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Historia y grafía

versión impresa ISSN 1405-0927

Hist. graf  no.48 México ene./jun. 2017

 

Expediente

Arthur C. Danto

Explicación y causalidad: Danto mirado desde Weber

Explanation and Causality: Danto as Seen Through Weber

José Luis Villacañas Berlanga1 

1Universidad Complutense de Madrid, España.


Resumen:

El autor propone una valoración de la Filosofía analítica de la historia de Arthur C. Danto. Para él, la obra queda enmarcada por su contexto positivista y esto le impide a Danto poder comprender la historia de otra forma que como una explicación científica que presupone leyes. Lo anterior le impide a Danto entender lo propio de la historia: presuponer una teoría para poder observar hechos.

Palabras clave: Danto; Weber; analítica; causalidad

Abstract:

The author offers a reading of Arthur C. Danto’s Analytical Philosophy of History. For him, Danto’s book relies heavily on its positivist context, and this prevents Danto from understanding history as anything but a scientific explanation that presupposes laws. This does not allow Danto to understand what is the most characteristic feature of history, that is, that it presupposes a theory in order to observe facts.

Keywords: Danto; Weber; analytics; causality

A bordaré en este artículo una valoración del célebre libro de Danto, Filosofía analítica de la historia del que ahora se cumplen cincuenta años. Considero que esa valoración es crucial para percibir el último medio siglo de filosofía. Para esta valoración no tendré en cuenta los escritos adicionales sobre el tema que Danto añadió en su segunda edición. En términos generales defenderé que Danto reflexionó sutilmente sobre la historia desde la forma más primitiva del análisis, tal y como estaba determinada por la época del positivismo lógico, pero no deseaba separarse por entero de ella. Dicho de otra manera: Filosofía analítica de la historia no recibió la revolución del llamado segundo Wittgenstein de las Investigaciones filosóficas. Para ofrecer algunas evidencias de esta valoración, primero abordaré cómo el propio Danto presentó su obra en el prólogo a la segunda edición y levantaré alguna sospecha sobre la relevancia de sus reflexiones. En el segundo apartado me referiré a un olvido importante que constituye un síntoma que debe ser tenido en cuenta para valorar la obra de 1965. En el tercero, veré el juego entre narraciones moleculares y atómicas y podremos verificar el modelo de análisis del positivismo lógico en su aplicación a la historia.

I.Contextualizar Filosofía Analítica de la Historia

Obsérvese esta frase de la Introducción a la segunda edición de la obra que nos ocupa: “La filosofía de la historia es parte de la historia”.1 Lo que de este modo quería anunciar Danto era que su posición acerca de la filosofía de la historia estaba condicionada por la historia de la filosofía en el siglo XX. La aspiración de la frase era comprometerse con este hecho: una teoría debe estar en condiciones de explicarse y aplicarse a sí misma, porque la teoría es parte de su propio objeto. Una teoría de la escritura, por ejemplo, debe condicionar la forma en que esta misma teoría se escribe. Una filosofía de la historia debe estar condicionada por su propio objeto, la historia. Este tipo de enunciados constituye uno de los atractivos de la escritura de Arthur C. Danto, tan llamativa y sutil que constituye una delicia para los virtuosos de la comprensión. Su deslumbrante agudeza nos mantiene alerta a través de las a veces enojosas y retorcidas explicaciones, porque el lector está seguro de que, tarde o temprano, ha de irrumpir una de estas frases granadas, solventes. En su comprensión de las cosas, Danto mostraba cierto tono triunfal al afirmar que “Una de las más profundas confirmaciones de mi propia teoría es la forma natural en que sus estructuras se aplican a sí mismas”.2 Puesto que la filosofía de la historia de Danto aseguraba que narrar cambios era explicar cambios, narrar la emergencia de su obra era explicarla. Eso es lo que Danto deseaba mostrar en la Introducción que propuso a la segunda edición de su magna obra. Nuestra pregunta tiene que ver con la sospecha de si esa narración es una reconstrucción externa. Este asunto forma parte del objeto de la teoría. Aspira a diferenciar si existe algún modo de distinguir entre narración que explique y narración que meramente narre.

Arthur C. Danto publicó su Analytical Philosophy of History en la Universidad de Cambridge en 1965. La segunda edición, bajo el título Narration and Knowledge, vio la luz en 1985, al cumplirse los veinte años de la obra. Al prólogo que Danto escribió para esta edición debemos referirnos para ver la manera en que su autor sitúa su libro en el contexto de su nacimiento. Como dice Danto: “La obra […] fue concebida y escrita en el punto de inflexión de una profunda revolución en la concepción filosófica de la ciencia”.3 Esa inflexión a la que se refería Danto no era otra que el abandono de la tesis de Carl Gustav Hempel desplegada en “La función de las leyes generales en la historia” (capítulo IX de La explicación científica. Estudios sobre filosofía de la ciencia).

Como se recordará, este ensayo servía a la divisa de una ciencia unificada. La historia, frente a toda la tradición alemana, era para Hempel asimismo una ciencia de leyes generales, sólo que en su formulación esas leyes apenas pasaban el estado de enunciados preparatorios. La teoría de Hempel se abandonó hacia los años sesenta no tanto por reflexiones internas de la propia historia, sino porque se abandonó el modelo positivista para el análisis de la ciencia en general. Una vez que el modelo de cobertura legal ni siquiera describía bien lo que sucedía en la ciencia natural, apenas tenía sentido mantenerlo justo en la historia, en la que el mismo Hempel tenía que proponer advertencias y cautelas que denunciaban que, en el fondo, el modelo no se aplicaba.

En el relato que hace Danto de aquellos años, centrado en la influencia de La estructura de las revoluciones científicas de Thomas S. Kuhn, lo que aparece como decisivo es un cambio de perspectiva general. Los intentos de hacer de las ciencias humanas una desviación asumible del covering law model propio de las ciencias naturales, se invirtieron para hacer de las ciencias naturales un caso más de las ciencias humanas. Y esto por dos motivos. El primero, porque las ciencias eran “formas de leer el mundo”4 y, segundo, porque estas formas de leer el mundo estaban históricamente determinadas por la evolución y el cambio de grandes paradigmas. Danto tiende todavía en esa Introducción a la segunda edición de su obra, a seguir interpretando la situación bajo el esquema de la ciencia unificada. Sólo que ahora la ciencia unificadora era más bien la historia. La ciencia se unificó, sin embargo, no bajo un modelo formal de leyes, sino bajo la perspectiva de los problemas humanos y sociales en la medida en que las teorías eran acontecimientos históricos.

En todo caso, Danto confiesa que su libro estaba posicionado respecto de Hempel y que sus propuestas eran convergentes con las revisionistas propias de la nueva filosofía de la ciencia. Como espero demostrar, esto es dudoso. En todo caso, en lugar de mostrar sus convergencias con la obra de Thomas S. Kuhn, Danto se dirige a la obra del mítico Norwod R. Hanson, Patterns of Discovery, que había visto la luz en 1958. Pero la verdad es que Hanson no aparece citado en el libro. Tampoco Kuhn. En el relato que nos ofrece Danto confiesa que toda la estructura argumental de su libro procede del mítico ensayo “Narratives sentences”, publicado en 1960. En realidad, sobre este ensayo desplegó toda la estructura argumental del libro. La clave de su tesis se nos ofrece en este pasaje de la Introducción de 1985: “Mi argumento general, a lo largo del libro, es que las estructuras narrativas penetran en nuestra conciencia de los sucesos de maneras paralelas a aquellas en que, según la opinión de Hanson, las teorías penetran las observaciones que se realizan en la ciencia”.5

Lo que esta tesis signifique no es algo obvio y, desde luego, cuando se lee el libro resulta difícil de identificar. Hanson representaba una vuelta a ese kantismo básico que hay en el fondo de la tradición pragmatista y recordaba que las intuiciones sin conceptos teóricas son ciegas. Sólo que ahora esos conceptos que permitían que las intuiciones dijeran algo, no constituían la estructura a priori de una subjetividad trascendental. Aquí entraba en juego Kuhn: constituían más bien paradigmas teóricos históricamente condicionados. ¿Eran de este tipo las estructuras narrativas de Danto? ¿Eran igual en función? Creo que no. Hanson y Kuhn hablaban de estructuras conceptuales materiales condicionantes de la observación científica concreta, que por su propia naturaleza existían históricamente. Pero Danto, en lugar de aplicar este modelo a la historia -que llevaría a la reflexión acerca de la condición histórica de los conceptos teóricos con los que se produce una observación del pasado, en la línea de la famosa cuestión de Rickert-Weber acerca de explicitar la formación de los conceptos teóricos-, señaló otro condicionante específico de la observación histórica del pasado en tanto suceso. Esa condición eran las estructuras narrativas. Se trata casi de una estructura a priori cuya forma más simple se desvela en las oraciones narrativas. Donde Hanson o Kuhn hablaban de teoría que condiciona la percepción, Danto habló de oraciones narrativas como condiciones de observación del pasado en tanto suceso. Por eso Danto, en 1985, entendió que su planteamiento se enfrentaba a la relación entre narrativa y redescripciones de hechos en tanto sucesos, y que este problema era el mismo que el de la relación entre historia y ciencia. En suma, su libro le parecía que formaba parte de un replanteamiento sobre la ciencia de la historia. Y lo que esto significaba es que las oraciones narrativas no constituían per se la ciencia de la historia, pero eran en todo caso condiciones inevitables de la ciencia histórica. Esto es lo que permite dar sentido a esta frase: “Hay incontables descripciones de cualquier suceso, pero sólo algunas albergan el suceso disponible para prestarse a la explicación científica, que entonces conecta muy íntimamente la descripción y la explicación”.6

Esta frase es muy significativa, y conviene analizarla bien y en relación con el tema que nos ocupa. Hay muchas redescripciones de la relación entre la Filosofía analítica de la ciencia y el cambio en la filosofía de la ciencia de los sesenta, pero sólo algunas lo disponen para una explicación científica, sólo algunas unen descripción y explicación. Y debemos preguntarnos si la que ofrece el propio Danto lo es. Pues, en efecto, nos muestra que existen multitud de oraciones narrativas, en potencia infinitas. Sin embargo, nos dice que nada más unas pocas de ellas llegan ante el altar de una posible explicación científica. En el supuesto de que lleguen, se daría un caso de una “íntima conexión” entre descripción y explicación. Pero mientras no se nos diga qué condición adicional tienen que cumplir algunas de las descripciones incontables para ser de manera científica significativas, no llegamos a entender en qué consiste esta íntima conexión entre narración y ciencia histórica, entre descripción y explicación. Sin duda, eso lo debería mostrar el libro.

