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Cuicuilco. Revista de ciencias antropológicas

versión On-line ISSN 2448-8488versión impresa ISSN 2448-9018

Cuicuilco. Rev. cienc. antropol. vol.29 no.85 Ciudad de México sep./dic. 2022  Epub 05-Jun-2023

 

Dossier

Antropología y culturas mediáticas

Sociodiceas en red: psico, bio y necropolíticas, discursos culturales en la sociedad digital

Sociodicies on the web: psycho, bio and necropolitics, as cultural discourses in the digital society

Carlos Alberto Guerrero Torrentera1 

1Escuela Nacional de Antropología e Historia. INAH


Resumen

El artículo aborda tres discursos culturales en la red, la psico, la bio y la necropolítica. Con ellas, la sociedad contemporánea piensa e incide en las relaciones subjetivas, de género, clase, raciales, étnicas, ideológicas, migratorias, de crímenes de Estado o crimen organizado. A este proceso le llamo sociodiceas: amplios conjuntos narrativos y dramatizados en la sociedad digital y autoconciencia crítica de nuestra época. Asimismo, se proponen elementos conceptuales y analíticos concernientes a las teorías abordadas.

Palabras clave Sociodiceas; sociedad digital; psicopolítica; biopolítica; necropolítica

Abstract

This article addresses the issue of the three cultural discourses that can be found on the web, the psycho, bio and necropolitics. The contemporary society uses the three of them to reflect upon and impact on the subjectivity, gender, social class, racial, ethnical, ideological, migratory relations, state crime or organized crime. This process is known as sociodicies: vast narrative structures that are being dramatized in the digital society and represent the critical self-awareness of our times. Furthermore, the conceptual and analytical elements concerning the approached theories are being put forward.

Keywords Sociodicies; digital society; psychopolitics; biopolitics; necropolitics

Introducción

La sociedad digital permite la formación, circulación, intercambio y apropiación de tres grandes sociodiceas: las psico, bio y necropolíticas, que fungen para interpretar e interpelar un amplio conjunto de acontecimientos sociopolíticos del presente, como la autoexigencia productiva, el exhibicionismo y la futilidad del intercambio social; recalar en protesta contra la discriminación racial, la violencia de género, la desigualdad étnica, la migración forzada, el crimen organizado o la filtración de documento confidenciales de políticos y empresarios.

La psico, la bio y la necropolítica son tres sociodiceas distinguibles. Me agrada pensarlas en sus diferencias y articulaciones conceptuales, objetos intelectuales y contenidos que les nutren en la red. Garfinkel sostenía que la acción social, la intersubjetividad, el conocimiento práctico, la explicación del contexto de las acciones y sus racionalizaciones permiten el propio contexto donde acontecen. Las actividades, que los miembros producen y manejan en situaciones cotidianas, son homologables a los métodos que utilizan para hacerlos explicables. Por lo tanto, el interés práctico de los significados se entreteje con los métodos que usan los actores para (y en) la vida práctica. Una de las prácticas ordinarias de los mundos contemporáneos es la producción, recepción y apropiación de contenidos en los ecosistemas mediáticos que permiten una lectura en clave psico, bio o necropolítica; dinámica que descansa en ser una estrategia de lectura y una producción narrativa, es decir, un conjunto de proposiciones y actividades dramatizadas que otorgan coordenadas de sentido a los acontecimientos. Implica que están en red, en su acepción de web y en la de ser un entretejido para la subjetividad.

El artículo presenta un panorama de estas narrativas en la web, analiza y propone una concepción alterna para cada una, incluso presenta conclusiones del problema social abordado.

Sociodiceas en red

Tal vez nunca haya sido tan acertada la concepción de Geertz al entender la cultura como un discurso público y compartido. Como bien señala, no se encuentra en la cabeza de nadie, pero circula como práctica, disposición y marco de interpretación. En nuestro tiempo, ese discurso público de significados culturales aparece, comparte, tematiza, argumenta y replica —con la acepción de copia y de polémica— en redes sociales como YouTube, Twitter, Instagram, Facebook, TikTok, WhatsApp o Discord, en blogs, fotolog y videoblog personales, inversos o de microblogging; en plataformas que permiten el comercio electrónico, el acceso a filmes, documentales o bibliotecas digitales; en buscadores como Google, Bing o Ecosia, navegadores como Chrome, Opera o Firefox.

Se realizan múltiples narrativas en los universos digitales, sus medios, lenguajes y dispositivos. Gracias a ellas, diversos actores sociales significan, explican e inciden en realidades digitales y físicas que se encuentran entreveradas en un campo de sentido y mutua implicación. Couldry, en 2008, advertía: “Asistimos en los comienzos del siglo xxi a una ´narrativización’ (storytelling) de los acontecimientos” [Calvillo et al. 2016: 180]. En las sociedades mediáticas existe un vínculo entre mediación, modelos mentales y estructuras sociales. Los sistemas narrativos de lo político o, desde otro ángulo, de las relaciones de poder en el mundo contemporáneo se han incrementado con la democratización de Internet, los lenguajes multimodales, la convergencia de lenguajes y la diversificación de los dispositivos.

Los tres enfoques que abordo, psico, bio y necropolítica, configuran estructuras retóricas que posibilitan, mediatizan, configuran, enmarcan, explican y motivan relaciones de poder entre géneros, personas, agregados sociales y étnicos, estatales y militares. Estas sociodiceas configuran escenarios míticos con la dramatización de los antagonismos entre protagonistas y nuevos héroes culturales —mujeres víctimas de violencia y desigualdad, la diversidad sexo-genérica, grupos y colectivos subversivos o críticos de la sociedad de mercado, el sujeto autoexplotado en la ilusión libertaria, las poblaciones alentadas, dinamizadas y pastoreadas en el epicentro de la vida o, a la inversa, como blanco de masacres, genocidios y la geopolítica de la muerte— y sus correspondientes antagonistas —el patriarcado, la dominación cisnormativa, el capitalismo de plataformas, financiero y global, la vigilancia de los ciberpoderes del Estado y los mercados, la subjetividad depresiva, la militarización del ciberespacio en las redes encriptadas, el crimen organizado, sistemas de vigilancia en los dispositivos y por medio de los satélites de órbita terrestre baja— contienen elementos suficientes para ser consideradas sociodiceas de nuestra cultura contemporánea, cuyo catalizador, medio y recepción privilegiado se inscribe en y por medio de las tecnologías de lo digital y la información.

El término “sociodicea” ha sido utilizado en la literatura académica para referir al lugar del sufrimiento, el mal y la libertad humana en un espacio donde Dios se ha retirado [Giner 2015; Carbullanca 2021] y para describir las estrategias de reproducción de la dominación, en el marco de los pensamientos impensados, sobre todo en la obra de Bourdieu [2000, 2002]. En el presente trabajo me interesa el lugar del sufrimiento, la libertad y la dominación, pero más aún el lugar que ocupan en los relatos culturales en la sociedad digital; es decir, como grandes conjuntos narrativos que procuran aportar un marco explicativo e interpretativo, por lo tanto, de acción, en la contemporaneidad.

