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Papeles de población
versión On-line ISSN 2448-7147versión impresa ISSN 1405-7425
Pap. poblac vol.19 no.78 Toluca oct./dic. 2013
Maternidad adolescente y su impacto sobre las trayectorias educativas y laborales de mujeres de sectores populares urbanos de Paraguay*
Adolescent childbearing and its impact on educational and working trajectories of women in urban neighborhoods in Paraguay
Georgina Binstock y Emma Näslund-Hadley
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas/Banco Interamericano de Desarrollo.
Artículo recibido el 7 de septiembre de 2012.
Aprobado el 1 de marzo de 2013.
Resumen
Este trabajo aborda la problemática del embarazo adolescente y sus potenciales derivaciones durante el comienzo de la vida adulta. Se centra en dos aspectos fundamentales de las trayectorias vitales de las mujeres: el educativo y el laboral. Este estudio, de carácter cualitativo, no pretende brindar un diagnóstico generalizable de esta problemática sino que procura, a partir de una mirada centrada en las experiencias vitales y en los sentidos que se otorgan, comprender el impacto del embarazo adolescente en las ya restringidas opciones que tienen las mujeres de sectores populares. A partir del análisis y comparación de las historias y experiencias de vida de mujeres paraguayas de sectores populares que fueron o no madres durante la adolescencia, se procura discernir e identificar en qué medida la maternidad temprana afecta las trayectorias y logros educativos y laborales.
Palabras clave: Adolescencia, embarazo adolescente, asistencia escolar, abandono escolar, situación laboral.
Abstract
This paper examines the potential consequences of teenage motherhood in the transition to adulthood focusing on two main aspects of women's life trajectories: education and work. The study is of qualitative nature and does not pretend to be a statistical assessment, but to develop a richer and more complex understanding of the impact of adolescent pregnancy on the already restricted options that poor urban women have in Paraguay. From the analysis and comparison of life histories and experiences across adolescent mothers and women who had delayed the birth of their first child until after adolescence, this paper aims to identify the ways and extent in which early motherhood influences educational and work trajectories.
Key words: Adolescence, adolescent childbearing, school attendance, school dropout, work.
Introducción
La fecundidad adolescente ha ido descendiendo en América Latina durante las últimas décadas, si bien con un ritmo dispar entre los países de la región. Sin embargo, dicho descenso ha sido consistentemente menor al observado para las adultas e incluso, en algunos países, la tasa de fecundidad adolescente1 se ha mantenido estable o incluso ha aumentado, lo que en parte refleja la dinámica propia de los factores socioculturales que inciden en la conducta reproductiva a edades tempranas (Guzmán etal., 2001; Pantelides, 2004; Flórez y Soto, 2006).
El vínculo entre embarazo adolescente y pobreza es uno de los debates centrales en torno al cual gira el estudio de la maternidad adolescente. Mientras algunos estudios centran su preocupación en los efectos negativos que la maternidad adolescente puede implicar sobre las futuras oportunidades educativas y laborales de las jóvenes, lo que a su vez las llevaría a caer en la pobreza o a no poder salir de ella (Pantelides, 2004; Furstenberg, 2000; Hoffman, 1998; Hofferth et al., 2001) otros consideran la pobreza y la falta de oportunidades educativas y laborales como la causa y no la consecuencia del embarazo y maternidad adolescente (Stern y García, 2001; Luker, 2003; Flórez y Soto, 2006) y que sus efectos negativos pueden ser transitorios y superados por las jóvenes con el tiempo (Geronimus y Korenman, 1992; Bronars y Jrogger, 1994; Hotz et al., 1997).
Estudios recientes acerca de los efectos de la maternidad adolescente ponen en duda que su postergación pueda tener un impacto positivo relevante, en términos de reproducción de la pobreza, si no se ve acompañada de profundos cambios estructurales (Furstenberg, 2003). Sin negar las limitaciones que la pobreza impone en términos de condicionamientos y de poder de decisión sobre la propia conducta reproductiva (Geldstein y Pantelides, 2001) varios estudios proponen develar el sentido positivo que la maternidad/paternidad adolescente adquiere en contextos de vulnerabilidad social, por ejemplo, como única fuente de reconocimiento social para mujeres carentes de perspectivas educativas y laborales, como estrategia de maximización de los recursos familiares, como elemento en la construcción de la identidad y como medio en la búsqueda de autonomía (Reis dos Santos y Schor, 2003; Pantoja, 2003; Aquino et al, 2003; Cabral, 2002, Geronimus, 1997, 2004 citados por Adaszko, 2005).
Otro de los puntos centrales tanto en el debate académico como en el del diseño e implementación de políticas públicas, gira en torno a la relación entre maternidad adolescente y educación, a la identificación tanto de las posibles causas educativas del embarazo adolescente como de las consecuencias de la maternidad temprana sobre el posterior desarrollo de la madre y sus hijos, particularmente en términos del desempeño educativo y su relación con las futuras oportunidades de inserción laboral. En este sentido, la literatura se nutre principalmente de estudios efectuados en los países industrializados. Aunque la evidencia es mixta, parece haber un cierto consenso acerca de la complejidad de los procesos de interacción entre las variables relevantes, en particular descartando las visiones que postulan un efecto unidireccional e invariablemente negativo del embarazo adolescente sobre la trayectoria socioeducativa de las madres. La mucho más escasa evidencia proveniente de los países en desarrollo no contradice aquellas conclusiones, aunque deja en claro la asociación entre el embarazo adolescente y el pobre desempeño de estas madres en determinados indicadores de desarrollo social y educativo.
La diversidad de enfoques y estrategias ha dado lugar a múltiples estimaciones y por ende conclusiones, respecto al impacto que tiene el embarazo adolescente en la escolaridad en diversos países, tanto desarrollados como en vías de desarrollo. En algunos estudios realizados en países desarrollados, los resultados muestran que los efectos negativos del embarazo adolescente sobre la acumulación de capital humano son relativamente menores y de corta duración (Hoffman et al, 1993; citado por Hakkert, 2001; Hotz et al, 1999) mientras otros señalan la importancia de considerar no sólo sus consecuencias socioeconómicas, sino también las sociopsicológicas, en particular el cambio en las expectativas de educación de las adolescentes (Beutel, 2000). Tanto Hoffman (1998) para Estados Unidos como Duncan (2007) para el Reino Unido, encuentran que el efecto de la maternidad adolescente en la subsiguiente inserción social de la madre es esencialmente nulo.
Los estudios en países latinoamericanos muestran un panorama diferente, que permite constatar una significativa relación negativa de la maternidad adolescente con la asistencia escolar, la inscripción en todos los niveles educativos, las probabilidades de completar cualquiera de los niveles y, consecuentemente, con los años de educación acumulados, así como una fuerte asociación con el abandono escolar (por ejemplo: Rios-Neto y Miranda-Ribeiro, 2009 en Brasil; Giovagnoli y Vezza, 2009 en Bolivia, Colombia, República Dominica y Perú; Flórez y Soto, 2006 en Colombia; Binstock y Pantelides, 2005 en Argentina; Alcázar y Lovatón, 2006 en Perú).
