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Andamios

versión On-line ISSN 2594-1917versión impresa ISSN 1870-0063

Andamios vol.18 no.45 Ciudad de México ene./abr. 2021  Epub 27-Sep-2021

https://doi.org/10.29092/uacm.v18i45.823 

Artículos

Políticas de la materia. La producción material en el pensamiento de Postone

Policies of the matter. Material production in Postone’s thought

Facundo Nahuel Martín* 

*Docente de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (Argentina) y becario postdoctoral en CONICET. Correo electrónico: facunahuel@gmail.com


Resumen

Intentaré reconstruir cómo Moishe Postone estudia los aspectos materiales y concretos de la sociedad capitalista. Este autor es leído habitualmente como un teórico de la forma social, lo que lleva a descuidar sus planteos sobre la producción material. Este análisis es filosóficamente relevante en cuanto incluye teorías sobre la neutralidad de la tecnología y los modos de universalidad social. Postone analiza la producción industrial, el trabajo concreto y el tiempo histórico como formas de producción material cualitativamente relevantes para la teoría social crítica, en las que se debaten las contradicciones entre formas opresivas y potencialidades liberadoras de la sociedad capitalista.

Palabras clave: Teoría crítica; modernidad; capitalismo; producción material; universalidad social

Abstract

I will try to reconstruct how Moishe Postone studies the material and concrete aspects of capitalist society. This author is usually read as a theorist of the social form, which leads to neglecting his ideas about material production. This analysis is philosophically relevant insofar as it includes theories on the neutrality of technology and the modes of social universality. Postone analyzes industrial production, concrete labor and historical time as forms of material production qualitatively relevant to critical social theory, in which the contradictions between oppressive forms and emancipatory potentialities of capitalist society are confronted.

Key words: Critical theory; modernity; capitalism; material production; social universality

Introducción

En este trabajo me propongo analizar las dimensiones sociales e históricas de la producción material en el pensamiento de Moishe Postone. Su trabajo reconstruye la teoría del Marx maduro como una crítica del trabajo en el capitalismo. Según esta teoría, en la modernidad del capital el trabajo deviene el elemento socialmente mediador. Esto significa que las relaciones sociales ya no aparecen como tales, sino que el propio trabajo asume por sí la mediación social, estructurada ahora por un conjunto de compulsiones sociales anónimas, impersonales y abstractas. El trabajo se automedia en el capitalismo, dándose a sí mismo carácter social y organizando el proceso de conjunto con prescindencia de los particulares.

La crítica del trabajo de Postone se dirige tanto a la forma social capitalista como a la materialidad de la producción. Sin embargo, el autor es leído usualmente como un teórico de la forma social capitalista, esto es, del modo como existen las relaciones sociales en el capitalismo, lo que lleva a descuidar sus análisis sobre la producción material. Postone produce efectivamente una crítica de la forma impersonal, anónima y abstracta que se dan las relaciones sociales en el capitalismo. Sin embargo, también formula una potente teoría sobre las determinaciones sociales e históricas de la producción material. En la forma de producción dominante en el capitalismo se objetivan las formas de mediación características de esta sociedad. La crítica de la forma de trabajo en el capitalismo abarca tanto las dimensiones ligadas a la mediación social como el trabajo concreto. Esto significa que la producción industrial moderna no es políticamente neutra, sino que es materialmente adecuada al capitalismo. Su teoría refleja una “política de la materia” determinada, en cuanto la forma de dominación social dinámica y contradictoria del capitalismo se plasma en la esfera de la producción. El trabajo concreto tal y como existe en esta sociedad es una actividad instrumental, empobrecida y unilateral que está a la base de una serie de deformaciones del potencial de racionalidad de las personas. Asimismo, el tiempo estructurado socialmente por el capital no es solo abstracto sino también concreto: existe una temporalidad histórica capitalista constituida por la producción de riqueza material. De modo general, Postone estudia la sociedad capitalista como una totalidad sustantiva y no solo abstracta, con lo que su teoría se refiere tanto a los aspectos formales como los materiales de la vida social, incluyendo la forma industrial de producción, el trabajo concreto y el tiempo histórico.

En particular, resulta significativo estudiar la categoría social de riqueza material en su contradicción dinámica con el valor. Si la esfera de la producción es constituida como materialmente adecuada a la forma social del capital, sin embargo también se anuncian en ella las potencialidades emancipatorias gestadas en el seno del capitalismo, pero capaces de trascenderlo. Se anuncia allí una crítica inmanente de la producción: el trabajo concreto, la técnica moderna y las formas de vínculo con el valor de uso construidas en el capitalismo encarnan dinámicas alienadas y anuncian, a la vez, la posibilidad de un más allá del capital.