En la Introducción de 1985 Danto estaba muy interesado en mostrar su cercanía a la inflexión en el campo de la filosofía de la ciencia. Si seguimos leyendo la Introducción apenas encontramos nada relevante para aquella cuestión. Al contrario, y aunque pensábamos estar dentro de una problemática interna de la historia, Danto da un giro brusco y se entrega a comparar la ciencia natural y la historia, y desea mostrar sus diferencias diciendo que es improbable que “un suceso pueda ser subsumido bajo una ley de la misma forma que es subsumido bajo una narrativa histórica”.7 Esto es: su naturaleza explicativa procede de la calidad específica de la narrativa, no de su subsunción bajo leyes. Y desde luego podemos aceptar que éste sea el caso en el libro, como veremos. Lo más curioso es que Danto basa esta diferencia en el hecho de que “las descripciones que son pertinentes a la ciencia diferirán de las que son importantes para la historia”, lo cual puede ser aceptado. Unas son descripciones de hechos, y otras de sucesos y por tanto narraciones. ¿Pero cuáles se disponen para ser explicativas? Todo eso parece subrayar la idea de que sus conclusiones divergen de Hempel, pero no necesariamente que eran cercanas a las de Hanson y Kuhn. Cuando leemos con atención el libro tenemos lo impresión de que para entenderlo basta tener a la vista a Hempel. No está de modo preponderante en cuestión que la historia tenga una cierta autonomía8 respecto a la ciencia natural. Lo que está en cuestión es ese asunto interno de la ciencia histórica que hace de ella una estructura narrativa, y que exige que sea condicionada por las oraciones narrativas. Y la pregunta es si éstas son todo lo analógico con la teoría de Hanson o con los paradigmas de Kuhn que puede ofrecer Danto para ponerse en la misma línea de la inflexión que revolucionó la filosofía de la ciencia. Lo que quiere decir Danto es que la manera en que se organizan las oraciones descriptivas en la historia es muy diferente de la manera en que se organizan en la ciencia natural, pues en la historia se organizan como estructuras y oraciones narrativas. Pero el problema ulterior es que esas estructuras narrativas permiten infinitas re-descripciones, infinitas narraciones, sólo algunas de las cuales son explicativas, esto es, históricas. Lo que está en juego es si lo que define la ciencia de la historia son las redescripciones narrativas o sólo aquellas que permiten explicaciones. En uno y otro caso tendrán condicionantes diferentes. Y mi tesis es que nada más recibirán la capacidad de explicar dentro de paradigmas. Sólo con las estructuras narrativas no tenemos condiciones suficientes para caracterizar las redescripciones narrativas que están preparadas para ser narraciones explicativas. Con las estructuras narrativas se ofrecería la base de un criterio de demarcación entre ciencia natural e historia, pero un criterio para dar una versión de qué significa la explicación diferente de que un “suceso pueda ser subsumido bajo una ley” o no.9 Como se ve, el problema de Hempel sigue presionando en la base.10 El diferente criterio de las descripciones naturales frente a las históricas de las oraciones narrativas hace que la historia “no puede convertirse en más ‘científica’ sin perder la definitoria importancia humana”.11 Ésta era una forma honesta de recoger en 1985 las conclusiones del libro de 1965, pero no es lo que se puede destacar en 2015 al leer el libro de 1965. La diferencia que subyace a todos estos retorcidos planteamientos, sin embargo, es bastante trivial. Pues lo que hace que las incontables descripciones de sucesos en la historia se reduzcan hasta las pocas que pueden ofrecerse a la explicación científica, frente a las descripciones de sucesos naturales, es sencillamente para Danto el grado de interés. “Son los intereses humanos, en definitiva, los que determinan qué sucesos son importantes y de qué forma”.12 Cuando leemos esto en 2015 no podemos dejar de sonreír si hemos sido lectores de la obra de Weber de un siglo antes. Pues lo que sea el interés, no es un criterio suficiente para identificar qué redescripciones narrativas nos ponen en camino de una narración que es también explicación.

A pesar de todo, la frase de los intereses humanos es muy ambigua. Parece como si las descripciones de sucesos en las ciencias naturales no estuvieran determinadas por los intereses humanos o que éstos no tuvieran capacidad de jerarquizar las descripciones de hechos en el ámbito de la naturaleza. Se olvida de nuevo la tesis de Hanson: las teorías en su devenir propio recogen los intereses y refuerzan la relevancia de los hechos/sucesos significativos. Desde este punto de vista, aludir a los intereses parece que es una alternativa a invocar teorías. Sin embargo no lo es. Lo decisivo es que Hanson y Kuhn nos habían preparado para aceptar que todas las ciencias, incluidas las históricas, tienen un conjunto de teorías y de conceptos que las condicionan, en las que quedan recogidos los intereses sociales y humanos más intensos, y parece que Danto diferencia aquí un criterio de demarcación muy discutible: las ciencias naturales no seleccionan descripciones según interés, sino según conceptos teóricos; la ciencia de la historia selecciona descripciones según intereses, pero no según conceptos teóricos.

Esto condición restrictiva, que parece invocar los intereses como algo último, le da a las oraciones y estructuras narrativas su oportunidad de ser condicionantes suficientes de la historia, bastantes para ofrecer a la historia su autonomía, que la libera de una sobrecarga de exigencias de cientificidad de Hempel, pero que no integraría las estructuras teóricas y paradigmas de Hanson/Kuhn. No pedir a la historia sobrecargas de cientificidad implica diferir del criterio de cientificidad de Hempel, pero no enrolarse en los puntos de vista de Hanson/Kuhn. Como veremos, divergir de la explicación como sometimiento a leyes implica tener como referencia el modelo de cientificidad establecido por Hempel. Así que cuando reconstruimos el contexto histórico de Filosofía analítica de la historia podemos decir que tiene significado desde aquella inflexión que Danto describió. Pero todavía nos queda por decidir de qué lado de la inflexión se quedó esta obra. He deseado producir la impresión de que Danto todavía estaba del otro. Al menos ese otro lado es todo lo que necesitamos tener a la vista para comprender su propuesta.

2.Un olvido estratégico

Como vemos, respecto a la perfecta aplicación a su propia teoría de los enunciados de la teoría, cabe tener alguna sospecha. Lo que la evolución de la filosofía de la ciencia tras Hempel había mostrado era la necesidad de teoría para producir observación. Lo que mostró Kuhn es que la teoría era un suceso histórico sometido a acontecimientos tales como revoluciones. En eso coincidían Hanson y Kuhn. Que la historia requiera una teoría en este sentido, es un enunciado que no se encuentra en el libro de Danto. Todo lo que se dice en él es que las teorías son leyes o una variación asumible a leyes. No quiero dar un gran valor a estas reflexiones, porque en cierto modo son introductorias del problema. Las organizo como una forma de darnos cuenta de las tensiones iniciales del planteamiento de Danto, lo que nos permitirá concebir las preguntas adecuadas. Lo decisivo es que, como hemos visto, Danto no se separó por completo de la referencia de un horizonte de explicación de Hempel. Lo que deseaba era explorar su relación con la estructura narrativa de la historia y comprobar que no podía integrar el mismo sentido de explicación. Para ofrecer una alternativa de qué significa “explicación” debía ofrecer una condición de la representación narrativa que explicara por qué de todas las redescripciones de sucesos sólo unas pocas ponían en el camino de la narración que además explica. Esta condición debía ir más allá del mero subrayado de la dependencia de intereses. En mi opinión, debía aludir a una teoría histórica. Para Danto, sorprendentemente, nada más se necesitaban oraciones narrativas y estructuras narrativas. De hecho, Danto no se centró en el papel que las oraciones narrativas tienen de condicionar la observación, sino en su capacidad de redescripción de hechos como sucesos, y sólo tras esta traducción deseó entrar en las diferencias entre las oraciones narrativas y las explicaciones en el sentido de Hempel. En 1985 no vio que eso era lo que de verdad había hecho: no se puso nunca del lado de la necesidad de una teoría histórica como habría tenido que hacer de seguir la inflexión del lado de Hanson y Kuhn. Desde luego, tras el libro de 1965, Danto evolucionó. Pero tampoco en el sentido de asumir los retos de Kuhn. En realidad, desplegó una línea de 1965 cada vez más lejana de Hempel, desde luego. Así que Danto afirmó que al trabajar en esa teoría de la narratividad iba más allá de la filosofía analítica para “dirigirse a un tipo de reconciliación con la fenomenología”.13 Esto significaba para él abordar una descripción de las “estructuras de la conciencia filosófica como tal”. En verdad era un giro prometedor, pero no menos comprometido. Pues lo que se seguía de aquí era que la narración es una estructura del pensamiento y de la conciencia, casi un trascendental. Pero en lugar de afirmar, como debía haber hecho alguien inspirado en Hanson y Kuhn, que para poder narrar se necesitaban condiciones conceptuales y teóricas adicionales, Danto ofreció a la narración un estatuto originario que lo consideraba “componente de la metafísica de la vida cotidiana”.14 Conforme se acercaba a la vida cotidiana, y a los famosos intereses, Danto se alejaba de la ciencia de la historia, pues como toda ciencia, la historia también asume premisas contraintuitivas, que denuncian las formas fenoménicas de la vida cotidiana como obstáculos al conocimiento. Esos obstáculos aparecen como anacronismos, transferencias, usos metafóricos, puntos tradicionales de vista, inercias, estratos temporales divergentes. Pero, de hecho, como veremos, ya en 1965 Danto consideraba la continuidad entre vida cotidiana y ciencia, algo que en el fondo resultaba divergente del modelo de Kuhn. Así, en lugar de mostrar que la narración debe tener condicionantes teóricos propios si ha de servir a la ciencia de la historia, Danto la consideró como una estructura originaria que procede de la vida cotidiana, como si eso ya fuera suficiente para construir el aparato condicionante y teórico de la historia.