En ocasiones, ese relato se inviste como una gigantomaquia de cuya producción se alimentan diversas mitologías de las prácticas sociales; algunas de ellas, sobre todo en las demandas biopolíticas, se presentan como narrativas de la emancipación. Las redes, plataformas e interconectividad facilitan la producción, recepción, apropiación y reproducción de disposiciones emocionales, cognitivas y evaluativas donde se expresan acciones, prácticas y claves simbólicas para interpretar realidades como dominación patriarcal, el gran Otro de la astucia capitalista, el poder soberano sobre el cuerpo o la muerte como técnica de sujeción, control y legitimidad. Me inclino por el estatuto que lo psico, bio y necropolítico consiguen como estrategias narrativas, de incidencia en las relaciones sociales y los acontecimientos.

Internet facilita medios y mediaciones para el desarrollo de un pensamiento que se despliega como autoconciencia crítica de su tiempo; la psico, bio y necropolítica le integran. La red permite argumentar, acorde con las posturas intelectuales, que el mundo contemporáneo se describe, comprende y orienta más apropiadamente desde alguna de estas sociodiceas. Son narrativas para pensar, comprender y debatir el tiempo presente e incidir sobre él; alcanzan a constituirse, con gradación diversa, en marcos explicativos de la cultura planetaria.

Internet es una de las arenas culturales más significativas en el ámbito global, por medio de la cual circulan, distribuyen, negocian y confrontan significados, discursos y bienes simbólicos, procesos de subjetivación e identidad, así como arsenales multifacéticos de reflexiones sociales, filosóficas y políticas. En última instancia, de materiales antropológicos y etnográficos en el sentido de connotar y denotar las propiedades de elaboración cultural en contextos históricos. Otros antropólogos preguntan al sabio de la tribu, recopilan teorías, doctrinas, cultos, sistemas de pensamiento o mitos, es decir, las proposiciones en las cuales un pueblo, o sus expertos intelectuales, la piensan, tematizan y narran. En El Pensamiento salvaje, LéviStrauss señala que el hombre primitivo parece encarnar un filósofo perenne motivado no sólo por la sobrevivencia del entorno natural, sino guiado por la curiosidad intelectual y la sobreabundancia de significación. El sujeto posmoderno posee un talante semejante. El universo de la escritura, la imagen y los lenguajes audiovisuales, con frecuencia convergentes, expresan inquietud, aptitud y disposición por el pensamiento, clasificación, categorización, adscripción identitaria e inversión de horas de vida en la contemplación, impugnación y conformación de materiales simbólicos.

Mary Douglas [1998] define la cultura como el interés por lo común y lo que sucede en el entorno compartido, que implica adhesión a modelos intelectuales y morales, así como la protesta contra otros. Retomo esa acepción para añadir que, justamente, el interés por lo común en la sociedad digital conoce múltiples escalas de aproximación —local, regional, hemisférica o planetaria— que implica interés, curiosidad e intervención en fenómenos sociales, culturales, políticos, económicos o estéticos. Se ha formado una activa población en la comprensión local y cosmopolita que procura explicar, debatir y comprender diversas relaciones de poder entre géneros, grupos étnicos, sistemas religiosos, fuerzas militares contra población civil, de los mercados o los poderes del Estado, sus significados, atribuciones y repercusiones.

Jean-Marie Schaeffer [2009], al abordar críticamente la Tesis de la excepción humana1 , señala su interés por localizarla, de manera fundamental , en la cultura erudita donde Occidente reflexionó sobre sí mismo; la filosofía, en primer lugar, pero también en la teología o la ciencia política. De manera semejante, sigo la pista a tres tesis: la psico, la bio y la necropolítica como narrativas culturales que procuran dar cuenta de las relaciones de poder en las sociedades contemporáneas. Dichas tesis se escriben e inscriben con las mediaciones de una episteme que podría llamarse erudita, con la salvedad de que la episteme y la doxa se entretejen como práctica del sentido y conjunto de bienes simbólicos. Se presentan mediante la argumentación explicitada de proposiciones, pero también se deducen en un sinnúmero de contenidos que la sociedad digitalizada permite en dispositivos diversos (computadoras, celulares, tabletas o televisores), géneros (ensayos, artículos, testimonios, denuncias, biografías), lenguajes (fílmicos, sonoros, fotográficos o textuales) y tópicos (informativos, publicitarios o lúdicos). Las tesis fungen como objeto intelectual —reflexión de una civilización que piensa su época, condiciones y relaciones— y como criba que interpreta los acontecimientos pasados y presentes de las relaciones sociopolíticas y culturales.

Si se considera el ágora del ciberespacio, la digitalización y la hiperconectividad del Internet, esta matriz dramática se escenifica en vínculos regionales, hemisféricos o planetarios, que produce e intercambia materiales simbólicos. La elaboración de estas narrativas tiene una condición de posibilidad en aspectos diferenciables e interrelacionados que es pertinente considerar; por una parte, el tránsito de la figura del público, asociado a una relación vertical del consumo de contenidos a otra que postula la existencia de audiencias y estrategias de recepción, que refiere sobre qué hacen las personas con los contenidos mediáticos, se ha constatado que tiene exposición selectiva de contenidos y una relación crítica.

La multiplicación de pantallas, la migración de las audiencias y proliferación de contenidos van de la mano de estudios críticos de la recepción que, sobre todo en América Latina y con Martín-Barbero, Orozco o Fuensalida, enfatizan elementos sociales, culturales e ideológicos [Bermejo 2018]. La comunicación se encuentra multimediada por fuentes y contextos, además de la polisemia de los intercambios mediáticos y la creatividad personal [Orozco 2003], por ello, los estudios contemporáneos enfatizan la apropiación. Morales le define como la “disponibilidad, acceso, conocimiento, reflexividad, competencia, uso, gestión, elucidación, interacción, interactividad y proyecto” [2014: 2]. El término prosumidor señala que las personas no sólo consumimos con los medios, plataformas y tecnologías asociadas a la sociedad digital, sino que la frontera entre consumo y producción se vuelve difusa, cuando no indistinta, que también señalan los términos espectactor (Augusto Boal) o lectoautor (Isidro Moreno).

Para Scolari [2008] existen transferencias de conocimientos con los new media, medios interactivos, comunicación digital, cibermedios, cibercomunicación, eComunicación, superlenguaje, cosmopedia o transmedialidad. Producto de la crisis del modelo uno-a-muchos, que caracterizó a los medios masivos o tradicionales, se ha desarticulado con la disposición de la comunicación muchos-a-muchos que favorecen weblogs, redes sociales, correos electrónicos, wikis y plataformas colaborativas; ello implica interactividad, digitalización, reticularidad, multimedialidad e hipertextualidad.

Platón mostraba cautela respecto al discurso en el ágora; desconfiaba de quienes tenían mayor velocidad con la palabra que con el pensamiento; les llamó philódoxoi, “amantes de la opinión”. Según el modelo platónico, existen dos grandes divisiones en relación con la verdad: la doxa y la episteme. La doxa, está integrada por la imaginación (eikasía), sus imágenes (eikónes) devienen el conocimiento más lejano de la verdad y por la creencia o el hábito (pístis); refieren al mundo de lo opinable (doxastá). La episteme pertenece al mundo de lo inteligible (noetá), conformada por el conocimiento deductivo (diánoia), su paradigma son las matemáticas, y por la inteligencia (nóesis), cuya forma de conocimiento son los archaí.

