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Crítica (México, D.F.)

versão impressa ISSN 0011-1503

Crítica (Méx., D.F.) vol.43 no.128 Ciudad de México Ago. 2011  Epub 05-Jun-2020

https://doi.org/10.22201/iifs.18704905e.2011.828 

Notas bibliográficas

Guillermo Hurtado, Por qué no soy falibilista y otros ensayos filosóficos

Diana I. Pérez* 

*Departamento de Filosofía Facultad de Filosofía y Letras Universidad de Buenos Aires CONICET dperez@filo.uba.ar

Hurtado, Guillermo. Por qué no soy falibilista y otros ensayos filosóficos. Los Libros de Homero, México: 2009. 87p.


Permítanme comenzar esta reseña con una anécdota personal. Cuando empecé a escribir mi tesis doctoral me tocó intercambiar ansiedades con un amigo que en esos momentos elaboraba su tesis doctoral en filosofía en una prestigiosa universidad estadounidense. Mi amigo me aconsejó qué hacer para tener éxito en el “mercado” con la propia tesis doctoral. Me dijo algo como esto: “Lo que hay que hacer es buscar un problema filosófico que esté siendo muy discutido en el momento, explorar cuál sería el espacio lógico de las respuestas posibles, seleccionar aquella que nadie sostenga todavía, aferrarse a ella y defenderla contra viento y marea.”

Ésta es, sin duda, una manera bastante mayoritaria en la que se hace filosofía analítica en nuestros días. Como una especie de ejercicio prolongado, de exhibición de habilidades argumentativas girando en el vacío existencial, pero con alto impacto en la comunidad filosófica (si las capacidades argumentativas del filósofo son buenas, claro). Se trata de una forma de vida en la que la filosofía es una “profesión”, algo que uno hace. En el mejor de los casos se le dedican ocho o diez horas diarias, en el peor, catorce o dieciséis.

Pero hay otra manera de hacer las cosas, y yo diría que es una manera más auténtica. Uno puede no simplemente hacer filosofía sino ser un filósofo. Se puede estar genuinamente -vitalmente- preocupado por uno o varios problemas filosóficos a lo largo de toda la vida, y vivir una vida en la que la filosofía no sólo es nuestra profesión, sino, además, una pasión. Es posible que los problemas filosóficos no sean algo que dejamos fuera de casa, en el despacho de la universidad, cuando regresamos al hogar, después de un día de trabajo, sino algo que nos acompaña constantemente. Es más, puede ser que nuestro día de trabajo esté plagado de actividades que no sean, estrictamente hablando, actividades filosóficas, como reuniones de comisiones asesoras o ejecutivas varias, evaluación de trabajos para revistas o de proyectos ajenos, redacción de informes o solicitudes de subsidios, coordinación de actividades o supervisión de la unidad académica en la que trabajamos, y que al volver a casa encontremos el tiempo de ocuparnos de nuestra pasión, es decir, de los problemas filosóficos que nos persiguen.

El libro de Guillermo Hurtado demuestra claramente que su autor pertenece a esta segunda categoría de seres. Está entre aquellos que no se preocupan por las modas filosóficas, ni por las opciones filosóficas exóticas disponibles en los espacios lógicos de respuesta a un problema, sino entre los que hacen filosofía desde las entrañas. Por eso en este libro no vamos a encontrar una respuesta a uno o a varios de los problemas que hoy están de moda, impuestos por las revistas más conocidas de nuestro medio. Por el contrario, vamos a encontrar el fruto del diálogo genuino del autor consigo mismo, es decir, el testimonio de un recorrido vital e intelectual personal y auténtico, como su autor reconoce en el prólogo.

El libro contiene seis trabajos publicados originalmente entre 1998 y 2009. Tres de ellos se ocupan de cuestiones metafísicas, y los tres restantes, de cuestiones epistemológicas. Voy a mencionar algunas ideas que aparecen en los textos de Hurtado, las cuales revelan el compromiso vital con los problemas tratados y la profundidad de las reflexiones realizadas por el autor.