Afirmar la narratividad como estructura de la conciencia supone complejos argumentos antropológicos que fundamentan la histórica, el conjunto de condiciones de la historia, y desde luego su constancia ha de mostrarse en la vida cotidiana. Esa antropología ha de ser fenomenológica, también. Pero Danto estaba lejos de elaborar todo esto analíticamente. Como dijo en el prefacio de 1965, no ofrecía sino una “metafísica descriptiva”, pero no puedo asegurar que estuviera ejecutada de forma sistemática. Eso era la filosofía analítica. Aquí podría haber escrito una de sus frases más solventes y decir que la metafísica descriptiva es todo lo que se debe aplicar a una teoría de la narración: establecer qué es una descripción, definir qué es una oración narrativa, mostrar cuál era su potencial redescriptivo, esto era lo suficiente para todo lo que debe condicionar en lo teórico a la historia. Pero dudo de que ésta fuera la finalidad fundamental del libro. Y sin descubrirla no estaremos en condiciones de entender por qué Danto redujo de forma tan drástica las exigencias teóricas de la historia y creyó que bastaba con tener en el horizonte una metafísica de la vida cotidiana.

Que nuestras formas habituales de pensar sobre el mundo sean históricas y narrativas, eso no quiere decir que para la ciencia de la historia baste con activar la forma habitual de pensar sobre el mundo y de narrar. La ciencia de la historia no se deriva de ningún resultado de la “metafísica de la vida cotidiana”, pero Danto creía que sí. Por eso, con razón se ha valorado que hay un abismo entre la práctica de la historia y los análisis conceptuales de Filosofía analítica de la historia, aunque Danto fuera consciente de esto, como veremos al final.15 En este sentido, si el propósito de la obra de Danto es aplicar la filosofía “a los problemas conceptuales especiales que surgen de la práctica de la historia”, entonces debemos decir que ofrece una versión muy reductiva de la práctica de la historia. Este aspecto reductivo era necesario para su forma de entender el análisis, que era el propio de lo que quedaba más acá de la inflexión de Hanson y Kuhn. En este sentido, la propuesta de situar Filosofía analítica de la historia en el contexto de Hanson y Kuhn es más bien reconstructiva que sustancial, en el sentido de que los motivos profundos de la escritura de ese libro se derivan de la filosofía analítica anterior, no de la evolución de la filosofía de la ciencia y sus complejos problemas que estos grandes autores ofrecieron. Eso es mucho y es muy importante, pero no ayuda gran cosa a hacer de Filosofía analítica de la historia un libro actual. Que la ciencia de la historia pueda ser reconstruida de muchas maneras, testimonia que los enunciados descriptivos y narrativos no son los originarios, como los enunciados sobre lo verde o lo azul, o sobre planetas y satélites tampoco lo son. En el caso de la aplicación del propio esquema teórico de Danto al contexto de emergencia de su obra, testimonia que muchas descripciones y narraciones son posibles y que están orientadas teóricamente. Y no sólo teóricamente.

¿Por qué tuvo que proponer Danto un concepto tan minimalista de condicionamiento teórico para la historia que le situaba más acá de Hanson y Kuhn? Justo porque otro fenómeno de la época le presionaba de manera muy intensa en 1965, aunque ya para 1984 ese fenómeno estaba más bien olvidado. En efecto, la plena condicionalidad teórica de la historia, lo equivalente a la teoría de Hanson y al paradigma de Kuhn, sólo podía ser para el Danto de 1964 aquello que él llamaba filosofía sustantiva de la historia, a la que él deseaba oponer la filosofía analítica de la historia. Ésa es la verdad. Así dijo: “La filosofía sustantiva de la historia es un intento de descubrir un tipo de teoría interesada en la noción de ‘totalidad de la historia’”.16 Lo equivalente a la teoría en las obras de la filosofía de la ciencia de la época era sin más para Danto la filosofía sustantiva de la historia. Y era Marx el que ofrecía esa teoría de la historia. Por eso Danto hacía mucho hincapié en que la teoría tenía que referirse a la “totalidad de la historia” en la medida en que esa totalidad implicara también el futuro. Podemos decir que lo que marcó el rumbo hacia las oraciones narrativas fue esa voluntad de orientarse hacia el pasado,17 en lugar de orientarse hacia el futuro, que era lo que hacían las filosofías sustantivas de la historia como el marxismo, algo que a Danto le parecían más bien una forma de profecía.18 Pero orientarse hacia la predicción era lo propio de la teoría científica explicativa de Hempel, así que este rasgo de la teoría -la explicación- “tenía que minimizarse y mostrar que, en el fondo, las predicciones que permitía la filosofía analítica de la historia eran sólo aparentemente cercanas a las que hacía la ciencia natural”.19 En suma: era preciso distanciarse de Hempel porque ese modelo era de manera peligrosa cercano al ideal de ciencia del marxismo. Lo que Danto considera profecía, por aquellos años el marxismo lo presentaba como predicción de futuro basada en el potencial explicativo de su ciencia. Pero en lugar de usar a Kuhn contra el marxismo, para profundizar en su historicidad y en la contingencia de su propia teoría, Danto neutralizó toda teoría porque consideró que eso implicaba una filosofía sustantiva de la historia, algo que en efecto no se seguía.

Este motivo contextual histórico, cuyas evidencias se obtienen por doquier en el libro, sin embargo, no pasó al relato histórico que debía acompañarlo en la Introducción de su segunda edición de 1985. Ya estaba olvidado y no era productivo. Pero sus valoraciones despectivas nos llaman la atención como posiciones de principio: “las filosofías existentes de la historia son increíblemente torpes”. ¿Pero era lo mismo teoría de la historia que filosofía sustantiva de la historia? Porque si filosofía analítica de la historia era centrarse en los “problemas conceptuales que surgen de la práctica histórica”, había muchos que se enfrentaban a esos problemas conceptuales que, sin caer en filosofías sustantivas de la historia, no eran increíblemente torpes. En realidad no toda filosofía o teoría analítica de la historia se basaba en una fenomenología de la vida cotidiana para evadir la filosofía sustantiva de la historia. Un ejemplo que recibió la revolución wittgensteniana y así preparó la obra de Clifford Geertz20 es el libro de Peter Winch, La idea de una ciencia social. ¿Significó algo que Winch desplegara sus reflexiones sobre Max Weber acerca de la noción de sentido, de comprender y explicar, nociones que el propio Danto abordaba en su libro?21 No para Danto. Y sin embargo, Weber ofrecía la plena conciencia, propia de un kantiano, de la necesidad de conceptos teóricos para la historia, en la línea de Kuhn y de Hanson, pero por completo al margen de una filosofía sustantiva de la historia. La aproximación de esos conceptos a las nociones de criterio, regla, modo de vida, comprensión y explicación, permitieron revertir a Wittgenstein a su concepto originario.

En todo esto, Danto ofreció de manera selectiva el contexto histórico de su obra. Danto estaba interesado en cerrar el paso a las filosofías totales de la historia, no a otras teorías de la historia que comenzaban a abrirse camino en la medida en que conectaban con los caminos arruinados por la Guerra Fría. Su campo estuvo marcado por una decisión acerca de quién era el enemigo. Todos los argumentos, desde el kantiano acerca de la imposibilidad de ofrecer un sentido preciso de totalidad,22 hasta el estricto de la crítica cultural, como el de la secularización teológica, apuntan a la destrucción de la filosofía sustantiva de la historia, algo que ya Popper había atacado en La miseria del historicismo. En ese frente se añadía el argumento que había producido el mismo Danto, basado en la estructura de la temporalidad abierta, propia de lo significativo, en el sentido de que el futuro ignoto condiciona de forma imprevisible la significatividad del pasado.23 En todo caso, lo que por confesión propia llevaba a una filosofía analítica de la historia era desenmascarar esa filosofía sustantiva de la historia que era el marxismo.

Weber habría sido una piedra de toque para Danto por varios motivos. Desde luego, era convergente con su voluntad de denunciar todas las variaciones del hegelianismo que estaban detrás de las filosofías sustantivas de la historia.24 Segundo, porque podría ofrecerle una perspectiva común acerca de la relación de la teoría con la práctica histórica -un déficit en Danto-, dado que Weber era tanto teórico como historiador. Lo que Danto deseaba bloquear era la omnideterminación de la historia por la teoría total, algo que es justo. Esta omnideterminación era algo en lo que coincidían los marxistas y los hempelianos y desde luego los hempelianos marxistas, que también los había. Para bloquear esto surgieron las apelaciones a la vida cotidiana y al interés como condicionante de la historia. En efecto, la historia estaba condicionada por la teoría (como toda ciencia), pero no sólo por la teoría, sino por la vida cotidiana y la propia inestabilidad histórica y sus crisis, que eran las que jugaban en “las variaciones de los intereses de los seres humanos”.25 Todo esto era común a Weber, desde luego. La filosofía sustantiva de la historia decía que la historia está completamente condicionada por la teoría, algo que podía ser refutado con los argumentos de Kuhn tanto como por los de Weber. Y era así porque esta teoría total determinaba de forma asimismo científica los “intereses de futuro” -algo que concernía a la vida histórica y social de los seres humanos en su característica indisponibilidad- y, por tanto, determinar de modo científico el sentido unívoco del pasado. Aquí Weber, Kuhn y Danto podían coincidir: los intereses humanos no están determinados por una estructura teórica, sino por el complejo nudo de cuestiones que podemos llamar vida social y psíquica. Así que la mirada hacia el pasado está condicionada por una teoría histórica, por un paradigma y por los intereses de los seres humanos, a los que Danto considera dotados de “significación no histórica”.26 Pero como no hay una ciencia normal sobre el futuro, todos coincidían en que la significatividad del pasado es móvil y por tanto puede alterar los conceptos, los paradigmas vigentes. Pero esos intereses no son “convencionales o arbitrarios” como sugiere Danto, sino de manera simple no del todo determinados por la teoría. También lo están por hábitos, ideologías, prácticas, creencias, sin perder de vista las propias teorías. Dependen de lo que Weber llamaba “las tareas del día”, algo no deducible de una teoría, sino de necesidades materiales de los hombres vivientes, entre las que están las que imponen la ciencia y la teoría como vocación.