Tal vez esa desconfianza por las imágenes, la velocidad argumental, la seriación de respuestas a lo ordinario y pragmático, mediada por la técnica, la máquina y la instrumentalidad del saber, atravesaron el pensamiento occidental, que incluían los planteamientos que Heidegger refiere como La época de la imagen del mundo y mantienen su vigencia al entender los contenidos en Internet como frívolos o efímeros.

El mundo en imagen y la imagen del mundo se rozan como superficialidad del Dasein casi mudado, si se me permite el retorcimiento, en Datsein o Bytesein. De serlo, representaría ya significativo como índice de una historia y una organización cultural, sin embargo, no se reduce a ello, circulan, difunden, distribuyen y conforman sofisticadas interpretaciones, reflexiones y propuestas en relación con los mundos contemporáneos.

Entre los aportes para la antropología y la crítica cultural de la Peña [2021] se encuentran interrogar, describir, analizar y comprender los mundos digitales con categorías conceptuales que incluyen el mito, el fetichismo, la ritualidad, el don, el hecho social total, el kula y la cultura entendida como sistema semiótico y de comunicación, en un ejercicio culturalmente localizado y simultáneamente comparativo. Efectivamente, los mundos digitales ofrecen saberes, prácticas y significados culturales que pueden ser interrogados y pensados en clave antropológica. Incluso, proposiciones filosóficas o de los philódoxoi, que alimentan la ecúmene del pensamiento en redes, blogs, plataformas y servidores, las recupero como parte fundamental de las emociones, cogniciones y elaboraciones del pensamiento, así como las prácticas cultuales actuales. En el caso de las tres sociodiceas implican sendas para algunas proposiciones sabias de nuestra época.

En ese tenor, argumentos, discursos, teorías, dialécticas o axiomas, que circulan en la red y abocados a pensar nuestro tiempo, condición y destino, son material etnográfico de actividad cultural, donde las personas sabias de la tribu movilizan recursos intelectuales, emocionales y políticos en la generación de sociodiceas; como tal, sus argumentos y los medios de los cuales se valen son tomados como materiales etnográficos.

Tres sociodiceas en red: psico, bio y necropolítica

La psico, bio y necropolítica son algunas sociodiceas relevantes que animan la acción intelectual y afectiva en diversos campos de las prácticas socioculturales. Lo psicopolítico se encuentra ligado al pensamiento de ByungChul Han. Para este autor, el sujeto contemporáneo, más que sometido a las disciplinas y coacciones de la experiencia fáctica, se enmarca en formas de sujeción sutiles, inmateriales y blandas, de las cuales la sociedad de los medios y digitalizada es esencial.

Desde el punto de vista de Han, la libertad (sus nociones, inscripciones discursivas y vivencias ordinarias) ha sido un episodio. El sujeto como proyecto libre es una forma de coacción interna, ligada al rendimiento y la optimización. La libertad parece convertirse en término alterno de la restricción dominante. El sujeto del rendimiento y la optimización, personaje de la sociodicea de Han, se presenta arrojado a lo ilimitado de su poder hacer. En el viaje imparable y acelerado de la responsabilidad y su exigencia, quizá despótica, este sujeto no encuentra la tierra prometida de la acumulación y parece susceptible a la depresión y el síndrome de born out, síntomas de la subjetividad de nuestra época.

En la seriación de un consumo que se abre al futuro y la infinitud, el trabajador, mudado en empresario en su autoexplotación, intercambia la lucha de clases por la lucha contra sí mismo. Desplegado como nuevo amo, el capital no posee, sin embargo, el rostro feroz del dominio. De ahí que la sociedad de la disciplina, vertical, que impide o restringe la palabra, expresada en un panóptico material o de vigilancias secundarias —servicios de seguridad— con el Estado como instancia de dominación y la exhibición negativa de su poder —negar la libertad— ha mutado a una sociedad de panóptico digital que promueve el uso de la palabra y tiende a la transparencia, donde el sujeto se enuncia, anuncia, evidencia y desnuda en la sociedad digital. El poder no tematizado, casi terso, casi invisible alcanza mayor eficacia y profundidad; no reprime la libertad: hace uso de ella; este poder aparece amable y permisivo, no se basa en la sustracción sino en la seducción, da facilidades; es inteligente, general y selectivo, inteligente porque se ajusta a la psique y alienta a la palabra, a participar y compartir imágenes, archivos y estados emocionales. El sujeto se autorresponsabiliza de su fracaso, de ahí que el neoliberalismo impida la aparición de resistencias; la transparencia es su dispositivo. La psicopolítica digital se vincula con el big data y el conocimiento integral del sujeto en la sociedad de la comunicación.

La sociedad disciplinaria, desde este ángulo, ha sido un momento de la historia. El topo es el animal adecuado para pensar aquel tiempo sociopolítico: del hombre cerrado y trabajador. En cambio, los mundos contemporáneos son mejor descritos bajo la figura de la serpiente: abierta y empresarial. Si la disciplina se concentra en la biopolítica y el cuerpo, la sociedad neoliberal se interesa por la psicopolítica y el alma.

Ciertamente, Han no es el único en trazar una sociodicea sobre la sociedad digital que tiene en cuenta los rasgos imaginarios, para el sujeto posmoderno, de su propia actividad. Desde un ángulo distinto, Assange advirtió sobre las “prácticas del orden internacional y la lógica del imperio” [2013: 7] ante los riesgos de la vigilancia estatal en un esquema de disputas geopolíticas. Debajo del tenue oleaje de las redes y plataformas utilizadas para el comercio, el ocio, la comunicación interpersonal o laboral, otras prácticas se agitan. Son las herramientas criptográficas utilizadas por gobiernos y ejércitos. El movimiento criptopunk establece: “Buscábamos proteger la libertad individual de la tiranía estatal y la criptografía era nuestra arma secreta” [2013: 2]. De ahí la ambigüedad de Internet: emancipación y autoritarismo. Bajo esta óptica, Internet es un espacio militarizado: “tus comunicaciones están siendo interceptadas por organizaciones de inteligencia militar” [2013: 39]. En cada mensaje entre parejas se interpone un soldado.

En su libro Conectografía [2017], Parag Khanna argumenta que se ha desplazado la guerra, de ser por el territorio a ser una batalla por la conectividad, la cual el 90% está en manos de 30 corporaciones. La organización global del ciberespacio tiene relación íntima con la expansión capitalista. De acuerdo con Khanna, se pretende “controlar, filtrar o proteger” flujos digitales, servidores y routers; contra ello, se siguen generando herramientas como Tor, redes privadas virtuales (rpv) y uProxy en esta batalla geopolítica y la ciberguerra, como los ataques de piratería, el robo de datos corporativos, de gobierno y la propiedad intelectual. En esta batalla el sujeto posmoderno tiene una incidencia directa, pero no transparente para su subjetividad. Internet no es un espacio al cual se acude, sino en donde se está, e implica que el sujeto es menos relevante en su materialidad que en su valor al añadir datos en las cadenas globales de suministros. Ricardo Hausmann lo denomina persona-byte.

