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Latinoamérica. Revista de estudios Latinoamericanos

versión On-line ISSN 2448-6914versión impresa ISSN 1665-8574

Latinoamérica  no.77 Ciudad de México jul./dic. 2023  Epub 19-Abr-2024

https://doi.org/10.22201/cialc.24486914e.2023.77.57547 

Artículos

Territorio y movimientos sociales urbanos: debates sudamericanos

Territory and Urban Social Movements: South American Debates

Fernanda Valeria Torres* 

* Instituto de Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales-CONICET/Universidad Nacional de La Plata (IDIHCS-CONICET/UNLP). (ftorres@fahce.unlp.edu.ar).


Resumen:

El objetivo de este artículo es exponer, a partir del análisis de parte de la bibliografía de Sudamerica referida a los estudios sobre movimientos sociales urbanos y acción colectiva, las definiciones y usos del concepto territorio. A través de un análisis cualitativo, guiado por las nociones de “comparación constante” y “saturación teórica”, se construyen dos dimensiones de análisis para ordenar y jerarquizar la bibliografía consultada: los tipos de usos del concepto territorio y las influencias teóricas. Se propone una tipología ordenadora, por lo que se concluye la necesidad de asumir un compromiso analítico con la problemática espacial como una perspectiva fundamental para entender que, en ocasiones, el territorio cumple una función ontológica, constitutiva de sujetos colectivos y sujetos políticos. Se destaca la especificidad que el concepto de movimiento socioterritorial puede aportar para analizar ciertas experiencias de movilización y organización urbanas.

Palabras clave: Territorio; Movimientos sociales; Sudamérica

Abstract:

The aim of this article is to expose, from the analysis of part of the South American bibliography referring to studies on urban social movements and collective action, the definitions and uses of the concept territory. Through a qualitative analysis, guided by the notions of “constant comparison” and “theoretical saturation”, two dimensions of analysis were constructed to order and hierarchize the bibliography consulted: the types of uses of the concept of territory and the theoretical influences. An ordering typology is proposed and it is concluded the need to assume an analytical commitment with the spatial problematic as a fundamental perspective to understand that, sometimes, the territory fulfills an ontological function, constitutive of collective subjects and political subjects. Finally, it highlights the specificity that the concept of socio-territorial movement can bring to analyze certain experiences of urban mobilization and organization.

Key words: Territory; Social movements; South America

Introducción

A pesar de la aparente centralidad del territorio —la apropiación y control del espacio a través de relaciones de poder (Halvorsen, Fernandes Torres 2019)— para comprender los movimientos sociales en todo el mundo y especialmente en América Latina, es notable la variabilidad en el uso y la densidad analítica del término. Realizando un relevamiento bibliográfico de la literatura sobre movimientos sociales urbanos en Sudamérica desde principios de este siglo, se encuentran ciertos autores que le otorgan una centralidad indiscutida, prestando importante atención a los procesos de territorialización política de sujetos y organizaciones; mientras que otros enuncian el término sin problematizarlo en tanto eje analítico, sino que su uso aparece ligado a la mera localización, o recuperan el uso nativo del término por parte de las organizaciones y movimientos.

La sistematización de parte de dicho corpus bibliográfico es presentada en este trabajo para aportar al debate en torno a los diversos usos analíticos del concepto territorio en diferentes contextos nacionales de Sudamérica. Si bien se ha señalado su importancia para todo el continente latinoamericano, la escala de análisis debió ser reducida a Sudamérica por motivos del espacio disponible para su exposición. Asimismo, se entiende el presente trabajo como un aporte al estudio y problematización del concepto territorio de más largo alcance (Arzeno, Farías y Torres 2022 y Arzeno, Torres y Farías 2022). En este artículo se hará hincapié en los desarrollos encontrados en Argentina y Brasil, por tratarse de los dos países con mayor caudal bibliográfico, aunque serán recuperados otros estudios de Venezuela, Colombia y Bolivia. Respecto a la metodología utilizada para el recorte bibliográfico, me basé en un análisis cualitativo, apoyado en algunas de las ideas de la Teoría Fundamentada o “Grounded Theory” (Glaser y Strauss 1967). Especialmente, son recuperadas sus nociones de “comparación constante” y “saturación teórica”. Es decir, construí dos dimensiones de análisis al leer la abultada bibliografía sobre movimientos sociales urbanos y así poder ordenarla y jerarquizarla, mediante un ejercicio comparativo: los tipos de usos del concepto territorio y las influencias teóricas. Luego, mediante el criterio de saturación teórica finalicé la sistematización cuando no emergían nuevas maneras de conceptualizar y aplicar el concepto territorio para analizar los movimientos sociales urbanos, logrando una tipología ordenadora, que será puntualizada más adelante.

Cabe aclarar que el objetivo no es realizar un estado de la cuestión exhaustivo, sino presentar, a partir de un recorte temporal y geográfico sobre un campo de estudios específico (los movimientos sociales urbanos), las definiciones y los usos del concepto territorio, siendo que el mismo ha tenido dentro de las ciencias sociales latinoamericanas una extendida recepción en las últimas décadas.

Es necesario, sin embargo, para comprender el recorrido de esta agenda académica, trazar una muy sintética genealogía que conduce a los debates sobre los procesos sociales y políticos, ligados a la urbanización e iniciados en la década de los cincuenta y los sesenta en América Latina, primero, desde una perspectiva estructural-funcionalista bajo la teoría de la modernización, por autores como Gino Germani (1971) y, luego, desde las perspectivas marxistas, el desarrollismo y la escuela de la dependencia (Cardoso y Faletto 1971). En el primer caso, se enfatizaron los procesos de modernización, industrialización y aculturación, planteando que lo que se movía en la sociedad eran sectores sociales que paulatinamente iban cambiando su comportamiento de lo tradicional a lo moderno; luego, la escuela de la dependencia centró sus análisis en la estructura y en el comportamiento de las clases sociales, concentrados en los procesos de urbanización y la emergencia de los llamados Movimientos Sociales Urbanos (Castells 1973; Schteingart 1973; Ziccardi 1980; Sondereguer; Jelin 1985). Para Castells el análisis del proceso de urbanización latinoamericano no puede despegarse del imperialismo como forma de dominación dependiente y, por tanto, su objetivo será: “explicar la constitución de nuevos tipos de unidades de residencia y de actividad y la organización de un espacio y un tiempo determinados a partir de la dinámica de las fuerzas productivas y de las relaciones de producción, es decir, de las clases sociales” (Castells 1973: 1).