Eso hace que muchos enunciados de Danto, críticos de la filosofía sustantiva de la historia, los hubiera firmado Weber. Por supuesto, la imposibilidad de predecir el futuro, que para Weber era una página en blanco que nadie podría anticipar27 y también el hecho de que “nuestro conocimiento del pasado está significativamente limitado por nuestra ignorancia del futuro”, hacen que todo conocimiento del pasado sea posible de ser revisado por un rumbo imprevisto del futuro. Pero a Weber este tipo de comentarios le parecía bastante elemental, propio de esos “vagos empedernidos” que son los filósofos, y por supuesto se podía derivar de la contingencia que somete toda existencia humana. Para él, lo decisivo era producir conocimiento histórico significativo, pero también iluminar científicamente lo que era el interés vital del presente. Y para Weber ese interés vital teóricamente alumbrado estaba marcado por el destino del capitalismo. Mientras que para Danto lo decisivo es más bien incidir en ese límite específico por el cual la ignorancia del futuro determina sin excusa nuestro conocimiento del pasado y la posibilidad narrativa que el cumplimiento paulatino del futuro abre respecto de sus pasados. Esa dependencia de la apertura ignota del futuro respecto de la significatividad del pasado, era lo constitutivo de la filosofía analítica de la historia.28 No pretendía recibir la nueva filosofía de la ciencia, sino mostrar el equívoco en el que el marxismo organizaba la coordinación entre pasado y futuro. Ése era su interés de presente. Para lograrlo, la historia no podía someterse al modelo de Hempel (algo que ciertos marxistas hacían encantados considerando las leyes del materialismo histórico), pero tampoco podía separarse de él pues en él estaba el peligro que se debía superar. Eso le concede a Filosofía de la historia su peculiar posición en la historia del siglo XX. Pero con ello podemos concluir con una respuesta a nuestra pregunta inicial. Pues, como vemos, la narración de Danto no es una mera narración. Tampoco es una más de las infinitas posibles. Si tuviéramos que preguntarnos qué hace de ella una narración explicativa, no es tanto que sea una más, ni una que se somete a ley, ni una que ofrece conexiones causales. La condición de explicativa la obtiene del sencillo hecho de que es significativa, pero sobre todo del hecho de que puede ser mejorada en su sentido cuando se amplía la constelación histórica en la que alcanza su singularidad. Pero este paso nos llevaría a otro problema que muestra la ulterior condicionalidad de la historia por la teoría: la de identificar qué es una constelación y la necesidad de ese concepto para la historia. Aquí, como siempre, la teoría es sin más la generación de preguntas que ya no pueden ser detenidas por rodeos que anclen en las apelaciones a la vida cotidiana.

3. La tesis

Si el futuro es ignoto, y si toda descripción histórica del pasado se hace en atención a intereses de la vida cotidiana, y es significativa en relación con ella, entonces ninguna descripción narrativa del pasado es completa. “Mi tesis -dijo Danto- será que una narración completa del pasado presupondría una narración completa del futuro”.29 Dado que sólo una filosofía de la historia sustantiva podría ofrecer una narración completa del futuro, nada más ésta garantizaría una crónica histórica completa. Ahora bien, éste es un escenario utópico, contraintuitivo, pues el futuro es lo sobrevenido, lo imprevisible, lo contingente, lo imponderable, lo que sólo puede anticiparse de manera abstracta. El futuro, según la metafísica de la vida cotidiana, es por definición lo ignoto. Así que la filosofía sustantiva de la historia es imposible, y la crónica completa del pasado también.

¿Pero y la ciencia de la historia? Danto hace un análisis muy brillante de un tema preferido de los weberianos: la Guerra del Peloponeso y la obra de Tucídides. De forma bastante convencional, éste propone una historia de un hecho singular, pero en la medida en que ofrece “típicas reacciones humanas a las situaciones típicas”, generando enunciados que, en tanto típicos, se proponen independientes del tiempo. Quizá estos enunciados reciban apoyo en alguna forma de inducción, pero no tienen como pretensión pronosticar el futuro. Tucídides, dice Danto, no tiene una filosofía sustantiva de la historia, sino que “escribe ciencia social”, lo que permite que en sus hechos generales “nos veamos reflejados en su libro”.30 Su estrategia es “expresar una idea general respecto de la totalidad de una clase exhibiendo un buen ejemplo de dicha clase”.31 Danto podría haber identificado, si hubiera sido su objetivo perseguir en la historia un paralelo del libro de Kuhn, que tras esta frase que describe la obra de Tucídides se esconde la definición de lo que es un paradigma. Éste sería un paradigma de los historiadores, como su obra un paradigma de un libro de historia y su guerra un paradigma de la guerra. Porque su teoría es un paradigma de lo que es la naturaleza humana.

Al describir la obra de Tucídides, Danto era de modo expreso conciliador. Pero pronto hizo una anotación muy importante para el argumento general de su libro. “Podría decirse que los historiadores procuran explicar sucesos de su pasado. No puedo disentir de esto. Sólo digo que primero es necesario brindar una descripción verdadera del suceso a ser explicado”.32 La frase se desglosa en ésta: “Cualquier explicación de un suceso requerirá referencia a otro suceso y a menos que contemos con una descripción verdadera de este, no habremos logrado explicar el suceso dado”.33 Nos reencontramos aquí con la cuestión, que ya abordamos en el apartado 1, de la relación entre descripción y explicación, y a la originalidad de la primera respecto a la segunda. Esto le lleva a fin de cuentas a su tesis más básica: explicar en historia es narrar. No hay dos pasos: una narración que permite una explicación. Hay sólo un paso: narración que es explicación.

Danto aborda este asunto a partir de la pretendida diferencia que introdujo Walsh entre narrativas simples y narrativas explicativas. La primera diría que algo sucedió, la segunda explicaría qué sucedió. Walsh no determinó qué significaba explicar y se limitó a decir que debía haber un cierto sentido de explicar en la historia.34 En todo caso dijo que la narrativa explicativa era la significativa. Aquí el modelo de la crónica dirigió los análisis. La crónica informa de sucesos que han sucedido, en el orden que han sucedido. Danto, que invocó unos anales pintorescos inventados por él, pero que podía haberse referido a los Anales carolingios, mostró que sólo con estas dos condiciones no hay narrativa. Es más, resultaba que esos hechos de la “historia en tanto registro” nada más tienen sentido dentro de una narrativa que los integre y respecto de la cual son evidencias. Por tanto, lo que Walsh llamaba “narrativa simple” es sólo un aspecto analítico de la narrativa significativa. Danto arruinó el argumento de Walsh diciendo que lo que éste llamaba narrativa simple en realidad no era narrativa sino sus elementos materiales, una abstracción, “la historia en registro”. Por tanto, dejó el concepto de narrativa en exclusiva para la significativa y explicativa y dijo que narrar un suceso o evento en sus pormenores relevantes era todo lo que se podía entender por explicar. Así que Danto rechazó la distinción.35 Pero no se sabe si presionado por el modelo Hanson, o por el de Hempel, dijo que toda ciencia necesita una teoría, y una narración de este tipo opera como una hipótesis.36 Esto funcionaba bien: nada más desde la narrativa se perciben los materiales de la “historia en tanto registro”.37 Cuando desgranó la estructura de esa narración explicativa, Danto invocó la imaginación histórica. Por supuesto que ésta trabaja con los materiales que la sustentan, y que podían ser las oraciones narrativas. Entre las oraciones narrativas y la narración que funciona como una hipótesis, Danto dijo que no había ni deducción (como soñara Hempel), ni inducción, ni relación paradigmática (como podría ser la descripción de Tucídides de la guerra como la guerra arquetípica), sino que apeló a la abducción de Peirce. Una abducción es una conclusión para la que no tenemos evidencias suficientes para hacerla y sin embargo la hacemos. En realidad es la forma de trabajar de los detectives de Poe o de Conan Doyle. No desde luego la forma de trabajar del jefe Quinlan, el policía de Touch of Evil. En este sentido, la narrativa es una estructura impuesta a los sucesos38 para la que no tenemos una evidencia suficiente a partir de los sucesos mismos. En todo caso, la narración explicativa abducida tiene alguna evidencia. Y ésta puede ser de dos tipos. Una, la que Danto llama “evidencia conceptual”.39 Ésta se define como una apelación imaginativa a nuestros conceptos generales,40 que sería el equivalente a lo que Weber llamaba el saber nomológico de todo tipo. Cuanta más evidencia conceptual tengamos y cuanto más confiable sea, más narrativas complejas permitirán. Para que esta evidencia conceptual sea posible ha de existir desde luego “constancia de instituciones y prácticas”,41 pero eso no es un problema. En suma, podemos verter esto al lenguaje de Weber: la evidencia conceptual la ofrece el saber nomológico de todo tipo, uno de los cuales es el que ofrecen los conceptos ideales tipos. Pero es verdad, como sabía el propio Weber, que estas herramientas conceptuales no permiten concreciones temporales adecuadas, como dice Danto.42 Esa evidencia no concierne a lo propiamente temporal y la historia tiene que encontrar su camino hacia la singularidad y la concreción temporal. Para que esta singularización ocurra, necesitamos acudir a la “historia en tanto registro”. Y por ello nuestra “evidencia conceptual” se concreta y modifica desde lo que Danto llama evidencia documental.43 Sólo con la evidencia conceptual no tenemos sentido histórico, reconoce Danto, algo que tiene una traducción weberiana: los conceptos ideal tipo son objeto de otras ciencias (sociología, economía, política, arte), pero no de la historia. Nada más la evidencia documental nos permite “individualizar narrativas”, algo que para Weber es lo único que cumple el objeto real de la historia, la singularización del acontecimiento. Como reconoce Danto, a los historiadores no les interesa escribir narrativas abstractas, suponiendo que esto sea algo. Ahora, es verdad que narrativas abstractas o concretas no ofrece un par simétrico a narrativas simples y significativas. Aquellas narrativas concretas incorporan la historia en tanto registro cuando construyen narrativas significativas por sus evidencias tanto conceptuales cuanto documentales. Si estas narrativas singularizadas tienen un grado de individuación propia de un alto nivel de ambas evidencias -conceptual y documental-, entonces no pueden diferenciar entre qué sucedió y explicar eso que sucedió. Decir sólo lo que sucedió no es una narrativa. Si la narrativa no explica no es propiamente narrativa, en el sentido de Danto. Si explica, dice sin más qué sucedió. La diferencia de Walsh entre narrativa simple y significativa no es propia de la historia.44