El análisis que propongo es importante en cuanto la mayoría de las lecturas o análisis producidos sobre Postone discuten su crítica del trabajo desde el punto de vista de la lucha de clases, ponen en cuestión el carácter presuntamente objetivo de las formas sociales del capital, o se centran en la legitimidad de su reconstrucción de la lógica del capital en relación con la historia. Martin Jay (1993), a pesar de su empatía general hacia Time, Labor and Social Domination, cuestionó tempranamente la posibilidad circunscribir al capitalismo el dominio “abstracto”. Jay sugiere que la religión podría ser un ejemplo de “dominio abstracto” característico de sociedades no-capitalistas. Aproximaciones similares se evidencian en varias contribuciones del volumen dedicado a Postone por la revista Historical Materialism. Fracchia (2004), en consonancia, discute las pretensiones de Postone de producir una crítica del capital históricamente determinada, sin apelar a ninguna categoría transhistórica. Sin embargo, no se detienen en su análisis de la producción material.

Por otro lado, la concepción del capital como sujeto autonomizado del proceso social ha sido objetada por Albriton (2004) y, de manera particularmente incisiva, por Bonefeld (2004). Para estos autores Postone fracasaría en su intento por articular estructura y acción, al dejar de lado la lucha de clases y absolutizar la aparición del capital como sujeto de la totalidad (Bonefeld 2004, p. 103). McNally (2004) también objeta la identificación del trabajo abstracto con una actividad auto-mediadora desde una perspectiva hegeliano-marxista tradicional.

La recepción en castellano de Postone se concentra, por su parte, en algunas pocas publicaciones, la mayoría de las cuales podrían encuadrarse, a pesar de algunos matices, en continuidad con las críticas de Bonefeld o Albriton (véase Stoeltzer, 2010; Fuentes, 2010; García Vela, 2011). Estos lectores, entusiastas con varias dimensiones de su obra, objetan en términos generales que la noción de totalidad de Postone sería demasiado tupida y por lo tanto impenetrable por la acción, obturando la construcción de una perspectiva crítica superadora.

En síntesis, la bibliografía secundaria en torno a Postone cuestiona su lectura de la lucha de clases, discute su teoría de las abstracciones sociales capitalistas u objeta su construcción del vínculo entre lógica e historia. Sin embargo, no he encontrado estudios consistentes sobre la producción material, el valor de uso y los modos de universalidad desplegados en relación con la riqueza material en su pensamiento.

Un análisis detallado sobre la producción material en el pensamiento de Postone es tanto más importante en cuanto, recientemente, se ha producido cierto giro en algunas lecturas vinculadas al marxismo que intentan analizar a la vez las dimensiones materiales y formales de la sociedad capitalista. Como sostiene Kohei Saito, “el método del materialismo práctico y crítico de Marx efectivamente va más allá de este tipo de análisis «formal» y se ocupa de la interrelación entre las formas económicas y el mundo material concreto” (2017, p. 14). Según Saito, la lectura de Marx permanece trunca si no contempla las dimensiones tanto formales como materiales de la sociedad capitalista, dando cuenta a la vez de las formas económicas abstractas e impersonales como de las técnicas de producción, la relación entre la industria y la naturaleza y las preocupaciones ecológicas que surgen de todo ello.

De modo análogo, Srnicek y Williams, en un libro ampliamente discutido, han enfatizado la importancia de las dimensiones tecnológicas y materiales para la reformulación de un proyecto de izquierdas solvente para nuestro tiempo. Los autores afirman que la tecnología “no es ni buena ni mala, ni tampoco es neutral” (2015, p. 152). Desde su punto de vista, los objetos técnicos llevan en sí una política, que a su vez es parcialmente flexible, susceptible de reapropiaciones y reutilizaciones que exceden su contexto de producción original. “Las potencialidades de una tecnología no se pueden determinar a priori” (Srnicek y Williams, 2015, p. 152). Las tecnologías son ambiguas: la tecnología que incrementa el control sobre el trabajo en los talleres podría también habilitar la reducción de la jornada laboral, etc.

Los estudios de Saito, así como las propuestas de Srnicek y Williams, no relacionadas directamente con el pensamiento de Postone, señalan sin embargo la importancia de analizar la producción material desde el punto de vista de las transformaciones dinámicas de la forma social. En resumen: mientras que la bibliografía secundaria dedicada a Postone ha tendido a descuidar sus planteos sobre la producción material, otros aportes recientes que son importantes para la relectura de Marx enfatizan especialmente esta dimensión de la totalidad social capitalista. Esto justifica un trabajo detallado sobre los aspectos materiales de la vida social en el capitalismo, vinculados con la producción industrial moderna, el trabajo como actividad instrumental, el tiempo histórico y la contradicción entre riqueza y valor.