En 1988, Henry Etienne amplía esa definición y sostiene que los movimientos sociales son urbanos, en primer lugar, porque implican una activa participación de las masas urbanas; en segundo lugar, porque sus organizaciones, de base territorial, participan de la dirección de esas luchas y, por último, por el efecto movilizador de las contradicciones urbanas, o de las contradicciones sociales que adquieren un peso significativo en el marco de la ciudad (Etienne 1988). Esta última idea es la que es especialmente considerada para comprender el impacto de las transformaciones del mercado de trabajo urbano en la región durante el neoliberalismo y sus consecuencias en términos de representación, estrategia, identidades y sociabilidades políticas entre los sectores populares urbanos.

Es posible afirmar que, en América Latina, se comienza a incorporar el espacio en tanto eje analítico importante, a partir, fundamentalmente, de la recepción de la obra de Henri Lefebvre (2013) y, especialmente, luego de la traducción al portugués de la obra de Claude Raffestin (1993).1 Este último autor será quien realice la relectura geográfica de la idea original de Gilles Deleuze y Félix Guattari (1998) referida al proceso de territorialización, desterritorialización y reterritorialización (T-D-R). Esta mirada que entronca con una visión foucaultiana del poder, de gran influencia en la época en el campo de las ciencias sociales del continente latinoamericano, será posteriormente re-problematizada a la luz del análisis de los movimientos sociales desde la geografía brasileña (sobre todo, a través de las producciones de Rogerio Haesbaert (2004 y 2013).

Son sumamente influyentes las ideas del geógrafo brasileño Milton Santos (1985, 1996), quien señala que en los territorios se dan luchas que abren oportunidades centradas en la búsqueda e implementación de otras regulaciones, otras instituciones propias de cada lugar. Y afirma que el “conflicto” entre las normas hegemónicas y las nuevas normas por las que se lucha “debe ser hoy un dato fundamental del análisis geográfico” (Santos 1996: 128).

Los enfoques poscoloniales han sido crecientemente frecuentes para explicar el choque entre dos concepciones del territorio: un enfoque estado-céntrico, heredero del colonialismo, en el cual el territorio funciona bajo lógicas de ordenamiento y enajenación, y enfoques críticos, que se desprenden de los movimientos de resistencia al despojo del capitalismo global y remiten a los territorios de los sujetos sometidos en todas sus diversas formulaciones (Arzeno; Torres; Farías 2022). “Estas otras territorialidades se construyen cada vez más como verdaderas reivindicaciones basadas en el clamor por el derecho al territorio, es decir, por el territorio definido de manera propia, tanto en lo relacionado al territorio-abrigo base de la reproducción social del grupo como al territorio-recurso para la organización y acción política” (Beuf 2019: 6).

Este trabajo busca, entonces, reconstruir algunos de los debates en torno a la definición y el uso del concepto territorio entre los estudios sobre movimientos sociales y acción colectiva urbana de investigadores sudamericanos en la actualidad, y cierra con la propuesta de distinguir la particularidad de los movimientos socioterritoriales, abonando el camino de jerarquizar la mirada espacial cuando es posible reconocer determinados atributos de los movimientos sociales urbanos que permiten definirlos por su configuración territorial.

Para lograr dicho objetivo el recorrido propuesto es el siguiente: en el primer apartado se repasan algunas de las investigaciones que en Sudamérica han relevado la importancia del territorio para comprender los movimientos sociales urbanos, identificando sus definiciones y alcances. Se concluye con la propuesta de un criterio ordenador de la abultada bibliografía reseñada, de acuerdo con el tipo de aplicación realizada del concepto territorio. En el siguiente apartado se repasan las propuestas analíticas que han enfocado el estudio de la acción colectiva y los movimientos sociales desde un enfoque expresamente espacial, enfatizando su propiedad ontológica. Luego, se desarrolla la perspectiva que define los movimientos socioterritoriales y la problematización en torno a cuatro ejes (identidad, estrategia, sociabilidad e instituciones) y su aplicabilidad para analizar el caso de la Organización Barrial Tupac Amaru (OBTA) en Argentina. Se cierra con las palabras finales, donde se reconoce la importancia de la perspectiva espacial para dar cuenta de los movimientos sociales y las acciones colectivas desde una perspectiva crítica, reconociendo los aportes (multi) disciplinares y la necesidad de, en tanto científicos sociales, definir los conceptos y categorías analíticas que son puestas en acción para comprender los fenómenos y problemas estudiados.

El territorio y los movimientos sociales urbanos sudamericanos

El uso del concepto “territorio” pasó a ser de uso nativo habitual por parte de los propios movimientos sociales de la región, tanto urbanos como rurales, a partir de la década de 1990, lo cual ayuda a comprender la difusión del término. Esto también ocurrió no sólo entre académicos sino en los discursos, políticas públicas y normativas gubernamentales. La propuesta de este apartado es repasar algunas de las investigaciones que en Sudamérica han relevado la importancia del territorio para comprender los movimientos sociales urbanos, identificando sus definiciones y alcances.

