Introducción
Los estudios lingüísticos han clasificado en dos grupos a los pueblos pames: el septentrional o del norte, formado por los pames que habitaron la zona media del actual estado de San Luis Potosí y límite norte de Querétaro, denominados xiyói; y el meridional o del sur, conformado por los nyäxü, que se encontraron en los actuales estados de Hidalgo, Querétaro y Guanajuato [Chemin Bässler 1984: 15].1 Yolanda Lastra menciona que la lengua pame se subdivide: “En pame del norte, hablado en San Luis Potosí en los municipios de Santa Catarina, Tamasopo, Rayón y Alaquines y el pame del sur, que se habló principalmente en Jiliapan, pero que ya está extinguido”. en la actualidad, el pame del norte se compone de dos lenguas [Lastra 2006: 34].2
Una característica de los pueblos pames del norte es que se desplazaron, ya sea de forma individual o en grupo; algunas de estas movilizaciones han marcado la historia de los pames desde la época prehispánica. Como lo dijo Pérez Zevallos: “Los habitantes de la América precolombina recorrieron a menudo grandes distancias, se desplazaron por diversos medios a nuevos espacios, se asentaron en nuevos lugares y con ello, a través de milenios, modificaron su espacio, su condición económica y social” [Pérez 1999: 40]. Desde esta perspectiva, las movilizaciones de importantes contingentes de los pueblos pames implicó una estrategia que les permitió sobrevivir como grupo, pero, también perdieron su territorio ancestral y algunas veces se mezclaron hasta abandonar su identidad. La movilización desde su territorio originario hasta las misiones y pueblos de indios coloniales no fue un proceso pacífico, vivieron una lucha en la cual muchos perdieron la vida. En estas movilizaciones se hallan diversos fenómenos: migración, éxodo y desplazamiento. En el caso de los pames del norte, la migración se dio de las misiones a las haciendas y se caracterizó por ser una migración laboral,3 migración y éxodo también se observan durante el periodo colonial, la mayoría de los pames decidieron trasladarse en grupo hacia los “montes”; por último, surgió el fenómeno generalizado, aunque no único, del desplazamiento forzado hacia la Colonia del Nuevo Santander. Es importante aclarar que la migración no es sólo laboral, la migración es un fenómeno que ha estado presente en la historia del hombre,4 como lo expone Gómez Walteros
La migración ha sido una actividad consustancial a la vida del hombre y le ha acompañado a lo largo de su historia. La conformación y estructuración de los pueblos ha obedecido en gran parte a migraciones; por lo tanto, hay que mirar sus causas y efectos desprovistos de prejuicios y pretensiones perversas […] cuando las personas migran, llevan consigo sus conocimientos, costumbres, ideologías; por eso no se puede reducir la migración a un hecho de competencia salarial entre trabajadores nacionales e inmigrantes y de flujos monetarios simplemente, sino que en ella concurren muchos factores a tener en cuenta para su estudio [Gómez Walteros 2010: 84].
Uno de los objetivos de este texto es el demostrar cómo el pueblo pame del norte tomó decisiones y fue partícipe del cambio, entre las decisiones está la de migrar: a las haciendas y al monte; si bien es una movilización, también es una migración, por lo que se observa en los informes y documentos coloniales, que las migraciones las decidieron los pames y no los españoles, no es entonces un desplazamiento por la fuerza; no obstante, sí podemos entender que la migración de los pames hacia las haciendas y el monte fue algo que provocó la política de congregación española, en este sentido, podemos decir que una de las causas de la migración fue la política colonial y lo fue el conservar la identidad como pueblo. Lo que se desea exponer y analizar en este texto son las diversas movilizaciones —migración, éxodo y desplazamiento forzado— de los pames del norte.