El capital como totalidad sustantiva

En este apartado analizaré la gran industria como forma de existencia material adecuada a la mediación social capitalista. Las relaciones sociales capitalistas están mediadas por el trabajo como categoría auto-mediadora. El trabajo opera socialmente como su propio fundamento, por lo que configura una totalidad. El concepto de totalidad tiene una densidad filosófica y conceptual: no se refiere a la sumatoria de elementos dados, sino a la lógica de su articulación. Esa articulación tiene carácter “especulativo”: el principio mediador de la totalidad, el trabajo, se funda a sí mismo y gobierna todos los elementos de lo social como momentos suyos, que tienden a verse atravesados por la dinámica autonomizada del sujeto global al modo del espíritu de la filosofía hegeliana. “El Geist (…) constituye la realidad externa por medio de un proceso de externalización y auto-objetivación y, en el proceso, se constituye a sí mismo reflexivamente” (Postone, 1993, p. 72). El trabajo, principio automediador de lo social, compone una totalidad porque se gobierna a sí mismo y conduce globalmente a la sociedad según sus leyes autonomizadas, independientes de los particulares. La totalidad se construye en términos de dominación, con lo que la intencionalidad emancipatoria apunta a su superación histórica a favor de formas de vínculo social no totalizadas en torno a un sujeto global. “La totalidad se ha convertido en el objeto de la crítica (…) La totalidad social, en el análisis de Marx, es una característica esencial de la formación capitalista y una expresión de la alienación” (Postone, 1993, p. 79, cursivas originales).

Las relaciones sociales constituidas por el trabajo en el capitalismo configuran una dominación social abstracta, impersonal y anónima, que no aparece como social y no se estructura desde vínculos de poder inmediatos entre las personas. “La dominación social en el capitalismo no consiste, en este nivel fundamental, en la dominación de la gente por otra gente sino en la dominación de la gente por estructuras sociales abstractas que la misma gente constituye” (Postone, 1993, p. 30). Bajo esa nueva forma de mediación social, las personas pierden capacidad para controlar o modificar conscientemente sus vidas, su trabajo y su producción: “las personas en última instancia no controlan su actividad productiva sino que son dominadas por los resultados de esa actividad” (Postone, 1993, p. 30). El trabajo constituye una serie de formas sociales mediadoras que no aparecen abiertamente como sociales, que despliegan una dinámica inmanente automática, incontrolable para las personas, que garantiza como tal la dominación social.

En síntesis, la forma de trabajo en el capitalismo, dividido en concreto y abstracto, lo convierte en el elemento mediador de la sociedad capitalista. El trabajo concreto remite a la mediación entre los humanos y la naturaleza. En cambio, el trabajo abstracto se refiere a la función social del trabajo en el capitalismo, esto es, al rol del trabajo como categoría mediadora que organiza esta sociedad. Sobre la base del carácter mediador del trabajo en el capitalismo se monta la dominación social abstracta que caracteriza a esta sociedad.

Ahora bien, lo anterior no significa que el trabajo concreto permanezca como una categoría neutral. Cualquier sociedad presupone algún tipo de trabajo concreto como mediación entre los seres humanos y la naturaleza. “Alguna forma de trabajo concreto, como quiera que sea determinada, es necesaria para mediar las interacciones materiales de los humanos y la naturaleza” (Postone, 1993, p. 380). Sin embargo, la forma concreta de producción en el capitalismo no es neutral ni refleja simplemente necesidades transhistóricas ligadas a la mediación entre sociedad y naturaleza. Postone formula una crítica de la producción industrial moderna (1993, p. 7) que alcanza también a la forma concreta de trabajo en esta sociedad. La crítica del trabajo en el capitalismo se dirige tanto a su carácter mediador (el trabajo abstracto como fundamento de la forma social) como a su organización y naturaleza materiales históricamente determinadas (el trabajo concreto tal y como es llevado a cabo en el capitalismo). “El análisis de Marx conlleva una noción de la superación del capitalismo que no implica afirmar acríticamente la producción industrial como la condición del progreso humano, ni rechazar románticamente el progreso tecnológico per se” (Postone, 1993, p. 36).

Siguiendo de cerca a Marx en El capital y los Grundrisse, Postone estudia la gran industria como la instancia en que la producción capitalista llega a sí misma, es decir, como la instancia en que a producción se vuelve materialmente adecuada a la lógica del capital. Marx “estudia este modo de producción como la materialización adecuada del proceso de valorización” (Postone, 1993, p. 336). La gran industria se caracteriza por la asunción de la mayor parte de la actividad productiva por máquinas y la automatización del proceso productivo. Se trata del “reemplazo de la fuerza humana por las fuerzas naturales” (Postone, 1993, p. 338). Las máquinas modernas tienden a independizarse del “trabajo humano directo”, aprovechando las fuerzas naturales y los descubrimientos científicos como factores fundamentales de la producción, que se vuelve cada vez menos dependiente del gasto directo de trabajo humano, y se basa cada vez más en el conocimiento social general plasmado tecnológicamente.

En la gran industria, el sistema automático de maquinaria se convierte en sujeto de la producción material. “[Marx] se refiere a la fábrica como un autómata mecánico que es un sujeto, compuesto por varios órganos conscientes (los trabajadores) y órganos inconscientes (los medios de producción), todos los cuales están subordinados a su fuerza motriz central” (Postone, 1993, p. 345). Al asumir el carácter se sujeto de la producción material, la trama de máquinas moderna plasma en la materialidad del trabajo concreto la lógica del capital, que es precisamente el sujeto de la totalidad social.