En el caso de Paraguay, la información referida al embarazo y la maternidad adolescente es básicamente de carácter cuantitativo. Los datos secundarios (censales y encuestas) y los escasos estudios específicos ponen de manifiesto las diferencias educativas y laborales de las adolescentes según hayan sido o no madres (e.g. Pantelides y Binstock, 1993; ENDSSR, 2004). Así por ejemplo y de acuerdo con resultados del último censo nacional, sólo 13 por ciento de las adolescentes madres asistía a un instituto de enseñanza, proporción que ascendía a 65 por ciento entre las no madres. Estas diferencias se reflejan en los alcances educativos de unas y otras: la proporción de mujeres que al menos inició el ciclo secundario es de 39 por ciento entre las madres y de 72 por ciento entre quienes no lo son.
En cuanto a la participación económica, los datos censales sugieren que las adolescentes madres se incorporan más tempranamente al mercado de trabajo, pero a partir de los 18 años su participación es algo menor a la de quienes no son madres, lo que seguramente refleja la dificultad o preferencia de permanecer al cuidado de sus hijos. Al mismo tiempo, las tasas de desocupación son sistemáticamente más elevadas que las correspondientes a quienes no tienen hijos, lo que también sugiere una mayor dificultad de las adolescentes madres para insertarse laboralmente.
Si bien estas evidencias son de suma utilidad para dar cuenta de la magnitud y características básicas del fenómeno de la maternidad precoz, son limitadas para comprender la racionalidad de los actores involucrados, así como los contextos sociales y culturales que la promueven, particularmente entre sectores populares. Es sólo a partir de la conjunción de diagnósticos cuantitativos y de estudios cualitativos focalizados en las experiencias concretas de los actores involucrados que puede generarse un conocimiento comprensivo de los entornos y factores que conducen al embarazo temprano y sus consecuencias.
El presente trabajo aporta a esta literatura desde una perspectiva cualitativa, examinando las historias de vida de mujeres jóvenes de sectores populares paraguayas, para explorar e identificar en qué medida la maternidad temprana ha condicionado sus trayectorias educativas y laborales en comparación con las historias de mujeres que han tenido su primer hijo pasada la adolescencia.2
Estrategia metodológica
El estudio se llevó a cabo a través de entrevistas a mujeres de estratos medios bajos y bajos, residentes de dos barrios de Asunción. La selección de los barrios para el trabajo de campo se realizó en conjunto con investigadores locales. Así, se seleccionaron Chacarita y Barrio Jara, que tienen un fácil acceso al centro de la ciudad, a los servicios públicos y particularmente a escuelas primarias y medias. El equipo local de investigación llevó a cabo un pequeño censo en secciones de dichos barrios, identificando los hogares donde había una mujer entre aproximadamente 23 y 30 años. En dichos casos se indagó si la mujer había sido madre y la edad en que tuvo su primer hijo. Los hogares fueron clasificados según tuvieran una mujer que fue madre adolescente (si tuvo su primer hijo antes de cumplir 20 años) o fue madre adulta o no madre (en caso de haber tenido su primer hijo a partir de los 20 años o no tener hijos). La decisión de entrevistar a mujeres entre 23 y 32 años respondió a la necesidad de que haya transcurrido un lapso relativamente significativo para poder examinar las trayectorias de corto y mediano plazo en la transición hacia la adultez y en qué medida y aspectos variaban de acuerdo con haber tenido o no hijos durante la adolescencia.
Así, a partir de la identificación de los hogares en donde residen las mujeres, fueron contactadas y entrevistadas 42, de las cuales 18 fueron madres durante la adolescencia y las restantes posteriormente3 (si bien una aún no había tenido hijos). Se utilizó como criterio de inclusión que la mujer hubiera iniciado la educación a nivel secundario, dado que se considera que la problemática del embarazo adolescente de mujeres socializadas en contextos de pobreza extrema (que truncan su educación durante el ciclo primario) y la de mujeres de sectores sociales más aventajados es diferente.4 Las características de las entrevistadas se detallan en el Cuadro 1 del anexo.
Todas las participantes fueron informadas sobre el carácter voluntario, anónimo y confidencial de la entrevista, así como también sobre su derecho a negarse a responder a cualquiera de las preguntas formuladas. En general hubo una muy buena predisposición para responder y compartir sus historias y experiencias de vida.
La información fue relevada mediante una guía de entrevista semiestructurada, con un formato flexible y preguntas guía para orientar los diferentes temas que serían abordados. La guía se organizó en distintas secciones, con el objetivo de reconstruir la historia de vida de las entrevistadas. Las conversaciones duraron en promedio una hora y media, con variaciones desde una hora a dos horas y media, fueron grabadas previo consentimiento y posteriormente transcritas en formato de informe narrativo por el mismo entrevistador que incluyó, cuando resultaba ilustrativo, citas textuales de lo expresado. En dichos casos y para preservar la confidencialidad, se omitió el nombre de la entrevistada.
Maternidad adolescente y educación
Uno de los aspectos donde más claramente fue posible detectar diferencias entre las mujeres entrevistadas, fue el relativo a sus alcances escolares: tres cuartos de quienes fueron madres durante la adolescencia no completaron el ciclo medio, mientras que entre quienes no lo fueron dicha proporción desciende a un sexto. Además, la mayoría de quienes postergaron su maternidad completó el ciclo medio y la mitad de quienes obtuvieron su título secundario inició estudios post-secundarios e incluso universitarios.
Estas diferencias en los logros educativos con los que unas y otras hacen la transición a la vida adulta coinciden con estudios previos tanto en Paraguay como en otros países de la región. Lo que suele ser menos evidente es cómo opera dicho nexo en los diferentes contextos, es decir, si la mayor deserción escolar que exhiben quienes han sido madres tempranamente ocurre antes o después del embarazo. En otras palabras, si las diferencias en alcances escolares son principalmente el resultado de la mayor propensión de las adolescentes que abandonan la escuela a tener su primer hijo a edades más tempranas o son causadas por las dificultades asociadas a compatibilizar el embarazo y la maternidad con la asistencia escolar, o bien si obedecen a obstáculos puestos desde la propia institución o ambiente escolar, lo que hace que las jóvenes sean más proclives a abandonar la escuela. Esto, junto con los factores que condicionan las decisiones vinculadas a las trayectorias escolares, son las temáticas en las que se focaliza esta sección.
Teniendo en cuenta la experiencia de las mujeres entrevistadas, es más frecuente que las adolescentes fueran estudiantes cuando se embarazaron a que hayan abandonado los estudios previamente, lo cual no quiere decir que esto último no suceda. De hecho, ese es el caso de cuatro de las mujeres que fueron madres adolescentes, aunque las catorce restantes eran estudiantes cuando quedaron embarazadas.