Territorio y desplazamiento
En el periodo Posclásico, hacia el 1400 a. C., los pames ocuparon un territorio extenso, cuyos límites fueron los siguientes: en el occidente, los actuales poblados de Acámbaro, Ucareo y Celaya; en el oriente, Meztitlán y partes occidentales de la Huasteca; en el sur, Ixmiquilpan y en el norte, el límite sur de Tamaulipas. En la zona de Río Verde ocuparon el área de Santa María Acapulco, Lagunillas, Alaquines y Valle del Maíz [Chemin Bässler 1984: 34]. Durante la formación del Imperio mexica (1430-1469 a. C.), una gran parte de los pueblos pames estuvo en contacto con pueblos sedentarios como los tarascos y mazahuas, también con otomíes de los actuales estados de Querétaro, Guanajuato e Hidalgo [Wright 1998: 60],5 con los huastecos hacia el este de la Sierra Gorda6 y con los nahuas de Meztitlán. Al igual que otros grupos, como los ximpeces y jonaces, los pames del norte avanzaron hacia el sur, donde presionaron sobre la frontera mesoamericana para causar el retroceso a grupos que la poblaban. Allí se establecieron relaciones de intercambio de productos, por medio del trueque, con otomíes y tarascos [Samperio 1989: 306]. De los huastecos adoptaron la agricultura y la horticultura, las navajas prismáticas de obsidiana, la cerámica y las plataformas para casa-habitación; asimilaron algunos ritos agrarios y un sistema sociopolítico más diversificado [Chemin 1993: 67]. Para el Posclásico medio y tardío, cuando se registran migraciones, los pames del área de Río Verde continuaron desplazándose más allá de la frontera mesoamericana [Michelet 1996],7 los que habitaron el norte de Alaquines tuvieron un sistema de vida basado principalmente en la caza y la recolección, el nomadismo y el arte de manejar la flecha y el arco. Fueron estos grupos de pames los que encontraron los españoles a los que denominaron como tamimes. 8 Hacia el sur de la frontera, los pueblos pames se desplazaron y ocuparon algunos poblados, ubicados hoy en el estado de Querétaro y que existen todavía bajo topónimos teenek como Tancoyol y Tancama [Samperio 1989: 305-307].
Gerhard muestra que, para mediados del siglo xvi, los pames fueron reemplazados de forma gradual por otomíes, mexicas y tarascos. Mientras que para el siglo xvii, “en la región queretana de la Huasteca y en las zonas colindantes próximas de San Luis Potosí e Hidalgo seguía la despoblación de los pueblos huastecos, la penetración pame o chichimeca y azteca o mexicana seguía adelante en forma implacable” [Meade de Angulo 1983: 388].
El primer autor que distinguió en la segunda mitad del siglo xvi a los pames del resto de los grupos chichimecas, fue Guillermo de Santa María, quien en su crónica Guerra de los Chichimecas escribe:
La nación de estos chichimecas más cerca de nosotros, digo a la Ciudad de México, son los que llaman Pamies, y es un buen pedazo de tierra y gente. Están mezclados entre otomíes y tarascos. Los españoles les pusieron este nombre Pami que en su lengua quiere decir no, porque esta negativa la usan mucho y ansí se han quedado con él [Santa María 1999: 190].
Según Guillermo de Santa María, en 1570 el territorio pame comenzaba en la Provincia de Michoacán, en los pueblos sujetos a Acámbaro, Yuririapúndaro y Ucareo —es posible que este autor hablará también del territorio ocupado por los tarascos, en la frontera del territorio tarasco se encontraban asentamientos pames. De allí se extendía por San Pedro Tolimán y Querétaro, hasta tocar Ixmiquilpan y los confines de la Provincia de Pánuco, más allá de Meztitlán: “Por aquellas serranías la pamería volvía por Oxitipa [Huasteca potosina], Xalpan y demás pueblos encomendados a Francisco Barrón, a Puxinguía [al noreste del actual estado de Querétaro] y a Xichú [al noreste de Guanajuato]” [Santa María 1999: 190]. Además de los pames habitaban muy cerca de ellos los guamares, tecuexes y guachichiles, y más al poniente los cazcanes y zacatecos, que conformaban grupos numerosos. Otros eran los mascorros, caisanes, pisones y jonaces, grupos más pequeños, todos conocidos en el siglo xvi como chichimecas [Chemin Bässler 1984: 37].
A finales del siglo xvi y durante el xvii los pames del norte se asientan en dos regiones: Río Verde y el oeste de la jurisdicción de la Villa de Santiago de los Valles, región conocida hoy como Huasteca potosina. Las dos regiones, junto con la Sierra Gorda, conformaron la llamada Pamería. Aunque éste fue un territorio bastante amplio para estos siglos, con la constante invasión hispana se observa la reducción tanto del pueblo pame del norte como de sus territorios. También se observa durante estos siglos que parte de la población pame migra hacia las sierras más al norte de Alaquines, algunos más de los grupos pames se asientan en las misiones franciscanas, otros en los pueblos de indios como Valle del Maíz y unos pocos más en las haciendas.