Andrew Feenberg ha señalado que la primacía de algunos cambios tecnológicos por sobre otros nunca se funda en consideraciones técnicas neutrales, sino en la adecuación de los artefactos construidos con el contexto social. “La elección entre alternativas no depende en última instancia de la eficiencia técnica ni económica, sino en la «adecuación» entre los dispositivos y los intereses y creencias de los varios grupos sociales que influyen en el diseño” (1999, p. 79). Postone hace consideraciones similares, solo que enfatizando el carácter ciego y alienado de la dinámica del capital en lugar de las decisiones conscientes. En cualquier caso, ambos autores coinciden en que los adelantos técnicos en la producción moderna no son meros resultados de avances valorativamente neutrales, sino que plasman las necesidades impuestas por el contexto social. El análisis categorial de Postone, en suma, no se limita a la forma social, sino que abarca sus condiciones materiales incluso en sentido tecnológico. Esto supone pasar de la totalidad abstracta a la totalidad sustantiva capitalista, abarcando conceptualmente el carácter social e histórico de las formas concretas de trabajo y de la tecnología asociada a ellas.

El trabajo concreto como actividad instrumental

Pasaré ahora al estudio del trabajo concreto tal y como es configurado en el capitalismo. La actividad de trabajar es estructurada de manera específica en esta sociedad, según sus patrones social-formales históricamente determinados. El trabajo se separa de otras actividades vitales como los ritos, la política, etc. Se convierte en una actividad autonomizada, regida por criterios de cálculos medios-fines separados de otras consideraciones vitales o sociales (Jappe 2015). Trabajar no es practicar cultos, dirimir los asuntos políticos, jugar o amar. Se trata de una esfera autonomizada y secularizada constituida como un puro ámbito instrumental o de meros medios. El trabajo concreto, que no es puramente actividad instrumental en otras sociedades, se constituye como una esfera de medios despojados de sentido intrínseco. Al mismo tiempo, en virtud del carácter recursivo o autotélico del trabajo en el esta sociedad (se trata de una actividad auto-mediadora), esta esfera de puros medios acaba por levantarse como fin en sí mismo. Luego, el trabajo es simultáneamente una actividad despojada de todo sentido (puramente instrumental, etc.) y erigida como fin en sí, impuesto de modo ciego y automático sobre la vida social.

El trabajo productor de mercancías aparece como una actividad “secularizada” que produce objetos meramente materiales. En las sociedades no capitalistas, que no están mediadas por el trabajo, éste no es una actividad completamente secular ni una pura esfera de medios. En cambio, participa de la matriz de relaciones sociales tradicional y recibe de ella un sentido característico. “En las sociedades tradicionales, las actividades laborales y sus productos son mediados por, y enmarcados en, relaciones sociales abiertas” de modo que “la actividad productiva no aparece como puros medios, ni las herramientas y productos aparecen como meros objetos”. En cambio, trabajo, herramientas y productos están “empapados de significados y significaciones -sean manifiestamente sociales o cuasi-sagradas” (Postone, 1993, p. 171). La matriz de relaciones tradicional otorga al trabajo significados sociales. En ese marco, el trabajo no mediatiza la vida social, sino que aparece como una actividad mediada, que se enmarca en la propia matriz y recibe de ella su significado. Paradójicamente, cuando el trabajo se convierte en actividad social mediadora, en el capitalismo, al mismo tiempo se despoja de sentidos y se vuelve una esfera de puros medios: “La «secularización» del trabajo y sus productos es un momento del proceso histórico de disolución y trasformación de los lazos sociales tradicionales por una mediación social con un carácter dual -concreto-material y abstracto-social” (Postone, 1993, p. 173). Luego, el trabajo deviene actividad instrumental únicamente en el capitalismo. “El trabajo social como tal no es acción instrumental, el trabajo en el capitalismo, sin embargo, es acción instrumental” (Postone, 1993, p. 180).

Por último, el trabajo vuelto acción puramente instrumental en el capitalismo se convierte a su vez en un fin en sí mismo. Una actividad ahora puramente instrumental, separada de todo significado, se convierte en la finalidad autonomizada de la vida social. Esto conduce a la inversión de los medios y los fines característica de las patologías de la razón instrumental estudiadas por la teoría crítica desde Dialéctica de la Ilustración. “El fin de la producción en el capitalismo no son ni los bienes materiales producidos ni los efectos reflexivos de la actividad productiva en el productor, sino el valor” (Postone, 1993, p. 181). La actividad constituida como mero medio (el trabajo) se torna un fin autonomizado: se trabaja para producir valor o se trabaja para trabajar. “La emergencia de un fin de la producción social que es efectivamente un medio subyace a la creciente dominación de los medios por sobre los fines, notada por Horkheimer” (Postone, 1993, p. 181).

