“¿Qué es normal con COVID-19? Nada”
Anthony Hincks
“Si yo no estoy para mí, ¿quién lo está?
Y si sólo estoy para mí, ¿qué soy?
Y si no es ahora, ¿cuándo?”
Hillel el Sabio
La pandemia COVID-19 ha trastocado todos los elementos de la sociedad, afectando intensamente a los sistemas educativos y de salud, e iniciando un profundo cambio en todo lo que hacemos como profesionistas y como docentes. El impacto en cómo atendemos a los enfermos y enseñamos a los estudiantes no será de corta duración, el panorama es incierto y la luz al final del túnel se ve cada vez más lejana. El anhelo y la nostalgia por lo que hemos perdido no debe envolvernos en el agobio y la desesperanza, sino que debe motivarnos a salir adelante, creando, innovando, adaptando, empujando, sin darnos por vencidos. Escribo estas líneas en el mes de septiembre de 2020, aún inmersos en los efectos agudos, ya se sienten crónicos, de la pandemia. Por donde se vea nos hemos convertido en seres monotemáticos, de lo único que queremos hablar, leer y escribir es sobre el virus y sus efectos, cualquier otro tema nos parece poco relevante. Si bien es entendible el foco en la crisis actual, debemos intentar dejar de “vernos en el ombligo”, ya que la contemplación pasiva en la que es fácil caer para no enfrentar la nueva y compleja realidad, no nos ayudará a salir del pantano existencial en el que nos encontramos.
Es fundamental dirigir nuestros esfuerzos a asegurar la continuidad formativa y la equidad en el entrenamiento de nuestros estudiantes, modificar el énfasis de la evaluación hacia la evaluación formativa para el aprendizaje, generar mecanismos de apoyo los docentes, estudiantes y residentes en desventaja, documentar los cambios introducidos en estos meses y sus impactos, mejorar la educación en línea, así como realizar una profunda reflexión sobre la renovación de nuestros modelos educativos. Debemos explorar mecanismos transformadores de enseñanza, aprendizaje y evaluación en los estudiantes de profesiones de la salud, y es pertinente reconocer que antes de la pandemia nuestra situación educativa y de atención de la salud enfrentaban múltiples retos no resueltos, que se han visto exacerbados por la situación actual.
La pandemia nos empujó súbitamente a la educación a distancia, afectando la enseñanza programada de todos los estudiantes de medicina y enfermería, de pre y posgrado, con el cierre de universidades, confinamiento en casa, y retiro de estudiantes de los campos hospitalarios. El sistema de salud se transformó en un escenario dedicado principalmente a la atención de pacientes con COVID-19. Esto puso a sufrir a docentes y autoridades de las escuelas de profesiones de la salud, ya que no solo tuvieron que migrar a la educación a distancia, a la que muchos no estaban acostumbrados, sino que además tuvieron que realizar adecuaciones logísticas, curriculares y de evaluación para cumplir con los planes y programas de estudio de los cursos calendarizados.
Los expertos en educación ha distancia han dejado claro que la educación que vivimos en los meses de marzo en adelante este año, no fue realmente “educación en línea” en toda la extensión de la palabra, sino “educación remota de emergencia” (ERE)1. En contraste a las experiencias educativas diseñadas desde un principio para ser en línea, la ERE es un cambio transitorio a una modalidad instruccional diferente, debido a la crisis ocasionada por la pandemia. Este cambio implicó el uso de soluciones digitales a distancia, que probablemente regresarán a su formato original cuando cese la emergencia, situación que se ve cada vez más lejana. La importancia de esta diferencia radica en que las respuestas educativas a la emergencia tuvieron un componente sustancial de improvisación con métodos no ideales, a diferencia de lo que implica la educación en línea formal, con actividades planeadas con anticipación, pedagógicamente fundamentadas, en ambientes virtuales de aprendizaje bien diseñados, y con una formación docente estructurada para utilizar las tecnologías en el proceso educativo y de evaluación en esta modalidad.