Lo interesante es que es la propia narrativa la que decide los acontecimientos significativos. La significatividad no es ajena a la narración. Es un plus que encierra la narración más allá de sus elementos y evidencias conceptuales y documentales, pero es algo que sólo alcanza por su singularización. Como tal significatividad, requiere que en todo caso se cuente lo que en realidad sucedió. Pero es algo propio no de lo que realmente sucedió, sino de la estructura narrativa impuesta. Así, Danto distingue entre significatividad pragmática, que tiene una intención moral, como la historia que escribió Gibbon, o una significación teórica, como por ejemplo cuando Marx escribe sobre las guerras francesas para ilustrar la teoría de la lucha de clases. Pero en ese juego especial de evidencias conceptuales y documentales que es la narración, la significatividad fundamental es la revelatoria. Ésta es en sí la que se concreta en la abducción: postula un relato desde el juego de evidencias conceptuales y documentales y luego buscamos las pruebas adicionales que lo respalden. Entonces propone un relato de un conjunto de sucesos que permitan inferir el acontecimiento de otro grupo de sucesos.45 Por último, hay también una significatividad simple, que sería la que afirma con el historiador Ranke: que eso es de manera sencilla lo que pasó, lo que puede asimilarse a la “neutralidad valorativa” de Weber.

Como es natural, la significatividad que más le interesa a Danto es la revelatoria. Como hemos visto, aspira a inferir un suceso de otros sucesos. Una de las formas de la significatividad es la significación secuencial. Vamos a reparar en ella porque es sobre la que quiero centrarme en lo que sigue. Danto la define así: “Podría decirse que un suceso E es significativo para un historiador H cuando E tiene ciertas consecuencias a las cuales H atribuye alguna importancia”.46 Pues bien, para Danto esto es parte del “objetivo histórico mínimo”, conectar de cierto modo dos sucesos. Por supuesto, conectar un suceso E con sus consecuencias es “brindar una interpretación”.47 De este modo, interpretar aquí, cuando se habla de consecuencias, es conectar hechos. Pero lo decisivo es que afirmar la conexión entre Ei y Ej es algo diferente de afirmar Ei y Ej. Y entonces, analíticamente estaríamos de nuevo en la diferencia entre narración simple y narración significativa. Danto protesta: no se puede hacer una narrativa significativa sin establecer conexiones entre acontecimientos. Todas las narrativas lo hacen. Así que el argumento vuelve a donde le gusta a Danto: a no pasar por alto que “una narrativa ya es una forma de explicación”48y una forma de interpretación. Explicación cuando se narra por qué e interpretación cuando se narran qué consecuencias.

Lo que nunca se ve en Danto es si se puede decir en una narrativa que Ei es causa de Ej, y si la explicación de la que está hablando es una explicación causal. Esto es, de lo que se trata no es de que la narración implique significatividad secuencial, que tiene que hacerlo, sino esa forma expresa de significación secuencial que permite hablar de causa y efectos. Danto se niega a discutir este problema. Quizá por eso, cuando se pregunta si la historia es un arte o una ciencia, su respuesta sea “Ninguna de las dos cosas”.49

En realidad, las oraciones narrativas podrían tener el esquema de oraciones causales. Si la característica de las oraciones narrativas es que se refieren “al menos a dos sucesos separados en el tiempo de tal manera que describan el suceso más anterior al cual se refieren y sólo traten de él”,50 han de tener como condición que los dos sucesos hayan de verdad acaecido.51 Un ejemplo de oraciones narrativas sería: “En 1618 comenzó la guerra de los Treinta Años”. En efecto, en 1618 no se podía saber que comenzaba la guerra de los Treinta Años. Sólo cuando esta concluyó en la paz de Westfalia, a la luz de lo que era su pasado, se podía saber que lo que empezó en 1618 era la guerra de los Treinta Años. A la luz del futuro, esta fecha de 1618 puede ser descrita de múltiples maneras. Por ejemplo: “En 1618 se inició la hegemonía francesa sobre Europa que duró hasta 1815”. Pero en 1618 nadie sabía que comenzaba la hegemonía francesa sobre Europa. O esta otra: “En 1618 se iniciaba el sistema de Estados europeos que finalizó en 1918”. Hans-Ulrich Gumbrecht escribió sobre mucho de lo que se podía decir a la luz del presente respecto de 1927, cuya relevancia sólo tras el éxito de Ser y tiempo podía quedar de manifiesto. Sin ninguna duda, nadie quería hacer una crónica ideal de 1648 o de 1927, y mucho menos Gumbrecht se proponía hacer una crónica ideal de 1945, cuando en efecto definió este tiempo como de latencia, algo que sólo se puede saber desde el futuro. Lo que muestran estas oraciones es que cualquier suceso, anterior o posterior puede servir para definir un suceso E una vez pasado.52 Esto es: que las estructuras temporales en las que juegan las oraciones narrativas son ad hoc y están abiertas,53 pues el criterio de relevancia puede variar.54 Sin que el suceso E sea inestable, éste puede ser descrito por multitud de oraciones narrativas abiertas al futuro. Por tanto, la descripción de E no puede ser definitiva nunca. Esto significa que no hay crónica ideal, porque el futuro es constitutivo de la descripción de todo suceso. Que Aristarco anticipara la teoría copernicana 1813 años, es verdadero sólo después de esos 1813 años. Lo que hizo Copérnico en 1543 es condición necesaria para que Aristarco hiciera algo 270 años antes de Cristo: anticiparse a Copérnico. Esto es divertidamente retorcido, pero lo jugoso del asunto es que Danto se dispone a tratar estas oraciones como ejemplos del problema causal y entonces así dice: “Ser causa puede ser un caso especial del tipo de caracterización de sucesos permitidos por la descripción narrativa”.55 Pero es evidente que aquí hablamos de causa en un sentido muy peculiar, puesto que la causa estaría en el suceso del futuro respecto del suceso del pasado. Esto no es algo que esté permitido por la teoría de Hume. Desde luego que éste mostró que las “causas no pueden ser interpretadas en tanto causas”, pero forma parte de la gramática de causa que el suceso causa sea anterior que el suceso efecto. Cuando decimos que “En 1618 se inició la guerra de los Treinta Años”, lo que decimos es que la causa de que esa oración sea verdadera reside en que en 1648 se acabó la guerra con la Paz de Westfalia. Pero esto no le llamamos causa, sino la razón de la verdad de una proposición. Decir que el tratado de Westfalia es condición necesaria para que la oración “En 1618 comenzó la guerra de los Treinta Años” no es decir que el tratado de Westfalia es la causa de que la guerra de los Treinta Años comenzara en 1618. Lo que concluye Danto es que sólo hay conexiones de este tipo en el seno de oraciones narrativas. Pero lo que no descubre Danto es que estas oraciones se limitan a jugar con la sucesión simple y a establecer relaciones entre el tipo de registros históricos que no eran capaces de organizar por sí solos una narración. Así, si vamos a un Crónica ideal en la que los años se numeran, podríamos encontrar estos registros: 1618: comienza una guerra. 1648: acaba la guerra que se inició en 1618. Entonces podríamos hacer la oración narrativa: “La guerra que acabó en 1648 es la guerra de los treinta años porque entonces acabó la que se inició en 1618”. Esta oración narrativa no nos daría más conocimiento que la crónica o narración simple y su significatividad sería mínima. Estas oraciones de la crónica serían así condiciones de posibilidad de oraciones narrativas. Bastaría referir las de un tiempo para otro pasado. Pero que algo sea causa de hacer oraciones narrativas no es causa de los sucesos que se describen en esas oraciones. Pero lo que el historiador quiere saber y conocer son las causas de la paz de Westfalia y de la guerra que estalló en 1618, y por qué estalló en ese año y no en otro. Claro que “Ei es causa de Ej” no sería un predicado accesible a la Crónica ideal,56 pero todo lo que quiere decir esto es que en ninguna crónica ideal nos encontraremos un hecho que diga “Ei fue la causa de Ej”, aunque nos encontremos muchas oraciones del tipo “H dijo que Ei fue la causa de Ej”. Pero una oración que tiene este tipo no forma parte de la Crónica ideal, sino de la historiografía. Así que la Crónica ideal ni tiene oraciones narrativas ni tiene oraciones causales. Lo que no puede pretender Danto es que las oraciones narrativas y las oraciones causales son del mismo tipo. Pueden traducirse a oraciones narrativas, del tipo “E es el efecto de x, z, y”, pero la diferencia respecto de las oraciones narrativas de Danto reside en que E no describe x, z, y. Esto es: las oraciones causales no encuentran su significado causal por la autorreferencialidad a las descripciones de los sucesos Ei y Ej que se dan en la oración. Por tanto, tengo problemas para aceptar que “las descripciones de los sucesos como causas de otros sucesos son casos especiales de oraciones narrativas y ya pertenecen a nuestra percepción de lo temporal”.57 Las oraciones narrativas son en efecto oraciones que pertenecen a la percepción de lo temporal, porque ordenan autorreferencialmente el tiempo por dos sucesos relativos. Pero no todas las oraciones causales históricas son de este tipo autorreferencial ni tienen como finalidad fundamental ordenar la percepción del tiempo.