La región con mayor densidad poblacional con pueblos pames fue el noroeste de la Huasteca potosina y su frontera, donde se localizaron las misiones franciscanas de San Miguel, Santa María Tampalatín, la Palma, Guayabos, Tamlacum, el Sauz, Santa María Acapulco y los pueblos de Valle del Maíz, Alaquines, Piniguán, Lagunillas y Gamotes, todos en la jurisdicción de la Villa de Santiago de los Valles y sus fronteras. Como se observa en el informe de 1625 de fray Manuel Núñez, quien narra que:
En el Valle del Maíz el pueblo está formado de otomíes, originarios de otras partes como los de la cabecera, fuera del pueblo hay unas 100 familias pames. Pinihuan es poblado de pames montaraces e inclinados a los cerros es gente muy pobre y desdichada. En Lagunillas hay cuarenta familias pames congregadas a son de campana. En Gamontes entre asperísimas serranías hay 120 familias pames. Se ha poblado una nueva misión de pames alzados en San José con 125 familias. Alaquines tiene 50 familias pames entre serranías ásperas y se van bajando al pueblo algunos de los que habitan en los cerros. Tula de indios chichimecas, distinta nación de la pasada, muy bandoleros e inquietos y cercanos a los infieles, tiene 50 familias reducidas a la doctrina. Esta misión como otra cercana, se ha despoblado por las invasiones de los infieles. Jaumave y Monte Alverne son de otra nación más bárbara que la antecedente [en Velázquez 1898- 1946: 383].
Para el siglo xviii, los pueblos pames se encontraban en Xilitla, Tilaco, Lobo, Tamapache [Tamapats], Tansosob, Tanchachin, San Miguel, Santa María Acapulco, Tamasopo, Tamlacum, El Sauz, Santa María Tampalatín, Guayabos, La Palma, Valle del Maíz, San Nicolás de los Montes, Soledad de Canoas, La Laxa y Santa Bárbara Tampasal [Montejano 1989: 492].
En el siglo xviii, la jurisdicción eclesiástica de Villa de Santiago de los Valles se encontraba dividida entre los obispados de México y Michoacán. Mientras que una gran porción de ella estuvo bajo el control de los franciscanos de la Custodia de Tampico, otra estuvo sujeta a sus correligionarios de la Custodia de Río Verde y de los agustinos de Huexutla y Xilitla [Mandeville 1976: 24-25].9 Fray Jacobo de Castro informó que las misiones que existían hacia 1748 en la Custodia de Tampico se encontraban repartidas en la Alcaldía Mayor de Tantoyuca, las misiones de Ozuluama y Tampico, ocho en la Huasteca, seis en la Pamería y cuatro en la recién fundada Colonia del Nuevo Santander. “En cada una de éstas como en las de la Huasteca, a excepción de Tamlajax, hay tenientes puestos por sus respectivos jefes. En la Pamería hay un solo teniente que reconoce sobre las seis misiones”.10 En cuanto a la jurisdicción eclesiástica existieron sólo tres jueces: el cura de Pánuco, el de Tempoal y el de las misiones de la Huasteca y de la Pamería, que a veces era el cura de Coxcatlán y otras el de Tancanhuitz o Tampomolón. Las cuatro misiones de la Colonia del Nuevo Santander “no reconocen juez eclesiástico […] Toda la Custodia se halla dentro del Arzobispado, lindando por la parte Oriente con el Obispado de Puebla, y por el poniente con el Obispado de Valladolid”.11
El custodio menciona que los pames vivían “[…] en estos cerros, […] su vestuario es una mantilla que se envuelven en la cintura, con un cotón, y sin sombrero” [bnff 1748: 20v].12 Matías de Terrón, en su informe, habla sobre el estado de las misiones de la llamada Pamería:
Es pues deplorable el estado de estas siete misiones teniendo copiosa multitud de indios, se hallan despobladas y solas, porque unos [los pames] están en las Haciendas y otros entre las breñas, peñascos de los montes, y en una y otra parte viviendo como brutos, en ellos no se reconoce acción buena y religiosa. Ellos no asisten a Misa; en tal o cual día de fiesta del año concurren en ella, [pero sí asisten] a un baile funesto y porfiado que en víspera y día tienen para contraer matrimonio, reciben a prueba la mujer; si les sale a gusto se presentan con sus testigos, y sin esperar proclamas ha de asistirlos el Ministro al matrimonio, y si así no es, se van y no vuelven, permaneciendo en su incontinencia como antes [bnff 1748: 20v, 21v].
Para 1743 se tiene noticia de que los pueblos pames vivían de la siembra de maíz y frijol, también del cultivo de la caña con la que hacían piloncillo y lo vendían para pagar el tributo y las obvenciones. Algunos de los pueblos contaban con cofradía, no obstante, las familias pames pocas veces se encontraban en los pueblos, una parte se regresaba a los montes a vivir, otros se iban a trabajar a las haciendas cercanas. En general, esto sucedía en todas las misiones de la Pamería, por lo que de las quejas más recurrentes de los franciscanos era la falta de feligreses; otra fue la falta de tierras para sembrar, situación que parece generalizada en los espacios habitados por los pueblos pames, que, con frecuencia, fueron reducidos por la fuerza, bajo una intensa presión militar en las misiones, donde, amén de carecer de lo necesario, no soportaban las exigencias de la nueva forma de vida y huían al monte o se suicidaban [bnff 1753: 11, 15v-17v, 20v].