El primer trabajo, titulado “¿Qué es un cambio?”, es una propuesta ontológica formal para dar respuesta a esta pregunta. De acuerdo con Hurtado, un cambio es un hecho conjuntivo; presumiblemente un hecho en el que los intervalos de tiempo involucrados son exactamente sucesivos y en el que el objeto involucrado es el mismo, del cual sólo cambian algunas propiedades, o al menos, esa estructura tienen los ejemplos que se consideran. Hurtado quiere evitar la postulación de propiedades dinámicas y quiere mantenerse alejado del lenguaje ordinario cuando sostiene que no hay por qué buscar en la estructura de nuestro lenguaje una guía para dar respuesta a la pregunta ontológica por la naturaleza del cambio. Creo, sin embargo, que Hurtado se da cuenta de que cayó en una trampa similar o peor con su propuesta: su modelo “ontológico-formal” supone el modelo de la lógica cuantificacional de orden uno, como él mismo reconoce hacia el final del trabajo. Y, claro, este modelo resulta ser inadecuado para albergar algunos cambios que nos rodean, como la lluvia, que parece no tener objeto constituyente, o el crecimiento de un niño o de una planta, en cuyas propiedades, estrictamente hablando, no parece haber cambios, o al menos no necesariamente. Lo mismo ocurre con el cambio o construcción de la persona que somos (tema del que se va a ocupar en el tercer capítulo del libro). Así, Hurtado sospecha que hay algo discutible en lo que propone, y en el último párrafo de su trabajo demuestra su genuina inquietud cuando cuestiona la idea de si es adecuado dar cuenta del cambio con un formato lingüístico (sea lenguaje natural o lógico); ahí menciona la posibilidad de explorar un formato musical. Creo que esta sugerencia es muy interesante y merece ser desarrollada cuidadosamente. Al fin y al cabo, el cambio incluye el tiempo, y la música es un arte temporal por excelencia. El lenguaje, sobre todo ayuno de predicados dinámicos (y, por tanto, una ontología sin propiedades dinámicas) como propone Hurtado, parece no poder recoger los vitales matices temporales que transforman una sonrisa en una mueca, o un pimpollo en una flor. La experiencia vital se cuela así en las reflexiones filosóficas de este primer capítulo.

El tercer trabajo, “Cómo convertirse en otra persona sin dejar de ser uno mismo”, es un ensayo acerca del clásico tema metafísico de la identidad personal. También tiene que ver con el cambio, el cambio ahora en la persona que cada uno de nosotros es o puede llegar a ser. Resulta igualmente una reflexión profunda y valiente acerca de qué es ser una persona; sobre todo acerca de qué nos haría dejar de ser quienes somos -pregunta que plantea el autor para reemplazar la clásica interrogante de qué nos hace seguir siendo quienes somos, a pesar de los cambios-. La reflexión de Hurta-do es, sin duda, fruto de una genuina preocupación personal, ya que en el apéndice del capítulo 5, escrito en 2009 (el capítulo 5 fue publicado originalmente en 2005), reconoce que quien escribió el trabajo original no es la misma persona que escribe el apéndice. Evidentemente, dejar de ser quienes éramos, sentir extrañeza al leer nuestros viejos escritos así como por las acciones pasadas es una experiencia vital fuerte acerca de la cual vale la pena re-flexionar.

La propuesta de Hurtado en el tercer capítulo es sugerente: una persona es un modo contingente de la existencia de un ser humano (p. 40). Las nociones de “modo” y de “distinción modal” (en este caso entre el ser humano que soy y la persona que soy) son términos técnicos que toma de las Disputaciones metafísicas de Suárez, nociones de las que se ocupa en detalle en el segundo capítulo. Así, ya comenzamos a entender cómo la insatisfacción obtenida al intentar proponer una explicación ontológica del cambio, dado el caso del cambio personal que supuestamente Hurta-do tendría en mente, lo llevó a adentrarse en la escolástica profunda.

Sumamente interesante es la manera en que el autor enfrenta el problema de la identidad personal. En su trabajo no se exploran complicados experimentos mentales de futuristas operaciones de trasplante o bisecciones de cerebro, ni se consideran mágicas transmigraciones de almas en diversos cuerpos, naturales o artificiales. Tampoco se exploran los complejos y bizantinos argumentos existen-tes en la literatura reciente que plantea en estos términos la cuestión que ocupa al autor. Por el contrario, Hurtado reescribe el problema y cuestiona la manera estándar de plantearlo en la literatura filosófica tomando como punto de partida nuestras experiencias cotidianas. En efecto, muchas circunstancias que nos rodean son significativas para responder esta pregunta. Algunas de las que el autor menciona son: (1) la experiencia adolescente de construir la persona que llegamos a ser (ese periodo plagado de “problemas de identidad” de todo tipo), (2) las circunstancias sociales que en muchas culturas contemporáneas impiden a la mujer ser la persona que desearía ser, (3) los factores socioeconómicos que impiden a millones de personas en el mundo desarrollar sus capacidades intelectuales y morales en la infancia, para llegar a ser lo que podrían haber sido si no hubieran padecido hambre, falta de techo y enfermedades irreversibles, y (4) las circunstancias extremas de la vida que pueden hacer que dejemos de ser quienes éramos -como el haber participado en una guerra o haber vivido exiliados de nuestra patria por un lapso prolongado, o haber caído en una adicción, como el alcohol o las drogas que transforman nuestra personalidad y nuestra persona, durante y aun después de la recuperación-. Así, las “condiciones de adecuación” de una buena respuesta al problema de la identidad personal de-penden de que estas experiencias cotidianas encajen en la propuesta hecha. Pero, además, esta manera de plantear y discutir el problema de la identidad personal ofrece una ventaja extra que pocos trabajos filosóficos tienen: apela al lector y a su experiencia vital, compro-metiéndolo con el problema tratado y, en este caso en particular, lo obliga a preguntarse por su propia identidad. De esta manera, el trabajo no sólo discute una interesante cuestión para el experto en filosofía; también plantea una urgencia teórica en la cabeza del lego.

