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Historia mexicana

versión On-line ISSN 2448-6531versión impresa ISSN 0185-0172

Hist. mex. vol.70 no.4 Ciudad de México abr./jun. 2021  Epub 04-Mayo-2021

https://doi.org/10.24201/hm.v70i4.4242 

Artículos

Victor Serge en México, 1941-19471

Victor Serge in Mexico, 1941-1947

Beatriz Urías Horcasitas1 

1Universidad Nacional Autónoma de México


Resumen:

Este artículo examina la transformación de los planteamientos políticos de Victor Serge durante su exilio en México entre 1941 y 1947. A partir de una crítica al totalitarismo soviético y al régimen nazi, durante este periodo Serge realiza una reformulación del comunismo ortodoxo en el sentido de un socialismo renovado, contemplando la inclusión de los principios de democracia y libertad. Lo anterior provocó una escisión dentro del grupo Socialismo y Libertad, que anuncia las profundas diferencias que es posible observar entre la crítica antitotalitaria de Serge y el anticomunismo hacia el cual evolucionó Julián Gorkin en los años cincuenta. Utilizando como fuentes el diario de Serge en México, así como las publicaciones Análisis. Revista de Hechos e Ideas (1942) y Mundo (1943­1945), este trabajo propone que esta redefinición del socialismo estuvo muy influida por los intercambios que Serge mantuvo con un pequeño círculo de escritores, médicos y psicoanalistas de habla alemana y de tendencia antiestalinista, en tensión permanente con el exilio comunista que se encontraba también en México. En la crítica de Serge hacia la ortodoxia comunista convergen elementos del pensamiento marxista, la literatura y el psicoanálisis, introduciendo las variables del inconsciente y de la subjetividad en el análisis de los procesos políticos y sociales. La coincidencia de estas perspectivas en el marco de una reflexión política acerca de las consecuencias de la segunda guerra mundial es el rasgo distintivo del pensamiento de Serge en la última etapa de su vida.

Palabras clave: exilio antiestalinista; socialismo renovado; literatura; psicoanálisis; Victor Serge

Abstract:

This article examines the transformation of Victor Serge’s political positions during his exile in Mexico from 1941 to 1947. During this period, through a critique of Soviet and Nazi totalitarianism, Serge reformulated orthodox communism in favor of a renewed socialism that included the principles of democracy and freedom. This provoked a schism within the Socialismo y Libertad group, revealing the profound differences between Serge’s antitotalitarian critique and the anticommunist position that Julián Gorkin would move towards in the 1950s. Using sources such as Serge’s diary in Mexico and publications such as Análisis. Revista de Hechos e Ideas (1942) and Mundo (1943­1945), this article argues that this redefinition of socialism was deeply influenced by Serge’s exchanges with a small circle of German­speaking writers, doctors and psychoanalysts whose anti­Stalinism put them in constant tension with the communist exiles who also found themselves in Mexico. Serge’s critique of orthodox communism includes elements of Marxist thought, literature and psychoanalysis, introducing the variables of subjectivity and the unconscious in the analysis of political and social processes. The coincidence of these perspectives in the framework of a political reflection on the consequences of World War II is a distinctive feature of Serge’s thinking during the last stage of his life.

Keywords: Anti­Stalinist Exile; Renewed Socialism; Literature; Psychoanalysis; Victor Serge

Planteamiento

Victor Serge, quien murió en México en 1947, cierra su última novela, Los años sin perdón, con el asesinato de dos antiguos agentes de la Comintern cuyas trayectorias en Francia, la URSS y México se entrelazan en la trama de la obra.2 Los personajes centrales, Sasha y Daria, creen haber borrado sus huellas emigrando a México y escapado definitivamente de los enviados de Stalin que buscaban aniquilarlos. El relato da un giro inesperado cuando un agente estalinista encubierto bajo la figura de un explorador arqueológico estadounidense sigue su pista hasta una región rural recóndita en donde se escondían; durante una cena pone veneno en sus copas de vino sin que nadie sospeche de ello y finalmente escapa. Los críticos literarios se han referido a esta obra como “apocalíptica” en el sentido de que su núcleo temático es la destrucción generalizada al final de la segunda guerra y la percepción -con la cual el autor inicia también sus Memorias- de que se vivía un momento en el que no había evasión posible.3 El clima de persecución y la sensación de encontrarse en un callejón sin salida en donde la muerte los alcanzaría de manera inevitable es una constante en la obra de Serge, y también caracterizó el ambiente en el que vivió una parte del exilio europeo que llegó a México huyendo del nazismo, del franquismo y del estalinismo al inicio de los años cuarenta.

Este ensayo indaga la historia política e intelectual de un círculo de militantes antiestalinistas encabezados por Victor Serge, que vivieron en México en condiciones precarias durante la segunda guerra mundial.4 A pesar de encontrarse bajo la amenaza permanente de comunistas mexicanos y extranjeros, y en particular de agentes estalinistas que llegaban confundidos con el exilio antifascista, entre 1941 y 1947 Serge dio una nueva orientación a su reflexión política. Esta transformación evolucionó desde lo que fue su compromiso con la revolución bolchevique al inicio de los años veinte, hasta su militancia en las filas de la disidencia antisoviética durante los años treinta y cuarenta. Inmerso en la discusión acerca de los posibles desenlaces de la segunda guerra mundial y del panorama que se abría con el inicio de la Guerra Fría y de la amenaza nuclear, mantuvo un intercambio fecundo con un pequeño círculo de exiliados de habla alemana que eran también militantes antifascistas y antiestalinistas. En su mayor parte, eran individuos que habían sido comunistas perseguidos en la Alemania nazi y que, desengañados por el régimen soviético, habían pasado a la disidencia. Luchaban contra el nazismo desde una perspectiva diferente a la del exilio antinazi de filiación comunista que llegó a México en los mismos años. Profesionalmente eran escritores muy politizados y comprometidos con causas libertarias, o bien médicos psicoanalistas que introdujeron la variable del inconsciente en relación con el análisis de los procesos políticos y sociales. Mi argumentación en este ensayo apunta en el sentido de que las preguntas de estos escritores y psicoanalistas alimentaron el pensamiento político y la obra literaria de Serge al final de su vida. La convergencia de las perspectivas de un pensamiento marxista crítico, la literatura y el psicoanálisis, en el marco de un análisis político acerca de las consecuencias de la segunda guerra mundial, perfilaron una propuesta de renovación del socialismo que introdujo los principios de la socialdemocracia -en particular, la libertad-, ausentes tanto en la Alemania nazi como en la Unión Soviética y en las prácticas de los partidos comunistas nacionales.

Debido a que es muy común asociar a Serge con Trotsky es necesario advertir que no se profundizará aquí en el tema de la relación entre ellos. Cuando Serge llegó a México en 1941, Trotsky había sido asesinado un año atrás.5 A partir de 1923 ambos formaron parte de la oposición antiestalinista en la URSS y Serge se convirtió en su muy apreciado traductor del ruso al francés. En 1936 se produjo un distanciamiento entre ellos que culminó en una ruptura.6 Sus puntos de desacuerdo fueron diversos: la polémica acerca de la naturaleza del régimen que se había consolidado en la URSS con el afianzamiento de una casta burocrática dirigente y el ascenso del estalinismo;7 la postura de Serge frente a la Cuarta Internacional (1938-1939); la divergencia de interpretaciones acerca del Frente Popular y de la Guerra Civil española; el acercamiento entre Serge y el Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM). Richard Greeman señala que en el fondo de estas divergencias subyacían “dos concepciones sobre lo que se necesitaba hacer para resucitar el movimiento revolucionario tras la traición de Stalin”.8 En su diario y en otros escritos, Serge lamentó la intransigencia y el sectarismo que caracterizaron el final de la vida de Trotsky, atribuyéndolos al aislamiento intelectual y político en el cual se encontraba sumido en México.9 La ruptura con Trotsky le valió perder el respaldo político y económico que las redes trotskistas internacionales le habían proporcionado. A partir de este momento, escribe Jon Juaristi, Serge se convirtió en “un revolucionario sin partido” que conservó la vertiente anarquista que lo había marcado desde su adolescencia.10

La estructura de este ensayo es la siguiente. El apartado que sigue presenta una síntesis de la trayectoria política e intelectual de Serge, contextualizando su llegada a México y delineando el perfil de la disidencia antiestalinista con la cual coincidió política e intelectualmente. El apartado tercero aborda el tema de las pugnas entre exiliados comunistas y antiestalinistas, así como del acoso del cual fueron objeto Serge y sus interlocutores más cercanos por parte de comunistas mexicanos y extranjeros. El cuarto apartado examina el planteamiento en torno a la renovación del socialismo por medio de los contenidos de dos revistas publicadas en México por el grupo Socialismo y Libertad al inicio de los años cuarenta: Análisis. Revista de Hechos e Ideas (1942) y Mundo (1943-1945);11 propone también una interpretación acerca de la ruptura entre Serge y el grupo Socialismo y Libertad en 1943-1944. El quinto apartado explora el tema de la influencia del círculo de exiliados alemanes antiestalinistas en la redefinición del socialismo propuesta por Serge y se basa fundamentalmente en el diario que existe acerca de sus años en México. Para finalizar, se presentan algunas conclusiones.

Serge y los círculos del exilio antiestalinista en México

Victor Lvovich Kibalchich (alias Victor Serge) nació en Bruselas de padres rusos en 1890.12 Por su entorno familiar, desde su niñez estuvo influido por el anarquismo y el socialismo, y en su juventud se vinculó a organizaciones anarquistas clandestinas francesas (como la banda Bonnot), lo cual le valió una condena penal y la prisión entre 1913 y 1917. Ese año viajó a Barcelona, en donde colaboró con redes anarcosindicalistas publicando en revistas como Tierra y Libertad, uno de los canales por medio de los cuales llegaron las primeras noticias de la Revolución bolchevique a México.13 Emigró a la Rusia soviética en 1919 con el propósito explícito de apoyar el movimiento. Al inicio de los años veinte trabajó para la alta burocracia soviética como agente de la Comintern en Alemania y Austria, en donde entró en contacto con Georg Lukács y Antonio Gramsci. En estos mismos años fungió como corresponsal de L’Humanité, órgano del Partido Comunista Francés, y colaboró con la revista literaria Clarté dirigida por Henri Barbusse, en cuyas páginas argumentó en favor de la “literatura proletaria”. En tanto que escritor francófono ligado a la tradición de la literatura rusa participó en la Internacional Literaria, organización que generó poderosas alianzas políticas entre escritores rusos y franceses favorables a la causa de la revolución de 1917.14 Las alianzas en el seno de la Internacional Literaria, y en particular la intervención de André Gide ante Stalin, hicieron posible la liberación de Serge -expulsado del Partido Comunista Soviético en 1928 por oponerse al régimen estalinista- del campo de trabajo soviético de Orenburgo, en el cual estuvo preso entre 1933 y 1936.15

Al salir de la Unión Soviética vivió entre Bélgica y Francia hasta obtener una visa para México que fue gestionada por Julián Gorkin por medio de las redes del Emergency Rescue Committee encabezadas por Varian Fry desde Marsella;16 en paralelo, sus amigos estadounidenses Dwight y Nancy MacDonald le pidieron a Frank Tannenbaum interceder a favor suyo ante el presidente Cárdenas, de quien Tannenbaum era consejero y amigo.17 Llegó a México con su hijo Vlady en avión desde La Habana en septiembre de 1941, después de haber viajado varios meses en el barco Capitán Paul Lemerle, que salió del puerto de Marsella rumbo a la isla Martinica en marzo del mismo año. Además de Serge y de su hijo Vlady, el barco transportó -como lo señala Juaristi- a artistas e intelectuales que representaban a la vanguardia europea en el periodo de entreguerras: André Breton, Claude Lévi-Strauss, Anna Seghers y su marido László Radványi, el escritor Alfred Kantorowicz, así como el pintor cubano Wifredo Lam.18 A diferencia de la mayor parte de los emigrados de habla alemana en aquel momento, Victor Serge no era judío a pesar de haber declarado que hubiera estado orgulloso de serlo; fue un apátrida perseguido por el estalinismo en una Europa conmocionada por la segunda guerra mundial.