En Argentina, el uso analítico del término territorio se ligó, en la mayoría de los estudios sobre las movilizaciones urbanas de la década de los noventa y comienzos de siglo, a la idea de la inscripción territorial/barrial de los movimientos de desocupados (Merklen 1997; Svampa y Pereyra, 2003), los cuales comenzaban a politizar un espacio crecientemente abandonado por el Estado y por los partidos políticos: el barrio. Concentrando su análisis en las experiencias de las organizaciones específicamente localizadas en la región metropolitana de Buenos Aires, rmba, diversos autores identificaron procesos de territorialización-reterritorialización protagonizados por éstas y asociaron esta nueva territorialidad a los cambios en los repertorios de acción, formas de organización e identidades colectivas populares (Auyero 2001; Svampa y Pereyra 2003; Delamata 2004). Lo sorprendente de la literatura sobre movimientos sociales urbanos en Argentina, y específicamente sobre los movimientos de desocupados o piqueteros, es que introducen con un rol destacado la dimensión territorial, pero no siempre se dedican a su definición, lo cual vuelve problemática su densidad analítica.

El referente espacial resaltado en casi todos los trabajos, como ya fue señalado, es el barrio. Por un lado, los estudios en los que se analiza el proceso de construcción de sujetos colectivos novedosos y sus formatos de acción como Svampa y Pereyra (2003), Merklen (1997 y 2005) y Vázquez y Vommaro (2009), entre otros, destacan el proceso de territorialización de la vida social de los sectores populares. Surge el barrio, entonces, como el escenario novedoso y privilegiado desde el cual explicar los procesos de construcción identitaria y las redes de sociabilidad frente a la clausura de otros mecanismos de integración social vinculados con el desdibujamiento de la acción estatal en los territorios y las transformaciones y retracción del mercado de trabajo. Se constata, en ocasiones, cierta inocencia epistemológica para pensar el ámbito barrial-local como plataforma y soporte espacial de las prácticas colectivas y de la acción contenciosa, asociando rápidamente el concepto de barrio al de comunidad solidaria, con rasgos homogéneos y exentos de conflictos, tal como argumenta Cravino (2004).

Dentro de esta línea de análisis, lo territorial es recuperado en tanto dimensión con la que se identifica uno de los “alineamientos” en los que se organiza la configuración del espacio piquetero (Svampa y Pereyra 2003). Denis Merklen (2005), por su parte, recupera el concepto de “desafiliados” de Castel (1997) y resalta su condición procesual, en tanto grados crecientes o decrecientes de inclusión-exclusión. Llega a la conclusión que el barrio actúa como un “refugio” para estos sujetos con grados altos de desafiliación, desde el cual se constituye una nueva politicidad popular. La “inscripción territorial” señalada por el autor brinda, por un lado, los soportes relacionales desde los cuales organizar la acción colectiva reivindicativa alrededor de necesidades económicas y sociales de supervivencia urgentes y, por otro, ofrece un camino de reclamo por mayores niveles de integración social.

Por el lado de las perspectivas centradas en el análisis de las tramas sociales y organizacionales, la escala local es la que aparece subrayada para conocer y comprender las prácticas políticas y sociales desarrolladas en la vida cotidiana, en la domesticidad. El barrio, la vecindad, la proximidad es lo que permite analizar las relaciones, redes, intercambios y prácticas que desembocan en la experiencia organizativa colectiva. Se estudia entonces, la posibilidad de “entrar y salir” de la organización, matizando la centralidad organizativa en contextos de redes y necesidades sociales muy complejas. Se resalta, asimismo, la superposición entre militar y pertenecer a una organización, con las relaciones y diversos “objetos” de intercambio que constituyen las redes de reciprocidad de los sectores populares en su cotidiana red de supervivencia (Auyero 2001; Grimson, Ferraudi y Segura, 2008). La antropóloga Virginia Manzano (2007) identifica y analiza la experiencia de diversos actores sociales en la ocupación de tierras y formación de asentamientos urbanos durante la década de 1980. Relaciona dicha experiencia con las características que asume la medida del piquete protagonizada por los piqueteros en cuanto a la ocupación de la ruta y “formación de un asentamiento transitorio”, por el tiempo que persista el corte. Así, traza desde la temporalidad e historicidad de los procesos, las imbricaciones territoriales en diversos contextos de prácticas sociales heterogéneas. La perspectiva espacial se resalta en este trabajo, ofreciendo ejes de lectura fundamentales.

Por último, se destaca el estudio de Javier Auyero (2002), quien parte de reconocer la espacialidad de lo social para estudiar las jornadas de protestas llevadas adelante en la ciudad argentina de Santiago del Estero en diciembre de 1993. La noción central que diseña es la de “espacio de protesta”, desde donde comprender los resultados que los grupos intervinientes lograron con la pueblada. El autor demuestra la importancia de las estrategias territoriales para la consecución de los objetivos de los diversos actores sociales que estuvieron involucrados en la pueblada, tanto por parte de los manifestantes como de las fuerzas de seguridad.

Luego de realizado este breve repaso, es notable que, aun en los casos en los cuales la categoría espacial o el concepto específico de territorio ha sido objeto de una problematización mayor, su densidad analítica se vio mermada por la importación acrítica de un concepto geográfico, sin atender a su estatuto teórico, epistemológico y práctico. El trabajo propio sobre movimientos de desocupados y sus diversas construcciones de territorialidades realizado en la tesis de doctorado, buscó paliar esta ausencia (Torres 2013). Tobío (2011, 2014), asimismo, provee un lugar jerarquizado a la perspectiva espacial para comprender los procesos de movilización y organización social, enfatiza la necesidad de analizar lo territorial como medular en las luchas contemporáneas de la región, porque la concepción del espacio y del territorio como producciones sociales multidimensionales permite comprender algunas novedosas disputas de la época:

Para los movimientos sociales de la Argentina iniciados en el ciclo de protestas abierto en 1996 lo territorial pasó a constituirse en un objeto de disputa evidenciable en la elaboración de narrativas en torno al desarrollo además de continuar siendo, según el caso, un escenario, un instrumento, o un ámbito de inscripción de los colectivos tras las mutaciones institucionales de fines del siglo XX (Tobío 2011: 2).