En resumen, el trabajo concreto en el capitalismo está vinculado a las formas de inversión de los medios y los fines en la sociedad moderna, donde el incremento del dominio técnico sobre el mundo exterior se asocia a la pérdida de sentido de la vida y la autonomización de la esfera de medios que se constituyen en fines en sí mismos. Esto deforma las capacidades racionales de las personas, constituyendo un mundo de actividades puramente instrumentales escindidas de todo sentido y a la vez impostadas como fines en sí. Frente a esta deformación de las potencialidades de racionalidad social, Postone propone “«liberar» al trabajo secularizado de su rol como mediador social” de cara a “superar la compulsión social no consciente en una sociedad emancipada” (1993, p. 174). En otras palabras, romper con el trabajo como forma de mediación social haría posible trascender las formas de instrumentalización de la racionalidad propias de la sociedad moderna. Esta ruptura es imaginable gracias a la contradicción entre riqueza y valor, que desgarra a la sociedad capitalista y anuncia su eventual superación. Explicar la contradicción entre riqueza y valor requiere, sin embargo, un análisis previo de la interacción dinámica entre tiempo abstracto y tiempo histórico.

Tiempo abstracto y tiempo histórico

La tercera dimensión en la que Postone analiza la materialidad de la producción es la interacción entre el tiempo histórico y el tiempo abstracto. Nuevamente, acá se revela que el capital no es solo una forma social abstracta sino que posee también dimensiones concretas, plasmadas en la materialidad de la producción. Hay una interacción dinámica entre la forma social gobernada por las abstracciones del valor y el trabajo, por un lado, y la producción de riqueza material, por el otro. Esta interacción dinámica entre los aspectos abstractos y concretos del capitalismo se articula con las formas socialmente constituidas de la temporalidad.

El capital posee una dialéctica temporal de transformación y restitución del tiempo de trabajo. Por un lado, incrementa constantemente la productividad. La “hora de trabajo social” se vuelve cada vez más “densa” en términos de la cantidad de mercancías producidas. A la vez, esas transformaciones no llevan a incrementos permanentes en el valor total creado. El valor, al fin y al cabo, depende del tiempo de trabajo empleado y no de su productividad: “aunque un incremento en la productividad genera más riqueza material, el nuevo nivel de productividad, una vez generalizado, produce la misma cantidad de valor por unidad de tiempo” (Postone, 1993, p. 288). La dinámica del capital incrementa la productividad del trabajo pero no la creación de valor, haciendo que el volumen total de bienes producidos aumente continuamente, sin verse acompañado de un incremento del valor total creado. La tendencia a aumentar la productividad del trabajo pero, a largo plazo, mantener estable la creación de valor, fundamenta la dinámica inmanente del capital en virtud de la cual “la productividad incrementada (que Marx considera como un atributo de la dimensión de valor de uso del trabajo) incrementa el número de productos y, por lo tanto, la cantidad de riqueza material, no cambia la magnitud de valor total cedida dentro de una unidad de tiempo dada” (Postone, 1993, p. 287). La interacción entre valor y valor de uso provoca entonces un “efecto de molino” donde la productividad crece todo el tiempo, pero el valor es repuesto una y otra vez como medida del valor.

Sobre la base anterior se funda la interacción entre tiempo abstracto y tiempo histórico en el capitalismo. El tiempo abstracto remite a la medida del valor, que se repone a sí misma una y otra vez como estática a lo largo de las variaciones en la producción de riqueza material en el capitalismo. “El tiempo abstracto no expresa el movimiento del tiempo, sino que constituye un marco aparentemente absoluto para el movimiento; su ecuánime «flujo» constante es de hecho estático” (Postone, 1993, p. 294). Sin embargo, junto con la perpetua restitución del tiempo abstracto como medida formal del valor y “marco” estático invariante, existe también un aspecto concreto y material de la temporalidad que se acelera continuamente. El tiempo histórico en el capitalismo es “una forma de tiempo concreto que es socialmente constituido y expresa una constante transformación cualitativa del trabajo y la producción, de la vida social más en general, y de las formas de conciencia, los valores, y necesidades” (Postone, 1993, p. 294). En el capitalismo coexisten dos formas de temporalidad, una concreta que se acelera permanentemente y una abstracta que se restituye como marco formal. Ambas son históricamente determinadas e interactúan. La dinámica del capital, en suma, no es puramente abstracta sino que tiene dimensiones temporales materiales y concretas.