Los tres últimos ensayos son acerca de cuestiones epistemológicas, como el falibilismo (y su relación con el escepticismo y el dogmatismo), la noción de creencia y la relación entre creencia y duda, cuestión en la que introduce un tercer elemento, la sospecha, como un actor relevante para entender la relación entre las primeras, tomando como ejemplo las sospechas de Otelo en torno a la fidelidad de Desdémona. En el último capítulo, Hurtado examina la posición agustiniana acerca del papel fundamental que creer tiene en nuestra vida humana. Una vez más, en estos trabajos se entremezclan discusiones epistemológicas de envergadura con reflexiones en torno a cuestiones prácticas, como, por ejemplo, la relación existente entre la tesis falibilista en epistemología y la defensa de la tolerancia como valor central de las comunidades democráticas, o el papel fundamental que tiene y debe tener la confianza en las instituciones en una vida humana plenamente desarrollada.1

Está claro que este libro, como toda producción intelectual, podría estar sujeto a muchas críticas. Por un lado, podrían hacerse una serie de comentarios acerca de lo que el autor no dice, de lo que no desarrolla tal como desearíamos. Así, como dije anteriormente, se espera que el autor explique en algún trabajo posterior la metáfora de la música como soporte de una metafísica del cambio. También sería deseable que diseñara un argumento contundente en contra del falibilismo: socavar los argumentos en su favor es un buen comienzo, pero habría que profundizar la crítica al falibilismo con un argumento más convincente.

Asimismo, podrían encontrarse algunas tensiones entre los diversos capítulos. En efecto, en la presentación de su metafísica del cambio, Hurtado dice no temer a las metafísicas revisionistas y se aleja del sentido común como eje de su teorización. Por el contrario, un elemento que desempeña un papel central en su crítica al falibilismo es justamente lo alejado que se encuentra del sentido común. Desde luego que uno podría pensar que la metafísica puede e incluso debe alejarse del sentido común, lo que no ocurre con la epistemología. Pero, en todo caso, este punto merece alguna aclaración por parte del autor. O quizá, una vez más, esta tensión pueda diluirse simplemente en una nota que exprese que la persona que escribió uno y otro capítulo no es la misma a pesar de firmar en ambos casos como “Guillermo Hurtado”.

Más allá de los comentarios críticos y las objeciones que puedan plantearse, este libro nos muestra claramente que la filosofía puede ser un compromiso de vida, una pasión que nos invada en cada gesto, que nos lleve a reflexionar acerca de nuestra realidad y nuestro lugar en el mundo aun cuando aparentemente nos encontremos haciendo otra cosa, p. ej., analizando abstractos problemas teóricos como el cambio, la identidad personal o el escepticismo. De hecho, me parece indudable e imprescindible recordar que una defensa de cierta teoría acerca de la identidad personal o de la falibilidad del cono-cimiento no está al margen de consecuencias prácticas en nuestras vidas. Una tesis semántica puede tener efectos nocivos en la relación entre los seres humanos (estoy pensando en ejemplos recientes de la literatura filosófica que proponen entender el concepto “raza” como un término de clase natural). Una cierta defensa de una respuesta específica al problema mente-cuerpo puede tener consecuencias directas en nuestras prácticas cotidianas y científicas y, sobre todo, en la clínica psicológica y psiquiátrica y, por lo tanto, en nuestras formas de interacción en una sociedad humana. Este libro tiene la virtud de exhibir un preciso equilibrio entre la claridad conceptual y la capacidad para vislumbrar aspectos y secuelas prácticas nada obvias para las teorías filosóficas de las que nos ocupamos.

1 Sin duda, el mejor ejemplo de la estrecha relación que Hurtado establece entre la vida (su vida) y la filosofía lo da el hecho de que este libro que estoy reseñando ha sido presentado en un acto institucional fundacional como lo fue el Primer Congreso Latinoamericano de Filosofía Analítica (organizado por la ALFAn).

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