Bibliografía más reciente que ha continuado el análisis de diversos movimientos sociales urbanos, incorporando el concepto territorio son, entre otros, Herzer (2012), Ferraudi Curto (2014) y Camelli (2019). En el caso de la compilación de Herzer (2012), si bien el foco de la mayoría de sus capítulos no está puesto en el análisis de movimientos sociales sino en las diversas políticas públicas urbanas, su interacción con actores socioeconómicos y los procesos de gentrificación asociados, es interesante su aporte por dos motivos. En primer lugar, porque definen el territorio urbano, atravesado por procesos contradictorios que oscilan entre la modernidad y la renovación que conducen necesariamente a la gentrificación, y por el desarrollo de lógicas aparentemente excluyentes. En segundo lugar, porque en casi todos los estudios reunidos emerge la temporalidad como elemento clave y se dedican a reconstruir la historia de las transformaciones socioterritoriales en cada uno de los barrios analizados del Sur de la ciudad de Buenos Aires.

Camelli (2019), por su parte, estudia las organizaciones villeras de las periferias de la ciudad de Buenos Aires durante los años 1973 y 1976, época de radicalización política que desemboca en la última dictadura militar en Argentina. Indaga en las causas que llevaron históricamente a los vecinos a la conformación de organizaciones territoriales, las características que asumió esa organización a lo largo de los años y problematiza las demandas y modos de acción en torno a mejoras en las condiciones de habitabilidad y acceso a la vivienda. La autora se apoya en la propuesta de Merklen y replica su idea en torno a la importancia de la inscripción territorial, que habilita el desarrollo de organizaciones colectivas como instancia urgente e imperante para la subsistencia en las villas, que devinieron en organizaciones políticas y que la autora llama “politicidad villera”. Politicidad marcada por la necesidad para la supervivencia y ligada a la toma “de hecho” de tierras ociosas, como ejercicio del derecho a la ciudad. Al estudiar un periodo histórico previo a las medidas neoliberales, la autora discute con los trabajos, ya repasados, que remiten el origen de la organización barrial al momento de deterioro del mercado laboral en la década del noventa.

A su vez, el trabajo de Ferraudi Curto (2014) continúa las propuestas metodológicas etnográficas y los interrogantes que surcan el libro en el que colabora, anteriormente citado. Resalta la imbricación entre organización y territorio, trascendiendo las conocidas dicotomías autonomía/clientelismo o proyecto/urgencia que son los elementos que organizan las exposiciones de autores como Auyero o Merklen, ya mencionados. La autora, al analizar el proceso organizativo que se da en una villa de emergencia en pos de su urbanización, señala que las prácticas políticas encuentran una validación vinculada a su anclaje en lo local y, específicamente, a la urbanización, que promovió la reconfiguración de las relaciones hacia adentro y hacia afuera de la villa, gestando una suerte de nudo de sentido en torno a la aspiración de una vivienda digna.

Al revisar la bibliografía sobre la temática en Venezuela, encontramos que los movimientos sociales urbanos estuvieron signados por un largo proceso histórico, que comienza con su emergencia en contrapunto con las acciones de la guerrilla y la lucha armada en los años sesenta, luego incorpora la organización en pos de demandas por mejoras en los barrios de sectores de clase media y clase alta en la década de los setenta, para finalmente, en los años ochenta consolidarse las asociaciones de vecinos, movimientos de ayuda mutua y policlasistas de habitantes organizados para resolver los problemas locales. Más recientemente, producto de las consecuencias del neoliberalismo y sus políticas, se gestaron movimientos de los barrios populares, con diversas configuraciones y derivas políticas y, específicamente, se destaca la conformación de movimiento de medios comunitarios, fundamentalmente después de 2002. Entre los estudios relevados no aparece el concepto territorio para pensar estos procesos (Ramos Rollón 1995; López Maya, Smilde y Stephany, 1999). Sí se resalta que el espacio local es de vital importancia para definir las nuevas formas de colectividad (Fernandes 2017).

Para el análisis de los movimientos sociales urbanos en Bolivia, se encuentran autores y grupos de investigación de referencia como el que dirige Álvaro García Linera (2010), donde se consideran expresamente las “bases socio-territoriales” de los movimientos sociales. En la obra, los autores retoman la tesis de la transformación de las bases de sustentación de la acción colectiva: de una base funcional se pasó a una base territorial.2 En el caso boliviano, la acción colectiva organizada tiene como núcleo central a las comunidades indígenas-campesinas y se analizan las demandas por el territorio, que desplazan las demandas laborales. El territorio en este tipo de acercamiento refiere al objeto de las demandas: la restitución de los territorios para los indígenas y la reforma agraria para los campesinos: “En la idea de tierra y territorio se combinaron los dos componentes, siempre presentes, de la identidad y la condición socioeconómica de los integrantes de la CSUTCB: la condición campesina (lucha por la tierra), y la condición indígena aymara-quechua (lucha por el territorio)” (García Linera 2010: 178).

Retomando a Alice Beuf (2019), quien analiza el uso del término territorio por parte de los movimientos sociales en Colombia, es posible afirmar que es en los contextos urbanos donde se encuentran los significados más “pobres” del territorio, en ocasiones asimilado al espacio supuestamente natural de una ciudad, o al entorno regional. Esta “pobreza” de definiciones por parte de las propias organizaciones contrasta con las elaboraciones de académicos como Alfonso Torres Carrillo (2014) para analizar la acción colectiva en el contexto urbano de Bogotá. Como resultado de la problematización continua frente a la realidad social de los territorios urbanos, el autor define el territorio como el espacio apropiado por un grupo social para asegurar su reproducción, remarcando tanto su vinculación con las relaciones de poder, como su multidimensionalidad y multiescalaridad. Problematiza la referencia barrial y propone como categoría de análisis a las Organizaciones Populares Urbanas (OPU), que incluyen diferentes “iniciativas asociativas” permanentes en los territorios populares, en los cuales existe una fuerte tendencia a la defensa de la identidad cultural popular y la participación en la gestión de los recursos y la vida urbana en general.