No es difícil anticipar, teniendo en cuenta sus alcances escolares, que la mayoría no continuó estudiando, lo que coincide con diversos estudios que muestran los niveles más bajos de asistencia escolar de las adolescentes madres en comparación con sus pares que no son madres.
Menos claras son, en cambio, las razones por las que ello sucede. En este sentido, las entrevistadas argumentaron tres motivos principales como causa del abandono escolar. El primero y más frecuentemente citado fue el desinterés por continuar estudiando, como lo ejemplifican los siguientes testimonios:
A mí no me gusta luego estudiar, pasaba todo, pero no me gusta estudiar, por eso no me iba más. Me gusta más ganar plata (Nicolle, madre a los 17 años). Terminé el tercero y ya no volví porque en febrero me embaracé. Luego ya no tenía voluntad de ir al colegio... ya me encapriché con mi papá y mamá (Marcela, madre a los 17 años).
El segundo de los motivos se vincula con el ambiente escolar, más precisamente con el trato discriminatorio recibido en la escuela. A excepción de una de las entrevistadas, quien explícitamente incluyó a la directora y docentes de su escuela, el resto se refirió al trato de sus compañeros.
Prácticamente me discriminaban, yo era la única embarazada del colegio (Sol, madre a los 14 años).
Porque me embaracé, cuando ya inicié el colegio (refiriéndose al último año)... Yo nomás decidí dejarlo, tenía vergüenza, mis compañeros me discriminaban (Nancy, madre a los 18 años).
Sin embargo, al ahondar sobre las circunstancias en que las adolescentes se sentían discriminadas, dicho trato resultó ser más una suposición que una realidad. Las adolescentes, con base en experiencias pasadas o en sus propios prejuicios, anticipan que sus compañeras y compañeros harán comentarios a sus espaldas y se burlarán de su estado, circunstancia a la que decididamente no quieren exponerse. Sin embargo, ninguna de ellas indicó que efectivamente la haya experimentado. Lo máximo que alguna indicó fue ".. .te miraban de forma diferente".
Finalmente, el tercer motivo aludido aunque menos frecuente, se refirió a aspectos económicos y a no poder mantener los costos asociados al estudio, contemplando los gastos venideros vinculados al nacimiento de su hijo. Alguna manifestó que más que abandono, había entendido su alejamiento de la escuela como una situación temporánea que terminaría cuando lograra una economía familiar más estable que le permitiera continuar estudiando. En estos casos se trata de mujeres que comienzan a vivir en pareja a partir del embarazo y dada la economía familiar y la situación laboral inestable de su compañero y anticipando los gastos asociados al nacimiento y crianza del bebé, deciden no generar gastos adicionales asistiendo a la escuela.
Cuando yo vine con Javier él no tenía un trabajo estable... Era cierto que nada me iba a faltar pero el tema del colegio ya era mucho gasto. En el colegio se pagaba la cooperativa, más la matrícula y la mensualidad. La cooperativa te daba los útiles para todo el año (Mabel, madre a los 16 años).
Más allá del motivo específico identificado como la causa del abandono educativo, el análisis de las historias de este conjunto de mujeres muestra un número de regularidades que apuntan más a interpretar el abandono como una manifestación de su baja valoración y desinterés por el estudio y su falta de aspiraciones laborales. Así, el embarazo y futuro nacimiento del hijo brinda a la adolescente un nuevo escenario en el que puede ejercer su rol de madre y esposa. En cierto modo, para estas mujeres el embarazo lejos de alterar o modificar sus planes o la perspectiva de cómo se desarrollaría su vida futura, simplemente los adelanta. Más aún, en algunos casos este adelanto no sólo no es rechazado sino que, por el contrario, es más que bienvenido y les da la oportunidad de comenzar una vida mejor o al menos diferente.
En efecto, el primer rasgo común que emerge del examen de las trayectorias educativas es la celeridad con que abandonaron los estudios una vez confirmada la noticia del embarazo. Todas lo hicieron prácticamente de manera inmediata, sin dejar ningún lugar o espacio para tratar de seguir asistiendo a la escuela. Ello incluye tanto a quienes indicaron sentirse discriminadas como a quienes no querían ocasionar gastos (aún cuando la matrícula del año ya estuviese pagada). Muy posiblemente eso se deba a su propia experiencia escolar, a la falta de apego al estudio y al sentido y valoración que le otorgan a la educación. Al respecto, este grupo de adolescentes había mantenido un rendimiento a lo largo de su trayectoria escolar relativamente aceptable, si bien se identificaron varios casos que habían repetido algún año, así como también de cambios de escuela a instituciones menos exigentes académicamente. Sin embargo, no manifiestan ni gusto ni interés por el estudio, ni lo valoran como un canal de movilidad social y de utilidad para mejorar las oportunidades laborales a las que podrían acceder en el futuro.
Así, las respuestas de dos de las entrevistadas a la pregunta sobre la utilidad de la educación son contundentes y reflejan la idea que circula entre sus pares, o al menos la que tenían al momento de decidir abandonar la escuela. En general ello va también acompañado de la convicción de que las buenas oportunidades y los buenos trabajos no se consiguen a partir de tener las credenciales o habilidades necesarias, sino sólo a través de conocidos influyentes.
¿Para qué sirve la escuela? Para nada... Es una pérdida de tiempo para dar gusto a los padres. (...) Si vos estudias acá, no hay trabajo, algunos tienen su título, no ganan nada y si vos trabajas, vos ganas tu plata, algunos estudian pero tenés que tener tu conocido, alguien que pueda o algo y yo no estoy para perder tiempo. Está bien, es lindo, te vas a la Facultad, sos una gran profesional, pero acá no te sirve de nada, porque te vas a meter tu curriculum por todos lados y nadie te acepta si no tenés un conocido que te pueda ayudar de arriba (Nicolle, madre a los 17 años).
La secundaria, mi forma de pensar digo que para terminar todo bien, pero ¿y después? ¿Si no tenés plata? Porque yo quisiera terminar el colegio, seguir la Facultad... ¿Pero de qué me va a servir que no tenga apoyo? No sirve otra vez de nada, terminas otra vez trabajado en una casa de familia, o si no, como promotora teniendo todos tus estudios, siendo una licenciada, ¿de qué te va a servir? (Esther, madre a los 17 años).
Otro aspecto que comparte este grupo de entrevistadas, aun cuando no es frecuentemente utilizado como argumento en la decisión de abandonar la escuela, es que pasan a convivir con su pareja. El anuncio del embarazo precipita la convivencia, generalmente en un cuarto en la casa familiar de la propia adolescente o de su compañero. La formación de una pareja se vive como un pasaje a la vida adulta en que se vuelven responsables de sus propias decisiones. Así, muchas adolescentes que no están particularmente interesadas en el aprendizaje y cuya asistencia a la escuela es principalmente un deber familiar, encuentran en las responsabilidades asociadas a su nueva situación un justificativo razonable para abandonar los estudios. En este sentido, si bien la mayoría indicó que no había sido planeado, el embarazo no representa un evento que (desde su propia perspectiva) va a alterar radicalmente el curso de sus vidas, más bien sólo lo adelanta.