Los pames en la Colonia del Nuevo Santander
En 1740 se intensificaron las acciones de los misioneros, autoridades y colonos para consolidar su presencia en el territorio pame. Hacia finales del siglo xviii, la antigua subdelegación de Santiago de los Valles se incorporó por completo a la intendencia de San Luis Potosí. Numerosos grupos de indios asentados en el norte de la Nueva España continuaban viviendo en rancherías dispersas en los cerros, habían tenido un contacto más irregular con la religión católica, lo cual se atribuía a la “poca aplicación” de los indios y a las inquietudes promovidas por varios cabecillas [bnff 1753: 81]. Con la intención de resolver estos problemas, las autoridades virreinales acudieron a José Escandón para que realizar una inspección cuidadosa de la Sierra Gorda y de la Pamería en general, con el fin de efectuar un diagnóstico de la situación material y espiritual prevaleciente.
Escandón emprendió su labor colonizadora con su ejército de mulatos, quienes le ayudaron a llevarse por la fuerza a los pames que encontraba en los cerros y misiones. Si bien la población negra no fue muy numerosa en la Pamería, la población mulata que generó tuvo una expansión acelerada a lo largo del periodo colonial.13 En general, el coronel Escandón dio preferencia al arraigo de españoles e intentó restar fuerza a los misioneros y abogar por la secularización de algunas misiones. Además, favoreció el exterminio de los pueblos indios que habitaban Tamaulipas, ya que creó pueblos mezclados donde convivieran españoles e indios, incluso trajo mestizos y mulatos campesinos y fugitivos de la justicia. Con el transcurso del tiempo, esta situación aceleró la perdida de las lenguas y grupos indios de esta zona, que incluían a los pames. Tal esfuerzo, hacia mediados del siglo xviii, se habría de transformar en un proyecto del gobierno superior, de hecho, en 1747, cuando la Junta General de Guerra y Hacienda tomaba la decisión de establecer la Colonia del Nuevo Santander a cargo de José Escandón, el auditor Altamira, junto con otros funcionarios virreinales, se lamentaban del atraso colonizador que se padecía en el noreste, a pesar de tantos años de presencia franciscana, y que ponía en grave riesgo la expansión en la Colonia del Nuevo Santander, debido al poder y privilegios que tenían los misioneros. Fue entonces, cuando surge la necesidad de aplicar una nueva política de poblamiento sustentada en la secularización de las misiones y en la creación de poblados mixtos, donde convivieran los indios y los vecinos. Sin embargo, para poder llevar a cabo sus planes colonizadores, Escandón requería de movilizar a los pames que vivían en las misiones de la jurisdicción de la Villa de Santiago de los Valles [Osante 1997: ix].14
Escandón repobló los asientos de varias misiones abandonadas en la Sierra Madre con colonos europeos a mediados de los años cuarenta del siglo xviii y exploró las tierras bajas en 1747; a finales de 1748, volvió con un grupo considerable de voluntarios para fundar unos 20 asentamientos en el transcurso de siete años. Se mantuvieron varios indios en las misiones, pero después de 1762 la mayoría se retiró a la Sierra de Tamaulipas Vieja o huyó al norte para unirse con los apaches, debido al descuido en el que se encontraban muchas de las misiones:
[…] ya que el esquema de población dio prioridad al establecimiento masivo de villas de españoles, resguardadas por escuadras militares y compañías volantes, y dejó la fundación de las misiones relegadas a un segundo plano, siempre bajo la protección de los asentamientos civiles y la permanente vigilancia del poder militar que gobernaba la Provincia [Santa María 2000: vi].
Los colonos, que entre 1748 y 1749 trajo Escandón, provenían en su mayoría de Nuevo León, mestizos y mulatos en gran parte, campesinos, agricultores y algunos fugitivos de la justicia, atraídos por la oferta de gratificaciones en moneda, tierras y exenciones de impuestos. Se dice que también acompañaron a Escandón los indios tlaxcaltecas. Al respecto, Patricia Osante apunta que:
La presencia, en 1757, de 1,512 familias, con número aproximado de 8,869 individuos de distintas edades [de españoles, mulatos, negros, mestizos e indios], de similar condición social y dedicadas a diversos oficios […] es claro indicio de la trascendencia que este grupo social tuvo como mano de obra importada dentro de la estructura económica de la Provincia [Osante 1997: 216].