La dialéctica de transformación y restitución de la hora de trabajo, ineluctable conforme el funcionamiento social del valor, vuelve al capitalismo tendencialmente anacrónico con respecto a sí mismo. El trabajo directo se torna cada vez menos relevante en la producción. En cambio, los poderes socialmente generales de la ciencia y la técnica adquieren primacía. El capitalismo “no solo eleva enormemente la productividad del trabajo, sino que lo hace hasta el punto de tornar la producción de riqueza material en esencialmente independiente del gasto inmediato de tiempo de trabajo humano” (Postone, 1993, p. 339). La generación de riqueza y la de valor entran en contradicción. La producción capitalista, “como proceso de creación de riqueza material, deja de depender necesariamente del trabajo humano directo; empero, como proceso de valorización, permanece necesariamente basada en tal trabajo” (Postone, 1993, p. 342). Esta contradicción creciente da al capitalismo su dinámica histórica característica, en cuyo marco el desarrollo del capital entra en una discrepancia creciente con sus propias bases sociales, históricas y lógicas. Si el trabajo es el fundamento tanto del valor como de la forma de mediación social en el capitalismo, la dinámica temporal desplegada por esta sociedad tiende a reducir la necesidad de trabajo e incrementar la masa de riqueza con independencia del valor producido.

Contradicción entre riqueza y valor: dimensiones normativas

Para Postone, la teoría crítica de la sociedad debe permanecer adecuada a su objeto. No parte de una normatividad formal sino de un “«deber ser» [ought] que emerge como posibilidad histórica inmanente al «es»” (Postone, 1993, p. 89). La “adecuada crítica negativa” se fundamenta en lo que podría llegar a ser “como un potencial inmanente a lo que es” (Postone, 1993, p. 90). El despliegue de la riqueza material podría abrir posibilidades emancipadoras contenidas, pero bloqueadas, en la sociedad capitalista. Esas potencialidades trascendentes son comprendidas, siguiendo a Marx, en términos del “individuo social”. Con el análisis de la contradicción entre riqueza y valor es posible retomar el proyecto de la teoría crítica como crítica social inmanente de la modernidad, que analiza la contradicción entre las formas de dominación existentes y las posibilidades liberadoras gestadas en el interior de esas mismas formas. La teoría, así, es adecuada a su objeto, la sociedad existente, en tanto ésta es a la vez opresiva (estructurada en condiciones de dominación) y generativa (pone las condiciones de posibilidad de su eventual superación).

La contradicción entre riqueza y valor no se refiere solamente a la cantidad de bienes producidos por unidad de tiempo. En cambio, posee implicancias para las formas de mediación social, que apuntalan sus horizontes emancipatorios en términos normativos. La riqueza material no implica meramente incremento del cúmulo de bienes creados, sino que apunta a una mutación en la forma en que éstos son producidos. La tendencia social capitalista se mueve hacia el incremento del capital constante por sobre el variable, esto es, a que crezca la importancia de las innovaciones técnicas y el aprovechamiento del conocimiento socialmente generado en la producción. El empleo socialmente regulado de la ciencia y la técnica permitiría minimizar el trabajo unilateral o tortuoso y difundir una producción fundada en las capacidades gestadas por el conocimiento humano universal. “Marx veía la negación del núcleo estructural del capitalismo en términos de apropiación por parte de la gente de los poderes y conocimientos que habían sido históricamente constituidos de manera alienada” (Postone, 1993, pp. 31-32).

El concepto de individuo social se refiere una persona cuyas capacidades y necesidades fueron gestadas por el conocimiento universal de la humanidad aplicado a la producción. La propia tecnificación capitalista del proceso productivo implica que el conocimiento social pasa a ser, cada vez más, el factor determinante de la producción de riqueza, en detrimento del trabajo humano directo. El individuo social como ideal emancipador para una sociedad postcapitalista apunta a la apropiación colectiva y democrática del conocimiento social y las nuevas técnicas productivas. Sobre esa base, las capacidades productivas de las personas pasarían a ser inmediatamente sociales, en cuanto determinadas por el conocimiento universal de la humanidad. Las posibilidades sociales de las personas serían entonces creadas por un proceso global y universal de intercambio e interacción.

La idea de individuo social supone una producción no dirigida al valor, sino a la satisfacción de las necesidades humanas como objetivo económico directo. Esto implica también una nueva forma de interdependencia, donde las personas pudieran apropiarse de los logros sociales y técnicos de la modernidad, hacia “la superación de las formas de dominación abiertamente sociales, personales, así como las estructuras de dominación abstracta” (Postone, 1993, p. 127). La contradicción entre riqueza y valor remite a la posibilidad de superar el trabajo creador valor como núcleo de la mediación social moderna, rompiendo las constricciones estructurales cuasi-objetivas y anónimas que éste impone. Esta transformación, sin embargo, no puede significar una vuelta a las formas de dominación precapitalistas, basadas en relaciones sociales abiertas. Se trata en cambio de que las personas puedan apropiarse colectiva y democráticamente de las posibilidades técnicas y sociales gestadas por el capitalismo, en el horizonte de una producción de riqueza material basada en los poderes “socialmente generales” de la ciencia y la técnica. Esta transformación supondría también una modificación de la forma de producción, donde las capacidades técnicas desarrolladas en forma alienada por el capitalismo, fueran apropiadas y re-organizadas para la reducción del tiempo de trabajo y el alivio o la minimización de las tareas repetitivas y unilaterales.