En medio de altibajos políticos y exilios en varios países, Serge fue un autor prolífico. Además de una importante reflexión política, escribió novelas, cuentos y poesías.19 Su trabajo literario estuvo estrechamente ligado a su percepción acerca del proceso por medio del cual la revolución de 1917 se había convertido en un sistema totalitario, término que es uno de los primeros en utilizar. De acuerdo con Richard Greeman, la obra literaria de Serge es un intento por dar voz a “los perseguidos, los oprimidos y los amordazados […] Serge fue cazado literalmente por la memoria de los caídos, de los camaradas muertos tras él, y su ficción fue tanto la absolución de una deuda como un intento de darles una especie de inmortalidad”.20 De ahí el carácter testimonial de sus novelas que, según Greeman mismo, se dividen en dos grandes ciclos. El primero se concentra en el tema de la “revolución” e incluye Deapaarecidos (confiscada), Gente en la cárcel, El nacimiento de nuestra fuerza, La ciudad conquistada y La tempestad (confiscada); todas ellas fueron escritas en la URSS “en condiciones de semicautiverio” y “relatan la llegada de los revolucionarios al poder”, así como el inicio de la decadencia del sistema.21 El segundo ciclo abarca las novelas que produjo entre 1936 y 1947: Medianoche en el siglo, El caso Tulayev, El fin del mundo y Los años sin perdón. De acuerdo con Greeman, el punto de convergencia de estas obras es el tema de la “resistencia” del pueblo ruso durante el régimen estalinista, así como el de la “casi completa destrucción del movimiento revolucionario independiente”.22 Más allá de la constatación de esta derrota, señala el mismo autor, la visión de Serge nunca fue pesimista.23

Además de terminar algunas de las novelas que corresponden al segundo ciclo consagrado a la “resistencia”, durante los años en que vivió en México Serge escribió un diario que recoge sus reflexiones de los últimos años de su vida, editado en francés bajo el título de Carnets (1936-1947) en 2012;24 se trata de un diario que es a la vez intelectual, político y sentimental en la medida en que muchos de los pensamientos y deseos del autor están dirigidos hacia su tercera mujer, Laurette Séjourné (19112003).25 Asimismo terminó sus Memorias de un revolucionario (1947), texto emblemático para la historia política e intelectual del siglo XX. En el prólogo a la edición española publicada en 2011, Jean Rière señalaba que más que “el relato minucioso y detallado de su vida” estas Memorias son una “exposición crítica de los acontecimientos históricos y sociales a los que tuvieron que enfrentarse los hombres de aquel tiempo”, un testimonio que “trata de dar cuenta y, al hacerlo así, también de rendir cuentas”.26

Por sus afinidades políticas, intelectuales y personales, estuvo vinculado a dos círculos de exiliados en México.27 El primero, integrado por militantes españoles que habían sido miembros del POUM -partido antiestalinista español con una fuerte presencia en Cataluña entre 1935 y 1937- y que animaron el grupo Socialismo y Libertad.28 Estuvo integrado por intelectuales y artistas exiliados en México ligados a diversas corrientes de la izquierda europea; su núcleo central estuvo conformado por los españoles Julián Gorkin (POUM), Enrique Gironella29 (POUM) y Juan Larrea (Cuadernos Americanos): los franceses Marceau Pivert (Force Ouvrière), Benjamin Péret y Jean y Dominique de Menil; el polaco Jean Malaquais. El punto de convergencia inicial entre ellos fue la discusión acerca de la naturaleza del fascismo nazi, los orígenes de la segunda guerra, la caracterización del estalinismo, la crisis del movimiento obrero y las causas de las derrotas proletarias. No obstante, entre 1943 y 1944 se produjeron fracturas ideológicas importantes dentro del grupo, que hasta ahora no han sido objeto de un análisis riguroso, y que anuncian las diferencias profundas entre la crítica antitotalitaria de Serge y el anticomunismo hacia el cual evolucionó Julián Gorkin.

La historiadora Olga Glondys ha mostrado que el grupo Socialismo y Libertad tuvo el apoyo de organizaciones anticomunistas estadounidenses por medio de los vínculos que a partir de 1940 Julián Gorkin entabló con Jay Lovestone, un viejo dirigente comunista y sindicalista estadounidense de origen lituano ligado al International Rescue and Relief Committee, que patrocinó la Comisión Internacional para la ayuda a los Refugiados Españoles.30 En abril de 1940, Gorkin habría solicitado a Lovestone “medios financieros para la actividad revolucionaria y antifranquista del POUM en el exilio”.31 Contando con este apoyo, Gorkin se puso al frente de organizaciones que ayudaron a los exiliados antiestalinistas y antifascistas en México, entre los que se encontraba Victor Serge. Entre 1940 y 1942, Gorkin fundó varias casas editoriales que publicaron textos antiestalinistas: Ediciones Libres; Costa-Amic y Publicaciones Panamericanas en colaboración con Bartolomeu Costa Amic; y finalmente Ediciones Quetzal, en donde fueron publicados dos números de la revista Análisis. Revista de Hechos e Ideas (1942).32 El historiador estadounidense Patrick Iber sostiene que las revistas animadas por el grupo antiestalinista exiliado en México recibieron financiamiento de la Federación Americana del Trabajo (American Federation of Labor).33 Gorkin abandonó México en 1948 y se trasladó a Francia, en donde colaboró en el Congreso por la Libertad de la Cultura (CLC) a partir de 1953. En plena Guerra Fría, esta organización se alineó ideológicamente con un liberalismo anticomunista y estuvo financiada por Estados Unidos. Gracias a su vinculación con el CLC, Gorkin dirigió la revista Cuadernos hasta 1963. Cuadernos fue la versión latinoamericana -de menor prestigio y calidad- de Encounter, editada en Nueva York, y de Preuves, editada en París por el mismo grupo.34

El segundo círculo de intelectuales cercanos a Serge en México estuvo integrado por algunos individuos de habla alemana de tendencia antinazi y antiestalinista, en permanente conflicto con el exilio alemán comunista. Como se mencionó anteriormente, este grupo se caracterizó por su posicionamiento político, así como por una inclinación profesional hacia la literatura y el psicoanálisis. Algunos de ellos se sumaron al grupo Socialismo y Libertad, en cuyas páginas expresaron sus ideas. Entre ellos se encontraban el neurólogo y psicoanalista Fritz Fränkel (18921944), quien fuera su interlocutor más cercano y cuyo fallecimiento Serge lamentó profundamente; el médico y psicoanalista freudiano Herbert Lenhoff; el escritor Michael Fraenkel y su esposa Daphne Moschos Gilliam; el pensador marxista alemán Otto Rühle y su esposa, la psicóloga adleriana y escritora feminista de origen checoeslovaco, Alice Gerstel; el escritor alemán Gustav Regler; el artista plástico austriaco Wolfgang Paalen.

A excepción de este último,35 todos ellos polemizaron y se enfrentaron al exilio alemán comunista con el cual coincidieron en México. Hay que señalar que en ambos bandos políticos -comunistas y antiestalinistas- había emigrados judíos.

La situación del Partido Comunista Mexicano (PCM) cuando llegaron los emigrados antiestalinistas arrastraba una profunda crisis interna que Barry Carr ha definido en los siguientes términos:

Para mediados de 1939 la apatía y la desmoralización se habían apoderado de amplios segmentos del PCM. Esta actitud era una reacción a las crecientes muestras de carrerismo y corrupción en el partido. La preocupación por la incapacidad del PCM para detener el giro conservador del régimen de Cárdenas, que se había iniciado en 1938, planteaba dudas sobre si el partido había acertado al caracterizar al cardenismo como una versión mexicana del frente popular.36

Por otra parte, desde su fundación en 1919,37 el PCM había sufrido los efectos de las directrices cambiantes y contradictorias lanzadas por la Comintern, creada ese mismo año por Lenin para ampliar y difundir el movimiento comunista a nivel internacional. En un principio, los comunistas mexicanos rechazaron toda colaboración con otros grupos de izquierda. Sin embargo, a partir de 1921 la Comintern decidió que había que conformar frentes unidos y aliarse con otras fuerzas revolucionarias, de manera que en 1923 el Partido Comunista apoyó la candidatura de Calles a la presidencia, en un momento en que el oficialismo se jactaba de representar al “bolchevismo”.38 Hacia 1928 la Comintern propuso la lucha de “clase contra clase” y el rompimiento de las alianzas establecidas con otros movimientos de izquierda nomarxista, como el de Sandino en Nicaragua. Esta estrategia, escribe Barry Carr, profundizó “las prácticas sectarias que siempre habían estado presentes en el PCM”, causando estragos entre 1929 y 1934.39 Durante el cardenismo, los comunistas se disputaron el control de los sindicatos con dos fuerzas muy superiores a las suyas: el aparato corporativo impulsado por Cárdenas y las redes de poder sindical que Vicente Lombardo Toledano había tejido con el sindicalismo oficialista encabezado por Fidel Velázquez. En 1937 la Comintern volvería a lanzar una nueva consigna -la de “Unidad a toda costa”-, que, de acuerdo con Victor y Lazar Jeifets, “resultó ser un golpe fuerte a la independencia de la izquierda y uno de los factores de su marginalización”.40 En nombre de la unidad, a fines de 1939 los comunistas apoyaron la candidatura de Ávila Camacho a la presidencia y trataron de vincularse al partido oficial en medio de un fuerte malestar interno, exacerbado por la cercanía entre Lombardo Toledano y la Comintern.41 A esto hay que añadir, como lo señala Daniela Spenser, que el PCM había caído “en desgracia ante la Conmintern por su falta de determinación de eliminar el ‘trotskismo’ del país y de su seno y por sus tendencias ‘pequeño-burguesas’”.42

El exilio alemán en México: la fractura entre comunistas y antiestalinistas

Los especialistas en el tema del exilio en México durante el siglo XX han estudiado las diferentes olas de migración judía antinazi de habla alemana, la normativa mexicana vigente y las organizaciones que visibilizaron sus problemas y demandas.43 El tema de los conflictos entre comunistas y antiestalinistas en el seno del exilio alemán ha sido poco explorado a pesar de que se trata de un problema central en el marco de la geopolítica internacional del momento.44 Alexander Stephan advierte que las actividades de las organizaciones antifascistas en México eran observadas de cerca por la embajada estadounidense, que informaba puntualmente al Departamento de Estado en Washington acerca de los vínculos entre los exiliados alemanes y la Unión Soviética, así como de sus intercambios con la comunidad alemana en Estados Unidos y en otras partes del mundo. Temeroso de que el exilio antifascista en México provocara la expansión del comunismo en el continente, el gobierno estadounidense creó en estos años una oficina del FBI en México a fin de contener el “peligro alemán”.45 Por su parte, el gobierno soviético desconfiaba de que los comunistas mexicanos y el gobierno lograran atajar las actividades de los grupos trotskistas. Al igual que la mayor parte de los exiliados antiestalinistas, Trotsky sospechaba de la presencia de agentes encubiertos de la GPU “entre los miles de españoles, alemanes, austriacos, franceses y otros exiliados europeos que empezaron a llegar a México en vísperas de la segunda guerra mundial [entre los cuales se encontraba, por ejemplo] Vittorio Vidali, el distinguido comunista italiano originario de la región de Trieste y combatiente de la Guerra Civil española, más conocido por su pseudónimo, Carlos Contreras”.46 Esta es la tela de fondo en la cual hay que situar las pugnas entre Serge y los comunistas -mexicanos y extranjeros-, así como considerar que las amenazas de muerte que pesaban sobre él no eran sólo producto de una imaginación novelesca.