En esta línea argumental, James Williams, antiguo trabajador en Facebook, plantea que nunca, como en tiempos recientes, el pensamiento y la acción de millones de personas depende de pocas manos, por ejemplo, las de Zuckerberg, ingeniero y empresario de Facebook, WhatsApp, Facebook Messenger e Instagram. Esto se relaciona con otra actividad fundamental de la subjetividad contemporánea: la economía de la atención y la industria de la persuasión. [Williams 2021: 42]. Ser persuasivo orienta a la formación de hábitos, como la disposición cognitiva, técnica y subjetiva de interactuar en el Internet.

Éstas son algunas coordenadas que no se enuncian como psicopolíticas, pero interactúan bajo el sentido de inferir un encadenamiento voluntario a la virtualidad, desarrollar contenidos en ocasiones monetizados que son, para millones de personas, una actividad traducida en trabajo gratuito de alimentación de redes, sitios y plataformas; se relaciona con la ingeniera de datos y la vigilancia voluntaria en dispositivos. El celular, dice Han, hace saber siempre en dónde te encuentras; nos denudamos ante él, es un pornófono.

Los cultivarredes (netcroppers) vuelven irrelevante la distinción entre ocio y trabajo e integran un elemento fundamental para la ampliación, circulación y recepción de las conexiones y la conectividad. Facebook, TikTok, YouTube o Instagram dan muestra de la sociedad de la transparencia, la economía de la atención, la persona-byte, la autoexplotación o la grácil serialidad de mostrarse, mostrar o ser mostrado. Están, además, los otros, ocupados por la figura de los youtubers que hacen comedia, retos, presentan sus viajes o tutoriales de videojuegos, realizan videos de bailes eróticos, conciertos musicales, festivales o concursos, también aparecen los tiktokers, que en pocos segundos realizan comedia con o sin fonomímica, presentan contenidos eróticos, por medio de bailes, exposición del cuerpo con desnudos parciales —incluye a miles de adolescentes, niñas y niños que lo hacen de manera voluntaria y lúdica— o recopilan sucesos inusitados (robos, persecuciones, accidentes o peleas callejeras), muestran compras, cambios de imagen, situación sentimental y logros profesionales. Facebook es un paradigma de las formas voluntarias de mostrar momentos de la vida (dolor, triunfos, anhelos); la participación en la vida familiar, académica, laboral, social o deportiva; sintaxis de una imagen del mundo.

Para complementar, la positividad parece dar cuenta de la psicopolítica contemporánea. TikTok, YouTube e Instagram son los arsenales. El cuerpo llamado hegemónico por movimientos decoloniales, de la negritud o feministas y que implica ser masculino, blanco, delgado e íntegro, mantiene presencia en contenidos personales, publicitarios y comerciales, pero se eclipsa ante la proliferación de imágenes, videos y textos que muestran orgullo, agenciamiento, erotización o promoción de productos y servicios, con cuerpos mutilados, rostros desfigurados en accidentes o de nacimiento, orgullosos de su obesidad, celulitis, enanismo, micro o macromastia, pieles morenas, negras, blancas o amarillas, pertenencias étnicas amerindias, asiáticas o de Oceanía. Todas las edades tienen acceso a mostrarse, desde bebés hasta personas envejecidas que muestran estilos de vida y la belleza nunca eclipsada por los años. Éstos son algunas de las geografías de los contenidos, pues consisten en otros referentes más, entre ellos y de manera sólo enunciativa, compartir obras pictóricas, escultóricas y de la historia de la fotografía, el video y el cine; respecto a ropajes y joyas, explorar la belleza global de puertas y ventanas, jardines, palacios, zonas arqueológicas, objetos, animales, paisajes sociales y naturales.

La positividad de los “alimentarredes” parece una subjetividad que asume la diferencia sin dolor. Los reels en Instagram o TikTok, la subjetividad sin dolor, parecen proferir una semántica de felicidad y satisfacción de la secuencia de lo efímero, de la satisfacción simple de lo vivo, quizá una variante del Potlatch donde los bienes simbólicos son la cantidad de videos subidos al día y la recolección de vistas, comentarios y aprobaciones.

Estos bienes simbólicos parecen una pujanza del optimismo, el tiempo libre y el consumo, pero cabe prudencia; tal vez sea una de las formas en que las personas se narran o presentan a sí mismas. Ya Goffman advirtió sobre las estrategias para presentarnos ante los otros e incluye confianza en el papel, tomarse en serio la actuación, fachadas (insignias relativas al sexo, la edad o la raza), modales, la realización dramática, la idealización —hacernos parecer mejor de lo que somos e incluye asumir los valores acreditados por la sociedad, por ejemplo, poner en la foto de perfil de Facebook el marco con la mejor causa en boga, antirracista, pro matrimonio igualitario o contra los feminicidios; lo políticamente correcto promueve una interacción de beneficio en redes y fuera de ellas— y el mantenimiento del rol expresivo —reducción polisémica de los símbolos y vigilancia de la autocensura. Goffman parece resumirse en la cláusula: No sólo vivimos, actuamos. Los perfiles de Facebook, Instagram o TikTok son muestra de ello. Como también la arena narrativa de Twitter.

En este tenor, César Cansino señala que Twitter se ha convertido en el “ágora de la deliberación y confrontación de ideas y opiniones” [2016: 11]. El Homo Twitter se sintetiza homo ludens y zoon politikon. 2 De acuerdo con Sánchez Galicia, García, Cansino, Caldevilla e Islas [2016], se tejen vínculos entre redes cibersociales, ciberactivismo, cibercampañas y democracia política. Internet y Twitter, en particular, permiten indagar las bases simbólicas de lo político y su relación con la opinión pública, la creación de medios de opinión autónomos y horizontales, la comunicación política transversal, por medio de la organización de ciberactivistas y la receptividad. Se ha llamado e-utopía a la sociedad de la ubicuidad, donde los agentes sociales —“prosumidores” de información, imágenes y sonidos— tienen una mentalidad global y local, entramada en la cultura virtual, híbrida y crítica.

La psicopolítica es una crítica a esa positividad y, en general, al estatuto de la imagen, el cuerpo, el sentido, sus marcos de interpretación y de interacción de contenidos, a las correlaciones entre el mundo digital y el mundo físico. Han sostiene en una obra, con el bello nombre de No-cosas, que “hoy el mundo se vacía de cosas y se llena de una información tan inquietante como esas voces sin cuerpo. La digitalización desmaterializa y descorporeiza el mundo” [2021: 10]. El orden terreno —físico— es sustituido por el orden digital; el mundo se informatiza. Nos volvemos infómanos en un mundo que intoxica de comunicación. Del Dasein y su negatividad en relación con la muerte, la preocupación y ocupación de sí, la relevancia otorgada a la mano, lo que está cerca y circundante, la tierra, el origen, la historización de su advenir, la serenidad del encuentro con el pensamiento y la demora para la meditación del ser, el cuidado, el curarse y “el estado de yecto”, se transita al inforg, más proclive al dedo —la sociedad digital tiene origen etimológico en la digitación, lo cual decodifica y descosifica—, la velocidad, el ruido, la evaporación de las cosas, la velocidad de los sucesos y la deshistorización por la imposibilidad de otorgar un estatuto narrativo.