Repasando la bibliografía brasileña se hallan varios autores que han analizado movimientos sociales urbanos, incorporando el concepto territorio. Comenzando con el análisis de la producción de Marcelo Lopes de Souza (1995), encontramos que define el territorio como “un espacio definido y delimitado por y a partir de relaciones de poder” (Lopes de Sousa 1995: 78). Pudiendo éste estar asociado tanto a formas jurídico-políticas (ejemplo clásico de un Estado), culturales (en el caso de una asociación barrial dentro de una ciudad) y/o económicas (en el caso de una empresa). Plantea atributos de multiescalaridad y flexibilidad espacial y temporal para comprender los diversos territorios. Se trata de un autor que articula desde la geografía muchos de los debates clásicos en torno a los movimientos sociales. Por dar sólo un ejemplo, introduce la perspectiva espacial en las discusiones sobre autonomía: “la autonomía no es sólo redescubierta y ‘reinventada’ como núcleo de un proyecto político-social también es ‘espacializada’ de una manera que la literatura político-filosófica no sabe o no puede realizar […] La praxis de los movimientos contemporáneos ha demostrado que el cambio social concreto tiene que ser un cambio socio-espacial, comenzando por el trabajo de movilización y organización a escala (micro) local” (Lopes de Souza 2011: 76).

También propone una manera geográfica de “dar vuelta” el argumento barrial sociológico, puesto que no siempre el barrio puede oficiar de “refugio” frente al abandono de otros soportes sociales, sino que puede ser el origen mismo de las luchas, por eso propone distinguir: “uma simples luta de bairro, mas de uma luta a partir do bairro, ou, mesmo, de uma luta a partir também do bairro” (Lopes de Souza 1998: 117).

Otro referente brasileño que, desde otra mirada, se suma a este listado de investigadores de movimientos sociales, identidades y procesos de movilización es Rogerio Haesbaert, quien, a partir del análisis empírico de un grupo de migrantes de la región Sur de Brasil al Nordeste brasileño, señaló el contraste y la confrontación entre condiciones sociales y culturales muy distintas. En este fenómeno detectó los procesos de desterritorialización y reconstrucción de territorios, en una dialéctica permanente entre ambos procesos. En sus trabajos más recientes y motivado por la revisión de múltiple literatura que hace uso del concepto de desterritorialización sin definir el concepto de territorio, Haesbaert (2013) propone el uso de la noción de multiterritorialidad (e incluso transterritorialidad) para subrayar la articulación simultánea de múltiples territorios, o de territorios en sí mismos múltiples e híbridos.

Por último, es necesario señalar que las luchas por el territorio promueven cada vez más la convergencia entre movimientos urbanos y rurales, siendo paradigmáticos en ese sentido los movimientos socioambientales. Es posible citar investigaciones recientes que han cobrado gran relevancia por dar cuenta de emergencias de conflicto en torno a problemáticas cada vez de escala mayor en el continente y su inserción en modelos de desarrollo basados en el extractivismo, tanto urbano como rural. “Esta dinámica de ambientalización se traduce en la emergencia de diferentes movimientos socioterritoriales (no exclusivamente indígena-campesinos) orientados contra sectores privados (corporaciones, la mayor parte, trasnacionales) así como contra el Estado (en sus diferentes escalas y niveles)” (Svampa 2016: 183). Específicamente, los análisis sobre movimientos de resistencia a proyectos de minería a cielo abierto y agronegocios han incorporado como eje el concepto territorio (Valiente 2011; Godoy 2013); pero, nuevamente, no siempre ofreciendo una operacionalización profunda del mismo, sino remitiéndolo a la contextualización del conflicto (Wagner y Giraud 2013).

Sintetizando este apretado recorrido, es posible afirmar que estamos frente a distintas situaciones a la hora de ordenar parte de la abultada bibliografía sobre movimientos sociales urbanos y sus usos del concepto territorio, a saber:

1. Estudios que mencionan el territorio como objeto de demanda de los movimientos, definiéndolo de acuerdo con el uso nativo de las propias organizaciones y procesos de movilización investigados, pero sin presentar una problematización ni definición teórica del mismo: podemos ubicar los trabajos de García Linera y su equipo en este grupo (Valiente, Godoy, Fasioli, Valiente y Schweitzer (2013), Wagner y Giraud 2013).

2. Estudios que enfatizan el nuevo rol del territorio en tanto catalizador o plataforma de inscripción de politicidades populares: Merklen; Svampa y Pereyra; Auyero; Delamata; Vazquez y Vommaro; Camelli.

3. Estudios que descansan en concepciones del territorio, vinculándolo a diversas configuraciones relacionales de poder y enfatizando su carácter multidimensional: Haesbaert; Tobío; Lopes de Souza; Cravino; Grimson, Ferraudi y Segura; Manzano; Ferraudi Curto y Torres Carrillo.

Perspectivas analíticas espaciales

Se considera necesario incorporar autores que, trascendiendo los estudios específicos sobre los movimientos sociales urbanos o socioambientales, han desarrollado propuestas analíticas más amplias para enfocar el estudio de la acción colectiva y los movimientos sociales desde un enfoque expresamente espacial, enfatizando su propiedad ontológica.

Por un lado, el trabajo de Carlos Walter Porto-Gonçalves (2001) traza una agenda en torno al estudio de la inscripción geográfica de un movimiento o de un conflicto. Analiza los motivos del conflicto, los tipos de organización, las formas de manifestación, elementos que, analizados de manera combinada, permiten descubrir la naturaleza sociogeográfica de los movimientos, pero reconociendo su reconfiguración constante que hace que el concepto no tenga un fin clasificatorio. Es, por tanto, un aporte muy grande para, por ejemplo, trascender los límites de las clasificaciones tajantes entre urbano y rural.