El trabajo de Lizette Jacinto acerca de Otto Rühle y Alice Gerstel plantea con claridad los conflictos en el seno del exilio alemán antifascista a fines de los años treinta y principios de los cuarenta. Advierte que a pesar de que la mayor parte de los exiliados eran antifascistas que militaban contra el régimen de Hitler, existía una escisión profunda entre comunistas prosoviéticos y antiestalinistas. Dentro de la heterogeneidad de los perfiles políticos de los exiliados cabían “socialistas, comunistas, trotskistas, anarquistas, librepensadores, consejistas y otros”. Los Rühle-Gerstel -al igual que el resto de los integrantes del círculo intelectual antiestalinista encabezado por Serge- “se mantuvieron críticos y alejados de los grupos de exiliados que a la postre ganarían una presencia cultural y política mediante las diversas asociaciones y órganos de divulgación que fundaron durante su exilio en México”.47

La primera organización formada por los exiliados antifascistas alemanes fue la Liga Pro-Cultura Alemana, que existió entre 1937 y 1941.48 Una escisión entre comunistas y no-comunistas en el seno de la Liga dio lugar a la reorganización de los comunistas en el movimiento Alemania Libre -de tendencia prosoviética- y a la creación de la revista que llevó el mismo nombre a partir de 1942.49 El movimiento Alemania Libre no se fusionó con el Partido Comunista Mexicano y se mantuvo al margen de los asuntos políticos nacionales, tejiendo al mismo tiempo -como lo señalan Von Mentz y Radkau- “muy estrechos vínculos con comunistas mexicanos y, sobre todo, con organizaciones sindicales y con Lombardo Toledano y la Universidad Obrera”.50 Entre los participantes en Alemania Libre se encontraban Anna Seghers, Ludwig Renn, Paul Merker y Eric Jungmann que, de acuerdo con lo establecido por Serge, hicieron denuncias falsas ante el gobierno mexicano contra los emigrados antiestalinistas que formaban parte del frente antifascista y antinazi.51

Al margen de la Liga Pro-Cultura Alemana y de Alemania Libre, en 1943 el escritor marxista Gustav Regler -allegado a Victor Serge- fundó la Liga Antinazi de habla alemana en México con una orientación antiestalinista. La iniciativa de Regler no prosperó debido a la oposición comunista. Britta Emmrich señala que “los dos primeros años que Regler pasó en México estuvieron cargados de discusiones con comunistas alemanes que seguían estrictamente la línea del Partido y los preceptos de la dirección soviética. De éstos había un buen número en México”.52 Por otra parte, el grupo de “alemanes republicanos no-nazis” percibió a la Liga Antinazi como un espacio extremadamente politizado y en donde había escaso interés en difundir la cultura alemana.53

El pequeño núcleo de exiliados antiestalinistas de habla alemana, así como los militantes del POUM reunidos en “Socialismo y Libertad”, fueron objeto de amenazas y de agresiones físicas por parte de los comunistas mexicanos y extranjeros. En la entrada del 2 de abril de 1943 de su diario, Serge describe el ataque que sufrieron los asistentes a una reunión para conmemorar la muerte de Carlo Tresca, Victor Alter y Henryk Ehrlich54 en el Centro Cultural Ibero-Mexicano. Un grupo de aproximadamente cien personas integrado “por una mayoría ‘india’ reclutada por los dirigentes del pc español y mexicano, Mije, Comorera, Encinas y Contreras (Vittorio Vidali)”,55 irrumpió de manera inesperada en la ceremonia a la que asistían representantes de la colonia judía, del exilio socialista europeo y algunos simpatizantes mexicanos, destruyendo todo lo que encontraban a su paso y golpeando a los participantes al grito de “Son alemanes, enemigos de México”. Su objetivo era matar a Serge y a Gorkin, quien fue gravemente herido.56 Serge señala que, tres semanas antes, un grupo de comunistas encabezados por el agente estalinista Otto Katz había irrumpido de manera violenta en una reunión que conmemoraba la muerte de Victor Alter y Henryk Ehrlich en el Centro Israelita de México, al grito de “Muerte a los espías nazis”.57 En el segundo número de la revista Análisis, publicada por el grupo Socialismo y Libertad, Pivert, Regler, Serge y Gorkin denunciaron que los estalinistas y los agentes de la GPU estaban preparando el “asesinato del núcleo de socialistas revolucionarios que hemos encontrado asilo en México [en donde] nos creen aislados, simples refugiados políticos y más factibles al asesinato”.58

Además de los atentados a su vida, los estalinistas tendieron un cerco intelectual en torno a Serge, impidiendo la publicación de sus escritos en periódicos y revistas mexicanos: “imposible publicar una línea aquí; los estalinistas me tienen bloqueado en Así y sólo pronunciar mi nombre inspira miedo […] La penetración estalinista es tan grande que tienen agentes en todos los periódicos, incluso los de derecha”.59 Algo similar, o incluso peor, sucedía con sus textos en Estados Unidos, lo que le hacía imposible ganarse la vida y sobrevivir en México:

En Estados Unidos, los editores, directores de revistas y el gran público, no entienden nada de los problemas que planteo -que son aquellos del fin y del nacimiento de un mundo-. Los editores burgueses tienen miedo de un pensamiento revolucionario aunque esté expresado con extrema moderación (cierto es que en sí mismos los hechos son contundentes). Los editores de izquierda están estalinizados. Los emigrados socialistas no me quieren; para ellos soy un “trotskista” (lo cual les resulta muy cómodo) y en el fondo, la mayor parte de ellos teme la competencia intelectual. Los trotskistas aquí como allá me denigran y me detestan porque detestan la herejía. Estoy completamente bloqueado.60

La idea de estar completamente bloqueado se aplicaba no sólo a Serge sino también a los exiliados alemanes de tendencia antiestalinista. En abril de 1943, Victor Serge escribe en su diario que los espacios políticos y culturales creados por los comunistas alemanes reunidos en la Liga Pro-Cultura Alemana y en Alemania Libre estuvieron cerrados para los críticos de Stalin. El ambiente de hostilidad hacia ellos se agravó con la llegada de figuras estalinistas de primera línea como el ya mencionado Otto Katz (1895-1952), alias André Simone, un célebre espía checo -que se hacía pasar por francés- y que fue uno de los principales agentes de Stalin en la lucha contra el trotskismo.61 Katz enarboló la bandera antinazi con el propósito de recabar información y recursos económicos para los servicios secretos soviéticos en muy diversos círculos políticos, artísticos e intelectuales de Inglaterra, Francia, España, Estados Unidos y México. Terminó siendo condenado a la horca por órdenes de Stalin en 1952.62 Los vínculos de Otto Katz con el estalinismo y sus actividades en México no han sido hasta ahora suficientemente examinados, al igual que las maniobras de algunos agentes alemanes mencionados por Serge en su diario: “Bodo Uhse, que se volvió comunista después de haber formado parte de las organizaciones militares secretas; Lambert (zimmerman); László Radványi (Tiempo), marido de Anna Seghers; Gertrude Duby, que trabajó mucho tiempo en Nueva York”.63

Las observaciones de Serge en torno a los problemas puntuales que el círculo antiestalinista enfrentó con el exilio alemán de filiación comunista permiten observar con detenimiento las pugnas que marcaron la convivencia entre comunistas, trotskistas y antiestalinistas en México durante ese periodo, más allá de la solidaridad que entrañaba el hecho de ser, en su mayor parte, perseguidos por el régimen nazi. En la entrada de su diario del 4 de abril de 1943, Serge hace referencia a una carta de denuncia ante las autoridades mexicanas que los comunistas alemanes firmaron acusándolo de formar parte de la quinta columna nazi. Evoca también el encuentro casual con Anna Seghers en un autobús en el centro de la ciudad de México: al verla subir con su hija Ruth, Serge se acerca a ella -que inicialmente finge no entender el francés ni reconocerlo- y le pregunta si no se avergonzaba de haber firmado declaraciones falsas en contra suya. A lo cual añade: “percibo su turbación y creo que va a romper en llanto, lo cual estaría bien. Pero aprieta los labios, se levanta de su asiento y […] recobrando la seguridad en ella misma se dirige a mí para decir: ‘Jamás me avergonzaré de combatir a los hombres que atacan a la URSS’”.64

Renovar el socialismo

En enero de 1942 apareció el primer número de Análisis. Revista de Hechos e Ideas bajo la dirección de Julián Gorkin y editada por Bartolomé Costa Amic. Más que como un “órgano de partido”, la publicación se presentaba como una “tribuna libre y abierta a todas las tendencias obreras que tengan algo positivo y constructivo que decirle a la clase obrera”.65 En este número Serge publicó el artículo “El futuro de la URSS”, en el cual planteaba que la segunda guerra mundial había debilitado a Stalin y fortalecido a los grupos opositores dentro de la URSS. Su planteamiento era optimista y se basaba en la idea de que el surgimiento de una “democracia socialista renaciente” suplantaría a la “burocracia estaliniana”: los “nuevos hombres […] templados en la guerra inhumana y en las experiencias del totalitarismo, darán el alma a la democracia soviética del mañana”.66

De Análisis se publicaron sólo dos números, pero a mediados de 1943 el grupo Socialismo y Libertad lanzó la revista Mundo, que buscaba “crear un clima de discusión y de democracia entre los diferentes grupos revolucionarios”.67 El formato de la revista fue bastante rústico, pero sus portadas estuvieron ilustradas por artistas prestigiosos como Juan O’Gorman, Porta, Vlady y Picasso. La revista tuvo difusión en Argentina, Uruguay, Chile y, después de la publicación de 13 números en México, reapareció en Chile en 1946 con una orientación anticomunista.68 La primera sección estuvo consagrada a la discusión de la actualidad política internacional; en particular, al análisis de la segunda guerra mundial, el fascismo alemán y el totalitarismo soviético.

La segunda sección reproducía ensayos que proponían una reflexión crítica acerca del socialismo y del marxismo desde una perspectiva de izquierda. Una pequeña nota editorial dentro del primer número de la revista enunciaba que su objetivo era “colaborar en la elaboración de las bases de un nuevo movimiento ideológico capaz de arrancar al socialismo del estancamiento actual, de reagrupar las fuerzas progresivas del mundo en que vivimos y de ir a una profunda transformación revolucionaria del conjunto social”.69 Se publicaron algunos artículos acerca de la revolución mexicana y el cardenismo.