Veamos esta oración: “La causa específica del capitalismo moderno es el ethos puritano del trabajo”. Esta oración no se puede traducir a una oración narrativa de Danto. Lo que sea el capitalismo no se describe por lo que sea el ethos puritano del trabajo. La percepción temporal del capitalismo no se asegura por la percepción del puritanismo. Podemos percibir el ethos puritano y el capitalismo sin necesidad de usar el ethos puritano para percibir de modo temporal el capitalismo. Estos dos fenómenos se pueden percibir en lo temporal de forma autónoma. Y, sin embargo, se puede establecer entre ellos una conexión histórica que es significativa y además causal. Sea lo que sea el futuro, describamos como describamos el capitalismo y el ethos puritano como consecuencia del futuro, nuestra oración está cerrada. Evolucione como evolucione el capitalismo moderno, esta oración está cerrada en su estructura temporal. Estamos hablando de sucesos irreversibles en el tiempo, no de oraciones sobre sucesos en el tiempo. Pero tan pronto como intentamos reconocer sus condiciones de posibilidad nos damos cuenta de una serie de problemas que exceden con mucho la necesidad de una crónica ideal de la historia en registro sobre la que organizar evidencias narrativas. Ante todo, nos damos cuenta de que necesitamos una teoría de las estructuras temporales per se, puesto que debemos explicar el sentido de la estructura temporal moderna. Éstas implican irreversibilidades, que son la base de toda teoría de las épocas y de su legitimidad, para hablar con Blumenberg. Pero lo decisivo de esta oración causal es que no tiene efecto predictivo alguno. No busca traducirse a algo así como “Allí donde se dé el ethos puritano del trabajo, se dará el capitalismo”. Y creo que aquí es donde una visión de la historia weberianamente conformada choca con la visión de Danto. Pues lo que en el fondo siempre entiende éste es que, si hay una buena narración o descripción de E, entonces tiene que ser suficiente poder predecir E.58 Pero entonces, la cuestión es si para predecir basta una ley o una descripción. Éste fue el sentido de explicar como algo semejante a narrar. Pero sin duda, el sentido de explicación histórica no tiene nada que ver con la predicción, porque se explica un suceso del pasado, ni tiene efectos de fundación de ley, porque no se quiere predecir el futuro.

Todo lo que Danto argumenta sobre lo sobrevenido,59sobre la naturaleza libre o no libre de las acciones humanas, en ese magnífico capítulo IX sobre contingencias futuras y pasadas, está sin duda dirigido a mostrar la dificultad de la predicción en la historia. Pero desde luego, aunque no quiere sugerir su imposibilidad absoluta, quiere defender que “podemos predecir sucesos dentro de ciertos límites”.60 Eso es lo que desea tratar en el capítulo X dedicado a la explicación histórica y las leyes generales. Aquí Danto se separa de su ejemplo de oraciones narrativas autorreferenciales, para ofrecernos oraciones narrativas que conectan dos sucesos sin describir uno de ellos. Entonces vuelve a su tesis de que explicar y narrar son lo mismo, que explicar por qué se reduce a una narrativa, y que describir lo que sucedió, qué sucedió y cómo sucedió son aspectos simultáneos de la narrativa61 y que una explicación correcta de E es un relato verdadero donde E es el episodio final. Aquí tendríamos la tesis adicional de que una narración correcta y significativa es equivalente a una explicación y esta supone decir que podría responder a una pregunta por su causa.

En este contexto, Danto se enfrenta a Hempel, quien mantenía, como es sabido, que para que E tenga una explicación adecuada, no basta narrar E, sino que al menos ese relato debe incluir una ley general y por tanto, de algún modo, una deducción. Danto acepta que los historiadores explican, pero no que por necesidad incluyan leyes generales en sus explicaciones. En su pormenorizada discusión de esta posición, Danto llega a un pasaje que es esencial para nuestros propósitos. Discutiendo a Hempel y lo que llama “asunción deductiva”, analiza con razón que sólo podemos suponer premisas en el explanans (digamos Fa) que sea distinta del explanandum (digamos Ga). De otro modo tendríamos fruslerías lógicas.62 Esto significa que Fa en ningún modo implica deductivamente Ga. Sin embargo, la clave de la exigencia de Hempel, que Danto parece aceptar, es que Fa debe expresar una condición suficiente del acaecimiento descrito en Ga. De lo contrario, como es obvio, Fa podría ser verdadera y Ga, falsa. Pero si Ga podría no haber ocurrido aunque Fa siguiera en pie, esto significaría que aunque Fa siga en pie no explicaría por qué Ga ocurrió, y no habría una explicación adecuada. En suma: “necesitaríamos especificar que la condición es una condición suficiente”. Y esto significa que para cada xFx implicaría Gx. Con ello tenemos que, en el fondo, comprometerse con una condición suficiente es comprometerse con una “proposición general que dice, en virtud de circunstancias similares, sucederán las mismas cosas cuando se representen las mismas condiciones”.63 En el fondo esto es lo que asumiría Hempel. Con ello hemos interpretado la condición suficiente explicativa como próxima a la deducción, saltando por encima de la diferencia leibniiciana entre verdades de razón y verdades de hecho. Dado un Fa inicial y dada una ley (Fx implica Gx) tenemos Ga. Ahora bien, esta explicación es demasiado onerosa para la historia. Los sucesos históricos son singulares de manera innegable64 y no pueden estar contemplados en leyes generales. Esto lo sabía Hempel y por eso habló de ellas como “esbozos explicativos”: no incluyen leyes generales pero las suponen y algún día quizá, cuando las tengamos, se cerrará la explicación. Se trata así de afirmar que sucesos como K producen sucesos como E. Entonces significa que la ley no es deductiva sino de probabilidad. Ahora bien, éstas pueden ser últimas y no esperar un relleno posterior. Hempel no puede ser satisfecho. Por eso Danto propone que sea sustituido por una dimensión pragmática de explicación.65 En realidad, ese aspecto pragmático es una afirmación de probabilidad. Eso significa rebajar algo la pretensión de Hempel, pero dentro del mismo horizonte. Para la explicación histórica no se requiere una ley deductiva sino una ley de probabilidad. Al final Danto quiere salvar el covering law model, como lo testimonia su hostilidad a William Dray, cuya tesis es que “el historiador puede no utilizar ninguna ley en absoluto”, ni deductivas ni probabilísticas.66Esto es lo correcto, puesto que ninguna ley histórica puede vincular dos sucesos singulares. Y sin embargo, éstos pueden estar vinculados por una causa, por mucho que esa causa no sea ni única ni exclusiva. En lenguaje de Weber, disponer de causación adecuada no es moverse en una escala entre razón suficiente y deducción. Es sencillamente identificar un nexo causal insuficiente por sí mismo, pero significativo dentro de una constelación histórica.

En su aspiración por separarse del modelo de Hempel, Danto lo complementa con otra cuestión. Su tesis es que hay explananda que presuponen leyes generales y otras que no lo hacen. Y esto significa que si hay que integrar leyes generales en los explanans “depende de nuestra descripción original del suceso respecto del cual se procura una explicación”. Por tanto, la cuestión de las leyes está vinculada al asunto de cómo se describen los fenómenos. Ahora bien, su aspiración es a reconocer que la cuestión de la descripción es condicionante y que sólo bajo una cierta descripción son capaces de explicación los fenómenos. Explicar es algo relativo a esa descripción. Ahora bien, dado que hay muchas descripciones posibles, no todas ellas podrán explicarse en referencia a una ley general. Danto llama a esto una consideración crucial, pues sugiere que nada más podrán explicarse por una ley general aquellos fenómenos cuya descripción no contenga ninguna designación particular eliminable, y por tanto sea una descripción general. Así, explicar fenómenos bajo leyes generales requiere descripciones generales. En cierto modo, someter a leyes exige una redescripción del fenómeno, lo que implica una “transformación de la percepción” y dirigirlo hacia un nivel superior de abstracción. La conclusión de Danto es que “este análisis debe satisfacer a Hempel”.68 Pero en este caso, Danto tiene que aceptar que explicar y predecir es lo mismo.69 Danto hace el mismo movimiento: la predicción dependerá de la descripción del suceso.