El dictamen respecto de la zona daba cuenta de una realidad preocupante: “se hallan dispersos los indios en los montes” [bnff 1753: 61v]. Los pames continuaban viviendo “casi con la misma barbaridad que lo hacían en el gentilismo” [bnff 1753: 56v]. Se habían invertido muchos años y recursos económicos, a cambio de lo cual los franciscanos lograron escaso adelanto material, espiritual y poco éxito en la formación de las misiones. Para concretar el avance español y congregar definitivamente a los pames, era importante que Escandón y los franciscanos difundieran una visión negativa de las características de este grupo étnico. Como solución al problema, Escandón obligó a una parte de la población pame a ir hacia el norte del territorio para establecerse en las villas y misiones de la Colonia del Nuevo Santander en Tamaulipas. En el siglo xviii este territorio estuvo habitado por grupos a los que se les denominó como tamaulipecos [Eguilaz 1965: 45- 59] [véase Valdés 2017: 77-202].15 Fidel de Lejarza anotó que en 1746:
El reconocimiento se llevó a efecto de acuerdo con las instrucciones recibidas de antemano, y sus resultados fueron el empadronamiento de 303 familias con 1234 personas de indios pames que vivían dispersos en la fragosidad de los cerros y montañas de la sobredicha Sierra, en distintos y distantes parajes próximos al río del Desagüe y en sus orillas hacia el Oriente y Sueste. […] Así, en Sierra Gorda, vagaban principalmente los pisones, seguillones, janambres y pames, hechas naturalmente y con más expedición a las fragosidades y malezas de su domicilio y que venían a ser de las tribus más numerosas y atrevidas. Con esta ventaja, se hicieron verdaderamente temibles en sus ataques y retiradas, no sólo a sus paisanos y consalvajes, sino a los mismos españoles en la Tamaulipa Oriental radicaban los vejaranos, mariguanes, simariguanes, monanas, palalguepes, pasitas y anacanaes, que, unas veces en guerra y de acuerdo otras con sus vecinos, rastrean y talaban todo aquel territorio […] Entre esta variedad de naciones había algunas que, por más vigorosas y astutas, se hicieron temer de las demás. En este sentido, los pames, pisones y janambres fueron durante el tiempo de su gentilidad, las dominantes y más temida en las armas [Lejarza 1746: 26, 39-40].
Escandón fundó 14 pueblos españoles y misiones de indios, al gobierno español le pareció importante porque la consideraban aún llena de “gente hostil y salvaje”, además que deseaban obtener nuevas y seguras rutas de comercio que comunicaran al centro y este con el gran territorio noreste [Meade 1942: 32-36]. Legarza afirma que:
En 1746 la mayor parte de los [indios] que en fechas anteriores se habían reducido se hallaban sublevados en la sierra haciendo causa común con los no sometidos y siempre rebeldes. Para entender en su pacificación y reducción fue enviado el Padre Ortiz de Velasco y se habían tomado las diligencias más eficaces en orden a quitar de allí aquel padrastro y borrón, dejar expedito el paso al comercio entre la Huasteca y Mesitlán, y evitar la comunicación entre los indios pames y otras naciones de la gentilidad que desde la mencionada Sierra Gorda hasta la bahía del Espíritu Santo y Nuevo Reino de León ocupaban la costa del Seno Mexicano [Lejarza 1746: 25].
Ante la resistencia que habían presentado los chichimecas, Escandón mandó a los españoles y mulatos a su servicio de visitar las localidades pames para llevarlos a las nuevas misiones y pueblos. Al respecto, en febrero de 1758 fray Ignacio Saldaña reportaba a su provincial fray Juan Bravo:
Por desgracia de no haber podido completarse el número de los misioneros, se han mantenido sin ministro Los Huayabos, El Zauce, Sta. María Acapulco y Tamitad hasta el día presente, que con los que han venido en estos últimos meses se han vuelto, pero las hallan tan destruidas y despobladas, como que con la ocasión de faltarles padre y todo respeto, se han entrado los caudillos de las nuevas poblaciones [Colonia del Nuevo Santander] y sin defensa los han llevado en colleras haciéndoles muchas extorsiones, vendiéndolos como gañanes en las haciendas Y temerosos de todos estos perjuicios toman el monte, y se acabarán por sin duda los pueblos si no se repara el daño […] pero no pueden mantenerse sin algún socorro, por lo menos el primero y segundo años, mientras hacen recolección de su gente y procuran reducirlos a sus propios pueblos, a los que aman como a su Patria [bnff 1765: 4].