Los principios que articularon la línea ideológica del grupo en relación con la crítica del totalitarismo y la redefinición del socialismo aparecieron en una “Declaración”, también en el primer número de la revista. Sus autores se autodenominaron “militantes de las diferentes tendencias del socialismo democrático, del socialismo revolucionario y del socialismo libertario”,70 cuyo propósito era “crear un nuevo movimiento ideológico, independiente de los partidos y de las organizaciones existentes” para atender a “las necesidades revolucionarias del momento actual [y a] las transformaciones socialistas”. Partiendo de la premisa de que la segunda guerra mundial había representado “una completa subversión de las relaciones sociales e internacionales, demostración de la crisis mortal de la civilización capitalista y cuya salida históricamente progresiva está en la instauración de un nuevo mundo socialista basado en la libertad”, las organizaciones firmantes reiteraban su aspiración a la democracia y proclamaban que “el socialismo es imposible sin libertad”, tanto en lo que tocaba a la expresión de ideas como a la libertad de acción y de asociación. En suma, el grupo Socialismo y Libertad se pronunciaba.

[…] contra todo pensamiento dirigido, por considerar que en realidad no es sino la expresión de un pensamiento ahogado, así como contra la moral estatal y el culto al jefe, que no constituyen sino la preparación psicológica de nuevas formas de opresión y de explotación totalitaria. Nuestra moral es una moral de liberación y está basada en un respeto absoluto al hombre y a la verdad, que ratificamos como una necesidad inherente a la práctica socialista.71

El “nuevo mundo socialista basado en la libertad” que los militantes del grupo vislumbraban al término de la segunda guerra mundial se ajustaba al modelo de una sociedad carente de una estructura estatal y sin clases sociales, en donde los medios de producción estarían detentados colectivamente. La organización social descansaría en “la distribución equitativa de los productos, la democracia de los productores y la cooperación de los pueblos”. En contra de toda idea de jerarquía, se respetarían “los derechos del individuo, las libertades democráticas, los derechos sindicales, las libertades comunales o municipales, la autodeterminación de los pueblos, la no-reelección y la revocabilidad de los cargos en los organismos representativos”.72 Esta transformación se extendería hacia todos los países europeos y desembocaría en una revolución continental que entrañaría “la destrucción de las máquinas estatales”, con los consiguientes procesos de reconstrucción económica y de reunificación social. Lo anterior no se alcanzaría con “el consentimiento de las clases, castas y categoría privilegiadas”, sino que sería el producto de la lucha de “los trabajadores de la industria, del campo, de la técnica y de la inteligencia, poseídos de una profunda consciencia socialista”. Es decir, la transformación del socialismo dependería de que el proletariado dejara de actuar de manera aislada, asociándose con “soldados y combatientes, clases medias arruinadas y empobrecidas, así como [con] los pueblos oprimidos de los países coloniales necesitados de una liberación colectiva”. Durante el periodo de transición no quedaba excluido ejercer “la violencia revolucionaria”: “en esta etapa de combate y transición, las armas, los tribunales y todos los medios de defensa de la nueva sociedad permanecerán bajo el control absoluto de los organismos de base, como los sindicatos, comités de fábrica, municipios y, en general, de todos los organismos locales o regionales”. En 1943 Socialismo y Libertad contemplaba el advenimiento a futuro de una “democracia creadora” que sería producto de la colaboración entre diversas corrientes revolucionarias.73

Hasta cierto momento, Victor Serge se apegó a los planteamientos del grupo a pesar de que su reformulación del marxismo y de las metas del socialismo, así como su interpretación acerca de la realidad política internacional, evolucionaba en otro sentido. Desde antes de salir de la URSS a mediados de los años treinta, tanto en sus obras políticas como a través de su trabajo literario, Serge planteó una serie de interrogantes acerca de la manera en que en el seno de una revolución popular triunfante podía gestarse una dictadura totalitaria.74 Desde ahí examinaba las etapas que habían llevado a la descomposición de la revolución de 1917. A la creación de la policía política (checa) en 1918, había seguido la represión del levantamiento de Kronstadt en 1921 y la condena de la oposición representada por mencheviques y anarquistas. En un contexto de crisis, la “exterminación de los bolcheviques” se consumó entre 1927 y 1930; finalmente, de 1936 a 1938 se “abre de un golpe el periodo de exterminio del viejo partido y de la generación revolucionaria”.75 Ante esta situación, vislumbra la opción de rescatar y transformar el socialismo “al precio de un rearme ideológico, de una renovación, en resumen, de un vasto esfuerzo dinámico de investigación y creación [para dar lugar al] nacimiento [de] nuevos movimientos influyentes” vinculados a aquellos que se estaban gestando en los países occidentales.76 La realización de este “rearme ideológico” lo condujo a poner en entredicho la validez de algunos conceptos básicos del marxismo -revolución, dictadura del proletariado- que, además de haber sido desvirtuados y pervertidos por el estalinismo, resultaban inservibles para analizar transformaciones inéditas generadas por la segunda guerra mundial.

La interpretación de la segunda guerra mundial fue uno de los ejes del pensamiento político que Serge desarrolló en México. Se trataba para él de un acontecimiento que había transformado el equilibrio de las relaciones internacionales y que, a pesar de haberle dado continuidad, desde ningún punto de vista podía ser comparado con la primera guerra mundial.77 Sostenía que la segunda guerra no había desterrado el capitalismo en Europa ni extirpado el estalinismo en la URSS. En un ensayo acerca de la publicación en inglés del diario de Serge, Mitchell Abidor identifica con claridad este cambio profundo en la percepción política de Serge a partir de su análisis de la segunda guerra: “la realidad de esta guerra, de este mundo, de las diferencias radicales entre 1917 y 1940, y la decisión activa de Serge de reconocerlo, lo lleva -a diferencia de muchos de sus camaradas en el exilio- a realizar una revisión integral de su visión política”.78 Tenía una percepción muy realista acerca del futuro de Europa y había dejado de esperar que una supuesta radicalización de las masas dentro de la URSS desencadenara un poderoso movimiento revolucionario a fines de la década de 1940. ¿Cuáles eran para él los cambios generados por la segunda guerra en el ámbito mundial? Identifica, fundamentalmente, las transformaciones de la estructura económica; la desmovilización de la clase obrera; la crisis del marxismo y, sobre todo, la esclerosis totalitaria en la URSS. Esta extensa cita de una entrada de su diario en septiembre de 1944 es una excelente síntesis de las convicciones y advertencias de Serge acerca de los posibles efectos de la segunda guerra mundial en el momento en que se produjo la fractura interna en el grupo Socialismo y Libertad:

Mis tesis: que esta guerra es totalmente diferente a la de 1914-1918, a la cual ha dado continuidad, en el sentido de haber engendrado los elementos de una guerra civil internacional. - Que la estructura del mundo ha cambiado, el capitalismo tradicional ha cedido su lugar a la economía planificada de tendencia colectivista, que puede ser aquella de los monopolios, de los partidos totalitarios-, o bien desarrollarse en el seno de un nuevo tipo democracias, si es que éstas logran nacer. - Que los fracasos del socialismo europeo no son sólo atribuibles a la incapacidad de los líderes, sino que se explican también por la decadencia de la clase obrera y de un socialismo intervenido por la tecnología moderna y sus consecuencias (desempleo crónico, desclasamiento de los desempleados, inmenso aumento de la capacidad de producción con menos mano de obra gracias a las máquinas, incremento de la influencia de los técnicos).

    -. Que hemos sido arrebatados por una inmensa fuerza revolucionaria, pero que la Revolución rusa no volverá a repetirse sino a través de episodios secundarios. - Que el socialismo debe renunciar a las ideas de dictadura y de hegemonía obrera, para convertirse en representante de un gran número de personas en las cuales anida el germen de una conciencia socializante, todavía obscura y carente de una terminología doctrinaria. - Que lo esencial en el futuro cercano es restablecer las libertades democráticas tradicionales, como condición para que renazca el movimiento obrero y el movimiento socialista; que debemos tratar de salir del vacío en que nos encontramos, buscar el apoyo de las masas democráticas en donde éstas se encuentren, hacernos comprender por ellas, renovar nuestras ideas.

    -. Que el estalinismo, que ha formado y nutrido los movimientos de resistencia armada en Francia, Yugoslavia, Grecia y otros países, es el peor peligro, el peligro mortal que estaríamos locos de tratar de enfrentar solos. - Que los próximos años engendrarán luchas confusas de las cuales renacerá el movimiento socialista, si es que éste no se suicida antes a través de la demagogia insurreccional. - Que la influencia de la democracia debe buscarse en las asambleas constituyentes […]. - Que si la izquierda socialista no se empantana en un extremismo inútil, utilizando un lenguaje ininteligible para la gente y con una ideología caduca, que data de 1920, los estalinistas construirán un falso socialismo flexible y sin escrúpulos, que puede muy bien triunfar.79

Desde el inicio de la publicación de Mundo hasta el séptimo número, es decir a lo largo de 1943, Victor Serge escribió en la revista de manera regular. En el séptimo número aparece una nota de la redacción que anunciaba que éste se separaba de la revista debido a un desacuerdo acerca del principio -establecido previamente- de que “había que evitar de que hubiese redactores o colaboradores permanentes, procurando hacer desfilar por sus planas, en una equitativa periodicidad, trabajos de militantes de las distintas corrientes ideológicas que representaba la Redacción”.80 Serge habría solicitado mantener una colaboración permanente con el propósito de “desarrollar el trabajo teórico que se había propuesto”. Esta nota aclaratoria precisa que, a pesar de este desacuerdo, Serge mantenía su adhesión al grupo.

No obstante, entre 1943 y 1944 muy diversas entradas de su diario consignan las fracturas ideológicas que dividían al grupo. A fines de 1943, Serge identifica dos tendencias en el seno de la agrupación: aquella en donde se encontraba él aislado y aquella en donde se situaban “los otros”, con una postura “más afectiva que pensada”. Su argumento en este momento era que “la izquierda socialista cometería un suicidio aislándose de las masas” y que había que acercarse a ellas reconociéndolas “tal como eran” -es decir, no necesariamente revolucionarias-, en tanto que la mayor parte de los militantes de Socialismo y Libertad apostaban por un partido al viejo estilo bolchevique: un partido sectario y cómodo para el núcleo central, en la misma línea que los “pequeños partidos medio muertos, por ilusión, por ignorancia de la psicología social y fe en lo que sería una buena doctrina seductora, con una profunda rigidez doctrinal y moral”.81 En febrero de 1944, hace explícito el “conflicto” que lo enfrentaba a algunos camaradas -Gorkin, Gironella- dominados por sentimientos irracionales, más que por convicciones objetivas:

Nuestra migración socialista profesa una doctrina primaria, someramente marxista, que no se ha actualizado desde los años veinte y que ignora las transformaciones que se han producido en los campos de la economía y la psicología. La mayor parte de sus miembros continúa reconociendo como única alternativa viable el binomio socialismo-capitalismo, y sigue reflexionando en términos de un materialismo histórico empobrecido. A esto hay que añadir otros elementos: la desconfianza frente a cualquier idea nueva; el complejo de inferioridad ante los intelectuales; el resentimientodecepción hacia todo aquello que provenga de la Revolución rusa; las pequeñas ambiciones de líderes vencidos […]; en fin, los malos hábitos mentales […] adquiridos dentro de partidos destruidos […]. Todo ello forma parte de una psicología de la derrota en individuos que no tienen la capacidad de conocerse y de observarse -que no imaginan siquiera que deberían intentar conocerse y observarse.82

El distanciamiento con Marceau Pivert, Jean Malaquais, Julián Gorkin, Narcís Molins i Fàbregas y Enrique Gironella se dio a lo largo de 1944. En septiembre de ese año Serge describe la indignación de Gironella y Malaquais cuando él plantea que el Estado moderno no era sólo el instrumento de dominación de una clase, como argumentaba Engels, sino también la instancia que permitía organizar las comunicaciones, la educación, la higiene pública, etc.83 Estas afirmaciones resultaban intolerables para militantes que seguían creyendo en el advenimiento de una dictadura del proletariado y que estaban persuadidos de que la revolución rusa podía regenerarse internamente y extenderse por toda Europa.