Según Postone, el desarrollo de la maquinaria y la gran industria, que en su forma actual empobrece y fragmenta el trabajo, sin embargo hace técnicamente posible un modo de producción donde la creación de riqueza material dependa lo menos posible del gasto de trabajo humano directo. En ese contexto, la producción maquinizada sería reapropiable en un esquema de ahorro de tiempo de trabajo. El capitalismo, como formación social basada en la mediación fetichizada y cuasi-objetiva del trabajo, genera potencialidades históricas cuya realización lo trascendería como tal. Realizar esas potencialidades no supone restituir una esencia humana previa, sino gestar la apropiación colectiva de posibilidades creadas por el capital.

La idea de un más allá del capitalismo de carácter emancipador, para Postone, se basa en la “posibilidad histórica de que la gente pudiera controlar lo que han constituido socialmente en forma alienada” (Postone, 1993, p. 162). En un principio, esta perspectiva de reapropiación emancipatoria de las capacidades sociales creadas bajo el capitalismo resulta más clara desde el punto de vista de la producción material y sus bases tecnológicas. La dinámica de molino del capital, en la que interactúan elementos social-formales y social-materiales, crea una discrepancia creciente entre riqueza y valor. “La producción de riqueza material se torna crecientemente independiente del gasto directo de tiempo de trabajo humano” lo que “apunta a la posibilidad de una organización diferente del trabajo” (Postone, 1993, p. 339). Evidentemente, esta posibilidad “no está realizada en la gran industria” (Postone, 1993, p. 339) tal y como existe actualmente, sino que se trata de una potencialidad cuya realización supondría no solo la abolición del capitalismo como forma social basada en el valor y el trabajo, sino también la superación de la forma concreta de trabajo en el capitalismo. La contradicción entre potencialidades liberadoras y formas opresivas en el capitalismo concierne tanto a la forma social como a la materialidad de la producción: en el modo de trabajo concreto, la base tecnológica y la temporalidad histórica del capitalismo se encarnan formas de dominación, que a su vez generan posibilidades técnicas susceptibles de ser apropiadas creativa y críticamente por las personas para producir tanto una nueva lógica social no alienada como una nueva forma de producción en sentido material. La contradicción entre riqueza y valor no anuncia un colapso final del capitalismo, sino que pone de manifiesto los fundamentos normativos de la teoría crítica. Esta teoría es históricamente autorreflexiva en cuanto puede dar cuenta de la génesis de su propia perspectiva normativa en términos históricos ligados a la lógica de la sociedad capitalista como tal. Se trata de una teoría de la tensión entre las potencialidades liberadoras y las formas de dominación que atraviesan a la sociedad del capital en cuanto forma social y en cuanto materialidad de relaciones sociales.

La contradicción entre riqueza y valor supone que las condiciones técnicas y sociales generadas por la modernidad del capital también encerrarían la posibilidad de romper con su dinámica de dominación. El trabajo capitalista aparece como una forma de mediación social y como un tipo de actividad instrumental, unilateralizado en torno al cálculo medios-fines pero conducido en condiciones heterónomas, que socavan las capacidades del sujeto para la reflexión y la autodeterminación. Al mismo tiempo, la movilización de la riqueza social genera las condiciones para interrumpir todo el proceso y superar la mediación social objetivada y abstracta. Conforme se desarrolla el capitalismo, la creación de riqueza material se independiza crecientemente de la producción de valor, pues aquélla pasa a depender más y más de las potencias socialmente generales de la técnica, la ciencia y el conocimiento y menos del trabajo directo. Eso permite pensar una sociedad ya no mediada por el trabajo ni dirigida universalmente a la creación de valor. En ese contexto, las potencialidades generadas por el capital podrían ser reapropiadas más allá del trabajo empobrecido moderno y de la inversión de los medios por los fines que éste conlleva. Mediante tal reapropiación consciente de posibilidades generadas en forma alienada por el proceso del capital, es posible repensar las potencialidades liberadoras de la modernidad, en un contexto donde no se imponga socialmente la producción para el valor y las personas vean ampliadas sus posibilidades de auto-determinación colectiva.

Conclusión

A lo largo de este trabajo analicé las diferentes instancias en las que Postone se ocupa del valor de uso, el trabajo concreto y la producción material. Traté de mostrar que no es solo un teórico de la forma social capitalista, sino que aporta claves significativas para pensar la materialidad de la producción. En su pensamiento, la base material de la sociedad capitalista no es políticamente neutral sino que está constituida de modo histórica y socialmente relevante. El trabajo concreto como actividad instrumental, la gran industria y el tiempo histórico organizado en torno al incremento de la productividad son formas materiales de la actividad humana en las que se plasma la lógica capitalista. Asimismo, en los últimos dos apartados sostuve que las contradicciones dinámicas del capitalismo, que anuncian su disolución posible, se articulan también en la esfera de la producción material. La riqueza material no es solamente el conjunto de bienes producidos, sino que encierra dimensiones cualitativas y social-normativas: en ella se plasma la forma histórica y social bajo la cual las cosas son producidas. La riqueza material posee entonces dimensiones sociales cualitativas y normativas (y por ende encierra políticas de la materia) que son relevantes para pensar formas de universalidad alternativas a las del valor y el trabajo, prefigurando una sociedad más allá del capital.

