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Andamios

versión On-line ISSN 2594-1917versión impresa ISSN 1870-0063

Andamios vol.19 no.50 Ciudad de México sep./dic. 2022  Epub 29-Sep-2023

https://doi.org/10.29092/uacm.v19i50.991 

Reseñas

Cómo leer, razonar y estudiar ciencia política, de Víctor Hugo Martínez

Arturo Santillana Andraca* 

*Profesor-Investigador en la academia de Ciencia Política y Adminsitración Urbana en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México. Correo electrónico: arturosantillana@gmail.com

Martínez, V. 2021. Cómo leer, razonar y estudiar ciencia política. México: Universidad Autónoma de la Ciudad de México


Al comenzar a leer Cómo leer, razonar y estudiar ciencia política, de Víctor Hugo Martínez, surgieron en mi mente dos cuestiones: la injusticia de tener algunos años más que Víctor y no haber podido encontrarme su obra cuando comenzaba a estudiar ciencia política. Me hubiera sido de gran utilidad. La segunda cuestión que vino a mi mente fue un texto de Marx Reflexiones de un joven al elegir su profesión, que elaboró en su etapa de bachillerato y en el que defiende ciertos criterios que a su juicio debería seguir un estudiante al elegir su carrera, como las habilidades y aptitudes, la pasión y el gusto, así como el compromiso social. Y lo evoco porque en una de las primeras cuestiones en las que el autor pone acento es la pasión. Como toda disciplina la ciencia política, demanda que quien la estudie lo haga por gusto. Nuestro autor nos conmina a que no divorciemos el placer y el gusto que nos puede provocar la ciencia política, con la seriedad al estudiarla.

La obra de Víctor Hugo Martínez está conformada por tres partes, cada una de las cuales corresponde a las habilidades que deberían desarrollar los estudiosos de la ciencia política: leer, razonar y estudiar. El orden en el que el autor nos expone dichas habilidades no es fortuito. Tiene su razón de ser. No podremos razonar y menos estudiar los fenómenos emparentados con nuestra disciplina si previamente no aprendemos a leer. No obstante, existen distintos tipos de lectura. Como bien comenta Víctor Hugo Martínez, una lectura relativa a las ciencias sociales o las humanidades, se trabaja, y lo primero que se requiere para una lectura atenta, no lo dice Víctor, pero lo pienso -aunque suene de Perogrullo- es la vigilia, estar bien despiertos. Si los estudiantes llegan a casa de jornadas de trabajo de ocho horas o más, algunas clases en la universidad, más el tiempo que invierten en desplazarse, y así comienzan a estudiar, es probable que les venza el sueño. Cada cabeza es un mundo, pero yo les sugeriría, dormir un rato y levantarse temprano para tener la mente lo más despejada posible. Me parece que también les convendría mantener sus celulares apartados o apagados. Y antes de que la Ciudad despierte, avanzar lo más posible en sus lecturas. Y entiendo por avanzar no leer rápido, sino comprender mejor.

Coincido plenamente con nuestro autor en que al pensar cómo presentar la ciencia política a los estudiantes y estudiosos se comience por la lectura. Lejos de asumirla como algo pesado, difícil, lento, engorroso, debemos realizarla con placer, dimensionándola como la vía por la que conoceremos e investigaremos o como dice Víctor como la condición necesaria para razonarla y estudiarla. Desafortunadamente, las nuevas generaciones leen cada vez menos. La colonización técnica del mundo ha provocado que lo efímero de las imágenes desplace la parsimoniosa lectura de los textos. Cantidad de veces, los docentes hemos sido testigos de que los estudiantes reemplazan la lectura del texto de un autor, por resúmenes, videos o tik-toks.

Leer en el contexto de nuestra disciplina no se remite a pasar los ojos por el papel; sino que se requiere descifrar, entender lo que ahí se dice. Pero para ello es menester que haya inquietud, incertidumbre, duda. Estas son las chispas que nos permiten el fuego que provoca el conocimiento.

Hay que aprender a leer: así como necesitamos condiciones mínimas de concentración, se requiere también saber atrapar el objetivo, las ideas principales, el argumento, los conceptos y categorías con los que trabaja el autor. Pero ello, muchas veces se convierte en una labor artesanal que requiere sus tiempos y sus silencios. Podría intentar sintetizar lo que Víctor nos enseña en esta primera parte de su libro relativa a “leer”, con la idea de que la lectura es una actividad mediante la cual nos ponemos en diálogo con el autor. Por ello puede haber lecturas distintas de una misma obra. Leer significa en este sentido, interactuar. Una lectura pasiva con la que solamente recibimos información resultaría estéril para desarrollar la segunda habilidad en la que se detiene el libro: razonar. La ciencia política como otras tantas disciplinas de las ciencias sociales demandará a quien la estudie una lectura razonada de los textos. (Cabe decir, entre paréntesis, que estas tres habilidades “leer, razonar y estudiar” están entreveradas).

