Después de leer atentamente el artículo de María Dolores Mejía Guevara et al.,1 en el que se invita oportunamente a controlar el riesgo de enfermedades transmitidas por vector en la Ciudad de México, advertí un aspecto metodológico omitido: la indicación de si los sitios donde se colocaron las ovitrampas fueron elegidos aleatoriamente o cuáles fueron los criterios establecidos para la selección.
La respuesta resulta especialmente importante porque en determinados lugares de la Ciudad de México —según sus condiciones geográficas como altitud, régimen pluviométrico anual, tipo de vegetación (ruderal), cobertura vegetal (km2), porcentaje de humedad relativa, densidad poblacional, entre otras— es posible que exista una mayor o menor concentración de huevecillos de Aedes aegypti, lo cual pudo haber sesgado no solo la recolección y el análisis de los datos, sino también los resultados.
Sin embargo, considerando que los autores utilizaron datos georreferenciados junto con la técnica de superposición de mapas vectoriales,2,3 es probable que pudieran emplear otras herramientas como puntos aleatorios en la extensión (área de estudio), puntos aleatorios en la capa (de información) o puntos aleatorios dentro de los polígonos (delimitación de alcaldías), disponibles en los sistemas de información geográfica para evitar posibles sesgos en los resultados, que, sin duda, deben ser considerados.