El mundo escapa a la comprensión, pero sin el carácter del enigma, aun propio del sujeto histórico que parece fallecer a las orillas de nuestra contemporaneidad. Capturado en los algoritmos, el big data y la seriación de lo idéntico, no hay tiempo para la develación de la verdad y el problema que conlleva su indagación. La premura también deflaciona la confianza, las promesas y la responsabilidad, que ameritan un ritmo lento y no la aceleración y búsqueda de aceptación que otorgan los “me gusta” (like), la posibilidad de compartir contenidos o la acumulación de amigos y seguidores con los cuales no hay un encuentro en su alteridad. En la sociodicea de Han, la espiritualización del tiempo presente no transita por la interiorización; el sujeto transfiere sus capacidades del pensamiento a la capacidad del mundo digital para pensar por él, pero cosas, medios y datos no piensan, no hay inteligencia artificial y la inteligencia física palidece, pues necesita de la pausa, el silencio, el encuentro detenido con las cosas, la memoria y el retiro.

El mundo digital parece desmaterializado, ubicuo y de no-cosas. Por lo tanto, en la tesis psicopolítica se eclipsan dos acontecimientos materiales, uno del orden de los saberes y las técnicas de poder, correspondiente a las disciplinas, y otro ligado a la anatomía viviente del humano, es decir, el cuerpo. De acuerdo con una idea fundamental de Han, la biopolítica foucaultiana es una experiencia ya pasada por sus implicaciones de administración de la muerte y gestión de la vida, la relación entre poder disciplinario y poder soberano, la explotación ajena y la obediencia del sujeto, así sus técnicas ortopédicas de edificación moral.

Han contrapone: la biopolítica es “totalmente inadecuada para el régimen neoliberal” [2014: 37]. La psicopolítica penetra el alma más que el cuerpo, es un psicograma. El neoliberalismo no se ocupa primariamente de lo biológico y lo corporal, sino de la psique. Es inteligente (smart). Ata desatando a los sujetos de sus vínculos fácticos. No es casual la relación —tal vez Han reintroduce la analítica entre res cogitans y res extensa— de compenetración psicopolítica y capitalismo que privilegia la producción inmaterial, incorpórea y la optimización del yo.

Coincido en el giro que la sociedad actual ha dado a la positividad, la enunciación narcisista que alimenta la producción digital y la proclividad al aumento de la eficiencia de los sujetos en el capitalismo (corporal, mental, económica y simbólica) y la centralidad de la emocionalidad, a su vez, en la necesidad de configurar nuevas categorías para dar cuenta de las realidades socioculturales del tiempo presente que ayuden a comprender críticamente la investidura hegemónica del capitalismo, tanto modo de producción, sistema cultural y generador de nuevas subjetividades. Pero presento algunas objeciones; el pensamiento de Han enriquece no solamente por su brillo y sagacidad, sino como lección metodológica; pensar bien y demasiado rápido no es siempre una ecuación feliz. En un estilo que recurre a la sentencia y los aforismos, Han parece renuente a los matices y es, sobre todo, unilateral; paradójicamente no da lugar a la negatividad, la cual es una de las categorías que le permite su crítica cultural contra la banalización de la experiencia, la positividad reinante en el discurso global, la autoexplotación o el narcisismo circulatorio en redes. La negatividad implica encontrarse con la oposición del pensamiento, dar un lugar a la contradicción y la multiplicidad. Antagonismo y síntesis no reconciliada con la diferencia.

Ya Adorno advertía la importancia, para la filosofía, de renunciar a la pretensión de la totalidad: “El pensamiento no necesita atenerse exclusivamente a su propia legalidad, sino que puede pensar contra sí mismo sin renunciar a la propia identidad” [Adorno 1975: 144]. La negatividad no es sólo producto del pensamiento o ingenua propiedad del mundo: es la cosa, incluso la no-cosa, la que da pie a la reflexión dialéctica, pues no está reconciliada, es contradictoria y múltiple, “siendo contradicción en la realidad, es también contradicción a la realidad” [1975: 148].

El pensamiento de la identificación anhela, más allá de las contradicciones, encontrarse con la identidad, pero la identidad supone unidad y dominación. Como elemento no siempre impositivo, el pensamiento debe tener una solución contra sí o en sí mismo, así que este carácter no totalitario se puede encontrar en la diferencia y lo no idéntico. Dialéctica, señala Adorno: “Significa objetivamente romper la imposición de identidad” [1975: 160] y romper con el énfasis de lo unitario como positividad, que se ha convertido en un fetiche, desde las fuerzas políticas y represivas, hasta la torpe valoración de los hombres con mente positiva. Es, también, una apología de lo existente. La negación no aspira a lo positivo, sino a demostrar que lo negado no era suficientemente negativo.

En este entendido, la sociodicea de Han parece no incluir la negatividad. ¿Es pensable en las técnicas de poder contemporáneo prescindir de la biopolítica? Considero que no es así, ni como acontecimiento en la facticidad social ni como reflexión cultural. Han integra la doxa y la episteme para describir las condiciones del presente; tal vez sea hoy cuando lo biopolítico contiene una vigencia y extensión peculiares al ocupar un lugar relevante en las sociodiceas contemporáneas, incluso las que se narran a sí mismas como emancipatorias y que hacen de su actividad integración, empatía y lazo social.3 Han señala que la ausencia de la mirada, causa principal por el Smartphone, es “responsable de la pérdida de la empatía en la era digital” [2021: 36]. En sentido contrario, postulo que las narrativas biopolíticas y necropolíticas están nucleadas por el empuje de la empatía por razones de orientación sexual, identidad de género, condición étnica, racial, migratoria, de indefensión ante el Estado, el mercado o el crimen organizado.

Una disposición de la subjetividad en el capitalismo tiene la impronta psicopolítica —inmaterialidad supuesta, riesgo ilusorio de la transparencia yoica, aumento de la productividad, explotación y autoexplotación, mercantilización de la vida, apertura a la hiperdiscursividad y las certezas libertarias—, pero no excluye, sino presupone su integración y posibilidad con dispositivos biopolíticos, es decir, del cuidado y aliento de la vida, emergencia de la población como categoría política y eficacia del poder soberano estatal. Más que un orden de sustitución se destaca una integración, que ya cierto pensamiento clásico llamó dialéctico, al no desaparecer, sino articular y comprender, las integraciones sin olvidar las diferencias y la negatividad.

Uno de los acontecimientos asociados al biopoder contemporáneo se localiza en la pandemia de covid-19, por medio de la cual los poderes soberanos, el cuidado de la población para conservar la vida, la regulación de espacios, horarios y procesos de socialización, tecnologías, indumentarias y control sobre los cuerpos tiene especial interés para la gubernamentabilidad. Esta experiencia biopolítica hace uso, extiende, diversifica y replica con y por medio de Internet, las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (tic), plataformas, redes sociales, servicios de streaming y mensajería instantánea. La alfabetización digital, conexión y conectividad en los dispositivos y por medio de las pantallas permite el diálogo entre instituciones de salud, centros de investigación y población, informar cuáles actividades están permitidas en el espacio físico y divulgar una pedagogía de la salud, el intercambio de opiniones y saberes que van de la infodemia y las fake news, que pasan por teorías conspirativas y la información con evidencia empírica y científica.