Yo nomás ya no quise seguir estudiando. Yo pensaba que ya tenía quién me mantenga, por eso digo yo que ya no estudié más (Fabiana, madre a los 17 años).
Dejé nomás de ir, así de repente, y la directora mandó preguntar por qué y yo le mandé decir que estaba embarazada y ella me mandó decir que fuera igual nomás. Nunca más me fui, en síntesis nunca me importó... Ya estaba... (Nicolle, madre a los 17 años).
Finalmente, la familia no ejerce una influencia positiva para que continúen estudiando. Justamente, en varios casos el embarazo es bienvenido por la propia adolescente para comenzar a despegarse de su familia, por lo que aun cuando ésta aconseje la importancia de estudiar e incluso intente colaborar económicamente, las mujeres prefieren abocarse a su nuevo rol. En otros casos, una vez embarazada y sobre todo si comienza la convivencia en pareja, es la propia familia la que redefine el rol y las responsabilidades de la adolescente en su nueva situación.
El desinterés por el estudio es también el motivo subyacente a la deserción del grupo de madres adolescentes que abandonó la escuela previamente al embarazo. En este caso y a diferencia del grupo anterior, la falta de interés por el estudio se combina con la preferencia por trabajar y generar un ingreso propio. Indagando más profundamente sobre el contexto económico familiar en dicho momento, se observa que si bien no era acomodado, tampoco era tan apremiante para requerir que la adolescente abandonara su educación para dedicar todo su tiempo a un trabajo rentado. De hecho, las adolescentes destinaban el dinero que generaban principalmente a sus propios gastos, si bien también contribuían a la economía del hogar. En estos casos, la familia, incluso manifestando descontento, no ejerció la influencia suficiente para revertir dicha decisión.
No me quería ir más nomás ya, tenía la cabeza en otro lado, ya no me fui más, faltaban dos meses para terminar el primer curso, dejé.dejé por dejar, por tonta." [¿Y tus padres dijeron algo?] "Me retaron, pero como toda adolescente, no me entró más nada, ya no hice más caso por nada y dejé (Dina, madre a los 18 años, abandonó sus estudios antes de embarazarse).
Asistencia escolar durante el embarazo
Como se adelantó, sólo una minoría de las adolescentes continuó estudiando. Incluso con las limitaciones que implica el bajo número de casos, sus historias presentan algunos rasgos distintivos que contrastan con quienes abandonaron la escuela. Uno de los aspectos que surge claramente en los testimonios de este grupo de entrevistadas es un rol mucho más activo de la familia en su proceso educativo. Esto se manifiesta no sólo en la transmisión de la importancia de la educación para forjarse un mejor futuro, sino también en una práctica cotidiana acorde. Con ello se alude a que la familia esté más involucrada en las actividades escolares y ejerza una supervisión más activa.
Mi mamá me apoyaba, ella decía luego que el mejor marido es el título (Viviana, madre a los 18 años).
Mi mamá, mi mamá ya estaba sola cuando eso, mi mamá siempre decía que estudiáramos mi hermana y yo. (.) Mi mamá estaba orgullosa de mí, tenía buenas calificaciones, por eso me trasladaron por la mañana. Cuando falleció, sin embargo, todo cambió (Blanca, madre a los 18 años).
Sí, mi mamá, no quería que deje, me decía: 'no vaya a dejar, andate, aprovechá que podés'. Gracias a ella terminé, si no iba a dejar de balde. Manifiesta que la madre la motivaba para que terminara el secundario, al igual que su pareja que la apoyaba económicamente (Sol, madre a los 14 años).
En consonancia con su valoración de la educación como canal de movilidad social y de desarrollo personal, ante el embarazo la familia les aconseja de manera vehemente que continúen estudiando. En algunos casos, incluso son los propios padres quienes se reúnen con las autoridades escolares para asegurar la continuidad educativa de sus hijas.
Otro rasgo que distingue a las adolescentes embarazadas que prosiguieron sus estudios es que continuaron viviendo en la casa familiar, sin formar una pareja conviviente. Esto, sin duda, ha colaborado para que preserven el rol de hijas dentro del hogar y tengan una actitud más receptiva y obediente hacia las preferencias familiares.
En cuanto al rendimiento a lo largo de la trayectoria escolar, no se observan diferencias significativas con sus pares que abandonaron los estudios. En general, hasta el momento del embarazo estas adolescentes habían tenido un aprovechamiento promedio, no eran particularmente estudiosas pero tampoco tenían un rendimiento deficiente. Como se verá a continuación, la escuela sin duda ha facilitado su continuidad educativa.
La postura de la escuela ante el embarazo
La posición que adopta la escuela frente al embarazo de una estudiante puede constituir un elemento determinante en la continuidad educativa. La percepción por parte de las estudiantes embarazadas de una postura y actitud inclusiva de la escuela hacia ellas elimina un elemento negativo importante cuando sopesan los pro y los contra de continuar estudiando.
Para ello se preguntó a las entrevistadas que se embarazaron cuando cursaban el nivel medio sobre la postura que tomó la escuela ante su situación. A quienes no fueron madres adolescentes, en cambio, se les preguntó si en su escuela había habido casos de estudiantes que quedaran embarazadas y cuál había sido la actitud de la institución al respecto.
Con excepción de una de las entrevistadas, todas las que dejaron de asistir reconocieron que la postura de sus respectivas escuelas al enterarse de los motivos de su deserción fue la de promover y facilitar que continuaran estudiando durante el embarazo. En este sentido, varias indicaron que fueron contactadas por sus instituciones, incluso en reiteradas ocasiones.
Si realmente quería estudiar me hubiera ido con mi panza y todo, porque la directora muchas veces me mandó llamar y dijo que no había problema, pero yo no me quería ir, no quería estudiar (Nicolle, madre a los 17 años).
La directora no tenía problemas, me dijo que siga, se ofrecieron en ayudarme, pero no quise (Nancy, madre a los 18 años).
La escuela también cumplió un rol importante entre las pocas que continuaron asistiendo:
Yo fui esa, la que se embarazó en el colegio... Primero nadie se daba cuenta... recién en la última etapa y nada, me apoyaron, porque decían que yo era buena estudiante, que servía para la Facultad y todo. mis compañeras me apoyaron, se fueron todos a la dirección a protestar, pensaron que me iban a echar del colegio, pero no era nada de eso, que era para mi facilidad nomás y a lo mejor no tenía nada pendiente si me iba a rendir nomás, yo me iba durante todo el año y era difícil así (Blanca, madre a los 18 años).
Yo me embaracé estando en el sexto curso y no me discriminaron para nada, los profesores me ayudaban con las materias. me adelantaban las fechas para terminar más rápido los exámenes (Mariela, madre a los 18 años).