Si bien se respondió de manera eficiente a la urgencia educativa a través de un enorme esfuerzo de docentes, estudiantes y autoridades, lo que recibieron los educandos dista de ser lo ideal. Se generaron vacíos en el aprendizaje de habilidades clínicas y quirúrgicas, que eventualmente deben atenderse. En el futuro cercano debemos incorporar las diversas modalidades y modelos de educación en línea, presencial y mixta/híbrida, con estrategias de formación docente y desarrollo curricular que utilicen buenas prácticas educativas. Debemos repensar nuestros planes y programas de estudio, los métodos de enseñanza y evaluación del aprendizaje, así como colaborar con compañeros de otras instituciones y disciplinas, para desarrollar estrategias educativas que respondan a las necesidades actuales. La educación en profesiones de la salud tiene impacto en la salud en el largo y mediano plazos, por lo que sus resultados en la atención clínica de los enfermos no son fácilmente visibles en lo inmediato. Ello nos obliga a estar muy alertas a lo que está ocurriendo, para diseñar intervenciones proactivas y remediales que tengan el bienestar de los pacientes y de los educandos como metas principales. El debate sobre el rol de los estudiantes de medicina y enfermería en los hospitales ha sido apasionado, con cuestionamientos de diversos sectores de la sociedad, lo que nos obliga a reflexionar sobre cómo podemos integrar de forma más efectiva y pertinente a los estudiantes en los complejos sistemas de salud. Recientemente Kevin Eva, editor de la revista Medical Education, comentó que vivimos “días extraños”, con lo que no podemos estar en desacuerdo2.
Un efecto adverso de la educación remota de emergencia, fue que algunos profesores desarrollaron ‘Covido-pedago-fobia’, rechazo a la modalidad a distancia. Al ser su primera experiencia con educación en línea algo desagradable, con escasa planeación y apoyo limitado, es natural la incomodidad con esta modalidad educativa3. Debemos invitar a colaborar a personal con entrenamiento en educación en línea y tecnología, para generar con equipos interdisciplinarios actividades de formación docente y educativas que se apropien de lo mejor de los dos mundos, el virtual y el cara a cara. La educación en línea tradicionalmente ha estado relativamente relegada, con una percepción social de que es de calidad inferior a la tradicional, o que solo es para algún tipo de personas, pero actualmente está en el centro del escenario y debemos explotarla en el buen sentido de la palabra. Acostumbrémonos a utilizar la mejor evidencia educativa publicada sobre estos temas, que es muy abundante, y generemos nuestro propio conocimiento original en contextos locales, para desarrollar trabajos que nos ayuden a seguir adelante sin sacrificar la educación de calidad que merecen los estudiantes y nuestros pacientes.
Los artículos publicados en este número de la revista ofrecen herramientas para continuar reflexionando sobre cómo podemos mejorar el aprendizaje y el bienestar de estudiantes de pre y posgrado: la compleja relación entre el estrés y la depresión en el desempeño académico de los estudiantes; factores psicosociales en residentes de neonatología; la educación médica desde una perspectiva basada en los derechos humanos; la investigación-acción como estrategia educativa en Salud Pública; el difícil tema de la enseñanza de la estadística; la colaboración de un consorcio de escuelas de medicina mexicanas para diseñar un examen clínico objetivo estructurado (ECOE) en el internado médico; el uso de simuladores y pensamiento crítico; y las competencias en alimentación pediátrica de internos de Pediatría. Tenemos además un ensayo crítico sobre aspectos bioéticos de la enseñanza con enfoque de derechos humanos, así como un artículo de revisión sobre el fascinante tema del pensamiento complejo y su relevancia en la educación médica en la pandemia.
En este número contamos además con un suplemento especial, los resúmenes de los trabajos aceptados al Congreso “La Educación Médica ante los Desafíos de la Sociedad”, evento académico de la Asociación Mexicana de Facultades y Escuelas de Medicina (http://www.amfem.edu.mx). Los trabajos presentados en este congreso, 48 presentaciones orales y 113 carteles, abarcan toda la gama de actividades de educación en ciencias de la salud en sus diferentes niveles, y representan ideas, innovaciones, experiencias y trabajos de investigación de las escuelas de medicina mexicanas y de Latinoamérica.
Todos estos temas son pertinentes a la situación actual, invitamos a los lectores que los revisen y generen proyectos que contribuyan a ayudar a la comunidad de educadores en ciencias de la salud. Es frecuente argumentar que las crisis son oportunidades que no debemos desperdiciar, por lo que sugiero dejar de estarnos “viendo el ombligo” en actitud meramente contemplativa, la crisis actual lo amerita. Como dice el epígrafe de esta Editorial: “si no es ahora, ¿cuándo?”
Editor en Jefe Facultad de Medicina, UNAM