Algunos autores han atendido las relaciones entre biopolítica y pandemia por covid-19. Lazzareto [2020] inscribe su análisis en las luchas de las clases que pasan por la agroindustria capitalista (modificaciones genéticas, privatización del suelo, derroche de recursos para la producción), la financiarización de las relaciones sociales y la crisis sanitaria como lógica de la economía política que maximiza la ganancia, privatiza la salud y entiende (y atiende) el cuerpo bajo la lógica del lucro. Franco “Bifo” Berardi [2020] la aborda para situar la expansión del capitalismo global, Gustavo Yáñez [2020] insta a buscar nuevos desarrollos de lo biopolítico al trascender el totalitarismo y Preciado [2020] ve en las pandemias y su excepcionalidad un llamado a la innovación social, las prácticas del cuerpo y del saber. Sin embargo, todas estas analíticas son unilaterales al considerar el biopoder solamente en líneas de fuerza dirigidas sobre (incluso contra) la población. Estas concepciones, en vertical descendente, si se permite la metáfora, han sido de utilidad para reflexionar la pandemia y la biopolítica, pero obliteran la demanda de las poblaciones por ser biopolitizadas. No es de extrañar, puesto que son consecuentes con las principales líneas de investigación biopolítica.

Desde ese lugar, considero relevante la intuición de Han en su desconfianza en otorgar a lo biopolítico relevancia en el mundo contemporáneo, debido a que la tradición clásica de los estudios biopolíticos, de Kjellen en los albores del siglo xx, que pasaron por Binding, Dennert, Hahn, sobre todo, por Foucault, Agamben, Esposito o Preciado, parte de marcos interpretativos unidireccionales del Estado, gobierno, poder soberano y los mercados, dirigidos a los ciudadanos, sujetos o conglomerado de población. En esta orientación se encuentra también Han, cuando recupera la relevancia de lo biopolítico y la sociedad digital en la pandemia. Señala: “El Estado sabe por tanto dónde estoy, con quién me encuentro, qué hago, qué busco, en qué pienso, qué como, qué compro, adónde me dirijo (…) Una biopolítica digital que acompaña a la psicopolítica digital que controla activamente a las personas” [Han 2020].

Pero las perspectivas dominantes obliteran las demandas biopolíticas por parte de las poblaciones. En otros trabajos [Torrentera 2015; Guerrero Torrentera 2016], me he interesado en localizar y destacar la demanda de las poblaciones para ser biopolitizadas debido a que en esta singularidad descansan tanto ideaciones, emociones y prácticas de autonomía, como el intercambio de las relaciones de poder en términos de género, modelos de lo humano e instituciones de Estado.4

Incluso en el fenómeno global de la pandemia se perciben procedimientos de políticas públicas, los mercados y la sociedad civil en la dirección de las demandas biopolíticas. Por ejemplo, en la aceptación masiva y voluntaria de ser vacunados.5 Para ello, la sociedad digital, de servicios, aplicaciones, correos electrónicos y redes sociales ha sido y es primordial.6 Por ello, la tesis que sostiene el abandono de lo biopolítico es unilateral y la concepción solo negativa o restrictiva de lo biopolítico, que implica control, tecnificación, manipulación de cuerpos, extracción de valor de la vida para la plusvalía de capital y relaciones políticas, es también incompleto sin las estrategias subjetivas que demandan, desean y consideran relevantes las técnicas biopolíticas. El cuerpo biopolítico posmoderno atiende a estas lógicas por variadas razones: incorporación laboral, facilidad y legitimidad de interacciones, rituales y ceremonias, incluso a la tramitación psíquica de la ansiedad e incertidumbre que implica el contagio y sus fantasías de dolor y muerte.

Sin embargo, más allá del capítulo, masivo pero transitorio, de la pandemia, las demandas de ser biopolitizados se localizan en múltiples prácticas y significados. Atraviesan movilizaciones sociales como la disidencia y diversidad sexo-genérica, los feminismos, las nuevas masculinidades, la liberación animal y el ambientalismo. Considero que la demanda subjetiva es importante para entender una parte constitutiva y constituyente de las relaciones de poder, las elaboraciones culturales, las prácticas sociales y los vínculos intersubjetivos. Fundamenta una de las tesis primordiales a partir de la cual el pensamiento erudito de la época distingue una interpretación del mundo, le significa y transforma. En el marco de autonomía, real e ilusoria, de la exigencia al discurso, la “voluntad de saber” de sí y de los otros en torno a la sexualidad y el deseo, la identidad social, genérica, étnica y del lenguaje de los derechos, la biopolítica contemporánea proviene con fuerza inusitada, creativa, polifacética, plástica y molecular, desde personas y colectivos.

Algunas biopolíticas son hegemónicas cuando entretejen narrativas de emancipación, por lo tanto, las sociodiceas en las cuales se representan, así que hacen de los medios digitales y los ecosistemas mediáticos uno de los recursos principales para su actividad, recepción y apropiación de significados. Por ejemplo, el cuerpo transgénero y transexual —y el cuerpo es también pregnancia imaginaria, actividad inconsciente, fantasía— ilustra el procedimiento por medio del cual lo biopolítico ensambla las lógicas de políticas públicas, cambios legislativos, métodos de control y ordenamiento, con la movilidad social, la satisfacción personal y la transformación del sistema de sexo-género. Las redes sociales, buscadores y servidores implicaron un giro fundamental en la socialización del conocimiento, vivencia y significaciones de las dinámicas trans. Hoy en día es uno de los medios simbólicos prominentes para su activismo, por medio del cual comparten historias de vida, memorias individuales y colectivas en imágenes, videos y testimonios. Es tema discursivo para demostrar anhelos, denuncias de transfobia, incluso provenientes de feministas, la producción de contenidos audiovisuales, plásticos y performáticos. Es un espacio de elaboración y socialización de conocimientos y énfasis de la revolución corporal, cultural y de vínculos en contraposición a la opresión representada por la sociedad descrita, tematizada y objetivada como cisnormativa.

Las sociodiceas de los movimientos del género y sus narrativas de la emancipación incluyen a las movilizaciones feministas, que tienen en lo biopolítico una columna vertebral por la cual las relaciones de poder se encauzan en temáticas como la legalización de la interrupción del embarazo, el acceso a una vida libre de violencia. La autonomía corporal y vital, así como la demolición de la llamada cultura patriarcal, son un poderoso imaginario de movilización, adhesión y nucleador de malestares. Los feminismos de la cuarta ola serían impensables sin la interconectividad, las redes sociales como Facebook, Twitter e Instagram, YouTube, blogs, podcast, cadenas de correos electrónicos y de WhatsApp, webinarios, servidores y buscadores, que dinamizan las estrategias de socialización y acción política [Larrondo et al. 2019; Aruña et al. 2019; Parcerisa 2020], además ayuda a la configuración de un lenguaje y categorías comunes y la presentación de un sujeto político activo de la narrativa de esta sociodicea: las mujeres en la larga lucha por la igualdad, la vivencia de opresiones múltiples (clase, etnia, género, orientación sexual) la expresión de una semántica de la sororidad como praxis del empoderamiento político, emocional y discursivo. Esta hegemonía de los significados o, al menos, las fuerzas dramatizadas de la sociodicea, se generan y derraman en producciones culturales como las industrias fílmicas, el contenido de youtubers y la música popular que denuncia la violencia de género; sirve para una analítica del presente y una redescripción del pasado en clave feminista.