De manera muy didáctica, Víctor nos comparte anécdotas ilustrativas respecto a la dificultad que tienen los estudiantes para leer y comprender un texto. Y es que ambas facultades están emparentadas con el razonamiento. Una lectura pone más en juego el razonamiento en la medida que van surgiendo preguntas e inquietudes: ¿qué se propone el texto? ¿por qué? ¿cómo se argumenta? El razonamiento nos permite buscar las causas de un fenómeno, los argumentos que sostienen una proposición o identificar las variables dependientes e independientes y comenzar a trazarnos problemas de investigación. Haciendo gala de sus destrezas didácticas nuestro autor toma como punto de partida del razonamiento politológico, la identificación de la dimensión social de la realidad y sus fenómenos. Coincido con Norbert Elías, quien se desmarcaba tanto del economicismo de cierta tradición marxista, como del estructural funcionalismo, para pensar en una sociedad integrada por individuos y grupos que al interactuar también se conforman. Entre individuo y sociedad no hay frontera, sino relación y co-determinación. Desde el horizonte de la filosofía decía Ortega y Gasset: “yo soy yo y mi circunstancia”. No se trata de priorizar al individuo solipsista o a las estructuras e instituciones sociales, sino de explorar las fronteras, los contornos de su relación de por sí porosa. Con una erudición sorprendente Víctor Hugo Martínez va recorriendo las etapas neurálgicas de la evolución de la ciencia política, pasando del positivismo y el antiguo institucionalismo, al constructivismo y de éste a la teoría de la elección racional, el neoinstitucionalismo, etcétera. Así nos ofrece un panorama bastante útil para comprender el estado del arte en el que se encuentra nuestra disciplina.

En la última parte de su libro, el autor aborda la etapa más compleja en la formación académica de los estudiantes: el estudio y la investigación. Es común observar en ellas o ellos un cierto miedo y en algunos casos hasta pavor por la tarea de investigar. Pero esto quizás se deba a un prejuicio en tanto no han hecho consciente que constantemente investigan. La investigación es una tarea que nos acompaña cotidianamente. Investigamos sobre el clima, sobre una canción o una pieza musical que nos cautivó y sobre sus compositores e intérpretes. Investigamos sobre una autora o un autor cuya obra nos haya gustado, sobre una noticia que atrapó nuestra atención, o en tanto consumidores investigamos sobre precios y calidades de las mercancías. Algo similar sucede cuando elegimos un tema de investigación al elaborar un ensayo para un curso o una tesis o trabajo recepcional. No podemos escindir al sujeto que investiga, en nuestro caso a los estudiantes, de las circunstancias que les rodean. Muy probablemente de estas surja su interés por investigar algún tema.

De la mano de Max Weber, Víctor nos recuerda que la “neutralidad valorativa” que se recomienda asumir al estudiante al momento de investigar no significa que ellos deban carecer de valores. Estos nos acompañan todo el tiempo. Significa, mejor dicho, que al momento de investigar diferenciemos entre lo que acontece y nuestro deseo. Y para ello se requiere saber emplear las técnicas de investigación, saber dibujar diagnósticos y plantear preguntas adecuadas.

Cómo leer, razonar y estudiar ciencia política editado por la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, es un texto que hoy debería resultar ineludible para nuestros estudiantes: si después de leerlo, razonarlo y estudiarlo continúan con su incursión en la ciencia política, seguramente arribarán a buen puerto.

Además de resultar una excelente guía de lo que es nuestra disciplina, la obra de Víctor Hugo Martínez goza de una frescura y una creatividad capaces de persuadir al compromiso y a la responsabilidad a las nuevas generaciones de potenciales politólogos y politólogas. Nos ofrece con una pluma privilegiada, el estado del arte de nuestra licenciatura y nos deja ver su preocupación por el entendimiento de los estudiantes al brindarnos ejercicios, recomendaciones bibliográficas y fílmicas que de antemano nutrirán su visión panorámica, pero también subjetiva, de la disciplina.

Me es muy grato reconocer que tuve la oportunidad de escribir sobre un libro que me ha enseñado mucho, tanto para nutrir mi panorama sobre la ciencia política, como para sensibilizarme en mi calidad de docente del cómo no desterrar la preocupación por el aprendizaje al privilegiar la enseñanza.

Quisiera cerrar con una pregunta que le dejo a nuestro autor, motivada por los desafíos que como docentes tenemos a diario para que los estudiantes lean, razonen y estudien: ¿será que asistimos a una época en la que está cambiando un tanto vertiginosamente la noción de Universidad, esto es su razón de ser, su objetivo, su dimensión cultural y que ello se refleje en una manera distinta de dimensionar la formación de los estudiantes, la producción del conocimiento y sus alcances?

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