Los testimonios de las mujeres sobre la actitud adoptada por la escuela ante el embarazo de alguna compañera concuerdan tanto sobre la buena predisposición de sus escuelas para retener y ayudar a las alumnas embarazadas, como en que la mayoría de ellas dejó de asistir por propia voluntad.
Muchas compañeras se embarazaron en el colegio, pero siempre les dejó continuar, nunca les puso trabas para dejar de ir o abandonar (Laura, madre a los 21 años).
No, todas dejaban. Yo tenía una compañera que se embarazó y se fue hasta los tres meses, después ella no quiso irse más. La directora se iba y le buscaba pero ella no quería, tenía vergüenza (Gloria, madre a los 17 años).
Sí, hubo, algunas amigas, porque ellas quisieron nomás, en el colegio creo que no les echaban en cara, no era una novedad en el colegio estar embarazada (Viviana, madre a los 18 años).
No admitían a las embarazadas, no se les admitía, por la vergüenza, yo tenía compañeras que en el tercer curso tenían retraso y no venían más y como eran mis amigas yo me daba cuenta que era por eso, pero no porque le echaban de la escuela sino por vergüenza (Rita, madre a los 17 años). Cuando no podían irse les acercaban las materias que tenían que hacer y a veces se iban a hacerles rendir en su casa, le buscaban ese lado (Fabiana, madre a los 17 años).
Reinserción escolar
Otro de los temas examinados en el curso de la trayectoria educativa de quienes abandonaron la escuela fue el de las tentativas de reinserción en el sistema para completar el nivel medio. Un número muy reducido de mujeres hizo el intento de completar el ciclo luego de ser madre, pero sólo una de ellas logró hacerlo con éxito. Este es el caso de Sol, quien de acuerdo con su testimonio, quería seguir estudiando durante el embarazo, pero fue la propia directora de su escuela quien no le permitió hacerlo, sugiriéndole su pase al turno nocturno, en que el alumnado es de edad más avanzada y ella no constituiría un "mal ejemplo" para el resto de los compañeros. Esto influyó en que Sol abandonara la escuela, si bien después de dar a luz siguió la indicación de la directora y se inscribió en una escuela nocturna acelerada, donde finalizó sus estudios. Más aún, demostrando su afán inicial por poder forjarse un futuro a través del aprendizaje, continuó estudios terciarios en Nutrición, los que continuaba cursando al momento de la entrevista.
El resto de las mujeres que hicieron algún tipo de intento de retomar los estudios abandonaron a los pocos meses de iniciarlos. En estos casos también asistieron a escuelas nocturnas en modalidades aceleradas. La dificultad de compatibilizar los estudios con las responsabilidades familiares, las tareas hogareñas y en muchos casos el trabajo extra domiciliario para generar ingresos, constituyen las principales restricciones para seguir estudiando.
En general la motivación de "volver a la escuela" y obtener su diploma surge a partir de la confrontación con la realidad del mercado de trabajo y de las ocupaciones y condiciones laborales a las que pueden acceder sin contar con credenciales educativas. De esta manera, aunque por un breve lapso, emerge la aspiración de completar el ciclo medio y así mejorar no sólo sus oportunidades laborales, sino también su formación personal. En la medida que sus hijos crecen, también se torna un desafío poder acompañarlos en sus tareas escolares.
Antes de estudiar yo pensaba que era en vano, que no me iba a ser útil, no le daba mucha importancia cuando era más joven, pero hoy en día yo creo que es importante porque así también una mujer progresa, tanto en lo personal, también en lo laboral. A causa de que no tengo el estudio terminado yo no puedo tener un oficio más digno. No me quejo, no me avergüenzo de que trabaje en una casa de familia... Uno de repente quiere progresar, mi sueño es ser alguien más en la vida, si yo no puedo voy a luchar por mis hijos para que sean lo mejor (Florencia, madre a los 19 años).
¿Y querrías terminar los estudios? No es querer terminar, es tener que terminar. La oportunidad que yo perdí fue cuando mi abuela me ofreció, pensando ella que yo iba a terminar mi colegio, y yo le dije que no. Ahora que yo quiero estudiar y no puedo porque me tengo que ocupar de mi casa, de llevar a mi hijo al colegio... (Mabel, madre a los 16 años).
Maternidad adolescente y trabajo
Esta sección vira la atención a la experiencia de trabajo, particularmente a en qué medida el ser madre durante la adolescencia afecta los patrones de participación laboral, las opciones ocupacionales y, por ende, sus trayectorias laborales. La experiencia laboral de las mujeres provenientes de contextos humildes suele iniciarse a edades tempranas y el grupo de mujeres entrevistadas no constituye una excepción. De hecho, una fracción importante de las mujeres entrevistadas comenzó a trabajar muy joven, a la par que asistía a la escuela o durante los meses de receso escolar, con diversa dedicación en cuanto a la cantidad de días a la semana y horarios de trabajo. Si bien algunas lo hacían para ayudar al presupuesto familiar, la mayoría destinaba el dinero a gastos personales, incluidos los escolares. Dichos trabajos están circunscritos a unas pocas ocupaciones: empleada doméstica, cuidado de niños, venta o atención en emprendimientos familiares, empleada en comercios, moza en copetín, etc. y en ningún caso son empleos formales en los que tienen seguro o están amparadas por la legislación. Tampoco son ocupaciones en las que desarrollan habilidades que puedan ser de utilidad como experiencia laboral en el futuro.
Las entrevistadas que no trabajaban a la par que asistían a la escuela no se encontraban necesariamente en una situación económica familiar más holgada, sino que usualmente tenían a su cargo muchas responsabilidades hogareñas como limpiar, lavar, cocinar y el cuidado de hermanos o sobrinos. Por otra parte, a veces son los propios padres quienes en pos de garantizar que las adolescentes tengan tiempo para dedicarle a la escuela y, por ende, tener un buen rendimiento prefieren que sus hijas se aboquen a la escuela y a la realización de tareas domésticas más que a trabajar fuera del hogar, si dicho ingreso no es algo imprescindible para la economía doméstica.
Al momento de ser entrevistadas, algo más de la mitad de las mujeres se encontraba trabajando, lo que es más frecuente entre quienes no están conviviendo con una pareja, aquellas con mayores niveles educativos y quienes no fueron madres durante la adolescencia.
Del examen de las historias laborales de las mujeres surgen dos claras diferencias de acuerdo con la edad en que han sido madres. La primera es la motivación y el interés que tienen por trabajar. La segunda, relacionada con la anterior, es el tipo de ocupaciones que unas y otras desempeñan o han desempeñado. Así, comparadas con las madres adultas, quienes fueron madres adolescentes exhiben con menor frecuencia el deseo de trabajar, particularmente fuera de su hogar y cuando trabajan, acceden a ocupaciones de menor calificación y con condiciones laborales más precarias y desventajosas.