Un correlato a este movimiento polifacético y, a la vez, síntoma los cambios es la mercantilización del feminismo en música, ropa, adornos, literatura, experiencias terapéuticas o de socialización. Muestra de que el capitalismo —al cual se oponen vertientes feministas importantes y activas— consigue fagocitar lo que se le opone y devolverlo a la circulación.

Se utiliza el termino posfeminista [Giraldo 2019] para explicar un proceso, iniciado en Europa Occidental y América del Norte, que aúna empoderamiento de las mujeres, conectadas con el cuerpo, sensualidad, elección de la sexualización para el consumo simbólico y la autodisciplina; se relaciona con el éxito personal en las condiciones de equidad de género históricamente alcanzadas. El posfeminismo hace uso intensivo y extensivo de los medios digitales, plataformas, redes, servidores y buscadores.

Sin embargo, los feminismos han tenido otras vertientes narrativas y que ligan la biopolítica con la necropolítica, otra de las sociodiceas en red. La movilización en Twitter o Facebook es uno de los espacios fundamentales para la acción política, la evaluación de las relaciones de género, estrategias de intervención, movilización y visibilización de las llamadas violencias machistas. Desde esta óptica, la muerte es uno de los significantes primordiales por medio del cual se constituye la interpretación, valoración y denuncia de las relaciones entre hombres y mujeres, y de éstas, con las instituciones de Estado (policías, fuerzas armadas, tribunales, servicios de salud). Larrondo y Ponce [2019] mencionan la movilización que signan los hachtag: “#NiUnaMenos, nacido en Argentina por los femicidios y la violencia contra las mujeres; #BalanceTonPorc, creado en Francia siguiendo la ola del #MeToo; o el #YoSiTeCreo originado por el veredicto de la corte española en el caso de la Manada”. Podemos añadir en México el parteaguas simbólico de 2016 con la movilización y denuncia que implicó #MiPrimerAcoso y la Movilización Nacional contra las Violencias Machistas. A ello se pueden sumar escraches o tenderos virtuales que imputan acoso u hostigamiento de docentes y compañeros, la violación por parte de policías o fuerzas de seguridad. El feminicidio, real o potencial, cubre un espacio primordial para la actividad política y uno de los marcos principales en la retórica que describe las relaciones sociales signadas por la violencia y la amenaza mortífera en calles, fiestas, taxis, transportes públicos, hogares, centros comerciales o colonias. El patriarcado es uno de los significantes amo de nuestro tiempo y gran sintagma de las sociodiceas en red, aunque existen amplios aspectos de una sociedad pospatriarcal [Guerrero 2022].

La tematización de la muerte como elemento estructural y estructurante de las relaciones políticas no se restringe a las sociodiecas del género. Pleyers [2018] resalta la relevancia de las redes para la primavera árabe, el movimiento ocupa en España, de los indignados, en pro de la democratización en Turquía, Rusia, Brasil, Bulgaria o Senegal y movilizaciones mexicanas en torno al movimiento #YoSoy132. Como apunta Caldevilla [2018], la interactividad digital toca una dimensión narrativa determinante, procurando cooperación, comunidad, individualidad y ubicuidad.

La tesis necropolítica abarca una visión del mundo que integra las relaciones de poder de los Estados, las fuerzas de seguridad y el mercado en el marco de dominación y muerte contra conjuntos de población y agregados sociales; desde este espacio, la cultura política configura una doxa y una episteme. Queda por dilucidar el lugar intelectual y afectivo que se otorga a la eliminación biológica, intelectual y cultural por razones de clase, pertenencia étnica, sistemas de cultos, adscripción política o identidad racial.

Grandes movimientos del siglo xx construyeron discursos en torno a la legitimidad de la muerte. El capitalismo, en su vertiente nazi-fascista y democrática, hicieron de la muerte una narrativa emancipatoria o preventiva de peligros biológicos o políticos. El comunismo, en algunas doctrinas, por ejemplo, bolcheviques y maoístas, impulsaron una discursividad que entrelazó libertad y muerte. La lógica expansiva de la eliminación legítima del otro como campo de soberanía, defensa o protección reviste variantes expresivas, matices e intencionalidades.

Cuando Mbembé sitúa entre las genealogías conceptuales de la necropolítica los aportes biopolíticos de Foucault, junto con el estado de excepción y el estado de sitio, para el análisis de la vida, la muerte, la guerra y el terror, también da cuenta de las limitaciones que la sola dimensión de lo biopolítico conlleva para la explicación del racismo, la colonialidad, la guerra y el exterminio contemporáneos. En dichas prácticas hay una interconexión entre vida y muerte. Foucault, Agamben y Esposito le tematizan como tanatopolítica. Mbembé y la tradición decolonial le inscriben como necropolítica. Las guerras culturales, étnicas, religiosas, biológicas o de clase se han reflexionado en la legitimidad de un cruce que defiende la vida presente y futura del territorio, la historia, la civilización, la etnia, los cuerpos racializados, las creencias ancestrales o la dominación de clase con la legítima participación de eliminar o matar.

El pensamiento social de la última modernidad y la primera posmodernidad se abocaron a clasificar, reflexionar, tematizar y enmarcar estos mecanismos en términos tales como genocidio, ideocidio, culturicidio, etnocidio o feminicidio, para apuntalar condenas jurídicas, políticas y simbólicas contra quienes dirigen intencionadamente la eliminación de conjuntos de población. La narrativa necropolítica se inscribe como parte de la memoria histórica y a veces toma el sesgo de culto por los antepasados, prueba de ello, los numerosos documentales que circulan en YouTube en un régimen de lectura sobre la historia del comunismo o algunos de sus avatares en clave genocida,7 pero esta exposición selectiva de contenidos no se limita al comunismo, existen enfoques equivalentes para describir dictaduras del Cono Sur, intervenciones norteamericanas en el continente asiático, del nazi-fascismo y los conflictos étnicos de la antigua Yugoslavia y de Ruanda.

La narrativa necropolítica mira al pasado, del cual Internet es una de sus memorias vivas, ya que es una concepción del presente. Las relaciones de poder son descritas en sus objetivos mortíferos por medio de la desigualdad racial (Black Lives Matter), ocupación territorial (Palestina), represión policial (Chile, México o Nicaragua) o las migraciones masivas y forzadas. La concepción de aniquilamiento, dominación, terror político y despotismo que rigen las técnicas de poder moderno y contemporáneo, que incluye los procesos sociales genocidas, se desarrolla en la descripción necropolítica, la cual convoca movilización social, un dispositivo crítico con las instituciones de Estado y un conjunto teorizado de la desigualdad estructural, el capitalismo neoliberal, gore, post o neofascista, también se inscribe para comprender prácticas sociales relacionadas con el crimen organizado, la desaparición forzada de personas y la violencia callejera.