Renato Emerson dos Santos (2011) propone, por su parte, lo que denomina una geografía de la organización de los movimientos sociales y una geografía de las luchas sociales desde una perspectiva espacial. La perspectiva de Santos permite ir más allá de considerar al espacio como una dimensión más de los movimientos sociales, como uno de los atributos de las formas de la acción política de los movimientos, sino que:

falar sobre os movimentos sociais e sobre a açao política a partir do espaço, interpretar as relaóes estruturadas e estruturantes dos jogos que constroem os movimentos sociais e a açao política através de raciocínios espaciais, raciocínios centrados no espaço, tensionamentos analíticos baseados nos conceitos, da análise espacial (lugar, regiao, escala, territorio, entre otros) (Santos 2011: 138).

Por último, citamos a Bernardo Fernandes Mançano (2000, 2005), quien ha hecho grandes esfuerzos por alimentar una propuesta teórica que desemboque en una perspectiva geográfica para el estudio de los movimientos sociales, en todos sus contextos de emergencia y acción. En este sentido su contribución principal, la cual es factible de profundización, reside en la identificación de movimientos socioespaciales y socioterritoriales y sus rasgos distintivos, en pos de reconstruir la clave geográfica como explicativa en su multidimensionalidad:

Estes trabalhos resultam de um desafio e esforço no sentido de superar os conteúdos sociológicos do conceito de movimento social, muito utilizado nos trabalhos de geógrafos, mas que pouco contribui para um estudo geográfico dos procesos desenvolvidos pelos movimentos produtores e construtores de espaços sociais e transformadores de espaços em territórios (Fernandes 2005: 278).

Su propuesta marca un camino de recuperación de las tesis de Lefebvre (2013), en el sentido de concebir el espacio como espacio social, producto y productor de relaciones sociales que, en la referencia empírica de los movimientos sociales, poseen clara traducción en producción y construcción de territorios y espacios en tanto colectivos.

La especificidad de los movimientos socioterritoriales permite reconocer aquellos movimientos en los cuales el territorio es el elemento definitorio de su origen, desarrollo, rasgos y potencial. Todos los movimientos, de acuerdo con esta perspectiva, son socioespaciales porque todos producen espacios, condición ineludible para su existencia, pero no todos los movimientos son socioterritoriales. El autor considera que algunos movimientos sociales transforman el espacio en territorio a través de la conflictividad entre las fuerzas políticas que intentan crear, conquistar y controlar sus territorios. Los movimientos sociales también forman parte de los procesos geográficos de t-d-r: se territorializan y son desterritorializados y se reterritorializan. Estos colectivos se territorializan cuando se apropian de un espacio (que puede ser material o inmaterial, fijo o móvil, etc.), apropiación que implica el ejercicio de relaciones sociales significativas, siempre definidas a partir del ejercicio del poder, y que se expresan en modos de uso, control de sus límites y posibilidades. Se desterritorializan cuando cesan en dicha apropiación, porque otras fuerzas sociales establecen otro territorio, con otros usos u otro sujeto es protagonista de dicha apropiación, y se reterritorializan cuando vuelven a apropiarse nuevamente de un territorio (en otra localización o con otros dispositivos, mediante otras relaciones, a través de otras significaciones).

Los movimientos socioterritoriales: el caso de la organización barrial Tupac Amaru (Argentina)

Junto con los geógrafos Sam Halvorsen y Bernardo Mançano Fernandes, hemos propuesto la identificación de cuatro ejes sobre los cuales indagar en torno a la constitución de movimientos socioterritoriales: estrategia, identidad, sociabilidad política e instituciones (Halvorsen, Fernandes y Torres 2019). En todas estas dimensiones es el territorio el elemento central: a la hora de configurar una estrategia, la misma se concentra en la conquista de un territorio para el desarrollo de los objetivos del movimiento; la identidad del movimiento es una construcción inseparable del territorio usado, habitado, disputado por las acciones del mismo; la sociabilidad que permite la pertenencia al movimiento es constituida en las prácticas y sentidos del día a día en relación al territorio en cuestión y, por último, la construcción de instituciones tiene una base territorial que se relaciona con los procesos de territorialización, desterritorialización y reterritorialización.

Esta perspectiva ha motivado mi análisis sobre el caso de la Organización Barrial Tupac Amaru (OBTA), un movimiento socioterritorial urbano en la provincia de Jujuy, en el norte de la Argentina y que permite incorporar una referencia empírica al debate teórico hasta aquí presentado.

La OBTA se conforma, tal como su nombre lo indica, como organización barrial en 1999, para responder colectivamente a diversas demandas básicas de un amplio sector de la población jujeña más desprotegida: en un primer momento se ocupó de solicitar bolsones de comida y organizar copas de leche en los barrios periféricos de la ciudad capital de la provincia, San Salvador de Jujuy. Luego, comenzó a delinear estrategias para resolver el problema generalizado de acceso a empleo, en un contexto de elevada desocupación, heredero de las medidas neoliberales implementadas en todo el país. En diciembre de 2001 se produce la crisis conocida como el “argentinazo” y el posterior cambio de gobierno en 2003, con el triunfo de Néstor Kirchner como presidente de la República Argentina. El nuevo gobierno inaugura o revitaliza diferentes líneas de financiamiento en políticas públicas para paliar la trágica situación social, junto con un reposicionamiento político e ideológico que tiende a crear alianzas y coordinar con algunas de las muchas organizaciones sociales protagonistas del período (Boyanovsky Bazán 2010). Entre éstas, se cuenta la OBTA, quien se adapta al modelo cooperativo y comienza a recibir financiamiento para la construcción de viviendas sociales, bajo el Programa de Emergencia Habitacional (PEH). La organización logra un crecimiento impactante que se traduce en espacios apropiados, es decir, en la construcción de territorios propios: barrios de vivienda con escuelas, centros de salud, fábricas, polideportivos, parques acuáticos y temáticos, cines, centros culturales, radios populares, etc. Todas instituciones en las cuales se asientan miles de puestos de trabajo que, a su vez, se inscriben en un “dispositivo de bienestar social” (Manzano 2015: 26), dispositivo que, es necesario adelantar, tiene un fundamento territorial.