¿Pero qué sería una ley aquí? Para Danto se trata de “una ley que subsume una clase de ejemplos que es a la vez abierta y no homogénea”.70 Pero en realidad lo que significa esta ley es que viene a decir de otra manera lo que más arriba se llamó evidencia conceptual, que nos lleva a postular que sucedió algo parecido a lo que sugiere nuestro conocimiento conceptual como aquello que permite explicar un suceso. Así que, por último, una ley en sentido de Danto es lo que Weber llamaría un concepto ideal-tipo. Danto también lo llama así: “Donde no está disponible la evidencia documental […] podemos tentativamente, y sobre la base de alguna ley general […] o sobre la base de algún concepto-tipo postular el acaecimiento de un suceso”.71 Un concepto típico no hace sino recoger lo que “típicamente puede haber sucedido”. Así que Danto reconoce que esta traducción de ley por concepto tipo es laxa porque el concepto tipo lo es. La cantidad de ejemplos que abarca es amplia y cualitativamente diferente y por eso permite oportunidades creativas porque la clase que encierra es abierta. Aquí Danto aludió a los parecidos de familia de Wittgenstein. Con esos conceptos, podríamos redescribir el suceso para dotar su descripción de mayor generalidad mediante una regla de redescripción. Con ello se cumpliría el modelo de Hempel.72Con cierto orgullo de haber podido salvaguardar las posiciones de Hempel, Danto concluye. “¿Qué necesitamos hacer ahora, cuando se trata de explicar sucesos, salvo cubrirlos bajo descripciones generales y, a partir de entonces, bajo leyes generales?”73 Pero para Weber, esto significaría reducir la historia a sociología, a un saber conceptual típico ideal, capaz de ordenar nuestra experiencia en inducciones generales. Aquí, sin embargo, no hay posibilidad de conocer causas.

Es verdad que, de este modo, Danto se esfuerza por mostrar el papel de las narrativas. Pero es muy importante insistir en que las narrativas se ajustan al esquema de una forma de entender el juego de descripciones y de explicaciones bajo leyes. Como percibió Ankersmit,74 la aspiración de Danto no era tanto afirmar las narrativas cuanto más bien impedir “que esta manía narrativista se saliera de control”. Así que Danto no quería evitar la forma relato para la historia, pero en cierto modo deseaba que ese relato, todo lo libre y creativo que fuera, pudiera analizarse de tal manera que pudiera redescribrse en términos hempelianos. A eso, a las condiciones que debe satisfacer un relato capaz de re-traducirse a categorías hempelianas, dedicó el último capítulo de su libro que nos va a interesar, pues el último estaba dedicado al asunto del individualismo y del socialismo metodológico, que va a quedar fuera de ángulo esta vez. Para ello introdujo una concreción del término “suceso o acontecimiento”. Los relatos históricos explicaban/describían cambios. Así que las descripciones hacían referencia a estados pasados del sujeto del cambio y al estado final. Y la descripción/explicación debía llenar ese medio. Y la forma de hacerlo era orientarse por la evidencia documental a través de la evidencia conceptual. El explanandum sería una oración narrativa que se refiere a dos sucesos diferentes y el explanans más adecuado sería una descripción general capaz de subsumirse en una ley general que muestre la conexión entre los tipos de los dos sucesos de lo que tiene que ser explicado. En un ejemplo de Nagel: “Buckingham cambió de parecer sobre la deseabilidad del matrimonio del príncipe de Gales”.75 Se supone que antes estaba a favor y que después estuvo en contra. Y que un cambio sucedió. Algo sucede a Buckingham en un tiempo dado y eso sería el explanans. La cuestión es si este cambio puede ser sometido a una generalización razonable o probable. En todo caso, el juego de explanandum y explanans debe tener la forma de un relato. Y esto es para Danto lo mismo que decir que incluye explicaciones causales porque “las explicaciones causales tienen la forma de un relato”.76 Pero la cuestión es que cualquier relato puede “reconstruirse de forma tal de brindar un argumento deductivo”.77 Por eso, Danto anticipa que “me volcaré a la cuestión del lugar de las leyes generales en las explicaciones narrativas”.78

Para eso argumenta que el suceso H que provoca el cambio de estado de X debe seleccionarse también a la luz de “algún concepto general, expresable a su vez como ley general”. La variación respecto de Hempel reside en que la narrativa no es un esbozo de explicación porque sugiere y marca el lugar donde deberá situarse la ley futura, sino que es el resultado de asumir un esbozo de explicación que ya hace uso de leyes generales porque éstas marcan el lugar en el que se ha de insertar la descripción de un suceso. En suma, la ley no está en el futuro, sino que ya se ha de contar con ella (una que diría “Si pasa algo parecido a X se producirá algo parecido a un cambio de alianza”) para orientarse hacia la evidencia documental que permite asegurar que algo parecido a lo que dice la ley general se cumple en la evidencia documental, y por tanto se explica que Buckingham cambiara de opinión sobre el matrimonio del príncipe de Gales. Buscar ese “episodio causal” implica apelar a un concepto general. Desde una descripción general podríamos hablar de deducción. El curso general de la frase podría ser: “Si alguien está asfixiado en la escena internacional, buscará alianzas nuevas”. Pero si descubre que las alianzas nuevas son más débiles que las que ya tiene, se retractará. Pero esta secuencia deductiva, que no hace sino describir nuestro concepto ideal-tipo de las relaciones políticas internacionales, podrá traducirse en un relato si hay reglas de traducción que conciernen a Buckingham. Pero sólo con esta deducción podemos orientarnos hacia dónde buscar e insertar un suceso particular para convertir aquel esbozo explicativo en un relato que sería una explicación narrativa completa. Aquí la ley general no es lo buscado, sino lo usado. Es más bien una guía regulativa para ordenar el material empírico de la evidencia documental disponible, una directiva metodológica para buscar una causa. Con ello, tenemos de nuevo la cuestión de la evidencia conceptual y la documental. Para ello siempre necesitaremos tener razones para excluir otras clases de evidencias conceptuales: i. e. que Buckingham no era un ministro veleidoso. Lo decisivo es que, si no sabemos qué conceptos ideales tipo tenemos a mano, la indagación histórica está perdida.

¿Ahora bien, de dónde proceden estas leyes generales o conceptos tipo? Para Danto no cabe duda: se trata de una herencia social, de “nuestro legado cultural”,79 de tal modo que su decisión de aplicar qué concepto en qué caso es algo que se deja en la oscuridad. De nuevo, se trata de “evidencia conceptual”, pero en cierto modo son “colecciones de perogrulladas”. Desde luego, lo que hace que el relato sea valioso es que concreta ese juego de pero-grulladas. Como tal legado, no se puede parangonar con el corpus de los Principia mathematica a no ser que queramos catalogar el sentido común como ciencia. La consecuencia es que en el suceso que buscamos como causa de un cambio no se puede tener esa noción de “inevitabilidad” entre causa y efecto o ese “sentimiento de necesidad” entre sucesos. Así nos damos cuenta de que Danto somete el modelo de Hempel a tal cantidad de cautelas que de modo práctico llega a reconocer que no hay modelo unificado de ciencia.

Sin embargo, mantiene ese modelo formal como guía de su análisis. En este punto su situación es más parecida a la de un kantiano que deseara exponer en lo formal una operación de juicio reflexionante como si fuera una operación del juicio determinante.

Ese me parece en general el movimiento del libro de Danto. En lugar de inspeccionar lo peculiar del juicio reflexionante, se vuelca en la posibilidad de reducirlo tanto como sea posible a un juicio determinante. En todo caso, lo propio del trabajo histórico queda intocado. Si conocemos los conceptos ideales tipo podemos buscar en la evidencia documental. Si tenemos la evidencia documental podemos con facilidad buscar la manera de encuadrar ese algo “en un principio general”. Pero esto haría de la ciencia de la historia algo aburrido. Podríamos poner nuestro legado cultural en una lista de perogrulladas y numerarlas Ln. Así que el relato histórico sería algo así como “a Buckingham le sucedió Lg en t”. Hempel estaría contento. Pero lo mismo daría describir a “Buckingham es t1, t2”, y decir: “entre t1 y t2 apliquemos algo como Ln”. El juego siempre sería casar evidencia conceptual y evidencia documental y sería bastante indiferente qué fuera por delante. De un modo u otro, siempre podríamos llegar a exponer el modelo Hempel. Con ello tendríamos de nuevo la lógica del descubrimiento y la lógica de la demostración, pero nada cambiaría el contenido de la ciencia. Por mucho que compliquemos la gama de sucesos y ampliemos las totalidades temporales o el conjunto temporal unificado, para marcar el sentido del cambio, tendremos los mismos problemas. En todo caso, “una narrativa y un argumento deductivo podrían constituir formas alternativas de la explicación”.80 Siempre podríamos elegir entre un juicio determinante y un juicio reflexionante. Éste sería mejor para el caso de búsqueda, porque nos permitiría usar los conceptos para identificar algo para lo que no tenemos concepto, pero una vez que tengamos el concepto podremos traducirlo a juicio determinante.

Cuando Danto se aproxima al final de su libro, sin embargo, desea poner límites a esta analogía y mostrar que “las narrativas no son siempre reducibles a argumentos deductivos”.81 Pero cuando entendemos su argumento, nos damos cuenta de que Danto se aproxima a las cuestiones en verdad importantes de la historiografía. Se trata de cambios como el fin del feudalismo y el principio del nacionalismo. Estos cambios no pueden abordarse mediante narrativas atómicas que explican un cambio. Requieren narrativas moleculares que no pueden reducirse a la descripción de un suceso. Danto confiesa que “cuando el explanandum histórico característico describe un cambio y, con frecuencia, en efecto, un cambio enorme que abarca quizá siglos, podemos ver de inmediato por qué no podemos reducir una explicación narrativa a su episodio final o narrativa atómica”.82 Podemos tener un concepto que ofrece evidencia general de cada cambio atómico, digamos de F a G, pero no una evidencia conceptual que ordene el cambio molecular de F a Z. Esto significa que necesitamos tener más de una causa para dar cuenta de un gran cambio y más de un concepto tipo. Danto propone que llamemos leyes históricas a esas que incluyen una secuencia de leyes generales capaces de iluminar la evidencia documental de cambios secuenciales en el orden mismo en que la ley histórica prescribe la secuencia. Entonces, estas leyes permitirían, dado el primer estado de la secuencia, realizar predicciones83 con reservas de que se cumplieran las secuencias intermedias, algo que no está determinado por la propia ley. Así que, por último, la historia permitiría predecir, pero no el tipo de predicciones “proféticas de los filósofos sustantivos de la historia”, la vieja obsesión.84 Podría dar orientaciones abstractas, pero “nuestro conocimiento del futuro permanecería abstracto”. Pero que existan estas leyes históricas no es necesario para una narrativa histórica molecular. Si existe la ley histórica es una condición suficiente para una narrativa tal, pero como no es una condición necesaria, podría existir una narración molecular sin ley histórica. El paralelismo entre explicación y deducción se rompería aquí. Bastaría con tener evidencias conceptuales generales acerca de las narraciones atómicas para poder organizar una narración molecular, aun sin ley histórica. Así que el paralelismo que nos ha llevado a mantener trescientas páginas se rompe al final. Pero no debemos olvidar que estas narraciones moleculares son aquellas significativas para la historiografía. A fin de cuentas, la operación de Danto es bastante aproximada a la del positivismo lógico. No tenemos leyes históricas para las narraciones moleculares, pero éstas pueden ser explicativas como narrativas si tenemos evidencias conceptuales versus leyes generales para cada una de las narraciones atómicas. No tenemos traducción hempeliana de las narraciones moleculares, pero sí tenemos traducciones hempelianas para las narraciones atómicas y esto sería suficiente para garantizar el valor explicativo de la ciencia de la historia. En suma, para la historia “no es necesario encontrar ninguna ley general que cubra todo el cambio cubierto y explicado por una narrativa”.85 En la narrativa atómica sí podría ser necesario, por cuanto se afirma la equivalencia entre narración y explicación. De este modo, la operación de Danto demuestra su voluntad de aplicar a la historia, y tan lejos como sea posible, el modelo que el positivismo lógico había aplicado a la idea de ciencia en general.