Como he señalado, la posibilidad de navegación jerárquica, no lineal, compuesta o múltiple, así como la hipertextualidad e hiperconectividad posibilitan o conducen una ruta narrativa que permite sostener, con datos y referencias, la consistencia necropolítica de las sociedades y la cultura, pero es una de las dramatizaciones o retóricas que ocupan, entre otras, la dinámica multifacética de la galaxia del Internet.

Conclusiones

La interactividad y la navegación son diversificadas. En relación con las sociodiceas abordadas, la hipertextualidad, las huellas digitales, los algoritmos y las iniciativas de los sujetos, dan pie a interactuar con contenidos que muestran sucesos y esquemas analíticos más próximos al mundo de las relaciones biopolíticas o, por el contrario, de mundos configurados por la experiencia de la muerte, el terror, la desaparición forzada, el aniquilamiento, las masacres y el genocidio, o, por afuera de estos circuitos, interactuar, recibir y apropiarse de contenidos que privilegian la diversión, el humor frívolo o el exhibicionismo, para dar testimonio de la amargura de la época de la imagen del mundo.

Pero, es posible saltar de una narrativa a otra, de clic en clic, en hipertextos que llevan por ramificaciones insólitas y alimentar tanto una, como otra de las dramatizaciones y espectacularizaciones, con las cuales se atribuyen significados culturales, que es viable con sujetos activos, alfabetizados digitalmente, consumidores y espectadores de contenidos, quienes igualmente los generan, reproducen, resemantizan y apropian. Los dispositivos y las tecnologías contemporáneas facilitan esa conformación del discurso cultural público.

Mi concepción es que las tres narrativas, tesis del pensamiento y la acción social se entrelazan en formas expresivas de evaluar, entender, sentir, significar y categorizar la experiencia. Sin duda hay decenas de otras narrativas y sociodiceas en red. En lo que concierne a las abordadas en el presente trabajo, cada una describe fragmentos de la complejidad de las relaciones sociales, históricas y mentales. Son rutas en las cuales nuestra época piensa, siente y localiza sus problemas y aporta algunas respuestas. Las sociodiceas psico, bio y necropolíticas implican fantasías, identificaciones, empatías, describen teorías sociales, forman y distribuyen bienes culturales, entretienen, tramitan y transfieren emociones.

Incluso la actividad misma en Internet, sus vías, mediaciones, lenguajes y formatos, pueden ser interpretados como favorecedores de una visión negativa del entorno mediático y social o productor de banalización y frivolidad. De la Peña [2021] va en esta dirección cuando aborda diversas fantasías que alimentan las redes y la sociedad digital en el imaginario erudito de nuestra época, que pasa desde las concepciones apocalípticas del neototalitarismo, representado por Sadin, Berardi, Han, Peirano o Davis, a otras concepciones que ven en las redes, el Internet, las plataformas y dispositivos el advenimiento y práctica de una era horizontal, plural, heterárquica y libertaria. Es decir, los apocalípticos y los integrados suman, dinamizan y enriquecen el propio espacio digital; son, desde la mirada antropológica, susceptibles de ser considerados informantes de su tiempo, su contexto civilizatorio y su configuración discursiva.

Tal vez Diltey tiene razón cuando postula que: “La lucha de las ideas del mundo entre sí no ha llegado a ninguna decisión en ningún punto capital” [Dilthey 1990: 49]. Las tres tesis abordadas son algunas de las variantes que buscan firmeza y validez para pensar el mal, el sufrimiento, la destructividad y también la libertad, el prestigio, el don, la responsabilidad, el entusiasmo por la vida, la responsabilidad del humano en un mundo desencantado y la épica de una época.

En los albores y el desarrollo del romanticismo, Schiller, Hegel o Marx supieron distinguir y tematizar que el entorno social, cultural y técnico era más controlable, experimentable y subordinado a la decisión y la autonomía. Sin embargo, a la par escapaba de la capacidad de control del sujeto y generaban la impresión de que el mundo se tornaba inasible y externo a la voluntad. Tal vez una experiencia semejante se promueve con la sociedad digital, al tiempo a la mano, prosumible y ajena, donde la escritura de la historia, la sociedad, el cuerpo, el pensamiento y la emocionalidad pueden tomar caminos paralelos o entrecruzados en relación con la psico, la bio o la necropolítica, dependiendo de las rutas posibilitadas por los algoritmos, la voluntad del sujeto y los marcos interpretativos para la acción, interacción y recepción de materiales simbólicos. Están en las redes (web) y estamos en ellas —como discurso. Tienden a la reproducción de una visión del mundo, pero incidiendo en el cambio cultural.

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1La Tesis, con mayúscula, refiere a diversas elaboraciones intelectuales occidentales que intentan dar cuenta de la diferencia ontológica del humano. Está integrada por cuatro tesis: suponer la diferencia de naturaleza entre el humano y las otras especies vivas; por ser la sede privilegiada del dualismo materia-espíritu; por sostener que lo propio del humano es el pensamiento; postular que para acceder al conocimiento del humano se requieren medios específicos no compartibles con otras especies.

2Entre los nombres posibles del humano de la época contemporánea, Vilém Flusser lo bautiza como Phono sapiens.

3Desde otra perspectiva, Vicente Serrano correlaciona biopolítica y Facebook al comprender la vida no solamente como una dimensión biológica, sino afectiva y al poder más allá de la soberanía y la ideología. Por ello, la biopolítica no sólo recae en objetos de jurisdicción (pueblo, soberanía) sino de veridicción (producción de una verdad). Un hecho singular es la producción de una biografía y una presentación de sí. La biopolítica halla una conformación simbólica y discursiva.

4Una de las propuestas próximas se encuentra en la obra de Heller y Freher [1995], quienes consideran la biopolítica desde el ángulo de los movimientos sociales: el ecologismo, en primer lugar, pero también el feminismo, la política sexual y la salud, en el proceso sociocultural que implicó la espiritualidad-corporeidad de la modernidad a un tiempo secular, colectivista y singularizada, inmanente y en oposición al dualismo alma-cuerpo. Es una posición teórica que se interesa por la enunciación de lo biopolítico para la transformación de las relaciones humano/naturaleza, hombres/mujeres, ética/dominación, Estado y sociedad política.

5Los porcentajes de aceptación pueden ser variables acordes con los contextos nacionales, a los sistemas de creencias y las decisiones personales que objetan, resisten o desconfían de la vacunación. Sin embargo, no altera el argumento central: la correlación entre mercado, instituciones de gobierno y población para las demandas y aplicaciones de técnicas voluntarias biopolíticas.

6En el contexto mexicano, por ejemplo, con las tecnologías de poder disciplinario, de vigilancia, gubernamentabilidad y biopoder, por medio de la inscripción en una base de datos con la Clave Única de Población, expresión del poder pastoral, la información de día, hora, sede y marca de vacuna que llega por correo electrónico, entre otros procedimientos.

7Entre otros, Stalin, el tirano rojo, Mathieu Schwartz (Francia, 2007), La cosecha de la desesperanza, Slavko Novystki (Ucrania, 1984) o La gran hambruna de Mao, Patrick Cabouat (Francia, 1984).

Recibido: 07 de Marzo de 2022; Aprobado: 02 de Octubre de 2022

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