Para 1762 aún eran hostigados por Escandón, quien con “látigo les acometía en un monte y sacaba en collera para venderlos en las haciendas” o para llevarlos a la Colonia del Nuevo Santander [bnff 1753: 8v]. Estos pames provenían, sobre todo, de las misiones de La Palma, Guayabos, Tamlacum y Santa María Acapulco. Obligados a permanecer en sus nuevos asentamientos —Valle del Maíz y el sur del actual Tamaulipas— solían huir a los montes y a veces ahorcarse. El informe de Ignacio Saldaña en 1762 nos habla de esta movilidad y maltrato a los indios:
Los pobres pames después de tantos años vivían tan hostigados y miserables, que en todo un año pueden conseguir un peso; tan cortos de espíritu que un caudillo con un látigo les acometía en un monte y sacaba una collera para venderlos en las haciendas, o para llevarlos como los llevaban a el Seno Mexicano, porque no habiendo podido conseguir el coronel Escandón la conquista de los indios incendiarios apóstatas de la Sierra de Tamaolipa y Sierra Gorda, dio por bárbaros a los indios pames para reemplazar sus proyectos, solamente porque vivían en los montes; de suerte que lo que los miserables hicieron por no tener en sus pueblos agua que beber ni tierras que sembrar, se les imputó a barbaridad, y esto dieron por motivo para llevarlos en colleras a trabajar a las poblaciones del Seno Mexicano, a mala ración y sin sueldo; de que resultaron las malísimas consecuencias de que unos se ahorcaron; otros, fugitivos de aquella esclavitud, perdieron la vida en poder de los bárbaros chichimecos sin permitir Dios que no se haya logrado una familia de más de mil que se llevaron solamente de esta Custodia; […] haciendo representación de los agravios que habían padecido los pueblos de mi cargo que como los caudillos llevaran indistintamente a los maridos sin mujeres, o al contrario mujeres sin maridos, con facilidad pasaban a segundas y terceras nupcias durante sus primeros consortes, por lo que me dio por absuelto sin la ejecución de su visita […] [bnff 1753: 8v-9, 17v, 19].
De los pames desterrados, unos morían en el camino o en las cárceles, otros eran vendidos a los obrajes, otros más huían; pero, una gran parte llegó al Nuevo Santander. Con el poblamiento de la Colonia del Nuevo Santander, los hacendados de la Villa Santiago de los Valles y de San Luis Potosí tuvieron la posibilidad de expandir sus propiedades en estas nuevas tierras y de iniciar un control económico y político de estos territorios [Noyola 2002: 42-43]. De 1748 a 1755 se establecieron 23 Villas, habitadas por 6 350 personas:
Escandón privilegió a los hombres prominentes durante su mandato, excluyó de los asuntos públicos a la mayor parte de los pobladores, quienes, además de atender sus tierras y ganado […] estaban obligados a prestar auxilio en caso de disturbios o amenazas sobre este territorio [Osante 1997: 132-133].
Después de 1750, los indios sobrevivientes tuvieron las opciones habituales: vivir en asentamientos misionales donde recibían provisiones y eran presa fácil de las enfermedades; retirarse a los escondites de las montañas desde los cuales podían robar ovejas y cabras o viajar rumbo al norte, a las planicies baldías. En 1751, 1754, 1763 y 1780 hubo epidemias de viruela que diezmaron a la población, la estabilidad demográfica se puso en riesgo, por miedo a contagiarse muchos indios huyeron de las misiones, en especial hacia la Huasteca. Como consecuencia, en estos años se registraron considerables disminuciones de población en las villas de la Colonia.16 Lejarza informa que:
Aparte de este considerable núcleo de indios congregados, había, en otra hacienda inmediata, propiedad del mismo Escandón y mantenidos por él a sueldo y ración, otras 40 familias de indios pames, apóstatas de la Misión de Río Verde, a quienes sacó de las asperezas de la Sierra Gorda, y se van instruyendo en los rudimentos de nuestra santa fe y vida sociable; componen 160 personas que son de conversión, año 1757 […] En una hacienda próxima, distante como un cuarto de legua de la villa, se hallaban asimismo establecidas como veinte familias de indios pames, que se compondrán de unos sesenta indios cristianos; los cuales, en consiguiéndolo, quedaban tan satisfechos como si hubieran logrado cuanto pudiera apetecer un cristiano. Sin embargo, si no manifestaban aversión, sí una ingente pereza a las demás acciones cristianas, especialmente a la instrucción en los rudimentos de nuestra santa fe católica y ley divina: lo que, no obstante de ser muy útiles para el laborío, lo concibo muy nocivo para la propagación en que laboramos; porque si se compelen, pueden a su vista retraerse los infieles; si se permiten en este género de vida, como hasta ahora se ha sufrido y sufre, es muy escandalosos y puede radicarse en los infieles, lo que no parece conveniente en este nuevo plantío [Lejarza 1746: 204-206].