Las diferencias en las aspiraciones y trayectorias laborales se derivan de las consecuencias que ha tenido la maternidad temprana, particularmente en lo que se refiere a su trayectoria educativa. Como se vio en la sección anterior, la mayoría de las adolescentes que quedaron embarazadas mientras estudiaban dejaron de hacerlo sin culminar el ciclo medio. La falta de credenciales educativas las ubica en una situación de mayor vulnerabilidad en cuanto a las oportunidades laborales a las que pueden aspirar en un mercado tan segmentado y con alta incidencia de trabajo informal como el paraguayo.
Por otra parte, también se ha visto que la deserción escolar en muchos casos ocurre casi inmediatamente cuando confirman el embarazo. En este sentido, la falta de aspiraciones para seguir estudiando y trabajar independientemente de las necesidades de su hogar, son justamente motivos que precipitan la ocurrencia del embarazo. De este modo, la atención del hogar y del bebé se convierte en el foco principal de atención de un grupo importante de adolescentes.
Si bien es cierto que las embarazadas y madres tienen mayores dificultades para continuar con sus estudios, en muchos de estos casos el abandono refleja falta de interés por seguir preparándose y por trabajar y un fuerte arraigo de pautas culturales con una división de roles familiares basados en el género.
A pesar de los avances y transformaciones que han tenido lugar en la región, es persistente la distinción de roles entre el varón (dedicado al trabajo y a ser, en la medida de lo posible, el único proveedor económico) y la mujer (dedicada a las tareas domésticas y a la atención y el cuidado de los hijos pequeños). De esta manera, mientras lo que gane el varón en su trabajo alcance aunque sea ajustadamente para solventar los gastos del hogar (y en numerosos casos aunque no alcance) la mujer prefiere permanecer en el hogar atendiendo su rol de esposa y de madre. Asimismo, el restringido abanico de ocupaciones y condiciones laborales a las que pueden aspirar las mujeres con bajas credenciales educativas en Paraguay provoca un profundo desinterés en trabajar fuera del hogar.
Así, entre quienes han sido madres adolescentes se observan dos patrones vinculados al trabajo femenino. El primero es el de una relación nula con el trabajo extra-doméstico, cuando las mujeres prácticamente nunca han trabajado y se dedican a la atención de su hogar e hijos. Ello incluye no sólo a un número de mujeres que convive con su pareja, sino también a algunas que se encuentran separadas.
El segundo patrón de inserción laboral que exhibe este grupo de mujeres es uno de carácter errático, intermitente y sujeto a las vicisitudes laborales familiares o de la pareja. Esto significa que las entradas en el mercado de trabajo responden a exigencias económicas de solventar las necesidades del hogar o de compensar los ingresos de la pareja. Sólo en unos pocos casos, el trabajo de la mujer responde a una estrategia de pareja en la que, si bien sus ingresos no son indispensables para la sobrevivencia cotidiana, sí resultan necesarios para mejorar la calidad de vida, ahorrando para poder acceder a una vivienda independiente, un auto, etc.
En este contexto no es extraño que prácticamente ninguna de las mujeres haya encontrado satisfacción en el trabajo o lo haya hecho por gusto, ya sea por las tareas propiamente dichas, por el trato y ambiente de trabajo o por la ecuación entre el esfuerzo realizado y el pago obtenido.
De poder voy a poder (terminar sus estudios) pero después de que él tenga un trabajo estable o que yo también me vaya a trabajar, pero los trabajos donde me van a aceptar son en casa de familia, generalmente pagan 400 y eso es todo el tiempo, de siete a seis de la tarde. Yo no le puedo dejar toda la responsabilidad a mi suegra de lavar la ropa, limpiar la casa y querer que ella también le lleve al colegio a mi hijo. A mí me gustaría tener un trabajo. No es que yo no quiera trabajar, pero también que me dé tiempo de ocuparme de mi hijo y de mi pareja y hasta poder tener tiempo de irme a estudiar, no llegar muy cansada [mi primer trabajo fue a los 19 años]. En casa de familia, cuando ya estuve acá, cuando mi hijo tenía dos años, pero era un trabajo donde yo le llevaba a él. Después él (su pareja) no quería más que yo trabaje porque si él trabajaba yo no tenía más que trabajar, él me decía luego: preocúpate nomás vos por nuestro hijo y por todo lo que es la casa y yo voy a trabajar. Trabajé dos meses, poco tiempo. Después sí trabajé pero en reemplazo de mi cuñada nomás [¿y te gustaba tu trabajo?]. No. pero lo único que no te exige tener tu colegio terminado es limpieza, pero a mí me gustaría trabajar profesionalmente, en radiología o enfermería (Mabel, madre a los 16 años).
Sí, tuve muchos trabajos pero nunca fueron largos. Yo no reunía todos los requisitos para poder trabajar en un puesto que valga la pena y que te dé de comer como se debe. Mi último trabajo fue en una lavandería, trabajé un año y seis meses, fue el trabajo más largo que tuve. En octubre salí, el año pasado (Rita, madre a los 17 años).
Trabajar con la Señora Noni, me apoyó en todos los sentidos, fue lindo porque los lugares donde trabajaba tenía que estar hasta hora y no valoraban mi trabajo, el trabajo tiene que ser mutuo, yo les ayudaba pero ellos no me ayudaban. Con Noni me hablaba mucho, en esta época no vas a encontrar una patrona que te diga: "vení, sentate, vamos a hablar". Vas a encontrar alguien que te diga: "trabajá que quiero limpia la casa". Esa es la diferencia en las casas de familia donde trabajé, nueve meses trabajé con la señora Noni (Esther, madre a los 17 años).
Sólo una minoría de las entrevistadas tuvo un empleo formal o "de planilla", es decir, con seguro médico y beneficios sociales.
Viviana comenzó a trabajar como empleada doméstica a los 13 años acompañando a su tía y al poco tiempo comenzó a trabajar sola, a la par que estudiaba. Gracias a un conocido consiguió el único empleo formal que tuvo, también encargándose de la limpieza. Así lo relata: "Donde me pagaban vacaciones y aguinaldo, seguro social, era en el laboratorio". Ese trabajo del laboratorio fue mucho después cuando ya su hijo tenía cuatro años y ella, separada de su pareja, vivía con su madre. "Mi mejor trabajo fue en el laboratorio. Fue un ambiente más de amigos que de trabajo, en los demás ambientes era más de responsabilidad y acá ya era más trabajar por gusto que por obligación. [¿Y por qué dejaste de trabajar ahí?] Cerró el laboratorio. Trabajaba en labores de limpieza. Yo ganaba 550 mil pero en todos lados figuraba como que ganaba sueldo mínimo. Para ips (el Instituto de Previsión Social) cuando me liquidaron me pagaron indemnización como si hubiese cobrado sueldo mínimo. Eso fue hace tres meses. Ahora estoy buscando trabajo, fue muy fuerte para mí" (Viviana, madre a los 18 años).