La descripción de las discusiones estériles y de las confrontaciones con los miembros de Socialismo y Libertad se multiplican en el diario, hasta el punto de que Serge admite que éstas le recordaban las reuniones de las células del Partido Comunista en 1927:

El fenómeno psicológico del Buró político se repite al infinito […] los idealistas se empantanan en la esclerosis de las doctrinas, las circunstancias, y están dominados por convicciones y sentimientos de orden afectivo, es decir por fanatismos. En estas condiciones, aquel que perturba la seguridad interior del grupo aparece como un odioso hereje.84

El clima de intolerancia que predominaba en el grupo lo mantenía en un lugar marginado. El apego a principios e ideas ortodoxos se imponía sobre “el pensamiento libre, el espíritu crítico, el análisis objetivo”, y aquel que “pensara diferente” era tachado de enemigo o al menos de “hereje, en cuya herejía había una fuerte dosis de traición”.85 Además de la intolerancia, Serge observaba el conformismo y la cobardía de algunos intelectuales; acerca de Juan Larrea, director de Cuadernos Americanos, escribe:

[…] en el fondo está el miedo a pronunciarse, el miedo a ver claro, porque ver claro implica comprometerse. La “cultura” les permite [a los intelectuales] evadirse en una nebulosa de ideas y de palabras, nebulosa fecunda, buena coartada […] Pobre cultura. Atados [además] a situaciones materiales, a la vanidad, al dinero.86

Las tensiones y diferencias que fracturaron Socialismo y Libertad no impidieron que Serge mantuviera lazos con algunos miembros del grupo y que en situaciones límite colaborara con ellos. En 1944, publicó junto con Julián Gorkin y Marceau Pivert El problema del socialismo en nuestro tiempo, obra que regresa sobre muchos de los temas que habían sido abordados en Mundo: las causas de las derrotas proletarias, la naturaleza del nazi-fascismo y de la guerra, la caracterización del estalinismo, la crisis del movimiento obrero y del estalinismo, la psicología de las masas, las perspectivas revolucionarias.87 También en 1944, los mismos Serge, Gorkin y Pivert presentaron una denuncia conjunta ante el procurador general de la República a causa de las agresiones que les infligían las organizaciones de los exiliados alemanes comunistas y de los grupos cercanos a Lombardo Toledano.88 Después del fallecimiento de Serge, Julián Gorkin escribiría un texto elogioso -profusamente citado en varios idiomas hasta el día de hoy- que no hace mención de las tensiones que escindieron al grupo Socialismo y Libertad entre 1943 y 1944.89

La fractura ideológica en Socialismo y Libertad coincidió con el acercamiento entre Serge y los círculos antiestalinistas neoyorkinos; concretamente, con el matrimonio formado por Dwight y Nancy MacDonald, Sidney Hook, Max Eastman, William Phillips e Irving Howe. Alan Wald examina el vínculo entre Serge y esta corriente -algunos de cuyos miembros se convirtieron en anticomunistas en nombre de la lucha contra el totalitarismo soviético-90 por medio de la correspondencia que intercambiaron. Desde México, Serge se convirtió en corresponsal de la revista The New Leader, escribiendo también regularmente para Partisan Review, Politics y Socialist Call y colaborando con traducciones de artículos que habían aparecido en español en las páginas de Mundo. La colaboración con los intelectuales estadounidenses tuvo lugar entre 1943 y 1947, periodo en el que Serge expresaba la importancia de renovar el socialismo a la par que se restablecían las libertades democráticas. De acuerdo con Wald, la reivindicación de estas libertades explica su oscilación entre una postura de izquierda y el anticomunismo -en particular entre 1944 y 1945-, sin que ello implicara una claudicación en la defensa del socialismo.91 Hasta poco antes de su muerte en 1947, Serge denunció el estalinismo como un régimen basado en “la explotación despótica del trabajo, la colectivización y la producción, el monopolio burocrático y policial (mejor valdría decir terrorista) del poder, el pensamiento sojuzgado, el mito del jefe-símbolo”.92

Marxismo y psicoanálisis

Este ensayo plantea que las transformaciones en la postura política de Serge hacia un socialismo democrático durante los últimos años de su exilio en México no representaron ni una “claudicación” ni una forma de “paranoia”, sino que estuvieron relacionados con los intercambios intelectuales con el pequeño núcleo de exiliados antiestalinistas de habla alemana al cual se ha hecho referencia.93 La presencia de algunos psicoanalistas dentro de este grupo obedecía a circunstancias específicas. Además de que en su mayor parte eran judíos perseguidos por los nazis, a partir de 1933 tanto en Alemania como en Austria el psicoanálisis atravesó por una crisis profunda. El prestigioso Instituto Psicoanalítico de Berlín fue clausurado en 1936, para ser reemplazado por el Instituto Göring (1936-1945), que propició psicoterapias de corta duración orientadas a atender traumas de guerra y a favorecer la readaptación social. Los psicoterapeutas encabezados por Göring recuperaron y adaptaron el psicoanálisis a la ideología del Tercer Reich, en colaboración con algunos analistas que aceptaron reformular la práctica freudiana trabajando como psicoterapeutas al servicio del régimen.94

Algunos de los exiliados antiestalinistas de habla alemana se adhirieron a la corriente de Alfred Adler (1870-1937), médico austriaco cercano a Freud hasta 1911 y creador de la teoría de la “psicología individual”.95 Políticamente, Alfred Adler formó parte de los intelectuales agrupados en torno al fundador del austromarxismo, Max Adler. En su práctica como psicoterapeuta, Alfred Adler acercó la psicología a la propuesta marxista, ejerciendo una influencia determinante en militantes como Otto Rühle y Alice Gerstel, que estuvieron “sumamente activos en el movimiento adleriano y preocupados por establecer vínculos entre la psicología de [Alfred] Adler y el marxismo”.96 En un trabajo acerca de la difusión de la corriente de éste en América Latina, Ramón León señala que aunque la influencia de Freud superó por mucho a la de Alfred Adler, “muchos de los que se sintieron atraídos por el psicoanálisis terminaron mostrando simpatías también por otros enfoques (como el de Adler), dando lugar a una perspectiva teórica no tan estricta como la de sus colegas europeos y a posiciones de integración”.97 De manera que, al margen de la práctica psicoanalítica freudiana, la corriente de la “psicología individual” de Alfred Adler tuvo un desarrollo en los ámbitos de la psicoterapia, la psicología y la pedagogía; su mayor impacto se dio en Estados Unidos, “en donde Adler desplegó buena parte de sus actividades desde 1927 [y] en donde no sólo recibió los reconocimientos académicos que le habían sido negados en Austria, sino también encontró entusiastas seguidores”.98

Los dos psicoanalistas freudianos cercanos a Serge fueron Fritz Fränkel y Herbert Lenhoff. El primero fue un neurólogo y psicoanalista99 alemán especializado en adicciones, que realizó experimentos con Walter Benjamin100 y que escribió acerca de los efectos de la cocaína y los opiáceos.101 Políticamente se mantuvo muy activo a lo largo de su vida. Serge señala que fue médico militar en el ejército alemán durante la primera guerra mundial, y que al término de ésta se involucró en el movimiento espartaquista. Fue uno de los fundadores del Partido Comunista Alemán, sin haber aceptado nunca formar parte del comité central, al cual renunció en 1937. Con el ascenso del nazismo en 1933 se exilió en Francia, en donde entró en contacto con Hannah Arendt y Arthur Koestler. En 1936 regresó a Berlín y fue encarcelado en la prisión de la calle Papestrasse.102 Organizó el servicio sanitario de las Brigadas Internacionales durante la Guerra Civil española. Los procesos de Moscú generaron en él una crisis de conciencia. Desde Marsella viajó a la Martinica y después a Trinidad, hasta llegar a México en 1941, en donde vivió hasta 1944 en una situación marcada por “la miseria, las amistades y el trabajo”.103

En México, se acercó al grupo Socialismo y Libertad y alentó a Victor Serge a reflexionar acerca de los temas políticos más acuciantes introduciendo la perspectiva de la psicología y el psicoanálisis. Además de abordar el tema de la religión y de la imposibilidad de encasillarla en los límites estrechos del materialismo, las conversaciones entre Fränkel y Serge giraron en torno a la problemática de las raíces psicológicas del nazismo -“la Sangre, la Raza, el Padre”-, así como de los fundamentos afectivos del totalitarismo. La entrada del diario de Serge del 2122 de junio de 1944 consigna su muerte inesperada y da cuenta de la cercanía afectiva, política e intelectual que existía entre ellos. Serge menciona las dificultades de Fränkel para adaptarse a México y deplora que no hubiera podido escribir acerca de su experiencia como psicoanalista y como militante de la izquierda alemana en un momento clave. Subraya en él rasgos como la inteligencia, la generosidad, así como la comprensión y la benevolencia que manifestaba hacia los demás. Sin embargo, aparte de Herbert Lenhoff, de él mismo y de algunos de sus pacientes pertenecientes a la colonia de exiliados alemanes, Fränkel pasó desapercibido en México o bien fue objeto de la hostilidad por parte de los comunistas. Serge resume así la influencia que Fränkel ejerció sobre él:

Nuestras discusiones acerca del marxismo me ayudaron a comprender el papel creador de la inteligencia, a percibir la manera en que la libertad participa de la inteligencia. [Gracias a él] cobré conciencia de la complejidad del problema de las superestructuras, así como de que la obra de un Freud iguala aquella de un Marx, por sus revelaciones acerca de la naturaleza humana.104

Más allá de interesarse en el psicoanálisis y el marxismo, escribe Serge, Fränkel “amaba la buena cocina, el bridge, el alcohol, las mujeres, los viajes, la lucha, las ideas y el conocimiento por encima de todo”.105 Fue enterrado en el cementerio israelita de la ciudad de México bajo el rito judío; Herbert Lenhoff,106 Gorkin y el mismo Serge fueron oradores en el funeral. En el diario de Serge son frecuentes las alusiones a las estimulantes conversaciones que mantenía con Fränkel y Lenhoff para “hablar de psicoanálisis, de la guerra de Rusia y de la formación de los mitos colectivos”.107

Herbert Lenhoff fue otro médico y psicoanalista freudiano muy apreciado por Serge. Al igual que Fränkel, tuvo que salir de Alemania hacia Francia al inicio de los años treinta y fue tomado preso e internado en el Campo de Libourne en 1940. Vivió en México hasta 1945 y después se exilió a Nueva York, desde donde mantuvo una correspondencia frecuente con Serge hasta la muerte de éste en 1947. El segundo número de la revista Mundo publicó un artículo firmado por Herbert Lenhoff y el escritor Michael Fraenkel, en el cual sostenían que el conocimiento del inconsciente “proyectaba una luz completamente nueva sobre la actividad patológica y también normal del hombre”. El hombre no era sólo un ser racional, sino un ser “guiado por tendencias subconscientes e inconscientes (afectos, instintos, etc.)”, concluyendo que el marxismo estaba obligado a tomar en consideración dichas tendencias para examinar fenómenos como el impacto de la propaganda y la dinámica de los procesos de transformación social.108