Para 1788 existían las siguientes villas que registran población pame en la colonia del Nuevo Santander: Villa de Santa Bárbara, poblada por nueve indios pinzones, 39 familias pames y 359 de mulatos y sus mezclas. En la Ciudad de San Juan Bautista de Horcasitas había 33 familias de españoles con 186 individuos y de mulatos con 115 familias; había dos parcialidades: la de San Miguel, poblada con 39 familias de huastecos y la de Santa Cruz, con 33 familias pames; y Villa del Dulce nombre de Jesús de Escandón estaba habitada por 24 familias de españoles, 88 familias de mulatos, negros y mestizos y cinco familias de indios pames [Herrera 1999: 9, 100-102].17 Al respecto Lejarza escribe que la Misión de Palmilla en el Nuevo Santander se componía de:
[…] dos naciones de indios habían congregado en su Misión: pisones y pames. Todos disponían de sus jacales pegados a la huerta del Padre, quien, con su celosa aplicación, no ha omitido medio conducente a mantenerlos por las limosnas e instruyéndolos en la labor para que las cosechas proveyesen del maíz necesarios. Sin embargo, serios tropiezos habían malogrado en parte el fruto de sus sudores; pues los vecinos se habían apoderado de las mejores tierras, destinando a la Misión unas que ni siquiera estaban resguardadas de los ganados. Por cuyo motivo y de sus resultas los indios hubieron de soportar grandes trabajos, viéndose obligados a recurrir a las frutas del monte para atender a la propia subsistencia [Lejarza 1746: 175]. De la revista de indio venimos en conocimiento de su clasificación exacta por castas. Tienda de Cuervo, obtenida la anuencia del misionero, los hizo formar a todos y reconoció ser los siguientes: janambres, 28 de arco y flecha, y entre todos 76 personas; pames, 48 de arco y flecha, con un total de 139 personas; pisones, con sus rancherías en el sitio de La Laja, componíanse de 6 de archo y flecha con 31 personas. El número total de las tres castas ascendía a 246, todos bautizados y casados por la Iglesia, sujetos a campana y doctrina [Lejarza 1746: 244].
La Misión Vieja estaba poblada por pueblos janambres, pisones y pames. Los pames se componían de setenta y siete familias, “que hacen ciento cincuenta y cuatro cabezas y ciento cuarenta y seis individuos, viudas, muchachos y muchachas” [Lejarza 1746: 245]. La misión de Tienda de Cuervo, administración de la villa de Escandón, corría a cargo de Fray Francisco Rafael Boronda y tenía agregadas a la Misión 13 familias de indios pames. Los bienes pertenecientes y destinados a la congregación de indios fueron 50 reses de hierro arriba, 15 yuntas de bueyes, 140 cabras y 50 ovejas [Lejarza 1746: 267]. En Tienda del Cuervo habían “once pames de arco y flecha, otras tantas mujeres y dieciséis pequeños, bautizados también, sujetos y acuden puntualmente a la instrucción de catecismo. Todos estos indios tenían sus jacales pegados a la huerta del Padre” [Lejarza 1746: 281]. En la Loma del Refugio a las afueras de la villa se encontraban en los montes alrededor de 56 indios pames que vivían en sus jacales, “habitaban con el ministro, pero no se habían dado título de las tierras […] y para su manutención yo he sido el que, habiéndome de molestar mis bienhechores, les he mantenido; y el único medio que hallo para su establecimiento es trabajar [Lejarza 1746: 268].
En toda la jurisdicción la práctica extensiva de la ganadería arrinconó a los indios y su agricultura en las cañadas y las partes más abruptas de la sierra, además favoreció la formación de haciendas sustentadas por el trabajo de negros, mulatos, mestizos y de indios desarraigados parcial o totalmente de sus pueblos. José Alfredo Rangel, en su estudio apunta que:
En el primer siglo miembros de familias de las elites novohispanas que tenían su residencia en las ciudades del centro de virreinato acapararon la propiedad de la tierra, mientras se establecían misiones franciscanas para evangelizar a los indios “chichimecas” de la región. La ocupación del territorio se caracterizó por la formación de extensas propiedades y por el otorgamiento de fundos legales a misiones y pueblos de la región. Tanto en Rioverde como en la parte norte de Santiago de los Valles se formaron propiedades que posteriormente dieron lugar a haciendas como la Ciénega de San Nicolás de Cárdenas, San Juan Evangelista del Mezquite, San Diego de Rioverde, San Ignacio del Buey, Minas Viejas, entre otras. La riqueza no se basaba en la minería, el fundamento era la propiedad de la tierra, aunque fuese agreste, pedregosa o desértica; en general se dedicaba a la ganadería o se arrendaba. Al aumentar la presencia novohispana la presión sobre las tierras dadas por el rey a las misiones creció considerablemente [Rangel 2008: 85].