En casos excepcionales y exclusivamente obtenidos a través de contactos directos, jóvenes con bajos alcances escolares lograron obtener un puesto de trabajo estable y con todos los beneficios sociales, aun cuando requiera para su desarrollo más calificaciones que las obtenidas. En este sentido, empleos en reparticiones públicas suelen ser altamente deseados porque proporcionan estabilidad, beneficios sociales y sueldos e ingresos a los que difícilmente pueden acceder en el mercado de trabajo privado. La historia de Nancy así lo ejemplifica:
Nancy comenzó a trabajar a los 19 años, luego de ser madre. Ella no terminó los estudios secundarios, ciclo que abandonó una vez que supo de su embarazo. Pese a que el padre del bebé manifestó su intención de responsabilizarse, por oposición de su propio padre Nancy continuó viviendo con su familia. Comenzó a trabajar de ayudante en una peluquería, luego viajó a Argentina a intentar forjarse un mejor futuro, donde trabajaba como promotora en supermercados. Súbitamente falleció su padre, quien era el único sostén de una numerosa familia y había trabajado en un puesto municipal por varias décadas. Nancy "heredó" el puesto de trabajo de su padre, pese a no tener ni la experiencia ni las calificaciones que requeriría para obtenerlo. Nancy considera dicho trabajo como una bendición y es consciente que en otras circunstancias nunca hubiese podido aspirar a un trabajo administrativo de esas características, dados sus alcances educativos: "es como una herencia que me dejó mi papá, porque estoy trabajando en vez de él y le sustento a mi mamá y a mis hermanos". Nancy vive con su madre y cinco hermanos que tienen entre dos y 17 años. Asimismo convive con sus dos hijos, a quienes deja a cargo de su madre y hermanos mayores durante las ocho horas que se extiende su jornada laboral. Su ex pareja, quien tiene un trabajo estable, contribuye en la manutención de sus dos hijos (Nancy, madre a los 18 años).
La experiencia de Nancy, si bien no ocurre con frecuencia y es más bien un caso anecdótico, contribuye a reforzar una concepción compartida por muchas de las mujeres, particularmente aquellas con bajos niveles escolares, que es la de que los "buenos trabajos" se obtienen únicamente por contactos. Esto, en conjunción con la experiencia de otros familiares, amigas o vecinas que, aun cuando han terminado el ciclo secundario no han accedido a ocupaciones más calificadas o con mejores condiciones de trabajo, impregna las expectativas laborales de las mujeres y, por ende, desalienta tanto la búsqueda de un trabajo como el interés por capacitarse.
La experiencia de trabajo de las mujeres que han postergado la maternidad es diferente. En primer lugar, más allá de su situación particular al momento de ser entrevistadas, exhiben más apego al trabajo, aunque no tengan apremios económicos familiares. En este sentido, con mayor frecuencia consideran importante trabajar y generar un ingreso de manera independiente al de su pareja, cuando la tienen.
En cuanto a los trabajos realizados, también han accedido con mayor frecuencia a empleos que requieren algo más de calificación. Así, varias de las mujeres han desarrollado trabajos administrativos, de asistencia contable, en bancos y dependencias estatales. Esto, sin duda, es consecuencia directa de sus mayores logros escolares. Al igual que sus pares que han sido madres tempranamente, sus primeros trabajos se remontan a la adolescencia, en ocupaciones poco calificadas pero que les brindaban ingresos tanto para colaborar con su familia como para costear sus gastos personales. Una vez finalizados los estudios secundarios, varias han conseguido mejores empleos tanto en términos de las tareas realizadas como de las condiciones de trabajo.
Este es, por ejemplo, el caso de Paula, quien comenzó a trabajar a los 21 años en el Banco Nacional de Fomento como pasantía de sus estudios nocturnos de administración, estudios que realizó por la insistencia de su madre. Paralelamente estudiaba peluquería dos veces a la semana, profesión que según sus propias palabras siempre fue su vocación. Se casó a los 23 años y tuvo su primera hija a los 25 años, cuando aún continuaba estudiando administración. A los tres meses de nacida su hija dejó el trabajo en el banco porque le resultaba muy absorbente y comenzó a trabajar en una peluquería en donde le daban seguro y le pagaban mejor sueldo. Permaneció en ese trabajo por tres años, hasta que puso una peluquería propia en su casa. Este trabajo le permite compatibilizar su vocación, su deseo de trabajar y contribuir a la economía familiar y también mantener la flexibilidad e independencia de tener un emprendimiento propio (Paula, madre a los 25 años).
Sin embargo, debe mencionarse que varias mujeres aun habiendo culminado el ciclo medio nunca han accedido a un trabajo de mayor calificación o acorde con sus credenciales educativas. Esto sin duda genera frustración luego del esfuerzo personal y familiar que implica concluir el ciclo medio y se erige y perpetúa como ejemplo en la percepción de la gente acerca de la necesidad de mucho más que credenciales para acceder a un buen empleo.
La historia de Laura sirve para ejemplificar las experiencias de este grupo de mujeres:
Laura proviene de un hogar humilde, conformado por padre, madre y cuatro hermanos menores. Sus padres alcanzaron a estudiar hasta el cuarto grado, pero tenían altas aspiraciones para que sus hijos estudiaran. Ambos trabajaban, su madre de empleada doméstica y su padre de albañil. Laura describe su infancia sin ningún tipo de lujos, pero tampoco sin necesidades apremiantes. Cursó sus estudios primarios en una escuela confesional y luego el ciclo medio en una escuela pública. En general tuvo un buen rendimiento y nunca repitió. Mientras fue estudiante estaba a cargo de todas las tareas de su hogar así como del cuidado de sus hermanos menores mientras sus padres trabajaban: "Yo debía cocinar, planchar, lavar, y cuidar a los chicos toda la mañana hasta que me iba al colegio". Sus padres siempre la apoyaron tanto emocional como económicamente para que estudiara y controlaban mucho su vida social y sus amigos. Tuvo su primer novio a los 18 años y luego de un año de salir comenzaron a tener relaciones sexuales. Con él tuvo su primer hijo a los 21 años, fue un bebé buscado cuando ya convivían en pareja. Su marido, quien no completó el ciclo secundario, tiene un empleo estable como recolector de basura de la municipalidad de Asunción. Una vez concluidos sus estudios, Laura aún viviendo en la casa paterna, comenzó a buscar trabajo. Según su testimonio buscó colocación en diversos lugares y por distintos medios, pero lo único que pudo conseguir fueron trabajos de empleada doméstica. Nunca la tomaron para otro puesto. Su trayectoria laboral, por ende, fue siempre en casas de familia, por horas, sin ningún tipo de beneficio social y con un salario muy bajo. Laura considera importante trabajar, pese a que quisiera conseguir otro tipo de trabajo y, según sus palabras, está siempre alerta para que ello suceda. Su frustración es manifiesta cuando se le pregunta si le gusta su trabajo: "No mucho porque no son trabajos significativos... No estudié para eso, pero bueno... es lo que me tocó" (Laura, madre a los 21 años).
