grupo Guzmán, que contiene una narrativa referente al lakam Ajpach’ Waal (Tsukamoto y Esparza, 2015). En este texto se hace referencia a sus antepasados como parte del mismo linaje lakam, señalando que sirvieron a diferentes gobernantes de El Palmar, como Upakal K’ihnich, quien en la escalera jeroglífica sólo porta el título sakho’ok, pero que en un texto de la cueva de Naj Tunich se le confiere también el título de wak piit ajaw (MacLeod y Stone, 1995; Figura 13). Este hecho puede ser explicado si se considera que sólo el soberano en turno tenía el derecho legítimo de portar dicho título, hipótesis que cobra fuerza si se toma en cuenta que en la escalera jeroglífica únicamente el señor Yunen, el rey en funciones cuando fue construida la escalinata en el año 726 d.C., es un wak piit ajaw (Tsukamoto y Esparza, en revisión).
Cabe señalar que sakho’ok también es un título de amplia distribución en las inscripciones del área maya, registrándose en sitios como Calakmul, Chacchoben, Icaiché, Río Azul, Yaxchilán y la cueva de Naj Tunich, así como en diversas vasijas pintadas de procedencia desconocida que, como se mencionó con antelación, pudieron ser manufacturadas en El Palmar (Figura 14). En este punto resalta el hecho de que la expresión sakho’ok forma parte de las firmas de diferentes escultores, como es el caso del Dintel 26 de Yaxchilán y la Estela 2 de Río Azul (Graham y Von Euw, 1977; Beliaev y De León, 2017), lo que revela el alto nivel artístico que alcanzaron los escultores de El Palmar, quienes eran enviados a diferentes cortes para la talla de monumentos y, con ello, fortalecer los lazos de alianza con otras entidades políticas.
Por otra parte, la monumentalidad del Templo II, el sistema de cuatro calzadas y el escondite asociado con el Altar 10, sugieren que la Plaza K’awiil fue un espacio significativo para la realización de rituales públicos. Al igual que el conjunto de caminos relacionado con el Templo IV de Tikal, las cuatro calzadas que convergen en la Plaza K’awiil pudieron ser utilizadas como vías para el flujo de procesiones rituales conformadas por una gran cantidad de individuos. El altar estaba ubicado en un lugar donde confluían tres sacbés, lo que implicaba que los asistentes a las procesiones tuvieran que desplazarse desde la Plaza K’awiil o arribar a ella, haciendo que los participantes estuvieran en contacto permanente con el Templo II y el conjunto de monumentos erigidos en la Plaza K’awiil, entre ellos el Altar 10 y la Estela 42, fortaleciendo así la importancia del lugar y los lazos entre diversos grupos a partir de la memoria colectiva.
Consideraciones finales
Los datos e interpretaciones expuestos permiten establecer que el Altar 10 fue dedicado por un gobernante local de nombre K’ahk’ P’ulaj Chan Yopaat con motivo de la celebración del final del sexto k’atun, que tuvo lugar el 22 de marzo de 554 d. C. Como muestra de su poder real, dicho soberano ordenó esculpir en el monumento una serie de símbolos asociados con el gobierno, tales como los diseños de estera colocados de forma profusa y una probable representación de su rostro personificado como Dios Solar. Su imagen se encuentra vinculada a la de cuatro deidades, lo que daría soporte y estabilidad no sólo a la figura real, sino a todo el señorío. Esperemos que futuros estudios epigráficos e iconográficos acrecienten el conocimiento sobre dichas deidades y el papel que jugaron en la cosmovisión de los habitantes de El Palmar.
El hallazgo y estudio del altar resultan relevantes no sólo por la información que aportan a nivel sitio, sino también a nivel de región, debido a la escasez de monumentos esculpidos del Clásico Temprano en otros asentamientos del sureste de Campeche, donde apenas se cuenta con los ejemplos procedentes de Balakbal, Calakmul, Candzibaantún, Champerico y Los Alacranes. Investigadores como Šprajc (2008) y Grube (2008) han notado la ausencia de monumentos esculpidos en dicha región entre los finales de k’atun 9.0.0.0.0 y 9.6.0.0.0, lo que indica que las élites gobernantes no contaban con los recursos y poder necesarios para la erección de monumentos en sus ciudades, contrario a lo que sucedía en diversos asentamientos del Petén durante el mismo periodo.
Sin embargo, recientes hallazgos en El Palmar revelan que ese panorama fue diferente para la dinastía local, ya que además del Altar 10 al menos otros dos monumentos tempranos debieron erigirse en una fecha anterior a la del final del sexto k’atun: las Estelas 45 y 46 (Esparza, 2009; Mayer, 1991). Aunque se desconoce su emplazamiento original dentro del sitio, ambas comparten características iconográficas propias de los monumentos tempranos del ciclo 9 documentados por Proskouriakoff (1950), como las Estelas 114 y 43 de Calakmul que fueron consagradas en 435 d.C. y 514 d.C. De hecho, la Estela 46 de El Palmar parece contener la fecha 8.7.0.0.0 (4 de septiembre de 179 d.C.), lo que la convertiría en el monumento con el registro de Cuenta Larga más temprano en toda el área maya (Esparza, 2009).
Estos ejemplos permiten postular que, al menos durante el Clásico Temprano y dentro de la región del sureste de Campeche, no sólo en Calakmul prevalecía una dinastía lo suficientemente vigorosa y fuerte para emprender grandes obras arquitectónicas y erigir monumentos durante coyunturas calendáricas clave, sino que también en El Palmar se dieron las condiciones para que esto sucediera. Un escenario distinto tuvo lugar durante la fuerte expansión de la dinastía Kaan a lo largo del siglo VII d.C., cuando el señorío de Wak Piit quedó atrapado en la amplia red de entidades políticas que rindieron pleitesía a los poderosos señores de la Cabeza de Serpiente, corriendo la misma suerte que otros asentamientos del sureste de Campeche, como Uxul y Los Alacranes.