La cercanía con Fränkel y Lenhoff, así como las lecturas de Freud, Adler, Fromm y Jung, explican que a partir de cierto momento la reflexión política de Serge se enriqueciera con otras perspectivas, y que llegara a considerar que la psicología era un instrumento invaluable para desentrañar la subjetividad de los seres humanos y los resortes inconscientes de la vida social, de manera que “ningún estudio de los hechos sociales puede prescindir de ella”.109 En el artículo “Necesidad de una renovación del socialismo” plantea que la dimensión afectiva era la clave para comprender aspectos nunca explorados de los fenómenos políticos como, por ejemplo, los conflictos entre tendencias políticas, las relaciones entre los militantes, la dinámica de un buró político todopoderoso, la atracción ejercida por las ideas autoritarias, la eficacia de la demagogia; su conclusión era que “la ignorancia de la psicología [había] desempeñado un papel nefasto y a veces terrible”.110 El marxismo, aseguraba Serge en la entrada del 17 de febrero de 1944 en su diario, había dado la espalda a los avances científicos en este campo del conocimiento: “absortos en el combate político y cegados por el éxito a corto plazo”, los grandes marxistas habían dejado de lado una reflexión actualizada acerca de lo que podía significar una transformación social de fondo arraigada en los sujetos individuales. En relación con la evolución rusa planteaba que la ignorancia y la desconfianza hacia la psicología habían generado una “verdadera catástrofe intelectual que facilitó en buena medida la llegada del totalitarismo”.111

Desde la doble perspectiva del marxismo y el psicoanálisis, en la última parte de su vida Serge consideraba que el nazismo era producto de un “movimiento de desclasados, alentados y conducidos al poder por el gran público [que] explotó y develó sentimientos profundos, fuerzas afectivas infinitamente temibles, de las cuales se tuvo conciencia demasiado tarde”.112 La irracionalidad del antisemitismo y del exterminio judío en la Alemania nazi le aparecían como el resultado de “un sistema que invocó los instintos destructores, el sadismo, el complejo de castración” de algunos miles de verdugos reclutados para realizar cualquier cosa que se les ordenara.113

Conclusión

Algunos años después de la muerte de Serge es posible identificar nuevos intentos por vincular marxismo y psicoanálisis. En primer término el freudomarxismo, caracterizado por el psicoanalista Armando Suárez como un proyecto “abortado” por sus inconsistencias tanto en relación con el psicoanálisis como con el marxismo.114 En 1955 Herbert Marcuse publicó en Estados Unidos Eros y civilización, una reflexión político-filosófica que anudaba la doble perspectiva del marxismo y el psicoanálisis, y que fue determinante en la irrupción de los movimientos estudiantiles de los años sesenta a nivel internacional.115 En otro contexto, durante la década de 1980 en México la psicoanalista austriaca Marie Langer -militante comunista contra el nazismo, exiliada primero en Argentina y después en México- regresó a estas ideas, aplicándolas a proyectos de apoyo muy concretos a las revoluciones cubana y nicaragüense.116 Ninguna de estas propuestas aludió a las ideas discutidas por Serge y su pequeño círculo de amigos a mediados de la década de 1940 en el sentido de renovar el pensamiento de la izquierda por medio de la interconexión entre marxismo y psicoanálisis.

Después de la muerte de Serge en 1947, en México se discute escasamente el tema de la renovación del socialismo y el silencio se prolonga a lo largo de la Guerra Fría. Surge aquí una pregunta acerca del desconocimiento de la obra de Serge y de las consecuencias de que su legado haya sido recuperado muy tardíamente en el debate político de las izquierdas a lo largo del siglo XX. Claudio Albertani avanza una hipótesis que parece acertada en el sentido de que la falta de reconocimiento o la ignorancia hacia la reflexión política de Serge.

[…] canceló durante décadas la posibilidad de un debate serio y franco sobre el sentido del socialismo, la naturaleza socioeconómica de la URSS, la cuestión del Estado y el quehacer del movimiento obrero. Bajo la justificación del nacionalismo y del antifascismo, los dueños del marxismo oficial (Lombardo Toledano y el pc, por encargo de sus amos moscovitas) cerraron el paso a este grupo de exiliados. Semejante actitud implicó una grave pérdida para el país marcando (junto a episodios aún más graves como el asesinato de Trotsky) la historia de la izquierda mexicana, misma que nunca llevó a cabo una crítica frontal del estalinismo.117

Además de poner sobre la mesa una reflexión acerca del estalinismo, la relectura de la obra de Serge permitiría en la actualidad reexaminar el perfil de actores sociales y de agrupaciones políticas poco estudiadas. Me refiero, por ejemplo, a la necesidad de profundizar en el análisis de las fracturas internas del exilio alemán y del exilio republicano español. ¿Hasta dónde se extendieron y quiénes estuvieron involucrados en las redes estalinistas internacionales que actuaron en México durante el periodo de la Guerra Fría? ¿Mediante qué mecanismos el exilio alemán y sus organizaciones engendraron una violencia extrema hacia los exiliados antiestalinistas? ¿Cómo explicar que figuras como Anna Seghers, László Radványi y Otto Katz no hayan sido objeto de un análisis más acucioso?

Termino este artículo esbozando las diferentes miradas de Serge hacia México. Una primera es la del viajero maravillado por la naturaleza del país, su cultura y la riqueza de sus tipos humanos; Serge vivía obsesionado por la fuerza telúrica de ciertos fenómenos naturales característicos de México, en particular los sismos y las erupciones volcánicas, que utiliza frecuentemente como metáforas en sus últimos escritos. La segunda mirada identifica una izquierda “comunista o pro-comunista” encabezada por intelectuales o artistas como Lombardo Toledano, Narciso Bassols, José Mancisidor, Víctor Manuel Villaseñor, Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros, que se decían cercanos al comunismo pero que en realidad actuaban en complicidad con el PRI.118 Finalmente está la mirada del exiliado empeñado en reflexionar acerca de los grandes acontecimientos mundiales en medio del vacío intelectual circundante. En una conversación con el escritor Michael Fraenkel poco antes de su muerte, Serge evocaba la sensación de ahogo que, debido a la altura, padecían muchos extranjeros con enfermedades cardiacas en la ciudad de México. Esta falta de aliento -y quizá desaliento- se aplicaba también a su percepción acerca de la vida intelectual mexicana. En el contexto de una sociedad escindida entre el floreciente mundo de los negocios y la miseria indígena, Serge percibe la ausencia de ideas, el silencio acerca de Europa, recordando ese “tónico inimaginable” que se respiraba en las calles de París. Y concluye: “Nos falta el aire, vivimos en una suerte de desierto”.119

Referencias

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1Agradezco a Marc Saint-Upéry el haber puesto en mis manos el diario de Victor Serge en México, así como los comentarios de la doctora Clara E. Lida a la última versión de este ensayo. Las traducciones del francés y el inglés al español fueron realizadas por la autora.

2 Serge, Los años sin perdón. Serge terminó de escribir esta novela en 1946, publicada en París hasta 1971 por la editorial François Maspero. En este trabajo se utilizará la traducción al español de la Universidad Veracruzana que apareció en 2014.

3“Aun desde antes de salir de la infancia, me parece que tuve, muy claro, este doble sentimiento que habría de dominarme durante toda la primera parte de mi vida: el de vivir en un mundo sin evasión posible donde el único remedio era luchar por una evasión imposible.” Serge, Memorias de un revolucionario, p. 19.

4Una parte de la documentación relacionada con la vida de Serge en México es, por el momento, inaccesible al público y no fue posible consultarla para escribir este ensayo. La viuda de Serge -la arqueóloga Laurette Séjourné- hizo una donación de los papeles de Serge (confundidos junto con aquellos de su último marido, Arnaldo Orfila) a la Fundación Orfila-Séjourné A. C., con sede en Amecameca. La directora de la Fundación, la conductora Esperanza Rascón, suspendió la consulta en dicho archivo por falta de fondos y, hasta el momento, se desconoce el paradero de aquellos documentos que no fueron incluidos por los editores de los Carnets (1936-1947), publicados en francés en 2012. Sería muy importante recuperar y abrir la consulta de este fondo documental a las nuevas generaciones de investigadores mexicanos y extranjeros. El hijo de Victor Serge, el pintor Vlady, transfirió la documentación que se encontraba en sus manos a la Universidad de Yale, misma que puede consultarse en el fondo Victor Serge Papers, Beinecke Rare Books and Manuscript Library.

5Al llegar a México Serge se puso en contacto con la viuda de Trotsky para proponerle escribir una biografía en coautoría. El libro fue terminado en 1946, pocos meses antes de la muerte de Serge. Natalia Sedova decidió no firmar como coautora del libro argumentando que Serge era quien lo había escrito. Apareció por primera vez en Francia en 1951. En este trabajo se ha utilizado la versión española editada por Juan Pablos en 1971. Serge, Vida y muerte de Trotsky.

6A partir de esta ruptura, Trotsky orquestó una campaña de desprestigio contra Serge, a la cual éste no respondió. Su reacción, dice Susan Sontag, fue guardar silencio y ponerse a escribir: “Impávido ante la calumnia de ser tenido por un renegado, un traidor a la izquierda, publicó más tratados y opúsculos a contracorriente acerca del destino de la revolución desde Lenin hasta Stalin, y otra novela, Medianoche en el siglo (1939), situada casi siempre en un pueblo remoto parecido a Oremburg cinco años antes y al cual habían sido deportados los miembros perseguidos de la oposición de izquierda. Es sin duda la primera descripción en una novela del Gulag […], el acrónimo del vasto imperio penitenciario interno cuyo nombre oficial en ruso se traduce como Administración General de Campos”. Sontag, “Non éteint”, p. 18.

7Trotsky consideraba que en la URSS se había implantado un “Estado obrero” degenerado dominado por una burocracia, en tanto que para Serge la burocracia había instaurado una dictadura totalitaria sin relación alguna con la idea de un Estado obrero revolucionario. La polémica que Trotsky sostuvo con Bruno Rizzi y Hugo Urbahns en los años treinta acerca de la naturaleza del régimen soviético antecede a las divergencias de interpretación entre Trotsky y Serge en torno a esta problemática. Acerca de los planteamientos de Trotsky sobre el tema de la “naturaleza de la URSS” y de sus polémicas con diversos autores, véase Castoriadis, La sociedad burocrática, pp. 145-241. Acerca de las diferencias entre los argumentos de Trotsky y los sustentados por el grupo Socialisme ou Barbarie a mediados de los años cincuenta, véase Lefort, “Qu’est-ce que la bureaucratie?”, pp. 306-307.

8En un ensayo publicado en Vuelta al inicio de los años ochenta, Richard Greeman define así estas dos concepciones: “[Trotsky] se consideraba el heredero, en verdad el único heredero, de la tradición ‘bolchevique-leninista’, a pesar y gracias al hecho de que no se había unido a los bolcheviques sino hasta 1917. Para él, esta herencia representaba la única vía revolucionaria correcta y la había defendido con inflexible rigidez contra los stalinistas y los que intentaban reexaminarla críticamente. La concepción de Serge era la de una ‘doble tarea’ por la revolución. Creía que era necesario defenderla no sólo contra sus enemigos exteriores, sino también contra sus propias tendencias perniciosas, para que a la larga no sucumbiera a ellas. Lo que el movimiento de los trabajadores necesitaba -argüía- no era el mito de la ‘infalibilidad’ bolchevique, sino un serio examen de la lista de logros y errores de los bolcheviques, con el fin de sacar lecciones para el futuro. La tensión entre estas dos concepciones salió a la luz con la histórica disputa sobre la rebelión de Kronstadt en 1921”. Richard Greeman, “Victor Serge y Leon Trotski (1936-1940)”, Vuelta, 63 (feb. 1982), pp. 22-33, en especial p. 24.