En primer lugar, su principal “estrategia” de visibilización para la consecución de sus objetivos se concibe a partir del territorio construido para que los miembros de la Tupac puedan vivir y cubrir sus necesidades: “en” y “desde” estos nuevos territorios, donde reproducen modos de convivir, distribuir y pautar los intercambios ya sea en el campo de la educación, del trabajo, de la salud, de la cultura, en sus barrios, pero también fuera de éstos.

La impronta de la OBTA se materializa en la manera como construyeron sus barrios y como han disputado el uso del suelo urbano: dejando de lado la especulación inmobiliaria y el individualismo propio del esquema meritocrático liberal que sujeta las posibilidades de las personas a la capacidad de compra en el mercado. También ha facilitado reposicionamientos simbólicos, étnicos y clasistas al posibilitar que los indígenas y los pobres de Jujuy accedan simbólica y materialmente al uso del centro de la ciudad, al construir su sede en una de las calles céntricas de San Salvador de Jujuy, ciudad capital de la provincia.

En segundo lugar, la “identidad” de la organización se amalgama en esta concepción territorial: son tupaqueros porque comparten un espacio propio simbólico y material: comparten una forma de concepción del trabajo, de la militancia, de la convivencia barrial, del modelo de ciudad. Comenzaron a construir otra subjetividad, anclada en la cultura del trabajo, la responsabilidad y la solidaridad.

Estas nuevas subjetividades insurgentes y transformadoras se encuentran claramente asociadas a una forma de liderazgo territorialmente situado, Milagro Sala: una mujer jujeña, pobre, indígena que pudo desde esa identidad individual construir una identidad colectiva a su imagen, anclada fuertemente en su tierra.

En tercer lugar, derivado (y reforzando) de lo anterior el territorio en la OBTA puede concebirse como el dispositivo de producción y reproducción de procesos de “socialización política”. Los hombres y mujeres, adultos y jóvenes que se han incorporado a la Tupac no sólo han encontrado la resolución de muchas de sus demandas, sino que han sabido construir valores, afectos, códigos comunes de comprensión del mundo, de tramitación de diferencias y disputas.

Nuevas relaciones sociales, nuevos valores y nuevas mediaciones para concebirse en tanto un “nosotros” político y potente para la acción colectiva extracotidiana, bajo grandes movilizaciones y eventos públicos. Pero también en eventos y situaciones cotidianas de convivencia y construcción día a día de la organización en sus barrios, en sus copas de leches, en sus fábricas y escuelas.

La posibilidad de la construcción política abierta desde la propia agencia puede ser considerada el primer gran paso para una nueva subjetividad insurgente y socialización política transformadora, en un territorio redefinido y construido en disputa con esos otros territorios de la política, de la economía y de la sociedad jujeña capitalista, “blanca” y urbana.

En cuarto y último lugar, se da cuenta del proceso de “institucionalización” formal que protagonizó la obta a partir de 2013 con la creación de un partido político como herramienta electoral, el Frente Unidos y Organizados (FUyO). Este proceso supuso el tránsito del territorio político propio, producido, apropiado y controlado; del territorio de las movilizaciones, del poder popular, de la ocupación de las calles y plazas, de la construcción de barrios, con reglas de funcionamiento y pautas de intercambio construidos desde la propia organización, al espacio de la representación electoralista, con su lógica y reglas propias. En otro trabajo se analiza el desempeño electoral del FUyO en las contiendas electorales de 2013 y 2015 (Torres 2019), lo que interesa resaltar aquí es que la base de legitimación y acumulación política que se expresó en el FUyO provino del desarrollo de la militancia territorial de la Tupac. Este proceso de institucionalización formal dependía por completo del “éxito” del territorio propio. Cuando este último comenzó a ser cuestionado y erosionado, sucedió lo mismo con la institución partidaria.

A través de este sintético repaso sobre un caso de estudio, puede observarse que la lectura espacial como eje central analítico es pasible de ser entramada en preocupaciones y enfoques diversos, pero dicha centralidad debe ser comprobada en las preguntas analíticas (y, por ende, las respuestas) construidas en la investigación.

Palabras finales

Es posible enfatizar, en primer lugar, el uso ecléctico del concepto territorio para dar cuenta de diversos fenómenos de movilización y acción colectiva. Junto con el uso nativo por parte de los movimientos sociales y su modulación en términos de objeto de derecho, en muchas investigaciones académicas supuso la importación, sin suficiente problematización, de un concepto propio del campo geográfico. Esto no representa una sorpresa: el “préstamo” de conceptos, herramientas metodológicas, tradiciones de estudio y perspectivas, es un ejercicio habitual y totalmente legítimo dentro de las ciencias sociales. Sin embargo, interesa mostrar la dificultad que supuso para el campo de estudios de los movimientos sociales urbanos en la región, el uso acrítico de un concepto que fue adquiriendo mayor protagonismo explicativo.

Los enfoques no-espaciales para el estudio de los movimientos sociales han sido criticados en algunos trabajos dentro del paradigma de la identidad, al considerar lugares/territorios/espacios e identidades y acción colectiva como intrínsecamente vinculados (Escobar 2001; Oslender 2002; Routledge 1997). Existen emergentes de las interacciones entre la acción social de movimientos sociales y sus espacios de acción que no pueden ser soslayadas. No alcanza con una contextualización geográfica, sino que, por el contrario, es necesario un compromiso analítico con la problemática espacial como una perspectiva fundamental para entender que, en ocasiones, el territorio cumple una función ontológica, constitutiva de sujetos colectivos y sujetos políticos. En este sentido, es que se vuelve imprescindible delimitar las herramientas analíticas para operacionalizar la categoría espacio y específicamente el concepto de territorio.