La totalidad capitalista no es simplemente abstracta. No se trata únicamente de una forma social que se superimpodría a una materialidad de la producción que le sería indiferente. Por el contrario, la vida material llega a ser estructurada por el propio capital. La totalidad social se revela como sustantiva, como una totalidad que reúne momentos formales y materiales. La producción industrial moderna (como se plasma en la gran industria) es la forma material adecuada a la lógica del capital. Hay una relación de analogía entre la gran industria y la dinámica capitalista: el capital es sujeto de la vida social como valor que pone valor o categoría social que se auto-media, estructurándose como el resultado de su propio desarrollo. De modo análogo, la máquina se pone a sí misma como sujeto del proceso de producción material automatizado. El capital asume entonces el mando de la producción material (en detrimento del trabajo), en un movimiento de adecuación recíproca de forma y materia sociales. Esto implica una ruptura con cualquier concepción de neutralidad de la tecnología: las formas de producción plasmadas en máquinas y dispositivos gestadas bajo el capital son portadoras de su lógica social.

Lo anterior se pone de manifiesto también en la constitución del trabajo concreto capitalista. El capitalismo seculariza el trabajo, creando una esfera de meros medios o una esfera puramente instrumental donde se suspenden otras consideraciones sociales como las religiosas, lúdicas, etc. En sociedades no capitalistas no existe un ámbito del trabajo secularizado y autonomizado del resto de la vida. Por el contrario, el trabajo adquiere allí significado social de la matriz de relaciones tradicional en que se inserta, que lo “carga” con sentidos. Solo en el capitalismo, con la ruptura de la matriz de relaciones sociales, el trabajo se “independiza” y compone una esfera de medios, separada del resto de la vida y estructurada instrumentalmente. Así, el trabajo concreto también es constituido en forma capitalista en condiciones sociales peculiares. Nuevamente, no se trata de una actividad políticamente neutral ni una que pueda constituir por sí misma el punto de vista de la teoría crítica: el trabajo concreto es constituido en forma capitalista, por lo que no tiene sentido tomarlo como base para cuestionar la mediación social o el trabajo abstracto.

Finalmente, también existe una construcción del tiempo concreto en el capitalismo: el tiempo histórico. La temporalidad del capital no es puramente abstracta sino que es constituida por la interacción de dimensiones abstractas y concretas, dadas por la dinámica de transformación y restitución de la hora de trabajo social. El tiempo abstracto es restituido cada vez como medida del valor al tiempo que la hora de trabajo social se vuelve crecientemente densa en términos de riqueza material. El capital se caracteriza por la dinámica de molino que incrementa aceleradamente la productividad del trabajo y restituye cada vez la hora de trabajo como medida del valor, en un contexto de interacción entre lo abstracto y lo concreto.

La dialéctica de transformación y restitución de la hora de trabajo conduce a una consideración de las dimensiones normativas de la riqueza material: se trata de un tipo de riqueza producida por las capacidades socialmente generales de la ciencia y la técnica. No es la mera acumulación de bienes, sino su constitución cualitativa, cargada normativamente, lo que está en juego. Este proceso lleva al surgimiento (en forma alienada, bajo el poder del capital) del individuo social como un individuo cuyas necesidades y capacidades son producidas socialmente de un modo nuevo, a partir de la interacción global de métodos de producción y el intercambio generalizado.

Postone, en síntesis, se ocupa de la producción material en varias instancias. En todos los casos busca sustraerse tanto a las críticas racionalistas abstractas como a las críticas románticas del capital. Considera que las formas materiales de la materialidad social moderna (la gran industria, el trabajo concreto, la temporalidad histórica) son adecuadas al concepto del capital. Lejos de constituir una base técnica neutral, son las materializaciones de un sujeto social autonomizado que estructura una forma de dominación. Sin embargo, tampoco es preciso rechazarlas sin más: en las formas materiales de producción puestas por el capital se anuncian en germen las potencialidades de su superación posible. Esta superación implicaría la apropiación por las personas de resultados históricos constituidos de modo alienado, en un movimiento que abriría las potencialidades de la riqueza y el individuo sociales a un desarrollo más allá del valor y el capital. Postone, cuando analiza la producción material y cuando analiza la forma social, produce una teoría sobre las potencialidades emancipatorias de la modernidad, creadas bajo la dominación social del capital pero capaces de superarlo. Esas potencialidades se gestan, y podrían desatarse, en la interacción dinámica entre lo concreto y lo abstracto, atravesando no solo la forma social sino también la materialidad de la producción.

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Recibido: 08 de Febrero de 2019; Aprobado: 03 de Agosto de 2020

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