9“La certeza de poseer la verdad lo volvió hacia el fin de su vida intratable, haciendo vacilar su espíritu científico […] Si bien estaba todavía en la plenitud de su vigor intelectual, sus últimos escritos no valen, ni mucho menos, lo que sus obras de otros días. Se olvida a menudo que la inteligencia no es un don individual. ¿Qué habría hecho Beethoven exiliado entre los sordos? La inteligencia del hombre, así sea un genio, necesita respirar. La grandeza intelectual del Viejo, estaba en función de la de su generación. Le era indispensable el contacto inmediato con hombres de su mismo temple espiritual, capaces de comprenderlo a media frase, o de enfrentársele en su mismo terreno. Le faltaban Bujarin, Piatakov, Preobrajenski, Racovski, Ivan Smirnov; le faltaba Lenin, para ser plenamente él mismo.” Serge, Vida y muerte de Trotsky, pp. 10 y 12.

10 Juaristi, Los árboles portátiles.

11Las revistas Análisis y Mundo no se encuentran en las bibliotecas y hemerotecas mexicanas. En la elaboración de este ensayo utilicé las versiones electrónicas proporcionadas por la Universidad Autónoma de Barcelona.

12Existen dos biografías de Serge escritas en inglés: Marshall, Victor Serge; Weissman, Victor Serge.

13 Carr, La izquierda mexicana, p. 32.

14Acerca de las alianzas entre escritores rusos y franceses en el seno de la Internacional Literaria, véase Morel, Le roman insupportable.

15Acerca de la intervención de Gide ante Stalin en relación con la liberación de Serge, véase Koch, El fin de la inocencia, pp. 282-284.

16El plan inicial de Serge era exiliarse en Estados Unidos, pero su solicitud fue rechazada.

17 Albertani y Rens, “Préface”, p. xii.

18 Lévy-Strauss, Tristes trópicos, pp. 9-15; Juaristi, Los árboles portátiles; Bosc, Capitaine.

19A lo largo de su vida, escribe Sontag, Serge escribió “siete novelas, dos volúmenes de poesía, una recopilación de cuentos, un diario postrero, sus memorias, unos 30 libros y panfletos políticos e históricos, tres biografías políticas y centenares de artículos y ensayos. Pero hubo más: una memoria del movimiento anarquista francés anterior a la primera guerra mundial, una novela sobre la revolución rusa, un breve poemario y una crónica histórica del segundo año de la revolución confiscados en su totalidad cuando al fin se le permitió a Serge abandonar la URSS en 1936 y a consecuencia de haber presentado ante la Glavlit, la censura literaria, una solicitud de salida de sus manuscritos -nunca se ha recuperado-, así como muchísimos materiales archivados en lugar seguro pero aún inéditos”. Sontag, “Non éteint”, pp. 8-9.

20Richard Greeman, “Serge: un radical a la medianoche”, reseña del libro Medianoche en el siglo. Nexos, sección “Minimalia” (mar. 1982), pp. 47-52, esp. p. 52.

21Greeman, “Victor Serge y la novela revolucionaria”, p. 120.

22Greeman, “Victor Serge y la novela revolucionaria”, p. 120.

23“Si leemos todo el ciclo -en especial las dos últimas novelas con su percepción apocalíptica del mundo-, se vuelve claro el pensamiento de Serge: el individuo puede desaparecer, incluso la conciencia vital del movimiento social puede experimentar eclipses, pero las ideas permanecen, conservándose como ‘máscaras póstumas’, enterradas bajo la lava volcánica, y quedan las masas, por lo que ninguna derrota puede ser eterna. Precisamente la conciencia de esta integridad interior y de la inmutabilidad del héroe colectivo trágico permitió a Serge crear sus obras trágicas, pero de ninguna manera pesimistas”. Greeman, “Victor Serge y la novela revolucionaria”, p. 121.

24 Serge, Carnets.

25Laura Valentini (alias Laurette Séjourné), de origen italiano, trabajó inicialmente como editora en la industria cinematográfica; en 1937 conoció a Victor Serge, poco después de que éste saliera de la URSS. Emigró con él a México, en donde comenzó a estudiar arqueología, especializándose en los temas de Quetzalcóatl y Teotihuacán. Trabajó en el INAH y su obra es muy controvertida. Véase, Graulich, “Le ‘couple’”. Después de la muerte de Serge se casó con el editor argentino Arnaldo Orfila, gracias a quien gozó de una enorme influencia tanto en el Fondo de Cultura Económica como en Ediciones Siglo Veintiuno. Después de haber participado en los círculos antiestalinistas en la década de los cuarenta, a partir de su matrimonio con Orfila dio un giro radical: se afilió al Partido Comunista y militó activamente en favor de Cuba en los años sesenta. Véase Séjourné, La mujer cubana.

26 Rière, “Victor Serge: una voz para el tiempo presente”, p. 11 (las cursivas aparecen en el original).

27Su contacto con los intelectuales mexicanos fue escaso y esporádico. En 1942 conoció al joven Octavio Paz, quien lo recuerda así en Itinerario: “Nada más alejado de la pedantería de los dialécticos [marxistas ortodoxos] que la simpatía humana de Serge, su sencillez y su generosidad. Una inteligencia húmeda. A pesar de los sufrimientos, los descalabros y los largos años de áridas discusiones políticas, había logrado preservar su humanidad. Lo debía sin duda a sus orígenes anarquistas; también a su gran corazón. No me impresionaron sus ideas, me conmovió su persona. Sabía que mi vida no sería, como la suya, la del revolucionario profesional; yo quería ser escritor o, más exactamente, poeta. Pero Victor Serge fue para mí un ejemplo de la fusión de dos cualidades opuestas: la intransigencia moral e intelectual con la tolerancia y la compasión. Aprendí que la política no es sólo acción sino participación. Tal vez, me dije, no se trata tanto de cambiar a los hombres como de acompañarlos y de ser uno con ellos… El año siguiente, en 1943, dejé México y no volví sino diez años después”. Paz, Itinerario, pp. 75-76.

28 Albertani, “Socialismo y libertad”.

29Enrique Gironella es el pseudónimo de Enrique Adroher Pascual.

30Olga Glondys establece que el International Rescue and Relief Committee estuvo patrocinado por Jay Lovestone, Bertram Wolfe, Ignazio Silone, André Breton, Frida Kalho, Henry Poulaille y Marceau Pivert. Glondys, La Guerra Fría, p. 32.

31 Glondys, La Guerra Fría, p. 33.

32 Glondys, La Guerra Fría, pp. 35-36.

33 Iber, Neither Peace Nor Freedom, p. 43.

34Acerca de la naturaleza y los alcances de las revistas Encounter y Preuves véase Grémion, Intelligence. Acerca de las actividades del Congreso por la Libertad de la Cultura en América Latina, véase Iber, Neither Peace Nor Freedom; Glondys, La Guerra Fría.

35Christian Kloyber advierte que Wolfgang Paalen se mantuvo al margen de las pugnas entre las diferentes facciones de la colonia alemana, aun cuando salió en defensa de “su amigo Gustav Regler de los fuertes ataques de los comunistas alemanes por haber criticado al estalinismo”. La razón por la cual Paalen no participó en los actos culturales o políticos de las organizaciones alemanas era “no solamente por sentirse artista cosmopolita y no exiliado, sino también por su convicción de no querer participar en movimientos políticos e ‘ismos’ de doctrina cultural. Su vehemente protesta contra el nacionalsocialismo así como contra cualquier dictadura encuentra expresión en las páginas de su revista DYN”. Sus interlocutores más cercanos fueron el doctor Carrillo Gil, Kurt Stavenhagen y Paul Westheim. Kloyber, “Wolfgang Paalen”, p. 291.

36 Carr, La izquierda mexicana, p. 64.

37A diferencia de los países europeos, en donde “los partidos comunistas fueron resultado de los efectos radicalizadores de la primera guerra mundial y de las dramáticas escisiones que se produjeron dentro de los poderosos movimientos socialdemócratas”, en México el partido comunista fue fundado en ausencia de una tradición socialdemócrata y con escasa influencia sobre una clase obrera “que estaba sólo parcialmente organizada y en la que el liberalismo y el mutualismo tenían todavía gran peso”. Carr, La izquierda mexicana, p. 29. Véase también la historia reciente del PCM. Illades (coord.), Camaradas.

38 Carr, La izquierda mexicana, pp. 53-54; Urías, “Retórica”.

39 Carr, La izquierda mexicana, pp. 58 y 76.

40Jeifets y Jeifets, “Entre el Frente Popular y la rebelión”, p. 138.

41 Carr, La izquierda mexicana, p. 82.

42Spenser (ed.), “El cardenismo”, p. 78.

43 Von Mentz y Radkau, “Notas”; Pérez Montfort, Fascismo y antifascismo; Gleizer, El exilio incómodo; Yankelevich (coord.), México, país refugio y ¿Deseables o inconvenientes?

44Estos conflictos han sido abordados en trabajos recientes. Jacinto, “Desde la otra orilla”; Acle-Kreysing, “Antifascismo”.

45 Stephan, “El FBI y los exiliados”, p. 152.

46 Carr, La izquierda mexicana, p. 80.

47 Jacinto, “Desde la otra orilla”, p. 161.

48En uno de los primeros estudios sobre el tema, Brígida von Mentz y Verena Radkau definieron a la Liga Pro-Cultura Alemana en México “como la primera asociación de habla alemana antifascista, que empieza a trabajar como un frente único, aglutinando a fuerzas políticas activas y antihitlerianas que en esos años empiezan a llegar a México. Se avoca sobre todo a una intensa actividad de ayuda a refugiados, pero también cultural y propagandística, con conferencias sobre los crímenes nazis [y] sobre la dictadura hitleriana”. Las autoras identifican las fracturas dentro de la organización en la oposición a la tendencia hegemónica comunista y en grupos de trotskistas que hacían propaganda antisoviética. Von Mentz y Radkau, “Notas”, p. 46.

49En el primer número de la revista Análisis aparece una nota crítica acerca de la revista Alemania Libre asociándola a grupos estalinistas alemanes: “Entre los colaboradores se cuenta: Lion Feuchtwanger, uno de los hombres de confianza de Stalin después de los procesos de Moscú; Kantorowicz, colaborador antaño del Servicio de Investigación Militar (el fatídico sim), cerca de las Brigadas Internacionales de España; Egon Erwin Kisch, Pablo Neruda… ¿Nos hablarán estos señores libremente sobre qué suerte han corrido en la URSS sus jefes y camaradas de antaño: Remmele, Heinz Neumann, Werner Kirsch, Kippenberger, Eberlein? ¿Nos dirán asimismo qué clase de libertad piensan darle a Alemania? ¿Con o sin GPU?”. Anónimo, “Alemania Libre”, Análisis. Revista de Hechos e Ideas, núm. 1 (ene. 1942), p. 32.

50 Von Mentz y Radkau, “Notas”, p. 49.

51 Serge, Carnets, p. 491. Acerca de la falta de las fracturas ideológicas en el seno del frente antifascista, véase Acle-Kreysing, “Antifascismo”, pp. 573609. Véase también Spenser (ed.), “El cardenismo”, pp. 206-208.