El estudio y la preparación se reconocen y valoran como requisitos esenciales para obtener un buen trabajo, sin embargo y al igual que sus pares que fueron madres precoces y truncaron su instrucción, identifica a los "contactos" como indispensables para la búsqueda de un empleo. Las mujeres que viven en barrios segregados, aun cuando logran superar barreras educativas, se rigen por las mismas pautas y creencias que circulan en su entorno.
Un buen estudio, sin estudio y sin amigos, contactos... más se consigue en política que en otra cosa, pero para eso tenés que perder tiempo y yo no quiero perder mi tiempo y ahora se consigue más así, a base de la política (Laura, madre a los 21 años).
Buen trabajo sería que te remunere de forma adecuada, el sueldo es bajo en nuestro país y para conseguir un buen trabajo se necesita sobre todo estar preparado... y alguien que te lo consiga (Carmen, madre a los 27 años).
Conclusiones
A lo largo de este estudio se analizaron las experiencias educativas y laborales de un conjunto de mujeres de sectores populares residentes en Asunción, identificando los aspectos que diferencian las trayectorias de quienes fueron madres en la adolescencia de las que han sido madres con posterioridad a dicha etapa. A partir de una mirada que jerarquiza al actor social y que, por ende, se centra en los relatos y sentidos que le otorgan las mujeres a sus experiencias vitales, la investigación se propuso discernir e identificar en qué la maternidad adolescente afecta las trayectorias educativas y laborales.
Teniendo en cuenta la experiencia de las mujeres entrevistadas, es más frecuente el embarazo de las adolescentes cuando éstas estudian y menos usual que abandonen los estudios previamente. Sin embargo, la mayoría no continuó estudiando y dejó la escuela de manera prácticamente inmediata una vez confirmada la noticia del embarazo, sin intentar hacer compatible su nueva situación con la continuidad de sus estudios.
Más allá del motivo específico identificado por ellas como la causa directa del abandono educativo, un número de regularidades en la experiencia de estas mujeres lleva a interpretarlo como una manifestación de su baja valoración y desinterés por el estudio y su falta de aspiraciones laborales.
El análisis de sus historias evidencia la adhesión a un ideal tradicional de familia y división de roles sexuales con escasas motivaciones de desarrollo y crecimiento individual. Consecuentemente, al no encontrarse el desarrollo personal y una vida económica autónoma entre los objetivos de sus proyectos de vida, el apego a la educación es bajo.
Esta falta de interés y el fuerte arraigo a pautas culturales con una división de roles familiares basados en el género, son justamente los motivos que precipitan la ocurrencia del embarazo y explican la prontitud con que deciden abandonar sus estudios una vez que se enteran de su estado. Para muchas, el nacimiento de un hijo es visto como la rápida entrada a una familia de procreación en la que la adolescente ocupará el rol de cuidadora, madre y esposa. Así, el embarazo y la maternidad lejos de romper con un proyecto de vida, lo que hacen es adelantarlo.
Como se evidenció a lo largo del trabajo, la maternidad precoz acarrea consecuencias en las trayectorias educativas, ya que la mayoría no logra completar el ciclo medio, mientras que entre quienes fueron madres posteriormente dicha proporción es minoritaria. Sin embargo, el abandono escolar cuando ocurre el embarazo parece ser más una manifestación del desinterés previo por el estudio, que debido a la dificultad de compatibilizar el embarazo y la maternidad con la asistencia a la escuela o a los obstáculos que pudiera imponer la institución escolar. En rigor, las instituciones a las que asistieron las adolescentes encuestadas han tenido una actitud inclusiva y de apoyo respecto a las estudiantes embarazadas y madres.
Las pocas adolescentes que prosiguieron estudiando durante el embarazo y luego del nacimiento, comparten dos características que han sido esenciales para la continuidad escolar. La primera es que continuaron viviendo en la casa familiar sin formar una pareja conviviente, lo que seguramente ha colaborado para que conserven una actitud más receptiva y obediente hacia su familia. La segunda, que sus familias, particularmente sus padres, han tenido un rol mucho más activo en el proceso educativo, tanto transmitiéndoles la valoración de la educación, como ejerciendo una supervisión más eficiente e involucrandose en las actividades escolares.
Por la misma racionalidad que explica la falta de apego a la educación, quienes fueron madres adolescentes exhiben una aspiración más baja a trabajar fuera de su hogar. A pesar de ello, la situación de necesidad económica (muchas deben sostener su propio hogar) las fuerza a tener que trabajar y debido a su escasa educación deben desempeñar ocupaciones de baja calificación. Además, en un mercado laboral donde el sector informal es tan extendido, particularmente entre los trabajos de menor calificación, resulta moneda corriente el trabajo en condiciones precarias sin una adecuada protección social.
En tanto la acción pública no ofrezca a las adolescentes de sectores populares modelos alternativos y recursos para alcanzarlos, es probable que sus aspiraciones continúen siendo limitadas y que el embarazo precoz no se presente como un obstáculo para el crecimiento individual y familiar. El sistema educativo tiene sin duda un papel central en esta tarea de formación y estímulo y constituye la puerta de entrada de futuras iniciativas de promoción social y de género. La intervención temprana es necesaria para ayudar a las adolescentes que tienen problemas académicos y están en riesgo de abandono escolar, pero el apoyo a este grupo no se puede limitar a tutoría escolar. El reto es aumentar sus expectativas y aspiraciones, ayudando a las niñas a imaginar un futuro mejor.
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* Las opiniones expresadas en esta publicación son exclusivamente de los autores y no necesariamente reflejan el punto de vista del Banco Interamericano de Desarrollo, de su Directorio Ejecutivo ni de los países que representa.
1 Siguiendo la práctica internacional, en este trabajo se define fecundidad adolescente a aquella que ocurre antes de los 20 años.
2 El presente trabajo forma parte de un estudio más amplio en el que también se examinan los aspectos vinculados a la iniciación sexual y ocurrencia del embarazo.
3 A lo largo de este trabajo también se las refiere como madres adultas.
4 Originalmente se entrevistaron seis mujeres más que no fueron incluidas en el análisis ya que no habían completado el ciclo primario.
Información sobre las autoras
Georgina Binstock. Licenciada en Sociología por la Universidad de Buenos Aires (UBA). Masters of Arts y Ph.D. en Sociología con orientación en estudios de población de la Universidad de Michigan en Ann Arbor. Es investigadora independiente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) con sede en el Centro de Estudios de Población (CENEP), institución de la que es también investigadora asociada y fue directora entre 2005 y 2008. Sus áreas de investigación son: familia, juventud, educación y salud reproductiva. Dirección electrónica: gbinstock@cenep.org.ar.
Emma Näslund-Hadley. Especialista senior de la División de Educación del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Antes de unirse al Banco, trabajó en África, América Latina y Europa en educación y cuestiones de género con la Unión Europea, las Naciones Unidas y la Agencia Sueca de Desarrollo Internacional. Tiene una maestría en Economía y Finanzas Internacionales de la Universidad de Linkõping (1991) y una maestría en política pública de la Universidad de Princeton (1999). Dirección electrónica: emman@iadb.org.