Bibliografía

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1Arthur C. Danto, Narración y conocimiento, p. 24.

2Ibidem, p. 24.

3Ibidem, p. 19.

4Ibidem, p. 21.

5Ibidem, p. 22.

6Idem.

7Idem.

8Ibidem, p. 23.

9Idem.

10Que la teoría de la ciencia que seguía presionando era la de Hempel se ve muy claro en las páginas 30-31, en las que Danto diferenciaba entre teoría descriptiva y explicativa. Usaremos este texto en lo que sigue. Lo decisivo en él no es tanto que Danto prevea que lo narrativo es originario respecto a lo explicativo, sino que la dimensión explicativa debe verificarse en términos causales en la medida en que se somete a ley.

11Ibidem, p. 23.

12Idem.

13Ibidem, p. 24.

14Idem.

15Fue lo que dijo M. G. Murphy en Our Knowledge of the Historical Past, pp. 113 y ss.

16Danto, Narración y conocimiento, op. cit., p. 30.

17Ello quedaba bastante claro en esta expresión: “Sólo podemos contar relatos verdaderos sobre el pasado. Es este sentido el que, de alguna forma, es violentado por las filosofías sustantivas de la historia”. Ibidem, p. 42. Pues lo que hacían era proyectar hacia el futuro lo que es una estructura narrativa que nada más puede valer para el pasado. Por lo tanto, lo que a Danto le parecía inadecuado de la filosofía sustantiva de la historia no era que fuera infiel al modo histórico de organización, algo que le reconocía. Era sobre todo que aspiraban a una “apropiación del futuro”. Ibidem, p. 43. Ellos intentan escribir la historia de lo que sucede antes de que haya sucedido y, lo peor, “pretenden ofrecer explicaciones del pasado sobre la base de los relatos del futuro”. Ibidem, p. 44.

18Ibidem, p. 39. De hecho, Danto definió “profecía” como “enunciado histórico sobre el futuro”. Ibidem, p. 40.

19Ibidem. p. 37. En particular importante para apreciar la diferencia fue el uso que Danto hizo de Karl Löwith, a la hora de definir la filosofía sustantiva de la historia como “una interpretación sistemática de la historia universal de acuerdo con un principio por el cual los sucesos históricos y las sucesiones históricas se unifican y dirigen hacia un significado último”. La cita es de Karl Löwith, Meaning and History, p. 1. Cfr. Danto, Narración y conocimiento, op. cit., p. 38. Así que Danto se manifestaba de acuerdo en el hecho de que estas filosofías sustantivas de la historia en el fondo eran teología secularizada.

20Un hombre que estudió con Parsons en Harvard. Su obra más impresionante, The Interpretation of Cultures, de 1973, recogió los trabajos desde 1960. Su creencia básica procede de Weber, como él mismo reconoció en este pasaje:“Al creer con Max Weber que el ser humano es un animal suspendido en redes de significado que él mismo ha creado, considero la cultura como esas redes y el análisis de éstas no es objeto de una ciencia experimental a la búsqueda de leyes, sino una interpretativa a la búsqueda del sentido”. Clifford Geertz, The Interpretation of Cultures, p. 20.

21Me refiero a la noción de significación histórica como aquello que se alcanza en exclusiva como una pregunta que puede responderse en el seno de un relato, de tal modo que un mismo suceso tendrá “un significado diferente de acuerdo con el relato en el cual esté ubicado”. Danto, Narración y conocimiento, op. cit., p. 42. La significatividad sólo puede ejercerse en un relato y eso supone la exclusión de muchos hechos.

22Cfr. ibidem, p. 44: “La historia en su totalidad es, sin más, el contexto más grande que existe, y preguntar por el significado de toda la historia implica privarse del marco contextual dentro del cual tales solicitudes son inteligibles”.

23El argumento tiene en este pasaje su expresión más nítida: “Sostengo que sus enunciados respecto del pasado y del presente están lógicamente conectados con sus enunciados acerca del futuro, de suerte tal que, si estos últimos son ilegítimos, los primeros no son convincentes”. Ibidem, p. 46. Queda todavía por preguntarse: ¿de qué depende que sean legítimos o no? Como es natural, Danto no se hace esta pregunta. Lo que él desea decir es que “no podemos gozar de un punto de vista cognitivo que haga posible tal actividad”. Ibidem, p. 47 y esto significaba que ningún enunciado acerca del futuro es legítimo. Como se ve, aquí volvía la premisa positivista a presionar. Para eso tenía que asegurar que la proyección hacia el futuro de la historia no podía ser la misma que la de las teorías científicas.

24Y esto desde el artículo inicial de Roscher y Knies. Cfr. Max Weber, Gesammelte Aufsätze zur Wissenschaftslehre.

25Danto, Narración y conocimiento, op. cit., p. 47.

26Ibidem, p. 47.

27En el final de la introducción al volumen I de Max Weber, Ensayos de sociología de la religión.

28Danto, Narración y conocimiento, op. cit., p. 48.

29Ibidem, p. 50.

30Idem.

31Ibidem, p. 60.

32Idem.

33Idem.

34Walsh identifica el primer nivel con la crónica y sólo el segundo con la historia. Cfr. Introduction to Philosophy of History. An Introduction, p. 31.

35Danto, Narración y conocimiento, op. cit., p. 172.

36Ibidem, p. 174.

37Ibidem, p. 175. En realidad, el propio Danto lo reconoció de forma expresa: “Las crónicas tienen con la historia la misma relación que la percepción sensorial tiene con la ciencia”. Ibidem, 183. Lo que se seguía de aquí no es la teoría empirista de que la percepción sensorial sea independiente y se pueda abordar como algo separado, sino que en exclusiva se aprecia de una teoría, cuyo equivalente es la narrativa.

38Ibidem, p. 186.

39Ibidem, p. 175.

40Ibidem, pp. 176-177.

41Ibidem, p. 179.

42Ibidem, p. 181.

43Idem.

44Ibidem, pp. 185, 195.

45Ibidem, p. 190.

46Ibidem, p. 188.

47Ibidem, p. 195

48Ibidem, p. 197.

49Ibidem, p. 199.

50Idem.

51Ibidem, p. 225.

52Ibidem, p. 213.

53Ibidem, p. 228.

54La mejor formulación es, no obstante, ésta: “No hay fin a la cantidad de estructuras temporales en las cuales los historiadores del futuro pueden ver ubicado a E”. Ibidem, p. 241.

55La mejor formulación es, no obstante, ésta: “No hay fin a la cantidad de estructuras temporales en las cuales los historiadores del futuro pueden ver ubicado a E”. Ibidem, p. 241.

56Idem.

57Ibidem, p. 252.

58Ibidem, p. 241. “Es un logro suficiente ser capaz de predecir E en virtud de alguna descripción de él”. La consecuencia es la unificación de la ciencia en la idea del positivismo. Repárese en esta frase: “La pretensión de que hay dos tipos distintos de sucesos, sucesos científicos que pueden predecirse y explicarse y sucesos históricos que no pueden predecirse ni explicarse, es errónea. No hay dos clases de sucesos, sino quizás dos clases de descripciones”. Ibidem, p. 242.

59Esto puede valer como una definición: “Todo el objetivo de la historia no es saber acerca de las acciones como sí pudieron haberlas conocido los testigos, sino como las conocen los historiadores”. Ibidem, p. 248. Algo brillante pero que nos deja sin saber cómo las conocen los historiadores y cuál es la diferencia con la forma en que la conocen los testigos.

60Ibidem, p. 269.

61Ibidem, pp. 271-272.

62Ibidem, p. 279.

63Idem.

64Ibidem, p. 281.

65Ibidem, p. 283.

66Ibidem, p. 286.

68Ibidem, p. 296.

69Ibidem, p. 298.

70Ibidem, p. 299.

71Ibidem, p. 300.

72Ibidem, p. 301.

73Ibidem, p. 307.

74Frank Ankersmith, Meaning, Truth, and Reference in Historical Representation, p. 127,

75Danto, Narración y conocimiento, op. cit., p. 311.

76Ibidem, p. 313.

77Idem.

78Ibidem, p. 314.

79Ibidem, p. 321.

80Ibidem, p. 327.

81Ibidem, p. 329.

82Ibidem, p. 311.

83Ibidem, p. 334.

84Ibidem, p. 333.

85Ibidem, p. 334.

Recibido: 08 de Febrero de 2016; Aprobado: 19 de Octubre de 2016

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