No obstante, los diversos pueblos indios no dejarían de luchar por sus tierras, que como menciona con acierto Luis Arrioja:
[…] los pueblos indios se integraron enormemente con la tierra, y de dicha relación derivaron tanto personalidades como funciones; de ahí, entonces, que resulte imposible separarlos, pues los pueblos han vivido con apego a la tierra por concebirla como fuente de bienes y servicios. Además, la tierra ha sido un elemento para definirlos, para fomentar su desarrollo y para oponerlos unos a otros; de ahí la irreductible y perpetuo del conflicto por la tierra [Arrioja 2011: 21].
Lo que se puede observar en el caso de los pueblos pames del norte es que hay procesos de transformación y de permanencia, es difícil poder analizar las variables de demografía y producción debido a que no se cuenta con suficientes documentos para ello, pero, se sabe que hubo periodos donde se intensificaron los reclamos, por ejemplo, en el siglo xviii. Durante el periodo colonial se observa cierta organización de los pames del norte para mantenerse, para reclamar su territorio y para obtener recursos, por ello los pames dividieron su tiempo y espacio entre el monte, la hacienda y la misión; en la hacienda trabajaron como peones, en el monte, además de cazar y recolectar, reproducían sus prácticas culturales y las fortalecían, cuando pudieron, en la misión sembraron la tierra y elaboraron objetos para la venta. Esto permitió a los pames controlar los diversos espacios: hacienda, misión y monte, para obtener los recursos necesarios y, en algunos casos, tener un pequeño excedente, de forma que lograron mantener o ampliar el acceso a recursos de diversa índole —tierras, fuerza de trabajo, servicios o dinero. También les permitió poner distancia frente a los misioneros, hacendados y autoridades españolas, para asegurar las bases de subsistencia, de identidad y de decisión cuando pudieron reclamar la recuperación de su tierra ante la Corona española. Durante el siglo xviii, la política de congregación resultó en el reordenamiento del espacio, sobre todo de los asentamientos indios, es en este siglo cuando podemos observar diversas movilizaciones, como la migración, el éxodo y el desplazamiento forzado.
Los pames que alternaron su tiempo y vida entre la misión, el monte y el trabajo asalariado en las haciendas preservaron sus patrones culturales. Esta movilidad y procesos migratorios fueron los mecanismos que les permitieron reproducirse, ya que por medio de ella lograron la apropiación material y simbólica del territorio. Gracias a sus movilizaciones mantenían la interacción social con otros miembros del grupo; se reunían y convivían en situaciones rituales, económicas y políticas. Para los pames retornar al monte significaba reforzar las prácticas rituales, las formas de gobernarse, organizarse, sobre todo, en tiempos de escasez en las misiones significaba la supervivencia [Gallardo 2011]. Al mismo tiempo, mantener los antiguos patrones de movilidad posibilitaba unir en matrimonio a miembros de distintas misiones, rancherías y pueblos. En este sentido, el matrimonio y el parentesco, que se generó con las alianzas conyugales, fueron elementos de suma importancia para reproducir los patrones culturales e identitarios.
Finalmente, en esta investigación se dio cuenta que los pueblos pames del norte han tenido una gran capacidad para adaptarse, transformar el entorno, aprender y ser al mismo tiempo maleables ante diversas formas de dominación y a los cambios en las condiciones materiales de existencia. Los pames aseguraron su persistencia mediante diversas estrategias que se vinculan con la conservación de posesión sobre la tierra, sistemas de producción novedosos como la horticultura, la agricultura y la producción de alfarería, con el trabajo asalariado y con la conservación de sus sistemas de organización ancestrales como la caza y la recolección, sin olvidar las alianzas matrimoniales con otros pueblos pames, sobre todo, su decisión de migrar cuando era necesario por su sobrevivencia.
Una parte importante del pueblo pame rechazó el sistema misional y consideró otras alternativas a su alcance como migrar a los montes, donde podían vivir de sus actividades tradicionales y mantenerse vinculados con sus anteriores espacios sagrados o migrar a otras estancias como las haciendas. No obstante, una proporción abundante de los pames aceptó permanecer en las misiones. Tal fue el caso de pueblos como Valle del Maíz y Alaquines, que tuvieron un desarrollo muy diferente al de misiones como La Palma, Guayabos, Santa María Acapulco, Tampasquid, Tamlacum y El Sauz, pues mientras en los dos primeros se logró conformar pueblos de indios, con autoridades pames y un protector español; en las demás no se pudieron conformar como pueblos unidos a la misión. En el caso de los pames que fueron deportados (desplazados por la fuerza) a la Colonia del Nuevo Santander el proceso de cambio fue radical porque este grupo se diluyó con la población mestiza hasta perder su identidad étnica.