La disciplina geográfica en Brasil posee una impronta que entronca con la geografía crítica, cuyas principales líneas de discusión se concentran en temas propios de la ecología política, la geografía feminista, la geografía poscolonial y decolonial y la geografía de la movilidad y las migraciones (Zaragocin, Moreano y Álvarez 2018). Encontramos así exponentes que se han vuelto referencia mundial en temáticas relativas a la geografía humana en general, donde por supuesto uno de los nombres más destacables es Milton Santos (1985, 1996), y de la geografía de los movimientos sociales en particular, con nombres como Marcelo Lopes de Souza (1998, 1995), Bernardo Fernandes Mançano (2000, 2005), Carlos Walter Porto-Gonçalves (2001), Rogerio Haesbaert (2004, 2013) y Renato Emerson dos Santos (2011), entre otros. Este gran conjunto de autores dedicados al estudio de los movimientos sociales desde la geografía es el dato que permite destacar la profundidad y relevancia del recorte espacial para comprender la acción y organización colectiva en Brasil (Pedon 2009). Puede considerarse que el campo geográfico brasileño avanzó claramente en una agenda propia para la comprensión de los movimientos sociales desde una perspectiva y un método espaciales. Sin duda, Bernardo Mançano Fernandes dio algunos de los primeros pasos en dicho camino de investigación, al proponer los conceptos de movimientos socioespaciales y socioterritoriales, los cuales fueron retomados en el análisis empírico presentado en este trabajo.

Como parte de una discusión más amplia, de tono epistemológico, en torno a las perspectivas multi e interdisciplinares necesarias para comprender problemas y procesos sociales de gran complejidad, es importante que dicha interdisciplinariedad se realice a partir de la ponderación de los ejes e instrumentos analíticos construidos para cada objetivo de investigación: si se define el territorio como un concepto de creciente centralidad, entonces el primer paso necesario es definirlo con claridad y, luego, ofrecer las mediaciones para su operacionalización empírica. El acotado repaso sobre los estudios contemporáneos en Sudamérica en torno a los movimientos sociales urbanos ofrecido en este trabajo, encuentra un uso conceptual diverso pero, sobre todo, serias dificultades para encontrar dicho concepto “en acción” al momento de analizar procesos y experiencias.

El aporte analítico se comprende cuando, por ejemplo, la apelación a lo barrial es desglosada como base para el activismo y la organización de movimientos sociales barriales, atendiendo a su referencia simbólica y política en tanto expresión espacial y, por tanto, a diferencia del uso habitual en otras miradas, distinguiendo distintos sistemas de disposiciones para la lucha referida al recorte espacial “barrio”. Éste puede no ser el que impulsa la lucha, pero en ocasiones es la entidad espacial que aglutina la acción colectiva y funda el movimiento social: es diseccionado en su potencial analítico atendiendo a su referencia específicamente espacial.

La problemática asociada a la identidad y sociabilidad política y su construcción por parte de los movimientos sociales, de similar manera, arroja un análisis frecuentemente a-espacial: la reconfiguración identitaria que proviene, por ejemplo, del desanclaje laboral en el caso de los desocupados y se remite a la inscripción territorial pensando en las redes sociales barriales, pero sin apuntar a los múltiples procesos geográficos que tiene como base y desata dicha transformación. Desde las aproximaciones espaciales, la identidad es analizada en articulación con los procesos de desterritorialización y reterritorialización que involucran tanto el espacio material como el inmaterial y que refieren a ciertas experiencias específicas de movimientos socioterritoriales.

Este recorrido, si bien no agota el amplio campo de estudios de referencia, sí puede otorgar una muestra consistente de la importancia de reconocer los aportes (multi) disciplinares y la necesidad de, en tanto científicos sociales, definir los conceptos y categorías analíticas que son puestas en acción para comprender fenómenos y problemas que, sin lugar a duda, necesitan de todas las miradas de las ciencias sociales para poder describirlos, analizarlos, acompañarlos y comprenderlos.

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1El concepto de territorio será entendido como una de las formas analíticamente distinguibles para operacionalizar la categoría espacio, en pos de su uso analítico para la comprensión de los procesos sociales. Seguimos aquí el esquema de análisis planteado por Retamozo para pensar la categoría hegemonía, quien distingue su funcionamiento en tanto categoría y en tanto conceptos, retomando el debate entre Zemelman y Dussel: “Es decir, entendemos por categorías una lógica formal teórica que propone herramientas para el abordaje analítico de fenómenos. Por concepto, en un nivel menor de abstracción, los diferentes contenidos posibles que adquiere una categoría implementada en la reconstrucción de un proceso particular y en función de una problemática específica” (Retamozo 2011: 40). El territorio, desde la perspectiva defendida aquí, supone un contenido específico del espacio, el relativo al espacio configurado por relaciones de poder que permiten pensar en procesos de apropiación de dicho espacio, en tanto territorio (Torres 2013).

2Véase Silva y Rossi (2018), quienes resaltan una segunda base de incorporación ciudadana en América Latina, que se desmarca del modelo sindical para pasar a desarrollar un esquema territorial.

Recibido: 24 de Febrero de 2022; Aprobado: 25 de Julio de 2022

Fernanda Valeria Torres. Licenciada en Sociología. Profesora adjunta ordinaria del Departamento de Sociología de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) e investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnica (CONICET) con sede en el Instituto de Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales (IDIHCS, UNLP-CONICET) de Argentina. Fue becaria de investigación de la UNLP y becaria doctoral de conicet, donde obtuvo el grado de Doctora en Ciencias Sociales en 2012. Becaria posdoctoral de CONICET hasta su ingreso a la Carrera de Investigador Científico y Tecnológico (CICyT). Desarrolló estancias de investigación en la Universidade de São Paulo (USP) y en la Universidade Estadual Paulista (UNESP) en Brasil y en la Universidad de Málaga (UMA) en España, financiadas con diversas líneas de becas externas y de movilidad. Ha participado en numerosos proyectos de investigación de la UNLP; del CONICET y de Extensión de la Secretaría de Políticas Universitarias (SPU) y de la UNLP. Sus líneas de investigación principales se abocan al estudio de los movimientos sociales desde una perspectiva de análisis sociopolítico y espacial.

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