52Emmrich subraya el gran número de emigrados comunistas en México durante este periodo: “la concesión de asilo político por parte del gobierno mexicano regida por intereses nacionales tuvo como resultado que México llegara a ser el segundo centro en importancia después de Moscú para la emigración europea occidental desde el punto de vista político. El número de emigrantes comprometidos políticamente, y entre ellos los de filiación izquierdista y comunista, fue particularmente elevado”. Emmrich, “Estoy aquí por la paz”, p. 90.

53 Von Mentz y Radkau, “Notas”, p. 47.

54Victor Alter y Henryk Ehrlich formaron parte del Comité Antifascista Judío y fueron ejecutados por Stalin.

55 Serge, Carnets, p. 296.

56 Serge, Carnets, p. 294.

57 Serge, Carnets, p. 295.

58 Pivert, Regler, Serge y Gorkin, “La GPU”, p. 4. Véase Glondys, La Guerra Fría, pp. 37-38.

59 Serge, Carnets, p. 296.

60 Serge, Carnets, p. 296.

61Véase, “El observador D’Artagnan, ‘Retratos (André Simone)’”, Análisis. Revista de Hechos e Ideas, núm. 1 (ene. 1942), pp. 25-28.

62Acerca de las actividades de Otto Katz como agente de la GPU véase Miles, The Nine Lives; Koch, El fin de la inocencia.

63 Serge, Carnets, p. 236.

64 Serge, Carnets, p. 300.

65“Presentación”, en Análisis. Revista de hechos e ideas, 1 (ene. 1942), p. 2.

66 Serge, “El futuro de la URSS”, en Análisis. Revista de Hechos e Ideas, 1 (ene. 1942), p. 7.

67Mundo, 2 (15 jul. 1943), p. 8.

68 Albertani, “Socialismo y libertad”, p. 206.

69Mundo, 1 (15 jun. 1943), p. 1.

70Las organizaciones firmantes de la “Declaración de principios” eran las siguientes: grupo Socialismo y Libertad en México; Confederación Nacional del Trabajo (CNT), España; Unión General de Trabajadores (UGT), España; Federación Anarquista Ibérica (FAI), España; Partido Socialista Obrero Español (PSOE), España; Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM), España; Partido Socialista Obrero y Campesino (PSOP), Francia; Unión Anarquista Italiana; Grupos Socialistas Libertarios Italianos; Partido Socialista Alemán (SAP); Unión de Socialistas Alemanes y Austriacos; grupo de La Révolution Proletarienne, Francia; Oposición Soviética de Izquierda, URSS, y otros varios militantes aislados. “Socialismo y libertad. Proposiciones para una Declaración de Principios”, México (25 de marzo de 1943), Mundo, 1 (15 jun. 1943), p. 30.

71“Socialismo y libertad. Proposiciones para una Declaración de Principios” (México, 25 de marzo de 1943), Mundo, 1 (15 jun. 1943), p. 29.

72“Socialismo y libertad. Proposiciones para una Declaración de Principios” (México, 25 de marzo de 1943), Mundo, 1 (15 jun. 1943), p. 29.

73“Socialismo y libertad. Proposiciones para una Declaración de Principios” (México, 25 de marzo de 1943), Mundo, 1 (15 jun. 1943), p. 30.

74“Serge y sus camaradas, las minorías comunistas de los años 20s y 30s fueron las primeras que se opusieron a la contrarrevolución dentro de la revolución, en su forma más pura y absoluta: el estalinismo. Entender esta experiencia significa recobrar un hilo precioso de continuidad con el pasado revolucionario, y en ninguna parte se preserva esta experiencia con más riqueza que en las novelas de Serge”. Richard Greeman, “Serge: un radical a la medianoche”, reseña del libro Medianoche en el siglo. Nexos, sección “Minimalia” (mar. 1982), p. 51.

75Serge, “Las oposiciones en la URSS”, pp. 144-145.

76Serge, “Por una renovación del socialismo”, p. 152.

77La noción de guerra imperialista aplicada a la definición de la guerra de 1914-1918 le resultaba inadecuada para explicar la segunda guerra mundial, “que enfrenta regímenes sociales de estructura diferente sobre un fondo de transformación general de la economía, mezclando los factores imperialistas con elementos contradictorios de guerra civil; y que tiende con fuerza a una reorganización del mundo, sobre otras bases que las del capitalismo y del imperialismo”. Serge, “Por una renovación del socialismo”, p. 153.

78Mitchell Abidor, “Victor Serge: Indispensable Critic of Leftist Illusion”, en The New York Review of Books (28 feb. 2019), pp. 1-8. https://www.nybooks.com/daily/2019/02/28/victor-serge-indispensable-critic-of-leftist-illusion/ (las cursivas aparecen en el texto).

79 Serge, Carnets, pp. 531-533.

80Anónimo, “Victor Serge se separa de Mundo”, Mundo, 7 (feb.-mar. 1944), p. 18.

81 Serge, Carnets, p. 424.

82 Serge, Carnets, pp. 466-467.

83 Serge, Carnets, p. 530.

84 Serge, Carnets, p. 531.

85 Serge, Carnets, p. 540.

86 Serge, Carnets, p. 350.

87 Serge, Gorkin, Pivert, Los problemas del socialismo.

88Victor Serge, Julián Gorkin, Marceau Pivert, “Una denuncia contra las maquinaciones stalinistas”, Mundo, 9 (19 jul. 1944), pp. 51-53.

89Gorkin, “La muerte en México de Victor Serge”.

90 Wald, “Victor Serge”, p. 100.

91Wald atribuye la adhesión de Serge a las libertades democráticas a una suerte de “paranoia” generada por la situación que enfrentaba en México, en donde los grupos estalinistas arremetían permanentemente en contra suya y su círculo más cercano. Considera que este cambio en su postura política había obedecido “al peso de las presiones adversas que se desencadenaron durante la Guerra Fría -y que se intensificaron con los horrores perpetrados por el estalinismo y con la incapacidad del trotskismo para ofrecer una alternativa”. En un contexto de marginación y de persecución política, Serge habría desestimado los peligros del imperialismo y sobredimensionado la omnipotencia del estalinismo. Su aspiración a reformular el socialismo fue admirable, admite Wald, a pesar de que nunca pudo distanciarse del leninismo. Argumenta que su ruptura con los grupos marxistas internacionales -y la vinculación con el POUM- le impidieron responder a la que habría sido la pregunta central a lo largo de su vida: “la de proponer una explicación leninista acerca del deterioro de esta corriente y entender su transformación hacia el estalinismo”. Wald, “Victor Serge”, pp. 115-116.

92Serge, “Treinta años después de la revolución rusa”, p. 174.

93En su diario, Serge hace alusiones frecuentes al psicoanálisis como una forma de introspección personal: “En el momento de dormirme resiento un ligero sismo que se prolonga. Las palabras ‘escape en la neurosis’ pertenecen a la teoría de Freud acerca de la religión, sobre la cual he reflexionado últimamente. Sin embargo, la manera en que el psicoanálisis se aproxima a los sueños es de otra naturaleza. En los míos, París, Moscú y México se confunden naturalmente como un mismo espacio interior”. Serge, Carnets, p. 460.

94Durante la República de Weimar la práctica de la psicoterapia fue reconocida y estuvo regulada por la Sociedad General de Medicina Psicoterapéutica (1926-1933), a la cual pertenecieron Alfred Adler, Carl Jung y Karen Horney, y por la Sociedad General Alemana de Medicina Psicoterapéutica (1930), a la cual pertenecieron Jung y Göring. En 1933 fue fundada la Sociedad Alemana de Neurología y Psiquiatría. Cocks, Psychotherapy.

95La llamada “psicología individual” estuvo basada en la noción de “complejo de inferioridad”, referida a una limitación orgánica concreta. De acuerdo con Adler, el individuo compensaba este sentimiento de inferioridad mediante mecanismos neuróticos. A diferencia de Adler, que consideraba que el “complejo de inferioridad” podía ser identificado en todas las afecciones psíquicas, Freud planteaba en primer lugar que el sentimiento de inferioridad no correspondía necesariamente a una limitación orgánica, y en segundo lugar que no estaba presente necesariamente en todas las formas de neurosis. Laplanche y Pontalis, “Sentiment”, pp. 441-442.

96Además de los Rühle-Gerstel, los autores mexicanos que se interesaron en la propuesta de Adler fueron Samuel Ramos (1897-1959) y Ezequiel A. Chávez (1868-1946). León, “Los psicólogos”, pp. 111-112.

97 León, “Los psicólogos”, p. 112.

98No obstante, aclara el mismo autor, “los departamentos académicos de psiquiatría en las universidades estadounidenses de los años cuarenta y cincuenta fueron virtualmente conquistados por psicoanalistas, mientras que los adlerianos apenas alcanzaron posiciones de importancia”. León, “Los psicólogos”, p. 120.

99En el sepelio de Otto y Alice Rühle el doctor Fritz Fränkel dirigió unas palabras a los asistentes al cementerio de Dolores que fueron publicadas en la revista Mundo. La nota necrológica lo identifica como miembro de la Asociación Internacional de Psicoanálisis. Fritz Fränkel, “Adios a Otto y Alicia” Mundo, 2 (15 jul. 1943), p. 31.

100 Benjamin, Haschisch.

101 Fränkel y Joël, Der Cocainismus.

102En el marco del acto “Diversidad destruída”, en marzo de 2013 tuvo lugar en el Memorial de las SA, Prisión Papestrasse de Berlín, una exposición en honor de Fritz Fränkel: “Historia y presente: cómo una detención transformó el curso de la vida de una familia”. Esta exposición fue organizada por el hijo de Fränkel -André McLean- y el gobierno alemán.

103 Serge, Carnets, p. 514.

104 Serge, Carnets, p. 510.

105 Serge, Carnets, p. 511.

106Herbert Lenhoff, “Fritz Fränkel, uno de los fundadores de Socialismo y Libertad, ha muerto”, Mundo, 9 (jul. 1944), p. 27.

107 Serge, Carnets, p. 403.

108Michael Fraenkel y Herbert Lenhoff, “Socialismo y psicología”, Mundo, 2 (15 jul. 1943), pp. 11-12.

109Serge, “Por una renovación del socialismo”, p. 150.

110Serge, “Por una renovación del socialismo”, p. 152.

111 Serge, Carnets, p. 462.

112Serge, “Por una renovación del socialismo”, p. 153.

113 Serge, Carnets, p. 556.

114En una intervención pública en 1974, Suárez vinculó los orígenes del freudomarxismo a los siguientes autores y corrientes políticas: “Siegfried Bernfeld (1892-1953), Wilhelm Reich (1897-1957), Otto Fenichel (1898-1946) y Erich Fromm (1900-1980), a los que, en diversos momentos y con distinto grado de afinidad y compromiso se unirían otros psicoanalistas: Paul Federn, Annie Reich, Richard Sterba y Georg Simmel. Se trata de una generación que había vivido la primera guerra mundial en las trincheras (salvo Fromm), que era testigo de la división del movimiento obrero, desgarrado entre la socialdemocracia y el partido comunista, que veía con cierta esperanza el experimento ruso tras la victoria bolchevique y empezaba a sentir la ola de violenta irracionalidad antisemita del movimiento nazi”. Suárez, “Puntualizaciones”, p. 315.

115 Marcuse, Eros y civilización.

116 Langer, Memoria.

117 Albertani, “Socialismo y libertad”, pp. 212-213.

118 Serge, Carnets, p. 723.

119 Serge, Carnets, p. 570.

Recibido: 03 de Julio de 2019; Aprobado: 30 de Enero de 2020

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